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base, y el Progreso como meta.

La verdadera unidad viene pues igualmente al servicio continuo del Gran-Ser, del que cada in-
constituida finalmente por la religión de la Humanidad. Esta dividualidad puede ser un órgano eterno. [...]
sola doctrina verdaderamente universal puede caracterizarse
La unidad personal y la unidad social constituyen el doble
indiferentemente como la religión del amor, la religión del or-
fin de la religión. Ahora bien, respecto a cada una de ellas, re-
den, o la religión del progreso, según se aprecie su aptitud mo-
sulta fácil reconocer que la síntesis fundada en la Humanidad
ral, su naturaleza intelectual, o su destino activo. Refiriendo to-
es la única completa y duradera, por ser la única verdadera-
do a la Humanidad, estas tres apreciaciones generales tienden
mente conforme a nuestra naturaleza.
necesariamente a confundirse. Porque el amor busca el orden
y empuja al progreso; el orden consolida el amor y dirige el pro- Presentación del autor, bibliografía
greso; por fin el progreso desarrolla el orden y vuelve al amor. y selección de textos a cargo de
Así dirigidos, el afecto, la especulación, y la acción tienden José Luis Iturrate Vea (Universidad de Deusto, Bilbao)

1.7. Alexis de Tocqueville (1805-1859)


Este político liberal y escritor francés fue el primer investigador sos tenían el sentimiento de que eran tratados con equidad. En
de sociología histórica comparada y promotor de la ciencia política. cambio el sistema francés, menos rígido y que permitía la reduc-
Siendo la libertad la principal de sus pasiones, estudió los factores ción de penas por decisión de una comisión, al ser ésta proclive a
de la democracia americana, espontánea y estable, y los riesgos de influencias y engaños, propiciaba sentimientos de injusticia y ma-
despotismo en la democracia francesa, nacida del Antiguo Régimen yores tasas de suicidios y de disturbios carcelarios.
y de la Revolución de 1789. Entroncaba así con la problemática de
Montesquieu. No adoptó el énfasis holista y estructural de éste, de Tocqueville descubrió en Estados Unidos la importancia que la
Comte y de Durkheim, sus compatriotas, se movió en el individua- democracia o igualdad de condiciones tenía para la marcha de la so-
lismo metodológico e hizo un análisis institucional de las conse- ciedad y del gobierno, y entrevió el avance rápido de la democracia
cuencias imprevistas de las acciones. Para él explicar los fenómenos hasta el poder en Europa. Con la democracia se pasaba de la rigidez
sociales requería investigar en la pluralidad de sus causas. de posiciones a la movilidad social, de la separación y sumisión je-
rárquica al contrato libre y al salariado, las funciones estamentales
Tocqueville nació en París (1805) en una familia aristocrática dejaban paso a su vez a la competencia profesional. Pero mientras
normanda, que durante la Revolución Francesa sufrió la guillotina en América, al no haber aristocracia, la democratización se desarro-
y la cárcel. Su padre, fiel a la monarquía, fue prefecto de Norman- lló de modo espontáneo, en la Francia aristocrática vino acelerada
día y otras ciudades hasta llegar a serlo en 1826 de Versalles, y en por la Revolución. Tocqueville emprendió una investigación compa-
1827 fue nombrado par de Francia por Carlos X. Alexis, aristócrata rada histórica de sociedades. Basado en datos de Estados Unidos,
por instinto, ya de joven, estudiando en el Colegio Real de Metz, pu- Francia, Inglaterra, Argelia y Alemania respondió a dos cuestiones
so en duda la religión católica de sus padres y el papel de la aristo- decisivas a lo largo de toda su obra: la primera, cómo se conjuga en
cracia. Estudió derecho en París y, tras viajar a Italia, fue nombra- una sociedad la igualdad democrática con la libertad, y, la segunda,
do en 1827 por orden real juez auditor en Versalles, observó así el cómo se favorece la democracia y se contrarrestan sus peligros.
enfrentamiento constitucional entre conservadores y liberales, y
simpatizó con éstos. Tras la revolución de julio de 1830, que devol- El primer volumen de La democracia en América, publicado en
vió el poder a la burguesía y la corona a los Orleans, se vio obliga- 1835 y que pronto obtuvo enorme éxito en Europa y en Estados
do a jurar fidelidad al régimen de Luis Felipe I. Pero obtuvo permi- Unidos, se centró en la primera pregunta. Diversos factores expli-
so para investigar el sistema penitenciario americano, considerado can la peculiaridad y estabilidad de la democracia en América.
entonces el más avanzado, y en 1831 emprendió un viaje de nueve
meses a Estados Unidos con su amigo Gustavo de Baumont. Unos son factores accidentales: los emigrantes fundadores eran
puritanos y trabajadores, el territorio virgen, extenso y aislado, sin
Ambos publicaron en 1833 El sistema penitenciario en Estados vecinos poderosos. Otros son institucionales: la Constitución de
Unidos y su aplicación en Francia, con un apéndice sobre las colo- 1787 con un sistema federal de división de poder entre el gobierno
nias. El sistema americano era riguroso e implacable pero los pre- central y los estados miembros, que aúna las ventajas de las nacio-

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nes grandes y las pequeñas, la descentralización administrativa lo- do en la economía y los negocios, y de la apatía política de los ciu-
cal, el sistema judicial independiente, el federalismo. Los factores dadanos que contribuía al paternalismo del Estado, recalcó los pe-
restantes se refieren a las costumbres: la articulación del espíritu re- ligros que han de temer las democracias modernas: el individualis-
ligioso con la libertad de creencias religiosas, el pluralismo, el afán mo, la centralización del poder y, el más grande de todos, el
de libertad, el nivel medio de instrucción de la población y su habi- despotismo. El individualismo es un sentimiento que predispone a
tuación a la participación política, la tendencia a crear asociaciones cada ciudadano a desentenderse de la sociedad grande y ceñirse a
y el respeto a ellas, el patriotismo no fanático, el papel de la prensa su pequeña sociedad, a su familia y sus amigos. La centralización
para la información, la difusión y la formación de la opinión públi- del poder comporta en los siglos de igualdad tanto la idea de un po-
ca... Tocqueville analizó con perspicacia la situación de las tres ra- der único y central que dirige a todos por igual sin poderes inter-
zas –india, blanca y negra– en Estados Unidos. Mostró cómo de los medios o secundarios, como la idea de una legislación uniforme pa-
mecanismos del mercado con los blancos resultó el retroceso y la ra todos, sin agravios comparativos. El peligro supremo es el nuevo
destrucción de los indios. Expuso la diversa condición de los negros despotismo, en el que los ciudadanos salen de su dependencia por
en el Norte y en el Sur de la Unión, explicó la abolición de la escla- un momento para otorgar en las elecciones su soberanía a un poder
vitud de los negros porque su trabajo era menos rentable que el de inmenso, que esperan les tutele y satisfaga sus necesidades. Pero es-
los asalariados, e indicó cómo su diferencia racial, imposible de te poder, sin que se note, irá reduciendo la autonomía de los ciuda-
abolir, haría difícil el ejercicio de la igualdad de derechos. danos y absorberá todo otro poder social. La libertad necesita de la
democracia, sin embargo la democracia no produce necesariamen-
En 1835, año de éxito literario, Tocqueville viajó de nuevo a In- te libertad. La igualdad democrática produce dos tendencias: una
glaterra, donde conoció a John Stuart Mill, y a Irlanda. Y escribió lleva a los hombres hasta la independencia y puede empujarlos de
para la Real Academia Social de Cherburgo Memoria sobre el pau- repente hasta la anarquía, la otra los conduce por un camino más
perismo. Esta memoria parte de un hecho llamativo: los países más largo, más secreto, pero más seguro, a la servidumbre.
opulentos, a diferencia de los más miserables, tienen una mayor
proporción de indigentes, que necesitan mendigar para poder sub-
sistir. El crecimiento industrial capitalista de la sociedad moderna Fue elegido desde 1839 a 1851 diputado por Valognes, donde se
conlleva un aumento de la prosperidad económica no correspondi- halla el castillo de Tocqueville, y desde 1842 consejero general de La
do por progresos en la justicia social, y un movimiento dual: de Manche. Intervino como relator del proyecto de ley para la reforma
opulencia, capitales e individualismo entre los propietarios, y de de las cárceles en 1840. Ese año publicó el segundo volumen de La
miserias, explotación y pauperización entre los obreros. Tocquevi- democracia en América, mostraba cómo la democracia influía en el
lle no ve solución para este mal de la pobreza. No son remedios ni movimiento intelectual de los Estados Unidos, en los sentimientos
el agrarismo tradicional, ni el futuro paraíso de la revolución so- de los norteamericanos y en las propias costumbres, y cómo las ide-
cialista, ni el mercado de los liberales, ni la caridad privada o la ins- as y sentimientos democráticos afectaban a la sociedad política. Des-
titucionalizada de Inglaterra. Apunta medidas paliativas que facili- de sus experiencias del recorte de las libertades en Francia tras la re-
ten a los obreros desarrollarse en asociaciones de la sociedad civil: volución liberal de 1830, de la creciente intervención del Estado en
industriales, financieras, mutuas ... o acceder a la propiedad. la economía y los negocios, y de la apatía política de los ciudadanos
que contribuía al paternalismo del Estado, recalcó los peligros que
En 1836 se casó con Mary Motley, una mujer inglesa de rango han de temer las democracias modernas: el individualismo, la cen-
inferior, y permaneció un tiempo en Suiza. En 1838 fue nombrado tralización del poder y, el más grande de todos, el despotismo. El in-
miembro de la Legión de Honor, y en 1841 de la Academia de Cien- dividualismo es un sentimiento que predispone a cada ciudadano a
cias Morales y Políticas, y de la Academia Francesa. Fue elegido retirarse, desentenderse de la sociedad grande y ceñirse a su peque-
desde 1839 a 1851 diputado por Valognes, donde se halla el castillo ña sociedad, a su familia y sus amigos. La centralización del poder
de Tocqueville, y desde 1842 consejero general de La Manche. In- comporta en los siglos de igualdad tanto la idea de un poder único y
tervino como relator del proyecto de ley para la reforma de las cár- central que dirige a todos por igual sin poderes intermedios o se-
celes en 1840. Ese año publicó el segundo volumen de La democra- cundarios, como la idea de una legislación uniforme para todos, sin
cia en América, mostró cómo la democracia influía en el agravios comparativos. El peligro supremo es el nuevo despotismo,
movimiento intelectual de los Estados Unidos, en los sentimientos en el que los ciudadanos salen de su dependencia por un momento
de los norteamericanos y en las propias costumbres, y cómo las ide- para otorgar en las elecciones su soberanía a un poder inmenso, que
as y sentimientos democráticos afectaban a la sociedad política. esperan les tutele y satisfaga sus necesidades. Pero este poder, sin
Desde sus experiencias del recorte de las libertades en Francia tras que se note, irá reduciendo la autonomía de los ciudadanos y absor-
la revolución liberal de 1830, de la creciente intervención del Esta- berá todo otro poder social. La libertad necesita de la democracia,

150 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


sin embargo la democracia no produce necesariamente libertad. La que encendió el sentimiento de agravio de los campesinos. Los seño-
igualdad democrática produce dos tendencias: una lleva a los hom- res mantenían sus privilegios, ejercían sus derechos e imponían tri-
bres hasta la independencia y puede empujarlos de repente hasta la butos y exacciones. Pero los campesinos ya no recibían en compen-
anarquía, la otra los conduce por un camino más largo, más secreto, sación ni garantía de seguridad interior ni ayudas asistenciales.
pero más seguro, a la servidumbre. Cierto es, además, que en condiciones prósperas iban ampliando
tanto sus propiedades rústicas como su deseo de titularidad de las
En 1841 y 1846 Tocqueville viajó a Argelia, donde recabó in- tierras. Por otro lado, se aceleró la concentración de población en las
formación sobre la política colonial. En 1848 se adhirió a la revo- ciudades, y París se convirtió en centro supremo y dueño de Francia.
lución de febrero, que había profetizado semanas antes, y partici- Mientras, los pensadores «ilustrados», excluidos de la política, criti-
pó junto con Beaumont en la comisión que redactó la Constitución caban a las instituciones por anticuadas pero sin percatarse de los
de la Segunda República. De junio a octubre de 1849 fue ministro obstáculos reales para su cambio ni de los peligros de las revolucio-
de Asuntos Exteriores con Luis Napoleón Bonaparte, que le obligó nes. La burguesía, que se desarrolló con la centralización adminis-
a dimitir. Tocqueville, tras el golpe de estado de Luis Napoleón en trativa y uniformadora, logró, por su parte, aglutinar a una nación
1851 al que se opuso, fue encarcelado por breve tiempo, y, privado descontenta por la carga de impuestos, la privación de libertades y el
de sus cargos políticos por rehusar obedecer, abandonó la política. aislamiento estamental del Antiguo Régimen. La chispa revoluciona-
Durante 1850 y 1851 escribió Recuerdos de la Revolución de 1848. ria surgió dentro de una dinámica de nivelación de posiciones socia-
Este acontecimiento de la historia revolucionaria francesa en el si- les, se debió, a juicio de Tocqueville, a «la paradoja de la frustración
glo de las revoluciones evidencia una guerra de clases, la lucha de relativa»: la menor desigualdad existente llegó entonces a definirse y
los trabajadores por un nuevo Estado y el avance del socialismo. vivirse como injusticia. La burguesía dirigió la Revolución y se alzó
Pero la convulsión y el miedo generados facilitaron la presidencia con el poder. La igualdad progresó, pero no fue acompañada de un
y el autoritarismo de Luis Napoleón. avance real en la libertad. Los franceses se olvidaron de ésta, sólo
Tocqueville, aislado, desencantado y de forma intermitente en- quisieron ser iguales entre sí como servidores del dueño del mundo.
fermo, estudió en 1853 la documentación del Antiguo Régimen de- Disueltos los poderes intermedios de estamentos, clases, familias e
positada en los archivos de Tours y en 1854 se informó en Alemania individuos, la sociedad quedó reducida a individuos incapaces de
sobre el sistema feudal y sus restos aún vigentes, reunió así materia- crear asociaciones y afrontar así la tendencia del Estado a ser omni-
les para redactar El Antiguo Régimen y la Revolución, cuya primera potente. La centralización administrativa, revolucionaria y napoleó-
parte publicó con éxito en 1856. En este libro veía la Revolución nica, y la concentración de todos los poderes en un gobierno más
Francesa como una revolución social y política democratizadora, fuerte, y mucho más absoluto que el derrocado en 1789, llegaron a
que más que romper con el Antiguo Régimen hundía en él sus raíces. sustituir las libertades conquistadas por fórmulas vacías, la nación
Presentaba los cambios que precedieron y configuraron a la Revolu- soberana quedó privada de la facultad de gobernarse. La tendencia
ción, algunos de ellos propiciarían luego el nuevo despotismo. Así, la al despotismo resultó clara, sobre todo, en el Segundo Imperio de
centralización administrativa se consolidó ya bajo el rey Luis XIV: el Napoleón III, en otro tiempo llamado Luis Napoleón.
Consejo Real que regentaba la administración publica en todo el
Reino y los Comisarios Reales provinciales erosionaron en los asun- Tocqueville, el político liberal y el sociólogo, defendía las institu-
tos políticos y económicos el sistema de autonomía local y la acción ciones libres, las garantías jurídicas, y las libertades de expresión y
de cuerpos intermedios como la aristocracia, el clero, la nobleza de asociación. En 1857 volvió a Inglaterra para documentarse sobre la
provincias... Además se rompió el sistema feudal de relaciones, lo historia de la Revolución. En 1859 murió de tuberculosis en Cannes.

Obras fundamentales
(1835-1840) 2002. La democracia en América. Prólogo de Angel Ri- (1893) 1994. Recuerdos de la Revolución de 1848. Prólogo de Ramón
vero. Traducción de Dolores Sánchez de Aleu. Alianza Editorial, Madrid. Ramos. Traducción de Marcial Suárez. Trotta, Madrid.
(1856) 1982. El Antiguo Régimen y la Revolución. Traducción de Do- 2003. Democracia y pobreza. Memorias sobre el pauperismo. Edición
lores Sánchez de Aleu. Alianza, Madrid. y traducción de Antonio Hermosa Andújar. Trotta, Madrid.
1973. Inéditos sobre la Revolución. Introducción de Dalmacio Negro. Oeuvres complétes d’Alexis de Tocqueville. Edición de J. P. Mayer. Ga-
Seminarios y Ediciones, Madrid. llimard, París. 1961-1983. 18 vols.

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Textos
seleccionados Alexis de Tocqueville
Fuente: LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA
Edición de Jacob P. Mayer. Traducción de Luis R. Cuellar
Fondo de Cultura Económica, México 1963
Introducción, Vol. I: 1,10; Vol. II: 1,2; 2, 2-7.20; 4,4.6

1. La democracia, movimiento social en América Y esto no sólo sucede en Francia. En cualquier parte hacia
y en Europa donde dirijamos la mirada, notaremos la misma revolución
que continúa a través de todo el universo cristiano.
Entre las cosas nuevas que, durante mi permanencia en los
Estados Unidos, han llamado mi atención, ninguna me sor- Por doquiera se ha visto que los más diversos incidentes de
prendió más que la igualdad de condiciones. Descubrí sin difi- la vida de los pueblos se inclinan en favor de la democracia. To-
cultad la influencia prodigiosa que ejerce este primer hecho so- dos los hombres la han ayudado con su esfuerzo: los que tení-
bre la marcha de la sociedad. Da al espíritu público cierta an el proyecto de colaborar para su advenimiento y los que no
dirección, determinado giro a las leyes; a los gobernantes má- pensaban servirla; los que combatían por ella, y aun aquellos
ximas nuevas, y costumbres particulares a los gobernados. que se declaraban sus enemigos; todos fueron empujados con-
fusamente hacia la misma vía, y todos trabajaron en común, al-
Pronto reconocí que ese mismo hecho lleva su influencia gunos a pesar suyo y otros sin advertirlo, como ciegos instru-
mucho más allá, de las costumbres políticas y de las leyes, y mentos en las manos de Dios.
que no predomina menos sobre la sociedad civil que sobre el
gobierno: crea opiniones, hace nacer sentimientos, sugiere El desarrollo gradual de la igualdad de condiciones es pues
usos y modifica todo lo que no es productivo. un hecho providencial, y tiene las siguientes características: es
universal, durable, escapa a la potestad humana y todos los
Así, pues, a medida que estudiaba la sociedad norteameri- acontecimientos, como todos los hombres, sirven para su desa-
cana, veía cada vez más, en la igualdad de condiciones, el he- rrollo.
cho generador del que cada hecho particular parecía derivarse,
y lo volvía a hallar constantemente ante mí como un punto de ¿Es sensato creer que un movimiento social que viene de
atracción hacia donde todas mis observaciones convergían. tan lejos, puede ser detenido por los esfuerzos de una genera-
Entonces, transporté mi pensamiento hacia nuestro hemis- ción? ¿Puede pensarse que después de haber destruido el feu-
ferio, y me pareció percibir algo análogo al espectáculo que me dalismo y vencido a los reyes, la democracia retrocederá ante
ofrecía el Nuevo Mundo. Vi la igualdad de condiciones que, sin los burgueses y los ricos? ¿Se detendrá ahora que se ha vuelto
haber alcanzado como en los Estados Unidos sus límites extre- tan fuerte y sus adversarios tan débiles?
mos, se acercaba á ellos cada día más de prisa; y la misma de- ¿A dónde vamos? Nadie podría decirlo; los términos de com-
mocracia, que gobernaba las sociedades norteamericanas, me paración nos faltan; las condiciones son más iguales en nuestros
pareció avanzar rápidamente hacia el poder en Europa. días entre los cristianos, de lo que han sido nunca en ningún
Desde ese momento concebí la idea de este libro. tiempo ni en ningún país del mundo; así, la grandeza de lo que
ya está hecho impide prever lo que se puede hacer todavía.
Una gran revolución democrática se palpa entre nosotros.
Todos la ven; pero no todos la juzgan de la misma manera. Unos El libro que estamos por leer ha sido escrito bajo la impre-
la consideran como una cosa nueva y, tomándola por un acci- sión de una especie de terror religioso producido en el alma del
dente, creen poder detenerla todavía; mientras otros la juzgan in- autor al vislumbrar esta revolución irresistible que camina des-
destructible, porque les parece el hecho más continuo, el más an- de hace tantos siglos, a través de todos los obstáculos, y que se
tiguo y el más permanente que se conoce en la historia. (...) ve aún hoy avanzar en medio de las ruinas que ha causado.

