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Cristian Figueroa Acevedo. (2014). De Rokha. Valparaíso.

Escena 1: El Macho anciano.

En la primera escena es posible ver al protagonista, Pablo de Rokha, sólo y sentado en una
mesa a punto de comer una marraqueta con ají y tomate. Se encuentra además un tanto alterado
cuando de pronto es interrumpido por un coro de voces que le necesita de manera urgente. El coro
le anuncia la muerte de su querido hijo y ante la noticia se nota a un protagonista bastante
indiferente. No quiere acompañar al coro al entierro de su hijo. Les pide así que se vayan y que lo
dejen tranquilo, pues quiere disfrutar su trozo de pan antes de suicidarse. A su vez, exige a su esposa
Winett.

Escena 2: El amigo piedra.

En esta escena, Pablo se encuentra degustando su masa de pan, y también escribiendo


cuando de pronto vuelven las voces y entran a escena. Es el coro junto a su hijo y a su esposa Winett.
Comienza una serie intercambio de ideas, cuando de repente, lo que desata la furia de Pablo de
Rokha, es cuando el hijo critica al partido comunista: “No le creas a los Genios del Pueblo: perros
cancerberos del estalinismo imperial. No leas los informes de su Partido. Ese partido de traidores
comunistas. Pablo golpea la mesa con rabia, brama. PABLO: ¡Al Partido Comunista no me lo toca
nadie, mierda! Silencio tremendo”. El momento de máxima tensión finaliza cuando de fondo suena
en la radio, la voz de un locutor premiando a Pablo de Rokha con el premio nacional de literatura.
No obstante, el protagonista no reacciona del todo bien ante tal situación. “¿Para qué me sirve esa
tontera ahora? ¿A estos años? Setenta y tantos años de olvido y un minuto de sobajeo en el lomo
¿Les da lástima verme viudo de mujer y de hijos? ¿Es como mi corona fúnebre?”.
La escena, igualmente finaliza con todos los personajes alrededor de la mesa brindando con una
copa de vino, no obstante, no deja de ser interesante las últimas palabras de Pablo; manifiesta una
dura y directa crítica al área política y a los populistas. “No me teman tanto, si yo estoy muerto...
Ustedes son los vivos, llevan ventaja. Tienen tanto ocio peligroso. No hay nada peor que los tontos
con tiempo, que los bandidos con plata. No hay nada peor que idiotas que ejercen su envidia y su
aturdimiento”.

Escena 3: La dedicatoria.

En esta escena, sólo se encuentra Pablo y Winett. Intercambian palabras con respecto al
nombre de cada uno de los dos (ambos usan seudónimos). Entre diálogos se dan un beso, Winett
lee los escritos de Pablo, y le menciona que su poesía es “tan tierna y tan feroz” pues, existe mucha
palabra acompañada de rabia.

Escena 4: Antologías e intelectuales.

A un costado de la mesa, dos intelectuales se encuentran conversando sobre el buen


momento que vive Chile con respecto a la poesía. Se menciona a Mistral y a Neruda. Con respecto
a de Rokha, se le cuestiona por parte de estos, pues lo catalogan como un simple anciano de
gemidos: “Ese hombre no es poeta, sus palabras no son versos ni metáforas, son gemidos. Se cree
un gallo de pelea, un toro herido bramando. Háganle un establo de oro, entonces.
 No llegará acá.
Se ahoga. Ese hombre nació muerto. No es nada contra él... él está contra sí mismo. Necesitamos
rostros jóvenes, buen talante: literatura fresca, lírica pura, poesía viva”.


Escena 5: La fiebre / La escarlatina.

En esta escena, se encuentra Pablo y Winett lidiando con la fiebre que aqueja a 9 de sus
hijos. Pablo, preocupado por ellos, le pide a Winett perón por haberle fallado tanto. Ella menciona
estrepitosamente que se calle: “Cállate, que importan ahora tus aventuras fugaces, esas escapadas
de mocoso caliente que fuiste. Ya está... ya estamos”. Lo anterior, deja en evidencia una realidad
que quiebra claramente con la historia o discurso oficial que conocemos del poeta: problemas
familiares que aquejan al protagonista.
Escena 6: Los poetas públicos.

En un diálogo entre intelectuales, la conversación de ambos se traslada a una especie de


sarcasmo con respecto a la poesía que promueve de Rokha. Finaliza la escena con las risas de los
personajes.

Escena 7: Catástrofe atrabiliaria.

La escena presenta camillas con niños enfermos. Se encuentran ahí Pablo junto a Winett. Se
lamentan por el hecho de traer niños al mundo y verlos morir.

Escena 8: Voces del pueblo.

Entre un diálogo de Pablo con el coro (pueblo), discuten acerca de la función que debiera
cumplir la poesía. El protagonista aconseja: “Vayan, que este viejo ya no puede... arránquenle las
presas a esos buitres oligarcas. ¡Griten, aúllen, den gemidos de multitudes que con eso espantan!”.
A fin de cuentas, aquello termina por sepultarlo. La forma en que de Rokha ve la poesía…

Escena 9: Los funcionarios públicos.

