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DEONTOLOGÍA
JURÍDICA
ALUMNOS:
DOCENTE:
WILLIAN MATTA BERRIOS.
PRESENTACIÓN
Pese a ello, no está demás pretender cambiar de alguna forma la situación presentando
situaciones en las que, específicamente los abogados, pueden verse inmersos y que por
decisiones equivocas pueden ocasionar o aunar a la mala imagen que proyectamos a la
sociedad.
Es en ese sentido, que este trabajo abordara la ética de la abogacía, empezaremos con
una breve referencia histórica y conceptual, para centrarnos finalmente a localizar aquellas
causas que han ocasionado el detrimento de nuestra profesión.
Los alumnos.
ÉTICA DE LA ABOGACÍA
ÍNDICE
I. SISTEMÁTICA
I. SISTEMÁTICA
El problema de la ética forense está directamente relacionado con el concepto que se tenga de
abogacía. Si seguimos estimando la profesión destinada a la defensa del derecho y auxiliar de la
administración de justicia – como se juzgó tradicionalmente-, el problema de la ética de la abogacía
estará en relación con el ejercicio forense y el modo como el abogado cumple sus funciones en
defensa del derecho. Pero sí, más allá de la defensa del derecho, la conceptuamos como
ministerio de la verdad al servicio de la justicia y la paz de la colectividad y salimos entonces del
tradicional concepto, para elaborar nueva doctrina del destino del abogado, resumida quizás en la
fase: “la abogacía es ministerio de la paz social”1 entonces el problema de la ética se transformará.
1
CUADROS, Carlos Ferdinand. 1961. El Rol de Jurista en el mundo contemporáneo. Ed. Centro de Estudios
Jurid. Cusco. P. 3 Abogacía, Ministerio de Paz Social. Boletín Mexicano de Derecho Comparado, N°60
México 1987.
ÉTICA DE LA ABOGACÍA
Dentro del concepto tradicional de la abogacía, el problema de la ética del abogado quedará
reducido a su conducta en el cumplimiento de las normas éticas y legales que regulan su ejercicio,
extendiéndose un poco más tal vez hacia su propia conducta personal.
Dentro del nuevo concepto de abogacía, el problema de la ética del abogado, sin dejar de abarcar
la conducta en el cumplimiento de las normas de ética y legales que regulan su ministerio, abarcará
asimismo su propia responsabilidad social ante la complejidad del drama de la sociedad
contemporánea.
En el primer caso estaremos frente al abogado defensor del derecho en el asunto particular, sea
el “patrono ilustrado” al que aludía el Código de Justiniano2, sea el profesional liberal que ejercita
una actividad profesional de responsabilidad social pero de ejercicio privado.
Ahora tenemos que esclarecer y diferenciar ambos campos para señalar en la medida de lo
posible, en el cual de ellos se presentan los problemas de ética de la abogacía.
En el primer caso estamos frente al abogado de litigio, que defiende la parcela de Justicia del caso
particular y encuentra realizado su destino en la solución del conflicto de intereses.
En el segundo caso, estamos frente al abogado de Justicia o de paz que, más allá del derecho,
busca la justicia y con ella la paz de la sociedad. Se trata del ordenador consciente de la sociedad
que no se conforma con el "orden social" que las leyes injustas mantienen; y, armado de la doctrina
y los principios, construye la nueva ciencia jurídica y con ella el nuevo derecho, en el que haga
realizable la ecuación entre norma jurídica y Justicia, entre derecho objetivo y subjetivo, que ha de
hacer la suprema aspiración del jurista. Se trata del abogado revolucionario que no se limita a
seguir el pensamiento de legislador, que no se somete a la norma, cuando está por injusta repugna
a su sentimiento moral de justicia.
2
CODEX, Justiniano.2.7.14.
ÉTICA DE LA ABOGACÍA
la sociedad contemporánea que inspiran una nueva concepción de la función de la abogacía, esta
seguirá siendo un menester de defensa del derecho (sea el derecho de la sociedad clasista
evolucionada, subdesarrollada o en vía de desarrollo, sea el derecho de la sociedad).
Sin que esto quiera decir que en la sociedad desarrollada, sea esta clasista o sin clases, no se
presenten también manifestaciones de descenso ético de la abogacía. Aunque se puede afirmar
que existe relación directa entre evolución social, económica y cultural y alto nivel de la moral
profesional, de tal modo que los casos de descenso son más bien padecimiento acentuado de las
sociedades menos evolucionadas.
Ética y Sociedad
Hablar de ética de la abogacía significa, entonces, hundir el escalpelo del estudio no solo en los
caracteres del ordenamiento jurídico de la sociedad sino, inclusive, en la propia esencia de las
relaciones socioeconómicas que generan la norma jurídica, a la que sirve de abogado.
