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Focos:

La principal Focalización es la interna y ésta es además variable, se vuelve externa, el narrador es un


escritor del cual desconocemos su nombre, y no nos lo dicen en el desarrollo de la obra La muerte
lenta de Luciana B. También es variable porque se focaliza desde Luciana, Él propio Kloster, la hija
de Kloster desde los dibujos, Campari (el editor), mamá de Luciana, Valentina, esposa de Kloster,
Novela de Kloster, Abogada de Luciana, enfermera niñera, Ramoneda, Carta de demanda para
Kloster, abogada esposa Kloster, abogado de Kloster, La biblia, Bruno (el hermano), dueño del bar
(que le dijo a Luciana que Kloster se había ido), Ramiro, Padres de Ramiro, la foto en el apartamento
de Luciana, La prensa (periódico), las cartas anónimas de la prisión, La carta de Luciana a Kloster
(pidiendo perdón), La autopsia que le hicieron al hermano de Luciana (Bruno), el relato escrito por
el narrador, escritos de James, video de su Hija.

Índices:

Primero: El nombre del libro que se nos ofrece pertenece al llamado título metafórico, in absentia
pues en efecto, la muerte atraviesa de forma transversal el tema central del texto y lo hace de forma
diseminada. Nos ubica entonces, con la palabra muerte, en la fatalidad. Nos ofrece un nombre:
Luciana, y con esto, análogamente nos hace considerar el título de la obra en la categoría de título
enigmático, pues, la palabra lenta al leerlo –el titulo- por primera vez nos surcan preguntas como:
¿una muerte definitiva, o fatal? O ¿pequeñas muertes todos los días?, a la final tendría a ambas
preguntas una respuesta afirmativa.

Segundo: El epígrafe puede considerarse un índice tenue, afirma que la vida –“lo moral”- de cierta
manera no sigue una causalidad o determinismo que sí siguen los objetos -“la física”-. Esto tiene
más sentido por lo referido en la biblia: “No será así: antes bien, cualquiera que matare a Caín,
recibirá un castigo siete veces mayor”, es decir, 1 x 7. Casualmente Del mismo modo, al nombrarnos
la palabra impostura, y que ésta, finalmente conduce al homicidio, nos enseña de alguna manera la
imagen de Kloster como demiurgo, y es así, suponiendo que lo que dice Kloster sea cierto y Luciana
le hubiera hecho vislumbrar en su actitud hacía él, índices sexuales (cuando le enseñó la cicatriz de
las vacunas en el hombro). Para después hacer un escándalo de algo nimio, y así, arruinar la vida de
ambos.

Adentrados en el capítulo uno, en las primeras líneas nos dice que el narrador estaba en un sueño
de “lapida”, las evocaciones de imágenes relacionadas con la muerte van a ser recurrentes.

