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Etudes Hispaniques 10

Gérard DUFOUR
José A. FERRER BENIMELI
Léandro HIGUERUELA
Emilio LA PARRA

EL CLERO AFRANCESADO

1986

publications diffusion
UNIVERSITÉ DE PROVENCE JEANNE LAFFITTE
29, av. Robert-Schi'man 25, cours d’Estienne-d’Orves
1362Í Aix-en-Provence Cédex 13001 Marseille
Etudes Hispaniques 10

Gérard DUFOUR
José A. FERRER RENIMELI
Léandro HIGUERUELA
Emilio LA PARRA

EL CLERO AFRANCESADO
Actas de ¡a Mesa Redonda, Aix-en-Provence,
25 de enero de 1985

1986

publications diffusion
UNIVERSITÉ DE PROVENCE JEANNE LAFFITTE
29, av. Robert-Schuman 25, cours d’Estienne-d’Orves
13621 Aix-en-Provence Cédex 13001 Marseille
C Université de Provence
Service des Publications

Dépôt légal 1er trimestre 1986


I.S.B.N. n° 2-85399-132-6
INDICE

Páginas

EL CLERO AFRANCESADO : UN TEMA POR INVESTIGAR


por Gérard DUFOUR ..................... 5

LA REFORMA DEL CLERO EN ESPAÑA 1808-1814


por Emilio LA PARRA LOPEZ .............. 15

MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO Y COLABORACIONISTA


por Leandro HIGUERUELA DEL PINO ........ 55

CLERO AFRANCESADO FRANCMASÓN


por José A. FERRER BENIMELI ............ 129

LA EMIGRACIÓN A FRANCIA DEL CLERO AFRANCESADO


por Gérard DUFOUR ...................... 1Ó7

A MODO DE CONCLUSIÓN
por Gérard DUFOUR ...................... 207

índice toponímico ............................ 215

índice onomástico ................................ 219


Gérard DUFOUR
Université de Provence

EL CLERO AFRANCESADO
UN TEMA POR INVESTIGAR
El tema de esta "Mesa redonda" puede que sor
prenda a más de uno. ¿ Cómo ? - se dirá -¿no fue el
clero español el alma de la resistencia al invasor
durante la guerra de la Independencia ? Sin embargo,
lejos de nosotros la infantil manía de provocar a
nadie, ni menos profanar la memoria de ningún ecle­
siástico patriota. Se admite, eso sí, que entre los
clérigos españoles, unos pocos hayan caído en el
"error" de servir a los franceses. Pero no serían sino
raras excepciones puestas en la picota del oprobio
general apenas finalizada la contienda. Recuérdese
a Fray Manuel Martínez y sus Famosos traidores refu­
giados en Francia, publicados por la Imprenta Real
en I8l4, donde hace recaer la responsabilidad de la
política eclesiástica del "Rey intruso" sobre Estala
y Llórente en particular 1.

Dos de estos "famosos traidores" intentaron


refutar esas acusaciones : Juan Antonio Llórente en
Defensa canónica y política..., publicada en París,
en I8l6 ¿ , y FrayMiguel Suárez de Santander, obispo
auxiliar de Zaragoza en Apuntaciones para la apolo­
gía formal de su conducta religiosa y política^ en
I818 3 El iracundo Fray Manuel Martínez aprovechó
la ocasión para remachar el clavo con Nuevos documen­
tos para continuar la historia de algunos famosos
traidores refugiados en Francia, sin fecha de edición
pero a.cargo, nada menos, que de la Imprenta Real de
Madrid. En caracteres bien visibles se lee que se tra­
ta de una "Respuesta a la respuesta" del obispo
Santander 4 .

Ahora bien, estos famosos traidores ecle­


siásticos no representaban para Fray Manuel Martínez
más que a sí mismos. No se trataba de un grupo
orgánico sino de unos casos aislados de individuos
indignos, según él, de ser llamados ni españoles ni
católicos. La misma actitud encontramos por parte del
famoso inquisidor histórico Menéndez y Pelayo quien
incluye en sus Heterodoxos españoles, condenándolos
como "doblemente traidores a su patria y a su religión" a los
más destacados clérigos afrancesados como Llórente
o Arce 5.

La opinión de que estos ejemplos no consti­


tuían sino casos aislados, perfectamente atípicos,
prevaleció en la historiografía española. El carácter
excepcional, sin embargo, de sus personalidades atrajó
sobre sí el interés de los investigadores. Máxime
tratándose de quien había llevado la traición a sus
últimas consecuencias denunciando públicamente a un
8 Gérard DUFOUR

Santo Oficio del que había sido secretario : Juan


Antonio Llórente, el.autor de la Celebérrima Historia
crítica de la Inquisición de Espafla. Morel-Fatio, en
1921, Jean Sarrailh, en 1923, Nuííez de Arenas, en
1928, publicaron sendos artículos en Bulletin Hispani­
que atacando la intransigente posición de Menéndez
Pelayo ®.

Pero eran éstas aportaciones de detalle.


El honor de la primera monografía recayó sobre Alberto
Lista : Vida, obra y pensamiento de Alberto Lista,
de Hans Juretschke, en 1951 7 ? La aportación de Ju-
retschke fue fundamental pero el enfoque del tema
seguía siendo el mismo : la investigación no sobre­
pasaba los estrechos límites de un caso aislado o de
casos aislados, sin adentrarse en el estudio de una
manifestación de grupo.

En enfoque aislacionista siguió el mismo :


artículos de Miguel de la Pinta Llórente, en 19668 ,
de Robert Marrast, en 1975 9 , las reediciones de la
Memoria histórica sobre cual ha sido la opinión na­
cional de los Espafioles acerca del Tribunal de la
Inquisición por Valentina Fernández Vargas, en 1967,
y por quien os habla en 1977 10, así como diversos
artículos de un servidor H llamaron de nuevo la aten­
ción sobre el famoso autor de la Historia critica de
la Inquisición en España. Pero fue precisamente pre­
parando la tesis sobre Juan Antonio Llórente en Fran­
cia (defendida en la Sorbona en 1979 y publicada en
Ginebra en 1982) 12 cuando nos dimos cuenta de que
Llórente no era ningún caso aislado : "primu.8 Ínter pa­
res", si ; arquetipo, quizás j caso único, en absoluto.
Añadamos, en honor de la verdad, que un estudio de
teología del Profesor Alfredo Martínez Albiach : Reli­
giosidad hispana y sociedad borbónica, ya había puesto
demanifiesto, en 1969, el interés de la posición
dogmática de los Afrancesados 13.

El análisis cuantitativo de las listas de


refugiados, los datos proporcionados, a veces de
mala gana, por los estudios de historia local o
regional 14 , nos obligaron a llamar la atención de
los historiadores sobre la importancia relativa de
clérigos entre estos exiliados de 1813 : "Infidencia et
Afrancesamiento : quelques données statistiques"(Rouen,
1973) 15 • En 1976, Aliñe Haquet presentaba una tesina
bajo nuestra dirección : Recherches sur le Clergé
afrancesado, en la que establecía una primera lista
de clérigos a partir de las de refugiados conservadas
en los Archivios Nacionales de Francia y en el Archi-
vio del Ministerio de la Guerra en Vincennes 16 . Con
UN TEMA POR INVESTIGAR 9
esta nómina, completada con los documentos de la serie
"Mémoires et Documents" del Archivo del Ministerio
de Asuntos Exteriores de Paris 17, ya tenemos una
sólida base de partida para nuestras investigaciones.

Recientemente, diversas publicaciones, entre


las cuales destaca la de Leandro Higueruela sobre la
Diócesis de Toledo durante la Guerra de la Indepen­
dencia lo, así como la de Revuelta González sobre "Ac-
titudes opuestas de dos obispos santanderinos ante
la Guerra de la Independencia". 19 proporcionaron va­
liosos datos a los investigadores 20 . El Coloquio
Internacional sobre Les Espagnols et Napoleón, cele­
brado en Aix-en-Provence (octubre de 1983) no dio lu­
gar a ponencias directas sobre el clero afrancesado^l.
Sin embargo, se aludió directamente al tema en la
intervención de Ferrer , en la de Brines,
la de Pons y de Serna y en la nuestra 22 . Saltaba a
la vista la necesidad de profundizar este tema.

En la "Mesa redonda" de hoy, no podremos


satisfacer todas las curiosidades. Hay, por otro lado,
personajes de la importancia del Inquisidor General
Arce - patriarca de las Indias - que deben salir de
la oscuridad en que tanto tiempo han permanecido es­
condidos. Por ello hemos previsto otra sesión sobre
el mismo tema para el año próximo. Aunando nuestros
esfuerzos en una colaboración estrecha, podremos
llevar a cabo de modo satisfactorio esta imprescin­
dible investigación.

Perdonad que insista sobre el hecho, para mi


evidente, de que el tratamiento de este tema del
clero afrancesado no concierne a un grupo más o menos
disperso de individualidades - por importante que
numéricamente fuese -. Los clérigos españoles al ser­
vicio de Napoleón entraron en Francia en contacto con
el liberalismo y los hubo que - si no del todo, como
Llórente, sí, en parte - evolucionaron a un libera­
lismo cristiano de tanto peso en la España del
Trienio liberal.

Consideremos, pues, el coloquio de hoy como


una etapa hacia otro coloquio internacional que orga­
nizaremos en 1987 sobre Liberalismo cristiano y cato­
licismo liberal en España, Italia y Francia en el
siglo XIX.

Con permiso de la Autoridad, y si el presu­


puesto no lo impide, evidentemente.
10 Gérard DUFOUR

1. Los famosos traidores refugiados en Francia con­


vencidos de sus crímenes y justificación del Real
decreto de 30 de mayo por F.M.M.M.C. , Madrid,
Imprenta Real, 1814, in-4°, 20 p.
2. Defensa canónica y política de don Juan Antonio
Llórente contra injustas acusaciones de fingidos
crímenes. Es trascendental en varios puntos al
mayor número de Españoles refugiados en Francia,
París, Imprenta del Sefíor Plassan, l8ló, in-ló,
178 p.
3. Apuntaciones para la apología formal de la conduc­
ta religiosa y política del limo Sr. D. Fr. Miguel
Suárez de Santander. Respuesta de este ilustre
Prelado a otra muy irreverente y calumniosa que
le escribió e imprimió en Madrid, en el año de
1815, el P. Fr. Manuel Martínez, Mercenario Cal­
zado, s.l., 1818, in-8°, VIII-266 p.
4. Nuevos documentos para continuar la historia de
algunos famosos traidores refugiados en Francia.
Respuesta de Fr. Manuel Martínez, Mercenario Cal­
zado, a la carta que desde Montpellier le escribió
el limo. Sr. Santander, Obispo auxiliar de Zara­
goza y al apéndice a la representación que D.
Francisco Amorós "soi-disant11 Consejero de Estado
español dirige a S.M. el Rey D. Fernando VII,
Madrid, Imprenta Real, in-4°, ó 3 p.
5. Historia de los Heterodoxos españoles, in Obras
Completas, de Marcelino Menéndez Pelayo, XXXV-
XLVII, 2a edición, Madrid, C.S.I.C., 1963 . Vid.
tomos V y VI de los Heterodoxos...

6. MOREL-FATIO, A., "D. Juan Antonio Llórente", in


Bulletin Hispanique, N° 23 (1921), p. 117-128 ;
SARRAILH, J., "D. Juan Antonio LLorente", in Idem,
N° 25 ( 1923), P- 226-236 ; NUNEZ de ARENAS, M. ,
"Llórente en Burdeos", in Idem, N° 30 (1928),
p. 72-74-
7. JURETSCHKE, Hans, Vida, obra y pensamiento de
Alberto Lista, MadricTJ 1951 > in-o° , 718 p.

8. LA PINTA LLORENTE, Miguel de, "Aspectos inéditos


de la vida y obra de don Juan Antonio Llórente",
in Critica y humanismo, Madrid, 1966, p. 63-86.
UN TEMA POR INVESTIGAR 11

9. HSur Juan Antonio Llórente", in Mélanges offerts


à Charles Vincent Aubrun, Paris, 1975» II, P- 7-
Ï87

10. La Memoria histórica sobre qual ha sido la opinión


nacional de Espafla acerca del tribunal de la In­
quisición. Leída en la Real Academia de la His­
toria por el Excelentísimo Señor don Juan Antonio
Llórente, Consejero de Estado, Dignidad de maes­
trescuelas y canónigo de Toledo, caballero comen­
dador de la Orden Real de España, comisario gene-
ral apostólico de Cruzada, Madrid, Imprenta de
Sancha, 1812, in-8°, 324 p. Ha sido reeditada
bajo el título de La Inquisición y los españoles
con prólogo y notas de Valentina Fernández Vargas,
Madrid, Ciencia Nueva, Los Clásicos N° 9, 1967,
in-12, 275 p. (reediciones en 1970, ed. Ciencia
Nueva y otra por Castellote, Colección básica,
N° 15, Madrid, 1973, in-12, 275 P-)•
En 1977 publicamos nuestra edición con introduc­
ción y notas (en francés) Publications de l'Uni-
versité de Rouen, P.U.F., in-8°, 192 p.

11. DUFOUR, Gérard, "Les Victimes de Torquemada. Les


calculs de Llorente : Sources et méthodes", in
Cahiers du Monde Hispanique et luso-brésilien
(Caravelle), N° 25 (1975), p. 103-118 ; "Llorente,
défenseur de l'Espagne et de l'Inquisition", in
Mélanges à la mémoire d'André Joucla-Ruau, Edi­
tions de 1'Université de Provence, 1978, I, p •
157-165.
12. DUFOUR, Gérard, Juan Antonio Llorente en France
(1813-1822). Contribution à l'étude du libéralisme
chrétien en France et en Espagne au début du XIXe
siècle, Genève, Droz, Travaux d'histoire éthico-
politique N° XXXVIII, XV-375 P- Véase también del
mismo : "De l'autobiographie politique : le cas
des Afrancesados" (escrito en colaboración con
Aline Vauchelle-Haquet) in L'Autobiographie en
Espagne, Publications de l'Université de Provence,
19827 p. 133—147 ; "Juan Antonio Llorente, de ser­
vidor a crítico de la Inquisición", in Historia
16, N° 83 (Madrid, 1983 ), P- 13-20 ; "Le prospec­
tus de l'Histoire Critique de l'Inquisition d'Es­
pagne , par Juan Antonio Llorente (1817) " , in
Cahiers d'Etudes Romanes N° 8 (Université de Pro­
vence , 1983), P- 195-207 ; "Los afo rismos políticos
de Juan Antonio Llorente in Les Formes Brèves,
Université de Provence, 1984, p. 199-209 y por
12 Gérard DUFOUR

fin "Bibliographie Llorentine", in Hommage de


l'U.E.R. des Langues Romanes et de l'Amérique La­
tine à M. le Professeur Frèches, Université de
Provence, 1984, p. 73—97- De próxima publicación :
"Juan Antonio Llórente y la Real Academia de la
Historia", in Anales de Islles Baleares.
13. MARTINEZ ALBIACH, Alfredo, Religiosidad hispana
y sociedad borbónica, Burgos, Publicaciones de
la Facultad teológica del Norte de España, 1969,
in-4°, VIII-675 P-
14- Una lista de tales estudios in HIGUERUELA DEL PINO
Leandro, La Diócesis de Toledo durante la Guerra
de la Independencia^ Toledo, ed. Zocodover, 1983,
p. 12 sq. Conviene aíiadir : AVELLA CHAFER : La
ocupación francesa en Sevilla", in Archivo Hispa­
lense (Sevilla), LVII N° 175 (1974), P- 35-86.

15- DUFOUR, Gérard : "Infidencia et Afrancesamiento :


quelques données statistiques" , in Etudes d1His­
toire et de Littérature ibéro-américaines, Publi­
cations de l'Université de Rouen, 1973, P- 39-53-
l6. HAQUET, Aline, Recherches sur le Clergé afrancesa­
do , Mémoire pour la Maîtrise, Université de Rouen,
Faculté des Lettres et Sciences Humaines, juin
1976, 165 P- mecanografiadas (inédito).
17- Véase infra, DUFOUR, G-,"La emigración a Francia
del clero afrancesado".
18. HIGUERUELA DEL PINO, Leandro, op.cit. ; véase tam­
bién del mismo autor : El clero de Toledo de 1800
a 1823, Prólogo de V. Palacio Atard, Madrid, Fun­
dación Universitaria Española, 1979> 274 P-
19» "Actitudes opuestas de los obispos santanderinos
ante la Guerra de la Independencia", in La Guerra
de la Independencia y su momento histórico, San-
dander, 1982, II, p. 665-685.

20. Véase también ALVAREZ GARCIA, Mariano, El Clero


de la Diócesis de Valladolid durante la Guerra
de la Independencia, Valladolid, Institución
cultural Simancas, 1984, 257 p•

21. Les Espagnols et Napoléon, Université de Provence,


1984, III-474 P-
UN TEMA POR INVESTIGAR 13

22. FERRER BENIMELI : "La masonería bonapartista en


Esparta", p. 335-385 ; BRINES I BLASCO, Joan :
"Aproximación al estudio sociológico de los Afran­
cesados en el país valenciano" (p. 269-286) ;
PONS I PONS, Anaclet y SERNA ALONSO, Justo : "El
colaboracionismo valenciano en la Guerra de la
Independencia : El Canónigo Fita" (p. 439-454)
DUFOUR, Gérard : "Pourquoi les Espagnols prirent-
ils les armes contre Napoléon ?" (p. 317-334).

*#*
*
Emilio LA PARRA LOPEZ
Universidad de Alicante

LA REFORMA DEL CLERO EN ESPAÑA


1808 1814
Los importantes cambios políticos sucedidos
en España a partir de 1808 depararon la ocasión para
acometer desde el poder la reforma de varias cuestio­
nes relacionadas con la Iglesia. Los dos gobiernos
instituidos desarrollaron desde los primeros instantes
una política pródiga en disposiciones eclesiásticas,
que no cesó hasta el fin de sus respectivos mandatos.
Estas disposiciones constituyeron, tanto en la España
gobernada por José como en la que obedeció a las
Cortes de Cádiz, uno de los principales capítulos
de sus respectivas políticas. Ello es así por el peso
específico de la Iglesia en la sociedad del Antiguo
Régimen y porque, concretamente en España, los de­
cenios anteriores a la convulsión de 1808 habían sido
de intensas disputas en torno a este asunto. Las po­
lémicas religiosas habidas durante el reinado de
Cario IV fueron disputas teológicas y doctrinales,
canalizaron el choque ideológico entre la mentalidad
conservadora y la dispuesta a transformar el país,
afectaron a las altas esferas de la política, tuvie­
ron serias implicaciones en las relaciones exteriores
de la monarquía y estuvieron revestidas en todo momen­
to de un notorio componente económico.

En el tránsito del siglo XVIII al XIX en


España es general el deseo de modificar muchos aspec­
tos eclesiásticos. Por un lado, el cambio venía
exigido por la propagación de las ideas ilustradas,
profesadas por una minoría influyente. Por otra parte,
el clero y las instituciones directamente relacionadas
con él habían llegado en ciertos casos a tal proceso
de degradación que incluso los más convencidos defen­
sores de la estructura eclesiástica demandaban una
acción correctora. Es lógico, por consiguiente, que
el deseo de reforma aflorara por doquier.

En la segunda mitad del siglo XVIII los


ilustrados habían logrado, a fuerza de repetirlo en
multitud de medios y ocasiones (desde los centros de
enseñanza a los sermones, en libros y en la prensa
periódica, en las Sociedades Económicas de Amigos del
País y a través de cartas y tertulias privadas) la
denuncia de muchos defectos de la organización ecle-
sial. A pesar de la fuerza del conservadurismo, cier­
tas deficiencias resultaba imposible ocultarlas y por
eso asumieron el deseo de subsanarlas incluso quienes
veían con auténtico pavor el triunfo de las luces.
Al mismo tiempo, fueron también los ilustrados los
propagandistas de la conveniencia de recurrir, para
abordar cualquier reforma eclesiástica, a la vía
18 Emilio LA PARRA LOPEZ

regalista, de tan arraigada tradición en la monarquía


Habsburgo y tan favorablemente acogida por los Borbo-
nes. Así pues, tomd carta de naturaleza el deseo de
reformar la Iglesia con métodos regalistas.

Los matices y el grado de aplicación de am­


bos extremos fueron variadísimos, pero ello no obsta
para constatar su implantación en los sectores
influyentes de la sociedad española. Conocemos las
opiniones al respecto de un buen número de integrantes
de esos sectores, gracias a la "consulta al país" de
1809. Aunque este documento lo genera el bando patrio­
ta, su contenido es aplicable también a la manera de
pensar de muchos integrantes del grupo afrancesado,
por cuanto refleja un estado de opinión de España,
al margen de la opción política individual del momen­
to. Se comprueba ahí que la mayoría de las institu­
ciones representativas del Antiguo Régimen, incluida
la jerarquía eclesiástica, desea la reforma de la
Iglesia 1 . El deseo general puede quedar representado
por esta frase del informe del obispo de Menorca,
monseñor Juano : "Baste decir por conclusión de todo que en
la disciplina eclesiástica hay mucho que reformar" 2. El obispo
Juano, como varios otros prelados, cabildos catedrali­
cios y laicos no deseaban ninguna transformación revo­
lucionaria de la Iglesia ; incluso temían los cambios
que pudieran provenir de los planteamientos raciona­
listas de la Ilustración. Se limitaban a sugerir
algunas variaciones para que el aparato general perma­
neciera incólume en lo sustancial. Este sector de la
sociedad, evidentemente, ni apoyó ni aprobó las polí­
ticas religiosas de José I y de las Cortes de Cádiz,
pero sus planteamientos, aunque tímidos y de cortísimo
alcance reformista, demuestran la necesidad de empren­
der en aquel momento algunos cambios en el ámbito
clerical.
Las auténticas transformaciones eran desea­
das por quienes comulgaban con las ideas ilustradas.
La Ilustración española había propugnado una reforma
de la Iglesia desde el poder, con los métodos rega­
listas, basándose en una triple inspiración : la ten­
dencia galicana francesa, mezclada ahora con ideas
episcopalistas y teñida, debido sobre todo a las cir­
cunstancias históricas españolas, de un claro matiz
antirromano en muchos casos ; la herencia del humanis­
mo español del siglo XVI, que por su carácter eras-
mista es asumida muy especialmente por quienes se
muestran partidarios del rigorismo moral, la vuelta
a la Iglesia pobre y democrática de los primeros
siglos y a una religiosidad interior, notas típicas
REFORMA DEL CLERO 19

de la corriente denominada jansenista, que a su vez


las refuerza ; y el racionalismo, cuyas exigencias
básicas se cifraban en poner orden al marasmo organi­
zativo de la Iglesia, sobrada de clero ocioso e
inútil y falta del dedicado de forma efectiva a su
ministerio, y en acabar con su situación económica
privilegiada, inútil y perjudicial para lograr la
felicidad de la sociedad.
Desde este conjunto de ideas se plantea la
política religiosa a partir de 1808, si bien las medi­
das eclesiásticas de José I y de las Cortes de Cádiz
no se explican siempre sólo por motivaciones ideoló­
gicas. Es evidente que primaron otras consideraciones,
como la necesidad de recurrir al potencial económico
de la Iglesia o la conveniencia de reducir la influen­
cia política ejercida sobre todo por el clero regular
en el pueblo, pero incluso estos casos se intentan
explicar recurriendo al sistema de ideas apuntado.

1. EL GRUPO DIRIGENTE

Los responsables del gobierno en ambos


bandos políticos fueron ilustrados que en unos casos
permanecieron fieles a la práctica del absolutismo
y, en otros, evolucionaron hacia un concepto nuevo
de la política y del Estado. En términos globales una
y otra manera de entender el ejercicio del poder cor­
responden respectivamente a los afrancesados y a los
liberales de Cádiz. Esto fue determinante, como hemos
de ver, de ciertas diferencias en la práctica de go­
bernar 3 , pero no debe ocultar el hecho previo : en
ambos casos se parte del mismo substrato ideológico.

La política religiosa de José I estuvo ins­


pirada, principalmente, por los ministros Urquijo,
Cabarrús y Azanza y por el consejero de Estado Juan
Antonio Llórente 4 . En las Cortes de Cádiz el prota­
gonismo se difumina más, por las exigencias derivadas
del parlamentarismo, aunque cabe destacar ciertas
personalidades. En ios temas relacionados con la en­
tonces conocida como "disciplina eclesiástica" el per­
sonaje clave fue Joaquín Lorenzo Villanueva, autor
del importante plan de un Concilio Nacional 5 . En
otros asuntos religiosos se distinguieron Muñoz Tor­
rero, Oliveros, Nicasio Gallego, el conde de Toreno,
Arguelles, Mexía, . .., además del propio Villanueva.
20 Emilio LA PARRA LOPEZ

A estos personajes principales hay que añadir un buen


número de personalidades situadas en un segundo plano
aunque por lo general contribuyeron también de forma
decisiva a elaborar las respectivas políticas. Entre
los afrancesados se cuenta a Marchena, José Ma. Car­
nerero, Estanislao de Lugo, Meléndez Valdés, Félix
Amat, Estala... ; entre los patriotas, Francisco
Sema, Rovira, Fernández Golfín, Calatrava, Espiga
y, en general, a todo el grupo liberal de las Cortes,
bien apoyado desde fuera, en la prensa sobre todo,
por Quintana, Sánchez Barbero, Gallardo y todos los
redactores de las copiosas publicaciones liberales,
muchos de ellos desconocidos para nosotros.

A falta de los suficientes estudios biográ­


ficos que permitan cierta seguridad en este terreno,
pueden señalarse, a título de hipótesis, varias agru­
paciones de estos personajes. Está el conjunto de
individuos formados en la Universidad de Salamanca
en las últimas décadas del siglo XVIII o que en ese
tiempo han desarrollado allí una importante activi­
dad : Quintana, Marchena, Meléndez Valdés, Muñoz
Torrero... Hay otro grupo, reducido numéricamente
pero influyente por su actividad, que procede de
Valencia : Vicente Blasco (quien sólo actúa en la
Comisión Eclesiástica de la Junta Central), J.L.Villa-
nueva, Sema. Finalmente, el sector más numeroso es
el de los hombres que han ocupado cargos de responsa­
bilidad en la Corte durante los últimos decenios del
reinado de Carlos IV : Urquijo, Cabarrds, J.A. Llóren­
te y, también, los canónigos de San Isidro, Oliveros
y Espiga, quienes aunque no llegan a ocupar cargos
del nivel de los desempeñados por los anteriores,
influyen sin duda en los círculos cortesanos.

Estos personajes mantuvieron entre sí rela­


ciones personales estrechas antes de 1808 pero, sobre
todo, pensaban de forma similar en lo atenente a los
asuntos eclesiásticos. Esto se explica en parte porque
experimentaron idénticas influencias ideológicas y,
además, porque en el fragor délas disputas religio­
sas de fines del siglo XVIII comieron suertes pare­
jas. Al margen de la influencia extranjera, predomi­
nantemente francesa e italiana (y, de forma special,
la Constitución Civil del Clero y las conclusiones
del sínodo de Pistoia) existe un influjo personal
palpable en estos hombres de dos líneas de pensamiento
claves en la Ilustración española : la de Jovellanos
y la de Gregorio Mayáns, ambas a su vez interrelacio­
nadas y convergentes 6.
REFORMA DEL CLERO 21

Dos discípulos directos de Mayáns, Bertrán


y Climent, influyeron decisivamente en la formación
religiosa de buena parte de nuestros personajes.
Felipe Bertrán, como obispo de Salamanca, contribuyó
a la difusión de las luces en aquella Universidad,
al tiempo que actuó como gran protector de J.L. Villa-
nueva. Josef Climent, desde la diócesis de Barcelona,
aunó las ideas mayansianas con ciertas corrientes eu­
ropeas de renovación de la Iglesia (en especial las
doctrinas jansenistas francesas y la experiencia de
Iglesia Nacional ensayada en Utrecht), creando un
talante religioso del que participaron muy directa­
mente, entre otros, Félix Amat, hombre formado casi
íntegramente por Climent, y un importante personaje
de la aristocracia espafíola, la condesa del Monti jo.
Esta señora, a través sobre todo de su famosa tertulia
reunida en Madrid, contribuyó mucho a la difusión de
todo ese bagaje mental en muchas de las personalidades
mencionadas, pues fueron asiduos a su casa Meléndez
Valdés J.L. Villanueva, Félix Amat, Estanislao de
Lugo, monseñor Tavira, varios canónigos de San Isidro
e, incluso, el mismo Jovellanos.

El magisterio de Jovellanos, ejercido de


forma directa o a través de su íntimo amigo Tavira,
es palpable en todos los círculos renovadores de la
corte de Carlos IV, al tiempo que lo reconocen, a
título personal y de modo especial, personajes tan
decisivos en nuestro tema como J.A. Llórente 7 . Debe
notarse, además, que Jovellanos ejerció de protector
o maestro de varios integrantes de la nueva generación
de políticos españoles, en especial Agustín Argüelles
y el conde de Toreno 8.

Sea porque en casa de la condesa del Mon-


tijo se encuentran personalmente muchos de estos hom­
bres, sea porque en materia de religión los
pensamientos de Mayáns y de Jovellanos difieren en
poca cosa y, además, las lecturas de todos fueron
indénticas, resulta que antes de l808 existe una
unidad de pensamiento entre nuestros ilustrados.
cabe no obstante subrayar ciertos matices en cada uno
de ellos, mas ello no es óbice para afirmar la con­
fluencia de todos en lo fundamental. Así, podrá cali­
ficarse a Urquijo y a Cabarrds de racionalistas al
estilo francés ante todo, mientras que Villanueva
se inclina más por el rigorismo piadoso jansenizante ;
un Quintana y, especialmente, Marchena sienten dudas
serias de fe, frente a la pura ortodoxia y el conven­
cimiento religioso de Munoz Torrero, Oliveros o Félix
Amat. Las contraposiciones de este tipo - siempre
22 Emilio I.A PARRA LOPEZ

relativas, por lo demás, pues cada personaje suele


aunar varias notas - son posibles, aunque no deshacen
nuestra hipótesis : al menos en un punto todos coin­
ciden, en la necesidad de reformar la Iglesia española
por la vía regalista apartándola de la excesiva influ­
encia de Roma y racionalizando sus estructuras. Asi
pues, a comienzos de 1808 no existen motivos de fondo
para optar por diversas políticas. Insistimos, todos
estaban de acuerdo en lo que debía hacerse.

2. PRINCIPIOS GENERALES DE LA POLÍTICA RELIGIOSA

Dada la similitud ideológica y la relación


personal apuntadas es lógico que los responsables de
la política religiosa de ambos bandos justifiquen las
distintas disposiciones sobre la materia con argumen­
tos muy similares. Al mismo tiempo, todos consideran
como punto de partida y, a la vez, objetivo final de
su política el mantenimiento de la unidad religiosa
de España. Esta fue idea dominante entre afrancesados
y liberales, quienes oficialmente siempre se manifes­
taron como fieles católicos, contrarios a la toleran­
cia de otros cultos y muy interesados en proteger la
religión.
Las disposiciones eclesiásticas se desarrol­
laron partiendo de la confesionalidad del Estado
declarada en las dos Constituciones 8 , Algunos dipu­
tados de Cádiz se esforzaron, sobre todo en 1813, en
natizar la confesionalidad católica del artículo 12
ie la Constitución. Su empeño consistió en desligar
religión y política, esto es, como dijo Arguelles,
íabía que dejai' claro que la religión no debe influir
sn la forma de gobierno de una nación, que la Iglesia
ío ha de formar las constituciones 9 . Tales matiza-
;iones, de todas formas, no impidieron que la religión
;uera, de hecho, elemento fundamental del Estado libe-
'al creado en Cádiz, como lo fue para la monarquía
le José I.

La especial protección dispensada por los


.extos constitucionales al catolicismo se manifiesta
le una manera concreta en los actos legislativos y
le gobierno más variados. Los dos regímenes rechazaron
a posibilidad de establecer la tolerancia religiosa,
REFORMA DEL CLERO 23

aunque no faltaron voces - siempre aisladas - que la


aconsejaron. Flórez Estrada, en su proyecto de Consti­
tución, en el bando patriota 10 y Martínez de Villela,
en la Junta de Bayona H , sugirieron su estableci­
miento sin éxito. Es más, como reconoció el embajador
La Forest, el código de Napoleón era aplicable a Espa­
ña con la única salvedad de la tolerancia religiosa
y el divorcio 12. Por otra parte, los dos gobiernos
dispensaron carácter oficial al catolicismo siempre
que hallaron ocasión, como lo prueban las ceremonias
religiosas profusamente promovidas por el poder polí­
tico (rogativas públicas, Te Deum, misas especiales,
realización del juramento a José o a las Cortes en
las Iglesias acompañando de funciones litúrgicas,
etc.). Asimismo procuraron en todo momento salvaguar­
dar la ortodoxia católica frente a la posibilidad de
opiniones contrarias. Las Cortes de Cádiz exceptuaron
los temas religiosos de la Ley de libertad de impren­
ta Í3 . José I, cuando suprimió el índice de libros
prohibidos de la Inquisición, subrayó algo similar :
"Los únicos libros y escritos que no deben franquearse al públi­
co son aquellos en que directamente se ataca la religión del
estado o el gobierno establecido.-.. " 14 .

Al menos formalmente las Cortes de Cádiz


fueron extremadamente tajantes en la defensa de la
religión. En su Ley sobre responsabilidad de los in­
fractores- de la Constitución condenan a muerte al que
"conspire directamente y de hecho a establecer otra religión
en las Espanas o a que la Nación española dege de profesar la
religión católica" 15. Los diputados liberales acepta­
ron esta disposición, que no sólo confirmaba, en pala­
bras de Calatrava, todas las leyes anteriores condena­
torias de los delitos religiosos, sino que además
añadía un nuevo delito, pues como observaron Villanue-
va y Muñoz Torrero, a partir de ahora la herejía era
también un atentado a la Constitución 16.

No fueron tan explícitos los afrancesados


en éste punto, aunque existen pruebas de una actitud
pareja. Desde el comienzo se esforzaron por presentar
a José como un rey profundamente religioso. En cuanto
se reinstaló en Madrid, en enero de 1809, José envió
una circular a la jerarquía eclesiástica resaltando
este carácter : "Volviendo a entrar en esta ciudad nuestro
primer cuidado, como nuestro primer deber, ha sido el de postrar­
nos a los pies del Dios que da y quita las coronas.-.-. y consa­
grarle toda nuestra existencia.-.17. El régimen procuró
en todo momento mantener esta imagen del rey piadoso
y la Gaceta de Madrid, su órgano oficial, recogió con
especial cuidado las crónicas de los actos religiosos
oficiales y las palabras de quienes abundaban en ello.
24 Emilio LA PARRA LOPEZ

Aunque no es éste el lugar para detenernos


en demostraciones baste lo apuntado para confirmar
cómo desde las instancias oficiales no existid propó­
sito alguno de atacar la religión ni aun de menoscabar
su implantación en la sociedad española. Sin embargo,
tanto en la época como posteriormente, a través de
escritos diversos, de los cuales aparecen ahora algu­
nos de vez en cuando, se mantiene lo contrario. 'Este
enjuiciamiento contradictorio es fácilmente explica­
ble : liberales y afrancesados entendieron que con
su política de reformas eclesiásticas no alteraban,
antes bien fortalecían y purificaban, la fe católica ;
los partidarios, con más o menos matices, del Antiguo
Régimen en la época de la guerra de la Independencia,
y las corrientes historiográficas conservadoras poste­
riores han entendido, por el contrario, que ciertas
mutaciones del orden de cosas relacionadas con la
Iglesia y sobre todo las referidas al clero eran,
por sí, atentados a la propia Iglesia como institu­
ción y, por consiguiente, a la fe. En definitiva,
el conflicto se cifra en aceptar reformas o rechazar­
las, en participar de la ideología renovadora o conde­
narla .
Los motivos de las Cortes de Ca'diz y del
gobierno afrancesado para reformar varios aspectos
de la organización eclesiástica, pero no la religión
católica, provenían en parte de la situación finan­
ciera de la monarquía española, grave antes de 1808
y desastrosa a partir del comienzo de la guerra. Si
durante el Antiguo Régimen ya se había visto obligado
Godoy a recurrir al clero para obtener recursos econó­
micos, es lógico que los gobiernos de la España en
guerra miraran también hacia las rentas eclesiásticas.
La necesidad material, pues, explica en buena medida
la incautación de los bienes de las órdenes religio­
sas y de las militares, la alteración de ciertos pri­
vilegios económicos del clero y la supresión de algu­
nos beneficios eclesiásticos, cuyas rentas pasaron
al Estado.

Al margen de estas exigencias económicas


coyunturales en ambos bandos políticos se intenta
remodelar el Estado. Este se planifica, de acuerdo
con las respectivas ideologías políticas, sobre tres
bases : dotar al gobierno de autoridad efectiva sobre
todos los sectores sociales, ordenar racionalmente
los recursos humanos y materiales del territorio y
lograr el bienestar y la prosperidad general. Afran­
cesados y liberales entendieron que la situación ac­
tual del clero español así como la existencia de
REFORMA DEL CLERO 25

de ciertas instituciones íntimamente relacionadas con


la Iglesia, como era la Inquisición, oponían claros
obstáculos al desarrollo de ese nuevo Estado.
La autoridad del rey se veía menoscabada
por la autonomía alcanzada por el clero regular, por
el ejercicio de varias funciones judiciales por parte
de la jerarquía eclesiástica, por el amplio campo
de acción en asuntos temporales del Santo Oficio y
por la ingerencia de la Santa Sede en muchos asuntos
puntuales de la Iglesia española. La ordenación ra­
cional del Estado la obstaculizaban el excesivo número
de clérigos (remora fundamental para lograr el máximo
rendimiento de los recursos de la monarquía), la ab­
surda división de obispados y parroquias, la escasa
utilidad pública del clero beneficial y de las órde­
nes religiosas contemplativas, la pervivenda de las
obsoletas órdenes militares y, en general, la ociosi­
dad de un clero con funciones sociales poco definidas
o, en el mejor de los casos, desvirtuadas por la cor­
rupción de costumbres.
Tal situación proporcionó suficientes argu­
mentos a ambos poderes políticos para emprender la
reforma del clero. Esta se canalizó según los paráme­
tros formulados hacía tiempo por la Ilustración, pero
en muchas ocasiones sobrepasó el límite que 'habían
fijado los ilustrados en el siglo XVIII, precisamente
porque la incidencia de nuevas motivaciones políticas
forzaba a ello.

