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FICHA DE LECTURA. PAUL RICOEUR: HERMENÉUTICA Y ACCIÓN.

Nota: esta ficha fue redactada por el Lic. en Sociología Ariel Mayo. Para la redacción de la misma utilizó la versión
incluida en los materiales de la materia “Filosofía y Métodos”, Carrera de Ciencia Política, Facultad de Ciencias Sociales,
UBA.

Capítulo 3: La acción considerada como un texto.

En el siglo XX y a partir de la propuesta de Max Weber (1864-1920) de concebir a la comprensión como el


método fundamental de la sociología, numerosos autores trabajaron en el campo de la teoría de la acción. Un seguidor de
las ideas de Weber, Alfred Schütz (1899-1959), desarrolló la noción de lo social como un ámbito pleno de significado,
con lo cual se revalorizó el papel de la comprensión en las ciencias sociales. Ahora bien, Schütz se preocupó por despejar
las dudas en cuanto a la comprensión, pues muchos filósofos neopositivistas (como Nagel y Hempel) habían sostenido
que se trataba de un método subjetivista (fundado en una interpretación meramente subjetiva de los motivos por los que
actuaban las personas), que impedía que las ciencias sociales se convirtieran en disciplinas verdaderamente científicas.
Schütz trató de elevar la comprensión a un método objetivo, que no tenía nada que envidiarle a las ciencias naturales.
Ricoeur puede ser ubicado como parte de un grupo de autores que ampliaron la noción de comprensión al
incorporarle los avances de la hermenéutica en el plano de los estudios lingüísticos y literarios. Ante todo, Ricoeur aclara
que debe entenderse por hermenéutica la interpretación de los documentos escritos de nuestra cultura (actividad también
conocida como exégesis), es decir, constituye una actividad cuyo objeto es restringido (los signos escritos), mientras que
la comprensión (la verstehen) abarca todas las formas de signos que puede emitir un individuo. Mediante esta restricción,
Ricoeur se pone a cubierto de las críticas que se le formularon al uso de la comprensión en las ciencias sociales.
La hipótesis principal de Ricoeur es la siguiente: las ciencias humanas (prefiere esta denominación a la de ciencias
sociales) son hermenéuticas, a) porque su objeto revela algunos rasgos semejantes a los de un texto; b) porque su
metodología desarrolla procedimientos similares a los de la interpretación de textos. En “Hermenéutica y acción” Ricoeur
se dedica a justificar ambos puntos de su hipótesis.
¿Por qué puede aplicarse el paradigma del texto, desarrollado por la hermenéutica, al objeto de las ciencias
sociales? En otras palabras, ¿por qué pueden analizarse los fenómenos sociales como si se tratara de un texto, aplicando
las técnicas de la hermenéutica?
Para entender el argumento de Ricoeur es preciso entender a qué se refiere cuando habla de discurso. Nuestro
autor sostiene que el discurso es un acontecimiento, en el sentido de que es algo que se da y que resulta diferente a lo
existente. Si se trata de discurso hablado, el acontecimiento es evanescente, desaparece casi al mismo tiempo de ser
emitido, sin dejar rastros (cosa que hace muy difícil su estudio). En cambio, cuando el discurso es fijado en la escritura, es
decir, el registro escrito de lo que se dice, se abre la posibilidad de emprender el análisis por medio de la hermenéutica.
Ahora bien, el pasaje del discurso hablado a la escritura genera una serie de cambios en el discurso, a saber:
A) El discurso hablado sólo existe en presente, en el sentido de que es un acontecimiento fugaz. En condiciones normales,
lo que se dice desaparece rápidamente. Pero si el discurso es fijado en la escritura, se ve reforzado, pues no está destinado
a desaparecer. Ricoeur señala que en la escritura no se fija el acontecimiento de hablar (el mero hecho de hablar, de decir
algo), sino la exteriorización del objetivo del discurso. En palabras más complejas, el Sagen (el decir) quiere convertirse
