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Samuel Beckett - Samuel Beckett

entrevistado por Israel Shenker

Samuel Beckett (1906-1989), novelista y dramaturgo francés, nació y se


educó en Irlanda. Escribió sus dos primeras novelas y parte de su obra
poética en inglés, pero en 1932 tomó la decisión de instalarse en Francia.
A partir de ese momento escribiría en francés su trilogía Molloy (Molloy,
1951), Malone muere (Malone meurt, 1951) y El innombrable
(Innominable, 1953), así como las sombrías y a la vez cómicas obras de
teatro por las que es más conocido, Esperando a Godot (1956) y El juego
final (1957). Estas piezas teatrales fueron encuadradas dentro del teatro
del absurdo. Fue galardonado con el premio Nobel de Literatura en 1969.
Israel Shenker (n. 1925) fue corresponsal en Europa de Time Magazine
desde 1949 hasta 1968. A continuación se incorporó como reportero a The
New York Times.

Samuel Beckett es una presencia enjuta e impresionante, con la furibunda


mirada de un ápostol cuya misión fuera convertirse en el flagelo de los
pecadores del mundo.

Vive en París, en el octavo piso de un bloque de apartamentos de clase


media, no más ruinoso que el promedio parisino.

Habla con concisión, como sus personajes, con dolorosa indecisión,


temeroso de expresarse con palabras, consciente de que hablar no es más
que otro modo de levantar polvo.

—La primera vez que vine a París, en 1927, lo hice como estudiante del
Trinity College, tras graduarme en francés e italiano. En 1928 regresé a la
Ecole Nórmale Supérieure como profesor invitado dentro de un programa
de intercambio...

"Abandoné el centro en 1930. Había sido nombrado ayudante de la cátedra


de Francés en Dublín por un periodo de tres años... Renuncié cuatro
trimestres más tarde... No me gustaba la enseñanza. No conseguía
centrarme en el trabajo... Entonces abandoné Irlanda.

"Estuve en Alemania, en Londres, volví a Dublín. Andaba muy perdido.


Guardo una imagen muy confusa de aquella época. Escribí More Pricks
than Kicks y Echo's Bones. Y también mi primera novela, Murphy. Eso fue
en Londres. Los poemas surgieron aquí y allá, por todas partes.

"Tenía un hermano mayor que yo. Se dedicaba al cálculo de materiales en


las construcciones, como mi padre. Es un puesto intermedio entre el
arquitecto y el constructor. Mi hermano se hizo cargo del negocio de mi
padre cuando éste murió.

"No me gustaba vivir en Irlanda. Ya sabe a lo que me refiero... toda esa


teocracia, la censura de libros, ese tipo de cosas. Preferí vivir en el
extranjero. Regresé a París y estuve alojado en un hotel durante algún
tiempo. Más tarde decidí establecerme y construir aquí mi vida. Eso fue en
1933.

"Mientras vivió mi madre, iba a visitarla una vez al año y pasaba con ella
un mes durante el verano. Mi madre murió en 1950.

"Hacía muchas traducciones, daba clases (de inglés), y realizaba algunos


trabajos para la UNESCO. Pero me adelanto a los acontecimientos.

"Estaba en la Ecole Nórmale, en 1928 o 1929, cuando probé a traducir al


francés con un amigo el pasaje de Anna Livia de Finnegans Wake. Ésa fue
la primera traducción. Apareció más tarde, revisada por otros, incluido
Joyce. El boceto original lo hicimos entre Alfred Peron y yo. Él también
está muerto; le mataron los alemanes.
"No fui nunca secretario de Joyce, pero como todos sus amigos, le
ayudaba. Tenía graves problemas con la vista. Hacía trabajos sueltos para
él, como marcarle pasajes o leerle, pero nunca escribí ninguna de sus
cartas.

"Cuando se desató la guerra en 1939 me encontraba en Irlanda. Regresé


a Francia de inmediato. Prefería Francia en guerra a Irlanda en paz. Me
marché justo a tiempo. Estuve aquí hasta 1942 y después tuve que
marcharme, así que me fui a Vaucluse. Fue por culpa de los alemanes.
Porque yo no sabía quedarme callado. Me metí en... ¿Cómo explicarlo?
No me gusta hablar de la Resistencia..., se trataba de un grupo francés en
el que estaba mi amigo Perón. Nuestra misión era recabar información de
todo tipo y enviarla a Londres. Desempeñé toda clase de trabajos...
Recibía los fragmentos de información según llegaban, los clasificaba y los
pasaba a máquina.

