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CAPÍTULO
ENVEJECIMIENTO DESDE UN
11
PUNTO DE VISTA INDIVIDUAL:
MODELOS MECANICISTAS Y
ORGANICISTAS
65
60
Verbal
55
50
Puntuación
Manipulativa
45
40
35
30
25
20
16 20 30 40 50 60 70
Edad
Figura 11.1: Evolución de las puntuaciones del WAIS en la parte verbal y la parte
manipulativa (a partir de datos de Matarazzo, 1972).
vida. Así, la evolución de la inteligencia fluida a lo largo del ciclo vital seguiría un
patrón en forma de U invertida.
En contraste, las capacidades cristalizadas pueden seguir aumentando a lo largo de
toda la vida, a condición de que se mantenga cierta estimulación ambiental que
permita la recopilación de experiencias e información nueva en memoria. No
obstante, también en las últimas décadas de la vida el aumento en la inteligencia
cristalizada es menor e incluso pude llegar un momento que se estabilice.
Horn estima el declive en la inteligencia fluida en 3,75 puntos de CI por década de
vida como media y explica estos declives aludiendo básicamente a que ‘...al
incrementarse la edad, continúa la exposición a posibilidades de pérdida neuronal,
se incrementa la probabilidad de estar expuesto a condiciones que reduzcan el
sustrato neural que soporta las funciones intelectuales’ (Horn, 1978; p. 215; la
traducción es nuestra). Así, la razón fundamental del declive de la inteligencia
fluida es la pérdida progresiva e irreversible asociada a la edad.
Pese a que en una primera impresión pueda parecer que Horn y sus colaboradores
aportan una visión bastante equilibrada de los cambios de la inteligencia con la
edad, con decrementos y aumentos, un análisis más detallado nos hace ver Horn
mantiene un modelo de inteligencia fuertemente marcado por el déficit: una vez
alcanzado su máximo nivel en la juventud, la inteligencia parece destinada a
deteriorarse a un ritmo que aumenta con los años. Esta tendencia parece
justificarse por dos razones:
• La explicación fuertemente biológica a la que atribuye los decrementos de
inteligencia fluida fundamentada en una pérdida neuronal irreversible como
causa del declive intelectual desde edades tempranas, es demasiado saliente
como para no ensombrecer otros resultados más optimistas (como el aumento
o el sostenimiento de la inteligencia cristalizada).
• El propio Horn no concede la misma importancia a ambas dimensiones,
dedicándole mucho más espacio e interés a la inteligencia fluida que a la
inteligencia cristalizada. De acuerdo con Dixon, Kramer y Baltes (1985), parece
como si la inteligencia fluida fuese la inteligencia ‘buena’, ‘verdadera’ y ‘natural’,
mientas que la inteligencia cristalizada aparece como mero subproducto de la
experiencia.
Pero si la perspectiva psicométrica ha sido importante para el estudio del
envejecimiento desde un punto de vista evolutivo no ha sido tanto por estos
primeros resultados y conceptos, sino porque es el ámbito donde a tenido lugar
una discusión metodológica crucial.
En efecto, los estudios comentados hasta el momento todos utilizaban un diseño
metodológico transversal, lo que, especialmente a partir de los años 60 y 70 del
pasado siglo, suscitó una gran crítica. Como es bien sabido, los diseños
transversales, al medir en un solo momento temporal grupos de diferentes edades,
confunden la variable edad con la variable generación o cohorte, lo que puede
llegar a invalidar los datos obtenidos respecto a supuestas tendencias evolutivas.
Schaie define cohorte como ‘el total de la población que entra en un ambiente
específico en el mismo momento temporal’ (Schaie, 1984; p. 5). Los grupos de los
diseños transversales no sólo difieren en sus diferentes edades: también lo hacen
en su fecha de nacimiento, cada uno de ellos pertenece a una generación
Desarrollo adulto y envejecimiento: modelos mecanicistas y organicistas – 685 –
65
60
Media de puntuaciones T
55
50
45
40 Longitudinal
Transversal
35
30
25 32 39 46 53 60 67 74 81 88
Edad
Conclusiones de este tipo son las que han sostenido propuestas como la
denominada teoría de la desvinculación (Cumming, 1963; ver capítulo 12), según
la que lo normativo al envejecer es ‘retirarse’ del mundo, proceso este que sería
adaptativo y deseado tanto por la sociedad como por la propia persona mayor.
A pesar de su importancia como primer estudio sistemático de la personalidad
más allá de la adolescencia, el estudio de Kansas ha sido fuertemente criticado.
Gran parte de estas críticas se dirigen a cuestiones de tipo metodológico, como
la gran carga interpretativa que supone el uso de test proyectivos, el sesgo de
las muestras utilizadas (básicamente hombres de raza blanca y nivel social
medio), la posible contaminación de variables no controladas (por ejemplo, la
fluidez verbal a la hora de generar historias en el TAT) o los efectos históricos y
de cohorte que pueden haber influido en los resultados (recordemos que la
mayor parte del estudio era de naturaleza transversal).
Una manera alternativa de estudiar la personalidad más allá de la adolescencia
es la que representa el estudio de Baltimore. Este estudio, a diferencia del de
Kansas, utilizaba un diseño de tipo longitudinal y tests psicométricos de
personalidad como instrumentos de medida.
