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Atrévete a pensar como Leonardo Da Vinci, de Michael J. Gelb
Aunque parezca difícil superar a Leonardo da Vinci en genialidad, una reciente investigación
revela que probablemente estemos subestimando nuestro propio potencial. Contamos con
una capacidad virtualmente ilimitada de aprendizaje y creatividad, hasta el punto de que el
noventa por ciento de lo que sabemos sobre las capacidades del cerebro humano lo hemos
aprendido en los últimos veinte años. En escuelas, universidades y otras instituciones se está
apenas comenzando a aplicar esta concepción del potencial humano. Pero antes de aprender
a pensar como lo hacía Leonardo, repasaremos la visión que actualmente existe de la
inteligencia, así como algunos resultados de las investigaciones sobre la naturaleza y la
ampliación del potencial de nuestra mente.
La mayoría de nosotros hemos crecido con un concepto de inteligencia basado en el
tradicional test del Cociente Intelectual (CI), ideado por Alfred Binet (1857-1911) para medir
objetivamente la comprensión, el razonamiento y el juicio. Binet estaba motivado por el
entusiasmo que le provocaba la entonces emergente disciplina de la psicología y el deseo de
superar los prejuicios culturales y de clase que mostraba la Francia decimonónica al evaluar
el potencial académico de los niños. Aunque el concepto del CI supuso una ruptura en su
tiempo, recientes investigaciones muestran que tiene dos importantes puntos flacos.
El primero es la idea de que la inteligencia queda fijada en el nacimiento y es inmutable.
Aunque los seres humanos estamos dotados genéticamente con más o menos talento en un
área determinada, investigadores como Buzan, Machado, Wenger y muchos otros han
demostrado que los resultados del test del CI pueden aumentarse significativamente llevando
a cabo un entrenamiento adecuado. Recientemente, en la revista Nature ha aparecido un
resumen estadístico de más de doscientos estudios sobre el CI, publicado por Bernard
Devlin. En él, el autor concluye que los genes cuentan solamente el cuarenta y ocho por
ciento en el CI. El otro cincuenta y dos por ciento estaría entonces condicionado por el
cuidado prenatal, el entorno y la educación.
El segundo punto débil del concepto de inteligencia más extendido es la idea de que las
habilidades de razonamiento verbal y matemático que miden los tests CI (como los tests SAT)
son la esencia de la inteligencia. La investigación psicológica contemporánea ha desmontado
por completo esta estrecha visión. En Los marcos de la mente. La teoría de las inteligencias
múltiples (1993), un clásico de nuestro tiempo, el psicólogo Howard Gardner introduce la
teoría de las inteligencias múltiples, que postula que todos nosotros poseemos al menos siete
inteligencias mensurables (en obras posteriores, Gardner y sus colegas catalogaron hasta
veinticinco tipos de inteligencia diferentes). A continuación presentamos las siete inteligencias
de Gardner junto con ejemplos de algunos genios (excepto Leonardo da Vinci, que fue un
genio en todas las áreas):
- Lógica/matemática: Stephen Hawking, Isaac Newton, Marie Curie.
- Verbal/lingüística: William Shakespeare, Emily Dickinson, Jorge Luis Borges.
- Visual/espacial: Miguel Ángel, Georgia O’Keeffe, Buckminster Fuller.
- Musical/rítmica: Mozart, George Gershwin, Ella Fitzgerald.
- Corporal/kinestésica: Morihei Ueshiba, Muhammad Ali, F. M. Alexander.
- Interpersonal: Nelson Mandela, Mahatma Gandhi, la reina Isabel I de Inglaterra.
- Intrapersonal (autoconocimiento): Viktor Frankl, Thich Nhat Hanh, la madre Teresa.
La teoría de las inteligencias múltiples ha ido consiguiendo cada vez más aceptación. Por otra
parte, sabemos que la inteligencia se puede ir desarrollando a lo largo de la vida. Estos dos
hechos son una valiosísima esperanza para los hombres y mujeres que tengan una
aspiración renacentista.
