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Jn 2, 1-11
Con el relato de las "bodas de Caná", situado al inicio del evangelio, el autor busca
transmitirnos el primer retrato de Jesús. Por eso, una lectura del mismo en clave
literal lo desfigura, al reducirlo a un episodio anecdótico que roza lo mágico, y lo
priva de su significado para nosotros.
En efecto, ¿qué sentido podría tener imaginar a un Jesús dotado de poderes
mágicos, que los utilizara para cambiar el agua en vino en una fiesta de bodas?
Cuando se ha leído de esa forma literal, se ha puesto el acento en el "poder" y en la
"bondad" de Jesús, así como en la "preocupación atenta" de María. Nada de eso se
niega, pero parece evidente que el autor no ha querido empezar su evangelio –
sumamente elaborado- con una mera anécdota familiar.
Sabemos que los relatos evangélicos que han llegado a nosotros tuvieron un largo
recorrido hasta quedar plasmados en la forma en que hoy los leemos. Fueron
textos transmitidos oralmente, adaptados a las diferentes situaciones de las
comunidades primeras, elaborados y trabajados con fidelidad al trasfondo histórico
pero, al mismo tiempo, con una gran creatividad, de cara a responder a las nuevas
situaciones y hacerlos comprensibles en los nuevos contextos.
Todo ello ha dado como resultado unos textos magníficos, cargados de simbolismo,
que operan como catequesis que intentan, a la vez, vehicular la fe en Jesús y
mostrar un estilo de vida coherente con su mensaje.
En aquel proceso primero de elaboración, el cuarto evangelio alcanza las cotas más
altas. Todo él es un relato minuciosamente cuidado que juega con un rico
simbolismo, con el que busca presentar a Jesús como el revelador del Padre.
El propio autor nos ha revelado su intención al terminar su propio escrito (el capítulo
21 es un añadido posterior) con estas palabras: "Estos (signos) han sido escritos
para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios; y para que, creyendo,
tengáis en él vida eterna" (20,31).
Por lo que refiere al relato de hoy, si lo leemos con atención, descubriremos
algunos "guiños" del autor, que nos hacen caer en la cuenta de su carácter
simbólico y así evitar leerlo de un modo literalista. Planteo algunos en forma de
interrogantes:
¿Cómo puede ser que, en una fiesta de bodas, no hayan preparado vino
suficiente (teniendo en cuenta, además, de que se trata de gente importante y
que la comida está a cargo de un "mayordomo"?).
¿Cómo entender que esa falta escapa al propio mayordomo que está al tanto
de todo y, sin embargo, es advertida por una invitada (María)?
¿Por qué Jesús se dirige a su madre llamándola "mujer", un término que
designaba a la esposa?
¿Qué sentido tiene que hubiera nada menos que seiscientos litros de agua (!)
para el rito simple de las purificaciones?
¿Por qué la insistencia del autor del evangelio en que se trata del "primer signo" de
Jesús? ¿Cuál es su significado? ¿A qué otros remite?
Todos estos interrogantes, irresolubles desde una lectura literalista, encuentran
pleno sentido cuando acogemos el relato desde la que fue, probablemente, la
intención del autor.
Pero, además de estas cuestiones, una lectura atenta y conocedora del transfondo
histórico, cultural y religioso de nuestro evangelio, encuentra una serie de
elementos portadores de significado preciso. Entre ellos, hay que destacar los
siguientes:
la boda,
la referencia a la "hora",
el tercer día,
el número seis,
que las tinajas sean "de piedra" y utilizadas para la purificación,
la carencia de vino,
el hecho de llenarlas de agua "hasta arriba",
la presencia de la madre de Jesús (a quien nunca llama María, sino "mujer"),
la frase: "Haced lo que él os diga", etc.
Ante tal presencia de elementos simbólicos, Ch. Dodd, uno de los mejores
especialistas en el estudio de este evangelio, llega a plantear que el presente relato
sería, en su origen, una parábola que tendría como "motivo central", igual que
tantas otras, una fiesta nupcial. Posteriormente, el relato parabólico se habría
convertido en una "historia de milagro".
A partir de los elementos que el evangelista nos ofrece, parece que pueden
detectarse fácilmente las claves que hacen posible la comprensión de nuestro
relato en profundidad.
