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Introducción y lectura del texto “Lo inconciente” de

Freud: consideraciones para su abordaje, puntualizaciones y


novedades respecto a sus trabajos anteriores.

Advertencia: Resta por advertir que este texto aún no ha sido revisado –ni en
redacción ni en referencias- pero, debido a la proximidad de la fecha de la
evaluación donde les puede resultar útil a algunos, he decidido hacerlo de alguna
forma público, pues esa debería ser la misión que cada creación ha de emprender
como fin último: ser público y nada más. Diego San Martín.

I. Introducción al texto: La interpretación de los sueños y primera


topografía.

“Lo inconciente” es un texto radicalmente complejo en comparación a sus dos


anteriores en cuanto a los trabajos de metapsicología –los dos primeros fueron “Pulsiones y
destinos de pulsión” y “La represión”-, donde se dan giros completamente inesperados que
amplían la teoría freudiana, incluso alterando radicalmente temas tratados en sus dos trabajos
anteriores. Así, Primero partiremos desmenuzando la primera organización del aparato
anímico que Freud construye en “La interpretación de los sueños (segunda parte)”.

Imagen 1 (p.
534, Tomo V)
Tenemos, en la imagen, aquello que propuso Freud (1900) como la topografía del
aparato psíquico. En ella, apreciamos dos instancias: Inconciente y Preconciente. Sobre estas
dos, cuando hablemos de ellas como un sistema –como si fuesen una instancia-, las
abreviaremos como Icc y Prcc. Ahora bien, la abreviación “Mn” se emplea para las huellas
mnémicas, mientras la “P” indica la percepción y “M” el paso a la motilidad. Recordemos,
además, que la base sobre la que se construye esta topología es el arco reflejo pues, en sus
palabras: “(…) el aparato psíquico ha de estar construido como un aparato de reflejos. El
proceso del reflejo sigue siendo el modelo de toda operación psíquica.” (p. 531, Tomo V).
Por lo tanto, nos dedicaremos ahora a una rápida explicación –bastante sucinta- de lo que se
considera como la primera topografía del aparato psíquico que Freud establece en la segunda
parte de “La interpretación de los sueños”.

La flecha que se extiende por debajo es una excitación cualquiera, la cual, ha de tener
un sentido, como lo denomina Freud, progrediente, el cual, busca la descarga en la motilidad
que se aproxima a la acción motriz o un efector de órgano que compele a la acción en el
mundo externo. Así, debemos situar esta dirección progrediente como el estado normal, pues
en el sueño se aprecia el estado regrediente, donde el cierre de la motilidad dirige la
excitación hacia el polo perceptivo –que en el lactante se conoce como la “identidad
perceptiva”, que termina con alucinación- pero no lo alcanza, logrando satisfacción en las
representaciones –o huellas mnémicas-. Debemos saber, además, que el lugar donde se sitúa
el Icc es desde donde lo indica hacia el punto P, que más adelante nos será muy útil
comprender. Por otra parte, la instancia Prcc –que también llamaremos Prcc-Cc
(Preconciente-conciente), se ubica topográficamente más arriba en el aparato, por lo que
diremos que es más elevada. Esta última instancia, la Prcc-Cc, diremos que gobierna el paso
a la motilidad, vale decir, la acción en el mundo. En cuanto a las censuras, hasta este período
ubicaremos una entre el Icc y el Prcc, para más tarde ubicar otra entre el Prcc y la instancia
Cc –pero esto lo trabajaremos más adelante-.

Hasta aquí la parte descriptiva del aparato psíquico en esta primera tópica, pero
volveremos sobre las huellas mnémicas más adelante. Ahora, debemos detenernos en el
examen del deseo, que nos será útil para pasar a lo inconciente. Freud (1900) ubicó cuatro
fuentes para la génesis de un deseo para el caso del sueño:

“1) Puede haberse excitado durante el día sin obtener satisfacción a causa de
condiciones exteriores; […] pendiente para la noche un deseo admitido y no tramitado. 2)
Puede haber emergido durante el día […] topándose con una desestimación: queda pendiente,
pues, un deseo no tramitado pero que fue sofocado. 3) Puede carecer de relación con la vida
diurna y contarse entre aquellos deseos que sólo de noche se ponen en movimiento en
nosotros desde lo sofocado.” (Freud, 1900, p. 544).

La cuarta fuente de deseo, añade, serían mociones de deseo que surgen en la actualidad
–del sujeto- y que constriñen a despertar, como pueden ser necesidades fisiológicas del tipo
de la sed, el hambre, entre otros. En cuanto a las otras tres fuentes, indica que un deseo del
primer tipo se ubica en el Prcc; del segundo tipo, esforzado hacia atrás –represión, trataremos
esto más adelante extensamente-, desde el Prcc al Icc; y del tercer tipo, señala que no es capaz
de trasponerse del Icc. Pues bien, en lo que sigue, un deseo de la segunda y tercera clase serán
los que se tocarán, pero no se espere más que un pequeño roce con ellos y su acomodación a
los avances que la teoría psicoanalítica ha dado hasta 1914.

II. Inicios del tratamiento de Lo inconciente, nuevas


puntualizaciones.

Como se mencionó con anterioridad, el texto “Lo inconciente” es un texto complejo por
su alusión a toda la obra anterior que ha tenido actualizaciones y enigmas en el edificio
psicoanalítico debido a su incipiente progreso, pero ahora, Freud busca sentar las bases para
el psicoanálisis elevando a concepto categorías que anteriormente eran nociones, vale decir,
jugaban el papel de unos descubrimientos donde su utilización era variable y no se
concretaban aún. El texto anterior a este, “La represión”, es ahora re-actualizado en “Lo
inconciente”, entramándolo con una serie de nuevas puntualizaciones que nos harán volver a
reflexionar sobre su mecanismo.
En primer lugar, Freud (1915c) inicia el texto diferenciando, sucintamente, lo conciente
de lo inconciente. Para pensar esto, es necesario destacar que no existiría algo así como una
conciencia-inconciente, pues sería una contradicción en sí misma –por lo que, al modo
aristotélico y de Leibniz no tendría la naturaleza de necesario- afirmar de una instancia sin
susceptibilidad para la conciencia que sería objeto, a la vez, de la conciencia. Con esto en
mente, dirá que no hay que pensarlo química o fisiológicamente, pues allí nada se encontrará
de su esencia. Empero, Freud sentencia que “(…) se comprueba que mantienen el más amplio
contacto con los procesos anímicos concientes; con cierto rendimiento de trabajo pueden
trasponerse en estos[…] y admiten ser descritos con todas las categorías que aplicamos a los
actos anímicos concientes” (p. 164), entre las categorías, se señalan las de representaciones,
aspiraciones, decisiones, entre otras. Ahora bien, se podría incurrir en un segundo error
pensando que todo lo inconciente ha de mantenerse estático, pero, para aclarar esto, Freud
introduce que se halla en un estado de latencia psíquica. En tanto se encuentra en un estado
de latencia “(…) una parte de estos procesos latentes poseen caracteres y peculiaridades que
nos parecen extraños y aun increíbles, y contrarían directamente las propiedades de la
conciencia que nos son familiares." (p. 166). De esta manera, no se debe hablar de una
conciencia segunda, sino “(…) de actos psíquicos que carecen de conciencia. […] no nos
queda, pues, sino declarar que los procesos anímicos son en sí inconcientes y comparar su
percepción por la conciencia con la percepción del mundo externo por los órganos
sensoriales.” (p. 167)

Para aclara desde donde se colige el supuesto de inconciente, Freud (1915c) indica que
aparece “(…) por un lado, como una continuación del animismo primitivo, que dondequiera
nos espejaba homólogos de nuestra conciencia, […] por otro, como continuación de la
enmienda que Kant introdujo en nuestra manera de concebir la percepción exterior.”, la cual,
a partir de la lectura de Kant, Freud ubica de la siguiente manera: “Kant nos alertó que no
juzgásemos a la percepción como idéntica a lo percibido incognoscible, descuidando el
condicionamiento subjetivo de ella”. Así, a través de esta lectura, Freud señala que es preciso
aclarar que “(…) no hemos de sustituir el proceso psíquico inconciente, que es el objeto de
la conciencia, por la percepción que esta hace de él.” (p. 167).
En segundo lugar, toca examinar la multivocidad del inconciente y el punto de vista
tópico. Antes de emprender aquella empresa, Freud (1915c) indica que lo inconciente (…)
abarca, por un lado, actos que son apenas latentes, inconcientes por algún tiempo, pero en lo
demás en nada se diferencian de los concientes; y, por otro lado, procesos como los
reprimidos” (p. 168). En cuanto a los procesos reprimidos, Freud (1894) rescata algo que ya
había dilucidado en “Las neuropsicosis de defensa”, a saber: “La representación, ahora
debilitada queda segregada de toda asociación dentro de la conciencia” (p. 53). Hay otras
cuestiones que será preciso seguir la huella retrospectivamente, donde textos iniciales serán
capitales para su comprensión. Volviendo al tema, si deviniera conciente una representación
reprimida, contrastaría y causaría extrañeza a los distintos procesos concientes.1 Ahora bien,
una aclaración que es necesaria antes de seguir en el estudio: Como se recordará, cuando se
habla de los sistemas –Inconciente, Preconciente y Conciente- utilizaremos las abreviaturas
«Icc» para inconciente, «Prcc» para preconciente y «Cc» para conciente. Por otro lado,
cuando hablamos descriptivamente, vale decir, atribuyendo a una moción o representación a
tal o cual sistema y dotado de ciertas propiedades, se hablará de que es inconciente,
preconciente o conciente, aduciendo su–este sería lo que nombró Freud como «sentido
descriptivo»-.

Pues bien, continuando con el tema, hablaremos respecto a las dos fases de estado por
las cuales atraviesa, en general, un acto psíquico. Si recordamos lo trabajado en el apartado
anterior, sabremos que en la topografía del aparato psíquico existe una censura {Zensur} que
pone en examen el paso a la segunda fase. Antes de pasar a la segunda fase, diremos que la
primera es la que abarca desde el Icc hasta la censura. En esta, un acto psíquico que pertenece
al sistema Icc intenta buscar lugar en el Prcc-Cc, buscando llegar a la motilidad. Empero,
pueden ocurrir dos casos; el primero, debido al examen de la censura se le deniega el paso,
ganando el nombre de «reprimido» y debiendo permanecer inconciente. Caso opuesto, logra
pasar a la segunda fase perteneciendo así al sistema Cc. Sin embargo, esto le da el título de

1Esta reacción de extrañeza del yo había sido tratado extensamente en las primeras
publicaciones psicoanalíticas, comprendidas en el Tomo III de las obras completas
editadas por Amorrortu.
«susceptible de conciencia»2, que aún no puede lograr la descarga en la motilidad –nombrado
como «devenir-conciente». La condición de susceptible de conciencia implica que puede
lograr devenir conciente bajo ciertos requisitos, por lo que es preciso destacar que existe una
segunda censura entre otra instancia psíquica que recibirá el nombre de preconciente, que se
ubicaría un trecho antes del Cc en términos topográficos –en la construcción de esta, claro-.
Sobre el Prcc, Freud (1915c) aclara: “Provisionalmente baste con establecer que el sistema
Prcc participa de las propiedades del sistema Cc, y que la censura rigurosa está en funciones
en el paso del Icc al Prcc (o Cc).” (p. 169). Hasta aquí la introducción a la tópica propiamente
tal.

Luego, como tema íntimamente correlativo a la materia tópica, toca analizar la


multivocidad inconciente, por lo que partiremos diciendo que consiste en la posibilidad de
existencia de una representación en más de una instancia, propuesta que analizaremos a
continuación. Con el fin de facilitar la comprensión respecto a esta multivocidad, Freud
(1915c) nos ofrece dos posibilidades a examinar respecto a la trasposición de un acto psíquico
–en específico, de las que referentes a las representaciones- desde el Icc hasta el Prcc-Cc: o
bien a ella –la representación- se liga una fijación {Fixierung}3 nueva “(…) a la manera de
una segunda trascripción de la representación correspondiente, la cual entonces puede
contenerse también en una nueva localidad psíquica subsistiendo, además, la trascripción
originaria, inconciente”, o bien, “(…) la trasposición consiste en un cambio de estado que se
cumple con idéntico material y en la misma localidad” (p. 170). Ante ambas posibilidades,
Freud se inclina por la primera debido por la comodidad que ofrece, y que nombra como un
«supuesto tópico». El supuesto tópico implica que hay una separación entre Icc y Cc, e indica
que una representación, que supere el examen de la censura, puede estar presente, a la vez,
en dos lugares tópicos del aparato. El segundo supuesto, el del cambio de estado en el
material, fue nombrado como «supuesto funcional».4

2 Expresión que se atribuye a Breuer. Como se recordará, escribieron juntos “Estudios


sobre la histeria”, que tiene interesantes casos clínicos como el de Anna O.
3 Sobre la fijación hablaremos más adelante, cuando sea preciso retomar a la represión.
4 El supuesto funcional será fundamental. Volveremos sobre él en el apartado número IV,

donde dilucidemos los procesos de la represión con los cambios que el estudio de lo
inconciente introducirá.
Continuando el examen de este supuesto tópico, dar por premisa este supuesto implica
que existe un traslado regular de representaciones entre las instancias –insistiendo que debe
pasar el examen de la censura-, sin perder su asentamiento o primera trascripción. Respecto
a este tema, el ejemplo clínico que Freud (1915c) utiliza resulta preciso, comentando que al
presentar al paciente una representación que el reprimió con anterioridad, no implica que se
cancele el proceso de la represión, sino, lo más probable, que se produzca una nueva
desautorización por resistencia. Sin embargo, la presentación implica que la representación
queda bajo forma doble en dos lugares –acústicamente en el Cc y originariamente en el Icc-
, y puede ser cancelada la represión al vencer la resistencia y permitir entrar en asociación a
la huella mnémica5 con la representación conciente. De esta manera, concluye Freud que
“(…) representaciones concientes e inconcientes son transcripciones diversas, y separadas en
sentido tópico, del mismo contenido. Pero la más somera reflexión muestra que la identidad
entre la comunicación y el recuerdo reprimido del paciente no es sino aparente.” (p. 171).

En tercer lugar, teniendo en cuenta que existen representaciones concientes e


inconcientes –como se vio en el ejemplo anterior, donde una huella-representación acústica
era conciente y para cancelar la represión entraba en nexo con una huella-representación
inconciente-, pasaremos al examen de la pregunta que Freud (1915c) se hace sobre si existen
mociones pulsionales, sentimientos o sensaciones inconcientes. Iniciando el examen, lo
primero en convocarnos es si podemos hablar de una moción pulsional conciente o
inconciente. La respuesta, por supuesto, será que no es posible hablar de una pulsión sin su
representación a la cual se ha adherido en ninguna de las dos instancias estudiadas. Así,
primero hay que establecer que la pulsión nunca pasará a ser objeto de la conciencia –sólo lo
será su representación, a la cual se ha ligado-, y segundo, que la pulsión nunca podrá ser
conocida si no es adherida a una representación y salir a la luz como estado afectivo. Con
esto claro, Freud aclara: “Entonces, cada vez que pese a eso hablamos de una moción
pulsional inconciente o de una moción pulsional reprimida, no es sino por un inofensivo

5Anticipamos, de momento, que las huellas mnémicas son representaciones. Volveremos


sobre esto más adelante.
descuido de la expresión.” (p. 173). De esta manera, al aludir a una moción pulsional siempre
se habla de una cuya representación es inconciente.

Respecto a los restantes –sentimientos, sensaciones, afecto-, Freud (1915c) afirma que
por el hecho de que un sentimiento exige ser sentido, sería intrínseco de él que la conciencia
deba tener noticia de tal sentir. Por ende, falta la posibilidad de condición inconciente a los
sentimientos, sensaciones y afectos. Antes de pasar a examinar este tema, habrá que volver
un poco antes hacia el texto “La represión”, y considerar los destinos que experimenta, bajo
represión, la representación y el monto de afecto6. El primero de estos, la representación,
puede “(…) desaparecer de lo conciente si antes fue conciente, o seguir coartada de la
conciencia si estaba en vías de devenir conciente.” (p. 147); por otro lado, al monto de afecto
le están deparados tres destinos posibles tras la represión. Para imaginar el monto de afecto,
una moción pulsional, por ejemplo, se puede descomponer en representación y monto de
afecto, siendo el segundo su parte cuantitativa, la intensidad. Pues bien, la representación
experimentará la represión, y entre los tres destinos posibles para el monto de afecto: “La
pulsión es sofocada por completo, de suerte que nada se descubre de ella, o sale a la luz como
un afecto coloreado cualitativamente de algún modo, o se muda en angustia.” y agrega, sobre
las dos últimas posibilidades elucidadas que nos ponen “(…) frente a la tarea de discernir
como un nuevo destino de pulsión la trasposición de las energías psíquicas de las pulsiones
en afectos y, muy particularmente, en angustia.” (p. 148). Recordemos, además, que una
represión se considera exitosa cuando se sofoca por completo el afecto, a pesar de que se
logre sofocar la representación. Retomaremos este tema en un apartado sobre
puntualizaciones necesarias antes de adentrarnos más en lo inconciente, tomando en cuenta
la evolución de conceptos como la libido, la atención, el afecto y la represión entre otros.

