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Facultad de Filosofía y Humanidades

Pedagogía en Historia y Ciencias Sociales


Historia de América Latina Independiente I

Ensayo
América Latina Independiente I

Profesor:
Roberto Pizarro L.


Ayudantes:
Manuel Pérez G.


Gerardo Cruz A.

Estudiante:
Gabriel Villagra

Fecha de entrega: 5 de octubre de 2017


En el presente ensayo se intentará vislumbrar la experiencia modernizadora
generada, en alguna medida, en América Latina, dando cuenta de las tensiones existentes
entre la tradición –lo imperante- y la modernidad –aquello que quiere imperar- en esta
región geográfica. De modo en que se comprenda, criticamente, la historia de América
Latina cuestionando la existencia y la forma de la “modernidad de América Latina”, de
manera en que se de de cuenta de las contradicciones y dificultades que implicó la
modernidad. Por lo mismo, se revisarán las discusiones de diferentes autores(as) al
respecto, específicamente, este trabajo se sustentará sobre la base de las cátedras del curso
América Latina Independiente I y la lectura de Martin Hopenhayn (2010) en su capítulo
“Modernidad espuria, infancia perpetua y proyectos de emancipación en América Latina”,
sumado a la revisión de Julio Pinto (2002) en su texto “De proyectos y desarraigos: la
sociedad latinoamericana frente a la experiencia de la modernidad (1780-1914)”, sumado
a Graham, R. (1991) en su escrito “Brasil (1850-1870)” y, finalmente, apoyaremos la
discusión en la obra de Marcelo Cargmagnani (1984) “Estado y sociedad en América
Latina: 1850-1930” .
Sobre este último (Cargmagnani, 1984), observamos que el proceso de
modernización entra en conflicto con las relaciones existentes entre campo y ciudad, de
modo en que un proceso de modernización sólo es factible en cuanto existan ciertos
factores como la expansión demográfica y, entre otros, factores relacionados con las
inversiones extranjeras en tecnología, de modo en que, la tesis que pretendo profundizar es
aquella, visible en el texto de Cargmagnani, que da cuenta de que el proceso de
modernización o la experiencia modernizadora en América Latina consolidó, en gran
medida, el poder oligárquico lo cual, a su vez, conllevó al desarrollo de una clase popular
empobrecida, a partir de lo cual, se convierte en una clase proletaria y consciente, pues
mientras más rica y poderosa se hacía la oligarquía; más pobres y resistentes se
hacían las clases populares. Del mismo modo, en el texto de Martin Hopenhayn (2010)
vislumbramos que, efectivamente, siempre han existido intereses enfrentados, en la
construcción de la modernidad en América Latina, de modo en que, se han contrapuesto
intereses, de clase, ideológicos, entre civilización y barbarie etc. Ejemplo de esto es aquella
dicotomía existente entre el proyecto oligárquico, consolidado entre 1880 y 1914, y las
clases populares pauperizadas.
Con base en lo anterior, es menester comprender que emerge la necesidad de
reflexionar en torno a tres objetivos fundamentales para dar cuenta de la forma en que se
implementó la modernización en América Latina y las tensiones existentes entre la
tradición y la modernidad, de modo en que, un primer objetivo es profundizar en torno a
aquellas aporías o contradicciones incomprensibles que se vislumbran en la experiencia
singular de «modernización» vivida por América Latina, según palabras de Julio Pinto. Un
segundo objetivo sobre el cual es necesario profundizar refiere a la modernización de la
hegemonía. Finalmente, el tercer objetivo que me parece trascendental comprender es de
qué forma los obreros y la proletarización obrera juegan un rol fundamental en éste proceso.
En primer lugar, respecto a las aporías o contradicciones en la experiencia singular
de modernización de América Latina, se comprende que se construyen aporías en torno al
proyecto oligárquico que se desarrolla entre los años 1850-1914, en dónde, a partir del
desarrollo tecnológico, favorecido por la inversión extranjera, se comprende que existe un
desarrollo económico que, desde su base, es segregador. Comprendiendo que los intereses
oligárquicos se ven beneficiados por la inversión inglesa, que a diferencia de las
inversiones convencionales que se desarrollaban en Chile, por ejemplo, en torno a la
agricultura y minería, los capitales extranjeros iban a parar al transporte, con la instauración
del ferrocarril y en inversiones económicas. De este modo, según señala en el texto de
Carmagnani (1984), Estado y sociedad en América Latina (18880-1930); “el dominio
oligárquico sobre la producción y el dominio inglés sobre el comercio y las finanzas se
complementaban mutuamente; ello constituyó el primer esbozo de lo que podemos definir
como alianza imperialista entre el capital inglés y las oligarquías latinoamericanas”
(Carmagnani, 1982, p. 29). Sin embargo, sólo se beneficiaron de este proceso de
modernización técnica los dueños de los factores productivos, es decir, la alianza
imperialista entre el capital inglés y las oligarquías latinoamericanas, quienes al transportar
los productos de sus latifundios, por ejemplo, lo hacían a través de ferrocarriles, cuestión a
la que no podían acceder pequeños propietarios de tierra, quienes quedaban aislados
económicamente al tener que transportar sus mercancías en medios más convencionales,
como las carretas, aumentando sus costos y, por lo tanto, marginándolos al mercado
interno, no siendo capaces de competir con el mercado externo, del mismo modo, se
produce durante la época de construcción del proyecto oligárquico, la necesidad de
expansión territorial para aumentar la producción, por lo mismo, las clases dominantes
oligárquicas en américa latina expropiaron tierras a campesinos, comunidades indígenas, e
incluso –como ocurrió en México- se le quitó terrenos a la iglesia con éstos propósitos.