Poco después de empezar el texto se menciona la palabra “entropía” que se relaciona con el
desorden, también observado en sus manuscritos, y su vida constantemente en desorden, y por
transición con el azar que va a ser un gran tema en la obra, rayando ya con lo Rocambolesco.
(focalización desde el narrador, capitulo 8): “Porque si no había sido él (Kloster), ¿qué era lo que
quedaba? ¿Una serie de fantásticas coincidencias?”. En el séptimo capítulo Kloster focaliza: “… Y
esta serie de muertes, tan cerca de ella, serían algo así como un exceso del azar, un ensañamiento
de la mala suerte (…) Y quizá haya incluso en el azar, en el largo plazo, una forma superior de
administrar castigos. Conrad al menos creía esto: no es la justicia quien mejor sirve a los hombres,
sino el accidente, el azar, la fortuna, aliados del paciente tiempo, los que llevan el balance parejo y
escrupuloso”. Después de esta escena, cuando el narrador se dirige al bar para anotar las rachas de
caras o cruces, focaliza interiormente: “… Que el azar también tenía sus inclinaciones. (…) Volví a
mirar la sucesión, que se cerraba otra vez a mí como una escritura indescifrable. (…) Sentí de pronto
que algo vacilaba en mí, como si una certidumbre íntima y constitutiva, de la que ni siquiera era
consiente, se hubiera quebrado. (…) ¿Cómo es la perdida de convicción para quien siempre dudó de
todo?” Nuevamente algo se cierra al narrador y los hechos son ininteligibles para él, La sucesión se
cerraba como Kloster, el cerrado, y por eso el narrador nunca iba a entender: “Usted no entiende.
Y no podría entenderlo. Basta con que yo lo crea” (Focalización Kloster capítulo 7). Después el
narrador vuelve a focalizar interiormente: “El que deja de creer en el azar empieza a creer en Dios”
(Indice también de demiurgo). Anteriormente Kloster le había dicho: “Yo no sostengo la hipótesis
del azar. Lo que digo es que en todo caso usted debería sostenerla”. Al profesor Arguello alguna
vez le oí pronunciar en clase que “nada hay más preciso que el azar”. Para dar más pruebas de la
influencia del azar en la novela, en el capítulo 10, cuando él viaja a dar su conferencia, sale de noche
a dar un paseo y encuentra a gran proporción de la población hipnotizada jugando a la maquina
tragamonedas: “Vi otros dos o tres casinos iguales, y cada uno estaba lleno de fieles, como si el
pueblo entero se entregara durante la siesta a una lotería de Babilonia ensimismada frente a esas
máquinas”. Es interesante que mencione este cuento de Borges, La lotería en Babilonia describe la
evolución de la institución de la lotería en el antiguo reino. En principio ofrecía premios pecuniarios
a las personas que podían participar, pero crece en complejidad por interés de los mercaderes y los
usuarios del sorteo, hasta ser gobernado por una Compañía que decide la suerte de todos los
hombres. El paso del tiempo aporta a la vez misterio y poder a la Lotería, cuyos límites y sentido
sólo se pueden conjeturar, dado el secretismo. Personalmente pienso que hay un gran misterio,
como si el azar es lo que domina la vida de las personas.