3. LOS MÉTODOS POLÍTICOS

Las diferencias más apreciables entre la


actuación de los afrancesados y la de las Cortes de
Cádiz provienen de los distintos métodos políticos
empleados.

3.1. Los afrancesados


Sobre la base de las motivaciones generales
apuntadas las disposiciones sobre el clero quedaron
condicionadas, en este caso, por dos circunstancias
fundamentales. Una se deriva de la política eclesiás­
tica desarrollada por Napoleón en Francia tras el
Concordato de 1801 ; la otra tiene su origen en las
peculiares relaciones establecidas entre José I y el
pueblo español.
26 Emilio LA PARRA LOPEZ

Tras firmar el concordato con la Santa Sede


Napoleón remodeld la Iglesia francesa con un objetivo
preciso : convertirla en una institución similar al
resto de las instituciones imperiales. El procedimien­
to empleado para ello fue expeditivo, mediante el
ejercicio de la autoridad temporal. De esta forma la
Ley de cultos del 8 de abril de 1802, completada por
otras leyes de los años siguientes sobre asuntos com­
plementarios, remodeló una Iglesia controlada por el
Estado, quien reglamentó desde la dotación económica
del clero hasta ciertos aspectos de la liturgia 18 .
Este sistema se intentó aplicar a España, como quedó
patente en los decretos imperiales de 4 de diciembre
de 1808, por los que se suprimía la Inquisición y se
reducía a la tercera parte el número de conventos 19 .
De una vez resolvió Napoleón dos asuntos auténtica­
mente espinosos, sobre los cuales las Cortes de Cádiz
debatieron largamente y en un caso - en lo concernien­
te al clero regular - no llegaron a resultados defini­
tivos .
La manera de proceder de Napoleón fue la
guía de las actuaciones ulteriores de José I : los
asuntos eclesiásticos serán abordados mediante decre­
tos, sin que anteceda debate público o consultas am­
plias, aunque, eso si, el régimen sistemáticamente
explicaba las medidas más importantes en la Gaceta
de Madrid una vez promulgadas 20 . El procedimiento
era efectivo, pues permitía al gobierno desarrollar
sin trabas sus deseos en textos legales. José I pudo,
por tanto, decretar la reforma de cuantos asuntos
eclesiásticos consideró útiles para afirmar su monar­
quía. Muestra fehaciente de ello es lo ocurrido con
los regulares. En un principio, en correspondencia
lógica con el ideario ilustrado, el gobierno de José
pensó una reforma de las órdenes religiosas sin sobre­
pasar el número de supresiones decretado por Napo­
león 21 . sin embargo, el desarrollo de la guerra con­
venció al gobierno de la gran responsabilidad de los
frailes en la rebelión española contra los franceses.
Para atajarla y, asimismo, para disponer de una nueva
fuente de rentas, en momento de gran necesidad del
Estado, decretó la supresión de todas las órdenes
religiosas. En este caso la coyuntura española dió
pié para completar una medida ensayada inicialmente por
Napoleón. Y fue posible llegar al resultado final por­
que se optó por la vía del despotismo.
Ahora bien, no cabe pensar que la política
religiosa josefina era producto, únicamente, de las
circunstancias o de las presiones y sugerencias del
REFORMA DEL CLERO 27

emperador. Los afrancesados no precisaban de especial


inspiración, pues estaban convencidos de la necesidad
de realizar algo muy similar a lo que fue resultando
en el conjunto de decretos firmados por Napoleón y
su hermano. Ya hemos visto que antes de la invasión
la minoría de intelectuales españoles desea reformas
del clero. En cuanto se vislumbró en Bayona el cambio
de dinastía varios españoles manifestaron sus deseos
de llevarlas a cabo y una vez instaurado José en el
trono se pusieron a su servicio, en una perfecta
sincronía de intenciones.

Urquijo presentó a la asamblea de Bayona


unas Reflexiones donde proponía algunas de las medidas
que fueron decretadas más adelante, como la separación
de la jurisdicción civil de la eclesiástica, reducien­
do ésta a lo puramente espiritual, la atribución al
Estado de la facultad de conceder dispensas matrimo­
niales y la desamortización de las propiedades de las
órdenes militares. Huelga, por lo demás, recordar el
destacado papel desempeñado por Urquijo ocupando un
ministerio con Carlos IV en favor del regalismo, que
una vez más subraya en 1808 apuntando, ahora, a la
vía concordataria ya adoptada en Francia por Napoleón
"Sólo el Gobierno debe dar dispensas de matrimonio, que están
ahora entre las gracias de los Papas por usurpación.- Es un obje­
to puramente civil y este abuso nos quita varios millones.- Es
preciso un concordato, para cubrir las apariencias. S.-M. juzgará
si debe hacer mención en la Constitución" 22.

Cabarrús también había manifestado a las


claras durante el reinado de Cario IV ideas reformis­
tas idénticas a las adoptadas por José. Sobre todo
en la segunda de sus Cartas sobre los obstáculos que
la naturaleza, la opinión y las leyes oponen a la fe­
licidad pública 23semuestraprofundamentecontrario
a las órdenes religiosas, exige la reforma del clero
secular y apunta la necesidad de dar una utilidad
diferente a los bienes de la Iglesia. Su lenguaje
coincide, casi literalmente, con el empleado en varios
decretos de José I 24.

No cabe duda que Azanza, el ministro de Ne­


gocios Eclesiásticos en el momento de reformas más
importantes 25 , participaba de estas ideas. El espí­
ritu ilustrado racionalista, tan bien encarnado por
los anteriores personajes mencionados, inspira al
duque de Santa Fe en su ministerio. En un Memorial
presentado a José en marzo de 1809 justifica la polí­
tica a seguir respecto a las órdenes religiosas con
los argumentos esgrimidos por todos : número
28 Emilio LA PARRA LOPEZ

desproporcionado y nocivo, dice textualmente, de


institutos religiosos, excesivas riquezas de algunas
órdenes, ausencia de finalidad propia en otras (las
dedicadas a redención de cautivos, hospitalidad de
peregrinos y custodia de los Santos Lugares) y, sobre
todo, carácter irracional de la regla monástica :
pero la razón no puede aprobar las excesivas austeridades
del capuchino, el silencio inviolable del cartujo, la mendiguez
externa del Cayetano.'.. y mucho menos estas otras executadas
mds duramente por la imaginación exaltada de las pobres muje­
res" 26.

Juan Antonio Llórente es el caso más claro


de conexión ideológica con el reformismo bonapartis-
ta. Este controvertido personaje aunó su formación
ilustrada y su condicio'n de clérigo inquieto con la
ambición personal, siempre pendiente de escalar en
la corte de José. Convertido, afirma Dufour, en el
"théoricien du régime en matière de discipline ecclésiastique" 27,
inmediatamente tomara Napoleón la dirección de los
asuntos hispanos ofreció su colaboración en favor de
la reforma de la Iglesia. En 30 de mayo de I808 pre­
sentó al emperador un Reglamento para la Iglesia es­
pañola que contiene un plan completo para ajustar la
organización episcopal a la división territorial civil
y remodelar profundamente al clero. Llórente expresa
aquí un programa que será seguido casi textualmente
por la política josefina : "... no debe quedar en España
Monjes, frailes, Monjas, clérigos regulares, Cabildos de igle­
sias colegiales, parroquiales ni otro clero en fin que el epis­
copal y el parroquial... ; y este clero no ha de retener bienes
algunos raices sino sólo casa en el pueblo de la respectiva
residencia" 28.

En 1809, al comienzo del segundo reinado


de José, de nuevo secunda Llórente eficazmente su
política, con la publicación de la Colección diplomá­
tica . Es ésta una obra fundamental para el régimen
en el campo eclesiástico. El propio autor confiesa
su carácter propagandístico : "Publiqué la colección por
encargo confidencial del rey para preparar la opinión nacional
a la reforma del daño que produce la extracción de la moneda
en favor de Roma por despachos pontificios" W). En el "discur­
so premilimar" inicio de la obra expresó el meollo
ideológico de la política religiosa del régimen. Co­
mienza afirmando las dos ideas fuerza, regalismo y
episcopalismo : "... los obispos deben dispensar los impedi­
mentos del matrimonio y demás gracias necesarias para el bien
espiritual de sus diocesanos guando el gobierno lo considere
útil, aun estando expedito el recurso a Roma" 30.
REFORMA DEL CLERO 29
Justifica todo esto aludiendo a la práctica de "los tiem­
pos puros de la religión", ese lugar común tan deseado
por las tendencias jansenistas, y termina subrayando
el más puro regalismo, entroncando con la línea sete-
centista española que va de Macanaz a Campomanes :
cualquier dispensa otorgada a los obispos queda justi­
ficada por su utilidad, que cifra Llórente en evitar
la extracción de numerario y también los inconvenien­
tes derivados de la demora en recibir los permisos
de Roma 31,

Las ideas acentuadamente regalistas de Lló­


rente se manifiestan cuantas veces hay ocasión durante
el dominio bonapartista. Al mismo tiempo, la pluma
de Llórente está presta constantemente a convencer
al pueblo de la bondad del régimen, el cual, como
afirma en una Disertación de 1809 sobre el poder de
los reyes para dividir obispados y en la Memoria his­
tórica sobre la opinión de España acerca de la Inqui­
sición, emprende las reformas que cuadran con el deseo
de los españoles y la utilidad general 32.

Confirman estas notas, que podrían ser am­


pliadas respecto a otras personalidades, como entre
los deseos de la minoría ilustrada de la corte de
Madrid y los propósitos de la máxima autoridad, sea
la imperial o la real, empeñada en modernizar al país
desde arriba, en el más puro estilo ilustrado, no
existe solución de continuidad. Por eso la política
afrancesada, si la consideramos desde la óptica de
los textos legales, esto es, desde el poder, tuvo éxi­
to en tanto el tiempo y el dominio territorial permi­
tió un desarrollo y un acatamiento - siempre más for­
mal que efectivo - de sus decretos. La reforma
programada, en consecuencia, pudo llevarse en cierta
medida a la práctica porque nadie la impidió en su
origen. Si halló dificultades en su aplicación es
asunto a explicar por otros motivos, achacables, a
lo que se sabe, a la guerra 33 y, sobre todo, a la
general indiferencia mostrada por los españoles hacia
las disposiciones de José I 34. sin duda el clero, por
su proximidad al pueblo, desempeñó un cometido impor­
tante en el fracaso de la imagen popular del régimen
y, en consecuencia, de su obra. La necesidad de
contrarrestar este hecho condicionó, asimismo, los
métodos políticos de los afrancesados.

La clase dirigente siempre estuvo convencida


del gran poder del clero e intentó con empeño ganarlo
para su causa. Se ensayó, primero, la vía del conven­
cimiento, presentando al régimen bonapartista como
30 Emilio LA PARRA LOPEZ

protector de la religión. Se jugaba en este punto con


una ventaja inicial : la buena acogida de Napoleón
entre los eclesiásticos españoles antes de 1808 porque
consideraron al general francés el restaurador del
culto frente a la descristianización de la república
jacobina 35. Mas esta imagen se borró de súbito cuando
se vislumbró el interés imperial por España. Los
afrancesados acentuaron, entonces, el carácter reli­
gioso del régimen, pero el pueblo no quedó convencido
ni de ello ni de la piedad personal de José. Hubo,
por tanto, que ensayar otros métodos, basados en- las
promesas de cargos al clero, en la mejora económica
de las parroquias y en el intento de convencer al
cuerpo eclesiástico de las ventajas de propugnar la
paz frente al belicismo patriota.

El propio José puso especial empeño en ins­


tar al clero en favor de la paz. Uno de los primeros
actos del comienzo de su segundo reinado consistió
en enviar una circular a los arzobispo y obispos donde
subraya su espíritu religioso y sugiere a la jerarquía
eclesiástica influya para que en las Iglesias se rece
por la paz y la tranquilidad 36 , Meses más tarde envia
otra carta a los mismos destinatarios con idénticas
sugerencias 37, Es sabido que el clero afrancesado
cumplió el cometido 38, El caso más conocido, el del
obispo Fr. Miguel de Santander, es muy elecuente :
en una Exhortación al pueblo de Zaragoza con motivo
del juramento de la ciudad al rey, se dirigió a los
eclesiásticos en estos términos : "Apartaos de Zas turbu­
lencias civiles y políticas.- No os mezcléis jamás en los nego­
cios de estado sino para predicar la paz, el orden, la sumisión
a las autoridades y la caridad universal" 39. La teología de
la paz (frente a la "guerra de religión" predicada
por el clero patriota) se mezcla aquí con la afirma­
ción del origen divino del poder, otro punto constante
de referencia del régimen. Era éste el medio más ido-
neo para convencer al pueblo de la sagrada obligación
de someterse a José I, puesto que utilizar otros
argumentos, basados en la legitimidad de las renuncias
de Bayona, era muy arriesgado, por su dudosa eficacia.
El clero afrancesado, convencido o no, por convenien­
cias personales o con sinceridad, secundó cumplida­
mente al gobierno en esto. El arzobispo de Palmira,
Félix Amat, elevó a la máxima categoría en la práctica
eclesial este principio atribuido a la nueva dinastía
en su famosa pastoral del 3 de junio de 1808 40 y,
en general, fue recogido por todos los clérigos afran­
cesados. El común de éstos se sintió seguro con esta
doctrina, por su enlace con el pensamiento tradicio­
nal de la Iglesia. Una muestra nos la proporciona la
REFORMA DEL CLERO 31

forma de expresarse un religioso guipuzcoano, el


P. Echevarría, ante José : sus compañeros de convento,
dijo, no se han separado ni un momento "de los principios
de la sana y verdadera Teologia, que prescribe Za sumisión y
obediencia a Zas autoridades constituidas."’ 41.

Esta política obtuvo resultados parciales


entre los eclesiásticos que no abandonaron sus lugares
de residencia durante la ocupación francesa, mas no
evitó que fueron precisamente miembros del clero
muchos de los más distinguidos propagandistas de la
resistencia armada y tampoco logró contrarrestar la
consideración popular del régimen bonapartista como
contrario a la religión y a la Iglesia. Buena parte
tuvo en esto último la brutalidad de las tropas fran­
cesas con los rebeldes 42 , los destrozos causados en
templos y establecimientos eclesiásticos 43 y las
medidas de reforma clerical del régimen inicadas en
diciembre de 1808 por Napoleón. La injerencia de los
mariscales franceses en la política religiosa y en
asuntos particulares del clero 44 y el uso frecuente
de la fuerza aumentaron la desconfianza. Casos como
la siguiente alocución del general Thiebault gober­
nador de Castilla la Vieja, tenían necesariamente que
despertar toda sospecha. Instó el general a los curas
y superiores de conventos a predicar la moderación
en estos términos : "pasad a mandarZa si fuera menester ;
y si en vuestro distrito hubiere aZguno que deZirahdo fuese osa­
do a resistir a vuestra voz, ZZenadZo de confusión en eZ tribu-
naZ de Za penitencia. " 45 . Este lenguaje castrense que
llega a recurrir incluso al confesionario como medio
de coacción política no podía ser aceptado por el cle­
ro, aunque, por lo demás, no pidiere el general nada
desusado para otros fines.

La situación engendró, por consiguiente,


una espiral de mutuos recelos entre el clero y el
régimen que imposibilitó cualquier arreglo pacífico.
Las autoridades estuvieron convencidas de ello. Como
escribiera Llórente, la guerra "soZamente Za querian Zos
grandes de España y señores de puebZos, Zos monjes y fraiZes
y Za parte deZ cZero secuZar poseedora de diezmos y de ricas
propiedades territoriaZes, y estas cZases soZamente Za fomenta­
ban por sus intereses particuZares contra Zos comunes de Za
nación, abusando de su ascendiente sobre Za ignorancia deZ bajo
puebZo... " 46 . La especial insistencia en el carácter
agitador de los religiosos es manifiesta en la docu­
mentación oficial afrancesada. La Gaceta de Madrid,
explicando el decreto de abolición de las órdenes
religiosas fue tajante : "Dondequiera de España que ha ha­
bido corporaciones reZigiosas, se ha notado que ha sido mayor
32 Emilio LA PARRA LOPEZ

la exaltación de loe espíritus" 47; el preámbulo del decre­


to de 18 de agosto también apuntó al "espíritu de
cuerpo" de los frailes causante de la hostilidad al
rey como la causa última de su total extinción 48.

3.2. Las Cortes de Cádiz

Con motivaciones ideológicas similares las


Cortes de Cádiz abordaron la reforma del clero con
procedimientos diferentes a los del bonapartismo.

En Cádiz se practicó el sistema parlamenta­


rio clásico, esto es, para cualquier disposición
legislativa se solicitaba primeramente un informe de
una comisión de diputados 49 ; en el congreso se de­
batían los términos de ese informe y posteriormente
se emitía el decreto correspondiente. Esta forma de
proceder, más compleja que la practicada en la España
josefina, implicaba un mayor eco de los asuntos trata­
dos en la opinión pública, porque el Diario de Sesio­
nes , que recogía los debates, circuló por todo el
territorio fiel a las Cortes y, además, en la España
patriota hubo una magnífica efervescencia de periodis­
mo político que aireó, comentó y polemizó hasta extre­
mos muy similares a los practicados en la actualidad,
acerca de todo lo debatido en las Cortes.
Las cuestiones religiosas, como otras va­
rias, alcanzaron una repercusión popular en la España
patriota muy superior a la conseguida en la zona ocu­
pada por las tropas francesas. Esto, sin duda, influyó
en la legislación religiosa, sobre todo en un sentido
conservador, pues el talante predominante en esta
parte del país, máxime teniendo en cuenta la constante
referencia a la política afrancesada, era contrario
a cambios radicales en el status del clero. Su alta
consideración social y la actuación de los diputados
realistas en los debates parlamentarios lograron mode­
rar muchas disposiciones y, en algunos casos, desvir­
tuarlas en parte (como ocurriera con la Inquisición,
que fue sustituida por los Tribunales de la Fe, dota­
dos de funciones aún demasiado amplias en el control
de la ortodoxia) o incluso abortar lo sustancial de
las reformas (tal fue el caso de las ataftentes a los
regulares).
REFORMA DEL CLERO 33
Es cierto que el grupo liberal, tras los
primeres meses de sesiones, supo mantener la cohesión
necesaria para promulgar un buen paquete de reformas.
Sin embargo, en ellas existe un alto componente de
pacto entre las fuerzas políticas de las Cortes. Como
confesaron más tarde algunos destacados liberales,
un grupo deseaba ir mucho más lejos en los cambios
de lo que se anduvo, pero la moderación se impuso para
no romper un pretendido entendimiento con el bando
contrario. Las obras posteriores de Arguelles y del
conde de Toreno sobre la revolución espartóla son una
constante prueba de ello.

En otro orden de consideraciones la política


religiosa de las Cortes también difiere de la de
José I. Esta respondió a las directrices de la políti­
ca napoleónica y a la coyuntura bélica. Aquella fue
el resultado de otras condiciones. Antes de reunir­
se las Cortes la Junta Central planteó en la "consulta
al país" cuáles debían ser los medios para mejorar
la legislación de España. Dentro y fuera del congreso
se entendió que ahí debían tener cabida ciertas refor­
mas eclesiásticas, y era misión del parlamento abor­
darlas. Se comenzó' por tanto con la idea de contribuir
a mejorar la situación general, entendiendo que una
porción importante de esta labor quedaba incluía en
una futura política religiosa.
Tras varios meses de funcionamiento las Cor­
tes dieron un sentido específico a su política reli­
giosa. En parte, debían ser modificados ciertos
aspectos de la estructura eclesiástica por exigencia
del contenido de la Constitución ; otros asuntos,
referidos directamente al orden espiritual y a las
cuestiones internas de la Iglesia habían de ser trata­
das en un concilio nacional, cuyas bases y líneas
organizativas determinaría el propio parlamento 50.
Este era un plan con cierta coherencia y aunque el
concilio no llegó a celebrarse y tampoco se extrajeron
todas las consecuencias de la Constitución, se anduvo
mucho de este camino. De todas formas no debe
soslayarse que en Cádiz, como en la España josefina,
las exigencias coyunturales provocaron muchas deci­
siones que afectaron al clero. Hay que consignar,
por último, que también en la España patriota el cle­
ro en general se rebela contra el régimen y contribuye
en gran medida a su fracaso. Sobre todo a partir del
segundo semestre de 1812, cuando comenzó a debatirse
la reforma de los regulares y la supresión del tribu­
nal del Santo Oficio, arreciaron las críticas y las
muestras de desobediencia en provincias. En esta épo­
ca, además, creció considerablemente la prensa anti­
liberal.
34 Emilio LA PARRA LOPEZ

4. LAS REFORMAS

Es ocioso subrayar la amplitud de las deci­


siones y actos gubernamentales y legislativos de ambos
regímenes relacionados con la Iglesia. Su análisis
completo sobrepasaría con mucho este trabajo que,
evidentemente, ha de acotar un campo muy específico :
aquellas medidas encaminadas directamente a modificar
el status del clero. De esta forma precindiremos aquí
incluso de la política seguida con la Inquisición,
que sobrepasa claramente nuestro limite.

Las medidas encaminadas a reformar al clero


cabe englobarlas en tres grupos. Uno lo constituyen
las que pretenden fortalecer a los obispos y párrocos,
con sus respectivos auxiliares (canónigo y coadjuto­
res), disminuyendo - o suprimiendo, en otros casos -
el resto de categorías eclesiásticas. Otras decisiones
tienen como finalidad crear un clero sometido, o al
menos controlado por el Estado, quedando, en todo ca­
so, integrado en la sociedad sin formar un cuerpo al
margen. Por último, mediante diversas disposiciones
se intenta suprimir el sistema fiscal propio de la
Iglesia y disminuir su potencial económico, en espe­
cial el basado en bienes raíces.

4.1. Primacía del clero parroquial y episcopal

En perfecta consonancia con los postulados


ilustrados los legisladores afrancesados y liberales
potenciaron en todo momento al clero dedicado expre­
samente a la cura de almas. Al proponer medidas con­
cretas queda patente la influencia de la Constitución
Civil del Clero francés, cuyo objetivo de reducir el
cuerpo eclesiástico a los obispos y párrocos con sus
auxiliares persiguen los dos gobiernos españoles.
No obstante la plasmacidn en la práctica de este pro­
yecto fue mucho más clara en el bando afrancesado,
donde el método político seguido permitid prescindir
del principal obstáculo, las órdenes religiosas.

Desde el inicio del régimen bonapartista


en España manifestó Llórente, como ha quedado anotado,
la conveniencia de limitar el clero en el sentido
señalado. Este deseo quedó convertido en realidad
bien pronto. Tras las reducciones decretadas por
Napoleón el 4 de diciembre de 1808 y el ensayo de
REFORMA DEL CLERO 35

supresión general de Zaragoza, el rey José decretó


el 18 de agosto de 1809 la desaparición de todas las
órdenes religiosas 51 . A los pocos días la Gaceta de
Madrid exponía con claridad el objetivo del gobier­
no : "Después de los obispos, que ejerciten toda la plenitud
de sus poderes, que conserven la unidad de doctrina y los res­
petos debidos al primado de la Iglesia, y que con un cabildo
respetable adornen el santuario con la virtud y con la ciencia,
los párrocos, estos vicepastores, ayudados de operarios modes­
tos e instruidos, todos proporcionalmente dotados, den el ali­
mento espiritual a un pueblo religioso, ilustrando sus concien­
cias en el confesionario y en el pùlpito.’" 52

En el párrafo citado están las ideas funda­


mentales de la política clerical de los gobiernos
españoles del momento, pues idénticos principios man­
tuvo el liberalismo de Cádiz : potenciar un episcopado
con plenos poderes (hecho que implicaba serias limi­
taciones a la intervención de la Curia romana en
España), establecer la unidad de doctrina (medio
imprescindible para ejercer el gobierno toda su auto­
ridad), reducir el número de eclesiásticos.

En la España afrancesada el triunfo legisla­


tivo sobre los regulares no se extendió a otros temas.
Hubo auténtico interés en proveer de titulares a las
parroquias vacantes 53 y en dotar económicamente al
clero parroquial 54 , En ambos casos intervino con mo­
tivo adicional una razón de conveniencia política :
las parroquias, sobre todo las abandonadas por haber
pasado sus titulares al bando patriota, serían provis­
tas por curas afectos al régimen o, cuanto menos, no
propagandistas de la guerra 55, Sin embargo, el grueso
de las actuaciones políticas hubo que dedicarlo a
soslayar las consecuencias de la exclaustración de
los religiosos. El propósito del gobierno era inte­
grar a los ex-regulares que lo desearan en los empleos
parroquiales o de otro tipo ocupados normalmente por
el clero secular. El elevado número de frailes sin
ocupación obligó a paralizar el acceso de nuevos
pretendientes a las órdenes sagradas. De esta forma
se dictaron disposiciones limitativas, unas respecto
a la provisión de cualquier beneficio sin cura de
almas aneja, otras prohibiendo la ordenación de nue­
vos sacerdotes - 56,

Estas medidas fueron un paso decisivo para


regular el número de clérigos, extremo que preocupó
mucho al propio rey José 57 y, por supuesto, a sus
consejeros, al tiempo que reportaron notable ayuda
financiera a la Corona, pero no lograron la reforma
36 Emilio LA PARRA LOPEZ

del clero pretendida ni, muchos menos, sirvieron para


aminorar el rechazo popular al régimen. La supresión
de las órdenes religiosas, a pesar de la buena volun­
tad del gobierno para garantizar la susbistencia y
las posibilidades individuales de promoción en la
carrera eclesiástica de los exclaustrados 58 se tra­
dujo en fácil argumento de propaganda contra sus auto­
res. Ni llegó a cuajar, a nivel oficial, un plan de
reforma global del clero ni los continuos incidentes
originados, por el choque entre exclaustrados y secula­
res ante la provisión de beneficios dieron respiro
a los responsables del Ministerio del ramo. En suma,
el clero prosiguió dando argumentos, de forma activa
o pasiva, a los enemigos del régimen que, además,
estuvo lejos de conseguir aquello que la Gaceta de
Madrid expresaba como un hecho inminente tras la su­
presión de las órdenes religiosas : "unidad de poder y
disciplina reglará el culto con mis orden ; y la predicación
y la penitencia se administrarán al pueblo como auxilios para
la paz y unión con el gobierno..." 59.

En definitiva, el asunto regulares ocupó


la atención preferente de la política religiosa afran­
cesada durante mucho tiempo, impidiendo al Ministerio
ocuparse de otros asuntos que podrían haber servido
para lograr adeptos a la causa 60 . El mismo tema de
las órdenes religiosas actuó también de forma negativa
en el otro bando político. Las Cortes de Cádiz here­
daron, en cierta forma, el problema con todos sus
inconvenientes y, al igual que los afrancesados, en
él emplearon muchos de sus ímpetus reformistas en
detrimento de asuntos de otro orden.

A medida que fueron quedando libres de tro­


pas francesas territorios de la mitad meridional de
España (en concreto, la Mancha y Andalucía) se hizo
perentorio resolver la situación de las órdenes reli­
giosas. Sus miembros se apresuraron a ocupar los
conventos y monasterios suprimidos por José, mas como
no siempre se hallaban esas casas en condiciones de
habitabilidad y habían sido privadas de sus pertenen­
cias muebles, tuvieron que intervenir en ello las
Cortes y la regencia. De esta forma, a partir de sep­
tiembre de 1812 llegó al parlamento una caótica situa­
ción realmente comprometedora.

A diferencia de lo acaecido en la España


afrancesada las Cortes habían incluido la reforma de
las órdenes religiosas en el programa global conteni­
do en el proyecto del concilio nacional. La justifica­
ción y líneas generales de la reforma delineada en
REFORMA DEL CLERO 37

esto proyecto concuerdan en lo fundamental con los


planteamientos aducidos por los afrancesados. La dife­
rencia estribó, como en otros casos, en el procedi­
miento a seguir : sin renunciar a la vía regalista
las Cortes intentaron dejar al propio cuerpo eclesiás­
tico la empresa de reformarse, eso sí, siguiendo los
parametros marcados por las Cortes. Así pues, éstas
no pretendieron realizar la reforma concreta de los
regulares en el parlamento. Por ello no se decretaron
en principio medidas específicas referidas al clero,
incluso el secular. Se limitaron a prohibir nuevos
nombramientos para los cargos eclesiásticos no parro­
quiales mientras durase la guerra 6l y a tomar ciertas
decisiones en el orden económico, que examinaremos
más adelante. En el asunto de los regulares, sin
embargo, hubo que anticiparse a la reunión del con­
cilio .

El 21 de agosto de 1812 la regencia ordenaba


a los intendentes de los lugares liberados procedie­
ran al cierre de las casas religiosas suprimidas por
José e inventariaran sus pertenencias 62 , La reacción
general, dentro y fuera de las Cortes, contra esta
medida forzó el tratamiento parlamentario del asunto.
En la sesión del 18 de septiembre, en que se comenzó
a debatir la legitimidad de la disposición de la re­
gencia, entró de lleno el parlamento en el problema
de los- regulares. Hasta el final de la legislatura
estará presente de una manera embarazosa en las Cortes
y contribuirá mucho a su desgaste, como había ocurrido
al gobierno de José X.

En las deliberaciones sobre el tema los


liberales se apresuraron a manifestar que no estaban
dispuestos a remedar la política de abolición absolu­
ta de las órdenes regulares. La única disyuntiva para
ellos se planteó en otro sentido : puesto que ya era
insoslayable abordar la reforma, se debatió si debía
emprenderse antes del restablecimiento de los frailes
y' monjes en sus casas suprimidas o al mismo tiempo
que se reintegraban a ellas. Triunfó, tras largas dis­
cusiones y diversos informes, la segunda opción. Para
llevarla a cabo se encargó a tres comisiones (la
Eclesiástica, la de hacienda y la de Secuestros) el
cometido de señalar los puntos básicos de reforma y
las vías prácticas para reintegrar a los religiosos
exclaustrados en sus casas. El Dictamen emitido, cali­
ficado por Revuelta como el estudio "más serio, profundo
y sereno de cuantos elaboraron los liberales sobre la materia" 63,
no deja dudas en cuanto a la intención de los 1ibera-
les por reformar las órdenes religiosas como tampoco
38 Emilio LA PARRA LOPEZ

de sus propósitos en favor de sy restablecimiento.


En otro lugar 64 he analizado más despacio estos de­
bates y el contenido del Dictamen de las comisiones,
basado en el mantenimiento de los planes regalistas
ilustrados y en los principios del jansenismo español:
restablecimiento de la disciplina prevista en la regla
fundacional de cada orden, reducción del número de'
religiosos de acuerdo con las posibilidades económicas
de cada establecimiento y con su utilidad espiritual,
observancia de una estricta conducta moral.

La intención última del Dictamen coincide,


en lo fundamental, con los decretos josefinos. Por
un lado, se intenta establecer un procedimiento para
lograr la primada del clero parroquial, pues como
se lee en el Dictamen, "máxima es reconocida en todos los
siglos del cristianismo que no deben aumentarse Iglesias auxi­
liares sin una verdadera y conocida necesidad, para que no se
disminuya el concurso de los fieles a sus parroquias.' Por cuya
causa los glosadores del derecho canónico aseguran no deberse
edificar monasterios en perjuicio de las Iglesias parroquia­
les."’ 65. Por otra parte se pretende atajar la acumu­
lación de riqueza en manos de las órdenes religiosas
y liberar parte de sus bienes raíces. Los liberales
vieron en el poderío económico de los religiosos y
en su exención de la autoridad de los obispos las
causas fundamentales de la relajación de la disciplina
y el abandono de la vida en común, motivos esenciales
para su reforma.

El clero regular consiguió convencer al pue­


blo y a las élites conservadoras de que estos intentos
de limitar sus fuentes de riqueza y de cambiar sus
costumbres eran un ataque directo a la religión. Los
afrancesados se percataron enseguida de ello, y así
lo expresaba el redactor del diario oficial a mediados
de 1809 : "Pos frailes han tenido la habilidad de hacer creer
a los pobres pueblos que la causa suya era la de la religión"^ .
En la España patriota la ofensiva fue aún mayor, por­
que la pudieron desarrollar en las Cortes los dipu­
tados realistas y porque la prensa antiliberal arreció
en la defensa a ultranza de los regulares. Todo ello
provocó tumultos populares y resistencia firme entre
el cuerpo eclesiástico a cumplir lo que pretendían
las Cortes. El resultado es bien sabido : nunca se
llegó a desarrollar ni siquiera en forma de decreto
el contenido del Dictamen sobre los regulares. La de­
sorientación, en 1813, fue general, hasta el punto
que el obispo de Sigüenza, cuatro días antes de fina­
lizar la legistatura extraordinaria, aún presentó
varias proposiciones al congreso sobre la restitución
de conventos 67.
REFORMA DEL CLERO 39

El fracaso de la reforma de los regulares


supuso la imposibilidad de crear un nuevo clero parro­
quial en las dos Espafías. La defensa del statu quo
de las órdenes regulares contribuyó, asimismo, a impe­
dir otras reformas del clero. Aquel proyecto inicial
de reducir las clases de eclesiásticos quedó abortado,
como todas las ideas expuestas en el proyecto del
concilio nacional presentado a las Cortes acerca de
la formación del clero, la reforma de los seminarios,
la creación en las parroquias de centros benéficos,
la mejora en la dotación de los párrocos, la supresión
de celebraciones religiosas externas degradadas por
la costumbre, el acercamiento de los actos litúrgicos
a la comprensión de los fieles, etc.

También en la renovación del episcopado


empalian los fracasos algunos resultados importantes.
Se incrementó el poder de los obispos en dos campos :
la concesión de dispensas matrimoniales y la vigilan­
cia, con plenos poderes, de la ortodoxia católica.
En el primero el generalizado ambiente anticurialista
y el componente económico importante de las reservas
pontificias facilitaron una pronta decisión 68 ¡ ei
segundo era una consecuencia lógica de la supresión
del Santo Oficio si bien, en la España patriota, la
competencia de los obispos en materias doctrinales
quedó ampliada aún más por la ley de libertad de im­
prenta ¡ cuyo artículo sexto dejaba en sus manos el
juicio sobre los escritos religiosos 69. En otros as­
pectos, sin embargo, fracasaron los intentos reforma­
dores. No se logró en ningún bando remodelar la
distribución diocesana, a pesar de la necesidad evi­
dente de ello y de la influencia ejercida por la Cons­
titución. Civil del Clero ; tampoco pudo completarse
la supresión de las jurisdicciones eclesiásticas exen­
tas y, sobre todo, fue imposible crear un nuevo epis­
copado, aunque las Cortes de Cádiz incluso llegaron
a aprobar un nuevo sistema para la confirmación de
obispos 70.

4-2. Sometimiento del clero al poder temporal

A la vieja aspiración del despotismo ilus­


trado de limitar las competencias del clero a la
esfera espiritual salvo cuando el Estado requería su
concurso para actividades útiles (como la educación,
la difusión del progreso económico, etc.) se sumó la
exigencia de los tiempos de guerra de contar con los
40 Emilio LA PARRA LOPEZ

clérigos para ganar al pueblo a la.causa. Ambas cosas


provocaron una gran actividad de los dos gobiernos
con el objetivo de controlar a la clerecía. De paso,
cualquier logro en este sentido suponía, por sí mismo,
el incremento de la autoridad temporal.
Ciertas actuaciones gubernamentales, como’
las ya apuntadas manifestaciones en favor de la reli­
gión, las ordenes dictadas al clero para predicar a
favor del régimen 71 y los juramentos exigidos pudie­
ran entenderse como producto específico de las cir­
cunstancias. Otras, sin embargo, manifiestan inten­
ciones de más largo alcance.

Exitió, por un lado, claro propósito de sus­


traer al clero las competencias asumidas en el orden
civil en tiempos anteriores. Esto se demostró en lo
relacionado con la administración de justicia. Melén-
dez Valdés, actuando como fiscal de la Junta de Nego­
cios Contenciosos, en el régimen josefino, denunció
directamente el embrollo en que se hallaba la justicia
española, por la confusión entre la jurisdicción civil
y la eclesiástica, debido a las usurpaciones de ésta
sobre aquella. El plan de reacionalización del Estado
exigía, razonó el conocido poeta, una tajante separa­
ción de ambas jurisdicciones, reduciendo la eclesiás­
tica al ámbito estricto de lo espiritual. El gobierno
sancionó este principio, prohibiendo al clero el ejer­
cicio de la justicia, competencia exclusiva, en lo
sucesivo, de la jurisdicción civil 72 . Las Cortes de
Cádiz procedieron en este punto de igual forma : en
la Constitución se sanciona la unicidad de la justi­
cia, asignada a los tribunales civiles únicamente 73.

El deseo de reducir el ámbito de actuación


del clero a lo espiritual no quedaba justificado sólo
por el centralismo político, sino también por las
ideas de sabor jansenista justificativas de otras re­
formas. Meléndez Valdés y el decreto de José I men­
cionado aludían a que "repugna al espíritu del Evangelio
y a la práctica de los siglos más puros de la Iglesia que por
las ocupaciones del foro se distraíga el Estado Eclesiástico
de las funciones propias de su sagrado ministerio... "1. Los-li­
berales, cuando intentaron suprimir el fuero eclesiás­
tico contemplado en el artículo 249 de la Constitución
fueron igualmente claros : los clérigos son ciudadanos
como los demás y están sujetos a las mismas leyes,
aunque por razones de prudencia y para evitar distrac­
ciones de su ministerio permitieron se mantuviera la
costumbre de ser juzgados por tribunales eclesiásti­
cos 75. Esta circunstancial moderación no difiere,
REFORMA DEL CLERO 41
en el fondo, con la más radical decisión de José I
pues el objetivo general, en cualquier caso, se enca­
minaba a integrar por completo a los eclesiásticos
en la estructura social, eliminando las notas diferen-
ciadoras del resto de los ciudadanos. Esta integración
reportaría automáticamente el incremento de la autori­
dad del gobierno temporal. En efecto, ello quedó
demostrado en el proyecto de ambos regímenes sobre
las competencias de los ministerios. José I creó el
de Negocios Eclesiásticos ; en el sector patriota los
asuntos del clero correspondieron a la Secretaría de
Gracia y Justicia. Las competencias de ambos eran
amplias aunque en este punto los afrancesados supera­
ron a sus rivales políticos en el control del clero.

