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Los réditos de Quilpo

Funcionamiento de una encomienda cordobesa


a fines del siglo XVI (1595-1598)

Por Gastón Gabriel Doucet

Hace más de un tercio de siglo, refiriéndose al deficiente conocimiento


que entonces se tenía de las encomiendas de indios hispanoamericanas,
Lewis Hanke señalaba la falta de fuentes idóneas, que fuesen accesibles
en la época, para estudiar el funcionamiento interno de la institución y
asomarse a la vida cotidiana de sus protagonistas. „Uno quisiera saber -
escribía - qué clase de vida llevaba el encomendero en la,sólida mansión
de piedra u otro material duradero' que se suponía había de edificar en
la villa más próxima a su encomienda". Como ejemplo de las fuentes de
cuya carencia se lamentaba, añadía: „No han llegado hasta nosotros dia-
rios de ningún encomendero, bien sea porque el tiempo los destruyó, bien
sea porque no .se escribieron nunca" Y, deteniéndose a considerar este
punto, reflexionaba con escepticismo: „Los españoles han mostrado
siempre marcada repulsión a ponerse al descubierto en obras autobiográ-
ficas" 1 .
Huelga decir cuánto se ha avanzado en el estudio del régimen de la en-
comienda desde el tiempo en que así escribía el ilustre historiador esta-
dounidense. No es menos cierto, sin embargo, que entre la rica y variada
documentación que viene siendo aprovechada en las investigaciones sobre
el tema no se cuentan en gran número testimonios que puedan calificarse
de „internos" o „domésticos", entendiendo particularmente por tales
aquellos que de manera directa o inmediata ofrezcan constancia de los di-

1
Lewis Hanke, La lucha por Iajusticia en la conquista de América (traducción de
Ramón Iglesia, Buenos Aires 1949) 208.

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versos hechos que constituían la realidad cotidiana del funcionamiento


de la institución. Y huelga también destacar la importancia de semejantes
testimonios para alcanzar un cabal conocimiento de las encomiendas in-
dianas.
Volviendo al Dr. Hanke y a su poco optimista expectativa de que llega-
ran a encontrarse diarios de encomenderos, nada habría que cambiar hoy
en la frase arriba transcrita. Ahora bien, podría haberse ampliado tal ex-
pectativa para incluir en ella otro tipo de fuente que, prescindiendo del
aspecto autobiográfico, cabe en cierto modo êquiparar al mencionado por
el autor norteamericano: me refiero al „diario", no de un encomendero
sino de una encomienda; o, dicho de otra forma, a un registro o libro de
administración llevado por un encomendero o por su substituto, donde
se hubiesen consignado regularmente las cuentas y operaciones vincula-
das a la encomienda. Y respecto a la existencia de semejantes registros la
expectativa no tendría que haber estado teñida de escepticismo, pues era
de suponer que ellos fuesen ordinaria o frecuentemente compuestos,
cuando no para la encomienda específicamente, al menos englobando a
ésta dentro del conjunto de los negocios del encomendero. El hecho es,
sin embargo, que hasta donde sé nunca ha sido dado a conocer un docu-
mento como el propuesto: el que en este trabajo servirá de fuente principal
es, según creo, el primero de su clase que alcanza así publicidad 2 . Por lo
demás, es el único que he encontrado en el curso de más de una década
de investigaciones sobre el régimen de la encomienda en el Hicumán en
archivos y colecciones documentales de diversa índole, tanto públicos
como privados 3 .

2
Se advertirá la diferencia entre el tipo de documento al que me refiero y el que uti-
lizó Simpson para estudiar la encomienda de Chimaltenango en Guatemala: este últi-
mo - por cierto que también muy valioso - es una sucinta rendición de cuentas y
no un pormenorizado registro como el que aquí se verá. Cfr. Lesley Byrd Simpson,
The Encomienda in New Spain: The Beginning of Spanish Mexico (Berkeley & Los
Angeles 1966) 244-250.
3
Nuestro libro se conserva en el expediente de rendición de cuentas de la tutela de
los hijos de Juan de Soria, Archivo Histórico de Córdoba (en adelante: AHC), Expe-
dientes Judiciales (EJ), escribanía 1 - legajo 11 - expediente 2, fols. 47-80, y lleva
el titulo que sigue: «Libro de la quenta del menor Felipe [testado: de] Busto/de Sorya,
hijo de Juan de Soria, vezino que fue desta/çiudad, de los réditos del pueblo de Quil-
po,/desde el día que entró en my poder y ine casé con/Doña Catalina Bustos, su madre,
y de lo que se a/gastado con él i sus ermanas y seruysio de su casa,/pueblos y chácara;
que los aprouechamyentos en-/piesan desde la segunda hoja deste libro y el gasto/des-
de las ueynte y sinco hojas en adelante; y enpie-/ça esta quenta del cargo que me voy
haziendo des-/de prymero, digo desde veynte y ocho de setienbre/del año de 1595
años.» (He respetado en este caso la ortografía del manuscrito, sin más que suplir la

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El objeto del presente trabajo se reduce, por una parte, a describir el


funcionamiento de una encomienda de la jurisdicción de Cordoba, en la
gobernación de Tucumán, entre los años de 1595 y 1598. Nuestro escena-
rio, pues, es el Tbcumán de finales del siglo XVI, y específicamente el dis-
trito de la ciudad de Córdoba de la Nueva Andalucía, fundada en 1573
por el gobernador D o n Jerónimo Luis de Cabrera; escenario marginal de
las Indias españolas, en el cual, c o m o en otros de la misma categoría, la
encomienda habría de conservar vigencia (y destacada importancia) hasta
fechas muy avanzadas, manteniéndose en los hechos la institución, pese
a las leyes que lo prohibían, c o m o un sistema de aprovechamiento directo
de la m a n o de obra indígena — o sea, el régimen de la encomienda de ser-
vicio personal. Para la época que nos ocupa, tal régimen era aún el oficial-
mente establecido en aquella provincia, bajo la regulación que daban las
Ordenanzas dictadas en 1576 por el gobernador Gonzalo de Abreu 4 . E n
éstas n o estaban tasado el tributo que los indios debían dar a sus encomen-
deros, sino el tiempo por el que los segundos podían servirse de los prime-

puntuación y la acentuación y regularizar el uso de mayúsculas. En adelante, al copiar


textos antiguos modernizaré la ortografía, aunque tratando de conservar los valores
fonéticos.)
El titulo del libro no refleja exactamente su contenido, que excede los límites fijados
en aquél: no se registra allí sólo lo concerniente a la encomienda, sino todo lo que toca
a la administración ejercida entre septiembre de 1S95 y fines de 1598 por Luis de Abreu
de Albornoz (quien compuso el libro), como tutor de los hijos de Juan de Soria. Tam-
poco se ha respetado el orden anunciado en la portada (los aprovechamientos a partir
del folio 2, y desde el 25 los gastos). Diversas evidencias internas muestran que los car-
gos y datas no se fueron asentando a medida que se iban produciendo, sino que el admi-
nistrador compuso el libro en un muy corto número de etapas, volcando entonces en
él las constancias particulares que guardaba. Por lo demás, hay asientos poco claros,
y no faltan los que contienen manifiestas inexactitudes. El libro de administración será
en adelante citado como „Libro", mencionándose su foliación propia; al citar otros
documentos contenidos en el mismo expediente de rendición de cuentas, identificaré
éste como „Expediente" y usaré en esos casos la moderna foliación general del respecti-
vo legajo.
Debo advertir, por último, que no soy el primero en aprovechar el „Libro": Carlos
Sempat Assadourian, „Economías regionales y mercado interno colonial: El caso de
Córdoba en los siglos XVI y XVIII", El sistema de la economía colonial': El mercado
interior. Regiones y espacio económico (México 1983) 26-27, lo utiliza parcialmente
e incluso copia tres de sus asientos. Citándola genéricamente como una „rendición de
cuentas por tutoría", dicho autor no individualiza su fuente, de manera que ésta pasa
allí desapercibida.
4
Las Ordenanzas dé Abreu, fechadas en Santiago del Estero el 10 de abril de 1576,
pueden verse en Roberto Levillier (ed.), Gobernación del Thcumán: Papeles de Gober-
nadores en el siglo XVI. Documentos de! Archivo de Indias (2 vols., Madrid 1920),
(en adelante: GTPG), II, 32-45.

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ros; la materia y la cantidad de los tributos quedaban así libradas a ia ini-


ciativa y a las posibilidades del encomendero, quien, además, contaba con
sus encomendados para el servicio de su casa y haciendas y para otros me-
nesteres 5 . Escenario y tiempo, cabe añadir a este ligero bosquejo, en los
que los encomenderos, modestísimos equivalentes de sus pares de otras
provincias indianas, ciertamente no edificaban „sólidas mansiones de pie-
dra" 6 .
Para aquel objeto utilizaré como fuente principal, según ya he anticipa-
do, el libro de administración de la encomienda que nos ocupará. Consér-
vase dicho libro en el expediente de rendición de cuentas de una tutela,
uno de cuyos pupilos era, como sucesor de su difunto padre, titular de
la encomienda en cuestión. Como administrador de ésta, el tutor tuvo que
rendir cuentas de los aprovechamientos obtenidos de la misma, y presentó
el referido libro como elemento de prueba. Varias otras de las piezas con-
tenidas en el mencionado expediente servirán de complemento de nuestra
fuente principal. Y, precisamente, el otro propósito perseguido en este tra-
bajo es mostrar las posibilidades que testimonios como los aludidos -
y en especial el libro de administración - ofrecen a los interesados en el
estudio de las encomiendas.
Conviene advertir desde ya que, por limitaciones de espacio, sólo par-
cialmente aprovecharé en esta ocasión el caudal informativo que las fuen-
tes consignadas proporcionan; y que, siendo la encomienda nuestro obje-
to específico de estudio, no me ocuparé sino marginalmente de otros asun-

5
Sobre el régimen de la encomienda en el Tbcumán véanse los estudios de Ricardo
Zorraquín Becú, „La reglamentación de las encomiendas en territorio argentino", fíe-
vista de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales, tercera época, 1 (Buenos Aires
1946), y „El trabajo en el período hispánico", Revista del Instituto de Historia deI De-
recho Ricardo Levette 19 (Buenos Aires 1968) 107-200, y el de Adolfo Luis González
Rodriguez, La encomienda en TUcumán (Sevilla 1984); sobre el caso particular de Cór-
doba, los de Beatriz Rosario Solveira, „Desarrollo general de la encomienda en Córdo-
ba", Revista de la Junta de Estudios Históricos de Tucumán 4 (San Miguel de Tucumán
1974) 213-238, y Carlos S. A. Segreti, „Contribución al estudio de la condición del
aborigen en Córdoba de la Nueva Andalucía hasta las ordenanzas del visitador Fran-
cisco de Alfaro", Investigaciones y Ensayos 19 (Buenos Aires 1975) 181-258.
6
Afirma el más autorizado estudioso del tema que en el siglo XVII la ciudad de
Córdoba „ofrecía, en general, el aspecto de un villorrio humilde, con sus edificios de
tapias y adobes, salvo contadas excepciones": Carlos Luque Colombres, „Vázquez de
Espinosa y la ciudad de Córdoba", Para la historia de Córdoba: Monografías, artícu-
los y otros escritos (2 vols., Córdoba 1971-1973) I, 399. Desmiente el citado autor,
sometiéndola a rigurosa crítica, la imaginaria descripción de Fr. Antonio Vázquez de
Espinosa, según la cual en Córdoba, hacia 1620, „toda la casería es de maravillosa fá-
brica de piedra".

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tos que, en rigor, tendrían que ser mejor integrados con lo relativo a aqué-
lla en una visión de conjunto. Por otra parte, como lo indica el título de
este trabajo y de acuerdo con la índole de nuestra fuente principal, se pres-
tará aquí preferente atención a los réditos de la encomienda, o, mejor di-
cho, a los diversos recursos suministrados por ella a su beneficiario; pero
no dejaré de referirme a otros importantes aspectos del funcionamiento
de la institución, de los cuales los materiales que emplearé ofrecen valio-
sas ilustraciones.

L A ENCOMIENDA DE Q U I L P O Y LOS SORIA

Antes de entrar de lleno en el asunto, fuerza es dar algunas noticias de


sus protagonistas; esto es, de la encomienda de Quilpo y de los beneficia-
rios de la misma. En cuanto a la primera, poco puedo decir a su respecto
por ahora. Al menos en la línea de sucesión que aquí interesa, fue su pri-
mer titular Juan de Soria, de quien con seguridad consta que recibió, de
distintos gobernadores del Tücumán, dos mercedes de indios: una de Gon-
zalo de Abreu y otra de Juan Ramírez de Velasco. Parece muy probable
que anteriormente le encomendara indios el fundador de Córdoba, don
Jerónimo Luis de Cabrera, en la repartición inicial de los naturales del di-
strito de dicha ciudad; pero no estoy en condiciones de asegurarlo 7 . En
todo caso, no hay duda que, según era lo ordinario en el lugar y en la épo-
ca, el que en el período que nos ocupará aparece bajo la designación de
„pueblo de Quilpo" se había constituido como resultado de la reducción
en un determinado sitio de varios grupos indígenas encomendados - por

7
No he encontrado ninguno de los títulos de encomienda despachados en favor de
Juan de Soria. Lo dicho arriba se basa en el inventario practicado a la muerte de éste,
donde se mencionan, entre los papeles que él guardaba, „una cédula de indios [o sea,
un título de encomienda] hecha por Gonzolo de Abreu de Figueroa", „otra cédula he-
cha por Gonzalo de Abreu en Juan de Soria de ciertos indios" y „otra cédula de enco-
mienda de indios hecha por el general don Iñigo Ramírez de Velasco en Juan de Soria
y confirmada por Juan Ramírez de Velasco" (durante el gobierno de este último, D.
Iñigo fue teniente general de la gobernación): Inventario de los bienes dejados por Juan
de Soria, Córdoba, 26-27 de septiembre de 1593, „Expediente", fols. 25v-26v. No es
seguro que el primero de los títulos mencionados haya tenido por beneficiario a Juan
de Soria: en el inventario se incluyen también „una cédula de encomienda hecha por
el gobernador Don Jerónimo Luis de Cabrera en Pedro de Soria" y „una merced y cédu-
la de indios hecha por Juan Ramírez de Velasco en Don Pablo de Guzmán".

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una o por varias mercedes - en un m i s m o individuo 8 . Por lo que hace


a la situación geográfica de tal pueblo, es de suponer que estuvo en la z o n a
donde hasta el presente se ha conservado su nombre, en el actual departa-
mento de Cruz del Eje de la provincia argentina de Córdoba.
Lamentablemente, no contamos con ningún padrón u otra fuente de in-
formación directa acerca del número de almas de que se c o m p o n í a este
repartimiento 9 . Sin embargo, a partir de ciertos datos consignados en
nuestro libro de administración - las constancias de los pagos de estipen-
dios a los curas doctrineros - puedo aventurar unos cálculos provisiona-
les: según éstos, por los años de 1595 a 1597 el pueblo de Quilpo constaría
de unas cien indios de doctrina, cifra que entre 1597 y 1598 habría descen-
dido (parece claro que c o m o consecuencia de la epidemia de la que ade-
lante me ocuparé) a la de setenta y cuatro. También provisionalmente,
considero que por indios de doctrina ha de entenderse varones mayores
de catorce - o quizá de quince - a ñ o s 1 0 .
M u c h o más que de la encomienda puedo decir acerca de los encomen-

* La pluralidad de componentes de esta encomienda aparece claramente reflejada


en la escritura mediante la cual, en 1605, Felipe de Soria renunció a ella: léese allí que
el susodicho hace dejación del pueblo de Quilpo con los caciques D. Juan Quilpona-
ban, D. Cristóbal Quilpocan, D. Diego Hampinaban, D. Pedro Campudnaban, D. Mi-
guel Chunchunchuctaui, D. Juan Ysicapayo, D. Miguel Hoypanchuctaui, D. Gaspar
Padlinaban y D. Pedro Tihangaspan, „que todos están inclusos y reducidos en el dicho
pueblo de Quilpo"; y - todavía se agrega - de todos los demás pueblos, caciques,
indios y parcialidades en que el otorgante sucedió a Juan de Soria (dejación de enco-
mienda por Felipe de Soria, Córdoba, 16 de agosto de 1605, AHC Protocolos (en ad-
lante: P), registro 1, tomo 18, fols. 142-142v).
9
Conforme al uso del lugar del que se trata, en este trabajo empleo el término „re-
partimiento" como sinónimo de encomienda.
10
Como adelante se verá, entre 1596 y 1597 se pagó por la doctrina de Quilpo de
dos años un total de 112 pesos y 4 tomines, de lo que resulta un estipendio anual de
56 pesos y 2 tomines (o sea, 450 tomines); mientras que en 1598 el doctrinero percibió,
por dos tercios de un año, 27 pesos y 6 tomines, de manera que el estipendio de los
doce meses sería entonces de 41 pesos y 5 tomines (o 333 tomines). Ahora bien, parece
claro que se estaba pagando a razón de 4 tomines y medio por cada indio de doctrina,
con lo que se obtienen las cifras que he consignado arriba; (cfr. infra, n. 111.) En cuanto
a qué indios pertenecían a la mencionada categoría, mi opinión se basa en el cotejo
de las siguientes fuentes: Juan Ramírez de Velasco al Rey, Santiago del Estero, 10 de
diciembre de 1586, GTPG I, 179; Ordenanzas de Abreu cit. en n. 4 (nos. 8, 10 y 12),
GTPG II, 35-36; Constituciones del I Sínodo Diocesano del Hicumán, Santiago del
Estero, 29 de septiembre de 1597 (parte 1, no. 5), Jose M. Arancibia y Nelson Dellafe-
rrera, Los sínodos deI antiguo TUcumán celebrados por fray Fernando de Trejo y Sa-
nabria, 1597,1606,1607 (Buenos Aires 1979), (en adelante: SAT), 141-142; y Constitu-
ciones del III Sínodo Diocesano del lUcumán, Santiago del Estero, 28 de septiembre
de 1607 (no. 6), SAT, 203.

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deros, aun ciñendo la relación a lo que juzgo más pertinente consignar


aquí. Tanto Pedro de Soria el Viejo como sus dos hijos, Juan de Soria y
Pedro de Soria el Mozo, se contaron entre los pobladores iniciales de la
ciudad de Córdoba, a cuya fundación en 1573 asistieron y en la que queda-
ron definitivamente avecindados. Se ignora cómo fueron a dar a la remota
gobernación tucumanense. Lo cual, en verdad, es de lamentar, ya que en
los nombrados se encuentra un notable ejemplo de ese fenómeno tan in-
teresante como poco explorado que es la movilidad de los españoles en
Indias durante la época de la Conquista; movilidad ejercida en este caso
desde la provincia de.Salamanca en la vieja España hasta la ciudad de Mé-
xico en la Nueva, y desde ésta - con quién sabe cuántas etapas interme-
dias - hasta el extremo austral del Hicumán".
Pedro el Viejo nació en la villa de Peñaranda de Bracamonte, en la pro-
vincia de Salamanca, alrededor de 1523l2. Según declaró en su testamen-
to, era hijo legítimo de cierto Juan de Soria; en cuanto a su madre,
manifestó no recordar su nombre, debido al tiempo transcurrido desde
que, siendo muy niño, saliera de su lado 13 . A temprana edad pasó a las
Indias, y residió por un tiempo en la Nueva España. Probablemente casó
allí con María de Bustamante, quien había de acompañarte hasta su defi-
nitivo afincamiento en Córdoba y de cuya naturaleza y filiación nada sé.
En todo caso, en la ciudad de México nacieron los dos hijos del matrimo-
nio, Juan por 1547 o 155014 y Pedro hacia 1559. A estos escasos datos se
reducen los antecedentes conocidos de la familia. En Córdoba recibieron
los tres Soria solares, mercedes de tierras y encomiendas de indios, y tuvie-

" Salvo cuando cite otras fuentes, tomo los datos biográficos que aquí expondré de
las siguientes obras: Arturo G. de Lazcano Colodrero, Cabildantes de Córdoba (Cór-
doba 1944) 5 - 6 y 175-178; Carlos Luque Colombres, „El Deán Doctor Don Gregorio
Funes: Arraigo de su familia en América", en su Para la historia II, 305-306; ídem,
Orígenes históricos de la propiedad urbana de Córdoba (siglos XVI y XVII) (Córdoba
1980) 46 y 48-49; Alejandro Moyano Aliaga, Hijos y nietos de fundadores de Córdo-
ba (Córdoba 1973) 1 y 69-71.
12
Según Luque Colombres, Orígenes, 49, Pedro de Soria el Viejo nació en 1529,
mientras que Moyano Aliaga, Hijos, 70, lo da por nacido en 1523. Esto último se com-
padece mejor con lo manifestado en 1593 por el propio Pedro, quien dijo entonces „ser
de edad de setenta años poco más o menos" (declaración de Pedro de Soria el Viejo,
Córdoba, 24 de noviembre de 1593, AHC EJ 1-18-1).
13
Testamento de Pedro de Soria el Viejo, Córdoba, 12 de febrero de 1600, AHC EJ
1 - 1 6 - 8 , fols. 365-368.
14
Moyano Aliaga, Hijos, 69, dice que Juan de Soria nació en 1547; Lazcano Colo-
drero, Cabildantes, 176, y Luque Colombres, Orígenes, 49, coinciden en señalar como
año aproximado de su nacimiento el de 1550.