Además de extender la comprensión de la naturaleza y el objetivo de la inteligencia, la
investigación psicológica contemporánea ha revelado verdades relativas a nuestro potencial
que son sobrecogedoras. Se pueden resumir los resultados en una frase: «Tu mente es
mucho mejor de lo que crees». Apreciar nuestra extraordinaria dotación cortical es un punto
de partida perfecto para el estudio práctico del pensamiento de Da Vinci. Fijémonos en lo
siguiente: nuestra mente...
F es más flexible y multidimensional que cualquier gran ordenador;
F puede aprender siete acontecimientos por segundo, todos los segundos durante el resto de
nuestras vidas, y aún le quedará muchísimo espacio para aprender más;
F mejorará con la edad, si la usamos bien;
F no está sólo en la cabeza. De acuerdo con el renombrado neurólogo Candace Pert: «La
inteligencia se encuentra localizada no sólo en el cerebro, sino en células distribuidas por
todo el cuerpo [...] La separación tradicional entre los procesos mentales (incluyendo las
emociones) y el cuerpo ha dejado de ser válida»;
F es única. Entre los seis mil millones de personas vivas actualmente, entre los más de
diecinueve billones de personas que han vivido alguna vez, nunca ha habido, excepto en el
caso de los gemelos idénticos, una persona como nosotros. Nuestra creatividad, las huellas
digitales, nuestras expresiones, nuestro ADN, nuestros sueños no tienen precedente, son
únicos;
F tiene la capacidad de realizar un número infinito de conexiones sinápticas y de patrones de
pensamiento potenciales.
Fue Piotr Anojin, discípulo del legendario pionero de la psicología Ivan Pavlov, desde la
Universidad de Moscú, el primero en llamar la atención sobre el último punto. Anojin hizo que
toda la comunidad científica se tambaleara al publicar, en 1968, la investigación que
demostraba que el número mínimo de patrones de pensamiento potenciales que puede
efectuar un cerebro medio es igual al número 1 seguido de 10,5 kilómetros de ceros escritos.
Anojin comparó la mente humana con un «instrumento musical multidimensional que podría
tocar un número infinito de piezas al mismo tiempo». Este investigador subrayó el hecho de
que cada uno de nosotros al nacer está dotado con un potencial virtualmente ilimitado.
Asimismo, afirmó que ningún hombre ni mujer, pasado o presente, ha explorado por completo
las capacidades de la mente. Anojin estaría de acuerdo, en cualquier caso, en que Leonardo
da Vinci podría servir de ejemplo perfecto para aquellos que deseamos conocer al máximo
nuestras capacidades.
APRENDER DE LEONARDO
Los patitos aprenden a sobrevivir imitando a sus madres. El aprendizaje por imitación es
fundamental para muchas especies, incluyendo a los humanos. Cuando nos hacemos
adultos, tenemos una ventaja única: podemos elegir qué y a quién imitar. También podemos
cambiar conscientemente antiguos modelos que hayamos superado por otros nuevos. Así
pues, tiene sentido que elijamos los mejores «modelos ejemplares» para guiarnos e
inspirarnos en el camino a la realización de nuestro potencial.
De esta manera, si lo que queremos es ser un mejor golfista, observaremos a Ben Hogan,
Jack Nicklaus o Tiger Woods; o si, por otro lado, deseamos ser líderes, estudiaremos a
Winston Churchill, Abraham Lincoln o la reina Isabel I de Inglaterra. Pero si lo que deseamos
es convertirnos en hombres y mujeres renacentistas, habremos de estudiar a Leon Battista
Alberti, Thomas Jefferson, Hildegard von Bingen o al mejor de todos: Leonardo da Vinci.
En El libro de los genios, Tony Buzan y Raymond Keene llevan a cabo el primer intento
objetivo de elaborar un ranking de los mayores genios de la historia. Para hacer la evaluación
utilizaron categorías como «originalidad», «versatilidad», «dominio de un campo»,
«universalidad de visión» o «fuerza y energía», y elaboraron la siguiente lista top ten:
10. Albert Einstein
9. Fidias (arquitecto de Atenas)
8. Alejandro Magno
7. Thomas Jefferson
6. Isaac Newton
5. Miguel Ángel
4. Johann Wolfgang von Goethe
3. Los constructores de las grandes pirámides de Egipto
2. William Shakespeare
¿Y quién fue el mayor genio de todos los tiempos según la exhaustiva investigación de Buzan
y Keene?: Leonardo da Vinci.
