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Preparado por: Rubén Darío Tello Márquez

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TALLER: Como descubrir mi llamado al servicio

Objetivos del taller:

1. Que los participantes comprendan los 3 llamados de Dios al hombre

2. Que los participantes vean en los ejemplos de Mateo y Pedro como Dios llama al

hombre a salvación, a santificación y a su servicio

3. Que los participantes se comprometan con Dios a la obra de la santificación personal

4. Que los participantes se comprometan con Dios a usar y desarrollar sus dones

espirituales para la edificación de la iglesia y el engrandecimiento de su reino

5. Que los participantes se comprometan con Dios a desarrollar su liderazgo en la iglesia

y en la sociedad donde se desarrollan.

1. Introducción

a. Actualmente hay una gran necesidad de obreros preparados y dispuestos para

servir en la Iglesia de Dios y para cumplir la Gran Comisión: “Recorría Jesús todas

las ciudades y aldeas, enseñando en las sinagogas de ellos, y predicando el evangelio del

reino, y sanando toda enfermedad y toda dolencia en el pueblo. Y al ver las multitudes, tuvo

compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen

pastor. Entonces dijo a sus discípulos: A la verdad la mies es mucha, más los obreros pocos.

Rogad, pues, al Señor de la mies, que envíe obreros a su mies” (Mateo 9:35-38)

b. Asimismo hay una gran necesidad de obreros que entiendan el concepto de

liderazgo bíblico, que es el liderazgo de servicio conforme al modelo de nuestro

Señor Jesucristo: “Entonces Jesús, llamándolos, dijo: Sabéis que los gobernantes de las

naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. Más

entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro

servidor, y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; como el Hijo del

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Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por

muchos” (Mateo 20:25-28)

c. El liderazgo cristiano no podrá alcanzar su potencial completo ni podrá servir de

una manera agradable a Dios a menos que esté basado en las Sagradas Escrituras,

inmerso en ellas y las use para todo su ministerio al Señor: “Toda la Escritura es

inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en

justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena

obra” (2 Timoteo 3:16-17). Ver también 2 Timoteo 2:15, 1 Timoteo 4:16

d. El líder cristiano debe entender que su labor es eminentemente espiritual; por lo

tanto se debe realizar en el poder del Espíritu de Dios, en oración, en meditación

de la Palabra, en plena comunión con Dios y en santidad; porque Dios no usa a

quienes tienen las manos sucias por el pecado: “Pero el fundamento de Dios está firme,

teniendo este sello: Conoce el Señor a los que son suyos; y: Apártese de iniquidad todo aquel

que invoca el nombre de Cristo. Pero en una casa grande, no solamente hay utensilios de

oro y de plata, sino también de madera y de barro; y unos son para usos honrosos, y otros

para usos viles. Así que, si alguno se limpia de estas cosas, será instrumento para honra,

santificado, útil al Señor, y dispuesto para toda buena obra. Huye también de las pasiones

juveniles, y sigue la justicia, la fe, el amor y la paz, con los que de corazón limpio invocan

al Señor” (2 Timoteo 2:19-22). Ver también Colosenses 1: 28-29

e. En conclusión, un liderazgo lleno de la Palabra de Dios, lleno del Espíritu Santo,

que tiene un corazón de siervo y que tiene pasión evangelistica por las almas y por

la edificación de la Iglesia será un liderazgo usado por Dios para la gloria de su

nombre.

f. Para esto, tenemos que entender que Dios nos llama a: salvación, santificación y a

su servicio. No hacemos lo que hacemos porque nosotros lo ideamos sino porque

Dios nos llamó y debemos responder a ese llamado sagrado.

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2. Dios nos llama a la salvación

Es fundamental entender este primer punto porque nadie puede hablar de la luz cuando

aún vive en oscuridad. No podemos servir al Señor si primero no hemos sido salvados

por el Señor. El esclavo del pecado no puede anunciar ni ofrecer libertad porque aún vive

en cadenas. Así también, el creyente debe comprender de qué ha sido salvado, las

maravillosas bendiciones que en Cristo ahora tiene y su posición como nueva criatura en

Jesucristo. Un líder cristiano que aun lucha con su mente, con una auto estima baja, con

una mente no bíblica y que aún tiene sentimientos de culpa, vergüenza y condenación no

va a ser de provecho, sino más bien de tropiezo a la obra de Dios.