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ron activa participación en la vida política de la ciudad, desempeñando


todos ellos oficios de república en varias oportunidades.
Juan y Pedro el Mozo mostraron ser emprendedores hombres de nego-
cios, y a ambos les corresponden puestos destacados en la temprana histo-
ria económica de Córdoba; pareciera que en esto no fueron imitadores de
su padre, a juzgar por los testimonios en los que este último aparece, al
final de su vida, como un individuo sin recursos15. Entre otras varias
empresas, Pedro el Mozo instaló el primer molino que hubo en la ciudad
de Cabrera, mientras que a la iniciativa de su hermano y de otros tres aso-
ciados se debió el establecimiento de la más antigua fábrica de vidrios de
que se tiene noticia en el actual territorio argentino.
En su polifacética actividad como hombre de negocios, Juan de Soria
mantuvo estrechas conexiones con el reino de Chile, de uno y otro lado
de la cordillera1S. Las relaciones chilenas no se agotaron en puras opera-
ciones comerciales, sino que en ellas se incluyó también el casamiento de
nuestro personaje: éste contrajo matrimonio en Mendoza, hacia 1585,
con Doña Catalina de Bustos, natural de dicha ciudad, hija legítima del
capitán Bartolomé de Bustos 17 y de Isabel Pérez. De esa unión nacieron
cinco hijos, dos varones (Felipe y Juan) y tres mujeres (Sabina, Bernabela
y Micaela) 18 .
En Córdoba, el 26 de septiembre de 1593, ,,a puestas del sol falleció de
muerte súpita Juan de Soria", según hizo constar el Teniente de Goberna-
dor de la ciudad ,9 . Conforme a la ley de la sucesión, la encomienda de

15
En 1598 Rodrigo de Salinas, tomador de cuentas a los depositarios de los bienes
dejados por Juan de Soria, decía refiriéndose al padre de éste: „como es notorio, es
de mucha edad y no se le conocen bienes algunos ni ningunos" („Expediente", fol. 188).
Y en el testamento del mismo Pedro el Viejo, cit. en n. 13, apenas se mencionan unos
pocos bienes de escaso valor.
16
Ofrece mucha información sobre los negocios de Juan de Soria su testamento,
Mendoza, 10 de agosto de 1588, „Expediente", fols. 15-24v. Assadourian ha estudiado
la compañía que con el susodicho formó Lope de la Peña - residente en Santiago de
Chile y, como aquél, encomendero y comerciante - y publicado la interesantísima co-
rrespondencia cursada entre ambos socios: Carlos Sempat Assadourian, „Chile y el
TUcumán en el siglo XVI: Una correspondencia de mercaderes", El sistema, 65-126.
17
Nacido en España, Bartolomé de Bustos estuvo en Tierra Firme y después en el
Perú, donde tomó parte en la célebre batalla de Xaquixaguana; pasó más tarde a Chile,
y fue allí uno de los fundadores de Concepción y vecino encomendero de Villarrica;
posteriormente se radicó en Mendoza (Luque Colombres, „El Deán", 319-320).
18
Antes de casarse Soria tuvo una hija natural, llamada Elvira, que en 1588 era de
alrededor de catorce años de edad; en dicho año aún no habían nacido de su matrimo-
nio más que dos hijas, Sabina y Bernabela (testamento cit. en n. 16, fols. 23v-24).
Según Moyano Aliaga, Hijos, 69, Felipe, el primer hijo varón, nació en 1591.
19
Auto de D. Pedro Luis de Cabrera, Córdoba, 26 de septiembre de 1593, „Expe-
diente", fol. 25.

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Quilpo pasó entonces en segunda vida a Felipe de Soria (o Bustos de So-


ria), el mayor de los hijos varones del difunto y a la sazón niño de muy
corta edad. Doña Catalina de Bustos, su madre, administró como tutora
la encomienda (al igual que los bienes de todos los hijos del matrimonio)
durante un par de años. Pero en 1595 la viuda contrajo segundas nupcias
con el capitán Luis de Abreu de Albornoz, y en consecuencia éste tomó
desde entonces a su cargo la administración de las propiedades de los
huérfanos y del repartimiento de Quilpo 20 .
Como los Soria, Luis de Abreu de Albornoz había formado parte del
grupo inicial de pobladores de Córdoba. Nacido hacia 1559 en la villa de
Huelva del Condado de Niebla, era hijo legítimo de Pedro Arballo de Al-
bornoz y de Doña Juana de Abreu; éstos pasaron con sus hijos al Perú
y de allí al Tbcumán, donde se avecindaron en la ciudad de Santiago del
Estero. Luis de Abreu - que fue encomendero en Córdoba, ejerció allí
varias veces oficios de república y terminó sus días como teniente de go-
bernador de La Rioja - casó en primeras nupcias con Doña Catalina
Príncipe, natural de Santiago del Estero; fallecida ésta en febrero de 1595,
su viudo no esperó mucho para contraer nuevo matrimonio, pues, como
se ha visto, ese mismo año lo hizo con la madre de nuestro encomendero.
No pocas cosas, y de no escaso interés, podrían agregarse acerca de
estos personajes y de sus vinculaciones familiares, incluyendo algunas que
directamente tocan a la historia de la encomienda de Quilpo; pero no hace
a nuestro presente objeto el consignarlas. Baste, pues, con lo dicho, y pa-
semos ya a examinar el funcionamiento de aquélla.

L o s AGENTES DEL ENCOMENDERO

Al igual que en las otras privincias indianas, en el TUcumán el encomen-


dero - o quien, como en nuestro caso Luis de Abreu de Albornoz, hace
las veces de tal — de ordinario administra su repartimiento por medio de
agentes que contrata para ese fin: son éstos los allí llamados pobleros,

20
Abreu casó con Da. Catalina el 23 de septiembre de 1595 („Libro", fol. 20v). Cu-
riosamente, el formal discernimiento de la tutela y cúratela de los menores de Juan
de Soria en aquél no se verificó hasta el 4 de marzo de 1597. (Copias de los documentos
relativos a dicho discernimiento se hallarán en „Expediente", fols. 12- 14v, y en AHC
EJ 1 - 9 - 2 , fols. 2 3 5 - 2 3 8 V . ) Al parecer, durante casi un año y medio Luis de Abreu
estuvo a cargo de las personas y bienes de los huérfanos sin tener título expreso para
ello.

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mayordomos o sayapayas, individuos que en dicha gobernación ganarán


fama de verdaderos azotes de los indios y cuyo empleo será prohibido en
1612 por el visitador Don Francisco de Alfaro - sin que, empero, ello sig-
nifique su efectiva desaparición. Es fácil comprender la importancia del
papel que estos agentes desempeñan: intermediarios entre el encomende-
ro y los encomendados, son ellos quienes directamente organizan y diri-
gen el trabajo de los segundos, y constituyen el inmediato y cotidiano pun-
to de contacto de éstos con el mundo de los conquistadores 21 . En el Hi-
cumán su presencia es considerada indispensable debido a la rudeza de
los naturales: así, por ejemplo, en 1597 el Cabildo cordobés dice de estos
últimos que „son de tan poco trabajo que aun para acudir que se tengan
algunas sementeras en sus pueblos es necesario que sus encomenderos
pongan persona que tenga cuidado de mandárselos sembrar, porque si
esta diligencia no tuvieran los encomenderos nunca sembraran ellos" 22 ;
y el siguiente año Luis de Abreu de Albornoz declara haber contratado
a un poblero „porque la dicha hacienda y pueblo del dicho menor no pue-
de estar sin un hombre, porque se perdería todo" 23 .
Durante el período que abarca nuestro libro de administración, cinco
pobleros se suceden en Quilpo (incluyéndose en este número uno que qui-
zá, estrictamente hablando, no deba ser considerado como tal): Simón
Duarte, Juan Ramírez, Juan Xuárez, Martín Sánchez y Pedro de Lastur.
La serie ofrece una buena muestra de las distintas modalidades de contra-
tación de estos agentes, tanto en lo que respecta a su paga como en cuanto
a la formalización de aquélla.
Los pobleros se conciertan por un salario fijo, o a partido (esto es, por
un porcentaje de los aprovechamientos obtenidos durante su gestión); o
bien por un sistema mixto, combinación de los dos anteriores 24 . De las
tres modalidades se encuentran ejemplos en nuestro caso.
El primero de los pobleros mencionados, Simón Duarte, no fue contra-
tado por Abreu de Albornoz, sino que, en virtud de un concierto que

21
Los pobleros de la gobernación de Tbcumán han sido recientemente objeto de un
estudio particular: Carlos A. Mayo, „Los pobleros del llicumán colonial: Contribu-
ción al estudio de los mayordomos y administradores de encomienda en América", He-
vista de Historia de América 85 (México 1978), 25-57.
22
Instrucción del Cabildo de Córdoba a Lope Vázquez Pestaña, Córdoba, 7 de
agosto de 1597, Archivo Municipal de Córdoba (8 vols., Córdoba 1880-1884), (en ade-
lante: AMC), III, 34. (En el texto impreso se lee por error „Vázquez de Pastrana" en
lugar de „Vázquez Pestaña".)
25
„Libro", fol. 13v.
24
Cfr. Mayo, „Los pobleros". 40-42.

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Los réditos de Quilpo 73

Doña Catalina de Bustos había suscrito antes de su segundo casamiento,


estaba en funciones cuando aquél entró a administrar la encomienda. En
el referido concierto, formalizado el 27 de marzo de 1595, Duarte se había
obligado ,,a estar en el dicho pueblo" de Quilpo durante un año, a contar
desde el siguiente 8 de ábril; probablemente en tal fecha vencía otro con-
trato entre las mismas partes, pues consta que este poblero servía en la
encomienda cuando menos desde el año anterior. Por su trabajo, Duarte
debía recibir 150 pesos, „pagados en ropa y sobrecamas, costales y apare-
jos y de todo lo demás que allí se hiciere en el pueblo de Quilpo . . ..por
iguales partes"; ,,y más - agregó Doña Catalina - un potro de mis ye-
guas" 25 . De los doce previstos en este concierto, Simón Duarte no llegó
a servir más que seis meses. Bajo la administración de Abreu sólo llevó
una „mita"26 a sus empleadores, el 28 de septiembre de 1595; seguida-
mente, según consignó el administrador en su libro, „despidióse este po-
blero" 11 , al que se tomaron cuentas y a quien se terminó de pagar lo que
se le debía por el tiempo de su servicio el 14 de abril de 159628.
Despedido Duarte, Abreu de Albornoz tomó por poblero a Juan Ramí-
rez, „concertado — léese en el libro de administración - al quinto de los
aprovechamientos de los indios y simentera, y el diezmo de los novillos
que domare en el dicho pueblo y de todo el multiplico del ganado" 29 .

25
Concierto entre Da. Catalina de Bustos y Simón Duarte, Córdoba, 27 de marzo
de 1595, „Expediente", fol. 137.
M
Sobre la acepción con la que aquí se emplea el término „mita", véase el siguiente
apartado.
27
„Libro", fol. 2.
28
Por sus seis meses de servicio Simón Duarte debía cobrar 75 pesos (no encuentro
ninguna referencia a algún sustituto parcial del potro prometido por Da. Catalina);
a esa suma se agregaban 34 pesos y medio que se le adeudaban del año anterior, según
consta en el concierto cit. en n. 25. Al pie y al dorso de éste aparecen consignados los
ajustes de cuentas de Abreu de Albornoz con el poblero, los cuales resumo a continua-
ción. Se descontó de lo debido a Duarte un total de 70 pesos, discriminados de esta
manera: 25 pesos de una yunta de bueyes „que prestó a Lázaro, yanacona de Blas de
Peralta" (y que, por lo visto, no fue devuelta); 20 pesos „de cuatro piezas de ropa que
dio a Pantaleón Márquez" ; 10 pesos „de gallinas que ha vendido"; 5 pesos „de una pieza
de ropa que dio por él Doña Catalina de Bustos al sillero"; y 10 pesos de 20 fanegas
de „comida que dio a Juan Xuárez". Descontados estos 70 pesos, quedábanse debiendo
al poblero 39 pesos y medio, de los cuales Abreu pagó 15 en fecha que no está precisada
y los restantes 24 y medio el 14 de abril de 1596. En el descargo correspondiente al año
de 1595 - he aquí uno de los indicios de que el registro no se fue haciendo a medida
que se verificaban los ingresos y los gastos —, el administrador consignó en su libro
haber pagado ,,a Simón Duarte cuarenta pesos [4 reales más de lo que resulta de las
constancias citadas] que le debían del tiempo que sirvió de poblero en el dicho pueblo
de Quilpo, que esto se le debía de resto y se lo pagué yo" („Libro", fol. 26).
29
Ibd., fol. 2.

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74 Gastón Gabriel Doucet

Como se ve, en este caso, a diferencia del anterior, el concierto fue a parti-
do. Es de suponer que el contrato fue por un año; de hecho, al menos,
parece haber durado precisamente ese tiempo 30 .
Nuestro libro no indica expresamente en qué términos se concertó Juan
Xuárez, y algunos aspectos de la gestión de éste quedan mal precisados.
Lo que se desprende de los datos disponibles es que dicha gestión - muy
breve, pues sólo duró poco más de dos meses - tuvo por objeto principal
el tejido de cierta cantidad de lana que Abreu dice haber tomado a medias
(no está claro si con el propio encargado de hacerla tejer o con otras perso-
nas) 31 . El 10 de octubre de 1596 - según consta en nuestro libro - „fue
al pueblo de Quilpo Juan Xuárez, y se tomaron para beneficiar sayal vein-
te y cuatro arrobas de lana a medias"; el 20 de diciembre del mismo año
terminaron las funciones del susodicho, quien entregó el tejido confeccio-
nado y recibió un tercio de la parte correspondiente al encomendero como
pago „por el tiempo que se ocupó en el dicho pueblo a coger la simentera
y hacer este sayal y mirar por el hacienda" 32 . Parece claro que las dos ta-
reas mencionadas junto a la confección de las telas tuvieron importancia
secundaria en el acuerdo celebrado entre Xuárez y Luis de Abreu. El caso
es atipico, y cabe preguntarse si, en rigor, el primero se desempeñó como
poblero o más bien como un socio del administrador.
Diez días después de terminada la relación con Juan Xuárez, el 30 de
diciembre, Abreu contrató a un nuevo poblero, llamado Martín Sánchez.
Como Ramírez, éste se concertó a partido: por su trabajo se le ofreció „de
seis uno de todos los aprovechamientos del dicho pueblo y cosechas de
maíz, trigo y cebada y del multiplico del ganado mayor y menor, y la déci-
ma de los novillos que domare" 33 . Sánchez, pues, aceptó condiciones
menos favorables que las dadas a Juan Ramírez en cuanto a los tributos
de los indios y al producto de la sementera (un sexto en lugar de un quin-
to), pero más ventajosas en cuanto al multiplico del ganado (un sexto en

30
El comienzo del período de servicio de este poblero debe situarse entre fines de
septiembre de 1595 — cuando, como se ha visto, se dieron por terminadas las funciones
de Simón Duarte — y el 25 de diciembre del mismo año, fecha de la primera mita lleva-
da por Ramirez; consta, por otra parte, que el 29 de septiembre de 1596 el susodicho
fue despedido (ibd., fols. 2 y 3v).
31
De estas „tomas a medias" de materia prima para confeccionar telas me ocuparé
más adelante, en el apartado relativo a „Sayal y lienzo".
32
„Libro", fol. 3v.
33
Ibd.

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Los réditos de Quilpo 75

lugar del diezmo). El concierto fue por un año 3 4 . Cumplido éste, Abreu
volvió a contratar a dicho poblero el 31 de diciembre de 1597 3 í , presumi-
blemente en los mismos términos que la vez anterior. Nuestras fuentes no
aclaran en cuánto tiempo se previó la duración de este segundo concierto;
en los hechos duró hasta el 12 de septiembre de 1598 3 6 .
Por último, el 13 de septiembre de 1598 comenzó a desempeñarse como
poblero de Quilpo Pedro de Lastur. Con éste formalizó Abreu, el 14 de
noviembre siguiente, un concierto por tiempo de un año, a contar desde
la primera fecha mencionada, dejando expresamente abierta la posibili-
dad de prorrogarlo. Lastur se comprometió a

„tener cuenta con los indios y tributo que dieren y sementeras que hubiere
y se hicieren en el dicho pueblo, y dar de ello cuenta y razón; y por lo que
toca a la hacienda que pertenece a todos los dichos menores hijos de Juan
de Soria, difunto, tener cargo de ellos [i.e. ella], que son los ganados de ye-
guas, vacas y ovejas y cabras, así del principal como del multiplico, tenien-
do cuenta con las guardas que han de t e n e r . . . ; y de lo demás que fuere[n)
haciendo los dichos indios de Quilpo, en el tributo que han de dar a su amo,
tener cuenta y razón, asentándolo en un libro, y del multiplico de los gana-
dos y cosechas que hubiere en el dicho pueblo y de lo que se fuere gastando
de la dicha comida. (. . .] Y asimismo - agrega - terné cuenta y razón
de mandar que los indios tengan cuidado de hacer sus sementeras, de mane-
ra que por mi negligencia no se deje de hacerlo que convenga en el dicho
pueblo y en la hacienda que está a mi cargo, y acudir a todo lo que se me
mandare por el dicho capitán Luis de Abreu de Albornoz; y asimismo daré
buena cuenta de lo más que se me fuere entregando para el beneficio de
la dicha hacienda y tributo, por cuenta y razón".
Para el pago de los servicios del poblero se adoptó en este caso la moda-
lidad mixta: Lastur recibiría „en cada un año, si más tiempo del que está
señalado estuviere en el dicho pueblo, a razón de ciento y cuarenta pesos
corrientes pagados en cada un año en los géneros de los aprovechamientos
que los dichos indios dieren, por iguales partes, y más un potro cerrero
de dos años para arriba; y la sesma parte de las cosechas de trigo, maíz
y cebada de cada un año, habiéndose pagado ante todas cosas el diezmo;
y asimismo . . . la sesta parte de los multiplicos del ganado de vacas, ye-

34 Carta de pago otorgada por Martín Sánchez, Córdoba, 31 de diciembre de 1597,

„Expediente", fol. 146. Declara allí el otorgante haber celebrado con Abreu „concierto
de un año, el cual se cumplió por este mes de diciembre*.
35 Carta de pago otorgada por Martín Sánchez, Córdoba, 15 de octubre de 1598,

ibd., fol. 148.