Como escribió Giorgio Vasari en la edición original de Las vidas: «El cielo a veces nos envía
seres que representan no sólo la humanidad, sino la divinidad misma, de manera que si los
tomamos como modelos y los imitamos, nuestras mentes y lo mejor de nuestra inteligencia
puede alcanzar las más altas esferas celestiales. La experiencia nos muestra que aquellos
que se han encaminado al estudio y seguimiento de las huellas de estos maravillosos genios,
aunque la naturaleza les haya prestado poca o ninguna ayuda, llegan a participar de la
divinidad de su sobrenatural obra».
A medida que vamos comprendiendo la multiplicidad de la inteligencia y las capacidades de la
mente, acariciamos la idea de que la naturaleza nos presta más ayuda de lo que nunca
habríamos imaginado. En Atrévete a pensar como Leonardo da Vinci nos dedicaremos al
«estudio y seguimiento de las huellas» del que ha sido el más maravilloso de todos los
genios, acercando a nuestra vida diaria su sabiduría e inspiración.
Ciencia
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Pionero de la automatización, ahorrando trabajo y aumentando la
productividad.
Se dice que más que cualquiera de sus inventos, fue la perspectiva
de cómo se acerco al conocimiento, y de cómo preparó la
escena al pensamiento moderno.
Curiosità:
Demostrazione:
Sensazione:
Sfumato:
Corporalita:
Connessione:
Material consultado:
Inteligencia Genial de Michael J. Gelb
PRIMERA
PARTE
Introducción
A
Aunque parezca difícil superar a Leonardo da Vinci en genialidad, una reciente
investigación revela que probablemente estemos subestimando nuestro propio potencial.
Contamos con una capacidad virtualmente ilimitada de aprendizaje y creatividad, hasta
el punto de que el noventa por ciento de lo que sabemos sobre las capacidades del
cerebro humano lo hemos aprendido en los últimos veinte años. En escuelas,
universidades y otras instituciones se está apenas comenzando a aplicar esta concepción
del potencial humano. Pero antes de aprender a pensar como lo hacía Leonardo,
repasaremos la visión que actualmente existe de la inteligencia, así como algunos
resultados de las investigaciones sobre la naturaleza y la ampliación del potencial de
nuestra mente.
La mayoría de nosotros hemos crecido con un concepto de inteligencia basado en el
tradicional test del Cociente Intelectual (CI), ideado por Alfred Binet (1857- 1911) para
medir objetivamente la comprensión, el razonamiento y el juicio. Binet estaba motivado
por el entusiasmo que le provocaba la entonces emergente disciplina de la psicología y
el deseo de superar los prejuicios culturales y de clase que mostraba la Francia
decimonónica al evaluar el potencial académico de los niños. Aunque el concepto del CI
supuso una ruptura en su tiempo, recientes investigaciones muestran que tiene dos
importantes puntos flacos.
El primero es la idea de que la inteligencia queda fijada en el nacimiento y es inmutable.
Aunque los seres humanos estamos dotados genéticamente con más o menos talento en
un área determinada, investigadores como Buzan, Machado, Wenger y muchos otros
han demostrado que los resultados del test del CI pueden aumentarse significativamente
llevando a cabo un entrenamiento adecuado. Recientemente, en la revista Nature ha
aparecido un resumen estadístico de más de doscientos estudios sobre el CI, publicado
por Bernard Devlin. En él, el autor concluye que los genes cuentan solamente el
cuarenta y ocho por ciento en el CI. El otro cincuenta y dos por ciento estaría entonces
condicionado por el cuidado prenatal, el entorno y la educación.