Con base en lo anterior, la oligarquía aumentaba su poder, en términos productivos,


a costa de los intereses de las clases populares, de los otros. Sin embargo, bajo este
procesos se mantienen relaciones sociales de producción de tipo tradicional, por lo mismo,
es que resulta difícil de entender y peculiar este proceso de modernización, en dónde,
incluso se mantenían formas de extracción minera de la época colonial, al menos en un
primer momento (1850-1880). Del mismo modo, entra en contradicción la idea de ciudad
como un eje modernizador, por la existencia de la periferia (ejemplo de esto es lo ocurrido
en los conventillos de Valparaíso, fines del siglo XIX e inicios del siglo XX), en dónde
vivía el proletariado en pésimas condiciones, cuestión que no se condecía con los aires de
modernización y la vida de las clases oligárquica, quienes demostraban opulencia a través
de grandes casonas. De este modo, las clases populares empobrecidas –que generaban la
producción- veían en sus condiciones de vida y de trabajo una pauperización, en dónde, se
observaba una reducción en sus ingresos que, para nada, se vinculaba con la imposición de
una jornada laboral más extensa, por lo mismo, es que esta aporía se entiende como una
disyuntiva social. Del mismo modo, es menester comprender que “El proceso de formación
del estado oligárquico es inseparable del más vasto proyecto de índole económica, social y
política, que la clase dominante formula” (Carmagnani, 1982, p.97). Es decir, se
posicionaba la oligarquía como clase dominante, en términos políticos, económicos,
sociales y políticos, es por este factor que, en el segundo objetivo, profundizaremos en
torno a la existencia de una modernización de la hegemonía.