en Aus-sage (la enunciación, lo enunciado). Es justamente este enunciado el objeto de estudio de la hermenéutica. El
problema fundamental que debe resolver la hermenéutica es qué se dice en el acto de hablar. Ricoeur recurre a la teoría
del acto del habla desarrollada por los filósofos analíticos John Austin (1911-1960) y John Searle (n. 1932). El acto de
hablar está constituido por una jerarquía de actos subordinados, que se dividen en tres niveles: 1) acto locucional, que es
el acto de decir; b) acto ilocucional, que es aquello que hacemos en el decir; c) acto perlocucional, que aquello que
hacemos por medio del decir. Así, el profesor que dice “¡Saquen una hoja!” está realizando a la vez un acto locucional,
emitiendo la oración mencionada; un acto ilocucional, está formulando una orden y no un ruego (está haciendo una
orden); un acto perlocucional, está consiguiendo que los estudiantes saquen efectivamente una hoja y se apresten
efectivamente a realizar el parcial. A partir de lo anterior, Ricoeur está en condiciones de afirmar que el significado del
acto del habla depende no sólo del acto locucional, sino también del acto ilocucional y del perlocucional. La significación
es la suma de todos estos aspectos.
B) En el discurso hablado coinciden la intención del autor y el significado del texto, pues en el habla la referencia al
interlocutor de lo que se está diciendo es inmediata. De ahí que pueda decirse que el discurso es autorreferencial. En
cambio, al fijarse el texto lo que autor quiere decir se separa de lo que el texto dice ahora, pues se pierde la referencia
directa a un interlocutor (que existe, como dijimos, en el habla). En este sentido, cabe afirmar que el texto se separa de la
psicología del autor. De ahí que surja un espacio amplio para la interpretación.
C) Así como en el punto anterior se planteó la separación entre la intención del autor y el significado del texto en el
discurso escrito, se verifica también una separación entre la referencia a una situación común a los interlocutores, que se
verifica en el habla (y que permite que todos los participantes en el diálogo entiendan lo que se dice, aún cuando se de el
caso de que hablen por “medias palabras”). En cambio, en el discurso escrito se pierde esa referencia a una situación
común, liberando al discurso de los límites de referencia ostensible (es decir, las referencias directas que aparecen en el
diálogo hablado). Ricouer afirma que ésta es una virtud del discurso escrito, pues permite generar referencias abiertas, que
vayan más allá de lo que el texto dice. De este modo, el texto escrito abre posibilidades, que van mucho más allá de lo que
el texto mismo dice.
D) En el habla, los participantes están siempre inmersos en los límites de esa relación (no pueden zafar de las referencias
directas y de un mundo común). En el texto escrito, en cambio, no existe un interlocutor definido. Un texto, en principio,
está dirigido a todos (en un sentido extremadamente general, todos en todos los tiempos y lugares). Ricoeur afirma,
entonces, que un texto crea su propio público. De manera que el discurso escrito se separa de todos los límites que
condicionan la relación cara a cara propia del diálogo hablado.
A continuación, Ricoeur aplica los cuatro puntos anteriores al análisis de la acción significativa (esto es, el tipo de
acción que estudian las ciencias sociales – la acción que posee un sentido -). Ricoeur aclara desde el principio que la
acción significativa sólo puede ser un objeto para la ciencia en la medida en que presente un tipo de objetivación
equivalente a la fijación de un discurso en la escritura. Dicho de otro modo, para poder estudiar científicamente la acción
significativa es preciso que la misma persista de algún modo en el tiempo (cristalice en alguna manifestación),
permitiendo así su estudio. En esto es semejante a lo que ocurre con el pasaje del habla al discurso escrito.