En concreto, en el estudio de Baltimore se concibe la personalidad compuesta por
cinco grandes factores. Aunque se existen algunas diferencias terminológicas
para nombrarlos, siguiendo a Costa y McCrae (1988), los factores serían
Neuroticismo (Neuroticism), Extraversión (Extraversion), Apertura a la
experiencia (Openess), Afabilidad (Agreeableness) y Conciencia
(Conscientiousness). Esta estructura (llamada de los 5 grandes, o Big Five) y el
cuestionario elaborado para medirla (el NEI-PI, de 300 ítems) ha llegado a ser
muy popular entre los investigadores del envejecimiento, y muchos estudios (con
un enfoque puramente psicométrico o no) la utilizan cuando tratan de estudiar la
personalidad a lo largo del ciclo vital, ya sea en sí misma o como correlato de
otros aspectos.
El principal resultado de los estudios de Baltimore es que la nota dominante en la
evolución de la personalidad más allá de la adolescencia es la estabilidad (Costa,
McCrae y Arenberg, 1983). Esta conclusión ha permitido rechazar algunos
estereotipos sobre el proceso de envejecimiento: por ejemplo, en los resultados
del estudio de Baltimore no hay rastro de una mayor inestabilidad emocional en
las personas mayores, ni de un mayor infantilismo, ni de que a medida que
envejecemos nos convirtamos en personas especialmente rígidas o
conservadoras. A diferencia del estudio de Kansas, el aumento en la interioridad
tampoco se observa en estudios como el de Baltimore.
El estudio de Baltimore también ha sido objeto de algunas críticas (Belsky, pp.
243-245 de la trad. cast.). Por ejemplo, se ha argumentado que, debido a que
los sujetos contestan a lo largo de los años a un mismo instrumentos, la
estabilidad encontrada podría deberse a que recuerden y se acostumbren a
responder de una manera determinada a los ítems que forman parte del test.
Otras críticas remarcan que quizá los sujetos no son conscientes, y por lo tanto
capaces de reflejar en el test, de los cambios que han experimentado a lo largo
del tiempo en su personalidad.
Desarrollo adulto y envejecimiento: modelos mecanicistas y organicistas – 689 –
La perspectiva del procesamiento de la información es, desde los años 80, uno
de los modelos dominantes desde el que se estudia el envejecimiento. De hecho,
si tuviéramos que medir la importancia de un modelo en función del número de
estudios que genera y de su peso relativo dentro de las publicaciones de más
impacto en Psicología del Envejecimiento (como, por ejemplo, las revistas
Journal of Gerontology o Psychology and Aging), sin lugar a dudas concluiríamos
que es el modelo más importante en la actualidad. Pese a ello, también es
necesario remarcar que es un modelo que se originó y hasta el momento tiene su
ámbito de aplicación prácticamente restringido al envejecimiento cognitivo.
Aunque también existen aplicaciones del modelo fuera de este ámbito y, sobre
todo, aunque el uso de un lenguaje computacional, que procede de este modelo,
ha invadido ámbitos no estrictamente cognitivos (en los dominios afectivo, social
y de la personalidad), la importancia de estas derivaciones no cognitivas es,
comparativamente, mucho menor que la aplicación cognitiva tradicional.
No vamos ahora a explicar en detalle los principios que fundamentan el modelo
del procesamiento de la información, explicación que ya expusimos en el capítulo
6. Sin embargo, y para enmarcar la exposición posterior, sí nos gustaría al
menos recordar que el procesamiento de la información concibe la mente
humana como un sistema que se comporta de manera similar a como lo hacen
los ordenadores: un sistema que dispone de elementos que recogen información
del medio, que es capaz de operar con ella, de transformarla e integrar en estas
operaciones información que ya estaba almacenada en el propio sistema
previamente, y que finalmente tiene medios para tomar decisiones y emitir
respuestas a través de dispositivos destinados a tal efecto.
Como vimos en el capítulo 6, este procesamiento de la información utiliza dos
conceptos básicos:
• El concepto de información como representación simbólica, siendo estas
representaciones las unidades sobre las que opera el sistema. Como vimos,
estas representaciones pueden ser de muy diferente naturaleza (espaciales o
proposicionales, implícitas o explícitas, declarativas o procedimentales, etc.)
• El concepto de operación o proceso. Desde el modelo, el sistema actúa a
partir de la agregación de una serie de unidades básicas de operación que
actúan de manera organizada sobre las representaciones: esta actividad
cognitiva es el procesamiento de la información.
A partir de estos conceptos fundamentales, y tomando el ordenador como fuente
inspiradora de hipótesis, se concibe el envejecimiento cognitivo como un
progresivo endurecimiento de los límites de procesamiento del sistema cognitivo
humano. Es decir, un sistema que, por definición, tiene límites estructurales y
funcionales para procesar la información, a medida que envejece ve como estos
límites cada vez se estrechan más y que comprometen de manera cada vez
mayor la integridad y eficiencia del rendimiento que puede obtener. Vemos esta
Desarrollo adulto y envejecimiento: modelos mecanicistas y organicistas – 691 –
La perspectiva micro
La perspectiva macro
Atención
Atención selectiva
Atención sostenida
Atención dividida
encuentran también que ciertas tareas complejas son mucho más difíciles de
automatizar para los jóvenes que para los mayores.
Pero quizá la discusión más relevante en la literatura respecto a la atención
dividida y el envejecimiento es la referida a si esta condición tiene o no un efecto
diferencial en las personas mayores más allá de las posibles diferencias que ya
existieran en las tareas implicadas por separado.