El segundo punto débil del concepto de inteligencia más extendido es la idea de que las
habilidades de razonamiento verbal y matemático que miden los tests CI (como los tests
SAT) son la esencia de la inteligencia. La investigación psicológica contemporánea ha
desmontado por completo esta estrecha visión. En Los marcos de la mente. La teoría de
las inteligencias múltiples (1993), un clásico de nuestro tiempo, el psicólogo Howard
Gardner introduce la teoría de las inteligencias múltiples, que postula que todos
nosotros poseemos al menos siete inteligencias mensurables (en obras posteriores,
Gardner y sus colegas catalogaron hasta veinticinco tipos de inteligencia diferentes). A
continuación presentamos las siete inteligencias de Gardner junto con ejemplos de
algunos genios (excepto Leonardo da Vinci, que fue un genio en todas las áreas):
La teoría de las inteligencias múltiples ha ido consiguiendo cada vez más aceptación.
Por otra parte, sabemos que la inteligencia se puede ir desarrollando a lo largo de la
vida. Estos dos hechos son una valiosísima esperanza para los hombres y mujeres que
tengan una aspiración renacentista.
Además de extender la comprensión de la naturaleza y el objetivo de la inteligencia, la
investigación psicológica contemporánea ha revelado verdades relativas a nuestro
potencial que son sobrecogedoras. Se pueden resumir los resultados en una frase: «Tu
mente es mucho mejor de lo que crees». Apreciar nuestra extraordinaria dotación
cortical es un punto de partida perfecto para el estudio práctico del pensamiento de Da
Vinci. Fijémonos en lo siguiente: nuestra mente...
Fue Piotr Anojin, discípulo del legendario pionero de la psicología Ivan Pavlov, desde la
Universidad de Moscú, el primero en llamar la atención sobre el último punto. Anojin
hizo que toda la comunidad científica se tambaleara al publicar, en 1968, la
investigación que demostraba que el número mínimo de patrones de pensamiento
potenciales que puede efectuar un cerebro medio es igual al número 1 seguido de 10,5
kilómetros de ceros escritos.
Anojin comparó la mente humana con un «instrumento musical multidimensional que
podría tocar un número infinito de piezas al mismo tiempo». Este investigador subrayó
el hecho de que cada uno de nosotros al nacer está dotado con un potencial virtualmente
ilimitado. Asimismo, afirmó que ningún hombre ni mujer, pasado o presente, ha
explorado por completo las capacidades de la mente. Anojin estaría de acuerdo, en
cualquier caso, en que Leonardo da Vinci podría servir de ejemplo perfecto para
aquellos que deseamos conocer al máximo nuestras capacidades.
APRENDER DE LEONARDO
Los patitos aprenden a sobrevivir imitando a sus madres. El aprendizaje por imitación es
fundamental para muchas especies, incluyendo a los humanos. Cuando nos hacemos
adultos, tenemos una ventaja única: podemos elegir qué y a quién imitar. También
podemos cambiar conscientemente antiguos modelos que hayamos superado por otros
nuevos. Así pues, tiene sentido que elijamos los mejores «modelos ejemplares» para
guiarnos e inspirarnos en el camino a la realización de nuestro potencial.
De esta manera, si lo que queremos es ser un mejor golfista, observaremos a Ben
Hogan, Jack Nicklaus o Tiger Woods; o si, por otro lado, deseamos ser líderes,
estudiaremos a Winston Churchill, Abraham Lincoln o la reina Isabel I de Inglaterra.
Pero si lo que deseamos es convertirnos en hombres y mujeres renacentistas, habremos
de estudiar a Leon Battista Alberti, Thomas Jefferson, Hildegard von Bingen o al mejor
de todos: Leonardo da Vinci.
En El libro de los genios, Tony Buzan y Raymond Keene llevan a cabo el primer intento
objetivo de elaborar un ranking de los mayores genios de la historia. Para hacer la
evaluación utilizaron categorías como «originalidad», «versatilidad», «dominio de un
campo», «universalidad de visión» o «fuerza y energía», y elaboraron la siguiente lista
top ten:
¿Y quién fue el mayor genio de todos los tiempos según la exhaustiva investigación de
Buzan y Keene?: Leonardo da Vinci.
