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Advertencia: Resta por advertir que este texto aún no ha sido revisado –ni en
redacción ni en referencias- pero, debido a la proximidad de la fecha de la
evaluación donde les puede resultar útil a algunos, he decidido hacerlo de alguna
forma público, pues esa debería ser la misión que cada creación ha de emprender
como fin último: ser público y nada más. Diego San Martín.
Imagen 1 (p.
534, Tomo V)
Tenemos, en la imagen, aquello que propuso Freud (1900) como la topografía del
aparato psíquico. En ella, apreciamos dos instancias: Inconciente y Preconciente. Sobre estas
dos, cuando hablemos de ellas como un sistema –como si fuesen una instancia-, las
abreviaremos como Icc y Prcc. Ahora bien, la abreviación “Mn” se emplea para las huellas
mnémicas, mientras la “P” indica la percepción y “M” el paso a la motilidad. Recordemos,
además, que la base sobre la que se construye esta topología es el arco reflejo pues, en sus
palabras: “(…) el aparato psíquico ha de estar construido como un aparato de reflejos. El
proceso del reflejo sigue siendo el modelo de toda operación psíquica.” (p. 531, Tomo V).
Por lo tanto, nos dedicaremos ahora a una rápida explicación –bastante sucinta- de lo que se
considera como la primera topografía del aparato psíquico que Freud establece en la segunda
parte de “La interpretación de los sueños”.
La flecha que se extiende por debajo es una excitación cualquiera, la cual, ha de tener
un sentido, como lo denomina Freud, progrediente, el cual, busca la descarga en la motilidad
que se aproxima a la acción motriz o un efector de órgano que compele a la acción en el
mundo externo. Así, debemos situar esta dirección progrediente como el estado normal, pues
en el sueño se aprecia el estado regrediente, donde el cierre de la motilidad dirige la
excitación hacia el polo perceptivo –que en el lactante se conoce como la “identidad
perceptiva”, que termina con alucinación- pero no lo alcanza, logrando satisfacción en las
representaciones –o huellas mnémicas-. Debemos saber, además, que el lugar donde se sitúa
el Icc es desde donde lo indica hacia el punto P, que más adelante nos será muy útil
comprender. Por otra parte, la instancia Prcc –que también llamaremos Prcc-Cc
(Preconciente-conciente), se ubica topográficamente más arriba en el aparato, por lo que
diremos que es más elevada. Esta última instancia, la Prcc-Cc, diremos que gobierna el paso
a la motilidad, vale decir, la acción en el mundo. En cuanto a las censuras, hasta este período
ubicaremos una entre el Icc y el Prcc, para más tarde ubicar otra entre el Prcc y la instancia
Cc –pero esto lo trabajaremos más adelante-.
Hasta aquí la parte descriptiva del aparato psíquico en esta primera tópica, pero
volveremos sobre las huellas mnémicas más adelante. Ahora, debemos detenernos en el
examen del deseo, que nos será útil para pasar a lo inconciente. Freud (1900) ubicó cuatro
fuentes para la génesis de un deseo para el caso del sueño:
“1) Puede haberse excitado durante el día sin obtener satisfacción a causa de
condiciones exteriores; […] pendiente para la noche un deseo admitido y no tramitado. 2)
Puede haber emergido durante el día […] topándose con una desestimación: queda pendiente,
pues, un deseo no tramitado pero que fue sofocado. 3) Puede carecer de relación con la vida
diurna y contarse entre aquellos deseos que sólo de noche se ponen en movimiento en
nosotros desde lo sofocado.” (Freud, 1900, p. 544).
La cuarta fuente de deseo, añade, serían mociones de deseo que surgen en la actualidad
–del sujeto- y que constriñen a despertar, como pueden ser necesidades fisiológicas del tipo
de la sed, el hambre, entre otros. En cuanto a las otras tres fuentes, indica que un deseo del
primer tipo se ubica en el Prcc; del segundo tipo, esforzado hacia atrás –represión, trataremos
esto más adelante extensamente-, desde el Prcc al Icc; y del tercer tipo, señala que no es capaz
de trasponerse del Icc. Pues bien, en lo que sigue, un deseo de la segunda y tercera clase serán
los que se tocarán, pero no se espere más que un pequeño roce con ellos y su acomodación a
los avances que la teoría psicoanalítica ha dado hasta 1914.
Como se mencionó con anterioridad, el texto “Lo inconciente” es un texto complejo por
su alusión a toda la obra anterior que ha tenido actualizaciones y enigmas en el edificio
psicoanalítico debido a su incipiente progreso, pero ahora, Freud busca sentar las bases para
el psicoanálisis elevando a concepto categorías que anteriormente eran nociones, vale decir,
jugaban el papel de unos descubrimientos donde su utilización era variable y no se
concretaban aún. El texto anterior a este, “La represión”, es ahora re-actualizado en “Lo
inconciente”, entramándolo con una serie de nuevas puntualizaciones que nos harán volver a
reflexionar sobre su mecanismo.
En primer lugar, Freud (1915c) inicia el texto diferenciando, sucintamente, lo conciente
de lo inconciente. Para pensar esto, es necesario destacar que no existiría algo así como una
conciencia-inconciente, pues sería una contradicción en sí misma –por lo que, al modo
aristotélico y de Leibniz no tendría la naturaleza de necesario- afirmar de una instancia sin
susceptibilidad para la conciencia que sería objeto, a la vez, de la conciencia. Con esto en
mente, dirá que no hay que pensarlo química o fisiológicamente, pues allí nada se encontrará
de su esencia. Empero, Freud sentencia que “(…) se comprueba que mantienen el más amplio
contacto con los procesos anímicos concientes; con cierto rendimiento de trabajo pueden
trasponerse en estos[…] y admiten ser descritos con todas las categorías que aplicamos a los
actos anímicos concientes” (p. 164), entre las categorías, se señalan las de representaciones,
aspiraciones, decisiones, entre otras. Ahora bien, se podría incurrir en un segundo error
pensando que todo lo inconciente ha de mantenerse estático, pero, para aclarar esto, Freud
introduce que se halla en un estado de latencia psíquica. En tanto se encuentra en un estado
de latencia “(…) una parte de estos procesos latentes poseen caracteres y peculiaridades que
nos parecen extraños y aun increíbles, y contrarían directamente las propiedades de la
conciencia que nos son familiares." (p. 166). De esta manera, no se debe hablar de una
conciencia segunda, sino “(…) de actos psíquicos que carecen de conciencia. […] no nos
queda, pues, sino declarar que los procesos anímicos son en sí inconcientes y comparar su
percepción por la conciencia con la percepción del mundo externo por los órganos
sensoriales.” (p. 167)
Para aclara desde donde se colige el supuesto de inconciente, Freud (1915c) indica que
aparece “(…) por un lado, como una continuación del animismo primitivo, que dondequiera
nos espejaba homólogos de nuestra conciencia, […] por otro, como continuación de la
enmienda que Kant introdujo en nuestra manera de concebir la percepción exterior.”, la cual,
a partir de la lectura de Kant, Freud ubica de la siguiente manera: “Kant nos alertó que no
juzgásemos a la percepción como idéntica a lo percibido incognoscible, descuidando el
condicionamiento subjetivo de ella”. Así, a través de esta lectura, Freud señala que es preciso
aclarar que “(…) no hemos de sustituir el proceso psíquico inconciente, que es el objeto de
la conciencia, por la percepción que esta hace de él.” (p. 167).
En segundo lugar, toca examinar la multivocidad del inconciente y el punto de vista
tópico. Antes de emprender aquella empresa, Freud (1915c) indica que lo inconciente (…)
abarca, por un lado, actos que son apenas latentes, inconcientes por algún tiempo, pero en lo
demás en nada se diferencian de los concientes; y, por otro lado, procesos como los
reprimidos” (p. 168). En cuanto a los procesos reprimidos, Freud (1894) rescata algo que ya
había dilucidado en “Las neuropsicosis de defensa”, a saber: “La representación, ahora
debilitada queda segregada de toda asociación dentro de la conciencia” (p. 53). Hay otras
cuestiones que será preciso seguir la huella retrospectivamente, donde textos iniciales serán
capitales para su comprensión. Volviendo al tema, si deviniera conciente una representación
reprimida, contrastaría y causaría extrañeza a los distintos procesos concientes.1 Ahora bien,
una aclaración que es necesaria antes de seguir en el estudio: Como se recordará, cuando se
habla de los sistemas –Inconciente, Preconciente y Conciente- utilizaremos las abreviaturas
«Icc» para inconciente, «Prcc» para preconciente y «Cc» para conciente. Por otro lado,
cuando hablamos descriptivamente, vale decir, atribuyendo a una moción o representación a
tal o cual sistema y dotado de ciertas propiedades, se hablará de que es inconciente,
preconciente o conciente, aduciendo su–este sería lo que nombró Freud como «sentido
descriptivo»-.
Pues bien, continuando con el tema, hablaremos respecto a las dos fases de estado por
las cuales atraviesa, en general, un acto psíquico. Si recordamos lo trabajado en el apartado
anterior, sabremos que en la topografía del aparato psíquico existe una censura {Zensur} que
pone en examen el paso a la segunda fase. Antes de pasar a la segunda fase, diremos que la
primera es la que abarca desde el Icc hasta la censura. En esta, un acto psíquico que pertenece
al sistema Icc intenta buscar lugar en el Prcc-Cc, buscando llegar a la motilidad. Empero,
pueden ocurrir dos casos; el primero, debido al examen de la censura se le deniega el paso,
ganando el nombre de «reprimido» y debiendo permanecer inconciente. Caso opuesto, logra
pasar a la segunda fase perteneciendo así al sistema Cc. Sin embargo, esto le da el título de
1Esta reacción de extrañeza del yo había sido tratado extensamente en las primeras
publicaciones psicoanalíticas, comprendidas en el Tomo III de las obras completas
editadas por Amorrortu.