Demiurgo: El narrador también nos da un índice de Kloster cuando, antes de conocerlo, “había
llegado a la conclusión de que detrás del escritorio debía haber una mente obsesiva,
magníficamente enferma, que impartía la vida y la muerte” (capitulo 1, pp. 11). Cuando Luciana dice
“parecía como si tuviera un rapto de inspiración, como si estuviera poseído”, y que Kloster parecía
“transfigurado”, Se puede referir al ente que se apodera de él. Es decir, un demiurgo. Para seguir
este tema, en el capítulo 6, en la parte que Kloster le empieza a dictar una de las escenas más
crueles del libro de los cainitas: “…me encontré de pronto llevado en vilo por mis propias palabras,
que parecían a su vez llegar dictadas por otra voz dentro de mí, una voz poderosa, libre y salvaje (…)
estaba ahora arrastrado por esa marea de violencia vociferante y primitiva”. Posteriormente Kloster
focaliza: “La ficción compite con la vida, decía James, y es cierto. Pero si la ficción es vida, si la ficción
puede crear vida, también puede crear muerte. Yo era un cadáver después de enterrar a Pauli. Y
aunque un cadáver ya no puede aspirar a crear vida, todavía puede crear muerte” (Capitulo 7, pp.
85). Esto es un indicio para pensar que la novela que está escribiendo Kloster, que es una ficción, es
la que está creando la muerte alrededor de Luciana: “Como le dije: únicamente me dedico a escribir
una novela” (focalización de Kloster). En el siguiente capítulo (8), el narrador dice como índice
verbal: “Kloster parece creer que hay otra explicación posible: supongo que será la que escribe en
su novela. Me dijo que yo nunca la creería”. En el capítulo 11 nos amplia algo de esta escena desde
la focalización de Kloster nuevamente y dice: “Mientras yo le dictaba a Luciana, alguien más me
dictaba a mí. Era un susurro imperioso que vencía todo escrúpulo, toda vacilación. (…) Y de pronto,
lo único que tenía que hacer era escuchar. Escuchar ese susurro sibilina (el narrador principal
también escucha una voz sibilina) y feroz (La sibila es un personaje de la mitología griega y romana.
Se trata de una profetisa capaz de conocer el futuro). (…) Seguir esa voz, esa ilación milagrosa que
no retrocedía ante nada, que mataba y volvía a matar.”. Para continuar con el tema, en el capítulo
7, cuando Kloster nos narra lo que sucede cuando muere la hija, dice: “…Y la justicia de los hombres
jamás podría alcanzarla (nos hace preguntar entonces ¿la justicia de Dios?). En esos días me sentí
por primera vez fuera del género humano. (…) Que había dejado de pertenecer a toda comunidad y
a todo tiempo futuro. Que estaba detenido, aullando, fuera de lo humano”. Posteriormente Kloster
sigue focalizando: “Al poder siempre le interesa que el castigo sea excesivo, inolvidable. Que sea
sobre todo, un escarmiento. (…) ¿Cómo castigaría uno si fuera Dios?” Esta frase la repite dos veces:
“¿Cómo castigaría uno si fuera Dios? No somos dioses, pero cada escritor es Dios en su propia
página.” Esto es otro índice de que él es un demiurgo, que escribe como manera de rezar. Un índice
muy importante que viene a continuación es cuando Kloster dice: “… y en el fondo, lo único que hice
en estos años”, es decir, escribir la novela aparte, ahí puede afirmar que quizá no todo sea
casualidad lo que paso con Luciana, pero que no tuvo la culpa él, porque lo único que hizo fue
escribir. El narrador focaliza, al final del capítulo 10, cuando está llegando en el avión observa dos
incendios simultáneos: “La novela que no había tenido fuerzas para empezar durante el viaje parecía
estar escribiéndose por sí sola allí abajo”. Es misterioso este fragmento porque el Narrador parece
que se va convirtiendo lentamente en un demiurgo, al igual que Kloster, que al final no necesita
escribir para que los sucesos se desarrollaran. En el capítulo 11, llegamos a una parte clave de la
obra, cuando el narrador va a buscar a Kloster al club donde hay un garito y una pileta (índice), y le
cuenta del incendio del geriátrico, Kloster focaliza: “Digámoslo así, a mí también me sorprende cada
vez. El modo. Aunque bien mirado, el fuego era una elección bastante obvia”. Cuando dice esto el
narrador focaliza internamente en faceta conjetural: “Había algo extraviado en su forma de hablar,
como si se estuviera refiriendo a una tercera persona.” Posteriormente Kloster vuelve a focalizar:
