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Nos encontramos en una época de

descreimiento generalizado, en donde los


individuos encuentran cada vez menos
puntos de referencia en los cuales basar su
existencia y su conducta. Es claro cómo en
estos tiempos de "desvalorización de los
valores", han surgido nuevamente los
fundamentalismos y cada vez más nuevas
religiones pueblan las posibilidades de
elección de los individuos. Es en este
tiempo de decadencia, de "tránsito" hacia
algo diferente, en donde la mirada de
nuestros contemporáneos se dirige a
Oriente, quizá para contemplar el
surgimiento de una nueva aurora. Es un
escuchar a Oriente como buscando
alternativas, otros modos de vida posibles
al abrigo de comprensiones del mundo
distintas de la visión del mundo
occidental. Y a pesar de la
universalización de la cultura occidental,
que ha llegado a impregnar casi todos los
rincones del planeta, existen aún ecos de
sabidurías ancestrales, voces que desde la
penumbra de los tiempos idos nos
recuerdan lo que originariamente es el ser
humano: no el sujeto racional capaz de
manipular la naturaleza a su antojo; no el
homo tecnologicus con su pretensión de
dominar la naturaleza; tampoco el tirano,
sus equivalentes y sus sucedáneos. Esas
sabidurías tan antiguas nos hablan de la no
separación entre el hombre y el cosmos, de
la unidad esencial que guía el movimiento
de lo existente, de la ley eterna que es
innombrable pero armoniza el aparente
caos del acontecer mundano. Se trata del
Tao. Para los taoístas la acción humana es
parte de la totalidad de interrelaciones que
se dan en el mundo, es decir, no puede
separarse de la unidad del mundo. De allí
la importancia del saber cómo actuar,
cómo vivir. Es en esta parte donde se abre
la posibilidad de emprender el camino
hacia una "ética" de fundamento taoísta.
Por lo anterior, se mostrara una visión de
las doctrinas taoístas desde el punto de
vista de la propuesta ética contenida en el
taoísmo. Para ello se utilizarán textos tales
como el Tao Teh King, el I Ching así
como algunas obras de carácter general
sobre el tema.
1. TAO Toda la cultura china ha recibido
influencia del taoísmo: la medicina, el
arte, la poesía, la paisajística. Incluso la
alquimia surgió en China bajo los
auspicios de una modalidad del taoísmo
que es el llamado "taoísmo práctico". A
través del taoísmo penetró el budismo a
China. Así, el yoga y el bodhi se traducen
como Tao, y el Nirvana como Wu-
Wei.Igualmente el Zen (secta budista
Tch'an) tiene sus orígenes en el taoísmo.
(Vid. García, 1985. p. 163) La famosa
obra de Sun Tsé, El Arte de la Guerra,
asume también postulados de carácter
taoísta.
Pero ¿qué es Tao?
"El Tao es aquello de lo que uno no puede
desviarse; aquello de lo que uno puede
desviarse no es el Tao." (Watts, 1976. p.
85)
Tao entonces es el "camino" ,"curso" del
que no puede uno desviarse. Es el "fluir"
de la totalidad de lo real que es mucho
más que la mera totalidad de lo real. Tao
es un principio trascendente en el sentido
de ser no-ente. Tao no es un ente en
particular, ni es tampoco la "suma" de los
entes, es un principio simple que lo
gobierna todo, es ley eterna del cambio y
el devenir . Tao es lo no-ente, de allí que
se le considere también la no-existencia, el
gran vacío (Vid. Lao-Tzu. I). Tao es
también la unidad de los opuestos pues
"No-existencia y existencia son idénticas
en su origen: sólo se diferencian al hacerse
manifiestas." (Lao-Tzu, I).
La identidad es el origen de todas las
cosas, y los entes solamente encuentran
diferenciación en el acto de hacerse
manifiestos, pero tal diferenciación no es
originaria, sino fenoménica, porque lo
originario es la unidad ontológica del Tao.
Es el principio de todas las cosas que está
en las cosas, las nutre y las produce, pero
no puede reducirse a ellas. Es lo que
trasciende a los entes, por lo que se le
llama "el trascendente". "Trascender"
significa "avanzar" (Cfr. Lao-Tzu, XXV).