6 En cuanto al monto de afecto {Affektbetrag}, en el texto “La represión” Freud (1915) lo


incluye a su edificio teórico diciendo que “(…) junto a la representación {Vorstellung}
interviene algo diverso, algo que representa {räpresentieren} a la pulsión y puede
experimentar un destino de represión totalmente diferente del de la representación.” (p.
147). Adelantemos, pues, que es del orden cuantitativo, vale decir, una magnitud o
sentido como intensidad.
Volviendo al tema de si es posible considerar a los sentimientos, sensaciones y afectos
como inconcientes, Freud (1915c) indica que se puede percibir a estos e manera errada,
debido a que, tras consumarse la represión y sofocada la representación, el representante
genuino –al cual se hallaba ligado el afecto originariamente- fue subrogado por otra
representación –la sustitutiva, nominado «falso enlace» en la neurosis obsesiva7- a través de
un enlace8 que los mantendrá en nexo asociativo, pero la conciencia tiene por exteriorización
a la representación sustitutiva. Así, cuando “(…) restauramos la concatenación correcta,
llamamos «inconciente» a la moción afectiva originaria, aunque su afecto nunca lo fue, pues
sólo su representación debió pagar tributo a la represión.” (p. 174). Por ende, cuando decimos
afecto inconciente o sentimiento inconciente, nos remitimos a los destinos del factor
cuantitativo de la moción a consecuencia del influjo de la represión. De esta manera, y si
recordamos la meta genuina de la represión, si la represión logra su meta se deberá llamar
como inconcientes a los afectos sometidos al mecanismo de la represión, conocidos sólo tras
cancelar o enderezar el trabajo represivo. Empero, es preciso aclarar que, a diferencia de la
representación que continúa existiendo como formación real en el Icc tras enderezar el
proceso represivo, al afecto no se le permite desplegarse, de lo que se colige que no hay
afectos inconcientes, sí representaciones inconcientes.

Además a lo anteriormente señalado, Freud (1915c) señala que las representaciones son
investiduras de huellas mnémicas, mientras los afectos y sentimientos se corresponden con
los procesos de descarga percibidos en las sensaciones. Este punto es un tanto enigmático,
pero más adentrados en el texto tendrá cierto sentido pero aun así no del todo trasparente.
Con la intelección de que la represión puede inhibir, a la moción pulsional –más
precisamente, a su afecto-, una exteriorización de afecto, debemos pensar ahora que mientras
“(…) el sistema Cc gobierna la afectividad y la motilidad, llamamos normal al estado
psíquico del individuo.” (p. 175). En la imagen 1, vimos que el paso a la motilidad se
encontraba en el extremo Prcc-Cc, por lo que, topográficamente, el sistema ubicado en el

7 Podemos encontrar un examen sobre esto en “Las neuropsicosis de defensa”, fechado


en 1894 del tomo III de Amorrortu.
8 No olvidemos que pueden existir trascripciones en diferentes sistemas del aparato

psíquico, como bien se trató en cuanto a la multivocidad de lo inconciente.


extremo más elevado es el encargado del gobierno de la motilidad. Como es sabido, el
sistema Icc sería lo más primitivo en nuestro aparato anímico, para luego formarse tanto el
Prcc como el Cc, así como sucede con el proceso primario y secundario tratado en “La
interpretación de los sueños”. Es preciso aclarar que al tener injerencia la represión en la
exteriorización de afectos, recordando que es al servicio del yo de quien actúa, es posible
dilucidar que puede disputar el gobierno del Cc en aspectos como la motilidad o la
afectividad.9 En cuanto al gobierno Cc, su fuerte es la motilidad –que resiste el asalto de la
neurosis mas no a la psicosis-, pero en cuanto al desarrollo de afecto es no presenta la misma
solidez, pues existe una pugna permanente entre el sistema Cc e Icc por disputar el gobierno
en este terreno –disputa en que existen esferas de influencia y contaminaciones entre fuerzas
eficaces-.

Como planteamos anteriormente, en el sistema Prcc-Cc, antes del paso a la motilidad,


existen representaciones susceptibles de conciencia, las cuales deben superar una segunda
censura para devenir-concientes. Así, Freud (1915c) considerará el papel de la representación
sustitutiva –teniendo en mente el papel del Prcc-Cc en el desprendimiento de afecto y la
motilidad- en la conformación de la enfermedad. De este modo, inicia el tratamiento del tema
proponiendo que la posibilidad más cercana, desprendida del pensamiento anterior, sería que
el desprendimiento de afecto discurra desde el Icc, lo cual, como vimos en los tres destinos
del afecto, tiene el carácter de angustia. Empero, la “(…) moción pulsional tiene que aguardar
hasta encontrar una representación sustitutiva en el interior del sistema Cc. Después el
desarrollo del afecto se hace posible desde este sustituto conciente, cuya naturaleza determina
el carácter cualitativo del afecto.” (p. 175).

Antes de entrar directamente al tema de la represión, será preciso dar un pequeño rodeo
para estar un poco más preparados para su examen. Freud (1907), examinando el texto
“Gradiva” de W. Jensen, propone una interesante analogía de la represión: “(…) la represión,

9Freud diferenciará ambos del siguiente modo: Hay que comprender la afectividad como
exteriorización de una descarga motriz esencialmente interna (secretoria, vasomotriz); por
otro lado, la motilidad implica una alteración del mundo exterior, a diferencia de la
afectividad que se encuentra sin relación con este.
por la cual algo se vuelve inasequible y al mismo tiempo se conserva, no hay mejor analogía
que esta del entierro {Verschüttung} , como el que fue destino de Pompeya” (p. 34). Como
ha venido señalando hará tiempo, las mociones no son eliminadas nunca de la vida anímica,
son enterradas, vale decir, serían esforzadas permanecer fuera del Cc relegadas al sistema
Icc. En un sentido descriptivo, Freud (1915) recuerda una afirmación realizada en el texto
“La represión”, donde sentencia que “(…) en la represión se produce un divorcio entre el
afecto y su representación, a raíz de lo cual ambos van al encuentro de sus destinos
separados.” (p. 175-6). Sin embargo, advierte, en el proceso real, se produce que “(…) un
afecto no hace su aparición hasta que no se ha consumado la irrupción en una nueva
subrogación {Vertretung} del sistema Cc.” (p. 176).

Como sugerimos con anterioridad, se hace necesario un apartado que clarifique


conceptos y nociones que nos serán de inmensa utilidad para pasar al análisis de las nuevas
puntualizaciones que Freud (1915c) realizará. Ya habíamos hecho algo parecido en el primer
apartado sobre “La interpretación de los sueños”, pero distintos cabos sueltos nos constriñen
a retroceder algunos pasos antes de dar el salto cualitativo que Freud realiza en estos trabajos
metapsicológicos. Además, temas como el narcisismo, la pulsión y la represión –antes de su
conocimiento relacionado con la conceptualización de lo inconciente- han de parecernos
fundamentales como saber para seguir la pista a un trabajo tan condensado que es
fundamental descomponer para su análisis.
III. Retorno a los conceptos y nociones antes tratados.

a. El afecto.

El afecto nos ha salido al paso en medio del análisis del texto, por lo que procuraremos
abarcarlo hasta donde dispongamos de material. Ya en el tiempo de “La interpretación de los
sueños” Freud (1900) estableció un apartado completo dedicado a su examen, el cual nos
será realmente útil para ir descomponiendo y diferenciándolo de la libido como la atención.
Para tales efectos, iniciaremos con el tratamiento del afecto, dedicando a la libido y la
atención otro momento para su análisis.10

Pues bien, el afecto había sido originariamente la energía que Freud utilizó para
mociones, identificando, por una parte, a la representación, y por otra su cantidad o magnitud,
el afecto. En un comienzo, la defensa –pues se alternaba sin mucha diferenciación, la cual se
estableció más adelante, con la represión- se veía constreñida a separar una representación
inconciliable para el yo, la cual, era, por regla general, de índole sexual. A esta representación
inconciliable de índole sexual –desde ahora «R.S.I.» que debe remitir a «representación
sexual inconciliable»- se le apartaba a una conciencia otra, pues aún no aparecía el
inconciente. En efecto, se ha mantenido en el sentido descriptivo que una moción pulsional
posee una representación y otra parte, su cantidad, que Freud denominó afecto. 11 Luego,
avanzado el tiempo, habrán de diferenciarse estas magnitudes y hasta el momento tenemos
tres, a saber, libido, atención y afecto.

En cuanto a la que nos convoca, la última, el afecto, Freud (1900) indica que no “(…)
atinamos a apreciar psíquicamente un afecto si no es en enlace con un contenido de
representación. Cuando afecto y representación no se compadecen por su índole y por su
intensidad, nuestro juicio despierto se extravía.” (p. 458). A partir de su examen del trabajo

10 Ese otro momento es el punto b, que será seguido por una comparación más extensa en
el c, cuando las tres energías se encuentren un poco más claras.
11 Esto, claro, ha de tenerse en cuenta al descomponer la moción, pues trabajan como

unidad y en la represión se produce el clivaje.


del sueño, Freud descubre que existen mecanismos como el «desplazamiento», que permite
al afecto desplazarse de una representación a otra haciendo variar su intensidad. Empero, en
la cualidad –vivenciada en su desprendimiento-, el afecto es incólume, y puede servirnos para
reconstruir alguna representación subrogante hasta llegar a la original. Respecto al trabajo
onírico, en relación con los afectos, Freud sentencia que “(…) le es permitido desatar la
ocasión del afecto de sus conexiones en el interior de los pensamientos oníricos e insertarla
dentro del contenido del sueño en cualquier otra parte.” (p. 463). Algo análogo ocurre en
algunas psiconeurosis, donde se confunde a la representación subrogante, que lleva atado el
afecto de angustia, y se le atribuye a ese sustituto el discurrir de displacer y no al afecto
anudado –podemos verlo en la neurosis obsesiva cuando se culpa a una cosa minúscula de
causar un daño psíquico de gran intensidad-.

Respecto al rasgo llamativo en los neuróticos en relación con el afecto, Freud (1900)
adelanta algo que luego será tema de examen en textos posteriores, a saber: “(…) ocasiones
susceptibles de afecto tienen un efecto cualitativamente justificado pero que en lo
cuantitativo rebasa la medida. El exceso proviene de fuentes de afecto que permanecieron
inconcientes, sofocadas hasta entonces, que pueden establecer una conexión asociativa con
la ocasión real” (p. 476). Al establecer conexión asociativa con una ocasión real –que, ahora,
debemos entender como la oportunidad de una formación sustitutiva susceptible de
conciencia-, es posible traspasar la sólida censura entre los sistemas Icc y Prcc-Cc, que logra
facilitar el paso para desprender el afecto. Hemos de entender a la facilitación como un canal
que permite una pequeña abertura hacia el Prcc-Cc a través de la representación sustitutiva,
que estará, además, en enlace con la representación original. Así, pensemos en la
representación sustitutiva como el agujero de una olla a presión por donde discurre todo el
vapor que en el interior se genera, y sin ello, simplemente se produciría un derrame de todo
el contenido hacia fuera. No olvidemos tampoco que estamos aquí hablando de afecto
inconciente, vale decir, que experimentó la represión y está mantenido en el sistema Icc sin
desplegarse, esperando anudarse a una representación sustitutiva para devenir-conciente (ver
imagen 2).
En la imagen 2, es posible apreciar que la represión produce una escisión en la moción
–pulsional-, tomando como ejemplo una represión donde tanto el afecto como la represión
fueron esforzados hacia lo inconciente –por ende, hablaríamos de una represión lograda-.
Empero, al encontrar una representación sustitutiva que entra en nexo con el afecto reprimido
–y por ende, sentido como angustia-, se produce una asociación con la representación
original12 que, al cancelar el proceso de la represión por medio del trabajo analítico, puede
enderezarse como la representación original a la cual se debe atribuir el afecto desprendido
ahora anudado a la representación sustitutiva.

Imagen 2.

Ahora bien, nos falta añadir otro principio para entender el juego de fuerzas en el
aparato anímico que remite a términos económicos, a saber, el principio «placer-displacer».
Sobre este, diremos que se trata de una especie de «contrapeso», donde se exige que, para ser
tolerado un desprendimiento de displacer en el devenir-conciente, la diferencia entre el placer

12Es preciso aclara que «P» es percepción; «R.O.» es representación original,


entendiéndola como la que fue reprimida; «R.S.» es representación sustitutiva y «M»
motilidad, que debió haberse realizado en una flecha como el arco reflejo lo exige pero se
debe entender como el paso hacia, no la motilidad en sí misma.
obtenido y el displacer debe ser mayor a favor del primero13. Un ejemplo de esto lo propone
Freud (1905a) en “El chiste y su relación con lo inconciente”, donde examina el chiste
tendencioso: Antes de entrar en el chiste tendencioso, es preciso imaginar una moción que
busca desprender placer, pero, por otro lado, una aspiración que inhibe tal moción –de la
cual, se desprende, es más intensa que la placentera-. Empero, si una tercera moción se uniese
para el desprendimiento de displacer y se apuntara a la primera, por sumación sería más
intensa que la sofocadora, por lo que podría devenir-conciente en términos económicos. Así,
Freud pone el ejemplo de la aspiración a insultar, donde se contrapone el sentimiento del
decoro que desprendería un displacer después de llevado a cabo el insulto. Sin embargo, la
tercera moción de la que hablamos sería representada por el chiste, que prestaría su
desprendimiento de placer –desde el inconciente- al insulto, produciendo una ganancia de
placer mayor a la del displacer desde fuentes no estorbadas por la sofocación –puede pensarse
como una investidura prestada desde lo inconciente-. Ocurre algo así en el chiste tendencioso,
donde “(…) la tendencia sofocada puede cobrar, por el valimiento del placer de chiste, la
fortaleza que le permita vencer a la inhibición, de otro modo más fuerte que ella. Se insulta
porque así se posibilita el chiste.” Y agrega, en cuanto a que se consigue un mayor placer de
esta manera “Y siendo más grande que el placer del chiste, […] la tendencia hasta entonces
sofocada pudo abrirse paso sin mengua alguna. Bajo tales circunstancias, se reirá de la
manera más copiosa con el chiste tendencioso.” (p. 130-1). Finalicemos aclarando, como lo
hicimos antes, que no hay afecto inconciente, pero sí puede estar allí topográficamente y sin
desplegarse por influjo de la represión, pero no queda como formación real a diferencia de la
representación. Por último, indicar que en el apartado sobre la represión –punto f- se
examinarán los tres destinos que puede experimentar el monto de afecto.

13De una manera bastante burda, imaginémoslo en números: 3P (placer) y 2D (displacer)


son desprendidos al tolerar, por ejemplo, un chiste. Según la regulación placer-displacer,
podrá ser tolerado el devenir-conciente, pues la diferencia del primero con el segundo
implica una ganancia más que una pérdida. Algo similar sucede con el dolor cuando está
teñido de erotismo como suele practicarse en el coito.
b. La libido.

Toca ahora tratar a la libido, concepto fundamental en términos económicos en el


edificio freudiano. En el ensayo número tres de “Tres ensayos de teoría sexual”, Freud
(1905b) dedica un pequeño apartado para contribuir a esclarecer la teoría de la libido. Pues
bien, nos ceñiremos en un comienzo a tal apartado para poder esbozar a la libido, como
también tocaremos otros textos donde evoluciona su trato con esta. Pues bien, partiremos
diciendo que Freud, a través de C. G. Jung, concluye que “(…) se disuelve el concepto de la
libido haciéndolo coincidir con el de una fuerza pulsional psíquica en general.” (p. 199). Sin
embargo, ahora dirigiremos el examen hacia dos clases de libido distinguidas por él, a saber:
la libido de objeto y la libido sexual. Pero, antes de entrar en ambas consideraciones,
hablaremos de la libido en general.

