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LAS DOS NATURALEZAS DE JESÚS

Jesús es Dios en carne humana. Él no es mitad Dios y mitad hombre. Él es completamente


divino y completamente humano. Esto quiere decir que Jesús tiene dos naturalezas: divina
y humana. Jesús es la Palabra (verbo) que era Dios y estaba con Dios y que fue hecho carne.
(Juan 1:1,14). Esto significa que en la misma persona de Jesús existen una naturaleza
humana y una naturaleza divina. La naturaleza divina no fue cambiada. No fue alterada. Él
no es meramente un hombre quien tenía a Dios adentro” ni un hombre quién manifestaba
el principio de Dios”. Él es Dios, la Segunda persona de la Trinidad. “El Hijo es el resplandor
de su gloria, y la imagen misma de su sustancia, y quien sustenta todas las cosas con la
palabra de su poder” (Hebreos 1:3 RV60), las dos naturalezas de Jesús no están mezcladas
juntas”, ni están combinadas en una nueva naturaleza Dios-hombre. Están separadas pero
funcionan como una unidad en la persona de Jesús.
La siguiente tabla se puede apreciar las dos naturalezas de Jesús “en acción”:
Jesús como Dios Jesús como hombre

Es adorado (Mat. 2:2,11; 14:33). Adoró al Padre (Juan 17).

Se le ora (Hech 7:59). Oró al Padre (Juan 17:1).

No tuvo pecado (1 Ped. 2:22; Heb. 4:15). Fue tentado a pecar (Mat. 4:1).

Es omnisciente (Juan 21:17). Creció en sabiduría (Luc. 2:52).

Da vida eterna (Juan 10:28). Pudo morir (Rom. 5:8).

En El habita la plenitud de la Deidad Tiene un cuerpo de carne y hueso (Luc


(Col.2:9). 24:39).

LA HUMANIDAD E IMPECABILIDAD DE JESUSCRISTO.


La humanidad de Cristo es única. Su naturaleza santa aborrecía el pecado y tenía el perfecto
poder para resistirlo. Aunque Él era un hombre en todos los aspectos, ya que poseía
espíritu, alma y cuerpo, no obstante, su humanidad santa no podía ser contaminada porque
era más que un simple hombre: era Dios. La Biblia afirma la impecabilidad de Cristo tanto
en su Deidad como en su Humanidad.
Qué gozo es para nosotros conocer al verdadero Hombre que descendió en perfecta gracia
y simpatía para identificarse con nuestras necesidades humanas. Hebreos 4:15 nos
advierte: “Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras
debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.”
Aun cuando el Señor era realmente humano, su humanidad no se involucraba con el pecado
en ningún aspecto. Tengamos en cuenta que el pecado no forma parte de la humanidad;
por el contrario, es una anormalidad. Además de ser cierto que Cristo “no hizo pecado” (1ª
Pedro 2:22), también es cierto que “no hay pecado en él” (1ª Juan 3:5), y que Él “no conoció
pecado” (2ª Corintios 5:21). El pecado ni siquiera podía influenciar sus pensamientos.
Por lo tanto, cuando el Señor “fue tentado en todo según nuestra semejanza”, no tuvo ni la
mínima inclinación a ceder a la tentación. Quizá pensamos que la palabra «tentación»
conlleva la idea de algo pecaminoso, pero las Escrituras nos enseñan que la tentación es
una prueba o un sondeo. Dios permitió que el Diablo tentara al Señor Jesús para probar la
perfecta impecabilidad del Hijo de Dios. Esta prueba simplemente confirmó una verdad: no
había ninguna posibilidad de encontrar alguna falta en “el cordero sin mancha y sin
contaminación” (1ª Pedro 1:19).
La impecabilidad del Señor Jesucristo es parte de la Deidad de Cristo y es un requisito
necesario para su obra de sustitución en la cruz, es la conformación total a la voluntad de
Dios (Hebreos 10:7, Juan 17:4). Jesús cristo no tuvo pecado interno y externo. Se conformó
totalmente a lo que es completamente bueno y santo en todo momento. Hebreos 7:26
describe la impecabilidad de Cristo que es limpio de toda contaminación. Pedro describe
esta impecabilidad "como de un cordero sin mancha y sin contaminación" (1 Pedro 1:19,
Hebreos 9:14)
En Hechos 4:27,30 la expresión "tu santo Hijo Jesús" ocurre dos veces, lo que significa que
desde el nacimiento era santo, puro, sin pecado y libre de contaminación. Los demonios
reconocen a Jesús como el "Santo de Dios" (Marcos 1:24). Los demonios en Lucas 4:34
exclamaron "Yo te conozco quién eres, el Santo de Dios”. La mayor prueba de la
impecabilidad de Cristo no es el testimonio de los demonios sino de la clara e inspirada
Palabra de Dios (1 Pedro 2:21-22, 1 Juan 3:5, 2
El testimonio acerca de la impecabilidad de Cristo es Jesús mismo. Cristo vio el pecado en
otros pero no lo vio en sí mismo. (Juan 8:46). Poncio Pilato que fue juez de Cristo, lo examinó
y lo halló sin delito (Juan 18:38), La esposa de Poncio Pilato, también lo declaró justo (Mateo
27:19)d) El ladrón en la cruz dijo que no hizo ningún mal (Lucas 23:41)e) Judas Iscariote, dijo
que Jesús tenía sangre inocente (Mateo 27:4), l centurión romano reconoció la justicia de
Cristo (Lucas 23:47)
La doble manifestación de la impecabilidad de Cristo nos lo presenta como un ser que
nunca cometió un acto de pecado ni pensó ni habló falsedad. Siempre hizo lo agradable a
Dios en pensamiento, palabra y hecho. La santidad es doble: (1) amor a la justicia, (2) odio
a la iniquidad. Jesús estuvo perfectamente equilibrado porque satisfizo todo aspecto de la
impecabilidad perfecta.
Cristo Siendo impecable, él fue la revelación perfecta de Dios a la humanidad. Siendo
humano y sin pecado, constituye una garantía de ser un mediador perfecto. Muestra que
descendió al nivel del hombre, de ser tentable y sin embargo resistir y vencer. Siendo
humano y sin pecado pudo ser el sacrificio aceptable en el Calvario por nuestros pecados.
Nos dio ejemplo que seguir (1 Pedro 2:21-22). Nos señala el camino a un hogar en el cielo
abierto para nosotros por un Salvador sin pecado.

