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Jacques Derrida es un filósofo francés que trabajó sobre las estructuras del

lenguaje. En ese sentido se le puede adjudicar un comienzo a partir del


estructuralismo, pero vincularlo al estructuralismo sería engañoso, porque aunque
utiliza en su trabajo el análisis de las estructuras del lenguaje no lo hace tanto para
buscar sus estructuras sino para ir más allá de ellas, para ver en que se sustentan
las mismas.

La deconstrucción

A partir de eso Derrida realiza una labor profundamente crítica a la vez que
analítica, que ofrece argumentos a favor y en contra del estructuralismo, por lo
cual se suele asociar a Derrida con el postestructuralismo -es decir, algo
relacionado pero posterior o sucesor del estructuralismo.

Al trabajo de Derrida sobre el lenguaje y a los postulados alcanzados en ese mirar


“la estructura debajo de la estructura” se le denomina “deconstrucción” -a partir del
término francés “déconstruction" que utilizará Derrida en su obra “Carta a un
amigo japonés”- .Que llegará a alcanzar una notable influencia en la filosofía
continental europea del siglo XX

Derrida dice que toda estructura es artificial, completamente artificial. Para decir
eso lo hace desde la filosofía del lenguaje, es decir, se centra en las estructuras
del lenguaje. Estructuras que, a fin de cuentas, son las que definen como
entendemos cualquier cosa: desde las matemáticas, hasta las novelas del oeste,
pasando por la física newtoniana, es igual lo que se trate, primero se ha de definir,
de conceptualizar, y eso solo se hace a través del lenguaje.

Estructuras y ontología

Como las estructuras son artificiales se puede ir a ver cuales son sus
componentes, pero no solo eso, se pueden cambiar si se desea -cambiar "la
norma de juego"-. La noción de inamovible de esas estructuras es una mera
ilusión tranquilizadora -y/o garantista- que, en realidad, no forma parte esencial de
la estructura -la idea de ser algo inalterable e inamovible-, dicho de otra manera:
pueden tener una ontología original -en este caso su ontología sería su sentido
original- pero eso no significa que no pueda cambiarse dicha ontología -
sencillamente, otorgando otro sentido a la hora de interpretar-, y ambas ontologías
-el sentido original de partida y el nuevo que se da a través de otra interpretación-
son igualmente válidos.

Ese proceso lo denomina Derrida dissémination", que viene a significar la


diseminación o difuminación de un sentido único y la posible transformación en
cualquier otro. Esa sería de forma muy resumida la "deconstrucción" que es la
base del pensamiento de Derrida.
En su conferencia La estructura, el signo y el juego en el discurso de las ciencias
humanas, pronunciada en 1966, se puede leer uno de los pilares de su forma de
entender el lenguaje, cuando dice: "La ausencia de significado trascendental
extiende hasta el infinito el campo y el juego de la significación". Eso indica que
para Derrida no hay un significado ni trascendente ni único en cada término, en
cada palabra, por lo cual se abre el campo para dar juego a toda posible
significación

Por esa vía la deconstrucción es nihilista -negación de algo que se daba por
supuesto-, porque niega la estructura fija en la lengua, en el caso de Derrida, y es
un paso más allá de Wittgenstein que aceptaba ya la multiplicidad de lenguajes.

Deconstruir para construir

Cuando se habla de nihilismo en estos casos, en la negación de estructuras fijas


"predeterminadas" y externas a la creación humana, se habla en el sentido de
negación de ontología propia, es decir, lo humano lo crea todo en el lenguaje:
desde los elementos del mismo lenguaje hasta las "cosas" mencionadas -el sol es
el sol porque hemos definido que es sol, creado la categoría y aplicado la misma a
algo que observamos y a lo que otorgamos ciertos parámetros-.

En ese sentido el lenguaje es el vehículo creador y es artificial. Eso, naturalmente,


no es objetivista sino que es profundamente subjetivista y tiene cierta carga de
solipsismo -creencia de que solo existe o solo puede conocerse el propio yo- sin
llegar a serlo, en todo caso sería un solipsismo compartido por toda la especie
humana, no estrictamente individual. Y eso es nihilista en el sentido que destruye
una ontología externa a lo humano -niega lo "objetivo del objeto"-.

No obstante la deconstrucción implica un nihilismo relativo: se deconstruye pero


para entender como se ha construido, para ver sus estructuras. Y lo que se ve es
que no son -o no son nada fijo, no hay "núcleo duro"-, nada impide, sin embargo,
construir a partir de ahí, sencillamente se facilita la comprensión de la naturaleza
artificial de lo que se construye.

Deconstruir consiste, por una parte, en desmontar (que no destruir) algo que se ha
construido, que se ha edificado. Pero, por otra parte, la finalidad del proceso no es
destruir la “construcción” que se aborda.