Freud (1905b) establece al concepto de libido como “(…) una fuerza susceptible de
variaciones cuantitativas, que podría medir procesos y trasposiciones en el ámbito de la
excitación sexual. […] la diferenciamos de la energía que ha de suponerse en la base de los
procesos anímicos en general” (p. 198). Tenemos, por lo tanto, dos cosas a las que atender
en esta cita: La libido sería una fuerza medible, por ende, cuantitativa, y se diferencia de la
energía de los procesos anímicos, la cual identificamos en el apartado anterior como afecto
o monto de afecto. En cuanto a su fuente, Freud concluye que no es exclusiva únicamente de
los genitales, sino de todos los órganos del cuerpo.14 En cuanto cantidad o magnitud, la libido
puede ser producida, aumentada, disminuida, desplazada o distribuida, y su destino será
fundamental para entender las psiconeurosis así como los fenómenos psicosexuales.

Pues bien, caracterizada la libido, habrá que examinar ahora la distinción entre libido
de objeto y libido yoica. Para esto, iniciaremos con algunos agregados que Freud (1905b)
hizo a “Tres ensayos de teoría sexual”, y un examen más profundo a través de lo tratado en
el texto “Introducción al narcisismo” de 1914.

14Cuando trabajemos el concepto de pulsión, sabremos que su fuente es un órgano, y ya


sabemos que el concepto de libido coincide con el de fuerza pulsional psíquica.
En tres ensayos, Freud (1905b) señala que la subrogación de un quantum –cantidad- de
libido debe de llamársele libido yoica. Resulta un poco confusa tal sentencia, pero en ese
momento también para el psicoanálisis resultaba enigmática esa libido yoica. Respecto a la
libido yoica, Freud propone que sólo “(…) se vuelve cómodamente accesible al estudio
analítico cuando ha encontrado empleo psíquico en la investidura de objetos sexuales, vale
decir, cuando se ha convertido en libido de objeto.” (p. 198). Tenemos, pues, que la libido de
objeto es la conversión de la libido yoica, por lo que debemos suponer a esta última como
anterior a la de objeto. Además, indicar que no se puede conocer a la libido yoica salvo invista
objetos es signo de que se haya en una especie de sistema cerrado, donde no es posible
observar analíticamente sus usos salvo cuando inviste un objeto. Cabe aclarar, respecto al
objeto, que no se habla de objeto en el sentido empírico –como lo sería una mesa ante el ojo
de alguien que esté frente a ella-, sino, se habla de objeto en tanto es una representación
psíquica, vale decir, como representación en el aparato psíquico.

Como bien se introdujo la libido de objeto, toca ahora descomponer algunas de sus
características. Freud (1905b) señala, a partir de la observación de las funciones de la libido
de objeto, que a esta la vemos “(…) concentrarse en objetos, fijarse a ellos o bien
abandonarlos, pasar de unos a otros y […] guiar el quehacer sexual del individuo, el cual
lleva a la satisfacción, […] la extinción parcial y temporaria de la libido.” (p. 198).15 Entre
los destinos de la libido quitada a los objetos, Freud menciona que se mantiene fluctuante en
estados de tensión particulares –móvil- para luego, por último, ser recogida en el interior del
yo –ligada-. Freud realiza un pequeño anticipo de lo que tratará en “Introducción al
narcisismo”, diciendo que la libido yoica es llamada también como «libido narcisista» -
opuesto de la libido de objeto-, y esta “(…) se nos aparece como el gran reservorio desde el
cual son emitidas las investiduras de objeto y al cual vuelven a replegarse” (p. 199).
Entraremos a un examen más detallado ahora a través del texto “Introducción al narcisismo”.

15Algo necesario de colegir en lo que llevamos recorrido es que existen dos estados de la
energía psíquica: móvil y ligada. Respecto a la primera, diremos que fluctúa en el aparato,
mientras la segunda se haya fijada a una representación.
Puede decirse del narcisismo que es una perversión, una meta desviada de su origen que
se dirige sobre el propio cuerpo para la ganancia de un placer. Sin embargo, Freud (1914)
dirá: “El narcisismo […] no sería una perversión, sino el complemento libidinoso del
egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación” (p. 71-2). Resulta interesante la
observación de la autoconservación16, pues introduce un elemento necesario en la historia de
la especie y no así en la contingencia individual. El narcisismo, en ese mismo sentido, habita
en todo ser vivo, es una marca característica de cada especie.

Ya desde tres ensayos, Freud (1905b) establece que la práctica sexual infantil es
esencialmente autoerótica, vale decir, se sitúa sobre el propio cuerpo. Es crucial entender
esto, pues la naturaleza infantil vendría a ser definida como perversa y polimorfa. Se entiende
por perversa que ha sido desviada de la meta de la reproducción –pues es autoerótica-, y por
polimorfa que ha de tomar múltiples formas para esta satisfacción autoerótica. 17 Pues bien,
habíamos mencionado con anterioridad que la libido de objeto y la libido yoica se
contraponen, y se tiene un mayor conocimiento de la primera que de la segunda, pero a partir
de la libido de objeto es posible conocer sobre la libido yoica. Algo que ya habíamos
anticipado pero que es preciso volver a traer a la palestra, es sobre el origen común que
mantienen ambos tipos de energía, y Freud (1914) indica que “(…) sólo con la investidura
de objeto se vuelve posible diferenciar una energía sexual, la libido, de una energía de las
pulsiones yoicas.” (p. 74). Ahora, luego de la aclaración, diremos que existe una energía
sexual, a partir de ahora libido, y otra yoica. En cuanto a la libido, al ser energía sexual
debemos desprender que es intrínseca a la pulsión sexual, mientras atribuiremos al yo la
energía yoica. Empero, esta separación surge desde la premisa de que las pulsiones sexuales
y las yoicas, en un principio unidas, están de igual modo separadas en el aparato psíquico.18

16 Cuando se utilice el término «pulsión de autoconservación» debe pensarse


inmediatamente en la pulsión yoica, que es otra forma de nombrarla.
17 En “Tres ensayos de teoría sexual” se hace un amplio examen de las denominadas

«pulsiones parciales», que son subrogados de los genitales. Estas parten de una fuente, a
saber, un órgano; tienen una meta –la satisfacción-, un objeto y esfuerzo –o demanda de
esfuerzo-. Sobre esto, se añadirá un apartado para clarificar el concepto de pulsión.
18 Es necesario establecer que las pulsiones sexuales y yoicas se encuentran en oposición,

siendo diferentes clases de energía que se relacionan de manera diferente.


En cuanto a esta unidad primordial –primordial en cuanto al tiempo-, Freud (1914)
recuerda que las pulsiones libidinosas –ante todo sexuales y ya en el tiempo que se
independizan de las yoicas- se presentan como opuestas de las yoicas; sin embargo, “(…)
ambas clases de pulsiones emergían como intereses narcisistas actuando todavía de consuno
en unión inseparable.” (p. 89). Ya había expuesto sobre un estado originario donde ambas no
se distinguían, y esto se vuelve apreciable debido al apuntalamiento por medio del cual las
pulsiones libidinosas o sexuales luego toman su fuente –órgano-, como sería el caso de la
etapa oral o la sádico-anal en la etapa pre-genital. Sobre el apuntalamiento, de manera sucinta
diremos que, en un comienzo, las pulsiones sexuales se apuntalan sobre pulsiones de
autoconservación; a partir de este apuntalamiento –o remolque-, pulsiones parciales como la
satisfacción en el «chupeteo» -apuntalado en el hambre o, mejor dicho, la lactancia del
neonato- son posibles de colegir. Más tarde, las pulsiones sexuales –ya subordinadas a los
genitales dirigidas a la reproducción- se independizarán de las pulsiones de autoconservación
o yoicas, con diversos destinos.

Para finalizar este apartado, y sentadas las bases para la comprensión de la separación
entre libido yoica y de objeto, vamos a sentar las bases para dilucidarlas de una manera más
unificada: Tenemos que la libido yoica estaba indiferenciada de la sexual en un inicio hasta
que esta última se independizó tras la subordinación de las pulsiones parciales. Además, la
libido sexual correspondería a la pulsión sexual, mientras la yoica a las de autoconservación,
donde las primeras se apuntalan en un comienzo. Hasta allí la diferencia entre libido sexual
y yoica. Por otro lado, la libido de objeto es aquella con la cual se reviste –por medio de la
investidura- el objeto19, sin embargo, esta investidura parte desde la libido yoica,
manteniendo esta última una cuota invariable al investir objetos –o, dicho de otro modo, una
investidura libidinal del yo originaria persiste pese a investir objetos y subrogarse en libido
de objetos-. De este modo, Freud (1914) dirá, por medio de una homología, que así nos
formamos” (…) la imagen de una originaria investidura libidinal del yo, cedida después a los

19No olvidemos que al hablar de objeto no hablamos de un «objeto-en-el-mundo» o


empírico, sino de su representación psíquica.
objetos; empero, considerada en su fondo, ella persiste, y es a las investiduras de objeto como
el cuerpo de una ameba a los seudópodos que emite.” (p. 73).20

20 El ejemplo de los seudópodos respeto a las amebas es en sí bastante explicativos. Se


dice de los seudópodos que son unos «falsos pies» respecto de las amebas, que utilizan
para desplazarse o alimentarse y son prolongaciones del citoplasma. En ese sentido, la
investidura originaria de libido yoica pasa a los objetos sin dejar de existir en el fondo,
logrando movilidad sin olvidar, por supuesto, que en general vuelve a replegarse al yo.
Sumado a esto, recordar que la acumulación de tensión en el yo por la estasis de la libido
yoica es sentida como displacer, uno de los motivos por los cuales el narcisismo primario
se ve constreñido a investir objetos o, dicho de otra forma, subrogar la libido yoica en
libido de objeto.
c. La atención.

La atención es una energía un tanto enigmática en el edificio freudiano, y por lo tanto,


vamos a intentar aproximarnos a esta a partir de dos trabajos: Unos pocos párrafos de “La
interpretación de los sueños” y un examen realizado en uno de los trabajos de mucho tiempo
atrás que lleva por nombre “Proyecto de psicología”.

En la interpretación de los sueños, mientras se describe la primera topología del aparato


psíquico –ver imagen 1-, Freud (1900) indica, sobre el Prcc, situado en el paso a la motilidad,
lo siguiente: “(…) los procesos habidos en él pueden alcanzar sin más demora la conciencia,
siempre que satisfagan ciertas condiciones; por ejemplo, que se alcance cierta intensidad,
cierta distribución de aquella función que recibe el nombre de «atención»” (p. 534). Ya en
este párrafo tenemos ciertos atisbos desde los cuales sostenernos, entre los cuales, se señala
que la atención es una condición para alcanzar la conciencia. Ante esto, cabe recordar que
para alcanzar la conciencia, se debe sortear primero la censura, que se interpone entre el Icc
y el Prcc-Cc. Por ende, debemos suponer que la atención estaría íntimamente relacionado
con este paso. Retomando la cita, se habla de una intensidad o distribución para caracterizar
la atención, por lo que debiésemos de concebirla como una magnitud, vale decir, de un orden
cuantitativo.

Al proseguir el examen, en otro apartado del texto retorna sobre la atención, donde
Freud (1900) entrama el que pensamientos oníricos o elevados procesos intelectuales no
devengan susceptibles de conciencia con la atención. Sobre esto, dice que el “(…) devenir-
conciente se entrama de manera íntima con la aplicación de cierta función psíquica, la
atención, que, al parecer, sólo es gastada en determinada cantidad; entonces, otras metas
quizás la desviaron de la ilación de pensamiento en cuestión.” (p. 582-3). Pues bien,
habíamos visto, en el párrafo anterior, que la atención es del orden de la cantidad, y aquí
Freud confirma esa naturaleza de la atención, pero añade que esta es móvil, e inviste desde
la Prcc-Cc, no siendo así una energía inconciente. Podemos, a partir de esto, efectuar un
pequeño resumen: La atención es una cantidad que se involucra en el devenir-conciente;
guarda relación con el paso de la censura que se busca franquear desde lo inconciente y es
móvil, pudiendo ser desviada de la ilación de los pensamiento, de lo cual podemos suponer
que guarda relación con cierto interés. Continuando el texto, Freud afirma que al no resistir
una representación la censura, la ilación de pensamientos se interrumpe, pero puede seguir
hilándose –podemos apreciar esto en el trabajo onírico- a pesar de la atención, a menos que
alcance cierta intensidad y esta se imponga sobre ella.

De esta manera, teniendo un poco de material para comenzar a dilucidar la atención, es


preciso aventurarnos para comprenderla un poco mejor: Si el interés es capaz de producir
investiduras, será preciso preguntarse cuándo va a proceder a investir. Para esto, imaginemos
que una representación con una meta en particular pugna para devenir-conciente; si el interés
conciente se ve posado sobre aquella representación, que posee cierta intensidad por encima
de la común para llamar sobre sí la atención, tendrá que realizar un examen en cuanto a los
intereses de la instancia superior –Prcc-Cc-, y si este examen es superado y se acepta, lo más
probable es que la atención invista aquella representación ya investida desde lo inconciente,
produciéndose así una sobreinvestidura, donde una representación ha sido doblemente
investida y facilita su paso, como excitación, hacia la motilidad. Este proceso no es del todo
descabellado, pues ya se ha señalado en diferentes textos que representaciones-meta que sean
conciliables –o donde coincidan intereses entre distintas instancias- entre instancias pueden
ser sobreinvestidas para facilitar su paso hacia la conciencia. Freud (1900) explica este
proceso del siguiente modo: “Nuestra opinión es que, desde una representación-meta, una
cierta magnitud de excitación que llamamos «energía de investidura» se desplaza a lo largo
de las vías asociativas seleccionadas por aquella. Una ilación de pensamiento «descuidada»
no ha recibido esa investidura” (p. 583). En cuanto a lo dilucidado anteriormente, en relación
con la cita, pueden ocurrir dos cosas: o bien la representación-meta es sofocada o
desestimada, de lo que deducimos se le arrebató la investidura; o bien, la investidura de
atención se ve interesada por esta representación-meta, la inviste, y recibe una
sobreinvestidura.

En el “Proyecto de psicología”, Freud (1950) indica sobre la atención que “(…) consiste
[…] en establecer la situación psíquica del estado de expectativa aun para percepciones que
no coinciden tampoco parcialmente con investiduras-deseo. […] ha cobrado importancia
enviar una investidura al encuentro de todas las percepciones, pues […] podrían encontrarse
las deseadas.” (p. 409-10). Resulta un poco confuso entender este párrafo, pues son ideas de
un manuscrito anterior a las publicaciones propiamente psicoanalíticas. Empero, es posible
extraer un interesante material que nos será de gran utilidad. Si de la investidura de atención
resulta un estado de expectativa, podemos conjeturar que sería una especie de «agente
vigilante» del cual dispone la conciencia. En el mismo texto, Freud se aproxima a una idea
similar, donde juega el papel de una especie de «censor energético» que irá tanteando a partir
de los intereses de la Cc. Si suponemos como útil esta intelección, nos aventuraríamos a
colegir, de la atención, que su papel en el aparato psíquico sería el de reforzar mociones que
le sean favorables a la conciencia; y si la libido sería el representante de la pulsión, la libido
yoica la representante del interés del yo, el afecto el representante de los procesos anímicos;
podríamos conjeturar que la atención sería el representante de la conciencia, el cual investiría
representaciones que se aproximen a los deseos de la instancia conciente. Respecto a esto
último, tal propuesta surge debido a que Freud indica que busca entre las representaciones
percibidas aquella deseada, de lo que se desprende la posibilidad de que la atención busque
complacer a la instancia conciente invistiendo representaciones entorno a su interés.

Hasta acá el examen de la atención. De manera sucinta atravesamos por tres tipos
diferentes de energía psíquica, donde esta última resulta de difícil acceso debido a la escasez
de material para su estudio. Sin embargo, se pudo colegir alguna posibilidad en cuanto a esta,
pero, quizás, las hipótesis queden desvanecidas ante el posterior desarrollo del edificio
psicoanalítico mediante la praxis clínica, que ha tenido diferentes cambios a lo largo de toda
la obra de Freud, y ni hablar de los posfreudianos.

d. Conclusiones en cuanto al afecto, la libido y la atención.

Ha sido un difícil recorrido por las energías que circulan por el aparato psíquico. Las
energías, como señalamos, responden a un orden cuantitativo que puede experimentar un
incremento o una disminución así como desplazamiento, entre otros, y circulan por el aparato
en un estado que se denomina como «móvil», mientras, cuando están unidas a las
representaciones, se les considera como «ligadas». Dijimos sobre el afecto que se encuentra
en la base de los procesos anímicos; sobre la libido que está relacionada con la energía sexual
–en la yoica, podríamos concluir, de tipo homosexual- y sobre la atención, conjeturamos,
dijimos que estaba ligada a la conciencia.