Generalmente, la estrategia seguida para decidirse por una u otra alternativa es
incluir en los estudios medidas de las tareas realizadas por separado y
conjuntamente. Salthouse, Fristoe, Lineweaver y Coon (1995) encontraron que la
varianza atribuida a la atención dividida se reducía prácticamente a cero cuando
previamente se parcializaban los efectos atribuidos a cada una de las tareas por
separado, aunque no en todos los pares de tareas. De acuerdo con estos datos,
la presencia de un único mecanismo general, como la velocidad, que declina con
la edad, podría dar cuenta de los resultados obtenidos.
Sin embargo, Tsang y Shaner (1998) aportan resultados que apuntan a que los
costes de la atención dividida van más allá de los observados en cada una de las
tareas por separado. Su estudio, en comparación con el anterior, se realizaba
con tareas más complejas, lo que puede explicar esta disparidad de resultados.
Así, mientras en las tareas más simples las diferencias, cuando aparecen, pueden
explicarse en función de las diferencias preexistentes en cada tarea por
separado, en el caso de tareas complejas existe una penalización adicional para
los mayores, aunque sólo aparece en tareas muy demandantes para nuestra
atención y que implican un control de estímulos muy preciso. Estos autores
concluyen que a medida que envejecemos la persona es menos capaz de
distribuir e intercambiar su foco de atención. Es decir, esta atención sería menos
flexible, lo que explica que en condiciones de gran carga atencional (atención
dividida en la que están implicadas tareas complejas) las diferencias sean
desproporcionadamente grandes (Tsang y Shaner, 1998; p. 345).
Un fenómeno muy vinculado a la atención dividida es el cambio de atención.
En este caso, se trata de también atender a más de una tarea pero, en lugar de
simultáneamente (en paralelo, podríamos decir) se ha de atender primero a una
y luego a otra (en serie). Algunos autores, como por ejemplo Rogers (2000; p.
63) sugieren que en la práctica son fenómenos difíciles de diferenciar, ya que es
dudoso que la atención dividida sea algo diferente a, en el fondo, un cambio muy
rápido de atención de unos estímulos o tareas a otros.
De hecho, los estudios y temáticas respecto al cambio de atención son muy
similares a los que hemos visto para la atención dividida.
Por ejemplo, Salthouse, Frisoe, McGuthry y Hambrick (1998) examinaron el
rendimiento de una amplia muestra de personas de 18 a 80 años en una tarea
compuesta de tres tareas numéricas simples en las que se debía alternar la
atención rápidamente. Una de las tareas implicaba decidir si determinado
número era mayor o no que otro, la segunda si un determinado número era par
o impar y en la tercera se trataba de sumar o restar dos números. En la
condición de cambio de atención, la señal que indicaba el cambio de una tarea a
otra era un indicador en la pantalla que aparecía en intervalos no predecibles
para el sujeto.
– 702 – Desarrollo adulto y envejecimiento: modelos mecanicistas y organicistas
Memoria
La memoria es sin lugar a dudas la función cognitiva más estudiada desde los
enfoques del procesamiento de la información. Desgraciadamente, este gran
interés, que se traduce en una gran cantidad de estudios y publicaciones, no
lleva consigo, al menos por el momento, la existencia de un único enfoque o un
conjunto común de herramientas conceptuales para el estudio de la memoria.
Así, durante los años 60 y 70 los modelos multialmacén fueron los más
influyentes en el estudio de la memoria. Desde estos modelos, la memoria se
entiende como un conjunto de almacenes coordinados como etapas de
procesamiento por las que la información va pasando una vez entra en el
sistema.
Quizá el modelo multialmacén más difundido es el propuesto por Atkinson y
Shiffrin (1968). Estos autores plantean la existencia de tres almacenes de memoria
diferenciados: el almacén o registro sensorial, el almacén o memoria a corto plazo
y el almacén o memoria a largo plazo.
Más recientemente, estos modelos multialmacén se han complementado con dos
perspectivas que enriquecen la visión del sistema procesador de información y que
pretenden dar cuenta de nuevos y más complejos fenómenos. Así, Craik y
Jennings (1992; pp. 53-55) proponen dos nuevas perspectivas:
La perspectiva de los procesos, que se centra no tanto en la vertiente estructura
y estática del sistema, sino en las operaciones que se llevan a cabo con la
información. Desde este punto de vista, se intenta dividir el flujo de procesamiento
Desarrollo adulto y envejecimiento: modelos mecanicistas y organicistas – 703 –
Este continuo tiene una estrecha relación con el envejecimiento, ya que mientras
las tareas más pasivas (más cercanas a la memoria a corto plazo pura) sufren
pocos decrementos asociados a la edad como ya hemos comentado, las tareas
más activas sí muestran estos decrementos claramente (Salthouse y Babcock,
1991; Gilinsky y Judd, 1994; Brébion, Ehrlich y Tardieu, 1995). En un meta-
análisis sobre estudios que utilizaban tareas para medir la memoria de trabajo,
Verhaeghen, Marcoen y Goosens (1993) confirman esta tendencia.
Una cuestión que ha provocado cierto debate en el estudio de la memoria de
trabajo y su relación con la edad es el impacto de la complejidad de la tarea. De
acuerdo con la idea del continuo entre tarea pasiva-tarea activa, las tareas más
complejas supuestamente son más activas y requieren más demandas de
procesamiento, lo que podría acarrean un aumento del déficit asociado a la edad.
Esta conclusión, sin embargo, no aparece de manera sistemática en los estudios.
