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Cartel: Los paradigmas del goce y la clínica

Rasgo de cartel: Lo real en la ciencia

Producción para tercer encuentro de cartel fines de junio 2018 articulando rasgo de cartel con
alguno de los seis paradigmas del goce en el texto de Miller.

La época de la ciencia puede ser vista desde el paradigma 6. Una modernidad individualista
y separada del lazo social, donde ya no hay una creencia absoluta en algo que oriente. Esto lleva al
concepto del Uno, uno solo separado del Otro, ya no se encuentra en el campo del Otro el significante,
ya no hay esa confianza. Somos dementes modernos, pues de acuerdo con Lacan (2008) el goce
siempre prescinde del Otro, es sin relación al Otro, por lo cual es Uno.
No siempre el goce es compulsivo, caótico o insoportable. Hay una diferencia entre el goce
que se soporta y el goce imposible de soportar. El sujeto pide análisis porque algo de ese goce se le
hace imposible. En el análisis se consigue un goce positivo, el saber hacer con eso, lo vivificante del
goce, lo no negativizable. Por eso, no es todo negativo el goce. La época contribuye para que aparezca
con mayor nitidez esa cualidad mortífera del goce. El siglo 20 se ha empeñado en velar la no relación
mientras la subraya cada vez con mayor nitidez en tanto vende sistemas de significación, ficciones
de real que, por ser imposibles, enfatizan más el goce solitario, más negativo. El imposible de relación
hace surgir el goce en el cuerpo, goce Uno, porque es el significante aislado, sin la cadena, es goce
real. No encuentra una relación congruente con el significante. En esta época entonces, re aparece la
no relación, la disyunción entre significante y significado, entre goce y Otro. La vida, el cuerpo,
quedan excluidos.
Para Miller (2002) mientras los significantes formen un sistema, hablarán unos con otros, por
ende el sujeto estará ausente, fuera del cuerpo, fuera de la vida. Quiere decir que el significante, la
trama simbólica, no es vida, porque el ser viviente escapa a las palabras. Entonces el ser no goza de
los significantes que la ciencia vende, sino que el cuerpo goza con el síntoma, que es un aconteci-
miento de cuerpo, la satisfacción sustitutiva de una pulsión. No goza con los signficantes, pues esto
es la mortificación del superyó, del significante. La apelación científica de alcanzar lo real por la vía
del símbolo resulta en la cada vez más marcada inexistencia de la relación sexual. Miller (2002) indica
que el significante se articula con el goce mediante los objetos a. Esos objetos a serían en la época de
la ciencia los gadgets, que son los objetos pulsionales fragmentados, tienen la misma capacidad de
atracción que el resto de los objetos (oral, anal, escópico e invocante). De eso se sirve el mercado. La
moda hace ver el goce fragmentado porque aparece siempre algo mejor. Mientras se tenga el objeto
de moda se obtura la no relación sexual.
La ciencia junto al mercado nos ofrecen los objetos para satisfacernos. El consumo brinda un
ilusorio certificado de garantía sobre la causa de la angustia del sujeto posmoderno. Una ilusión de
este tipo supone que el significante alcanza lo real porque el sujeto le tiene miedo a la aparición del
vacío. Consume para controlar lo que se escapa, que a nivel de fantasía sería velar la castración, cubrir
el agujero. Así, se consumen terapias de todo tipo, videojuegos, pornografía, plataformas de redes
sociales, aparatos tecnológicos, indumentaria moderna. Los objetos tecnocientíficos no dejan que
algo te falte, pero nada alcanza, y ahí entra el odio con el objeto, porque se le reclama, se necesita
consumir cada vez más y más, el superyó obliga y el malestar sigue creciendo. Cienciamoramiento
hace surgir el goce mortífero, un más, un plus de gozar, ineliminable. Obliga al sujeto a buscar más,
a una sobredosis, a la explosión. Se prefiere el consumo de objetos en vez de estar con el otro, porque
claro, estar con el otro implica perder goce, porque el otro se queja, me demanda, satisface parcial-
mente. El objeto ilusiona con la satisfacción total, con la escritura posible de la relación sexual, esa
que podría ligar verdad y saber, sin tener que pasar por lalangue. No queda otra. Hay que enamorarse
de algo, sino aparece cada vez más goce Uno, al menos así está la ilusión de que algo de la relación
se escribe, aunque no sin sufrimiento. En lugar de conseguir una posibilidad de escritura de la relación
sexual lo que la ciencia produce es la in-escritura de lo imposible.
El séptimo paradigma es el uno en el cuerpo.