Quedan aún distintos cambios que en la teoría han sido modificados por la práctica,
pero nos ceñimos hasta aquí hasta el período del texto “Lo inconciente”, por lo que no
tomamos en cuenta escritos posteriores a esta fecha. Las consideraciones, en general, fueron
realizadas de un modo sucinto y más bien descriptivo, por lo que un examen más riguroso
podría realizarse recorriendo los textos que la literatura psicoanalítica nos ofrece para
comprender las energías como las investiduras. Ahora bien, en el próximo apartado, sobre la
pulsión, quizás podrá quedarnos un poco más claro cómo se ponen en movimiento algunos
tipos de energía que allí trataremos. Finalmente, volver a recordar que el afecto se encuentra
ligado a una representación, salvo experimente el proceso de la represión, que lo desliga de
su representación original y puede deparar distintos destinos a la energía en cuestión.
e. La pulsión.

Nos acercaremos al concepto de pulsión desde el texto “Pulsiones y destinos de


pulsión”, lo cual nos permite estar al tanto de los desarrollos y cambios que experimentó el
concepto desde los tres ensayos. La pulsión es un concepto importante en la teoría
psicoanalítica; si el estímulo, para la biología, viene desde afuera, la pulsión, dice Freud
(1915a) proviene desde el interior del organismo, no desde el exterior. Se parte, entonces,
indicando que la pulsión es un estímulo psíquico, elemento que difiere completamente del
estímulo exterior que se descarga por un movimiento directo del arco reflejo, de golpe. Sobre
la pulsión, Freud dirá “(…) no actúa como una fuerza de choque momentánea, sino siempre
como una fuerza constante. […] no ataca desde fuera, sino desde el interior del cuerpo, una
huida de nada puede valer contra ella.” (p.114).

Desprendido ahora el concepto de pulsión respecto del estímulo, habrá entonces que
dilucidar el contenido que tiene el concepto. Sobre la pulsión, Freud (1915a) dice: “Será
mejor que llamemos «necesidad» al estímulo pulsional; lo que cancela esta necesidad es la
«satisfacción». Esta sólo puede alcanzarse mediante una modificación, apropiada a la meta
(adecuada), de la fuente interior del estímulo.” (p. 114). Sobre esta necesidad pulsional, es
tajante destacando que tiene un carácter de esfuerzo {Drang} constante. Así, cabría
posicionar dos clases de estímulo, a modo de síntesis, en el propio cuerpo: los externos,
nombrados como estímulos que obtienen descarga por el arco reflejo en la huida; y los
internos, que son las necesidades pulsionales con las características antes mencionadas. Con
el fin de sintetizar lo anteriormente dicho, Freud concluye: “(…) primero hallamos la esencia
de la pulsión en sus caracteres principales, a saber, su proveniencia de fuentes de estímulos
situadas en el interior del organismo y su emergencia como fuerza constante.” Y agrega “(…)
de ahí derivamos uno de sus ulteriores caracteres, que es su incoercibilidad por acciones
huida. […] Es de naturaleza biológica, trabaja con el concepto de tendencia (eventualmente,
el de la condición de adecuado a fines)” (p. 115).

En un aspecto biológico, Freud (1915a) nos dice que la pulsión es un concepto


fronterizo entre lo anímico y lo somático, de lo cual, debemos plantearnos entonces que es
”(…) un representante psíquico de los estímulos que provienen del interior del cuerpo y
alcanzan el alma, […] una medida de exigencia de trabajo que es impuesta a lo anímico a
consecuencia de su trabazón con lo corporal.” (p. 117). Es fundamental entender este párrafo,
por lo que lo someteremos al trabajo de análisis descomponiéndolo. Primero, destacar que
un concepto fronterizo implica siempre un límite, no bien trazado, entre ambos, anímico y
somático, que será la naturaleza del a pulsión. Luego, que la pulsión es un representante, cosa
que resulta fundamental. Entender que la pulsión es un representante se vuelve más fácil si
se piensa en una medida: la medida no es en sí la distancia u otra medición entre dos cuerpos,
sino, el concepto que inmediatamente refiere a la distancia, es el representante de estos. De
este modo, la pulsión es un representante de los estímulos corporales que llegan a lo anímico
–pues parten en el interior del cuerpo, en el órgano-, caracterizando así su naturaleza
fronteriza. Finalmente, es importante destacar que es una medida de exigencia de trabajo,
cosa impuesta a lo anímico como resultado de su trabazón –palabra que tiene una connotación
violenta, cosa que no creo casual- con lo corporal.

Pues bien, ahora toca examinar las conexiones anudadas al concepto de pulsión, donde
Freud (1915a) ubica cuatro: esfuerzo, meta, objeto, fuente. Primero, sobre el esfuerzo
{Drang} “(…) se entiende su factor motor, la suma de fuerza o medida de exigencia de
trabajo que ella representa {repräsentieren}. Ese carácter esforzante es una propiedad
universal de las pulsiones, y aun su esencia misma.” (p. 117). Entonces, comprenderemos
que el esfuerzo de la pulsión es una fuerza motora, que es identificable como una exigencia
que, como dijimos, la pulsión representa –en el sentido antes expresado-. En segundo lugar,
la meta {Ziel} de una pulsión “(…) es en todos los casos la satisfacción que sólo puede
alcanzarse cancelando el estado de estimulación en la fuente de la pulsión.” (p. 118). Sobre
esto, Freud insiste en que las metas son invariables, pero lo que sí puede variar es el camino
que lleve a la satisfacción, diciendo que “(…) los caminos que llevan a ella pueden ser
diversos, de suerte que para una pulsión se presenten múltiples metas más próximas o
intermediarias, que se combinan entre sí o se permutan unas por otras.” (p. 118). Sobre
algunos tipos de pulsiones como las de meta inhibida, Freud dice que estas tienen un pequeño
trecho de satisfacción pulsional, experimentando luego una desviación. Empero, también
tienen asociada cierta satisfacción parcial.
En tercer lugar, el objeto {Objekt} de la pulsión, sobre el cual, dice Freud (1915a) que
“(…) es aquello en o por lo cual puede alcanzar su meta. Es lo más variable en la pulsión; no
está enlazado originariamente con ella, sino que se le coordina sólo a consecuencia de su
aptitud para posibilitar la satisfacción.” (p. 118). Es claro el objeto en este sentido, y puede
ser tanto ajeno como parte del propio cuerpo –las zonas erógenas, por ejemplo-. Sobre los
cursos que puede experimentar la pulsión, Freud menciona lo siguiente: “En el curso de los
destinos vitales de la pulsión puede sufrir un número cualquiera de cambios de vía
{Wechsel}; […] Puede ocurrir que el mismo objeto sirva simultáneamente a la satisfacción
de varias pulsiones” (p. 118). En cuanto al caso de que el mismo objeto esté involucrado en
la satisfacción de distintas pulsiones, Freud atribuye a Adler21 lo que llamó como
«entrelazamiento de pulsiones». Ahora bien, Freud dice que, cuando hay un lazo íntimo entre
pulsión y objeto, es cuando se habla de fijación de aquella, agregando que “Suele consumarse
en períodos muy tempranos del desarrollo pulsional y pone término a la movilidad de la
pulsión contrariando con intensidad su desasimiento.” (p. 118) En el caso de la movilidad, y
como una especie de resumen, hay dos clases de energía que fluctúa, a saber, la libre y la
ligada. Pensar en la energía, materia que la física se ha dedicado a estudiar, no es concebible
si se la piensa estática; por el contrario, está en una permanente fluctuación a no ser, en
nuestro caso, que se halle ligada. Cuando Freud menciona la fijación, justamente habla de
energía ligada –que no tiene movilidad- en una permanente lucha por mantenerse sujeta al
objeto.22

Finalmente, sobre la fuente {Quelle} de la pulsión, Freud comprende “(…) aquel


proceso somático, interior a un órgano o a una parte del cuerpo, cuyo estímulo es
representado {repräsentiert} en la vida anímica por la pulsión.” (p. 118). Ya habíamos
anticipado algo sobre la fuente de la pulsión, diciendo que partía de un órgano. Pero acá
Freud lo extiende diciendo que puede ser de un órgano o una parte del cuerpo –zonas

21 En el texto se Freud atribuye el concepto de entrelazamiento de pulsiones a Adler, que


luego se separó del movimiento analítico (Una apreciación de los motivos está en
“Contribución a la historia del movimiento psicoanalítico).
22 Volveremos sobre esto en el siguiente apartado, al examinar el mecanismo de la

represión.
erógenas, por ejemplo-. Para identificar la fuente, Freud dice que sólo pueden inferirse “(…)
retrospectivamente con certeza las fuentes de la pulsión a partir de sus metas.” y, sobre las
cualidades pulsionales, agrega “(…) todas las pulsiones son cualitativamente de la misma
índole, y deben su efecto sólo a las magnitudes de excitación que conducen o, quizás, aun a
ciertas funciones de esa cantidad.” (p. 119). Ya hablamos lo suficiente sobre qué ocurre ante
la acumulación o descarga de energía. Pues bien, Freud finaliza sobre la fuente diciendo: “Lo
que distingue entre sí a las operaciones psíquicas que proceden de las diferentes pulsiones
puede reconducirse a la diversidad de las fuentes pulsionales.” (p. 119).

Para finalizar el examen de la pulsión, faltaría agregar la distinción que Freud (1915a)
traza entre las pulsiones sexuales y las yoicas o de autoconservación. Avanzando en el tema
de las pulsiones, Freud especifica dos grandes grupos primordiales, a saber, pulsiones yoicas
o de autoconservación y las pulsiones sexuales. Sobre las segundas, de las que Freud dice
tener un amplio conocimiento en detraimiento de las primeras, se caracterizarán como: “(…)
numerosas, brotan desde múltiples fuentes orgánicas, […] actúan con independencia unas de
otras y sólo después se reúnen en una síntesis más o menos acabada. La meta a que aspira
cada una de ellas es el logro del placer de órgano” y agrega “sólo tras haber alcanzado una
síntesis cumplida entran al servicio de la función de reproducción en cuyo carácter se las
reconoce comúnmente como pulsiones sexuales.” (p. 121). Sobre lo último tuvimos ya
conocimiento con anterioridad, cuando las pulsiones parciales –en el camino normal- se
someten a los genitales para lograr la reproducción. Además, recordar que su primera
aparición resultaba en el apuntalamiento de pulsiones de conservación –alimentación,
excreción, entre otros- de las que van desasiéndose poco a poco. En el caso del hallazgo del
objeto, indica que siguen caminos que las pulsiones yoicas le indican –como si creara surcos-
. Continúa arguyendo, sobre la relación pulsión sexual-yoica: “Una parte de ellas continúan
asociadas toda la vida a estas últimas, a las cuales proveen de componentes libidinosos que
pasan fácilmente inadvertidos durante la función normal y sólo salen a la luz cuando
sobreviene la enfermedad.” y, además, pueden cambiar de vía habilitando “(…) operaciones
muy alejadas de sus acciones-meta originarias (sublimación).” (p. 121). Hasta aquí el
examen, grosso modo, de la pulsión.
f. La represión.
Vamos a iniciar el examen del mecanismo de la represión a través de uno de los trabajos
metapsicológicos de Freud (1915b), a saber, del texto “La represión”. En un primer momento,
es preciso entender las condiciones de la represión como el destino de una moción pulsional
que choca con resistencias que buscan hacerla inoperante. Esta primera aproximación es lo
que se conocerá como estado de la represión, estado en que entra la moción anteriormente
mencionada. Habíamos conocido en “Pulsión y destinos de pulsión” que no se puede huir de
una pulsión, pues es interna, a diferencia del estímulo, que es propiamente externo. Así,
existen dos momentos de los cuales la represión será una etapa intermedia, a saber: la
desestimación por el juicio23, que tiene un lugar más adelantado en el tiempo, y la huida, que
sería lo más primitivo en la especie y se aprecia en el instinto animal.

Freud (1915b) comienza inquiriendo sobre cuándo actúa la represión. Es una pregunta
complicada, pues requiere no desvariar en su respuesta. De modo sucinto, convendremos en
que actúa cuando la meta pulsional depara displacer, quedando en duda si es que puede
ocurrir que una pulsión depare displacer cuando su meta es la satisfacción. Pues bien, Freud
contesta la duda diciendo que (…) la satisfacción de la pulsión sometida a la represión sería
sin duda posible y siempre placentera en sí misma, pero sería inconciliable con otras
exigencias y designios. Por tanto, produciría placer en un lugar y displacer en otro.” (p. 142).
De este modo, la fórmula quedaría en un principio económico, donde la condición de
represión recae cuando la diferencia entre la ganancia de placer y displacer es contraria al
principio del placer, vale decir, si el monto de displacer es más grande que el placer obtenido.
Antes de proseguir con este examen, será preciso introducir a la represión primordial.

23 O juicio adverso. Un caso semejante se puede apreciar en el libro “El chiste y su


relación con lo inconciente” compilado en el Tomo VIII. A través del humor, que compara
con la defensa y la represión, propone que “(…) el humor puede concebirse como la más
elevada de esas operaciones defensivas. Desdeña sustraer de la atención conciente el
contenido de representación enlazado con el afecto penoso […] «Yo soy demasiado
grande para que esas ocasiones puedan afectarme de manera penosa» (Freud, 1905a, p.
221). Algo análogo ocurre con la desestimación por el juicio, que es más elevado como
recurso que la represión.
La represión primordial, como puede pensarse, no parte desde el inicio en la vida del
sujeto –su primera infancia propiamente tal-, sino, requiere una nítida separación entre la
actividad conciente y la inconciente –y, remontándonos a “Introducción al narcisismo”,
sabemos que el yo es algo que se desarrolla, cosa que Freud destacó como una premisa
fundamental-. Como esencia de la represión, Freud (1915b) nos dice que consiste en
mantener algo alejado de la conciencia, rechazar ese algo. En ese sentido, ya es posible
hacernos la idea de un esfuerzo constante que la represión debe efectuar, pues debe
«mantener» algo alejado, no es un proceso agotable en un simple movimiento. En un regreso
hacia lo tratado en “Pulsiones y destino de pulsión”, Freud indica, respecto a que la
concepción de la represión se complementa con un supuesto, lo siguiente: “(…) antes de esa
etapa de la organización del alma los otros destinos de pulsión, como la mudanza hacia lo
contrario y la vuelta hacia la persona propia, tenían a su exclusivo cargo […] la defensa
contra las mociones pulsionales.” (p. 142). Ahora bien, tras esto, Freud se encuentra en la
encrucijada de notar que represión e inconciente son correlativos24, tema al cual volveremos
a tocar en nuestro retorno al texto “Lo inconciente”.

Al continuar el tema de la represión primordial, un poco más contextualizado, Freud


(1915b) la supone como “(…) una primera fase de la represión que consiste en que a la
agencia representante {Representanz} psíquica (agencia representante-representación) de la
pulsión se le deniega la admisión en lo conciente. Así se establece una fijación” (p. 143).
Ahora bien, toca entrar en un tema que puede resultar un poco confuso, que referiría a lo que
toca la representación y lo denominado, ya desde los inicios de la teoría freudiana, como
monto de afecto. Por agencia representante-representación de pulsión, Freud entiende “(…)
por aquella a una representación o grupo de representaciones investidas desde la pulsión con
un determinado monto de energía psíquica (libido, interés).” (p. 147).25 Tendríamos, por un

24 Algo imprescindible a tener en cuenta sobre la represión es que todo lo reprimido es


inconciente, mas no todo lo inconciente es reprimido. Este saber ha de ser fundamental
en todo el edificio psicoanalítico.
25 No introdujimos al interés en el tema de las pulsiones yoicas ni en el trato de la libido

yoica, pues no hay mucha información disponible salvo algunos usos indistintos y no muy
definidos –esbozos- que Freud realiza hasta el momento de los trabajos de
metapsicología. Es posible que más tarde aparezca más consolidado.
lado, un grupo de representaciones que sería la representación de la que se denominó como
«agencia-representante» de la pulsión; por otro, al descomponer algo que concebimos como
unitario, lo que representa {räpresentieren} a la pulsión. Respecto a lo que representa a la
pulsión, Freud adopta un nombre que viene trabajando desde hace mucho, a saber, el de
monto de afecto {Affektbetrag}. Pues bien, tenemos dos componentes de la agencia
representante-representación de la pulsión: la representación {Vorstellung} y, junto a ella,
ese algo que representa {räpresentieren}, o monto de afecto.