Así, por ejemplo, Babcock y Salthouse (1990) repasan estudios que han utilizado
tareas fáciles y difíciles y llegan a la conclusión de que sí existen esos costes
asociados a la edad, pero son menores a los esperados y las diferencias aparecen
incluso en tareas relativamente fáciles. En su propio estudio intentan replicar
este aumento de las diferencias asociadas a la edad a medida que aumenta la
complejidad de tareas a realizar. Para ello proponen a grupos de sujetos jóvenes
y mayores cinco tareas ordenadas en un continuo de más compleja a más
simple. Las diferencias asociadas a la edad aparecen en todas las tareas, pero la
interacción entre edad y complejidad de la tarea resultó ser no significativa: los
efectos del envejecimiento no son diferentes en las tareas simples y las
complejas Babcock y Salthouse (1990; pp. 425-426).
En relación con este debate se encuentra otro que quizá tiene aún mayor interés.
Se trata de especificar en qué componente de la memoria de trabajo residen los
déficits asociados al envejecimiento, si es que este proceso afecta más a unos
componentes que a otros. Salthouse (1990, p. 101; 1994, p. 539) diferencia
entre tres componentes de la memoria de trabajo:
• El almacenamiento, que refleja la capacidad de preservar información
relevante.
• El procesamiento, que permite realizar sobre la información las operaciones
requeridas de manera eficiente.
• La coordinación, que hace referencia a la capacidad de supervisar y
coordinar actividades simultáneas de almacenamiento y procesamiento.
Una vez diferenciados estos componentes, y a partir de las tareas de amplitud de
lectura y amplitud de cálculo, Salthouse y Babcock idearon índices relativamente
independientes para cada uno de ellos. Cada uno de los índices por separado
correlacionaban negativamente con la edad, sugiriendo que esta tenía unos
efectos negativos sobre todos ellos.
Sin embargo, a la hora de dar cuenta de la varianza asociada a la edad en las
puntuaciones globales de memoria de trabajo, el componente de procesamiento
era el que más varianza explicaba. Este peso importante de la eficiencia de
procesamiento en la memoria de trabajo se vio confirmado a partir de
regresiones jerárquicas: el control de este componente era el que más atenuaba
la varianza asociada a la edad en las puntuaciones globales de memoria de
– 706 – Desarrollo adulto y envejecimiento: modelos mecanicistas y organicistas
Memoria episódica
De esta manera, Craik (2000; p. 83) concluye que, aunque está claro que la
presencia de apoyo ambiental mejora el rendimiento de los mayores, todavía no
conocemos exactamente en qué condiciones este beneficio en mayor, igual o
menor que el que extraen los jóvenes de ese mismo apoyo, ni qué condiciones
específicas del material, la tarea o del propio sujeto pueden estar influyendo para
dar lugar a unos u otros resultados.
A la vista de este complicado panorama, podemos identificar al menos dos líneas
de investigación que han adquirido un creciente interés en el estudio de la
memoria episódica durante la última década:
• Una, continuación de las investigaciones que ya hemos visto, pretende
profundizar con otras estrategias de investigación los efectos de los
componentes automáticos y controlados de las tareas mnemónicas,
frecuentemente sin establecer una distinción tajante entre codificación y
recuperación.
• Una segunda, intenta abrir nuevos campos de estudio, en especial aquellos
que parecen estar relacionados con déficits mnemónicos que supuestamente
muestran las personas mayores en la vida cotidiana.
Respecto a la primera de las líneas, el estudio de tareas de atención dividida y
el efecto que pueden tener sobre el rendimiento de la memoria episódica han
sido una de las primeras estrategias para examinar hasta que punto este
rendimiento depende de procesos automáticos o controlados. Como vimos en
apartados anteriores, la realización de más de una tarea simultáneamente parece
ser uno de los aspectos que se ve afectado por el envejecimiento de forma más
fiable.
En el estudio antes mencionado de Craik y McDowd (1987), estos autores
examinaron esta cuestión, comprobando que el rendimiento en una tarea de
memoria a corto plazo se ve afectado cuando se combina con otra tarea de
recuerdo libre, y se ve afectado en mayor medida que si la combinación es con una
tarea de reconocimiento, lo que sugiere que el recuerdo libre es más exigente para
el sistema cognitivo que el reconocimiento. Sin embargo, la propia tarea de
memoria episódica no se ve afectada por la presencia de una tarea simultánea en
la fase de recuperación. Este hecho es interpretado por Craik y su equipo
diferenciando entre recursos atencionales y el control atencional: la recuperación sí
es una tarea que consume recursos cognitivos (y debido a ello tiene costes en el
rendimiento de la tarea realizada simultáneamente), pero no necesita de un
control atencional consciente (Craik, Govoni, Neveh-Benjamin y Anderson, 1996).
Sin embargo, cuando la tarea simultánea se realiza no en la fase de
recuperación, sino en la de codificación, ambas tareas muestran menores
rendimientos tanto en jóvenes como en mayores, como demuestra el estudio de
Anderson, Craik y Neveh-Benjamin (1998).
Este mismo estudio revela, además, que los costes en la tarea secundaria
simultánea (en su caso, una tarea de tiempo de reacción) a la realización de una
prueba de memoria episódica eran mayores en los grupos de mayor edad. Estos
costes diferenciales entre jóvenes y mayores se incrementaban cuando la tarea
simultánea se hacía coincidir con memoria episódica basada en el recuerdo libre y
no en el reconocimiento (Anderson, Craik y Neveh-Benjamin, 1998; p. 419). Como
vemos, esta línea de investigación, junto con resultados explicables desde los
Desarrollo adulto y envejecimiento: modelos mecanicistas y organicistas – 709 –
modelos tradicionales (como el mayor coste que presenta para los mayores
realizar tareas de recuerdo libre que tareas de reconocimiento), aporta otros de
difícil interpretación, como el hecho de que la tarea simultánea no afecte a
memoria episódica, ni en jóvenes ni en mayores, cuando se sitúa en el proceso de
recuperación (en ninguna de sus modalidades) pero sí cuando se sitúa en la fase
de codificación. Diferencias como la apuntada por Craik y su equipo entre recursos
atencionales y control atencional puede ser una interesante aportación en este
sentido.