ÉTICA DE LA ABOGACÍA
El abogado tiene en sus manos valores transformados en bienes jurídicos como son la vida, la
libertad y el honor.
Opiniones favorables
Su trascendencia ha sido reconocida en todos los tiempos, con cambios en su concepto, a causa
de la transformación de las sociedades y el derecho:
Juicios desfavorables
La abogacía ha sido objeto también de contante vilipendio por parte de políticos, juristas, literatos
y del vulgo mismo.
Los literarios, juristas y/o políticos señalan que junto a la elevada jerarquía ética del ministerio
de paz social que tiene la abogacía, existe también la inconducta profesional que ha sido
objeto de muchísima literatura.
En agosto de 1927, la Comisión Reorganizadora de la Universidad San Antonio Abad del Cusco
en el currículo de la Facultad de Derecho y Ciencias Económicas, incorpora la asignatura de Ética
Forense, para remedir el desprestigió en que ha caído la profesión.
Posteriormente, en el Primer Congreso Nacional de Abogados del Perú de 1955, llevado a cabo
en la ciudad de Lima, se presentó un trabajo de tesis titulado Cátedra de Deontología Forense o
Ética de la Abogacía, que al ser aprobado motivó recomendación para que las facultades de
Derecho del Perú incorporasen esta materia en su currículo.
ÉTICA DE LA ABOGACÍA
El descenso ético de la abogacía no es sino el resultado del incumplimiento de las normas morales
que regulan su ejercicio y la conducta privada del abogado. Pero el problema es indudablemente
mucho más profundo y la en la esencia misma de las relaciones sociales, en la propia naturaleza
del derecho y en la ética general de la sociedad.
ÉTICA DE LA ABOGACÍA
Es que la abogacía como manifestación ideológica o como parte de conciencia social corresponde
necesariamente a la estructura de la sociedad y a la naturaleza del derecho que esa estructura
produce.
Por la propia naturaleza del derecho que utiliza como vehículo para lograr esa justicia del caso
particular, su misión directa no es pues la sociedad; es más bien el interés del cliente, cuya defensa
pone el fuego de su “gloriosa palabra”. Se trata de una profesión privada de ejercicio privado.
A esta evolución del derecho, a principios de la segunda década del siglo XX, corresponde en la
sociedad clasista el concepto de abogacía profesión social de ejercicio privado.
Todavía en 1920, es decir apenas terminaban de resonar los cañones de la primera Guerra
Mundial, Piero Calamandrei desarrollaba ya el concepto de la abogacía función social de ejercicio
privado, cuando decía que la “justicia no podría funcionar si no existen los profesionales del
derecho” y, exigiéndoles garantías de cultura y probidad, estimaba que el abogado debería ser a
su vez “garantía de seriedad y buena fe” para el juez.
ÉTICA DE LA ABOGACÍA
Se trata entonces de una abogacía que por la presión del derecho, más bien de los primeros
inspiradores del nuevo derecho, mira ya no solamente la justicia del caso particular sino que en
ella encuentra comprometido el orden social de modo tal, que la solución del conflicto de intereses
que defiende el abogado libre repercute necesariamente en la colectividad.
Pero esta trascendencia que es, en nuestro concepto la que caracteriza la naturaleza pública de
la función del abogado no es tampoco la búsqueda directa de la justicia.
La abogacía, función social de ejercicio privado, deja librado al criterio ético del abogado ser
ordenador de las relaciones sociales como colaborador de la magistratura. “En este caso a través
del caso particular, aunque contribuyendo a la pacificación y ordenamiento de la sociedad adquiera
jerarquía de función pública”.3
Pero, junto a los nuevos principios del derecho de la sociedad clasista, después de la Segunda
Guerra Mundial, también en el panorama de la historia, se presente un nuevo derecho; el derecho
socialista.
Este derecho de la sociedad socialista, que merece en este momento profunda atención de las
Facultades de Derecho norteamericanas, europeas y algunas latinoamericanas, necesariamente
tenía que inspirar una concepción nueva de la abogacía, que podría resumirse como abogacía
función pública de ejercicio público en la que suprimido el carácter de ejercicio liberal, vale decir
potestativo o privado del profesional, se organiza como servicio público bajo el contralor del
Colegio de Abogados o de la Barra de Abogados en los países socialistas.
3
CUADROS.C.F. El rol del Juris…, op. cit. P.7.
ÉTICA DE LA ABOGACÍA
En esta parte el autor se interesa sobre todo en la abogacía como función pública de ejercicio
privado, que corresponde todavía a la sociedad clasista desarrollada y subdesarrollada. Así como
por determinar concreta y correctamente cuáles son las causas del descenso ético de la abogacía
en los países latinoamericanos, vale decir, en buena parte de la sociedad en vía de desarrollo.