36 Ibd.; „Libro", fol, 8.

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76 Gastón Gabriel Doucet

guas, ovejas y cabras, pagándose ante todas cosas el diezmo". El poblero


se hacía responsable de todos los ganados, herramientas y demás elemen-
tos que quedaban a su cuidado: „me obligo asimismo de dar cuenta del
ganado principal de que estoy hecho cargo - declaró - y de los muertos
temé cuenta y razón para que se me pasen en cuenta; y si algún ganado
hurtaren o mataren los indios, dando información de palabra que sea bas-
tante se me ha de pasar en cuenta. Y asimismo daré cuenta de todo lo
demás que se me ha entregado conforme a esta escritura y de los demás
que se me fuere haciendo cargo y de los tributos, y si en las cuentas que
diere fuere alcanzado lo pagaré luego de llano en llano, con más las costas
que se hicieren en razón del dicho alcance no pagándolos [.sic] luego"37.
Como se habrá advertido, en la modalidad mixta de pago convenida el
poblero iba a partido (un sexto) en lo tocante a las cosechas de la semente-
ra y al multiplico del ganado, no asi en cuanto a los tributos de los indios;
en los géneros de que éstos se componían, por otra parte, se le pagarían
los 140 pesos que, junto con el potro sin domar, formaban el salario fijo
estipulado. A diferencia de lo acordado con Ramírez y con Sánchez, no
se estableció que Lastur recibiría una parte de los novillos que domase;
no está claro si la diferencia obedece a que este poblero no debía realizar
tal tarea, o a que el pago de la misma quedaba incluido dentro del salario
fijado.
En lo que respecta a los instrumentos de formalización de los conciertos
celebrados con los pobleros, el caso de Quilpo en los años aquí considera-
dos ofrece ejemplos de dos tipos: la escritura pública, otorgada ante nota-
rio, y el documento privado, suscrito simplemente ante un testigo. Del se-
gundo tipo fue el concierto entre Doña Catalina de Bustos y Simón Duar-
te, a cuyo otorgamiento asistió como testigo Don Pablo de Guzmán, fir-
mando el documento con las partes contratantes38. En cambio, el de
Luis de Abreu de Albornoz con Pedro de Lastur fue formalizado ante un
escribano público39. Las diferencias entre uno y otro son las de esperar:
en el caso de Lastur, un texto mucho más elaborado, preciso y pormenori-
zado, en el que se emplean fórmulas jurídicas y que llena tres folios de

37
Concierto entre Luis de Abreu de Albornoz y Pedro de Lastur, Córdoba, 14 de
noviembre de 1598, A H C P 1 - 1 1 , fols. 3-5v. Al momento de formalizarse este concier-
to no sólo estaba ya Lastur, como se ha visto, en ejercicio de sus funciones en Quilpo,
sino que aun había llevado dos mitas a su empleador, el 18 de octubre y el 12 de noviem-
bre de dicho año („Libro", fol. 8v).
" Concierto cit. en n. 25.
19
Concierto cit. en n. 37.

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Los réditos de Quilpo 77

ambos lados, en contraste con la sencilla y sucinta redacción del convenio


entre Doña Catalina y Duarte, falto de más de una precisión, que no al-
canza a ocupar enteramente la primera plana de un folio.
Consta que también fue formalizado por escritura pública el segundo
de los conciertos con Martín Sánchez 40 . Del primero de éstos, ni de los
celebrados con Juan Ramírez y con Juan Xuárez, no se encuentra en nues-
tras fuentes información sobre ese particular.
Es probable que los encomenderos recurriesen con más frecuencia al
instrumento privado que al público para formalizar los conciertos con sus
pobleros. Al menos eso parece sugerir el número de los contratos de ese
tipo que se conservan en los protocolos notariales! muy escaso si se lo
compara con el de encomiendas y si se tiene en cuenta que, según resulta
de diversos testimonios, el empleo de tales agentes fue práctica generaliza-
da 41 . Para el historiador ello es de lamentar pues, como puede suponer-
se, los conciertos asentados en documentos privados sólo excepcional-
mente se encuentran hoy.

L A S MITAS

Los „aprovechamientos de los indios" - es decir, los diversos géneros


que se obtienen de éstos en concepto de tributo - son entregados cada
tanto por el poblero al encomendero o administrador. La conducción y
entrega de los tributos a su destinatario recibe el nombre de „mita", voca-
blo quechua que con la misma significación de „tanda" se aplica más co-
múnmente, como es sabido, a otras actividades 42 .

40
Carta de pago cit. en n. 35. Dice allí Sánchez „que él estuvo en el pueblo de Quil-
po . . . concertado por una escritura que se otorgó ante el presente scribano en treinta
y un días del mes de diciembre de noventa y siete".
41
Mayo, „Los pobleros", 33, dice haber localizado en los registros notariales de
Córdoba unos cinco conciertos de pobleros para el período de 1591 a 1594. Consta,
por otra parte, que hacia fines de la década de 1580 había en el distrito de dicha ciudad
no menos de cuarenta y ocho encomiendas (nómina de vecinos de Córdoba, s. f., AHC
EJ 1-112-7, fol. 165). Conviene advertir que, a juzgar por los ejemplos aquí expues-
tos, lo normal era que estos conciertos se hiciesen por un año, renovándose eventual-
mente.
42
Por ejemplo, Luis de Abreu de Albornoz dice que el poblero Juan Ramirez hizo
cierto descargo en „otra mita segunda que vino"; o declara haber pagado a Martin Sán-
chez „lo que le cupo de la mita que trajo esta Pascua de Navidad" (»Libro", fols. 20v
y 29v).

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78 Gastón Gabriel Doucet

Según resulta de las anotaciones de Abreu, con la mayor frecuencia el


poblero lleva personalmente (desde el pueblo, y es de suponer que a la ciu-
dad) los tributos; otras veces, en cambio, los envía, presumiblemente por
mano de indios; y, en un caso excepcional, los entrega en el mismo pueblo
al administrador. (Este último caso coincide con un cambio de pobleros:
el nuevo entra en funciones al día siguiente de la aludida entrega, efectua-
da por su antecesor.) Las dinstintas situaciones aparecen siempre señala-
das en nuestro libro, donde se dice, según los casos, que el respectivo po-
blero „trajo" o „envió" los tributos; en los asientos correspondientes a la
situación excepcional que he mencionado, Abreu consigna expresamente
que el poblero se los „entregó . . . en el pueblo de Quilpo".
En el cuadro 1 presento en orden cronológico las dieciséis mitas regis-
tradas en el libro de administración. Junto al nombre del poblero indico
en cada caso - con las palabras „trajo", „envió" o „entregó" - la corres-
pondiente modalidad de la entrega, conforme a lo que acabo de referir.
En la última columna consigno los folios del libro donde se encuentran
los asientos tocantes a cada mita.

CUADRO 1

Mitas de la encomienda de Quilpo, 1595-1598

Año Día y mes Poblero Folios

1595 28 de septiembre Simón Duarte (trajo) 2


1595 25 de diciembre Juan Ramírez (envió) 2
1596 28 de marzo Juan Ramírez (trajo) 2-2v
1596 24 de mayo Juan Ramírez (envió) 2v
1596 12 de junio Juan Ramírez (trajo) 3
1596 29 de septiembre Juan Ramírez (trajo) 3
1596 20 de diciembre Juan Xuárez (trajo) 3v
1597 5 de abril Martin Sánchez (trajo) 3v—4
1597 13 de octubre Martín Sánchez (trajo) 4—4v
1597 24 de diciembre Martín Sánchez (trajo) 4v
1598 2 de febrero Martín Sánchez (envió) 8
1598 20 de marzo Martín Sánchez (trajo) 8
1598 8 de junio Martín Sánchez (envió) 8
1598 12 de septiembre Martín Sánchez (entregó) 8
1598 18 de octubre Pedro de Lastur (trajo) 8v
1598 12 de noviembre Pedro de Lastur (trajo) 8v

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Los réditos de Quilpo 79

Como puede observarse, algunas de las mitas se repiten cada año apro-
ximadamente por las mismas fechas: tal es el caso de las que en nuestra
fuente aparecen a veces designadas con los nombres de „mita de Pascua"
(de Resurrección) y „mita de Pascua de Navidad"; esto es, respectivamen-
te, las de 28 de marzo de 1596, 5 de abril de 1597 y 20 de marzo de 1598,
y las de 25 de diciembre de 1595,20 de diciembre de 1596 y 24 de diciembre
de 159743. Tkmbién parecen ser periódicas las que podríamos llamar
„mitas de primavera", a cuya categoría pertenecerían las de 28 de septiem-
bre de 1595,29 del mismo mes de 1596,13 de octubre de 1597 y 18 de octu-
bre de 1598. (La de 12 de septiembre de este último año podría tomarse
por una anticipada „mita de primavera"; pero recuérdese que ésta consti-
tuye un caso atipico, pues es la única que se hizo efectiva en el pueblo,
coincidiendo con la terminación de las funciones de un poblero. Debe ad-
vertirse, por otra parte, que esta última circunstancia también se da en el
caso de la mita de 29 de septiembre de 1596.)
En 1596 aparecen registradas mitas el 24 de mayo y el 12 de junio, y
en 1598 el 8 de junio; quizá esta última y una de las dos primeras respon-
dan a otra periodicidad establecida, pero, dada la falta de corresponden-
cia en el año de 1597, ello no puede afirmarse. Por último, en nuestra fuen-
te aparecen como casos aislados las mitas de 2 de febrero y 12 de noviem-
bre de 1598. Al menos de las mitas de Pascua y Navidad es de pensar que
su regularidad refleja una práctica generalizada en la provincia.

L O S TRIBUTOS

Toca ahora examinar la composición y el valor de los tributos de Quilpo


durante el período considerado. Ello queda detalladamente expuesto en
el cuadro 2, donde, discriminando lo aportado encada una de las dieciséis
mitas, se vuelca el contenido de los correspondientes asientos del libro de
administración. La unidad monetaria empleada es el peso corriente de a
ocho reales (o tomines). Para la designación de los géneros me atengo
estrictamente a lo que en cada caso se lee en nuestra fuente.

43
En el „Libro" se designa como „mita de Pascua" la de 5 de abril de 1597, y como
„mita de marzo" la de 20 de dicho mes de 1598, especificándose en el caso de esta últi-
ma que ella tuvo lugar „la Semana Santa". La de 24 de diciembre de 1S97 aparece regis-
trada bajo el título de „mita de Pascua de Navidad".

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80 Gastón Gabriel Doucet

CUADRO 2

Tributos de la encomienda de Quilpo, 1595-1598

Valor
Mita Género Cantidad unitario Valor total

1) 28-IX-1595 Sayal 134,5 V* 6 t 100 Ρ 7 t


Miel 1 b 4 Ρ
Calcetas de lana 15 pa 4 t 7 Ρ 4 t
Ropa de lana 4 Pi 5 Ρ 20 Ρ
de Castilla

2) 25—XII—1595 Lienzo de algodón 300 V 4 t 150 Ρ


Sayal 100 V 4 t" 50 Ρ

3) 28-111-1596 Lienzo de algodón 350 V 4 t 175 Ρ


Sayal 50 V 6 t 37 Ρ 4 t
Costales 5 1 Ρ 4 t 7 Ρ 4 t
Calcetas de lana 12 pa 4 t 6 Ρ
Miel de abejas 1 a 5 Ρ 5 Ρ
Crana 10 1 1 Ρ 4 t 15 Ρ
c
4) 24-V-1596 Tfcla de lana 36 ν 6 t 27 Ρ
Sayal '42 ν 6 t 31 Ρ 4 t

5) 12-VI-1596 Lienzo de algodón11 300 ν 4 t 150 Ρ


Sayal 50 ν 6 t 37 Ρ 4 t
Ropa de lana 4 pi' 5 Ρ 20 Ρ
Calcetas de lana 10 pa 4 t 5 Ρ
Miel 1,5 a' 5 Ρ 7 Ρ 4 t
Brea 2 q 8 Ρ 16 Ρ

6) 29-IX-1596 Lienzo 500 ν 4 t 250 Ρ


Sayal 50 ν 6 t 37 Ρ 4 t

7) 20-X1I—1596 Sayal 100 ν' 6 t 75 Ρ

8) 5—IV—1597 Lienzo de algodón 200 ν 4 t 100 Ρ


Sayal 75 ν 6 t 56 Ρ 2 t

9) I3-X-I597 Sayal 350 ν 6 t 262 Ρ 4 t


Lienzo 275 ν 4 t 137 Ρ 4 t
Costales de cabuya 79 1 Ρ 4 t 118 Ρ 4 t
Calcetas 48 pa 4 t 24 Ρ
Brea 2 q 8 Ρ 16 Ρ
Crana 12 I 1 Ρ 4 t 18 Ρ

10) 24-XII—1597 Lienzo 150 v h 4 t 75 Ρ


Sayal 250 ν 6 t 187 Ρ 4 t
Costales 12 1 Ρ 4 t 18 Ρ
Brea 4,25 q 8 Ρ 34 Ρ
Calcetas 7 pa 4 1 3 Ρ 4 t

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L o s réditos de Q u i l p o 81

Valor
Mita Género Cantidad unitario Valor total

il) 2-11-1598 Lienzo 150 V 4 t 75 Ρ


Sayal 50 ν 6 t 37 Ρ 4 t

12) 20-111-1598 Lienzo 50 V 4 t 25 Ρ


Sayal 50 V 6 t 37 Ρ 4 t
Calcetas de algodón 3 pa 4 t 1 Ρ 4 t
Grana 7 I 1 Ρ 4 t Ό Ρ 4 t

13) 8—VI—1598 Costales 48 1 Ρ 4 t 72 Ρ


Sayal 100 ν 6 t 75 Ρ

14) 12—IX—1598 Costales 60 ι Ρ 4 t 90 Ρ


Calcetas de 25 pa' 4 t 12 Ρ 4 t
lana por teñir

15)' 18—X—1598 Costales 26 1 Ρ 4 t 39 Ρ


Sayal 100 ν 6 t 75 Ρ

16) 12—XI —1598· Sayal 100 ν 6 t 75 Ρ

Abreviaturas: a: arrobas, b: botija. 1: libras, ρ: pesos, pa: parcs, pi: piezas, q: quintales, t: tomines, v:
varas.
En realidad, en esta mita Duarte entregó sólo 70 varas; pero Abreu sumó a esta partida una anterior
de 64 varas y media.
b)
Así resulta del cargo; pero en el descargo, al consignar el pago de la parte correspondiente al poble-
ro, Abreu atribuyó a este sayal un valor de 6 tomines por vara („Libro", fol. 26). La razón de la diferencia
está en que, según declaró el administrador en el cargo, vendió este tejido ,,a vara de lienzo cada vara
de sayal", desventajosa operación sobre la que no dio explicaciones.
c)
La descripción completa es: „una tela de lana blanca tejida como manta y teñido parte de ello en
verde, que tenia treinta y seis varas lo uno y lo otro",
d>
En el descargo correspondiente a 1596, Abreu menciona „una tela de picadillo de azul y blanco, que
se contó por de lienzo en el cargo" („Libro", fol. 27).
' " Esta es la ultima partida de ropa de lana que figura en el cargo; parece que se omitió consignar algu-
na otra, pues en el descargo Abreu dice haber pagado a Juan Ramírez el quinto de „diez piezas de ropa
que hizo" („Libro", fol. 28v).
" „. . . seis cantarillos de miel, que tendrían arroba y media".
A diferencia de todos los demis casos, en éste Abreu contabilizó sólo el monto neto que quedó para
el encomendero, señalando en el mismo lugar que Juan Juárez recibió por su trabajo otras 50 varas del
sayal (en vez de consignar en el cargo la cantidad total y en el descargo lo pagado al poblero).
h>
No se compadece con esta cantidad lo consignado en el descargo, donde Abreu dice haber dado a
Martin Sánchez por su sexto de esta mita 18 (en lugar de 25) varas de lienzo („Libro", fol. 29 ν).
El poblero entregó 30 pares, pero 5 „no fueron de provecho porque estaban comidas de chelicotes".

En el cuadro 3 pueden verse los valores anuales de los tributos que el


pueblo de Quilpo rindió en este tiempo. Debe recordarse que la cifra de
1595 corresponde aproximadamente a los réditos de un tercio del año. En
cuanto a la de 1598, consta que es completa, pues luego de registrar la últi-
ma mita (cuya fecha haría pensar que falta una más, la de Navidad) Abreu
declaró: „he mandado que la gente no hagan [sic] nada este mes de diciem-

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82 Gastón Gabriel Doucet

bre, porque no tienen comida por ser fin del año, y por que acudan a coger
el trigo y a sus chácaras" 4 4 .

CUADRO 3

Valores anuales de los tributos de la


encomienda de Quilpo, 1 5 9 5 - 1 5 9 8

Año Monto
1595 332 ρ 3 t
1596 903 ρ
1597 1050 ρ 6 t
1598 6 2 5 ρ 4 t*

' A u n q u e en el cargo Abreu consignó esta misma cifra,


en el descargo estimó el valor de los tributos de 1598 en
632 pesos y medio („Libro", fol. 10).

No se indica expresamente en nuestro libro la causa de la brusca dismi-


nución de los réditos en 1598. Pero es de suponer que ésta fue consecuen-
cia de la epidemia que entre 1597 y 1598 padecieron los indios, a la cual
me referiré más adelante.
Salta a la vista en el cuadro 2 la preponderancia de los tejidos, y más
precisamente del sayal y del lienzo, en la composición del tributo. En aten-
ción a su importancia, me ocuparé por separado de esos dos géneros en
el siguiente apartado. Comparados con ellos, los demás géneros no tienen
sino muy secundaria entidad, a excepción de los costales 45 .
Estos últimos son protagonistas de un notable ascenso, tanto en térmi-
nos absolutos como en la escala de importancia relativa de los distintos
componentes del tributo: inexistentes en 1595, hacen una modestísima

** Ibd., fol. 8v. Más adelante, en el descargo, reitera el administrador: „he manda-
do no se haga cosa en el dicho pueblo el mes de diciembre que viene por que puedan
coger el trigo y acudir a sus chácaras la gente, y porque tienen falta de comida por
ser ya cabo de año" (ibd., fol. lOv).
45
Til como queda consignado en el cuadro 2, sólo en un caso se precisa en el „Li-
bro" que los costales son de cabuya (fibra de pita); no es aventurado suponer que la
misma materia prima se empleó en los demás. En la relación de to entregado a Pedro
de Lastur al hacerse éste cargo del pueblo, se mencionan, además de „diez y seis costa-
les que se están tejiendo", „dos arrobas de hilo de cabuya para costales" (concierto cit.
en n. 37, fol. 3v).

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Los réditos de Quilpo 83

aparición el siguiente año en número de cinco; en 1597 se producen noven-


ta y una unidades, con lo que el género pasa a ocupar bruscamente el ter-
cer lugar en importancia, a continuación del lienzo, constituyendo enton-
ces su valor el 13% del monto total del tributo; con ciento treinta y cuatro
unidades, en 1598 los costales duplican el valor del lienzo - cuyo anterior
lugar en la escala ocupan ahora - y suman el 32% del monto total.
(Como se advertirá, en este último caso el ascenso no obedece sólo al au-
mento de la producción de costales sino también a la correspondiente dis-
minución de la de sayal y lienzo.)