Así mismo, en el texto de Martín Hopenhayn (2010) Modernidad espuria, infancia


perpetua y proyectos de emancipación en América Latina, se comprende que existen
tensiones entre el proyecto modernizador y el tradicionalismo vigente, de modo en que, el
proyecto secularizador y de racionalización –modernizador- se contrapone directamente
con la hegemonía cultural del tradicionalismo, en dónde, entre otras cosas, la iglesia ocupa
un poder fundamental. De este modo, el autor utiliza palara como modernidad trunca,
frustrada, de modo en que, se trata de un continente en dónde se genera un
disciplinamiento de la producción, en un contexto de desarrollo burocrático, dando espacio
a una economía que –como hoy- se enfoca en la explotación extractiva de materias primas,
contando con una fuerza de trabajo pauperizada y, por lo mismo, en términos económicos,
una clase obrera de bajo costo. De esta forma, la experiencia singular de modernización de
la que habla Julio Pinto, en el texto “De proyectos y desarraigos: la sociedad
latinoamericana frente a la experiencia de la modernidad (1780-1914)”. Da cuenta de que
en América Latina, tal como señala el nombre del texto, se generan proyectos y
desarraigos, dando explicación a la disyuntiva social, pues mientras la oligarquía construye
su proyecto hegemónico, las clases populares –que son la mayor parte de la población-
(ejemplo de esto es el caso de Brasil, en dónde, según se señala en el texto de Graham de 7
millones de habitantes, alrededor de 2 millones y medio son esclavos(as) y mulatas(os)). De
este modo, comprendemos que si bien existe modernización técnica, aún existe una
dependencia rural de carácter tradicional.
En segundo lugar, uno de los objetivos planteados, sobre el cual es necesario
profundizar refiere a la modernización de la hegemonía, que ayuda a comprender las
tensiones existentes entre la tradición y la modernización. De este modo, a partir de lo
expuesto en la cátedra, se comprende que existe un doble proceso durante las
independencias latinoamericanas, en dónde, por una parte se conforma un Estado-Nación,
con los imaginarios que la ficción de la nación conlleva, y se acomoda la burguesía criolla
en el poder, cuestión que es entendible al comprender cómo la naciente oligarquía con
arraigo colonial perpetuaba su poder de forma institucional, Ejemplo esclarecedor de esto
es lo que ocurre en el caso brasileño, en donde, según explica Carmagnani (1982) la
composición del congreso nacional, se genera a raíz de acuerdos entre la oligarquía y el
poder central, por lo cual, las asambleas provinciales –que surgieron como la gran
modernización- eran meros intermediarios. (p.95) De este modo, el poder imperial creó las
bases institucionales de un estado oligárquico particularmente duradero. De manera en que,
se hace visible la mantención de las jerarquías sociales y la creación de instituciones
políticas, que perpetuan esas jerarquías. Finalmente, se observa, en relación con la
modernización de la hegemonía, de las clases dominantes hacia las clases subalternas, que
existe una racionalización administrativa de la dominación sobre los sectores populares.
Cuestión que se expresa, por ejemplo, en los primeros atisbos de lo que sería la
secularización del estado, creando, por ejemplo, los primeros cementerios laicos,
dependientes del Estado y no de la iglesia, cuestión racional que generó conflictos al
interior de las clases dominantes, provocando su división. De esta manera, esto se dio en
América Latina como un factor fundamental, pues lo único que separaba a la clase
dominante, en Liberales y Conservadores, era la cuestión de la iglesia. De este modo, en el
caso chileno, considero que aún no se han superado este tipo de tensiones entre la tradición
y la modernidad, pues –por ejemplo- el que se realice el tedeum ecuménico para fiestas
patrias, asistiendo las máximas autoridades políticas, da cuenta del vinculo, relacionado con
el poder que posee la iglesia catolica aún en la actualidad, entre iglesia y Estado, pues más
alla de lo que diga la constitución de 1925 respecto a la separación entre la iglesia del
Estado, podemos observar, en cada ceremonia oficial –como en semana Santa- y en la
importancia de la educacion catolica, el hecho de que la iglesia aún no ha mermado su –ya
tradicional- poder hegemónico en nuestra sociedad.
De este modo, retomando las ideas de Martín Hopenhayn (2010), podemos señalar,
respecto a la modernización -en tensión con la tradición- de la hegemonía, lo siguiente:

El blanco-primero conquistador, luego criollo, patrón de fundo o dictador- (…) dispuso


una jerarquía de derechos que por mucho tiempo estuvo correlacionada con el color de
la piel, el género, los códigos culturales y la propiedad sobre el trabajo y el capital. Las
constituciones independientes remozaron la retórica con la proclama de igualdad ante
la ley, pero tanto el poder político como la estructura social concurrieron en
mantener diferencias abismales entre grupos en acceso a decisiones, puestos
políticos, privilegios económicos, control de la propiedad, y disfrute de los bienes
de consumo que llegaban con la modernidad
(Martín Hopenhayn. 2010, p. 25).