«susceptible de conciencia»2, que aún no puede lograr la descarga en la motilidad –nombrado
como «devenir-conciente». La condición de susceptible de conciencia implica que puede
lograr devenir conciente bajo ciertos requisitos, por lo que es preciso destacar que existe una
segunda censura entre otra instancia psíquica que recibirá el nombre de preconciente, que se
ubicaría un trecho antes del Cc en términos topográficos –en la construcción de esta, claro-.
Sobre el Prcc, Freud (1915c) aclara: “Provisionalmente baste con establecer que el sistema
Prcc participa de las propiedades del sistema Cc, y que la censura rigurosa está en funciones
en el paso del Icc al Prcc (o Cc).” (p. 169). Hasta aquí la introducción a la tópica propiamente
tal.
donde dilucidemos los procesos de la represión con los cambios que el estudio de lo
inconciente introducirá.
Continuando el examen de este supuesto tópico, dar por premisa este supuesto implica
que existe un traslado regular de representaciones entre las instancias –insistiendo que debe
pasar el examen de la censura-, sin perder su asentamiento o primera trascripción. Respecto
a este tema, el ejemplo clínico que Freud (1915c) utiliza resulta preciso, comentando que al
presentar al paciente una representación que el reprimió con anterioridad, no implica que se
cancele el proceso de la represión, sino, lo más probable, que se produzca una nueva
desautorización por resistencia. Sin embargo, la presentación implica que la representación
queda bajo forma doble en dos lugares –acústicamente en el Cc y originariamente en el Icc-
, y puede ser cancelada la represión al vencer la resistencia y permitir entrar en asociación a
la huella mnémica5 con la representación conciente. De esta manera, concluye Freud que
“(…) representaciones concientes e inconcientes son transcripciones diversas, y separadas en
sentido tópico, del mismo contenido. Pero la más somera reflexión muestra que la identidad
entre la comunicación y el recuerdo reprimido del paciente no es sino aparente.” (p. 171).
Respecto a los restantes –sentimientos, sensaciones, afecto-, Freud (1915c) afirma que
por el hecho de que un sentimiento exige ser sentido, sería intrínseco de él que la conciencia
deba tener noticia de tal sentir. Por ende, falta la posibilidad de condición inconciente a los
sentimientos, sensaciones y afectos. Antes de pasar a examinar este tema, habrá que volver
un poco antes hacia el texto “La represión”, y considerar los destinos que experimenta, bajo
represión, la representación y el monto de afecto6. El primero de estos, la representación,
puede “(…) desaparecer de lo conciente si antes fue conciente, o seguir coartada de la
conciencia si estaba en vías de devenir conciente.” (p. 147); por otro lado, al monto de afecto
le están deparados tres destinos posibles tras la represión. Para imaginar el monto de afecto,
una moción pulsional, por ejemplo, se puede descomponer en representación y monto de
afecto, siendo el segundo su parte cuantitativa, la intensidad. Pues bien, la representación
experimentará la represión, y entre los tres destinos posibles para el monto de afecto: “La
pulsión es sofocada por completo, de suerte que nada se descubre de ella, o sale a la luz como
un afecto coloreado cualitativamente de algún modo, o se muda en angustia.” y agrega, sobre
las dos últimas posibilidades elucidadas que nos ponen “(…) frente a la tarea de discernir
como un nuevo destino de pulsión la trasposición de las energías psíquicas de las pulsiones
en afectos y, muy particularmente, en angustia.” (p. 148). Recordemos, además, que una
represión se considera exitosa cuando se sofoca por completo el afecto, a pesar de que se
logre sofocar la representación. Retomaremos este tema en un apartado sobre
puntualizaciones necesarias antes de adentrarnos más en lo inconciente, tomando en cuenta
la evolución de conceptos como la libido, la atención, el afecto y la represión entre otros.
Además a lo anteriormente señalado, Freud (1915c) señala que las representaciones son
investiduras de huellas mnémicas, mientras los afectos y sentimientos se corresponden con
los procesos de descarga percibidos en las sensaciones. Este punto es un tanto enigmático,
pero más adentrados en el texto tendrá cierto sentido pero aun así no del todo trasparente.
Con la intelección de que la represión puede inhibir, a la moción pulsional –más
precisamente, a su afecto-, una exteriorización de afecto, debemos pensar ahora que mientras
“(…) el sistema Cc gobierna la afectividad y la motilidad, llamamos normal al estado
psíquico del individuo.” (p. 175). En la imagen 1, vimos que el paso a la motilidad se
encontraba en el extremo Prcc-Cc, por lo que, topográficamente, el sistema ubicado en el
Antes de entrar directamente al tema de la represión, será preciso dar un pequeño rodeo
para estar un poco más preparados para su examen. Freud (1907), examinando el texto
“Gradiva” de W. Jensen, propone una interesante analogía de la represión: “(…) la represión,
9Freud diferenciará ambos del siguiente modo: Hay que comprender la afectividad como
exteriorización de una descarga motriz esencialmente interna (secretoria, vasomotriz); por
otro lado, la motilidad implica una alteración del mundo exterior, a diferencia de la
afectividad que se encuentra sin relación con este.
por la cual algo se vuelve inasequible y al mismo tiempo se conserva, no hay mejor analogía
que esta del entierro {Verschüttung} , como el que fue destino de Pompeya” (p. 34). Como
ha venido señalando hará tiempo, las mociones no son eliminadas nunca de la vida anímica,
son enterradas, vale decir, serían esforzadas permanecer fuera del Cc relegadas al sistema
Icc. En un sentido descriptivo, Freud (1915) recuerda una afirmación realizada en el texto
“La represión”, donde sentencia que “(…) en la represión se produce un divorcio entre el
afecto y su representación, a raíz de lo cual ambos van al encuentro de sus destinos
separados.” (p. 175-6). Sin embargo, advierte, en el proceso real, se produce que “(…) un
afecto no hace su aparición hasta que no se ha consumado la irrupción en una nueva
subrogación {Vertretung} del sistema Cc.” (p. 176).
a. El afecto.
El afecto nos ha salido al paso en medio del análisis del texto, por lo que procuraremos
abarcarlo hasta donde dispongamos de material. Ya en el tiempo de “La interpretación de los
sueños” Freud (1900) estableció un apartado completo dedicado a su examen, el cual nos
será realmente útil para ir descomponiendo y diferenciándolo de la libido como la atención.
Para tales efectos, iniciaremos con el tratamiento del afecto, dedicando a la libido y la
atención otro momento para su análisis.10
Pues bien, el afecto había sido originariamente la energía que Freud utilizó para
mociones, identificando, por una parte, a la representación, y por otra su cantidad o magnitud,
el afecto. En un comienzo, la defensa –pues se alternaba sin mucha diferenciación, la cual se
estableció más adelante, con la represión- se veía constreñida a separar una representación
inconciliable para el yo, la cual, era, por regla general, de índole sexual. A esta representación
inconciliable de índole sexual –desde ahora «R.S.I.» que debe remitir a «representación
sexual inconciliable»- se le apartaba a una conciencia otra, pues aún no aparecía el
inconciente. En efecto, se ha mantenido en el sentido descriptivo que una moción pulsional
posee una representación y otra parte, su cantidad, que Freud denominó afecto. 11 Luego,
avanzado el tiempo, habrán de diferenciarse estas magnitudes y hasta el momento tenemos
tres, a saber, libido, atención y afecto.
En cuanto a la que nos convoca, la última, el afecto, Freud (1900) indica que no “(…)
atinamos a apreciar psíquicamente un afecto si no es en enlace con un contenido de
representación. Cuando afecto y representación no se compadecen por su índole y por su
intensidad, nuestro juicio despierto se extravía.” (p. 458). A partir de su examen del trabajo
10 Ese otro momento es el punto b, que será seguido por una comparación más extensa en
el c, cuando las tres energías se encuentren un poco más claras.
11 Esto, claro, ha de tenerse en cuenta al descomponer la moción, pues trabajan como
Respecto al rasgo llamativo en los neuróticos en relación con el afecto, Freud (1900)
adelanta algo que luego será tema de examen en textos posteriores, a saber: “(…) ocasiones
susceptibles de afecto tienen un efecto cualitativamente justificado pero que en lo
cuantitativo rebasa la medida. El exceso proviene de fuentes de afecto que permanecieron
inconcientes, sofocadas hasta entonces, que pueden establecer una conexión asociativa con
la ocasión real” (p. 476). Al establecer conexión asociativa con una ocasión real –que, ahora,
debemos entender como la oportunidad de una formación sustitutiva susceptible de
conciencia-, es posible traspasar la sólida censura entre los sistemas Icc y Prcc-Cc, que logra
facilitar el paso para desprender el afecto. Hemos de entender a la facilitación como un canal
que permite una pequeña abertura hacia el Prcc-Cc a través de la representación sustitutiva,
que estará, además, en enlace con la representación original. Así, pensemos en la
representación sustitutiva como el agujero de una olla a presión por donde discurre todo el
vapor que en el interior se genera, y sin ello, simplemente se produciría un derrame de todo
el contenido hacia fuera. No olvidemos tampoco que estamos aquí hablando de afecto
inconciente, vale decir, que experimentó la represión y está mantenido en el sistema Icc sin
desplegarse, esperando anudarse a una representación sustitutiva para devenir-conciente (ver
imagen 2).
En la imagen 2, es posible apreciar que la represión produce una escisión en la moción
–pulsional-, tomando como ejemplo una represión donde tanto el afecto como la represión
fueron esforzados hacia lo inconciente –por ende, hablaríamos de una represión lograda-.
Empero, al encontrar una representación sustitutiva que entra en nexo con el afecto reprimido
–y por ende, sentido como angustia-, se produce una asociación con la representación
original12 que, al cancelar el proceso de la represión por medio del trabajo analítico, puede
enderezarse como la representación original a la cual se debe atribuir el afecto desprendido
ahora anudado a la representación sustitutiva.
Imagen 2.