Como escribió Giorgio Vasari en la edición original de Las vidas: «El cielo a veces nos
envía seres que representan no sólo la humanidad, sino la divinidad misma, de manera
que si los tomamos como modelos y los imitamos, nuestras mentes y lo mejor de
nuestra inteligencia puede alcanzar las más altas esferas celestiales. La experiencia nos
muestra que aquellos que se han encaminado al estudio y seguimiento de las huellas de
estos maravillosos genios, aunque la naturaleza les haya prestado poca o ninguna ayuda,
llegan a participar de la divinidad de su sobrenatural obra».
A medida que vamos comprendiendo la multiplicidad de la inteligencia y las
capacidades de la mente, acariciamos la idea de que la naturaleza nos presta más ayuda
de lo que nunca habríamos imaginado. En Atrévete a pensar como Leonardo da Vinci
nos dedicaremos al «estudio y seguimiento de las huellas» del que ha sido el más
maravilloso de todos los genios, acercando a nuestra vida diaria su sabiduría e
inspiración.
J
Justo al otro lado del río Arno, algo alejada del turístico y mil veces caminado sendero
florentino, se encuentra la iglesia de Santa María del Carmine. Entre, gire dos
veces a la izquierda y estará en la Capilla Brancacci, rodeado por los frescos de
Masolino y Masaccio. El primero por la izquierda es la visión que tenía Masaccio de la
expulsión de Adán y Eva del jardín. Ahí es donde comienza el Renacimiento. En lugar
de las líneas supraterrenales de dos dimensiones de los cuadros medievales, Masaccio
pintó a dos personas de verdad. Las caras afligidas y esa postura alicaída expresan
emociones reales. El pintor retrató a sus figuras en tres dimensiones, con los pies
sólidamente en tierra, y con ello abrió una nueva era al potencial humano.
Para conseguir apreciar esta nueva era y para conseguir lo máximo de nuestro estudio de
Leonardo da Vinci, hemos de echar un vistazo al periodo precedente. En A World Lit
Only by Fire: The Medieval Mind and the Renaissance (Un mundo iluminado sólo por
el fuego. La mente medieval y el Renacimiento), William Manchester afirma que la
Europa prerrenacentista se caracterizaba por «una mezcla de guerras continuas, la
corrupción, el desorden, una obsesión con extraños mitos y una impenetrable
estupidez». Describe el periodo que va desde la caída del Imperio Romano en Occidente
a los albores del Renacimiento de la siguiente manera: «En todo aquel tiempo no hubo
grandes mejoras ni declives. Excepto la introducción de los molinos de agua en el siglo
ix y los molinos de viento en el xii, no hubo inventos significativos. No aparecieron
nuevas ideas ni se exploraron nuevos territorios fuera de Europa. Todo se mantuvo tal
como había sido antes, desde lo que los europeos más viejos podían recordar. El centro
del universo según Ptolomeo era el mundo conocido, es decir, Europa, cuyos límites
eran la Tierra Santa y el norte de África. El sol se movía a su alrededor continuamente.
El cielo estaba encima de la Tierra, inamovible, en algún lugar por encima de la bóveda
celeste; el infierno, hirviendo en las profundidades bajo sus pies. Los reyes gobernaban
bajo el mando del Todopoderoso, y el resto hacía lo que tenía que hacer... La Iglesia era
indivisible, la vida después de la muerte una certeza; todo conocimiento ya se conocía.
Nada cambiaría nunca».
La palabra «renacimiento» viene de la combinación del verbo francés renaître, que
significa revivir, y el nombre naissance, que significa nacimiento. Los italianos lo
llaman Rinascimento. Después de siglos de servidumbre y superstición, el ideal de
poder y potencialidad humanos había renacido. Era el retorno a ese ideal clásico que
Giotto presagió, que Brunelleschi, Alberti y Masaccio iniciaron, y que finalmente
llevaron a su plena expresión Leonardo, Miguel Ángel y Rafael. Esta drástica
transformación de la concepción medieval del mundo estuvo acompañada de un buen
número de descubrimientos, innovaciones e invenciones entre las que podemos citar:
-La imprenta. Que hizo accesible el conocimiento a un vasto número de personas más
allá del clero y las élites gobernantes. En 1456 había menos de sesenta copias de la
Biblia de Gutenberg, el primer libro que se imprimió en Europa; al cambiar de siglo
existían más de quince millones de libros impresos en circulación.