152 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


No es necesario que Dios nos hable para que descubramos ciudades y que no conocen de la sociedad más que sus vicios y
los signos ciertos de su voluntad. Basta examinar cuál es la miserias. Todavía se pretendió ignorar su presencia, cuando se
marcha habitual de la naturaleza y la tendencia continua de los apoderó de improviso del poder. Cada uno se sometió con ser-
acontecimientos. Yo sé, sin que el Creador eleve la voz, que los vilismo a sus menores deseos; se la ha adorado como a la ima-
astros siguen en el espacio las curvas que su dedo ha trazado. gen de la fuerza; cuando enseguida se debilitó por sus propios
excesos, los legisladores concibieron el proyecto de instruirla y
Si largas observaciones y meditaciones sinceras conducen a corregirla y, sin querer enseñarla a gobernar, no pensaron más
los hombres de nuestros días a reconocer que el desarrollo gra- que en rechazarla del gobierno.
dual y progresivo de la igualdad es, a la vez, el pasado y el por-
venir de su historia, el solo descubrimiento dará a su desarro- Así resultó que la revolución democrática se hizo en el cuer-
llo el carácter sagrado de la voluntad del supremo Maestro. po de la sociedad, sin que se consiguiese en las leyes, en las ide-
Querer detener la democracia parecerá entonces luchar contra as, las costumbres y los hábitos, que era el cambio necesario
Dios mismo. Entonces no queda a las naciones más solución para hacer esa revolución útil. Por tanto tenemos la democra-
que acomodarse al estado social que les impone la Providencia. cia, sin aquello que atenúa sus vicios y hace resaltar sus venta-
jas naturales; y vemos ya los males que acarrea, cuando toda-
Los pueblos cristianos me parecen presentar en nuestros vía ignoramos lo bienes que puede darnos. (...)
días un espectáculo aterrador. El movimiento que los arrastra
es ya bastante fuerte para poder suspenderlo, y no es aún lo su- Concibo una sociedad en la que todos, contemplando la ley
ficiente rápido para perder la esperanza de dirigirlo: su suerte como obra suya, la amen y se sometan a ella sin esfuerzo; en la
está en sus manos; pero bien pronto se les escapa. que la autoridad del gobierno, sea respetada como necesaria y
no como divina; mientras el respeto que se tributa al jefe del Es-
Instruir a la democracia, reanimar si se puede sus creen-
tado no es hijo de la pasión, sino de un sentimiento razonado y
cias, purificar sus costumbres, reglamentar sus movimientos,
tranquilo. Gozando cada uno de sus derechos, y estando seguro
sustituir poco a poco con la ciencia de los negocios públicos su
de conservarlos, así es como se establece entre todas las clases
inexperiencia y por el conocimiento de sus verdaderos intere-
sociales una viril confianza y un sentimiento de condescenden-
ses a los ciegos instintos; adaptar su gobierno a los tiempos y
cia recíproca, tan distante del orgullo como de la bajeza.
lugares; modificarlo según las circunstancias y los hombres: tal
es el primero de los deberes impuestos en nuestros días a aque- Conocedor de sus verdaderos intereses, el pueblo compren-
llos que dirigen la sociedad. derá que, para aprovechar los bienes de la sociedad, es necesa-
rio someterse a sus cargas. La asociación libre de los ciudada-
Es necesaria una ciencia política nueva a un mundo ente-
nos podría reemplazar entonces al poder individual de los
ramente nuevo.
nobles, y el Estado se hallaría a cubierto contra la tiranía y con-
Pero en esto no pensamos casi; colocados en medio de un tra el libertinaje.
río rápido, fijamos obstinadamente la mirada en algunos restos
que se perciben todavía en la orilla, en tanto que la corriente Entiendo que en un Estado democrático, constituido de es-
nos arrastra y nos empuja retrocediendo hacia el abismo. ta manera, la sociedad no permanecerá inmóvil; pero los movi-
mientos del cuerpo social podrán ser reglamentados y progre-
No hay pueblos en Europa, entre los cuales la gran revolu- sivos. Si tiene menos brillo que en el seno de una aristocracia,
ción social que acabo de describir haya hecho más rápidos pro- tendrá también menos miserias. Los goces serán menos extre-
gresos que el nuestro. Pero aquí siempre ha caminado al azar. mados, y el bienestar más general. La ciencia menos profunda,
si cabe; pero la ignorancia más rara. Los sentimientos menos
Los jefes de Estado jamás le han hecho ningún preparativo enérgicos, y las costumbres más morigeradas. En fin, se obser-
de antemano; a pesar de ellos mismos, ha surgido a sus espal- varán más vicios y menos crímenes.
das. Las clases más poderosas, más inteligentes y más morales
de la nación no han intentado apoderarse de ella, a fin de diri- A falta del entusiasmo y del ardor de las creencias, las luces
girla. La democracia ha estado pues abandonada a sus instin- y la experiencia conseguirán alguna vez de los ciudadanos
tos salvajes; ha crecido como esos niños privados de los cuida- grandes sacrificios. Cada hombre siendo análogamente débil
dos paternales, que se crían por sí mismos en las calles de las sentirá igual necesidad de sus semejantes; y sabiendo que no

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puede obtener su apoyo sino a condición de prestar su concur- La sociedad está tranquila, no porque tenga conciencia de
so, comprenderá sin esfuerzo que para él el interés particular su fuerza y de su bienestar, sino, al contrario, porque se consi-
se confunde con el interés general. dera débil e inválida; teme a la muerte, ante el menor esfuerzo;
todos sienten el mal, pero nadie tiene el valor y la energía ne-
La nación en sí será menos brillante si cabe, o menos glo- cesarios para buscar la mejoría; se tienen deseos, pesares, pe-
riosa, y menos fuerte tal vez; pero la mayoría de los ciudada- nas y alegrías que no producen nada visible, ni durable, como
nos gozará de más prosperidad, y el pueblo se sentirá apacible, las pasiones de senectud que no conducen más que a la impo-
no porque desespere de hallarse mejor, sino porque sabe que tencia.
está bien.
Así abandonamos lo que el estado antiguo podía tener de
Si todo no fuera bueno y útil en semejante estado de cosas, bueno, sin comprender lo que el estado actual nos puede ofre-
la sociedad al menos se habría apropiado de todo lo que puede cer de útil. Hemos destruido una sociedad aristocrática y, dete-
resultar útil y bueno, y los hombres, al abandonar para siempre niéndonos complacientemente ante los restos del antiguo edifi-
las ventajas sociales que puede proporcionar la aristocracia, cio, parecemos quedar extasiados frente a ellos para siempre.
habrían tomado de la democracia todos los dones que ésta pue-
de ofrecerles. Lo que acontece en el mundo intelectual no es menos de-
plorable.
Pero nosotros, al abandonar el estado social de nuestros
abuelos, dejando en confusión, a nuestras espaldas sus insti- Estorbada en su marcha o abandonada sin apoyo a sus pa-
tuciones, sus ideas y costumbres, ¿qué hemos colocado en su siones desordenadas, la democracia de Francia derribó todo lo
lugar? que se encontraba a su paso, sacudiendo aquello que no des-
truía. No se la ha visto captando poco a poco a la sociedad, as
El prestigio del poder regio se ha desvanecido; sin haber si- fin de establecer sobre ella apaciblemente su imperio; no ha de-
do reemplazado por la majestad de las leyes. En nuestros días, jado de marchar en medio de desórdenes y de la agitación del
el pueblo menosprecia la autoridad; pero la teme, y el miedo lo- combate. Arrimado por el calor de la lucha, empujado más allá
gra de él más de lo que proporcionaban antaño el respeto y el de los límites naturales de su propia opinión, en vista de las
amor. opiniones y de los excesos de sus adversarios, cada ciudadano
Me doy cuenta de que hemos destruido las existencias indi- pierde de vista el objetivo mismo de sus tendencias, y mantie-
viduales que pudieran luchar separadamente contra la tiranía; ne un lenguaje que no concuerda con sus verdaderos senti-
pero veo el gobierno que hereda, solo, todas las prerrogativas mientos, ni con sus secretas aficiones.
arrebatadas a las familias, a las corporaciones o a los hombres. Así nace la extraña confusión de la que somos testigos. (...)
A la fuerza, alguna vez opresora, pero a menudo conservadora,
de un pequeño número de ciudadanos, ha sucedido pues la de- Hay un país en el mundo donde la gran revolución social de
bilidad de todos. que hablo parece haber alcanzado casi sus límites naturales. Se
realizó allí de una manera sencilla y fácil o, mejor, se puede de-
La división de las fortunas ha disminuido la distancia que cir que ese país alcanza los resultados de la revolución demo-
separaba al pobre del rico; pero, al acercarse, parecen haber crática que se produce entre nosotros, sin haber conocido la re-
encontrado razones nuevas para odiarse, y lanzando uno sobre volución misma.
otro miradas llenas de terror y envidia, se repelen mutuamente
en el poder. Para el uno y para el otro, la idea de los derechos Los emigrantes que vinieron a establecerse en América a
no existe, y la fuerza les parece, a ambos, la única razón del principios del siglo XVII, trajeron de alguna manera el princi-
presente y la única garantía para el porvenir. pio de la democracia contra el que se luchaba en el seno de las
viejas sociedades de Europa, trasplantándolo al Nuevo Mundo.
El pobre ha conservado la mayor parte de los prejuicios de Allí, pudo crecer la libertad y, adentrándose en las costumbres,
sus padres, sin sus creencias; su ignorancia, sin sus virtudes; desarrollarse apaciblemente en las leyes.
admitió como regla de sus actos, la doctrina del interés, sin co-
nocer sus secretos y su egoísmo se halla tan desprovisto de lu- Me parece fuera de duda que, tarde o temprano, llegare-
ces como lo estaba antes su abnegación. mos, como los norteamericanos, a la igualdad casi completa de

154 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


condiciones. No deduzco de eso que estemos llamados un día a gar vive y crece sin cesar un pueblo inmenso. No se había vis-
obtener necesariamente, de semejante estado social, las conse- to nunca entre las naciones un desarrollo tan prodigioso, ni
cuencias políticas que los norteamericanos han obtenido. Es- una destrucción tan rápida.
toy muy lejos de creer que ellos hayan encontrado la única for-
ma de gobierno que puede darse la democracia; pero basta que En cuanto a la manera de operar esa destrucción, es fácil
en ambos países la causa generadora de las leyes y de las cos- indicarla.
tumbres sea la misma, para que tengamos gran interés en co- Cuando los indios habitaban solos el desierto de donde se
nocer lo que ha producido en cada uno de ellos. les destierra actualmente, sus necesidades eran pequeñas en
número. Fabricaban personalmente sus armas, el agua de los
No solamente para satisfacer una curiosidad, por otra par-
ríos era su única bebida y tenían por vestido los despojos de los
te muy legítima, he examinado la América; quise encontrar en
animales cuya carne les servía de alimento.
ella enseñanzas que pudiésemos aprovechar. Se engañarán
quienes piensen que pretendí escribir un panegírico; quien- Los europeos introdujeron entre los indígenas de la Améri-
quiera que lea este libro quedará convencido de que no fue ése ca del Norte las armas de fuego, el hierro y el aguardiente; les
mi propósito. Mi propósito no ha sido tampoco preconizar tal enseñaron a reemplazar por nuestros tejidos los vestidos bár-
forma de gobierno en general, porque pertenezco al grupo de baros con que su simplicidad se había contentado hasta enton-
los que creen que no hay casi nunca bondad absoluta en las le- ces. Al contraer nuevos gustos, los indígenas no aprendieron el
yes. No pretendí siquiera juzgar si la revolución social, cuya arte de satisfacerlos, y les fue preciso recurrir a la industria de
marcha me parece inevitable, era ventajosa o funesta para la los blancos. A cambio de esos bienes que él mismo no sabía cre-
humanidad. Admito esa revolución como un hecho realizado o ar, el salvaje no podía ofrecer nada más que las ricas pieles que
a punto de realizarse y, entre los pueblos que la han visto de- sus bosques encerraban aún. Desde ese momento, la caza no
senvolverse en su seno, busqué aquél donde alcanzó el desa- solamente debió proveer a sus necesidades, sino también a las
rrollo más completo y pacífico, a fin de obtener las consecuen- pasiones frívolas de Europa. No persiguió ya a las bestias fero-
cias naturales y conocer, si se puede, los medios de hacerla ces solamente para alimentarse, sino a fin de procurarse los
aprovechable para todos los hombres. Confieso que en Nortea- únicos objetos de cambio que podía ofrecernos.
mérica he visto algo más que Norteamérica; busqué en ella una
imagen de la democracia misma, de sus tendencias, de su ca- En tanto que las necesidades de los indígenas aumentaban
rácter, de sus prejuicios y de sus pasiones; he querido conocer- así; sus recursos no cesaban de disminuir.
la, aunque no fuera más que para saber al menos lo que debía- Desde el día en que un establecimiento europeo se forma
mos esperar o temer de ella. (...) en los alrededores del territorio ocupado por los indios, la ca-
za se siente alarmada. Millares de salvajes, errantes en las sel-
vas, sin habitación fija, no la espantaban; pero, al instante en
2. Estado actual y porvenir de las razas indias que los ruidos continuos de la industria europea no dejan oír
que habitan el territorio de la Unión en algún paraje, comienzan las bestias a huir y a retirarse ha-
cia el Oeste, donde su instinto les enseña que encontrarán de-
Todas las tribus indias que habitaban antiguamente el te- siertos todavía sin límites. «Los rebaños de bisontes se retiran
rritorio de la Nueva Inglaterra, los Narragansetts, los Mohica- sin cesar, dicen los Sres. Cass y Clark en su informe al congre-
nos y los Pecots, no viven ya sino en el recuerdo de los hom- so, 4 de febrero de 1829; hace algunos años, se acercaban to-
bres; los Lenapes que recibieron a Penn, hace ciento cincuenta davía al pie de los Alléghanys; dentro de algunos años, será tal
años en las orillas del Delaware, han desaparecido hoy día. He vez difícil ver a alguno en las llanuras inmensas que se extien-
encontrado a los últimos de los Iroqueses: pedían limosna. To- den a lo largo de las montañas Rocallosas. Se me ha asegura-
das las naciones que acabo de nombrar se extendían antaño do que ese efecto de la proximidad de los blancos se dejaba a
hasta las orillas del mar. Ahora hay que andar más de cien le- menudo sentir a doscientas leguas de su frontera. Su influen-
guas en el interior del continente para encontrar a un indio. cia se ejerce así sobre tribus cuyo nombre apenas conocen, que
Esos salvajes no solamente han retrocedido, han sido destrui- sufren los males de la usurpación, largo tiempo antes de cono-
dos. A medida que los indígenas se alejan y mueren, en su lu- cer a sus autores.

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 155


Bien pronto, audaces aventureros penetran en las comarcas No quisiera que el lector creyese que exagero aquí el color
indias; se adelantan a quince o veinte leguas de la extrema fron- de mis cuadros. He visto con mis propios ojos varias de las mi-
tera de los blancos, y van a construir la morada del hombre ci- serias que acabo de describir y contemplé males que sería im-
vilizado en medio mismo de la barbarie. Les es fácil hacerlo: los posible trazar.
límites del territorio de un pueblo cazador están mal fijados. A fines del año de 1831, me encontraba yo en la orilla iz-
Ese territorio, por otra parte, pertenece a la nación entera; no quierda del Misisipí, en un lugar llamado por los europeos
es precisamente propiedad de nadie y el interés individual no Menfis. Mientras estaba en ese lugar, llegó un tropel numeroso
defiende, pues, ninguna parte en concreto. de Choctaws (los franceses de Luisiana los llaman Chactas);
Algunas familias europeas, que ocupan puntos muy avan- esos salvajes dejaban su país y trataban de pasar a la orilla de-
zados, acaban de rechazar sin posibilidad de retorno a los ani- recha del Misisipí, donde esperaban encontrar un asilo que el
males salvajes de todo el lugar intermedio que se extiende en- gobierno norteamericano les prometió. Con el rigor del invier-
tre ellos. Los indios, que habían vivido hasta entonces en una no, el frío azotaba ese año con desacostumbrada violencia; la
especie de abundancia, encuentran difícilmente con qué sub- nieve había endurecido la tierra, y el río arrastraba enormes
sistir y más difícilmente todavía cómo procurarse los objetos bloques. Los indios conducían consigo a sus familias; llevaban
de cambio de que tienen necesidad. Hacer huir a sus piezas de tras de ellos heridos, enfermos, niños que acababan de nacer y
caza, es como volver estériles los campos de nuestros cultiva- ancianos que iban a morir. No tenían ni tiendas ni carros, sino
dores. Pronto, los medios de existencia les faltan casi por com- solamente algunas provisiones y armas. Los vi embarcarse pa-
pleto. Se encuentra a esos infortunados rondando como lobos ra atravesar el gran río, y ese espectáculo solemne no se apar-
hambrientos en medio de sus bosques desiertos. El amor ins- tará jamás de mi memoria. No se oía entre esa multitud haci-
tintivo a la patria les ata al suelo que los vio nacer, y no hallan nada ni sollozos ni quejas; guardaban silencio. Sus desgracias
ya en él sino la miseria y la muerte. Se deciden al fin; parten y, eran antiguas y las sentían irremediables. Los indios habían ya
siguiendo de lejos en su huida al alce, al búfalo y al castor, de- entrado todos en el barco que debía conducirlos; pero sus pe-
jan a esos animales el cuidado de escoger su nueva patria. rros permanecían todavía en la ribera. Cuando los animales
vieron al fin que iban a alejarse para siempre, lanzaron a un
No son pues, propiamente hablando, los europeos quienes tiempo horribles aullidos y, arrojándose a las aguas heladas del
rechazan a los indígenas de Norteamérica, es el hambre: feliz Misisipi, siguieron a sus amos a nado.
distinción que había escapado a los antiguos casuistas, que los
doctores modernos han descubierto. La desposesión de los indios se opera a menudo en nuestros
días de una manera regular y, por decirlo así, absolutamente le-
No puede uno figurarse los males horribles que acompañan gal. Cuando la población europea comienza a aproximarse al
a esas emigraciones forzadas. En el momento en que los indios desierto ocupado por una nación salvaje, el gobierno de los Es-
han dejado sus campos paternos, ya estaban agotados y consu- tados Unidos envía corrientemente a esta última una embajada
midos. La comarca donde van a fijar su morada está ocupada solemne; los blancos reúnen a los indios en una gran llanura y,
por pueblos que no ven sino con recelo a los recién llegados. después de haber comido y bebido con ellos, les dicen: «¿Qué
Tras ellos está el hambre, ante ellos la guerra, por doquier la hacéis vosotros en el país de vuestros padres? Bien pronto de-
miseria. A fin de escapar a tantos enemigos, se dividen. Cada beréis desenterrar sus huesos para poder vivir en él. ¿Por qué
uno trata de aislarse para encontrar furtivamente los medios de la comarca que habitáis vale más que otra? ¿No hay acaso bos-
sostener su existencia y vive en la inmensidad de los desiertos, ques, pantanos y praderas sino aquí donde estáis, y no podréis
como el proscrito en el seno de las sociedades civilizadas. El la- vivir sino bajo vuestro sol? Más allá de esas montañas que veis
zo social, hace tiempo debilitado, se rompe. Ya no había para en el horizonte, más allá de ese lago que bordea al Oeste vues-
ellos patria, y bien pronto no habrá pueblo tampoco; apenas si tro territorio, se encuentran vastas comarcas donde las bestias
quedarán familias; el nombre común se pierde, la lengua se ol- salvajes se ven aún en abundancia; vendednos vuestras tierras,
vida, las huellas del origen desaparecen y la nación ha dejado e id a vivir felices a esos lugares.» Después de haberles dirigido
de existir. Vive apenas en el recuerdo de los anticuarios nortea- ese discurso, muestran a los ojos de los indios armas de fuego,
mericanos, y no es conocida más que por algunos eruditos de vestidos de lana, barricas de aguardiente, collares de vidrio,
Europa. brazaletes de estaño, arracadas y espejos. Si, a la vista de todas

156 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


esas riquezas vacilan aún, se les insinúa que no podrían rehu- Varias veces se han hecho penetrar las luces entre los in-
sar el consentimiento que se les pide, y que bien pronto el go- dios, dejándoles sus costumbres vagabundas; los jesuitas lo ha-
bierno mismo será impotente para garantizarles el goce de sus bían intentado en el Canadá y los puritanos en la Nueva Ingla-
derechos. ¿Qué hacer? Semiconvencidos, semiobligados, los in- terra. Ni unos ni otros hicieron nada duradero. La civilización
dios se alejan; van a habitar nuevos desiertos donde los blancos nacía bajo la choza e iba a morir en los bosques. La gran falta
no los dejarán ni diez años en paz. Así es como los norteameri- de esos legisladores de los indios era el no comprender que pa-
canos adquieren a un precio ínfimo provincias enteras, que los ra lograr civilizar a un pueblo, es necesario ante todo obtener
más ricos soberanos de Europa no podrían pagar.» que se fije, y no podría hacerlo sin cultivar el suelo. Se trataba
pues, primero, de hacer a los indios cultivadores.
Acabo de describir grandes males, y añado que me parecen
irremediables. Creo que la raza india de la América del Norte No solamente los indios no tienen ese preliminar indispen-
está condenada a perecer, y no puedo menos que pensar que el sable de la civilización, sino que les es muy difícil adquirirlo.
día en que los europeos se hayan establecido en la orilla del
océano Pacífico, habrá dejado de existir. Los hombres que se han dedicado una vez a la vida ociosa
y aventurera de los cazadores, sienten un disgusto casi insupe-
Los indios de la América del Norte no tenían sino dos ca- rable por los trabajos constantes y regulares que exige el culti-
minos de salvación; la guerra o la civilización; en otros térmi- vo. Se puede dar uno cuenta de ello en el seno mismo de nues-
nos, les era necesario destruir a los europeos o convertirse en tras sociedades; pero esto es más visible aún en los pueblos
sus iguales. para los cuales los hábitos de caza se han vuelto costumbres
nacionales.
En el nacimiento de las colonias, les hubiera sido posible,
uniendo sus fuerzas, librarse del pequeño número de extranje- Independientemente de esta causa general, hay otra no me-
ros que venían a abordar las riberas del continente. Más de una nos poderosa y que no se encuentra sino entre los indios. La he
vez intentaron hacerlo, y estuvieron apunto de lograrlo. Hoy indicado ya y creo deber insistir en ella.
día, la desproporción de los recursos es demasiado grande pa-
ra que puedan soñar en semejante empresa. Surgen sin embar- Los indígenas de la América del Norte no solamente consi-
go, todavía, entre las naciones indias, hombres de genio que deran el trabajo como un mal, sino como un deshonor, y su or-
prevén la suerte final reservada a las poblaciones salvajes; y tra- gullo lucha contra la civilización casi tan obstinadamente co-
tan de unir a todas las tribus en un odio común hacia los euro- mo su pereza.
peos; pero sus esfuerzos son impotentes. Los poblados vecinos No hay indígena por miserable que sea, que, bajo su choza
de los blancos están ya demasiado debilitados para ofrecer una de cortezas, no mantenga una soberbia idea de su valor indivi-
resistencia eficaz; los otros, entregándose a esa despreocupa- dual; considera las atenciones de la industria como ocupacio-
ción pueril del mañana que caracteriza a la naturaleza salvaje, nes envilecedoras; compara al cultivador con el buey que traza
esperan que el peligro se presente para ocuparse de él; los unos un surco, y en cada una de nuestras artes no percibe sino tra-
no pueden, los otros no quieren. bajos de esclavos. No es que no haya concebido una idea muy
Es fácil prever que los indios no querrán nunca civilizar- alta del poder de los blancos y de la grandeza de su inteligen-
se, o que lo intentarán demasiado tarde, cuando lleguen a de- cia; pero, si admira el resultado de nuestros esfuerzos, despre-
searlo. cia los medios que nos los hacen obtener y, a la vez que sufre
nuestro ascendiente, se cree superior a nosotros. La caza y la
La civilización es el resultado de un largo trabajo social que guerra le parecen los únicos cuidados dignos de un hombre. El
se opera en un mismo lugar, y que las diferentes generaciones indio, en medio de la miseria de sus bosques, alimenta pues las
se legan unas a otras al sucederse. Los pueblos entre los cuales mismas ideas, las mismas opiniones que el noble de la Edad
la civilización logra más difícilmente establecer su imperio son Media en su castillo fortificado, y no le falta, para acabar de pa-
los pueblos cazadores. Las tribus de pastores cambian de luga- recérsele, sino el llegar a ser conquistador. Así, ¡cosa singular!
res, pero siguen siempre en sus migraciones un orden regular, es en las selvas del nuevo mundo y no entre los europeos que
y vuelven sin cesar sobre sus pasos; la morada de los cazadores pueblan sus orillas, donde se vuelven a hallar actualmente los
varía como la de los animales mismos que persiguen. antiguos prejuicios de Europa.