Consideremos entonces que el llamado de Dios a la salvación:

a. Le da toda la gloria a Dios y cumple su propósito eterno al salvar hombres y

mujeres muertos en sus delitos y pecados (Efesios 2:1), destituidos de la gloria de

Dios (Romanos 3:23), condenados al infierno por causa de su naturaleza pecadora

(Romanos 6:23ª)

b. Nos libra de condenación y nos da vida eterna, dado que Cristo pagó en la cruz la

condena del pecado por nosotros, hecho por Dios maldición y bebiendo la ira de

Dios por cada ser humano (Gálatas 3:13), siendo el sacrificio perfecto, único y

suficiente por el pecado (Hebreos 10:12-14), y el Cordero de Dios que quita el

pecado del mundo (Juan 1:29).

c. Por su gracia por medio de la fe en el Señor Jesucristo. Somos salvos por la gracia

de Dios, no por obras para que nadie se gloríe (Efesios 2: 8-9), por medio de la fe

en la persona y obra de nuestro Señor Jesucristo en la cruz del calvario. Aquellos

que ponen su fe en Cristo, son justificados (Romanos 5:1), adoptados hijos de Dios

(Juan 1:12; Romanos 8:16; 1 Juan 3:1-10) y hechos nuevas criaturas (2 Corintios

5:17). ¡Esto tiene que cambiar nuestra manera de ver la vida!

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d. El ejemplo de Mateo (Mateo 9:9; Marcos 2:14; Lucas 5:27-32). El caso de Mateo es

un ejemplo maravilloso de Cristo llamando a un hombre a la salvación, a la

santificación y a su servicio:

“Pasando Jesús de allí, vio a un hombre llamado Mateo, que estaba sentado al banco de los

tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y se levantó y le siguió” (Mateo 9:9)

“Después volvió a salir al mar; y toda la gente venía a él, y les enseñaba. Y al pasar, vio a

Leví hijo de Alfeo, sentado al banco de los tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y

levantándose, le siguió” (Marcos 2:13-14)

“Después de estas cosas salió, y vio a un publicano llamado Leví, sentado al banco de los

tributos públicos, y le dijo: Sígueme. Y dejándolo todo, se levantó y le siguió. Y Leví le hizo

gran banquete en su casa; y había mucha compañía de publicanos y de otros que estaban a

la mesa con ellos. Y los escribas y los fariseos murmuraban contra los discípulos, diciendo:

¿Por qué coméis y bebéis con publicanos y pecadores? Respondiendo Jesús, les dijo: Los que

están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a

justos, sino a pecadores al arrepentimiento” (Lucas 5:27-32)

Mateo, también conocido por su nombre hebreo Leví, hermano de Jacobo, hijos de

Alfeo, era un cobrador de impuestos y odiado por su pueblo. Este recibe el llamado

del Maestro, impactándole de tal manera que deja todo lo que era de su vida

pasada y se levanta a seguirle. En los tiempos del Nuevo Testamento los

cobradores de impuestos eran clasificados junto con las prostitutas, los gentiles y

los pecadores, así que un rabino como Jesús llamándolo a ser su discípulo era algo

impensable para el mundo judío. Sin embargo, Mateo responde inmediatamente y

una de las primeras cosas que hace es una fiesta en su casa para que sus amigos,

publicanos como el, puedan conocer a Jesús también. A partir de allí Mateo

empezó a caminar detrás de Jesús como su discípulo y eventualmente vendría a

ser uno de sus apóstoles, sirviendo a su Señor como columna de la iglesia hasta su

muerte.

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3. Dios nos llama a la santificación

Lo segundo que tenemos que considerar es que Dios también nos llama a la santificación,

a ser santos como Él es santo (Levítico 20:7; 1 Pedro 1:16). Este proceso, que empieza en

nuestro nuevo nacimiento y terminará el día que vayamos a la presencia del Señor,

involucra la renovación de nuestra mente, nuestro crecimiento en madurez espiritual y en

santidad a la semejanza de la estatura de nuestro Señor Jesucristo. Este proceso y nuestro

progreso en el determinarán nuestra eficiencia y eficacia en el ministerio de la obra del

Señor.