A ambos ministerios se les asignó la misión


de policía eclesiástica y la responsabilidad de
nombrar los cargos del clero, desde los obispos al
beneficio menos rentable. Ahora bien, mientras no
se especifican otras funciones en este campo al de
Gracia y Justicia 76, los afrancesados no dejaron
fuera de las competencias de su ministerio asunto
alguno. Dependían de él, además de lo mencionado,
"los proyectos relativos al exercicio de la religión" (fórmula
ambigua que permitía un amplio campo de acción), el
examen de los escritos papales antes de ser publica­
dos en España (el derecho al exequátur, decretado tam­
bién por las Cortes aunque no contemplado como compe­
tencia del ministerio 77 ) , la ordenación del pago al
clero, "asalariado por el estado", esto es, a los ex-regu-
lares, el establecimiento de las demarcaciones parro­
quiales, todo lo concerniente a los seminarios, casas
religiosas y de caridad, todos los aspectos relativos
a la disciplina eclesiástica y lo relacionado con la
fábrica de iglesias y fundaciones religiosas 78.

La amplitud de competencias asignado al mi­


nisterio eclesiástico por el régimen josefino no
ofrece dudas sobre su intención, en sincronía con lo
practicado por Napoleón en Francia, en cuanto al some­
timiento del clero. Las Cortes de Cádiz no fueron tan
tajantes, aunque en el fondo actuaron de modo muy
similar pues lo que los afrancesados consignan como
funciones del ejecutivo las Cortes lo abordaron en
calidad de directrices a seguir por el concilio na­
cional... Así pues, una vez más comprobamos la coinci­
dencia en lo fundamental y la divergencia en los
métodos.
42 Emilio LA PARRA LOPEZ
4.3. Variaciones en el sistema económico del clero

No constituyó novedad alguna el recurso


inmediato a los clérigos para obtener fondos con que
subvenir a las necesidades de la guerra, mediante la
solicitud de donaciones voluntarias o forzosas. Estas
actuaciones estaban directamente determinadas por la
coyuntura y, en realidad, no comportaban cambio algu­
no en la situación económica futura del clero, por
lo que prescindimos ahora de ello. Nos interesa más
bien examinar aquellas medidas que traspasan las exi­
gencias del momento (aunque no se puedan desligar de
ellas) y hubieran supuesto, de haberse llevado a la
práctica, una alteración importante en las condiciones
económicas del cuerpo eclesiástico. Tales fueron,
principalmente, las medidas desamortizadoras, aunque
no se agotaron en ellas las actuaciones gubernamenta­
les .

En el bando josefino todo el esfuerzo en


este campo se volcó a la desamortización. En Cádiz
también se ensayó este procedimiento, pero hubo asi­
mismo un intento importante de modificar sustancial­
mente el sistema fiscal privilegiado de que gozaba
el clero. Desde el comienzo del régimen se consideró
a los eclesiásticos como unos ciudadanos más y, en
consecuencia, contribuyentes en igualdad de condicio­
nes al resto de los españoles. Es lógico, por tanto,
que las Cortes incluyeran los bienes decimales obteni­
dos por el clero como una renta más por la que debía
satisfacerse las contribuciones extraordinarias de
guerra y que todos los clérigos, como individuos del
Estado, debían pagar los impuestos que se establecie­
ran 79 . Aunque la decisión fundamental de las Cortes
de Cádiz en este sentido fue el establecimiento de
la contribución única y directa, en septiembre de
1813. Artola ha apuntado su trascendencia en los
medios eclesiásticos, pues de haberse llevado a la
práctica habría terminado con el régimen de inmunida­
des fiscales y hubiera cargado sobre los privilegiados
una gran parte de la imposición financiera8Ó.

En la España gobernada por José I no se


llegó a tanto en este campo. La consideración del cle­
ro como cuerpo social privilegiado se mantuvo en lo
sustancial. Aunque se limite al clero episcopal y
parroquial no desaparece por completo la estructura
estamental. La Constitución de Bayona lo sancionaba
de forma patente, al declarar las Cortes constituidas
por estamentos, uno de los cuales era el eclesiástico,
REFORMA DEL CLERO 43
al que además se le asignaba asiento a la derecha
del trono (articulo 6l). A pesar de las continuas tro­
pelías y rapiñas efectuadas por las tropas fieles a
José I en las Iglesias y bienes diversos del clero,
y de los secuestros temporales de ciertas rentas ecle­
siásticas 8l , el régimen no desarrolló una legisla­
ción que permitiera una transformación de envergadura
en la situación económica del clero. Incluso la ta­
jante desamortización contemplada en la Instrucción
general sobre Bienes Nacionales de 3 de marzo de
1813 ño pasaba de ser una continuación de los de­
cretos de 1798, y años siguientes, ampliada con los
bienes de las suprimidas órdenes religiosas y las ór­
denes militares. En este caso la actuación de las
Cortes de Cádiz fue paralela, con la salvedad de que
no se declararon bienes nacionales todos los de las
órdenes religiosas sino sólo los de conventos y monas­
terios arruinados o los que fueran suprimidos por la
reforma proyectada 83 .

Afrancesados y liberales estuvieron motiva­


dos al adoptar estas medidas por la necesidad de
enjugar la deuda pública, como se sabe, aunque tam­
bién existió en ambos una demostrada aversión a los
bienes de manos muertas. En ello se trasluce a pesar
de todo el deseo de transformar el aparato económico
del clero. Les impulsaba las razones esgrimidas por
los ilustrados, repetidas ahora con frecuencia en
ambos bandos. La Gaceta de Madrid no albergó dudas :
"Creemos que no habrá español ninguno, por preocupado que estu­
viese, que no se halle ya oonvenoido de la necesidad urgente
que hai de trasladar los bienes raicee de manos muertas a otras
laboriosas y contribuyentes. " 84 . En Cádiz se justificó la
desamortización eclesiástica repitiendo, punto por
punto, las ideas jovellanistas sobre el equilibrio
natural de las fuerzas productivas, la exigencia de
libertad económica, la necesidad de acceder plenamente
a la propiedad individual, la carencia de base jurí­
dica sólida de la propiedad eclesiástica y, por últi­
mo, la injustificada necesidad para la subsistencia
de la Iglesia de poseer bienes propios85.

El ideal de Iglesia sin bienes propios y


la racionalización de la economía, que pasaba por la
propiedad individual de la tierra, implicaba una muta­
ción sustancial del estatus económico del clero. Sólo
se afrontó ésta en parte mediante las desamortizacio­
nes, la supresión en ambos bandos del voto de Santiago
(privilegio fiscal reducido al clero de la catedral
y hospital de Santiago, pero gravoso para todo el
reino de Castilla) 86 y otras medidas de rango infe­
rior 87. Es significativo, por el contrario, que ni
44 Emilio LA PARRA LOPEZ

unos ni otros gobernantes atajaran uno de los privile­


gios fiscales más escandalosos, como eran los diezmos.
Estos se mantuvieron, aunque se recurriera en parte
a ellos para ciertas necesidades de la guerra, como
hemos visto anteriormente. Podría explicarse este
respeto hacia los diezmos por la predilección de ambos
bandos hacia los párrocos - a quienes se desea benefi­
cien en lo sucesivo los diezmos - y por la convenien­
cia, en la opinión del momento, de mantenerlos.
Llórente explicó esto último en su Reglamento para
la Iglesia espartóla : los labradores pagaban diezmos
con mayor gusto que cualquier contribución civil, por
leve que fuera, porque estaban convencidos de que asi
Dios proporcionaba buenas cosechas. La masa decimal
serviría, continuaba Llórente, para dotar al culto
y clero, librando al Estado de esta carga, para mante­
ner ciertos establecimientos de beneficencia y educa­
ción y para afianzar la deuda pública. Esto último
se operaría al pasar al Estado los bienes raíces de
todo el clero, secular y regular, con lo cual se
podría dar crédito a los vales reales, pagar sus rédi­
tos y extinguir parte de su capital 88,

El curioso plan de Llórente implicaba el


cambio de los bienes raíces por la percepción exclu­
siva de diezmos por el clero secular. En Cádiz es
probable que se estuviera de acuerdo con estas ideas,
aunque obviamente no se formularan igual. En cualquier
caso, incluso los más caracterizados liberales defen­
dieron en el parlamento la continuidad de este
impuesto, hasta el punto de exceptuarlo de los que
eran suprimidos por la contribución única 89.

*
REFORMA DEL CLERO 45

CONCLUSIÓN

El nuevo clero proyectado por afrancesados


y liberales respondía a dos grupos de exigencias :
las derivadas de la ideología ilustrada de que partían
unos y otros y las surgidas por el hecho de hallarse
España en guerra. Las primeras demandaban una re­
estructuración del número y tipo de clérigos, raciona­
lidad en la organización eclesiástica y, a nivel per­
sonal, unos clérigos formados en los principios de
la religiosidad interior, la moral rigurosa y la sen­
cillez de vida, libre de riquezas materiales. La
guerra forzó a recurrir a los bienes del clero y
acentuó el regalismo ilustrado, convirtiéndolo en
intento gubernamental de control político.

Este proyecto fracasó y las reformas, aun


con ser copiosas, sólo esbozaron a medias ese nuevo
clero. La oposición de la mayoría eclesiástica, la
escasa comprensión por parte del pueblo del alcance
de las medidas políticas reformistas, la precariedad
del dominio territorial de ambos regímenes y, de modo
decisivo, la pervivencia de las mismas personas en
los cargos pastorales de mayor responsabilidad son
algunos motivos de ese fracaso. Por consiguiente,
se perdió una oportunidad inmejorable para transfor­
mar la Iglesia y adaptarla a los nuevos tiempos.

La vuelta con Fernando VII del absolutismo


reaccionario sumió a los responsables de ambas polí­
ticas en idénticas dificultades, de modo que si habían
estado unidos antes de 1808 en la ideología y en em­
presas comunes, tras 1814 corrieron suerte pareja
en persecuciones y exilio. Ahora quedó relegado a se­
gundo término el carácter de afrancesados o patriotas,
pues ante el rey de España y ante la Santa Sede los
eclesiásticos de ambos bandos, tanto quienes tomaron
parte en la planificación de las reformas como quienes
las apoyaron con entusiasmo, eran igualmente indesea­
bles. De esta manera, cuando el Trienio Constitucional
deparó la oportunidad de trabajar de nuevo en la re­
forma de la Iglesia, los clérigos ya no se diferencian
por su anterior fidelidad o rechazo del rey José,
sino por ser partidarios de pretender una vez más el
cambio en la Iglesia o dejarla con sus viejas estruc­
turas. El cambio lo intentaron, ahora bajo una sola
legalidad y siguiendo un método político idéntico,
los mismos que se habían distinguido en el sexenio
1808-1814.
46 Emilio LA PARRA LOPEZ
Este grupo, que cosecha un segundo fracaso
y sufre otra vez el exilio, abandona paulatinamente
algunos principios del sistema ideológico ilustrado
y evoluciona, hacia los años veinte y treinta, hacia
un talante de nuevo cubo. Surgió así ese sector de
"católicos liberales" que constata G. Dufour 90 , bien
personificado en algunos individuos aislados, como
el alicantino Antonio Bernabéu, Joaquín Lorenzo Villa-
nueva o Juan Antonio Llórente. Ellos encarnan el ideal
de clérigo pretendido con las reformas ensayadas en
las dos primeras épocas constitucionales del siglo
XIX español. No es necesario insistir que siempre
estuvieron en minoría en el conjunto de los eclesiás­
ticos españoles.

■K-
REFORMA DEL CLERO 47

NOTAS

1. Vid. E. LA PARRA, "La opinión nacional sobre refor­


mas eclesiásticas ante la convocatoria de Cortes",
Boletín de la Real Academia de la Historia,
T. CLXXXI, Cuaderno II, pp. 229-251.

2. Ibid., p. 236.

3. M. ARTOLA, La Esparta de Fernando VII, T. XXVI de


la Historia de España dir. por MENENDEZ PIDAL,
Madrid, Espasa-Calpe, 1968, p. 313-
4. M. REVUELTA GONZALES, "La Iglesia espartóla ante
la crisis del Antiguo Régimen (l808-33)", en Histo­
ria de la Iglesia en Esparta, V, Madrid, B.A.C.,
1979, P- l8.

5. E. LA PARRA, "Ideas episcopalistas en los plantea­


mientos de politica religiosa del primer liberalis­
mo español", en Mayans y la Ilustración, II, Valen­
cia- Ayuntamiento de Oliva, 1982, pp. 34-35•
6. La falta de los suficientes estudios biográficos
obliga a ciertas cautelas en este terreno. Nos
basamos en algunos estudios fundamentales apareci­
dos hasta la fecha : A. MESTRE, Ilustración y re­
forma de la Iglesia. Pensamiento politico-religioso
de D. Gregorio Mayáns y Sisear (1699-1781), Valen-
cia, 19Ó8 ; del mismo autor, "Religión y cultura
en el siglo XVIII", en Historia de la Iglesia en
España, IV, Madrid, B.A.C., 1979, PP^ 586-743 ;
P. DE DEMERSON, María Francisca de Sales Porto-
carrero (Condesa del Montijo). Una figura de la
Ilustración, Madrid, 1975 y G. DUFOUR, Juan Antonio
Llórente en France (1813-1822). Contribution à
l'étude du libéralisme chrétien en France et en
Espagne au début du XIXe siècle^ Genève, 1982.

7. J.A. LLORENTE, Noticia biográfica, Ed. de Madrid,


Taurus, 1982, ppT 77 ÿ 95-96. Vid. también G. DU­
FOUR, Juan Antonio Llórente..., p. 13 .
8. L. SANCHEZ AGESTA, "Introducción" a A. ARGÛELLES;
Discurso preliminar a la Constitución de 1812,
Madrid,CentrodeEstudiosConstitucionales, 1981,
pp. 9-10.
48 Emilio LA PARRA LOPEZ

9 • Diario de Sesiones de las Cortes Generales y Ex­


traordinarias (Cit. en adelante D. S. ), Madrid,
1870, vi, p. 4256.

10. A. FLOREZ ESTRADA, Constitución para la Nación


Española, en Obras, II, Madrid, B.A.E., 1958,
p. 335 propugna la libertad de religión pero no
la de cultos.

11. Vid. M. FERNANDEZ ALMAGRO, Orígenes del régimen


constitucional en Esparta, Barcelona, 1976, p.63.
Martínez de Villela era consejero del de Castilla
cuando expresaba estas ideas. Más tarde fue miem­
bro del Consejo de Estado de José I, aunque muy
pronto se pasó a la obediencia de la Junta Cen­
tral (Vid. J. MERCADER RIBA, José Bonaparte rey
de Esparta. 1808-1813. Estructura del Estado espa­
ñol bonapartista, Madrid, 1983 j pp• 140-142).
12. Vid. G. DEMERSON, Don Juan Meléndez Valdés y su
tiempo (1754-1817), I, Madrid, 1971, p. 490.
13- Así se dispuso en el artículo de la Ley de impren­
ta decretada el 10 de noviembre de 1810. Vid.
sobre el tema E. LA PARRA, La libertad de prensa
en las Cortes de Cádiz, Valencía 1984, pp• 5^ ss.

14• Orden comunicada a las bibliotecas públicas en


T7 de septiembre de 1809 por el Excmo. Sr. Minis­
tro de lo interior, Gaceta de Madrid (Cit. en
adelante G.M.) del 25.IX.l8O9, p. 1185 -

15. D.S., VIII, p. 5698.


16. Ibid., pp. 5990-5992.

17 • Carta circular que escribe el Rei nuestro sertor


a los M.RR. arzobispos y obispos de sus dominios,
24.1.1809, (G.M., del 25.1.1809, P. 150).
18. Vid. J. GODECHOT, Les institutions de la France
sous la Révolution et 1'Empire, París, 196 8, 2e
édition,pp.716-21.

19- Vid. J. MERCADER RIBA, José Bonaparte..., pp. 455-


59-
20. Uno de los temas más explicados en la Gaceta fue
la supresión de los regulares. Vid. a titulo de
ejemplo los números del 26-VIII-l809 y días si­
guientes .
REFORMA DEL CLERO 49
21. Esta al menos fue la doctrina oficial propagada.
En la Gaceta de Madrid del 26 de agosto de 1809
se afirma que la intención del Rey era sólo de
reformar y reducir las órdenes que fuere necesa­
rio, mas como la cooperación de los regulares no
se ha producido, el Rey se ha convencido de que
"sin una reforma total y absoluta de todas las corporaciones
regulares, seria imposible conciliar el interés de ellas
con el general del reino y con su tranquilidad" (p. 1064)-

22. Cit. en SIERRA, L., La reacción del episcopado


español ante los decretos de matrimon i o s del
Ministro Urquijo de 1799 a 1813, Bilbao, Edic.
estudios de Deusto, 1964, p"I Ü8. Vid. también
M. FERNANDEZ ALMAGRO, Los orígenes. . . , p. 63.

23. Vid. la edición de 1973, Ed. Castellote, Madrid,


pp. 131—132, y 137-139 especialmente.

24- Véase, como ejemplo, el siguiente párrafo de la


Carta 2a. : "... La politica se indigna al considerar
todas estas fundaciones (se refiere a las capellanías
de sangre) sustrayendo brazos útiles al estado, contri­
buyentes al erario, matrimonios a la población, tierras a
la actividad del interés particular y devorando en una crasa
ignorancia, cuando no entre vicios groseros, una gran parte
de la substancia pública, mientras las verdaderos pastores
se hallan muy mal dotados y escasos en número y mientras
los infelices descendientes de tantos piadosos fundadores
mendigan una centésima parte de los productos de aquellos
campos, que debían pertenecerles y que sus brazos fertili-
zarian. " ( Ib id., pp. 138-9).

25- Vid. la participación efectiva de Azanza en el


Ministerio de Negocios Eclesiásticos en J. MERCA­
DER, José Bonaparte..., p. 103.

26. Cit. por L. FERNANDEZ MARTÍN, "La diócesis de


Palencia durante el reinado de José Bonaparte,
I8O8-I813", en Publ. de la Institución "Tello
Téllez de Meneses",num. 44, Palencia 1980, pp.
231-32.

27. G. DUFOUR, Juan Antonio Llórente..., p. 25-

28. El Reglamento para la Iglesia Española, de Llóren­


te es reproducido íntegro por DUFOUR en la edic.
en microfilm (Lille-Thèses, N° 10.84.0928) de su
op.cit., Juan Antonio Llórente..., Apéndice I,
El texto citado en pp. 735. Vid. asimismo, la edi­
ción de esta obra en Genève, Droz, 1983, pp• 19-20
50 Emilio LA PARRA LOPEZ

29. J.A. LLORENTE, Noticia biográfica, p. lió. El ti­


tulo completo de la obra mencionada en el texto
es Colección diplomática de varios papeles anti­
guos y modernos sobre dispensas matrimoniales
y otros puntos de disciplina eclesiástica, Madrid,
Impr. de Ibarra, lS09 • Para la difusión de este
libro, vid. G. DUFOUR, Juan Antonio Llórente.., ,
p. 25 y L. FERNANDEZ MARTIN, "La diócesis. .
p. 220. La Colección fue publicada en extractos
en la ,G.M. en números sucesivos a partir del 10
de julio de 1810.

30. J.A. LLORENTE, Colección..., p. 111.

31. Ibid., p. XI.

32. Vid. G. DUFOUR, Juan Antonio Llórente..., p. 31.

33. Faltan estudios monográficos locales bien documen­


tados para llegar a conclusiones en este punto.
Algunos que van apareciendo, como el citado de
L. Fernandez Martín sobre Palencia y el de M.
ALVAREZ GARCIA, El clero de la Diócesis de Valla­
dolid durante la Guerra de Independencia, Valla­
dolid^ 1984, demuestran que en buena p arte se
aplicaron los decretos bonapartistas y, en todo
caso, al menos lo fueron en sus extremos sustan­
ciales. Con todo, esta por expurgar con deteni­
miento y método científico el rico fondo sobre
el "gobierno intruso" de la sección Gracia y Jus­
ticia del Archivo de Simancas y la inmensa mayoría
de los archivos locales de los territorios ocupa­
dos por las tropas franceses.

34. Un ejemplo elocuente es el escaso eco popular de


la supresión de la Inquisición en la España afran­
cesada y el enorme revuelo ocurrido en la patriota
a partir del decreto de 22 de febrero de l8l3. Vid
E. LA PARRA, El primer liberalismo y la Iglesia,
Alicante, 19857 pp. 171-224•

35- A. ALCALA GALIANO, Recuerdos de un anciano, en


Obras Escogidas de-- , I, Madrid, B.A.E., 1955,
p. 24.

36. G.M. del 25.1.1809, pp. 150-51.


37. Ibid, del 14.VII.1809, pp. 1015-16.
38. Vid. el apoyo de una minoría del clero al régimen
a través de varios sermones en A. MARTINEZ ALBIACH
Religiosidad hispana y sociedad borbónica, Burgos,
1969? PP- 220-245.
REFORMA DEL CLERO 51

39. G.M., del 3O.III.l8O9> p. 443. Una interesante


exposición de la actitud de Fr. Miguel de Santan­
der hace M. REVUELTA, "Actitudes opuestas de dos
Obispos santanderinos ante la Guerra de la Inde­
pendencia", en La Guerra de la Independencia (1808-
1814) y su momento histórico, T. II, Santander,
Diputación Regional de Cantabria, pp. 665-686.

40. E. APPOLIS, Les Jansénistes espagnols, Bordeaux,


1966, p. 188.

41. G.M. del 14.III.1809, p. 380.


42. Vid. J. MERCADER, José Bonaparte..., p. 462,
varias disposiciones de castigo dirigidas al clero
infidente al régimen.

43- Una lista de atrocidades en G. LOVETT, La Guerra


de la Independencia y el nacimiento de la España
contemporánea^ II, Barcelona, 1975 > pp. 281 ss.

44. Vid. M. ALVAREZ GARCIA, El Clero.■■, p. 199.

45- G.M. del 12.III.1809, p. 369


46. J.A. LLORENTE, Noticia biográfica..., p. 120.

47. G.M. del 26.VIII.1809, p. 1063.

48. Ibid. del 21.VIII.1809, p. 1043


49- En las Cortes funcionaron varias comisiones, es­
peciales unas y ordinarias otras. Entre las últi­
mas, la que trató la mayoría de los asuntos que
aquí nos interesan fue la Eclesiástica, formada
por los diputados Alfonso Rovira, Vicente Pascual,
Francisco Serra, Joaquín Lorenzo Villanueva y
Gordillo (este último no asistió a todas sus
sesiones). D.S. II, p. 909-
50. He estudiado detenidamente el proyecto de convoca­
toria del Concilio y la memoria que lo acompaña,
presentados ambos en las Cortes en la sesión del
22 de agosto de l8ll, en mi libro El primer libe­
ralismo español y la Iglesia, op.cit., p. 67.
Allí se encuentran todas las referencias documen­
tales sobre el asunto.

51. Vid. J. MERCADER, José Bonaparte. . . , p. 463 el


texto del decreto.

52. G.M. del 31.VIII.1809, p. IO84.


52 Emilio LA PARRA LOPEZ

53- Vid. L. FERNANDEZ MARTIN, La diócesis... , p.


468. El anuncio de concursos para provisión de
curatos vacantes fue frecuente. Aparecen muchos
de ellos en la Gaceta de Madrid.

54. Por decreto de 6.VII.18O9 se fijó una congrua de


400 ducados anuales a los párrocos (J. MERCADER,
José Bonaparte..., pp. 466-67). Además, se desti­
naron a parroquias varias iglesias de conventos
suprimidos (Ibid. , p. 476) y se repartió a las
iglesias necesitadas los vasos y ornamentos sagra­
dos de las casas de religiosos (Vid. G.M., suple­
mento al N° del 12.VII.l8lO y las disposiciones
repartiendo objetos de culto provenientes de con­
ventos en ARCHIVO GENERAL DE SIMANCAS, Gracia y
Justicia, "Negociado Gobierno Intruso", leg^ 1236)

55. L. FERNANDEZ MARTIN, La diócesis... . pp. 217-219


56. Vid. respectivamente, J. MERCADER, José Bonapar­
te. .. , p. 466, decreto del 18 . IV. 1811 y L . FER­
NANDEZ MARTIN, La diócesis... , p. 226, decreto
de 26.V.1809.
57. Vid. G.M. del 3-IV.18O9, p. 460.
58. H. JURETSCHKE, Los afrancesados en la guerra de
la independencia" Madrid, 1962, ¡TI 162.

59- G.M. del 30.VIII.1809, p. 1080.


60. Sirva como ejemplo el hecho siguiente : El obispo
de Tarazona escribió el i3.III.l8ll al Ministro
Azanza quejándose del vacío de vocaciones en el
Seminario de su diócesis producido por la prohi­
bición de conferir órdenes mayores. Contestó Azan­
za explicando la imposibilidad de permitir nuevas
ordenaciones hasta que fueran ocupados todos los
ex-religiosos y termina su carta con una frase
que debió descorazonar al obispo : más adelante
se tratará de mejorar los seminarios." (ARCHIVIO GENERAL
DE SIMANCAS, Gracia y Justicia, "Negociado Gobier­
no Intruso", leg. 1203).
61. Decreto del 1.XII.1810. Colección de decretos y
órdenes que han expedido las Cortes Generales y
Extraordinarias, Cádiz, Impr. Nacional, l8ll -13,
I, pp. 32-33-
62. D.S., V, p. 3705. Esta Instrucción circular venía
a desarrollar lo establecido en un decreto de las
REFORMA DEL CLERO 53

Cortes de 17 de junio anterior sobre el secuestro


de los bienes de establecimientos y cuerpos públi­
cos suprimidos o reformados por el gobierno intru­
so : vid. D.S., V, p. 3287.
63. M. REVUELTA, La Iglesia española... , p. 54-
64. Vid. mi libro El primer liberalismo..., cap. IV.
65. Dictamen de las comisiones encargadas de informar
a las Cortes sobre el restablecimiento y reforma
de las Casas Religiosas, Cádiz, Impr. Nacional,
1813, p. 21.
66. G.M. del 26.VIII.1809, P- IO63.

67. D.S., VIII, p. 6182. Sesión del 10.IX.l8l3.

68. L. SIERRA, La reacción..., p. 148 y pp. 170 ss.

69. E. LA PARRA, La libertad de prensa..., p. 57.

70. Dictámenes del Consejo de Estado y de las Comisio-


nes eclesiásticas y de justicia reunidas, sobre
el modo de suplir las confirmaciones de los Obis-
pos electos durante la actual incomunicación con
la Silla Apostólica, Cádiz, Impr. Nacional, I813.
E1 fracaso en el bando afrancesado de los decretos
de nombramientos de obispos de 1810 lo constata
SIERRA, L., La reacción..., p. 236.
71. A los testimonios anteriormente aducidos proceden­
tes de la España josefina hay que añadir el de­
creto de las Cortes de Cádiz recomendando al clero
que predique contra los que intentan probar que
los Napoleones (sic) deben reinar en España. D.S.,
I, P- 139.
72. Vid. G. DEMERSON, Don Juan Meléndez..., I, pp.
471-77 y J* MERCADER, José Bonaparte..., pp. 478-
79-
73. Constitución de 1812, título V.

74- Cit. por G. DEMERSON, Don Juan Meléndez..., I,


p. 477.
75. D.S. , III, pp. 2267-2277, sesiones del 16 y 17
de noviembre de l8ll.
54 Emilio LA PARRA LOPEZ

76. J. Ma. GARCIA MADARIA, Estructura de la adminis­


tración central (1808-1931), Madrid, 1982, 44 •

77. D.S., IV, p. 2444, sesión del l8.XII.l8ll.

78. Decreto del 6.II.18O9, G.M. del 10.II.l809, p.


220.

79. Orden de 28.VIII.1811, en Colección de decretos...


I, pp. 207-208, y D. S. , V, p"I 3606, sesidn del
25.VIII.1812.

80. ARTOLA, M., Los orígenes de la España contemporá­


nea , I, Madrid, 1975, 2a. ed., pp. 207-209, y
J. FONTANA, Hacienda y Estado en la crisis final
del Antiguo Régimen español : 1823-1833, Madrid,
1973- El fracaso final de la contribución y su
incompleto y confuso planteamiento no permiten,
de todas formas, excesivas precisiones sobre su
incidencia en el clero.

81. Vid. lo sucedido en la diócesis de Palencia : L.


FERNANDEZ MARTÍN, La diócesis... , pp. 199-200.

82. J. MERCADER, José Bonaparte..., pp. 374-76.

83. Colección de decretos..., IV, pp. 253 ss., y D.S.,


pp. 6219-22.

84. G.M. del 8.VII.l809- Este fragmento forma parte


de un largo discurso "sobre la necesidad que hay
en España de sacar de manos muertas los bienes
raíces, y de reformar el número de conventos",
publicado en varios números desde el 30 de junio
al 9 de julio de 1809-
85. D.S., VII, p. 5262, sesión del 14.V.1813.

86. J. MERCADER, J osé Bonaparte. . . , p. 457 y E. LA


PARRA, El primer liberalismo..., cap. VI.

87. Los bienes de los beneficios simples cuya colación


fue prohibida por ambos gobiernos fueron incorpo­
rados al erario público.

88. Cit. por G. DUFOUR, Juan Antonio Llórente..., edic


microfilm, pp. 733—35-

89. D.S. , VII, p. 6097, sesión del 1.IX.1813, donde


presentó una proposición Calatrava en este sentido
que fue aprobada.
90. G. DUFOUR, Juan Antonio Llórente..., p. 366.
Leandro HIGUERUELA DEL PINO
Universidad Complutense (Madrid)

MENTALIDAD DEL CLERO


AFRANCESADO Y COLABORACIONISTA
1 - PRECISIÓN DEL TEMA

Antes de abordar el tema del clero afrance­


sado y colaboracionista en España conviene precisar
los términos "afrancesado" y "colaboracionista" así co­
mo las coordenadas histéricas dentro de las cuales
se mueven unos y otros.

Por lo pronto se impone distinguir dentro


del concepto mismo de afrancesado : por afrancesamien-
to se entendía originariamente una galomanía ridicula
y superficial de imitar las modas y usos venidos de
Francia sobre todo a partir de la segunda mitad del
siglo XVIII. Los visitadores eclesiásticos señalaban
con desdén a los clérigos que vestían como "petime­
tres ", a lo currutaco, imitando la moda francesa.

Por extensión, el término se aplicó también


a los españoles que, en mayor o menor grado, se deja­
ron influenciar por las concepciones literarias,
filosóficas, religiosas, económicas y políticas a
través sobre todo de libros franceses, desde finales
del siglo XVIII hasta l808.

Extraña sin embargo que para designar a los


colaboradores españoles de la política del rey José I
se utilice el término sólo de traidor, infidente, o,
a lo sumo de colaboracionista, y nada se aluda al de
afrancesado. No será hasta l8ll cuando aparezca la
palabra en la Gaceta de la Regencia y en el Diario
de las Cortes conestaacepciónpolítica y en un sen­
tido de insulto 1.

Esta diversidad de usos explica el grado


de confusión a que se presta el vocablo "afrancesado ",
tanto en la historiografía del siglo XIX, como en el
propio uso durante la guerra de la Independencia 2 ,
El mismo tono peyorativo aludido tendría cuando se
aplicaba a todos aquellos diputados de las Cortes de
Cádiz que defendían posturas ideológicas y resolucio­
nes políticas coincidentes con el espíritu de la
Constitución de Bayona o con la letra de los decretos
josefinistas.

El Diccionario de la lengua castellana,


editado en París, en 1892, seguía aceptando el vocablo
"afrancesado " para designar "al que imita con afectación
las costumbres o modas francesas", y, como neologismo ,
"al español que siguió el partido de Napoleón durante la guerra
que éste hizo a la Península" 3.
58 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

Esta ambivalencia del término obliga a uti­


lizar el vocablo "colaboracionista" para designar a
todos aquellos que cooperaron con el gobierno de José
Napoleón I dentro de una amplia gama de adhesión que
va, desde el convencimiento ideológico (partido afran­
cesado) hasta la simple aceptación de un cargo público
por unas muy variadas causas y circunstancias persona­
les. Esta variedad de conductas e intenciones hace
que sea muy difícil en la práctica la interpretación
y clasificación de los mismos 4 . En todo caso, es
evidente que no todos los colaboracionistas fueron
afrancesados, aunque gran parte de los afrancesados,
en el sentido cultural del término, entrarían a formar
parte del partido político que se forma en torno a
José I.

Este partido, o mejor dicho, tendencia o


grupo político, sólo se formó - como dice Juretschke -
después de lograda la ocupación de Madrid, a finales
del año 1808 y principios de l809- Los objetivos de
sus dirigentes consistieron en ir debilitando, por
medio de una sumisión voluntaria, el afán de conquista
del Emperador y de retirarle en cierto modo su razón
de ser, esperando continuar, si bien en forma distin­
ta y adaptada a la posición y designios de Napoleón,
la política franco-española tal y como habla sido
inaugurada por los Borbones y consolidada después por
los pactos de familia. Confiaban además en evitar a
España una guerra que consideraron inútil, y, por
encima de todo, salvar la integridad e independencia
de España 5 . Asi pues, colaboradores afrancesados
y afrancesados liberales de Cádiz "como hijos díscolos de
la Ilustración, tendrán muchos puntos doctrinales en común"
- como ha subrayado Palacio Atard -, y desde luego,
sólo la historiografía conservadora y sus propios de­
latores podrían culparles de traidores y enemigos de
su patria 6 .

2 - LA INTRODUCCIÓN Y DIFUSIÓN DE LA CULTURA FRANCESA

Es claro que antes de la invasión existía


ya en España una corriente de simpatía o francofilia
hacia los modos, usos y cultura francesa entre las
minorías ilustradas que arranca de Feijóo y que res­
ponde al deseo de insertar a España en la corriente
general europea del progreso 7.
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 59

El vehículo de introducción de las "luces"


van a ser principalmente los libros y publicaciones
periódicas, justamente en unos años en los que el con­
trol de la censura pierde mucho del rigor que habla
tenido en la época anterior 8 . Las instituciones y
órganos impulsores serían, por una parte, las socie­
dades de amigos del país, de las que formaban parte
casi siempre algunos eclesiásticos más destacados de
las localidades y ciudades donde se fundaron, cuando
no fueron ellos mismos los que directamente las
crearon 9. Tal fue, por ejemplo, el caso de la de Al­
cázar de San Juan, en Ciudad Real, fundada a instan­
cias del cardenal Lorenzana 10. Sabemos también que,
entre 1770 y 1786, la Sociedad Vascongada tenía noven­
ta y seis miembros eclesiásticos, mientras cinco
obispos y un fraile eran directores de sociedades si­
milares en 1789 11.

Otros de los focos difusores de la cultura


europea, especialmente la francesa, lo constituyeron
las universidades, cuya reforma y modernización se
llevó a cabo al hilo de esta corriente renovadora de
los ilustrados, potenciándose así la entrada de obras
francesas unas veces en su texto original y otras en
versiones al castellano 12. Puede decirse - como se­
ñala V. Lafuente - que, "antes que Zas tropas francesas in­
vadiesen el territorio, Zo habían invadido Zas ideas de aqueZ
país" 13.

Pero esta visión sería incompleta si no men­


cionásemos al menos la fuerza que ejerce la llamada
por R. Herr "oposición conservadora" que emprenderá la
más dura batalla contra los "phiZosophes" o "novatores" 14 .-

El enfrentamiento se incrementa a partir


de 1789, cuando las noticias que llegan de Francia
y su revolución comienzan a preocupar a los dirigentes
de la alta política, especialmente a Floridablanca
que el 18 de septiembre y 1 de octubre de ese mismo
año daba instrucciones a todos los oficiales de adua­
nas en las fronteras y en los puertos marítimos para
que "todas Zas estampas, papeZes impresos y manuscritos, cajas,
abanicos y cuaZquiera otra cosa alusiva a Zas ocurrencias de
Francia" fuesen retenidas y remitidas al secretario
de Estado 15.

Con el relevo de Floridablanca, en 1787,


por el conde de Aranda se relajó el rigor de la censu­
ra hasta que llegó la noticia del asesinato de Luis
XVX en 1792. Fue entonces cuando volvió a reanudarse
la estrecha vigilancia para impedir la entrada de
60 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

libros franceses por la frontera. En tan corto lapso


de tiempo, se sucedieron diversas oleadas de penetra­
ción de periódicos revolucionarios y libros prohibidos
y esto, a pesar del celo desarrollado por la Inquisi­
ción lo.

El tema ha sido estudiado recientemente por


Lucienne Domergue. Según ella, la avalancha de libros
franceses sobre España, en sucesivas campañas, desde
1770 a 1808, ofrece un gran interés por lo que si­
gnificaba de persistencia en las relaciones cultura­
les entre Francia y los españoles adictos a la
cultura francesa y más concretamente a las ideas
revolucionarias.

Los autores que con más avidez se leen, son,


por este orden, los siguientes : Voltaire y Rousseau
que sobrepasaban en número a Montesquieu, Marmontel,
Volney, Condillac y la Encyclopédie ; así como Bayle ;
el Marqués de Argens, Helvetius, la Philosophie de
la Nature de Delisle de Sales, el Barón d'Holbach,
Locke y Pope.
Lugar preferente ocupa también la literatura
jansenista que se reparte preferentemente entre los
eclesiásticos con títulos como los de Concilio de
Francia, las Provinciales de Pascal, Quid est Papa,
la Histoire ecclésiastique del abate Racine, las
Actass del sínodo dePistoya, Febronio, Pereira, Tam-
burini, etc. 17.

Los lectores de estos libros suelen ser gen­


te joven (no llegan a los treinta años) predominan­
temente universitarios, y más concretamente abogados.
Los eclesiásticos siguen a los laicos en su aficcidn
a la lectura de libros prohibidos.

La geografía por donde se reparte la mayor


parte de estos lectores son las provincias marítimas
del norte, especialmente Galicia, siguiendo después
Navarra ; bastante menos en Aragón, Cataluña, Valencia
y Mallorca, escasos, extrañamente, en Madrid y Toledo
y moderado también el número en Andalucía, incluida
la tradicionalmente progresista ciudad de Cádiz.
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 6l
3 - PROYECCIÓN DE LAS IDEAS REVOLUCIONARIAS EN EL
CAMPESINADO

La penetración de la cultura francesa, y


más concretamente de las ideas revolucionarias, no
parece que afectase sólo a los grupos intelectuales
urbanos que les era mucho más fácil conectar con Fran­
cia a través de los viajes y el trato con emigrados
y viajeros, sino que lenta pero eficazmente fue intro­
duciéndose en la clase media rural, aunque no en la
cantidad y pureza que llegaba a las élites burguesas.