MILLER, J.-A. (2002) Biología lacaniana y acontecimiento del cuerpo. Buenos Aires: Colección
Diva.
MILLER, J.-A. (2000). Clase: “Los seis paradigmas del goce”. En El lenguaje. Aparato del goce.
(Tendlarz, S. comp.). Buenos Aires: Diva.
LACAN, J. (2008). El Seminario. Libro 20. Aun. Buenos Aires: Paidós.

Producción para cuarto encuentro primera semana de Agosto 2018 relacionando rasgo de car-
tel con la primera clase del curso de Miller “Sutilezas analíticas”

La ciencia se encapricha en arrastrar al psicoanálisis hacia una práctica con efecto curativo cuando en
realidad no es sino un efecto subordinado. Por eso Miller (2014) considera necesario un retorno a Lacan. No
nos focalizamos en dicho efecto y por ello cambiamos el término cura por experiencia analítica. Vale recordar
la famosa frase la cura viene por añadidura. “Sin duda el mundo juzga el psicoanálisis en función de sus
resultados terapéuticos, pero esta no es una razón para que este haga suyo este criterio” (Miller, 2014, p. 14).
Así Miller presenta la nueva clínica psicoanalítica que se desprende de la última enseñanza. Ya no resalta la
distinción estructural entre neurosis, psicosis y perversión, sino que se orienta por lo real y con este hacia la
producción de un nuevo modo de anudar la estructura, más allá de la existencia o no de un significante univer-
sal. Si fuera por la ciencia, seguiríamos confiando en la existencia de un significante universal al cual debemos
todos alinearnos.

La nueva clínica trae dos consecuencias. En primer lugar, socava la referencia a la normalidad, a la
salud mental. Ridiculiza la idea de cura. La fórmula “todo el mundo es loco, es decir, delirante”
destruye toda posibilidad de una noción de normalidad y “plantea como radical la inadecuación entre
lo real y lo mental, e implica que de lo real solo se pueda no decir la verdad, solo se pueda mentir”
(Miller, 2014, p. 15). Si fuera por la ciencia sabríamos diferenciar sujetos sanos y enfermos. En se-
gundo lugar, amplía el concepto de síntoma, ya no como algo capaz de levantarse, sino incluyendo
en él “esos restos sintomáticos que Freud considera al final del análisis y que lo llevan a pensar que
este no tiene fin, debido precisamente a lo que subsiste del síntoma” (Miller, 2014, p. 15). Si fuera
por la ciencia existe la posibilidad de remisión total del dolor, apelando en última instancia a los
psicotrópicos.

La nueva clínica psicoanalítica es una teoría de lo incurable, lo imposible de curar, por lo que resulta
impropio orientarla hacia la terapia y hacer de esta un eslogan. La ciencia quiere poner a prueba de
verdad los conocimientos alcanzados. Tropieza con lo real, pues de eso no puede sino mentirse. Y
por esto dice Miller (2014) que con la ciencia comienza lo imposible. A diferencia de la ciencia, el
psicoanálisis no persigue un fin terapéutico. Hacerlo sería ceder ante lo que el mundo reclama al
psicoanálisis para sus propios fines utilitarios y de gobierno. Hacerlo sería psicologizar el psicoaná-
lisis, sería hablar la lengua del Otro.

La ciencia opera desde el discurso del amo. Lacan llamó reverso del psicoanálisis al discurso del amo.
Se está en uno o se está en otro. Nunca en ambos a la vez. En los efectos terapéuticos rápidos se hace
funcionar para el sujeto un significante amo, luego se lo identifica a este y se logra un ordenamiento,
pero aquí no se toca el factor suplementario a. Entonces, para conseguir un efecto terapéutico rápido
hay que referirse al discurso del amo, o sea al síntoma. Por el contrario, siguiendo la enseñanza de
Lacan, el Uno es lo que aísla a los psicoanalistas del discurso del amo que prevalece por fuera de la
escuela. El psicoanálisis puede morir si se complace del discurso del amo. Corremos el peligro de ser
empujados a alinearnos con la clínica del amo. Somos empujados a validar las categorías (ejemplo
“soy obeso”) que esos significantes producen con la ayuda del saber que nosotros acumulamos. De
aquí nace según la ciencia la distinción sano/enfermo. El problema es que hay un elemento inasimi-
lable que es rechazado por este discurso: a (vector de S2 hacia a). Ese elemento es lo que hace fun-
cionar el discurso del analista. No queremos que el sujeto se defina como ejemplar de una categoría
de la población. Tratamos con sutilezas, con cosas de finura, y eso no puede ser geometrizado. La
significantización no puede asimilar lo real.

MILLER, J.-A. (2014). Sutilezas analíticas. Buenos Aires: Paidós.

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