Consideremos entonces que el llamado de Dios a la santificación:

a. Cumple con el Gran Mandamiento: amar a Dios y a nuestro prójimo. Necesitamos

crecer en santidad y madurez espiritual para cumplir el mandamiento de amar a

Dios y a nuestro prójimo como el Señor nos manda: “Y uno de ellos, intérprete de la

ley, preguntó por tentarle, diciendo: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? Jesús

le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu

mente. Este es el primero y grande mandamiento. Y el segundo es semejante: Amarás a tu

prójimo como a ti mismo. De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas”

(Mateo 22:35-40). Este es llamado por Jesús como el “gran mandamiento” de la Ley,

el más importante y lograr esto es resumir todo el espíritu de la Ley del Señor. Esto

es más importante que las actividades eclesiásticas y sin el amor a Dios y a las

personas el ministerio jamás podrá ser agradable a Dios y aceptable a los hombres.

b. Nos conforma a la imagen del Señor Jesucristo. El objetivo de la santificación y el

crecimiento espiritual no es la acumulación de conocimientos, sino la

conformación de nuestro pensamiento y carácter a semejanza del Señor Jesucristo.

Este es el propósito de Dios para sus hijos redimidos: “Y sabemos que a los que aman

a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son

llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos

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conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos.

Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y

a los que justificó, a éstos también glorificó” (Romanos 8:28-30). Por esto el apóstol

Pablo exhortaba a los creyentes a imitarle, porque él era un imitador de Jesucristo:

“Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Corintios 11:1); no solo en nuestra

manera de ser, sino también en nuestra actitud mental: “Haya, pues, en vosotros este

sentir que hubo también en Cristo Jesús, el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser

igual a Dios como cosa a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de

siervo, hecho semejante a los hombres; y estando en la condición de hombre, se humilló a sí

mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:5-8)

c. La meta es la madurez espiritual y la renovación de nuestra mente. Mientras

vamos conformándonos a la imagen de nuestro Señor Jesucristo lo expresamos en

madurez espiritual así como en la renovación de nuestra mente y en una vida de

santidad creciente. La madurez espiritual requiere un reordenamiento radical de

nuestras prioridades, cambiando de complacernos a nosotros mismos para

agradar a Dios y aprender a obedecerle. La clave de la madurez es la coherencia y

la perseverancia en hacer aquellas cosas que sabemos que nos acercan a Dios. Estas

prácticas son conocidas como las disciplinas espirituales: lectura de la Palabra,

oración, servicio, alabanza, meditación, etc.

Algunos textos que nos hablan de esto son:

“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne” (Gálatas 5:16)

“Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia del conocimiento

de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo tengo por basura, para

ganar a Cristo, y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la

que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder

de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en

su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo

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haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para

lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya

alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome

a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en

Cristo Jesús” (Filipenses 3:8-14)

“vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a

la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la

paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor. Porque si estas

cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al

conocimiento de nuestro Señor Jesucristo” (2 Pedro 1:5-8)

d. El ejemplo de Pedro (Lucas 5:1-11). Vamos a considerar el ejemplo del llamamiento

de Jesús a Simón Pedro con el objetivo de ver como Dios trató con este hombre a

través de un milagro de provisión, donde le enseñó a Pedro a confiar en Dios y

obedecerle aunque las ordenes no parecieran lógicas a sus ojos:

“Aconteció que estando Jesús junto al lago de Genesaret, el gentío se agolpaba sobre él para

oír la palabra de Dios. Y vio dos barcas que estaban cerca de la orilla del lago; y los

pescadores, habiendo descendido de ellas, lavaban sus redes. Y entrando en una de aquellas

barcas, la cual era de Simón, le rogó que la apartase de tierra un poco; y sentándose,

enseñaba desde la barca a la multitud. Cuando terminó de hablar, dijo a Simón: Boga mar

adentro, y echad vuestras redes para pescar. Respondiendo Simón, le dijo: Maestro, toda la

noche hemos estado trabajando, y nada hemos pescado; más en tu palabra echaré la red. Y

habiéndolo hecho, encerraron gran cantidad de peces, y su red se rompía. Entonces hicieron

señas a los compañeros que estaban en la otra barca, para que viniesen a ayudarles; y

vinieron, y llenaron ambas barcas, de tal manera que se hundían. Viendo esto Simón Pedro,

cayó de rodillas ante Jesús, diciendo: Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador.