Jacoby y sus colaboradores presentan otro intento de explicar el complejo patrón
de datos respecto a la memoria episódica y el envejecimiento a partir de una
discriminación más fina entre los diferentes componentes de los procesos
cognitivos implicados. Este autor y su equipo intentan discriminar entre los
procesos automáticos y los procesos conscientes presentes en la recuperación de
la información que se lleva a cabo en tareas de memoria episódica. Para ello
utilizan lo que denominan ‘procedimiento de disociación de procesos’
(process-dissociation procedure, Hay y Jacoby, 1999; pp. 123-124).
En un primer momento, este procedimiento se concreto en un paradigma
experimental que produce el que ha sido llamado efecto de la ‘fama falsa’. En
este paradigma, se proporciona a los sujetos una lista de nombres de personas
no famosas. En una segunda fase, se ofrece a los sujetos una nueva lista, en la
que aparecen mezclados tres tipos de nombres: nombres ya leídos en la primera
fase, nuevos nombres de personas no famosas y, por último, nombres de
personas moderadamente famosas. La tarea consiste en señalar cuáles de los
nombres de esta última lista son los de personas famosas. Como pista, el
experimentador explícitamente comunica a los sujetos que todos los nombres de
la primera de las listas eran de personas no famosas, por lo que si se reconoce
alguno debería ser excluido automáticamente.
En un estudio como este, los grupos de mayor edad suelen señalar más nombres
aparecidos en la primera lista como famosos que los grupos más jóvenes: es el
efecto de la ‘falsa fama’. Este efecto, según Dywan y Jacoby (1990) se debe a
que el estudio previo de nombres incrementa su familiaridad (y, por lo tanto,
automatiza su recuperación posterior). Esta mayor familiaridad sólo puede ser
discriminada de la que tienen los nombres de famosos por la intervención de
procesos conscientes que reconozcan en la segunda lista los nombres que
aparecieron en la primera. Precisamente es en componente consciente donde
reside el déficit asociado al envejecimiento, según Dywan y Jacoby (1990,
p.385).
En un experimento posterior, Jennings y Jacoby (1993) compararon los
resultados en una condición experimental como la comentada con los obtenidos
en otra condición experimental en la que el experimentador decía al sujeto que
los nombres de la primera lista en realidad sí eran famosos y que, si los
reconocía en la segunda lista, los debería señalar. En esta segunda condición
(condición de inclusión), en la que los sujetos no tenían que diferenciar
conscientemente si la familiaridad con un nombre provenía de haberlo leído antes
o de la fama, los resultados fueron equivalentes en grupos de mayores y de
jóvenes, lo que parece confirmar que el componente automático, no intencional
de la recuperación, no se ve afectado por la edad.
– 710 – Desarrollo adulto y envejecimiento: modelos mecanicistas y organicistas
verificaban menos veces el reloj que los jóvenes, incluso cuando esta tarea se
llevaba a cabo sin ninguna otra de fondo (Park, Hertzog, Kidder, Morrell y
Mayhorn, 1997; p. 235)
Un segundo factor que parece afectar al rendimiento de las personas mayores en
tareas de memoria prospectiva es la complejidad de la tarea, tanto de la tarea de
memoria prospectiva como de la tarea de fondo en curso mientras se realiza el
experimento.
Einstein, Holland, McDaniel y Guynn (1992; experimento 1) observaron como
cuando la tarea a realizar era apretar una tecla cuando aparecía una palabra
determinada en la pantalla las diferencias entre mayores y jóvenes eran poco
significativas. Sin embargo, estas diferencias aumentaban cuando la tarea era
apretar la tecla ante la aparición de cualquiera de cuatro palabras diferentes.
La complejidad de la tarea en curso que sirve de contexto a la tarea de memoria
prospectiva también afecta al rendimiento de este tipo de memoria. Por ejemplo,
Einstein, Smith, McDaniel y Shaw (1997) manipularon el grado de complejidad
de la tarea de fondo en un experimento en el que grupos de jóvenes y mayores
se enfrentaban a dos condiciones: una con una única tarea de fondo más la de
memoria prospectiva basada en eventos y otra con dos tareas de fondo más la
de memoria prospectiva basada en eventos. Comprobaron como el aumento de
complejidad disminuyó el rendimiento en la tarea de memoria prospectiva, pero
más en los mayores que en los jóvenes. De hecho, cuando las demandas de la
tarea de fondo no eran demasiadas, el rendimiento de los mayores fue inferior al
de los jóvenes, pero no de manera estadísticamente significativa (Einstein,
Smith, McDaniel y Shaw, 1997; p. 486).