-El lápiz y el papel barato. Que hicieron accesible al ciudadano de a pie la escritura,
la toma de notas y por tanto el registro del aprendizaje por escrito.
-El astrolabio, el compás magnético y el barco de larga distancia. Que dieron como
resultado un tremendo incremento del tráfico oceánico, el comercio internacional y el
intercambio de información. Cuando Colón y Magallanes demostraron que el mundo no
era plano, quedó en evidencia que gran parte del conocimiento tradicional se quedaba
corto de miras.
-El cañón de largo alcance. A pesar de que ya se usaban desde hacía años catapultas
mayores o me-nores y cañones pequeños, con estas armas no se podían romper los
muros de una fortaleza. El poderoso cañón de largo alcance fue creado por Urban, un
ingeniero húngaro a mediados del siglo xv. A medida que la tecnología se fue
extendiendo, las fortalezas feudales, y con ellas el feudalismo, de-jaron pronto de ser
inexpugnables. El escenario estaba preparado para el nacimiento de la moderna nación-
estado.
-El reloj mecánico. Que estimuló el comercio, ya que permitió controlar el tiempo
cómodamente. En la Edad Media no se tenía el concepto del tiempo que tenemos hoy.
La inmensa mayoría de la gente no sabía qué era un año ni incluso en qué siglo vivían.
Muchas de estas innovaciones y la mayoría de las grandes obras artísticas de este
periodo fueron impulsadas por el espíritu empresarial, el deseo cada vez más extendido
de conseguir bienes de consumo y una cierta precipitación hacia el capitalismo. En
Worldly Goods: A New History of the Renaissance (Bienes mundanos: una nueva
historia del Renacimiento), Lisa Jardine muestra con magníficas ilustraciones y un texto
agudo y profundo que las transformaciones culturales e intelectuales que se dieron lugar
en el Renacimiento escondían un capitalismo en expansión. La autora sugiere que «ese
impulso que hoy calificamos de “consumismo”» ya estaba presente en el Renacimiento
y dio como resultado obras que hoy valoramos como tesoros. Incluso el mercantilismo
jugó su papel: «La reputación de un pintor residía en la habilidad que éste tuviera para
elevar el interés comercial de sus obras de arte, no en los criterios intrínsecos sobre su
valía intelectual».
En cualquier caso, la cuestión sigue siendo por qué el Renacimiento tuvo lugar cuando
tuvo lugar. Durante el millar de años anteriores, los logros en el campo de la ciencia y la
exploración habían sido insignificantes. A lo largo de la Edad Media, la inmensa
mayoría del esfuerzo y la energía intelectual humana se dirigió hacia el detalle de la
doctrina y la guerra «santa». En vez de explorar otras tierras o pensar en innovaciones,
las mejores mentes se enzarzaban en debatir cuántos ángeles cabrían en la cabeza de un
alfiler y la Iglesia no dudaba en torturar a cualquiera que cuestionara su dogma. Como
consecuencia de todo ello, obviamente, se conseguía asfixiar al pensamiento
independiente.
Según mi colega Raymond Keene y yo, la semilla que más tarde germinaría y daría
lugar al Renacimiento se plantó en el siglo xiv, cuando Europa quedó asolada por una
terrible y rápida ola de peste negra que aniquiló a casi la mitad de la población.
Sacerdotes, obispos, nobles y caballeros morían en la misma proporción que
campesinos, siervos, prostitutas y comerciantes. La devoción, la piedad y la lealtad a la
Iglesia no dieron protección, lo cual sacudió los cimientos de la fe de personas de todas
las clases. Es más, las familias más poderosas habían visto cómo se reducía su
servidumbre casi de la noche a la mañana, y cómo se iban acumulando las riquezas en
las manos de los afortunados que sobrevivían. Probablemente, antes de la peste, estas
familias donaban parte de sus posesiones y riquezas a la Iglesia; sin embargo, después
de la misma empezaron a invertir en el saber independiente. Lo que en un principio era
un sutil e imperceptible cambio en la conciencia se transformó en una búsqueda de
respuestas más allá de la oración y el dogma. La energía intelectual que estaba
emergiendo, condenada durante un milenio por las reservas eclesiásticas, comenzó a
fluir en ese aire de ruptura inspirado por la peste.