Avanzar es "llegar lejos" y llegar lejos es
retornar. De aquí puede inferirse el
carácter del Tao que consiste en "avanzar
y siempre retornar", es decir, el Tao es
también el Eterno Retorno, pues como
afirma Lao-Tzu:
[el Tao] Es como un cauce que atrae todo
el Universo hacia él; Siendo el cauce del
Universo, mantiene su integridad, Y
regresa nuevamente a su origen. (Lao
-Tzu, XXVIII)
Tao regresa siempre necesariamente por su
natural impulso, aunque paradógicamente,
permanece siempre inactivo, sin hacer
nada. Posee el gran impulso pero es la vez
la inmovilidad. Tao actúa a través de la
no-acción (Wu-Wei), y es el hombre sabio
el que en sus acciones debe imitar el modo
de conducirse de Tao, actuando sin actuar,
fluyendo sin cesar con el impulso cósmico
que regresa siempre al punto de partida
por más lejos que vaya. El que se aleja de
la contemplación de la ley de Tao, se aleja
de la sabiduría y de la virtud originaria. De
allí que quien persevere en el estudio
aumentará sus conocimientos día a día;
quien persevere en el Tao los perderá día a
día. (Lao -Tzu, XLVIII).
fig 1. Ideograma del Wu Wei.
Tao es muchas veces representado con la
metáfora del agua, que es suave y dúctil y
siempre dispuesta a caer en los abismos,
pero por su índole esencial siempre sabe
cómo continuar su curso y modificarse en
todas las formas posibles sin perder su
modo de ser propio. El poder del agua
reside justamente en ser suave y en
apariencia débil, en no resistirse, pero es
su misma debilidad el poder más grande
que existe, de allí que exista en el taoísmo
la paradoja de lo blando venciendo lo
duro. De igual manera, Tao no domina
nada, no impone ni violenta; es flexible y
en ello reside el más grande poder que
penetra en todo el Universo. Por otra
parte, el verdadero Tao no puede ser
expresado, pues permanece fuera del
ámbito de la palabra, del nombre; no
puede ser alcanzado totalmente por medio
de la palabra, aunque la necesidad de
hablar de él se mantiene. De allí que se lo
llame "el innombrable". Tao, dice Lao-
Tzu, siempre ha sido una noción sin
nombre, pero aquél que sabe nombrar las
cosas, sabe también que existe lo
innombrable. El conocer que hay algo
innombrable, es conocer lo que no perece,
lo que no cambia; es conocer el Tao. Tao
es la unidad de los contrarios, es el punto
en donde bien y mal, hombre y mundo,
existencia y no existencia, plenitud y
vacío, se confunden en una realidad
trascendente/inmanente, única, inmutable
pero que a la vez posibilita el movimiento
y el cambio.
2. ÉTICA TAOÍSTA En el texto que es
por algunos llamado la "Biblia del Tao",
es decir, el libro de libros del taoísmo, el
Tao Teh King , Lao-Tzu expresa la
comprensión taoísta del mundo así como
sugerencias de cómo vivir, cómo actuar,
como pensar. En esta obra se encuentran
plasmadas las enseñanzas que Lao-Tzu
propone para la acción humana. A lo largo
de sus páginas se da una gran crítica de los
lujos, de la educación, de los deseos, del
gobierno y de la guerra. Es sobresaliente la
forma poética y oscura con la que se
expresa la sabiduría; poeticidad y
oscuridad que permiten un gran número de
interpretaciones. ¿Qué interpretación
puede ser la interpretación correcta? Quizá
la esencia misma de las enseñanzas
taoístas es el principal impedimento para
dar con "la interpretación correcta".
