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Ser o no ser: la educación como fuerza homogeneizadora

El licenciado Pablo Pineau realiza junto a Luciano Mendes de Faria Filho un


interesante análisis sobre educación en el capítulo La educación y la cuestión de la
construcción de identidades modernas en el siglo XIX. El capítulo se divide en dos
partes y cada una de ellas se enfoca en un caso específico, aunque este texto se
enfocará en el caso argentino.

El texto de Pineau tiene como eje la educación y su papel principal en el


proceso de construcción y consolidación de las naciones modernas de
Latinoamérica, ya que “era posible construir el Estado y la Nación por medio de un
esfuerzo civilizador, una verdadera política de identidad”1. Ese esfuerzo civilizador
entraría en juego en la vida política de la Argentina de principios del siglo XIX por
medio de la educación y de las instituciones educativas reguladas por el Estado. La
pregunta es ¿de qué manera podría la educación contribuir a tal causa? La
respuesta es inmediata y precisa, pues la educación es llamada a homogeneizar y
acabar con las diferencias culturales, pero también establecer cierto grado de
control.

Mariano Moreno también jugó sus cartas y además de estar en contra de la


esclavitud y la explotación de grupos nativos, proponía una educación de un nuevo
sujeto político que adquiriría la categoría de ciudadano. De esa manera no sólo se
conseguiría una homogeneidad sino que además se acabaría con la ignorancia,
que para Moreno era uno de los grandes enemigos interiores del Estado.

El autor avanza en su relato hacía 1820 donde los temas de la


modernización social se encaminaron por nuevos rumbos, aunque la educación
seguía teniendo un lugar destacado en los distintos proyectos políticos de la época.
Entre los diferentes avances conseguidos se destaca el método lancasteriano. De
origen inglés, barato y simple de aplicar, prometía la ilustración general de las
masas de jóvenes. Rivadavia aprobó la creación de una escuela con ese método.

1Pineau, P. “La educación y la cuestión de la construcción de identidades modernas en el siglo


XIX” en, Vidal D. y Ascolari A. Reformas educativas en Brasil y en Argentina, Bs.As., Biblos,
2011. Pág 81.
Educación y progreso

Para mediados del siglo XIX la idea de progreso dominaba los debates
políticos y como no podía ser de otra manera, la educación seguía teniendo un
lugar privilegiado y estaba en el medio de la gran lucha ideológica de dos grandes
pensadores como lo eran Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento.

Alberdi argumentaba que una modernización económica era la solución


general para los problemas que el país enfrentaba, ¿de qué manera? Insertándose
en el mercado capitalista mundial. Aunque sus ideas eran amplias, el autor enfatiza
su concepción de educación. Alberdi distinguía dos formas educativas: educación e
instrucción.

De ésta manera, la instrucción debía ser comprendida como “un ‘derecho


civil’, cuyo ejercicio está a cargo de los sujetos, y no un ‘derecho político’, lo que se
constituiría en una obligación y necesidad del Estado”2.

Sarmiento en cambio deseaba para la Argentina el modelo del capitalismo


de libre competencia. Y uno de sus primeros movimientos fue establecer dos
categorías irreconciliables: civilización y barbarie. Claro que la estructura
conceptual de ambas categorías era mucho más compleja de lo que parecían,
Sarmiento asocia la barbarie con el americano autóctono, el analfabetismo y el
dogmatismo, y con el latifundista. Y a la civilización la asocia con la democracia, la
alfabetización, los minifundios y al anti dogmatismo.

La barbarie era para Sarmiento un problema más que grave, y para revertirlo
pensó una estrategia que por supuesto estaba relacionada con la educación. La
creación de un sistema educativo formal que combinaba elementos de los modelos
norteamericano y francés. Este modelo inspiró la Ley de Educación Común de la
Prov. De Buenos Aires de 1875. Más aún, sobre las ideas de Sarmiento y las leyes
provinciales y nacionales, fue establecido hasta 1880 el sistema educativo oficial.

Estamos en condiciones de decir que tal sistema tuvo en sus orígenes como
finalidades principales disciplinar e integrar a los sectores populares y funcionar
como una instancia de legitimación y formación política para las elites gobernantes.
Quiero resaltar la palabra “integrar”, ya que paradójicamente “el triunfo de los
procesos democratizadores sociales tenia como contrapartida la erradicación (física
o simbólica) de los sujetos sociales previos”3. El sistema educativo buscaba
homogeneizar, crear una identidad nacional, para tal tarea era necesario excluir.

2 Ídem, p. 89.
3 Ídem, p. 92.

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