D’Ydewalle, Bouckaert y Brunfaut (2001) manipularon en un mismo experimento
dos de los factores que hemos visto hasta ahora: el tipo de tarea de memoria
prospectiva y la complejidad de la tarea de fondo. Para ello utilizaron una tarea
de fondo en la que los sujetos tenían que realizar unas operaciones aritméticas
sencillas (sumas de números de un dígito o dos) o más complejas (sumas de
números de tres o cuatro dígitos). En cualquier caso, los sujetos tenían que
apretar una tecla bien cuando la solución comenzaba por 5 (memoria prospectiva
basada en un evento) bien cada cierto intervalo de tiempo (memoria prospectiva
basada en un evento). Encontraron que la dificultad de la tarea afectó mucho
más a los grupos de mayores que a los de jóvenes, siendo las diferencias
especialmente acusadas en la tarea basada en el tiempo, en la que los mayores
apenas cumplieron los requisitos de la tarea de memoria prospectiva un 10% de
las veces cuando la tarea de fondo era compleja (D’Ydewalle, Bouckaert y
Brunfaut, 2001: pp. 419-420).
Einstein, McDaniel, Manzi, Cochran y Baker (2000) muestran como la memoria
prospectiva también mostrar déficits especialmente acusados en los mayores
cuando se establece un intervalo de tiempo entre la planificación de la acción y
su momento de ejecución efectiva, aunque estos intervalos sean muy. Estos
investigadores diseñaron un experimento que constaba de dos fases: la
exposición a una serie de oraciones, seguidas de un lapso de tiempo para luego
contestar preguntas respecto a las oraciones anteriores. A los sujetos se les daba
la instrucción de apretar cierta tecla cuando en las oraciones aparecía cierta
palabra, pero esta acción la tenían que llevar a cabo en el momento de ver la
Desarrollo adulto y envejecimiento: modelos mecanicistas y organicistas – 715 –
Memoria semántica
Patrones explicativos
EDAD
EDAD
EDAD
EDAD
Figura 11.3. Posibles modelos alternativos para describir los efectos asociados a
la edad sobre el rendimiento en tareas cognitivas. Los cuadrados representan los
rendimientos en tareas (variables observadas), los círculos constructos latentes
(adaptado de Salthouse y Czaja, 2000; p. 45)
Recursos de procesamiento
Velocidad de procesamiento
0,35
0,3
0,2 Inicial
0,1
0,05
0
1 2 3 4 5 6 7
Estudio
Capacidad inhibitoria
Modelos organicistas
Como vemos, existe una cierta convergencia en los resultados de todos los
estudios he han estudiado tareas y conceptos piagetianos más allá de la
adolescencia. La explicación que se da a estos hallazgos y que intenta unificarlos
es la llamada 'hipótesis de regresión': existe un declive asociado a la edad y la
secuencia de este declive es inversa a la mostrada en el desarrollo cognitivo
infantil. Es decir, se pierden antes aquellas capacidades adquiridas más
tardíamente y que son también las más avanzadas, mientras que aquellas de más
temprana adquisición, más básicas y sencillas, perduran hasta edades más
avanzadas. Así, se puede esperar que las operaciones formales sean las primeras
que se pierdan, luego desaparecerían las operaciones concretas para entrar en la
etapa preoperacional y, por último, en la sensoriomotora. De esta manera, las
capacidades cognitivas de los mayores serían equivalentes a las de los niños.
Los investigadores defensores de esta hipótesis atribuyen esta regresión, en último
término, a la pérdida y degeneración neuronal irreversible e inevitable que está
asociada a la edad.
La hipótesis de regresión ha recibido diferentes apoyos, entre los que se
encuentran:
• Los trabajos llevados a cabo por Ajuriaguerra con muestras clínicas (citados en
Blackburn y Papalia, 1992; p. 142), en los que se encuentra un deterioro muy
significativo en muestras de viejos aquejados de demencias (que se suelen
vincular a pérdida neuronal), tanto en tareas de conservación como en
permanencia del objeto y concepto de tiempo.
• Rubin (1976), quien trabajando con procedimientos de extinción, encuentra
que su muestra de personas mayores presenta una menor resistencia a la
puesta en duda del concepto de conservación por parte del investigador.
Desde el punto de vista de Piaget, una vez adquirida, la conservación
permanece estable. Es más, se podría esperar más fuerza y estabilidad en ella
al incrementarse su tiempo de presencia dentro del sistema cognitivo. Es decir,
si la sometemos a un procedimiento de extinción (demostrando que no existe
mediante uso de materiales trucados), se esperaría una mayor resistencia a
aceptar esta no existencia a medida que aumentamos la edad. Sin embargo,
pasa todo lo contrario: a más edad menos resistencia a la extinción. Rubin
expone estos resultados como apoyo a la existencia de un patrón curvilineal de
desarrollo de la inteligencia a lo largo del ciclo vital.
A pesar de todo, la hipótesis de regresión dista mucho de tener pruebas empíricas
inequívocas y de ser aceptada por la totalidad de investigadores que se dedican al
tema. También existen estudios que demuestran como los niveles de rendimiento
de jóvenes y mayores alcanzan niveles muy semejantes. Por ejemplo, el 92% de la
muestra utilizada por Rubin (1976) alcanza la conservación de la cantidad y el
área, con independencia de su institucionalización o no. Denney (1979), por
ejemplo, también informa de la presencia idénticos resultados en muestras de
adultos de mediana edad y mayores respecto a conservación de peso, sustancia y
volumen (tareas que superan en dificultad a las de Rubin).
Tampoco la hipótesis de regresión presenta soporte teórico alguno desde la teoría
de Piaget. En su teoría no se contemplan en modo alguno 'regresiones'
generalizadas. Cada etapa supone una reestructuración total del sistema cognitivo
Desarrollo adulto y envejecimiento: modelos mecanicistas y organicistas – 739 –
El pensamiento postformal
Richards y Commons (1984) son los autores que más han trabajado sobre este
tema, dotándolo de un corpus lógico y, paradójicamente, muy formalizado.