Los mismos conventos, muchos de ellos situa­


dos en poblaciones pequeñas, y los frailes en sus
correrías apostólicas, contribuyeron a acercar libros
franceses e ideas, a veces desf guradas, sobre la re­
volución en Francia a los . más modestos curas de
aldea 18.

Está por hacer, pese a las monografías


aparecidas, un estudio pormenorizado de la difusión
de libros prohibidos, de suscriptores y lectores de
prensa francesa antes y después de la invasión. Falta
un análisis también de bibliotecas privadas, muchas
de las cuales nos las pueden proporcionar los archi­
vos de protocolos notariales, cuyo interés como fuente
histórica, se está despertando actualmente entre los
investigadores 19.

Otra fuente de indudable importancia lo


constituye el examen de los sermonarios y de pláticas
piadosas, tanto impresas como manuscritas, donde,
despojadas muchas de sus afirmaciones y de sus excesos
líricos y alarmistas, se vierten las críticas más
duras contra las nuevas ideas venidas de Francia e
indirectamente se señala la difusión de tales princi­
pios entre el pueblo sencillo 20.

Mayor es aún la utilidad que ofrecen los


informes reservados de vicarios y visitadores ecle­
siásticos de partido, así como la correspondencia del
clero con la curia diocesana donde se refleja hasta
que punto estas ideas iban penetrando en la masa popu­
lar y dejaba de ser patrimonio exclusivo de una mino-
ria selecta y urbana.
62 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

El clero de los pueblos señalaba, entre


alarmado y confuso, la difusión de estas ideas así
como la actitud de rebeldía e insubordinación de los
fieles hacia las instituciones y autoridades eclesiás­
ticas. El cura de Capilla (Ciudad Real), denunciaba,
por ejemplo, en 1802, el caso siguiente, por otra par­
te bien significativo : "Hay un corregidor, de los muchos
abogados del día, que oon poca pía afición mira a la Iglesia
y a sus ministros. Lleno del entusiasmo de juez tiene a menos
y se resiste a firmar después del cura en el tribunal de visita
eclesiástica el nombramiento de mayordomo de fábrica. Y, contra
la inconcusa y universal costumbre del arzobispado, quiere que
cada uno de su ayuntamiento tenga voto de tanta ponderación como
el del cura ; sin reflexionar que (el cura) representa al cuerpo
eclesiástico, como todos los individuos de su ayuntamiento jun­
tos representan al cuerpo político de la Villa" El expresa­
do párroco hacía notar cómo esta opinión del corre­
gidor del pueblecito manchego, que defendía el voto
por persona frente al voto colegiado, no era un caso
aislado de su aldea, sino uno más de los muchos que
podría citarse en otros lugares del entorno. Signifi­
caba además como estas ideas venían siendo difundidas
entre el sector más culto de los pueblos, y como ve­
nían mezcladas de una cierta animadversión hacia el
estamento clerical.
Más claro era el caso que contaba el párro­
co de otro pueblo insignificante de la provincia de
Guadalajara, como era Albares. Se quejaba no sólo de
que sus feligreses fuesen morosos en pagar los diezmos,
sino, lo que era mucho más alarmante, que se atrevie­
sen a poner en tela de juicio el propio derecho de
la Iglesia a exigirlos y de que tales ideas viniesen
de Francia : "Algunos - decía - tienen la osada avilantez de
decir : ¡ Cuánto mejor están en Francia que no se pagan los
diezmos, pues éstos no sirven sino para sostener vigardos ! Y
como esta doctrina les acomoda para sus intereses, según apren­
dieron erróneamente, se adopta con toda voluntad.- Y así, se ha
notado que los que, por parecer o amistad tratan más con ellos,
son los que peor pagan los diezmos" 22 •
Esta preocupación del clero por la entrada
y propagación de las ideas novadoras, disolventes y
revolucionarias traídas de Francia era mucho mayor
entre las altas esferas de la jerarquía. El obispo
de Calahorra pedía en 1809 que se prohibiese el envió
de seminaristas a estudiar a Francia, de donde prove­
nían tales doctrinas : "La preocupación -decía el frí­
volo empeño de remitir a los seminarios de Francia, para su
educación, los jóvenes de nuestro reino, se debe contener con
las mas rigurosas providencias. Todo el contagio que ha cundido
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 63
e inficionado el corazón del piadoso español ha venido por este
canal.' Desde que nuestra juventud bebió en aquel lago de abomi­
naciones las aguas pestilentes de la moda, del orgullo, de la
■impía y novelera filosofía, se nota en nuestros pueblos el espí­
ritu de fruslería, de novedad, de ridiculez, de falta de cir­
cunspección y de reverencia a los superiores reales y seculares.
La libertad de discurrir en materia de religión y de costumbres,
que hasta estos últimos tiempos era casi desconocida en nuestra
España, corre con el mayor desenfreno entre nuestros naturales,
y no es otra la causa que el querer conformarse en todo con
aquella indigna nación, que con la máscara de una ilustración
brillante sólo esparce confusión y tinieblas en sus imitadores.
De la Francia nos ha venido todo el mal, toda la peste, toda
la ruina, y así, no se debe tener con aquel país comunicación
alguna, ni por comercio, ni por escrito, ni por palabras. Mánde­
se cerrar toda la correspondencia con reino tan infame, destiér-
rese de nuestro suelo el idioma francés" 23.

Con el obispo de Calahorra coincidían en


la misma idea otros eclesiásticos, como Ostaloza,
diputado en Cádiz, quien, arremetiendo contra Francia,
señalaba este afrancesamiento ideológico como causa
del af rancesamiento político : "Esta manía de parecemos
a los franceses, de que habla un poeta español, es la que ha
producido tantos eruditos a la violeta, tantos traidores a la
patria y tantos débiles que se han mantenido en países ocupa­
dos, y acaso al lado del rey intruso, hasta un mes antes de la
instalación de vuestra magestad, y de los que puede ser que al­
guno esté aplaudiendo en secreto el apoyo de las ideas de Napo­
león, manifestadas en el decreto que fulminó a la vista de
Madrid, suprimiendo los señoríos ; decreto muy parecido a la
proposición, materia de estos debates, ciertamente muy impolí­
ticos y extemporáneos en las circunstancias tan críticas en que
se halla la nación, y en los que sólo se debe tratar de propor­
cionar fondos para arrojar a los franceses, único voto de los
pueblos, cuya felicidad consiste en esto y no en providencias,
que con el prestigio de ideas liberales coinciden con las
revolucionarias de Robespierre, el mayor enemigo del pueblo a
quien halagaba" 24.

Dos ideas cabe subrayar en el texto prece­


dente del diputado eclesiástico representante de la
facción conservadora : la ampliación del término
"afrancesado" al grupo de los liberales de Cádiz, y
la vinculación de causa a efecto que establece entre
la entrada de las ideas francesas antes de 1808 y el
apoyo político prestado por un sector de la sociedad
española a la dinastía española.
64 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

No debe ser precisamente la conclusión a


que pueda conducir al lector el hecho de hacer hinca­
pié en la difusión en España de las ideas francesas
entre las minorías ilustradas e incluso entre el cam­
pesinado : por una parte, no puede englobarse en el
mismo común denominador todas las ideas francesas an­
teriores a la Revolución de 1789 con aquellas otras
que surgieron inmediatamente después ; ni éstas, con
las que se fueron decantando en los diferentes perío­
dos que siguieron, incluida la fase del imperio napo­
leónico. Por otra parte, sería también excesivamente
ingenuo establecer una relación causal, post hoo ergo
propter hoo, entre invasión ideológica e invasión
militar. Más bien fueron a posteriora las fuerzas in-
tervinientes las que instrumentalizaron las ideas de
uno y otro bando para hacer de ellas armas de combate
o programa de su actuación política según los casos.

4 - INVASIÓN E INDECISIÓN DE LOS PRIMEROS MESES

La invasión militar produjo una importante


transformación en el tálente que habla venido exis­
tiendo hacia Francia. El odio a la nación vecina se
incrementó desde el momento en que se consideraron
las promesas regeneracionistas de Napoleón como sim­
ples estratagemas para justificar la invasión. La
cantidad de catecismos políticos, proclamas, bandas
y escritos que prolif eraron ya en el otoño de 1808
abundarían en toda suerte de vituperios contra el
Emperador y sus mariscales, extensivos después a su
hermano el rey 25 .

Sin embargo sería interesante conocer cómo


fueron clarificándose las conductas y actitudes en
el período que va desde octubre de 1807, en que las
tropas de Junot entran en España hasta la capitulación
de Dupont en Bailón, en julio de 1808. ¿ Cómo explicar
el levantamiento del 2 de mayo de 1808 en Madrid por
la exclusiva espontaneidad del pueblo ? ¿ Existieron
detrás incitadores a la rebelión ? ¿ Podrían haber
sido eclesiásticos los que, desde el pdlpito o desde
el consejo privado, fueron creando el ambiente propi­
cio a la sublevación ? Si, por el contrario, el clero
se inhibió, ¿ cómo explicar la rápida polarización
de las masas en torno a una gran parte del clero que
hizo del altar arengarlo militar y desplegó una ver­
dadera cruzada contra el invasor a través de esta
literatura de combate ?
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 65

Conocemos la postura indecisa del cardenal


Luis María de Borbón, arzobispo de Toledo y adminis­
trador apostólico del arzobispado de Sevilla así como
la ambigüedad que demostraban algunos de los principa­
les responsables del gobierno de su diócesis en los
primeros meses de 1808 y que coincidían con la manera
de pensar de buena parte de la intelectualidad y hom­
bres de la política que se sentían confusos para opo­
nerse al vencedor de Europa.
Tal vez la postura de resignación de muchos,
de aceptación de no pocos, y sobre todo la represión
ejercida ante el levantamiento del 2 de mayo en Madrid,
fueron las que impulsaron a Borbón para que escribiese
una carta a Napoleón el 22 de mayo de ese mismo año,
donde exponía su acatamiento a la nueva legitimidad 26.

Estas mismas circunstancias y la debilidad


de carácter del primado hicieron que enviase a la
asamblea de Bayona, como representantes del clero
parroquial, al cura propio de S. Ginés de Madrid y
al de Las Herencias (Toledo), mientras que por parte
del clero capitular designaban al canónigo doctoral,
don Isidoro Alaiz así como al lectoral, don Juan de
Cavia. Después de la guerra, los comisionados se jus­
tificarían ante sus compañeros diciendo que se vieron
impulsados por un compromiso ineludible 27.

Es muy posible que los meses de mayo y junio


fuesen decisivos para que muchos se inclinasen al ban­
do del vencedor ante una situación que vieron irreme­
diable. De hecho, las exposiciones que se hicieron
al finalizar la contienda para justificar ciertas con­
ductas hablan del ambiente de abatimiento que se
apoderó del clero en los primeros meses de la inva­
sión 28 .

La victoria de Bailén del 19 de julio de


1808 despertó el entusiasmo de las masas inclinando
a muchos a una adhesión sin reservas a la causa
nacional. En efecto, los meses de agosto y septiembre
conocerán una actividad desbordante de entusiasmo.
En Toledo se realizó una cuestación en metálico y en
especie cuya lista encabezaba el cardenal y el cabildo
de la catedral 29 . La contribución de los pueblos
fue ejemplar. Los mismos curas, con los alcaldes a
la cabeza fueron de puerta en puerta realizando la
colecta 30. Sin embargo, la cooperación de los preben­
dados catedralicios se empaño con las reticencias de
algunos bajo el pretexto de haberles ya descontado
66 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

la cantidad acordada pero sin su consentimiento o lo


que manifestaron otros, que deseaban que figurase el
nombre de cada canónigo dignidad con la cantidad
asignada. En la lista de los morosos figuraban varios
capitulares, pero no se decían los nombres, a excep­
ción de Llórente cuya decidida inclinación al gobierno
intruso era de todos conocida 31.

V - DINÁMICA DEL CLERO AFRANCESADO Y COLABORACIONISTA

Durante los meses del verano y otoño de


1808 se produce la primera polarización de adictos
al partido afrancesado. Son aún meses de confusión.
A esta desorientación aludía La Forest el 6 de agosto
de 1808 al calcular que, si España tenía diez millones
y medio de habitantes, se podía afirmar que diez
millones cuatrocientos mil no sabían lo que querían
y más de cien mil restantes, personas ilustradas,
eran las que sentían la necesidad de unirse a un rey
de la dinastía de Napoleón 32.

Estos primeros seguidores de la causa del


invasor, en cantidad difícil de precisar, tienen como
cabezas rectoras, entre otros, a Azanza, O'Farril y
Mazarredo, y entre los eclesiásticos a Llórente, y
el obispo Félix Amat, sin que tardasen mucho en unirse
hombres como Arce y Reinoso, arzobispo de Zaragoza
así como su obispo auxiliar, el P. Miguel de Santan­
der. A ellos y a algunos más eran a los que señalaba
el gobierno nacional, sin nómbrales, amenazándole con
las más severas penas por su infidencia.

A partir del verano de 1810, después de la


conquista de Andalucía, el partido afrancesado recibe
un fuerte incremento con la incorporación del grupo
ilustrado de clérigos andaluces que no duda ya en
recibir en la catedral sevillana al nuevo rey con los
más altos honores y alabanzas. Entre los eclesiásticos
sevillanos destacan don Sebastián de Miñano, Alberto
Lista y Félix Reinoso ; entre los granadinos, Sánchez
Arjona y Sempere Guarinos.

Mientras tanto, el gabinete josefino empren­


día una campaña de acoso moral a los máximos dirigen­
tes del clero en las diócesis sometidas. Toledo centró
el máximo interés político para poner en práctica los
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 67
decretos del Ministerio de Negocios Eclesiásticos y
extrapolar después sus resultados al resto de la Igle­
sia de España.
Antes de huir a Andalucía el cardenal
Borbón en los primeros días de diciembre de 1808 deja­
ba al cabildo con plenos poderes para gobernar la dió­
cesis durante su ausencia ; pero en abril de 1809 el
Ministerio obligaba a los capitulares a nombrar como
gobernadores y en nombre del cabildo al prebendado
don Vicente Rodrigo de Mena, hombre politicamente
independiente y con prestigio entre el clero, pero
ordenaba a la vez que designasen a dos colaboradores
o mejor, inspectores de sus posibles desviaciones,
al deán y obispo auxiliar, doctor Aguado y Jaraba y
al penitenciario, doctor Altuna. El primero declarado
partidario de José I, y el segundo fácilmente mane­
jable .

Enterado Borbón, desaprobaba tal actuación


y respondía nombrando él a dos canónigos de su con­
fianza : don José Ortega Alvarez y don Juan Antonio
Frera. Algunos vicarios se alarmarían por el peligro
de cisma que significaba este bicefalismo. En la
práctica, el clero parroquial recurrió unas veces a
unos gobernadores y otros a otros manteniéndose la
diócesis en una relativa calma dentro de la anormali­
dad de las circunstancias.

En l8l0 volvió el Ministerio a presionar


al cabildo, declarando vacante la diócesis, así como
otras, cuyo titular había también huido, prohibiendo
a los capitulares toda comunicación con el prelado.
Medidas que terminaron por hacer claudicar a muchos
capitulares acusados por los confidentes de Borbón de
"jugar a dos barajas". Los claramente señalados ya como
traidores o infidentes eran : don Alfonso Aguado y
Jaraba, d. José Salcedo y Jaramillo, d. Manuel Vicen­
te Ibarrola y d. Francisco Terrán y Obregón 33.

En otras diócesis dominadas, la actuación


del gobierno fue similar : donde el obispo huyó por
no acatar las órdenes de Madrid, los cabildos gober­
nadores eclesiásticos de la diócesis se vieron preci­
sados a adoptar una forma de colaboracionismo más o
menos forzado, aunque siempre aparecieron canónigos
a colaborar con las nuevas autoridades.

El año 1812 marca una tercera etapa en el


proceso de asentamiento del gobierno josefinista en
España y en el plan previsto de captación del clero
68 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

parroquial. Coincide además con la fase militar de


desgaste y de las grandes concepciones estratégicas 34,
así como con el afio del hambre de 1812 que obliga a
muchos a sucumbir ante el ofrecimiento de prebendas
o a morir heroicamente. No todos tenían madera de
héroes y ceden ante la tentación del cargo público
o del beneficio eclesiástico. Por eso, resulta muy
difícil clarificar la conducta de muchos tildados
de traidores : multitud de funcionarios, militares
y sacerdotes acatarán al nuevo rey y juran la nueva
legitimidad como único medio de subsistencia. En el
fondo fue más bien una forma de depuración política.
Por eso - como dice Juretschke -, esta tercera clase
de afrancesados es más de carácter sociológico que
político. Son ellos los que van a imprimir un profundo
cambio social en la España de aquellos convulsos
años 35. Amorós calcula el número de ellos en dos
millones, lo que vale tanto como ponderar la dificul­
tad en precisar la cantidad.

Fue bien notoria la política de atracción


del clero parroquial hacia la dinastía bonapartista 36.
Desde muy pronto se subió de los 300 ducados anuales
que venían ganando los curas de pueblo a 400 el sueldo
mínimo de todos los párrocos 37 , instándose después
a que se realizase urgentemente 38 , Se les concedió
además una participación en el producto de las bulas
para que dispusiesen libremente para fines caritativos
de sus respectivas parroquias 39 . Se prefirió a los
sacerdotes, antes que a los seglares, para ocupar
cargos de sacristanes y organistas 40 y se ordenó
sacar a concurso todos los beneficios vacantes para
colocar a los exregulares y a todos aquellos presbí­
teros sin beneficio alguno 4l .

En materia de diezmos es más claro el trato


de favor dispensado a los curas frente al clero cate­
dralicio : se ordenó que se respetasen las costumbres
diézmales que hubiese en cada localidad y se dictami­
nó que por ningún concepto se disminuyesen las cillas
con aquellas partes pertenencientes a las fábricas
parroquiales y a sus curas 42 } disponiéndose que los
diezmos llamados novales tuvieran como únicos partí­
cipes a los curas rurales frente sus émulos preten­
dientes los canónigos 43.

Esta predilección por el clero útil frente


a los puestos eclesiásticos meramente honoríficos y
trasnochados, parece que tuvo eco favorable entre al­
gunos curas : "Como S.M. - decía un clérigo de la curia
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 69

toledana - es tan liberal y gracioso, va encadenando suavemen­


te las relaciones personales con la utilidad común que hace
variar prodigiosamente las relaciones personales de muchas per­
sonas, y, si Dios se lo permite por algún tiempo, no hay duda
desarmará a muchos" 44.

No conocemos, ni tan siquiera estimativamen­


te, los efectos concretos de esta campaña. Sin duda
alguna, el análisis de toda la correspondencia privada
de los párrocos con la curia podría aportar alguna
precisión al respecto, pero parece que no debió encon­
trar mucho eco y resonancia en un clero parroquial
encarnado en la causa del pueblo.

La supresión del clero regular trató lle­


varse por cauces de prudencia y moderación. Se trata­
ba de una medida que, bien enfocada, podía hasta ser
bien vista por el mismo clero secular,cuyas rencillas
con los frailes eran bien conocidas y antiguas. Por
otra parte, la necesidad de reforma venia postulándose
por aquellos que pensaban con criterios prácticos pas­
torales y de utilidad pública. En ello coincidían
reformistas y liberales de Cádiz así como muchos obis­
pos que deseaban una sola jurisdicción ordinaria.

Llórente y otros consejeros, como Azanza,


eran partidarios de hacer una reforma paulatina con
el fin de no traumatizar a tantos afectados, y para
que la opinión pública no se volviese contra el go­
bierno. Los primeros decretos llevaban esta impronta
de la moderación, pero la reacción de los frailes que
comenzaron a fomentar la sedición, viéndose obligado
el Rey a decretar la supresión en el mes de agosto
de 1809, "no habiendo bastado - decía el decreto - todos los
miramientos que hemos tenido hasta ahora...', ni las promesas
sinceras que les hablamos hecho de dispensarles nuestra
protección y favor" 45. A partir de entonces se precipi­
tan los decretos sobre los regulares. Aun así, casi
toda la normativa trata de dar solución al grave pro­
blema de su colocación y dotación con objeto no sólo
de resolver su vertiente humana sino también para evi­
tar que muchos exregulares pasasen al lado de los
sublevados como guerrilleros al no encontrar fácil
acomodo en el siglo 46.

Lo primero que se hizo fue dar órdenes a


los intendentes de las provincias para habilitar a
los frailes y poder cobrar de este modo las pensio­
nes 47 . Se mandó que los curatos encomendados a con­
ventos suprimidos continuasen provisionalmente regidos
70 Leandro HIGUERUELA DEL PINO
por aquellos exregulares en calidad de párrocos 48 ,
y se dispuso que saliesen a concurso todos los bene­
ficios vacantes, admitiéndose en ellos obligatoriamen­
te a todos los exregulares 49, agregándose, finalmente,
a la jurisdicción ordinaria todas las parroquias y
pueblos que habían pertenecido antes al clero regu­
lar 50.

Desde el punto de vista dotacional se señaló


una pensión de 6 000 reales anuales a los exregulares
que habían tenido altos cargos en los conventos su­
primidos 51 , y 200 ducados anuales al resto de los
que habían sido sus subordinados 52.

Esta cantidad tan exigua para un simple


fraile, estimada entonces de insuficiente para un
párroco, estaba dictada realmente por la escasez de
recursos económicos del Estado, no por mala voluntad
en los responsables del Ministerio de Negocios Ecle­
siásticos Aun así no se podrán hacer efectivas las
míseras pensiones y el Ministerio irá reiterando sus
promesas a la vez que instó a los obispos para que
recibiesen a los frailes en los puestos vacantes que
existían en las diócesis o esperando que se fuesen
acomodando, como de hecho sucedió, en oficios como
maestros de primeras letras, organistas y sacristanes,
así como administradores de fincas.

En octubre de l8ll, ante la persistencia


del problema, el duque de Santafé, ministro de Nego­
cios Eclesiásticos, recomendaba al rey José, como
providencia política para evitar que los frailes no
colocados siguiesen colaborando con los enemigos y
atraerse a los indecisos, proveer con ellos los bene­
ficios y préstamos vacantes que ocultaban los obis­
pos 53.

A juzgar por el informe del propio ministro,


al año siguiente, las medidas tuvieron excelentes
resultados, sobre todo en Andalucía, donde el peligro
de subversión fue constante 54.

En Toledo, el concurso parroquial de l8ll


se celebró con la participación de 20 frailes. Tanto
ellos como los pocos eclesiásticos del clero secular
que tomaron parte, fueron aprobados sin dificultad,
tras de unas pruebas tan sencillas que se redujeron
a cumplir el trámite ordenado por el Ministerio. Los
frailes admitidos - como señalaremos después- fueron
consecuentes con sus benefactores políticos.
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 71
Al clero alto se le ofrecieron mayores opor­
tunidades de poder demostrar su fidelidad y agrade­
cimiento al nuevo rey : por un decreto de 4 de octubre
de 1809 se mandaba que los exregulares fueran
admitidos a los concursos de curatos, pero también
a canongías, beneficios y otras piezas eclesiásti­
cas 55 , y el 29 de noviembre se reiteraba "que no fuese
obstáculo canónico para obtener estas prebendas el hecho de
haber sido individuo de alguna de las órdenes regulares" 56.
En febrero de 1811 se declaraban vitalicios
los destinos que sirviesen los exregulares 57 y se
recordaba la obligación de prestar juramento al rey 58,
a la vez que se suspendía el uso del derecho que
tenían los ordinarios diocesanos, varios cuerpos ecle­
siásticos y particulares de proveer piezas eclesiás­
ticas 59 , haciéndose así el Ministerio dispensador
absoluto de todos los beneficios y gracias eclesiás­
ticas .
En Toledo, la diócesis primada, se cumplie­
ron rigurosamente tales normas, y para demostrar el
acatamiento al rey, se concedieron beneficios catedra­
licios, tanto a miembros del clero secular afecto al
gobierno, como a exregulares recomendados por los
políticos madrileños. He aquí exactamente sus nombres:
Don Dámaso Bernárdez Fobia, ex-franciscano, canónigo
electo de Tudela, para capellán de Reyes Nuevos ;
don Juan Domínguez y Torres, para capellán de Reyes
Nuevos, vacante por fallecimiento de don Bartolomé
de Carias ; don Nicolás Vicente de Ezterripa, para
dignidad, vacante por privación de don Alonso Cañado
Vigil ; don Manuel Tofiño, exregular, para capellán
dé Reyes Nuevos, vacante por destitución de don Juan
Francisco Alonso y Gándara ; don Antonio Mendizabal,
canónigo de Calahorra, para canónigo de Toledo, vacan­
te por privación de don Ramón Sancho Mareca 60 .
Tantas fueron las vacantas cubiertas, que don Diego
de la Torre, canónigo desposeido de su prebenda por
haberla abandonado, pedía al cardenal que el menos
el gobierno nacional declarase nulos tales nombramien­
tos para consuelo de muchos que, como él, se sentían
postergados, y porque los propios beneficiados por
el rey José, "se ríen de nosotros y hacen muchos prosélitos,
viendo que los franceses los destinan" 6l.

En otros cabildos españoles la conducta


política fue muy parecida a la observada en Toledo.
Asi lo señalaba el mismo Ministerio, indicando, además
de Toledo, los de Burgos, Zaragoza, Santander, Pamplo­
na, Avila, Valladolid, León y Málaga, añadiendo que
72 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

se realizaron con la colación canónica debida de sus


respectivos prelados diocesanos que no expusieron
reparo en conferírsela ni los agraciados en recibir­
la 62.

También las destituciones y nuevos nombra­


mientos afectaron a las más altas dignidades eclesiás­
ticas como eran los obispos. Por el decreto de 1° de
mayo de 1810 se firmaba un decreto por el que "se des­
tituían de sus cargos a todos los ausentes de sus dignidades,
prebendas y beneficios, secuestrándose sus rentas y bienes en
beneficio del tesoro público" ; y por decreto del 13 de
junio se proveían los arzobispados de Toledo y Sevilla
y los obispados de Málaga, Huesca, Osma, Zamora, Cala­
horra y Astorga, vacantes cuatro de ellos por igual
destitución 63, Los nuevos nombramientos eran los
siguientes : don Francisco de la Cuerda, obispo de
Málaga, para el arzobispado de Toledo ; don Manuel
Cayetano Mufíoz y Benavente, obispo auxiliar de Sevilla
como obispo de Málaga ; el padre Miguel de Santander,
obispo de Huesca, para el arzobispado de Sevilla ;
don Manuel Ma. Trujillo y Jurado, obispo y abad mitra­
do de Alcalá la Real, para el obispado de Huesca ;
don Félix Amat, arzobispo titular de Palmira y abad
de San Ildefonso de la Granja, para el obispado de
Osma ; don Alfonso Aguado y Jaraba, obispo auxiliar
de Toledo, para el de Calahorra ; don Atanasio Puyal
y Poveda, obispo auxiliar de Toledo con residencia
en Madrid, para el obispado de Astorga ; y don Diego
López de Gordoa, doctoral de Córdoba, para el de Za­
mora .

Una exposición del Ministerio, tal vez


redactada por Llórente, analiza los términos y el sen­
tido de los anteriores decretos así como el impacto
que produjó en los afectados. Según este memorial,
el decreto de 1° de mayo sobre destitución de obispos
estaba redactado en términos de apercibimiento,
"dándoles en esto una prueba de benignidad", ya que se les
concedía a los interesados veinte días para reinte­
grarse a sus puestos. "Fue tal la indulgencia de V.M., que
no procedió inmediatamente después de este término de reemplazar
en sus destinos a los que no habiendo querido aprovecharse de
esta gracia, se hicieron indignos de permanecer en el goce de
ellos, y sólo por decretos sucesivos y por noticias sucesivas
de desafectos a V.M. se fue destituyendo a varios de los sujetos
incurridos en aquella pena y poniendo en su lugar a otros. De
este mismo modo obró V.M. respecto de los eclesiásticos de las
Andalucías cuando las conquistó a par que con sus armas vence­
doras, con sus prendas y virtudes, concediéndoles por su real
decreto de 2 de febrero (de 1810) a todos sus habitantes y aún
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 73
a los autores y agentes de las turbulencias que las habían agi­
tado, una plena amnistía y olvido de todo lo pasado, prestando
el correspondiente juramento de fidelidad y obediencia".'

A pesar de todo, el Ministerio señalaba que


"muchos eclesiásticos, y particularmente los del cabildo de Se­
villa, fugándose a pueblos enemigos, no quisieron aprovecharse
de esta gracia y perdón".

En efecto, el cabildo hispalense se opuso


rotundamente a los dos decretos. El Comisario Regio,
de acuerdo con el Mariscal Duque de Dalmacia arrestó
y condujo a la fortaleza de Jaén a cuatro canónigos
promotores de la sedición y multó al capítulo de la
catedral por su desobediencia con dos millones de rea­
les aplicados a los gastos de la guerra.

El 4 de julio, los representantes del cabil­


do contestaron a Madrid diciendo "que nada les quedaba ya
que hacer en ejecución de lo dispuesto en ellos por V.M., pero
afirmando al mismo tiempo con terminantes palabras que mientras
no precediese juicio y desposeimiento legítimo, que es sin duda
el canónico y eclesiástico, no podian reputar, salva su concien­
cia, por verdaderas vacantes, ni la administración del arzobis­
pado, ni los demás oficios y beneficios, aunque menores, de los
ausentes ; ni reconocen por sucesores ni por poseedores legales
a los que por una puerta tan desconocida en la Iglesia, entraren
a disfrutarlos".

El máximo afectado por esta destitución era


el cardenal Borbón, que ostentaba, junto al cargo de
arzobispo de Toledo, el título de administrador de
Sevilla, oficio que ejercía a través de un coadminis­
trador de la diócesis.

Similar a la respuesta del cabildo sevilla­


no - según el memorial citado - fueron las que envia­
ron los obispos designados para la sede de Toledo,
Astorga, Málaga y el obispo auxiliar de Toledo resi­
dente en Madrid, don Atanasio Puyal, "insistiendo fuerte­
mente en que no podía proveerse una silla cuando no había muerto
su poseedor, y que el conocimiento de las causas de éstos y su
destitución pertenecía exclusivamente a la Iglesia según todos
los cánones, sin cuya circunstancia deberían mirarse como
verdaderos usurpadores los que entrasen a ocupar sus sillas. "

El Ministerio les contestó haciéndoles ver


"que no habían entendido el espíritu de dichos decretos",
y que eran "inoportunas las doctrinas que alegaban", reiterán­
doles la doctrina regalista tantas veces confesada,
y que coincidía con los liberales gaditanos en este
74 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

punto : que la Iglesia sólo tenía jurisdicción espi­


ritual. Por tanto, "las destituciones en cuestión estaban
muy ledos de ser, cual ellos suponían unas degradaciones canó­
nicas...-, sino una privación o suspensión del uso de sus facul­
tades" 64.

Monseñor de la Cuerda, propuesto para el


arzobispado de Toledo, respondió alegando razones de
salud para rechazar el cargo, y el obispo auxiliar,
don Atanasio Puyal contestó exponiendo también las
mismas causas ("la débil constitución de mi cabeza y estómago")
pero confesando paladinamente a la vez su desacuerdo
doctrinal 65.

Esta conducta y explicación del cabildo de


Sevilla, del obispo de Málaga, doctor de la Cuerda
y del auxiliar de Madrid, doctor Puyal, ofrecían un
extraño contraste - señalaba el Ministerio - con la
del arzobispo electo de Sevilla, Miguel de Santander,
y los obispos de Calahorra, Alfonso Aguado y Jaraba,
y de Osma, don Félix Amat, asi como los cabildos de
Toledo y Calahorra, "pues ni los primeros tuvieron reparo
en aceptar lisa y llanamente el gobierno de sus diócesis, ni
los segundos hallaron dudas que oponer a tales nombramientos.
Y a la verdad que es muy extraño que siendo unos y otros de
ilustración y ciencia, y muy docto y versado alguno de ellos
en la historia eclesiástica, como es notorio al público, no
viesen en los hechos que presentan aquellos otros, y hallasen
en las doctrinas que alegan, esa contradicción y repugnancia
tan manifiesta, según dicen, con los cánones y disposiciones
de la Iglesia, y esa usurpación o entremetimiento en las facul­
tades de ésta que tanto exageran y lamentan".-

Los funcionarios madrileños agotaron todos


los recursos que les dictó la prudencia para conven­
cerlos, pues no se les escapaba "que el negocio era grave",
pues el poder de convocatoria que tenían los reniten­
tes era grande entre el pueblo, especialmente el ca­
bildo sevillano que podía recurrir a los párrocos de
tan amplio arzobispado para soliviantar a los fieles
y "amedrantar las conciencias con los clamores de cisma y
trastorno de la religión, y que con su ejemplo entrasen en
escrúpulos algunos de los que se hallan en casos semejantes,
y que hasta ahora no los han tenido" 66.

La conducta del cabildo de Toledo era bien


distinta al de Sevilla. Los canónigos de la diócesis
primada no se opusieron ideológicamente a la doctrina
emanada del Ministerio. Así lo hacía constar este or­
ganismo en el memorial antes aludido. Pero en su con­
ducta ambigüa, de "jugar a dos barajas", no se libraron
tampoco de haber coqueteado con el gobierno madrileño
muchos de sus capitulares.
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 75
Al negarse D. Francisco de la Cuerda, como
hemos señalado, a ocupar la sede toledana, fue desi­
gnado como gobernador eclesiástico de la diócesis,
don Gabriel Hevia y Noriega 67 , hombre capacitado y
prudente, pero su indecisión política y el hecho de
haber aceptado el nombramiento, hizo que no encontrase
una colaboración entusiasmada por parte de los curia­
les y vicarios de partido. Su administración duró
desde el 18 de febrero al 14 de agosto de 1812. El
día 15, que coincidía con la festividad de la Asun­
ción, patrona de la ciudad, era liberada la propia
Toledo 68.

Cuando Borbón, residente en Cádiz, se enteró


de esta noticia, se apresuro' a renovar los poderes
al cabildo y las facultades extraordinarias a los
vicarios generales de los pueblos libres, a la vez
que designaba como gobernador al obispo auxiliar don
Atanasio Puyal, y como sustituto, al canónigo lectoral
don Juan de Cavia.

El cabildo, que desconocía esta rápida reso-


lucio'n del arzobispo, se reunid el 30 de agosto para
designar por su cuenta, como gobernadores a don Tomás
Fuertes y a don José Ibañez, hombres que, segiín los
capitulares más prudentes, podían ser del agrado del
prelado. Al dar cuenta el cabildo de esta decisión
a Cádiz, donde estaba el cardenal, creyendo que de
este modo podxan reparar los agravios anteriores hacia
su arzobispo, éste contestaba que ya se había provis­
to el gobierno de la diócesis con nuevos nombramien­
tos, refrendados además por la Regencia.

Esta situación iba a resultar bien provi­


sional y precaria, porque el día 11 de diciembre de
este mismo afío volvía a ser tomada la ciudad por el
ejército enemigo. El Ministerio se apresuraba el día
24 a pedir al cabildo de la catedral una relación
detallada de todas las novedades ocurridas en la dió­
cesis desde el día 10 de agosto. Se interesaba
especialmente por los individuos que habían ostentado
cargos tanto por orden del cardenal como del gobierno
de José I ; si las vicarias seguían estando al frente
de los mismos eclesiásticos ; cual era la situación
de los exregulazres y la de los clérigos nombrados
por el Ministerio, así como el número de los que se
hubiesen ausentado de sus destinos desde el día 1 de
noviembre de ese mismo afío.
76 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

La respuesta del cabildo distaba ahora muy


mucho de aquel servilismo utilizado en la época ante­
rior. A partir de enero de 1813, las autoridades
josefinistas comenzaron a observar el distanciamiento
progresivo de todos los eclesiásticos toledanos
constituidos en autoridad. El clero parroquial y los
fieles dejaron de reconocer facultades al cabildo y
consideraron como único y auténtico representante al
obispo auxiliar, doctor Puyal.

El propio cabildo, ante las reiteradas con­


sultas y órdenes que enviaba el Ministerio, respondía
con evasivas y dilaciones, y si se trató algún punto
de importancia, contestó que fuese el rey quien se
entendiese directamente con el cardenal o con su
delegado el obispo auxiliar, pues "si en uso de su
regalía, tiene derecho para investigar los cánones que ofenden
a los intereses de su reino, tiene sobradamente discreción para
conocer que un decreto sobre sede vacante, que puede conmover
a los pueblos, hacer dudosos los actos más serios de la religión
católica, censurar agria y sacrilegamente la doctrina y juris­
dicción de los pastores, no debe correr ni ejercutarse por
igualdad de razón. No hay legislador que no tenga buena inten­
ción en favor de sus súbditos cuando expida una ley, pero si
la experiencia, que es el verdadero norte de todos los gobiernos,
acredita lo contrario, y así, no nos atrevemos a ejercer el go­
bierno por las razones expuestas" 69.

Por primera vez, desde que comenzó la guerra,


el cabildo toledano dejaba de "jugar a dos barajas", a res­
ponder con entereza y a dejar su inclinación a la nue­
va legitimidad. El rumbo de los acontecimientos béli­
cos obligó a tomar esta determinación. Las noticias
de la entereza demostrada por el cabildo de Sevilla
debió llenarles de vergüenza. No era poco desde luego,
el haber sabido rectificar a tiempo que sería también
un punto a su favor cuando llegase la hora de rendir
cuentas a su prelado 70.

VI - IDEOLOGÍA Y PRAXIS DE LOS ECLESIÁSTICOS AFRANCE­


SADOS

Ya antes de la ocupación el grupo afrancesa­


do de O'Farril, Azanza y Urquijo compartían la idea
napoleónica de la necesidad de hacer una profunda
reforma en España en el sentido liberal. El propio
Urquijo imaginaba a España como un viejo edificio gó­
tico, compuesto de remiendos, lleno de fueros,
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 77
privilegios y legislaciones particulares.

El carácter de provisionalidad del nuevo


régimen a causa de la guerra hizo imposible confeccio­
nar un programa coherente y completo de reformas. No
obstante, las leyes y decretos que se alumbran ofre­
cen las tendencias y lineas de fuerza ideólógica que
las guiaban y conducían.

Las fuentes para aproximarnos a este


ideavium son principalmente jurídicas, destacando,
en primer lugar, los tres tomos del Prontuario de las
leyes y decretos del rey nuestro señor don José Napo­
león I desde el alio de 18O8, Madrid, 1810-1812.