Querer encontrar una "interpretación
correcta" proviene de el deseo de conocer
racionalmente. Pero el taoísmo se aleja en
muchos sentidos de las finalidades
racionales. Por ello Lao-Tzu afirma:
Cuando el Tao se pierde, surgen la rectitud
y la bondad. Cuando el conocimiento y la
sagacidad aparecen, hay grandes
hipócritas. Cuando las relaciones
familiares no son armoniosas, se habla de
hijos filiales y padres devotos. Cuando hay
confusión y desorden en los pueblos, se
habla de amor a la patria. Allí donde está
Tao, reina el equilibrio; Cuando Tao se
pierde surge la falsedad. (Lao -Tzu,
XVIII)
Es la pérdida del "camino", la pérdida del
Tao, lo que motiva que los hombres
alberguen la necesidad de llegar al
conocimiento racional. Y es también la
pérdida del Tao lo que propicia que surjan
los valores morales en tanto tales, decir, el
olvido de Tao pervierte en cierto sentido la
relación que originariamente había entre
los seres humanos, así como la relación
entre éstos y la Naturaleza. Quizá la moral
sea, en este caso, el olvido de Tao (del
Ser). El sabio taoísta chino llega al saber
sin conocimiento racional mediante la
observación fiel de la naturaleza y su
acontecer que se guía según el modo de
ser de Tao, pues éste es la naturaleza
misma, a la vez que la trasciende. Tal
como lo fue para los primeros filósofos
griegos, la contemplación de la naturaleza
es la máxima fuente de inspiración para la
sabiduría y la acción moral. El sabio chino
observa los movimientos del mundo, las
transformaciones que se operan en el
universo y de ellos extrae las enseñanzas
para el buen vivir sabio y virtuoso, que no
tiene nada que ver con la virtud y la
sabiduría tal y como las entendemos en
nuestra cotidianidad contemporánea.
La virtud está enlazada esencialmente con
la sabiduría, pues es necesario conocer el
sentido de Tao para poder adecuar las
acciones humanas al curso del acaecer del
universo, y así llevar una vida virtuosa.
Conocer el curso de la naturaleza y las
regularidades que se dan en la
transformación de ésta, da la pauta para la
acción correcta que es acción virtuosa al
mantener la consonancia con el sentido de
todo lo existente. Sin embargo, la idea de
conocimiento no tiene que ver con el
carácter meramente racional de éste, sino
que conocimiento en este caso es
sabiduría, es decir apertura a lo real, es
ante todo una actitud que revela al mundo,
es una actitud que muestra, quizá de
manera intuitiva y por ello más originaria,
la ley que todo lo gobierna sin gobernarlo.
Entonces, la sabiduría es posibilidad de la
virtud, pero también es ya una actitud
virtuosa, no se trata de que sea el medio,
algo que pueda utilizarse, para llegar a la
virtud. Por el contrario, la actitud propia
de la sabiduría es la virtud. Sabiduría no es
"razonar" ni virtud es actuar "bien", sino
que ambos, virtud y sabiduría son apertura
y develación de lo real. En este sentido,
virtud y sabiduría son cierta manera de
comprender y experimentar el ser en
general y el ser de los entes, por lo que
para el sabio chino la virtud, el saber y el
ser son tres momentos de la Unidad que es
Tao.
¿En qué consiste entonces la acción
esencialmente virtuosa? La acción virtuosa
es la que más se asemeja a Tao. Para
asemejarse a Tao es necesario ser sabio y
así fluir por la senda de éste. Para ser sabio
no es necesario "poseer" conocimiento, ni
ser erudito, antes bien "El sabio no posee
un 'yo' propio: hace del "yo" ajeno el
suyo." (Lao-Tzu, XLIX.) Esto quiere decir
que no posee una personalidad sólida e
inmutable, sino que más bien se adapta a
las circunstancias que se van ofreciendo a
su paso y no les opone resistencia ni
pretende modificarlas a su antojo. Esto no
significa el abandono total ni tampoco la
impotencia, pues el sabio, dice Lao-Tzu, sí
actúa, pero sin actuar, es decir, sin luchar
ni resistir la dirección y el sentido de lo
existente. La sabiduría consiste, entre
muchas cosas, en no intentar modelar al
universo, pues es claro que esto
difícilmente se consigue, y el intentarlo
sólo deforma lo existente. Es necesario
imitar el modo de ser de Tao, que siempre
está inactivo pero no por ello hay algo que
no haga, pues es la inacción la forma más
perfecta de acción y es a ella a lo que debe
aspirar el hombre sabio.
El pensamiento taoísta no propone una
moral rígida, un código que deba ser
cumplido necesariamente, aunque sí
propone algunas conductas deseables para
lograr la paz espiritual. La finalidad de la
"moral" basada en Tao no es lograr la
"bondad" actuando de manera
preestablecida, sino actuar según las
circunstancias teniendo como guía unos
cuantos principios muy generales para así
lograr la pacificación de la mente y el
corazón. El primer principio es la no-
acción, porque al liberarse del deseo de
actuar se alcanza la paz espiritual. Pero
aún liberándose del deseo de actuar y no
actuando, lo que tiene que ser hecho se
realiza por obra de Tao. El que actúa
carece de la humildad suficiente para
reconocer que sus fuerzas son
infinitamente pequeñas, en cambio, el que
se reconoce como débil se torna fuerte al
montarse sobre el poderoso fluir del Tao.
