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Como señala la STS de 11 de noviembre de 1986, RJA 1986/6322, "la sanción de

despido, por ser la última por su trascendencia y gravedad entre las que se puedan
imponer en el ámbito del derecho del trabajo, ha de ser reservada para los casos de
gravedad evidente, ya que para cumplir los más elementales principios de justicia, las
sanciones han de responder a la proporcionalidad y adecuación entre el hecho imputado,
la sanción y el comportamiento del trabajador con el objeto de buscar en su conjunto la
auténtica realidad jurídica que de ella nace a través de un análisis especifico, en cada
caso concreto de las circunstancias tanto subjetivas-finalidad perseguida- como
objetivas -posición de la empresa, del trabajador sancionado, lugar y ocasión de los
incumplimientos imputados, etcétera". Ha habido una tolerancia de la empresa que en la
auditoria de 2003 detecta incumplimientos del demandante y, sin embargo, no le
sanciona creando la sensación de estar ante meras advertencias de trámite sin
repercusión alguna. No se puede pasar de la mera tolerancia en las irregularidad a
considerar las mismas como susceptibles de la máxima sanción. Los excesos en el
ejercicio de determinadas facultades eran conocidas por la demandada, sin que en tal
forma haya quedado acreditado que mediase ánimo de lucro en el demandante, ni
perjuicio definitivo, por ahora, para los intereses del Banco o de sus clientes. El actor se
excedió en sus cometidos pero fueron tolerados y consentidos por el Banco, creando la
sensación de ser una práctica corriente en el desenvolvimiento de la actividad en la
entidad demandada; ante dicha tolerancia no puede considerarse que concurran las notas
de gravedad y culpabilidad en los hechos imputados para que pueda estimarse
procedente la sanción de despido.

*Efectivamente, la doctrina de la Sala del T. Supremo atiende a la teoría gradualista en


cuanto que hay que tener en cuenta la proporcionalidad de la sanción impuesta por el
empresario respecto de la conducta del trabajador, pero, en este caso concreto, la
conducta del mismo ha ido mas allá de meras irregularidades administrativas o
informáticas para suponerle un perjuicio económico al Banco empleador. La buena fe
que se presume que debe existir en la relación laboral así como la confianza que el
empleador debe depositar en el trabajador en el desempeño de su trabajo se ve rota
cuando existen unos hechos en los que ha desaparecido dinero, y a los que el Banco ha
tenido que hacer frente, y cuando la actividad diaria del trabajador es el trato con efectos
económicos. Si fueran meras irregularidades administrativas, el Banco no hubiera
tenido que reintegrar el dinero que faltaba, y, por otra parte, no puede estar el empleador
constantemente vigilando e inspeccionando la actividad del trabajador. Por todo lo cual,
se ha quebrado esa buena fe que se exige en la relación, y los hechos, en consecuencia,
son graves y susceptibles de ser sancionados con el despido

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