Un segundo bloque de legislación lo consti­


tuye la Gaceta de Madrid, sobre todo a partir de 1810,
asi como la Gaceta de Sevilla, y algunos periódicos
colaboracionistas de aquellos años que reproducen
decretos circulares, pastorales y sermones.

Un tercer grupo de material disperso está


también esparcido en la conocida Colección documental
del fraile 71 , así como en el Archivo General de Si­
mancas 72 y el Archivo Diocesano de Toledo 73.

Pero aproximarse al pensamiento del clero


afrancesado obliga también a analizar sus escritos
y estudiar su trayectoria política y vital. Los tra­
bajos monográficos al respecto son escasos 74 . Urge
por lo tanto la aparicidn de obras tan excelentes como
la dedicada por G. Dufour al famoso clérigo afrance­
sado Llórente 75. No obstante, el estado actual de
la investigación nos permite esbozar el siguiente
esquema ¡

a. La legitimación teológica de la monarquía bonapar-


tista

No resultó fácil a los teólogos josefinistas


improvisar una teoría teológica de la nueva dinastía
cuando ésta carecía del derecho sucesorio y de la
aceptación popular. El ónico recurso era remitir a
la voluntad divina la justificación del trono bona-
partista.

El primero en esforzarse por demostrar la


legitimación del poder de José Napoleón Bonaparte como
nuevo rey de España, fué el Excmo. Dr. D. Félix Amat,
arzobispo titular de Palmira y abad de S. Ildefonso
de la Granja, quien escribió una carta pastoral el
78 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

3 de junio de 1808, que se publicó en la Gaceta de


Madrid el 17 del mismo mes. En ella hacia gala de sus
conocimientos históricos, como profesor de Historia
de la Iglesia que había sido. Dentro de la concepción
providencialista de la Historia, tan en boga entonces,
e independientemente de las circunstancias que rodea­
ron la invasión, aludía, el doctor Amat, a los cambios
cíclicos del proceso histórico, y como es "Dios quien da
y quita los reinos y los imperios, y quien transfiere de una
persona a otra persona, de una familia a otra familia, y de una
nación a otra nación o pueblo". Refiriéndose claramente
a la nueva dinastía introducida en España, decía :
En todas mutaciones "no suele valerse Dios de milagros, sino
del ordinario curso de las cosas humanas, dejando que se vayan
debilitando las fuerzas y poder de otros ; porque siempre son
efectos de la divina providencia los que los hombres llaman
desgracia o fortunas, acaso o casualidades Reiterando el pre­
cepto de obedecer a la autoridad constituida, con­
cluía : "Desechemos, pues, con el mayor horror toda especie
que pueda dirigirse a la insubordinación. Dios es quien, por
sus inescrutables juicios, permitió la desgraciada división
entre padres e hijos de nuestra real familia, que con tan
horrendo escándalo se hizo a saber a todos los pueblos de España
en los últimos dias del octubre inmediato".-

Pero tales consideraciones no eran sino un


modo resignado de aceptar lo irremediable y por tanto
de invitar a todos a una sumisión ciega. Lineas des­
pués expresaba así su más ferverosa loa a Napoleón
e invitaba a una aceptación de los hechos consumados
queridos por la divina providencia : "Dios es quien ha
dado al gran Napoleón el singular talento y fuerza que le
constituye el árbitro de la Europa. Dios es quien ha puesto en
sus manos los destinos de la España. Adoremos, repito, con el
más profundo rendimiento estas disposiciones de la Providencia
infinitamente sabia y poderosa de aquel Dios que, como dice el
profeta, es el que tranfiere las coronas y da constitución o
fundamento firme a los reinos" 76.

Evidentemente - como apunta Revuelta - esta


concepción agustiniana de la historia que aplica aquí
el obispo Amat, contenía varios equívocos, ya que la
afirmación clásica de Dios como origen y fuente del
poder es interpretada por los afrancesados sin repa­
rar en la comunidad como receptáculo de la soberanía.
Apelan a la voluntad y providencia de Dios y eluden
la libre voluntad del pueblo. Si no es la voluntad
del pueblo quien puede servir de guía para interpretar
la voluntad de Dios, tendrá que recurrir al curso de
los acontecimientos 77.
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 79
El canónigo Llórente se reducía a justificar
con razones históricas de congruencia la aceptación
de la nueva monarquía, en el folleto titulado, Obser­
vaciones sobre las dinastías de España, donde trata
de demostrar que si todas las familias reinantes de
España, sin excepción, provenían de Francia, era
normal que fuera ahora reemplazada por otra francesa
como la de Bonaparte 78.

El P. Estala, por su parte, se esforzó por


ver - en un extenso artículo, publicado en El Impar-
cial - la relación existente entre la Constitución
de Bayona y las cortes medievales, presentándola como
la culminación de un largo proceso de la Historia
nacional 79.

Un canónigo de Tarragona insiste, como Amat,


en remitir a la divina providencia la significación
política de la monarquía josefina : "Dios, cuyos juicios
son inescrutables, dispone de los soberanos a su antojo". Otros
advierten que el nuevo rey, respectuoso con la reli­
gión, hara reinar la justicia "para que se mantenga en to­
dos los ramos la debida sujeción y buen orden, que son funda­
mento de la verdadera prosperidad y paz".

El lectoral de Sevilla, Nicolás Maestre,


abundando en la misma idea, comparaba además los ava-
tares y vicisitudes de la política (concreción de la
voluntad de Dios) al cumplimiento inexorable de las
leyes de la naturaleza, que están "tan sabiamente ordena­
dos en sus decretos como los periodos de los astros y la regula­
ridad de las estaciones y de los tiempos" 80.

Este fatalismo teológico de los clérigos


aduladores de José I les conducía a ver reflejadas
a posteriori, en las victorias militares francesas,
"la justicia y la fuerza". En este sentido, el ejército y
sus soldados serían "ministros de esta misma justicia que
no ejecutan sino precisamente lo que Dios ha ordenado" 8l.

De aquí a la mitologización de la persona


de José I hay sólo un paso. Sobre su persona, en efec­
to, se acumulan toda clase de cualidades que tratan
de contrarrestar los vituperios que lanzan sus enemi­
gos.

Si Napoleón es considerado como un restaurador y puri-


ficador de la Iglesia en Francia, Italia y Polonia 82
su hermano será llamado protector de la Iglesia y re­
novador del culto católico. El magistral de la catedral
80 Leandro HXGUERUELA DEL PINO

de Jaén llegará al extremo de ensalzarle en términos


del más súbido régimen teocrático : "Estd constituido en­
tre nosotros y el Ser Supremo para ser instrumento de su provi­
dencia, el ministro de la justicia y el poder de sus gracias ;
su poder es una participación del poder de Dios. Su Majestad
es una imagen de la majestad divina" 83.

Un exregular, Manuel Ma. Tofiffo, fué encar­


gado por Azanza para dirigir una campaña de propagan­
da en favor del régimen y más concretamente del rey,
por tierras de Extremadura. Al final de su memorial
hacia el referido fraile un elogio altisonante de José
I y de las ideas que había procurado infundir por los
pueblos que había recorrido acompañando también a las
tropas imperiales : "Les hacia presente - decía - que el
rey procuraría remediar sus males, y providenciaría medios de
subsistir pacífica y abundantemente, dándoles tierras en que
pudieran emplear sus brazos, y levantándoles los obstáculos de
su felicidad, que la avaricia, ambición y egoísmo habían im­
puesto".-
Terminaba su memorial, más que una exposición
desapasionada de los hechos, con una confesión indi­
recta de su inquebrantable adhesión personal al rey,
que le valdría poco después la concesión de un bene­
ficio en la capilla de Reyes Nuevos de la catedral
de Toledo : "Los extremeños, - decía - aman al monarca por
las ideas que se han dado de su beneficencia, de su dulzura,
de su moderación y de su interés por todos los pueblos, y han
sido algunos tan justos, que en medio de los peligros mayores
han desimpresionado al pueblo de las falsas ideas que la mali­
gnidad y la envidia le habían dado contra el rey, y le han ase­
gurado las cualidades que le honran y hacen digno de nuestro
respeto. Por mi parte he trabajado en fortificarles en esta
idea, en establecer entre ellos y el rey, el amor ; en persua­
dirles que la paz será el término de I03 trabajos que experimen­
tan, y que la Constitución y las leyes conformes a ella, les
librará de muchas vejaciones que padecían ; y afianzarán su
reposo, su libertad civil, su bienestar y el de sus venido-
res " 84.

Estos tópicos están presentes en otras pas­


torales y sermones asx como en toda clase de escri­
tos y pamfletos que se redactan para captar la
simpatía del clero del pueblo al nuevo monarca :
regeneración espiritual moral y material del país ;
esplendor del culto, educación para todos, respeto
a la propiedad privada, seguridad pública y piedad
ilustrada. Se imponía pues, como lógico corolario,
una aceptación, una obediencia externa e interna a
un rey tal, dado por Dios.
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 81

b. El concepto de la guerra : Lucha civil o confron­


tación religiosa

La guerra - como ha precisado Palacio Atard


se debió en definitiva a la iniciativa de Napoleón
de invadir la Península y a la voluntad española de
resistirla. Pero es evidente que poco después de ini­
ciada la contienda fue racionalizada por |ina y otra
parte. En efecto, la minoría pensante, fuese afrance­
sada o patriota consideró una locura oponerse al ven­
cedor de Europa, por eso, el levantamiento del 2 de
mayo madrileño fue interpretado como un suicidio, tal
y como fue confirmado por las represalias que siguie­
ron .
Aun así, la reacción del pueblo se mantiene
en la linea sentimental y romántica de los primeros
momentos. El historiador de aquella epopeya, Conde
de Toreno, repite expresiones que definen perfectamen­
te este carácter visceral e irracional del enfrenta­
miento, al reiterar y subrayar la "cólera y rabia" de los
insurrectos ; "las provincias conmovidas y enfurecidas" ;
los habitantes "arrebatados de fuego patrio". Este raudal
de impresiones fuertes, de reacciones instintivas,
impide - según afirma Aymes - que liberales, afrance­
sados y generales del Imperio analicen rigurosemente
la situación 85.

Muy pronto el sentimiento religioso va a


ser incorporado a esta exaltación patriótica e instru-
mentalizado por el clero conservador que era mayorita-
rio, y que orientó la lucha por derroteros típicamente
de cruzada.

Sin embargo, fundamentalmente será una


guerra de liberación o independencia que - como señala
Jover - será "una reacción de lo específico y particular de
cada pueblo y de cada cultura nacional, frente a cuanto de impo­
sición de un molde clásico, uniforme, hubo en el imperio napo­
leónico. El valor ético radica en el hecho de ser manifestación
espontánea de la decisión de un pueblo de afirmar, aún a costa
de grandes sacrificios, un derecho natural : el derecho de cada
pueblo a rechazar, incluso por la fuerza una dominación extran­
jera, impuesta por la fuerza y encaminada a cambiar, sin
consentimiento de los naturales, la constitución del país" 86 ,

Esta era la valoración que hacía don Antonio


de Capmany en el escrito titulado Gentinela contra
los franceses, publicado en 1808 : "Con esta guerra terri­
ble pero saludable, instrumento para nuestra eterna prosperidad,
no nos inocularán más el impío filosofismo y la corrupción de
82 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

costumbres de sus venenosos libros, que tanto daño han hecho


en la juventud, transformando a hombres y mujeres en arrendajos
¿Le su lenguaje, ideas y fingida moralidad teatral ; porque, en­
tre los franceses, todo es farsa empezando por la virtud. La
gente que llamamos culta y literaria, todos eran hijos de España,
pero gran parte tenían su corazón en Francia, es decir, que,
enamorados de sus libros, estaban casados con los autores ; y
de este casamiento, ¿ cómo podrán salir ciudadanos defensores
de la patria que nunca amararon ? Con esta guerra volvere­
mos a ser españoles rancios, a pesar de la insensata currutaque-
ria, esto es, volveremos a ser valientes, formales y graves.
Tendremos patria, la amaremos y defenderemos sin necesidad que
nos proteja el protector ¿Le la esclava Confederación del Rhin.-
Tendremos costumbres nuestras, aquellas que nos hicieron incon­
quistables a las armas y a la política extranjera.- Cantaremos
nuestras jácaras, bailaremos nuestras danzas, vestiremos nuestro
antiguo traje. Los que se llaman caballeros, montarán nobles
caballos, en vez de tocar el fortepiano y de representar caseros
dramas sentimentales apestando a francés. Volveremos a hablar
la castiza lengua de nuestros abuelos, que andaba mendigando
ya, en medio de tanta riqueza, remiendos de jerga galicana...
Con esta guerra limpiaremos la Guia de forasteros de los nom­
bres asquerosos de las familias reinantes napoleónicas y de sus
satélites armados. Recobraremos la libertad de publicar la
Gaceta de nuestra Corte, toda de nuestra cosecha o elección,
y no dictada al beneplácito de los embajadores de Francia...-
Esta dura dependencia, por no decir servidumbre, ha tenido que
sufrir algunos años nuestro gobierno, obligado a mantener enga­
ñada y alucinada la nación, ignorante del estado político de
la Europa y de la verdad de los hechos que desfiguraban, y de
los que ocultaban los papeles públicos de Francia, que sólo de­
cían lo que su ministerio les mandaba, o les permitía decir.. .-
¡ Qué horrorosa perspectiva se presentaba a mi imaginación,
cuando, para acrecentar más mis temores, veía entrar legiones
de demonios o franceses, a comemos nuestro pan" 87.

El texto precedente se inscribe dentro de


la amplia polémica en torno al tan debatido tema cono­
cido como el problema español 88 . ge establece aquí
la contraposicióndecasticismo , idiosincrasia o ca­
rácter nacional español y defensa de los valores
tradicionales y autóctonos frente a la volubilidad
de la moda venida de Francia, de una cultura foránea
impuesta y el peligro del "impío filosofismo" 89. Para
Capmany, la política internacional de alianzas con
Francia por medio de los llamados Pactos de Familia,
no hizo sino contribuir al incremento de la difusión
de las ideas revolucionarias y facilitar el Tratado
de Fontainebleau y a propiciar la invasión. Fue, en
definitiva favorecer la oposición entre godoyistas
y fernandistas y el binomio conservadores frente a
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 83
novadores, concebida esta dialéctica por algunos ecle­
siásticos como una verdadera cruzada religiosa contra
la impiedad que deja también traslucirse en el pensa­
miento de Capmany 90 . La instrumentalizacidn de lo
religioso se hace a partir de l808 un resorte de efi­
cacia decisiva.

El clero, que era el primero en estar con­


vencido en el carácter religioso de la guerra, fue
el gran mentalizador del pueblo y el creador de una
verdadera teología de la guerra91.

En este clima de tensión patriótica y reli­


giosa se sacraliza la guerra utilizando la Biblia y
aplicando sus textos, a veces forzados, para justifi­
carla . El mismo concepto de cruzada que ahora se
vincula a esta guerra toma pronto carácter definito-
rio 92,

El 6 de junio de l8O8, la Suprema Junta de


España e Indias lanzaba un bando a los españoles en
el que claramente se apuntaba ya el cariz teológico
que debía revestir la lucha : "Vamos a luchar - decía -
en defensa de la patria y de la religión ; y nuestros actos
deben mostrar que somos buenos españoles y cristianos. Esta Jun­
ta, por tanto, impulsa a los ejércitos, las ciudades y las per­
sonas de todas las clases, a mejorar sus costumbres a ser
modestos y a dedicarse a apaciguar la justa ira de Dios a través
de la virtud y de la oración incesante" 93 .

El gran predicador de la cruzada fue pre­


cisamente Fray Félix Antonio de Anaya, mercedario cal­
zado, profesor de filosofía en el convento que tenía
la Orden en Toledo, de donde huyó al entrar el ejérci­
to francés, uniéndose a las tropas nacionales de
Extremadura en el puente de Almaraz : "No se avergüenza
el suplicante - decía a la Junta de Extremadura - de ha­
ber tomado las armas, ni estar dispuesto a tomarlas, aunque es
sacerdote, siendo cierto que se puede y debe en guerra de reli­
gión y de independencia" 94.

En carta a don Francisco María Riesco, del


9 de febrero de 1809, indicaba el fervor religioso
y patriótico que había logrado infundir en otros sa­
cerdotes que se ofrecieron a alistarse a sus órdenes.
Poco después, la Junta de Badajoz respaldaba y hacía
suya esta iniciativa de los combatientes eclesiásticos,
llegando a precisarse el distintivo que habían de
llevar estos nuevos cruzados 95.
84 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

Otro cuerpo de ejército, además del citado,


fue el llamado Cruzada sacro-militar, según el regla­
mento formado por Fray Antonio de Dios, sacerdote
predicador del arzobispado de Toledo, como él mismo
pomposamente se titulaba. Entre otros requisitos y
condiciones, este "cuerpo" se compondría de volunta­
rios eclesiásticos regulares y seculares "no admitiéndo­
se a los que tuvieran una moralidad sospechosa. Habrían de lle­
var, como distintivo, el correspondiente estandarte y la cruz
roja en el pecho" 96.

Pero si tal fue el juicio y la conducta


del clero español en la guerra, no faltaron eclesiás­
ticos, como fueron los afrancesados y colaboracionis­
tas, que van a idear una teoría de la contienda que
pretende ser la réplica de la guerra teoldgica elabo­
rada por el bando nacional. Asimismo van a organizar
una camparía pacifista que pretende hacer frente a la
cruzada organizada por el clero patriota utilizando
la misma o parecida metodología.

En efecto, los afrancesados contemplaron


la confrontación bélica como una guerra estrictamente
política y como tal se procura airear ante la opinidn
pública. El propio Jovellanos la llama "guerra civil ine­
vitable" y señala el carácter romántico que alumbra
y mantiene. "La nación - decía - se ha declarado generalmente
y se ha declarado con una energía igual al horror que concibió
al verse tan cruelmente engañada y escarnecida. El desorden mis­
mo que reina en sus primeros pasos es la mejor prueba del furor
que los incita. Hacerla retroceder ya no es posible ni lo con­
sentirían los que, saliendo al frente, han autorizado los pri­
meros movimientos de las provincias. Dirá. Vm. - señalaba a Ma-
zarredo - que corren a su ruina, y así lo creo ; pero esta
consideración, ¿ de qué vale cuando no es la luz de la reflexión
que la guía, sino el ímpetu del sentimiento el que mueve y
arrebata ? Por eso dije a Vm. y lo repito que la guerra civil
era inevitable" 97. Lo mismo opinaría Reinoso, cuando
decía : "Saben todos que el pueblo que su resolución nació mds
bien de un sentimiento que de un cálculo" 98.

Pero serán los afrancesados, tanto clérigos


como laicos, quienes pongan todo su empeño en despo­
jar a la guerra del factor religioso y reducirla a
una simple contienda civil y política. Así, Llórente
será bien explícito al precisar que un bando era ayu­
dado p'or Francia, el otro lo fue por Inglaterra ;
añadiendo que si venciese Inglaterra faltaría saber
si su comportamiento con España sería como el de Fran­
cia, culpando además de esta guerra a las clases
poderosas de la nación (aristocracia, clero regular,
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 85

una parte del clero secular y los grandes propieta­


rios) los que explotaron al pueblo 99.

También el obispo de Gerona, D. Juan Agapito


Ramírez de Arellano quien, a pesar de soportar el
asedio de su capital, o tal vez por eso, aceptó cola­
borar con el gobierno madrileño después de la rendi­
ción, en sus cartas pastorales negaraf que la guerra
tenga carácter religioso 100.

El interés del gobierno bonapartista por


propagar esta idea de lucha estrictamente fratricida
se concretó en panfletos, artículos de prensa y
folletos.
A esta clase de literatura pertenece una
Carta teológico-dogmática sobre la licitud de la
guerra , aiín de religión al tenor del Evangelio en
cierto caso ; en la que se demuestra, no ser de esta
clase la presente de los españoles, por R.L.101 . El
autor que se escondía detrás de esas siglas era un
canónigo sevillano, pues, como se afirma en el sub­
título, se trata de una "impugnación a la respuesta de un
cura de Sevilla a la consulta de un regular insurgente", y tan­
to una como otra debieron circular impresas 102.

Comienza la carta afirmando que "las preocupa­


ciones 'no se disipan inculcando falsos principios ; ni la obsti­
nación se vence ófusaando la verdad.- Esta luz a que todo hombre
cede, ha. podido perder su influencia por la densa nube que la
ignorancia y la parcialidad han interpuesto.- Se ha inspirado
desconfianza ; y ni la adulación ni las máximas exageradas son
capaces de desvanecer esta nube ; obstáculo a la impresión que
sobre todo ser que piensa hace la verdad misma. Este convenci­
miento y los deseos de cumplir los deberes con la patria y la
religión determinaron al autor a formar la impugnación de la
carta del cura de Sevilla. Si sus trabajos merecieron la aproba­
ción de S.-M. o el conocimiento del público, tendrá su autor la
mayor satisfacción, no ambicionando otro premio fuera de hacer
bien a sus conciudadanos".
El autor, trós de esta introducción o pre­
texto, pasa después a situar la cuestión en el centro
mismo del problema ; y lo hace, planteándose como
D. Antonio Capmany, cuales eran en definitiva las
motivaciones últimas que debían animar a los españoles
a dejar la guerra o a proseguirla, de ser ésta ya
irremediable.
86 Leandro HIGUERUELA DEL PINO
Para Capmany - como he señalado antes - el
móvil para hacer la guerra los españoles debía estar
fundado en la defensa del llamado ser nacional, en
el carácter auténtico de la raza, en el genio de
España y la fidelidad a la propia imagen de los espa­
ñoles enraizada en la historia y en la tradición. Se
trata, como puede observarse, de un texto revelador
de un temprano nacionalismo en la linea preromántica
conservadora.

Pero la carta teológico-dogmática señalará


este tradicionalismo precisamente como la rémora que
impide convencer a los españoles de su error :
"Estos - dice - por su carácter, que puede llamarse nacional,
tienen un particular apego a sus antiguos usos, miran con aver­
sión hasta la más útil novedad, y para hacerla amar es necesario
preparar su ánimo contra los antiguos establecimientos, dándoles
a conocer las ventajas de los nuevos 1°3.’ Filangieri, - . prose­
guía el autor - hablando los españoles, lo digo asi, con
un tino superior a su edad ; y nuestro Saavedra, hablando con
más generalidad dijo : la vista del pueblo es muy corta y no
mira tan adelante. Es menester toda la destreza del príncipe
para hacerle capaz de su misma conveniencia. Lo que no puede
la espada, lo consigue la pluma. Más vale la industria que la
fuerza ; y, a donde no alcanza el brazo, llega el consejo, aún
en la más alta fortuna".

De este modo el canónigo sevillano se decla­


raba partidario de realizar una campaña de propaganda,
adoctrinamiento y captación popular por medio de la
prensa y la oratoria a favor de la nueva legitimidad
y de su programa político.

Su razonamiento en torno a la cuestión de


si la guerra era religiosa o puramente política, dis­
curría de este modo : "La primera dificultad de Vm.1 es, cómo
se abandona una guerra que se decía de religión. Con mds breve­
dad y solidez se hubiera desembarazado de esta cuestión el señor
cura, si hubiera respondido, que la guerra que hemos tenido,
y por desgracia continúa en algunos partidos, no ha sido de esta
clase, cual se nos ha querido inspirar : ha sido, y es ésta,
una guerra política en que se ha disputado la soberanía de
España entre el rey José Napoleón y Fernando VII, haciendo por
aquel, su hermano el Emperador de los franceses, y por éste,
la nación española. ¡ Desgraciada nación que confió su gobierno
a quien no supo o no pudo conducirla a la salud ! ¡ Desgraciada
nación, víctima del egoísmo y de la seducción, cuya ruina sería
inevitable, si en lugar de un rey filósofo le hubiera tocado
en suerte un príncipe mero conquistador que, a medida de su te­
merario empeño en resistirlo como destructor de su religión hu­
biera tratado de oprimirla y no conspirará a su felicidad y al
más brillante estado de su Iglesia".'
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 87
El canónigo afrancesado y entusiasta adepto
a la causa Josefina, al centrar la cuestión, como
Capmany en el campo de las motivaciones definitorias
de la lucha, lo hace desde una óptica distinta : mien­
tras Capmany señala un concepto de nación estático,
esencial y fundado en la tradición, el autor de esta
carta apunta a una concepción de la nación dinámica,
existencial y progresiva, al subrayar las "ventajas de
los nuevos establecimientos" y al colocar la filosofía
de las luces y de la modernidad, personificadas en
José I, como el mejor aval para abandonar la guerra
e inclinarse al partido josefinista.
Proseguía el canónigo hispalense tratando
de aclarar las dudas al fraile insurgente y reforzando
los razonamientos del cura sevillano. Históricamente
- venía a resumir - la Iglesia justificó la guerra
de religión, pero cuando ésta fue dirigida contra los
herejes o contra los infieles. Ahora bien, el hecho
de dar por justificada ahora la presente, y conside­
rarla como guerra de religión, era dar a entender
implícitamente que los franceses y sus seguidores
eran infieles o cuando menos herejes. Pero sucedía
que, no sólo se afirmaba el sentido religioso de la
lucha, sino que explícita y abundantemente se venxa
repitiendo en el sector patriota que los franceses
eran "nuevos vándalos", "nueva morisma" y "antiguos cristia­
nos y herejes modernos", como señaló el propio cardenal
Borbón en sus pastorales así como muchos eclesiásticos
autores de diferentes catecismos patrióticos.

Pero realmente - discurría el anónimo autor -


esto supone "confundir lo que es propagar la religión por la
espada" (antiguas guerras de religión ), con la defensa
de la misma cuando es invadida, equivocando la fuerza para exi­
gir la fe de los dogmas, con la protección que el Estado civil
da a la Iglesia para conservar su pureza y el culto que a Dios
se presta. Lo uno es propio del mahometismo y contrario al Evan­
gelio ; lo otro es conforme al espíritu de éste". Pero, además,
- -venía a concluir - resultaba absurdo hablar de
guerra de religión ; porque " ¿ quién no sabe que hay esta­
dos como España, donde sólo hay una religión constitucional ?
La nueva constitución de España determina en su título 10 ser
su única religión la católica, conforme en esto a nuestras ante­
riores leyes. ¿ Quién ignora los enormes desastres que el cambio
de la creencia ha causado en todos los siglos ? ¿ Quién no mira
como la propiedad más sagrada los templos destinados al culto ?"

Mayor contrasentido era aplicar el apelativo


de cruzada a la presente lucha. " ¿Qué analogía se halla,
88 Leandro HIGUERUELA DEL PINO
- prosigue la exposición - entre las cruzadas, dirigidas
a plantar la religión por fuerza en países de infieles con la
resistenaia de la nación española a un príncipe que falsamente
se pintaba de irreligioso y tolerante ? ¿ Qué semejanza entre
Francia, Alemania y Inglaterra, cuyos habitantes profesaban
diferentes sectas, a la España que sólo abriga en su seno el
catolicismo y cuyos habitantes por unánime presentimiento temían
las consecuencias que trae la división de opiniones y cultos
religiosos ?"

La dialéctica del autor, en una tónica de


pobreza probatoria y obscuridad en la exposición,
concluía pidiendo al menos un voto por la pacificación
del país con el cese de la guerra : "Yo no soy capaz
- decía - de ilustrar a Vm. Mis reflexiones sólo podrán serle
útiles para no decidirse contra el nuevo gobierno por verlo
apoyado en falsos principios, creyendo no haber otros. Podrá
avenirse a la cesación de hostilidades, sabiendo ya no haber
sido en realidad guerra de religión, sino política, la que hemos
tenido resistiendo la dominación del rey José Napoleón, colocado
en el trono de España".
Finalmente, a la hora de legitimar a la nue­
va dinastía, no encontraba mejor argumento que el
tópico recurso de otros eclesiásticos a "una serie de
acontecimientos irresistibles" y que, no era además otro
que el utilizado por los teólogos españíoles en la
guerra de Sucesión para los dos pretendientes enton­
ces a la corona española.

Pero junto a esta reflexión teórica, los


eclesiásticos pusieron en marcha diferentes acciones
conducentes a la captación del clero y del pueblo a
Ja causa afrancesada y por este modo conseguir la
pacificación del país. Una de ellas fue la realizada
por el presbítero don Lamberto Gil quien el 16 de mayo
de 1809 daba cuenta de los efectos conseguidos por
él en Aragón consiguiendo atraer a "un gran número de sa­
cerdotes" a las ideas de paz y de concordia. En vista
de este éxito conseguido, proponía hacer lo mismo en
Andalucía, y fundar una asociación nacional de ecle­
siásticos para conseguir estos fines que ya lo estaban
consiguiendo con él otros dos eclesiásticos : el canó­
nigo Paulino Bonifaz y don José Pichando por tierras
de León y Salamanca.

El plan lo creía de absoluta necesidad y


además entendía que debían participar los sacerdotes
como sujetos imprescindibles. "Es increíble - decía- la
desvergüenza con que se propagan las noticias más ridiculas,
y la estupidez con que se creen en todo el reino. En cuanto a
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 89
esto, aún las personas que seguramente tienen talento y haeen
recibido educación, son frecuentemente tan insensatas como el
más despreciable populacho. Aunque todos los días ven que las
victorias que habían creído el día antes son imaginarias, nunca
se cansan de inventar otras no menos fabulosas, y de llamar
traidores y malos españoles a los que no las quieren creer,
anunciando siempre que el ejército francés va a vacuar la Es­
paña. Este modo de pensar que ha cundido por toda la Península
es lo que ha perdido el reino. Cada provincia ve sus pocas
fuerzas, y ha presenciado la ruina de algún ejército, pero alu­
cinada con las ventajas que les cuentan de otras partes, todos
los días creen que va a mudar su suerte ; y estas locas esperan­
zas son la causa única de que los paisanos no se restituyan
a los pueblos que han abandonado, y se estén en los montes ma­
tando y robando a todo pasajero, de que se miren y desprecien
como traidores los que se acomodan al orden, y de que se conser­
ven armadas esas ¿pequeñas partidas, que sin contribuir nada a
la causa que había abrazado la nación, sólo sirven para arrui­
narla entorpeciendo el comercio, industria y circulación. Ya
se ha visto que la conquista de una provincia no remedia estos
males, y que la Castilla y Galicia están padeciendo esta doloro­
so anarquía teniendo en su seno los ejércitos que las han
conquistado.- Y así es imposible restituirles el orden no hacién­
doles mudar de ideas.-..- Así es que el mudar las ideas y de­
sarraigar las actuales opiniones de la nación hacen toda su fe­
licidad.

"Re dicho que los ministros (sacerdotes) son los


únicos que pueden llegar a hacer mudar estas ideas. Basta para
demostrar esta verdad, ver el influjo que han tenido para tur­
barla ; y no debe creer V.M. que son menos poderosos para hacer
el bien que para hacer el mal, si quieren de veras hacerlo.-
En efecto, el influjo que su carácter les da con los padres de
familias, con las justicias de los pueblos, y sobre todo en el
confesionario, a donde se puede decir que acude toda la nación
para aprender las reglas de las costumbres sin temer que profa­
nen aquella cátedra de la verdad para engañarlos, hace que sus
palabras se miren como oráculos ; y por esta razón principal­
mente puede hacer más un sacerdote de medianos conocimientos
que cien legos ilustrados.- Por otra parte la nación no los cree
tan capaces de ser seducidos y sobornados como a los legos ;
y no puede haber un medio más poderoso para aconsejar que se
deje el antiguo modo de pensar y se abrace otro que el ver que
los mismos que más habían predicado la guerra, conocen que es
una causa perdida y se ocupan sólo en predicar la paz.

"Estas dos verdades son tan obvias que nadie puede


dudar de ellas : toda la dificultad consiste en hacer que los
sacerdotes se reúnan para promover el bien y la tranquilidad
con tanto tesón como han promovido la guerra ; y hacer que en
90 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

vez de tomar este partido después de mucho tiempo, y cuando la


nación haya padecido mil males, lo abracen desde luego librando
al pueblo de mil calamidades que lo amenazan.
"Para empeñarlos en este objeto hemos visto que no
hay medio más poderoso que formar una asociación de sujetos
instruidos y bien intencionados, dedicados constantemente a este
objeto, que promuevan Id tranquilidad en todas las provincias,
dándose mutuamente noticia de sus adelantamientos y haciéndolos
conocer al Soberano.
"Con efecto, casi todas las personas que se me han
reunido pensaban bien y conocían la necesidad de comunicar estas
ideas, pero hallándose solos, y aislado cada uno de todos los
demás, no tenían un estimulo para que avivase este deseo de ser
útiles ; y aün muchos de ellos que habían querido persuadir a
otros la necesidad de volver a la tranquilidad, habían tenido
que tomar el partido de callar y dejar que cada uno se desenga­
ñase con el tiempo por haberse visto insultados y tratados de
malos españoles. Estos son los inconvenientes que yo quiero
remediar.' El hombre de juicio, reunido a otros que también lo
son, desprecia la opinión errada de media docena de ignorantes,
por la satisfacción que produce en su interior el testimonio
de muchas personas ilustradas que conocen y aprecian su trabajo.
Esta misma satisfacción hace que no contento con aprovechar las
ocasiones que se le presentan las busque por todas partes y a
costa de cualquier sacrificio. La emulación y el deseo de ser
tan útil como cualquiera de sus compañeros, lo entusiasma más
y más. La aprobación del Soberano que quedará informado de
todos sus adelantamientos, y la vista del bien que va por todas
partes promoviendo, no le dejará lugar para pensar en otra
cosa ; y tendremos en pocos días un número considerable de hom­
bres laboriosísimos que aumentándose considerablemente con los
que cada día irán adoptando su modo de pensar, harán que la
nación mude en poco tiempo de ideas, olvide las opiniones pasa­
das, no se ¿Leje seducir, aún cuando algún accidente imprevisto
proporcionase una segunda revolución, ni necesite de un ejér­
cito poderoso, que para conservarla en la tranquilidad la
arruine, o si lo necesita sea el menor número posible de años.
Todas estas ventajas no se pueden conseguir sino formando una
asociación o compañía de amigos que obren bajo un plano comuni­
cando entre sí y con el gobierno.

"Para esto deben elegirse en cada provincia algunas


personas de carácter e influencia que queden encargadas de dar
el primer impulso a esta obra, haciendo adoptar estas ideas,
lo primero a los curas párrocos, por el mayor influjo que tie­
nen, luego a todos los demás sacerdotes.' Unos y otros deberán
propagar cuanto antes las ideas de tranquilidad, sino también
que cada pueblo, penetrado de estos sentimientos, los manifieste
y haga públicos a los demás pueblos y al Soberano : porque estos
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 91
ejemplos y estas protestaciones solemnes de fidelidad y recono­
cimiento es lo que más ata a los hombres y los empeña en no
abandonar el partido que una vez se ha tomado.'

"Todos los asociados a este plan comunicarán entre


sí, y harán conocer al Soberano por medio de uno de ellos, lo
que hubieren adelantado... "

"Después, hemos creído que es indispensable formar


un catecismo donde se enseñe al pueblo no sólo las obligaciones
de cristiano, sino también las de ciudadano ; haciéndoles cono­
cer que no puede ser buen católico el que no sabe y cumple con
las obligaciones de ciudadano ; y que la religión no hace más
que perfeccionar la sociedad, haciendo al hombre que cumpla me­
jor con sus obligaciones y recompensando sus virtudes con un
premio eterno. Este punto se ha olvidado enteramente en nuestros
catecismos" 104.

c. La concepción de las relaciones Iglesia y Estado

Las relaciones Iglesia y Estado responden


totalmente al concepto regalista que venía siendo la
tónica general desde la Ilustración, potenciado ahora
por un más fuerte galicanismo que impone el régimen
napoleónico.

El patronato regio que venía gozando la mo­


narquía sobre la Iglesia en España, según el cual,
los reyes gozaban del derecho de presentación de per­
sonas idóneas para altos cargos eclesiásticos, servi­
ría de trampolín a los Borbones para hacer un uso
excesivo de tales privilegios y facultades extraordi­
narias. A la luz de esto hay que juzgar la expulsión
de los jesuitas por Carlos III y las medidas de
Urquijo por las cuales ordenaba que todos los prelados
españoles dispensasen en aquellos casos reservados
al Papa 105,

Estos antecedentes serán ampliamente supera­


dos al establecerse por primera vez en España, nada
menos que un Ministerio de Negocios Eclesiásticos,
lo que suponía considerar a la Iglesia prácticamente
como un organismo dentro de las funciones del Estado.
En efecto, la estructura y funciones del nuevo Minis­
terio era un fiel reflejo del espíritu centralizador
y unificador que animaba a los nuevos dirigentes
políticos y que no fue sino una copia más o menos
exacta del plan que el Emperador practicaba con la
Iglesia en Francia.
92 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

La carta ministerial para asuntos eclesiás­


ticos se encargó de todos los planes relativos al
ejercicio de la religión, de proponer los sujetos
para los diversos empleos y destinos, de examinar los
rescriptos, bulas y breves de la curia romana antes
de su publicación en Espaba, de la expedición de re­
glamentos y órdenes para el pago del clero, de los
proyectos de demarcación de parroquias, asuntos con­
cernientes a seminarios, comunidades religiosas y
casas de beneficencia, de exponer leyes y decisiones
relativas a la liturgia y culto, a la disciplina del
clero, administración de fábricas parroquiales y
fundaciones pías, ordenaciones sagradas y atribuciones
de los ministros del culto 106.

La incomunicación con Roma y la imposibi­


lidad por tanto de poder recurrir a la curia para
obtener dispensas y otros privilegios reservados a
la autoridad del Papa, fue causa de graves problemas
canónicos y pastorales en la zona nacional 107 , Falta
saber si, en una situación normal, el gobierno intruso
hubiera respetado tales limitaciones canónicas. De
hecho se actuó totalmente al margen de tal eventuali­
dad, concretándose en una intromisión excesiva por
parte del Ministerio y en una sujeción de la Iglesia
a la nueva administración, cuyas actuaciones encontra­
ron en sus consejeros e ideólogos el más firme respal­
do teórico expuesto muchas veces en estudios reser­
vados sobre las más conflictivas materias y en una
linea del más claro galicanismo, que - insisto - no
se diferenciaba mucho de la conducta observada por
los consejeros aólicos en los reinados anteriores.