El sabio es aquel que más que actuar
"bien" se rige en sus actos por una lógica
de la economía de energías, pues ¿para
qué malgastar las propias fuerzas en contra
del mundo cuando se puede fluir
juntamente con el poder de Tao que todo
lo gobierna? Así, el principio de la no-
acción implica el reconocimiento del lugar
que al ser humano le corresponde en el
mundo, es decir, implica la humildad. Así,
el sabio
Practica la no-acción, emprende lo no
factible, gusta lo insípido. El Sabio desea
no desear y no aprecia lo difícil de
conseguir. No aprendiendo, aprende; pero
analiza lo que a otros pasa inadvertido.
Así, deja las cosas crecer por sí solas y no
se aventura en la acción. (...)Luego el
Sabio no emprende grandes cosas, y
alcanza la grandeza. (Lao -Tzu, LXIII)
No apreciar lo difícil de conseguir
significa dejar de lado la ambición,
olvidándose de sí para sobrevivir de
manera natural. El antiguo hombre de Tao,
dice Lao-Tzu, era cauto "como quien
cruza un arrollo en invierno"; era prudente
"como quien teme a su vecino"; era
modesto "como un huésped"; flojo, "como
el hielo que se deshace"; sencillo "como
madera no trabajada aún"; vacío "como un
valle" y oscuro "como las aguas turbias".
(Cfr. Lao-Tzu, XV) Es necesario renunciar
al conocimiento para no tener dolor, y es
necesario también renunciar a los valores
morales que ocultan y violentan el modo
de ser propio del mundo y las cosas por no
estar en consonancia con Tao, sino que
pretenden ordenar las acciones de los
hombres según ciertos modos ideales de
actuar. En este sentido, los principios
propuestos por Lao-Tzu no son
suficientes, por lo que es necesario que el
ser humano actúe libremente. (Vid. Lao-
Tzu, XIX.) El sabio chino tiene plena
confianza en que sin actuar o actuando
libremente se cumplirá cabalmente el
sentido de Tao, tiene fe en las fuerzas que
observa en el mundo y le hablan de la ley
de todo lo existente. Sin embargo, la fe
taoísta es hasta cierto punto contradictoria,
pues es una fe en Tao, pero Tao es un
"vacío difícil de colmar", es la
"profundidad" origen de todas las cosas
(Cfr. Lao-Tzu, IV.), es lo hondo lo
abismal. Es, expresándolo en un lenguaje
más contemporáneo, el "fundamento sin
fundamento", el "desfondamiento", el
"abismo" del que habla Heidegger. En este
sentido, Tao podría ser también la pura
posibilidad, posibilidad abierta que se
autoregula cíclicamente de manera
azarosa.
Así, la fe del sabio chino es una fe cuyo
"objeto" se esfuma en tanto presencia,
traduciéndose por ello en una fe en las
señales que podrían inferirse de la
existencia de Tao, y aún más: Tao
permanece fuera del alcance de la palabra,
de la racionalidad por lo que Tao es mas
bien una multiplicidad de huellas azarosas
que a pesar de la indeterminación y de la
adireccionalidad del impulso Tao, parecen
tener ciertas regularidades, cierto orden. El
azar necesario o la necesidad azarosa: es
Tao esa mezcla de
indeterminación/determinación que hasta
el día de hoy sigue asombrándonos y se
anuncia casi inefable en los problemas que
la ciencia no ha resuelto, como son el
origen del universo y el origen de la vida:
"¿Por qué existe todo lo que existe?" Nos
preguntamos con las armas de la ciencia y
la filosofía en las manos y, tal como lo
observó Heráclito, "La naturaleza ama el
ocultarse" (Diels y Kranz, B123): las
respuestas son eclipsadas por el fluir de la
totalidad.