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 157


He tratado más de una vez, en el curso de esta obra, de ha- El cristianismo había destruido la servidumbre; los cristia-
cer comprender la influencia prodigiosa que me parece ejer- nos del siglo dieciséis la restablecieron; nunca la han admitido,
cer el estado social sobre las leyes y las costumbres de los sin embargo, sino como una excepción en su sistema social, y
hombres. Que se me permita añadir a este respecto una sola tuvieron cuidado de restringirla a una sola de las razas huma-
palabra. nas. Así hicieron a la Humanidad una herida menos grande, pe-
ro infinitamente más difícil de curar.
Cuando percibo la semejanza que existe entre las institu-
ciones políticas de nuestros padres, los germanos, y las de las Hay que discernir dos cosas con cuidado: la esclavitud en sí
tribus errantes de América del Norte, entre las costumbres misma, y sus consecuencias.
descritas por Tácito y aquellas de que pude a veces ser testi-
Los males inmediatos producidos por la esclavitud eran
go, no puedo dejar de pensar que la misma causa ha produci-
más o menos los mismos entre los antiguos que lo son entre los
do, en los dos hemisferios, los mismos efectos y, en medio de
modernos; pero las consecuencias de esos males son diferentes.
la diversidad aparente de las cosas humanas, no es imposible
Entre los antiguos, el esclavo pertenecía a la misma raza que su
descubrir un pequeño número de hechos generadores de los
amo, y a menudo era superior a él en educación y en luces. Só-
que se deducen todos los demás. En todo lo que llamamos ins-
lo los separaba la libertad. Dándosele la libertad, se confundí-
tituciones germanas, me veo tentado a no ver más que hábi-
an fácilmente.
tos de bárbaros y opiniones de salvajes en lo que llamamos
ideas feudales. Los antiguos tenían, pues, un medio muy simple de libe-
rarse de la esclavitud y de sus consecuencias; ese medio era la
Cualesquiera que sean los vicios y los prejuicios que impi-
emancipación y, desde que lo emplearon de manera general, tu-
den a los indios de América del Norte llegar a ser cultivadores
vieron éxito.
y civilizados, alguna vez la necesidad les obliga a ello.
No es que, en la antigüedad, las huellas de la esclavitud no
subsistiesen todavía algún tiempo después de que la servidum-
3. Posición que ocupa la raza negra bre estaba abolida.
en los Estados Unidos
Hay un prejuicio natural que inclina al hombre a despreciar
a quien ha sido su inferior, aun largo tiempo después de que éste
Los indios morirán en el aislamiento, como han vivido; pe-
ha llegado a convertirse en su igual. A la igualdad real que pro-
ro el destino de los negros está en cierto modo enlazado con el
duce la fortuna o la ley, sucede siempre una desigualdad imagi-
de los europeos. Las dos razas están ligadas una a la otra, sin
naria que tiene sus raíces en las costumbres; pero, entre los anti-
confundirse por eso. Les es tan difícil separarse completamen-
guos, este efecto secundario de la esclavitud tenía un término. El
te como unirse.
emancipado se parecía tanto a los hombres de origen libre, que
El más temible de todos los males que amenazan el porve- bien pronto llegaba a ser imposible distinguirlo en medio de ellos.
nir de los Estados Unidos nace de la presencia de los negros en
Lo que resultaba más difícil entre los antiguos, era modifi-
su suelo. Cuando se busca la causa de las dificultades presen-
car la ley. Entre los modernos, es cambiar las costumbres y, pa-
tes y de los peligros futuros de la Unión, se llega casi siempre a
ra nosotros, la dificultad real comienza donde la antigüedad la
ese primer hecho, de cualquier punto que se parta.
veía terminar.
Los hombres tienen, en general, necesidad de grandes y
Esto viene de que, entre los modernos, el hecho inmaterial
constantes esfuerzos para crear males durables; pero hay un
y fugitivo de la esclavitud se combina de la manera más funes-
mal que penetra en el mundo furtivamente: al principio, se le
ta con el hecho material y permanente de la diferencia de raza.
percibe apenas en medio de los abusos ordinarios del poder;
El recuerdo de la esclavitud deshonra a la raza, y la raza per-
comienza con un individuo cuyo nombre no conserva la histo-
petúa el recuerdo de la esclavitud.
ria; se le deposita como un germen maldito en algún punto del
suelo; se alimenta en seguida de sí mismo, se extiende sin es- No hay africano que haya venido libremente a las playas del
fuerzo, y crece naturalmente con la sociedad que lo recibiera: Nuevo Mundo; de donde se sigue que todos los que se encuen-
ese mal es la esclavitud. tran en ellas en nuestros días son esclavos o libertos. Así, el ne-

158 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


gro; con la existencia, transmite a todos sus descendientes el me inclina a creerlo, y no veo nada que me lo indique en los
signo exterior de su ignominia. La ley puede destruir la servi- hechos.
dumbre; pero sólo Dios puede hacer desaparecer sus huellas.
Hasta aquí, en todas partes en que los blancos han sido los
El esclavo moderno no difiere solamente del amo por la li- más poderosos, han mantenido a los negros en el envileci-
bertad, sino todavía por el origen. Podéis volver al negro libre, miento o en la esclavitud, en todas partes donde los negros han
pero no sabríais lograr que no se halle frente al europeo en la sido más fuertes, han destruido a los blancos: es la única cuen-
posición de un extranjero. ta que hay abierta entre las dos razas.
No es eso todo aún: a ese hombre que ha nacido en la baje- Si considero los Estados Unidos de nuestros días, veo claro
za, a ese extranjero a quien la servidumbre introdujo entre no- que, en cierta parte del país, la barrera legal que separa ambas
sotros, apenas le reconocemos los rasgos generosos de la Hu- razas tiende a rebajarse, no la de las costumbres: percibo que
manidad. Su rostro nos parece horrendo, su inteligencia nos la esclavitud retrocede; el prejuicio que ha hecho nacer está in-
parece limitada y sus gustos bajos; poco falta para que lo to- móvil.
memos por un ser intermedio entre el bruto y el hombre.
En la parte de la Unión donde los negros no son ya escla-
Los modernos, después de haber abolido la esclavitud, tie- vos, ¿se han acercado acaso a los blancos? Todo hombre que ha
nen pues que destruir tres prejuicios mucho más intangibles y vivido en los Estados Unidos habrá observado que un efecto
más tenaces que ella: el prejuicio del amo, el prejuicio de la ra- contrario se produjo.
za y, en fin, el prejuicio del blanco.
El prejuicio de raza me parece más fuerte en los Estados
Nos es muy difícil, a quienes hemos tenido la dicha de na- que han abolido la esclavitud que en aquellos donde la esclavi-
cer en medio de hombres que la naturaleza había hecho nues- tud subsiste aún, y en ninguna parte se muestra más intolera-
tros semejantes y la ley nuestros iguales; nos es muy difícil, di- ble que en los Estados donde la servidumbre ha sido siempre
go, comprender qué espacio infranqueable separa al negro de desconocida.
África del europeo. Pero podemos tener de ello una idea lejana,
razonando por analogía. Es verdad que en el norte de la Unión la ley permite a los
negros y a los blancos contraer alianzas legítimas; pero la opi-
Hemos visto antaño entre nosotros grandes desigualdades nión declara infame al blanco que se une a una negra, y sería
que no tenían sus principios sino en la legislación. ¡Qué cosa muy difícil citar el ejemplo de un hecho semejante.
más ficticia que una inferioridad puramente legal! ¡qué cosa
más contraria el instinto del hombre que las diferencias per- En casi todos los Estados donde la esclavitud se ha abolido,
manentes establecidas entre gentes evidentemente semejantes! se le han dado al negro derechos electorales; pero, si se presen-
Esas diferencias han subsistido, sin embargo, durante siglos; ta para votar, corre el riesgo de perder la vida. Oprimido, pue-
subsisten todavía en mil lugares; por doquier han dejado hue- de quejarse; pero no encuentra sino blancos entre sus jueces.
llas imaginarias, que el tiempo apenas puede borrar. Si la desi- La ley, sin embargo, le abre el banco de los jurados, pero el pre-
gualdad creada solamente por la ley es tan difícil de desarrai- juicio lo rechaza de él. Su hijo es excluido de la escuela donde
gar, ¿cómo destruir aquélla que parece, además, tener sus va a instruirse el descendiente de los europeos. En los teatros,
fundamentos inmutables en la naturaleza misma? no podría, a precio de oro, comprar el derecho de sentarse al
lado de quien fue su amo; en los hospitales, yace aparte. Se per-
En cuanto a mí, cuando considero con qué dificultad los mite al negro implorar al mismo Dios que los blancos, pero no
cuerpos aristocráticos, de cualquier naturaleza que sean, llegan rezarle en el mismo altar. Tiene sus sacerdotes y sus templos.
a fundirse en la masa del pueblo, y el cuidado extremo que tie- No se le cierran las puertas del cielo; pero apenas se detiene la
nen en mantener durante siglos las barreras ideales que los se- desigualdad al borde del otro mundo. Cuando el negro no exis-
paran de él, pierdo la esperanza de ver desaparecer una aristo- te ya, se echan sus huesos aparte, y la diferencia de condicio-
cracia fundada sobre señales visibles e imperecederas. nes se encuentra hasta en la igualdad de la muerte.
Quienes esperan que los europeos se confundan un día con Así, el negro es libre, pero no puede compartir ni los dere-
los negros me parece que alimentan una quimera. Mi razón no chos, ni los placeres, ni el trabajo, ni los dolores, ni aun la tum-

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 159


ba de aquél de quien ha sido declarado igual. No podría reu- miradas. Las provincias que no poseían por decirlo así escla-
nirse con él, ni en la vida ni en la muerte. vos, crecían en población, en riqueza y en bienestar, más rápi-
damente que las que los tenían.
En el Sur, donde la esclavitud existe aún, se mantiene con
menos cuidado apartados a los negros; ellos comparten algu- En las primeras, sin embargo, el habitante era obligado a
nas veces los trabajos de los blancos y sus placeres; se consien- cultivar por sí mismo el suelo o a alquilar los servicios de otro;
te, en cierto modo, en mezclarse con ellos; la legislación es más en las segundas, encontraba a su disposición obreros cuyos tra-
dura respecto a ellos y los hábitos son más tolerantes y más bajos no retribuía. Había pues, trabajo y gastos de un lado,
bondadosos. ocios y economía del otro: sin embargo la ventaja quedaba con
En el Sur; el amo no teme elevar hasta él a su esclavo, por- los primeros.
que sabe que podrá siempre, si lo quiere, volver a arrojarlo al Este resultado parecía tanto más difícil de explicar cuanto
polvo. En el Norte, el blanco no percibe ya distintamente la ba- que los emigrantes, pertenecientes todos a la raza europea, te-
rrera que debe separarlo de una raza envilecida, y se aleja del nían los mismos hábitos, la misma civilización, las mismas le-
negro con tanto más cuidado, cuanto que teme ver llegar un día yes y no diferían sino en matices poco sensibles.
en que tenga que confundirse con él.
El tiempo seguía su marcha. Dejando las playas del Océano
En el ciudadano del Sur, la naturaleza, volviendo algunas ve- Atlántico, los angloamericanos se internaban cada día más en
ces por sus derechos, viene por un momento a restablecer entre las soledades del Oeste; allí encontraban terrenos y climas nue-
los blancos y los negros la igualdad. En el Norte, el orgullo llega vos; tenían que vencer obstáculos de diversa naturaleza y sus
a hacer callar la pasión más imperiosa del hombre. El ciudada- razas se mezclaban, hombres del Sur subían al Norte, hombres
no del Norte permitiría tal vez hacer de la negra la compañera del Norte descendían al Sur. En medio de todas estas causas, el
pasajera de sus placeres, si los legisladores hubieran declarado mismo hecho se reproducía a cada paso; y, en general, la colo-
que no debe aspirar a compartir su tálamo; pero ella puede lle- nia donde no se encontraban esclavos se volvía más poblada y
gar a ser su esposa, y él se aleja de ella con una especie de horror. más próspera que aquélla donde la esclavitud estaba en vigor.
Así es como en los Estados Unidos el prejuicio que rechaza A medida que se avanzaba, se comenzaba pues a entrever
a los negros parece crecer en proporción que los negros cesan que la servidumbre, tan cruel con el esclavo, era funesta para el
de ser esclavos, y que la desigualdad se agrava en las costum- amo.
bres a medida que se borra en las leyes.
Pero esta verdad experimentó su última demostración
Pero, si la posición relativa de las dos razas que habitan los cuando hubieron llegado a las orillas del Ohío.
Estados Unidos, es tal como acabo de mostrar, ¿por qué los
norteamericanos han abolido la esclavitud en el norte de la El río que los indios habían llamado por excelencia Ohío, o
Unión, por qué la conservan en el Sur, y de dónde viene que el Bello Arroyo, riega con sus aguas uno de los más magníficos
agraven allí sus rigores? valles donde el hombre ha levantado nunca su morada. Sobre
las dos orillas del Ohío se extienden terrenos ondulados, donde
Es fácil responder a esta pregunta. No es en interés de los el suelo ofrece cada día al labrador inagotables tesoros. Sobre
negros, sino en el de los blancos, por lo que se destruye la es- las dos orillas, el aire es igualmente sano y el clima templado;
clavitud en los Estados Unidos. cada una de ellas forma la extrema frontera de un vasto Esta-
Los primeros negros fueron importados a Virginia en el año do: el que sigue a la izquierda las mil sinuosidades que descri-
de 1621. En Norteamérica, como en todo el resto de la tierra, la be el Ohío en su curso se llama el Kentucky; el otro ha tomado
servidumbre ha nacido, pues, en el Sur. De allí, ganó terreno su nombre del río mismo. Los dos Estados no difieren sino en
poco a poco; pero, a medida que la esclavitud se remontaba ha- un solo punto: el de Kentucky ha admitido esclavos, el Estado
cia el Norte, el número de los esclavos iba decreciendo; se han de Ohío los ha rechazado a todos de su seno.
visto siempre muy pocos negros en la Nueva Inglaterra.
El viajero que, colocado en medio de Ohío, se deja arrastrar
Las colonias estaban fundadas; un siglo había transcurrido, por la corriente hasta la desembocadura del río en el Missisipi,
y un hecho extraordinario comenzaba a sorprender todas las navega, pues, por decirlo así, entre la libertad y la servidumbre;

160 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


y no tiene más que echar miradas en torno suyo para juzgar en la compran sino cuando es útil; el negro no tiene nada que re-
un instante cuál es más favorable a la Humanidad. clamar como precio de sus servicios, pero están obligados a ali-
mentarlo en todo tiempo; es necesario mantenerlo en su vejez
En la orilla izquierda del río, la población está diseminada: como en su edad madura, en su estéril infancia como en los
de cuando en cuando se percibe un tropel de esclavos reco- años fecundos de su juventud, durante la enfermedad como en
rriendo con aspecto descuidado campos semi-desiertos; la sel- períodos de salud. Así es que solamente pagándolo se obtiene
va primitiva reaparece sin cesar; se diría que la sociedad está el trabajo de estos dos hombres: el obrero libre recibe un sala-
dormida; el hombre parece ocioso y la naturaleza solamente rio; el esclavo una educación, alimentos, cuidados y vestidos; el
ofrece la imagen de la actividad y de la vida. De la orilla dere- dinero que gasta el amo para el mantenimiento del esclavo se
cha se eleva, al contrario, un rumor confuso que proclama a lo derrama poco a poco y en detalle; apenas se nota; el salario que
lejos la presencia de la industria; ricas mieses cubren los cam- se da al obrero se entrega de una sola vez, y parece no enri-
pos; elegantes moradas anuncian el gusto y los cuidados del la- quecer sino a quien lo recibe; pero, en realidad, el esclavo ha
brador; por todas partes el bienestar se revela; el hombre pare- costado más que el hombre libre, y sus trabajos han sido me-
ce rico y contento: trabaja. nos productivos.
El Estado de Kentucky fue fundado en 1775; el Estado de La influencia de la esclavitud se extiende todavía más lejos;
Ohío no lo fue sino doce años más tarde. Doce años en Améri- penetra hasta en el alma misma del amo, e imprime una direc-
ca, es más de medio siglo en Europa. Hoy día, la población del ción particular a sus ideas y a sus gustos.
Ohío excede ya en 250.000 habitantes a la de Kentucky.
En las dos riberas del Ohío, la naturaleza ha dado al hom-
Estos efectos diversos de la esclavitud y de la libertad se bre un carácter emprendedor y enérgico; pero a cada lado del
comprenden fácilmente y bastan para explicar muchas dife- río hace él de esta cualidad un empleo diferente.
rencias que se encuentran entre la civilización antigua y la de
nuestros días. El blanco de la orilla derecha, obligado a vivir por sus pro-
pios esfuerzos, ha cifrado en el bienestar material el objeto prin-
En la ribera izquierda del Ohío, el trabajo se confunde con cipal de su existencia; y, como el país que habita presenta a su
la idea de la esclavitud; en la orilla derecha, con la del bienes- industria inagotables recursos y ofrece a su actividad atractivos
tar y del progreso; allá, es degradante; aquí se le honra; en la siempre renacientes, su ardor de adquirir ha sobrepasado los lí-
orilla izquierda del río, no se pueden encontrar obreros perte- mites ordinarios de la avidez humana: atormentado del deseo
necientes a la raza blanca, pues temerían parecerse a los escla- de riquezas, se le ve entrar con audacia en todos los caminos
vos y es necesario valerse para eso de los negros; en la orilla de- que la fortuna le abre; llega a ser indiferentemente marino, pio-
recha, se buscaría en vano un ocioso, pues el blanco extiende a nero, manufacturero o cultivador, soportando con igual cons-
todos los trabajos su actividad y su inteligencia. tancia los trabajos o los peligros inherentes a esas diferentes
Así resulta que los hombres que en Kentucky están encar- profesiones; hay algo de maravilloso en los recursos de su genio,
gados de explotar las riquezas naturales no tienen ni celo ni lu- y una especie de heroísmo en su avidez por la ganancia.
ces; en tanto que quienes podrían tener ambas cosas no hacen El norteamericano de la orilla izquierda no desprecia sola-
nada o pasan a Ohío, a fin de utilizar su industria y de poder mente el trabajo, sino todas las empresas que el trabajo hace
ejercerla sin rubor. prosperar; viviendo en una ociosa abundancia, tiene los gustos
Es verdad que en Kentucky los amos hacen trabajar a los de los hombres ociosos; el dinero ha perdido una parte de su
esclavos, sin estar obligados a pagarles; pero sacan pocos fru- valor a sus ojos; persigue menos la fortuna que la agitación y el
tos de sus esfuerzos, en tanto que el dinero que pagarían a los placer, e inclina de ese lado la energía que su vecino despliega
obreros libres se recuperaría largamente con el precio de sus en otra parte; ama apasionadamente la caza y la guerra; se
trabajos. complace en los ejercicios más violentos del cuerpo; el uso de
las armas le es familiar y desde su infancia ha aprendido a ju-
El obrero libre es pagado, pero labora más aprisa que el es- garse la vida en combates singulares. La esclavitud no impide
clavo y la rapidez de la ejecución es uno de los grandes ele- pues solamente a los blancos hacer fortuna, sino que los desvía
mentos de la economía. El blanco vende su ayuda, pero no se de intentarlo.

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 161


Las mismas causas que operan continuamente desde hace cia, para obrar de éste modo se ve obligado a considerar como
dos siglos en sentido contrario en las colonias inglesas de Amé- ciertos mil hechos y opiniones que no ha tenido ni el tiempo ni
rica septentrional, acabaron por establecer una diferencia pro- el poder de examinar por sí mismo, pero que otros más capa-
digiosa entre la capacidad comercial del hombre del Sur y la citados hallaron o ha adoptado la multitud.
del hombre del Norte. Hoy día, solamente el Norte tiene naví-
os, manufacturas, vías férreas y canales. Sobre esta primera base levanta el hombre el edificio de sus
ideas propias. Pero no es llevado por su voluntad a obrar así, si-
Esta diferencia se observa no solamente al comparar en no por la inflexible ley de su condición.
Norte y el Sur, sino al comparar entre sí a los habitantes del
Sur. Casi todos los hombres que en los Estados más meridio- No hay filósofo tan grande en el mundo que no funde un
nales de la Unión se dedican a empresas comerciales y tratan millón de creencias en la fe de otro, y que no suponga muchas
de utilizar la esclavitud, han venido del Norte. (...) verdades más de las que hay establecidas. Esto no sólo es ne-
cesario, sino conveniente. Un hombre que emprendiese la tarea
de examinarlo todo por sí mismo, no podría prestar bastante
4. La fuente principal de las creencias atención a cada cosa. Este trabajo tendría su espíritu en una
en los pueblos democráticos agitación perpetua, impidiéndole penetrar profundamente al-
guna verdad y fijarse con solidez en ella. Su inteligencia sería a
Las creencias dogmáticas son más o menos numerosas, se- la vez independiente y débil. Es necesario, pues, que entre los
gún los tiempos. Nacen de modos diferentes y acaso cambian diversos objetos de las opiniones humanas, elija y adopte mu-
de forma y objeto, mas no se puede impedir que haya creencias chas creencias sin discutirlas, a fin de profundizar mejor el pe-
dogmáticas; es decir, opiniones que los hombres reciben con- queño número cuyo examen se reserve. Es verdad que todo
fiadamente y sin discutirlas. Si cada uno pretendiera formar hombre que recibe una opinión que otro ha emitido esclaviza
por sí mismo todas sus opiniones y buscar aisladamente la ver- su inteligencia; pero ésta es una esclavitud útil, que permite ha-
dad en el camino abierto por él solo, no es probable que un cer buen uso de la libertad.
gran número de hombres tuvieran creencias comunes. Es, pues, indispensable que la autoridad se encuentre en al-
Es fácil comprender, pues, que no puede haber sociedad gún lado en el mundo intelectual y moral; su puesto varía, pe-
que prospere sin creencias iguales o mejor, que no hay ningu- ro no desaparece, Así, la cuestión no es saber si existe una au-
na que de esta manera subsista, porque sin ideas comunes no toridad intelectual en los siglos democráticos, sino solamente
hay acción común, y sin acción común puede haber individuos, dónde se halla y hasta dónde se extiende.
pero no un cuerpo social, pues para que haya sociedad y, más Ya he mostrado en el capítulo precedente que la igualdad
todavía, para que, prospere, hay necesidad de que todos los áni- de condiciones hacía concebir a los hombres una especie de in-
mos se hallen siempre unidos mediante algunas ideas princi- credulidad por lo sobrenatural, y una idea muy alta y frecuen-
pales, y esto no puede suceder sin que cada uno de ellos de- temente exagerada sobre la razón humana.
duzca sus opiniones de un mismo principio y convenga en
recibir un determinado número de creencias preparadas de an- Los hombres que viven en estos tiempos de igualdad, son
temano. difícilmente conducidos a colocar el poder intelectual a que se
someten, ni encima, ni fuera de la humanidad. Así es que
Considerando ahora al hombre aparte de los demás, en-
siempre buscan en sí mismos o en sus semejantes el origen de
cuentro que las creencias dogmáticas no le son menos indis-
la verdad. Esto basta para probar que no puede establecerse en
pensables para vivir solo que para obrar en común con sus se-
el siglo una religión nueva, y que todas las tentativas para ha-
mejantes.
cerla nacer, no sólo serán impías, sino ridículas e irracionales.
Si el hombre tuviera la necesidad de probarse a sí mismo Puede preverse desde luego que los pueblos democráticos no
todas las verdades de que se sirve diariamente, no acabaría creerán fácilmente en las misiones divinas, se burlarán con
nunca por cierto; se entretendría en demostraciones previas, gusto de los nuevos profetas y querrán encontrar en los lími-
sin adelantar un paso. Como no tiene tiempo, dada la brevedad tes de la humanidad y no más allá, el árbitro principal de sus
de la vida, ni facultades, a causa de los límites de su inteligen- creencias.