En escena los dos intelectuales. Conversan acerca de las relaciones amorosas que se
establecen en tiempos actuales: actrices con ministros, futbolistas con modelos, tenistas con
cantantes… etc. La conversación paulatinamente se traspasa hacia la vida de Pablo de Rokha quien
ha entrado recientemente a escena. Poco a poco los intelectuales le sacan en cara la relación
amorosa que mantiene con la señora de un dirigente, lo cual amenaza, según ellos, fuertemente
con la ideología y moral del partido. “INTELECTUAL 2: El partido no quiere líos de faldas. Y usted...”.
“
 INTELECTUAL 1: Pero es su compañera oficial... ¡Y usted si tiene esposa!
 PABLO: ¡Los líos de mi
casa, los arreglo en mi casa!”. Ante tal situación, le ofrecen una embajada en Marruecos para que
tal hecho no llegue a hacerse conocido. Pablo no accede. “Métase esa huevá en el poto”.

Escena 10: El estrépito.

En escena se ve a la pareja (Pablo y Winett); esta última se ve en una delicada condición,


postrada. Las palabras de Winett dejan entrever que ya son sus últimos días….

Escena 11: Los cuatro grandes de la poesía chilena.


Esta escena puede entenderse como el clímax de la obra. A la casa de Pablo de Rokha entran
Neruda, Huidobro y Mistral. Él los recibe de muy mala manera, pues para él estos últimos son poetas
aristócratas que desarrollan una poesía con versitos de salón. PABLO: ¡Váyanse a la mierda! Con el
respeto de la dama, pero no comulgo en sus panteones, ni con sus ramas olímpicas. Artistas
coleccionistas de premios. Imbéciles famosos. Gusto de verracos, gritones maracos. No necesito
tener estatuas de bronce o de piedra. ¡Yo soy la roca, la roca rumiante!” Los invitados terminan por
irse pues no comparten la ideología del viejo mañoso de Pablo de Rokha. “HUIDOBRO: La
acompaño, dama. Este pobre hombre, no tiene educación de poeta, no es creacionistas, ni menos
un anfitrión de altura. Dios se apiade de su olor a mierda”. Como era de esperarse, los poetas ante
semejante enojo de este último, se van rápidamente de escena.

Escena 12: En el nombre del hijo.

En escena se encuentra Pablo sobre la mesa, levantando cosas. Se escucha un balazo. Entra a escena
su hijo (a modo de espectro). Su hijo le pide a su padre (quien se visibiliza bastante demacrado) que
no se culpe. La muerte de él no es su culpa. “No me arrojaste a las rocas. Me lanzaste al mar y no
supe nadar”. En definitiva, le pide que no se atormente; no es el culpable de su muerte. Si bien la
forma de ser al poeta le trajo bastantes desgracias, se aprecia en esta escena que al menos su familia
lo apoyaban plenamente, independiente de todos los problemas que aquello le ocasionase. “Vine a
decirte que descanso en paz. Madre escribe a mi lado. No te atormentes. No seas sordo, padre
viejo”. Pablo se inquieta, se pronuncia ante la voz de su hijo, inquieto por el deseo de saber de su
esposa, y manifiesta “metafóricamente” que le enseñe la llave de la puerta, es decir, la solución
para su muerte. El hijo manifiesta que los culpables de su muerte no son los fantasmas, sino los
mismos seres vivos, “los administradores de la visa, los gerentes indolentes de la existencia”. Le pide
que a su padre que resista, él es valiente y sólo los valientes pueden mirar la felicidad y la catástrofe
a los ojos. Pablo queda en escena de pie, inmóvil. Se aproxima rápidamente el coro para anunciar
el destino inexorable del protagonista: su muerte. “CORO: El corazón y las rocas ya no pueden
romperse más. Y el hombre erguido, el hombre inconmensurable, el hombre más hombre de todos
los hombres, ya no puede cantar.
 La prosa de la muerte rompe los versos de la vida.
 El anciano
animal está ciego de amores idos. Huérfano de esposa e hijos”.
En este instante suena el crujir de una cama, la siena de una ambulancia como signos del presagio
que ocurrirá en la escena final. El coro, en tanto, increpa a violentamente a la vida señalando que
se han ensañado con él, quizás por hecho de “¿Qué pagas, Pablo? La soberbia de romperles sus
falsos ídolos de bronce”. Incluso en el texto se presenta una crítica hacia la religión y el valor de
Dios, su máxima autoridad. Por ejemplo, en el siguiente fragmento: “El padre mayor de poetas, de
peregrinos, pintores, escultores y cantantes. El Padre mayor de todas las cosas, es maldecido por
Dios, que no es padre de nada”.

Escena 13: El macho moribundo.

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