SAYAL Y LIENZO

Estos dos géneros son, según queda dicho, los principales componentes
del tributo que se obtiene del repartimiento de Quilpo. Debe decirse tam-
bién que los tejidos en general, y particularmente los mencionados, tienen
una especialísima significación en la vida económica del lugar y de la épo-
ca de los que aquí se trata, como productos de exportación a otras provin-
cias y como especies monetizadas („monedas de la tierra") de preferente
empleo en las transacciones locales 46 .
Por los años que abarca nuestro estudio, la industria textil de Córdoba
apenas tenía entre un lustro y una década de desarrollo 47 . Al parecer,
estaba ya considerablemente difundida entonces la producción de tejidos
de lana, no así de algodón: el lienzo, según resulta de testimonios coetáne-
os, era todavía un género escaso en la ciudad, y, a estarnos a lo que se
dice en uno de aquéllos, no lo producían más que cuatro o seis encomien-
das 48 . Por este título, pues, la de Quilpo habría ocupado en ese momento

44
Véanse sobre el particular Assadourian, „Economías", 24-31 y passim; Ceferi-
no Garzón Maceda, Economía del TUcumán: Economía natural y economía moneta-
ria. Siglos XVI-XVU-XVIU (Córdoba 1968), passim; y Segreti, „Contribución",
199-200.
47
Según Assadourian, „Economías", 25, la producción textil comienza a desarro-
llarse en Córdoba hacia 1585-1590.
44
En 1597 el Cabildo cordobés afirmaba: „los indios de esta provincia [el distrito
de la ciudad] no dan el provecho que los demás indios de esta gobernación han dado
y pueden dar, a causa de que en esta tierra no se da algodonales en todas partes; y el
servicio personal a que acuden es para las sementeras y cosechas de ellas, con lo cual
les sustentan sus encomenderos, y los vecinos que reciben algún tributo de sus reparti-
mientos son pocos" (instrucción cit. en n. 22, AMC III, 34). Según el ayuntamiento,
pues, es corto el número de las encomiendas que rinden algún beneficio fuera del pro-
ducto de las sementeras trabajadas por los indios. Pero parece que en este testimonio

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84 Gastón Gabriel Doucet

un lugar de excepción entre sus pares cordobesas. En este punto conviene


hacer referencia al periodo que precedió a la gestión de Abreu de Albornoz.
En el curso de la citada çausa de rendición de cuentas, Doña Catalina
de Bustos sostuvo que durante los dos años transcurridos entre la muerte
de su primer esposo y el nuevo matrimonio que contrajo en 1595 el reparti-
miento no había rendido ningún provecho. Bajo juramento manifestó
„que en el tiempo que esta que declara tuvo la tutela de los dichos menores,
sus hijos, no tuvo de aprovechamiento cosa ninguna, porque no se hacia
lienzo ni ropa en el pueblo del menor, porque no estaban [los indios] ense-
ñados, y sólo le hicieron dos sobrecamas, y tan malas que, por serlo, no
las pudo vender ni aprovecharse de ellas y las puso por antepuertas en las
puertas de sus aposentos; y que de los demás bienes de los dichos menores
tampoco hubo ninguno, y apenas podía con ello sustentar a los dichos me-
nores. Y que, quiriendo procurar que los indios hiciesen algún sayal, com-
pró una poca de lana del general Don Pablo de Guzmán, y no se pudo tejer
ni pagar hasta que se casó con el capitán Luis de Abreu de Albornoz; el
cual puso orden en todo y de la dicha lana hizo hacer un poco de sayal,
del cual se le hizo cargo en las cuentas que se le han tomado" 49 .
Lo mismo se afirmó por parte de Abreu, en cuyo nombre declaró un
apoderado: „los indios de la encomienda del menor jamás dieron aprove-

- interesado, por cierto, como que estaba destinado a apoyar la instancia del Cabildo
para que no se aumentasen los estipendios que los vecinos debían pagar a los doctrine-
ros - hay algo de exageración. El siguiente año el mismo Cabildo pide que los curas
doctrineros reciban sus estipendios „en la moneda de esta tierra, que son ropa de tana,
sayal y costales, sogas, caballos y bueyes, que es la moneda usual que corre en esta ciu-
dad", en vez de pretender cobrar de los vecinos „la paga en plata, que no la hay en
esta tierra, ni en lienzo, que no lo pueden pagar" (Instrucción del Cabildo de Córdoba
a Adrián Cornejo, Córdoba, 2 de noviembre de 1598, AMC III, 110). Ahora bien, si
en la ciudad circulan usualmente como especies monetizadas la ropa de lana y el sayal,
ello parece indicar que hay una considerable producción local de esos géneros; y, sin
duda, tal producción (como la de costales y sogas) formaría parte de los aprovecha-
mientos de las encomiendas. Los dos testimonios citados coinciden, en cambio, en afir-
mar que el lienzo escasea; el primero lo hace indirectamente, al señalar como causa
del poco provecho que dan los indios la falta de algodonales, o sea de la fuente de mate-
ria prima para hacer dicho género. Más preciso es otro escrito de 1598, también relativo
a la cuestión de los estipendios de los doctrineros: éstos - representa el Procurador
de la ciudad al Cabildo - „piden la paga en reales o lienzos y, como Vuestra Señoría
sabe, en esta tierra no lo hay; y si algún poco de lienzo se hace es en cuatro o seis vecin-
dades, y el tributo que se nos acostumbra a dar es en las especies que tenemos puestas
por monedas en el Cabildo" (petición de Juan de Burgos, Córdoba, 10 de octubre de
1598, AMC III, 99). La última parte del texto transcrito es, por lo demás, un nuevo
indicio de que los repartimientos que rendían tributo no eran tan pocos como el ayunta-
miento pretendía el año anterior.
49
Declaración de Da. Catalina de Bustos, Córdoba, 1 de diciembre de 1601, „Expe-
diente", fol. 278v.

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Los réditos de Quitpo 85

chamiento ninguno hasta que el dicho mi parte se encargó de la tutela y


con gran trabajo los administró y acarició, a mucha costa de su hacienda,
por donde vinieron a dar el provecho y renta que hoy dan" 50 .
La declaración de Doña Catalina respondía a la instancia iniciada por
el licenciado Antonio Rosillo, defensor general de bienes de menores,
quien había observado el hecho de que en la rendición de cuentas quedaba
en blanco el período durante el cual aquélla se desempeñara como tutora
y curadora de sus hijos; Rosillo incluso estimó - no está claro sobre qué
base — el monto de lo que suponía haber ingresado en poder de la viuda
en aquellos años 51 . Finalmente, los jueces árbitros designados para ter-
minar la causa admitieron la alegada falta de aprovechamientos; pero, al
mismo tiempo, rechazaron el descargo que hizo Abreu de 40 pesos paga-
dos a Simón Duarte como resto de lo que a éste se adeudaba por el tiempo
de su servicio, considerando que si durante dicho tiempo no había habido
réditos carecía de justificación la paga al poblero 52 .
En nuestras fuentes se encuentran indicios de que no fueron del todo
exactas las aseveraciones de Doña Catalina de Bustos y de su marido. Por
ejemplo, está el hecho de que la primera mita registrada en el libro de Ab-
reu es de fecha 28 de septiembre de 1595, apenas cinco días posterior al
casamiento de los susodichos 53 , lo que obviamente implica que la con-
fección de los géneros textiles que entonces entregó el poblero se había ini-
ciado un tiempo antes de celebrarse aquella unión; y más aun, en el asien-
to correspondiente a dicha mita se agregó al valor del sayal aportado en
esa ocasión por el poblero el de una partida anterior del mismo tejido que

30
Petición de Juan Therán, Córdoba, 6 de marzo de 1599, ibd., fol. 245. Unos me-
ses más tarde, el propio Abreu sostuvo que si él no hubiese hecho los gastos que hizo
como administrador del pueblo „no dieran los indios provecho, como nunca le dieron
hasta que yo los tomé a mi cargo" (petición de Luís de Abreu de Albornoz, Córdoba,
26 de junio de 1599, ibd., fol. 256).
51
Petición de Antonio Rosillo, Córdoba, 5 de enero de 1599, ibd., fol. 219. El De-
fensor sostuvo poco después que, en los dos años de su ejercicio de la tutela, Da. Catali-
na había obtenido „de aprovechamientos más de tres mil pesos, de lo que fueron [U.
¿dieron?] los indios y demás haciendas, y esto en lienzo, sayal, piezas de ropa y otras
cosas, con más dos mil hanegas de comida que se cogieron en las estancias de los dichos
menores" (petición de Antonio Rosillo, Córdoba, 11 de febrero de 1599, ibd., fol. 266),
32
Sentencia dictada por THstán de Tejeda y Diego Rodríguez de Ruescas (trunca,
falta la fecha), ibd., fol. 248.
33
Cfr. supra, η. 20.

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86 Gastón Gabriel Doucet

Doña Catalina había vendido a Don Pablo de Guzmán 54 . Pero si no debe


tomarse al pie de la letra la afirmación de que los indios de Quilpo no
daban provecho antes de que asumiera su administración Abreu, puede
admitirse al menos que éste impulsó notablemente la explotación del re-
partimiento, y en especial la producción de tejidos.
Con relación a esto, conviene subrayar dos referencias que se encuen-
tran en los textos poco más arriba transcritos, ilustrativas de ciertos im-
portantes aspectos del funcionamiento de la encomienda. La primera,
contenida en la declaración de Doña Catalina, alude a la necesidad de en-
señar a tejer a los indios: los de Quilpo, según se dijo, no hacían „lienzo
ni ropa" bajo la administrción de aquélla „porque no estaban enseñados".
El empleo de la fuerza laboral suministrada por la encomienda en la lucra-
tiva actividad de confeccionar tejidos requería, como paso previo, el
adiestramiento de los nativos en las técnicas propias de ese trabajo, o, di-
cho de otro modo, la formación de una mano de obra especializada. Y
es de notar que, en nuestro caso, ese adiestramiento pareciera haber dado
lugar a una formal división del trabajo entre los encomendados: se habla,
como de dos categorías bien diferenciadas, de los „telacamayos" o tejedo-
res, por una parte, y de los pastores, por otra 55 .
La segunda referencia es la que el apoderado de Luis de Abreu hace al
decir que éste, para conseguir que los indios diesen aprovechamientos, los
„acarició". Y es que el asunto no consistía sólo en adiestrar a los encomen-
dados en el nuevo trabajo que se les imponía: era también preciso „persua-
dirlos" para que lo hiciesen; tarea que - en una región como la que nos
ocupa, de relativamente reciente conquista y poblada de gentes que antes
de ésta no habían estado acostumbradas a servir - es de presumir no sería

54
El asiento reza textualmente: „En veinte y ocho días del mes de setiembre de 1595
años trajo Simón Duarte, poblero de Quilpo, setenta varas de sayal, que con otra parti-
da que le había dado Doña Catalina Bustos al general Don Pablo de Guzmán vinieron
a ser ciento y treinta y cuatro varas y media, que las unas y las otras se concertaron
a seis tomines cada vara, en reales, y las debe el dicho Don Pablo de Guzmán y lo tiene
firmado de su nombre" („Libro", fol. 2). Es de notar que, según lo manifestado en 1601
por Da. Catalina, al momento de casarse con Abreu ella era deudora de D. Pablo de
Guzmán (por la lana que éste le había vendido); del „Libro" resulta, al contrario, que
era su acreedora. Desde luego, es posible que fuese lo uno y lo otro.
55
Por ejemplo, Abreu consigna en su descargo lo que gastó para vestir a „los teje-
dores y pastores de los ganados" (ibd., fols. 26 y 28v). El contador que actúa en la
causa se refiere a ese gasto diciendo que fue hecho „con los telacamayos, que son los
tejedores, y con los pastores" (cuentas tomadas por Rodrigo de Salinas, s. f., „Expe-
diente", fol. 204). Tkmbién el Lic. Rosillo habla de „telacamayos" (petición de 11 de
febrero de 1599, cit. en n. 51).

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Los réditos de Quilpo 87

fácil, y en la que irían combinados* en proporción variable, el rigor y los


halagos o „caricias". Más adelante habrá ocasión de agregar algo en torno
a estos puntos.
Entre los diversos géneros que componen el tributo de Quilpo, los teji-
dos no se singularizan sólo por ser los más importantes, sino también por-
que son los únicos que requieren del beneficiario una apreciable inversión
previa. Esta consiste principalmente en la adquisición de la materia pri-
ma: lana en el caso del sayal y algodón en el del lienzo, para ceñirnos a
los dos géneros que particularmente nos ocupan ahora.
A poco de establecida allí la actividad de producción textil, Córdoba
se autoabastecía de lana, merced a la rápida difusión de la cría de ganado
ovejuno en su jurisdicción; para el algodón, en cambio, la ciudad seguiría
dependiendo de otros distritos de la gobernación, particularmente de los
de Santiago del Estero y Nuestra Señora de Talavera56. Como regla gene-
ral, los encomenderos cordobeses interesados en la confección de tejidos
debían comprar el algodón; y la lana cuando no poseían ellos mismos ove-
jas o, complementariamente, cuando las de su propiedad no bastaban
para suministrar toda la materia prima necesaria.
En el caso de Quilpo, al momento de hacerse Abreu cargo de la adminis-
tración el encomendero no contaba con fuente propia de ninguna de las
dos materias. Ya se ha visto que, según declaró Doña Catalina de Bustos,
ésta compró lana cuando quiso que los indios hiciesen sayal. En el libro
del administrador, por otra parte, se consigna expresamente que Felipe de
Soria no poseía ganado ovejuno; y, según la misma fuente, sólo en 1598
la producción de la encomienda fue parcialmente abastecida con ocho
arrobas de lana resultantes de la esquila de las ovejas que el año anterior,
en número de doscientas veinte, había comprado Abreu para su pupi-
lo 37 . Con esta única excepción, la materia prima del sayal y de los otros

56
Assadourian, „Economías", 28. Sobre la falta de algodonales en Córdoba re-
cuérdese el texto de la instrucción capitular de 1597, cit. en n. 48: „en esta tierra no
se da algodonales en todas partes".
37
Abreu compró en 1595, „para el sustento del dicho menor y sus hermanos, cua-
renta carneros, que compré a peso cada uno, porque no los tiene, ni ovejas de que saca-
llos"; y otra vez, en 1597, gastó „treinta pesos en treinta carneros para el sustento del
dicho menor" („Libro", fols. 25v y 27v). Este último año el administrador adquirió
„para el dicho menor ducientas y veinte ovejas, que están en el pueblo de Quilpo de
su encomienda, a medio peso cabeza" (ibd., fol. 28v). En 1598 menciona entre la lana
benefìciada „las ocho arrobas de la cosecha de este año, que ha sido el primero año
que se han tresquilado Jas ovejas del dicho menor por haber poco que se las compré"
(ibd., fols. 8v y 10). Conviene apuntar que el anterior encomendero tenía ovejas entre
sus ganados (testamento de Juan de Soria cit. en n. 16, fol. 23).

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88 Gastón Gabriel Doucet

géneros de lana elaborados en el pueblo durante el período de nuestro


estudio procedió de fuentes externas; y, como de ordinario ocurría en Cór-
doba, sin excepción alguna fue ése el caso del algodón.
Normalmente, Abreu obtuvo mediante compra la lana y el algodón que
hizo beneficiar en Quilpo. En su libro se registran compras de veintitrés
arrobas de lana en 1595, veinte en 1596, diecinueve en 1597 y dieciocho
en 1598; y de setenta arrobas y media de algodón en 1595, doce en 1596
y veintisiete en 159758. En dos ocasiones, a fines de 1596, recurrió a otro
procedimiento: el de „tomar lana a medias" con otras personas. Estas su-
ministraron la materia prima, que Abreu hizo convertir en sayal en Quil-
po; en ambas ocasiones los proveedores recibieron la mitad del tejido re-
sultante. Tal procedimiento fue adoptado porque, debido a una escasez
cuya causa no puedo precisar, por aquel entonces no se encontró lana ni
algodón a la venta 59 .
De los registros de nuestro libro resulta que entre 1595 y 1598 el precio
de la lana se mantuvo estable, a un peso y medio la arroba 60 . El del algo-
dón, en cambio, experimentó fluctuaciones: la arroba se compró a 3 pesos
y 6 tomines en 1595; a sólo 3 pesos el siguiente año; y en 1597, a 3 pesos
y medio una vez y a 3 pesos y 2 tomines otra 61 .
Sin duda la inversión era rentable, aun en el caso de Quilpo en aquellos
años, cuando la falta de destreza y de sumisión de los indios, aplicados
recientemente a ese trabajo, reducía el provecho. Sobre este particular, del

58
„Libro", fols. 4v, 9v, 25, 26, 27, 29, 29v, 30 y 30v.
59
La primera de esas ocasiones es la que mencioné en el apartado relativo a „Los
agentes del encomendero", al referirme a Juan Xuárez; como allí señalé, no está claro
si fue éste mismo o un tercero quien suministró entonces la lana. A fines de diciembre
de 1596, cuando entró a servir como poblero Martín Sánchez, „se tomó para beneficiar
a medias doce arrobas de lana, porque a comprar no se hallaba lana ni algodón en
aquella ocasión"; el 5 de abril del siguiente año Sánchez entregó 150 varas de sayal „que
procedieron de las doce arrobas que se tomaron a medias, y se le dio la parte a sus
dueños" - la mitad, como en el caso anterior („Libro", fols. 3v y 4).
60
La única excepción es la de 1596, cuando „se compraron de particulares" 20
arrobas por las que Abreu pagó 28 pesos (ibd., fol. 27); o sea, 2 pesos menos que si
se hubiese seguido la cotización habitual. Dado que la división de 28 entre 20 no da
una cifra entera de tomines, es de pensar que en este caso se fijó un precio global y
no por arroba.
61
Según Abreu consignó en su descargo, en 1596 hizo dos compras de algodón:
una de 4 arrobas a D. Pablo de Guzmán, a 3 pesos la arroba, y otra de 13 arrobas a
Pedro Ordóñez, en favor de quien registró un pago de 40 pesos; pero en el cargo el
administrador corrigió este último dato, aclarando que había comprado 8 arrobas en
lugar de 13 y que había pagado por ellas 24 pesos, o sea 3 pesos por arroba (ibd., fols.
27 y 4v).

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Los réditos de Quilpo 89

que atrás me he ocupado, ofrece otra interesante referencia e! libro de ad-


ministración, donde se lee: „Y del dicho algodón y lana [ha] habido algu-
nas mermas, ansí en el hilado, porque se da largo a la gente como es nueva
en el trabajo y ejercicio de hilar, como en lo que han hurtado y desperdi-
ciado trayendo los husos faltos, y otros que se huyen con ellos y lo echan
por ahí por no hilallo" 62 . En la causa de rendición de cuentas, los jueces
tomaron en consideración la circunstancia apuntada: „por ser las indias
del dicho pueblo de Quilpo no diestras en el hilar - determinaron al eva-
luar lo que debía hacerse cargo a Abreu en este ramo - se tasan y moderan
en veinte y tres varas de lienzo por cada una arroba de algodón" 63 .
Cuando se trataba de indios expertos en el trabajo, se estimaba el rendi-
miento de una arroba de algodón en veinticinco varas de lienzo 64 . En
cuanto al sayal, nuestro libro muestra que en Quilpo se obtenían unas
doce varas y media por cada arroba de lana 65 ; según Assadourian, el
rendimiento normal era de dieciséis varas por arroba 66 .
En el caso que nos ocupa, la suma de entre 3 pesos y 3 pesos y 6 tomines
invertida en comprar una arroba de algodón se convertía en 11 pesos y
medio (a 4 tomines la vara de lienzo, como uniformemente muestra el cua-
dro 2). De esto hay que descontar lo debido al poblero, que, tomando el
caso de los conciertos a partido, debe estimarse entre un quinto y un sexto;
de manera que quedaban para el encomendero alrededor de 9 pesos y me-
dio. Por otra parte, el peso y medio de costo de la arroba de lana se conver-
tía en 9 pesos y 3 tomines (a 6 tomines la vara de sayal, según puede verse
en el citado cuadro); estimando en aproximadamente un peso y 5 tomines
la parte del poblero, el encomendero recibía entonces unos 7 pesos y 6 to-
mines.
Además de la destinada a la compra de materia prima, la producción
de tejidos requería otra inversión: me refiero a la correspondiente al equi-

62
Ibd., fol. 5. Tàmbién alude allí Abreu a las mermas habidas „en lo que gasta el
peine tejéndose, y los cabos de las telas que se cortan, y en lizos".
63
Sentencia cit. en n. 52, fol. 54. Del texto transcrito resulta que el hilado estaba
a cargo de las mujeres. Tinto en éste como en el citado en la nota anterior se alude
sólo a la inexperiencia de quienes hilan, sin hacer mención de los que trabajan en los
telares.
64
Assadourian, „Economías", 27.
65
Con las primeras 24 arrobas de lana que Abreu tomó a medias, Juan Xuárez hizo
tejer 250 varas de sayal, ,,y más dejó hilado para otra tela de cincuenta varas"; de las
12 arrobas que luego se obtuvieron por el mismo procedimiento resultaron 150 varas;
y con 26 arrobas que compró el administrador y „otro poco que dejó Juan Xuárez"
se tejieron 350 varas („Libro", fols 3v y 4). -
66
Assadourian, „Economías", 27.

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90 Gastón Gabriel Doucet

po necesario para desarrollar esa actividad. De ella, pese a la deficiencia


de nuestra información a su respecto, puede presumirse que era de escasa
entidad. Sin indicar su costo, las fuentes con que contamos nos dejan sa-
ber que por los años de 1598 a 1599 había en Quilpo cinco telares y seis
peines, cuatro de sayal y dos de lienzo 67 . El libro de administración no
registra más que unas pocas adquisiciones de herramientas destinadas al
pueblo, de las cuales solamente una aparece expresamente relacionada
con las labores textiles: en 1597 Abreu gastó 7 pesos „en una azuela y un
escoplo . . . para el dicho pueblo de Quilpo", y 6 pesos „en un hacha . . .
para el pueblo del dicho menor"; y en 1598, 2 pesos en „dos vainas de cu-
chillos carniceros. . . para los peines", 3 pesos „en un escoplo. . . nuevo"
y 4 pesos en „dos cuñas grandes" y 3 en „una libra de acero con que se
calzaron" 68 . El modesto equipo de herramientas existente en Quilpo in-
cluía poco más de la hasta aquí dicho: al final del período de nuestro estu-
dio se mencionan los telares y peines, un escoplo, dos cuñas grandes y cin-
co pequeñas, una azuela y dos azadas o azadones 69 .
En el cuadro 4 puede apreciarse la evolución, en cantidad y en valor,
de la producción de sayal y de lienzo en Quilpo a lo largo del período estu-
diado.