En cuanto a la fijación que la agencia representante sufre en la represión primordial, ya


en “La interpretación de los sueños” se nos hablaba de unas huellas mnémicas alojadas lo
más cerca del punto «P» -ver imagen 1-, donde ejercían una fuerza de atracción como si de
una centrífuga se tratase. Así, esta fijación persiste inmutable como huella mnémica –que
también fue nombrado como el núcleo patógeno en “Estudios sobre la histeria” junto a
Breuer, o puede verse en el ombligo del sueño en “La interpretación de los sueños-, y la
pulsión continúa ligada a ella. Volveremos sobre este tema más adelante, pues merece un
trato especial que se logrará dilucidar de manera más fácil en lo que resta del texto “Lo
inconciente”. Respecto al monto de afecto en específico, Freud (1915b) advierte:
“corresponde a la pulsión en la medida en que esta se ha desasido de la representación y
encontrado una expresión proporcionada a su cantidad en procesos que devienen registrables
para la sensación como afectos.” (p. 147).

Ahora bien, entraremos de una segunda etapa de la represión, de la cual, Freud (1915b)
nos dice que es la que recae “(…) sobre los retoños psíquicos de la agencia representante
reprimida o sobre unos itinerarios de pensamiento que, procedentes de alguna otra parte, han
entrado en vínculo asociativo con ella.” (p. 143). Esta segunda etapa, que actúa sobre los
retoños e itinerarios de pensamiento con vínculo asociativo, da como resultado el mismo
destino que se aprecia en la represión primordial, vale decir, la fijación en un lugar
topográficamente más atrás –en lo inconciente-. De este modo, Freud dice que puede llamarse
a esta segunda etapa como un esfuerzo de dar caza, pero no debe cometerse en el error de
creer que la represión tiene como fin únicamente la repulsión. Como ya habíamos anticipado
también, la atracción que ejerce lo reprimido primordial es importante sobre aquello que
puede entrar en vínculo asociativo, y señala: “Probablemente, la tendencia a la represión no
alcanzaría su propósito si estas fuerzas {atracción y repulsión} no cooperasen, si no existiese
algo reprimido desde antes, presto a recoger lo repelido por lo conciente.” (p. 143).

Con lo expuesto hasta ahora, podemos aventurarnos a modificar un poco la primera


topografía que Freud (1900) expuso en “La interpretación de los sueño”, añadiendo alguno
de los procesos que se han ido desarrollando en lo que llevamos estudiado. De esta manera,
vamos a incluir, como simple exposición visual, la forma regrediente que se aprecia en el
trabajo onírico, pero es bastante burda y únicamente debe tomarse en tanto contraposición
con la progrediente, que va en dirección hacia la motilidad como una excitación que recorre
el aparato. En cuanto a las huellas mnémicas, hemos adoptado la abreviación «H’m»,
mientras los puntos señalan una cantidad no determinable de huellas mnémicas que se
encuentran fijadas en el sistema Icc. Así, la topografía quedaría de la siguiente manera:

(Imagen 3)

Pues bien, ya clarificados algunos asuntos relevantes, pasaremos a cuestionar qué


ocurre con la parte cuantitativa del representante de la pulsión, donde podemos apreciar al
afecto, la libido y el interés, que serán agrupados en el concepto de «monto de afecto»,
encargado de la investidura energética. Recordar, antes de entrar en el tema del monto de
afecto, que la representación experimenta el destino de represión y queda coartada de la
conciencia, en caso de que sea inconciente, o desalojada hacia lo inconciente, pues sabemos
ya que el término «Verdrängung» [esfuerzo de desalojo] es con lo cual Freud (1915b)
designó a la represión. Toca ahora examinar los tres destinos que Freud designa, bajo influjo
de la represión, al monto de afecto: “La pulsión es sofocada por completo, de suerte que nada
se descubre de ella, o sale a la luz como un afecto coloreado cualitativamente de algún modo,
o se muda en angustia.” y agrega, sobre las dos últimas posibilidades elucidadas que, nos
ponen “(…) frente a la tarea de discernir como un nuevo destino de pulsión la trasposición
de las energías psíquicas de las pulsiones en afectos y, muy particularmente, en angustia.”
(p. 148). Recordemos que, con anterioridad, habíamos determinado el éxito de una represión
en su capacidad de evitar el displacer o la angustia, pues su principal labor consiste en evitar
el desprendimiento de displacer, que se desprende, si se reflexiona, del principio de placer.

Hasta aquí el examen de la represión. Volveremos a tocarla en relación con el


inconciente en lo que continúa, pero con un material más rico en conexión con lo avanzado
por Freud en el texto “Lo inconciente”, que es el que hemos tratado antes de esta pequeña
serie de apartados para clarificar algunos conceptos que pueden resultar confusos. Por lo
tanto, sigue ahora el trabajo de profundizar y dinamizar los procesos que hemos estudiado
por separado, pero no olvidando de que aún estamos en un período en la literatura freudiana
donde los conceptos van cambiando y no se encuentran establecidos completamente.
IV. Lo inconciente y profundizaciones de los trabajos de
metapsicología anteriores.

a. La represión, contrainvestidura y casos clínicos actualizados.

De regreso en el tema de lo inconciente, toca examinar los avances que Freud (1915c)
ha establecido sobre el mecanismo de la represión en lo que toca a su tópica y dinámica. Ya
vimos que por tópica entendemos su lugar, vale decir, en dónde actúa la represión; y por
dinámica, hemos de entender su proceso, o cómo esta funciona y se relaciona entendiendo su
causalidad, modos de acción, lugares donde actúa, entre otros. En cuanto a la tópica, Freud
nos advierte que se produce, esencialmente, sobre las representaciones en la frontera del Icc
con el sistema Prcc-Cc. Si nos remitimos a la imagen 3, podemos apreciar con una línea roja
a la primera censura, la cual, sería ese lugar fronterizo entre los sistemas mencionados. Así,
debemos representarnos a la represión hasta ese punto, pero Freud no dice que
exclusivamente se centre allí, sino que, nos plantea que es en esencia donde allí se sitúa.

En cuanto a la dinámica, Freud (1915c) va a decir que la represión es un proceso que


trata de una sustracción de investidura. Formularemos una interrogante a responder continuar
el examen: ¿En qué sistema se realiza esta sustracción de investidura y a qué sistema
pertenece la investidura sustraída? Daremos un rodeo para responder esta pregunta. Como
nos señaló Freud (1915b) en “La represión”, la “(…) represión no impide a la agencia
representante de pulsión seguir existiendo en lo inconciente, continuar organizándose, formar
retoños y anudar conexiones. […] Prolifera, por así decir, en las sombras y encuentra formas
extremas de expresión” (p. 144). Además, sabemos a estas alturas que la representación
reprimida sigue teniendo acción en el Icc, de lo que se colige que tiene que haber conservado
su investidura. ¿Qué ha sido sustraído entonces? Freud va a contestar esta pregunta por medio
del ejemplo de la represión propiamente dicha o secundaria.26 Teniendo en cuenta que la

26La cual planteamos como «esfuerzo de dar caza». Nos faltó, por lo demás, decir que
esta represión se ubica topográficamente sobre las representaciones Prcc o Cc,
desalojando y esforzando hacia el Icc. En la imagen 3 se aprecia con una línea que se sitúa
antes de la segunda censura, que Freud sitúa entre el devenir-conciente y la primera
censura, que es la más fuerte.
represión secundaria se ejerce sobre la representación preconciente o conciente27, concluye
que, entonces “(…) la represión sólo puede consistir en que a la representación se le sustraiga
la investidura (pre) conciente que pertenece al sistema Prcc. La representación queda
entonces desinvestida, o recibe investidura del Icc, o conserva la investidura Icc que ya
tenía.” (1915c, p. 177). Una cosa ocurre en la represión y dos son posibles, a saber: Ocurre
que a la representación le es sustraída su investidura preconciente, y puede ocurrir que reciba
investidura inconciente o mantenga la que tenía antes.

Pues bien, de lo anterior es posible deducir que recaería sobre el estado de la


representación, vale decir, su investidura, la permanencia en un sistema u otro. Con
anterioridad, hablamos de un supuesto tópico –cambio en la trascripción como condición de
movilidad entre instancias con subsistencia en cada una mediante la trascripción acorde a la
instancia- y uno funcional –cambio de estado-, seleccionando Freud (1915c) el primero por
la comodidad que ofrecía. Empero, con lo elucidado hasta ahora, será preciso girar hacia el
segundo, y sentenciar que el paso de lo inconciente a su sistema contiguo –el Prcc-Cc-, sería
realizado por la mudanza en la investidura. En cuanto a esa mudanza, sería condición de paso
a ser susceptible de conciencia el poseer una investidura preconciente, o estar sobreinvestido
desde los sistemas Icc y Prcc-Cc. Queda un cabo suelto que Freud dilucida, a saber, por qué
la representación que mantiene su investidura inconciente no se empeñaría en penetrar el
sistema Prcc, donde ocurriría un proceso infinito de sustracción de investidura –ahora
identificada como libido28-. Ante esto, dos consideraciones nos han de ser útiles para pasar a
un segundo proceso a introducir: La sustracción de la investidura inconciente, luego de
sustraída la investidura preconciente, no daría como resultado la represión. Por otro lado, la
sustracción de investidura preconciente no funcionaría con la represión primordial, ya que,
al esforzar su paso a lo Prcc-Cc tal representación inconciente, no habría investidura Prcc
que sustraer, pues nunca fue investida por el Prcc.

27 No olvidar que cuando utilizamos la palabra conciente, preconciente o inconciente en


relación a una representación o afecto estamos diciendo de que pertenece a tal sistema,
vale decir, se ubica allí topográficamente.
28 Freud acá sitúa a la sustracción de investidura como un proceso de sustracción de

libido, por lo que volveremos sobre el empleo de la libido en el mismo texto.


El segundo proceso necesario sería, grosso modo, una especie de complemento de la
represión.29 Vimos que la represión secundaria desaloja del sistema Prcc-Cc, y que la
primaria fija en lo inconciente y atrae hacia él; el segundo proceso, que Freud (1915c) llama
«contrainvestidura», se encargará, en la represión secundaria, de mantener la represión; y en
la represión primordial, cuidar de su producción y permanencia en el sistema Icc. En cuanto
a la contrainvestidura, Freud la halla en el supuesto de que, mediante ella, el “(…) sistema
Prcc se protege contra el asedio de la representación inconciente.” (p. 178). Ubicaremos, por
lo tanto, a la contrainvestidura en el Prcc. Ahora bien, habíamos dicho que la represión
primordial requería un gasto o esfuerzo constante que mantuviera eso reprimido alejado de
la conciencia –vale decir, que permanezca en el Icc-. Así, identificaremos a la
contrainvestidura como ese gasto constante de energía –o, dicho de otro modo, lo representa-
en la represión primordial, pero, obviamente, garantizando que se mantengan allí las
representaciones reprimidas. De esta manera, Freud sitúa a la contrainvestidura como el
único mecanismo de la represión primordial. En cuanto a la represión secundaria –esfuerzo
de dar caza-, nos dice que se suma “(…) la sustracción de la investidura prcc. Y es muy
posible que precisamente la investidura sustraída de la representación se aplique a la
contrainvestidura.” (p. 178). Por lo tanto, para resumir, tenemos dos formas de ver a la
contrainvestidura según los dos tipos de represión: En la represión primordial es su único
mecanismo, y garantiza la permanencia de las representaciones inconcientes en el sistema
Icc; luego, en la represión secundaria, la sustracción de la investidura preconciente se suma
a la contrainvestidura, desalojando la representación hacia lo inconciente y garantizando su
permanencia allí como mecanismo de la represión primordial.

Ya habíamos anticipado con anterioridad que Freud (1915c) examina a los procesos
psíquicos desde diversas perspectivas, y ahora sitúa a lo que nombra «metapsicología» como
una descripción de procesos psíquicos en su aspecto dinámico, tópico y económico. En
cuanto al último de estos, el económico, tendrá por fin seguir los destinos de magnitudes –la
parte cuantitativa, la energía-, y es lo que toca estudiar en cuanto a la contrainvestidura, pues
ya analizamos la parte dinámica –su modo de función- y su lugar tópico –el Prcc-. Con el fin

29No es propiamente tal un complemento, sino una especie de protector y un mecanismo


de la represión primordial, pero esto lo especificaremos a continuación.
de facilitar esto, Freud posará el análisis del proceso represivo en las tres neurosis de
trasferencia30 de las cuales se tiene más información hasta la fecha del texto.

Para iniciar, aclarar que Freud (1915c) va a sustituir investidura por libido, pues en las
neurosis de trasferencia se trata de los diversos destinos que ha de tener la pulsión sexual. En
primer lugar, toca el caso de la histeria de angustia: Surge una angustia sin motivo aparente,
de lo cual se desprende que una moción de amor inconciente demanda su paso al Prcc, desde
donde, a modo de huida, se le retira la investidura preconciente y la investidura libidinal de
la representación rechazada –la que queda, que sería la inconciente- es descargada como
angustia31. Esta sería la primera fase. La segunda fase, que evita la repetición del proceso –
como vimos en la contrainvestidura-, busca domar el desagradable desarrollo de angustia. Si
antes habíamos identificado que al retirar la investidura preconciente esta se sumaba a la
contrainvestidura, en el caso de la histeria de angustia la investidura preconciente que se ha
fugado se vuelca a una representación sustitutiva “(…) que, a su vez, por una parte se entramó
por vía asociativa con la representación rechazada y, por la otra, se sustrajo de la represión
por su distanciamiento respecto de aquella {sustituto por desplazamiento}” (p. 179).
Podemos decir, en cuanto a la representación sustitutiva, que juega el papel de una
contrainvestidura para el Prcc-Cc, y su papel en esta segunda fase será la de racionalizar la
angustia que aún no puede inhibirse junto con asegurar que la representación reprimida no
logre conquistarse paso en el devenir-conciente. Queda, por lo tanto, una representación
sustitutiva como contrainvestidura con nexo asociativo con la representación inconciente a
la cual se ha reprimido, y Freud dirá que desde ella –la representación sustitutiva- será el
lugar donde arranque el desprendimiento de displacer –que estando en el inconciente es
sentido como angustia-, pero como sabemos que ha sufrido el desplazamiento para tomar ese
lugar, diremos que se comporta como si desde allí arrancara.

30Histeria de angustia, histeria de conversión y neurosis obsesiva.


31Ya habíamos visto, en el examen de los afectos, que una investidura –ahora libido- que
era del Icc es sentida como angustia en la descarga, de lo que se puede decir que el
proceso represivo ha fracasado.
Falta aún el mecanismo por el cual, en la histeria de angustia, es inhibido el
desprendimiento de angustia, pero nos detendremos en el análisis de la observación de la
fobia de un niño, que tiene una relación importante con lo que estamos examinando. El caso
propuesto por Freud (1915c) es el de un niño con fobia a los animales, donde siente angustia
bajo dos condiciones, a saber: “la primera, cuando la moción de amor {hacia su padre}
reprimida experimenta un refuerzo; la segunda, cuando es percibido el animal angustiante.”
(p. 179). De esto, Freud concluye que la representación sustitutiva –la fobia hacia el animal
en nexo asociativo con la moción de amor hacia el padre a modo de contrainvestidura- se
comporta de dos formas. La primera, como un lugar de trasmisión desde el Icc hacia el
sistema Cc, lo cual puede ser explicado por el nexo asociativo que mantiene con la
representación original; además, como segunda forma de comportarse, funciona como una
fuente autónoma de desprendimiento de angustia, explicable también debido a que, como
vimos antes, el displacer arranca desde la representación sustitutiva –o, dicho de mejor modo,
como si arrancase desde allí-.

