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En 1950 el brillante y parco poeta galés Dylan Thomas nos visitó por vez
primera. Ahora ha vuelto, tanto por demanda popular como por deseo
propio, para leer sus propios versos y los de otros poetas en la YMHA
(Young Women Hebrew Association) de la calle 92, en el Museo de Arte
Moderno y en docenas de facultades y universidades. Para celebrar el
acontecimiento, New Directions va a publicar sus nuevos poemas, In
Contrary Sleep. Como celebración a nivel más personal, este periodista
entabló con él una repetición de su conversación previa. Estaba
convencido, y era apostar sobre seguro, de que Mr. Thomas no se
repetiría, no podría repetirse. Como resultó ser inexorablemente.
Eso era lo que su seguro servidor opinaba de la prosa de Eliot. Mr. Thomas
asintió.
—Eliot las mantiene separadas. Emplea una prosa bellísima, aunque sólo
porque no tiene nada que ver con los versos. Un poeta no puede escribir
prosa extravagante: sería desbordar el cieno. Joyce es exactamente el
caso opuesto. Escribía una poesía simple y limpia y una prosa
maravillosamente imaginativa. En la mayoría de los casos ocurre lo
contrario. Los escritores deberían guardarse sus opiniones para la prosa.
—Las emplean con asiduidad las personas que no deben —respondió Mr.
Thomas, con expresión propia de un búho.