PORQUE CRISTO SE HIZO HOMBRE


Para salvarnos reconciliándonos con Dios: “Dios nos amó y nos envió a su Hijo como
propiciación por nuestros pecados” (1 Jn 4, 10). “El Padre envió a su Hijo para ser salvador
del mundo” (1 Jn 4, 14). “Él se manifestó para quitar los pecados” (1 Jn 3, 5)
Para que nosotros conociésemos así el amor de Dios: “En esto se manifestó el amor que
Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único para que vivamos por medio de
él” (1 Jn 4, 9). “Porque tanto amó Dios al mundo que dio a su Hijo único, para que todo el
que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna” (Jn 3, 16).
Para ser nuestro modelo de santidad: “Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí…
“(Mt 11, 29). “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Jn 14,
6). Él es, en efecto, el modelo de las bienaventuranzas y la norma de la Ley nueva: “Amaos
los unos a los otros como yo os he amado” (Jn 15, 12). Este amor tiene como consecuencia
la ofrenda efectiva de sí mismo (Mc 8, 34).
Para hacernos “partícipes de la naturaleza divina”: “Porque tal es la razón por la que el
Verbo se hizo hombre, y el Hijo de Dios, Hijo del hombre: para que el hombre al entrar en
comunión con el Verbo y al recibir así la filiación divina, se convirtiera en hijo de Dios” (San
Ireneo de Lyon). “El Hijo Unigénito de Dios, queriendo hacernos partícipes de su divinidad,
asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los
hombres” (Santo Tomás de Aquino)
La fe en la verdadera encarnación del Hijo de Dios es el signo distintivo de la fe cristiana:
“Podréis conocer en esto el Espíritu de Dios: todo espíritu que confiesa a Jesucristo, venido
en carne, es de Dios” (1 Jn 4, 2). Esa es la alegre convicción de la Iglesia desde sus comienzos
cuando canta “el gran misterio de la piedad”: “Él ha sido manifestado en la carne” (1 Tm 3,
16).