“Eso no debía pasar. No debía pasar de ningún modo. Es hora de detenerlo. Y a la vez, es demasiado
tarde. Ya no sabría cómo detenerlo. (…) Hace unas horas, antes de venir aquí, yo había empezado a
escribir justamente esa escena, la muerte en el asilo. Dejé la idea en borrador, sobre mi escritorio.
Y ya ve, ocurrió otra vez. Sólo cambia la forma. Como si quisiera dejar su sello. O burlarse de mí. Una
corrección de estilo. Cada vez ocurrió así. Sólo tenía que escribirlo”. Hasta acá tengo el
presentimiento de que el ente obra, sí es el mismo Kloster, como si fuera el inconsciente en el sueño.
“Al principio trate de convencerme a mí mismo de que debían ser coincidencias. Coincidencias por
supuesto muy extrañas. Demasiado exactas. Pero el dictado… ya había empezado. Supongo que
podría decir que es una obra en colaboración”. Por otra parte, volvemos a encontrarlos a Henry
James, Kloster focaliza y nos dice que James “Tenía, o creía tener, un espíritu protector, un <buen
angel>. A veces lo llama su <demonio de paciencia>, otras veces su daimon. O también el <bendito
genio>, o <mon bon>”. Este espíritu acompaño a James “hasta que empezó a dictar. Eso es quizá lo
más notable en los cuadernos: la desaparición de toda referencia a su ángel a partir de la fecha en
que otra persona entró a su cuarto de trabajo. A partir de que las palabras dictadas en voz alta
reemplazaron al ruego en silencio”. En este punto me pregunto ¿Será que este daimon de Kloster
se empecina con Luciana por celos? (ya sé que es un sentimiento muy terrenal para que un espíritu
lo sienta); Kloster se burlaba de James por tener fe en este espíritu “Hasta que empecé yo mismo a
dictar. Y al revés de James, tuve con el dictado, a través del dictado, mi propia visitación. Sólo que
no era un buen ángel. (…) Pero no podría decir que esa voz me llevara benévolamente en brazos.
Era más bien como si me arrastrara y me dominara, con una maldad primitiva y superior que no me
permitía desobedecer. Una voz a la que yo en todo caso seguía a duras penas, que se había
apoderado de todo, que parecía blandir por sí misma el cuchillo con una alegría salvaje, como si
quisiera decirme: es fácil, es simple, se hace así y así y así. (…) Mucho después, en la noche, leí otra
vez esas páginas que le había dictado. Eran de otro, sin duda. Yo nunca hubiera podido escribir algo
así. Sin fallas, sin vacilaciones. Un lenguaje primordial, una fuerza terrible y primitiva que se abría
paso a lo más hondo del mal”. Después de que esta voz le dictara, como un mal presagio, Kloster
tuvo esa sucesión de catástrofes, y si lo miramos de cerca, fue apenas esa voz le termino de dictar
que sucedió el evento que dio vuelco a toda su vida. “Perdí mi vida”. Kloster después de esto se
esforzó por escribir y en las líneas que tecleaba no se reconocía, “Entonces, a mi manera, lo invoqué.
Lo invoqué noche tras noche, hasta que de pronto me di cuenta de que no estaba solo. Había
regresado. Lo sentía otra vez sobre mi hombro. Y lo dejé hacer. Dejé, otra vez, que me dictara. Que
me diera el impulso, el fíat, que hiciera vibrar el diapasón”. Gracias a este ente pudo volver a escribir
y Kloster lo llamaba <mi Sredni Vashtar> que es un actante de un cuento de Saki, era un hurón que
un niño trataba como a un Dios. Kloster focaliza externamente: “Y aún invisible, su voz monstruosa
era para mí tan reconocible como la respiración cercana de alguien familiar. Era no sólo real sino
casi palpable y me parecía que también cualquiera podría señalar en las páginas las frases que le
pertenecían”. Este Sredni Vashtar a pesar de ser malvado, fue el que logro levantar del letargo a
Kloster: “Pero el mismo movimiento de la mano, como si fuera un mágico ejercicio muscular, me
trajo de a poco mi vieja habilidad, me devolvió algo de mi antiguo ser. El había hecho circular la
electricidad, y el muerto volvía a vivir”. Cuando se recobró ya no quiso más su compañía, pero “No
fue fácil quitármelo de encima. Lo sentía a horcajadas sobre mi cuello, como el viejo del mar
(Heminway??). Y por supuesto sus frases siempre eran mejores. Primordiales, salvajes, directas.
Pero logré rechazarlas una por una, a pesar de la tentación.” Así, Kloster empezó a escribir la escena
de la muerte de los padres que morían por el escape de CO2 de la estufa. “Al volver a escribir por