CUADRO 4

Producción de sayal y lienzo en ia


encomienda de Quilpo, 1595-1598

Sayal Lienzo
Año Cantidad Valor Cantidad Valor
1595 234,5 ν 150 ρ 7 t 300 ν 150 ρ
1596 292 ν 219 ρ 1150 ν 575 ρ
1597 675 ν 506 ρ 2 t 625 ν 312 ρ 4 t
1598 400 ν 300 ρ 200 ν 100 ρ

Ibtales 1601,5 ν 1176 ρ 1 t 2275 ν 1137 ρ 4 t

67
„Libro", fol. 13; concierto cit. en n. 37, fol. 3v; inventario practicado por Pedro
de Candía, Quilpo, 6 de marzo de 1599, „Expediente", fols. 277-277v.
68
„Libro", fols. 28, 30 y 10.
69
Ibd., fol. 13; concierto cit. en n. 37, fol. 3v; inventario cit. en n. 67.

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Los réditos de Quilpo 91

De los fuertes altibajos que, como está a la vista, experimentó la pro-


ducción de estos géneros durante los años aquí considerados, nada puedo
decir que con seguridad sirva para explicarlos. Es de pensar que la mayor
o menor disponibilidad de materia prima haya jugado en ello un papel
significativo; pero, fuera de la ya mencionada alusión a la escasez de
aquélla a fines de 1596, ningún indicio sobre el particular encuentro en
mis fuentes.
Particularmente notable en el aspecto señalado es el caso del lienzo,
cuya producción casi se cuadruplicó de 1595 a 1596 e inició seguidamente
un brusco descenso, dejando de contarse ese género en 1598 - cuando
las cifras bajaron a menos de la tercera parte de las del año anterior -
entre los dos principales componentes del tributo. (Como ya se ha dicho,
pasaron entonces a ocupar su lugar los costales de cabuya.) Conviene tam-
bién señalar el hecho de que, considerados conjuntamente, el sayal y el
lienzo fueron descendiendo paulatinamente en la escala de valores de los
componentes del tributo, desde más del 90% en 1595 a poco menos del
64% en 1598.
Como cierre de este apartado, no será ocioso anotar que, según muestra
el libro de administración, tanto el sayal como el lienzo se confeccionaban
normalmente en telas de cincuenta varas; sólo contadas excepciones se en-
cuentran a esto.

GANADOS Y SEMENTERAS

Los beneficios que reporta la encomienda - en la modalidad „primiti-


va" de la institución que aquí nos ocupa - no se agotan en lo que específi-
camente se designa como „aprovechamientos de los indios", es decir, en
los tributos. Además de percibir éstos, el poseedor de un repartimiento
obtiene de sus encomendados otras prestaciones. De entre ellas toca exa-
minar ahora el empleo de los naturales y de sus tierras en labores agrope-
cuarias.
Al tratar de los pobleros, se han visto ya varias alusiones a las activida-
des de ese género que tienen lugar en Quilpo; las mismas se desarrollan
bajo la dirección de aquéllos, quienes, cuando están concertados a parti-
do, perciben una determinada proporción de sus frutos. Puede decirse que
el pueblo hace las veces de una hacienda del encomendero, pues éste cría
allí ganados y beneficia sembradíos; ello sin perjuicio de que, además,
tenga otra u otras de su propiedad (esto es, en tierras que legalmente le

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92 Gastón Gabriel Doucet

pertenecen, lo que como-bien se sabe n o es el caso de las del repartimien-


to). Se advertirá que el asunto ofrece un interesante punto de considera-
ción en torno al tema de las vinculaciones entre encomienda y hacienda.
Felipe Bustos de Soria, encomendero de Quilpo, participaba de los be-
neficios de dos establecimientos agropecuarios: el asentado en su pueblo
de encomienda y el de la chacra y estancia de Chibaja, establecimiento
este último del que era coheredero con sus hermanos. Nuestra atención
debe dirigirse aquí sobre el primero 7 0 .
Durante los años de nuestro estudio se criaba en Quilpo ganado bovi-
no, caballar, caprino y, desde la compra de 1597 a la que más atrás me
he referido, ovejuno. Según su propia declaración, en 1595, al hacerse car-
g o de la administración del pueblo, Luis de Abreu de Albornoz encontró
en él nueve bueyes viejos, siete novillos, trescientas cuarenta vacas y cua-
renta y o c h o yeguas; parece que esta relación es incompleta, pues no se

70
El de Chibaja es otro caso interesante para el estudio de las relaciones entre en-
comienda y hacienda. Chibaja era pueblo de encomienda de Pedro de Soria el Mozo:
en un documento de 1583 se habla de „los indios de Chibaja de la encomienda de Pedro
de Soria" (merced de tierras a Antonio Pereira, Córdoba, 21 de septiembre de 1583,
Aurelio Z. Tanodi, Maria Elsa Fajardo y Marina Esther Dávila (eds.), Libro de merce-
des de tierras de Córdoba de 1573 a 1600 (Córdoba 1958), (en adelante: LA/7), 119);
no es seguro si por aquel entonces el encomendero era Pedro eí Viejo o Pedro el Mozo,
pero, en todo caso, sin duda más tarde lo fue el segundo, pues en 1599 Abreu denunció
que éste, „se había apoderado del ganado de Chibaja por estar en su pueblo" (petición
de Luis de Abreu de Albornoz cit. en n. 50, fol. 250v). Consta, por otro lado, que Pedro
el Viejo era titular de „una merced de tierras en Chibaja" (testamento cit. en η. 13,
fols. 366-366v); y Juan de Soria poseía por su parte una chacra en Chibaja (testamento
cit. en n. 16, fol. 22v), que heredaron sus hijos. Parece claro, según lo que se desprende
de nuestras fuentes, que esta última estaba en las inmediaciones del pueblo del mismo
nombre, y muy probablemente tal era también el caso de la merced de Pedro el Viejo.
Los datos sugieren que Chibaja, asiento de la encomienda de uno de los Soria, fue
centro en torno al cual se desarrolló el aprovechamiento de tierras, no sólo por aquél
sino también por los otros miembros de la familia.
Sobre la cuestión de las vinculaciones entre encomienda y hacienda véanse especial-
mente los trabajos de Robert G. Keith, „Encomienda, Hacienda and Corregimiento
in Spanish America: A Structural Analysis", The Hispanic American Historical Re-
view 51 (1971), 431 -446; James Lockhart, „Encomienda and Hacienda: The Evolution
of the Great Estate in the Spanish Indies", The Hispanic American Historical Review
49 (1969), 411-429; y Silvio Zavala, „De encomiendas y propiedad territorial en algu-
nas regiones de la América española", Estudios Indianos (México 1948), 205 - 307, y
„Otra vez de encomienda y propiedad territorial", Justicia, sociedad y economía en
la América española (siglos XVI, XVIIy XVIII): Trabajos del VI Congreso del Insti-
tuto Internacional de Historia del Derecho Indiano (Vafladolid 1983), 341-358.

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Los réditos de Quilpo 93

incluyen en ella caballos ni cabras, que es de presumir habría 71 . Salvo las


excepciones que adelante señalaré, dichos ganados pertenecían al conjun-
to de los herederos de Juan de Soria.
Con los bueyes viejos, señaló Abreu, se „domaban novillos y hacían las
simenteras de los indios" 72 . Anualmente los pobleros domaban los nue-
vos novillos: consta en nuestro libro que los siete arriba mencionados se
domaron en 1595; Juan Ramírez domó „en la simentera siguiente del año
de noventa y seis" otros veinte, y Martín Sánchez treinta más en 159773.
Parte de las vacas - lamentablemente, nuestra fuente no precisa cuán-
tas - eran de propiedad de los indios, y se identificaban por su distinta
marca: „cada uno tiene su señal", anotó el administrador 74 . No se men-
cionan ningunos otros animales pertenecientes a los naturales. Debe ad-
vertirse también que en el número de las vacas existentes en 1595 se conta-
ban catorce que correspondían al diezmo 75 . Por otra parte, las vacas
estaban entonces en situación litigiosa, como consecuencia de negocios
que había dejado pendientes Juan de Soria. Este no criaba en el pueblo
de su encomienda sólo ganado propio, sino también ajeno. TVas la muerte
del susodicho se entabló demanda por parte del capitán Lope de la Peña,
su socio chileno, en razón de cien vacas que en nombre de este último ha-
bían sido entregadas a Soria „para que las guardase y partiesen el multipli-
co a medias". Al parecer, el difunto encomendero había hecho varias veces
arreglos de este tipo: „metió en el dicho pueblo de Quilpo - dice Abreu
- muchas más vacas de particulares personas con mercadurías que tenía
y vendía" 76 . No encuentro en las fuentes que tengo ahora a mi alcance
noticia de cómo acabó el aludido litigio.
Bajo la administración de Abreu, el ganado de Quilpo se incrementó
notablemente. Cuando en septiembre de 1598 Pedro de Lastur entró a ser-
vir como poblero, se hizo cargo de ciento setenta y ocho cabras, doscientas

71
„Libro", fols. 20v-21v. Como se verá, más tarde se mencionan caballos y cabras
en Quilpo, sin que conste la adquisición de los mismos en el intermedio. Otro indicio
de que las cabras fueron inadvertidamente omitidas en la reclación citada es que Abreu,
en el titulo que puso a ésta, alude al „ganado que hay en el dicho pueblo, mayor y
menor", pero no menciona después ninguno de la segunda categoria (ibd., fol. 20v).
72
Ibd.
73
Ibd., fols. 20V-21.
74
Ibd., fol. 21v.
73
Ibd., fol. 21.
76
Ibd. En la correspondencia publicada por Assadourian se encuentran referencias
al ganado de Peña que Soria tenia en su pueblo: Juan de Soria a Lope de la Pefta, Cór-
doba, 2 de febrerode 1593, y Rodrigo de Salinas a Lope de la Peña, Córdoba, 27 de
diciembre de 1594 (Assadourian, „Chile", 112-113 y 124, respectivamente).

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94 Gastón Gabriel Doucet

treinta y seis ovejas, seiscientas treinta y dos vacas (incluyendo las de los
indios, las tocantes al diezmo de dos años y las que correspondían al parti-
do de Martín Sánchez, el anterior poblero), ochenta y nueve yeguas (nú-
mero en el que también se incluyen el diezmo de dos años y la parte de
Martín Sánchez) con dos padres, cinco caballos y cuatro yeguas domados
y veintiocho bueyes domados. El administrador precisó en su libro: „Ibdo
esto, eceto de [s/c] las ovejas, es de todos los menores y su madre" 77 . El
ganado ovejuno pertenecía sólo a Felipe; había sido comprado para el en-
comendero, presumiblemente con el objeto principal de suministrar lana
a la producción textil 78 . En marzo del siguiente año se inventariaron en
el pueblo el mismo número de ovejas, ciento sesenta y una cabras, sete-
cientas cuarenta vacas, ocho potros domados, cinco „yeguas domadas de
la vaquería", dieciocho novillos domados, dos bueyes carreteros y ochenta
y ocho yeguas cerreras 79 .
Desde luego, el ganado que se criaba en el pueblo estaba al ciudado de
los naturales de éste. Ya se ha visto que en nuestras fuentes se habla de
indios especialmente designados como pastores. A estarnos a lo alegado
por parte del administrador, el servicio de aquéllos dejaba bastante que
desear, no sólo en el caso particular de Quilpo sino como regla general
en todo el distrito. En la causa de rendición de cuentas se hizo cargo a
Abreu del ganado que éste consignaba como perdido por muerte o hurto;
a lo que respondió su apoderado:
„las muertes y robos del ganado no es posible evitarlo por ser los propios
indios que lo guardan los que lo hurtan y consumen, y lo mismo la comida
y sementeras, como es llano, público y notorio en esta tierra, y por ser tan
nueva no se puede remediar; y en esto no puede haber particularmente
prueba, ni averiguarse más de tan solamente por lo que los indios dicen." 80

77
„Libro", fol. 13; concierto cit. en n. 37, fol. 3v. En el „Libro" Abreu omitió men-
cionar los bueyes. No sólo las ovejas eran propiedad particular del encomendero, pues
en 1596 el administrador compró „para el dicho menor la parte del ganado de vacas
y yeguas que le cupo al poblero Juan Ramirez, a peso cada cabeza, que fueron catorce
becerros y dos potrancas" („Libro", fols. 27 y 21v).
78
Ese fin principal no excluye otros: en 1598 doce cabezas de dicho ganado fueron
consumidas en la casa del encomendero (ibd., fol. 12v).
79
Inventario cit. en n. 67.
80
Petición de Juan Therán cit. en n. 50, fol. 245v. En el „Libro" se encuentran refe-
rencias a pérdidas de ganado debidas a la negligencia de los pastores en la estancia
de Chibaja; por ejemplo: „se perdieron otros dos novillos en dos veces, que se descuidó
el indio que los guardaba y los dejó en el campo y se huyó" (fol. 20). Veáse también
infra, η. 108.

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Los réditos de Quilpo 95

En cuanto a las sementeras, en Quilpo se cultivaba trigo, maíz y cebada.


Según Abreu, durante el período de su administración las cosechas fueron
muy pobres: „Y en lo que toca a la comida del pueblo de Quilpo del dicho
menor - declaró - ha sido de poca consideración, por ser la tierra tan
flaca y años estériles". El año más fructífero, de acuerdo a lo afirmado
por el administrador, fue el de 1596, en el que se obtuvo un total de dos-
cientas cincuenta fanegas de las tres gramíneas (principalmente trigo y
maíz, „con alguna cebada") 81 . Sobre este particular, el único otro dato
cuantitativo que encuentro es el asentado en el libro de administración a
comienzos de 1598, según el cual la cosecha de trigo de ese año fue de cien-
to diez fanegas; aún no se había recogido entonces al maíz 82 .
Se ha visto atrás que en dos ocasiones, refiriéndose a los indios, Abreu
alude a „sus chácaras" 8 \ Parece indicar esto que en el pueblo existían
sembradíos separados del encomendero y de los encomendados. Pero por
otra parte, como se verá más adelante, nuestras fuentes muestran que los
naturales dependían para su sustento de los cultivos hechos por cuenta
de su amo, lo que al contrario sugeriría que no había sino sementeras co-
munes para unos y otro, labradas bajo la dirección de los agentes del se-
gundo. Del material informativo con que contamos resulta claramente
que, en Quilpo, el encomendero era a la vez el principal ganadero y el prin-
cipal labrador.

INDIOS DE SERVICIO

Bajo el régimen de la encomienda de servicio personal, como se sabe,


el encomendero aprovecha directamente el trabajo de sus encomendados;
de manera que, en un sentido lato, cabe a todos éstos la designación de
„indios de servicio". En su mayor parte al menos, el tributo no es sino el
resultado de la aplicación de la mano de obra que proporciona el reparti-
miento a empresas productivas del poseedor de éste. Por otra parte, acaba
de verse cómo los naturales son empleados en labores agropecuarias que
se desarrollan en su mismo pueblo. En el presente apartado nos ocupare-
mos de otras formas de aprovechamiento del trabajo de los encomenda-

81
Petición de Luis de Abreu de Albornoz cit. en n. 50, fol. 249v; „Libro" fol. 27.
82
Ibd., fol. 6v.
83
Véase supra, η. 44. En otro lugar el administrador alude a „la comida que se
siembra de comunidad para los dichos indios" (petición de Luis de Abreu de Albornoz
cit. en n. 50, fol. 256).

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96 Gastón Gabriel Doucet

dos, comenzando por la que toca a aquellos que más particularmente son
designados como „indios de servicio". Todas estas formas, a diferencia de
las anteriores, presentan como rasgo común el de no tener por escenario
el pueblo.
En el sistema vigente en el Tiicumán por aquel entonces, cada encomen-
dero tenía en su casa y haciendas un cierto número de indios e indias de
su repartimiento en calidad de servidores permanentes. Estos recibían el
nombre de „yanaconas", vocablo empleado en este caso en su sentido más
genérico, como equivalente a „gente de servicio"; y, por su permanencia,
se distinguían de los que periódicamente acudían desde el pueblo para ser-
vir a su amo (a los cuales se llamaba „mitayos")84. Por otra parte, con
el nombre de „servicio" se designaba el conjunto de sirvientes nativos que
un individuo tenía en su casa y en sus fincas. Tal conjunto no estaba nece-
saria o exclusivamente compuesto por indios de la encomienda del amo.
Podía éste, desde luego, no ser encomendero; y, siéndolo, podía tener en
su servicio indios que no procedían de su repartimiento. Dicho de otro
modo, las encomiendas no eran la única fuente de servidores nativos: fue-
ra de los contratados - que no serían muchos en la épòca - , estaban
los yanaconas que constituían el objeto particular de mercedes otorgadas
por los gobernadores, como así también las „piezas" capturadas en guerra
que, bajo el mismo título, eran distribuidas entre sus captores y otras per-
sonas 85 .
Estas precisiones - que sólo muy ligeramente anoto aquí - vienen
ahora a cuento para tratar del „servicio" de nuestro encomendero, acerca
del cual abundan las alusiones en el libro de administración: para no citar
más que unos pocos ejemplos, se habla en éste de „algunas indias del ser-
vicio del dicho menor"; de „algunas piezas de su servicio"; y de „el servicio
del dicho menor, indias e yanaconas de casa" 86 . Ahora bien, los que
específicamente nos interesan aquí son los servidores proporcionados por
la encomienda; pero el caso es que, lamentablemente, los testimonios con
que contamos nada dicen acerca del número ni de la composición del alu-
dido servicio: quedamos, por tanto, sin saber cuántos indios de Quilpo

84
Sobre esto véase Gastón Gabriel Doucet, „Notas sobre el yanaconazgo en el TU-
cumán" (segunda edición), Revista de Investigaciones Jurídicas 6 (México 1982),
263-300, especialmente 267-269.
85
Cfr. ibd., 269-275.
í<¡
„Libro", fols. 2v, 26 y 28.

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Los réditos de Quilpo 97

lo integraban y qué proporción del total hacían éstos 87 . Faltos de infor-


mación sobre el punto, podemos sin embargo suponer que, como regla
general, la mayoría de la gente de servicio de un encomendero procedía
de su repartimiento.
Acera de las tareas en que estos servidores se ocupaban nos informa una
carta dirigida por Juan Ramírez de Velasco al rey en 1590:
„En estas provincias está en costumbre servirse los encomenderos de sus
indios en el servicio de sus casas y granjerias en esta manera, que tienen
alguna cantidad en sus casas para el servicio de ellas y de sus caballos y
haciendas, y sus mujeres sirven de amasar, colar y hacer las demás cosas
necesarias en el servicio de una casa".
Lo dicho se refiere a los yanaconas de la encomienda; a continuación, el
gobernador alude a los mitayos: „Demás de esto, traen de 15 en 15 días
[de sus pueblos] cual diez, cual quince, cual veinte, conforme a la cantidad
de indios que cada uno tiene" 88 .
Conforme al uso del lugar, sin duda nuestro encomendero tenía además
de los domésticos que moraban en su casa, indios de servicio permanente-
mente establecidos en la chacra de Chibaja. Probablemente a éstos alude
Abreu cuando, por ejemplo, menciona en su libro a „la gente de la dicha
chácara" o a los naturales que en ella cuidaban del ganado 89 . En otro
asiento del libro léese que, luego de la cosecha del trigo en Chibaja, diez
fanegas del cereal „se dieron y repartieron a los indios del dicho menor
que lo ayudaron a coger"; en este caso, bien puede que al menos parte
de los indios aludidos no fuesen yanaconas, sino mitayos que habían acu-
dido desde el pueblo. La cosecha requería el concurso de más brazos de
los que el servicio estable de la chacra podía suministrar: en la misma oca-
sión, según afirma el administrador, „veinte indios e indias" de su propia
encomienda o servicio ayudaron a recoger el trigo 90 . De paso, esta refe-
rencia muestra que las mujeres no servían sólo en quehaceres domésticos,
como podría hacer pensar el texto de la carta de Ramírez de Velasco arriba
citada.

