Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
En la primera escena es posible ver al protagonista, Pablo de Rokha, sólo y sentado en una
mesa a punto de comer una marraqueta con ají y tomate. Se encuentra además un tanto alterado
cuando de pronto es interrumpido por un coro de voces que le necesita de manera urgente. El coro
le anuncia la muerte de su querido hijo y ante la noticia se nota a un protagonista bastante
indiferente. No quiere acompañar al coro al entierro de su hijo. Les pide así que se vayan y que lo
dejen tranquilo, pues quiere disfrutar su trozo de pan antes de suicidarse. A su vez, exige a su esposa
Winett.
Escena 3: La dedicatoria.
En esta escena, sólo se encuentra Pablo y Winett. Intercambian palabras con respecto al
nombre de cada uno de los dos (ambos usan seudónimos). Entre diálogos se dan un beso, Winett
lee los escritos de Pablo, y le menciona que su poesía es “tan tierna y tan feroz” pues, existe mucha
palabra acompañada de rabia.
En esta escena, se encuentra Pablo y Winett lidiando con la fiebre que aqueja a 9 de sus
hijos. Pablo, preocupado por ellos, le pide a Winett perón por haberle fallado tanto. Ella menciona
estrepitosamente que se calle: “Cállate, que importan ahora tus aventuras fugaces, esas escapadas
de mocoso caliente que fuiste. Ya está... ya estamos”. Lo anterior, deja en evidencia una realidad
que quiebra claramente con la historia o discurso oficial que conocemos del poeta: problemas
familiares que aquejan al protagonista.
Escena 6: Los poetas públicos.
La escena presenta camillas con niños enfermos. Se encuentran ahí Pablo junto a Winett. Se
lamentan por el hecho de traer niños al mundo y verlos morir.
Entre un diálogo de Pablo con el coro (pueblo), discuten acerca de la función que debiera
cumplir la poesía. El protagonista aconseja: “Vayan, que este viejo ya no puede... arránquenle las
presas a esos buitres oligarcas. ¡Griten, aúllen, den gemidos de multitudes que con eso espantan!”.
A fin de cuentas, aquello termina por sepultarlo. La forma en que de Rokha ve la poesía…
En escena los dos intelectuales. Conversan acerca de las relaciones amorosas que se
establecen en tiempos actuales: actrices con ministros, futbolistas con modelos, tenistas con
cantantes… etc. La conversación paulatinamente se traspasa hacia la vida de Pablo de Rokha quien
ha entrado recientemente a escena. Poco a poco los intelectuales le sacan en cara la relación
amorosa que mantiene con la señora de un dirigente, lo cual amenaza, según ellos, fuertemente
con la ideología y moral del partido. “INTELECTUAL 2: El partido no quiere líos de faldas. Y usted...”.
“
INTELECTUAL 1: Pero es su compañera oficial... ¡Y usted si tiene esposa!
PABLO: ¡Los líos de mi
casa, los arreglo en mi casa!”. Ante tal situación, le ofrecen una embajada en Marruecos para que
tal hecho no llegue a hacerse conocido. Pablo no accede. “Métase esa huevá en el poto”.
En escena se encuentra Pablo sobre la mesa, levantando cosas. Se escucha un balazo. Entra a escena
su hijo (a modo de espectro). Su hijo le pide a su padre (quien se visibiliza bastante demacrado) que
no se culpe. La muerte de él no es su culpa. “No me arrojaste a las rocas. Me lanzaste al mar y no
supe nadar”. En definitiva, le pide que no se atormente; no es el culpable de su muerte. Si bien la
forma de ser al poeta le trajo bastantes desgracias, se aprecia en esta escena que al menos su familia
lo apoyaban plenamente, independiente de todos los problemas que aquello le ocasionase. “Vine a
decirte que descanso en paz. Madre escribe a mi lado. No te atormentes. No seas sordo, padre
viejo”. Pablo se inquieta, se pronuncia ante la voz de su hijo, inquieto por el deseo de saber de su
esposa, y manifiesta “metafóricamente” que le enseñe la llave de la puerta, es decir, la solución
para su muerte. El hijo manifiesta que los culpables de su muerte no son los fantasmas, sino los
mismos seres vivos, “los administradores de la visa, los gerentes indolentes de la existencia”. Le pide
que a su padre que resista, él es valiente y sólo los valientes pueden mirar la felicidad y la catástrofe
a los ojos. Pablo queda en escena de pie, inmóvil. Se aproxima rápidamente el coro para anunciar
el destino inexorable del protagonista: su muerte. “CORO: El corazón y las rocas ya no pueden
romperse más. Y el hombre erguido, el hombre inconmensurable, el hombre más hombre de todos
los hombres, ya no puede cantar.
La prosa de la muerte rompe los versos de la vida.
El anciano
animal está ciego de amores idos. Huérfano de esposa e hijos”.
En este instante suena el crujir de una cama, la siena de una ambulancia como signos del presagio
que ocurrirá en la escena final. El coro, en tanto, increpa a violentamente a la vida señalando que
se han ensañado con él, quizás por hecho de “¿Qué pagas, Pablo? La soberbia de romperles sus
falsos ídolos de bronce”. Incluso en el texto se presenta una crítica hacia la religión y el valor de
Dios, su máxima autoridad. Por ejemplo, en el siguiente fragmento: “El padre mayor de poetas, de
peregrinos, pintores, escultores y cantantes. El Padre mayor de todas las cosas, es maldecido por
Dios, que no es padre de nada”.