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INFLUENCIA DE LA GLOBALIZACIÓN EN LA DIMENSIÓN AXIOLÓGICA Y

ESPIRITUAL DEL SER HUMANO.


INTRODUCCIÓN

La globalización entendida como interdependencia e interconexión a escala mundial


de las sociedades, mediada por la tecnología de la comunicación e información, ha
facilitado la internacionalización de la economía como la cara más visible de este
proceso histórico, que abarca los siglos XX y XXI, aunque se manifieste en distintas
dimensiones, es decir, es pluridimensional y actúa a escala global.
Este proceso favorece el intercambio de bienes y servicios, de recursos humanos,
rompiendo fronteras físicas y culturales, afectando la estructura ética y moral de la
persona, porque se presenta desde un enfoque reduccionista del ser humano, según
Sandel las relaciones en la sociedad están marcadas por la lógica del intercambio y no
de la reciprocidad, pasamos de una economía de mercado a una sociedad de mercado.
Siguiendo esa línea, se plantea la interrogante: ¿Cómo influye la globalización en la
dimensión axiológica y espiritual del ser humano? Para ello, urge: reconstruir un
sujeto ético-moral y espiritual que humanice el proceso de globalización en el que
estamos inmersos.

I. La moral en un mundo globalizado.


La sociedad esta globalizada dado que el mundo está organizado en un “sistema
mundial” basado en una visión “materialista y productiva” (Eizaguirre, 2014, p.17), más
aún, la globalización es un sistema que ahonda las brechas sociales entre ricos y pobres.
En cambio, si se es consciente de esta realidad compleja, el comportamiento humano
se convierte en indicador de que se esté ayudando al fortalecimiento del sistema o al
cuestionamiento del mismo, o sea desde un criterio ético.
No es ajeno pensar que estamos ante una “crisis de valores”, más bien, crisis de
personas porque no viven esos valores, como el relativismo ético donde no hay verdades
universales, esta crisis depende del sistema y también de la sociedad, fruto de una
globalización, predominantemente, económica e ideológica que favorece el avance de
la sociedad de consumo, contrariamente a una economía social de mercado; más aun
la adquisición compulsiva de diversos productos animados por fechas celebrativas crea
más necesidades, obliga a la gente a comprar más. Por esta razón, urge “reconocer que
el mundo está pidiendo que alguien inaugure un nuevo estilo de vida y de consumo no

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dañino ni para el planeta ni para sus habitantes” (Revista Testimonio, 2010, p.104). En
otras palabras, todas las personas tienen derecho a vivir una vida digna y nadie debe
alimentar, de suyo propio, dinámicas de poder o indiferencia hacia los seres humanos,
ni por ser de un país “equivocado” o de una raza o grupo étnico “equivocado” o por ser
de una u otra clase social (PNUD, 2013).
Asimismo, cabe señalar, los vínculos complejos y opuestos entre sociedad de
consumo y desarrollo humano; lo positivo sería que si los niveles de consumo aumentan,
habrá mayor probabilidad de oportunidades para las personas. En cambio en lo
negativo, teniendo en cuenta el consumo de los países ricos, repercute sobre los
recursos naturales del planeta, las materias primas, la contaminación; configura al
mundo como un gran mercado que invita al consumo en detrimento de los países en
vías de desarrollo, es decir, “si todos los habitantes del mundo vivieran como viven los
habitantes de los países ricos, harían falta tres planetas para abastecer de recursos a
todos” (Revista Testimonio, 2010, p.104).
La globalización asimétrica tiende a acrecentar la desigualdad de oportunidades, la
pobreza, la marginación, la corrupción, la nivelación cultural, la colonización
económica y valórica. No pocas veces surgen nuevas formas de colaboración
internacional entre personas y comunidades ya sea como apoyos solidarios en
proyectos, o como protestas y propuestas coordinadas ante situaciones de injusticia.
(Globalización y fe, CELAM).
Sin duda, se cierne un compromiso hacia unas propuestas desafiantes y
esperanzadoras, para una sociedad carente de ética, donde los más jóvenes son los
más afectados, pues reciben un mundo fragmentado en sus estructuras sociales e
institucionales, ausencia de referentes e ideales. Pero no se trata de señalar esos
aspectos con pesimismo, al contrario, se busca comprender la realidad para ser
conscientes de la responsabilidad y necesidad de ir construyendo, a partir de lo que se
tiene, nuevos caminos de integración con criterios éticos y morales, teniendo como fin
único, el progreso de la humanidad, se podría decir que “otra manera de organizar la
economía es posible”.
Hay un compromiso moral en el mundo del mercado que se da en el proceso de la
elaboración del producto y en la venta del mismo, quienes en esa red intervienen en la
producción hasta que llegue al consumidor, generalmente, ha pasado por un proceso
que daña al prójimo, al medioambiente, se contribuye con la cadena de injusticias o