El sabio chino tenía fe en el azar y su
necesidad, tenía fe en el abismo que todo
lo nutre y del cual surge todo. La acción
del sabio por ello no podía estar
constreñida por un puñado de reglas
morales necesarias, de "imperativos
categóricos" válidos para sujetos
trascendentales "en todo tiempo y lugar".
El taoísmo hasta aquí observado, no
propone tampoco un vivir de conformidad
con lo socialmente esperado, ni propone
un ideal de vida emanado del sentido
común vulgar y sus habladurías. ¿Quién
conoce cabalmente las profundidades de
Tao como para decir: "esto es lo bueno y
esto es lo malo"? Incluso el sabio, humilde
y mesurado, desconoce la hondura de Tao
(Lao-Tzu, IV), y tampoco él está
plenamente en posibilidad de afirmar
tajantemente ningún bien o mal, pues se da
cuenta de que:
Entre el sí y el no ¿cuál es la diferencia?
Entre el bien y el mal, ¿cuál es la
diferencia? Sin embargo, es difícil no
temer lo que otros temen. (Lao -Tzu, XX.)
Sí y no, bien y mal encuentran su unión y
disolución en Tao del que nada escapa. La
diferencia radica más bien en que hay algo
que "se hace" y algo que "no se hace" en la
comunidad humana, pero tal distinción no
es originaria sino derivada de la
posibilidad misma de Tao. Nada está al
margen de Tao, de allí que lo que
fenoménicamente se da como bueno o
malo, es en realidad el Tao mismo
manifestándose de diversos modos. Así,
Aunque el hombre obrase mal, ¿por qué
rechazarle? Por eso el Sabio es siempre un
salvador del hombre, Y no rechaza a
ninguno; Es un salvador de las cosas, Y
ninguna es rechazada. A esto llamamos
doble entendimiento. Luego el hombre
bueno es el maestro del malo, Y el malo,
la ocasión de la bondad; Y aquél que no
estime a su maestro, Y no ame a la ocasión
de la bondad, Aunque diligente, estará
confuso. En esto reside la sutileza
esencial. (Lao -Tzu, XXVII.)
No hay hombre ni situación que pueda
juzgarse de manera definitiva e inflexible,
pues el mal es ocasión de la bondad, es
posibilidad de bondad. El sabio con el
hombre bueno, obra bien, pero también
con el hombre malo; es justo tanto con el
justo como con el injusto, pues considera a
todas las cosas como siendo
manifestaciones del Tao. En este sentido,
el hombre sabio está más allá del juicio
moral, porque Tao lo contiene todo sin
adueñarse de nada, sin dominarlo. El sabio
actúa como Tao: educando sin palabras y
no dominando nada. Pero ¿por qué si todo
es modelado y guiado por Tao, y en esa
medida todo es igualmente digno, el sabio
se afana en lograr un cierto modo de vida?
Desde el punto de vista del Tao, cualquier
acción puede ser igualmente digna porque
todo se da siendo en Tao, así la acción
"moralmente buena" o la acción
"moralmente mala" , pierden el carácter de
diferenciación axiológica si se las
contempla desde el Tao. Pero el sabio
aspira a un modo de vida distinto, no
porque sea mejor o peor que los otros
modos de vivir, sino porque tiene la
libertad de decidir el camino de su vida y
la forma en que quiere él autoconstruirse.
El sabio busca crearse a sí mismo como
hombre de paz, prudente, mesurado y
humilde, pero no porque ello sea
ontológicamente o axiológicamente
"superior", sino porque así lo ha decidido
él. Ninguna regla de conducta, ningún
código moral puede abarcar la
omnisciencia de la ley de Tao, de allí que
se proponga, ante la insuficiencia de las
normas, dejar al hombre actuar en libertad.
3. CÓMO VIVIR SEGÚN EL TAO Como
se ha visto, toda posible conducta, sea cual
fuere, no escapa de la influencia de Tao.
El sabio cae en la cuenta de ello y así
apacigua su corazón, de ese modo vive en
paz, situándose en el lugar y tiempo que él
considera le corresponde. Sin embargo,
¿cómo entrar voluntariamente en
consonancia con el Tao? Conocer la
azarosa regularidad de Tao permite
adecuar libremente las propias acciones,
sincronizándolas con el fluir de lo
existente. En ello reside la virtud máxima.