Porque por la pesca que habían hecho, el temor se había apoderado de él, y de todos los que

estaban con él, y asimismo de Jacobo y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de

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Simón. Pero Jesús dijo a Simón: No temas; desde ahora serás pescador de hombres. Y cuando

trajeron a tierra las barcas, dejándolo todo, le siguieron” (Lucas 5:1-11)

Pedro y sus amigos reciben un milagro maravilloso de provisión de parte de Dios,

pero sobretodo Simón recibe una visión honesta y sincera de sí mismo: él se ve

como un pecador que no merece estar delante de Dios; pero no corre, se postra

ante El, rindiéndose y esperando solo en su gracia y misericordia. Para un judío

postrarse era algo muy serio y sagrado, y solía indicar adoración o rendición. En

el caso de Pedro, él se estaba rindiendo a Jesús, rindiéndose a sus planes y

designios. Ese es el camino de la santificación, de la madurez, cuando dejamos

nuestros planes y empezamos a caminar en los planes de Dios para nuestra vida.

Si no tenemos esto claro en el liderazgo entonces estaremos sirviendo a Dios en

nuestros propios planes, en nuestra carne y no en la voluntad de Dios para

nosotros. Servir a Dios en la carne sólo traerá problemas porque no se puede servir

al Señor correctamente en inmadurez espiritual, en nuestra carne, con el “tanque

vacío”, sin oración, en depresión, en cansancio, pensando que la obra y el

ministerio es una carga o una rutina.

4. Dios nos llama a su servicio

El tercer punto a considerar es el llamado de Dios a servirle. Las Sagradas Escrituras nos

enseñan que es la voluntad de Dios que sus hijos le sirvan. La adoración y el servicio a

Dios están relacionados directamente (Mateo 4:10). Algo que todo creyente tiene que

entender que el servicio a Dios tiene que realizarse en el poder del Espíritu Santo, bajo la

Palabra de Dios, usando los dones espirituales que Dios nos ha dado, con el fin de cumplir

la Gran Comisión y edificar la Iglesia del Señor.

Por lo tanto, tenemos que considerar con respecto al llamado que el Señor nos hace a

servirle:

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a. Esto cumple con la Gran Comisión: predicar el evangelio a toda criatura. Lo que

hacemos en el ministerio tiene que estar relacionado con el cumplimiento de la

Gran Comisión (Mateo 28:18-20; Marcos 16:15; Lucas 24:46-49; Juan 20:21; Hechos

1:8). De lo contrario, no estamos proclamando el evangelio de nuestro Señor

Jesucristo y solo estamos enfocándonos en actividades infructuosas y no nos

ponemos en la situación de ser usados por el Señor para la salvación de muchas

almas. Dios no nos necesita pero en su sabiduría ha diseñado que el hombre sea

instrumento suyo para la predicación del evangelio de salvación a todo hombre:

“que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le

levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la

boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será

avergonzado. Porque no hay diferencia entre judío y griego, pues el mismo que es Señor de

todos, es rico para con todos los que le invocan; porque todo aquel que invocare el nombre

del Señor, será salvo. ¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo

creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique?”