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violaciones de los derechos fundamentales, eso implica adoptar un comportamiento
consciente ante la cruda realidad que exige:
El compartir los bienes y recursos, de lo que proviene el auténtico desarrollo, no se
asegura sólo con el progreso técnico y con meras relaciones de conveniencia, sino
con la fuerza del amor que vence al mal con el bien (cf. Rm 12,21) y abre la conciencia
del ser humano a relaciones recíprocas de libertad y de responsabilidad. (Benedicto
XVI, 2009, C V, n. 9).
En efecto, es necesario educar hacia un comportamiento moral del consumo
responsable, en vistas a una solidaridad universal como clave de futuro, para un
desarrollo equitativo y sostenible; un comportamiento que trascienda el modelo
neoliberal que degrada el medio ambiente y se fortalezca la lógica del bien común, pero
solamente desde una transformación individual y social.

II. La dimensión espiritual


Siguiendo la interrogante de Anthony Guidens:
“…. ¿podemos vivir en un mundo en donde nada es sagrado? Debo decir que no creo
que sea posible. Todos necesitamos compromisos morales que trasciendan las
preocupaciones y riñas triviales de nuestra vida diaria. Ninguno de nosotros tendríamos
algo por lo que vivir si no tuviéramos algo por lo que merece la pena morir.” (2000).
Esta afirmación, apunta a la búsqueda de sentido del hombre, quien siempre tiende
a la trascendencia, “a la zaga que de una huella que dé sentido a sus vidas y los
conduzca hacia el fin para el cual fueron creados” (Enríquez, 2012, p.7). Hay una
interpelación espiritual desde un mundo de increencia y de vacío, llama a revitalizar la
dimensión contemplativa, donde el cristiano se vuelve hacia sí mismo, hacia el interior,
para sintonizar con las “bienaventuranzas que encarna la mística y la utopía
humanizadora de los dichos y hechos de Jesús de Nazaret a la luz de los nuevos “signos
de los tiempos” (Castellanos, 2012, p.310).
La lógica de que “es posible otro mundo habitable para todos, donde florezca la
justicia social y comience a brotar la globalización de la solidaridad, la libertad, la equidad
y fraternidad” (ib., p.311). Son objetivos retadores para el cristiano quien asume un
compromiso con la realidad; ya que para reconstruir al ser humano fragmentado y
excluido por el sistema, es necesario, hacer del mundo el lugar del encuentro con Dios,
de ahí que hay que vivir con coherencia entre fe y vida para reflejar en los actos el pasaje
de Miqueas: “se te ha dicho hombre lo que es bueno y lo que Dios espera de ti, tan solo