Contemplan la existencia de al menos dos subetapas dentro del estadio
postformal y, aún más allá, la presencia de un sexto estadio:
Estadio 5a (sistémico): Comprende operaciones exhaustivas sobre clases,
relaciones entre los miembros de esas clases, que en su totalidad forman
sistemas. Requiere representar las propiedades del sistema como un todo.
Estadio 5b (metasistémico): Se trata ya de operaciones entre sistemas,
relacionándolos, comparando propiedades y coordinándolos.
Estadio 6 (transparadigmático): Relaciona familias de sistemas, familias de
sistemas de sistemas.
En cuanto al contraste empírico de su teoría, Commons y Richards recurren a
la comprensión de historias complejas (sistemas) que deben ser comparadas
entre ellas en cuanto a sus similitudes, dando además las razones que sirven
de criterio para tales comparaciones. Utilizando este método, encuentran el
pensamiento metasistémico mucho más frecuente entre profesores de
universidad que entre sus estudiantes.
• Búsqueda de problemas: Arlin (1984) concibe el pensamiento postformal no
como solucionador de problemas (lo que sería una característica del formal),
sino como capaz de generar cuestiones a partir de problemas ambiguos y mal
definidos. Cualidad generadora de preguntas, divergente y que permite la
invención creativa de hipótesis.
Por otra parte Koplowitz (1984) caracteriza el pensamiento operacional
formal mediante la presencia de causalidades lineales, la interdependencia y
separabilidad de las variables, la naturaleza cerrada de sus límites y la
existencia de entidades estables dentro de un mundo estable. Por el
contrario, las operaciones postformales se caracterizarían por causalidades
no lineales (por ejemplo cíclicas), la interdependencia e incluso unidad no
separable de variables, la naturaleza abierta de sus límites (lo que propicia la
influencia contextual) y la existencia de entidades autoconstruídas dentro de
un mundo autoconstruído.
• progresión universal
Como ya hemos visto, las investigaciones mencionadas intentan evidenciar que
ciertas características del pensamiento adulto no son contempladas por las
operaciones formales, avalando las diferencias cualitativas entre uno y otro
pensamiento. Y aún más, las características del pensamiento postformal intentan
integrar al formal en una nueva estructura global. Para ello, un primer esfuerzo
que se realiza desde este punto de vista es el de redefinir las tareas y los
problemas que van a servir de marco de evaluación del pensamiento adulto. El uso
de tareas típicamente formales será desestimado. Recordemos que este tipo de
tareas se caracterizan por proceder de la física, la química o la lógica, y por
plantear problemas complejos que presentan una solución única y que implican
coordinar múltiples variables a través de la experimentación. Se supone que este
tipo de tareas, adecuadas para evaluar el pensamiento formal, puede subestimar
las capacidades postformales de las personas (Sinnott, 1994; p. 106). Por ello se
apuesta por unos problemas sin una solución única y que implican verdades
relativas, escoger no ‘la’ solución verdadera, sino quizá la más óptima de entre
varias posibles. Este tipo de problemas, en la práctica, se formulan en su mayoría
de acuerdo con conflictos interpersonales y emocionales cotidianos a los que el
sujeto ha de dar su solución.
Respecto a la cuestión del movimiento invariante y la progresión universal, muchas
de las investigaciones intentan demostrar que las operaciones formales son un
requisito necesario, pero no suficiente, para adquirir el pensamiento postformal.
Sin embargo los resultados obtenidos hasta el momento son contradictorios.
Por ejemplo Arlin (1975) encuentra que el pensamiento buscador de problemas se
da en adultos que ya tenían adquiridas las operaciones formales, mientras no es
así para los que carecen ellas. En las investigaciones de Richards y Commons
(1984) la presencia de operaciones sistémicas y metasistémicas era mucho más
numerosa en su muestra de profesores universitarios que en una muestra de
estudiantes. De los 31 sujetos que mostraron competencia en estos tipos de
pensamiento postformal, sólo uno se mostró incapaz de razonar a un nivel formal.
Además, no todos los que razonaban formalmente alcanzaban el nivel sistémico, y
menos aún el metasistémico.
Sin embargo, otros trabajos no llegan a las mismas conclusiones. Por ejemplo,
Crooper, Melk y Ash (1977), con idéntico procedimiento y tareas que Arlin, no
logran replicar sus resultados. Concluyen que las operaciones formales no son un
requisito para la presencia de las postformales.
Kramer y Woodruff (1986), utilizando tres muestras diferenciadas por edad
(jóvenes, mediana edad y viejos), observan como la aparición del pensamiento
postformal es más probable cuanta más edad tengan los sujetos. Concluyen
diciendo que si bien las operaciones formales parecen ser un requisito necesario
para mostrar pensamiento de tipo dialéctico, en el caso del pensamiento relativista
parece ocurrir lo contrario: es él quien es un requisito para la presencia de
operaciones formales.
Pero aparte de estos problemas empíricos, la interpretación del pensamiento
postformal como quinta etapa, siguiendo la secuencia del desarrollo cognitivo
expuesta por Piaget, presenta también algunos problemas de tipo teórico.
– 744 – Desarrollo adulto y envejecimiento: modelos mecanicistas y organicistas
a cada una de ellas unas cualidades diferentes de las anteriores y en la que cada
etapa es condición sine qua non para alcanzar la siguiente. Si asumimos esto
estrictamente, la no presencia de pensamiento formal en un individuo
automáticamente le excluiría de poseer un pensamiento como el postformal,
teóricamente de rango más elevado, pero con algunos rasgos altamente
adaptativos y que parecen más propios y comunes en el pensamiento adulto de lo
que lo es el pensamiento formal.