El agua simboliza la religión vacía;
el vino, la alegría y la vida abundante que proceden de Dios;
María es la "mujer", el resto fiel de Israel, "desposado" con Dios;
las bodas son el símbolo de la unión (alianza) de Dios con el pueblo;
las tinajas de piedra (seis es el número de lo imperfecto e incompleto)
representan a la Ley, que pretende purificar al ser humano, pero que en
realidad es algo vacío;
la expresión "haced lo que él os diga" es prácticamente idéntica a la que
pronunció el pueblo el día de la alianza (pacto, desposorio) del Sinaí: "Nosotros
haremos todo lo que el Señor ha dicho" (Libro del Éxodo 19,8);
que sea el "comienzo de los signos" hace de éste el prototipo y clave de
interpretación de los que seguirán (en total, serán "siete", el número que
expresa la plenitud).
Con estas claves, podemos comprender que lo que ocurre en Caná preanuncia las
bodas de la Cruz (19,25-27) y de la mañana de Pascua (20,1-18):
María será llamada de nuevo "mujer", como símbolo del pueblo fiel del Antiguo
Testamento que ha generado al Mesías y al nuevo pueblo (el "discípulo
amado": "Mujer, ahí tienes a tu hijo");
María Magdalena, por su parte, es la otra "mujer", símbolo de la iglesia que se
desposa con Jesús en el huerto o jardín (imagen del Edén y del huerto del
Cantar de los Cantares).
Con todo ello, Caná declara que el judaísmo está caducado; y, con él, la religión.
De hecho, a continuación, el evangelio presentará a Jesús...
como el "nuevo templo"
"«destruid este templo y en tres días yo lo levantaré de nuevo»: el templo del
que hablaba Jesús era su propio cuerpo": 3,19-21)
y proclamando que
"para dar culto al Padre, no tendréis que subir a este monte ni ir a Jerusalén...
Ha llegado la hora en que los que rindan
verdaderamente culto al Padre, lo harán en espíritu y en verdad... Dios es
espíritu, y los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y
en verdad" (4,21-24).
La boda en la que falta el vino simboliza la antigua alianza que va a ser sustituida
por la nueva, en la que se dará el vino del Espíritu. Jesús inaugura una nueva
relación del hombre con Dios, que no estará mediatizada por la Ley, sino creada
por el mismo Espíritu de Dios. Jesús, el nuevo Esposo (1,15.30) o centro de la
nueva comunidad humana, anuncia el cambio, que tendrá lugar cuando llegue su
hora, la de su muerte-resurrección.
Así leído, descubrimos la hondura y centralidad de este relato. El texto, en el
conjunto del evangelio de Juan, significa la obra entera de Jesús, que proclama y
posibilita las "bodas" de Dios con el ser humano (que en el Antiguo Testamento se
entendían como alianza). Para el evangelista, la nueva alianza se inicia ahora con
la vida pública de Jesús; su consumación vendrá en la cruz. Esa será la "hora" de
Jesús.
En este evangelio, la obra de Jesús, desde sus mismos comienzos, está revestida
de nupcialidad. Por eso, desde el comienzo mismo –desde el "primer signo"-
anuncia el cumplimiento: el "nuevo pueblo" vive unas bodas con Dios, en las que el
"vino" -la Vida, el Gozo y el Amor- se muestra sabroso y desbordante.
Es comprensible que, desde un nivel "racional" de conciencia, aun reconociendo el
carácter simbólico del relato, se lea este texto en clave de dualidad. Dios y la
humanidad (la creación) serían "dos entidades" capaces de entrar en relación, pero
se seguiría pensando a "Dios" como un ser separado.
Sin embargo, de acuerdo con la vivencia del propio Jesús, tal como queda reflejada
en este mismo evangelio, y en sintonía con la percepción no-dual que se va
abriendo camino, de un modo cada vez más generalizado, en nuestro momento
cultural, y que es expresión de una nuevo nivel de conciencia (transpersonal),
emerge una lectura del texto que adquiere una profundidad mayor.
Las "bodas" son el símbolo de lo real. Todo se halla "desposado" con todo,
constituyendo una gran Red que se sostiene en la misma interrelación. Todo es
divino-humano-cósmico al mismo tiempo. No como realidades sumadas, ni siquiera
unidas, sino como expresión no-dual de la Realidad única que en todo se expresa y
manifiesta.
