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Ninguna cultura es superior a otra, según el relativismo cultural: solo se puede juzgar otra
cultura según sus propios criterios.
Es un bonito concepto teórico difícil de poner en práctica. Como expatriados en otro país, pronto
comienza nuestro choque cultural. De repente todo lo que hemos dejado atrás parece mejor…
es decir: superior. El etnocentrismo que llevamos dentro empieza a envenenar nuestra actitud
hacía el nuevo destino.
Es normal que pasamos juicio. Como seres humanos siempre, siempre estamos contestando las
tres preguntas claves (qué es, qué significa, qué hago) para todo lo que ocurre, todo lo que
vemos, todo lo que vivimos. Así que es normal que ante cualquier práctica de otra cultura,
sentimos una disposición o positiva o negativa:
Tenemos que aceptar cualquier práctica cultural sí o sí, por muy bárbaro que sea, simplemente
porque en alguna cultura del mundo se considera normal o aceptable. Eso dice el relativismo
cultural en su versión más extremista. ¿Pero de verdad todo vale, desde las torturas hasta el
canibalismo? En realidad, no. El relativismo cultural es útil cuando hacemos distinguimos entre:
Desgraciadamente este punto ha polarizado el mundo entre los amigos del relativismo cultural
que ven en ello un camino hacía la tolerancia, la paz y la productividad (a nivel profesional) y los
enemigos del relativismo cultural quienes lo asocian con relativismo moral, la idea de que el
bien y el mal depende de la opinión de cada uno.
¿Cuál es el peligro real del relativismo cultural? Según sus detractores, puede servir de excusa
para cualquier barbaridad, desde el genocidio hasta el sacrificio humano si forma parte de una
cultura… Si todas las culturas son igualmente válidas. ¿Quién soy yo para juzgar?
Así es que los enemigos de esta marca del relativismo lo definen así:
“El Relativismo Cultural es la idea de que los sistemas morales o éticos, los cuales varían de
cultura a cultura, son todos igualmente válidos, y ningún sistema es en realidad ‘mejor’ que
otro… Por lo tanto, cualquier opinión sobre la moralidad o ética está sujeta a la perspectiva
cultural de cada persona… esto significa que ningún sistema moral o ético puede ser considerado
como el “mejor” o el “peor,” ni ‘bueno’ o ‘malo’.”
¡Cuidado! Dice esta definición que el bueno y el malo existen. El simple hecho de estar en otro
país, no significa que todo vale porque allí dicen que sí. El simple hecho de que una cultura
existe, no significa que es igual de buena que otra cultura. Hay estándares universales, si no, la
vida no tendría sentido. Si no, el mundo se abocaría en un caos.
Pero ¿Y qué suceden con las barbaridades que comente el mundo? ¿Qué hacemos ante los
sobornos, la esclavitud, la explotación, el genocidio, las torturas y la mutilación del órgano
femenino?
El relativismo cultural moderado permite reconocer límites. Hay reglas internacionales
reconocidas por casi todos, y hay que respetarlas.
Carolyn Fluehr-Lobban, antropóloga especializada en las culturas de Sudán cuenta el dilema que
encontró en ese país: ¿Era ético limitarse a observar la mutilación genital de las niñas sin hacer
nada para promover el cambio? Una de las intervenciones donde mueren cientos de niñas cada
año. Durante muchos tiempo, Carolyn se escondió detrás de su relativismo cultural, hasta
que un día llegó a la conclusión de que es un enfoque sumamente útil mientras que se trate de
prácticas culturales que no hagan daño a las personas:
“Hay daño cuando hay muerte, dolor, discapacidad, pérdida de libertad o de placer que es el
resultado del acto de un humano hacía otro. Podemos utilizar la noción de daño a individuos o
grupos para explorar el terreno entre derechos universales y relativismo cultural.”
Una vara de medir para expatriados, líderes internacionales y otros
Antes de juzgar bien o mal las infinitas prácticas, valores y creencias culturales que encontramos
fuera y dentro de nuestras fronteras, hay que medir con la vara del daño y sufrimiento
humano. Si una costumbre no hace daño a nadie, estamos ante una diferencia que tenemos que
explorar a fondo, comprender mejor, y aprender a aceptar de alguna manera.
El bikini: ¿Es bueno, malo o neutro? (¿Hace daño a alguien?)
El consumismo: ¿Es un rito cultural o un atentado contra la naturaleza? ¿Cuáles son los límites
de esta práctica?
Los paraísos fiscales: ¿Se tratan de cultura o de crimen internacional? ¿Quiénes son sus víctimas?
El sexo fuera del matrimonio: ¿Preferencia cultural o pecado mortal? ¿Es perjudicial para las
personas?
Las cirugía estética: ¿Tradición para respetar o rito para eliminar? ¿Cuál es su efecto neto en las
sociedades que lo practiquen?
El relativismo cultural puede suponer nuestra liberación de la jaula de nuestra cultura. Porque
al final del día, cada cultura ha evolucionado para solucionar los problemas básicos y universales
de la vida. Las soluciones que nos ha enseñado nuestra cultura no son las únicas, e incluso
muchas veces no son las mejores.
El relativismo cultural sujeto a reglas éticas, como no matar, exterminar o hacer daño a otros
seres humanos, es un camino hacía la humildad necesaria para aprender de otras culturas. Es el
verdadero camino hacía un futuro mejor para todos.