Ser uno con el fluir del Tao y recibir de él
su impulso y su fortaleza. Pero ¿cómo
saber que Tao no es solamente una "idea"
o una "invención" diseñada con el fin de
consolar a los seres humanos ante lo
irremediable de la vida? Es claro, tal como
los más diversos sabios lo han observado
desde el origen de la humanidad, que hay
una constante en el mundo, que hay algo
que a pesar de todo permanece. Eso que
permanece no es otra cosa que el
movimiento, el cambio, la transformación.
Siguiendo el antecedente aportado por C.
G. Jung, en uno de los prólogos a la
edición del I Ching de R. Wilhelm, en
donde Jung explica que al habérsele
solicitado un prólogo para el mencionado
texto, no tenía idea de como llevar a cabo
la tarea. Jung optó por preguntar al
Oráculo aquello que lo inquietaba, a saber,
qué es el Oráculo. El I Ching le respondió
a Jung y éste hizo la interpretación de la
respuesta obtenida. En este trabajo
procederemos de manera similar, aún bajo
el riesgo de ser tachados de "poco
rigurosos". ¿Por qué preguntar al I Ching
sobre cómo vivir según el Tao? El Oráculo
es también llamado "Libro de las
mutaciones" porque en él se hallan
plasmados los 64 modos de cambio que se
dan en el mundo, y cada uno de esos
modos se basa en una figura llamada
hexagrama (conjunto de seis líneas) que se
calcula tirando tres monedas seis veces,
sumando cada vez los puntos de cada
moneda, según hayan caído bajo la figura
"águila" o "sol".
El "Libro de las mutaciones" se refiere a
todas las formas posibles de mudanza,
cambio o transformación. Estas
caracterizaciones del cambio se
fundamentan en la observación de la
naturaleza que se practicaba en la
antigüedad. Así, los cambios en las
estaciones, las correspondencias entre los
tres principios fundamentales del mundo
-Cielo, Tierra y Hombre-, la temporación
de las actividades agrícolas, los ciclos
naturales propios del ser humano, son la
base sobre la que se sustenta el Oráculo.
De esta forma, el Oráculo puede ser
consultado para tratar de decidir qué
actitud tomar frente a alguna situación;
puede consultarse cuando uno se
encuentra en alguna encrucijada en donde
no se sabe bien qué camino es el que hay
que tomar. El Oráculo, al contener los
movimientos básicos de la naturaleza y de
las formaciones sociales humanas, aclara
el plano situacional desde donde se le
pregunte, acota los rasgos de las
circunstancias y les da un nombre y ciertas
tendencias en lo relativo a su
desenvolvimiento. El consultar el Oráculo
para tratar de acercarnos al cómo vivir
según el Tao, se justifica además en el
hecho de que este texto es fundamental
tanto para la doctrina confucionista como
para la taoísta en su vertiente "filosófica".
¿Cómo actuar según el Tao? No. 49 KO
La Revolución (La Muda)
La piel del animal muda en el transcurso
del año. El signo se compone de fuerzas
antagónicas que se combaten mutuamente
como el fuego y el agua, tratando de
destruirse.
"La Revolución. En tu propio día
encontrarás fe. Elevado éxito propicio por
la perseverancia. Se desvanece el
arrepentimiento." La revolución es el
último recurso cuando ya no queda otra
salida. Al respecto debe procederse de un
modo correcto causando alegría y
evitando, mediante el esclarecimiento, los
excesos. Es necesario dejar de lado
motivos egoístas y subsanar la miseria de
los otros. Los tiempos cambian y con ellos
las exigencias. Así cambian las estaciones
del año. "LA IMAGEN: En el lago hay
fuego: la imagen de la revolución. Así
ordena el noble la cronología y clarifica
las épocas." El hombre se hace dueño de
los cambios de la naturaleza cuando
reconoce su regularidad y distribuye en
forma correspondiente el curso del tiempo.
Con ello se introduce el orden y la claridad
en el cambio, aparentemente caótico, de
las temporadas y uno puede tomar
anticipadamente las provisiones necesarias
de acuerdo con las exigencias de las
diferentes épocas. (Vid. I Ching)
Revolución significa transformación,
significa eliminación de lo ya envejecido.