mí mismo, algo más había ocurrido: parte de mi rencor se había disuelto, la vida se había reanudado,
empezaba a olvidarme de Luciana. La novela ya no era una muñeca de vudú donde clavar mis
alfileres. La escritura, otra vez, me había llevado a una deriva benéfica, donde esos padres ya no
eran los padres de Luciana y podía considerarlos artísticamente”. Unas semanas más tarde llego la
carta de Luciana, y sus padres habían muerto, Kloster infirió: “el día después de que yo había escrito
la escena”. Kloster quedó “anonadado”. “Una muerte simple, primitiva: me di cuenta de inmediato
que había sido ideada por él. Y quedé, como comprenderá, absolutamente impresionado. Una cosa
era percibir su presencia en el susurro, en la extraña comunión de ese dictado privado, o en las líneas
al fin y al cabo inocentes de un texto, y otra, muy distinta, era admitir que pudiera existir fuera de
mí y llegar a matar por su cuenta en la vida real. No di ese paso. (…) no pude llegar a creer que había
una conexión de causalidad, que la realidad hubiera respondido a mi texto”. Kloster dejo su novela
abandonada en un cajón durante años, y no la dejo por el temor supersticioso, sino por “algo más
íntimo: el motor secreto, el ansia de venganza dentro de mí se había extinguido. Al morir los padres
de Luciana yo había tenido, finalmente, aunque suene monstruoso, mi reparación”.
Anteriormente anoté que tenía la impresión de que el ente que actuaba, el daimon de Kloster, el
que le hablaba, actuaba de forma similar a como se desarrollan los sueños, Kloster focaliza: “…
porque no dejaba de tener la impresión de que al haber anticipado y preparado esas muertes en mi
imaginación, de un modo indirecto y misterioso las había propiciado” (capitulo 11, pp 115).
Hablando de sueños, muy próximo a la cita anterior, Kloster dice que vuelve a escribir porque lee
un artículo sobre los sueños premonitorios. Cuando Kloster volvió a escribir, imaginó la muerte del
hermano asesinado por un recluso, pero el ente lo volvió a hacer: (focalización Kloster, capitulo 11)
“volvió a ocurrir. Otra vez de una manera un poco diferente. Otra vez como si fuera una versión
corregida por alguien más audaz, y más cruel” Después focaliza el narrador: “Y había también, otra
vez, un elemento salvaje, primitivo”, a lo que Kloster responde: “Exactamente: era su sello”.
Kloster nos da un índice muy importante en el mismo capítulo 11, focalizando: “Hace diez años, en
mi desesperación, mi ateísmo se quebró y yo también recé. Recé cada noche a un dios oscuro,
desconocido. Esa plegaria fue escuchada y se está cumpliendo lentamente, tal como yo la había
pedido. Salió de mí, pero ya no puedo hacer que vuelva a mí. Porque el castigo, todo el castigo, Ya
fue escrito”. Esto nos dice que el ente, que esta de algún modo unido a Kloster, actúa de manera
independiente, porque todo ya fue escrito: “Podría incluso quemarla, pero no significa que fuera a
detener nada. Está fuera de mí. Y creo que ahora se anticipa a mí: esta última vez no esperó a que
la escena estuviera totalmente escrita y terminada”… Cuanto ya está terminado todo, y Luciana se
había suicidado, el narrador focaliza interiormente refiriéndose a Kloster: Él no se había apartado
todavía de la ventana y cuando finalmente me miró no pude encontrar en su expresión ninguna
huella de horror, de pena, de nada que hiciera recordar la compasión de lo humano por lo humano,
sino algo que sólo podría describir como asombro y admiración intelectual, como si se encontrara
frente a la obra de un artista más poderoso”. En ese momento focaliza Kloster y le dice al narrador:
“¿Se da cuenta? Otra vez él, de cuerpo entero. No podía haber elección más simple, más elemental,
más acorde a su estilo. Un principio cósmico –y separó el índice del pulgar, como si soltara una
partícula en el aire-. ¿Se da cuenta?: la ley de la gravedad”. Kloster al final, en el epilogo confiesa:
“me daba cuenta de que no era yo el que escribía los hechos, sino alguien delante de mí”. Y por
último, para terminar este eterno párrafo, la única vez que sale la palabra demiurgo en la novela, es
al final en el epilogo cuando el narrador le dice a Kloster que sí va a escribir la historia porque
“Alguien tiene que saberlo”, Kloster le dice: “Casi le diría que me interesa ver cómo el campeón de
lo aleatorio se las arregla para convertirme en el gran demiurgo.