Quinientos años después del Renacimiento, en un momento en que los rivales de la
Iglesia en la lucha por la fidelidad de la gente son las naciones y las empresas, el mundo
está experimentando una expansión mayor si cabe del conocimiento, el capitalismo y la
interconexión. El tráfico aéreo (una de las profecías y sueños cumplidos de Da Vinci), el
teléfono, la radio, la televisión, el cine, los rotativos, los ordenadores personales y ahora
Internet interactúan y tejen una red de intercambio de información cada vez más
compleja. Se dan por supuestos avances revolucionarios en la agricultura, la automoción
y la medicina. Hemos llevado hombres a la Luna y máquinas a Marte, hemos liberado la
energía del átomo, descifrado el código genético y descubierto muchos de los secretos
de la mente humana. Además este drástico desarrollo de las comunicaciones y la
tecnología estimula las energías del capitalismo y la sociedad libre y ha erosionado el
totalitarismo.
Es difícil no darse cuenta de que los cambios se están acelerando. Lo que nadie puede
saber es cómo nos afectarán, personal y profesionalmente. Igual que lo hicieron los
pensadores después del inmenso cambio que provocó la peste negra, ahora debemos
preguntarnos si podemos asumir que las autoridades (ya sea la Iglesia, el Gobierno o los
empresarios) piensen por nosotros.
En cualquier caso, podemos afirmar que estos rápidos cambios y esa complejidad
creciente multiplican el valor del capital intelectual. Tener la habilidad que el individuo
tiene de aprender, adaptar y pensar, independiente y creativamente, es un lujo. Durante
el Renacimiento, las personas con mentalidad medieval se quedaron atrás. En la Era de
la Información actual los pensadores «medievales» e «industriales» están en peligro de
extinción.
El Renacimiento se inspiró en los ideales de la antigüedad clásica (la conciencia de las
capacidades y potencialidad humanas y la pasión por los descubrimientos), pero
también los transformó para alcanzar los retos de su tiempo. Ahora nosotros podemos
tomar nuestra inspiración de los ideales del Renacimiento y transformarlos para
alcanzar nuestros propios retos.
Como muchos de mis amigos, yo también pienso que quizá el mayor reto de este
proceso sea llevar una vida equilibrada y enriquecedora, frente al aumento del estrés que
nos llega desde todos lados. Mientras que, como ya se ha dicho, nuestros ancestros
medievales no tenían concepto del tiempo, nosotros corremos el peligro de caer bajo la
tiranía del reloj. En la Edad Media, una persona normal no tenía acceso a la
información: los pocos libros que había estaban escritos en latín, idioma que sólo la élite
conocía. Actualmente, estamos inundados por un exceso de información sin precedentes
que actúa de forma implacable. En quinientos años hemos pasado de un mundo en el
que todo estaba claro y nada cambiaba a otro en el que nada parece seguro y todo
cambia.
Este aceleramiento de los cambios ha albergado el surgimiento del interés por el
crecimiento personal, el despertar del alma y la espiritualización de la experiencia
desconocidos hasta ahora. El acceso total a la información acerca de las tradiciones
esotéricas del mundo ha provocado un auténtico tsunami de búsqueda. (Hace cien años
tendríamos que subir una montaña de la India para aprender a meditar; hoy basta hacer
un curso, bajarse información de Internet o elegir uno entre los cientos de volúmenes de
la librería del barrio.) Al mismo tiempo, el exceso de información alimenta ese cinismo,
esa fragmentación que todo lo impregna, esa sensación de impotencia. Tenemos más
posibilidades, más libertad, más opciones que ninguna otra persona antes; sin embargo,
ahora existe más mediocridad, más basura, más morralla que esquivar, más de lo que
nunca antes había habido.
A aquellos que ansían la búsqueda continua, que anhelan ir más allá de la basura, que
desean encontrar niveles más profundos de significado, de belleza, de calidad de vida:
Leonardo da Vinci —el santo patrón de los librepensadores— les anima a seguir
adelante.