a) La fijación de la acción: ¿Cómo es posible la objetivación de la acción significativa?


Ricoeur sostiene que esto es posible por algunos rasgos internos de la acción, que la asemejan a la estructura del
acto del habla que analizamos más arriba. De modo sintético, nuestro autor plantea que la acción significativa posee
contenido proposicional y fuerza ilocucional (ambos constituyen su “contenido de sentido”). La acción deja de ser una
mera interacción y se transforma en un objeto a interpretar. Ello es posible porque la acción se parece a un acto de habla.
b) La autonomización de la acción.
Este punto es especialmente importante. Del mismo modo que un texto se independiza de su autor, la acción va
más allá de lo que espera su agente y da lugar a consecuencias que son propias de la acción, pero que no son esperadas por
el agente. Nuestros hechos se nos escapan y producen efectos inesperados. Esto, que ya había sido desarrollado por otros
autores que se ocuparon de la teoría de la acción, hace que surja el problema de la adscripción de responsabilidad. En las
acciones simples, noema (significado) y noiesis (intención) de la acción, coinciden. En las acciones complejas, esto es
más complejo, pues hay más agentes que intervienen.

Ahora bien, Ricoeur postula que esta separación entre sentido e intención termina por generar la transformación
de los hechos humanos (en este caso, de las acciones) en instituciones, pues en ellas el sentido no coincide con las
intenciones lógicas de los actores. Este punto es fundamentar en la teoría de Ricoeur, pues permite dar respuesta a los
críticos que sostienen que la acción está motivada por cuestiones psicológicas (internas al individuo, y por tanto
imposibles de abordar objetivamente). Las instituciones, como se originan de un proceso de separación entre sentido e
intención, permiten un abordaje objetivo del problema del significado de la acción, pues se encuentran separadas de las
intenciones individuales.

c) Pertinencia e importancia.
En este punto, Ricoeur vuelve a apoyarse en el análisis del discurso escrito. En el texto, el discurso quiebra todas las
referencias ostensibles (las referencias directas que se dan en el diálogo). En las acciones, la importancia (su relevancia
más allá de la acción en particular) se independiza de la pertinencia (su relevancia en un contexto dado). Existen, por
tanto, acciones muy importantes cuya significación desborda ampliamente el contexto en que se desarrollan y pueden
aplicarse a otros contextos sociales.

d) La acción humana como una “obra abierta”