162 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


Cuando las condiciones son desiguales y los hombres dife- aumenta demasiado el imperio que ejerce sobre la inteligencia,
rentes, hay algunos individuos muy ilustrados y poderosos por porque nada hay más común en el hombre que reconocer una
su inteligencia, y una multitud muy ignorante y harto limitada. ciencia superior en el que lo oprime.
Los que viven en tiempos de aristocracia son conducidos natu-
ralmente a tomar por guía de sus opiniones la razón superior Esta omnipotencia política de la mayoría en los Estados
de un hombre o de una clase, encontrándose poco dispuestos a Unidos aumenta, en efecto, la influencia que las opiniones del
reconocer la infalibilidad de la masa. público obtendrían sin ella en el juicio de cada ciudadano; pe-
ro no la funda. Hay que buscar en la igualdad misma el origen
En los siglos de igualdad sucede lo contrario, porque a me- de esta influencia, y no en las instituciones más o menos po-
dida que los ciudadanos se hacen más iguales, disminuye la in- pulares que hombres iguales pueden darse. Debiera creerse que
clinación de cada uno a creer ciegamente a un cierto hombre o el imperio intelectual del mayor número será menos absoluto
en determinada clase. La disposición a creer en la masa se au- en un pueblo democrático sometido a un rey que en el seno de
menta, y viene a ser la opinión que conduce al mundo. una democracia pura; pero lo cierto es que será siempre abso-
La opinión común no sólo es el único guía que queda a la luto y, cualesquiera que sean las leyes políticas que rijan a los
razón individual en los pueblos democráticos, sino que tiene en hombres en los siglos de igualdad, se puede prever que la fe en
ellos una influencia infinitamente mayor que en ninguna otra la opinión común vendrá a ser una especie de religión, de la
parte. En los tiempos de igualdad, los hombres no tienen nin- cual es profeta la mayoría.
guna fe los unos en los otros a causa de su semejanza; pero es- Así, la autoridad intelectual será diferente, pero no será me-
ta misma semejanza les hace confiar de un modo casi ilimita- nor; y, lejos de creer que deba desaparecer, yo conjeturo que fá-
do en el juicio del público, porque no pueden concebir que, cilmente llegaría a ser muy grande, y que podría suceder que
teniendo todos luces iguales, no se encuentre la verdad al lado encerrase la acción del juicio individual en límites más estre-
del mayor número. chos de los que conviene a la grandeza y a la felicidad de la es-
Cuando el hombre que vive en los países democráticos se pecie humana. Veo claramente en la igualdad dos tendencias:
compara individualmente a todos los que le rodean, conoce con una que conduce al ánimo de cada hombre hacia nuevas ideas,
orgullo que es igual a cada uno de ellos; pero cuando contem- y otra que lo vería con gusto reducido a no pensar. Y concibo
pla la reunión de sus semejantes y viene a colocarse al lado de cómo bajo el imperio de ciertas leyes, la democracia extingui-
este gran cuerpo, pronto se abruma bajo su insignificancia y su ría la libertad intelectual que el estado social democrático fa-
flaqueza. La misma igualdad que lo hace independiente de ca- vorece, de tal suerte que después de haber roto todas las trabas
da uno de los ciudadanos en particular, lo entrega aislado y sin que en tiempos pasados le imponían las clases o los hombres,
defensa a la acción del mayor número. el espíritu humano se encadenaría estrechamente a la voluntad
general del mayor número.
El público ejerce en los pueblos democráticos un poder sin-
gular, del que las naciones aristocráticas ni siquiera tienen Si a todos los poderes diversos que sujetan y retardan sin
idea. No persuade con sus creencias; las impone y las hace pe- término el vuelo de la razón individual, sustituyesen los pue-
netrar en los ánimos, como por una suerte de presión inmensa blos democráticos el poder absoluto de una mayoría, el mal
del espíritu de todos, sobre la inteligencia de cada uno. no haría sino cambiar de carácter. Los hombres no habrían
encontrado los medios de vivir independientes; solamente
En los Estados Unidos, la mayoría se encarga de suminis-
habrían descubierto, cosa difícil, una nueva fisonomía de la
trar a los individuos muchas opiniones ya formadas, y los alige-
esclavitud. Sobre esto se debe hacer reflexionar profunda-
ra de la obligación de formarlas por sí. Existe un gran número
mente a aquellos que ven en la libertad de la inteligencia una
de teorías en materia filosófica, de moral o de política, que ca-
cosa santa, y que no sólo odian al déspota, sino al despotis-
da uno adopta, sin examen, sobre la fe del público; y si se mira
mo. En cuanto a mí, cuando siento que la mano del poder
de cerca, se encontrará con que la religión misma impera allí
pesa sobre mi frente, poco me importa saber quién me opri-
menos como doctrina revelada que como opinión común.
me; y por cierto que no me hallo más dispuesto a poner mi
Yo sé que entre los norte americanos las leyes políticas son frente bajo el yugo, porque me lo presenten un millón de
tales que la mayoría rige soberanamente la sociedad; lo cual brazos.

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 163


5. El individualismo Siendo las clases muy distintas e inmóviles en el seno de
una aristocracia, cada una viene a ser para el que forma parte
de ella como una especie de pequeña patria, más visible y más
a. El individualismo en los países democráticos
amada que la grande.
He hecho ver de qué manera en los tiempos de igualdad Como en las sociedades aristocráticas todos los ciudadanos
busca cada hombre en sí mismo sus creencias; veamos ahora tienen su puesto fijo, unos más elevados que otros, resulta que ca-
cómo es que, en los mismos siglos, dirige todos sus sentimien- da uno divisa siempre sobre él a un hombre cuya protección le es
tos hacia él solo. necesaria y más abajo a otro de quien puede reclamar asistencia.
Individualismo es una expresión reciente que ha creado Los hombres que viven en los siglos aristocráticos se hallan
una idea nueva: nuestros padres no conocían sino el egoísmo. casi siempre ligados a alguna cosa situada fuera de ellos, y están
El egoísmo es el amor apasionado y exagerado de sí mismo, frecuentemente dispuestos a olvidarse de sí mismos. Es verdad
que conduce al hombre a no referir nada sino a él solo y a pre- que en otros siglos de aristocracia la noción general del seme-
ferirse a todo. jante es oscura y apenas se piensa en consagrarse a ella por la
causa de la humanidad; pero muchas veces uno se sacrifica en
El individualismo es un sentimiento pacífico y reflexivo que beneficio de otros hombres. En los siglos democráticos sucede al
predispone a cada ciudadano a separarse de la masa de sus se- contrario: como los deberes de cada individuo hacia la especie
mejantes, a retirarse a un paraje aislado, con su familia y sus son más evidentes, la devoción hacia un hombre viene a ser más
amigos; de suerte que después de haberse creado así una pe- rara y el vínculo de los afectos humanos se extiende y afloja.
queña sociedad a su modo, abandona con gusto la grande.
En los pueblos democráticos, nuevas familias surgen sin ce-
El egoísmo nace de un ciego instinto; el individualismo pro- sar de la nada, otras caen en ella a cada instante, y todas las que
cede de un juicio erróneo, más bien que de un sentimiento de- existen cambian de faz: el hilo de los tiempos se rompe a cada
pravado, y tiene su origen tanto en los defectos del espíritu co- paso y la huella de las generaciones desaparece. Se olvida fá-
mo en los vicios del corazón. cilmente a los que nos han precedido y no se tiene idea de los
El egoísmo deseca el germen de todas las virtudes; el indi- que seguirán. Los que están más inmediatos son los únicos que
vidualismo no agota, desde luego, sino la fuente de las virtudes interesan.
públicas; mas, a la larga, ataca y destruye todas las otras y va, Cuando cada clase se acerca y se confunde con las otras,
en fin, a absorberse en el egoísmo. sus miembros se hacen indiferentes y como extraños entre sí.
El egoísmo es un vicio que existe desde que hay mundo, y La aristocracia había hecho de todos los ciudadanos una
pertenece indistintamente a cualquier forma de sociedad. larga cadena que llegaba desde el aldeano hasta el rey. La de-
El individualismo es de origen democrático, y amenaza de- mocracia la rompe y pone cada eslabón aparte.
sarrollarse a medida que las condiciones se igualan. A medida que las condiciones se igualan, se encuentra un
En los pueblos aristocráticos las familias permanecen du- mayor número de individuos que, no siendo bastante ricos ni
rante siglos en el mismo estado y frecuentemente en el mis- poderosos para ejercer una gran influencia en la suerte de sus
mo lugar. Esto hace, por decirlo así, que todas las generacio- semejantes, han adquirido, sin embargo, o han conservado,
nes sean contemporáneas. Un hombre conoce casi siempre a bastantes luces y bienes para satisfacerse a ellos mismos. No
sus abuelos y los respeta, y cree ya divisar a sus propios nie- deben nada a nadie; no esperan, por decirlo así, nada de nadie;
tos, y los ama. Se impone gustoso deberes hacia los unos y se habitúan a considerarse siempre aisladamente y se figuran
los otros, y muchas veces sacrifica sus goces personales en que su destino está en sus manos.
favor de seres que han dejado de existir o que no existen to-
Así, la democracia no solamente hace olvidar a cada hombre
davía.
a sus abuelos; además, le oculta sus descendientes y lo separa de
Las instituciones aristocráticas ligan, además, estrecha- sus contemporáneos. Lo conduce sin cesar hacia sí mismo y
mente a cada hombre con muchos de sus conciudadanos. amenaza con encerrarlo en la soledad de su propio corazón.

164 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


b. Por qué es mayor el individualismo al salir de una c. De qué manera combaten los norteamericanos el
revolución democrática, que en otra época individualismo con instituciones libres

Cuando una sociedad democrática acaba de formarse sobre El despotismo, que por su naturaleza es tímido, ve en el ais-
los restos de una aristocracia, el aislamiento de los hombres y lamiento de los hombres la garantía más segura de su propia
el egoísmo, que es su consecuencia, se hacen principalmente duración y procura aislarlos por cuantos medios están a su al-
más notables. cance. No hay vicio del corazón humano que le agrade tanto
como el egoísmo; un déspota perdona fácilmente a los gober-
Estas sociedades no agrupan solamente a un gran número nados que no le quieran, con tal de que ellos no se quieran en-
de ciudadanos independientes, sino que están llenas de ordina- tre sí; no les exige su asistencia para conducir al Estado, y se
rio de hombres que, acabados de llegar a la independencia, se contenta con que no aspiren a dirigirlo por sí mismos. Llama
embriagan con su nuevo poder, conciben una vana confianza espíritus turbulentos e inquietos a los que pretenden unir sus
en sus fuerzas y, creyendo que no tendrán necesidad en ade- esfuerzos para crear la prosperidad común y, cambiando el
lante de implorar el auxilio de sus semejantes, no encuentran sentido natural de las palabras, llama buenos ciudadanos a los
dificultad en hacer ver que no se ocupan sino de ellos mismos. que se encierran estrechamente en sí mismos.
Una aristocracia no sucumbe, por lo común, sino después Así, los vicios que el despotismo hace nacer son precisa-
de una larga lucha durante la cual se encienden odios implaca- mente los que la igualdad favorece. Estas dos cosas se comple-
bles entre las diversas clases de la sociedad. Estas pasiones so- tan y se ayudan de una manera funesta.
breviven a la victoria y se puede seguir su huella en medio de
la confusión democrática que la sucede. La igualdad coloca a los hombres unos al lado de los otros
sin lazo común que los retenga. El despotismo levanta barre-
Los ciudadanos que ocupan el primer puesto en la jerarquía ras entre ellos y los separa. Aquélla los dispone a no pensar en
destruida, no pueden olvidar tan pronto su antigua grandeza y sus semejantes, y éste hace de la indiferencia una especie de
se consideran, por largo tiempo, como extranjeros en el seno de virtud pública.
una sociedad nueva. En todos los que esta sociedad hace ser
iguales, ven a otros tantos opresores, cuya suerte no puede ex- El despotismo es peligroso en todos los tiempos, pero es
citar la simpatía; han perdido de vista a sus antiguos iguales y mucho más temible en los siglos democráticos.
no se sienten ligados por un interés común a su suerte; se retira Es fácil observar que en estos mismos siglos, los hombres
cada uno aparte y se considera reducido a no ocuparse sino de necesitan más particularmente la libertad.
sí mismo. Los que, por el contrario, ocupaban en otro tiempo
un lugar inferior y a los que una revolución repentina ha acer- Luego que los ciudadanos se ven forzados a ocuparse de
cado al nivel común, no gozan, sino con una especie de inquie- los negocios públicos, salen necesariamente del seno de sus
tud secreta, de la independencia recientemente adquirida y si a intereses individuales y se apartan de la consideración de sí
su lado encuentran a algunos de sus antiguos superiores, echan mismos.
sobre ellos miradas de triunfo y de temor, y se separan. Desde el momento en que se tratan en común los negocios
Ordinariamente, es al principio de las sociedades democrá- públicos, cada hombre conoce que no es tan independiente de
ticas cuando los ciudadanos se hallan más dispuestos a aislar- sus semejantes como antes se figuraba, y que para obtener su
se. apoyo es indispensable prestarles frecuentemente su asisten-
cia.
La democracia inclina a los hombres a no acercarse a sus
Cuando el público gobierna, no hay hombre que no reco-
semejantes; mas las revoluciones democráticas los empujan a
nozca el valor de la benevolencia general y que no trate de cul-
huir unos de otros y perpetúan en el seno de la igualdad los
tivarla, atrayendo la estimación y el afecto de aquellos en cuyo
odios que la desigualdad ha hecho nacer.
seno debe vivir. Muchas pasiones que entibian los corazones y
La gran ventaja de los norteamericanos consiste en haber los dividen, se ven entonces obligadas a retirarse al fondo del
llegado a la democracia sin sufrir revoluciones democráticas, y alma y a ocultarse en ella. El orgullo se disimula, el desprecio
haber nacido iguales, en vez de llegar a serlo. no se atreve a aparecer y el egoísmo se teme a sí mismo.

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 165


Siendo electivas bajo un gobierno libre la mayor parte de Éstos están continuamente en contacto y, en cierto modo, obli-
las funciones públicas; los hombres a quienes la elevación de su gados a conocerse y agradarse.
alma o la inquietud de sus deseos sitúan estrechamente en la
Difícilmente se saca a un hombre de sí mismo para intere-
vida privada, sienten cada día más no poder pasarse sin la po-
sarlo en los destinos de todo el Estado, porque apenas concibe
blación que los rodea. Entonces, la ambición los hace pensar
la influencia que este mimo destino puede ejercer en su propia
en sus semejantes, y a menudo tienen una especie de interés en
suerte. Pero que se trate de hacer pasar un camino por sus do-
olvidarse de sí mismos.
minios, y al momento verá la relación que hay entre un peque-
Creo que se me pueden oponer aquí todas las intrigas que ño negocio público y sus más grandes intereses privados, y des-
una elección hace nacer; los medios vergonzosos de que se sir- cubrirá sin que se le muestre el lazo estrecho que une el interés
ven por lo regular los candidatos y las calumnias que difunden particular al interés general.
sus enemigos. Así, pues, encargando a los conciudadanos de la adminis-
Éstas son, ciertamente, ocasiones de venganza y de abo- tración de pequeños negocios, más bien que entregándoles el
rrecimiento, tanto más frecuentes cuanto más lo sean las elec- gobierno de los grandes, se les interesa en el bien público y se
ciones; pero estos males, aunque grandes, son también pasa- les hace ver la necesidad que incesantemente tienen los unos de
jeros, mientras que los bienes que nacen con ellos duran los otros para producir.
siempre. Se puede, por una acción brillante, cultivar de repente el fa-
El deseo de ser elegido puede conducir momentáneamente vor de un pueblo, mas para ganar el amor y el respeto de todo
a ciertos hombres a hacer la guerra; pero el mismo los condu- él, es preciso una larga serie de pequeños servicios y de buenos
ce a todos, con el tiempo, a prestarse mutuo apoyo, y si acon- oficios, un constante hábito de benevolencia y una reputación
tece que una elección separa accidentalmente a dos amigos, el bien sentada de desinterés.
sistema electoral aproxima de un modo permanente a una mul- Las libertades locales, que hacen que un gran número de
titud de ciudadanos que siempre habrían permanecido extra- ciudadanos aprecien el afecto de sus vecinos y de sus allegados,
ños los unos a los otros. La libertad crea odios particulares, pe- dirigen, pues, incesantemente a los hombres los unos hacia los
ro el despotismo hace nacer la indiferencia general. otros y los obligan a ayudarse mutuamente a pesar de los ins-
Los norteamericanos han combatido con la libertad el indi- tintos que los separan.
vidualismo que la igualdad hacía nacer, y al fin lo han vencido. Los más opulentos ciudadanos de los Estados Unidos tie-
Los legisladores norteamericanos no han creído que, para nen buen cuidado de no aislarse del pueblo: se acercan a él
curar una enfermedad tan natural y tan funesta al cuerpo so- constantemente, lo escuchan con arado y le hablan todos los dí-
cial en los tiempos democráticos, bastaba conceder a toda la as. Saben que los ricos en las democracias tienen necesidad de
nación el que se representase por sí misma, y han pensado que, los pobres, y que a éstos se les gana más bien en los tiempos de-
además de esto, convenía dar una vida política a cada porción mocráticos con los buenos modales que con beneficios. La
del territorio, a fin de multiplicar en los ciudadanos las ocasio- grandeza misma de los beneficios que hace sobresalir más la
nes de obrar juntos y de hacerlos sentir diariamente que de- diferencia de condiciones irrita secretamente a los que se apro-
penden los unos de los otros. Esto es conducirse con juicio y vechan de ellos; mientras que la sencillez de las maneras tiene
discreción. encantos casi irresistibles; su familiaridad atrae, y ni aun su
misma rusticidad desagrada siempre.
Los negocios generales de un país no ocupan sino a los
principales ciudadanos. Éstos no se reúnen sino de tiempo en Esta verdad no penetra desde luego en le espíritu de los ri-
tiempo, en los mismos lugares; y, como frecuentemente sucede cos. Ordinariamente la resisten mientras dura la revolución
que se pierden en seguida de vista, no se establecen entre ellos democrática, y no la admiten una vez que ésta ha sido termi-
vínculos duraderos. nada. Consienten gustosos en hacer el bien al pueblo; pero
quieren continuar teniéndolo cuidadosamente a distancia.
Pero no es así cuando se trata de arreglar los negocios par- Creen que esto basta y se engañan, pues es seguro que se
ticulares de un cantón por los mismos hombres que lo habitan. arruinarían sin conseguir entusiasmar el corazón del pueblo

166 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


que les rodea, que no les pide el sacrificio de sus bienes, sino 6. Las asociaciones civiles
el de su orgullo.
Diríase que en los Estados Unidos no hay imaginación que a. El uso que hacen los norteamericanos
no se agote, inventando medios de aumentar la riqueza y de sa- de la asociación en la vida civil
tisfacer las necesidades del público. Los habitantes más ilus- No pretendo hablar de esas asociaciones políticas por cu-
trados de cada cantón se sirven incesantemente de sus luces pa- yo medio tratan los hombres de defenderse contra la acción
ra descubrir nuevos secretos, propios para acrecentar la despótica de una mayoría o contra las usurpaciones del po-
prosperidad común, y cuando encuentran algunos, se apresu- der real. En otro lugar me he ocupado ya de esto. Es eviden-
ran a ponerlos a disposición de la multitud. te que si cada ciudadano, a medida que se hace individual-
Cuando se examinan de cerca los vicios y debilidades que mente más débil y, por consiguiente, más incapaz de
se descubren frecuentemente en Norteamérica en los que go- preservar por sí solo su libertad, no aprendiese a unirse a sus
biernan, se asombran algunos de la prosperidad creciente del semejantes para defenderla, la tiranía crecería, necesaria-
pueblo, y en esto se equivocan. No es el magistrado elegido el mente con la igualdad. No se trata aquí sino de las asocia-
que hace prosperar a la democracia norteamericana, sino que ciones que se forman en la vida civil, y cuyo objeto no tiene
prospera porque el magistrado es electivo. nada de político.
Sería injusto creer que el patriotismo de los norteamerica- Las asociaciones políticas que existen en los Estados Uni-
nos y el celo que muestra cada uno por el bienestar de sus con- dos no forman más que una parte del cuadro inmenso que el
ciudadanos, no tienen nada de real. Aunque el interés privado conjunto de las asociaciones presenta en ese país.
dirija en los Estados Unidos, como en todos los países, la ma-
Los norteamericanos de todas las edades, de todas condi-
yor parte de las acciones humanas, no las regula todas.
ciones y del más variado ingenio, se unen constantemente y no
He visto frecuentemente a norteamericanos que hacían sólo tienen asociaciones comerciales e industriales en que to-
grandes y verdaderos sacrificios por la causa pública, y he no- dos toman parte, sino otras mil diferentes: religiosas, morales,
tado cien veces que, en caso de necesidad, nunca dejaban de graves, fútiles, muy generales y muy particulares. Los nortea-
prestarse un fiel apoyo los unos a los otros. mericanos se asocian para dar fiestas, fundar seminarios, esta-
blecer albergues, levantar iglesias, distribuir libros, enviar mi-
Las instituciones libres que poseen los habitantes de los
sioneros a los antípodas y también crean hospitales, prisiones
Estados Unidos, y los derechos políticos de que hacen tanto
y escuelas. Si se trata, en fin, de sacar a la luz pública una ver-
uso, recuerdan constantemente de mil maneras a todo ciuda-
dad o de desenvolver un sentimiento con el apoyo de un gran
dano que vive en sociedad. A cada instante dirigen su espíritu
ejemplo, se asocian. Siempre que a la cabeza de una nueva em-
hacia la idea de que el deber y el interés de los Hombres es ser
presa se vea, por ejemplo, en Francia al Gobierno y en Inglate-
útiles a sus semejantes, y como no encuentran ningún motivo
rra a un gran señor, en los Estados Unidos se verá, indudable-
particular para aborrecerlos, puesto que no son jamás ni sus
mente, una asociación.
señores ni sus esclavos, su corazón se inclina fácilmente al la-
do de la benevolencia. Se ocupan desde luego del interés ge- He encontrado en Norteamérica ciertas asociaciones, de las
neral por necesidad, y después por conveniencia; lo que era cuales confieso que ni aun siquiera tenía idea, y muchas veces
cálculo se hace instinto, y a fuerza de trabajar por el bien de he admirado el arte prodigioso con que los habitantes de los
sus conciudadanos, adquieren al fin el gusto y el hábito de Estados Unidos determinan un fin común para los esfuerzos de
servirlos. un gran número de hombres, haciéndolos marchar hacia él li-
bremente. He recorrido después Inglaterra, de donde los ame-
Muchas gentes consideran en Francia a la igualdad de con-
ricanos han tomado algunas de sus leyes y muchos de sus usos,
diciones, como un primer mal y como el segundo a la libertad
y me ha parecido que estaban muy lejos de hacer un empleo
política. Cuando se ven obligadas a sufrir la una, se esfuerzan
tan útil y tan constante de la asociación.
al menos en escapar de la otra. Por mi parte, pienso que para
combatir los males que la igualdad puede producir, no hay si- Sucede muchas veces que los ingleses realizan aislada-
no un remedio eficaz, que es la libertad política. mente muy grandes cosas, mientras que apenas hay empresa,