En el epilogo Kloster focaliza: “no podía estar más equivocada (Luciana). Cómo pudo creer que yo le
haría algún daño, cuando es la única persona por la que pude volver a sentir algo. La persona que
me devolvió la vida”. Es tal vez irónico o paradójico que por Luciana hubiera perdido la vida: “perdí
mi vida”, y como por una transición o transposición simbólica la hubiera recuperado al final de la
tragedia con la hermana, Valentina. Algo así como un renacimiento o reencarnación en la hermana.
Algo similar sucede en los cuentos de hadas, cuando el héroe atraviesa una serie de vericuetos
muere para renacer en un plano superior, donde ha superado o su complejo. También se puede
observar la superación de ese complejo en que Valentina sí tenía tetas.

Índice objetual recurrente: café; mientras en Argentina se toma mucho mate, los actantes en esta
novela prefieren el café.

Índice tenue: Diez años atrás, cuando empezó la historia, la hermana –Valentina- tenía 7 años
cuando Luciana tenía 18, el siete es un número recurrente en la obra, y podría decir algo como que
Luciana muere y renace en Valentina, otra pista que me lleva a argumentar esto es que el bolso de
Luciana (que es un índice objetual recurrente), también lo hereda su hermana. Pues al final es tan
parecida a ella pero tiene más tetas. Podría de pronto tomarse en como el renacimiento o
resurrección, como si la muerte de Luciana, limpiara, lavara o completara el ciclo (recordar
simbolismo del 7)
Índice accional kinésico: La inclinación de la cabeza hacia los lados y el crujido seco.

Índice objetual: Luciana le dice que había sido nadador de largas distancias, y que en casa tenía
copas y medallas y aún nada de noche en la pileta de un club cerca de su casa (donde a la final se
reúne con el narrador y toman la fatal decisión).

Índice: la mujer nunca aparecía y eso a Luciana le parecía un misterio, que llego a suponer que era
depresiva o quizá tuviera alguna otra enfermedad (síndrome de Munchausen), y que parecía pasar
gran parte del día en la cama (la hija murió mientras ella dormía)

Índice objetual embrionario: La biblia comentada que le había prestado Luciana a Kloster y que era
de su padre, para que “cotejara una traducción”, esta biblia después tiene protagonismo por la
influencia que tiene en Luciana para explicar la relación 7 x 1.

Índice tenue: Kloster le dice a Luciana que un escritor “debía ser a la vez un escarabajo y Dios”,
demiurgo.

Índice tenue: cuando Luciana le cuenta con cierto tono de orgullo al narrador que cree que Kloster
no tiene todo lo que quisiera tener, y con esto el narrador que también es un lector de índices
entiende que Kloster se había hecho “sus pequeñas ideas con la pequeña Luciana”.

Índice tenue: Al final del primer capítulo, Luciana no tenía “nada de vida o muerte que parecía
amenazarla”. Como sí nos avisara que después lo fuera a tener.

Índice verbal recurrente: “nadie se entera”.

Índices: hay varios índices de fatalidad (escatología), por ejemplo, cuando Luciana le cuenta a la
mamá, esta es la que recomienda ir donde la abogada; la abogada aunque acepta que no se puede
demandar por acoso sexual se las arregla para poner la g frase al inicio de la demanda, a lo que
Luciana protesta y pregunta si no se puede poner algo más leve. De haber pasado un día después
del asunto ella ya no querría poner la carta. Y cuando estuvo a punto de poner la carta en el correo
tuvo el presentimiento que estaba por “poner en marcha algo que tendría consecuencias
irreparables, que aquella carta tenía un poder destructivo, retorcido y oculto”…. Después de la
muerte de la hija de Kloster, Luciana no sólo lloraba por eso sino “también por mí. (…) presentía que
aquello no quedaría así y que algo horrible iba a pasarme”. Y aunque Luciana sabía que había sido
un accidente, no sabía por qué, “pero lo sentí así desde un principio y creo, sobre todo, que también
él lo sintió así”. … y después cuando tuvieron la cita de la segunda audiencia: “Me hacía responsable,
sí, sin ninguna duda”. … “Ni yo misma sabía muy bien qué era lo que temía”. Después, en el capítulo
6, Kloster habla del evento fatídico: “Leí mal los signos de mi propio entusiasmo, de esa repentina
euforia. (…) Pero me había confundido, de una manera fatal”. Otro índice de fatalidad se encuentra
en el capítulo 11, cuando focaliza Luciana: Creí que podía anticiparme, antes de que fuera
demasiado tarde. No quería morir.” Lo que significa que ya sí quiere morir, este es un índice verbal
que anticipa su suicidio.

