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La tristeza

Es una emoción que generalmente surge ante las pérdidas que sufrimos en la
vida, de ahí que sea tan intensa como profundo sea el vínculo con lo perdido.
Es un dolor generalizado en el cuerpo, pero sobre todo en el alma. La
tristeza no es negativa, no es anormal ni está mal sentirla.

la tristeza está caracterizada por una falta de energía. En un primer momento


es vivenciada como un dolor paralizante que no nos deja fuerza para actuar,
sino tan sólo para llorar y así sacar el dolor.

¿cómo manejar la tristeza?


Daniel Goleman en su libro Inteligencia Emocional definía las emociones
como “impulsos que nos llevan a actuar”. Es decir, las emociones son el
combustible que nos ayuda a movernos hacia un objetivo determinado.

No hay emociones “buenas” o “malas”. Todas son necesarias, si bien es


cierto que algunas de ellas como la rabia o la tristeza cuando no son bien
gestionadas pueden llegar a ser destructivas y dañinas.

Aprender a gestionar las emociones adecuadamente es esencial para nuestro


bienestar personal, el equilibrio de nuestras relaciones interpersonales y
familiares y para nuestra proyección profesional.

Pasos para manejar la tristeza


1. El primer paso para gestionar las emociones de una forma correcta es
identificar de qué emoción se trata.

¿Y qué ocurre si no sé lo que siento? Puede ayudarnos colocar una de


nuestras manos en la zona del cuerpo donde siento el malestar y como si de
un código de barras se tratara, intentar leer y descifrar qué es lo que estoy
sintiendo. Si esto no ayuda puede sernos útil intentar pensar en qué es lo que
“mejoraría nuestro malestar”. Si la respuesta es “Un paseo con un amigo”
puede ser que sienta soledad o aburrimiento o tristeza. Si la respuesta es
“llorar y gritar” casi con toda seguridad tengo rabia…

Una vez identificada, el siguiente paso es:

2. gestionar la emoción. Imaginemos entonces que hemos identificado la


emoción: Estoy triste ¿Qué puedo hacer?

3. El siguiente paso sería contextualizar la emoción, es decir explicar y dar


sentido a la emoción. ¿En que consistiría? En algo tan sencillo (o no tanto)
como ser capaz de darme a mí mismo una explicación serena, tolerante y
cálida del motivo por el que estoy triste. Algo así como: “Es normal que esté
triste por no haber sido elegido para este trabajo. Todas las personas en una
situación así sentirían una dosis mayor o menor de tristeza. A fin de cuentas
me hacía mucha ilusión lograr ese puesto para mi y había hecho fantasías
sobre ello…” .

No siempre somos capaces de tener ese diálogo comprensivo y cálido con


nosotros mismos y frecuentemente nos regalamos auto-reproches que no
hacen sino aumentar nuestra tristeza y dar al traste con nuestra autoestima.

4. El último paso de este proceso sería buscar el antídoto de la emoción. Si


estamos hablando de TRISTEZA, la clave estaría en centrarnos en aquello
que nos acercara a la ALEGRÍA ¿Cómo?

Apunta los pensamientos negativos asociados a tu tristeza. Léelos e intenta


buscar una “versión” más positiva (pero realista) de los mismos.

Pinta tu tristeza. Elige un color y pinta en un papel lo que sientes. Sigue


pintando hasta que tu estado de ánimo haya cambiado. Después
contemplando el dibujo escribe sobre lo que sentías y sientes ahora. Es
sorprendente el cambio.
Mueve tu cuerpo. Cuando movemos el cuerpo algo en nuestra mente
también se mueve (somos uno cuerpo y mente) y nuestro estado de ánimo
cambia. A veces un simple paseo de 20 minutos al sol cambia nuestra
percepción de un problema.

Busca lo malo de lo bueno. Siempre encontrarás un motivo por el que


alegrarte.

Es positivo y nos ayuda a crecer el sentir las emociones. Contactar y sentir


tristeza es cierta medida nos ayuda a crecer y disfrutar más intensamente de
la alegría, por ello no es necesario rehuirla. Ahora bien, no construye ni
ayuda a salir adelante dejarse caer en la tristeza y abandonarnos a la
emoción.

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