Ahora bien, nos falta añadir otro principio para entender el juego de fuerzas en el
aparato anímico que remite a términos económicos, a saber, el principio «placer-displacer».
Sobre este, diremos que se trata de una especie de «contrapeso», donde se exige que, para ser
tolerado un desprendimiento de displacer en el devenir-conciente, la diferencia entre el placer
Freud (1905b) establece al concepto de libido como “(…) una fuerza susceptible de
variaciones cuantitativas, que podría medir procesos y trasposiciones en el ámbito de la
excitación sexual. […] la diferenciamos de la energía que ha de suponerse en la base de los
procesos anímicos en general” (p. 198). Tenemos, por lo tanto, dos cosas a las que atender
en esta cita: La libido sería una fuerza medible, por ende, cuantitativa, y se diferencia de la
energía de los procesos anímicos, la cual identificamos en el apartado anterior como afecto
o monto de afecto. En cuanto a su fuente, Freud concluye que no es exclusiva únicamente de
los genitales, sino de todos los órganos del cuerpo.14 En cuanto cantidad o magnitud, la libido
puede ser producida, aumentada, disminuida, desplazada o distribuida, y su destino será
fundamental para entender las psiconeurosis así como los fenómenos psicosexuales.
Pues bien, caracterizada la libido, habrá que examinar ahora la distinción entre libido
de objeto y libido yoica. Para esto, iniciaremos con algunos agregados que Freud (1905b)
hizo a “Tres ensayos de teoría sexual”, y un examen más profundo a través de lo tratado en
el texto “Introducción al narcisismo” de 1914.
Como bien se introdujo la libido de objeto, toca ahora descomponer algunas de sus
características. Freud (1905b) señala, a partir de la observación de las funciones de la libido
de objeto, que a esta la vemos “(…) concentrarse en objetos, fijarse a ellos o bien
abandonarlos, pasar de unos a otros y […] guiar el quehacer sexual del individuo, el cual
lleva a la satisfacción, […] la extinción parcial y temporaria de la libido.” (p. 198).15 Entre
los destinos de la libido quitada a los objetos, Freud menciona que se mantiene fluctuante en
estados de tensión particulares –móvil- para luego, por último, ser recogida en el interior del
yo –ligada-. Freud realiza un pequeño anticipo de lo que tratará en “Introducción al
narcisismo”, diciendo que la libido yoica es llamada también como «libido narcisista» -
opuesto de la libido de objeto-, y esta “(…) se nos aparece como el gran reservorio desde el
cual son emitidas las investiduras de objeto y al cual vuelven a replegarse” (p. 199).
Entraremos a un examen más detallado ahora a través del texto “Introducción al narcisismo”.
15Algo necesario de colegir en lo que llevamos recorrido es que existen dos estados de la
energía psíquica: móvil y ligada. Respecto a la primera, diremos que fluctúa en el aparato,
mientras la segunda se haya fijada a una representación.
Puede decirse del narcisismo que es una perversión, una meta desviada de su origen que
se dirige sobre el propio cuerpo para la ganancia de un placer. Sin embargo, Freud (1914)
dirá: “El narcisismo […] no sería una perversión, sino el complemento libidinoso del
egoísmo inherente a la pulsión de autoconservación” (p. 71-2). Resulta interesante la
observación de la autoconservación16, pues introduce un elemento necesario en la historia de
la especie y no así en la contingencia individual. El narcisismo, en ese mismo sentido, habita
en todo ser vivo, es una marca característica de cada especie.
Ya desde tres ensayos, Freud (1905b) establece que la práctica sexual infantil es
esencialmente autoerótica, vale decir, se sitúa sobre el propio cuerpo. Es crucial entender
esto, pues la naturaleza infantil vendría a ser definida como perversa y polimorfa. Se entiende
por perversa que ha sido desviada de la meta de la reproducción –pues es autoerótica-, y por
polimorfa que ha de tomar múltiples formas para esta satisfacción autoerótica. 17 Pues bien,
habíamos mencionado con anterioridad que la libido de objeto y la libido yoica se
contraponen, y se tiene un mayor conocimiento de la primera que de la segunda, pero a partir
de la libido de objeto es posible conocer sobre la libido yoica. Algo que ya habíamos
anticipado pero que es preciso volver a traer a la palestra, es sobre el origen común que
mantienen ambos tipos de energía, y Freud (1914) indica que “(…) sólo con la investidura
de objeto se vuelve posible diferenciar una energía sexual, la libido, de una energía de las
pulsiones yoicas.” (p. 74). Ahora, luego de la aclaración, diremos que existe una energía
sexual, a partir de ahora libido, y otra yoica. En cuanto a la libido, al ser energía sexual
debemos desprender que es intrínseca a la pulsión sexual, mientras atribuiremos al yo la
energía yoica. Empero, esta separación surge desde la premisa de que las pulsiones sexuales
y las yoicas, en un principio unidas, están de igual modo separadas en el aparato psíquico.18
«pulsiones parciales», que son subrogados de los genitales. Estas parten de una fuente, a
saber, un órgano; tienen una meta –la satisfacción-, un objeto y esfuerzo –o demanda de
esfuerzo-. Sobre esto, se añadirá un apartado para clarificar el concepto de pulsión.
18 Es necesario establecer que las pulsiones sexuales y yoicas se encuentran en oposición,
Para finalizar este apartado, y sentadas las bases para la comprensión de la separación
entre libido yoica y de objeto, vamos a sentar las bases para dilucidarlas de una manera más
unificada: Tenemos que la libido yoica estaba indiferenciada de la sexual en un inicio hasta
que esta última se independizó tras la subordinación de las pulsiones parciales. Además, la
libido sexual correspondería a la pulsión sexual, mientras la yoica a las de autoconservación,
donde las primeras se apuntalan en un comienzo. Hasta allí la diferencia entre libido sexual
y yoica. Por otro lado, la libido de objeto es aquella con la cual se reviste –por medio de la
investidura- el objeto19, sin embargo, esta investidura parte desde la libido yoica,
manteniendo esta última una cuota invariable al investir objetos –o, dicho de otro modo, una
investidura libidinal del yo originaria persiste pese a investir objetos y subrogarse en libido
de objetos-. De este modo, Freud (1914) dirá, por medio de una homología, que así nos
formamos” (…) la imagen de una originaria investidura libidinal del yo, cedida después a los
Al proseguir el examen, en otro apartado del texto retorna sobre la atención, donde
Freud (1900) entrama el que pensamientos oníricos o elevados procesos intelectuales no
devengan susceptibles de conciencia con la atención. Sobre esto, dice que el “(…) devenir-
conciente se entrama de manera íntima con la aplicación de cierta función psíquica, la
atención, que, al parecer, sólo es gastada en determinada cantidad; entonces, otras metas
quizás la desviaron de la ilación de pensamiento en cuestión.” (p. 582-3). Pues bien,
habíamos visto, en el párrafo anterior, que la atención es del orden de la cantidad, y aquí
Freud confirma esa naturaleza de la atención, pero añade que esta es móvil, e inviste desde
la Prcc-Cc, no siendo así una energía inconciente. Podemos, a partir de esto, efectuar un
pequeño resumen: La atención es una cantidad que se involucra en el devenir-conciente;
guarda relación con el paso de la censura que se busca franquear desde lo inconciente y es
móvil, pudiendo ser desviada de la ilación de los pensamiento, de lo cual podemos suponer
que guarda relación con cierto interés. Continuando el texto, Freud afirma que al no resistir
una representación la censura, la ilación de pensamientos se interrumpe, pero puede seguir
hilándose –podemos apreciar esto en el trabajo onírico- a pesar de la atención, a menos que
alcance cierta intensidad y esta se imponga sobre ella.
En el “Proyecto de psicología”, Freud (1950) indica sobre la atención que “(…) consiste
[…] en establecer la situación psíquica del estado de expectativa aun para percepciones que
no coinciden tampoco parcialmente con investiduras-deseo. […] ha cobrado importancia
enviar una investidura al encuentro de todas las percepciones, pues […] podrían encontrarse
las deseadas.” (p. 409-10). Resulta un poco confuso entender este párrafo, pues son ideas de
un manuscrito anterior a las publicaciones propiamente psicoanalíticas. Empero, es posible
extraer un interesante material que nos será de gran utilidad. Si de la investidura de atención
resulta un estado de expectativa, podemos conjeturar que sería una especie de «agente
vigilante» del cual dispone la conciencia. En el mismo texto, Freud se aproxima a una idea
similar, donde juega el papel de una especie de «censor energético» que irá tanteando a partir
de los intereses de la Cc. Si suponemos como útil esta intelección, nos aventuraríamos a
colegir, de la atención, que su papel en el aparato psíquico sería el de reforzar mociones que
le sean favorables a la conciencia; y si la libido sería el representante de la pulsión, la libido
yoica la representante del interés del yo, el afecto el representante de los procesos anímicos;
podríamos conjeturar que la atención sería el representante de la conciencia, el cual investiría
representaciones que se aproximen a los deseos de la instancia conciente. Respecto a esto
último, tal propuesta surge debido a que Freud indica que busca entre las representaciones
percibidas aquella deseada, de lo que se desprende la posibilidad de que la atención busque
complacer a la instancia conciente invistiendo representaciones entorno a su interés.
Hasta acá el examen de la atención. De manera sucinta atravesamos por tres tipos
diferentes de energía psíquica, donde esta última resulta de difícil acceso debido a la escasez
de material para su estudio. Sin embargo, se pudo colegir alguna posibilidad en cuanto a esta,
pero, quizás, las hipótesis queden desvanecidas ante el posterior desarrollo del edificio
psicoanalítico mediante la praxis clínica, que ha tenido diferentes cambios a lo largo de toda
la obra de Freud, y ni hablar de los posfreudianos.