Aún así, muchos puntos de disciplina ecle­


siástica fueron abordados con el carácter de provi-
sionalidad que marcaba la guerra, pero - como afirma
Revuelta - debieron concebirse con miras mucho más
amplias, tal vez como un remedo de la constitución
civil del clero francés 108 , De hecho, Llórente, el
consejero palaciego de mayor influencia, que se en­
cuentra detrás de muchos de los decretos que se
promulgan, como un experto conocedor de la legisla­
ción canónica y de la jurisprudencia curial romana
y rotal, acostumbró a confeccionar agudos estudios
histórico-canónicos sobre los puntos más vidriosos
y terminará después en sus escritos posteriores por
exponer su pensamiento al respecto. Sus críticas, por
ejemplo, a la curia y a los dicasterios de la corte
pontificia, y su defensa a ultranza del poder del
príncipe en materia religiosa son expuestas con
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 93
argumentos históricos que procura detallar con todo
lujo de erudición y con más agudeza que muchos de los
eclesiásticos de la época.
Par él los concordatos no son sino "una funes­
ta invención de los tiempos modernos" 109 . La religión por
tanto será un asunto puramente espiritual, interior
y libre, independiente, y que debe adaptarse a todas
las formas de gobierno cualquiera que sea su natura­
leza 110.

Evidentemente su exilio en Francia y otras


circunstancias personales le llevaron a superar algu­
nos de estos postulados, en los que coincidía con
otros muchos eclesiásticos dentro de la ortodoxia
más peligrosa, para defender, en sus Discursos sobre
una constitución religiosa, considerada como parte
de la civil nacional, tesis claramente protestantes,
e incluso superando la propia- constitución civil del
clero de Francia 111.

En sus años de consejero del nuevo rey José


en materia eclesiástica, abogaba ya por objetivos
político-religiosos de la más avanzada modernidad,
tales como un cristianismo como religión del Estado
pero con libertad para otras religiones ; postulaba
una nueva una más racional y pastoral divisio'n de las
diócesis en España, aspecto que la Historia le daría
la razón ; por la supresión de títulos eclesiásticos
inútiles, lo que el tiempo también demostraría su
conveniencia ; por nuevas formas de designación de
los ministros y dotación de los mismos ; anulación
de votos religiosos ; matrimonio considerado, no como
sacramento, sino como una institución concerniente
únicamente al poder civil, soluciándose así" el tan
debatido problema de las dispensas pontificias, pero
abriéndose así la puerta al divorcio 112.

Las relaciones pues de la Iglesia y el


Estado, como veremos al analizar puntos muy concretos
al respecto, responden en definitiva a una visión ver­
tical, donde "la plenitud de poderes del príncipe" o el lla­
mado "dominium eminens" de la autoridad civil justifica­
ría el sometimiento de la Iglesia al Estado. Así tam­
bién la supresión de la potestad coactiva en los
tribunales eclesiásticos tendrían su explicación teó­
rica en que ésta es "atentatoria a la autoridad civil y a
la soberanía, y perjudicial a los vasallos".-.'.' Así como a "los
principios sentados ya en otros decretos en que se dice que no
debe haber más que una sola justicia en un Estado, y los ecle­
siásticos no pueden ejercer ninguna jurisdicción exterior sobre
los ciudadanos" 113.
94 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

d. La reforma eclesiástica : criterios políticos

La filosofía que preside el programa incon­


cluso de los afrancesados del gabineto ministerial
en torno a la cuestión de la reforma eclesiástica
coincide, en términos generales, con los criterios
que guiaban a los ilustrados al proyectar sus reformas
civiles. Tales son los principios de racionalidad,
de experiencia y de utilitarismo. Con ellos coinciden
en buena medida los proyectos eclesiásticos de los
liberales gaditanos y muchos otros eclesiásticos res­
ponsables de la disciplina del clero desde el marco
canónico vigente y de las regalías concordadas H4.

No todo el programa podrá ser puesto en


práctica ni tan siquiera proyectado. Las circunstan­
cias bélicas obligarán a diferir ciertas reformas,
cuya realización hubiese originado más dificultades
prácticas que ventajas políticas. Una de estas cues­
tiones suscitadas, pero bloqueada por la contienda
fue la necesidad largamente sentida de acomodar las
circunscripciones diocesanas a los límites de las
provincias y éstas a una reforma más racional y prác­
tica, siguiendo un criterio geográfico, tal y como
se había hecho en la división departamental francesa.
La división civil, en efecto, se llevó a cabo y sólo
suscitó algunos inconvenientes burocráticos ante el
llamado tribunal de rentas eclesiásticas encargado
de recaudar los diezmos H5, pero los absurdos limites
de diócesis, como la de Toledo y Sevilla, con amplia
penetración en diversas provincias y enclaves juris­
diccionales en algunas, no se llegaron ni a plantear.
No obstante, sabemos que Llórente llegó a proyectar
el traslado de la capitalidad de la diócesis, de To­
ledo a Madrid, medida que afloraría después, entre
algunos políticos como una tentación.

Pero si tales proyectos no llegaron ni a


darse publicidad, lo que sí se abordó sin comtempla-
ciones previas fue la supresión de las llamadas juris­
dicciones exentas y privilegiadas que eran siempre
constante fuente de conflictos jurisdiccionales con
los obispos. Tal sucedía con las órdenes de regula­
res 116 } agregando también a la jurisdicción ordinaria
los pueblos que antes pertenecían a la de los ex-regu-
lares 117, y sujetando a todas las religiosas a la
misma jurisdicción, mandando que los confesores fuesen
sacerdotes seculares 118.
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 95
Del mismo modo se procedió con las Órde­
nes Militares, cuyos bienes pasaban a la Real Orden
de España, y sus miembros se sujetaban exclusivamente
a la diocesana sin ninguna clase de jurisdicción cumu-
lativa, como antes tenían 119.

Por real decreto de 16 de septiembre de l8ll


se suprimía también la jurisdicción castrense 120. De­
cisión , que como muchas de las anteriores, hubiera
aplaudido sin reservas el cardenal Borbón, de no ha­
berlas juzgado viciadas por el hecho de proceder de
una autoridad ilegítima y con el vicio del galicanismo

Estas providencias tenían carácter instru­


mental, en el sentido de servir para centralizar y
simplificar la autoridad episcopal que, a su vez,
estaba sometida a la autoridad soberana del Rey. Este
fue el sentido que tenía el decreto de 16 de diciembre
de 1809 por el que se mandaba cesase en la Iglesia
el ejercicio de toda jurisdicción forense, tanto civil
como criminal y se devolvía a los magistrados secula­
res alegando que tal situación era contraria al espí­
ritu del Evangelio y a la unidad jurisdiccional del
Estado 121.

Conocemos sin embargo que tal decisio'n re­


percutió negativemente en la recaudación de los diez­
mos, controlados por el Estado, lo que obligd al
gobierno a restablecerla, mientras subsistiesen las
circunstancias de la guerra 122.

Por lo que a la reforma del llamado estado


eclesiástico secular se refiere, resultaba difícil
abordarla en su totalidad, cuando precisamente se ha­
bía centrado en el clero parroquial toda una amplia
campaña de atracción política, por medio de un trato
de favor y la provisión de beneficios curados a favor
del clero secular. Los resultados fueron políticamente
óptimos. Así lo reconocía, en marzo de 1812, el minis­
tro y secretario de Estado, Mariano Luis de Urquijo :
"Felizmente - decía - se reconocen los efectos de tan saludables
providencias, pues que por todas partes, y singularmente en las
Andalucías, son publicas las multiplicadas colocaciones de
dichos individuos, ya en curatos, a que se les ha abierto la
entrada, y ya en las tenencias, economatos y sacristías" 123.

De todos modos se dieron medidas para hacer


frente a las dos lacras que venían pesando sobre la
Iglesia española, como era el excesivo número de clé­
rigos y su absurda distribución 124. Ya los propios
96 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

seminarios no escaparon al arbitrismo josefinista al


elaborar planes de formación levítica y rationes stu­
diorum que estuvieran más en consonancia con criterios
de utilidad pública 125.

La supresión del requisito de limpieza de


sangre que se venía exigiendo para recibir órdenes
sagradas o para entrar a formar parte de los cabildos
catedralicios, estaba también animado de este criterio
de modernidad, alegando que tal requisito estaba ex­
presamente prohibido por el artículo 140 de la Consti­
tución, además de que "semejantes pruebas - decía un in­
forme - si en algún tiempo pudieron parecer necesarias, son
ya hoy del todo inútiles, como la de nobleza, que se prohibió
por la Constitución, y aún pudiera decirse que más ridiculas,
como que traen su origen de tiempos circunstancias muy diver­
sas de las actuales, cuando se creza que había ciertas profe­
siones deshonrosas, y que los que las ejercían y sus familias
y descendientes, igualmente que las de los moros, judíos, here­
jes y demás sujetos procesados por el tribunal de la Inquisi­
ción, heredaban sus erores y las calidades que les hacían
indignos de la confianza pública, e incapaces de desempeñar bien
ciertos destinos" 126.

Aunque así se pensaba de los candidatos a


órdenes y de los centros de formación eclesiástica,
muchas de estas ideas no se pusieron en práctica por­
que los seminarios presenciaron la incorporación a
filas de muchos de sus seminaristas, y las órdenes
sagradas sufrieron una paralizacio'n general, especial­
mente en las zonas controladas por el gobierno intru­
so. Resultaba por tanto mucho más expeditivo, y mien­
tras se ponía en práctica tan ilustrados proyectos
( "hasta verificado el arreglo general del clero" como se de­
cía expresamente), prohibir la ordenación de subdiá­
conos, "considerando el crecido número de eclesiásticos que
carece de congrua necesaria, establecida por las leyes y cáno­
nes" 127 ; y suspender la provisión de beneficios que
no llevasen aneja la cura de almas.

Es verdad que, por razones muy variadas,


no se cumplieron con exactitud ; tales fueron las pre­
siones que los generales franceses, el Emperador y
el propio rey hicieron para premiar con cargos ecle­
siásticos a sus recomendados ; pero, en todo caso se
mantenían los objetivos de tales decretos : "La necesi­
dad que podían tener las iglesias de tales ministros, o la
utilidad que al Estado le resultaba de ello". Se trataba ade­
más "de evitar la miseria impropia en que se hallan muchos ecle­
siásticos del reino, por falta de la congrua necesaria para su
sustentación" 128.
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 97
Una dificultad no pequeña lo constituía el
afrontar la reforma, o lo que entonces se llamaba,
arreglo parroquial, no sólo por la complejidad del
tema en sí, sino más todavía, por los obstáculos que
se interponían a causa de la misma guerra.

No obstante, se comenzó' por la Corte, donde


más clara aparecía la necesidad de reforma. En efecto,
en Madrid se había experimentado un importante creci­
miento demográfico que se cifraba en unos 150 000
habitantes hacia estos años, lo que había supuesto
un crecimiento urbanístico que superaba ampliamente
el viejo casco urbano.

Por otra parte, en la capital se habían ido


dando cita, a lo largo de los años, una gran cantidad
de eclesiásticos atraidos por un sinnúmero de absurdos
beneficios, muchos de ellos incongruos, así como pues­
tos fantasmas que eran injustificables desde un punto
de vista pastoral. Muchos de los sacerdotes - decía
un estudio de la comisión de reforma - "son unos mercena­
rios que no tienen más estipendio que el que les dan los fieles
por su asistencia a los funerales, fiestas de congregación y
alguna otra misa votiva ; ni todos ellos concurren tampoco a
estas funciones, sino en el número que señalan los interesados,
por cuya razón no se les conoce con otro nombre que con el de
clérigos de número ; y aunque asisten a las iglesias a decir
misa y confesar, es por contraer mérito para ser atendidos en
las asistencias a las expresadas funciones" '129.

Los anteriores planes de reforma parroquial


en Madrid fueron realizados por los cardenales Loren-
zana, en 1790, y por Borbón, en 1801. Pero, a las cau­
sas apuntadas, se unía ahora la profunda conmoción
sufrida con motivo de la supresión de conventos y de
regulares. Se imponía pues una reestructuración parro­
quial, teniendo como criterio orientador la mayor
utilidad de los fieles, aumentando el número de las
parroquias. En efecto, se pensó dividir las 552 man­
zanas de que se componía Madrid, asignando 23 a cada
distrito parroquial, lo que equivalía a un total de
24 parroquias previstas. No obstante, al considerar­
la desproporción en la población según los barrios,
se creyó más conveniente asignar 6 000 feligreses por
curato ; pero tales supuestos resultaban difíciles
de precisar urbanísticamente. La comisión, al tener
en cuenta que el hacinamiento de casas y la importan­
cia de los fieles se polarizaba en el centro, se pro­
cedió a una delimitación por cálculo aproximado, seña­
lando un territorio más amplio en las parroquias del
98 Leandro HIGUERUELA DEL PINO
ensanche periférico que trataba de ser compensado con
la menor demarcación, pero mejor calidad socioeconó­
mica de los feligreses del centro.

Cuando el vecindario madrileño se enteró


de estos proyectos, "se alborozó y llenó de jubilo con una
muy fundando esperanza de la buena y pronta administración de
los sacramentos y mejor asistencia en sus necesidades espiri­
tuales ; persuadidos los vecinos que viven en los extremos y
barrios de la población que tendrdn los curas más inmediatos
a sus habitaciones ; que con ellos no echarán de menos el Santo
Sacrificio, ni el pasto espiritual ; y bendijeron su real per­
sona cuando han sabido que V.'M. ha encargado a esta junta de­
termine el número, asigne las iglesias más capaces, sin dete­
nerse en que hayan sido de las de ex-regulares o sean de
religiosas, teniendo presente las distancias de unas a otras
y la situación y calidad de los vecinos" 130.

En cuanto á la reforma de los regulares,


se proyectó como tal, y no como supresión. Lo que
ocurrió fue que las circunstancias de la guerra y la
propia actitud altanera de algunos frailes precipita­
ron los acontecimientos y multiplicaron los decretos
cada vez más duros y conminatorios. A esta profusión
de leyes, decretos y normas, y a la "prisa de mandar",
pronto respondieron los frailes con letrillas, versos
y panfletos, como la siguiente décima que corría de
boca en boca :

"En mandar no te detienes


cuanto has meditado hacer,
sin reparar que no tienes
afianzado el poder.'
Deten ese proceder
peculiar de Bonaparte ;
porque el obrar tan sin arte,
podrá hacerte la irrisión
(dejando la España aparte)
de toda culta nación" 131.

Sin embargo, mucho antes de proceder a la


supresión, las intenciones del gobierno, expuestas
por el mismo ministro, Sr. Azanza, en marzo de 1809,
eran bien distintas. En un memorial a este propósito,
nada se habla de supresión, sino de reducción. El
planteamiento del tema no podía ser más juicioso y
sensato : "En el número tan desproporcionado como nocivo a que
habían llegado en España los institutos regulares de ambos
sexos - decía el ministro - nada tan urgente como su reduc­
ción. Pocas cosas de una utilidad tan trascendental a todas las
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 99
partes del cuerpo social, y nada por lo mismo, ni más ventajoso
ni acertado que el minorarlas a una tercera parte como está
decretado".'
No podía tampoco culparse a las circunstan­
cias anormales de la guerra el haber desencadenado
el problema que realmente venía de muchos anos atras,
siendo una voz unánime la que pedía la reforma :
"Tales han sido siempre - continuaba el memorial - los de­
seos de la nación y de la Iglesia, muchas y muchas veces repeti­
das por una y otra en sus doctores y concilios, en sus economis­
tas y sus leyes.- I, si yo no supiese también la importancia y
lo precioso del tiempo para un soberano que todo lo consagra
a los pueblos que gobierna, hacinaría aquí un número crecidísimo
de citas y autoridades en comprobación de esta verdad y de los
grandes y copiosos frutos que debe la Nación sacar de esta re­
forma. Su agricultura, sus talleres, sus ejércitos y hasta sus
ciencias y sus sabios, todos los sentirán porque a todos alcan­
zaba la influencia dañosa de sus institutos regulares".'
Este crudo planteamiento no será obstáculo
para que manifieste su sentir sobre la prudencia y
tacto con que había que realizarlo : "Pero si su reducción
era necesaria y urgente, la manera de ejecutarla sufre dificul­
tades y tropiezos que piden para vencerlos todos los auxilios
de la prudencia. No es lo mismo determinar que obrar ; y la
pluma que decreta la supresión total o la reducción de un orden
monástico debe proveer y asegurar al mismo tiempo el bienestar
de las desgraciadas víctimas que sacrifica a la política y al
interés común. Debe hacerles llevadero el golpe que les da,
calmar en lo posible sus conciencias para quitar esta terrible
arma al fanatismo y al delirio, y temporizar en cierto modo con
las opiniones y aun con las preocupaciones generales ; porque
chocarlas o arrostrarlas de frente es darles mayor fuerza cuando
se trata de destruirlas".
Nada más lejano de Azanza y sus consejeros
o asesores eclesiásticos del ministerio que el espíri­
tu de venganza. Se trataba de conjugar la utilidad
pública que originaría la reforma, con el máximo res­
peto a los derechos adquiridos por las personas a las
que afectaría : "Así pues, tiene V.M. que pesar en la balanza
de la justicia y la prudencia, la utilidad o perjuicios relati­
vos de los institutos regulares para suprimir del todo los ente­
ramente inútiles o dañosos, y dejar los que lo sean ; el número
comparado de sus individuos para equilibrarlos según convenga ;
la localidad de los monasterios y conventos para aliviar a los
pueblos muy cargados en la parte que deban serlo ; la edad,
adelantamiento y grado de los mismos regulares para considerar
a cada cual según su mérito ; dar libertad a aquellos que lo
100 Leandro HIGUERUELA DEL PINO
pidan, pero emplearlos y hacerlos útiles cuanto sea posible ;
en suma, con ninguno hacer nada que imperiosamente no lo pidan
la justicia y la razón política":

Uno de los puntos que suscite! mayor grado


de malestar y críticas por parte de los frailes afec­
tados, sería el relativo a las pensiones tantas veces
prometidas, decretadas, reiteradas y nunca totalmente
cumplidas. La culpa no debe achacarse ni a la impre­
visión ni a la mala voluntad de las autoridades, como
decían los exregulares, sino a la situación caótica
del erario público : "Si el tesoro público - decía Azanza -
no se hallase en la indigencia en que se ve, muchas de estas
dificultades ya no lo serían, y algunos sacrificios de super-
rogaaíon calmarían los ánimos y harían callar a todos. Pero en
nuestro estado de rentas y de obligaciones, se hace precisa,
en cuanto obremos, la más rigurosa economía ; y éste es otro
objeto que jamás podremos olvidar":

Pero donde se observa, aun más la benevolen­


cia y compasión de los altos dignatarios del gabinete
ministerial fue en el trato de favor que recibieron
las monjas. A ello debió contribuir en no escasa medi­
da la influencia y criterios de benignidad de su visi­
tador, don Félix Amat 132, "Sobre todo - continuaba el in­
forme - .debe hacer un nimio miramiento para con las pobres
religiosas.- Muchas de ellas carecerán de padres y parientes
cercanos ; otras se verán a muchas leguas de los suyos ; impo­
sibilidades no pocas por su ancianidad y sus achaques de reunir­
se con ellos ; y dignas todas por la debilidad de su sexo de
cuantas atenciones puede inspirar la tierna humanidad. El
hacerlas sálirdesus retiros y volver al bullicio del siglo,
seria para las más, un martirio comparable a la muerte y una
pena tan dura como gratuita a que por nada son merecedoras:
Ellas abrazaron el estado en que las vemos, tal vez a costa de
penosos sacrificios, y se abrieron la entrada en sus conventos
con sus dotes y su patrimonio.- Las leyes religiosas y civiles
sancionaban este orden de cosas ; y así, es de rigurosa justicia
el atenderlas hoy con preferencia a los hombres, que por serlo
y ser sacerdotes, y con aptitud para servir en las funciones
de la Iglesia u otros destinos, pueden vivir y hacer llevadera
la reforma muy de otro modo c$e las pobres mujeres":

En fin, proseguía Azanza, era necesario


tener en cuenta la austeridad o blandura de los di­
versos institutos, la pobreza y riqueza de algunos
conventos, la utilidad o inutilidad de algunas funda­
ciones regulares históricas, el estado de sus rentas,
la veracidad o falsedad de las declaraciones que hagan
los responsables de estas casas religiosas, la falta
de entendimiento entre el clero secular y regular a
la hora de integrarlos en la vida del siglo.
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 101

Como Azanza no contaba con la supresión


total sino con la reducción y reforma, advertía al
Rey las reglas que debían tenerse en cuenta con
aquellos conventos que quedasen o que se permitiese
fundar de nuevo en el futuro : "Deberá evitarse para en
adelante la multiplicación progresiva de éstos y el aumento de
rentas en los institutos que se conserven.- La imprevisión de
los siglos anteriores nos debe ser sobre ello de una saludable
lección.- El celo, la piedad mal entendida, las circunstancias
particulares y cien otras cosas estarán siempre obrando para
acrecentar en rentas e individuos las reglas que se conserven.-
Tanta más severidad se necesitará para oponer un dique poderoso
a esta acción continua que todo lo minará". En este sentido,
se postulaba que, en lo sucesivo se señalase un límite
de edad para hacer los votos (22 años en los hombres
y 25 en las mujeres), a fin de evitar vocaciones
inauténticas. Se debía precisar un niímero conveniente
de moradores en cada casa religiosa en razón de sus
rentas y para prevenir problemas económicos de susten­
tación. Se les debía sujetar a todos a la jurisdicción
ordinaria de los obispos. Medida ésta del más sensato
realismo disciplinar, en la que coincidían todos los
obispos que venían quejándose de que, bajo el pretexto
de exención, se ocultaba muchas veces, la relajación
disciplinar más cruda : "Que ellos (los obispos) - de­
cía el informe - las visiten (las casas religiosas),
inspeccionen su gobierno interior, su fervor o tibieza en el
cumplimiento' de sus leyes, la administración de sus rentas.-.-.'"

Cual fuese la regla o criterio a tener en


cuenta a la hora de suprimir o reducir, lo exponía
Azanza de este modo : "Acordada en unas religiones la supre­
sión total, y en otras la reducción, debe cuidarse en hacer los
institutos que queden en pie, tan útiles al público cuanto sea
posible ; y esto se logrará ya eligiendo entre ellos los que
mejor se presten a auxiliar al clero en sus funciones religio­
sas, ya colocando los conventos en las poblaciones y ciudades
según su vecindario y sus necesidades" 133. Se debían reunir
institutos que tuviesen fines similares, para evitar
disputas, celos y escándalos entre ellos. En todo
caso, era preferible que la unión fuese libre y es­
pontánea .

El memorial terminaba con unas reflexiones


de prudencia política que, por su interés, se inser­
tan : "Yo seria de dictamen en esta operación tan difícil y
embrollada como trascendental y de tantas relaciones con el
Estado, se procediese por una junta que bajo los principios de
esta mi exposición, o los que a V.-M.- pareciese, de acuerdo con
el Ministro de Negocios Eclesiásticos, o presidiéndola éste
cuando asi conviniese, entendiese en todo y lo arreglase todo.
102 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

Algún obispo, algún canonista y teólogo, y dos o tres hombres


de Estado activos y desengañados, bastarían a formarla.- Divi­
diendo estos entre si los trabajos y comunicándoselos mutuamente,
llamarían a los provinciales o prelados que bien les pareciese ;
conferenciarían con ellos, examinarían el espíritu de los va­
rios institutos regulares y compararían entre si sus utilidades
y perjuicios ; tomarían razón de los conventos y sus rentas,,
de las localidades en que están, de las necesidades que en ellas
puede haber de cooperadores religiosos, y en fin, de cuanto
juzgasen conveniente para el acierto de las providencias : todo
sin levantar mano, y dando cuenta a V.-M.- frecuentemente de sus
operaciones y trabajos para evitar dilaciones.' Esta junta ten­
dría además la utilidad de poder calmar las conciencias timora­
tas y poner de su parte a la opinión pública, sin cuyo auxilio
nada con fruto puede ejecutarse. Los institutos regulares ocu­
pan en el actual sistema un lugar muy principal, y enlazados
con la Iglesia y con la religión, su influjo en los espíritus
es de un poder y acción incalculables. El carácter español es
por cien causas, que el referirlas no es de este lugar, excesi­
vamente pío y religioso ; y así es preciso presentarle la reli­
gión y la justicia de tal modo, que ni se alarme ni se preocupe,
sino ceda y se rinda a la convicción de la evidencia. Entonces
verá claro que esta operación que los mal intencionados tirarán
a denigrar, la pedían a una la religión, la justicia y la uti­
lidad pública : y si la junta procede en sus resoluciones tan
justa y atinadamente, cual es de esperar, todas tendrán a su
favor el voto y aprobación común. I si a esto se añadiese la
publicación de algunos escritos de sanas y solidas doctrinas,
pero llenos de moderación y urbanidad, que sin exasperar, sin
denigrar, sin entrometerse en personalidades y partidos expusie­
sen los males que tratan de curarse y lo oportuno y eficaz de
los remedios, el efecto y los frutos de todo serían colmados" 134.

e. Problemas canónicos : El nombramiento de obispos


y las dispensas matrimoniales

Ya he señalado anteriormente el impacto y


turbación que ocasionaron en el episcopado español
los decretos de 1° de mayo y 13 de junio sobre decla­
ración de sedes vacantes, por huida de sus titulares,
y el nombramiento de nuevos obispos para estas dióce­
sis. Es importante ahora detenernos para analizar el
trasfondo ideológico que anima estos decretos.

Por lo pronto, es muy sintomática la urgen­


cia y prisas por parte del gobierno intruso para
cubrir estas sedes vacantes (?), cuando en pura
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 103
doctrina canónica, el problema había sido resuelto
por medio del mecanismo jurídico de la delegación y
subdelegación, tanto para el caso de fuga del obispo
titular, como para el caso de muerte en que el código
tiene prevista este eventualidad, porque es el cabildo
catedralicio el que asume automáticamente los poderes
hasta que se nombra, por los mismos capitulares un
vicario capitular.
En el caso de la mayoría de las diócesis
donde su titular había huido, el prelado había dejado
nombrados gobernador, o gobernadores eclesiásticos,
según los casos con plenos poderes subdelegables. En
otros casos, para asegurar la validez y licitud de
los actos y negocios jurídicos, así como administra­
ción de sacramentos, el mismo prelado confería plenos
poderes a ciertos eclesiásticos con el nombre de vica­
rios generales para los pueblos libres. En cualquier
caso, el tema de las vacantes no planteaba problema
el diferir indefinidamente ser cubierta por un obispo,
cuando podía ser administrada por los vicarios
generales.
¿ A qué se debe estas prisas del gobierno
intruso por cubrir estas sedes ? - Es evidente que
los consejeros eclesiásticos del Ministerio sabían
perfectamente que la potestad de jurisdicción podía
ser detentada indefinidamente por simples presbíte­
ros. Sólo podía plantear cierta dificultad en el caso
de tener que conferirse órdenes sagradas en aquellas
diócesis¿ Pero era fácilmente solucionable recurriendo
a cualquier obsipo "ad casum". Curiosamente, durante
la guerra no hacía falta recurrir a estos extremos,
porque en la zona ocupada estaba prohibido por el rey
administrar órdenes sagradas.

Por otra parte, el problema no se planteaba


como consagrar nuevos obispos para estas diócesis,
vacantes según el gobierno (lo que hubiese llevado
la- cuestión a derroteros muchos más complicados),
sino, cómo se podían cubrir estas diócesis, si podía
ser con obispos auxiliares, o promocionando a otros
de categoría inferior.

En estos términos aparecían las motivacio­


nes políticas por encima incluso de las meramente
pastorales. En una exposición reservada, sin fecha,
ni firma, pero probablemente realizada por Llórente,
a finales de julio de 1810 135 , se confiesa patente­
mente la instrumentalización política que piensa
hacerse de estos altos cargos eclesiásticos, a la vez
104 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

que se pretende respaldar con una doctrina evidente­


mente galicana, a la que no preocupa, como sucedía
en la zona nacional, la situación de incomunicación
con Roma. Por su interés vamos a insertar la mayor
parte del texto.

La rotunda negativa del cabildo de Sevilla


y del obispo auxiliar de Madrid y su razonada exposi­
ción doctrinal a las declaraciones de sedes vacantes
y los subsiguientes nombramientos, fueron vistas por
los canonistas de Madrid como falsas teorías fundadas
en el "concepto errado y sobre las ideas falsas y embrolladas",
introducidas por las falsas decretales de Graciano,
"empefíadas en sostenerlas".'

"El cabildo de Sevilla y el obispo auxiliar de Ma­


drid suponen que no se puede imponer a los eclesiásticos la
pena de destitución sino por un ¡juicio canónico de la Iglesia,
y que faltando éste en las deposiciones que al presente se han
hecho, no están en realidad vacantes dichos obispados, ni aún
las prebendas y beneficios menores ; y en esto cabalmente con­
siste su equivocación, porque ellos hablan de la destitución
como pena espiritual y canónica impuesta por la Iglesia por
un delito eclesiástico cuyo conocimiento le compete a ella sola,
y cuyo resultado es despojar a los culpados de sus facultades
espirituales ; y V.M. no ha tratado sino de la deposición civil
en virtud de un delito de Estado, cuyo conocimiento es propio
de la autoridad civil, y cuyos efectos traen consigo todos los
que son consiguientes a la pena que se impone".

Sentado este principio doctrinal, sólo


quedaba concluir que también la aplicación al caso
concreto que nos ocupa era correcto. Así se hace y
se confiesa paladinamente la motivación política de
esta decisión : "Esto es lo que se ha hecho en el presente
caso, - decía la exposición No teniendo por justo V.M.
que en sus dominios existan sujetos enemigos suyos, que no reco­
nociendo su soberanía, y mirándola como ilegítima, pueden tur­
bar sus pueblos por el influjo y autoridad que en ellos les dan
sus destinos, ha podido y debido separles de ellos e imponerles
aquellas penas o castigos a que les haga acreedores su conducta,
nombrando en su lugar otros que ejercen sus funciones. i si esto
puede hacer V.M.' sin que nadie se lo conteste, respecto de los
magistrados civiles y demás ciudadanos súbditos suyos,¿ por qué
no también ejecutarlo con los eclesiásticos, puesto que por esta
cualidad o concepto no pierden el de súbditos y miembros del
Estado ? ¿ 0 deberán acaso gozar de las ventajas y comodidades
que éste les proporciona, de la protección en su persona y
bienes que les asegura, de las preeminencias, honores y conside­
ración que les dispensa, y querrán quedar impunes de las faltas
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 105
y quebrantamientos del orden social, descreciendo y haciéndose
superiores a la autoridad que implorarían si se les violasen
sus derechos civiles ?
"Dirán a esto que les juzgue la Iglesia, y les cas­
tigue cual lo mereca su conducta.' ¿ Mas por donde le compete
a la Iglesia el conocimiento de los negocios seculares de sus
ministros y sirvientes ? ¿ A la Iglesia encargada sólo del
cuidado de las almas y cuya autoridad y medios no tienen otro
objeto que el dirigirlas y guiarlas por el camino de la salud
eterna ?
"Si el divino Fundador de ella hubiera querido hacer
de sus ministros independientes de la sociedad y de los jefes
que la mandan y dirigen, no les hubiera enseñado que diesen al
César lo que era del César, ni encargándoles que obedeciesen
a las potestades seculares.' Y si el soberano no puede juzgarlos
por las faltas que contra él y contra la sociedad cometan, sino
que ha de denunciarlos a la autoridad eclesiástica para que lo
haga, entonces ésta y no él, será la depositario del poder su­
premo, y la que burlará la autoridad toda de la sociedad siempre
y cuando que quiera.- Sólo en las fuentes corrompidas de los es­
critos apo'crifos que todos conocemos, ha podido beberse esta
doctrina ; y una vez arraigada en los ánimos por siglos y si­
glos, ha podido alterar y hacer desconocer las ideas sencillas
que dejo expuestas, y contra las cuales nada prueban las doctri­
nas que se alegan en contrario porque traen su origen de
aquellos malos principios.'

"Sentado pues, que el soberano puede juzgar y cas­


tigar civilmente a cualquier eclesiástico que lo merezca, es
consiguiente que decaiga este ejercicio de sus funciones cuando
la pena hace nula su persona ; en cuyo caso no pudiendo estar
suspensa la autoridad y poder espiritual que ejercía, se hace
preciso que otro le remplace y ejerza sus veces por todo el
tiempo que dure su inaptitud o nulidad, y especialmente si ésta
es o debe ser perpetua.- ¿Ya quién pertenecerá entonces este
nombramiento ? Sin duda que a la misma autoridad que hizo el
primero, y que hará los sucesivos que fueren ocurriendo ; porque
el mismo derecho que para lo uno tiene, le asiste para lo otro ;
y más, considerándose el sujeto depuesto como muerto civilmente
para la sociedad, e incapaz de aparecer en ella con representa­
ción ni influjo alguno ; es decir, como si hubiese naturalmente
muerto, o hubiese desaparecido enteramente su persona, en cuyo
caso se procedería a nuevo nombramiento.

"Considerados pues, los obispos fugados como unos


verdaderos enemigos de V.M.- que ni le reconocen, ni quieren
vivir bajo su gobierno y protección, habiendo despreciado los
llamamientos que se les han hecho, el perdón que se les conce­
día, y la gracia y permanencia en sus destinos, como han visto
que se ha verificado respecto de los demás, no alcanzo por qué
106 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

fundamento no se les debe mirar como muertos, ya para el Estado,


incapaces de mandar en el territorio cuyo imperio no conocen,
y cuyo cuidado y vigilancia, que es su principal obligación,
han descuidado y abandonado.' Enhorabuena que ellos conserven,
si se quiere, Su carácter y todos tos poderes espirituales que
con él recibieron.- No es esto lo que les quita V.M.', como se
lo quitaría la Iglesia en un juicio canónico, por faltas o cul­
pas en el desempeño de sus obligaciones eclesiásticas que así
lo mereciesen.' Su ejercicio es lo que tes impide en virtud del
derecho y facultades que V.'M.~ tiene para que no manden en su
territorio aquellos sujetos que son sus enemigos ; y por una
consecuencia de ello designa otra persona que te sustituya,
como lo haría a su fallecimiento, sin que por esto pretenda dar­
te poderes espirituales, como no se tes da a tos demás eclesiás­
ticos que presenta o propone, y que les reciben de quien les
confiere la institución y colación canónica.

"En fin, y para concluir : o deben declararse sagra­


das las personas de tos eclesiásticos, e independientes en un
todo de la sociedad civil, suponiendo privilegios que no tes
ha dado el fundador en nuestra religión ; o es preciso venir
a parar en tos principios que dejo sentados, que son tos que
dictan la razón, la experiencia, y la utilidad publica, y que
han sido la norma y el objeto de los decretos en cuestión".'

La transcripción del texto anterior ha mere­


cido la pena, a pesar de su amplitud, por ser desco­
nocido, que yo sepa, y por tratarse de una pieza bien
representativa del galicanismo español. De hecho, es
muy significativo, y conviene subrayarlo, no pasaría
desapercibido para los políticos posteriores, pues
justamente, cuando se volvieron a deteriorar las rela­
ciones de la Iglesia con el Estado hasta el punto de
romperse, a partir de la desamortización de Mendizabal,
planteándose el grave problema de numerosas sedes
vacantes durante muchos años, y por tanto con cierta
similitud a la etapa que historiamos, supieron
recurrir a estos precedentes doctrinales que habían
elaborado los afrancesados, para respaldar doctrinal­
mente los nombramientos que se hicieron. Curiosamente,
en el documento de referencia existe una nota marginal
que dice así : "Copiado el 27 de diciembre de 1839 para en­
viarlo a la secretaría de Gracia y Justicia, de Real Orden" 136.

El tema de las dispensas matrimoniales


guarda también una íntima relación, desde un punto
de vista de solución doctrinal, con el anterior ; la
incomunicación con Roma planteaba una cuestión pare­
cida, aunque no exactamente igual, a la suscitada en
1799, cuando el temor a que se dilatase la elección
del nuevo Papa, retardase la concesión de dispensas
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 107
matrimoniales. Este fue el pretexto, más que la razón,
para que el ministro, don Mariano Luis de Urquijo,
presionase al rey a fin de decretar que todos los
obispos usasen de la plenitud de sus facultades para
dispensar en impedimentos matrimoniales reservados
a la Santa Sede.
Este precedente, y el hecho de estar el
mismo Sr. Urquijo en el gabinete josefino, hizo que
este problema canónico, no adquiera el carácter que
tomó en la zona nacional 137, sino que se solucione
por la vía expeditiva del decreto de 16 de diciembre
de 1809, ordenando también a los ordinarios del lugar
a que dispensasen en los casos reservadosl38 .

Pero lo más interesante no es el frío y aca­


démico articulado del decreto, sino un amplio estudio
previo y reservado que con el título de Observaciones
sobre los tres reparos que se han puesto en el decreto
acerca de las dispensas, y que no se dio a la luz
pública, cuyo contenido es sumamente elocuente, porque
viene a ser una confesión de los propósitos que se
guardaban "para tiempos más oportunos" y que no eran otros
que la total sumisión de la Iglesia y de sus funcio­
nes públicas al control del nuevo Estado.

Después de afirmar que "el derecho de establecer


sobre el matrimonio o levantar tales impedimentos fue propio
de los principes como parte de su soberania...", y que sólo "la
ignorancia de la Edad Media y otras cosas..-.' pasaron el ejerci­
do de este derecho a los eclesiásticos y al Papa", propone que
tanto el Rey use de esta prerrogativa esencial, como
los obispos vuelvan a usar "de la plenitud de su jurisdic­
ción y facultades", tal y como "hemos visto haber recobrado
al Imperio de Francia sus derechos en el concordq,to celebrado
en estos arios con la Corte romana". La política eclesiásti­
ca de Napoleón en Francia era propuesta como paradigma
para la Iglesia espaílola.