De este modo, se comprende, cómo la modernidad trae consigo la desigualdad, de


modo en que, se privilegia a uno en desmedro de otros, generando que los medios de
producción, puestos políticos y otros bienes –vinculados a la modernidad- se mantuvieran
en manos de unos pocos, que eran dueños de todo, incluida la fuerza de trabajo del
trabajador explotado. De este modo, se generan dicotomías como la de civilización y
barbarie, en dónde, a través de un proyecto modernizador y occidental se obliga a estos
grupos a someterse a la cultura dominante, que promete civilización, pero institucionaliza la
barbarie, la esclavitud, la dominación del hombre hacia la mujer, del hombre blanco hacia
el hombre negro, del hombre rico hacia el pobre, del europeo al indígena. Generándose, en
casos como el mexicano, un choque entre las identidades territoriales con la idea de Nación.
El tercer objetivo que me parece trascendental comprender es de qué forma los
obreros y la proletarización obrera juegan un rol fundamental en éste proceso. De éste
modo, es necesario comprender que, debido a las malas condiciones de vida y de trabajo
que poseían los obreros proletarios, por ejemplo, hablando del caso de los obreros del
salitre en Chile, quienes recibían su pago en fichas que sólo podían cambiar en las pulperías
de la ofician salitrera donde trabajaban, de modo en que se generaba un monopolio –y
muchas veces alzas de precios-, además de un aislamiento del resto de la vida nacional,
sumado a las malas condiciones de trabajo, en medio de la pampa, durante jornadas
extensas –de sol a sol-, de modo en que los obreros empobrecidos, que además residían en
habitaciones obreras en dónde muchas veces debían compartir las camas entre 2 o 3 obreros
(cuestión a la que se le denominó con el concepto de camas calientes), claramente bajo esas
condiciones se generaría proletarización y conciencia de clase obrera, pues en situaciones
de miseria tales existe compañerismo, lucha y resistencia, sin embargo, muchas veces sus
luchas fueron violentamente reprimidas. Bajo esta pincelada de lo que fueron las clases
proletarias durante el ciclo salitrero, resulta imposible no lamentarnos de lo ocurrido en la
masacre en la escuela santa maría de Iquique (1907), en dónde, el estado asesinó a más de
2000 hombres y mujeres de la pampa, pues a pesar de la imposiciones patriarcales, las
mujeres pobres siempre han trabajado, por necesidad, por lo mismo, tanto hombres,
mujeres y niños, murieron acribillados en esa matanza, de un ejército contra un pueblo sin
armas. Ante este contexto, los obreros proletarios se organizan y surgen las primeras
formas de organización, en sindicatos, sociedades de socorro mutuo, mancomunales,
sociedades en resistencia etc. Ideas como las anarquistas alcanzaron su auge en las primeras
dos décadas del siglo XX, en cuanto al movimiento obrero refiere.

En éste mismo sentido, respecto a la represión hacia levantamientos populares, en el


texto de Cargmagnani (1984) se esclarece que con el objetivo de mantener el control del
sistema oligárquico. la oligarquía destinaba gran de los recursos del estado al ejército, sobre
todo en aquellos países en los cuales hubo levantamientos sociales contra los gobiernos,
como fue el caso de Colombia en contra del presidente Mosquera. Así mismo, a partir de la
lectura de Julio Pinto (2002) podemos vislumbrar que la proletarización obrera es “la cara
reversa de la modernización liberadora que ponía el acento en la dignificación y la
ciudadanía. Para ese fin, el Estado moderno contaba con instrumentos financieros, técnicos
y militares también sin precedentes” (p.6), por lo mismo, se comprende la pauperización
obrera como una contradicción con el discurso modernizador, liberador, civilizador,
ciudadano y dignificador, en cuanto, el Estado tenía herramientas y dispositivos técnicos,
pero que utilizaba para su fin, y los intereses de las elites, no para el bien común, ni para la
justicia social. Finalmente se pasa a desarrollar la tercera fase que vislumbra Cargmagnani,
respecto a los años 1914-1930, en donde se observa el desmoronamiento del proyecto
oligárquico. Para el cual, bastarán aproximadamente 15 años de estancamiento económico,
conflictos sociales y desarrollo político de la clase media obrera para terminar con el
proyecto oligárquico, que duró en su consolidación aproximadamente medio siglo, sin
embargo, es menester señalar que esto no genera la desaparición de la oligarquía como
clase.