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que practiques la justicia, que ames con ternura y camines humildemente con tu
Dios”(6,8). Es decir, que la fe va unida a la justicia.
La promoción de la justicia es un compromiso del cristiano, quien está llamado a
responder con su entorno, la fe es el motor más potente para comprometerse con la
realidad humana, o sea, “nada de lo humano debe resultar ajeno”. Es decir, “el
cristianismo tiene una vocación clara de salir fuera de uno mismo y buscar a Dios en el
mundo” (Manzanedo, 2013, p.28) en ese sentido, cabe esta pregunta: Maestro, ¿Cuál
es el precepto más importante de la ley? Es el amor a Dios y al prójimo como a uno
mismo.
Los valores del evangelio, están en función de restituir al ser humano, para devolverle
la esperanza y la dignidad de hijo de Dios, por eso las estructuras sociales deben estar
al servicio de la vida. Del mismo modo, la experiencia de Dios revela nuevos rostros
donde la gracia libera y el espíritu convoca al anuncio, solamente así, se podrá afirmar
como Bonhoeffer que “nuestra relación con Dios consiste en una nueva vida para los
demás” (Mundanidad y Dios).
Finalmente, los desafíos ayudan a construir un nuevo estilo de vida que fortalezca al
ser humano de los avatares vertiginosos de la globalización en sus diversas
manifestaciones, considerando al ser humano en su integridad, “no a la exclusión de la
economía y la inequidad”, tampoco dar cabida a la indiferencia, Igualmente el
comportamiento con el dinero como ídolo de poder, sino se permita la inclusión de los
pobres, acoger al ser humano frágil y débil (Eizaguirre ,2014).
En consecuencia, dejar los que están esclavizados con una mentalidad individualista,
indiferente y egoísta, puedan liberarse de esas cadenas indignas y alcancen una vida
de pensamiento y comportamiento ético, moral, más humano, más noble, más fecundo,
que dignifique su paso por esta tierra. Es una necesidad perseguir este camino.
González, en una publicación reciente define a los profesionales de las finanzas como
“agentes morales” para los cuales “la ética debe ser la columna vertebral sobre la que
tomar decisiones” (Universidad de Comillas, 2015). No se está lejos de una orientación
ética que se reclama.

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CONCLUSIONES.
La globalización como fenómeno mundial ha logrado trastocar los moldes tradiciones
de la sociedad, ha penetrado el individualismo, el egoísmo, el culto al cuerpo, el
consumismo, trayendo consigo la exclusión de los que no entran al sistema, el
relativismo ético, el enfoque economicista ha afectado el mundo de relaciones, con la
naturaleza, consigo mismo, con los demás, con su Creador.
El sujeto con un horizonte claro orientado por un comportamiento ético-moral ayudará
a fortalecer los valores universales como, el respeto del hombre por el hombre, la
conquista de la libertad, de la justicia, de la solidaridad.
La persona con profunda espiritualidad orientada por una conciencia ético-moral, no
será esclavizada por el individualismo, egoísmo, la indiferencia, el consumismo, al
contrario actuará con conciencia ecológica, pondrá en el centro a la persona, promoverá
el desarrollo sostenible para el auténtico progreso humano como compromiso por el
reino.

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BIBLIOGRAFÍA

1. CELAM. Servicios Koinonía. Globalización y Fé. Recuperado de:


[http://www.celam.org/globalizacion.php]
2. Ballesteros., Del Río, N., Eizaguirre, J. & Castro, F. (Jun, 2010). Consumo y ahorro
responsables en la vida religiosa. Revista Testimonio, cuadernos CONFER, 33. Santiago
de Chile: ALFABETAS ARTES GRÁFICAS.
3. Benedicto XVI. (2009). Caritas in Veritate. Ciudad del Vaticano.
4. Enríquez, S. (Mar, 2012). Sueños y recambio, una generación en búsqueda”. Revista
Testimonio, CONFER, 250 (7-14). Santiago de Chile: ALFABETAS ARTES GRÁFICAS.
5. Eizaguirre, J. (2012). Al que tiene se le dará, al que no tiene, se le quitará. Una
relectura de la parábola de las minas (Lc. 19,11-28). Madrid. Autor.
5. Guidens, A. (2000). Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras
vidas. México: Taurus.
6. González, Ansotegui & Gómez-Bezares. (2015). Ética de las finanzas. Universidad
de Comillas. Recuperado de:
http://www.periodistadigital.com/religion/libros/2015/01/19/libro-etica-finanzas-
empresas-jovenes-comillas-universidad-religion-iglesia-economia.shtml]

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