Ha sido un difícil recorrido por las energías que circulan por el aparato psíquico. Las
energías, como señalamos, responden a un orden cuantitativo que puede experimentar un
incremento o una disminución así como desplazamiento, entre otros, y circulan por el aparato
en un estado que se denomina como «móvil», mientras, cuando están unidas a las
representaciones, se les considera como «ligadas». Dijimos sobre el afecto que se encuentra
en la base de los procesos anímicos; sobre la libido que está relacionada con la energía sexual
–en la yoica, podríamos concluir, de tipo homosexual- y sobre la atención, conjeturamos,
dijimos que estaba ligada a la conciencia.
Quedan aún distintos cambios que en la teoría han sido modificados por la práctica,
pero nos ceñimos hasta aquí hasta el período del texto “Lo inconciente”, por lo que no
tomamos en cuenta escritos posteriores a esta fecha. Las consideraciones, en general, fueron
realizadas de un modo sucinto y más bien descriptivo, por lo que un examen más riguroso
podría realizarse recorriendo los textos que la literatura psicoanalítica nos ofrece para
comprender las energías como las investiduras. Ahora bien, en el próximo apartado, sobre la
pulsión, quizás podrá quedarnos un poco más claro cómo se ponen en movimiento algunos
tipos de energía que allí trataremos. Finalmente, volver a recordar que el afecto se encuentra
ligado a una representación, salvo experimente el proceso de la represión, que lo desliga de
su representación original y puede deparar distintos destinos a la energía en cuestión.
e. La pulsión.
Desprendido ahora el concepto de pulsión respecto del estímulo, habrá entonces que
dilucidar el contenido que tiene el concepto. Sobre la pulsión, Freud (1915a) dice: “Será
mejor que llamemos «necesidad» al estímulo pulsional; lo que cancela esta necesidad es la
«satisfacción». Esta sólo puede alcanzarse mediante una modificación, apropiada a la meta
(adecuada), de la fuente interior del estímulo.” (p. 114). Sobre esta necesidad pulsional, es
tajante destacando que tiene un carácter de esfuerzo {Drang} constante. Así, cabría
posicionar dos clases de estímulo, a modo de síntesis, en el propio cuerpo: los externos,
nombrados como estímulos que obtienen descarga por el arco reflejo en la huida; y los
internos, que son las necesidades pulsionales con las características antes mencionadas. Con
el fin de sintetizar lo anteriormente dicho, Freud concluye: “(…) primero hallamos la esencia
de la pulsión en sus caracteres principales, a saber, su proveniencia de fuentes de estímulos
situadas en el interior del organismo y su emergencia como fuerza constante.” Y agrega “(…)
de ahí derivamos uno de sus ulteriores caracteres, que es su incoercibilidad por acciones
huida. […] Es de naturaleza biológica, trabaja con el concepto de tendencia (eventualmente,
el de la condición de adecuado a fines)” (p. 115).
Pues bien, ahora toca examinar las conexiones anudadas al concepto de pulsión, donde
Freud (1915a) ubica cuatro: esfuerzo, meta, objeto, fuente. Primero, sobre el esfuerzo
{Drang} “(…) se entiende su factor motor, la suma de fuerza o medida de exigencia de
trabajo que ella representa {repräsentieren}. Ese carácter esforzante es una propiedad
universal de las pulsiones, y aun su esencia misma.” (p. 117). Entonces, comprenderemos
que el esfuerzo de la pulsión es una fuerza motora, que es identificable como una exigencia
que, como dijimos, la pulsión representa –en el sentido antes expresado-. En segundo lugar,
la meta {Ziel} de una pulsión “(…) es en todos los casos la satisfacción que sólo puede
alcanzarse cancelando el estado de estimulación en la fuente de la pulsión.” (p. 118). Sobre
esto, Freud insiste en que las metas son invariables, pero lo que sí puede variar es el camino
que lleve a la satisfacción, diciendo que “(…) los caminos que llevan a ella pueden ser
diversos, de suerte que para una pulsión se presenten múltiples metas más próximas o
intermediarias, que se combinan entre sí o se permutan unas por otras.” (p. 118). Sobre
algunos tipos de pulsiones como las de meta inhibida, Freud dice que estas tienen un pequeño
trecho de satisfacción pulsional, experimentando luego una desviación. Empero, también
tienen asociada cierta satisfacción parcial.
En tercer lugar, el objeto {Objekt} de la pulsión, sobre el cual, dice Freud (1915a) que
“(…) es aquello en o por lo cual puede alcanzar su meta. Es lo más variable en la pulsión; no
está enlazado originariamente con ella, sino que se le coordina sólo a consecuencia de su
aptitud para posibilitar la satisfacción.” (p. 118). Es claro el objeto en este sentido, y puede
ser tanto ajeno como parte del propio cuerpo –las zonas erógenas, por ejemplo-. Sobre los
cursos que puede experimentar la pulsión, Freud menciona lo siguiente: “En el curso de los
destinos vitales de la pulsión puede sufrir un número cualquiera de cambios de vía
{Wechsel}; […] Puede ocurrir que el mismo objeto sirva simultáneamente a la satisfacción
de varias pulsiones” (p. 118). En cuanto al caso de que el mismo objeto esté involucrado en
la satisfacción de distintas pulsiones, Freud atribuye a Adler21 lo que llamó como
«entrelazamiento de pulsiones». Ahora bien, Freud dice que, cuando hay un lazo íntimo entre
pulsión y objeto, es cuando se habla de fijación de aquella, agregando que “Suele consumarse
en períodos muy tempranos del desarrollo pulsional y pone término a la movilidad de la
pulsión contrariando con intensidad su desasimiento.” (p. 118) En el caso de la movilidad, y
como una especie de resumen, hay dos clases de energía que fluctúa, a saber, la libre y la
ligada. Pensar en la energía, materia que la física se ha dedicado a estudiar, no es concebible
si se la piensa estática; por el contrario, está en una permanente fluctuación a no ser, en
nuestro caso, que se halle ligada. Cuando Freud menciona la fijación, justamente habla de
energía ligada –que no tiene movilidad- en una permanente lucha por mantenerse sujeta al
objeto.22
represión.
erógenas, por ejemplo-. Para identificar la fuente, Freud dice que sólo pueden inferirse “(…)
retrospectivamente con certeza las fuentes de la pulsión a partir de sus metas.” y, sobre las
cualidades pulsionales, agrega “(…) todas las pulsiones son cualitativamente de la misma
índole, y deben su efecto sólo a las magnitudes de excitación que conducen o, quizás, aun a
ciertas funciones de esa cantidad.” (p. 119). Ya hablamos lo suficiente sobre qué ocurre ante
la acumulación o descarga de energía. Pues bien, Freud finaliza sobre la fuente diciendo: “Lo
que distingue entre sí a las operaciones psíquicas que proceden de las diferentes pulsiones
puede reconducirse a la diversidad de las fuentes pulsionales.” (p. 119).
Para finalizar el examen de la pulsión, faltaría agregar la distinción que Freud (1915a)
traza entre las pulsiones sexuales y las yoicas o de autoconservación. Avanzando en el tema
de las pulsiones, Freud especifica dos grandes grupos primordiales, a saber, pulsiones yoicas
o de autoconservación y las pulsiones sexuales. Sobre las segundas, de las que Freud dice
tener un amplio conocimiento en detraimiento de las primeras, se caracterizarán como: “(…)
numerosas, brotan desde múltiples fuentes orgánicas, […] actúan con independencia unas de
otras y sólo después se reúnen en una síntesis más o menos acabada. La meta a que aspira
cada una de ellas es el logro del placer de órgano” y agrega “sólo tras haber alcanzado una
síntesis cumplida entran al servicio de la función de reproducción en cuyo carácter se las
reconoce comúnmente como pulsiones sexuales.” (p. 121). Sobre lo último tuvimos ya
conocimiento con anterioridad, cuando las pulsiones parciales –en el camino normal- se
someten a los genitales para lograr la reproducción. Además, recordar que su primera
aparición resultaba en el apuntalamiento de pulsiones de conservación –alimentación,
excreción, entre otros- de las que van desasiéndose poco a poco. En el caso del hallazgo del
objeto, indica que siguen caminos que las pulsiones yoicas le indican –como si creara surcos-
. Continúa arguyendo, sobre la relación pulsión sexual-yoica: “Una parte de ellas continúan
asociadas toda la vida a estas últimas, a las cuales proveen de componentes libidinosos que
pasan fácilmente inadvertidos durante la función normal y sólo salen a la luz cuando
sobreviene la enfermedad.” y, además, pueden cambiar de vía habilitando “(…) operaciones
muy alejadas de sus acciones-meta originarias (sublimación).” (p. 121). Hasta aquí el
examen, grosso modo, de la pulsión.
f. La represión.
Vamos a iniciar el examen del mecanismo de la represión a través de uno de los trabajos
metapsicológicos de Freud (1915b), a saber, del texto “La represión”. En un primer momento,
es preciso entender las condiciones de la represión como el destino de una moción pulsional
que choca con resistencias que buscan hacerla inoperante. Esta primera aproximación es lo
que se conocerá como estado de la represión, estado en que entra la moción anteriormente
mencionada. Habíamos conocido en “Pulsión y destinos de pulsión” que no se puede huir de
una pulsión, pues es interna, a diferencia del estímulo, que es propiamente externo. Así,
existen dos momentos de los cuales la represión será una etapa intermedia, a saber: la
desestimación por el juicio23, que tiene un lugar más adelantado en el tiempo, y la huida, que
sería lo más primitivo en la especie y se aprecia en el instinto animal.
Freud (1915b) comienza inquiriendo sobre cuándo actúa la represión. Es una pregunta
complicada, pues requiere no desvariar en su respuesta. De modo sucinto, convendremos en
que actúa cuando la meta pulsional depara displacer, quedando en duda si es que puede
ocurrir que una pulsión depare displacer cuando su meta es la satisfacción. Pues bien, Freud
contesta la duda diciendo que (…) la satisfacción de la pulsión sometida a la represión sería
sin duda posible y siempre placentera en sí misma, pero sería inconciliable con otras
exigencias y designios. Por tanto, produciría placer en un lugar y displacer en otro.” (p. 142).