Es cierto que hay literatura de encargo, postiza y ajena al requerimiento social; es cierto también
que el derecho expresa fundamentalmente los intereses de las clases, grupos o partidos
gobernantes, y que la política la ejercitan principalmente determinados sectores sociales; pero,
más cierto es todavía que literatura, derecho o política, como manifestaciones de la conciencia
social, consiguen siempre expresar la opinión de la colectividad.
“No creemos que la generalización hiera la exactitud del concepto si acaso afirmamos que, desde
el momento en que se produce la Conquista española se fracturan las culturas autóctonas
separando desde entonces a un lado a los herederos de los conquistadores que junto con el
alfabeto y la religión trajeron a tierras de América, también la servidumbre, dueños de bienes de
producción y consumo que les dan poder político, y al otro, a los herederos de los conquistados,
sometidos a servidumbre, que en muchos países de Latinoamérica todavía siguen en estadios de
pre civilización por analfabetismo, falta de diversificación clasista y producción para consumo
doméstico”.
Los pueblos se dieron fórmulas políticas propias, pero no alcanzaron la independencia económica
que requieren para ser verdaderamente desarrollados. El “subdesarrollo”, no es sino la herencia
de la Colonia y su proyección en la República, en la que las oligarquías gobernantes coincidieron
con los intereses imperialistas y sometieron al servicio de esos intereses los de las grandes
mayorías gobernadas.
Desde entonces, podríamos decir que, hasta ahora, se mantiene viva la herencia histórica del
pueblo latinoamericano, sin que en la lucha integracionista se haya conseguido más allá de los
ejemplos que constituyen la obra del pueblo mexicano, cosechando recién en medio siglo los frutos
de la Revolución de 1910, y la del pueblo cubano en el presente decenio”.
El Colonialismo mental.
Es anacrónico porque en muchos países latinoamericanos las leyes tienen más de medio de
vigencia. No correspondiendo a la naturaleza de las relaciones sociales que regulan, resultan pues
inoperativas e injustas. No consiguen ordenar la sociedad porque las nuevas formas y relaciones
sociales ya no encajan en sus esquemas obsoletos.
Es injusto el derecho por parcial cuando solamente se legisla para satisfacer los intereses de las
fuerzas dominantes de la sociedad y no se legisla para atender las necesidades de la colectividad
integral.
Finalmente, la ley es injusta por antidemocracia cuando para mantener ese supuesto “orden
jurídico”, es decir el estado actual de las cosas, e institutos en que un pequeño sector de la
sociedad utiliza el poder del Estado en beneficio de intereses parciales y en agravio de los
intereses de las grandes mayorías, se promulga un derecho represivo destinado a silenciar el
reclamo de las masas. En este caso el derecho pierde todo sentido ordenador. Ya no es la norma
que regula las relaciones sociales, orientada a encontrar el equilibrio de intereses. Es norma
antijurídica porque se dirige precisamente en contra del orden social. Si se desea mantener el
orden de la sociedad es preciso que la ley marche al compás del cambio, porque de otro modo no
tendrá sentido ordenador.
En relación con estas características socio jurídicas de la colectividad, se produce también la moral
general de la sociedad, que en la sociedad en vía de desarrollo se manifiesta también dividida.
Los sectores civilizados en los cuales se reclutan los gobernantes que producen la ley de acuerdo
a sus intereses, estimarán razonable, moral o justo, que haya divisiones sociales, que unos se
eduquen y otros queden analfabetos; que unos satisfagan sus necesidades materiales y
espirituales con dignidad, y otros pidan limosna por las calles, en fin que unos gobiernen siempre
y otros también sean siempre gobernados.
En cambio el otro sector de la sociedad, el de las grandes masas que están sueltas de la mano
de la ley, mirará como injusta su situación y pugnará cada vez más por alcanzar la justicia y la
dignidad que le corresponde en las relaciones sociales, y que las leyes vigentes no les reconocen;
para ellos será inmoral el enriquecimiento de los funcionarios que abusan del poder, será inmoral
la promesa incumplida del político, el prevaricato de los jueces, el incumplimiento malicioso de las
obligaciones, estimado como natural; Se dará entonces en la sociedad subdesarrollada y creemos
que en toda la sociedad dividida en clases, una doble moral: la del grupo gobernante y la del grupo
gobernado; sin embargo, la moral del grupo gobernante prevalece y se generaliza extendiéndose
inclusive al grupo gobernado que la asimila, sobre todo, cuando no tiene todavía clara conciencia
de su rol social. Esa moral general la determina la naturaleza de los intereses de la sociedad que
a su vez crean el derecho. La moral de la sociedad no emana del derecho, es más bien el derecho
el que resulta de la moral general de la sociedad, aunque en ciertos momentos se confundan, se
relacionen e influyan mutuamente.