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 167


por pequeña que sea, para la cual no se unan los norteameri- No se encuentra la misma facilidad en las naciones demo-
canos. Es evidente que los primeros consideran a la sociedad cráticas; allí es preciso que sean muy numerosos los asociados
como un medio poderoso de acción, al paso que los otros ven para que la asociación tenga algún poder. Sé que hay muchos
en ella el único medio con que pueden obrar. Así, el país más contemporáneos míos a quienes esto no detiene, pues preten-
democrático de la tierra, es aquel en que los hombres han per- den que a medida que los ciudadanos se vuelven más débiles y
feccionado más el arte de seguir en común el objeto de sus de- más ineptos, es preciso hacer al gobierno más activo y más há-
seos y han aplicado al mayor número de objetos esta nueva bil, para que la sociedad ejecute lo que no pueden hacer los in-
ciencia. dividuos. Creen que diciendo esto han respondido a todo, pero
yo pienso que se equivocan.
¿Se debe este resultado a un accidente, o consiste tal vez en
que hay una relación necesaria entre las asociaciones y la igual- Un gobierno podría ocupar el lugar de algunas de las más
dad? Las sociedades aristocráticas encierran siempre en su se- grandes asociaciones norteamericanas y, en el seno de la
no, en medio de multitud de individuos que no pueden nada Unión, muchos Estados particulares lo han defendido así.
por sí mismos, un pequeño número de ciudadanos muy ricos y
muy poderosos, y cada uno de éstos puede ejecutar por sí solo Pero ¿qué poder político es suficiente a la gran cantidad de
grandes empresas. empresas pequeñas que los ciudadanos norteamericanos reali-
zan todos los días con ayuda de la asociación?
En las sociedades aristocráticas, los hombres no necesitan
unirse para obrar, porque se conservan fuertemente unidos. Es fácil prever que se acerca el tiempo en que el hombre se-
Cada ciudadano rico y poderoso forma allí como la cabeza de rá incapaz de producir por sí solo las cosas más comunes y más
una asociación permanente y forzarla, que se compone de los necesarias para la vida. La tarea del poder social crecerá ince-
que dependen de él y hace concurrir a la ejecución de sus de- santemente y sus mismos esfuerzos la harán más vasta cada
signios. día, porque cuanto más ocupe el lugar de las asociaciones, ma-
yor necesidad tendrán los particulares de que aquéllos vengan
En los pueblos democráticos, por el contrario, todos los en su ayuda, al perder la idea de asociarse. Estas son causas y
ciudadanos son independientes y débiles; nada, casi, son por sí efectos que se producen sin cesar. ¿La administración pública
mismos, y ninguno de ellos puede obligar a sus semejantes a acabará por dirigir todas las industrias para las que no es sufi-
prestarle ayuda, de modo que caerían todos en la impotencia si ciente un ciudadano aislado? Y si por fin llega un momento en
no aprendiesen a ayudarse libremente. que, por la extrema división de los bienes raíces, se encuentre
Si los hombres que viven en los países democráticos no tu- la tierra repartida hasta lo infinito, de modo que no pueda cul-
viesen el derecho ni la satisfacción de unirse con fines políticos, tivarse sino por asociaciones de labradores ¿será preciso que el
su independencia correría grandes riesgos; pero podrían con- jefe del gobierno abandone la dirección del Estado para empu-
servar por largo tiempo sus riquezas y sus luces, mientras que ñar el arado?
si no adquiriesen la costumbre de asociarse en la vida ordina- La moral y la inteligencia de un pueblo no correrían menos
ria, la civilización misma estaría en peligro. Un pueblo en que riesgo que sus negocios y su industria, si el gobierno viniese a
los particulares perdiesen el poder de hacer aisladamente gran- formar parte de todas las asociaciones.
des cosas, sin adquirir la facultad de producirlas en común,
volvería bien pronto a la barbarie. Las ideas y los sentimientos no se renuevan, el corazón no
se engrandece ni el espíritu humano se desarrolla, sino por la
Desgraciadamente, el mismo estado social que hace las acción recíproca de unos hombres sobre otros.
asociaciones tan necesarias en los pueblos democráticos, las
vuelve más difíciles que en todos los demás. He hecho ver que esta acción es casi nula en los países de-
mocráticos y que es preciso crearla artificialmente. Esto es pre-
Cuando muchos miembros de una aristocracia quieren aso- cisamente lo que las asociaciones pueden hacer.
ciarse, lo hacen fácilmente, ya que cada uno de ellos contribu-
ye con una gran fuerza, el número de socios puede ser muy pe- Cuando los miembros de una aristocracia adoptan una idea
queño y entonces les es más fácil conocerse, comprenderse y nueva o conciben un sentimiento nuevo, lo colocan en cierto
establecer reglas fijas. modo a su lado en el gran teatro en que ellos mismos se hallan,

168 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


y exponiéndolo así a la vista de la multitud, lo introducen con fácilmente; pero las otras se nos ocultan y, si las descubrimos,
facilidad en el espíritu o en el corazón de todos aquellos que los las comprendemos mal, porque nunca hemos visto nada seme-
rodean. jante. Se debe reconocer, sin embargo, que son tan necesarias
al pueblo norteamericano como las primeras y aún quizá más.
En los países democráticos, sólo el poder social se halla na-
turalmente en estado de obrar así; pero es fácil conocer que su En los países democráticos, la ciencia de las asociaciones es
acción es siempre insuficiente y muchas veces peligrosa. la ciencia madre y el progreso de todas las demás depende del
progreso de ésta.
Un gobierno no puede bastar para conservar y renovar por
sí sólo la afluencia de sentimientos y de ideas en un gran pue- Entre las leyes que rigen las sociedades humanas, hay una
blo, así como no podría conducir todas las empresas industria- que parece más precisa y más clara que todas las demás. Para
les. En cuanto pretendiese salir de la esfera política, para lan- que los hombres permanezcan civilizados o lleguen a serlo, es
zarse por esta nueva vía, ejercería, sin quererlo, una tiranía necesario que el arte de asociarse se desarrolle entre ellos y se
insoportable; pues un gobierno no sabe más que dictar reglas perfeccione en la misma proporción en que la igualdad de con-
precisas, impone los sentimientos e ideas que él favorece y con diciones aumenta.
dificultad se pueden distinguir sus órdenes de sus consejos.
Todavía será peor si se considera realmente interesado en b. Relación que existe entre las asociaciones y los periódicos
que nada se altere, pues entonces permanecerá inmóvil y en-
torpecido por un sueño voluntario. No estando los hombres ligados entre sí de un modo sólido
Es, pues, indispensable, que un gobierno no obre por sí so- y permanente, no puede lograrse que un gran número obre en
lo. Las asociaciones son las que en los pueblos democráticos común, a no ser que se persuada a cada uno de aquellos cuyo
deben ocupar el lugar de los particulares poderosos que la concurso es necesario, de que su interés particular los obliga a
igualdad de condiciones ha hecho desaparecer. unir sus esfuerzos a los de todos los demás.
Tan pronto como varios habitantes de los Estados Unidos Esto no se puede hacer habitual y cómodamente, más que
conciben un sentimiento o una idea que quieren propagar en el con la ayuda de un diario. Sólo él puede llevar a la vez a mil es-
mundo, se buscan con insistencia y así se encuentran y se píritus el mismo pensamiento.
unen. Desde entonces ya no son hombres aislados, sino un po-
Un diario es un consejero a quien no hay necesidad de ir a
der que se ve de lejos, cuyas acciones sirven de ejemplo, un po-
buscar, porque se presenta todos los días por sí mismo y habla
der– que habla y que es escuchado.
brevemente del negocio común, sin distraer de los negocios
La primera vez que oí decir en los Estados Unidos que cien particulares. Los periódicos se hacen más necesarios a medida
mil hombres se habían comprometido públicamente a no hacer que los hombres son más iguales y es más de temer el indivi-
uso dé licores fuertes, la cosa me pareció más ridícula que se- dualismo. Sería disminuir su importancia pensar que no sirven
ria. Al principio, no veía por qué estos ciudadanos tan sobrios sino para garantizar la libertad, cuando sostienen y conservan
no se contentaban con beber agua en el seno de sus familias, y igualmente la civilización.
al fin pude comprender que aquellos cien mil americanos, ho-
No negaré que, en los países democráticos, los diarios lle-
rrorizados por el progreso que hacía alrededor suyo la embria-
van frecuentemente a los ciudadanos a realizar, en común, em-
guez, habían querido favorecer la sobriedad, obrando precisa-
presas disparatadas; pero, si no existiesen éstos, apenas habría
mente como un gran señor que se vistiera con muchísima
acción común. Así, pues, el mal que producen es infinitamente
sencillez a fin de inspirar a los ciudadanos desprecio por el lu-
menor que el que remedian. Un diario, no solamente tiene por
jo. Si estos cien mil hombres hubieran vivido en Francia, cada
objeto sugerir a un gran número de hombres el mismo desig-
uno se habría dirigido al gobierno suplicándole que vigilase las
nio, sino que también les suministra los medios de ejecutar en
tabernas en toda la superficie del reino. No hay nada, en mi
común lo que han concebido por sí solos.
concepto, que merezca más nuestra atención que las asocia-
ciones morales e intelectuales de Norteamérica. Las asociacio- Los ciudadanos más notables que habitan en un país aris-
nes políticas e industriales de los norteamericanos se conciben tocrático se descubren desde lejos, y si quieren reunir sus es-

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 169


fuerzos caminan los unos hacia los otros arrastrando consigo a carlos cada día en medio de sus quehaceres y les diga en qué es-
la multitud. tado se encuentran los asuntos públicos. Mientras más nume-
rosos son los poderes locales, mayor es el número de los que la
En los países democráticos sucede muchas veces lo contra-
ley llama a ejercerlos, y cuanto más se multiplican los diarios,
rio; un gran número de hombres que tienen el deseo o la nece-
tanto más esta necesidad se hace sentir a cada instante.
sidad de asociarse, no puede hacerlo, porque siendo todos muy
pequeños y estando perdidos entre la multitud, no se ven ni sa- La división infinita del poder administrativo, más que la
ben en dónde encontrarse. Aparece un periódico, que expone a gran libertad política y la independencia absoluta de la prensa,
los ojos del público el sentimiento o la idea que se presentó si- es lo que multiplica tan singularmente los diarios en Nortea-
multáneamente y en forma separada a cada uno de ellos; en- mérica. Si todos los habitantes de la Unión fueran electores,
tonces todos se dirigen hacia esta luz, y aquellos espíritus vaci- bajo un sistema que limitase su derecho electoral a la elección
lantes que se buscaban hacía largo tiempo en las tinieblas, se de los legisladores del Estado, no necesitarían sino de un corto
encuentran al fin y se reúnen. número de diarios, porque no tendrían más que algunas oca-
siones, muy raras aunque muy importantes, de obrar juntos;
El periódico, después de haberlos reunido, continúa sién-
pero, dentro de la gran asociación nacional, la ley ha creado en
doles necesario para mantenerlos unidos.
cada provincia, en cada ciudad y, por decirlo así, en cada pue-
Para que una asociación tenga algún poder en un pueblo de- blo, pequeñas asociaciones que tienen por objeto la adminis-
mocrático, es necesario que sea numerosa, y como los que la tración local. De este modo, el legislador ha obligado a cada
componen están ordinariamente diseminados en un gran espa- norteamericano a concurrir diariamente, con algunos de sus
cio y cada uno de ellos tiene que permanecer en el lugar que ha- conciudadanos, a una obra común, y todos necesitan, por con-
bita, ya sea por la mediocridad de su fortuna o por la gran can- secuencia, un diario que les diga lo que hacen los demás.
tidad de pequeños cuidados que exige, les es indispensable
Creo que un pueblo democrático que no tuviese represen-
hallar un medio de hablarse todos los días, sin verse, y marchar
tación nacional sino un gran número de pequeños poderes lo-
de acuerdo, sin estar reunidos. Por lo tanto, no hay ninguna aso-
cales, concluiría por poseer más diarios que otro cuya admi-
ciación democrática que no tenga necesidad de un periódico.
nistración centralizada existiera al lado de una legislatura
Entre las asociaciones y los periódicos existe, pues, una re- electiva. Lo que mejor explica el desarrollo prodigioso que ha
lación necesaria. Los periódicos forman las asociaciones y las tomado la prensa periódica en los Estados Unidos, es el hecho
asociaciones hacen los periódicos, y si es cierto como se ha di- de que la más grande libertad nacional se combina entre los
cho que las asociaciones deben multiplicarse a medida que las norteamericanos con las libertades locales de toda especie.
condiciones se igualan, no lo es menos que el número de pe-
Se cree generalmente, en Francia e Inglaterra, que basta
riódicos crece a medida que las asociaciones aumentan.
con abolir los impuestos de la prensa para aumentar indefini-
Por esto, Norteamérica es el país del mundo en que se en- damente el número de periódicos. Esta opinión exagera mucho
cuentran a la vez más asociaciones y más periódicos. los efectos de una reforma semejante. Los diarios no se multi-
plican sólo porque sean baratos, sino según la necesidad más o
Esta relación entre el número de periódicos y el de asocia-
menos frecuente que tiene un gran número de hombres de co-
ciones, nos conduce a descubrir otra, entre el estado de la pren-
municarse y de obrar en común. Yo atribuiría también el poder
sa periódica y la forma de la administración del país, y nos en-
creciente de los diarios a razones más generales de las que se
seña que el número de periódicos de un pueblo democrático
alegan frecuentemente para explicarla. Un diario no puede sub-
debe disminuir o crecer, a medida que la centralización admi-
sistir, sino a condición de reproducir una doctrina o un senti-
nistrativa es más o menos grande, porque en los pueblos demo-
miento común a un gran número de hombres: representa siem-
cráticos no puede confiarse, como en los aristocráticos, el ejer-
pre a una asociación cuyos miembros son sus lectores
cicio de los poderes locales a los principales, y es preciso abolir
habituales.
estos poderes o extender su uso a un gran número de hombres.
Estos forman una verdadera asociación, establecida por la ley Esta asociación puede ser más o menos definida, más o me-
de un modo permanente, para la administración de una parte nos estrecha, más o menos numerosa; pero siempre existe su
del territorio, y tienen necesidad de que un diario venga a bus- germen en los espíritus, puesto que el periódico no muere.

170 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


De aquí nace otra reflexión que terminará este capítulo. sentan cada día al espíritu de todos los ciudadanos y, por más
Cuanto más iguales se hacen las condiciones, tanto más débi- repugnancia natural que los hombres tengan a obrar en co-
les son los hombres individualmente, con tanta más facilidad mún, estarán siempre prontos a hacerlo en interés de un parti-
se dejan arrastrar por la corriente de la multitud y más trabajo do. Así, la política generaliza el gusto y el hábito de la asocia-
les cuesta mantenerse solos en una opinión que ella abandona. ción, forma el deseo de unirse y enseña el arte de verificarlo a
una gran cantidad de hombres que de otra suerte habrían vivi-
El diario representa a la asociación y puede decirse que ha-
do solos.
bla a cada uno de sus lectores en nombre de todos los demás;
los arrastra con tanta más facilidad cuanto más débiles son in- La política, no solamente hace nacer muchas asociaciones,
dividualmente. sino que también las crea muy vastas. En la vida civil es muy
El imperio de los diarios debe, pues, crecer a medida que raro que un mismo interés atraiga hacia una acción común a
los hombres se igualan. un gran número de hombres. Esto no puede conseguirse sino
con mucho arte; pero, en política, la acción se ofrece por sí mis-
ma a cada instante, pues sólo en las grandes asociaciones se
c. Relación que existe entre las asociaciones civiles manifiesta el valor general de la asociación. Los ciudadanos,
y las políticas individualmente débiles, no se forman de antemano una idea
clara de la fuerza que pueden adquirir uniéndose, y es preciso
No hay sino una nación en el mundo donde se haga uso to- que se les haga ver para que lo comprendan. De aquí se dedu-
dos los días de la libertad ilimitada de asociarse con miras po- ce que es más fácil muchas veces reunir para un fin común a
líticas. Esta misma nación es la única en la que los ciudadanos una multitud que a algunos hombres: mil ciudadanos pueden
utilizan continuamente el derecho de asociación en la vida ci- no ver tal vez el interés que tienen en reunirse; pero diez mil sí
vil, consiguiendo por este medio todos los bienes que la civili- lo descubren. En política, los hombres se unen para grandes
zación le ofrece. empresas, y el partido que sacan de la asociación en los nego-
cios importantes, les enseña, de un modo práctico, el interés
En todos los pueblos donde se prohíbe la asociación políti- que tienen en ayudarse en los menores.
ca, la asociación civil es rara y no es probable que esto sea el
resultado de un accidente, sino más bien se debe llegar a la con- Una asociación política saca fuera de sí mismos, a toda una
clusión de que existe una relación natural y quizá necesaria, multitud de individuos a la vez. Por muy separados que se ha-
entre estas dos especies de asociaciones. La casualidad lleva llen naturalmente en razón de la edad, del talento o por la for-
muchas veces a ciertos hombres a tener un interés común en tuna, los acerca y los pone en contacto, y una vez que se en-
determinado negocio particular. cuentran y conocen, aprenden a hallarse siempre.
Se trata, por ejemplo, de dirigir una empresa comercial o No se puede entrar en la mayor parte de las asociaciones ci-
de concluir una operación industrial. Entonces se encuentran y viles, sin exponer una parte del patrimonio, y esto sucede en to-
se reúnen y de este modo se familiarizan poco a poco con la das las compañías industriales y comerciales. Cuando los hom-
asociación. bres están todavía poco versados en el arte de asociarse e
ignoran las principales reglas, temen hacerlo por primera vez y
Mientras más crece el número de estos negocios comunes,
pagar muy cara su experiencia. Por eso, prefieren más bien pri-
más fácilmente adquieren los hombres, aun sin saberlo, la fa-
varse de un medio poderoso de buen éxito que correr los ries-
cultad de proseguir en común los grandes. Así, pues, las aso-
gos que le acompañan. Vacilan menos en tomar parte en las
ciaciones civiles facilitan las asociaciones políticas y, por otra
asociaciones políticas, que les parecen sin peligro, porque no
parte, la asociación política desarrolla y perfecciona singular-
corre riesgo su dinero. No pueden formar parte de estas aso-
mente la asociación civil.
ciaciones por largo tiempo, sin descubrir de qué manera se
En la vida civil cada hombre puede, en rigor, suponer que mantiene el orden entre un gran número de hombres y por qué
se halla en estado de bastarse a sí mismo; pero en política no medio se logra hacerlos marchar de acuerdo y metódicamente
puede jamás imaginárselo. Cuando un pueblo tiene una vida hacia el mismo fin. Aprenden entonces a someter su voluntad
pública, la idea de la asociación y el deseo de asociarse se pre- a la de todos los demás y a subordinar sus esfuerzos particula-

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 171


res a la acción común, cosas indispensables de saber tanto en Esto me conduce naturalmente a pensar que la libertad de
las asociaciones civiles, como en las políticas. asociación en materia política no es tan peligrosa a la tranqui-
lidad pública como se supone, y que podría suceder que des-
Las asociaciones políticas pueden considerarse como gran-
pués de haber conmovido al Estado por algún tiempo, viniese
des escuelas gratuitas, donde todos los ciudadanos aprenden la
al fin a asegurarlo.
teoría general de las asociaciones.
En los países democráticos, las asociaciones políticas for-
Aun cuando la asociación política no sirviese directamente
man, por decirlo así, los únicos poderes particulares que aspiran
al progreso de la asociación civil, se impediría el desarrollo de
a dirigir el Estado. Por esto, los gobiernos de nuestros días con-
ésta, destruyendo la primera.
sideran esta especie de asociaciones como los reyes de la Edad
Cuando los ciudadanos no pueden asociarse sino en ciertos Media reputaban a los grandes vasallos de la corona: sintiendo
casos, miran la asociación como un procedimiento raro y sin- hacia ellos una especie de horror instintivo, y combatiéndolos en
gular y se cuidan poco de pensar en ella; pero cuando se les de- todas las ocasiones; pero respecto a las asociaciones civiles, tie-
ja asociar en todas las cosas libremente, acaban por ver en la nen, al contrario, una benevolencia natural; pues han descu-
asociación el medio universal y, por decirlo así, el único de que bierto fácilmente que éstas, en vez de dirigir el espíritu de los
pueden servirse para lograr los diversos fines que se proponen, ciudadanos hacia los negocios públicos, sirven para distraerlos,
y cada nueva necesidad despierta al momento esta idea. El ar- y comprometiéndolos más y más en proyectos que no pueden re-
te de la asociación se hace entonces, como ya he dicho antes, la alizar sin el auxilio de la paz pública, los apartan de las revolu-
ciencia madre, y todos la estudian y la aplican. ciones. Mas no advierten que las asociaciones políticas multipli-
can y facilitan prodigiosamente las asociaciones civiles y que, al
Cuando ciertas asociaciones están prohibidas y otras per-
evitar un mal peligroso, se privan de un remedio eficaz. Cuando
mitidas, es difícil distinguir con anticipación las primeras de
se ve a los norteamericanos asociarse libremente cada día con el
las segundas. En la duda, se abstienen de todas, y se establece
objeto de hacer prevalecer una opinión política, de elevar a un
una especie de opinión pública que tiende a considerar una
hombre de Estado al gobierno o de quitar el poder a otro, ape-
asociación cualquiera como una empresa atrevida y casi ilícita.
nas se puede comprender que hombres tan independientes no
Es una quimera creer que el espíritu de asociación, com- caigan a cada instante en la licencia y el desorden.
primido en un punto, se desarrollará en otros con la misma
Si, por otro lado, se considera el número infinito de em-
fuerza y que bastará permitir a los hombres ejecutar en común
presas industriales que se siguen en común en los Estados Uni-
ciertas empresas, para que se apresuren a intentarlas. Luego
dos, y se ve por todas partes a los norteamericanos trabajando
que los ciudadanos tengan la facultad y el hábito de asociarse
sin descanso en la ejecución de algún proyecto importante y di-
para todas las cosas, lo harán con tanto gusto para las peque-
fícil, que la menor revolución podría perturbar, se concebirá
ñas como para las grandes; pero si no pueden asociarse más
con facilidad por qué estas gentes no intentan trastornar el Es-
que para las primeras, no tendrán el placer ni la capacidad de
tado ni destruir la tranquilidad pública, de la que ellos mismos
hacerlo. En vano se les dejará entera libertad para ocuparse en
se aprovechan.
común de sus negocios. No usarán sino con negligencia los de-
rechos que se les concedan y después de agotar los esfuerzos No es bastante, en mi concepto, concebir estas cosas sin
para separarlos de las asociaciones prohibidas, se verá, con sor- describir el lazo que las une; es menester penetrar en el seno
presa, que no se les puede persuadir. para formar asociaciones mismo de las asociaciones políticas donde los americanos de
permitidas. los estados, de todas las edades y de todos los talentos, adquie-
ren diariamente el gusto general por la asociación y se familia-
No digo, pues, que no pueda haber asociaciones civiles en
rizan con su empleo. Allí se ven en gran número, se hablan, se
un país en el que está prohibida la asociación política, porque
entienden y se animan en común para toda suerte de empresas,
al fin los hombres no pueden vivir en sociedad sin entregarse a
trasladando en seguida a la vida civil las nociones que han ad-
una empresa común. Pero sostengo que en un país semejante
quirido, para darles empleo en mil usos.
las asociaciones civiles existirán siempre en corto número, con-
cebidas con flojedad, no abrazando nunca vastos designios o Gozando así los norteamericanos de una peligrosa libertad,
frustrándose al empezar a ejecutarlos. aprenden a hacer menos grandes esos mismos peligros. Si se