No obstante, el texto - decía la exposición


reservada - había procurado evitar "expresiones precipita­
das , para no alarmar los ánimos, o preocupados o nimiamente ti­
moratos". Tal vez por esto debió parecer a algún conse­
jero áulico demasiado ultramontano y condescendiente ,
la suavidad de algunas de las expresiones, especial­
mente el párrafo que decía : "Teniendo S.'M. presentes la
plenitud de facultades inherentes al obispado y ejercicio que
de ellas han hecho los obispos de letras y virtud".- De ahí que
la referida exposición añadiese, para dar satisfacción
a los más regalistas, que estas facultades debían
entenderse : "como cedidas por los principes, puesto que asi
108 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

se ha sentado constantemente en toda la exposición".' Más aun,


la frase donde se manda "usar de ellas (de las faculta­
des) no sólo sobre el punto de dispensas, sino sobre los casos
reservados y demás recursos a la Corte de Roma", tenía una cla­
ra intencionalidad política (aunque no se diga en el
texto), sí en cambio se confesaba paladinamente en
este escrito reservado : "Separarlos, (a los obispos),
en lo posible, de la dependencia de aquella Corte, restituirlos
a la plenitud de sus derechos y evitar una nueva declaración
sobre este punto".'
El decreto - venía a decir después el in­
forme - no trataba de sentar doctrina ni ser defini­
tivo, sino que, en materia tan discutida por los cano­
nistas, y teniendo en cuenta que no se puede "contar
mucho ni con tuces, ni con la energía, ni con la buena voluntad
de tos actuales obispos para ejecutar una resolución tan vigoro­
sa", lo que importaba era dar una providencia tajante,
urgente y definitoria : "Dispensen, pues, por ahora los
obispos, puesto que es interinamente y se consigue el fin, que­
dando la resolución de lo esencial para cuando esto se trate
definitivamente ".'

Parecido sentido - proseguía el informe - de­


bía darse al artículo tercero que decía : "Si algún obis­
po se negase a hacerlo, la parte podrd quejarse u ocurrir a Nos"
La intención - comentaba el informe reservado - no
era otra que "intimidar a los obispos con esta amenaza, y
hacer que por ella se presten más bien a la ejecución del decre­
to, ya para que, no haciéndolo, haya un nuevo motivo en que
apoyar la providencia definitiva, y cualquier otra justa y vi­
gorosa que se tome, como debe hacerse, sobre el importante punto
de jurisdicción o mds bien policía eclesiástica en toda su
plenitud".

Finalmente, el artículo cuarto del decreto,


en que se mandaba que "en aquellas diócesis, en que no haya
o falte el obispo, se recurra por tas partes al metropolitano...
escondía una sagaz y astuta medida política. En efecto,
bastantes diócesis - como hemos ya señalado en otro
lugar - estaban regidas por el cabildo, y en su nom­
bre, por unos gobernadores eclesiásticos. Ahora bien
- decía el exponente -, como "se trata de introducir una
novedad importante a tos ojos de tos eclesiásticos en puntos
de tan grave consideración ; como los eclesiásticos están por
desgracia malamente dispuestos para recibirla ; como es muy de
temer que se quieran excusar a su obedecimiento con motivos aún
más plausibles que tos mismos obispos, por falta de su carácter
episcopal, para ellos sagrado, y de la calidad de verdaderos
pastores ; y como en el primer articulo del decreto se compren­
den, en fin, tos casos reservados y otros recursos a Roma, que
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 109
en ningún modo pueden reputarse por la competencia de los cabil­
dos en el caso de la sede vacante, sino del metropolitano, que
superior al obispo, tenía por la antigua disciplina cierta auto­
ridad, o llámese inspección sobre él, y otras prerrogativas y
derechos anegos a su jerarquía, pareció mejor dar a este metro­
politano en la vacante de sus sufragáneos, las facultades de
que éstos usarían, que no a los cabildos, quienes ciertamente
ni podrían absolver a un penitente de los casos que se llaman
reservados, ni conocer en ninguna de las causas mayores, ni
tratar de otros puntos jurisdiccionales que competen a aquel
con arreglo a los cánones y a la disciplina. Cuando se trata
de cosas tan importantes en la policía eclesiástica, parece
mejor subir un poco en clases y jerarquías, que siempre se
hallan con más autoridad y facultades, que no bajar a quien
pude excusarse y desobedecer, a pretexto de no tenerlas,
mayormente cuando todo esto es y debe tenerse por provisional,
quedando su arreglo definitivo para el plan general de reforma
eclesiástica, en que debe entrar como parte, y que, enlazado
con las demás, ocupará entonces el lugar y grado que les corres­
ponde" 139.

VII - EL JUICIO A LOS ECLESIÁSTICOS AFRANCESADOS Y


COLABORACIONISTAS

No se pretende abordar la cuestión en toda


su amplitud temática 140, sino detenerme someramente
en el juicio que se hizo a los eclesiásticos afrance­
sados y adictos a José I.

Se emplea aquí el término "juicio" en un sen­


tido muy amplio, entendiéndose en su acepción proce­
sal, tanto civil como canónica, y en sentido vulgar ;
es decir, comprendería las críticas, denuncias, dela­
ciones e incluso todos los estereotipos que circularon
contra Francia y lo francés, y de rechazo contra todos
aquellos que en diverso grado siguieron las banderas
del ejército imperial.

La primera dificultad que se presenta, y


que ya apuntamos al principio de este trabajo, se
refiere a la clasificación de todos los llamados infi­
dentes o colaboracionistas. Ya los mismos protagonis­
tas señalaban este inconveniente. El P. Lorenzo de
Frias, agustino toledano, testigo de los hechos,
reconociendo la imprecisión y con una gran dosis de
apasionamiento, daba esta división : "Tocante a los a-
francesados, yo me acostumbré a dividirlos en tres alases :
componen la primera, los que cojeando por incredulidad y
110 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

queriendo vivir a pleno libertinaje, no hallan otro mejor medio


que agregándose (agregarse) a los franceses y acomodándose (aco­
modarse) a su gobierno. La segunda se compone de los que,
habiendo formado juicio de que no podría haber resistencia
contra los franceses, tiraron a sacar el partido que pudiesen,
o menos malo que fuese dable. Finalmente la tercera, resulta
de los muchos simples y mentecatos, que creyeron que cuando
esparcía Bonaparte en los papeles y proclamas de regeneración,
felicidad, etc, etc., era verdad y que tendría efecto" 141.

Cuando el P. Frías hacía esta clasificación


pensaba en todo el clero, especialmente el toledano,
con el que había tenido que vivir durante la guerra.
En la primera categoría incluía especialmente a muchos
clérigos de cierto relieve social que por encontrarse
en "estado de merecer" creyeron fácil el ascenso incli­
nándose al vencedor : tales fueron bastantes capitula­
res, curiales y eclesiásticos responsables de la admi­
nistración diocesana. Eran los llamados aprovechados,
arrivistas y contemporizadores. En la segunda
categoría, estaban los colaboradores de buena fe que
hasta pensaron que con su adhesión al soberano, por
lo menos evitaban males mayores. Se trataba de muchos
vicarios foráneos y responsables de parcelas de poder
diocesano que tuvieron que "jugar a dos barajas" - como en­
tonces se decía - para poder detener las iras del
engranaje administrativo. Finalmente, en la tercera
categoría incluía a una serie de clérigos de inferior
categoría, fácilmente manipulables que sirvieron de
fácil presa para la propaganda política. Todos ellos,
mezclados, y hasta con una evolución en su pensamien­
to y conducta política, vamos a ir enumerando y refi­
riéndonos a la diócesis de Toledo, parcela de la
Iglesia española que, por su extensión, por su carác­
ter de primada y por encontrarse dentro de ella la
capital del Reino, hace que aparezca como ejemplo
representativo del resto de España, salvadas las
diferencias particulares.
Al terminar la guerra y volver el cardenal
Borbón, los primeros en dar satisfacción al prelado
y explicar su gestión administrativa fueron los canó­
nigos, presentándole una amplia memoria justificativa
de su conducta durante los anos de la invasión, donde
subrayaban las presiones y amenazas de toda índole
que recibieron del gobierno así como la estrecha vigi­
lancia y ambiente de desconfianza que se creó entre
los mismos capitulares.
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 111
En estas circunstancias, y con las lógicas
cautelas - venía a resumir el secretario del cabildo -
los prebendados procuraron desempeñar sus deberes más
de un año. "No pudiendo evitar que la suspicacia del gobierno
desconfiase de sus procedimientos".
Pero la más dura crítica y acusación que
pesó sobre el cabildo primado se centró en el hecho
de haber utilizado en sus despachos y títulos oficia­
les, el dictado de gobernador eclesiástico sede vacan-
te, en vez de utilisar, por ejemplo la formula, "in ab-
sentia". Las razones más sofisticadas fueron elaboradas
por algún capitular que parece debió dejar a Borbón
relativamente satisfecho, especialmente cuando reite­
raban su más viva adhesión y respeto a su persona de
la que esperaban supiese disculpar y disimular otros
errores de menor importancia "atribuibles a lo arduo y de­
licado de las circunstancias extraordinarias" 142,

No obstante esta excusación del cabildo,


las acusaciones contra los capitulares comenzaron a
llenar la mesa del arzobispo. Eran censuras proceden­
tes del clero parroquial, del clero regular y de no
pocos eclesiásticos de la capital que habían tenido
que sufrir las intemperancias de muchos curiales
encumbrados por la política. El citado P. Frias no
dudó en acusar con las más inexorables razones :
"No nos alucinemos. El cabildo tiene sujetos que penetran bien
estas cosas y por eso tienen menos excusa para obrar en todo...-
¡ Qué ejemplo el de un cabildo de una iglesia primada de las
Espartas, depositaría antigua de nuestra creencia y de nuestra
disciplina más pura, para los cabildos de las demás iglesias
del Reino !" 143.

Pero dentro del cabildo no todos podían ser


culpados de infidencia y en el mismo grado. Los capi­
tulares cuya hoja de servicios no podía fa'cilmente
presentarse limpia de servicios políticos o de otra
clase de manifestaciones externas hacia el gabinete
bonapartista eran los siguientes :
limo. Sr. D. Alfonso Aguado y Jaraba, obispo auxiliar,
quien ya desde los primeros momentos de la entrada
de las tropas imperiales, no dudó en manifestar sus
deseos de agradar a las nuevas autoridades. El confi­
dente de Borbón, doctor Frera, le denominaba ’"contempo­
rizador", mientras un curial le sumaba entre los muchos
"bastardos, revestidos de la prudencia de serpiente", deseoso
de medrar en la carrera eclesiástica. Nombrado obispo
de Calahorra y, ante la resistencia del clero en
admitirle, vivió retirado en Vitoria, consiguiendo
del gobierno de Madrid porder seguir disfrutando de
112 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

las rentas de su canongía toledana. Al finalizar la


guerra, dirigía una carta al cardenal Borbón desde
Burgos, donde fue confinado por el general Mina,
quejándose de las incitaciones del pueblo a vengarse
con él. Al temer volver a Toledo, quejándose, por las
mismas razones, le suplicaba que le permitiese insta­
larse en Madrid hasta el día de su purificación polí­
tica. No conozco el resultado del proceso, aunque se
incoaba muy pronto porque en la epacta diocesana para
el aíío 1814 su nombre aparecía borrado.
D. Juan Antonio Llórente, dignidad de maestrescuela
de la catedral desde THÓ6, pero residente la mayor
parte del tiempo en Madrid. Desde su puesto de conse­
jero áulico tendría una decisiva influencia tanto en
la diócesis como en el resto de la Iglesia española.
Al terminar la guerra y huir a Francia, declarado reo
de alta traición por el gobierno nacional, se encargó
en la curia de Toledo a don Juan Antonio Frera y a
don Matías Calva que se responsabilizasen de su causa
que se iría diferiendo, como la de tantos otros a lo
largo del sexenio absolutista. Es posible que la razón
de esta tardanza estribase para la Iglesia en la pro­
pia dificultad de poder condenar a un eclesiástico
por un simple delito político que no estaba tipificado
en la legislación canónica. El ambiente incitando a
la venganza tal vez forzó a los canonistas a buscar
en el "poenare ad arbitriwn" el único portillo del posi­
tivismo jurídico, a no ser que, como otros decían
- se recurriese a no menos peligroso capítulo "de vita
et honéstate clerieorum" para juzgar una vida depravada
a causa de la adhesión a la nueva legitimidad. La
autoridad civil, por otra parte, se vio mediatizada
por presiones internacionales para coseguir amnistías
o un trato de compresión y benevolencia 144. En todo
caso, las autoridades eclesiásticas se encontraron
también con la triple dificultad de la antipatía
popular contra los afrancesados, al menos en los pri­
meros años de la posguerra ; las dudas jurídicas seña­
ladas, y la necesidad de no actuar antes y al margen
de los tribunales civiles. Sólo en el Trienio liberal,
tanto Llórente como otros eclesiásticos importantes
encontraron en las Cortes sus más eficaces valedores.
Don José Salcedo y Jaramillo, canónigo de i a catedral
y administrador de las rentas de la mitra toledana
durante la guerra. Es difícil precisar el grado de
sinceridad al inclinarse al régimen bonapartista.
Parece que fue la amistad con Llórente la que le elevó
a este importante cargo que le obligó a trasladarse
a Madrid. De su correspondencia epistolar, que he
manejado, parece desprenderse un celo exquisito por
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 113
defender los derechos de la mitra con una política
de "capear el temporal" - como él confiesa - , pero tam­
bién de ir conquistando amigos con la condonación de
deúdas, suponiendo que un día tuviese que rendir
cuentas de su filiación política : "Las cuentas de Salcedo
decia un curial a Borbón, residente en Cádiz - no sabe­
mos cómo estarán. El marcho con sus amigos y sus talegos..-.
Tiene compradas pingües posesiones, ciertamente con las rentas
de la mitra, y, aunque muchas vueltas a sus dueños, otras habrán
tomado de los legítimos" 145. Esta ambigua conducta le
debió granjear amigos, porque la curia le asignaba,
en 1815, una pensión de 500 ducados, pero retirándole
de su prebenda y obligándole a vivir recluido en un
convento.
En 1821 no se había zanjado su causa, y el
24 de abril de este mismo affo suplicaba al cardenal
que se dignase activar su proceso por "un despojo tan di­
latado y tan sensible, después de la reposición de varios pre­
bendados de otras iglesias" 146.

Don Manuel Vicente Ibarrola, canónigo de la catedral.


Sus primeras muestras de simpatías por el nuevo rey
se manifestaron en la visita que hizo José I, el 23
de mayo de 1809 a la Ciudad Imperial, encargándose
de decir la misa. Desconocemos los servicios presta­
dos al nuevo gobierno, pero la curia le tachaba ofi-
cilmente de la lista de canónigos de la catedral.
Su causa siguió aireándose hasta el 18 de febrero de
1815 en que, una orden real le restituía su causa al
tribunal diocesano de Toledo.
Don Francisco Terán y Obregón, canónigo, contador
mayor y juez ordinario del tribunal de rentas del ar­
zobispado. Desconocemos las inculpaciones concretas.
Su causa, como la de los otros anteriores, pasó a la
jurisdicción civil. En 1820, las Cortes decidieron
reponerle en su prebenda catedralicia.

Otros inculpados, contra los que no pudieron


sus más duros enemigos que les tildaban de "jugar a dos
barajas" fueron los canónigos don Gabriel Hebia y No-
riega, nombrador gobernador eclesiástico de la dióce­
sis por el Ministerio, y don Vicente Rodrigo de Mena,
nombrado vicario general. Tanto uno como otro demos­
traron su inociencia ante Borbón con tal cúmulo de
razones que no sólo se les respetó en sus puestos sino
que se les adjudicaron puestos de mayor responsabili­
dad aún.
114 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

También las críticas se extendieron a eclesiásticos


de inferior categoría. El P. Frias, al enjuiciarlos,
se mostraba mucho más indulgente y comprensivo. Así
lo entendía también el vicario general al decir al
cardenal que muchos eclesiásticos colaboraron más
"por política que por gusto".' Tales fueron algunos ofi­
ciales de la curia de Toledo y Alcalá, así como algu­
nos miembros de los tribunales de las diferentes
vicarías, especialmente de la de Madrid ; pero la gran
cantidad de denuncias, acusaciones y anónimos que
llegaban a Borbón, junto a las exposiciones que hacían
los interesados para descargo de tales inculpaciones,
así como las recomendaciones a que recurren, hacen
difícil deslindar la falsedad de la veracidad, máxime
cuando no se llegó ni a incoar expediente alguno.
No faltaron los aprovechados en medio de
este ambiente enrarecido, tanto entre el clero secu­
lar como regular. Ya en 1812, el teniente vicario de
Talavera consultaba a Toledo sobre la conducta que
debería seguirse con los sacerdotes seculares y regu­
lares de aquella ciudad indiciados de infidentes,
proponiendo que "para su aseguración y corrección de excesos
de otra naturaleza, se hacia la habilitación de un convento o
casa, por no haber en esta villa cárcel de Corona". En la curia
le contestaron diciendo que procediese a la formación
de sumarios conforme a derecho y a los Reales decretos
expedidos sobre la materia.

Este texto pues, parece insinuar que eran


bastantes los eclesiásticos que habían colaborado con
el gobierno. Sin embargo, parece más bien que se tra­
taba, en su gran mayoría, de infracciones de orden
disciplinar más que propiamente adhesiones políticas,
efecto lógico de aquellos años de permisividad y falta
de control que encontraban justificación o excusas
en el ambiente y respaldo en las propias autoridades
locales puestas por el gobierno intruso.

El cardenal y sus más cercanos colaborado­


res fueron muy pronto dándose cuenta de las pasiones
encontradas que rodeaban a tantas acusaciones por una
y otra parte y fueron reduciendo los procesos a los
más notables colaboradores del anterior gobierno y
retirando los cargos contra eclesiásticos dignos de
la más alta consideración.

Aún así, la antipatía contra Francia y lo


francés siguió' estando viva en la mente de aquellos
que veían encumbrarse a muchos de los tildados de co­
laboracionistas. Un .ejemplo de esta rigidez mental
se patentiza en el siguiente caso, entre muchos :
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 115

En 1815, el presbítero don Lorenzo Ortega se vio seña­


lado de afrancesado. No había más razón para ello que
el simple hecho de haberse visto obligado a huir a
Francia con su hermana y su cuñado a consecuencia de
la guerra. Cuando volvió, acogido al decreto del 30
de mayo de 1814, fue molestado varias veces, e incluso
el vicario eclesiástico de Alcázar de San Juan le
tenía suspenso a divinis, "hasta tanto - decía - pueda ob­
tener la gracia de S.E. (el cardenal ) ". Al recurrir a la
curia, para tranquilidad suya y satisfacción de los
demás, el secretario de cámara y gobierno del arzobis­
pado escribió estas aclaraciones al margen de la peti­
ción para que fuera copiado en la contestación :
"Su solicitud se reduce a conseguir la indulgencia de S.E. por
los pequeños extravíos que haya podido tener en la vida espiri­
tual con motivo de haberse emigrado a Francia" 147.

Pero esta animadversión contra Francia y


sus ideas no era simple slogan que se hubiese repeti­
do como arma de combate durante la guerra, sino que
respondía también a un convencimiento desde antiguo,
por parte del clero, de profesar y practicar un cato­
licismo más puro e inquebrantable que el que se ense­
ñaba y defendía en el resto de las naciones europeas
inficionados por el protestantismo. Este concepto
diferencial del catolicismo hispano, fruto de la con­
trarreforma, se vid subrayado por la victoria y per­
duraría después como el mayor timbre de gloria. El
caso quizás más decisivo nos lo ofrece el proceso
contra el capellán de San Luis de los Franceses de
Madrid, don Luis Fris de Ducos, cuya causa, juzgada
en 1817 por la Inquisición, pasó en 1820 al tribunal
diocesano de Toledo. Era muy sintomático que se pidie­
se, entre otras cosas, que el capellán de dicho cen­
tro fuese en lo sucesivo un español "y jamás un individuo
de la nación francesa, mediante a ser muy repugnante a los feli­
greses españoles entregar sus conciencias a un extranjero, y
que nunca conviene su moral y teología, compuesta o adulterada,
con la sana y pura de los españoles, además del idioma, costum­
bre y disciplina de dos distintas naciones que en nada se
asemejan" 148 .

Pero lentamente, y en especial después del


Trienio liberal y la invasión de los Cien mil hijos
de San Luis, se fue produciendo una distención ideo­
lógica y psicológica hacia aquella Francia invasora
de 1808, cuya Iglesia padecía también ahora, como la
española, los mismos embates del liberalismo. El peli­
gro pues, venían a concluir muchos eclesiásticos espa­
ñoles, no estaba tanto en Francia y los franceses
indiscriminadamente, cuanto en el campo de las ideas,
116 Leandro HIGUERUELA DEL PINO
viniesen de donde viniesen. En este sentido, las
doctrinas revolucionarias que procedían de Francia,
habían sido también defendidas en Cádiz. El enemigo,
por lo tanto, estaba en el liberalismo doméstico,
más que propriamente en Francia, de cuyos eclesiás­
ticos y seglares, como De Bonald, De Maistre, etc.
había mucho que aprender, y cuya Iglesia atravesaba
por problemas similares a la de España.
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 117

NOTAS

1. JURETSCHKE, H., Los afrancesados en la guerra de


la Independencia, Madrid, Rialp, 1962, p. 107-108.

2. Una clarificación conceptual y terminológica, en


DUPUIS, L., A propos d1"afrancesamiento", en Cara-
velle, C.M.H.L.B., Toulouse, 1963, í". 4Í"-53 •

3. Novísimo diccionario de la lengua castellana,


París, Librería de Garnier Hermanos, 1892.

4. LOVET, G.H., La guerra de la Independencia y el


nacimiento de la Espafla contemporánea, Trad. espa­
ñola, Madrid, 1975, vol. II
5. JURETSCHKE, H., op.cit., p. 16-17.
6. PALACIO ATARD, V., La España del siglo XIX, Madrid,
Espasa-Calpe, 1978, p. 58-00.

7. SARRAILH, J., La España ilustrada de la segunda


mitad del siglo XVIII, México, F.C.E., 1974, P-
291.
8. HERR, R., España y la revolución del siglo XVIII,
Madrid, Aguilar, 1973, p. 31-72.
9. DE DEMERSON, P., y DEMERSON, J., Las Sociedades
Económicas de Amigos del País en el siglo XVIII,
San Sebastián, 1974.
10. HIGUERUELA DEL PINO, L., "La Real Sociedad Econó­
mica de Amigos del País de Alcázar de San Juan",
en Boletin del Centro de Estudios del Siglo XVIII
de la Universidad, Oviedo, 1975, N° 3, p. 55-67.

11. HERR, R. , op.cit., p. 135.


12 . HERR, R. , op.cit., p. 136-61. También SARRAILH, J.
op.cit. , p. 443-72.

13. LAFUENTE , V., Historia eclesiástica de España,


Madrid, 1973, t. VI, p. 171.
118 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

14- HERR, R., op. cit., p. 166-94.

15- Novísima recopilación, VIII, XVIII, nota 15. Am­


pliamente en HERR, R., op.cit., p. 197-221.
16. HERR, R., op.cit., p. 222-60.

17« DOMERGUE, L., "Los lectores de libros prohibidos


en los últimos tiempos de la Inquisición (1770-
1808)», en La Inquisición española. Nueva visión,
nuevos horizontes". Actas del Congreso interna­
cional sobre la Inquisición celebrado en Cuenca.
Madrid, ÉcE Siglo XXI, 1980, p. 605-13• También
DEFOURNEAUX, M., Inquisición y censura de libros
en la España del siglo XVIII, Madrid, 1973-

18. La propia autora, Lucienne Domergue, es la primera


en extrañarse de que en Madrid y Cádiz aparezcan
tan pocas denuncias de libros. Me parece que se
debe, como se apunta, a la propia dificultad que
encerraba para los inquisidores llevar un control
en unas ciudades como Madrid, donde - como decía
un visitador eclesiástico de la época - parecía
"un inmenso mar que lo escondía todo"-, pero además puede
explicarse porque la muestra estudiada es muy
ba ja.

19- Yo mismo he recogido la biblioteca particular del


presbítero D. Miguel Durán Tirri de Laci, que in­
sertó en mi tesis doctoral El clero de Toledo des-
de 1800 a 1823, Madrid, F.U.E., 1979, pp. 259-66.
20. En el Archivo Diocesano (Fondos de los pontifica­
dos de Lorenzana y Borbón) existen, sin catalogar,
legajos que son sermones manuscritos, que muy bien
pudieron ser enviados a la curia para ser juzgados
y que son de gran interés ideológico.

21. Del párroco de Capilla (Ciudad Real) al cardenal


Borbón (1802). Archivo Diocesano de Toledo, Fondo
Borbón, leg. 48- Siempre citaremos con las siglas
ADT, Borbón.

22. Del cura de Albares (Guadalajara), don Jerónimo


Marco a la curia diocesana. Albares, abril de
1804- ADT, Borbón, leg. 48.

23• Memoria del obispo de Calahorra sobre mejoras de


la legislación. Desde Murcia, 14 de Octubre de
1809. Citado por H. JURETSCHKE, op.cit. , p. 245-
246. El hecho debió darse sólo en las provincias
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 119

vascas (que entonces dependían de esta diócesis)


y tal vez en las catalanas. Yo he repasado cuida­
dosamente todos los curricula vitae de los ecle­
siásticos opositores "a parroquiasy otras preben­
das de la diócesis de Toledo, a los que concurrían
muchos eclesiásticos del centro de la Península,
y no se señala ningún clérigo que hubiese estudia­
do en Francia, cuando precisamente constan las
universidades y centros eclesiásticos donde estu­
diaron todos los concurrentes.
24. Diario de las Cortes, t. IV, 6 de junio de l8ll,
p. 195- Citado por JURETSCHKE, op.cit., p. 109-10.

25- LORENZO FRIAS, Sumario de lo ocurrido en Toledo


durante la invasión francesa con el movimiento
general de la guerra de la Independencia,manús-
crito • Toledo, Casa de la Cultura, Fondo Lorenza-
na-Borbón, manuscrito N° 279, fol. 165-66.

26. LOVET, G.H., op.cit., p. 120.


27. ADT. Sala 4°, Libro de registro, N° 211, "Crónica
del pontificado de don Luis María de Borbón". Se
trata de unos cuantos folios, manuscritos, que
debieron pensarse como verdadera crónica del pon­
tificado ; pero desafortunadamente, el contenido
no responde al pomposo título.
28. De don Rafael Isidoro de Hervias a Borbo'n. Madrid,
20 de agosto de 1812. ADT, Borbon, leg. 55.

29. Borbón contribuyo" con 60 000 reales mensuales,


varias monedas de oro y plata y el pectoral que
se puso a subasta. El cabildo por su parte aportó
40 000 reales mensuales y con la misma cantidad
la fábrica de la catedral, por un total general
de 480 000 reales. ADT, Borbón, leg. 49.
30. Amplia documentación sobre la colecta realizada
en la provincia de Toledo, en ADT, Borbón, leg. 49

31. Don Domingo del Río Murga le comunicaba a Llórente


en noviembre de 1808, que se procedería a descon
tar la cantidad asignada a su "dignidad", 298
reales y 24 maravedíes todos los meses. De don
Domingo del Río Murga, contador, a D. Juan Antonio
Llórente. Toledo, 14 de noviembre de 1808. ATD,
Borbón, leg. 49-
32. Citado por JURETSCHKE, op.cit., p. 68.
120 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

33. Más ampliamente en mi libro, La. diócesis de Toledo


durante la guerra de la Independencia española,
2a. Ed., Toledo, Ed. Zocodover, 1983» pp• 25-38.

34. PALACIO ATARD, op.cit., p. 46-47-


35. HIGUERUELA, L., La diócesis de Toledo..., op.cit.,
p. 204-18.

36. Idem, p. 56-60.

37. Decreto, 6 de junio de 1809, Prontuario de las


leyes y decretos del rey nuestro seflor don José
Napoleón I desde el ano de I8o8^ Madrid, 1810-
1812. Existe un ejemplar raro en la Biblioteca
Nacional de Madrid, sig. 1-53498-53500. También
hay otro ejemplar en el Archivo Diocesano de To­
ledo, sin signatura. El decreto aludido, en t.II,
p. 310-311.
38. Decreto, 21 de abril de I8IO, Prontuario..., op «
cit., p. 136-38.

39- Decreto, 6 de febrero de 1811 , Prontuario..., op.


cit., t. III, p. 82.

40. Decreto, 10 de mayo de I8IO, Prontuario..., 2£z.


cit., t. II, p. 142-44.

41 • Decreto, 31 de octubre de I8IO, Prontuario • • • 5


op.cit. , t. II, p. 245.
42. Decreto, 28 de julio de l8ll.

43. HIGUERUELA, L., La diócesis de Toledo..., op.cit.,


p. 58.

44- De don Pedro Morejón a don Nicasio Tomás en Cádiz.


Toledo, 10 de mayo de 1809. ATD, Borbon, leg. 40.

45- Decreto, 18 de agosto de 1809, Prontuario. . . , op.


cit., t. I, p. 303-5.

46. HIGUERUELA, L., La diócesis de Toledo..., op.cit.


p. 67-88.

47. Decreto, 5 de septiembre de 1809, Prontuario...,


op.cit., t. I, p. 334-
48. Decreto, 27 de septiembre de 1808, Prontuario...,
op.cit., t. I, p. 356.
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 121

49« Decreto, 4 de octubre de 1809, Prontuario..., op.


cit., t. I, p. 359.

50. Decreto, 4 de octubre de 1809, Prontuario..., op.


cit., t. I, p. 360.

51. Decreto, 11 de octubre de 1809, Prontuario...,


op.cit. , t. I, p. 360.

52. Decreto, 27 de abril de 1809, Prontuario..., op.


cit., t. I, p. 167.

53. Informe del ministro de Negocios Eclesiásticos,


duque de Santafé al rey, Madrid, 21 de octubre
de l8ll. Archivo General de Simancas, Fondo Gracia
y Justicia, leg. 1220. Siempre citaremos AGS, Ga
y Ja .
54- Informe del duque de Santafé. Madrid, 9 de marzo
de 1812. AGS, Ga y Ja, leg. 1220.

55- Prontuario. . . , op. cit. , t. I, p. 359- Para una


precisión en torno al concepto de clero alto y
bajo, puede verse mi libro, La diócesis de Toledo,
op.cit., p. 204-18.

56. Decreto, 29 de noviembre de 1809. Prontuario...,


op.cit., t. I, p. 437.

57- Decreto, 20 de febrero de l8ll, Prontuario...,


op.cit. , t. III, p. 83.

58. Decreto, 13 de marzo de 1811, Prontuario..., op.


cit., t. III, p. 103.

59. Decreto, 18 de abril de l8ll. Prontuario..., op.


cit., t. III, p. 132.

60. Otros muchos exregulares, de los que no se hacía


relación nominal, fueron nombrados para ocupar
beneficios menores. Los curiales confidentes de
Borbon comentaban con desdén que se trataba de
clérigos ineptos, por lo que vino en llamárseles
"capellanes simples a la moderna". (Para una relación
en otras diócesis, AGS, Ga y Ja, legs. 1213 y 1253
principalmente).

6l. De don Diego de la Torre a Borbón en Cádiz. Desde


La Roda (Albacete), año 1812, sin más datos. ATD,
Borbón, leg. 33.
122 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

62. Borrador de una exposición del ministro de Nego­


cios Eclesiásticos a José I, Madrid, 31 de julio
de 1810, AGS, G° y J°, leg. 1229.
63. Borrador de una exposición (¿de Llórente ?) sobre
la incidencia de estos dos decretos. AGS, G® y
ja, leg. 1229.
64• Ídem.
65. La carta en cuestión ha sido publicada por C.BAYLE
S.J. en artículo, con varios errores de bulto,
con el título "Un obispo auxiliar de Madrid en
1790 y un decreto de José Napoleón en 1810" en
Razón y Fe (1953), P- 173-177.
66. Borrador de una exposición, etc., citada en nota
63-
67. Borradores y originales de este nombramiento así
como de otros en otras diócesis, en AGS, G° y J°,
leg. 1226.
68. La ciudad volvería a caer en manos del mariscal
Soult en diciembre de ese mismo afío, perdurando
en poder de los franceses hasta abril de 1813 en
que definitivamente fue liberada.
69. Del cabildo de Toledo al Ministerio de Negocios
Eclesiásticos, Toledo, enero de 1812, ADT, Borbón,
leg. 21.
70. Para una visión de la situación en las diferentes
vicarías de la diócesis en las provincias de Ma­
drid, Guadalajara, Ciudad Real etc., puede consul­
tarse mi libro, citado, p. 31-38. Para otras
diócesis, sólo existen algunos breves estudios
que el lector podré ver en la introducción histo-
riográfica del mismo libro. Afíadase, a lo allí
relacionado un breve, aunque desorganizado bosque­
jo de la diócesis de Calahorra en estos afíos,
debido a L. SIERRA NAVAS, en la que fue su tesis
doctoral, La reacción del episcopado espadol antes
los decretos de matrimonio del ministro Urquijo
de 1799 a 1813, publicado sucesivamenteen Estu^
dios de Deusto, Bilbao, 1963 y 1964. Hay también
edición posterior. Sobre la diócesis de Calahorra
durante la guerra, en p. 471-507- Una visión pano­
rámica muy bien lograda, en REVUELTA GONZALEZ,
M. , La Iglesia española y en Antiguo Régimen
( 1808-33) 1 Historia de la Iglesia en España^ diri-
gida por R. GARCIA-VILLOSLADA, Madrid, B.A.C.,
t. V, p. 26-31.
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 123
71. Colección documental del Fraile. Servicio Histó­
rico Militar, Madrid, 1947«

72. El Archivo General de Simancas guarda una impor-


tanta documentación, poco conocida, sobre la
guerra de la Independencia, en la Sección del
Ministerio de Gracia y Justicia, Fondo Gobierno
Intruso.
73. El Archivo Diocesano de Toledo es un fondo docu­
mental de primer orden para el estudio de la His­
toria eclesiástica española, especialmente el fon­
do llamado del pontificado del cardenal Borbón.
Desafortunadamente no está ordenado ni catalogado,
a no ser los llamados "libros de registro" y simi­
lares. Existe una global referencia por pontifica­
dos y ésto, a su vez, por legajos. Algunos legajos
han sido trastocados en cuanto a la documentación.
Aún así, merece la pena una investigación con
tantos inconvenientes por su riquísima documenta­
ción .

74- Sobre la historiográfia eclesiástica en torno al


tema de la guerra de la Independencia, puede verse
mi libro, La diócesis de Toledo..., op.cit., Pró­
logo .
75. DUFOUR, G., Juan Antonio Llórente en France (1813—
1822), Ginebra, Librería Droz, 1982.

76. Texto incompleto de la pastoral en JURETSCHKE,


op.cit., p. 46 y ss.

77. REVUELTA, M., op.cit., p. 31.

78. DUFOUR, G. , op.cit., p. 33-

79> El Imparcial, articulado titulado "Constitución",


N° 4, p. 7-8. Citado por JURETSCHKE, op.cit. ,
p. 147.
80. Gaceta de Madrid, I8-II-I8IO, p. 202. Citado por
REVUELTA, op.cit. , p. 31-

81. Pastoral del ob. de Córdoba, 17-IV-181O, Gaceta


de Madrid, p. 515-
82. Pastoral del vicario de Valladolid, Josef Milla,
8-1-1809, Gaceta de Madrid, pag. 105•

83. Gaceta de Madrid, 1810, p. 424* Citado por REVUEL­


TA, op.cit., p. 32.
124 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

84. Exposición de D. Manuel Ma. Tofiño al Ministerio


de Negocios Eclesiásticos, Madrid, 27 de julio
de 1810, AGS, G° y J°, leg. 1205-
85. AYMES, J.R., La guerra de la Independencia en
Espafla (l8O8-lglD° Madrid, Siglo XXI, 1974, P-
19-20.
86. UBIETO-REGLA-JOVER y SECO, Introducción a la His­
toria de España, Barcelona, Ed. Teide, 1972, 9a.
Ed., p. 514.
87. Recogido por AYMES, J.R., op.cit., p. 131-132.

88. SCHMIDT, B., El problema español de Quevedo a


Manuel Azafia, Madrid, 1976.

89. PALACIO ATARD, V., Los espartóles de la Ilustración,


Madrid, 1964, p. 211-40.
90. HERR, R., op.cit., p. 290-313.
91. REVUELTA, M., op.cit., p. 11-14-
92. También, sobre el carácter religioso de la guerra
de la Independencia, MENENDEZ Y PELAYO, M. , His­
toria de los heterodoxos españoles, Madrid, 1888,
t. III, p. 414-15.
93« RINCON JIMENEZ, J., El clero extremeño en la Guer­
ra de la Independencia, Badajoz, 1911, p. 30.

94. Idem., Prólogo a dicha obra, de Gómez Villafranea,


p. 37-
95. Sería una cruz roja, de paño o de seda, que
constase de brazos iguales, cada uno como de dos
pulgadas, a corta distancia, con los remates ne­
gros, guarnecida alrededor de cordoncillo en la
o ja izquierda de la chaqueta o casaca de uso.
RINCÓN, J., op.cit. , p. 51- También en GOMEZ
VILLAFRANCA, R., Extremadura en la guerra de la
Independencia , Badajoz, 1908, 2 vols . , vol. II,
pT 84 •

96. RINCON, J., op.cit., p. 67. También GOMEZ VILLA-


FRANCA, op.cit., vol. I, p. 300-301.

97. SOMOZA DE M0NTS0RIU, J., Las amarguras de Jovella-


nos, Gijón, 1889, p. 433. Citado por JURETSCHKE,
op.cit., p. 73-
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 125
98. REINOSO, Examen de los delitos de infidelidad
a la patria,Burdeos, I8l8, 253• Citado por
AYMES, J.R., op.cit., p. 19-

99- LLORENTE, J.A., Discurso sobre la opinión nacio­


nal de España acerca de la guerra con Francia,
Citado por DUFOUR, op.cit~ p. 33 y 169.

100. MERCADER RIBA, J., Barcelona durante la ocupación


francesa (I8Ó9-I814) , Madrid, C.S.I.C., 1949,
p7 386. Carta pastoral en p. 437-438.

101. Texto original en AGS, Ga y Ja, leg. 1239-

102. El texto desde luego alude a que la "respuesta del


cura de Sevilla al Regular insurgente" fue publicada en
la Gaceta del Puerto de Santa María, el 8 de mayo
N° 7, de 1809 (?) •
103. El subrayado es mío.

104- Exposición del presbítero don Lamberto Gil a S.M.


el rey. Madrid, 10 de mayo de 1809, AGS, Ga y Ja,
leg. 1235.
105- Puede verse el trabajo de SIERRA NAVAS, L., op,
cit.

106. Prontuario..., op.cit., t. III, p. 85-86.

107. HIGUERUELA, L., op.cit., p. 89-117.


108. REVUELTA GONZALEZ, M., op.cit., p. 25.

109. Citado por DUFOUR, op. cit. , p. 182 y 173 y ss.


110. En Petit catéchisme sur les concordats, citado
por DUFOUR, op.citT^ pT 183.

111. Ampliamente en DUFOUR, op■cit., p. 207-217.


112. DUFOUR, G., op.cit., p. 211.

113. Exposición de don Miguel Joseph de Azanza al rey


sobre la supresión del tribunal de la vicaría
de Madrid. Madrid, 17 de marzo de 1809, AGS,
Ga y Ja, leg. 1248.