En cuanto a lo anteriormente dicho, Freud (1915c) agrega que la expansión del sistema
Cc, vale decir, su imperio o gobierno, suele “(…) exteriorizarse en el hecho de que el primer
modo de excitación de la representación sustitutiva retrocede cada vez más frente al segundo.
Quizás al final el niño se comporte como si no tuviera ninguna inclinación hacia el padre”
(p. 179). Cuando habla del primer modo, hace referencia al nexo asociativo que mantiene la
representación sustitutiva, que nace producto de un desplazamiento con la original –
manteniendo el nexo asociativo-. Por ende, quedaríamos con que ese nexo asociativo, al
ampliar su gobierno el sistema Cc, va haciéndose menos nítido como tal, dejando a su haber
a la representación sustitutiva ocultando el desprendimiento de angustia anudada a la original
y ahora puesta sobre la sustitutiva. Así, el niño del caso va a sentir como angustiante el
encuentro con el animal a la cual la fobia se ve anudada, pero eso no implica que esa angustia
no se encuentre alimentada desde la fuente pulsional inconciente, la cual se “(…) muestra
refractaria e hipertrófica frente a todas las influencias que parten del sistema Cc, en lo cual
deja traslucir que su origen se sitúa en el sistema Icc.” (p. 180).
Así, sabiendo que en la segunda fase la contrainvestidura del sistema Cc ha llevado a la
formación sustitutiva como mencionamos antes, faltaría colegir la continuación del proceso
represivo, que culmina en inhibir la angustia que arranca desde la formación sustitutiva. Para
esto, es preciso poner en palabras de Freud (1915c) lo que ocurre para la inhibición de la
angustia y concretar el éxito de la represión:

“Esto acontece del siguiente modo: todo el entorno asociado de la representación


sustitutiva es investido con una intensidad particular, de suerte que puede exhibir una
elevada sensibilidad a la excitación. Una excitación en cualquier lugar de este
parapeto dará, a consecuencia del enlace con la representación sustitutiva, el envión
para un pequeño desarrollo de angustia que ahora es aprovechado como señal a fin de
inhibir el ulterior avance de este último mediante una renovada huida de la investidura
[prcc].” (Freud, 1915c, p. 180).

Con el propósito de clarificar este trabajo de señal que tendrá la investidura con
intensidad particular, que logra atraer la atención sobre la representación sustitutiva, Heine
(2003) tiene una perfecta analogía para comprender el proceso:

“Me preguntó que había de nuevo en Göttingen y yo le conté: antes de mi partida


había aparecido un decreto del Senado Académico en el que decía que se iban a
imponer tres táleros de multa por cortarles el rabo a los perros, pues los perros
rabiosos en los días de perros llevan el rabo entre las piernas y así no se les puede
distinguir de los no rabiosos, lo cual no pasaría si tuvieran rabo.” (Heine, 2003, p.
52).

En nuestro caso, al investir a la representación sustitutiva con cierta intensidad sensible


a la excitación se crea una señal –el rabo-, que a través del envío moderado de cierta cantidad
de displacer, genera una respuesta de inhibición traducida en la huida de la investidura
preconciente, repitiendo el proceso de represión –o, en relación con nuestro ejemplo del rabo,
que el perro no lleve el rabo entre las piernas sería la señal de huida de quien esté frente a él,
mientras que, cuando lleve el rabo entre las piernas, no hay que dirigir atención hacia él-.
Pues bien, ahora cabe señalar que, como Freud (1915c) indica, la efectividad del
mecanismo que coarta las nuevas excitaciones que discurren desde la formación sustitutiva
aislándola, tiene mayor precisión al estar las contrainvestiduras -sensibles y alertas- más lejos
de la representación sustitutiva temida. En cuanto a qué protegen estas precauciones, Freud
dice que resguardan “(…) contra excitaciones que apuntan a la representación sustitutiva
desde fuera, por la percepción, pero jamás contra la moción pulsional que alcanza a la
percepción sustitutiva desde su conexión con la representación reprimida.” (p. 180). En
cuanto a cuando dice «percepción sustitutiva» no queda muy claro, pero conjeturemos que
se trata de la percepción que alcanza a la representación sustitutiva. Hay que agregar, además,
que el polo de la percepción está contiguo al Icc topográficamente–ver imagen 3,
representado por la letra «P»-, por lo que no suena ilógico que la moción pulsional de la
representación original, ahora ligada a la representación sustitutiva que está en nexo con ella,
alcance esta percepción que toca a la representación sustitutiva. Así, las contrainvestiduras
situadas más lejos de la representación sustitutiva pueden resguardar que la percepción no
alcance a esta última, de lo que se desprende que estas medidas comenzarían a tener efecto
en el momento en que la representación sustitutiva tome completamente sobre sí la
subrogación de lo reprimido.32

Respecto a qué ocurre cuando se produce un incremento de la moción pulsional, Freud


(1915c) comenta que la muralla protectora –la contrainvestidura- de la representación
sustitutiva “(…) debe ser trasladada un tramo más allá. El conjunto de esa construcción […]
lleva el nombre de fobia. La expresión de la huida frente a la investidura conciente de la
representación sustitutiva son las evitaciones, renuncias y prohibiciones” (180). Ese traslado
un tramo más allá debe pensarse no hacia lo inconciente, sino, por el contrario, un poco más
cerca de la motilidad. Para justificar tal afirmación, hay que considerar que,
topográficamente, la moción pulsional desde el Icc tiene un sentido progrediente, vale decir,

32 Podríamos entender esto de «subrogación de lo reprimido» un tanto mejor si


conjeturamos que se trata de lo siguiente: La representación sustitutiva subroga sobre sí
lo reprimido porque el gobierno Cc ha ampliado su imperio, y el desplazamiento de esta
representación sustitutiva ha sido proseguido y atraído sobre sí el desprendimiento de
displacer, perdiendo el nexo que tenía originalmente con la representación que desplazó.
en dirección hacia la motilidad. Si se incrementa la moción pulsional puede colegirse que
devendría cada vez más cercana en intensidad o incluso superior a la instancia censuradora
y la contracorriente que impide su paso hacia la conciencia, por lo que el traslado de un tramo
que realiza la contrainvestidura será, en ese sentido, en sentido progrediente como la moción
–ya que, caso opuesto, estaría más cerca de la moción-.

En cuanto a la tercera fase que apreciamos, Freud (1915c) concluye que es una
repetición de la segunda pero en una escala ampliada: “El sistema Cc se protege ahora contra
la activación de la representación sustitutiva mediante la contrainvestidura de su entorno, así
como antes se había asegurado contra la emergencia de la representación reprimida mediante
la investidura de la representación sustitutiva.” (p. 181). Habíamos visto que la
contrainvestidura es una protección contra el asedio de una representación inconciente
cuando se le ha sustraído su investidura desde el Prcc-Cc, como también que se utilizada una
investidura de cierta cantidad para que al menor monto de displacer se logre inhibir un monto
más grande –una especie de regulación por economía-. Pues bien, si antes del mecanismo de
investidura a esa representación sustitutiva protegía al Prcc-Cc del asedio de la
representación inconciente en nexo con la sustitutiva, ahora la atención recae sobre la
representación sustitutiva, que ha desplazado a la original y donde el Cc ha ampliado su
gobierno que no se percibe un nexo –no lo percibe el sujeto- con lo inconciente.33 De este
modo, Freud dice que, antes, la representación sustitutiva era la puerta de entrada que tenía
la moción pulsional que habría sido reprimida. Empero, al final, luego de lo que hemos
analizado, toda la muralla fóbica –la contrainvestidura- sería un enclave –un lugar
inconciente inserto en el Prcc-Cc- de la influencia que tiene el inconciente allí.

Con lo que hemos avanzados, estamos en un momento donde hay que dar un paso más
en la dinámica fóbica, y decir que, como se ha perdido el nexo inicial que tenía la
representación sustitutiva con la inconciente que ha sido reprimida y se ha olvidado su motivo
inicial –en el análisis propuesto por Freud, una moción de amor hacia el padre-, manteniendo,
por otro lado, el desprendimiento de angustia ante la vista del animal que ahora tiene sobre
sí aquello que antes era parte de la representación reprimida, diremos que el peligro pulsional,

33 Esto lo habíamos visto antes al señalar qué ocurría con la expansión del dominio Cc.
que es propiamente interno y del cual no se puede huir, se ha proyectado hacia fuera, por lo
que quedaría un poco más claro cuando Freud (1915c) hablaba de la percepción sustitutiva.
Así, frente a la presencia del peligro de angustia –ver al animal-, se reacciona con el intento
de huida, que serían lo que denominamos con anterioridad como evitaciones fóbicas,
logrando poner un dique a la angustia pero a costa de la libertad personal. Añadamos, además,
que como todo intento de huida pulsional –que no puede lograrse pues la pulsión nace desde
el interior del organismo-, no va a ser del todo satisfactorio, y la huida fóbica no será una
excepción.

Nos quedan por examinar dos neurosis de trasferencia, a saber, la histeria de conversión
y la neurosis obsesiva. En cuanto a la primera, Freud (1915c) dice que es un caso similar al
de la histeria de angustia, pero, específicamente, en la histeria de conversión la investidura
libidinal de la representación inconciente que busca imponerse en la conciencia se traspone
en la inervación del síntoma, por lo que la libido de la representación que pugna por devenir-
conciente es drenada y descargada34, frenando su esfuerzo de asedio. En cuanto a la
contrainvestidura –que, como sabemos, parte desde el Prcc-Cc-, Freud advierte que es
apreciable en la formación del síntoma. Así, es justamente la contrainvestidura quien
selecciona el fragmento de la agencia representante de la pulsión en la cual ha de concentrarse
la investidura libidinal. Respecto a este fragmento, Freud dice que debe satisfacer dos
condiciones: expresar tanto el cumplimiento de deseo –meta desiderativa- de la moción
pulsional como los afanes defensivos o punitorios del Cc. De este modo, el fragmento que ha
sido escogido como síntoma será sobreinvestido y apoyado por ambos lados, a saber, desde
el Icc y el Prcc-Cc.35 Finalmente, Freud infiere, en cuanto al gasto represivo que debe ejercer
el Cc, que no “(…) necesita ser tan grande como la energía de investidura del síntoma; en
efecto, la fuerza de la represión se mide por la contrainvestidura gastada” y añade, en cuanto

34 En cuanto a la histeria de conversión, hay muchos trabajos sobre ella, y es


recomendable leer el historial clínico del caso «Dora» si se busca una mayor comprensión
de la histeria en general.
35 De este mismo modo sucede con la representación sustitutiva en la histeria de angustia,

que obtiene un refuerzo desde la investidura libidinal inconciente y apoyado por una
investidura preconciente.
al síntoma, que él “(…) no se apoya sólo en esta, sino, además, en la investidura pulsional
condensada en él que le viene del sistema Icc.” (p. 182).

Falta un caso aún que examinar, que es el de la neurosis obsesiva. La neurosis obsesiva
ya había sido analizada en el texto “La represión”, por lo que Freud (1915c) agrega a tal
análisis que , en este caso, la “(…) contrainvestidura del sistema Cc sale al primer plano de
la manera más palmaria. Organizada como formación reactiva, es ella la que procura la
primera represión; y en ella se consuma más tarde la irrupción de la representación
reprimida.” (p. 182). Antes de explicar esto, un pequeño resumen de los que se examinó en
“La represión” en cuanto a la neurosis obsesiva: Freud (1915b) indica que, en la neurosis
obsesiva, la premisa es la de una regresión mediante la cual se remplaza a una aspiración
tierna –sexual- por una sádica, cayendo bajo represión el impulso hostil- que sería el
remplazo- hacia la persona amada. Queda, entonces, una situación de ambivalencia –odio y
amor- que posibilita el proceso de represión, rechazando la representación inconciente y
haciendo desaparecer el afecto con una formación sustitutiva a la manera de unos escrúpulos
de conciencia extremos. Estos escrúpulos, cabe señalar, son una formación reactiva, que fue
investida con la libido sustraída –fortalecimiento del opuesto-. En resumen: En cuanto a la
formación reactiva, señalaremos que es un dique de pulsión que sirve en defensa de esta, el
cual, se aprecia en el asco, la moral y la vergüenza. Así, Freud propone que la formación
sustitutiva aquí coincide, en el fondo, con el mecanismo de la represión a raíz de la situación
de ambivalencia que dejó el impulso sádico que debe reprimirse.

Terminado el primer trabajo represivo, esta represión inicialmente buena cede y no


resiste. Sin embargo “(…) en el circuito ulterior, su fracaso se esfuerza resaltando {sich
vordrängen} cada vez más.” (Freud, 1915b, p. 151). En cuanto a la ambivalencia, que había
posibilitado la represión por medio de la formación reactiva –contra el impulso sádico que
remplaza la aspiración tierna, y por ende, sexual- es el lugar mismo desde donde lo reprimido
retorna . De este modo “El afecto desaparecido retorna mudándose en angustia social, en
angustia de la conciencia moral, en reproches sin medida; la representación rechazada se
remplaza mediante un sustituto por desplazamiento, a menudo por desplazamiento a lo
ínfimo, a lo indiferente.” (Freud, 1915b, p. 152). Con esto presente, Freud señala que la
tendencia es a producir intacta la representación reprimida. En cuanto a lo cuantitativo –
monto de afecto-, el fracaso de la represión es similar al de la histeria de angustia, poniendo
en juego lo que habíamos identificado allí como «mecanismo de la huida» que efectúa el
Prcc-Cc a través de evitaciones y prohibiciones. Empero, el rechazo a la representación
inconciente hostil se mantiene con tenacidad, e incluye que la acción se coarte y el motor del
impulso quede en un estado de quietud, encadenado. Así, para Freud, en la neurosis obsesiva
el trabajo que ha de tocar a la represión será estar en un estado de purga interminable contra
la representación no conciliable con el yo.

Dicho esto, la contrainvestidura está en primer plano en el sentido en que coincide con
la formación reactiva, que se hace visible en su desplazamiento a lo ínfimo, como defensa
contra la moción hostil que originariamente era sexual frente al objeto. De esta forma, la
contrainvestidura –organizada como formación reactiva- será el lugar desde donde irrumpe
la representación reprimida, como también es desde donde se procura la primera represión,
que en términos cuantitativos –recordemos que el éxito de la represión se mide en cuanto al
trato con el monto de afecto- fracasa al igual que en la histeria de angustia, cosa que es mejor
lograda por la histeria de conversión.
b. El Icc, propiedades y comercio con el Prcc-Cc.

Es preciso iniciar este apartado indicando que, en primer lugar, se estudiarán las
particularidades que ofrece el Icc en contraposición con el Prcc-Cc, vale decir, procesos que
se encuentran en el primero mas no en el segundo. De este modo, partiremos deshilvanando
el núcleo del Icc. Freud (1915c) establece que ese núcleo consiste “(…) en agencias
representantes de pulsión que quieren descargar su investidura; por tanto, en mociones de
deseo. Estas mociones pulsionales están coordinadas entre sí, subsisten unas junto a otras sin
influirse y no se contradicen entre ellas.” (p. 183). Queda la duda en cuanto si estas mociones
de deseo tienen representación en el Icc, o son, como lo ha llamado Freud en otros textos,
análogo al núcleo patógeno. Así, es una duda que hay que dejar suspendida de momento,
pues bien puede tratarse de algo que no tuvo representación como pudo haber sido el
encuentro con la propia sexualidad en el niño.

En cuanto a las propiedades del Icc, Freud (1915c) realiza un resumen que nos será útil
para descomponer: “ausencia de contradicción, proceso primario (movilidad de las
investiduras), carácter atemporal y sustitución de la realidad exterior por la psíquica, he ahí
los rasgos cuya presencia estamos autorizados a esperar en procesos pertenecientes al sistema
Icc.” (p. 184). Vamos entonces a ir elucidando el contenido de las distintas propiedades que
Freud indica. En primer lugar, la «ausencia de contradicción» es explicada diciendo que, si
dos mociones de deseo son activadas compartiendo una meta, no se cancelan, incluso aunque
aparenten ser opuestas, sino, conforman una meta intermedia, un compromiso. Además, que
en el Icc no existe negación, vale decir, no hay grado de certeza ni duda, pues esto lo
introduce el trabajo de la censura, situada entre el Icc y el Prcc. En segundo lugar, el «proceso
primario» es un tema dilucidado en “La interpretación de los sueños”, pero diremos sobre él,
en cuanto a la movilidad de las investiduras, que utiliza dos proceso, a saber, desplazamiento
y condensación. Respecto al primero, el desplazamiento, los montos de investidura pueden
ser entregados íntegramente de una representación a otra; en cuanto al segundo, la
condensación, una representación puede tomar o integrar sobre sí múltiples investiduras.36

36Ambos procesos, abarcados por el «proceso primario», fueron examinados en el trabajo


del sueño, y explican muchas veces lo disparatados que pueden ser los sueños y los
En tercer lugar, el «carácter atemporal» del inconciente es crucial, pues el Icc no está en
relación con el tiempo, mucho menos se modifica por él; la relación con el tiempo, dirá Freud,
se encuentra en el trabajo del sistema Cc. Como cuarto proceso, la «sustitución de la realidad
exterior por la psíquica» se aprecia en que el Icc no conoce un miramiento por la realidad,
vale decir, está exclusivamente sometido por el principio de placer –regulación placer-
displacer- y no hace un examen de realidad para ajustarse a fines, esto lo introduce el proceso
secundario y el Prcc-Cc, mientras el destino de lo inconciente sólo depende del orden de la
magnitud o intensidad. Por último, en una nota al pie, Freud introduce una última propiedad,
a saber, que el acto inconciente, a diferencia del conciente, tiene una influencia mucho más
plástica en lo referente a los procesos somáticos.