La moral del abogado se genera de la moral general de la sociedad, es miembro de ella y no puede
sustraerse a su influencia. Quizás en gran parte es actor directo de las relaciones estructurales y
de las propias normas jurídicas tanto porque trabaja con el derecho como instrumento de “orden”,
como porque no deja de ser cierto que la abogacía ha desarrollado en Latinoamérica importante
papel en la conducción política de los pueblos.
La moral del abogado traduce, la moral de la colectividad; de ahí que en el examen de las causas
no se pueda eludir el de las causas estructurales que producen la moral social, y es por eso
también que quizás en primer término no pensemos descargar en las espaldas individuales del
abogado la responsabilidad por el descenso ético de su ministerio.
ÉTICA DE LA ABOGACÍA
La abogacía es también forma de la conciencia social y mucho más todavía, profesión de mucha
trascendencia social porque opera con instrumentos de orden social; por eso el abogado no puede
dejar de reflejar, traducir o expresar la influencia de la sociedad en que actúa. De ahí que la
llamada crisis de la ética de la abogacía no es sino el reflejo de la crisis general de la sociedad en
que actúa el abogado. Esto no quiere decir que en la sociedad desarrollada no se presente
igualmente fenómenos de descenso ético de la abogacía, los hay y muy serios, pero obedecen
indudablemente a otras causas4.
Cuadros Villena, hace una clasificación respecto a las causas del descenso de la ética profesional,
en ese sentido, hace la siguiente distinción:
Señala Cuadros Villena, que la abogacía se organiza como profesión liberal, dado que su ejercicio
se halla librado exclusivamente a la voluntad del profesional que, dueño de capacidad y formación
académica, puede o no, dispensarlas si lo desea. Dentro de este sistema, la profesión es para él
también una forma de propiedad; es suya, le pertenece y puede cuando quiere ejercitarla o no,
queda a su albedrío seleccionar cliente.
4
ZAITSEV y POLTORAK, op. Cit. P. 68, aluden a las causas de separación del abogado soviético del
colegio.
ÉTICA DE LA ABOGACÍA
Entendida la abogacía como bien de propiedad particular del abogado, aunque su ejercicio
trascienda por la importancia de sus resultados, se dan en ella las mismas leyes de la sociedad
capitalista: la anarquía de la producción y la libre concurrencia al mercado.
La anarquía en la profesionalización
Estima Cuadros Villena, que las facultades o escuelas de derecho tienen como función primordial
la de formar abogados, sin embargo dejan de lado el campo de la investigación científica, que
requiere ampliamente la sociedad, por lo que no se logra superar la profesionalización anárquica
de las facultades de derecho latinoamericanas.
En general, explica Cuadros Villenas que en las universidades se profesionaliza sin tomar en
cuenta que profesionales requiere la sociedad y en específico se profesionaliza ala abogado sin
saber que suerte correrá el profesional que egresa de las aulas.
Unidas a las causas derivadas de las relaciones estructurales de la sociedad están también las
que se originan en las deficiencias de las facultades de Derecho.
- Faltas de formación ética del estudiante y del profesional, indiscutiblemente que la ética del
profesional ha de empezar con la propia formación de la ética del estudiante. No se podrá ser
jamás abogado probo cuando se fue estudiante inmoral.
La formación ética del estudiante es la parte inicial de la formación ética del abogado, y si es
cierto que la moral, como toda conducta, se aprende y se enseña en la vida sin que las recetas
del decálogo sean muy útiles que se diga, cuando la realidad suele muchas veces
contradecirlas, también es cierto que la enseñanza de la ética de la abogacía constituirá factor
importante para ayudar a escoger los caminos de la abogacía leal y proba y repudiar la
abogacía desleal.
ÉTICA DE LA ABOGACÍA
No es solo conducta inmoral la del abogado desleal que tuerce la decisión de la justicia armado
de ardides y engaño; lo es también la del abogado leal que sin embargo de su lealtad por temor al
Poder o conciliación con el temor del cliente no se enfrenta a reconquistar el derecho a la defensa,
que es garantía ínsita a la dignidad humana. El dejar consumar la injusticia, a sabiendas, es
también una forma de inmoralidad, y es grave, sobre todo en los países en vías de desarrollo,
donde el papel del abogado leal es poderoso instrumento de lucha por la libertad.
Entonces, también suelen producirse defecciones abogadiles. Sin embargo, la norma moral
debería exigir al abogado, luchar por el derecho a la defensa, no solo porque es la esencia de su
ministerio sino porque es parte de la lucha por la libertad, puesto que, jamás habrá libertad ahí
donde no se permita defenderla.
BIBLIOGRAFÍA:
Carlos Fernando Cuadros Villena “Ética de la Abogacía y Deontología Forense”.
Pág. 45-55.