Índice: “Parecía como sí buscara a propósito aparecer en todos lados, todo el tiempo”. Se refiere a
Kloster y al final del libro él nos dice que esta si era la intención suya, para que al igual que él, ella
no olvidara.

Índice objetual: cigarrillo (aparece siete veces en el libro)


Índice tenue, o embrionario: Ella después de enviar la segunda carta empezó a tener ideas
persecutorias. Lo que hace dudar de su integridad psíquica.

Índice embrionario: en el capítulo 3 antes de llegar al apartamento de Luciana, ésta le indico al


narrador el gran balcón que sobresalía a la calle, desde el cual se suicidaría.

En el capítulo 6, cuando el narrador le enseña a Kloster la narración que hizo de lo que le contó
Luciana, el narrador le cambia el nombre a Kloster y este le dice: “¿a quién se le ocurriría?” A lo que
el narrador responde: “Sólo busqué un nombre que evocara por el sonido algo cerrado, como un
convento”. Kloster ya significa algo cerrado: monasterio en alemán. Kloster como guiñando un ojo
al lector dice: “Algo cerrado, ya veo”. Posteriormente, empezando el capítulo 7, el narrador se
levanta detrás de Kloster y lo sigue por un corredor, “donde desembocaban varias puertas, que
estaban todas cerradas”. Curiosamente busque la palabra cerrada y el Narrador la utiliza
focalizando él después, cuando estaba ensayando las sucesiones de caras y cruces de los lances de
monedas, y dice que la sucesión: “se cerraba otra vez a mí como una escritura indescifrable. (…)
Sentí de pronto que algo vacilaba en mí, como si una certidumbre íntima y constitutiva, de la cual ni
siquiera era consiente, se hubiera quebrado”.

El texto dice que la hija de Kloster adoro a Luciana desde el primer momento, y que “corría a
abrazarla cuando llegaba en la mañana”, Luciana significa “la que nació bajo la luz del alba”. Con
respecto a esto quisiera profundizar más en el inicio de la novela, cuando al narrador lo llama un
domingo en la mañana, como la luz en la que nació el narrador, porque antes estaba en un sueño
de lapida.

No lo había anotado pero Kloster y el Narrador se parecen mucho, cuando al principio del libro el
narrador recoge los índices de Luciana, y su aparente perfección, infiere que Kloster la contrato así,
sin tetas para que no lo desconcentrara. Después, al igual que el narrador evito lo más que pudo el
contacto físico. Cuando Kloster le dice al narrador que “ya había descubierto que podía arrodillarse
no sólo para rezar”, el narrador con una focalización interna: “aquello sí coincidía, pensé, con la
primera imagen que había tenido yo de Luciana”. El narrador y Kloster le narraron una escena (N.I)
o capitulo (Kloster) “tremendamente sexual”; El narrador la primera vez que toca accidentalmente
a Luciana: “…mientras sentía a través de mis dedos, como una intensa señal intermitente, una
corriente cálida y secreta, el calor de su piel que le bajaba del cuello a los hombros”, y Kloster la
segunda vez que la toco, después de la cicatriz de las vacunas: “Una ola de calor me subía por las
manos desde sus hombros. Sentía que su cuello y todo en ella cedía y se disolvía bajo la presión de
mis dedos”. Para continuar con el tema de este párrafo que es la similitud entre Kloster y el narrador,
cuando el narrador se dirige a otra ciudad –Salinas- a dar su curso de vanguardia, y cuando se
encuentra a su alumna predestinada a su cama, “Me daba cuenta de que estaba por llegar a la edad
que tenía Kloster diez años atrás y que había entre ella y yo casi la misma cantidad de años que lo
había separado a él de Luciana.

“Había algo desproporcionado en las consecuencias, algo fuera de control.”


El papa de Luciana era pastor de una secta dispensacionalista: se refiere a la forma en que Dios
interactúa con el ser humano durante cierto tiempo establecido: demiurgo.