De este modo, la fórmula quedaría en un principio económico, donde la condición de
represión recae cuando la diferencia entre la ganancia de placer y displacer es contraria al
principio del placer, vale decir, si el monto de displacer es más grande que el placer obtenido.
Antes de proseguir con este examen, será preciso introducir a la represión primordial.
yoica, pues no hay mucha información disponible salvo algunos usos indistintos y no muy
definidos –esbozos- que Freud realiza hasta el momento de los trabajos de
metapsicología. Es posible que más tarde aparezca más consolidado.
lado, un grupo de representaciones que sería la representación de la que se denominó como
«agencia-representante» de la pulsión; por otro, al descomponer algo que concebimos como
unitario, lo que representa {räpresentieren} a la pulsión. Respecto a lo que representa a la
pulsión, Freud adopta un nombre que viene trabajando desde hace mucho, a saber, el de
monto de afecto {Affektbetrag}. Pues bien, tenemos dos componentes de la agencia
representante-representación de la pulsión: la representación {Vorstellung} y, junto a ella,
ese algo que representa {räpresentieren}, o monto de afecto.
Ahora bien, entraremos de una segunda etapa de la represión, de la cual, Freud (1915b)
nos dice que es la que recae “(…) sobre los retoños psíquicos de la agencia representante
reprimida o sobre unos itinerarios de pensamiento que, procedentes de alguna otra parte, han
entrado en vínculo asociativo con ella.” (p. 143). Esta segunda etapa, que actúa sobre los
retoños e itinerarios de pensamiento con vínculo asociativo, da como resultado el mismo
destino que se aprecia en la represión primordial, vale decir, la fijación en un lugar
topográficamente más atrás –en lo inconciente-. De este modo, Freud dice que puede llamarse
a esta segunda etapa como un esfuerzo de dar caza, pero no debe cometerse en el error de
creer que la represión tiene como fin únicamente la repulsión. Como ya habíamos anticipado
también, la atracción que ejerce lo reprimido primordial es importante sobre aquello que
puede entrar en vínculo asociativo, y señala: “Probablemente, la tendencia a la represión no
alcanzaría su propósito si estas fuerzas {atracción y repulsión} no cooperasen, si no existiese
algo reprimido desde antes, presto a recoger lo repelido por lo conciente.” (p. 143).
(Imagen 3)
De regreso en el tema de lo inconciente, toca examinar los avances que Freud (1915c)
ha establecido sobre el mecanismo de la represión en lo que toca a su tópica y dinámica. Ya
vimos que por tópica entendemos su lugar, vale decir, en dónde actúa la represión; y por
dinámica, hemos de entender su proceso, o cómo esta funciona y se relaciona entendiendo su
causalidad, modos de acción, lugares donde actúa, entre otros. En cuanto a la tópica, Freud
nos advierte que se produce, esencialmente, sobre las representaciones en la frontera del Icc
con el sistema Prcc-Cc. Si nos remitimos a la imagen 3, podemos apreciar con una línea roja
a la primera censura, la cual, sería ese lugar fronterizo entre los sistemas mencionados. Así,
debemos representarnos a la represión hasta ese punto, pero Freud no dice que
exclusivamente se centre allí, sino que, nos plantea que es en esencia donde allí se sitúa.
26La cual planteamos como «esfuerzo de dar caza». Nos faltó, por lo demás, decir que
esta represión se ubica topográficamente sobre las representaciones Prcc o Cc,
desalojando y esforzando hacia el Icc. En la imagen 3 se aprecia con una línea que se sitúa
antes de la segunda censura, que Freud sitúa entre el devenir-conciente y la primera
censura, que es la más fuerte.
represión secundaria se ejerce sobre la representación preconciente o conciente27, concluye
que, entonces “(…) la represión sólo puede consistir en que a la representación se le sustraiga
la investidura (pre) conciente que pertenece al sistema Prcc. La representación queda
entonces desinvestida, o recibe investidura del Icc, o conserva la investidura Icc que ya
tenía.” (1915c, p. 177). Una cosa ocurre en la represión y dos son posibles, a saber: Ocurre
que a la representación le es sustraída su investidura preconciente, y puede ocurrir que reciba
investidura inconciente o mantenga la que tenía antes.
Ya habíamos anticipado con anterioridad que Freud (1915c) examina a los procesos
psíquicos desde diversas perspectivas, y ahora sitúa a lo que nombra «metapsicología» como
una descripción de procesos psíquicos en su aspecto dinámico, tópico y económico. En
cuanto al último de estos, el económico, tendrá por fin seguir los destinos de magnitudes –la
parte cuantitativa, la energía-, y es lo que toca estudiar en cuanto a la contrainvestidura, pues
ya analizamos la parte dinámica –su modo de función- y su lugar tópico –el Prcc-. Con el fin
Para iniciar, aclarar que Freud (1915c) va a sustituir investidura por libido, pues en las
neurosis de trasferencia se trata de los diversos destinos que ha de tener la pulsión sexual. En
primer lugar, toca el caso de la histeria de angustia: Surge una angustia sin motivo aparente,
de lo cual se desprende que una moción de amor inconciente demanda su paso al Prcc, desde
donde, a modo de huida, se le retira la investidura preconciente y la investidura libidinal de
la representación rechazada –la que queda, que sería la inconciente- es descargada como
angustia31. Esta sería la primera fase. La segunda fase, que evita la repetición del proceso –
como vimos en la contrainvestidura-, busca domar el desagradable desarrollo de angustia. Si
antes habíamos identificado que al retirar la investidura preconciente esta se sumaba a la
contrainvestidura, en el caso de la histeria de angustia la investidura preconciente que se ha
fugado se vuelca a una representación sustitutiva “(…) que, a su vez, por una parte se entramó
por vía asociativa con la representación rechazada y, por la otra, se sustrajo de la represión
por su distanciamiento respecto de aquella {sustituto por desplazamiento}” (p. 179).
Podemos decir, en cuanto a la representación sustitutiva, que juega el papel de una
contrainvestidura para el Prcc-Cc, y su papel en esta segunda fase será la de racionalizar la
angustia que aún no puede inhibirse junto con asegurar que la representación reprimida no
logre conquistarse paso en el devenir-conciente. Queda, por lo tanto, una representación
sustitutiva como contrainvestidura con nexo asociativo con la representación inconciente a
la cual se ha reprimido, y Freud dirá que desde ella –la representación sustitutiva- será el
lugar donde arranque el desprendimiento de displacer –que estando en el inconciente es
sentido como angustia-, pero como sabemos que ha sufrido el desplazamiento para tomar ese
lugar, diremos que se comporta como si desde allí arrancara.
En cuanto a lo anteriormente dicho, Freud (1915c) agrega que la expansión del sistema
Cc, vale decir, su imperio o gobierno, suele “(…) exteriorizarse en el hecho de que el primer
modo de excitación de la representación sustitutiva retrocede cada vez más frente al segundo.
Quizás al final el niño se comporte como si no tuviera ninguna inclinación hacia el padre”
(p. 179). Cuando habla del primer modo, hace referencia al nexo asociativo que mantiene la
representación sustitutiva, que nace producto de un desplazamiento con la original –
manteniendo el nexo asociativo-. Por ende, quedaríamos con que ese nexo asociativo, al
ampliar su gobierno el sistema Cc, va haciéndose menos nítido como tal, dejando a su haber
a la representación sustitutiva ocultando el desprendimiento de angustia anudada a la original
y ahora puesta sobre la sustitutiva. Así, el niño del caso va a sentir como angustiante el
encuentro con el animal a la cual la fobia se ve anudada, pero eso no implica que esa angustia
no se encuentre alimentada desde la fuente pulsional inconciente, la cual se “(…) muestra
refractaria e hipertrófica frente a todas las influencias que parten del sistema Cc, en lo cual
deja traslucir que su origen se sitúa en el sistema Icc.” (p. 180).
Así, sabiendo que en la segunda fase la contrainvestidura del sistema Cc ha llevado a la
formación sustitutiva como mencionamos antes, faltaría colegir la continuación del proceso
represivo, que culmina en inhibir la angustia que arranca desde la formación sustitutiva. Para
esto, es preciso poner en palabras de Freud (1915c) lo que ocurre para la inhibición de la
angustia y concretar el éxito de la represión:
Con el propósito de clarificar este trabajo de señal que tendrá la investidura con
intensidad particular, que logra atraer la atención sobre la representación sustitutiva, Heine
(2003) tiene una perfecta analogía para comprender el proceso:
En cuanto a la tercera fase que apreciamos, Freud (1915c) concluye que es una
repetición de la segunda pero en una escala ampliada: “El sistema Cc se protege ahora contra
la activación de la representación sustitutiva mediante la contrainvestidura de su entorno, así
como antes se había asegurado contra la emergencia de la representación reprimida mediante
la investidura de la representación sustitutiva.” (p. 181). Habíamos visto que la
contrainvestidura es una protección contra el asedio de una representación inconciente
cuando se le ha sustraído su investidura desde el Prcc-Cc, como también que se utilizada una
investidura de cierta cantidad para que al menor monto de displacer se logre inhibir un monto
más grande –una especie de regulación por economía-. Pues bien, si antes del mecanismo de
investidura a esa representación sustitutiva protegía al Prcc-Cc del asedio de la
representación inconciente en nexo con la sustitutiva, ahora la atención recae sobre la
representación sustitutiva, que ha desplazado a la original y donde el Cc ha ampliado su
gobierno que no se percibe un nexo –no lo percibe el sujeto- con lo inconciente.33 De este
modo, Freud dice que, antes, la representación sustitutiva era la puerta de entrada que tenía
la moción pulsional que habría sido reprimida. Empero, al final, luego de lo que hemos
analizado, toda la muralla fóbica –la contrainvestidura- sería un enclave –un lugar
inconciente inserto en el Prcc-Cc- de la influencia que tiene el inconciente allí.