EL MOTIVO DE LA ENCARNACIÓN DE CRISTO


La Iglesia llama “Encarnación” al hecho de que el Hijo de Dios haya asumido una naturaleza
humana para llevar a cabo por ella nuestra salvación.
San Pablo, escribe: “Tened entre vosotros los mismos sentimientos que tuvo Cristo: el cual,
siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios, sino que se despojó
de sí mismo tomando condición de siervo, haciéndose semejante a los hombres y
apareciendo en su porte como hombre; y se humilló a sí mismo, obedeciendo hasta la
muerte y muerte de cruz” (Flp 2, 5-8)
Cuando hablamos de la encarnación de Cristo, el Hijo de Dios, implica que Dios se hizo
hombre, se manifestó en carne humana. Dos de los Evangelios, Mateo y Lucas, registran
detalles de este acontecimiento. Ambos registros son distintos, pero ambos exponen
hechos reales. Mateo, quien presenta a Cristo como Rey a través de todo el libro, describe
su nacimiento como: “el que ha nacido rey de los judíos,” trazando su linaje a través de
Salomón y David hasta Abraham. Lucas, quien revela a Cristo como el hombre perfecto,
enfatiza la humanidad (naturaleza humana) de Jesús, presentando su linaje a través de
María, pasando por Natán (otro hijo de David), por David y Abraham, hasta llegar finalmente
hasta el primer hombre, Adán.
Ver también (Mat. 1:18), (Lucas 1:26, 27, 34); Lucas 1:31-35).

LOS PRINCIPALES PROPÓSITOS DE LA ENCARNACIÓN SON:


Dar a conocer al Dios invisible: Jesucristo es la exposición de Dios, el Revelador de Dios. Si
quieres saber cómo es Dios, observa a Jesucristo
(Juan 1:18).
Para cumplir la profecía. Del nacimiento virginal, cumplido cuando María dio a luz a
Jesucristo.
(Is. 7:14).
Para cumplir el pacto davídico “Saldrá una vara del tronco de Isaí, y un vástago retoñará
de sus raíces. . . Acontecerá en aquel tiempo que la raíz de Isaí, la cual estará puesta por
pendón a los pueblos, será buscada por las gentes; y su habitación será gloriosa.” (Is. 11:1,
10)
(Hechos 2:29-31). Ver también I Samuel 7:4-17; Lucas 1:32, 33.
Para sacrificio por nuestros pecados. “Y sabéis que él apareció para quitar nuestros
pecados, y no hay pecado en él.” (I Juan 3:5). “He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu
voluntad; quita lo primero, para establecer esto último. En esa voluntad somos santificados
mediante la ofrenda del cuerpo de Jesucristo hecha una vez para siempre.” (Heb. 10:4, 5,
8-10). Asimismo Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue
sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras;" (I Cor. 15:1-4).
El sacrificio debe ser sin pecado. Los sacrificios de animales no están a la altura del hombre.
Además, un hombre pecaminoso no puede ofrecerse como sacrificio por otro hombre
pecador, porque si el primer hombre pecador debe morir, él debe morir por sus propios
pecados. El Sacrificio debe ser un Sacrificio infinito. No solo debe ser un sacrificio a la altura
del hombre, por el cual es ofrecido, sino que además debe ser a la altura de Dios, quien
debe ser satisfecho
Jesús, nuestro Señor, cumplió con todo esto “quien llevó él mismo nuestros pecados en su
cuerpo sobre el madero, para que nosotros, estando muertos a los pecados, vivamos a la
justicia; y por cuya herida fuisteis sanados.” (I Pedro 2:24).
Para proveer un Sumo Sacerdote. “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus
hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere,
para expiar los pecados del pueblo.
Por tanto, hermanos santos, participantes del llamamiento celestial, considerad al apóstol
y sumo sacerdote de nuestra profesión, Cristo Jesús;” (Heb. 2:17; 3:1). Hoy tenemos
alguien, nuestro Señor Jesucristo, quien se para por nosotros ante Dios. Tenemos un
acusador (Ap.12:10), quien nos acusa diariamente delante de Dios, pero también tenemos
un Abogado ante el Padre, quien intercede por nosotros.

Para mostrar a los creyentes como vivir. “El que dice que permanece en él, debe andar
como él anduvo.” (I Juan 2:6). “Pues para esto fuisteis llamados; porque también Cristo
padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas;” (I Pedro 2:21).