172 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


escogiera un cierto momento en la vida de una nación, sería fá- También se ha visto que mientras más en grande se em-
cil probar que las asociaciones políticas turban al Estado y pa- prendía una industria, con más fuertes capitales y crédito, tan-
ralizan la industria; pero tomado en su conjunto la existencia to más baratos eran sus productos. Estas verdades se entreveí-
de un pueblo, es fácil demostrar que la libertad de asociación an desde hace mucho tiempo; pero no se han demostrado sino
en materia política es favorable al bienestar y aun a la tranqui- en nuestros días. Se aplican ya a varias industrias muy impor-
lidad de los ciudadanos. tantes, y sucesivamente las adoptan también las menores.
He dicho, en la primera parte de esta obra, «que la libertad Nada veo en el mundo político que deba fijar más la aten-
ilimitada de asociarse no puede confundirse con la libertad de ción del legislador que estos dos nuevos axiomas de la ciencia
escribir; la una es a la vez menos necesaria que la otra». Una industrial. Cuando un artesano se entrega de un modo exclusi-
nación puede poner a aquélla ciertos límites sin dejar de ser vo y constante a la fabricación de un solo objeto, acaba por de-
dueña de sí misma, y debe hacerlo algunas veces si quiere go- sempeñar este trabajo con una destreza singular; pero pierde al
bernarse. Y después añadía: «No se puede negar que la libertad mismo tiempo la facultad general de aplicar su espíritu a la di-
ilimitada de asociación en materia política es, de todas las li- rección del trabajo: cada día se hace más hábil y menos indus-
bertades, la última que un pueblo puede sostener, pues si ella trioso, y puede decirse que el hombre se degrada en él a medi-
no lo hace caer en la anarquía, lo obliga al menos, por decirlo da que el obrero se perfecciona.
así, a aproximarse a ella a cada instante.»
¿Qué puede esperarse de un hombre que ha empleado vein-
No creo que una nación pueda ser siempre dueña absoluta te años de su vida en hacer cabezas de alfileres? ¿A qué podrá
de dejar a los ciudadanos el derecho de asociarse en asuntos en lo sucesivo aplicar esa poderosa inteligencia humana, que
políticos, y aun dudo de que en algún país y en alguna época tantas veces ha conmovido al mundo, sino a buscar el mejor
fuera prudente dejar sin límites la libertad de asociación. medio de hacer cabezas de alfileres?
Se dice que un pueblo no podría mantener la tranquilidad Cuando un artesano ha consumido de esta suerte una par-
en su seno, inspirar respeto a las leyes, ni fundar un gobierno te considerable de su existencia, sus ideas se encuentran dete-
estable, sin encerrar en límites muy estrechos el derecho de nidas en el objeto diario de sus labores; su cuerpo ha contraído
asociación. Semejantes bienes son preciosos sin duda, y yo ciertos hábitos fijos de los que ya no puede desprenderse; en
concibo que para adquirirlos o conservarlos, debe consentir una palabra, no pertenece ya a sí mismo, sino a la profesión
una nación en imponerse momentáneamente grandes sacrifi- que ha escogido. En vano las leyes y las costumbres procurarán
cios; pero todavía conviene que sepa con precisión lo que le romper alrededor de él todas las barreras y abrirle por todos la-
cuestan estos bienes. dos diferentes caminos hacia la fortuna, pues una teoría indus-
Comprendo que para salvar la vida de un hombre se le cor- trial más poderosa que las costumbres y las leyes lo ha ligado a
te un brazo; pero no quiero que se me diga que va a quedar tan un oficio, y a veces a un lugar que no puede dejar.
diestro como si no estuviese manco. Ella misma le asigna en la sociedad un puesto del que no
puede separarse y, en medio del movimiento universal, lo ha
hecho inmóvil.
7. Cómo la aristocracia podría tener su origen
en la industria A medida que el principio de la división del trabajo experi-
menta una aplicación más completa, el obrero viene a ser más
He hecho ver cómo la aristocracia favorecía el desarrollo de débil, más limitado y más dependiente. El arte progresa y el ar-
la industria y multiplicaba sin término el número de los indus- tesano retrocede.
triales; veamos ahora por qué ruta desviada podría la industria
Por otra parte, a medida que se descubre manifiestamente
a su vez conducir a los hombres a la aristocracia.
que los productos de una industria son tanto más perfectos y
Se ha observado que cuando un obrero se ocupa todos los menos caros cuanto la manufactura es más vasta y el capital
días de un mismo detalle de trabajo, se consigue más fácil- mayor, los hombres muy ricos y muy instruidos se aprestan a
mente, más pronto y con más economías la producción general ocuparse de industrias que hasta entonces habían estado en
de la obra. manos de artesanos ignorantes y atrasados. Los grandes es-

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 173


fuerzos que se requieren y la inmensidad de resultados que de- de los antiguos tiempos, a algunos hombres muy opulentos y a
ben obtenerse, los atraen. una multitud muy miserable. Estos pobres tienen pocos me-
dios de salir de su condición y hacerse ricos; pero frecuente-
Así, pues, al mismo tiempo que la ciencia industrial rebaja
mente los ricos se vuelven pobres, o dejan el negocio después
incesantemente a la clase obrera, eleva la de los maestros y di-
de haber obtenido sus utilidades. Así, los elementos que for-
rectores. Mientras que el obrero reduce más y más su inteli-
man la clase pobre son casi fijos, pero no lo son los que com-
gencia al estudio de un solo detalle, el dueño extiende su vista
ponen la otra clase. En verdad, aunque haya ricos, no existe es-
sobre un conjunto más vasto y su espíritu se ensancha a medi-
ta clase, porque no tienen inclinaciones ni objetos comunes,
da que el del otro se estrecha: muy pronto el segundo no nece-
tradiciones ni esperanzas iguales, de manera que hay miem-
sita más que la fuerza física sin la inteligencia, mientras que el
bros, pero no cuerpo.
primero tiene siempre necesidad de la ciencia y casi del inge-
nio, para tener buen éxito. El uno se parece cada vez más al ad- No sólo no están unidos los ricos con solidez entre sí, sino
ministrador de un vasto imperio y el otro a un bruto. que puede decirse que no hay lazo verdadero entre el pobre y el
rico.
El amo y el obrero no tienen nada de semejante y cada día
difieren más: son como los dos anillos finales de una cadena. Nunca están perpetuamente situados el uno cerca del otro,
Cada uno ocupa el puesto que le está destinado, del cual no sa- pues a cada instante el interés los une y los separa. El obrero
le jamás. El uno se halla en relación de dependencia continua, depende en general de los dueños, pero no de un dueño deter-
estrecha y necesaria con el otro, y parece nacido para obedecer, minado. Estos dos hombres se ven en la fábrica y no se cono-
como éste para mandar. ¿Y qué es esto sino aristocracia? cen fuera, y mientras que por un lado están unidos, por los de-
más permanecen muy separados. El dueño de una fábrica no
Viniendo a igualarse las condiciones cada vez más en el
pide al obrero sino su trabajo, y éste no espera de aquél más
cuerpo de la nación, la necesidad de los objetos manufactura-
que el salario. El uno no se compromete a proteger ni el otro a
dos se generaliza y aumenta, y el precio moderado que pone es-
defender, y no se hallan ligados de un modo permanente por el
tos objetos al alcance de las fortunas medianas, viene a ser un
hábito ni por el deber. La aristocracia que funda el negocio, ja-
gran elemento de éxito.
más se consolida en medio de la población industrial que diri-
Así, se observa cada día que los hombres más opulentos e ge, pues su objeto no es gobernarla, sino servirse de ella.
ilustrados consagran a la industria sus riquezas y su ciencia, y
Una aristocracia así constituida no puede tener un fuerte
tratan de satisfacer los nuevos deseos que se manifiestan por
imperio sobre los que emplea, y si lo consigue por un momen-
todas partes, abriendo grandes talleres y dividiendo estricta-
to, bien pronto se le escapan. No sabe querer y no puede obrar.
mente el trabajo.
La aristocracia territorial de los siglos pasados estaba obli-
Así, a medida que la masa de la nación se inclina a la de-
gada por la ley, o se creía obligada por las costumbres, a ir en
mocracia, la clase particular que se ocupa de la industria se
auxilio de sus servidores y a aliviar sus miserias; pero la aristo-
vuelve más aristocrática. Los hombres se hacen cada vez más
cracia manufacturera de nuestros días, después de haber em-
semejantes en la una y más diferentes en la otra, y la desigual-
pobrecido y embrutecido a los hombres de que se sirve, los
dad crece en la pequeña sociedad en la misma proporción que
abandona en los tiempos de crisis a la caridad pública para que
crece en la grande. Ésta es la razón por la que, remontándose
los mantenga. Esto resulta naturalmente de lo que precede. En-
al origen, parece que se ve a la aristocracia salir por un esfuer-
tre el obrero y el patrono, las relaciones son frecuentes, pero no
zo natural del seno mismo de la democracia: mas esta aristo-
existe nunca una asociación verdadera.
cracia no se asemeja en nada a las que la han precedido; pues
desde luego se notará que, no aplicándose sino a la industria y Sea lo que fuere, pienso que la aristocracia industrial que
a algunas profesiones industriales solamente, es una excep- vemos surgir ante nuestros ojos es una de las más duras que ha-
ción, como un monstruo, en el conjunto del estado social. ya podido aparecer sobre la tierra; pero, al mismo tiempo, una
de las más limitadas y de las menos peligrosas.
Las pequeñas sociedades aristocráticas que constituyen
ciertas industrias en medio de la inmensa democracia de nues- Con todo, este es el lado hacia donde los amigos de la de-
tros días, encierran, como las grandes sociedades aristocráticas mocracia deben dirigir con más inquietud su atención, porque

174 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


si la desigualdad permanente de las condiciones y la aristocra- la vida se contemplan desde un punto de vista particular y en-
cia penetran de nuevo en el mundo, se puede predecir que lo teramente invariable. Tanto en la sociedad de los sirvientes co-
han de hacer por esa puerta. mo en la de los amos, los hombres ejercen una gran influencia
unos sobre otros; reconocen reglas fijas y, en defecto de la ley,
hallan una opinión pública que los dirige; así reinan entre ellos
8. Cómo la democracia modifica las relaciones ciertos hábitos determinados y cierta escrupulosidad.
que existen entre servidor y amo
Es verdad que estos hombres, cuyo destino es obedecer, no
entienden por gloria, honradez, virtud ni decencia, lo mismo
Un norteamericano, que por largo tiempo había viajado por
que sus amos. Pero se han hecho una especie de gloria, de vir-
Europa, me decía un día: «Los ingleses tratan a sus sirvientes
tud y de honradez de sirvientes, y conciben, si puedo expresar-
con una altivez y con maneras tan dominantes, que nos sor-
me así, un cierto honor servil.
prenden; mas, al mismo tiempo, no podemos concebir la fami-
liaridad y cortesía de los franceses para con los suyos, pues se Del hecho de que una clase sea baja, no debe inferirse que to-
diría que no se atreven a mandarlos. La actitud del superior y dos los que pertenecen a ella lo sean igualmente en el alma, por-
la del inferior no se hallan bien definidas.» que esta sería una grave equivocación. Por inferior que sea, siem-
pre el que se encuentra a la cabeza y que no tiene la idea de
Esta observación es justa y yo mismo la he hecho muchas
dejarla, ocupa una posición aristocrática que le sugiere senti-
veces. Siempre he considerado que Inglaterra es, en nuestros
mientos» elevados, un alto orgullo y un respeto por sí mismo, que
días, el país donde el lazo de la condición de criado se halla
le hacen capaz de grandes virtudes y de acciones poco comunes.
más apretado, y Francia el punto de la tierra donde está más
flojo. En ninguna parte me ha parecido el amo más alto ni más No era raro encontrar en los pueblos aristocráticos, al ser-
bajo que en estos dos países. vicio de los grandes, almas nobles y vigorosas que soportaban
la servidumbre sin sentirla y se sometían a la voluntad de sus
Los norteamericanos se colocan entre los dos extremos; es-
dueños sin temer nunca su enojo.
te es el hecho superficial y aparente. Es necesario retroceder a
otros tiempos para poder descubrir las causas. Mas no sucede así a menudo en las clases inferiores de la
servidumbre, pues el que ocupa el extremo de una jerarquía de
Todavía no se han visto sociedades donde las condiciones
criados está siempre muy bajo.
sean tan iguales, que no se encuentren ricos ni pobres; y por
consiguiente, amos y criados. Los franceses crearon expresamente una palabra para esta úl-
tima clase de sirvientes de la aristocracia: los llamaban lacayos.
La democracia no impide que estas dos clases de hombres
existan; pero sí cambia su condición y modifica sus relaciones. La voz lacayo servía para representar el extremo de la baje-
za humana y cuando en la antigua monarquía se deseaba pin-
En los pueblos aristocráticos, los sirvientes forman una cla- tar de un solo golpe a un ser vil y degradado, se decía que tenía
se particular tan invariable como la de los amos. Pronto se es- el alma de un lacayo. Con esto sólo bastaba, pues el sentido era
tablece un orden fijo; en la primera, como en la segunda, apa- completo y explícito.
rece una jerarquía de clases numerosas y conocidas, y las
generaciones se suceden sin que cambie su posición. Estas dos La desigualdad permanente de condiciones, no sólo da a los
sociedades distintas se rigen por principios análogos. sirvientes ciertas virtudes y vicios particulares, sino que los co-
loca en relación con sus señores en una posición especial.
Esa condición aristocrática no influye menos sobre las ide-
as y las costumbres de los criados que sobre las de los señores En los pueblos aristocráticos, el pobre se familiariza desde
y, aunque los efectos sean diferentes, es fácil reconocer la mis- su infancia con la idea de ser mandado, y hacia cualquier par-
ma causa. te que dirija su vista encuentra siempre la imagen de la jerar-
quía y el aspecto de la obediencia.
Los unos y los otros forman como pequeñas naciones en
medio de la grande y vienen a establecerse entre ellos ciertas En los países donde reina la desigualdad permanente de
nociones permanentes de lo justo y de lo injusto. Los actos de condiciones, el amo obtiene fácilmente de sus sirvientes una

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 175


obediencia completa, dócil, pronta y respetuosa, porque éstos ginaria. Se adorna con las riquezas de su señor, hace alarde de
veneran en él, no sólo al dueño, sino a la clase de los dueños; el su gloria, se envanece con su nobleza y se alimenta sin cesar
señor obra en el ánimo de los criados con toda la fuerza de la con su esplendor prestado, al cual da frecuentemente más va-
aristocracia. lor que los mismos a quienes pertenece la plena y verdadera po-
sesión.
Ordena sus actos, dirige hasta cierto punto sus pensamien-
tos y ejerce frecuentemente, aun sin advertirlo, un prodigioso Hay algo de conmovedor y de ridículo a la vez en tan extra-
imperio sobre las opiniones, los hábitos y las costumbres de los ña confusión de existencias.
que obedecen, extendiéndose su influencia mucho más lejos to-
davía que su autoridad. Trasladadas así estas pasiones de los señores a las almas de
sus criados, toman en ellas las dimensiones del lugar que ocu-
En las sociedades aristocráticas, no solamente hay familias pan y por lo tanto se estrechan y reducen. Lo que en los pri-
hereditarias de criados, tanto como familias hereditarias de meros era orgullo, viene a ser vanidad pueril y pretensión mi-
amos; sino que las mismas familias de criados duran muchas serable en los otros; así sucede que los criados de un grande se
generaciones, sirviendo a las mismas familias de amos (son co- muestran de ordinario más puntillosos y exigentes por los mi-
mo líneas paralelas que no se separan ni se unen); lo cual mo- ramientos que se le deben y se fijan más en sus pequeños pri-
difica profundamente las relaciones mutuas de esas dos clases vilegios que él mismo.
de personas.
Todavía se encuentra alguna que otra vez entre nosotros, a
Aunque en la aristocracia no se parezcan en nada el amo y uno de esos antiguos servidores de la aristocracia que sobrevi-
el criado y, por el contrario, la fortuna, la educación, las opi- ven a su raza y desaparecerá bien pronto con ella.
niones y los derechos los coloquen a una inmensa distancia en
la escala de los seres, el tiempo, sin embargo, viene al fin a li- En los Estados Unidos no he visto a nadie que se le aseme-
garlos: una larga serie de recuerdos los une, y por diferentes je; pues no solamente desconocen los norteamericanos al hom-
que sean llegan a asemejarse; mientras en las democracias, bre de que se trata, sino que con mucho trabajo se les hace
donde naturalmente son todos semejantes, permanecen siem- comprender que existe: tienen tanta dificultad en concebirlo,
pre extraños el uno al otro. como nosotros en imaginar lo que era un esclavo entre los ro-
manos o un siervo en la Edad Media. Todos esos hombres son
En los pueblos aristocráticos, el dueño llega pues a consi- en efecto, aunque en grados diferentes, los productos de la mis-
derar a sus sirvientes como una parte inferior y secundaria de ma causa. Se alejan ya de nuestra vista y huyen cada día a ocul-
sí mismo y frecuentemente se interesa en su suerte como un úl- tarse en la oscuridad del pasado, con el estado social que les dio
timo esfuerzo de su egoísmo. la existencia.
Los criados, por su parte, no están lejos de considerarse La igualdad de condiciones hace del sirviente y del amo dos
desde el mismo punto de vista, y se identifican algunas veces seres nuevos y establece también entre ellos nuevas relaciones.
tanto con la persona del amo, que llegan a ser al fin su acceso-
rio, tanto a sus propios ojos como a los de aquél. Cuando las condiciones se hacen casi iguales, los hombres
cambian incesantemente de lugar; hay, sin embargo, una clase
El sirviente ocupa en las aristocracias una posición subor- de criados y otra de señores; pero no son los mismos individuos
dinada de la que no puede salir; cerca de él otro hombre llena ni mucho menos las mismas familias los que las componen, y
un puesto superior que no puede perder. Por un lado, la oscu- entonces ni el mando ni la obediencia son perpetuos.
ridad, la pobreza y la obediencia eterna; por otro, la gloria, la
riqueza y el mando perpetuo. Esas condiciones son siempre di- No formando los sirvientes un pueblo aparte, tampoco tie-
versas y siempre inmediatas; y el lazo que las une es tan dura- nen usos, preocupaciones ni costumbres que les sean propios;
ble como ellas mismas. no se observa en ellos cierta inclinación de ideas ni un modo
particular de sentir. No conocen vicios ni virtudes de estado, si-
En tal situación, el sirviente acaba por desprenderse de sí no que participan de las luces, ideas, sentimientos, virtudes y
mismo; se abandona en cierto modo, o más bien se transporta vicios de sus contemporáneos y son honrados o perversos, del
enteramente en su señor, creándose así una personalidad ima- mismo modo que sus señores.

176 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


Las condiciones son tan iguales entre los sirvientes, como El amo y el criado no descubren ya en el fondo de su alma
entre los señores. ninguna profunda disparidad entre ellos, y no esperan ni temen
encontrarla jamás. Viven pues, sin aversión y sin cólera, y no se
Como no hay, en la clase de los criados, rangos señalados ni
sienten ni soberbios ni humildes cuando se observan.
jerarquía permanente, no se verá tampoco en ella la bajeza y la
sublimidad que se observa en las aristocracias de criados, co- El dueño, juzga que el contrato es el único origen de su po-
mo en todas las demás. der, y el criado descubre en él la causa única de su obediencia;
no disputan jamás entre sí la posición recíproca que ocupan,
No he visto jamás en los Estados Unidos, nada que pueda
porque cada uno conoce fácilmente la que le corresponde y se
darme idea del sirviente distinguido de que conservamos me-
mantiene en ella.
moria en Europa, ni nada tampoco que me presente la del la-
cayo. La huella del uno como la del otro se ha perdido. El soldado de nuestros ejércitos procede poco más o menos
de las mismas clases que los oficiales, y puede llegar a los mis-
En las democracias, no solamente son iguales los criados
mos empleos: fuera de las filas se considera como perfecta-
entre sí, sino que en cierto modo son iguales a sus señores.
mente igual a sus jefes y, en efecto, lo es; pero bajo su bandera
Esto necesita explicarse para que se comprenda bien. no tiene dificultad en obedecer, y no porque sea voluntaria y
definida esta obediencia, deja de ser pronta y fácil. Por esto
El sirviente a cada instante puede volverse amo, y aspira a
puede formarse idea de lo que pasa en las sociedades demo-
serlo en efecto; el sirviente no es otro hombre distinto del se-
cráticas entre el señor y el sirviente. No sería razonable creer
ñor. ¿Quién, pues, ha dado al primero el derecho de mandar y
que pudiese nacer jamás entre estos dos hombres alguna de
ha forzado al segundo a obedecer? El convenio libre y momen-
esas profundas y ardientes afecciones que a veces se encienden
táneo de las dos voluntades, pues no siendo naturalmente infe-
en el seno de la servidumbre aristocrática, ni tampoco que se
rior el uno al otro, sólo viene a estarlo por cierto tiempo en vir-
vean ejemplos manifiestos de abnegación.
tud del contrato; y si por él es uno sirviente y señor el otro, en
lo exterior son dos ciudadanos, dos hombres. En las aristocracias, el señor y el sirviente, no se ven sino rara
vez y frecuentemente no se hablan sino por mediación de algún
Lo que ruego al lector que considere, es que ésta no es so-
otro. Sin embargo, se consideran fuertemente ligados entre sí.
lamente la idea que los sirvientes se forman por sí mismos de
su estado, sino que los señores consideran la calidad de criado En los pueblos democráticos, el amo y el criado se hallan
desde el mismo punto de vista, y los límites precisos del man- muy próximos; sus cuerpos se tocan incesantemente, aunque
do y de la obediencia se encuentran tan bien fijados en la men- no se mezcle su espíritu; mas, si bien tienen ocupaciones co-
te del uno como en la del otro. munes, sus intereses no lo son jamás.
Cuando la mayor parte de los ciudadanos logran una con- En estos pueblos, el sirviente se considera siempre como
dición poco más o menos semejante, y la igualdad es un he- pasajero en la morada de sus señores; no ha conocido a sus
cho antiguo y admitido, la opinión común, sobre la cual no abuelos, no verá tampoco a sus descendientes y nada puede es-
influyen jamás las excepciones, señala de un modo general al perar de ellos que sea durable. ¿Cómo podrá, pues, confundir
valor de cada hombre ciertos límites, fuera de los cuales es di- su existencia con la de sus señores, y cuál será la causa de un
fícil que ninguno permanezca mucho tiempo. En vano, la ri- abandono tan singular de sí mismo? Si la posición recíproca ha
queza y la pobreza, el mando y la obediencia separan acci- cambiado, sus relaciones deben cambiar también.
dentalmente a estos dos hombres a gran distancia, pues la
Quisiera apoyar lo que precede en el ejemplo de los nortea-
opinión pública, que se funda en el orden común de las cosas,
mericanos, pero no podré hacerlo sin distinguir con cuidado
los acerca al mismo nivel y, a pesar de la desigualdad real de
las personas y los lugares.
sus condiciones, crea entre ellos una especie de igualdad ima-
ginaria. Existiendo la esclavitud en el Sur de la Unión, es evidente
que lo que acabo de exponer no puede ser allí aplicable.
Esta opinión todopoderosa acaba por penetrar en el alma
misma de los que el interés podía armar contra ella, y modifi- En el Norte, la mayor parte de los sirvientes son libertos o
ca su juicio al mismo tiempo que subyuga su voluntad. hijos de libertos, que ocupan en la estimación pública una po-