(Romanos 10:9-14)

b. Esto involucra también la edificación de la Iglesia del Señor. El creyente que sirve

al Señor no solo debe trabajar por la salvación de las almas, sino que también debe

esforzarse en la edificación de la Iglesia del Señor. El apóstol Pedro enseñó: “Cada

uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de

la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si

alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios

glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los

siglos. Amén” (1 Pedro 4:10-11). Esto lo hacemos posible por medio del uso de

nuestros dones espirituales, los cuales han sido dados al cuerpo de Cristo para su

edificación: “Así también vosotros; pues que anheláis dones espirituales, procurad

abundar en ellos para edificación de la iglesia” (1 Corintios 14:12). Así pues, la iglesia

es edificada cuando los miembros usan sus dones espirituales: “Ahora bien, hay

diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el

Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en

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todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho”

(1 Corintios 12:4-7). Así pues, dado que todos los creyentes hemos recibido dones

espirituales, tenemos que descubrirlos y desarrollarlos por medio del servicio

activo en la iglesia local, esforzándonos en aquello que contribuye a la salvación

de las almas y la edificación de la iglesia.

c. La meta es la capacitación de todos los santos para la obra del Señor. La meta de

los ministerios y uso de los dones espirituales es la edificación de todos los santos

y su capacitación para la obra del ministerio. Una iglesia sana y activa tiene

creyentes en diferentes grados de madurez espiritual; pero todos ellos sirviendo al

Señor con sus dones espirituales, ganando almas para Cristo y edificando a la

iglesia por medio de su servicio activo. Esta dinámica contribuye a la comunión

unos con otros, al crecimiento espiritual, a la madurez y así los líderes cristianos

no cargan con todo el peso del ministerio, sino que delegan la obra en creyentes

capacitados, motivados y apasionados por la obra del Señor. Podemos ver un

ejemplo de esto en la naciente iglesia de Antioquia:

“Ahora bien, los que habían sido esparcidos a causa de la persecución que hubo con motivo

de Esteban, pasaron hasta Fenicia, Chipre y Antioquía, no hablando a nadie la palabra, sino

sólo a los judíos. Pero había entre ellos unos varones de Chipre y de Cirene, los cuales,

cuando entraron en Antioquía, hablaron también a los griegos, anunciando el evangelio del

Señor Jesús. Y la mano del Señor estaba con ellos, y gran número creyó y se convirtió al

Señor. Llegó la noticia de estas cosas a oídos de la iglesia que estaba en Jerusalén; y enviaron

a Bernabé que fuese hasta Antioquía. Este, cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó,

y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor. Porque era

varón bueno, y lleno del Espíritu Santo y de fe. Y una gran multitud fue agregada al Señor.

Después fue Bernabé a Tarso para buscar a Saulo; y hallándole, le trajo a Antioquía. Y se

congregaron allí todo un año con la iglesia, y enseñaron a mucha gente; y a los discípulos

se les llamó cristianos por primera vez en Antioquía” (Hechos 11:19-26)

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5. Conclusiones

a. Repetimos, un liderazgo lleno de la Palabra de Dios, lleno del Espíritu Santo,


que tiene un corazón de siervo y que tiene pasión evangelistica por las almas y
por la edificación de la Iglesia será un liderazgo usado por Dios para la gloria
de su nombre.

b. Dios llama al hombre a la salvación. Esto es lo primero que todo creyente debe

entender. Para esto, Dios usa a sus hijos como instrumentos para predicar el

evangelio y hacer discípulos a todas las naciones.

c. Dios llama al hombre a la santificación. El Señor no usará instrumentos sucios

con el pecado, sino que nos llama a vivir una vida de santidad, amor por Dios,

renovación de nuestra mente y madurez espiritual, con la cual podremos

asemejarnos cada vez más a Cristo y servirle de una manera agradable.

d. Dios llama al hombre al servicio. Cada creyente y todos los creyentes debemos

usar nuestros dones espirituales en la iglesia local para la edificación de la

misma y para la evangelización del mundo perdido. Esto debe hacerse en el

poder de Dios, basados en la Palabra del Señor y con amor por las almas.

e. Dios es glorificado cuando llevamos fruto del Espíritu Santo en nuestras vidas,

cuando crecemos en madurez espiritual, cuando ganamos almas para Cristo,

cuando la iglesia crece numéricamente y en santidad; cuando somos testigos

eficaces ante este mundo perdido.

f. La Biblia claramente nos enseña que los campos están blancos para la siega, los

obreros son pocos pero el Señor de la mies está llamándote en esta oportunidad

a ser salvo, santo y siervo. ¿Responderás al llamado de Dios?

g. Oremos al Señor.

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