Para llegar a ser la Cabeza de una Nueva Creación. “Y el que estaba sentado en el trono
dijo: He aquí, yo hago nuevas todas las cosas. Y me dijo: Escribe; porque estas palabras
son fieles y verdaderas.” (Ap.21:5). Ver también II Corintios 5:17; I Corintios 15: 4, 47.

JESUS COMO PROFETA, REY Y SACERDOTE


JESÚS COMO SUMO SACERDOTE puede presentarse ante el Padre y suplicar por sus
hermanos los hombres. Es el verdadero, el único, el “Sumo Sacerdote según el orden de
Melquisedec” (Hb 5, 10; 6, 20). Es el auténtico “mediador entre Dios y los hombres” (1 Tm
2, 5), como explica el Catecismo (1544-1545). Jesús es el sacerdote que se ofrece como
víctima, es el Hijo de Dios e Hijo de los hombres. El Padre, desde el cielo, mira a su Hijo, el
Cordero que quita el pecado del mundo, el Sumo Sacerdote que se compadece de sus
hermanos.
Y aunque Jesús nunca se proclamó a sí mismo como sacerdote ni los evangelistas tampoco
le dan ese título, su sacerdocio es el tema central de la Carta a los Hebreos. En esta carta,
Jesús es presentado como el Gran Sacerdote de la Nueva Alianza.
Es más, es sobre todo en la calidad de sacerdote, como Jesús aparece sentado a la diestra
del Padre: “Este es el punto capital de cuanto venimos diciendo, que tenemos un sumo
sacerdote tal, que se sentó a la diestra del trono de la Majestad en los cielos” (Hb 8,1).
JESÚS ES PROFETA
Jesús es profeta pues es la mismísima Palabra de Dios encarnada a los hombres; y Él es
consciente de su profetismo cuando dice de Él mismo que nadie es profeta en su propia tierra
(Mc 6, 1-6) y más tarde comenta con sus discípulos que no conviene que un profeta muera
fuera de Jerusalén (Lc 13, 33).
Ejemplos en los que vemos la dignidad profética de Jesús.
Tras la multiplicación de los panes escuchamos de labios de la multitud la exclamación:
“Este es sin duda el profeta que iba a venir al mundo” (Jn 6, 14).
Y la gente también decía: “Un gran profeta ha surgido entre nosotros… Y lo que se decía de
él, se propagó por toda la Judea y por toda la región circunvecina” (Lc 7, 16-17).
Luego vemos también que la samaritana se impresionó al ver cómo Jesús conoce su vida y
dirá igualmente: “Señor, veo que eres un profeta” (Jn 16, 19).
También los dos discípulos que caminan hacia Emmaus dirán al peregrino: ¿Tú eres el único
que vive en Jerusalén y no sabes lo que ha pasado aquí estos días? Lo de Jesús Nazareno,
que llegó a ser profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y todo el pueblo (Lc 24, 18).

JESÚS ES REY
Jesús es rey o es el ungido (el Cristo o el Mesías). Jesús tenía clara conciencia de ser el Hijo
unigénito del Padre, el Mesías esperado, el Salvador del mundo. “Tú lo has dicho, soy rey”,
le dice Jesús a Poncio Pilatos (Mt 27,11).
Dios “ha enviado su Palabra a los israelitas dándoles un mensaje de paz por medio de Jesús,
el Mesías, que también es el Señor de todos” (Hch 10, 36).
Cristo es Rey y Señor del Universo. Por haber sido obediente hasta la muerte y haberse hecho
servidor de todos, fue exaltado por el Padre, que sometió a Él todas las cosas.
Jesús es Rey, aunque su realeza no tiene nada que ver con el concepto de rey que tenemos
y vemos en el ámbito humano; bien lo dijo Jesús: “Mi reino no es de este mundo (Jn 18, 36).
Y san Pedro reconoce, por inspiración divina, que Jesús es el mesías aunque inicialmente no
había entendido cómo era la realeza de Jesús: “Tú eres el Cristo (el mesías, el rey), el hijo
del Dios vivo” (Mt, 16,13).
Jesús es un rey que ha venido a servir y reconocemos su dignidad real cuando le decimos
SEÑOR a Jesús.
TRABAJO DE INVESTIGACION BIBLICO

PETRONA RICARDO DE SALCEDO

CARTAGENA, D.T. y C.
2018

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