Lo que se realiza la deconstrucción en el lenguaje es la búsqueda de sus


fundamentos. Jacques Derrida observa cómo se ha hecho el “edificio” –su
estructura, en que se basa o asienta ésta-, ver que partes la componen y como
éstas encajan

Por un lado se busca así los cimientos o estructura subyacente en la escritura y


ver como están formados. Por otro lado, al realizar ese análisis, se pueden ver
también cuales son las tensiones a las que está sometida esa estructura –digamos
que los puntos débiles de la misma.

El acuerdo sobre un significado

¿Se puede enlazar lo anterior con la convención y la idea de abstracción?

¿con la idea de “nombrar” como “crear”? Intentemos hacer la prueba.

Las categorías son agrupamientos de cosas en base a diferenciaciones que les


asignamos al definirlas, al hacer eso estamos llegando a un acuerdo sobre que
entendemos que son las cosas y como las clasificamos, hasta cierto punto con
independencia de lo que sean. Así construimos nuestras categorías, somos
quienes las establecemos ¿En base a qué? Pues en el fondo, en base a una
abstracción que materializa lo que pensamos de ellas.

La convención por la que se asigna un significado a una palabra no deja de ser


una forma de abstracción. Nos sirve para lo mismo que nos sirven las
abstracciones: para interpretar aquello que nos rodea a partir de las categorías
que otorgamos.

Eso constituye una de las funciones del lenguaje. Función que no es nueva,
primero los sumerios y después los hebreos tenían a las palabras en tan alta
estima que les daban capacidad creativa.

La diferenciación entre el significado de un término y otro la establecemos


arbitrariamente. Como también puede establecerse la semejanza, exactamente y
con los mismos argumentos, aunque con diferentes elementos a presentar.

Y ¿en base a que se establece una cosa y otra? Pues en base a una cuestión
cultural, abstracta y artificial.

Objetividad y subjetividad en la representación del lenguaje

Teóricamente los datos “objetivos” están ahí, pero la elección, categorización e


interpretación de los datos la hacemos artificialmente. Es la subjetividad lo que se
aplica en ello. Podemos decir que alguien hace una elección subjetiva en relación
a lo que significan las cosas. Por lo cual también se puede decir que la distinción
es cultural porque obedece a criterios culturales en su fondo.

¿Es toda categorización arbitraria? Como mínimo es abstracta. Por ejemplo, la


diferencia entre hombre y mujer la marcan nuestras categorías. Somos nosotros
los que creamos en lo lingüístico esas diferencias al señalarlas como tales para
definir y diferenciar el concepto.
Lo que no es objetivo es la interpretación de la diferencia o de la similitud y, en
última instancia, lo que es semejante o diferente (lo que es una cosa u otra) lo
“categorizamos” nosotros.

¿Qué es la realidad?

En ocasiones se postula que la existencia de algo depende de la existencia de su


observador, la misma física ha barajado eso y ha analizado argumentos en pro y
en contra de esa idea.

Al margen de que lo anterior sea correcto, lo que sí sucede es que la definición de


lo observado depende de la interpretación del observador. Y aquí es donde entran
la interpretación y la categorización, porque van de la mano.

En el lenguaje una mujer es una mujer y un hombre un hombre porque


previamente hemos definido e interpretado lo que es un hombre y lo que es una
mujer. Y esa definición lingüística viene dada por nosotros no por la biología.

Bien pudiéramos haber acordado que la diferencia se establece por otra cosa que
no fuese la biología, aunque, por supuesto, el cuerpo de la mujer y el hombre no
cambiarían por ello, lo que cambiaría es el parámetro para definir la idea “mujer” y
“hombre”.

En ese sentido es en el que creamos la diferencia –la categoría- al señalarla para


definir el concepto, y eso es un proceso de abstracción. No es “la realidad” sino
más bien lo que pensamos o interpretamos que es ésta a través de los fenómenos
que percibimos.

En palabras de Sexto Empírico “cuando nos dedicamos a indagar si el objeto es


tal como se manifiesta, estamos concediendo que se manifiesta y en ese caso
investigamos no sobre el fenómeno, sino sobre lo que se piensa del fenómeno. Y
eso es distinto a investigar el propio fenómeno” (Sexto Empírico, Esbozos
pirrónicos, Libro I, capítulo X)

La diferencia entre las cosas la creamos por lo que pensamos de ellas y las
definimos por el lenguaje.

No se busca la totalidad de un sentido –no tiene finalidad hermenéutica-, al


contrario. Al buscar el detalle busca la diseminación del sentido en sentidos. No la
totalidad sino las partes, y el significado posible de cada una de ellas.

Cualquier sentido de “totalidad” no viene del texto en sí, porque éste


intrínsecamente lo tenga, sino porque se le otorga. De la misma manera que se le
puede otros otros introduciendo cualquier matiz o modificación en el texto. Sea por
traducciones, sea por versiones, sea por introducciones, sea por comentarios a pie
de página,. Cualquiera de esas cosas u otras que alteren el texto implica una
modificación por la acción de un observador.
(Por: Jorge Romero Gil. http://filosofia.about.com/od/Filosofia-Contemporanea/fl/El-sentido-de-la-
deconstruccioacuten.htm)

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