87
Es de lamentar que en un precioso documento coetáneo - la „Vesita del servicio
de los vecinos de la ciudad de Córdoba, por comisión del gobernador Don Pedro de
Mercado de Peflaloza, por el capitán Antonio de Aguilar Vellida, teniente de goberna-
dor" (1958), AHC EJ 1 - 8 - 2 - no se incluya el servicio de Felipe de Soria.
18
Juan Ramírez de Vela'sco al Rey, Santiago del Estero, 2 de octubre de 1590,
GTPG I, 293-294; Doucet, „Notas", 268.
89
„Libro", fols. 19v y 20.
90
Ibd., fol. 6v.

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98 Gastón Gabriel Doucet

Tknto por sus encomenderos como por otras personas, los indios del
Tbcumán eran frecuentemente empleados en el tráfico de ganados y de
mercancías, dentro y fuera de la gobernación. No es éste el lugar para ha-
cer más que una fugaz alusión al tema, de no escasa importancia en la
historia de las relaciones hispano-indígenas en la región. Lo que para nue-
stro asunto interesa es señalar cómo la encomienda suministra a su posee-
dor el servicio necesario, no sólo para su casa y haciendas, sino también
para el tráfico que sus negocios requieren.
Sin duda Juan de Soria, activo participante en el comercio interprovin-
cial, empleó con frecuencia a sus indios en viajes y trajines 91 . Bajo la ad-
ministración de Luis de Abreu, en cambio, hubo pocas ocasiones de movi-
lizar de esa manera a aquéllos por cuenta del nuevo encomendero. En el
libro del administrador no se registran más que tres viajes hechos con ca-
rretas a Mendoza, para buscar vino que en dicha ciudad se había quedado
debiendo al padre del menor, en los cuales fueron sirviendo indios de éste;
no se indica el número de los así empleados, salvo en el caso del último
de dichos viajes, donde no queda claro si fueron dos o cuatro 92 . Por otra
parte, el administrador manifestó haber ocupado en otros dos viajes de
sus propias carretas, a Buenos Aires y a Jujuy, algunos indios de su pupilo
(cinco en el primero y tres en el segundo) 93 . Pero el licenciado Rosillo,
defensor de menores, acusó a Abreu de haber enviado durante el tiempo
de su administración no menos de veinticinco indios de Felipe de Soria
en viajes a diversos destinos, incluyendo las ciudades de Santiago del Este-
ro y Santa Fe; según Rosillo, algunos de tales viajes fueron hechos por
cuenta del propio Abreu, mientras que en los restantes casos éste alquiló
los naturales a otras personas 94 .

" Para citar un ejemplo, en 1593 Soria informa acerca de un envío de ganado que
ha hecho a Potosí, con el que van, entre otra gente de servicio, „diez yanaconas de mi
encomienda": Juan de Soria a Lope déla Peña, Córdoba, 8 de abril de 1593 (Assadou-
rian, „Chile", 115).
92
„Libro", fol. 5v, sobre tos dos primeros viajes. En cuanto al tercero, Abreu habla
en un lugar de „cuatro indios que fueron este año [1598] a Mendoza por el vino de
los menores", mientras que en otro, aludiendo a Felipe, dice haber enviado en aquella
ocasión „dos indios suyos" (ibd., fols. 10 y 12v). Puede que fuesen cuatro, de los cuales
sólo dos procedentes del repartimiento de Soria.
93
Ibd., fol. 5v. Por lo demás, también en los viajes a Mendoza tenía el administra-
dor interés propio; al menos hay constancia explícita de haber sido ello así en el caso
del tercero, respecto del cual dice Abreu que se hizo con carretas suyas y que, junto
con el de los menores, se fue a buscar „mi vino" (ibd., fol. 12v).
94
„Memoria de los indios que el capitán Luis de Abrego de Albornoz ha enviado
por si y alquilados a las ciudades de Santiago, Jujuy, Mendoza y otras partes, sin regis-
tro", „Expediente", fol. 235.

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Los réditos de Quilpo 99

Lo dicho en último término nos lleva a mencionar brevemente otra de


las fuentes de recursos que los repartimientos proporcionaban a los enco-
menderos, a saber, el alquiler de sus indios. Esta era entonces práctica ge-
neralizada en la gobernación 95 . Y tan normal se la consideraba que, por
ejemplo, en la causa de rendición de cuentas se reclamó a Abreu, en favor
de su pupilo, el pago de los alquileres de los indios de éste que el primero
había tenido sirviendo en su estancia de San Juan (según el licenciado Ro-
sillo, el administrador había sacado cada año diez naturales de Quilpo con
ese fin) 96 . Al pronunciar sentencia en la referida causa, los jueces árbi-
tros moderaron en 150 pesos la deuda de Abreu de Albornoz por „todo
el alquilé de los indios", incluyendo en ello lo correspondiente tanto a los
enviados en viajes como a los que „ocupó en otras cosas" 97 .

L A S CARGAS DE LA ENCOMIENDA

Pasada revista a los diversos beneficios que reporta la encomienda, co-


rresponde ahora hacer lo propio con las cargas que, como es sabido, ella
lleva anejas. En primer lugar, el encomendero debe „sustentar vecindad",
lo que comprende, además de residir y tener „casa poblada" en la ciudad
o villa a cuyo distrito pertenece el repartimiento, la prestación de un servi-
cio de carácter militar: aquél está obligado a tener armas y caballos y a
acudir con ellos, a su costa, cuando las autoridades lo convoquen 98 . Por
otra parte, están las obligaciones hacia los encomendados. La primera de
éstas es la que toca a la asistencia espiritual, obligación que principalmen-
te se cumple con el pago de los estipendios debidos a los curas doctrineros
o a otros eclesiásticos que ejercen su ministerio con los indios. Además,

95
„. . . los alquilaban desde aquí a Potosí e Chile como si fuera[n] muías de alqui-
ler, de diez en diez y de veinte en veinte, sin pagarles su trabajo ni dalles unos alpargates
para el camino": carta de Juan Ramírez de Velasco cit. en n. 10, GTPG I, 184.
96
Petición de Antonio Rosillo, Córdoba, 11 de febrero de 1599, „Expediente", fol.
23 3v.
" Sentencia cit. en n. 52, fol. 54. Otro ejemplo ilustrativo se encuentra en el testa-
mento de Juan de Soria, una de cuyas cláusulas reza: „Iten, declaro que Alonso de
Córdoba ha tenido unos indios de mi encomienda en su poder de año y medio a esta
parte, poco más o menos. Mando que se cobre de él lo que pareciere deberme conforme
a su libro de alquilé de ellos, al cual libro me remito" (testamento cit. en n. 16, fol. 22).
98
Sobre la función militar de los encomenderos indianos véase Günter Kahle, „Die
Encomienda als militärische Institution im kolonialen Hispanoamerika", Jahrbuch
für Geschichte von Staat, Wirtschaft und Gesellschaft Lateinamerikas 2 (1965),
88-105.

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100 Gastón Gabriel Doucet

el encomendero debe cuidar en todo sentido de sus encomendados, y espe-


cialmente proveer para que sean curados cuando estén enfermos. Del des-
empeño de estas cargas ofrecen nuestras fuentes interesantes ejemplos,
que pasaremos a examinar seguidamente.
En el caso que nos ocupa, Luis de Abreu de Albornoz, como adminis-
trador de Quilpo y tutor del encomendero, hace lás veces de éste y, por
tanto, „sirve la vecindad" de su pupilo. Ahora bien, el servicio militar pue-
de ser cumplido personalmente o por medio de un sustituto; es decir que
el encomendero (o quien lo representa) puede, en vez de acudir en persona
a las facciones a las que es llamado, pagar y aviar a un „soldado" que vaya
en su lugar. Así ocurre, necesariamente, en nuestro caso; y digo necesaria-
mente porque siendo Abreu, según ya se sabe, poseedor de una encomien-
da por título propio, cuando son convocados a las armas los encomende-
ros de Córdoba él debe doblarse en su condición de tal, por su vecindad
y por la de su pupilo. (Dicho sea de paso, ignoro si, en las ocasiones que
seguidamente se referirán, Abreu sirvió su propia vecindad en persona o
también por medio de un soldado.)
Pueden distinguirse en nuestro libro dos tipos de facciones, a las que
el administrador se refiere separadamente: las que se realizan en el distrito
cordobés, por una parte, y por otra una - a todas luces de mayor enverga-
dura - que tiene por escenario la vecina jurisdicción de la ciudad de La
Rioja.
Acerca de las primeras no se encuentra más que una alusión genérica.
Cuando Abreu de Albornoz manifiesta haber ocupado a algunos indios
de su pupilo en los ya mencionados viajes a Buenos Aires y a Jujuy, aclara:
„Lo cual hice con consideración que acudía a la crianza de los dichos me-
nores, y a suplir lo que tocaba a su vecindad [de Felipe de Soria] con dar
un soldado cuando se ofrecía algún apercibimiento para la juridición de
esta ciudad, y de ello no le hago cargo al dicho menor" 99 . Las facciones
a las que aquí se alude serían de las incursiones armadas que de cuando
en cuando se hacían por el distrito de Córdoba, cuyos naturales no esta-
ban aún completamente sometidos, para reducir a los que permanencían
fuera del control de los españoles y reprimir las rebeliones de los que, re-

99
„Libro", fol. Sv. Añade el administrador que a cada uno de aquellos indios dio
2 varas y media de sayal „para una camiseta", cuyo importe pide sea descontado en
caso de que no se le pase en cuenta lo referido, pues entonces pagaría „lo que es costum-
bre" y, señala, „pagando el jornal se me debe descontar" lo dado a dichos naturales.

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Los réditos de Quilpo 101

ducidos ya, optaban por salirse del redil l0 °. El administrador no consig-


nó los gastos que el envío de un soldado en tales oportunidades le había
ocasionado.
Del segundo caso tenemos datos m u c h o más precisos. En 1596 el capi-
tán A n t o n i o de Aguilar Vellicia, teniente de gobernador de Córdoba, con-
vocó a los vecinos de esta ciudad para una jornada a la de La Rioja 1 0 1 .
Por la vecindad del menor Felipe de Soria fue c o m o soldado Juan Martí-
nez (o Martín), de quien se conservan dos recibos otorgados c o n tal moti-
vo. Dice el susodicho en el primero de éstos: „recibí de D o ñ a Catalina Bus-
tos, c o m o tutora y curadora de Felipe de Soria, su hijo, vecino de esta
ciudad, cuarenta y o c h o pesos corrientes; los cuales me dio por que fuese
por el dicho su hijo a La Rioja, para adonde le apercibió el capitán Anto-
nio de Aguilar Vilicia, justicia mayor de esta ciudad, c o m o a vecino que
es de ella" 1 0 2 . Entre el apercibimiento y la salida pasó bastante tiempo;
la última no había tenido aún lugar dos meses más tarde, cuando el m i s m o
soldado suscribió un conocimiento por haber recibido

„de Luis de Abreu de Albornoz, vecino de la ciudad de Córdoba, y de Doña


Catalina Bustos, cinco caballos, el uno de camino y de guerra, castaño zai-
no del Paraguay, y los cuatro de carga, para hacer el viaje que voy a La Rioja
por el menor Felipe Bustos de Soria; y más me dio un buey para comprar
pólvora, y más me dio veinte herraduras con sus clavos y tres novillos en
el pueblo de Quilpo para el dicho viaje; lo cual llevo en mi poder con tres
indios del dicho menor".

100
Quizá una de las ocasiones en las que Abreu tuvo que aportar un soldado por
la vecindad de su pupilo fue la que se originó en la muerte del encomendero Diego
de Funes y de su cuñado Gaspar González, a manos de indios rebeldes, por el mes de
agosto de 1596; al castigo de los alzados envió el Cabildo cordobés una fuerza de treinta
hombres bajo el mando del alcalde Juan de Burgos: Luque Colombres, „El Deán",
310-311.
101
Si no me equivoco, la aludida jornada es la que en persona dirigió el goberna-
dor D. Pedro de Mercado de Peñaloza para sofocar la rebelión de ciertos indios de La
Rioja que habían matado al encomendero Francisco de Otazo y a otras personas. Acer-
ca de esta facción se encuentran varias noticias en la „Información fecha de oficio en
la Audiencia Real que reside en la ciudad de La Plata del Pirú, de los servicios hechos
a Su Majestad por el gobernador Don Pedro de Mercado de Peñaloza y Don Pedro
de Mercado, su hijo" (1612), Archivo General de Indias, Audiencia de Charcas, (en ade-
lante: AGI Ch), 87. Como puede apreciarse, la de encomendero era en el Tücumán de
aquellos tiempos una condición no poco riesgosa.
102
Carta de pago otorgada por Juan Martínez, Córdoba, 3 de octubre de 1596,
„Expediente", fol. 150. Llama la atención el hecho de que aquí se mencione a Da. Cata-
lina y no a Abreu; recuérdese, a propósito de esto, la curiosa circunstancia apuntada
en n. 20.

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102 Gastón Gabriel Doucet

Y al final aclara: „Los dichos tres novillos fueron para el matalotaje" 103 .
En el descargo del libro de administración correspondiente a 1597, se
registró la soldada percibida por Martínez el año anterior: „se pagó a Juan
Martínez, soldado, cuarenta y ocho pesos corrientes por la ida que fue
a La Rioja por el dicho menor, porque le apercibió el capitán Antonio de
Aguilar Vellicia que diese un soldado" 104 . También consignó el adminis-
trador en su descargo la entrega del buey destinado a convertirse en pólvo-
ra; buey que, en realidad, fue proporcionado por un tercero que lo debía
al difunto Juan de Soria: „pagó el dicho Juan de Torreblanca otro buey
o novillo domado, que éste dio a Juan Martín para que comprase pólvora
para el viaje que fue a La Rioja por el menor" 105 . De los demás compo-
nentes del avío que se dio a dicho soldado no se encuentra mención en
el libro de Abreu.
Es de lamentar que nada se diga en nuestras fuentes acerca de las armas
que Martínez llevó a la jornada, y que no podamos precisar si ellas fueron
suministradas por cuenta del encomendero o si, por el contrario, el solda-
do que había de usarlas las portaba propias. Parece claro que entre el ar-
mamento se contaba una boba de fuego, para cuyo empleo serviría la pól-
vora que - buey mediante - debió de incluirse en el bagaje del expedicio-
nario.
Los descargos de Abreu por razón del envío del soldado a La Rioja fue-
ron impugnados en la causa de rendición de cuentas, alegándose en sú
contra el hecho de que aquél se había reservado, como tutor, la décima
parte de los aprovechamientos habidos durante su gestión: „conforme a
derecho - afirmó el Defensor de Menores - el tutor tiene obligación de
acudir a todas las necesidades de sus menores, llevando la décima; y pues
el susodicho la lleva, justo es que acuda a la vecin [dad] y obligaciones
del dicho menor" 106 . Ignoro qué resolvieron en definitiva sobre el punto

103
Conocimiento otorgado por Juan Martínez, „en el pueblo" (¿de Quilpo?), 5 de
diciembre de 1596, „Expediente", fol. 162. Se habrá advertido que este documente ofre-
ce una nueva ilustración del tema de los servicios prestados por los indios de la enco-
mienda.
104
„Libro", fol. 29.
105
Ibd., fol. 17v. Más adelante reitera: „Iten, se gastó un buey o novillo domado
que se dio a Juan Martín para comprar pólvora para el viaje de La Rioja, y lo dio Juan
de Torreblanca" (ibd., fol. 18).
106
Petición de Antonio Rosillo cit. en n. 96, fols. 231-231v y 232v. Por su parte,
el contador Rodrigo de Salinas habia observado esos descargos y remitido la determi-
nación del caso al juez: „Esta partida se remite por cuanto el dicho Luis de Abreu pide
décima por la administración de la tutela, y se ha de juzgar si llevándola ha de acudir
a las cargas de la vecindad u no" (cuentas cit. en η. 55, fols. 204v y 212v).

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Los réditos de Quilpo 103

los jueces de la causa, de cuya sentencia no se conservan más que fragmen-


tos.
La atención religiosa de los indios aparece representada en nuestro libro
por dos tipos de erogaciones: las tocantes a la „doctrina" - esto es, a los
estipendios de los curas doctrineros - y las correspondientes a los dere-
chos debidos por casamientos y entierros de piezas de servicio. Antes de
examinar unas y otras, bueno será decir algo acerca del estado en que en
la época se hallaba el proceso de incorporación al gremio de la Iglesia de
los naturales de la jurisdicción de Córdoba, y particularmente de los que
son objeto específico de nuestro estudio.
Por aquel entonces, en dicho distrito la evangelización de los nativos
era todavía una empresa incipiente, detenida hasta poco antes por la esca-
sez - cuando no por la total ausencia - de sacerdotes. Durante las dos
primeras décadas de vida de !a ciudad apenas si se dieron unos pocos pa-
sos en esa empresa, y sólo en el curso de la siguiente, con la efectiva actua-
ción de curas doctrineros, comenzó a progresar ella por vías de cierta soli-
dez107. En vista de esto no sorprenderá saber que en 1588, cuando Juan
de Soria otorgó su testamento, parte de los indios de su encomienda -
y bien puede que la mayoría - no había recibido aún el bautismo. Así
se desprende de algunas cláusulas de dicho testamento: Soria mandó allí
decir doce misas „por el ánima de los indios cristianos que han muerto
de mi repartimeinto", y seis más „por la conversión de los indios naturales
del dicho mi repartimiento"; y, por otra parte, dispuso que se distribuye-
sen entre sus encomendados cien ovejas y veinticuatro vacas, „esto - acla-
ró - por razón de no les haber yo acudido a dar la dotriña que Ies era
obligado a dar" 108 .
Probablemente el primer doctrinero estable que tuvieron los indios de
Quilpo fue el padre Miguel de Milla, pionero de esa actividad en el distrito
cordobés. El es, en todo caso, el primero del que tenemos noticia. En el
libro de Abreu se alude a la actuación del susodicho desde 1595: en efecto,
consta allí que entre 1596 y 1597 el administrador pagó al padre Milla 112
pesos y 4 tomines por los estipendios de dos años, quedándole a deber

107
En torno a este tema, cuya importancia no es necesario destacar y sobre el que
habría mucho de interés que decir, puede verse lo escrito por Segreti, „Contribución",
188-209.
108
Testamento cit. en n. 16, fols. 16 y 23. La frase transcrita en último término pro-
sigue así: „teniendo consideración a la pobreza de la tierra y a que los dichos indios
han menoscabado mucha cantidad de mis ganados"; consideración que parece referir-
se al modesto contenido material de la reparación más que a la causa de ésta.