Ahora bien, es preciso establecer las bases comparativas para desprender al Icc del Prcc-
Cc, por lo que toca examinar cuáles serían sus diferencias en términos dinámicos,
económicos y tópicos. Sabemos que los procesos inconcientes no son susceptibles de
conciencia, pero Freud (1915c) dice que pueden volverse cognoscibles para nosotros en de
dos modos, a saber, en el sueño y la neurosis.37 El motivo de que estos sean los modos reside
en una regresión –vuelta hacia atrás o, mejor dicho, rebajamiento en un sentido tópico, pues
el Prcc se encuentra más alto que el Icc según consigna Freud- que afecta a los procesos
preconcientes. Falta añadir, como motivo de que lo inconciente sea insusceptible de
conciencia, que se debe a que al Icc se le superpuso el Prcc en edad muy temprana, y arrastró
sobre sí algo que ya hemos trabajado, el paso a la conciencia y la motilidad –ver imagen 3-
.38 En cuanto al dominio que maneja el Icc, Freud discierne que la “(…) descarga del sistema
Icc pasa a la inervación corporal para el desarrollo del afecto, pero […] esa vía de
aligeramiento le es disputada por el Prcc.” (p. 185). Ya habíamos dilucidado esto en el

eslabones intermedios o personas mixtas que en él aparecen, como también los afectos
que puede generar una representación en el sueño (que algo desagradable en la vida
diurna se sienta agradable, por ejemplo).
37 Faltaría el chiste, que en esta época no fue muy estimado por Freud más que como un

trabajo anexo a todo el edificio psicoanalítico.


38 Hay un extenso examen de esto en “La interpretación de los sueños” en la segunda

parte, donde analiza al proceso primario y al secundario, indicando que sus nombres se
deben a una organización cronológica y no mero azar. Recordar, además, que el proceso
primario pertenece al Icc, mientras el secundario al Prcc-Cc.
examen de los afectos, donde adjudicamos una pugna en la inervación corporal para el
desarrollo del afecto entre los sistemas Prcc-Cc e Icc, y ocurre también que, en condiciones
normales y sin investidura desde el Prcc, el Icc no podría consumar acciones musculares
adaptadas a un fin –pues el paso a la motilidad está bajo imperio del Prcc-Cc-, pero queda
como excepción el caso de las acciones musculares que con anterioridad –antes de la
superposición el Prcc- ya estaban organizadas como reflejos.

Es momento de indagar un poco más sobre los procesos del Prcc antes de proseguir el
examen comparativo. Sobre ellos, Freud (1915c) indica que exhiben “(…) una inhibición de
la proclividad a la descarga, característica de las representaciones investidas. Cuando el
proceso traspasa de una representación a otra, la primera retiene una parte de su investidura
y sólo una pequeña proporción experimenta el desplazamiento.” (p. 185). En cuanto a lo
anterior, Freud indica que es indistinto si se da el caso de que sean o bien susceptibles de
conciencia, o bien concientes propiamente tal. Cuando examinamos el desplazamiento en el
proceso primario, dimos con que el desplazamiento se realizaba en un monto íntegro de la
investidura, mientras acá es posible notar cierto resguardo respecto de las intensidades,
incluso siendo excluidos o muy limitados procesos semejantes al proceso primario –
condensación y desplazamiento-. De esta manera, Freud recuerda algo que trabajamos con
anterioridad, a saber, que hay dos estados en que se encuentra la energía de investidura:
ligado y móvil, donde el primero es nombrado como «tónico» -que da fuerza al organismo
es una de sus definiciones- y el segundo, advierte, se halla libre y proclive a ser descargada.

En cuanto a sus competencias, Freud (1915c) indica las siguientes: “(…) el


establecimiento de una capacidad de comercio entre los contenidos de las representaciones,
[…] el ordenamiento temporal de ellas, la introducción de una censura o de varias, el examen
de realidad y el principio de realidad.” (p. 185-6). Estábamos al tanto de algunas que tocamos
en el análisis de las propiedades del Icc, y hay que añadir, además, que la memoria conciente
guarda una estrecha relación con el Prcc.39 Finalmente, destacar que el Prcc es un sistema

39Es preciso desprender a la memoria conciente de las huellas mnémicas, donde estas
últimas son huellas en que se fijan las vivencias inconcientes. Aún no aclara lo suficiente el
tema, pero volveremos sobre esto en el último apartado.
más alto que el Icc en el sentido topográfico y de organización, pues, como hemos dicho, por
cada avance en materia de organización entre las distintas instancias se agrega una censura,
donde la más fuerte es la que separa al Icc del Prcc.40

Como segundo tema central, nos habíamos propuesto la tarea de analizar el comercio
entre el sistema Icc y el Prcc-Cc, por lo que, haber aclarado sus propiedades y diferencias, es
tiempo de entrar en este asunto. Recordemos que los retoños inconcientes prolifera, por así
decir, a las sombras, por lo que no debemos incurrir en el error de pensar que el Icc es de tipo
estática, muerta; por el contrario, es susceptible de desarrollo y mantiene intercambios y
diversos tipos de relaciones con el Prcc –ya vimos que pueden cooperar, entre otros
intercambios-. De este modo, Freud (1915c) sentencia de que el sistema Icc ve su
continuación en sus retoños. Para esclarecer un poco más el asunto Hegel (2009) sobre lo
«en sí» nos ofrece una gran analogía: “Pero lo que es en sí, no es aún lo verdadero, sino lo
abstracto; es el germen de lo verdadero, la aptitud, el ser en sí de lo verdadero.” Y prosigue
“El germen es el concepto de la planta […] de él se origina la planta. Él es activo y su
actividad consiste en producir la planta. […] Lo que permanece sin vida, sin movimiento, es
la madera.” (p. 52). La organización de la planta, el germen, sería el Icc, mientras lo que de
él resulte o nazca, la existencia, serían los retoños. Todo este movimiento evolutivo es lo que
Hegel denominará como «por sí». Volviendo al tema, ha de resultarnos útil aclarar que los
retoños son, dice Freud, asequibles a las vicisitudes y, como hemos estudiado, influyen en el
Prcc –recordemos que, siguiendo la dirección progrediente, intentan ganar lugar en la
conciencia- como también él influye sobre ellos –por ejemplo, cuando los inviste o luego
retira las investiduras en el proceso de la represión-.

Pues bien, Freud (1915c) presenta ahora retoños de mociones pulsionales inconcientes,
e indica que hay algunas que reúnen distintas «notas contrapuestas»: “Por una parte presentan
una alta organización, están exentos de contradicción, han aprovechado todas las
adquisiciones del sistema Cc y nuestro juicio los distinguiría apenas de las formaciones de
este sistema.” (p. 187). Empero, continúan siendo inconcientes, por lo que son insusceptibles

40Freud aún no ha hecho una distinción exacta entre los usos de Prcc, Cc o Prcc-Cc, por lo
que los usaremos indistintamente como él lo hace.
de devenir concientes –salvo, claro, alguna excepción en toda la gama patológica hasta ahora
elucidada-. Así, Freud concluye que cualitativamente han de pertenecer al Prcc, pero, en sí,
pertenecen al Icc, y esto último determinará sus destinos.41 En cuanto a que serían
cualitativamente preconcientes, diremos que se debe a que han aprovechado las adquisiciones
que ofrece el sistema Cc, siendo mestizas.

Falta aún, para continuar, tocar el tema de algunas formaciones que son retoños del Icc,
por lo que pasaremos a examinarlas a continuación. La primera a analizar será la fantasía,
que Freud (1915c) ubica como etapas previas tanto para formar el sueño como para el
síntoma. Las fantasías poseen efectivamente una alta organización –cualidad que Freud ya
había atribuido a algunos retoños-, pero permanecen reprimidas, viendo impedido devenir
concientes. Sin embargo, pueden aproximarse a la conciencia –estado que identificamos
como «susceptible de conciencia», ver imagen 3-, manteniéndose en ella hasta que
sobrepasan cierta intensidad que provocará su rechazo.42 La segunda de las formaciones que
son retoños del Icc serán las formaciones sustitutivas que, como vimos, tienen una alta
organización pero, a diferencia de la fantasía, logran irrumpir en la conciencia gracias a que
juegan para el Prcc, como sucede con el caso de que coincidan con una contrainvestidura
preconciente.

En cuanto a la conciencia, Freud (1915c) dice que, a esta, la totalidad de los procesos
psíquicos “(…) se le presenta como el reino de lo preconciente. Un sector muy grande de
esto preconciente proviene de lo inconciente, tiene el carácter de sus retoños y sucumbe a
una censura antes que pueda devenir conciente.” (p. 188). Ya habíamos hablado de esta
censura que se produce tras el paso hacia una etapa más alta en términos de organización
psíquica, y falta añadir que existe además un sector del Prcc que se encuentra sin censura y

41 Una analogía que emplea Freud es la de los mestizos: su raza sería un rasgo llamativo, a
pesar de convivir entre otras, lo que genera su exclusión sin gozar de los privilegios
universales adscritos a una raza o ascendencia particular (Latinos, pequeños burgueses,
etc.).
42 El ejemplo que obtuvimos de Heine puede ser ilustrador: Si el perro lleva el rabo arriba

y no entre las piernas –cierta intensidad identificada con la amenaza-, la acción


consecuente será alejarse de él o expulsarlo del recinto para evitar muerda a otras
personas que allí se encuentren.
es susceptible de conciencia. Cabe agregar algo que Freud destaca, y es que, lo conciente,
podríamos decir, está doblemente condicionado: lo conciente no es por siempre conciente,
sino, digamos, es transitorio; y, a la vez, es temporariamente latente, como gran parte de las
propiedades del Prcc que anteriormente señalamos que no deviene conciente, sino que se
mantiene como susceptible de conciencia. Falta agregar a al análisis económico la «atención»
-especialmente su orientación hacia algo-, que Freud como una restricción del devenir
conciente, pero no queda del todo claro debido a que estaba reservado a un trabajo
metapsicológico que no vio la luz sobre la conciencia.

Al continuar la discusión sobre la conciencia, es fundamental no olvidar que hay retoños


del Icc que devienen concientes mediante la formación sustitutiva o como síntomas –también
como chistes o actos fallidos-, conservando algunos caracteres que promueven el influjo de
la represión; por otro lado, ya supimos que existen retoños del Prcc en el Icc –sucede también
en el chiste, donde son arrastrados hacia abajo, al Icc-, pero Freud (1915c) lo adjudica al
poder de atracción que ejerce lo inconciente. En cuanto al devenir conciente de los retoños
del Prcc, ellos, al madurar y tras haber rebasado cierta intensidad como para sortear la
segunda censura, pueden “(…) ser individualizados como retoños del Icc y reprimidos otra
vez en la nueva frontera situada entre Prcc y Cc. Así, la primera censura funciona contra el
Icc mismo; la segunda, contra los retoños Prcc de él.” (p, 190). Por ende, en la cura
psicoanalítica habría que atravesar dos instancias criticadoras para poder enderezar la
represión, a saber, la que media entre Icc y Prcc –la más abajo topográficamente- y la primera,
que sería la que media entre Prcc y Cc. De esto, Freud colige que no sería propiamente un
acto de percepción el devenir-conciente, y pone como conjetura que pueda deberse a una
sobreinvestidura.43

43También como probabilidad, nos aventuraremos en proponer que esa sobreinvestidura


puede tener una estrecha relación con la orientación de la atención conciente sobre la
representación que busque devenir-conciente, por lo que, en teoría, si es inconciente,
tendría diversas investiduras sobre sí –posiblemente sea una inconciente, otra
preconciente y otra de atención, pero esto sería en un caso en que existiera una meta en
común entre las instancias-.
Respecto al comercio entre los sistemas, Freud (1915c) dice que, en las raíces de la
actividad pulsional, existe la comunicación entre los sistemas de una forma muy amplia,
pasando desde el Icc una parte de esos procesos excitados –algo así como una etapa
«preparatoria» por la ubicación del sistema- y llegando a la conciencia –topográficamente
más alta- donde obtienen una configuración psíquica más elevada, mientras el Icc retiene una
parte de esa actividad pulsional. Por otro lado, las vivencias que ofrece la percepción –
exterior- también alcanzan al Icc, pues normalmente los caminos que los unen van expeditos,
pero regresan a él aquella parte que ha caído en represión –no olvidemos el sentido
progrediente, modo en que la excitación recorre el aparato cuando se está despierto-.

Por lo tanto, tenemos que los contenidos que el Sistema Prcc y Cc poseen tienen dos
fuentes: la vida pulsional –donde su primera parada es el Icc y, por tanto, está mediada por
él- y la percepción. Mediante la investigación de casos patológicos, Freud (1915c) descubre
que muestra, a menudo “(…) en el Icc un grado de autonomía y de ininfluenciabilidad apenas
creíbles. Un total aislamiento recíproco de las aspiraciones, un desagregación absoluta de los
dos sistema, he ahí en general la característica de la condición patológica.” (p.191) y, en
cuanto a la cura psicoanalítica, Freud la edifica desde la influencia del Icc desde la
conciencia, por lo que podríamos decir que accede a él mediante los retoños inconcientes –
sus intermediarios-. Sin embargo, advierte, modificar al Icc por parte del sistema Cc es lento
y lleno de dificultades.

Sobre los casos en que una moción preconciente y una inconciente –reprimida aun con
intensidad- cooperan, Freud (1915c) dice que puede producirse cuando la moción inconciente
coincide con las aspiraciones dominantes, vale decir, opera en el mismo sentido que esta
exige. Para tal caso, la represión bajo la cual se encuentra la moción inconciente es cancelada
para este caso en particular, admitiéndose como refuerzo para la intención del yo la energía
ganada por cancelar la represión. Así, lo inconciente pasaría de alguna manera a ser acorde
con el yo sin modificar en otras ningún otro lado la represión más que en la moción
inconciente que coincide con la aspiración dominante. Estas mociones sobreinvestidas no
actúan como las normales, sino que habilitan un rendimiento particularmente consumado,
con un comportamiento a las contradicciones análogas a las de los síntomas obsesivos.
Finalmente, Freud (1915c) cataloga al contenido del inconciente como una población
psíquica primitiva 44
, y dice: “Si hay en el hombre unas formaciones psíquicas heredadas,
algo análogo al instinto {Instinkt} de los animales, eso es lo que constituye el núcleo del Icc.”
(p. 191-2). De esta manera, el núcleo de lo inconciente es algo del orden de lo prehistórico
en la vida del sujeto, y hay que añadir que, en el curso del desarrollo infantil, hay distintos
contenidos que fueron desechados o desestimados, los cuales no tienen una naturaleza
diferente a lo heredado –las formaciones psíquicas de las que habla Freud en la cita-. Para
terminar, Freud sentencia que una división tajante como la que apreciamos entre los sistemas
psíquicos –Icc y Prcc-Cc- no ha de establecerse hasta la pubertad –por regla general, pues
pueden existir excepciones-.

44 Algo análogo dijo sobre el sueño, donde ubica que es a la humanidad como el arco y las
flechas de los salvajes, vale decir, un mecanismo mantenido desde los inicios de la vida.
c. La introducción de la representación-cosa y representación-palabra.

Resulta un tema espinoso entrar de golpe al análisis de ambos conceptos que han de ser
fundamentales en este apartado, pero que no son novedosos en la literatura de Freud, sino, se
remontan a años de trabajos y estudio. Podríamos decir, por ende, que debió de realizar una
vuelta a todo lo que había dilucidado antes de postular la existencia de la representación-cosa
{Sachvorstellung} y la representación-palabra {Wortvorstellung}, por lo que ese rodeo
también lo haremos para entender cómo llega a ese razonamiento, que es lo que debiese de
importarnos más que sus palabras en sí, analizar es así.