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 177


sición dudosa, y aunque la ley los acerque al nivel de sus seño- poder, se admira de que habiendo cambiado él mismo, su sir-
res, las costumbres los rechazan obstinadamente; ellos mismos viente cambie también; quiere que, no haciendo más que pasar,
no disciernen con claridad su lugar y se muestran por lo regu- por decirlo así, a través de la servidumbre, el criado contraiga
lar serviles o insolentes. hábitos regulares y permanentes; que se muestre satisfecho y
ufano de la posición servil de la que tarde o temprano debe sa-
Mas, en las mismas provincias del Norte y en particular, en lir; que se sacrifique por un hombre que no puede protegerlo ni
la Nueva Inglaterra, se ve un número considerable de hombres perderlo, y se ligue con lazo eterno a seres que se le asemejan
blancos que aceptan someterse por un salario al servicio de sus y que no duran más que él.
semejantes, y aun he oído que cumplen, por lo común, sus de-
beres con exactitud e inteligencia y que, sin creerse naturalmen- Frecuentemente sucede en los pueblos aristocráticos, que el
te inferiores a los que gobiernan, se someten a su obediencia. estado de servidumbre en nada humilla el alma de los que es-
tán sometidos a él, pues ni conocen, ni han imaginado siquie-
Me parece ver que semejantes hombres llevan a la esclavitud ra otras condiciones, y esa gran desigualdad que se muestra en-
algunos de los nobles hábitos que la igualdad y la independen- tre ellos y el señor, les parece ser el efecto preciso e inevitable
cia hacen nacer y que, una vez escogida esa penosa condición, de una ley oculta de la Providencia.
no tratan de sustraerse indirectamente a ella, respetándose bas-
tante a sí mismos para no rehusar a sus amos una obediencia Tal estado bajo la democracia, no tiene nada de degradan-
que les han prometido libremente. te, pues es elegido libremente, y adoptado sólo por algún tiem-
po; no crea ninguna desigualdad entre el amo y el criado, ni la
Los señores, por su parte, no exigen de sus servidores sino opinión pública lo deshonra.
la fiel y rigurosa ejecución del contrato y no les piden respetos
ni reclaman su amor, ni sus sacrificios; les basta sólo con que Sin embargo, al pasar de una condición a otra, sobreviene
sean puntuales y honrados. casi siempre un momento en que el espíritu de los hombres va-
cila entre la noción aristocrática de la sujeción y la democráti-
Se equivocaría quien creyese que bajo la democracia están ca de la obediencia.
relajadas las relaciones del sirviente y del señor; se hallan or-
denadas de manera particular y, aunque la regla es distinta, La obediencia pierde entonces su moralidad a los ojos del
siempre existe una. que obedece; no la considera ya como una obligación en cierto
modo divina, ni aun la ve bajo su aspecto puramente humano;
No me detendré ahora en averiguar si este estado nuevo no es ya a sus ojos santa ni justa, y se somete a ella como a un
que acabo de describir es inferior al que le ha precedido, o si es hecho útil, pero degradante.
sólo diferente, y poco me importa que entre los hombres exista
un orden distinto, con tal de que haya alguno establecido. La imagen confusa e incompleta de la igualdad se presenta
en ese momento al espíritu de los sirvientes, y como no distin-
Pero, ¿qué diré de esas tristes y turbulentas épocas, en que guen, desde luego, si la igualdad a que tienen derecho se en-
la igualdad se constituye en medio del tumulto de una revolu- cuentra en su mismo estado de sirvientes o fuera de él, se in-
ción, mientras la democracia, después de haberse establecido dignan en el fondo de su alma contra esa inferioridad a la que
en el estado social, lucha aún con dificultad contra las costum- se sometieron por sí mismos, y de la cual sacan algún prove-
bres y los prejuicios? cho. Transigen con servir y se avergüenzan de obedecer; quie-
ren las ventajas de la esclavitud, pero no al señor, o por mejor
La ley y hasta cierto punto la opinión, proclaman ya que no
decir, no se creen sin derecho a ser ellos mismos señores, y es-
existe inferioridad natural y permanente entre el servidor y su
tán dispuestos a considerar al que los manda como un usurpa-
amo; mas esta nueva ciencia no ha penetrado en el ánimo del
dor de sus derechos.
último, o más bien, su corazón la rechaza. En el interior de su
alma, se considera todavía de una clase particular y superior; Entonces la morada de cada ciudadano presenta alguna
pero no se atreve a decirlo y tiembla al considerarse atraído ha- analogía con el triste espectáculo de la sociedad política; se
cia el mismo nivel. Su dominio se hace a la vez tímido y cruel, prosigue una guerra sorda e intestina entre poderes siempre ri-
y no teniendo ya por sus sirvientes los sentimientos protectores vales y sospechosos; el señor se muestra malévolo y dócil, el
y benévolos que siempre hacen nacer un prolongado y estable sirviente malévolo e indócil; el uno pretende eximirse con pre-

178 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


textos ridículos de la obligación que ha contraído de proteger y Entre los norteamericanos, la libertad es antigua y la igual-
retribuir, el otro de la de obedecer, y entre los dos van y vienen dad, comparativamente nueva. Lo contrario sucede en Europa;
las riendas de la administración doméstica, que cada uno se es- donde la igualdad introducida por el poder absoluto y bajo la
fuerza en retener. Los límites que separan la autoridad de la ti- inspección de los reyes, había penetrado en los hábitos de los
ranía, la libertad de la licencia, y el hecho del derecho, les pa- pueblos mucho tiempo antes de que la libertad hubiese entra-
recen oscuros y confusos, y nadie sabe lo que es, ni hasta dónde do en sus ideas.
se extiende su poder y su deber.
He dicho que, en los pueblos democráticos, el gobierno no
Semejante estado, a la verdad, no es democrático, sino re- se presenta naturalmente al espíritu humano, sino bajo la for-
volucionario ma de un poder único y central, y que la noción de los poderes
intermedios no le es familiar. Esto se aplica particularmente a
las naciones democráticas, que han visto triunfar el principio
9. Causas que acaban por inclinar a un pueblo de la igualdad por medio de una violenta revolución. Desapa-
democrático a centralizar su poder reciendo de repente en esta tempestad las clases que dirigían
o que se lo impiden los negocios locales, y no teniendo todavía la masa confusa,
que queda, organización ni hábitos que le permitan tomar par-
Si todos los pueblos democráticos son impelidos como por te en la administración de estos mismos negocios, se descubre
instinto hacia la centralización de poderes no es menos cierto que sólo el Estado puede encargarse de todos los detalles del
que tienden a ella de una manera desigual Esto depende de cir- gobierno. La centralización llega a ser un hecho, en cierto mo-
cunstancias particulares, que pueden desarrollar o restringir do necesario
los efectos naturales del estado social. Son numerosas y no ha-
blaré sino de algunas. No se debe alabar, ni vituperar a Napoleón, por haber con-
centrado en sus manos casi todos los poderes administrativos,
En los hombres que por largo tiempo han vivido libres antes porque después de la brusca desaparición de la nobleza y de los
de hacerse iguales, los instintos que la libertad ha dado, comba- más altos ciudadanos, estos poderes se unieron a él por sí mis-
ten hasta cierto punto las inclinaciones que sugiere la igualdad, mos, y le habría sido tan difícil rechazarlos como administrar-
y aunque entre ellos aumente sus privilegios el poder central, los los. Tal necesidad no se presenta jamás entre los norteamerica-
particulares no pierden jamás enteramente su independencia. nos, quienes no habiendo tenido revolución, y gobernándose
Pero cuando la igualdad llega a desarrollarse en un pueblo por sí mismos desde su origen, no han debido jamás encargar
que no ha conocido jamás o que no conoce desde hace largo al Estado de servirles por un momento de tutor.
tiempo la libertad, como se ve en el continente europeo, los an- Así, la centralización no se desarrolla solamente en un pue-
tiguos hábitos de la nación, llegando a combinarse súbitamente blo democrático por los progresos de la igualdad, sino también
y por una especie de atracción natural con los hábitos y las doc- según la manera como se funda esta igualdad.
trinas nuevas que hace nacer el estado social, todos los poderes
parece que se precipitan por sí mismos hacia el centro; se acu- Al principio de una gran revolución democrática, y cuando
mulan con una rapidez sorprendente, y el Estado alcanza de un apenas nace la guerra entre las diversas clases, el pueblo se es-
golpe los límites extremos de su fuerza, mientras que los parti- fuerza en centralizar la administración pública en manos del
culares caen en un momento en el último grado de debilidad. gobierno, a fin de arrancar la dirección de los negocios locales
a la aristocracia. Hacia el fin de esta revolución, sucede lo con-
Los ingleses, que fueron hace trescientos años a fundar en trario: la aristocracia vencida trata de abandonar al Estado la
los desiertos del Nuevo Mundo una sociedad democrática, es- dirección de todos los negocios, porque teme la tiranía del pue-
taban habituados en la madre patria a tomar parte en los ne- blo, que ha llegado a ser su igual y frecuentemente su amo.
gocios públicos; conocían el jurado, tenían la libertad de pala-
bra, de prensa y la individual, la idea de derecho y el hábito de No siempre la misma masa de ciudadanos se dedica a au-
recurrir a él. Transportaron a Norteamérica estas instituciones mentar las prerrogativas del poder; pero, mientras dura la re-
libres y estas costumbres viriles, y las sostuvieron contra las in- volución democrática, se encuentra siempre en la nación una
vasiones del Estado. clase poderosa por el número o por la riqueza; cuyas pasiones

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 179


e intereses especiales inclinan a centralizar la administración Por tosco y grosero que sea un pueblo democrático, el po-
pública, independientemente del odio hacia el gobierno del ve- der central que lo dirige no está nunca privado completamente
cino, que es un sentimiento general y permanente en los pue- de luces; pues cuenta con facilidad con las pocas que se en-
blos democráticos. Se puede notar que en nuestro tiempo, las cuentran en el país, y en caso necesario las busca fuera. En una
clases inferiores de Inglaterra son las que más trabajan en des- nación ignorante y democrática, no puede menos de manifes-
truir la independencia local y en trasladar la administración de tarse pronto una diferencia prodigiosa entre la capacidad inte-
todos los puntos de la circunferencia al centro, mientras que lectual del soberano y la de cada uno de sus súbditos, y esto
las clases superiores se esfuerzan en mantener esta misma ad- acaba de concentrar todos los poderes en sus manos. El poder
ministración en sus antiguos límites. administrativo del Estado se extiende incesantemente, por no
Me atrevo a predecir que llegará un día en que se presenta- haber otro bastante hábil para administrar.
rá un espectáculo totalmente distinto. Las naciones aristocráticas, por poco cultas que se las su-
Lo que precede hace comprender bien por qué el poder so- ponga, no presentan nunca el mismo espectáculo, pues las lu-
cial debe ser siempre más fuerte y el individuo más débil, en un ces se hallan casi igualmente repartidas entre el príncipe y los
pueblo democrático que ha llegado a la igualdad por un largo y principales ciudadanos.
penoso trabajo social, que en una sociedad democrática en don- El bajá que reina hoy en Egipto, encontró la población de ese
de los ciudadanos desde su origen han sido siempre iguales. país compuesta de hombres muy ignorantes y muy iguales, y se
Esto lo acaba de probar el ejemplo de los norteamericanos. apropió para gobernarla del saber y de la inteligencia de Europa.
Los que habitan los Estados Unidos no han estado separa- Llegando así a combinarse las luces particulares del sobe-
dos por ningún privilegio; no han conocido jamás la relación rano, con la ignorancia y la debilidad democrática de sus súb-
recíproca de inferior y de dueño. Y como no se temen ni se abo- ditos, se alcanzó sin trabajo el último extremo de la centraliza-
rrecen unos a otros, no han tenido necesidad de llamar al so- ción, y el príncipe ha podido hacer del país su fábrica y de los
berano a dirigir todos sus negocios. La suerte de los norteame- habitantes sus obreros.
ricanos es singular: han tomado de la aristocracia de Inglaterra
la idea de los derechos individuales y el gusto de las libertades Creo que la extrema centralización del poder político, aca-
locales, y han podido conservar lo uno y lo otro, por no haber ba por debilitar a la sociedad y al gobierno mismo; pero no nie-
tenido aristocracia que combatir. go que una fuerza social centralizada sea capaz de ejecutar fá-
cilmente en un tiempo dado y sobre un punto determinado,
Si las luces sirven a los hombres en todos los tiempos para grandes empresas: esto es cierto principalmente en la guerra,
defender su independencia, esto es particularmente cierto en cuyo buen éxito depende más bien de la facilidad de trasladar
los siglos democráticos. Cuando todos los hombres se aseme- con rapidez todos los recursos a un punto señalado, que de la
jan, es muy fácil fundar un gobierno único y poderoso, pues extensión misma de estos recursos. En la guerra, pues; es don-
bastan para ello los instintos. Pero necesitan hombres de mu- de los pueblos sienten con más vehemencia la necesidad de au-
cha inteligencia, ciencia y arte, para organizar y mantener en mentar las prerrogativas del poder central. Todos los genios
las mismas circunstancias los poderes secundarios y crear, en guerreros desean la centralización porque aumenta sus fuer-
medio de la independencia y de la debilidad individual de los zas, y todos los partidarios de la centralización quieren la gue-
ciudadanos, asociaciones libres capaces de luchar contra la ti- rra, que obliga a las naciones a estrechar en manos del Estado
ranía, sin destruir el orden. todos los poderes. De esta suerte, la tendencia democrática que
La concentración de poderes y la servidumbre individual, lleva a los hombres a multiplicar sin cesar los privilegios del
crecen en las naciones democráticas, no solamente en razón de Estado y a restringir los derechos de los particulares, es más rá-
la igualdad, sino también de la ignorancia. pida y continua en los pueblos democráticos, sujetos por su po-
sición a grandes y frecuentes guerras y cuya existencia puede
Es verdad que en los siglos poco ilustrados el gobierno ca- más fácilmente ponerse en peligro, que en todos los demás.
rece muchas veces de luces para perfeccionar el despotismo,
como los ciudadanos para sustraerse a él; mas el efecto no es He dicho de qué manera el temor al desorden y el amor por
igual en ambas partes. el bienestar, conducían insensiblemente a los pueblos demo-

180 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


cráticos a aumentar las atribuciones del gobierno central, úni- Cuando una antigua estirpe de reyes dirige una aristocra-
co poder en su opinión bastante fuerte por sí mismo, inteligen- cia, encontrándose las preocupaciones naturales del soberano
te y estable, para protegerlos contra la anarquía. No tengo ne- perfectamente de acuerdo con las de los nobles, los vicios in-
cesidad de añadir que todas las circunstancias particulares que herentes a las sociedades aristocráticas se desarrollan libre-
tienden a hacer precario y turbulento el estado de una sociedad mente, sin encontrar remedio alguno. Lo contrario sucede
democrática, aumentan este instinto general, y llevan a los par- cuando el vástago de una rama feudal está colocado a la cabe-
ticulares a sacrificar su tranquilidad a todos sus derechos. za de un pueblo democrático.
Jamás se halla un pueblo tan dispuesto a aumentar las atri- El príncipe se inclina cada día, por su educación, hábitos y
buciones del poder central, como al salir de una revolución lar- recuerdos, hacia los sentimientos que sugiere la igualdad de
ga y sangrienta que, después de haber arrancado los bienes a condiciones, y el pueblo tiende constantemente, por su estado
sus antiguos poseedores, ha removido todas las creencias, lle- social, hacia las costumbres que la igualdad hace nacer. Enton-
nando la nación de odios implacables, de intereses opuestos y ces sucede frecuentemente que los ciudadanos tratan de conte-
de bandos contrarios. ner al poder central, mucho menos como tiránico que como
aristocrático, y mantienen con firmeza su independencia, no
El afán de sosiego público se hace entonces pasión ciega, y sólo porque quieren ser libres, sino porque desean permanecer
los ciudadanos están expuestos a dejarse dominar por un amor iguales.
excesivo al orden.
Una revolución que derriba a una antigua familia de reyes,
He examinado muchos accidentes que concurren a la cen- para colocar hombres nuevos a la cabeza de un pueblo demo-
tralización del poder, pero todavía me falta hablar del principal. crático, puede debilitar momentáneamente al poder central;
La primera de las causas accidentales que, en un pueblo de- pero, por anárquica que desde luego parezca, se debe predecir
mocrático, pueden arrancar de manos del soberano la direc- con seguridad que su resultado final y necesario será extender
ción de todos los negocios, es el origen de este mismo sobera- y asegurar las prerrogativas del poder mismo.
no y sus inclinaciones. La primera, y en cierto modo la única condición necesaria
Los hombres que viven en los siglos de igualdad, quieren para llegar a centralizar el poder público en una sociedad de-
naturalmente el poder central y extienden con gusto sus privi- mocrática, es amar la igualdad o hacerlo creer. De esta suerte,
legios; mas si sucede que este mismo poder representa fiel- se simplifica la ciencia del despotismo, tan complicada en otro
mente sus intereses y reproduce con exactitud sus instintos, la tiempo; se reduce, por decirlo así, a un principio único.
confianza que ponen en él casi no tiene límites, creyendo con-
cederse a sí mismos todo lo que dan.
10. Qué clase de despotismo deben temer
La atracción de los poderes administrativos hacia el centro, las naciones democráticas
será siempre menos fácil y menos rápida, con reyes ligados to-
davía al antiguo orden aristocrático, que con príncipes nuevos, Durante mi permanencia en los Estados Unidos, observé
hijos de sus obras, a quienes su nacimiento, sus prejuicios y sus que un estado social democrático tal como el de los norteame-
hábitos, parecen ligar indisolublemente a la causa de la igualdad. ricanos, ofrecía una facilidad singular para el establecimiento
No quiero decir que los príncipes de origen aristocrático, que vi- del despotismo, y a mi regreso a Europa, vi que la mayor parte
ven en los siglos de democracia, no traten de centralizar; al con- de nuestros príncipes se había servido ya de las ideas, senti-
trario, creo que trabajan en ello con tanto ahínco como todos los mientos y necesidades que creaba este mismo estado social, pa-
demás, pues de este lado encuentran las ventajas de la igualdad; ra extender el círculo de su poder.
pero les es menos fácil, porque los ciudadanos, en vez de favore-
cer naturalmente sus deseos, se prestan a ello con dificultad. Esto me indujo a creer que las naciones cristianas acabarí-
an quizá por sufrir alguna opresión semejante a la de muchos
Por regla general, en las sociedades democráticas, será otros pueblos de la antigüedad. Un examen más detallado del
siempre la centralización tanto más grande cuanto sea menos asunto, y cinco años de nuevas meditaciones, no han dismi-
aristocrático el soberano. nuido mis recelos, pero han cambiado su objeto. (...)

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 181


Creo que si el despotismo llegase a establecerse en las na- sí mismos para procurarse placeres ruines y vulgares, con los
ciones democráticas de nuestros días, tendría diverso carácter; que llenan su alma.
se extendería más, seria más benigno y desagradaría a los hom-
bres sin atormentarlos. Retirado cada uno aparte, vive como extraño al destino de
todos los demás, y sus hijos y sus amigos particulares forman
No dudo que en los siglos de luces y de igualdad como los para él toda la especie humana: se halla al lado de sus conciu-
nuestros, los soberanos llegarían más fácilmente a reunir todos dadanos, pero no los ve; los toca y no los siente; no existe sino
los poderes públicos en sus manos y a penetrar en el circulo de en sí mismo y para él sólo, y si bien le queda una familia, pue-
intereses privados más profundamente de lo que nunca pudo de decirse que no tiene patria.
hacerlo nadie en la antigüedad. Pero esta misma igualdad que
facilita el despotismo, lo atempera. Ya hemos visto que a medi- Sobre éstos se eleva un poder inmenso y tutelar que se en-
da que los hombres se hacen más semejantes e iguales, las cos- carga sólo de asegurar sus goces y vigilar su suerte. Absoluto,
tumbres son más humanas e iguales también, y cuando no hay minucioso, regular, advertido y benigno, se asemejaría al poder
ningún ciudadano poderoso, la tiranía carece en cierto modo paterno, si como él tuviese por objeto preparar a los hombres
de ocasión y de escenario. Siendo medianas todas las fortunas, para la edad viril; pero, al contrario, no trata sino de fijarlos
las pasiones se contienen naturalmente, la imaginación es li- irrevocablemente en la infancia y quiere que los ciudadanos go-
mitada y los placeres sencillos. Esta moderación universal sua- cen, con tal de que no piensen sino en gozar. Trabaja en su fe-
viza al soberano mismo y contiene dentro de ciertos límites el licidad, mas pretende ser el único agente y el único árbitro de
ímpetu desordenado de sus deseos. ella; provee a su seguridad y a sus necesidades, facilita sus pla-
ceres, conduce sus principales negocios, dirige su industria,
Independientemente de estas razones sacadas de la natura- arregla sus sucesiones, divide sus herencias y se lamenta de no
leza misma del Estado social, podría añadir otras muchas, to- poder evitarles el trabajo de pensar y la pena de vivir.
madas fuera de mi estudio; mas quiero permanecer dentro de
los límites que me he fijado. De este modo, hace cada día menos útil y más raro el uso
del libre albedrío, encierra la acción de la libertad en un espa-
Los gobiernos democráticos pueden hacerse violentos y cio más estrecho, y quita poco a poco a cada ciudadano hasta
aun crueles en momentos de efervescencia y de grandes ries- el uso de sí mismo. La igualdad prepara a los hombres para to-
gos, pero estas crisis serán siempre raras y pasajeras. das estas cosas, los dispone a sufrirlas y aun frecuentemente a
Cuando considero la mezquindad de las pasiones de los mirarlas como un beneficio.
hombres de nuestros días, la molicie de sus costumbres, sus Después de haber tomado así alternativamente entre sus
luces, la pureza de su religión, la dulzura de su moral, sus poderosas manos a cada individuo y de haberlo formado a su
hábitos arreglados y laboriosos y su moderación casi gene- antojo, el soberano extiende sus brazos sobre la sociedad ente-
ral, tanto en el vicio como en la virtud, no temo que hallen ra y cubre su superficie de un enjambre de leyes complicadas,
tiranos en sus jefes, sino más bien tutores. Creo, pues, que la minuciosas y uniformes, a través de las cuales los espíritus más
opresión de que están amenazados los pueblos democráticos raros y las almas más vigorosas no pueden abrirse paso y ade-
no se parece a nada de lo que ha precedido en el mundo y lantarse a la muchedumbre: no destruye las voluntades, pero
que nuestros contemporáneos ni siquiera recordarán su las ablanda, las somete y dirige; obliga raras veces a obrar, pe-
imagen. ro se opone incesantemente a que se obre; no destruye, pero
En vano busco en mí mismo una expresión que reproduzca impide crear; no tiraniza, pero oprime; mortifica, embrutece,
y encierre exactamente la idea que me he formado de ella: las extingue, debilita y reduce, en fin a cada nación a un rebaño de
voces antiguas de despotismo y tiranía no le convienen. Esto es animales tímidos e industriosos, cuyo pastor es el gobernante.
nuevo, y es preciso tratar de definirlo, puesto que no puedo
Siempre he creído que esa especie de servidumbre arregla-
darle nombre.
da, dulce y apacible, cuyo cuadro acabo de presentar, podría
Quiero imaginar bajo qué rasgos nuevos el despotismo po- combinarse mejor de lo que se imagina con alguna de las for-
dría darse a conocer en el mundo; veo una multitud innumera- mas exteriores de la libertad; y que no le sería imposible esta-
ble de hombres iguales y semejantes, que giran sin cesar sobre blecerse a la sombra misma de la soberanía del pueblo.