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104 Gastón Gabriel Doucet

los correspondientes a un tercero („se le debe un a ñ o de dotrina", léese


a continuación del registro del último pago); la deuda fue saldada en 1598,
cuando se dieron al m i s m o clérigo 36 pesos „que se le debían de resto del
tiempo que sirvió la dotrina del pueblo de Quilpo" 10S> . Sucedió al padre
Milla c o m o doctrinero el padre Vicente Sánchez de Ocaña, a quien se
pagó, también en 1598, la suma de 27 pesos y 6 tomines „de dos tercios
del año que ha servido la dotrina de Quilpo" El estipendio que estos
sacerdotes recibían era, según resulta del examen de nuestras fuentes, de
4 tomines y medio al año por cada indio de doctrina 1 1 1 .
Los doctrineros ejercían su ministerio en los pueblos de indios, la asis-
tencia religiosa de cuyos moradores quedaba enteramente a su cuidado.
En el caso de los indios de servicio que residían en las ciudades, n o habien-
d o en éstas curas de naturales - c o m o n o los había en Córdoba en aque-
llos años - , al m e n o s en ciertos aspectos ellos estaban a cargo de los ecle-
siásticos que atendían a los españoles. Cuando esos sirvientes se casaban

109
„Libro", fols. 26, 29 y 9v. Está claro que el P. Milla ejerció sus funciones apostó-
licas en Córdoba cuando menos desde 1595, y no a partir de 1597 como dice Segreti,
„Contribución", 195. En realidad, el inicio de esas actividades debe situarse aún más
atrás, por comienzos de la década de 1590, según lo que resulta de la información de
servicios del P. Miguel de Milla (1597-1598), AGI Ch, 144.
110
„Libro", fol. 9v.
111
En la documentación coetánea se encuentran testimonios contradictorios acerca
de cuál era el estipendio que entonces se pagaba a los doctrineros. En sendas instruccio-
nes extendidas por el Cabildo cordobés en 1597 y 1598 léese que era costumbre pagar
medio peso - es decir, 4 reales o tomines - por indio (instrucciones cit. en n. 22 y
48, AMC III, 35 y 110, respectivamente); pero el mismo año de 1598, en el propio ayun-
tamiento, se afirma que el estipendio acostumbrado es de 4 tomines y medio (petición
cit. en n. 48 y respuesta del Cabildo, Córdoba, 10 de octubre de 1598, AMC 111,
98-100). Este último era el estipendio que una década antes había fijado Juan Ramírez
de Velasco para toda la gobernación (carta cit. en n. 10, GTPG 1, 179). En el Sinodo
de 1597 (parte I, no. 9) se mandó pagar por cada indio 1 peso, suma que luego (declara-
ción 2a.) fue reducida a la mitad para el caso de los indios tules de otros que son
de poco provecho" (Constituciones del I Sínodo cit. en n. 10, SAT, 143-144 y 174).
A éstos podrían agregarse otros testimonios, pero no lo juzgo necesario para nuestro
objeto. He llegado a la conclusión de que al menos en el caso particular que nos ocupa
se pagaba un estipendio de 4 tomines y medio por indio de doctrina, calculando el
monto anual en tomines que corresponde a lo recibido por los padres Milla y Sánchez
de Ocaña (cfr. supra, η. 10): las cifras resultantes, en efecto, son exactamente divisibles
por 4,5, no así por 4. He prescindido aquí, lo mismo que en el cálculo de la población
de Quilpo, de los últimos 36 pesos (288 tomines, suma divisible tanto por 4 como por
4,5) que se pagaron al P. Milla, porque no estoy seguro de que esa cifra corresponda
al estipendio anual; aunque así parece indicarlo la frase „se le debe un año de doctrina"
del asiento anterior, el cotejo de dicha cifra con la que resulta en el caso del P. Sánchez
de Ocaña sugeriría lo contrario.

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Los réditos de Quilpo 105

o morían, sus amos debían pagar a dichos eclesiásticos los correspondien-


tes derechos por matrimonio o por entierro. Consta, así en el libro de Ab-
reu como en otros testimonios, que en el tiempo al que me refiero se cobra-
ban 3 pesos por el entierro de cada „pieza". En cuanto a los casamientos,
según manifestó en 1597 el Cabildo de Córdoba, la costumbre era pagar
2 pesos por cada misa en la que se casasen indios, no importa qué número
de matrimonios se celebrara en la ocasión; pero los administradores del
obispado habían modificado esto, mandando se pagase la misma suma
por cada casamiento, „de manera - ejemplificaban los cabildantes -
que si en una misa se casan diez anaconas llevan por la misa veinte pesos".
El ayuntamiento pidió se guardase la costumbre de cobrar 2 pesos por
misa, „aunque en ella se casen y velen muchos indios" " 2 . No puedo pre-
cisar cuál de las dos modalidades se siguió en el o los casos de la que, como
en seguida se verá, es la única alusión a matrimonios que se encuentra en
nuestra fuente principal.
El libro de administración registra los siguientes gastos hechos por los
mencionados conceptos: En 1596 Abreu pagó al padre Miguel Jerónimo
de Porras, cura y vicario de la ciudad, 17 pesos „de sus derechos de los
entierros y casamientos de las piezas que se han muerto y casado del dicho
menor", y al padre Diego Xuárez, que sucedió al anterior en los referidos
oficios, 6 pesos „por dos entierros de dos piezas del dicho menor, que la
una era una niña recién nacida y otra india"; en 1597, otros 6 pesos „al
padre cura Pedro de Aguilera . . . por entierro de dos piezas que enterró
del dicho menor"; y por último, en 1598, 18 pesos ,,a Juan de Castro,
sacristán, de seis entierros de otras tantas piezas del servicio del dicho me-
nor que enterró el licenciado Pedro de Salamanca" " 3 .
Durante el período que nos ocupa, los encomenderos cordobeses tuvie-
ron una singular oportunidad de cumplir con la carga de atender a la cura-
ción de sus indios enfermos. Entre los años de 1597 y 1598 una peste hizo
estragos en el distrito de la ciudad y diezmó la población indígena; atrás
queda dicho que a ella debe atribuirse la brusca disminución de los natu-
rales de Quilpo que los asientos de nuestro libro revelan precisamente por
aquellos años. En agosto de 1597 señalaba el Cabildo de Córdoba que el
padrón de los indios de la jurisdicción compuesto por el padre Miguel de

112
Instrucción cit. en n. 22, AMC III, 35-36. También pidió el Cabildo: ,,y que asi-
mismo se les diga una misa a las piezas que se mueren en esta ciudad, pues de ellos
[s/c] se les paga a tres pesos por cada pieza",
113
„Libro", fols. 26v, 27, 27v y 9v.

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106 Gastón Gabriel Doucet

Milla estaba desactualizado, porque — escribía - „se han muerto mucha


gente y al presente se mueren con la pestilencia que les ha dado y va dando
a toda esta provincia" " 4 . Como seguidamente se verá, el libro de adminis-
tración identifica tal pestilencia como sarampión, y muestra que ella no
solamente afectó a los indios: también los pupilos de Abreu cayeron enfer-
mos. Los correspondientes asientos del libro tienen un interés adicional
por las noticias que ofrecen acerca de las medicinas empleadas para hacer
frente al mal.
Por primera vez el administrador alude a la epidemia, sin mencionarla
expresamente, cuando en el descargo del año 1597 consigna: „compré
para curar los indios enfermos e indias del pueblo del dicho menor, en ve-
ces, media libra de cardenillo y otra media de alumbre y solimán crudo,
que el cardenillo costó a peso la onza y el solimán a dos pesos y el alumbre
a peso y medio la onza, que todo monta veinte y dos pesos. [. . .] Llevóse
lo más - agrega - al pueblo de Quilpo, y alguno se ha gastado en casa
con su servicio" " 5 . El botiquín se completó ese año con la compra, al co-
sto de 2 pesos, de „dos onzas de albayalde para los enfermos" " 6 . En el
mismo año, o a comienzos del siguiente, se requirieron los servicios de
un facultativo, cierto „licenciado Asencio Telles", quien percibió como
honorarios „una yunta de bueyes carreteros por lo que se ocupó en curar
a los dichos menores y su servicio de la peste y sarampión" 117 . Según
esto, los indios del pueblo no gozaron de los cuidados del licenciado Te-
lles, cuya tarifa bovina cubrió tan sólo (quizá para bien de aquéllos) la
atención de los dolientes urbanos. También se registra en nuestra fuente
el pago de 25 pesos a „Pero González, surujano" " 8 ; pero no se especifica
en este caso que los servicios del escalpelista hayan estado vinculados a
la lucha contra el sarampión.
Mucho más estimulante que el anterior es el catálogo de los recursos
empleados en favor de los enfermos en 1598. Abreu compró entonces
„diez libras de azúcar, a seis tomines, y seis de confitura y diacitrón . . .
a peso libra . . . y seis libras de alfeñique - con un costo total de 19 pesos
y 4 tomines - para el dicho menor y sus hermanos", pero no sólo para
éstos: „que todo ello se pagó [i.e. gastó] asimesmo con el servicio enfermos

114
Instrucción cit. en n. 22, AMC III, 35.
115
„Libro", fol. 27v.
" 6 Ibd., fol. 28v.
" 7 Ibd., fol. 30v.
1,8
Ibd.

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Los réditos de Quilpo 107

[SÍC] del sarampión"; y también compró „para curar los dichos de la dicha
peste, para los ojos", una onza de azafrán, que costó 2 pesos y medio " 9 .
Si, como parece, de lo anterior no se beneficiaron los residentes en Quilpo,
tocó en cambio a éstos parte de otros buenos remedios, a saber: „de una
arroba de pasas que - escribe el administrador - compré para los enfer-
mos y para los dicho menores, que de ello se envió a los pueblos", y hasta
„de una arroba de vino que se gastó con los indios enfermos del saram-
pión, para convalecellos, y [con] su servicio" (de Felipe de Soria). Costó
lo primero 6 pesos, y 8 lo segundo 12 °. Por último, anota Abreu: „gasté
cuatro pesos en media arroba de vinagre que compré para curar al dicho
menor y sus hermanos y servicio, y se envió parte de ello al pueblo y cháca-
ra [de Chibaja], para gargarismos en el tiempo del sarampión" 121 .
La formidable batería medicinal dirigida contra el sarampión y sus se-
cuelas no podía menos que producir efectos positivos: bajo el fuego com-
binado del cardenillo, del albayalde y de las demás piezas de aquélla -
y con el paso del tiempo - , la pestilencia acabó por ceder. Se habrá adver-
tido que en el último texto transcrito (que fue redactado el 30 de noviem-
bre de 1598) se habla del „tiempo del sarampión" como de algo ya pasado.
A juzgar por la disminución de los indios de doctrina que resulta de los
cálculos atrás consignados, en aquel tiempo el pueblo de Quilpo perdió
alrededor de una cuarta parte de sus miembros.

GASTOS D E COMIDA Y VESTIDO PARA LOS INDIOS

A mas de los arriba vistos, propios de las cargas expresamente impues-


tas a las encomiendas, nuestro libro registra otros gastos que no caen den-
tro de la misma categoría pero que, en el caso que nos ocupa al menos,
vienen a sumarse a aquellos hechos en favor de los encomendados. Me
refiero a los gastos que tienen por causa el suministro de alimentos y de
vestimenta a estos últimos.
Aquí deben distinguirse dos situaciones: la de los indios de servicio, que
como queda dicho moran en la casa o en las haciendas del encomendero,
y la de los que están en su pueblo. En el caso de los primeros, es natural
- y sin duda así ocurría de ordinario — que su alimentación y vestuario

Ibd., fol. 9.
120 Ibd.
121 Ibd., fol. 10.

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108 Gastón Gabriel Doucet

estuviesen a cargo del amo. No puede decirse lo mismo en el caso de los


segundos; sin embargo, bajo la administración de Luis de Abreu, en Quil-
po esas necesidades fueron parcialmente atendidas por cuenta del enco-
mendero.
Veamos en primer lugar el caso de los indios de servicio. De nuestra do-
comentación se desprende que la chacra de Chibaja era la principal fuente
de abastecimiento para el consumo de la casa de Felipe de Soria, incluyén-
dose en ésta, desde luego, su servidumbre. En 1595 el producto de la cha-
cra fue insuficiente para ese objeto, por lo que hubo que suplirlo mediante
compra: „compré y gasté para el sustento del dicho menor y su servicio
y hermanos - anotó Abreu - treinta hanegas de comida hasta que se
cojó la cosecha [de Chibaja], que fueron cuatro meses" 122 . La cosecha
de trigo del siguiente año „se gastó en el sustento de los dichos menores
y su casa y servicio, porque gastaron de ello hasta que se cojó el maíz,
que fueron tres meses"; y, una vez recogida, la de maíz „se gastó con los
dichos indios y servicio del dicho menor" 123 . No parece ocioso señalar
cómo estos textos sugieren que, normalmente, el trigo se destinaba al con-
sumo de los españoles y el maíz al de los naturales. Esta es la única referen-
cia que en ese sentido aporta el libro de administración: de las cosechas
de trigo y de maíz de 1597 se dice genéricamente que „se gastó todo con
los dichos menores en su sustento y de sus indios y servicio"; y en 1598,
cuando aún no se había recogido la de maíz, el administrador consignó
respecto a la de trigo que se iba „gastando de ello en el sustento de los
dichos menores y su servicio"124.
En cuanto al vestido de la servidumbre, se encuentran en nuestro libro
dos noticias: „una tela de lana blanca, tejida como manta y teñido parte
de ello en verde, que tenía treinta y seis varas lo uno y lo otro - género
integrante de los tributos del año 1596 - se gastó én mantillas a las niñas
[las hermanas del encomendero] para éste invierno, y en vestir algunas in-
dias del servicio del dicho menor" l25 ; y, en el descargo correspondiente

122
Ibd., fol. 25v.
,M
Ibd., fol. 6.
124
Ibd. fols. 6 - 6 v .
125
Ibd., fol. 2v. Abreu registró aquí el ingreso de! m e n c i o n a d o artículo, indicando
el destino q u e se dio al mismo, c o m o parte de los tributos entregados en la mita d e
24 de mayo de 1596. Buena muestra d e las inexactitudes q u e pueden encontrarse en
nuestra fuente es el hecho de q u e por otra parte el administrador consignó el gasto
de dicha tela en el descargo correspondiente al a ñ o anterior: „Gastóse con los h e r m a -
nos del dicho m e n o r las treinta y seis varas d e tela d e lana d e q u e estoy hecho cargo
en mantillas, y [en] vestir algunas piezas de su servicio" (ibd., fol. 26).

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Los réditos de Quilpo 109

a 1597, declara Abreu haber „gastado con el servicio del dicho menor, in-
dias e yanaconas de casa, diez piezas de ropa, que les he ido dando a los
que más necesidad tienen" 126.
He anticipado ya que, de acuerdo a lo expuesto en las fuentes que segui-
mos, los naturales de Quilpo dependían para su sustento de las sementeras
del encomendero, cultivadas en el mismo pueblo. Aunque no total, esa
dependencia parece haber sido muy considerable. Según afirmó Luis de
Abreu, bajo su administración el producto de dichas sementeras se emp-
leó íntegramente en la manutención de los propios indios: „todo lo que
se ha cogido en el pueblo de Quilpo estos dos años - consignó, refirién-
dose a los de 1596 y 1597 - se ha gastado con los indios del dicho pueblo,
y no se ha traído a casa ni se ha vendido cosa alguna de ello" 121 ; y más
tarde, en la causa de rendición de cuentas, sostuvo que tal destino se había
dado a todas las cosechas, „sin que - reiteró - a esta ciudad se haya traí-
do ni vendido a persona ninguna" l 2 8 .
Más aun: no sólo se destinó al consumo de los indios el fruto correspon-
diente al encomendero (lo cual, si le privaba de un provecho, al menos
no venía a ocasionarle un nuevo gasto), sino que en 1596 Abreu llegó a
comprar al poblero Juan Ramírez, en 25 pesos, las cincuenta fanegas de
cereal que a éste tocaban de su quinto de la cosecha para darlas a los natu-
rales 129. El administrador explicó después que había procedido así „por
que no les faltase comida a los indios, para que pudiesen trabajar y dar
algún provecho a su encomendero" l3°.
Cuando se le tomaron cuentas, Abreu tuvo que justificar tanto el gasto
referido como la falta de utilidades procedentes de las sementeras de Quil-
po. Lo hizo alegando lo que ya se ha visto y concluyendo que no se le podía
imputar ningún cargo por ello, „pues - manifestó - es cosa justa susten-
tar a los dichos indios y dalles de comer, pues dan provecho con que se
acude a las cargas de vecindad y sustento de su encomendero y demás me-
nores sus hermanos, que son cinco, y la dotrina y paga del hombre que
está en el dicho pueblo y los tiene a cargo"; y agregó que, como resultado

126
Ibd., fol. 28.
127
Ibd., fol. 6.
- I2Í Petición de Luis de Abreu de Albornoz cit. en n. 50, fols. 250 y 2S2v.
129
Ibd.; „Libro", fol. 27.
130 petición <je l u ¡ s d e Abreu de Albornoz cit. en n. 50, fols. 249v-250. Llama la
atención el hecho de que, como atrás se ha visto, según el propio administrador el de
1596 fue el año de cosecha más copiosa; lo que mueve a preguntarse por qué se tomaría
tal medida en dicho año, cuando parece que ella era menos necesaria, y no en otros.

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110 Gastón Gabriel Doucet

de su proceder, los encomendados estaban „tan enteros y bien trata-


dos" 131 .
Por lo que hace al suministro de ropa a los indios del pueblo, he aquí
lo que sobre el particular nos dice el libro de administración: En 159S, ano-
tó allí Luis de Abreu, „se gastaron [s/c] por mi mandado en el pueblo
de Quilpo una tela de cincuenta varas de sayal en vestir los tejedores y pas-
tores de los ganados y algunos güérfanos pobres"; y en el descargo corres-
pondiente id año de 1597 declaró: „he gastado con los tejedores y pastores
y algunos güéfanos del pueblo del dicho menor una tela de cincuenta varas
de sayal, que se repartió este invierno pasado" 132 . Queda bien claro que
el suministro no era para todos los indios, sino selectivo. Como se habrá
advertido, en ambos casos los beneficiarios de aquél son identificados de
la misma manera, con la sola diferencia de que en el primero se precisa
que ios „algunos güérfanos" que recibieron parte del sayal eran „pobres".
Sin indicarlo expresamente, nuestra fuente sugiere que la selección de be-
neficiarios se hacía atendiendo a la imposiblidad o dificultad en que cier-
tos individuos del pueblo se hallaban para procurarse vestido por sus pro-
pios medios; al menos así parece si se busca lo que de común pueden tener
las tres mencionadas categorías de destinatarios de las telas repartidas.
El gasto de ropa para los tejedores, pastores y huérfanos de Quilpo fue
objetado en la causa de rendición de cuentas por no haber mostrado Abreu,
según señaló el tomador de éstas, „claridad ni orden judicical para la di-
cha destribución" 133 . Esto último indicaría que la de suministrar vestido
a los encomendados no era práctica habitual, puesto que se consideraba
necesaria una orden judicial para autorizarla. El responsable del gasto se
defendió afirmando que el mismo había sido „cosa justa y forzosa" l34 .

131
Ibd., fols. 250 y 252v. Conviene agregar respecto al tema de la comida que, en
general, una muy importante fuente de alimentación de los naturales de la provincia
era la algarroba. En nuestro caso, consta que ella era consumida por los de Quilpo
en una ocasional alusión al envió de una carreta a dicho pueblo „para encerrar la comi-
da y algarroba de los indios" („Libro", fol. 18ν).
132
Ibd., fols. 26 y 28v. Más adelante, al administrador aclara que parte de dichas
telas se dio a los indios llevados a Mendoza en los dos primeros viajes que antes men-
cioné; cada uno de aquéllos - cuyo número, como se recordará, no consta - recibió
2 varas y media de sayal (ibd., fol. 30). Conforme a lo que atrás se ha visto (cfr. supra,
η. 99), esa cantidad de tela servía para hacer una camiseta. Por otra parte, Abreu decla-
ró haber dado a cada uno de los indios que fueron en el tercero de los aludidos viajes,
„para vestillos", 6 varas y media de otro sayal („Libro", fol. 10).
133
Cuentas cit. en n. 55, fols. 204-204v.
134
Petición de Luis de Abreu de Albornoz cit. en n. 50, fol. 252.

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Los réditos de Quilpo 111

El suministro de comida y vestimenta a los indios de Quilpo, según re-


sulta de los testimonios examinados, puede tomarse como indicio de la
intensidad de la dedicación de aquéllos, durante el período bajo estudio,
a las actividades exigidas por cuenta del encomendero, particularmente
a la confección de tejidos y a la ganadería. Si es correcto mi razonamiento
en el caso del reparto de las telas de sayal, ello implica que las tareas im-
puestas a los tejedores y pastores eran tan absorbentes que dejaban a éstos
poco tiempo libre para ocuparse de otras cosas, de manera que se halla-
ban, como los huérfanos, necesitados de recibir vestido de mano ajena.
En parecido sentido cabe interpretar la afirmación de Abreu según la cual
éste proveía de comida a los naturales „para que pudiesen trabajar y dar
algún provecho a su encomendero". En resumen, de lo dicho se desprende
que el administrador cuidaba de atender parcialmente las necesidades bá-
sicas de los encomendados para conseguir un más intenso aprovecha-
miento de la fuerza laboral de éstos en las empresas del encomendero.