Freud (1915c) parte retomando una parte de lo que en “Introducción al narcisismo” se


trató en el caso de la dementia praecox –la hoy conocida «esquizofrenia», desde la cual extrae
observaciones para articular algo, comenta, que no saltaba a primera vista en las neurosis de
trasferencia. De este modo, volvemos a un punto que tratamos en otro apartado sobre la
libido, a saber, el de la libido de objeto y la yoica.45 Para Freud, la esquizofrenia se da en una
oposición entre esas dos clases de libido que, a diferencia del neurótico donde, en caso
patológico, quita la investidura libidinal al objeto y en vez de replegarse en el yo inviste un
objeto de la fantasía –introversión de la libido-, en la esquizofrenia se produce una
resignación de la investidura, donde la libido de objeto recogida en el yo no busca nuevo
objeto –ni en la fantasía ni en el mundo exterior-. Así, es posible apreciar una reproducción
del narcisismo primitivo –la indiferencia al mundo del infante-, que carece de un objeto y
repulsa al mundo exterior. Dos conclusiones se establecen de esto: el esquizofrénico no tiene
capacidad para la trasferencia –que se sirve de la investidura libidinal de objeto- y posee una
sobreinvestidura de su propio yo, resignando de las investiduras de objeto.

45Una pequeña acotación que explicará más claramente la relación entre ambas: la libido
de objeto es reversible, al investir un objeto y, luego, retirar su investidura, esta libido se
recoge en el yo –narcisismo secundario, o narcisismo como lo conocemos-. Por otra parte,
un pequeño resto –autoerótico- se mantiene incólume a trasponerse al objeto, que en
“Tres ensayos de teoría sexual” se menciona como una investidura originaria de libido
narcisista del yo oculta en los envíos de libido hacia el objeto –investidura libidinal
narcisista que viene de la fase narcisista infantil-.
Falta agregar que, en el caso del recogimiento en el yo de la libido de objeto, ese proceso
lleva por nombre el narcisismo secundario, que es, dice Freud (1915c), un narcisismo del
cual podemos dar cuenta en cierto sentido a diferencia del primario, que no es observable
salvo en casos como la esquizofrenia y otros. Además, retomando a la introversión de la
libido, cuando inviste al objeto en la fantasía –el recuerdo del objeto, entre otras
explicaciones-, la libido de objeto persiste en el Icc, pues bien sabemos que, entre los retoños
del Icc, la fantasía es uno de ellos, teniendo por carácter estar reprimida –salvo que, como en
los casos de síntoma, esté conforme a las aspiraciones de instancias superiores-.

Para volver con la esquizofrenia, Freud (1915c) explica que, en ella “(…) se exterioriza
como conciente mucho de lo que en las neurosis de trasferencia sólo puede pesquisarse en el
Icc por medio de psicoanálisis.” (p. 194), lo cual, no es simplemente un mero dato. Con el
propósito de caracterizarla, Freud ubica alteraciones en el lenguaje, vale decir, un desorden
sintáctico donde se utilizan constantes referencias a órganos o inervaciones corporales, que
él llamo como «lenguaje de órgano» o «hipocondríaco». En ese sentido, Freud concluye que
las palabras de los esquizofrénicos han sido sometidas al proceso primario, al cual,
pertenecen procesos como el desplazamiento y la condensación ya estudiados.

Es curioso que las palabras, en la esquizofrenia, estén sometidas al proceso psíquico


primario, pues es consistente con que se exteriorice mucho de lo que es inconciente en las
neurosis de trasferencia. Ante esto, Freud (1915c) concluye lo siguiente: “Si nos preguntamos
qué es lo que le confiere a la formación sustitutiva y al síntoma de la esquizofrenia su carácter
extraño, […] es el predominio de la referencia a la palabra sobre la referencia a la cosa.” (p.
197). Quedan algunos cabos sueltos con la aseveración, pero convengamos en que, al estar
las palabras sometidas al desplazamiento y la condensación, pueden ocurrir distintos
fenómenos lingüísticos: se prioriza la semejanza lingüística antes que el parecido entre las
cosas para hablar46 –semejanza extrínseca por desplazamiento-, de lo que se desprende que
palabra y cosa no coinciden.

46Hay un ejemplo claro sobre esto en la página 197 del tomo XIV de Amorrortu, donde la
esquizofrénica dice que se le ha falseado su posición –que, en lengua alemana, tiene
mucho más sentido la sentencia-, por lo que ella siente que debe poner el cuerpo de otro
A partir de esto, Freud (1915c) concluye que habrá de modificarse lo que en un primer
momento se había planteado, a saber, de que en la esquizofrenia se resignaban las
investiduras de objeto, arribando a que la investidura de las representaciones-palabra se
mantiene. Dejemos esto en suspenso un momento, pues lo que sigue ha de llamarnos la
atención debido a su dificultad, pero intentaremos penetrar en ello de la mejor manera. A
partir de esta intelección, lo que Freud logra colegir es que la representación-objeto
{Objektvorstellung} conciente se descompone en dos partes, a saber, representación-palabra
y representación-cosa. Sobre la última diremos que, cuando está sin la representación-
palabra, es siempre inconciente, y de ello desprende que las investiduras de cosa de los
objetos estarían contenidos en el Icc, que Freud ubico como investiduras de cosa de objetos
primeras y genuinas. En cuanto a la representación conciente –antes identificada como
«representación-objeto conciente»-, está compuesta por ambos tipos de representaciones, a
saber, la representación-cosa y la representación palabra.47

Por medio del conocimiento obtenido por la representación-cosa conciente, Freud


(1915c) desprende de ello que el Prcc nace a partir de la sobreinvestidura de la
representación-cosa, la cual, es producto del enlace con la representación-palabra que le
corresponde. De esto, es posible proseguir deshilvanando y concluir que esas
sobreinvestiduras producen una organización psíquica más elevada –como ocurrió con el
Prcc-, posibilitando así el relevo del proceso primario por el secundario, donde este último
es quien gobierna al interior del Prcc. Había algo similar en “La interpretación de los sueños”,
donde Freud (1900) dice: “El pensar tiene que tender, pues, a emanciparse cada vez más de
su regulación exclusiva por el principio de displacer, y a restringir por el trabajo de
pensamiento a un mínimo que aún sea utilizable como señal.” (p. 592). Habíamos visto, en

modo –esto en relación a la identificación con su amado, que no pertenecía a la misma


clase que ella-.
47 Como recomendación, y se conoce del tema, el signo lingüístico de Saussure calzaría

perfecto con el tema: dividido, en el análisis, entre significado y significante –imagen


acústica-, podríamos asemejar a la representación-cosa con el significante, y a la
representación-palabra con el significado. Pero aventurarse de esa forma es una empresa
ambiciosa, pues bien puede verse alterada esta propuesta más adelante.
la formación sustitutiva por contrainvestidura, ese «mínimo utilizable como señal», y, en
cuanto al principio de displacer, hay que tomarlo como identidad con el principio del placer,
pues no difieren salvo en nombre. Para lograr esto, Freud dice que será por medio de la
sobreinvestidura conciente –o procurada por la conciencia- que es posible lograr ese
refinamiento, lo cual es complementario a lo dicho en el texto que estamos trabajando.

Falta ahora comentar sobre el proceso secundario, del que haremos una pequeña síntesis
para su comprensión: Que exista el proceso secundario implica la existencia de uno primario,
del cual ya hablamos. De este modo, el nombre de ambos procesos se debe a la cronología,
donde el proceso secundario fue más tarde en el tiempo, debido a que, como señalamos con
anterioridad, gobierna el Prcc y este nace en la sobreinvestidura de la representación-cosa
con su correspondiente representación-palabra. Esta sobreinvestidura permite el relevo del
proceso primario, al cual se le superpone el proceso secundario. Para finalizar, Freud (1900)
indica que, los procesos primarios se encuentran, en el aparato, inicialmente. Por otro lado
“(…) los secundarios sólo se constituyen poco a poco en el curso de la vida, inhiben a los
primarios, se les superponen, y quizás únicamente en la plena madurez logran someterlos a
su total imperio.” (p. 592). Por último, destacar algo que nos será de utilidad, a saber, que
eso que llamamos «el núcleo de nuestro ser», compuesto por las mociones de deseo que
intentamos satisfacer48 -deseos inconcientes-, permanece “(…) inaprehensible y no inhibible
para el preconciente, cuyo papel quedó limitado de una vez y para siempre a señalarles a las
mociones de deseo que provienen del inconciente los caminos más adecuados al fin.” (p.
593). Otra consecuencia de esa demora en la superposición es que gran parte del material
mnémico –siempre inconciente- no es accesible a la investidura preconciente, de lo que
podemos suponer que no es traducible a palabras.

Pues bien, habrá ahora que acomodar también a la represión con las nuevas
elucidaciones que Freud (1915c) establece con la intromisión de la representación-palabra y

48 En un comienzo, las mociones de deseo eran satisfechas por identidad perceptiva, vale
decir, por vía alucinatoria en un sentido regrediente de la excitación. Por otro lado, con la
llegada del proceso secundario se buscará lograr la identidad perceptiva en el mundo
externo, por vía de la experiencia, a través de un examen de realidad para influir en el
mundo y conseguir lo buscado afuera, no por vía alucinatoria.
la representación-cosa. En un principio habíamos dicho que lo que sustrae la represión era la
investidura preconciente, mas ahora, como aclaración, diremos que en las neurosis de
trasferencia lo que ocurre es que se le rehúsa a la representación-cosa su traducción en
palabra, vale decir, el acto psíquico no es sobreinvestido, por lo que no se enlaza la
representación-cosa con su correspondiente representación-palabra, quedando reprimido en
el Icc.

Freud (1915c), antes de continuar, vuelve a un discernimiento que estableció en “La


interpretación de los sueños”, donde dice que los procesos de pensamiento serían actos de
investidura que se encuentran más alejados de las percepciones49, y “(…) sólo cobran su
capacidad de devenir concientes por el enlace con los restos de percepciones palabra.” (p.
198). Sin embargo, hay que ubicar la proveniencia de las representaciones-palabra, como
también de las representaciones-cosa, de la percepción sensorial, por lo que resta explicar el
motivo de que las representaciones-cosa no puedan devenir-concientes en sí mismas. A esto,
Freud responde que, debido a que el pensar se en sistemas más alejados de los restos de
percepción que habíamos mencionado –originarios-, no conservan su cualidad originaria –
pues, como vimos, requieren de la representación-palabra, que sería un tipo de investidura
que en su esfuerzo por devenir-concientes perderían50-, por lo que requieren un refuerzo de
cualidades nuevas. También ocurre, en el sentido anterior, que “(…) mediante el enlace con
palabras pueden ser provistas de cualidad aun aquellas investiduras que no pudieron llevarse
cualidad ninguna de las percepciones porque correspondían a meras relaciones entre las
representaciones-objeto.” (p. 199). Por ende, esas relaciones entre las representaciones-
objetos de las que habla son constitutivas de los procesos de pensamiento, pero para poder
aprehenderlas es preciso que cuenten que la investidura de una representación-palabra que
permita su traducción, pero pueden enfrentar el proceso de la represión que les rehusaría tal
representación-palabra.

49 Si lo consideramos, topográficamente tal aseveración es correcta, pues la investidura


para pasar la censura la aporta el preconciente, que ahora ubicamos como la
representación-palabra.
50 Podemos pensarlo, a manera de conjetura, que lo pierden debido al gasto que hacen

para atravesar la censura, que exige una fuerza mayor a esta para trasponérsele.
De esta manera, Freud (1915c) concluye lo siguiente: “Bien comprendemos que el
enlace con representaciones-palabra todavía no coincide con el devenir-conciente, sino que
meramente brinda la posibilidad para ello; por tanto, no caracteriza a ptrp sistema sino al del
Prcc.” (p. 199). Ya se había dicho con anterioridad que ubicaríamos al Prcc entre dos
censuras, a saber, la que separa al Prcc del Icc y la que separa al Prcc del devenir conciente.
Por lo tanto, sería decir que lo que se ubica en el Prcc es susceptible de conciencia, faltándole
otra investidura –que conjeturamos sería la atención- para devenir conciente. De todo lo
anterior, se colige que la representación-palabra tendría, posiblemente, un lugar tópico en el
sistema Prcc.

Habíamos dejado suspendido el tema de la esquizofrenia con anterioridad, pero hemos


de retomarlo a partir de este momento. Si recordamos, habíamos ubicado a la represión entre
los sistemas Prcc e Icc, y adjudicamos como resultado el mantener alejada una representación
de la conciencia –para ello, la represión primordial y la secundaria o esfuerzo de dar caza
aportan la atracción y la repulsión-, pero ahora toca modificarla para explicar el caso de la
esquizofrenia y diferentes afecciones denominadas como «narcisistas» -entre ella la
esquizofrenia-. Mantendremos, sin embargo, el intento de huida que emprende el yo, cosa
que vimos en algunos ejemplos clínicos con anterioridad, que puede presentarse más radical
y profundamente en estas afecciones narcisistas. Pues bien, Freud (1915c) señala:

“Si en la esquizofrenia esta huida consiste en el recogimiento de la investidura


pulsional de los lugares que representan {repräsentieren} a la representación-objeto
inconciente, cabe extrañarse de que la parte de esa misma representación-objeto que
pertenece al sistema Prcc –las representaciones-palabra que le corresponden- esté
destinada a experimentar más bien una investidura más intensa.” (Freud, 1915c, p.
200).

Toca explicar esta cita para su comprensión. En primer lugar, podemos pensar al
recogimiento de la investidura pulsional, precisamente a esos «lugares que representan»,
como los objetos a los cuales se ha puesto libido, que luego es recogida por el yo. Pero nos
asalta de inmediato la impresión de que el esquizofrénico no consigue investir objetos, que
caracterizamos como su incapacidad a la trasferencia analítica –dejaremos esto en suspenso
y enseguida lo retomaremos-. Por otro lado, que las representaciones-palabra experimenten
una investidura más intensa se puede colegir del hecho de que no son parte del proceso de la
represión y, en nexo con lo que hemos dejado en suspenso, diremos que esta investidura más
intensa de la representación-palabra sería uno de los primeros intentos por restablecer al
sujeto de la esquizofrenia, explicando el por qué la libido puede pasar a un objeto –que,
podemos pensar, es al parecer alucinatorio-. Esto bien puede resultarnos familiar con la
sobreinvestidura que va a generar el nacimiento del Prcc, pero Freud (1915c) no habla acá
de una sobreinvestidura, sino un aumento de intensidad, lo cual no debe confundirnos.

Pues bien, con este intento de restablecimiento o de cura, es posible apreciar un empeño
por reconquistar el objeto perdido, sin embargo, puede ocurrir que se busque el camino hacia
ese objeto pasando por el componente de su palabra –la representación-palabra-, y terminar
conformándose simplemente con palabras en lugar de las ansiadas cosas; caso opuesto, bien
puede terminar por conquistar el objeto perdido . Así, Freud (1915c) se ve precisado a
esclarecer los dos caminos contrapuestos que han de determinar el movimiento de la
actividad anímica:

“o bien avanza desde las pulsiones, a través del sistema Icc, hasta el trabajo del
pensamiento conciente, o bien una incitación de afuera le hace atravesar el sistema de
la Cc y del Prcc hasta alcanzar las investiduras icc del yo y de los objetos.” (Freud,
1915, p. 200).

Para finalizar, Freud (1915c) recalca que, pese a la represión sobrevenida, el segundo
camino, desde el Cc y el Prcc hasta las investiduras inconcientes, debe “(…) permanecer
transitable, y en un tramo queda expedito para los esfuerzos que hace la neurosis por
reconquistar sus objetos.” (p. 200). Una última conclusión queda pendiente entonces, a saber,
si habíamos dicho que los esquizofrénicos mantenían sus representaciones-palabras, resta
dilucidar decir que su modo de pensamiento es tratar a las cosas concretas como si fueran
abstractas, lo cual Freud ubica como característica de la esquizofrenia.51

51 Este punto sobre la esquizofrenia, como otros, Freud los deja pendientes para el texto
siguiente: “Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños”, donde establece
una comparación del sueño con los esquizofrénicos.
V. Bibliografía.

Freud, S. (1894). Las neuropsicosis de defensa (tomo III). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1900). La interpretación de los sueños (tomo IV-V). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1905a). El chiste y su relación con lo inconciente (tomo VII). Buenos Aires:
Amorrortu.

Freud, S. (1905b). Tres ensayos de teoría sexual (tomo VII). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1907). El delirio y los sueños en la «Gradiva» de W. Jensen (tomo IX). Buenos
Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1915a). Pulsiones y destinos de pulsión (tomo XIV). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1915b). La represión (tomo XIV). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1915c). Lo inconciente (tomo XIV). Buenos Aires: Amorrortu.

Freud, S. (1950 [1895]). Proyecto de psicología (Tomo I). Buenos Aires: Amorrortu.

Hegel, G. W. (2009). Introducción a la historia de la filosofía. Caseros: Gradifco.

Heine, H. (2003). Cuadros de viaje. Madrid: Gredos.

***Las referencias a los tomos de Freud no están correctamente citadas, tómese como
referencia y no como una buena cita (por escasez de tiempo).

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