182 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


En nuestros contemporáneos actúan incesantemente dos pa- donde es más peligroso esclavizar a los hombres. Por mi parte,
siones contrarias; sienten la necesidad de ser conducidos y el de- me inclinaría a creer que la libertad es menos necesaria en las
seo de permanecer libres. No pudiendo destruir ninguno de es- grandes cosas que en las pequeñas, sin pensar que se puede
tos dos instintos contrarios, se esfuerzan en satisfacerlos ambos asegurar la una sin poseer la otra.
a la vez: imaginan un poder único tutelar, poderoso, pero elegi- La sujeción en los pequeños negocios se manifiesta todos los
do por los ciudadanos, y combinan la centralización con la so- días y se hace sentir indistintamente en todos los ciudadanos.
beranía del pueblo, dándoles esto algún descanso. Se conforman
con tener tutor, pensando que ellos mismos lo han elegido. Cada No los desespera, pero los embaraza sin cesar y los condu-
individuo sufre porque se lo sujeta, porque ve que no es un hom- ce a renunciar al uso de su voluntad; extingue así poco a poco
bre ni una clase, sino el pueblo mismo, quien tiene el extremo de su espíritu y enerva su alma, mientras que la obediencia debi-
la cadena. En tal sistema, los ciudadanos salen un momento de da en pequeño número de circunstancias muy graves, pero
la dependencia, para nombrar un jefe y vuelven a entrar en ella. muy raras, no deja ver la servidumbre sino de tiempo en tiem-
po, y no la hace pesar sino sobre ciertos hombres. En vano se
Hoy día hay muchas gentes que se acomodan fácilmente encargaría a estos mismos ciudadanos tan dependientes del po-
con esta especie de compromiso entre el despotismo adminis- der central, de elegir alguna vez a los representantes de este po-
trativo y la soberanía del pueblo, que piensan haber garantiza- der; un uso tan importante, pero tan corto de su libre albedrío,
do bastante la libertad de los individuos, cuando la abandonan no impediría que ellos perdiesen poco a poco la facultad de
al poder nacional. Pero esto no basta, la naturaleza del jefe no pensar, de sentir y de obrar por sí mismos; y que no descendie-
es la que importa, sino la obediencia. sen así gradualmente del nivel de la humanidad.
No negaré, sin embargo, que una constitución semejante Añado, además, que vendrían a ser bien pronto incapaces
no sea infinitamente preferible a la que, después de haber con- de ejercer el grande y único privilegio que les queda. Los pue-
centrado todos los poderes, los depositara en manos de un blos democráticos, que han introducido la libertad en la esfera
hombre o de un cuerpo irresponsable. De todas las formas que política, al mismo tiempo que aumentaban el despotismo en la
el despotismo democrático puede tomar, indudablemente ésta esfera administrativa, han sido conducidos a singularidades
sería la peor. bien extrañas: Si se trata de dirigir los pequeños negocios en
Cuando el soberano es electivo o está vigilado de cerca por que sólo el buen sentido puede bastar, juzgan que los ciudada-
una legislatura realmente electiva e independiente, la opresión nos son incapaces de ello; si es preciso conducir el gobierno de
que hace sufrir a los individuos es algunas veces más grande, todo el Estado, confían a estos ciudadanos inmensas prerroga-
pero siempre es menos degradante, porque cada ciudadano, tivas, haciéndose alternativamente los juguetes del soberano y
después de que se le sujeta y reduce a la impotencia, puede to- de sus señores; más que reyes y menos que hombres. Después
davía figurarse que al obedecer no se somete sino a sí mismo y de haber agotado todos los diferentes sistemas de elección, sin
que a cada una de sus voluntades sacrifica todas las demás. hallar uno que les convenga, se aturden y buscan todavía, co-
mo si el mal que tratan de remediar no dependiera de la cons-
Comprendo igualmente que, cuando el soberano represen- titución del país, más bien que de la del cuerpo electoral.
ta a la nación y depende de ella, las fuerzas y los derechos que
se arrancan a cada ciudadano, no sirven solamente al jefe del Es difícil, en efecto, concebir de qué manera hombres que
Estado, sino que aprovechan al Estado mismo y que los parti- han renunciado enteramente al hábito de dirigirse a sí mismos,
culares obtienen algún fruto del sacrificio que han hecho al pú- pudieran dirigir bien a los que deben conducir, y no se creerá
blico de su independencia. nunca que un gobierno liberal, enérgico y prudente, pueda sa-
lir de los sufragios de un pueblo de esclavos.
Crear una representación nacional en un país muy centra-
Una constitución republicana, por un lado, y por otro ultra-
lizado, es disminuir el mal que la extrema centralización pue-
monárquica, me ha parecido siempre un monstruo efímero.
de producir, pero no es destruirlo.
Los vicios de los gobernantes y la imbecilidad de los goberna-
Bien veo que de este modo se conserva la intervención in- dos, no tardarían en producir su ruina, y el pueblo, cansado de
dividual en los negocios más importantes; pero se anula en los sus representantes y de sí mismo, crearía instituciones más li-
pequeños y en los particulares. Se olvida que en los detalles es bres o volvería pronto a doblar la cerviz ante un solo jefe.

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 183


Textos
seleccionados Alexis de Tocqueville
Fuente: EL ANTIGUO RÉGIMEN Y LA REVOLUCIÓN
Traducción de Ángel Guillén
Guadarrama, Madrid 1969, cap. 8

11. Cómo la Revolución surgió espontáneamente del país del que hasta entonces sólo había sido la capital, o más
bien, se había convertido en el país entero. Estos dos hechos, que
Para acabar, quiero analizar globalmente algunos de los eran peculiares de Francia, bastarían por sí solos, si fuera nece-
rasgos que ya he descrito por separado, y ver cómo la Revolu- sario, para explicar por qué una revuelta pudo destruir de arriba
ción surgió espontáneamente del antiguo régimen cuyo retrato a abajo una monarquía que había soportado durante tantos si-
acabo de trazar. glos tan violentos ataques, y que, la víspera de su caída, parecía
Si se considera que donde más había perdido lo que tenía todavía inquebrantable a los mismos que iban a derribarla.
de útil y protector el sistema feudal, sin cambiar nada de lo que Siendo Francia uno de los países de Europa en que desde
en él había de perjudicial y de irritante, había sido en Francia, hacía más tiempo y de modo más absoluto se había extinguido
resulta menos sorprendente que la Revolución estallara preci- todo género de vida política, donde los particulares habían per-
samente aquí antes que en cualquier otra parte. dido más completamente la práctica de la gestión pública, el
Si se tiene en cuenta que la nobleza, tras haber perdido sus hábito de saber leer en los hechos, la experiencia de los movi-
derechos políticos y dejado, más que en ningún otro país de la mientos populares y casi la noción de lo que es pueblo, es fácil
Europa feudal, de administrar y de dirigir a los habitantes, no so- comprender por qué pudieran caer al mismo tiempo, sin darse
lamente había conservado sino incrementado en gran manera cuenta, todos los franceses en una revolución terrible, mar-
sus inmunidades pecuniarias y las ventajas de que gozaban indi- chando en primer lugar los más amenazados por ella, que se
vidualmente sus miembros; y que, al mismo tiempo que se con- encargaron de abrir y ensanchar el camino.
vertía en una clase subordinada, seguía siendo una clase privile- Como ya no existían instituciones libres, ni por consiguien-
giada y cerrada, cada vez menos aristocracia y más casta, como te clases políticas, cuerpos políticos vivos, partidos organizados
he dicho en otra parte, no nos extrañará el que sus privilegios pa- y dirigidos, y como en ausencia de todas estas fuerzas regulares
recieran tan inexplicables y tan detestables a los franceses, y que, la dirección de la opinión pública, cuando esta opinión pública
ante el espectáculo que ofrecía, el ansia de democracia se encen- renació, recayó únicamente en los filósofos, era de esperar que
diera en sus corazones hasta el punto de que aún sigue ardiendo. la Revolución fuera dirigida, más que por algunos hechos parti-
Si se piensa, en fin, que esta nobleza, separada de las clases culares, por principios abstractos y teorías generales. Se podía
medias, a las que había rechazado de su seno, y del pueblo, cu- augurar que, en lugar de atacar separadamente a las malas le-
yo corazón había dejado escapar, estaba completamente aisla- yes, se atacaría a todas las leyes, y se querría sustituir la antigua
da en medio de la nación, siendo en apariencia la cabeza de un constitución de Francia por un sistema de gobierno completa-
ejército y en realidad un cuerpo de oficiales sin soldados, se mente nuevo que dichos escritores habían concebido.
comprenderá cómo, después de haber estado durante mil años Encontrándose la Iglesia naturalmente relacionada con to-
en pie, pudo ser derribada en el espacio de una noche. das las antiguas instituciones que se intentaba destruir, no se
Ya he expuesto de qué manera el gobierno del rey, habiendo podía dudar que esta revolución quebrantaría la religión al
abolido las libertades y desplazado a todos los poderes locales en mismo tiempo que derribaba el poder civil; a raíz de esto, era
las tres cuartas partes de Francia para ocupar su lugar, había imposible predecir a qué temeridades inauditas podría entre-
atraído a sí todos los asuntos, tanto los de menor entidad como garse el espíritu de los innovadores, liberados a la vez de todas
los más importantes. He mostrado, por otra parte, cómo, por las barreras que la religión, las costumbres y las leyes levanta-
una consecuencia necesaria, París se había convertido en dueña ban ante la imaginación de los hombres.

184 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


El que hubiese estudiado bien el estado del país habría pre- mismo, prestó al menos su espíritu de gobierno; y si, por otra
visto fácilmente que no existía temeridad, por inaudita que fue- parte, se consideran las condiciones en que este pueblo había
ra, que no pudiese ser intentada, ni violencia que no hubiese vivido bajo el antiguo régimen, no costará ningún trabajo ima-
que soportar. ginar lo que iba a hacer.
«¡Y cómo!» exclama Burke en uno de sus elocuentes pan- Las mismas particularidades de su condición le habían pro-
fletos: «No se encuentra un solo hombre que pueda responder porcionado varias raras virtudes. Manumitido desde muy anti-
por el más insignificante distrito; es más, ni siquiera hay uno guo, propietario desde hacía bastante tiempo de un pedazo de
que pueda responder por un semejante. Todo el mundo se deja tierra, aislado más que dependiente, se mostraba sobrio y or-
detener en su casa sin ofrecer resistencia, se trate de realistas, gulloso; estaba acostumbrado al trabajo, era indiferente a las
moderados, o lo que sea.» Burke ignoraba en qué condiciones pequeñas comodidades de la vida, resignado ante los mayores
esta monarquía, cuya caída tanto lamentaba, nos había dejado males, firme ante el peligro; raza sencilla y viril que había de
en manos de nuestros nuevos amos. La administración del an- nutrir las filas de aquellos potentes ejércitos ante los cuales Eu-
tiguo régimen había quitado de antemano a los franceses la po- ropa se humillaría. Pero estas mismas causas hacían de él un
sibilidad y el deseo de ayudarse mutuamente. Cuando la Revo- amo peligroso. Como desde hacía siglos había soportado casi
lución sobrevino, se hubiera buscado en vano en la mayor parte solo el peso de todos los abusos, como había vivido apartado,
de Francia diez hombres acostumbrados a actuar en común de alimentado en el silencio sus prejuicios, sus envidias y sus
una manera regular y a velar por su propia defensa; el poder odios, los rigores de su destino le habían endurecido, y al mis-
central debía encargarse de ello, de modo que, habiendo caído mo tiempo le habían hecho capaz de soportarlo todo y de ha-
el poder central de manos de la administración real en las de cérselo soportar a los demás.
una asamblea irresponsable y soberana, y que de benévola pa- Y fue en este estado de ánimo como, al tomar las riendas
só a ser terrible, dicho poder central no encontró nada que lo del gobierno, emprendió la tarea de dar cima por sí mismo a la
detuviera, ni siquiera que lo retardara. La misma causa que tan obra de la Revolución. Los libros habían proporcionado la teo-
fácilmente había hecho caer a la monarquía, lo hizo todo posi- ría; el pueblo se encargó de la práctica, y aplicó las ideas de los
ble después de su caída. escritores a sus propias pasiones.
Jamás la tolerancia en materia de religión, la blandura en Los que hayan estudiado atentamente la Francia del siglo
el mando, la humanidad e incluso la benevolencia habían sido XVIII, que se describe en este libro, habrán podido ver nacer y
más predicadas, y al parecer más admitidas, que en el siglo desarrollarse en su seno dos pasiones principales, que no son
XVIII; el mismo derecho de guerra, que era como el último re- contemporáneas y que no siempre tendieron al mismo fin.
fugio de la violencia, se había suavizado y restringido ¡Del seno
de costumbres tan tolerantes iba a surgir, no obstante, la revo- Una de ellas, la más profunda y procedente de más lejos, es
lución más inhumana! Y sin embargo, esta suavización de las el odio violento e inextinguible a la desigualdad. Este odio ha-
costumbres no era un falso semblante; porque, cuando el furor bía nacido y se había nutrido de la contemplación de esta mis-
de la Revolución se calmó, esa misma suavidad se extendió a ma desigualdad, y desde hacía mucho tiempo impulsaba a los
todas las leyes y penetró todas las prácticas políticas. franceses, con una fuerza continua e irresistible, a desear des-
truir hasta sus cimientos todo lo que quedaba de las institucio-
El contraste entre la benignidad de las teorías y la violencia nes de la Edad Media, para, una vez el terreno vacío, construir
de los actos, que fue una de las características más extrañas de en el una sociedad en que los hombres fuesen tan semejantes y
la Revolución francesa, no sorprenderá a nadie si se tiene en las condiciones tan iguales como lo exige la humanidad.
cuenta que esta Revolución fue preparada por las clases más ci-
La otra, más reciente y menos arraigada, los llevaba a de-
vilizadas de la nación, y ejecutada por las más incultas y más
sear vivir no solamente iguales, sino libres.
rudas. No teniendo los miembros de las primeras ningún lazo
que los uniera entre sí, ningún habito de entenderse mutua- Hacia el final del antiguo régimen, estas dos pasiones eran
mente, ningún poder sobre el pueblo, éste se convirtió casi in- tan sinceras y parecían tan vivas la una como la otra. Al co-
mediatamente en el poder dirigente, en cuanto los antiguos po- mienzo de la Revolución, ambas se encontraron, se mezclaron y
deres quedaron destruidos. Allí donde no gobernó por sí se confundieron por un momento, caldeándose con el mutuo

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 185


contacto e inflamando finalmente el corazón de toda Francia. a la igualdad, podían fácilmente ocupar un lugar dentro de la
Hacia el 89, época de inexperiencia sin duda, pero de generosi- nueva sociedad, y que, sin embargo, ofrecían al despotismo fa-
dad, de entusiasmo, de virilidad y de grandeza, seguirán vol- cilidades singulares. Se las buscó en medio de las ruinas de to-
viéndose con admiración y respeto las miradas de todos los das las demás y se las encontró. Estas instituciones habían he-
hombres, cuando ya los que fueron sus espectadores y nosotros cho nacer en otro tiempo hábitos, pasiones e ideas que
mismos hayamos desaparecido mucho tiempo antes. En aquella tendían a mantener a los hombres divididos y obedientes; se
época los franceses se sintieron tan orgullosos de su causa y de las reavivó y se las alentó. Se rescató a la centralización de en
sí mismos que llegaron a creer que podían ser iguales dentro de medio de sus ruinas y se la restauró; y como, al mismo tiem-
la libertad. En medio de las instituciones democráticas crearon, po que se le reinstauraba, todo lo que antaño podía limitarla
por tanto, instituciones libres. No solamente redujeron al polvo había quedado destruido, de las mismas entrañas de una na-
aquella legislación anticuada que dividía a los hombres en cas- ción que acababa de derribar a la realeza surgió de repente un
tas, en corporaciones y en clases, haciendo sus derechos más de- poder más extenso, más detallado y más absoluto que el que
siguales aún que sus condiciones, sino que pulverizaron de un nunca ejerciera ninguno de nuestros reyes. La empresa pare-
solo golpe aquellas otras leyes, obra más reciente del poder real, ció de una temeridad extraordinaria y su éxito inaudito, por-
que habían arrebatado a la nación el libre disfrute de sí misma que no se pensaba más que en lo que se veía y se olvidaba lo
y que habían colocado al gobierno al lado de cada ciudadano, que se había visto. El dominador cayó, pero lo más substan-
para que fuera su preceptor, su tutor, y en caso necesario, su cial de su obra permaneció en pie; su gobierno pereció, pero
opresor. Junto con el poder absoluto cayó la centralización. su administración continuó viviendo, y cuantas veces han
querido los hombres posteriormente abolir el poder absoluto,
Pero cuando esta generación vigorosa que había comenzado se han limitado a poner la cabeza de la Libertad sobre un
la Revolución quedó destruida o debilitada, como le suele ocurrir cuerpo servil.
de ordinario a toda generación que emprende tales empresas;
cuando. siguiendo el curso natural de los acontecimientos de es-
ta especie, el amor a la libertad perdió alientos y fuerzas en me- A intervalos, desde que la Revolución comenzó hasta nues-
dio de la anarquía y de la dictadura popular, y la nación extravia- tros días, hemos visto apagarse la pasión por la libertad, rena-
da comenzó a buscar como a tientas un nuevo amo, el gobierno cer a continuación, volverse a apagar y volver a renacer; y así
absoluto encontró para renacer y establecerse unas prodigiosas seguirá siendo durante mucho tiempo, siempre inexperta y mal
facilidades, que supo ver sin ningún esfuerzo el genio del que ha- regulada fácil de desanimar, de aterrar y de vencer, superficial
bía de ser a la vez continuador y destructor de la Revolución. y pasajera. Pero durante todo este tiempo la pasión por la igual-
dad ha ocupado siempre el fondo de los corazones, de los que
El antiguo régimen había incluido, en efecto, toda una se- fue la primera en apoderarse, y allí se mantiene adherida a los
rie de instituciones de corte moderno, que, no siendo hostiles sentimientos que nos son más queridos.

Textos
seleccionados Alexis de Tocqueville
Fuente: RECUERDOS DE LA REVOLUCIÓN DE 1848
Traducción de Marcial Suárez
Trotta, Madrid 1994, pp. 79-81

12. Causas y consecuencias de la Revolución de febrero Yo he vivido con gentes de letras, que han escrito la histo-
ria sin mezclarse en los asuntos, y con políticos que nunca se
Mi juicio sobre las causas del 24 de febrero, y mis ideas han preocupado más que de producir los hechos, sin pensar en
acerca de sus consecuencias. describirlos. Siempre he observado que los primeros veían por

186 PARA COMPRENDER LA TEORÍA SOCIOLÓGICA


todas partes causas generales, mientras los otros, al vivir en de los goces materiales que, bajo el aguijón del gobierno, exci-
medio del entramado de los hechos cotidianos, tendían a ima- taba cada vez más a aquella misma multitud; el resquemor de-
ginar que todo debía atribuirse a incidentes particulares, y que mocrático de la envidia que la minaba sordamente; las teorías
los pequeños resortes que ellos hacían jugar constantemente en económicas y políticas, que comenzaban a manifestarse y que
sus manos eran los mismos que mueven el mundo. Es de creer tendían a hacer creer que las miserias humanas eran obra de las
que se equivocan los unos y los otros. leyes y no de la Providencia, y que se podía suprimir la pobreza
cambiando de base a la sociedad; el desprecio en que había ca-
Por mi parte, detesto esos sistemas absolutos, que hacen de-
ído la clase que gobernaba y, sobre todo, los hombres que mar-
pender todos los acontecimientos de la historia de grandes cau-
chaban a su cabeza, desprecio tan general y tan profundo, que
sas primeras que se ligan las unas a las otras mediante una ca-
paralizó la resistencia de los mismos a quienes más interesaba
dena fatal, y que eliminan a los hombres, por así decirlo, de la
el mantenimiento del poder que se derribaba; la centralización,
historia del género humano. Los encuentro estrechos en su pre-
que redujo toda la acción revolucionaria a apoderarse de París
tendida grandeza, y falsos bajo su apariencia de verdad mate-
y a intervenir la máquina de la administración, perfectamente
mática. Creo –y que no se ofendan los escritores que han inven-
montada; la movilidad, en fin, de todas las cosas, de las institu-
tado esas sublimes teorías para alimentar su vanidad y facilitar
ciones, de las ideas, de las costumbres y de los hombres, en una
su trabajo– que muchos hechos históricos importantes no po-
sociedad que se mueve, que ha sido removida por siete grandes
drían explicarse más que por circunstancias accidentales, y que
revoluciones en menos de sesenta años, sin contar con un gran
muchos otros son inexplicables; que, en fin, el azar –o, más
número de pequeñas conmociones secundarias: ésas fueron las
bien, ese entrelazamiento de causas segundas, al que damos ese
causas generales, sin las que la revolución de Febrero habría si-
nombre porque no sabemos desenredarlo– tiene una gran inter-
do imposible. Los principales accidentes que la provocaron fue-
vención en todo lo que nosotros vemos en el teatro del mundo,
ron las torpes pasiones de la oposición dinástica, que preparó
pero creo firmemente que el azar no hace nada que no esté pre-
una sedición al querer hacer una reforma; la represión de esta
parado de antemano. Los hechos anteriores, la naturaleza de las
sedición, al principio excesiva, y luego abandonada; la súbita
instituciones, el giro de los espíritus, el estado de las costumbres
desaparición de los antiguos ministros, que vino a romper, de
son los materiales con los que el azar compone esas improvisa-
golpe, los hilos del poder, que los nuevos ministros, en su tur-
ciones que nos asombran y que nos aterran.
bación, no supieron recoger a tiempo, ni reanudar; los errores y
La revolución de Febrero, como todos los otros grandes el desorden mental de aquellos ministros, tan incapaces de con-
acontecimientos de ese género, nació de unas causas generales, solidar lo que habían sido bastante fuertes para debilitar; las va-
fecundadas, si podemos decirlo así, por unos accidentes; y tan cilaciones de los generales, la ausencia de los únicos príncipes
superficial sería hacerla derivar necesariamente de las prime- que tenían popularidad y energía; pero, sobre todo, la especie de
ras, como atribuirla únicamente a los segundos. imbecilidad senil del rey Luis-Felipe, dolencia que nadie habría
podido prever, y que sigue siendo casi increíble, aun después de
La revolución industrial, que, desde hacía treinta años, ha- que los hechos la pusieron de manifiesto.
bía convertido a París en la primera ciudad manufacturera de
Francia, y atraído a sus murallas toda una nueva población de Presentación del autor, bibliografía y selección de textos
obreros, a la que los trabajos de las fortificaciones habían aña- a cargo de José Luis Iturrate Vea
dido otra población de agricultores ahora sin empleo; el ardor (profesor de la Universidad de Deusto)

1.8. Herbert Spencer (1820-1903)


La obra de este sociólogo y filósofo inglés, defensor del evolu- en Derby (Inglaterra), era hijo de un maestro inconformista y libe-
cionismo, del utilitarismo y del liberalismo, tuvo en su tiempo, en ral. Su instrucción irregular le proporcionó una buena base en ma-
la Inglaterra victoriana, una difusión e influjo intelectual inmensos temáticas y física, y el gusto por las ciencias. Con 17 años asumió
en Europa y sobre todo en EE.UU. Herbert Spencer nació en 1820 con éxito el cargo de ingeniero de ferrocarriles y prosiguió su au-

JOSETXO BERIAIN - JOSÉ LUIS ITURRATE 187

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