El viejo Sutra del corazón nos recuerda que "Vacío es forma, y forma es Vacío". Lo
divino y lo humano no son realidades paralelas, sino las "dos caras" –magníficas en
su diferencia- de la misma Realidad.
En las "bodas de Caná", el agua puede bien simbolizar la ignorancia en que nos
encerramos cuando nos reducimos al ego y a la mente: una ignorancia que es
carencia y sufrimiento. El vino, por el contrario, es expresión de la Vida y el Gozo y,
como Jesús, accedemos a él en cuanto nos liberamos de nuestra perspectiva
egoica (nos desidentificamos de nuestra "identidad" mental), para empezar a
percibir nuestra verdadera identidad, no-separada de lo Real. La persona que lo
descubre –como si se tratara, dirá Jesús, de "un tesoro en el campo"-, experimenta
su existencia llena del "vino" de la Alegría.
MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO SOBRE LAS BODAS DE CANÁ
El Pontífice explicó que “Las Bodas de Caná son mucho más que una simple
narración del primer milagro de Jesús. Como en un cofre, Él cuida el secreto de su
persona y el fin de su venida: el esperado Esposo da inicio a las bodas que se
cumplen en el Misterio pascual. En estas bodas Jesús liga a sí a sus discípulos con
una alianza nueva y definitiva”.
¿Qué cosa hay en el fundamento de nuestra fe? Un acto de misericordia con el cual
Jesús nos ha ligado a sí. Y la vida cristiana es la respuesta a este amor, es como la
historia de dos enamorados. Dios y el hombre se encuentran, se buscan, se hallan,
se celebran y se aman: exactamente como el amado y la amada del Cantar de los
Cantares. Todo lo demás viene como consecuencia de esta relación. La Iglesia es
la familia de Jesús en el cual se vierte su amor; es este amor que la Iglesia cuida y
quiere donar a todos.
En el contexto de la Alianza se comprende también la observación de la Virgen:
«No tienen vino» (v. 3). ¿Cómo es posible celebrar la boda y hacer fiesta si falta
aquello que los profetas indicaban como un elemento típico del banquete mesiánico
(Cfr. Am 9,13-14; Jo 2,24; Is 25,6)? El agua es necesaria para vivir, pero el vino
expresa la abundancia del banquete y la alegría de la fiesta. Es una fiesta de bodas
en la cual falta el vino; los nuevos esposos pasan vergüenza, sienten vergüenza y
se avergüenzan de esto. Pero imaginen terminar una fiesta de bodas bebiendo te;
sería una vergüenza. El vino es necesario para la fiesta.
Las palabras que María dirige a los sirvientes coronan el cuadro nupcial de Caná:
«Hagan todo lo que él les diga» (v. 5). Es curioso: son sus últimas palabras
reportadas en los Evangelio: son la herencia que nos entrega a todos nosotros.
También hoy la Virgen nos dice a todos nosotros: «Hagan todo lo que él les diga».
Es la herencia que nos ha dejado: ¡es bello! Se trata de una expresión que evoca la
fórmula de fe utilizada por el pueblo de Israel en el Sinaí como respuesta a las
promesas de la alianza: «Estamos decididos a poner en práctica todo lo que ha
dicho el Señor» (Ex 19,8).
Y en efecto en Caná los sirvientes obedecen. «Jesús dijo a los sirvientes: Llenen de
agua estas tinajas. Y las llenaron hasta el borde. Saquen ahora, agregó Jesús, y
lleven al encargado del banquete. Así lo hicieron» (vv. 7-8). En estas bodas, de
verdad viene estipulada una Nueva Alianza y a los servidores del Señor, es decir a
toda la Iglesia, le es confiada la nueva misión: «Hagan todo lo que él les diga».
(Jn 2:1-12) "Al tercer día se hicieron unas bodas en Caná de Galilea; y
estaba allí la madre de Jesús. Y fueron también invitados a las bodas Jesús
y sus discípulos. Y faltando el vino, la madre de Jesús le dijo: No tienen
vino. Jesús le dijo: ¿Qué tienes conmigo, mujer? Aún no ha venido mi hora.
Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere. Y estaban allí
seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación de los
judíos, en cada una de las cuales cabían dos o tres cántaros. Jesús les dijo:
Llenad estas tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba. Entonces les dijo:
Sacad ahora, y llevadlo al maestresala. Y se lo llevaron. Cuando el
maestresala probó el agua hecha vino, sin saber él de dónde era, aunque lo
sabían los sirvientes que habían sacado el agua, llamó al esposo, y le dijo:
Todo hombre sirve primero el buen vino, y cuando ya han bebido mucho,
entonces el inferior; mas tú has reservado el buen vino hasta ahora. Este
principio de señales hizo Jesús en Caná de Galilea, y manifestó su gloria; y
sus discípulos creyeron en él. Después de esto descendieron a Capernaum,
él, su madre, sus hermanos y sus discípulos; y estuvieron allí no muchos
días."
Introducción
Por otro lado, aunque no sabemos quiénes eran los novios ni la relación
que tenían con Jesús, podemos notar que el hecho de invitarle a su boda
cambió por completo aquella celebración. De esto podemos sacar ciertas
lecciones también para todos nosotros:
Cristo asistió a esa boda y con su presencia demostró cuán honroso es a los
ojos de Dios el matrimonio. Y es muy importante recordar esto en los tiempos
en que vivimos, porque en gran medida nuestra sociedad moderna se
desmorona por el desprecio que manifiesta hacia la institución divina del
matrimonio.
También notamos que es importante invitar a Cristo a nuestro matrimonio,
sobre todo si queremos que éste acabe bien y sea la experiencia feliz con la
que Dios dio esta bendición al hombre y a la mujer. Esto no significa
únicamente que la pareja que se casa debe hacer una ceremonia religiosa
para pedir la bendición de Dios, por supuesto que esto está muy bien, pero de
nada servirá si cada uno de los cónyuges no entrega su vida al Señor y toma
la decisión firme de formar un hogar donde Cristo tenga el lugar más
importante.
"Y faltando el vino"
Es evidente que en aquella boda a la que Jesús asistió había vino. Somos
conscientes de que este es un tema delicado, en torno al cual hay división
de opiniones entre los creyentes. Podemos entender la negativa de muchos
cristianos a admitir cualquier consumo de vino, sobre todo, si por causa de
su abuso han visto a su alrededor o en sí mismos las trágicas
consecuencias que esto genera. Por esta razón, aunque no es el tema de
nuestro estudio, nos vamos a detener por unos momentos para considerar
lo que la Escritura dice acerca del vino.
Es frecuente encontrarlo como un símbolo del gozo y la alegría (Jer 9:13).
También se utilizaba como una alimento de uso general (Gn 14:18) (Nm
6:20) (Dt 14:26)(Neh 5:18).
A veces se empleaba con fines medicinales (1 Ti 5:23).
A causa de su carácter tóxico, su uso estaba restringido y quedaba prohibido
en relación con el desempeño de ciertas funciones y siempre se condena su
uso excesivo: (Lv 10:9) (Pr 31:4-5)(Ec 10:17) (Is 28:7) (1 Ti 3:8).
En vista de todo esto, ¿cuál debería ser la actitud de los cristianos para con
el vino hoy?
Con respecto a su consumo en las comidas, los cristianos deberían actuar
con prudencia, buscando ante todo la gloria del Señor y no la gratificación
egoísta de sus propios deseos.
Siempre debemos recordar también las advertencias de la Escritura en contra
de la embriaguez (Ro 13:13) (Ga 5:21) (Ef 5:18) (1 P 4:3).
Y por supuesto, el cristiano debería estar dispuesto a privarse de todo aquello
que pueda ser causa de tropiezo para otro (Ro 14:21).
Es cierto que Jesús no le llamó "madre", sino "mujer", y aunque esto nos
pueda sonar extraño, de ninguna manera implicaba una falta de respeto. De
hecho, fue la misma expresión que Jesús utilizó cuando estaba muriendo en
la cruz y encomendó el cuidado de su madre a Juan: (Jn 19:26) "Cuando vio
Jesús a su madre, y al discípulo a quien él amaba, que estaba presente, dijo
a su madre: Mujer, he aquí tu hijo".
Con todo esto, lo que Jesús quería dejar claro es que tenía que hacer cada
cosa en el momento preciso que el Padre le indicase, sin consentir que
nadie, ni aun su propia madre, se interferirse en ello.
Esto nos enseña una vez más, que hay que poner los intereses y el
llamamiento de Dios por encima de los lazos familiares.
