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ALCALÁ DE HENARES
Las referencias históricas sobre Jesús son relativamente abundantes. Aparte de los cuatro
Evangelios canónicos –Mateo, Marcos, Lucas y Juan–, el Nuevo Testamento contiene
otros veintitrés escritos en los que se recogen datos sobre la vida y la enseñanza de
Jesús. Todos estos testimonios se basan en testimonios oculares de quienes vivieron en
tiempos de Jesús en la tierra.
Las primeras referencias a Jesús que conocemos fuera del marco cultural y espiritual del
cristianismo son las que encontramos en las fuentes clásicas. A pesar de ser limitadas,
tienen una importancia considerable porque surgen de un contexto cultural previo al
Occidente cristiano.
Se cree que el primer autor no cristiano que menciona a Jesús es el historiador judío
Flavio Josefo, que escribió una historia del judaísmo en torno al año 93, las famosas
Antigüedades de los judíos. En sus escritos menciona una serie de personajes del Nuevo
Testamento, incluyendo a Jesús, Juan Bautista y al “hermano” de Jesús, Santiago.
"Por aquel tiempo existió un hombre sabio, llamado Jesús, si es lícito llamarlo
hombre, porque realizó grandes milagros y fue maestro de aquellos hombres que
aceptan con placer la verdad. Atrajo a muchos judíos y muchos gentiles. Era el
Cristo. Delatado por los principales de los judíos, Pilatos lo condenó a la
crucifixión. Aquellos que antes lo habían amado no dejaron de hacerlo, porque se
les apareció al tercer día resucitado; los profetas habían anunciado éste y mil
otros hechos maravillosos acerca de él. Desde entonces hasta la actualidad existe
la agrupación de los cristianos". (Antigüedades XVIII, 3,3)
Sin embargo, este pasaje es un poco controvertido y, aunque los investigadores aceptan
que Josefo mencionó a Jesús, sospechan que un escriba cristiano pudo alterar el pasaje
para retratar bajo un prisma positivo a Jesús. El siguiente pasaje, en el que Josefo
menciona a Jesús y su “hermano” Santiago, establece firmemente la existencia de Jesús:
"Por haber muerto Festo y encontrarse Albino todavía en camino, [Anás] instituyó
un consejo de jueces [sanedrín], y tras presentar ante él al hermano de Jesús el
llamado Cristo, de nombre Santiago, y a algunos otros, presentó contra ellos la
falsa acusación de que habían transgredido la Ley y, así los entregó a la plebe
para que fueran lapidados". (Antigüedades XX, 9,1)
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Los investigadores señalan al historiador romano Tácito –que fue pretor y cónsul– para
confirmar que la crucifixión de Jesús tuvo lugar realmente. En sus Anales registra la
muerte de Jesús a manos de Poncio Pilato:
"En consecuencia, para deshacerse de los rumores, Nerón culpó e infligió las
torturas más exquisitas a una clase odiada por sus abominaciones, quienes eran
llamados cristianos por el populacho. Cristo, de quien el nombre tuvo su origen,
sufrió la pena máxima durante el reinado de Tiberio a manos de uno de nuestros
procuradores, Poncio Pilato, y la superstición muy maliciosa, de este modo
sofocada por el momento, de nuevo estalló no solamente en Judea, la primera
fuente del mal, sino incluso en Roma, donde todas las cosas espantosas y
vergonzosas de todas partes del mundo confluyen y se popularizan. En
consecuencia, el arresto se hizo en primer lugar a quienes se declararon
culpables; a continuación, por su información, una inmensa multitud fue
condenada, no tanto por el delito de incendiar de la ciudad como por su odio
contra la humanidad". (Annales XV, 44)
Los escritos de un gobernador romano en Bitinia –en el Asia Menor–, Plinio el Joven,
establecen que los antiguos cristianos adoraban a Jesús como a un "dios". A continuación
resume en una carta al emperador Trajano lo que aprendió tras interrogar a cristianos:
Este filósofo griego del siglo II, aunque también criticaba a los cristianos, afirmaba la
existencia de Jesús. Aquí escribe que Jesús realizó sus milagros a través de hechicería:
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"¡Oh luz de la verdad! Con sus propias palabras, según vosotros mismos
consignasteis por escrito, anuncia que vendrán a vosotros otros que se valdrán de
milagros semejantes siendo unos malvados hechiceros. Y hasta nombra a un
cierto Satanás como autor de tales tramoyas. Así, ni él mismo niega que todo esto
no tiene nada de divino, sino que son obras de hombres malvados. Y, forzado de la
verdad, descubrió los artilugios de los otros y desacreditó, a par, los suyos propios.
Ahora bien, ¿no es cosa miserable tener, por las mismas obras, a uno por un dios
y a otros por hechiceros? ¿Por qué razón, si a esos hechos nos atenemos, tener
por más malvados a los otros que a éste, más que más que él nos vale de testigo?
Todo eso confesó él mismo no ser signos de naturaleza divina, sino de gentes
embusteras y padrones de toda maldad".
El autor pagano Luciano de Samósata, muy irónico, aunque ridiculizaba a los cristianos,
aceptaba que Jesús existió de verdad:
"[Los cristianos] todavía siguen adorando a aquel gran hombre que fue crucificado
en Palestina por haber introducido entre los hombres esta nueva religión. (…) Y es
que los infelices creen a pie juntillas que serán inmortales y que vivirán
eternamente, por lo que desprecian la muerte e incluso muchos de ellos se
entregan gozosos a ella. Además su fundador les convenció de que todos eran
hermanos. Y así, desde el primer momento en que incurren en este delito reniegan
de los dioses griegos y adoran en cambio a aquel filósofo crucificado y viven
según sus preceptos. Por eso desprecian los bienes, que consideran de la
comunidad". (Luciano, Sobre la muerte de Peregrino)
Hay una serie de obras clásicas de los escritos rabínicos judíos (el Talmud babilónico en
particular) que contienen referencias a Jesús.