El sabio, según este texto, encuentra fe y
confianza en la muda, en el cambio,
porque al modificarse se confunde con lo
recto del fluir propio de Tao haciendo así
justicia. El Tao origina los cambios en la
medida en que todo está contenido en él y
él es, en sí mismo y a la vez, oposición y
superación de la misma. Tao origina los
cambios, pero éstos se dan en el Cielo, la
Tierra y el Hombre, dando así lugar a las
cuatro estaciones del año, a las diversas
transformaciones de las sociedades
humanas así como a las transformaciones
propias del individuo "particular". El
tiempo de revolución es un tiempo de
renovación que se basa en leyes fijas.
Según el comentario de R. Wilhelm al
texto del oráculo, las leyes de la
revolución son:
1. Aguardar (para la acción) el momento
exacto en el tiempo 2. Proceder de modo
adecuado con el fin de conquistar la
simpatía de los demás seres humanos y así
evitar excesos y extralimitaciones 3. Es
necesario que uno sea correcto y esté libre
de intenciones egoístas de cualquier índole
4. El cambio debe corresponder a una
necesidad real. (Wilhelm, 1960)
CONCLUSIONES
A lo largo del presente escrito se ha
expuesto cómo es posible referirse a una
ética desde el punto de vista taoísta. En
realidad no pretendemos que pueda
hablarse de una moral taoísta, pues el
"código moral" del Tao es bastante general
y más bien se trata de un proyecto mínimo
de conducta, en la medida en que no
plantea restricciones fuertes ni tampoco
una lógica de castigo/recompensa. Sin
embargo parecería que hay, por lo menos,
dos formas de acercarse a la ética basada
en Tao: la primera forma sería la conducta
cotidiana propia del hombre común que si
bien puede no estar al tanto del fluir de
Tao, sus actos y en general su vida se
mantienen de todas formas bajo el influyo
de Tao, del que nada escapa. Así, sin darse
cuenta, el hombre común vive inmerso en
el impulso Tao. La segunda forma estaría
representada por la existencia del sabio,
mismo que está al tanto del modo de ser
de Tao y se explica al mundo a partir de
este principio. La vida del sabio tiene una
finalidad distinta al simplemente ser
partícipe de Tao y dejarse arrastrar por su
fluir. La finalidad del sabio no es
simplemente vivir según el influjo Tao,
sino imitar a éste. En el imitar a Tao, el
sabio encuentra la fuente de la virtud y la
felicidad. El sabio, en este sentido,
practica una ética diferente de la del
hombre común, en la medida que sus actos
tienden hacia la virtud, es decir, hacia el
conocimiento y la imitación de Tao. Es
fundamental el hecho de que, para vivir
según Tao, el sabio debe cambiar, debe
"revolucionarse", desechar de sí lo
anquilosado, limpiar los vestigios de
emociones que podrían sustancializar la
experiencia, es decir, propiciar demasiado
apego a ciertas cosas, personas y/o
situaciones. Eso significa en última
instancia "la muda": el cambiar, el saber
despedirse de todo y dejarlo correr con el
sentido del tiempo-Tao. En la propia
transformación, se da la confianza (fe) de
estar en consonancia con la
Totalidad/Unidad. Se da la fe por saberse
en el gran movimiento que produce los
cambios en las épocas y juntamente
cambian las exigencias y las actitudes que
mantienen los seres humanos. Una de las
claves parecería estar en el hecho de
"saber aguardar el momento oportuno para
la acción". Este fenómeno implica otros,
como son, en primera instancia, la
observación cabal de los procesos del
mundo tanto humano como natural para
poder esclarecer el orden inherente a tales
procesos. El esclarecimiento de las
regularidades y los ciclos permite, tal
como lo hace el I Ching, acotar la
situación abriendo posibilidades para su
desenvolvimiento. Aunque finalmente, y
aunque lo más fundamental permanece
oculto, se trata más bien del arte de cómo
saber qué acción corresponde a qué
circunstancia. Y bien es verdad que
muchas veces el sabio taoísta prefiere la
no-acción (Wu-Wei) a cualquier clase de
acción, ya que aún sin actuar se da cabal
cumplimiento a Tao. Así, la cuestión
parece ser ahora: cómo saber cuando sí
actuar, y cómo saber cuando las acciones
son innecesarias.
Esto, evidentemente, forma parte ya de la
disciplina mística taoísta, y en esa medida
rebasa las intenciones de este escrito, por
lo que espero desarrollar este punto en un
próximo escrito.

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