Con lo que hemos avanzados, estamos en un momento donde hay que dar un paso más
en la dinámica fóbica, y decir que, como se ha perdido el nexo inicial que tenía la
representación sustitutiva con la inconciente que ha sido reprimida y se ha olvidado su motivo
inicial –en el análisis propuesto por Freud, una moción de amor hacia el padre-, manteniendo,
por otro lado, el desprendimiento de angustia ante la vista del animal que ahora tiene sobre
sí aquello que antes era parte de la representación reprimida, diremos que el peligro pulsional,
33 Esto lo habíamos visto antes al señalar qué ocurría con la expansión del dominio Cc.
que es propiamente interno y del cual no se puede huir, se ha proyectado hacia fuera, por lo
que quedaría un poco más claro cuando Freud (1915c) hablaba de la percepción sustitutiva.
Así, frente a la presencia del peligro de angustia –ver al animal-, se reacciona con el intento
de huida, que serían lo que denominamos con anterioridad como evitaciones fóbicas,
logrando poner un dique a la angustia pero a costa de la libertad personal. Añadamos, además,
que como todo intento de huida pulsional –que no puede lograrse pues la pulsión nace desde
el interior del organismo-, no va a ser del todo satisfactorio, y la huida fóbica no será una
excepción.
Nos quedan por examinar dos neurosis de trasferencia, a saber, la histeria de conversión
y la neurosis obsesiva. En cuanto a la primera, Freud (1915c) dice que es un caso similar al
de la histeria de angustia, pero, específicamente, en la histeria de conversión la investidura
libidinal de la representación inconciente que busca imponerse en la conciencia se traspone
en la inervación del síntoma, por lo que la libido de la representación que pugna por devenir-
conciente es drenada y descargada34, frenando su esfuerzo de asedio. En cuanto a la
contrainvestidura –que, como sabemos, parte desde el Prcc-Cc-, Freud advierte que es
apreciable en la formación del síntoma. Así, es justamente la contrainvestidura quien
selecciona el fragmento de la agencia representante de la pulsión en la cual ha de concentrarse
la investidura libidinal. Respecto a este fragmento, Freud dice que debe satisfacer dos
condiciones: expresar tanto el cumplimiento de deseo –meta desiderativa- de la moción
pulsional como los afanes defensivos o punitorios del Cc. De este modo, el fragmento que ha
sido escogido como síntoma será sobreinvestido y apoyado por ambos lados, a saber, desde
el Icc y el Prcc-Cc.35 Finalmente, Freud infiere, en cuanto al gasto represivo que debe ejercer
el Cc, que no “(…) necesita ser tan grande como la energía de investidura del síntoma; en
efecto, la fuerza de la represión se mide por la contrainvestidura gastada” y añade, en cuanto
que obtiene un refuerzo desde la investidura libidinal inconciente y apoyado por una
investidura preconciente.
al síntoma, que él “(…) no se apoya sólo en esta, sino, además, en la investidura pulsional
condensada en él que le viene del sistema Icc.” (p. 182).
Falta un caso aún que examinar, que es el de la neurosis obsesiva. La neurosis obsesiva
ya había sido analizada en el texto “La represión”, por lo que Freud (1915c) agrega a tal
análisis que , en este caso, la “(…) contrainvestidura del sistema Cc sale al primer plano de
la manera más palmaria. Organizada como formación reactiva, es ella la que procura la
primera represión; y en ella se consuma más tarde la irrupción de la representación
reprimida.” (p. 182). Antes de explicar esto, un pequeño resumen de los que se examinó en
“La represión” en cuanto a la neurosis obsesiva: Freud (1915b) indica que, en la neurosis
obsesiva, la premisa es la de una regresión mediante la cual se remplaza a una aspiración
tierna –sexual- por una sádica, cayendo bajo represión el impulso hostil- que sería el
remplazo- hacia la persona amada. Queda, entonces, una situación de ambivalencia –odio y
amor- que posibilita el proceso de represión, rechazando la representación inconciente y
haciendo desaparecer el afecto con una formación sustitutiva a la manera de unos escrúpulos
de conciencia extremos. Estos escrúpulos, cabe señalar, son una formación reactiva, que fue
investida con la libido sustraída –fortalecimiento del opuesto-. En resumen: En cuanto a la
formación reactiva, señalaremos que es un dique de pulsión que sirve en defensa de esta, el
cual, se aprecia en el asco, la moral y la vergüenza. Así, Freud propone que la formación
sustitutiva aquí coincide, en el fondo, con el mecanismo de la represión a raíz de la situación
de ambivalencia que dejó el impulso sádico que debe reprimirse.
Dicho esto, la contrainvestidura está en primer plano en el sentido en que coincide con
la formación reactiva, que se hace visible en su desplazamiento a lo ínfimo, como defensa
contra la moción hostil que originariamente era sexual frente al objeto. De esta forma, la
contrainvestidura –organizada como formación reactiva- será el lugar desde donde irrumpe
la representación reprimida, como también es desde donde se procura la primera represión,
que en términos cuantitativos –recordemos que el éxito de la represión se mide en cuanto al
trato con el monto de afecto- fracasa al igual que en la histeria de angustia, cosa que es mejor
lograda por la histeria de conversión.
b. El Icc, propiedades y comercio con el Prcc-Cc.
Es preciso iniciar este apartado indicando que, en primer lugar, se estudiarán las
particularidades que ofrece el Icc en contraposición con el Prcc-Cc, vale decir, procesos que
se encuentran en el primero mas no en el segundo. De este modo, partiremos deshilvanando
el núcleo del Icc. Freud (1915c) establece que ese núcleo consiste “(…) en agencias
representantes de pulsión que quieren descargar su investidura; por tanto, en mociones de
deseo. Estas mociones pulsionales están coordinadas entre sí, subsisten unas junto a otras sin
influirse y no se contradicen entre ellas.” (p. 183). Queda la duda en cuanto si estas mociones
de deseo tienen representación en el Icc, o son, como lo ha llamado Freud en otros textos,
análogo al núcleo patógeno. Así, es una duda que hay que dejar suspendida de momento,
pues bien puede tratarse de algo que no tuvo representación como pudo haber sido el
encuentro con la propia sexualidad en el niño.
En cuanto a las propiedades del Icc, Freud (1915c) realiza un resumen que nos será útil
para descomponer: “ausencia de contradicción, proceso primario (movilidad de las
investiduras), carácter atemporal y sustitución de la realidad exterior por la psíquica, he ahí
los rasgos cuya presencia estamos autorizados a esperar en procesos pertenecientes al sistema
Icc.” (p. 184). Vamos entonces a ir elucidando el contenido de las distintas propiedades que
Freud indica. En primer lugar, la «ausencia de contradicción» es explicada diciendo que, si
dos mociones de deseo son activadas compartiendo una meta, no se cancelan, incluso aunque
aparenten ser opuestas, sino, conforman una meta intermedia, un compromiso. Además, que
en el Icc no existe negación, vale decir, no hay grado de certeza ni duda, pues esto lo
introduce el trabajo de la censura, situada entre el Icc y el Prcc. En segundo lugar, el «proceso
primario» es un tema dilucidado en “La interpretación de los sueños”, pero diremos sobre él,
en cuanto a la movilidad de las investiduras, que utiliza dos proceso, a saber, desplazamiento
y condensación. Respecto al primero, el desplazamiento, los montos de investidura pueden
ser entregados íntegramente de una representación a otra; en cuanto al segundo, la
condensación, una representación puede tomar o integrar sobre sí múltiples investiduras.36
Ahora bien, es preciso establecer las bases comparativas para desprender al Icc del Prcc-
Cc, por lo que toca examinar cuáles serían sus diferencias en términos dinámicos,
económicos y tópicos. Sabemos que los procesos inconcientes no son susceptibles de
conciencia, pero Freud (1915c) dice que pueden volverse cognoscibles para nosotros en de
dos modos, a saber, en el sueño y la neurosis.37 El motivo de que estos sean los modos reside
en una regresión –vuelta hacia atrás o, mejor dicho, rebajamiento en un sentido tópico, pues
el Prcc se encuentra más alto que el Icc según consigna Freud- que afecta a los procesos
preconcientes. Falta añadir, como motivo de que lo inconciente sea insusceptible de
conciencia, que se debe a que al Icc se le superpuso el Prcc en edad muy temprana, y arrastró
sobre sí algo que ya hemos trabajado, el paso a la conciencia y la motilidad –ver imagen 3-
.38 En cuanto al dominio que maneja el Icc, Freud discierne que la “(…) descarga del sistema
Icc pasa a la inervación corporal para el desarrollo del afecto, pero […] esa vía de
aligeramiento le es disputada por el Prcc.” (p. 185). Ya habíamos dilucidado esto en el
eslabones intermedios o personas mixtas que en él aparecen, como también los afectos
que puede generar una representación en el sueño (que algo desagradable en la vida
diurna se sienta agradable, por ejemplo).
37 Faltaría el chiste, que en esta época no fue muy estimado por Freud más que como un
parte, donde analiza al proceso primario y al secundario, indicando que sus nombres se
deben a una organización cronológica y no mero azar. Recordar, además, que el proceso
primario pertenece al Icc, mientras el secundario al Prcc-Cc.
examen de los afectos, donde adjudicamos una pugna en la inervación corporal para el
desarrollo del afecto entre los sistemas Prcc-Cc e Icc, y ocurre también que, en condiciones
normales y sin investidura desde el Prcc, el Icc no podría consumar acciones musculares
adaptadas a un fin –pues el paso a la motilidad está bajo imperio del Prcc-Cc-, pero queda
como excepción el caso de las acciones musculares que con anterioridad –antes de la
superposición el Prcc- ya estaban organizadas como reflejos.