S U M A DE GASTOS Y EVALUACIÓN DE LA UTILIDAD NETA

Aunque, según se ha visto, los particularmente llamados „aprovecha-


mientos de los indios" (o sea, los tributos) no son los únicos que se obtie-
nen de la encomienda, sólo ellos serán considerados aquí. Dejaré de lado,
pese a su importancia, los ganados criados en el pueblo, en primer lugar
porque nuestras fuentes no precisan el número de los que pertenecían al
encomendero; y, en cuanto a las sementeras, toda vez que sus cosechas
se emplearon en sustentar a los propios naturales conviene prescindir tam-
bién de ellas. Por otra parte, con los datos de que disponemos no es posi-
ble estimar el valor del trabajo prestado por los indios fuera del pueblo
(ni siquiera sabemos cuántos eran los que servían en la casa del encomen-
dero y en la chacra de Chibaja). Así pues, en esta evaluación de las utilida-
des netas que dejó el repartimiento de Quilpo durante el período estudia-
do no se tendrán en cuenta más que los tributos, cuyos valores anuales
quedan expuestos en el cuadro 3.
Correspondientemente, sólo computaré aquí las erogaciones hechas
por parte del encomendero que se relacionan con aquellos aprovecha-
mientos. Considero comprendidos en tal categoría las compras de materia
prima para la confección de tejidos (incluyendo la de ovejas, aunque éstas
no hayan sido destinadas exclusivamente a ese fin) y las de herramientas
para el pueblo, lo pagado a los pobleros, los gastos propios de las cargas

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112 Gastón Gabriel Doucet

de la encomienda (concretamente, los de doctrina y los ocasionados por


el envío del soldado a La Rioja), las telas de sayal repartidas entre los natu-
rales de Quilpo y la comida que en una oportunidad el administrador
compró para éstos. Omito los gastos de comida y vestido para los indios
de servicio, como así también los estipendios pagados por entierros y ca-
samientos de los mismos. Prescindo igualmente de las erogaciones hechas
para curar a los naturales, en atención a que nuestras fuentes no permiten
distinguir lo que tocó a los que residían en el pueblo.

CUADRO 5

Suma de gastos para la encomienda de Quilpo, 1595-1598

Partidas Montos Folios

Compras de algodón 389 Ρ 3 t 4ν, 25, 26, 27,


29, 29 ν y 30 ν
Compras de lana 118 Ρ 9ν, 26, 27, 29ν y 30
Compra de ovejas 110 Ρ 28ν
Compras de herramientas 25 Ρ 10, 28 y 30
Resto de salario de Simón Duarte 40 Ρ 26
Quinto de Juan Ramírez 229 Ρ 2 t 26, 28 y 28ν
Sexto de Martín Sánchez 255 Ρ 7 t ,9ν, 29 y 29ν
Parte de salario de Pedro de Lastur 46 ρ"
Estipendios del P. Miguel de Milla 148 Ρ 4 t 9ν, 26ν y 29
Estipendios del P. Vicente Sánchez de Ocaña ' 27 Ρ 6 t 9ν
Soldada y avío de Juan Martínez 60 Pb 17ν, 18 y 29
Distribución de sayal a los indios de Quilpo 75 pc 26 y 28ν
Compra de comida para Quilpo 25 Ρ 27

Total 1549 Ρ 6 t
a)
He calculado aproximadamente una tercera parte de los 140 pesos que, junto con un
potro cerrero, fueron fijados como salario anual de Lastur.
" Como en su lugar se dijo, por el envío del soldado Abreu sólo registró en su descargo
los 48 pesos de soldada y el buey destinado a la compra de pólvora. He atribuido a este últi-
mo, redondeando cifras, un valor de 12 pesos, sobre la base de que en el „Libro", fol. 26v,
se da el de 25 pesos a una yunta de bueyes.
c>
Téngase presente que cierta cantidad de este sayal se dio a los indios que fueron a Men-
doza (cfr. supra, nota 132).

Los gastos de la categoría indicada aparecen resumidos en el cuadro 5.


Para confeccionar éste me he servido exclusivamente de los descargos con-
tenidos en el libro de administración (cuyos respectivos folios van señala-
dos en la última columna). Debo advertir que en algunos casos los pagos

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Los réditos de Quilpo 113

a los pobleros que allí figuran no se compadecen con las correspondientes


partidas de los cargos; he preferido atenerme a lo que en nuestra fuente
principal se lee, sin tratar de conciliar las discrepancias que en ella se en-
cuentran. Conviene recordar, por otra parte, que en dicho libro la partida
correspondiente al tejido entregado por Juan Xuárez computa como car-
go sólo lo que quedó para el encomendero l35 , razón por la cual no se in-
cluye en el descargo lo que tocó a aquél. Por último, aclaro que en el libro
no se registran pagos a Pedro de Lastur (quien cobraría al expirar el térmi-
no de su contrato); pero, atendiendo a que entre los aprovechamientos del
período bajo estudio se cuentan algunos obtenidos durante la gestión del
susodicho, agrego una partida con lo que calculo sería aproximadamente
la parte proporcional de su salario anual devengada en los meses aquí con-
siderados.
Los valores anuales de los tributos de Quilpo que he consignado en el
cuadro 3 suman 2911 pesos y 5 tomines; de manera que, deduciendo de
esta cifra los 1549 pesos y 6 tomines que arroja el cuadro 5, resultaría una
utilidad neta de 1361 pesos y 7 tomines para el período comprendido entre
el mes de septiembre de 1595 y el de diciembre de 1598.

E M P L E O DE LOS RÉDITOS

¿En qué se emplean los diversos bienes que el encomendero obtiene de


su repartimiento? Lamentablemente, el libro de Abreu no permite contes-
tar esta pregunta sino por vía de ejemplificación. En la gran mayoría de
los casos, nuestra fuente no indica el destino particular dado a dichos bie-
nes; y, salvo en unas pocas ocasiones, los descargos del mismo libro tam-
poco especifican en qué géneros se hicieron efectivos los pagos allí regis-
trados. Debe tenerse en cuenta, por otra parte, que el encomendero puede
- como de hecho consta que ocurre en ciertos casos - obtener por vías
distintas de la dé la encomienda los mismos géneros que ésta le proporcio-
na 136; de manera que, cuando en los descargos se consigna el gasto de al-
guno de tales géneros, por lo general no es posible precisar si él procede

135
Cfr. supra, cuadro 2.
156
Por ejemplo, Abreu vendió en Santiago del Estero, por cuenta de sus pupilos, ,,a
ocho pesos el arroba, en lienzo", parte del vino que al padre de aquéllos se había queda-
do debiendo en Mendoza; y un deudor de Juan de Soria saldó parcialmente su deuda
con costales („Libro", fols. 19 y 17).

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114 Gastón Gabriel Doucet

de los réditos del repartimiento o de otras fuentes. Hemos de contentar-


nos, pues, con sólo unos ejemplos ilustrativos del tema propuesto. Me
ocuparé en primer término de los „aprovechamientos de los indios" en
sentido estricto. Luego diré algo en torno a los ganados y sementeras.
Ciertos géneros de los que componen los tributos de Quilpo se destinan
directamente al consumo o uso del encomendero, de su familia y, en algu-
nos casos, de sus indios. Como producto consumible tenemos la miel, de
la que consta en los descargos del libro de administración haberse gastado
en 1595 „un cantarillo o botija . . . con el dicho menor y sus hermanos",
y en 1597 una arroba „con el sustento" de los mismos 137 . Una considera-
ble cantidad de tejidos se emplea en la casa, principalmente en vestir a
los pupilos del administrador: con una tela de lana se hacen mantillas;
con lienzo, camisas, jubones, forros de vestidos, manteles, sábanas y al-
mohadas; con „una tela de picadillo de azul y blanco", jubones, mantillas
y valones; y diez pares de calcetas se destinan al calzado del niño encomen-
dero 138. El lector sabe ya de los tejidos dados a los indios. Por otra parte,
se gastan costales „en acarrear comida para el sustento del dicho menor
y sus hermanos y servicio" 139. El género que en mayor cantidad aparece
empleado para fines domésticos es el lienzo: sumadas las correspondien-
tes partidas del libro se alcanza la cifra de 216 varas, lo que equivale a poco
menos del 9,5% de la producción total de ese tejido que la encomienda
tuvo en el período estudiado l40 .
De dos de los géneros que acaban de mencionarse, y de un tercero, hay
constancia de que se venden. En los cargos de 1595 se alude a las ventas
de ciento treinta y cuatro varas y media de sayal al general Don Pablo de
Guzmán (,,a seis tomines cada vara, en reales") y de otras cien a Don Alon-
so de la Cámara (,,a vara de lienzo cada vara de sayal"); y una tela de cua-
renta y dos varas del mismo género, obtenida en una de las mitas del si-
guiente año, fue vendida al dicho general Guzmán, también ,,a seis tomi-
nes vara"141. Consta asimismo la venta de calcetas de lana en esos dos

131
Ibd„ fols. 26 y 28.
138
Ibd., fols. 2v, 9, 10, lOv, 11, llv, 25, 25v, 26, 26v, 27, 27v, 28, 31, 31v, 33, 34, 34v
y 35.
139
Cuatro en 1595, seis en 1597 y otros tantos el siguiente año (ibd., fols. 25v, 28
y 9v).
140
Cfr. supra, cuadro 4. Pero recuérdese que no sólo del repartimiento procede el
lienzo con que cuentan el encomendero y sus hermanos.
141
„Libro", fols. 2—2v.

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Los réditos de Quilpo 115

años, y de grana en el segundo de ellos142. Es de lamentar que estas preci-


siones, que se encuentran al comienzo del libro, no se sigan haciendo más
adelante. De todos modos, es de presumir que parte de las siguientes ad-
quisiciones de los referidos géneros también se destinó a la venta; y lo mis-
mo cabe suponer respecto de otros artículos, como la brea y los costales,
aunque no haya evidencia de ello en nuestra fuente. Esta, por otra parte,
ofrece un interesante ejemplo de venta de lienzo realizada con el objeto
de obtener el metálico que se necesitaba para un determinado fin, a saber,
la liquidación de una deuda que Juan de Soria había dejado pendiente:
Abreu declara haber pagado a los acreedores „noventa y ocho pesos en
reales de a ocho reales el peso, que se hicieron con ducientas varas de lien-
zo que se vendieren para ello por esta cuantía; que fue - precisa - el
primer lienzo que se hizo en el pueblo de Quilpo del dicho menor" 143 . Se
habrá advertido el menor valor que, al convertirlo en metálico, se recono-
ce en este caso al género: a la cotización habitual de 4 tomines por unidad,
las doscientas varas equivalían a 100 pesos.
Por último, en el libro de administración se encuentran un par de ejem-
plos del empleo directo de lienzo como medio de pago: en 1595 Luis de
Abreu compró al padre Miguel Jerónimo de Porras, abonándole el impor-
te con dicho género, algodón para beneficiar en Quilpo (el primero, se se-
ñala, adquirido con ese fin); y consta que el siguiente año se pagó al padre
Miguel de Milla, con la misma especie, parte de lo que se le adeudaba por
sus servicios como doctrinero ,44 . Por lo que sabemos de la economía del
Hicumán en la época, no hay dificultad en suponer que en su mayoría los
otros pagos registrados en el libro fueron igualmente hechos con lienzo
o con otras de las especies monetizadas que se usaban en la gobernación;
los vecinos de ésta empleaban preferentemente „moneda de la tierra" en
las transacciones locales, reservando la metálica para sus negocios de im-
portación 145 .
Ha habido ya ocasión de ver cómo algunas especies del ganado existen-
te en Quilpo servían al funcionamiento del sistema productivo de la enco-
mienda; se recordará que los bueyes eran empleados en el trabajo de las
sementeras, mientras que las ovejas adquiridas por Abreu para el enco-

142
trajo el dicho [poblero] quince pares de calcetas de lana, que se vendieron
a medio peso cada par; [. . .] doce pares de calcetas de lana, que se vendieron a medio
peso el par; [ . . . ] diez libras de grana, que se vendió [. . . ] a peso y medio libra" (ibd.).
'143 Ibd., fol. 25.
144
Ibd., fols. 25 y 26v.
145
Sobre esto véase especialmente Garzón Maceda, Economía, 7 - 8 .

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116 Gastón Gabriel Doucet

mendero proporcionaban lana a la industria textil. Excepcionalmente se


encuentra en el libro de administración una constancia del consumo do-
méstico de dicho ganado: en el descargo correspondiente a 1598, Abreu
menciona doce carneros „del pueblo de Quilpo, de las ovejas de Felipe de
Soria", que se emplearon para el „gasto y sustento" de los menores 146 .
También de modo excepcional, un asiento de nuestra fuente registra la
venta que el mismo año de 1598 hizo el administrador „de veinte y dos
capados . . . del ganado de Quilpo" 147 . Aunque durante el período que
estudiamos sólo rara vez se haya vendido algo de él, parece obvio que la
mayoría de dicho ganado estaba destinada a ese fin. Conviene recordar
aquí que la ganadería era una actividad importante en Quilpo desde los
tiempos de Juan de Soria, quien criaba en el pueblo tanto animales de su
propiedad como de otras personas. Probablemente la situación litigiosa
en que tras la muerte de aquél quedó el ganado vacuno, según antes se
ha visto, explique en parte la escasez de ventas señalada.
Por lo que hace a las sementeras, queda dicho que, según Abreu, bajo
su administración el producto de aquéllas se consumió íntegramente en
el mismo pueblo. Claro está que ello no ocurría así en todas ias encomien-
das del distrito. Baste señalar al respecto que, de acuerdo con la declara-
ción del mismo interesado, el trigo figuraba significativamente entre los
productos que Luis de Abreu obtenía de su propio repartimiento con fines
comerciales; respondiendo a los cargos que se le hacían en la causa de ren-
dición de cuentas, el susodicho manifestó: „si he hecho harinas para Bue-
nos Aires [es decir, para vender en este puerto], ha sido del trigo de mi
cosecha, que como es público y notorio cojo cada año mucha cantidad
de ello en el pueblo de Camincosquín y en el pueblo de San Juan" (ambos
de su encomienda) 148 . Quizás la escasa producción de las sementeras de
Quilpo estuviese determinada por condiciones naturales: recuérdese que
el administrador hablaba de „la tierra tan flaca". Pero el hecho puede tam-
bién ser indicio de una particularmente intensa especialización en el apro-
vechamiento de los recursos brindados por la encomienda - me refiero

Cfr. supra, η. 78. No parece, en cambio, que se destinaran a la cocina de la casa


del encomendero novillos de Quilpo, como consta se hizo con otros: refiriéndose a ani-
males cobrados de. deudores de Juan de Soria, declara el administrador que „se han
gastado para el sustento de los dichos menores, de los dichos novillos, ocho novillos
en dos años - y éstos se han muerto en casa" („Libro", fol. 18).
147
Ibd., fol. 12v. Por otra parte, consta que anteriormente se habían vendido por
cuenta de Da. Catalina de Bustos - quien, como se sabe, era uno de sus copropietarios
- algunas cabezas del ganado existente en e! pueblo (ibd., fols. 36-36v).
148
Petición de Luis de Abreu de Albornoz cit. en n. 50, fol. 249v.

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Los réditos de Quilpo 117

concretamente a la producción textil —, como consecuencia de la cual


ciertas actividades habrían sido relegadas a un plano inferior al que nor-
malmente ocupaban.

A L G U N A S OBSERVACIONES FINALES

Llegados al término del recorrido por el que nos ha guiado el libro de


administración de la encomienda de Quilpo, parece oportuno repasar rá-
pidamente los principales rasgos del funcionamiento de aquélla que nues-
tras fuentes muestran.
Ha quedado claramente a la vista en las páginas anteriores el carácter
polifacético del aprovechamiento de la encomienda. Básicamente, ésta
proporciona a su poseedor dos elementos: fuerza laboral y tierras; ele-
mentos uno y otro susceptibles de ser aprovechados de diversas maneras.
El trabajo de los indios se aplica, por una parte, a la obtención del tributo,
del que con más detenimiento me ocuparé luego; por otra, el repartimien-
to es fuente de suministro de servicio doméstico al par que de trabajadores
que se emplean en distintos negocios: cría de ganados, cultivo de cereales,
viajes comerciales. Y todavía el encomendero tiene otra vía de aprovecha-
miento del trabajo de sus encomendados en el alquiler de éstos a terceros.
Por lo que toca a las tierras, el encomendero usa en actividades agropecua-
rias, además de las propias, las del pueblo de su encomienda, de manera
que éste - que proporciona a la vez el suelo y el servicio necesarios para
tales actividades - viene a cumplir funciones de hacienda del titular del
repartimiento. La explotación de estos recursos incluye entre sus posibili-
dades la de emplearlos para criar ganado ajeno (como lo hacía Juan de
Soria), partiendo los multiplicos; lucrativo negocio que deja ganancias al
encomendero sin requerirle más inversión que la de ocupar en ello a algu-
nos de sus encomendados. Aunque no sea ése el que particularmente estu-
diamos aquí, conviene señalar el caso de los pueblos de Luis de Abreu,
que ofrecen el ejemplo de una empresa de producción agrícola con fines
comerciales establecida en una encomienda.
Bajo el régimen del que aquí se trata, el tributo en realidad se confunde
con la explotación directa de la mano de obra de los encomendados. En
efecto, no sólo es el encomendero - en nuestro caso, el administrador
- quien determina de qué géneros se compondrá aquél, sino que él inclu-
so organiza y dirige el trabajo destinado a la obtención de los mismos.
AI menos está claro que eso ocurre con los productos textiles, que hacen

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118 Gastón Gabriel Doucet

el grueso de los tributos de Quilpo: desde ta enseñanza a los indios de las


técnicas pertinentes, toda la actividad relacionada con la producción de
esos géneros se desarrolla bajo la iniciativa, dirección y control del enco-
mendero, que actúa por intermedio de su poblero. En las funciones de este
último se encuentran combinadas las del mayordomo de una hacienda y
las del capataz de un obraje. Y es que, como se habrá advertido, los rasgos
propios de una hacienda y de un obraje aparecen destacadamente en la
imagen del pueblo de Quilpo que resulta del examen de nuestras fuentes.
Merece ser puesta de relieve en el caso de nuestro estudio la intensa espe-
cialización en una determinada actividad productiva. Diversos indicios
coinciden en sugerir que, bajo la administración de Luis de Abreu, el apro-
vechamiento de la encomienda de Quilpo se concentró en grado notable
en la confección de géneros textiles; tal especialización habría movido al
administrador a subvenir parcialmente las necesidades básicas de los in-
dios, para así poder aprovechar más intensamente el trabajo de éstos en
dicha actividad.
En cuanto al papel que los réditos del repartimiento desempeñan en la
economía de su beneficiario, una cabal consideración de tal asunto impli-
caría estudiar la totalidad de distintos elementos que se conjugan en
aquélla, lo que excede de los límites fijados al presente trabajo. Baste seña-
lar aquí, pues, que también ese papel tiene un carácter polifacético, según
atrás se ha ejemplificado: una parte de los réditos es empleada en el consu-
mo o uso domésticos del encomendero, otra se invierte en la misma enco-
mienda, otra se destina a la venta o sirve directamente de instrumento de
pago.
Puede decirse que, como ejemplo del aprovechamiento de una enco-
mienda, el caso que hemos examinado tiene ciertas limitaciones debido
a las circunstancias que le son propias: la minoridad del titular de la enco-
mienda, la existencia junto a ésta de un patrimonio indiviso que provisio-
nalmente poseen en común los herederos del anterior encomendero, la
gestión del administrador (cuyos particulares intereses, que no necesaria-
mente coinciden con los de sus pupilos, deben ser tomados en cuenta),
configuran una situación anormal, que no es la más apta para servir de
modelo. Pero esas limitaciones serían de reparar sobre todo en cuanto a
la medida en que, de acuerdo con la documentación estudiada, se aprove-
charon los recursos proporcionados por el repartimiento y, con relación
a éste, los otros de que disponía el encomendero. En cambio, no parece
que se vea afectado por aquellas circunstancias - no considerablemente,
al menos - el cuadro descriptivo que nuestras fuentes han permitido bos-

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Los réditos de Quilpo 119

quejar; éste puede aceptarse sin dificultad como representativo del funcio-
namiento de la institución en la Córdoba de fines del Quinientos.
Si dicho cuadro ofrece una imagen singularmente detallada del asunto
de nuestro estudio, ello es mérito en primer lugar del libro de administra-
ción compuesto por Luis de Abreu de Albornoz, el cual nos ha brindado
un puesto de privilegiada proximidad para observar el funcionamiento de
la encomienda de Quilpo. No puede menos que desearse que otras fuentes
del mismo género sean pronto sacadas a luz.

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