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Inicio » La revolución industriosa: consumo y economía doméstica desde 1650 hasta el
presente.
El termino revolución industriosa se ha venido generalizando en la historiografía social y
económica de los últimos tiempos como una forma de denominar el aumento de la
intensidad en trabajo dentro de los sistemas productivos. En concreto, fueron los
historiadores orientales los que se refierieron de esta manera a los modelos de crecimiento
asiático caracterizados por una baja acumulación física de capital y una entrada creciente
de horas de trabajo en el mercado laboral. Giovanni Arrighi ha sido el último en reivindicar
la revolución industriosa como el precedente de un, más que improbable, cambio de modo
de producción hacia formas de mercado no monopolistas bajo la hegemonia económica
china.

Jan de Vries, historiador económico holandes, recupera el termino revolución industriosa


desde una perspectiva radicalmente novedosa. Situado en el siglo XVIII largo, desde
1650, De Vries identifica una intensificación de las horas de trabajo para el mercado que
tiene que ver con un cambio en los patrones de consumo de los hogares. La aparición de
formas de consumo que creeríamos modernas como el consumo conspicuo, el consumo
como signo o lo que entonces se denominaba lujo, es decir, la busqueda de mayores
niveles de confort, tuvo como consecuencia una reasignación de los papeles económicos
dentro del hogar impulsando la incorporación de mujeres y niños a las formas primitivas de
trabajo para el mercado: protoindustria, asalarización agrícola y comercio.

Este punto de vista pone en tela de juicio, al menos, tres lugares comunes de distinta
naturaleza. Por un lado, se prescinde de la idea economica ortodoxa del individuo y sus
preferencias como unidad de consumo y ésta se desplaza hacia el hogar y su distribución
interna de roles como unidad básica de la demanda. Por otro, se matiza el papel que tuvo
la acumulación de capital en la industria a la hora de generar los modelos de crecimiento
económico del siglo XIX, los cambios en los hogares precedieron a la revolución industrial
y proporcionaron las condiciones adecuadas de demanda para la expansión industrial. La
producción fabril crecientemente masificada no hizo sino dar continuidad a los cambios en
los patrones de consumo del siglo XVIII. Por último, se duda de que la forma de la familia
núclear, con varón trabajador y mujer trabajadora doméstica, haya sido la forma funcional
indispensable al desarrollo capitalista sino más bien una forma cultural específica del siglo
XIX, que resulta, una vez, más de las decisiones estratégicas de los hogares.

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Curiosamente, en este último punto De Vries coincide con la escuela historiográfica
foucaultiana, en concreto con el análisis que hacia Jacques Donzelot de la familia obrera
en el siglo XIX en La policia de las familias.

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