Es momento de indagar un poco más sobre los procesos del Prcc antes de proseguir el
examen comparativo. Sobre ellos, Freud (1915c) indica que exhiben “(…) una inhibición de
la proclividad a la descarga, característica de las representaciones investidas. Cuando el
proceso traspasa de una representación a otra, la primera retiene una parte de su investidura
y sólo una pequeña proporción experimenta el desplazamiento.” (p. 185). En cuanto a lo
anterior, Freud indica que es indistinto si se da el caso de que sean o bien susceptibles de
conciencia, o bien concientes propiamente tal. Cuando examinamos el desplazamiento en el
proceso primario, dimos con que el desplazamiento se realizaba en un monto íntegro de la
investidura, mientras acá es posible notar cierto resguardo respecto de las intensidades,
incluso siendo excluidos o muy limitados procesos semejantes al proceso primario –
condensación y desplazamiento-. De esta manera, Freud recuerda algo que trabajamos con
anterioridad, a saber, que hay dos estados en que se encuentra la energía de investidura:
ligado y móvil, donde el primero es nombrado como «tónico» -que da fuerza al organismo
es una de sus definiciones- y el segundo, advierte, se halla libre y proclive a ser descargada.
39Es preciso desprender a la memoria conciente de las huellas mnémicas, donde estas
últimas son huellas en que se fijan las vivencias inconcientes. Aún no aclara lo suficiente el
tema, pero volveremos sobre esto en el último apartado.
más alto que el Icc en el sentido topográfico y de organización, pues, como hemos dicho, por
cada avance en materia de organización entre las distintas instancias se agrega una censura,
donde la más fuerte es la que separa al Icc del Prcc.40
Como segundo tema central, nos habíamos propuesto la tarea de analizar el comercio
entre el sistema Icc y el Prcc-Cc, por lo que, haber aclarado sus propiedades y diferencias, es
tiempo de entrar en este asunto. Recordemos que los retoños inconcientes prolifera, por así
decir, a las sombras, por lo que no debemos incurrir en el error de pensar que el Icc es de tipo
estática, muerta; por el contrario, es susceptible de desarrollo y mantiene intercambios y
diversos tipos de relaciones con el Prcc –ya vimos que pueden cooperar, entre otros
intercambios-. De este modo, Freud (1915c) sentencia de que el sistema Icc ve su
continuación en sus retoños. Para esclarecer un poco más el asunto Hegel (2009) sobre lo
«en sí» nos ofrece una gran analogía: “Pero lo que es en sí, no es aún lo verdadero, sino lo
abstracto; es el germen de lo verdadero, la aptitud, el ser en sí de lo verdadero.” Y prosigue
“El germen es el concepto de la planta […] de él se origina la planta. Él es activo y su
actividad consiste en producir la planta. […] Lo que permanece sin vida, sin movimiento, es
la madera.” (p. 52). La organización de la planta, el germen, sería el Icc, mientras lo que de
él resulte o nazca, la existencia, serían los retoños. Todo este movimiento evolutivo es lo que
Hegel denominará como «por sí». Volviendo al tema, ha de resultarnos útil aclarar que los
retoños son, dice Freud, asequibles a las vicisitudes y, como hemos estudiado, influyen en el
Prcc –recordemos que, siguiendo la dirección progrediente, intentan ganar lugar en la
conciencia- como también él influye sobre ellos –por ejemplo, cuando los inviste o luego
retira las investiduras en el proceso de la represión-.
Pues bien, Freud (1915c) presenta ahora retoños de mociones pulsionales inconcientes,
e indica que hay algunas que reúnen distintas «notas contrapuestas»: “Por una parte presentan
una alta organización, están exentos de contradicción, han aprovechado todas las
adquisiciones del sistema Cc y nuestro juicio los distinguiría apenas de las formaciones de
este sistema.” (p. 187). Empero, continúan siendo inconcientes, por lo que son insusceptibles
40Freud aún no ha hecho una distinción exacta entre los usos de Prcc, Cc o Prcc-Cc, por lo
que los usaremos indistintamente como él lo hace.
de devenir concientes –salvo, claro, alguna excepción en toda la gama patológica hasta ahora
elucidada-. Así, Freud concluye que cualitativamente han de pertenecer al Prcc, pero, en sí,
pertenecen al Icc, y esto último determinará sus destinos.41 En cuanto a que serían
cualitativamente preconcientes, diremos que se debe a que han aprovechado las adquisiciones
que ofrece el sistema Cc, siendo mestizas.
Falta aún, para continuar, tocar el tema de algunas formaciones que son retoños del Icc,
por lo que pasaremos a examinarlas a continuación. La primera a analizar será la fantasía,
que Freud (1915c) ubica como etapas previas tanto para formar el sueño como para el
síntoma. Las fantasías poseen efectivamente una alta organización –cualidad que Freud ya
había atribuido a algunos retoños-, pero permanecen reprimidas, viendo impedido devenir
concientes. Sin embargo, pueden aproximarse a la conciencia –estado que identificamos
como «susceptible de conciencia», ver imagen 3-, manteniéndose en ella hasta que
sobrepasan cierta intensidad que provocará su rechazo.42 La segunda de las formaciones que
son retoños del Icc serán las formaciones sustitutivas que, como vimos, tienen una alta
organización pero, a diferencia de la fantasía, logran irrumpir en la conciencia gracias a que
juegan para el Prcc, como sucede con el caso de que coincidan con una contrainvestidura
preconciente.
En cuanto a la conciencia, Freud (1915c) dice que, a esta, la totalidad de los procesos
psíquicos “(…) se le presenta como el reino de lo preconciente. Un sector muy grande de
esto preconciente proviene de lo inconciente, tiene el carácter de sus retoños y sucumbe a
una censura antes que pueda devenir conciente.” (p. 188). Ya habíamos hablado de esta
censura que se produce tras el paso hacia una etapa más alta en términos de organización
psíquica, y falta añadir que existe además un sector del Prcc que se encuentra sin censura y
41 Una analogía que emplea Freud es la de los mestizos: su raza sería un rasgo llamativo, a
pesar de convivir entre otras, lo que genera su exclusión sin gozar de los privilegios
universales adscritos a una raza o ascendencia particular (Latinos, pequeños burgueses,
etc.).
42 El ejemplo que obtuvimos de Heine puede ser ilustrador: Si el perro lleva el rabo arriba
Por lo tanto, tenemos que los contenidos que el Sistema Prcc y Cc poseen tienen dos
fuentes: la vida pulsional –donde su primera parada es el Icc y, por tanto, está mediada por
él- y la percepción. Mediante la investigación de casos patológicos, Freud (1915c) descubre
que muestra, a menudo “(…) en el Icc un grado de autonomía y de ininfluenciabilidad apenas
creíbles. Un total aislamiento recíproco de las aspiraciones, un desagregación absoluta de los
dos sistema, he ahí en general la característica de la condición patológica.” (p.191) y, en
cuanto a la cura psicoanalítica, Freud la edifica desde la influencia del Icc desde la
conciencia, por lo que podríamos decir que accede a él mediante los retoños inconcientes –
sus intermediarios-. Sin embargo, advierte, modificar al Icc por parte del sistema Cc es lento
y lleno de dificultades.
Sobre los casos en que una moción preconciente y una inconciente –reprimida aun con
intensidad- cooperan, Freud (1915c) dice que puede producirse cuando la moción inconciente
coincide con las aspiraciones dominantes, vale decir, opera en el mismo sentido que esta
exige. Para tal caso, la represión bajo la cual se encuentra la moción inconciente es cancelada
para este caso en particular, admitiéndose como refuerzo para la intención del yo la energía
ganada por cancelar la represión. Así, lo inconciente pasaría de alguna manera a ser acorde
con el yo sin modificar en otras ningún otro lado la represión más que en la moción
inconciente que coincide con la aspiración dominante. Estas mociones sobreinvestidas no
actúan como las normales, sino que habilitan un rendimiento particularmente consumado,
con un comportamiento a las contradicciones análogas a las de los síntomas obsesivos.
Finalmente, Freud (1915c) cataloga al contenido del inconciente como una población
psíquica primitiva 44
, y dice: “Si hay en el hombre unas formaciones psíquicas heredadas,
algo análogo al instinto {Instinkt} de los animales, eso es lo que constituye el núcleo del Icc.”
(p. 191-2). De esta manera, el núcleo de lo inconciente es algo del orden de lo prehistórico
en la vida del sujeto, y hay que añadir que, en el curso del desarrollo infantil, hay distintos
contenidos que fueron desechados o desestimados, los cuales no tienen una naturaleza
diferente a lo heredado –las formaciones psíquicas de las que habla Freud en la cita-. Para
terminar, Freud sentencia que una división tajante como la que apreciamos entre los sistemas
psíquicos –Icc y Prcc-Cc- no ha de establecerse hasta la pubertad –por regla general, pues
pueden existir excepciones-.
44 Algo análogo dijo sobre el sueño, donde ubica que es a la humanidad como el arco y las
flechas de los salvajes, vale decir, un mecanismo mantenido desde los inicios de la vida.
c. La introducción de la representación-cosa y representación-palabra.
Resulta un tema espinoso entrar de golpe al análisis de ambos conceptos que han de ser
fundamentales en este apartado, pero que no son novedosos en la literatura de Freud, sino, se
remontan a años de trabajos y estudio. Podríamos decir, por ende, que debió de realizar una
vuelta a todo lo que había dilucidado antes de postular la existencia de la representación-cosa
{Sachvorstellung} y la representación-palabra {Wortvorstellung}, por lo que ese rodeo
también lo haremos para entender cómo llega a ese razonamiento, que es lo que debiese de
importarnos más que sus palabras en sí, analizar es así.
45Una pequeña acotación que explicará más claramente la relación entre ambas: la libido
de objeto es reversible, al investir un objeto y, luego, retirar su investidura, esta libido se
recoge en el yo –narcisismo secundario, o narcisismo como lo conocemos-. Por otra parte,
un pequeño resto –autoerótico- se mantiene incólume a trasponerse al objeto, que en
“Tres ensayos de teoría sexual” se menciona como una investidura originaria de libido
narcisista del yo oculta en los envíos de libido hacia el objeto –investidura libidinal
narcisista que viene de la fase narcisista infantil-.