Esta contradicción ha provocado que se tomen en cuenta nuevas posibilidades en
torno a la secuencia de desarrollo, alejadas de las concepciones piagetianas
clásicas que exigen irreversibilidad, secuencialidad y universalidad, para mantener
como etapa cualitativamente distinta al pensamiento postformal. Kramer (1983)
cita algunas de ellas, como son:
• La aparición del pensamiento postformal puede transformar al formal o incluso
eliminarlo. Así, el pensamiento formal seguiría siendo necesario para adquirir
el postformal, pero una vez adquirido este, el formal estaría destinado a
desaparecer.
• Podrían existir varias vías alternativas para la consecución del pensamiento
postformal y sólo en algunas de ellas sería necesaria la consecución de la
etapa formal.
Pero quizá la alternativa más rupturista con la tradición piagetiana es la que
exponen Rybash, Hoyer y Roodin (1986), según la cual el pensamiento postformal
no sería una etapa de desarrollo propiamente dicha, sino más bien un conjunto de
'estilos de pensamiento' que surge durante la vida adulta, pero que no constituye
un todo estructural que trasciende a anteriores etapas de desarrollo cognitivo.
En un sentido similar, Sinnott (1996; p. 368 y siguientes) afirma que el
pensamiento postformal no sea el modo en el que razonan los adultos todo el
tiempo, incluso aunque tengan la capacidad para razonar de esta manera en
ocasiones. Para ella, son determinados ámbitos vitales y tareas (aquellas más
complejas vinculadas a aspectos socioemocionales) elicitan de manera más
frecuente este tipo de pensamiento.
El concepto resultante de 'estilo de pensamiento postformal' parece converger con
otras concepciones del pensamiento adulto provenientes de áreas alejadas a la
teoría de Piaget, como el modelo que proponen Dittmann-Kohli y Baltes, basado en
conceptos como el de pragmática de la inteligencia o sabiduría. Precisamente la
popularidad de este tipo de conceptos, que se originan desde modelos ya
plenamente sociocontextuales que no tienen la carga de la tradición organicista y
su concepto de etapa, ha restado presencia al concepto de pensamiento
postformal, cuyos mejores tiempos parecen haber pasado.
Para ello parte de los estudios que también desde un punto de vista organísmico
han realizado autores como Selman (1976, 1980) sobre los fundamentos y
evolución de la comprensión del yo y de las relaciones interpersonales. Como es
bien conocido, Selman propuso una serie de niveles en esta evolución que
llegaban hasta una comprensión adolescente.
Labouvie-Vief pretende aplicar su marco explicativo a este dominio y ampliar del
desarrollo en este campo hasta más allá de la adolescencia. En este caso
(Lavouvie- Vief, Diehl, Chiodo y Coyle, 1995; p. 211)., la concreción del patrón
de desarrollo se expresa también en cinco niveles:
• Nivel concreto/presistémico: tanto el self como los otros se describen con un
lenguaje global, concreto, centrado en acciones externas y características
físicas. No hay referencias a estados internos.
• Nivel interpersonal/protosistémico: el self y los otros se describen en
términos de relaciones inmediatas y de roles sociales, valorados en función
de las normas e ideales del propio grupo de referencia. Las descripciones son
estáticas y enfatizan características que promueven la aceptación de la
persona dentro de su grupo.
• Nivel institucional/intrasistémico: En las representaciones se reflejan
cualidades y rasgos individuales, así como estados internos en forma de
propensiones y motivaciones personales. Generalmente estas referencias a
metas y motivaciones son superficiales, reflejando el ajuste del individuo con
ciertos grupos (familia, trabajo), más que una verdadera comprensión de la
psicología de la persona.
• Nivel contextual/intersistémico: en las descripciones aparecen indicadores
que reflejan una reflexión sobre los contextos en los que se mueven las
personas y las restricciones que establecen las instituciones, así como un
cuestionamiento personal de algunas reglas y valores sociales. Las
descripciones indican una comprensión del proceso de cambio en el tiempo,
una visión de la persona como entidad dinámica, sujeta a transformaciones.
• Nivel dinámico/intersubjetivo: Se acentúa la descripción contextualizada e
individualizada presente ya en el nivel anterior. Presencia de una conciencia
de procesos incluso inconscientes, de la complejidad de las motivaciones y la
dinámica interpersonal. Interés por el concepto de identidad, por cómo esta
se va construyendo dinámicamente y se va transformando y reorganizando.
Como vemos en esta descripción, para Labouvie-Vief el desarrollo en este ámbito
no implica únicamente aumento en la concepción abstracta sobre el sí mismo y
las personas, que quizá alcanza ya sus niveles más altos al final de la
adolescencia. Implica, además, seguir avanzando hacia mayores grados de
flexibilidad y de integración de la norma social con la experiencia subjetiva, así
como en la comprensión del self y de la realidad como procesos transaccionales,
que mantienen una tensión dinámica (Labouvie-Vief, Chiodo, Goguen, Diehl y
Orwoll, 1995; p.405).
Los resultados empíricos obtenidos hasta el momento en esta línea de
investigación (Labouvie-Vief, Chiodo, Goguen, Diehl y Orwoll, 1995; Lavouvie-
Vief, Diehl, Chiodo y Coyle, 1995) son coherentes con una progresión evolutiva
por los niveles descritos. A mayor edad, mayor probabilidad de presentarse a
– 752 – Desarrollo adulto y envejecimiento: modelos mecanicistas y organicistas