"Su madre dijo a los que servían: Haced todo lo que os dijere"
Las palabras con la que María manifestó esta actitud deberían ser tenidas en
consideración siempre por todos nosotros: "Haced todo lo que os dijere".
"Y estaban allí seis tinajas de piedra para agua, conforme al rito de la purificación
de los judíos"
Tanto el agua como el vino son líquidos, pero al convertir el uno en el otro,
hubo una transformación tanto de su carácter como de su sustancia. Es
algo similar a lo que ocurre en el nuevo nacimiento, tal como Jesús intentó
explicar a Nicodemo en (Jn 3:1-15).
Notemos también que el Señor tiene interés por todos los detalles de la vida
humana y que participa activamente en ellos. No debemos pensar por lo
tanto, que el verdadero cristianismo sea la negación de todos los placeres
humanos. Este es el pensamiento que el diablo ha introducido en la mente
de los hombres, pero el deseo de Dios es que disfrutemos de los placeres
legítimos de la vida en comunión con él. Sin embargo, debemos tener
cuidado de que nuestro disfrute de ciertos placeres lo hagamos sin estar en
comunión con Dios. En ese momento, habremos traspasado la línea de lo
permitido y deberíamos volver atrás.
"Tú has reservado el buen vino hasta ahora"
Pero el milagro sirve para ilustrar también la verdad de que en Cristo todo
es mejor.
La revelación de Dios que recibimos en Cristo es infinitamente superior a la
que vino por los profetas y la ley (Jn 1:16-18) (He 1:1-2).
Cuando nos entregamos a Cristo, la nueva vida es mucho mejor que la vieja.
Si Cristo está presente en el matrimonio, cada día será mejor.
Las bodas del Cordero serán mucho mejores que las bodas de Caná de
Galilea.
La vida eterna será mucho mejor que la presente.
"Este principio de señales hijo Jesús en Caná de Galilea"
Al finalizar el relato de este milagro, el evangelista nos deja entrever cuál fue
su propósito: Después de las bodas en Caná, el Señor regresó con su
madre y sus hermanos a Capernaum, sin embargo, el tiempo que pasaron
juntos allí fue muy breve, según nos indica Juan (Jn 2:12). La razón es
porque tal como ya hemos señalado anteriormente, esta boda marcó un
punto de transición entre el tiempo que Jesús vivió con su familia y el
comienzo de su ministerio público.
A la vez, el pasaje sirve para pasar del testimonio de Juan el Bautista a las
obras de Jesús.
El evangelista nos dice que este fue el "principio de señales" que hizo
Jesús, lo que confirma el comienzo de una nueva etapa. Sin embargo, no
debemos pasar por alto la forma en la que Juan se refiere a los milagros de
Jesús, indicando que son "señales".
Antes de este incidente, ellos ya creían en él, pero esta señal sirvió para
confirmar su fe y fortalecer su relación con él como discípulos. Más tarde
llegarían a ser apóstoles, es decir, enviados por el Señor en su nombre y
con su autoridad, pero para que esto fuera posible, primeramente era
necesario que vieran su gloria. Este fue el mismo proceso por el que
pasaron los profetas de la antigüedad: Moisés, Isaías, Ezequiel y otros
muchos que no fueron enviados a predicar hasta que vieron la gloria de
Dios. Seguramente este es un detalle en el que el pueblo de Dios tiene que
meditar más. ¡Cuántos creyentes se lanzan al servicio para el Señor en vista
de la gran necesidad de la obra, pero sin ser conscientes de la gloria y la
majestad del Señor! Finalmente, cuando llegan los momentos de prueba y
tensión, y por supuesto que llegarán, sólo una visión clara de la grandeza
del Señor y nuestra dependencia de ella nos podrán sostener, mientras que
la necesidad de la obra, será un peso que sólo ayudará para hundirnos más
al ver lo poco que podemos hacer para atenderla adecuadamente.
2. ¿Por qué dijo Jesús a su madre: "¿Qué tienes conmigo mujer? Aún no ha
venido mi hora"? ¿A qué hora se refería? Justifique su respuesta.
4. Comente las palabras del maestresala: "Tú has reservado el buen vino
hasta ahora".
5. ¿Qué importancia tiene que los discípulos vieran su gloria? ¿Qué otros
profetas de la antigüedad tuvieron una visión de la gloria de Dios antes de
empezar sus ministerios? Busque las citas.