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24/9/2018 El burro de Maduro – Español

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OPINIÓN | COMEN T A RIO

El burro de Maduro
Por Alberto Barrera T y szka 23 de septiembre de 2018

CIUDAD DE MÉXICO — El título de este artículo es una frase peligrosa. Podría


ser diseccionado semánticamente por un tribunal en Venezuela y condenarte a
veinte años de prisión.

¿Qué quiere decir realmente? ¿Que Nicolás Maduro tiene, posee, un burro?
¿Que es el dueño legítimo de un animal cuadrúpedo, de la familia de los
équidos, conocido como burro, asno o borrico? ¿O quiere decir, más bien, que
Nicolás Maduro es un burro? ¿Se refiere acaso a esa acepción de “persona bruta
e incivil”, como refiere el diccionario de la Real Academia de la Lengua
Española? El problema de fondo, sin duda, es que esta interpretación sea un
asunto judicial en Venezuela.

Ricardo Prieto y Carlos Varón, dos miembros del cuerpo de bomberos de


Apartaderos, una población de la región andina del país, decidieron un día
pasear a un burro por los diferentes espacios de su estación. Mientras el animal
deambulaba, fueron filmándolo con un teléfono, haciendo comentarios en
evidente tono de broma, relatando que se trataba de una visita de Nicolás
Maduro a las abandonadas dependencias del cuerpo. Alguien colgó el video en
las redes sociales y, de pronto, esa jocosa “visita presidencial” se volvió viral.

Y entonces, unos oficiales de la Dirección General de Contrainteligencia


Militar se presentaron y detuvieron a los bomberos. Y entonces, poco después,
en un acto casi instantáneo, fueron imputados por el cargo “instigación al
odio”. Y entonces, luego, en una rueda de prensa, el propio Maduro se mostró
intemperante y agresivo en contra de un periodista que se atrevió a preguntar
por el caso: dudó de su calidad y de su honestidad profesional y se negó a

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24/9/2018 El burro de Maduro – Español

responderle. Esta seguidilla de hechos y declaraciones solo ha logrado


magnificar y darle más resonancia a lo que era una simple broma.

¿Cómo un burro puede llegar tan lejos?

La respuesta a esa pregunta está en la violencia que estructura y define


cada vez más a la élite que domina de forma autoritaria a Venezuela. Es una
clase, tan reducida como feroz, que todavía no entiende que hay cosas, como la
inflación o el humor, que no se pueden controlar imponiendo decretos. Por eso
reaccionan ante ambas con la misma ceguera y brutalidad.

La represión y la censura, ya se sabe, sirven para mostrar fuerza pero


también delatan una enorme fragilidad. Quien no tiene argumentos tampoco
tiene humor. Solo puede negociar a golpes con la realidad. Como señala el
poeta Charles Simic, el humor muestra “la dimensión ridícula de la autoridad”.
Relativiza su poder, lo democratiza. Es un indicador natural del estado en que
se encuentra cualquier sociedad, de su capacidad de discernimiento y de
ejercicio de las libertades. Reprimir el ingenio o el chiste es una expresión
inequívoca de una gran violencia institucional, un síntoma de un régimen
aterrado que distribuye terror.

Quizás vale la pena recordar el caso de Marianne Elise K., una viuda a
quien en 1943, en una pausa de trabajo, se le ocurrió contarle a un compañero
de la fábrica un chiste sobre Hitler. Fue delataba, acusada, enjuiciada por el
Tribunal del Pueblo y condenada a muerte. La lógica del poder a veces se parece
mucho al descontrol. En medio de la decadencia militar nazi, entre la zozobra y
el temor, una mujer fue ejecutada por decir un chiste. Año y medio después, el
füher también estaba muerto. El chiste todavía existe. La risa, según decía
Mijaíl Bajtín, nunca “pudo oficializarse, fue siempre un arma de liberación en
las manos del pueblo”.

La broma de dos bomberos que quisieron reírse un poco de la autoridad y


de su propia desgracia, se ha encontrado con una destemplada y feroz reacción
del gobierno. Mientras la región se organiza para discutir el terrible problema
del flujo migratorio y debatir de forma colectiva el caso de Venezuela, Nicolás
Maduro logra que dos humildes apagafuegos formen parte de los más de 250
presos políticos que ya tiene su régimen.

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24/9/2018 El burro de Maduro – Español

La intolerancia ante el humor refleja nítidamente el grado de autoritarismo


que necesita Maduro para continuar en el poder. Lo del burro es una tontería.
Basta recordar que en el año 2006, públicamente, Hugo Chávez se burló del
entonces presidente George W. Bush, llamándolo donkey en varias
oportunidades. El tema real es la violencia. Resulta irónico, casi un chiste cruel,
que mientras la mayoría del Grupo de Lima se pronuncia en contra de una
intervención violenta en Venezuela, el gobierno venezolano se pronuncia a favor
de una intervención violenta en contra de los ciudadanos de su propio país.

No creo que la solución o la salida a la tragedia que vive mi país sea una
invasión militar. Pero sí creo que hay que debatir, buscar y encontrar nuevas
maneras de actuar y presionar de manera más eficaz a un gobierno que actúa
de manera hipócrita y salvaje, que exige internacionalmente aquello que no
desea cumplir dentro de sus fronteras. Con el pretexto de la amenaza de una
invasión externa, el gobierno de Maduro ha invadido y saqueado a su país y a
sus ciudadanos. ¿Qué se puede hacer entonces frente a un gobierno violento que
se alimenta del carácter no violento de sus vecinos?

Nicolás Maduro no es un burro. Puede que sea inepto y negligente, que con
frecuencia actúe como un incivil. Pero no es bruto. No seguiría ahí si lo fuera.
No habría logrado apartar a sus rivales internos y consolidarse como lo ha
hecho. No tiene humor pero sí tiene un proyecto. Él —o a quienes él representa
— desea quedarse para siempre en el gobierno. Cada vez con más poder. De
cualquier forma y a cualquier precio. Incluso, al tratar de hacer lo imposible:
prohibir la risa.

La internacionalización del conflicto no puede opacar el endurecimiento


represivo que el gobierno de Maduro ejerce dentro de Venezuela. Es necesario,
desde la experiencia ciudadana y desde la práctica política, pero también desde
la solidaridad internacional y desde la diplomacia, inventar nuevas formas de
presión, nuevos mecanismos de lucha. ¿Es posible desarmar y derrotar a los
violentos de manera pacífica? ¿Cómo? Ese es el debate.

Alberto Barrera Tyszka es escritor y colaborador regular de The New York Times en Español. Su
novela más reciente es “Patria o muerte”.

Grupo de Lima, humor, Intervención militar, Nicolás Maduro, represión, Venezuela

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24/9/2018 El burro de Maduro – Español

© 2018 The New York Times Company

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