Finalmente, a modo de conclusión, es menester comprender que a partir de la tesis o


idea previa planteada, respecto a que mientras más rica y poderosa se hacía la
oligarquía; más pobres y resistentes se hacían las clases populares. Es posible
comprender de que, efectivamente, el poder de la oligarquía, en términos económicos,
políticos y sociales al aumentar, lo hacía en desmesdro de las clases populares, sin
embargo, en ningun caso la totalidad de las clases populares empobrecidas se hacía parte de
la proletarización, organización y lucha obrera. Por lo mismo, profundizando en el
desarrollo de la síntesis, respecto al primer objetivo vislumbrado, en relación con las
aporías o contradicciones en la experiencia singular de modernización de América Latina,
es evidente que existe una aporía en cuanto a comprender la ciudad como un eje
modernizador, existiendo la periferia, cuestión que en términos espaciales, explica la
desigualdad y el proceso de otredad que se genera entre la oligarquía y las clases
proletarias. De éste modo, existe una tensión en torno al concepto de tradición en cuanto al
concepto de modernidad, comprendiendo que el proyecto oligárquico lo que intenta es
asegurar su perpetuación, como clase, en el poder.
Respecto al segundo objetivo, vinculado con la modernización de la hegemonía, se
comprende que, efectivamente, se crean o modifican instituciones pre existentes, pues lo
que hace la oligarquía no es construir algo nuevo, de la nada, sino que toman lo existente,
en el caso chileno, desde el gobierno autocrático y lo utilizan desde una perspectiva de
estado oligárquico. De este modo, se modernizan e institucionalizan las conductas de
superioridad, hegemonía y explotación, por características raciales, de género, etc.
Finalmente, respecto a de qué forma los obreros y la proletarización obrera jugaron un rol
fundamental en éste proceso, es comprensible que a partir de la pauperización obrera se
generaran organizaciones obreras que permitieran luchar por la reivindicación de sus
derechos y por cuestiones laborales que, en nuestra actualidad, consideraríamos
necesidades básicas. De modo en que, a su vez, los levantamientos obreros generan, en gran
medida, un aporte para el derrumbamiento del proyecto oligárquico, entre 1914 y 1930.

De esta manera, considero que la modernidad, como concepto relacionado con el


bienestar, es una dicotomía constante, un discurso ficticio que se sustenta sobre la base de
la explotación, de ricos hacia pobres, de hombres hacia mujeres, de blancos hacia negros.
Esta modernización, no hace más que decretar, por ley, los intereses, perspectivas y
relaciones culturales hegemònicas, en cuanto al establecimiento de una sociedad patriarcal,
en un principio completamente vinculada a la iglesia, que por su poderío económico y a
nivel social y político, es un poder hegemónico más. En éste sentido, la estructura social
que se conforma con la modernización, así como el progreso técnico que conllevó, sólo
sirvió para beneficiar a quienes construyeron los estados nación y eran la clase dominante,
me refiero a la oligarquía. Por lo mismo, valido la lucha obrera y la reivindico, pues cómo
no protestar ante tales condiciones de miseria, cómo no sentirnos violentados y creer en la
violencia como arma de lucha, si el Estado te asesina ante una revuelta, por condiciones
básicas (como en el caso de la escuela Santa maría de iquique, en dónde las exigencias de
los trabajadores se relacionaban con poder tener una pesa para el mineral, pues los
estafaban y poder ocupar las fichas en cualquier oficina salitrera). En este sentido, gracias
al ensayo, al vislumbrar estos aspectos, hizo preguntarme si efectivamente ¿existen
cambios sustanciales entre este Estado oligárquico y el Estado neoliberal actual?, en cuanto
a defensa de intereses de clases hegemónicas refiere, por ejemplo, siento que no es mucho
lo que ha cambiado, por lo mismo, es menester luchar, pues el Estado continúa reprimiendo
estudiantes y trabajadores(as), continúa matando mapuches y relegando a las mujeres a un
segundo plano.

Referencia Bibliográfica.

 Hopennayn, M (2010) “Modernidad espuria, infancia perpetua y proyectos de


emancipación en América Latina”. En: Lillo, G & Urbina, J (Eds) De
independencias y revoluciones. Avatares de la modernidad en América Latina.
Santiago: LOM, pp.19-36.
 Pinto, J. (2002) “De proyectos y desarraigos: la sociedad latinoamericana frente a la
experiencia de la modernidad (1780-1914)”. Contribuciones científicas y
tecnológicas. N°130, pp. 95-113.
 Graham, R. (1991) “Brasil (1850-1870)”. En: Bethell, L. (Ed) Historia de América
Latina. Tomo VI. Barcelona: Editorial Crítica, pp.378-413.
 Carmagnani, M (1984) Estado y sociedad en América Latina: 1850-1930.
Barcelona: Editorial Crítica. Capítulo 2.

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