Kloster sobre Luciana: “Tenía sí, un sello eclesial”. Como el nombre de Luciana.

“El gran Destinador no es el Mal – ni el infinito, como creía nuestro poeta (James)-, sino el sexo.”

“…no debería escribirse sobre lo que fue, sino sobre lo que pudo haber sido”.

El narrador principal, capítulo 10: “Recordé a los teólogos que sostienen que la sola actividad de
rezar puede provocar por sí misma la fe, como una reacción mecánica o un precipitado”.
Recordemos que Kloster hablaba de la novela privada que estaba escribiendo como su propia forma
de rezar, y que esta era su “fe personal” (esto lo focaliza Kloster), le dice además al narrador: “Usted
no entiende. Y no podría entenderlo. Basta con que yo lo crea.”

Hay varias referencias al abismo, cuando el narrador está dictando el curso, pronuncia la palabra
azar, y fue como si “hubiera roto un sello”: “¿Cómo es la perdida de una convicción para quien
siempre dudó de todo? Es el vértigo y la resistencia de hacer pie y afirmar, aun la frase más nimia.
(…) Cada vez que decía algo, otra voz burlona dentro de mí estaba a punto de irrumpir para agregar
<O no> al final de la frase. (..) <O bien todo lo contrario> (…) <Pero lo opuesto sería también
igualmente válido>

“Tuve esa segunda noche, antes de apagar la luz, en el cuarto ya familiar, la sensación de estar
atrapado en un juego de computación, del que ya había visto para los días sucesivos todos los
escenarios: aquella mesita en mi cuarto con el cuaderno abierto todavía en blanco, las pocas galerías
comerciales, la librería descorazonadora, las salas de juego extrañamente llenas a la siesta, el único
cine, el aula de la facultad, los dos bares tardíos de la noche”.

Hay muchos índices verbales por parte del narrador

Luciana significa “la que nació con la luz del día, del alba, brillante, luminosa”.

Kloster: Monasterio

La epígrafe del faquir de Kafka: “No como porque no hallé alimento que me guste: me hartaría igual
que ustedes si lo encontrara”. Yo lo encontré en internet de otra manera: “-Eso ya se ve -dijo el
inspector-; pero ¿por qué no puedes evitarlo? -Porque -dijo el artista del hambre levantando un
poco la cabeza y hablando en la misma oreja del inspector para que no se perdieran sus palabras,
con labios alargados como si fuera a dar un beso-, porque no pude encontrar comida que me
gustara. Si la hubiera encontrado, puedes creerlo, no habría hecho ningún cumplido y me habría
hartado como tú y como todos.”

Dentro del sueño, en el filo huidizo de la mañana, creí estar a punto de entender algo: sólo
bastaba con que pudiera leer una sucesión de guiones y cruces.

Programa Narrativo General:


Sujeto: N. I.
Objeto de deseo: Saber la verdad
Oponentes: Kloster y Luciana
Ayudantes: Kloster y Luciana
Destinador: Su inteligencia, (sexo??)
Destinatario: Sí mismo, Luciana

Disfunción cuando no sabe la verdad, disfunción cuando Luciana le cuenta su verdad porque
duda de ella, disfunción cuando escucha a Kloster porque lo confunde y no sabe qué creer,
disfunción cuando Luciana se muere porque se queda con el misterio.

Programa narrativo micro Primer capitulo


Sujeto: N.I
Objeto de deseo: Luciana
Ayudante: Luciana
Oponente: Kloster
Destinador:
Destinatario:

Programa narrativo micro Capitulo 10


Sujeto. Narrador
Objeto de valor: “las misiones del héroe que tenía por delante eran quizá escribir el primer
capítulo de la novela, volverme rico en una de las maquinas tragamonedas, acostarme con mi
alumna.
Oponentes: “Los peligros que me amenazaban: descubrir una imprevista adicción al juego,
contraer una enfermedad vergonzosa si seguía a la invitación de las prostitutas, o quizá un
leve escandalo académico”.

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