Falta agregar que, en el caso del recogimiento en el yo de la libido de objeto, ese proceso
lleva por nombre el narcisismo secundario, que es, dice Freud (1915c), un narcisismo del
cual podemos dar cuenta en cierto sentido a diferencia del primario, que no es observable
salvo en casos como la esquizofrenia y otros. Además, retomando a la introversión de la
libido, cuando inviste al objeto en la fantasía –el recuerdo del objeto, entre otras
explicaciones-, la libido de objeto persiste en el Icc, pues bien sabemos que, entre los retoños
del Icc, la fantasía es uno de ellos, teniendo por carácter estar reprimida –salvo que, como en
los casos de síntoma, esté conforme a las aspiraciones de instancias superiores-.
Para volver con la esquizofrenia, Freud (1915c) explica que, en ella “(…) se exterioriza
como conciente mucho de lo que en las neurosis de trasferencia sólo puede pesquisarse en el
Icc por medio de psicoanálisis.” (p. 194), lo cual, no es simplemente un mero dato. Con el
propósito de caracterizarla, Freud ubica alteraciones en el lenguaje, vale decir, un desorden
sintáctico donde se utilizan constantes referencias a órganos o inervaciones corporales, que
él llamo como «lenguaje de órgano» o «hipocondríaco». En ese sentido, Freud concluye que
las palabras de los esquizofrénicos han sido sometidas al proceso primario, al cual,
pertenecen procesos como el desplazamiento y la condensación ya estudiados.
46Hay un ejemplo claro sobre esto en la página 197 del tomo XIV de Amorrortu, donde la
esquizofrénica dice que se le ha falseado su posición –que, en lengua alemana, tiene
mucho más sentido la sentencia-, por lo que ella siente que debe poner el cuerpo de otro
A partir de esto, Freud (1915c) concluye que habrá de modificarse lo que en un primer
momento se había planteado, a saber, de que en la esquizofrenia se resignaban las
investiduras de objeto, arribando a que la investidura de las representaciones-palabra se
mantiene. Dejemos esto en suspenso un momento, pues lo que sigue ha de llamarnos la
atención debido a su dificultad, pero intentaremos penetrar en ello de la mejor manera. A
partir de esta intelección, lo que Freud logra colegir es que la representación-objeto
{Objektvorstellung} conciente se descompone en dos partes, a saber, representación-palabra
y representación-cosa. Sobre la última diremos que, cuando está sin la representación-
palabra, es siempre inconciente, y de ello desprende que las investiduras de cosa de los
objetos estarían contenidos en el Icc, que Freud ubico como investiduras de cosa de objetos
primeras y genuinas. En cuanto a la representación conciente –antes identificada como
«representación-objeto conciente»-, está compuesta por ambos tipos de representaciones, a
saber, la representación-cosa y la representación palabra.47
Falta ahora comentar sobre el proceso secundario, del que haremos una pequeña síntesis
para su comprensión: Que exista el proceso secundario implica la existencia de uno primario,
del cual ya hablamos. De este modo, el nombre de ambos procesos se debe a la cronología,
donde el proceso secundario fue más tarde en el tiempo, debido a que, como señalamos con
anterioridad, gobierna el Prcc y este nace en la sobreinvestidura de la representación-cosa
con su correspondiente representación-palabra. Esta sobreinvestidura permite el relevo del
proceso primario, al cual se le superpone el proceso secundario. Para finalizar, Freud (1900)
indica que, los procesos primarios se encuentran, en el aparato, inicialmente. Por otro lado
“(…) los secundarios sólo se constituyen poco a poco en el curso de la vida, inhiben a los
primarios, se les superponen, y quizás únicamente en la plena madurez logran someterlos a
su total imperio.” (p. 592). Por último, destacar algo que nos será de utilidad, a saber, que
eso que llamamos «el núcleo de nuestro ser», compuesto por las mociones de deseo que
intentamos satisfacer48 -deseos inconcientes-, permanece “(…) inaprehensible y no inhibible
para el preconciente, cuyo papel quedó limitado de una vez y para siempre a señalarles a las
mociones de deseo que provienen del inconciente los caminos más adecuados al fin.” (p.
593). Otra consecuencia de esa demora en la superposición es que gran parte del material
mnémico –siempre inconciente- no es accesible a la investidura preconciente, de lo que
podemos suponer que no es traducible a palabras.
Pues bien, habrá ahora que acomodar también a la represión con las nuevas
elucidaciones que Freud (1915c) establece con la intromisión de la representación-palabra y
48 En un comienzo, las mociones de deseo eran satisfechas por identidad perceptiva, vale
decir, por vía alucinatoria en un sentido regrediente de la excitación. Por otro lado, con la
llegada del proceso secundario se buscará lograr la identidad perceptiva en el mundo
externo, por vía de la experiencia, a través de un examen de realidad para influir en el
mundo y conseguir lo buscado afuera, no por vía alucinatoria.
la representación-cosa. En un principio habíamos dicho que lo que sustrae la represión era la
investidura preconciente, mas ahora, como aclaración, diremos que en las neurosis de
trasferencia lo que ocurre es que se le rehúsa a la representación-cosa su traducción en
palabra, vale decir, el acto psíquico no es sobreinvestido, por lo que no se enlaza la
representación-cosa con su correspondiente representación-palabra, quedando reprimido en
el Icc.
para atravesar la censura, que exige una fuerza mayor a esta para trasponérsele.
De esta manera, Freud (1915c) concluye lo siguiente: “Bien comprendemos que el
enlace con representaciones-palabra todavía no coincide con el devenir-conciente, sino que
meramente brinda la posibilidad para ello; por tanto, no caracteriza a ptrp sistema sino al del
Prcc.” (p. 199). Ya se había dicho con anterioridad que ubicaríamos al Prcc entre dos
censuras, a saber, la que separa al Prcc del Icc y la que separa al Prcc del devenir conciente.
Por lo tanto, sería decir que lo que se ubica en el Prcc es susceptible de conciencia, faltándole
otra investidura –que conjeturamos sería la atención- para devenir conciente. De todo lo
anterior, se colige que la representación-palabra tendría, posiblemente, un lugar tópico en el
sistema Prcc.
Toca explicar esta cita para su comprensión. En primer lugar, podemos pensar al
recogimiento de la investidura pulsional, precisamente a esos «lugares que representan»,
como los objetos a los cuales se ha puesto libido, que luego es recogida por el yo. Pero nos
asalta de inmediato la impresión de que el esquizofrénico no consigue investir objetos, que
caracterizamos como su incapacidad a la trasferencia analítica –dejaremos esto en suspenso
y enseguida lo retomaremos-. Por otro lado, que las representaciones-palabra experimenten
una investidura más intensa se puede colegir del hecho de que no son parte del proceso de la
represión y, en nexo con lo que hemos dejado en suspenso, diremos que esta investidura más
intensa de la representación-palabra sería uno de los primeros intentos por restablecer al
sujeto de la esquizofrenia, explicando el por qué la libido puede pasar a un objeto –que,
podemos pensar, es al parecer alucinatorio-. Esto bien puede resultarnos familiar con la
sobreinvestidura que va a generar el nacimiento del Prcc, pero Freud (1915c) no habla acá
de una sobreinvestidura, sino un aumento de intensidad, lo cual no debe confundirnos.
Pues bien, con este intento de restablecimiento o de cura, es posible apreciar un empeño
por reconquistar el objeto perdido, sin embargo, puede ocurrir que se busque el camino hacia
ese objeto pasando por el componente de su palabra –la representación-palabra-, y terminar
conformándose simplemente con palabras en lugar de las ansiadas cosas; caso opuesto, bien
puede terminar por conquistar el objeto perdido . Así, Freud (1915c) se ve precisado a
esclarecer los dos caminos contrapuestos que han de determinar el movimiento de la
actividad anímica:
“o bien avanza desde las pulsiones, a través del sistema Icc, hasta el trabajo del
pensamiento conciente, o bien una incitación de afuera le hace atravesar el sistema de
la Cc y del Prcc hasta alcanzar las investiduras icc del yo y de los objetos.” (Freud,
1915, p. 200).
Para finalizar, Freud (1915c) recalca que, pese a la represión sobrevenida, el segundo
camino, desde el Cc y el Prcc hasta las investiduras inconcientes, debe “(…) permanecer
transitable, y en un tramo queda expedito para los esfuerzos que hace la neurosis por
reconquistar sus objetos.” (p. 200). Una última conclusión queda pendiente entonces, a saber,
si habíamos dicho que los esquizofrénicos mantenían sus representaciones-palabras, resta
dilucidar decir que su modo de pensamiento es tratar a las cosas concretas como si fueran
abstractas, lo cual Freud ubica como característica de la esquizofrenia.51
51 Este punto sobre la esquizofrenia, como otros, Freud los deja pendientes para el texto
siguiente: “Complemento metapsicológico a la doctrina de los sueños”, donde establece
una comparación del sueño con los esquizofrénicos.
V. Bibliografía.
Freud, S. (1894). Las neuropsicosis de defensa (tomo III). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1900). La interpretación de los sueños (tomo IV-V). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1905a). El chiste y su relación con lo inconciente (tomo VII). Buenos Aires:
Amorrortu.
Freud, S. (1905b). Tres ensayos de teoría sexual (tomo VII). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1907). El delirio y los sueños en la «Gradiva» de W. Jensen (tomo IX). Buenos
Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1915a). Pulsiones y destinos de pulsión (tomo XIV). Buenos Aires: Amorrortu.
Freud, S. (1950 [1895]). Proyecto de psicología (Tomo I). Buenos Aires: Amorrortu.
***Las referencias a los tomos de Freud no están correctamente citadas, tómese como
referencia y no como una buena cita (por escasez de tiempo).