Como indicamos arriba, el discurso escrito se dirige a un número potencialmente infinito de lectores (como
consecuencia de la autonomización del texto respecto del escritor). Ricoeur apunta que algo semejante ocurre en el caso
de las accciones significativas. La acción humana es una “obra abierta”, es decir, que su significación está sujeta siempre a
nuevas interpretaciones. Nunca queda cristalizada una interpretación. Ricoeur llega a decir que su significación está
abierta a todo el que quiera “leer” el sentido de la acción.
A partir de estas relaciones entre el texto y la acción significativa, pueden plantearse las implicaciones
metodológicas de la interpretación (del paradigma de la lectura). ¿Cuáles son las consecuencias metodológicas de la
equiparación entre el texto y la acción significativa? Ante todo, sirven para proponer una forma diferente de concebir la
relación entre erklären (explicación) y verstehen (comprensión). Aquí corresponde hacer un poco de historia. La
problemática de la relación entre explicación y comprensión fue planteada por primera vez por el filósofo alemán
Wilhelm Dilthey (1833-1911), en el marco de su crítica del positivismo. Para los positivistas, el único modelo válido de
ciencia era el de las ciencias naturales, basado en la explicación (un método cuyo eje estaba en el descubrimiento de la
relación causa-efecto que producía cada fenómeno). Es por ello que los positivistas sostenían que si las ciencias sociales
querían convertirse efectivamente en ciencias tenían que adoptar los métodos de las ciencias naturales, es decir, la
explicación tenía que convertirse en la herramienta por antonomasia de los científicos sociales.
Dilthey propuso una posición contraria a la de los positivistas. Sostuvo que la explicación es propia de las ciencias
naturales y que se basa en una lógica inductiva. Pero las ciencias del espíritu (las ciencias sociales) no pueden emplear la
explicación, porque ellas se basan en entender la vida psíquica de los individuos a partir de los signos en los que ésta se
exterioriza (por ejemplo, el lenguaje, las acciones, etc.). Para ello sólo sirve la comprensión, a la que Dilthey entendía en
términos más bien psicológicos (poder “meterse” en el pensamiento del otro, comprendiendo así las motivaciones de su
acción). La concepción de Dilthey, sin embargo, daba origen a un problema importante: ¿cómo podían ser científicas las
ciencias humanas, esto es, en qué medida podían ser caracterizadas como ciencias si no podían utilizar la explicación?
Dar respuesta a este problema supone incorporar, de algún modo, la explicación a las ciencias sociales. Ricoeur
cree poder resolver esto mediante la adopción del paradigma de la lectura, que constituye la contrapartida del paradigma
de la escritura expuesto en los párrafos anteriores. La objetivación del discurso en el texto permite introducir la
explicación en las ciencias sociales. En otras palabras, existe una dialéctica (entendida como relación recíproca) entre el
explicar y el comprender porque la situación escritura/lectura desarrolla una problemática propia (de paso, esto justifica la
centralidad que tiene la hermenéutica para las ciencias sociales).
¿En qué consiste el paradigma de la lectura? Ricoeur afirma que deriva sus rasgos principales del estado del texto
mismo: 1) la fijación del significado; 2) su separación de la intención mental del autor; 3) la exhibición de referencias no
ostensibles; 4) el ámbito universal de sus destinatarios. Sostiene que la mejor manera de comprender en qué consiste el
paradigma de la lectura es planteando dos dialécticas: 1) la que va desde la comprensión a la explicación; 2) la que avanza
desde la explicación a la comprensión. A partir de ambas pueden entenderse el papel que puede jugar el paradigma de la
lectura en las ciencias sociales.
¿Cómo describe Ricoeur la dialéctica de la comprensión a la explicación? Ante todo, esta dialéctica se encuentra
determinada por el hecho de que comprender un texto no significa reunirse con el autor. Debido a esto, no puede
entenderse la comprensión como un proceso por el que conocemos la intención del autor. Esto permite descartar las
interpretaciones subjetivistas de la comprensión (como una especie de conexión psicológica, subjetiva, irrepetible, entre el
sujeto que estudia el texto y el autor del texto). Pero genera el problema adicional de cómo decidir entre distintas
interpretaciones posibles del mismo texto (nunca existe una única interpretación para cada texto).
La elaboración de una interpretación adecuada se da mediante un proceso que consiste en conjeturar (formular
conjeturas que proporcionen una interpretación del texto) y en validar (desarrollar procedimientos para establecer cuál
interpretación es la más adecuada). La clave para presentar esta dialéctica como una forma de conciliar la explicación con
las ciencias sociales radica en que la validación adquiera el carácter de una disciplina argumentativa, con procedimientos
objetivos, y no un arte subjetivo. La validación es posible como disciplina científica porque si bien existe más de una
forma de interpretar un texto, no todas las interpretaciones son iguales ni todas son posibles. A este respecto, Ricoeur dice
que en la acción humana existe una plurivocidad específica de significados, los cuales constituyen la base para un número
limitado de interpretaciones posibles. Ricoeur adopta el concepto de “conjetura” como sinónimo de verstehen
(comprensión) y el de “validación” como sinónimo de erklären (explicación).
¿Cómo describe Ricoeur la dialéctica de la explicación a la comprensión? Para desarrollar esta dialéctica se basa
en la separación que se produce en el texto respecto a las referencias ostensibles que se dan en el diálogo (recordar que en
el discurso hablado siempre están presentes los interlocutores del discurso o se hacen visibles las referencias que se hacen
en el discurso). Ante esta situación, existen dos actitudes posibles: a) se toma el texto como una entidad ajena al mundo;
b) creamos una nueva referencia ostensible como resultado del tipo de actividad que significa leer.
Ricoeur decide adoptar la primera actitud, que es la desarrollada por los enfoques estructuralistas. Así, se deja de
lado toda referencia exterior del texto (las referencias ostensibles a que hacíamos referencia antes) y nos concentramos
exclusivamente en el interior del texto. El texto se transforma en un sistema de signos. Con este procedimiento, el texto se
transforma en una estructura, libre de toda referencia exterior, pero así las cosas hace falta incorporar la comprensión para
entender en qué consiste el sentido del texto. La explicación de la estructura, sin la comprensión de su sentido, es una
especie de juego vacío. Ricoeur supera esta cuestión planteando, justamente, una relación dialéctica entre la explicación
(desentrañar la estructura de los signos) y la comprensión (establecer el sentido del texto). Se trata de los dos momentos
de lo que denomina el arco hermenéutico. Ahora bien, queda claro que esta comprensión no tiene nada que ver con la
intención subjetiva del autor del texto. Como ya se dijo varias veces, el texto está separado de las intenciones del autor
que lo escribió. Ricoeur sostiene que esta dialéctica es válida para las ciencias humanas.
Las dos dialécticas expuestas aquí permiten entender que la comprensión nada tiene que ver con un acercamiento
subjetivo (psicológico) a las intenciones de los actores. Por el contrario, los distintos procedimientos de interpretación
(validación, estudio estructural del texto como sistema de signos, etc.) y las mismas características de los textos (sobre
todo, el alejamiento del texto respecto del autor y la supresión de las referencias ostensibles a la situación a la que se
refiere el autor), hacen que la comprensión se convierta en una herramienta objetiva. Para finalizar, Ricoeur sostiene que
existe un círculo hermenéutico, que consiste en la correlación entre explicación y comprensión, entre comprensión y
explicación.

Buenos Aires, viernes 15 de julio de 2011

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