"Escribí mi último libro en inglés durante la guerra: Watt. Después de la


guerra, en 1945, volví a Irlanda y luego regresé a Francia con la Cruz Roja
irlandesa como intérprete y almacenero. La Cruz Roja irlandesa había
ofrecido a Saint Lo un hospital enteramente equipado con alimentos y
material médico. Fui con ellos a Saint Lo, pero no permanecí mucho tiempo
en la Cruz Roja irlandesa.

"A pesar de haber tenido que salir huyendo en 1942, logré conservar mi
apartamento. Volví a él y empecé a escribir de nuevo, esta vez en francés.
Simplemente, me apetecía hacerlo. Fue una experiencia distinta a escribir
en inglés. Para mí, escribir en francés resultaba... más excitante.
"Escribí todas mis obras muy deprisa, entre 1946 y 1950. Mi trabajo en
francés me llevó a un punto en el que me abrumaba la impresión de que
estaba diciendo lo mismo una y otra vez. A algunos autores les va
resultando más fácil escribir cuanto más escriben. En mi caso se fue
haciendo más y más difícil. Para mí las posibilidades eran cada vez más
reducidas.

Se ha comparado a Beckett con Kafka, pero él ve más diferencias que


similitudes entre ellos.

—Me parece que... Sólo he leído a Kafka en alemán. Me refiero a leerle


en serio. Excepto por algunas cosas en francés e inglés. Leí El castillo en
alemán. Debo reconocer que me resultó difícil llegar al final. El héroe
kafkiano es coherente en sus propósitos. Se siente perdido, pero no es
espiritualmente inestable, no se viene abajo hecho pedazos. Mi gente
parece desmoronarse. Y hay otra diferencia. Dése cuenta de que, en
Kafka, la forma es clásica, avanza como una apisonadora..., es casi
serena. Parece amenazada ininterrumpidamente, pero la turbación está
en la forma. En mí hay turbación detrás de la forma, no en ella.

"Al final de mi obra no hay más que polvo..., lo innombrable. En El


innombrable se produce una desintegración total. No hay 'yo', ni 'tengo', ni
'existencia'. No existe el nominativo, ni el acusativo, ni el verbo. No hay
modo de seguir adelante... Textos para nada fue un intento de superar la
actitud desintegradora, pero fracasó.

"En el caso de Joyce la diferencia es que él era un soberbio manipulador


del material con el que trabajaba, tal vez el más grande. Hacía que las
palabras trabajaran al máximo. En su obra no hay ni una sílaba superflua.
Por mi parte, yo no soy dueño del material con el que trabajo.

"Cuanto más sabía Joyce más podía hacer. Como artista, tiende hacia la
omnisciencia y la omnipotencia. Yo trabajo con la impotencia, con la
ignorancia. No creo que la impotencia haya sido explotada en el pasado.
Parece existir una especie de axioma estético según el cual la expresión
es un logro, debe ser un logro. Mi pequeña exploración se circunscribe a
esa parte del ser que siempre ha sido descartada por los artistas como
algo inutilizable, como algo, por definición, incompatible con el arte.

"Pienso que, en nuestros días, cualquiera que preste la más mínima


atención a su propia experiencia reconoce en ella la experiencia de un no-
conocedor, un impotente. El otro tipo de artista, el armonioso y equilibrado,
me resulta absolutamente ajeno.

"La expresión abstracta, serena, de Valéry, me parece completamente


espúrea... a menos que exista gente cuya experiencia interior sea ésa.
Para mí resulta algo inconcebible.

"No me interesa ningún sistema. No soy capaz de percibir el menor rastro


de sistema alguno en ninguna parte.

—¿Por qué decidió escribir una obra de teatro después de escribir


novelas?

—Yo no decidí hacer una pieza teatral. Simplemente me salió así.


—Los críticos han dicho que la estructura y el mensaje de Esperando a
Godot permitía al autor prescindir de la pluma en cualquier momento.

Beckett disentía.

—Una obra en un acto habría sido demasiado poco, y tres actos habrían
sido demasiado.

—¿Qué hacer, pues, cuando no queda nada por decir? ¿Limitarse a hacer
lo que hacen los demás, seguir intentándolo?

Beckett replicó:

—También hay otros, como Nicolás de Staél, que se tiran por la ventana
después de años de lucha.

(The New York Times, 6 de mayo de 1956)

En Las grandes entrevistas de la historia 1859-1992


Edición e introducción de Christopher Silvester
Traducción: Herminia Bevia y Antonio Resines
Imagen: Paul Joyce

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