114- El propio cardenal de Borbon y el grupo de clé­


rigos de su entorno postulaban también medidas
126 Leandro HIGUERUELA DEL PINO
de reforma eclesiástica, muchas de las cuales
coincidían fundamentalmente con las del gobierno
intruso. Ampliamente en mi libro citado, p. 89
y ss.

115. Decreto, 17 de abril de 1810, Prontuario...,


op.cit., t. II, p. 56-136.

116. Decreto, 18 de agosto de 1809. Prontuario...,


op.cit., t. I, p. 303-305.

117. Decreto, 4 de octubre de 1809, Prontuario...,


op.cit., t. I, p. 360.

118. Decreto, 26 de agosto de 1809, Prontuario...,


op.cit., t. I, p. 319.

119. Decreto, 18 de septiembre de 1809, Prontuario...,


op.cit., t. I, p. 349 y decreto de 12 de enero
de ESTO, Prontuario..., op.cit., t. II, p. 8.

120. Prontuario..., op.cit., t. III, p. 157.


121 . Prontuario..., op.cit., t. I, p. 448.
122. Véase mi libro, ya citado, p. 43-47.

123. Informe del ministro de Negocios Eclesiásticos,


al rey. Madrid, 9 de marzo de 1812. AGS, Ga y
ja, leg. 1220.

124- Puede verse una exposición más detallada, por


lo que a Toledo se refiere en mi libro citado,
p. 50-64.
125. Uno de los planes más interesantes fue el que
presentó don Andrés Muriel y Ramos, canónigo de
Osma ( 1809), AGS, Ga y Ja , leg. 1237- Otros pla­
nes, en leg. 1239- En la Gaceta oficial del go­
bierno de Vizcaya que comenzó a publicarse en
l8l0,entre los muchos decretos, en el Suplemento
n° 29, se establecían algunas normas básicas del
reglamento del seminario de Ver-gara, donde se
describe el traje, aseo personal del seminarista
y otras muchas curiosidades, como el menú del
día. Citado por GOMEZ IMAZ, M., Los periódicos
durante la guerra de la Independencia (1810-1814)
Madrid, 1910, t. I, p. 185-86.

126. Exposición del ministro de Negocios Eclesiásticos


al rey, s.f., AGS, Ga y Ja, leg. 1219.
MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO... 127
127. Decreto, 26 de mayo de 1809. Prontuario..., op.
cit., t. I, p. 189.

128. Informe del ministro, conde de Montarco, a S.M.


el rey. Madrid, 27 de noviembre de 1810. AGS,
Ga y j a. subrayado es del propio ministro.

129. Exposición de la Comisión para el plan de arreglo


parroquial de Madrid. Madrid, agosto de 1811.
AGS, Ga y Ja, leg. 1208.

130. Exposición de la comisión de reforma parroquial


de Madrid. Madrid, 5 de octubre de 1810. AGS,
Ga y ja( leg. 1226.

131. Lorenzo DE FRIAS, O.S.A., Sumario de lo ocurrido,


m.c. fol. 122.

132. Los límites de este trabajo, sólo permiten aludir


a una muy interesante exposición dirigida por
don Félix Amat a S.M. el rey. Madrid, 7 de octu­
bre de 1810, AGS Ga y ja, ieg. 1208.

133- A pueblos pequefíos - decía -, les es suficiente


con su párroco. Pueblos de 700 a 1.200 vecinos
podrían sostener un convento. Pueblos de 1.200
a 2.000 vecinos, dos conventos, y así sucesiva­
mente. Para las religiosas, como norma general,
era más lítil que se estableciesen sólo en las
ciudades, donde podrían dedicarse a labores pro­
pias y encontrar mas seguridad.

134- Exposición del Ministro de Neg. Ecl. al rey. Ma­


drid, 24 de marzo de 1809. AGS, Ga y ja, leg.
1247.
135- Exposición del Ministro de Neg. Ecl. al rey.
31 de julio (?) de 1810. AGS, G y J , leg. 1229.

136. Para una visión general de este período 1833-45,


puede verse CARCEL ORTI, V. , El liberalismo en
el poder (1833-68), en Historia de la Iglesia
en Espaffa, dirigida por R. GARCIA-VILLOSLADA,
Madrid, B.A.C., 1979, t. V, p. 115-50.

137. Véase mi libro, ya citado, p. 105-113.

138. El decreto provisional (objeto de estudio segui­


do) fue firmado en el mes de junio (sin día),
pero el definitivo es de 16 de diciembre de 1809.
El original primero está en AGS, Ga y ja, leg.
1211 ; el definitivo está publicado en Prontua­
rio ..., op.cit., t. I, p. 451.
128 Leandro HIGUERUELA DEL PINO

139» Borrador en AGS GayJa, leg. 1211.

140. El lector puede consultar la obra de ARTOLA, M.,


Los afrancesados, Madrid, Turner, 1976, especial­
mente desde p. 257-78. Muy sugerente es el estu­
dio de VIÑAS Y MEY, C. : "Nuevos datos para la
historia de los afrancesados", en Bulletin His­
panique (1924), t. XXVI y XXVII, diversos núme­
ros, especialmente p. 97-115»
141. Lorenzo DE FRIAS, Sumario..., m.c., fol. 126.

142. Exposición del cabildo de Toledo a Borbón sobre


su conducta durante la guerra. Toledo, 4 de fe­
brero de l8l4. ADT, Borbón, leg. 8.

143. Lorenzo DE FRIAS, Sumario..., m.c. fol. 155.

144- ARTOLA, op.cit., p. 257-78.


145. De Morejón a D. Nicasio Tomás. Toledo, 15 de
agosto de 1812. ADT, Borbón, leg. 31-

146. De Salcedo a la curia diocesana. Madrid, 24 de


abril de 1821. ADT, Borbón, leg. 45-

147. Solicitud de don Lorenzo Ortega (l8l5)• ADT Bor-


bo'n, leg. 59.
148. Causa formada al presbítero don Luis Fris de Du-
cos y a don Francisco Javier Perati (1817-1820),
ADT Borbón, leg. 6.
José A. FERRER BENIMELI
Universidad de Zaragoza

CLERO AFRANCESADO FRANCMASÓN


Si tomamos el concepto afrancesado en su
doble realidad, tal como lo recoge Artola, a saber,
afrancesamiento ideológico o liberalismo, y afrance-
samiento político o colaboracionismo 1 , la aplicación
al clero francmasón puede ser válido en ambos casos.

Y además lo es no sólo desde un punto de


vista conceptual, sino incluso cronológico, tanto más
si identificamos, como hacen ciertos autores, la ideo­
logía masónica del siglo XVIII con la que posterior­
mente haría suya la Revolución francesa, y en la que
las premisas de libertad e igualdad, tomadas del
racionalismo, serían completadas con una tercera
- fraternidad - derivada del espíritu masónico que,
ya entonces, llamaba a todos sus miembros, cualquiera
que fuera su clase o posición, hermanos 2.

Pues los masones, en el siglo XVIII, estu­


vieron al lado de los que en Alemania se les llamaba
los "Aufklärer", es decir los "Iluminadores" o más
exactamente los "Propagadores de las Luces". Estos
representantes del movimiento racionalista tenían en
las logias puntos de contacto, al igual que los
enciclopedistas, como el acabar con la "superstición",
y hacer "triunfar la razón", si bien no daban el mis­
mo significado a sus fórmulas. Pues, como dice Le
Forestier, los Aufklärer, y en la misma medida los
masones, "desconocían la pasión anticristiana y antireligiosa,
el odio a toda posición positiva que enfevrecía a los "filósofos"
como Diderot, d'Alembert o Naigeon, a polemistas como un Holbach
o un Boulanger" 3.

Los masones del siglo XVIII seguían siendo


fieles a las creencias tradicionales, y refractarios
a una incredulidad radical. Pretendían hacer la reli­
gión "razonable" estableciendo un compromiso entre
la ley y la razón. No olvidemos que los masones de
la época prestaban juramento de fidelidad ante la
Biblia, y creían en Cristo, "Mesías de Dios y Gran Arqui­
tecto de la Iglesia". Su misticismo humanitario, reflejo
de la fraternidad mística de los creyentes, personifi­
caba el principio de la causalidad, del que todo hom­
bre de "sentido común" no podía prescindir. Su mismo
Cristo , profeta de la tolerancia y del amor mutuo,
menos hijo de Dios que filósofo sentimental y filán­
tropo, no tenía nada que pudiera perturbar la suspicaz
razón de estos "cristianos ilustrados" 4 .
132 José A. FERRER BENIMELI
Su preocupación por la paz, la fraternidad,
el humanitarismo, la justicia, tenía aspectos especí­
ficamente evangélicos, demasiado descuidados, por no
decir olvidados, en esta época. Para no pocos, preci­
samente esta preocupación por la justicia, fue la que
les atrajó a las logias 3 , tanto más si se tiene
presente que el suelo de Europa había sido ensangren­
tado sin interrupción por las guerras de religión en
las que en nombre de Dios se conculcaban sus manda­
tos más sagrados, encubriendo bajo el manto de lo
religioso otros fines más bastardos y eminemente
políticos o dinásticos.

Por otra parte el Despotismo Ilustrado, la


desigualdad de clases, la centralización de demasiadas
riquezas en manos de algunos privilegiados, habían
excitado los deseos de libertad e igualdad. En este
estado de cosas, es comprensible que una doctrina
que predicaba la tolerancia, la fraternidad, la igual­
dad, la libertad ; que descartaba al mismo tiempo
todo lo que pudiera dividir los ánimos, a saber, la
política y las discusiones sobre religión ; que poseía
además una variedad de grados que halagaba a la vani­
dad humana, a lo que se añadía el atractivo del
secreto y de lo maravilloso, es comprensible que ejer­
ciera un poder de influjo y atracción, no sólo entre
los católicos, sino incluso entre el clero que lógica­
mente había consagrado su vida a muchos de esos
ideales encerrados en la doctrina evangélica 6.

BREST

En este sentido - y como una prolongación


de la masonería del siglo XVIII - tenemos las primeras
noticias de lo que podríamos calificar como "pioneros"
del clero "afrancesado" francmasón. Me refiero a al­
gunos capellanes de la escuadra española que proceden­
te de Cádiz fue destinada a colaborar con la flota
francesa y fondeó en Brest desde el 8 de agosto de
1799 hasta el 29 de abril de 1802 7.

La monotonía a que se vieron forzados los


marinos españoles por el bloqueo inglés apenas encon­
traba más distracción que la asistencia a algunas
ceremonias oficiales o festividades. Fiestas laicas
o revolucionarias, a las que los franceses invitaban
a sus aliados, quienes a su vez les convidaban a sus
ceremonias religiosas celebradas en la Iglesia de
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 133
Notre-Dame des Carmes, de la que los españoles habían
obtenido el libre uso. De esta forma, y, sobre todo,
durante los frecuentes banquetes celebrados, los
oficiales aliados fraternizaban, bebiendo los republi­
canos a la salud del Rey español y los súbditos de
Carlos IV, al éxito de la República francesa.
Así no es de extrañar que poco tiempo des­
pués de la llegada de la escuadra a Bretaña nos
encontremos entre los miembros de la logia francesa
Heureuse Rencontre a varios españoles, y entre ellos
a un franciscano y tres sacerdotes "al servicio de España",
a saber : Tomás Surita, franciscano, y Jacob Florit,
Juan Moreno y Salvador Daroca, "ministros del culto cató­
lico español", todos ellos iniciados en marzo de 1800
en la logia Heureuse Rencontre, a excepción de Juan
Moreno que lo fue en la de los Elus de Sully.
Si tenemos en cuenta que el total de espa­
ñoles miembros de dichas logias era de sólo veinte,
la presencia del clero resulta bastante llamativa 8.

Posteriormente, viendo que la estancia en


Brest se prolongaba, los oficiales españoles, ya
masones, decidieron fundar una logia nacional indepen­
diente. El origen de esta escisión no parece que se
debió a roces o falta de entendimiento con los fran­
ceses 9- , sino más bien a un natural deseo de poder
expresarse en su proprio idioma durante las reuniones.
Adoptaría el nombre de la Reunión Española y se colocó
bajo la obediencia del Grande Oriente de Francia.
Esto tenía lugar en agosto de l801, si bien hasta el
31 de diciembre de ese año no recibió sus Estatutos
y celebró su unión oficial a dicho Grande Oriente de
Francia.
La característica más digna de señalar de
la logia española de Brest, como acertadamente indica
Demerson 10 _ bien no es un rasgo que le sea pro-
pib -, es la de aparecer como una Sociedad filantró­
pica, que es quizá la propiedad más notable de la
Masonería del siglo XVIII, y la que mantuvieron los
fundadores de la logia española, quienes querían rea­
lizar "unos trabajos interesantes al bien de la humanidad, y
propagadores de los principios filantrópicos", según se puede
leer en la sesio'n 10a. del libro de Actas. Estos prin­
cipios filantrópicos, los vemos aplicados en cada reu­
nión, sobre todo, en la distribución de socorros a
los pobres, poniendo así de relieve esa "benefiden­
da" tan querida al humanitarismo del siglo de las
luces 11.
134 José A. FERRER BENIMELI

Aparte de la actividad filantrópica y


aquellos otros actos que constituían la vida ritual
de la logia (iniciaciones, aumento de grado, entrega
de diplomas...) ocupaciones que pueden parecer un
tanto banales, la logia española, al igual que las
demás de su tiempo, se entregó a ciertos trabajos
que recuerdan algo . a los de una academia local, o
mejor todavía a los de las "Sociedades Económicas de
Amigos del País", tan florecientes en España en las
dos últimas décadas del siglo XVIII. Los Hermanos
pronunciaban frecuentes discursos de los que quedan
constancia no pocos, como las diez alocuciones de la
sesión inaugural de la logia, cuyo texto se pidió
a los oradores para conservarlo en los archivos ;
o los cuatro discursos del Hermano Orador pronunciados
durante el primer mes de la existencia de la logia,
o las múltiples intervenciones de otros miembros que
no siempre son nombrados explícitamente. Aunque no
se han conservado los títulos de todas esas piezas
de elocuencia, debido a las alusiones que de ellas
se hacen, se sabe, siguiendo la orientación de la
logia, que trataban de cuestiones relativas al bien
de la humanidad, filantropía, fraternidad, etc., y
que eran de inspiración más o menos filosófica.

Al retirarse la escuadra española de Brest,


la logia La Reunión Española estaba compuesta de
veintiséis miembros. A los cuatro sacerdotes iniciales
hay que añadir un quinto, Pedro de los Reyes, padre
franciscano, de 33 años, natural de Carmona, que in­
gresó en la logia el 8 de diciembre de 1801.

En marzo de 1802 se suspendían los trabajos


en Brest, con la intención - a propuesta del hermano
Florit, ministro del culto católico 12 _ <je que a ios
tres días de haber llegado la escuadra a Cádiz, se
volverían a reunir en el café de San Francisco para
tener una Junta.
Parece ser que siguiendo los planes del
orador, tomados en Brest, La Reunión Española no sus­
pendió sus sesiones, una vez establecido el contacto
en el café de San Francisco en Cádiz. Pues seis años
después del retorno de la escuadra, la Junta Central
se declaró francamente hostil a los francmasones, ya
que "podían fortificar el partido francés y minar el espíritu
de unión de todas las provincias".' X es precisamente aquí
donde se puede leer que "la vigilancia de este Consejo en
extinguir la referida secta, y castigar a todos sus cómplices
se ejerce muchos años ha, de lo que son prueba cierta sumaria
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 135
pendiente contra varios oficiales españoles que fueron delatados
de que contrajeron este contagio, de resultas de la detención
de nuestra Armada en el puerto de Brest" 13.

Este documento lleva la fecha del 10 de


noviembre de 1808, y ya nos pone en antecedentes de
la postura antimasónica que adoptarían tanto la Junta
Central, como el Consejo de Regencia y las mismas
Cortes.

CADIZ
Si aceptamos lo que escribe el conde de
Toreno - contemporáneo de los sucesos - fue Cádiz uno
de los sitios en los que el gobierno intruso más se
esforzó por propagar su masonería, siendo dos las
logias principales que alli lograron establecerse 14 .
Una, sobre todo, especialmente afecta a la causa de
José Bonaparte. No obstante, asegura el conde de Tore­
no, su influjo era muy limitado por la vigilancia del
gobierno nacional y porque los diputados a Cortes no
entraron en ellas. Es más, asegura explícitamente que
la masonería no intervino ni en el levantamiento de
1808 ni en el establecimiento de la Constitución y
de las libertades públicas 15.

Por su parte Alcalá Galiano, en sus Memorias,


asegura que "en Cádiz, durante la guerra de la Independencia,
semejantes reuniones habían tenido poco influjo".' El ser de
ellas - añadirá - aún estaba mirado como semiprueba
dé adhesión a la causa francesa, ya que éstos las
protegían y extendían en los lugares ocupados por sus
tropas 16.

El mismo Menéndez Pelayo, al hablar de los


papeles que el canónigo de Burgos don Tomás de la Peña
llevaba a las logias gaditanas, señala de manera
tajante la poca importancia de estas sociedades y su
escasa influencia : el canónigo trabajó y porfió
mucho con auxilio de las logias, aunque todos sus amaños se
estrellaron en la inquebrantable firmeza de las Cortes de Cádiz,
a quien en esto y en otras cosas fuera injusticia negar el tí­
tulo de grandes".' La afirmación de Menéndez Pelayo es,
pues, categórica 17.

El tal canónigo era portador de un mensaje


de José Bonaparte, en el cual el rey intruso afirmaba
que se comprometía a acatar la Constitución a cambio
de que le conservasen el título de rey. Esto ocurre
136 José A. FERRER BENIMELI

en l8ll, y durante todo ese ano y el siguiente el ca­


nónigo burgalés - dirá R. Solis - "sé puso en contacto con
los escasos francmasones de Cádiz, buscó influencias y, final­
mente, fracasó ante el innegable patriotismo de las Cortes" 18.

Ignoramos el origen de estos datos y si el


tal canónigo burgalés que tanto empeño, parece ser,
puso en contactar con los masones, era o no masón.
En cualquier caso estaríamos ante un caso totalmente
atipico ya que el Cádiz de la época no tuvo ningún
protagonismo masónico. Como dice Ramón Sólis, "La afir­
mación, harto repetida, de que los diputados doceanistas, el
Cádiz de las Cortes y, en general, todo el pensamiento liberal
de esta época están dirigidos, si no gobernados, por las logias
es completamente errónea".' Sin embargo, goza de tanto cré­
dito y prestigio, se mantiene por ciertos historiado­
res con tal seguridad, que, como tantas veces ocurre,
una información infundada ha llegado a considerarse
fruto de una detenida investigación 18 bis.

En este sentido puede ser sintomático el


papel de la prensa. En un ambiente polémico - fruto
de la libertad de imprenta - que mezclaba el insulto
con la sátira y la invectiva con la difamación, que
recogía todo, aun las más ligeras sospechas, no encon­
tramos ninguna denuncia concreta contra la masonería
gaditana. Ni el padre Vélez, ni "El Filósofo Rancio",
ni el más grosero y desaprensivo "El Filósofo de An-
tañao" dan una pista que pudiera servir de base a la
sospecha de una eficacia de las sociedades secretas.
Y no es porque se dé de lado el tema, pues, la tenden­
cia antimasónica de Cádiz era muy grande, sobre todo
en los periódicos antirreformistas : El Sol de Cádiz,
El Censor General, El Diario de la Tarde, etc. De és­
tos habría que destacar especialmente El Sol de Cádiz,
que empezó a publicarse en octubre de 1812, con el
fin único de atacar a la francmasonería.

En el número 2, correspondiente al 17 de
octubre de 1812, se explican claramente los propósi­
tos de la publicación : "Como quiera que se han derramado
por toda Esparta una casta de hombres perniciosos, que no desean
otra cosa que la subversión del Estado y aniquilamiento de la
Religión, si ser pudiera, hemos creído hacer un gran servicio
a Dios, a la Patria y a la Religión Santa, que profesamos,
poniendo en claro y avisando a la Nación los peligros que la
rodean, por la introducción de la maldita Sociedad de los Franc­
masones, que se han extendido cual zorras astutas por todo el
suelo español" 19.
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 137
Como prototipo del pensamiento reaccionario
espaftol es suficientemente elocuente de cómo son pin­
tados o identificados los masones y la importancia
dada al factor religión, con lo que es de suponer que
para los redactores y lectores de El Sol de Cádiz resul­
tara totalmente inimaginable la figura del clero franc­
masón , fuera o no afrancesado.

Por otra parte, y a pesar de sus abundantes


artículos contra la masonería, no logra El Sol de
Cádiz lanzar ninguna acusación concreta contra las
sociedades secretas gaditanas. Y así resulta curiosa
la "Representación que hacen a S.'M.' las Cortes Generales y
Extraordinarias de la Nación los infrascritos católicos espa­
ñoles" 20 } ya que pone de manifiesto que para los re­
dactores del citado periódico, ni ingenuos, ni sospe­
chosos de liberalismo, las Cortes españoles eran
consideradas como eficaces aliadas en la lucha contra
las logias.

En este sentido, una de las pruebas de esta


actitud de las Cortes de Cádiz, no sólo no influidas
por la masonería, sino de franca orientación antimasó­
nica, se encuentra en la real cédula fechada en Cádiz
el 19 de enero de 1812, en la que se confirma el real
decreto del 2 de julio de 1751, y se vuelve a prohibir
la francmasonería en los dominios de las Indias e
islas Filipinas.

En dicha real cédula, escrita en ausencia


y cautividad del rey Fernando VII, es el Consejo de
Regencia, autorizado interimamente por las Cortes
generales y extraordinarias reunidas en Cádiz, el que
lleva la iniciativa de atajar "uno de los más graves males
que afligían a la Iglesia y a los Estados" ; a saber : "la pro­
mulgación de la secta francmasónica, tan repetidas veces pros­
crita por los Sumos Pontífices y por los Soberanos Católicos
en toda Europa".'

Entre las medidas adoptadas por la real


cédula de Cádiz está el encargo hecho "a los M.'R.' Arzo­
bispos y Srs.' Obispos" para que ^procuraran "en ejercicio
de su pastoral ministerio, por si y por medio de los Predicado­
res y Confesores, impedir la propagación y curso de una secta
prohibida por los Sumos Pontífices, y que se presentaba tanto
más perjudicial cuanto era mayor el secreto con que procuraban
cautelarse sus sectarios" 21
138 José A. FERRER BENIMELI
BAYONA
Pero si en el Cádiz liberal no encontramos
representantes del clero afrancesado francmasón - ya
que razones jurídico políticas había para ello - tanto
ocurre en Bayona donde en junio de 1808 se aprobaría
la Carta constitucional presentada por Napoleón Bona­
parte 22 y ¿onde el Estado eclesiástico debía estar
representado por dos arzobispos, seis obispos, diez
y seis canónigos o dignidades, veinte curas párrocos
y seis generales de órdenes religiosas 23, ¿e estos
cincuenta eclesiásticos que en teoría debían represen­
tar a la Iglesia española en la Asamblea de Bayona,
tan solo encontramos en el acto final la firma del
arzobispo de Burgos y de tres generales de órdenes
religiosas (franciscanos, agustinos y de San Juan de
Dios), cuatro canónigos (dos de Burgos, uno de Paten­
cia, y el cuarto de la Santa Iglesia Metropolitana
de México, que estaba como oriundo de Nueva España),
cuatro párrocos (de los obispados de Osma, Calahorra,
Segovia y Toledo), dos abades (de los monasterios de
premostratenses y de San Basilio, de Madrid), y un
presbítero, lo que hace un total de sólo quince ecle­
siásticos 24. De ninguno de ellos tenemos constancia
documental de que pertenecieron a la masonería.

Sin embargo en Bayona, pocos años antes


habían destacado dos sacerdotes masones y afrancesa­
dos en el sentido ideológico o liberal ; a saber, los
abates Gallardo y Marchena.

De Juan Bautista Gallardo, nacido el 4 de


mayo de 1722 en Valladolid, y doctor por la Universi­
dad de Salamanca, y miembro de la logia La Zelée de
Bayona en 1776, no sabemos gran cosa, a pesar de que
se ocupan de él, entre otros Bord y Yan 25 , Este ólti-
mo da la fecha de su iniciación el 2 de junio de 1771•
Sin embargo en el Cuadro Lógico de La Zelée de Bayona,
de 1776, sólo se indica que se afilió a dicha logia
el 1°. de diciembre de 1775, ejerciendo al año si­
guiente el cargo de 1er Vigilante, es decir la segunda
autoridad de la logia.

Respecto a José Marchena, nacido en Utrera


el 18 de noviembre de 1768 y joven estudiante de teo­
logía en Salamanca, segón Yan en su libro Bayonne en­
tre 11 Equerre et le Compás 26 dice y repite, entre
otros muchos errores, que, a raíz del decreto del 3
de mayo de 1792, de la reina Isabel (de España) 27,
ordenando detener a todos los francmasones y entregar­
los a la Inquisición, llegó Marchena a Bayona 28 .
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 139
Poco después formaba parte de la Société Bayonnaise
des Amis de la Constitution, siendo miembro de la co­
misión de Educación 29 . De setenta socios que integra­
ron, en tres años, dicha Sociedad de los Amigos de
la Constitución, hay constancia documental de que,
al menos cincuenta y tres fueron masones de las logias
L1 Amitié y La Zelée. Por otra parte, dado que del pe­
riodo comprendido entre 1786 y 1793 solamente se
conservan tres Cuadros Lógicos, se desconocen muchos
de los masones de la época que - según Yan - es muy
posible completaran la lista de los Amigos de la
Constitución, y entre ellos, lógicamente, estaría el
abate Marchena 30, pe todas formas, para Yan, la So­
ciedad de Bayona era la cobertura profana de las
logias masónicas locales. Por otro lado, el hecho de
que Marchena, nada más llegar a Bayona, fue admitido
en la Sociedad en cuestión, es para el mismo autor
una "nueva posibilidad de la esencia masónica de Marchena" 31.
Abundando en la misma idea añadirá que el 16 de abril
de 1792, al agradecer la calurosa acogida que había
recibido, tuvo palabras que se prestan a diversas
interpretaciones, como cuando dijo haber "besado tres ve­
ces la tierra de la libertad.",

Aparte otras numerosas intervenciones en


la tribuna de la Sociedad, en noviembre pronunció un
discurso que sería después impreso en la "Imprenta
Republicana" de la viuda Fauvet, de la rué Mayeu (ac­
tualmente 26, rué d'Espagne), y difundido en España
con el título "A la nación española", en el que invi­
taba al pueblo español a reconquistar sus libertades,
destruyendo la Inquisición 32 , Posteriormente partici­
paría en los trabajos del Comité especial de Propa­
ganda, presidido por Basterreche, uno de cuyos
objetivos era extender las ideas liberales hacia
España.
De la vida y obra del abate Marchena se han
ocupado numerosos autores 33, aunque en ninguno de
ellos queda clara su militancia masónica. Por su par­
te el Gran Maestre de la masonería española, Miguel
Morayta escribió que fueron múltiples los aventureros
o entusiastas que "tiraron del carro del progreso, como tan­
tos soldados muertos heroicamente en el campo de batalla, sin
dejar noticia de su nombre" ; otros en cambio añadirá
ocuparon puestos preeminentes. Notables fueron el
teólogo Martínez Pascual, el filántropo Santa Cruz
y más que éstos Marchena 34.
140 José A. FERRER BENIMELI
Marchena regresó a España como secretario
de Murat en 18O8. José Bonaparte le introdujo en el
Ministerio del Interior, nombrándole redactor de la
Gaceta de Madrid y archivero mayor de dicho Ministerio
Además le concedió una pensión para que publicase sus
traducciones del francés, entre ellas el Misántropo
y el Tartufo de Moliere, que serían representadas con
gran éxito en los teatros de la Cruz y del Principe,
y que le valieron el ser nombrado Caballero de la Or­
den española, creada por José Bonaparte. Siguió a José
en l8l3 regresando a Francia, donde fijó su residen­
cia, primero en Nîmes, y posteriormente en Montpellier
y Burdeos. Tradujo al español El Emilio de Rousseau35
y volvió a España en 1820 para visitar su país natal,
Andalucía, donde falleció a principios del año
siguiente en medio del mayor abandono y de la más
extrema pobreza. Tan sólo algunos afrancesados se
acordaron de él haciéndole unos funerales en los que
pronunciaron panegíricos en su elogio.

LOGIAS BONAPARTISTAS

Miembros

Con la invasión del ejército napoleónico


se implantó en España una doble masonería, conocida
con el nombre de bonapartista, inventada por Napoleón
como un arma poderosa de captación de adeptos a su
causa imperial de dominio europeo. De esta forma Bona-
parte se valió de una organización que la revolución
francesa había prácticamente aniquilado, pero que él
revitalizó y recreó, transformándola, bajo su directo
control, en un poderoso auxiliar político. La masone­
ría consiguió así un gran esplendor, si bien adqui­
rió' un matiz ajeno a su institución, al convertirse
en un arma política del gobierno de Bonaparte y de
los afrancesados.

José Manuel Regato, en su Resumen histórico


redactado en 1830 36 , dice que los partidarios de José
Bonaparte establecieron la masonería en l8ll (en rea­
lidad debería haber dicho en 1809) oomo medio poderoso pa­
ra. preparar la oposición en favor de las reformas constitucio­
nales que entonces se hacían". A esta masonería de afran­
cesados incorporados en diversas logias, como las
madrileñas Beneficencia de Josefina, Santa Julia,
San Juan de Escocia de la Estrella de Napoleón, los
Filadelf os y la Edad de Oro, cuyos miembros eran en
su mayoría españoles37 ,hay que añadir otra masonería,
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 141
insignificante a juicio del consejero Delaveau, esta­
blecida en las provincias ocupadas por el ejército
francés, compuesta solamente de franceses y que depen­
día del Grande Oriente de Francia. Esta masonería
desaparecería con la salida de Esparta del rey José
y del ejército invasor 3°,
Así, pues, estamos en presencia de una doble
masonería bonapartista en España. La que inicialmente
podríamos llamar de los afrancesados, en torno a la
Gran Logia Nacional de España, fundada en Madrid por
José Bonaparte, y la masonería formada casi exclusiva­
mente por militares franceses o adscritos a los ser­
vicios auxiliares, en especial los hospitales de
campaña, y que dependía del Grande Oriente de Francia.

Pues bien, de esta segunda masonería fran­


cesa que se extendió por ciudades como Barcelona,
Zaragoza, Cádiz, Figueras, Gerona, San Sebastián,
Vitoria, Santander, Santona, Sevilla, Talavera de la
Reina, ..., no hay constancia documental de la afilia­
ción de ningún miembro del clero, ni francés ni
español.
Sin embargo en la que podemos considerar
masonería bonapartista española, o de los afrancesados,
sí que encontramos a varios sacerdotes que reúnen por
lo tanto, el doble calificativo de afrancesados y
masones.
Así podemos elaborar una primera lista pro­
visional de eclesiásticos pertenecientes a diversas
logias de Madrid y Almagro, a comienzos del siglo XIX,
según los papeles conservados en los archivos de la
Inquisición, a saber :

ALBA, Juan. Eclesiástico. Logia Beneficencia de Jose­


fina , de Madrid. Iniciado el 22 de marzo
de T8l0. Guarda Templo (31 marzo 1810) ; 2°
Vigilante (19 setiembre 1810) ; Experto (24
julio 1811).

ALONSO DE PRADO, Gregorio. Natural y cura párroco de


Escaray, de 40 anos. Logia Beneficencia de
Josefina, de Madrid. Recibido el T5 de agosto
de 1810. Grado de Maestro. Domicilio : C° de
Arganzuela, n.3, 4° Pral.
ANDARIAS, Tomás. Presbítero. Almagro, l8l6.
142 José A. FERRER BENIMELI

DAROCA, Salvador. Capellán e Intérprete de la Marina.


44 años. Natural de Lucena (Reino de Anda­
lucía). Logia La Reunión Española, de la
Coruña. 1814«
DURO, Felipe. Canónigo de Cuenca. Logia Beneficencia
de Josefina, de Madrid. Recibido el 15 de
marzo de l8l0. Grado S.P.RifcDignidad de Teso­
rero y Limosnero (19 septiembre 1810). Repre­
sentante de la logia cerca del Grande Oriente
(23 agosto 1810-24 junio 1811). Caballero
de San Juan de Malta. Logia Los Amigos reu­
nidos de la Virtud Triunfante, de Madrid,
l82O. 86 años.
ESTALA, Pedro. Presbítero. Ex-regular. Canónigo de
Cuenca y de la Colegiata de Almagro en l8l6.
Redactor de la Gaceta del Gobierno intruso.
Grado 3 0•
GOMEZ CORDOBES, Pedro. Capellán de S.M. en el Real
de Loreto. 42 años. Logia Beneficencia de
Josefina, de Madrid. Recibido en 5 de julio
de 1810. Grado de Maestro. Dignidad de 1er.
Limosnero hospitalario (27 septiembre l8l0-
24 junio l8ll). Domicilio : Calle Atocha,
N° 5.
GONZALEZ AZEIJAS, José. Cura párroco que fue de Santa
Ana de la ciudad de Sevilla. Titulado Vica­
rio Apostólico en la provincia de Extrema­
dura durante la dominación francesa en ella
contra el cual se sigue sumaria por delitos
de Francmasón en la Inquisición de Llerena.
Cartas de 1815—l8l6).

HORNERO, Tomás. Presbítero de Almagro (cura párroco).


Grado 3°. Tribunal de Toledo (1815)• Tribu­
nal de Corte (l8l8).
MARQUES, Antonio. Presbítero. Logia San Juan de Es­
cocia de la Estrella de Napoleón, de Madrid,
íTíT
MARTIN, Andrés. Canónigo de León. Logia San Juan de
Escocia de la Estrella de Napoleón, de Ma-
drid. l8ll.
MARINA, Canónigo. Sabio distinguido y miembro de la
Academia. Detenido en 1814 como sospecho
de Francmasón y acusado de haber pertenido
al partido de las Cortes 39.
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 143
MATEO, Santiago. Presbítero beneficiado de la villa
de La Guardia (Alava). Tribunal de Logroño
(1815) •
MOLINER, Juan. Capellán de Orden (Capellán de José).
Logia Beneficencia de Josefina, de Madrid.
Recibido el 25 de julio de 1810. Grado Maes­
tro. Dignidad 2° Arquitecto-Verificador (27
septiembre 1810).

MORENO, Angel. Dominico. Almagro. 1816.

MURIEL, Andrés. Magistral de Osma. Logia Beneficencia


de Josefina, de Madrid. 1810. 1er Vigilante
(22 marzo T5"l 0 ).

NAVARRO, Vicente. Natural de Guadalajara. Capellán


de honor de S.M. el Rey José. Logia Benefi­
cencia de Josefina, de Madrid. Iniciado el
9 de agosto de T8lO. 39 afíos. Orador (19
septiembre 1810-24 junio 1811). Domicilio :
Calle Atocha, N° 11 y 12.

OLIVA, Manuel. Capellán del Regimiento de Cazadores


de la Guardia. Logia Santa Julia, de Madrid.
1810.

PELEGRIN CASANAS, Fray. Religioso servita. Tribunal


de Barcelona (1815) •
PERDIGUERO, Vicente. Presbítero. Comisario del Santo
Oficio de Toledo. Tribunal de Toledo (1815).
PIMIENTA, José. Presbítero. Almagro. l8l6.

PXNEYRO, Joaquín. Arcediano de Huete. Logia Beneficen­


cia de Josefina, de Madrid. 1810. Grado de
S. P.R.A. Dignidad de 2° Vigilante (15 marzo
1810).

RANGEL, Marcelino. Canónigo de Salamanca. Logia Bene­


ficencia de Josefina, de Madrid. 1810. Grado
S.P.R.^J« Venerable (~2 2 marzo-24 junio 1810 ) .

ROMEA, Policarpo. Canónigo. Logia Santa Julia, de


Madrid. 1810.

SAENZ, Tiburcio. Capellán de Fusileros de la Guardia,


Logia Santa Julia, de Madrid. 1810.
144 José A. FERRER BENIMELX
SALCEDO Y JARAMILLO, José de. Presbítero canónigo de
la Iglesia Metropolitana de Toledo. Natural
de la villa de Tarancón. 49 años. Espontanea­
do de haberse alistado en la logia masónica
de Santa Julia, establecida en Madrid, según
carta de la Inquisición de Cuenca de 25 de
abril de 1817-

SISTIAGA, Antonio. Capellán del Regimiento de Tira­


dores de Cádiz, en 1809. Inquisición de Bar­
celona (1815) •
VELOSO, José. Canónigo de Oporto. Logia San Juan de
Escocia de la Estrella de Napoleón, de Ma-
drid. 1811.
YBARROLA, Vicente. Canónigo de Toledo. Natural de
Respaldiza en Vizcaya. 44 años. Logia Bene­
ficencia de Josefina, de Madrid. 18 febrero
1812 . Grado de Compañero.

Si desglosamos esta lista - que, por supuesto


no tiene carácter definitivo -, de un total de treinta
eclesiásticos masones afrancesados a la logia Benefi­
cencia de Josefina, de Madrid ; cuatro a la San Juan
de Escocia de la Estrella de Napoleón, de Madrid ;
otros cuatro a la Santa Julia, también de Madrid ;
cinco a la masonería de Almagro ; uno a la logia La
Reunión Española, de La Coruña ; y seis corresponden
a otras tantas denuncias presentadas en diversos tri­
bunales de la Inquisición : Llerena, Toledo, Corte,
Logroño, Barcelona, Cuenca.
A pesar de que la casi totalidad de las lo­
gias tienen su sede en Madrid, sin embargo las ciuda­
des de origen o de residencia de aquellos de que
consta son bastante variadas : Ezcaray (Rioja), Res­
paldiza (Vizcaya), Lucena (Córdoba), La Guardia (Avi­
la), Tarancón (Cuenca), Almagro (Ciudad Real), Osma
(Soria), León, Sevilla, Cuenca, Guadalajara, Toledo,
Huete (Cuenca), Salamanca, Cádiz, Oporto, Barcelona...

Respecto a las edades, sólo conocemos las


de muy pocos : Alonso de Prado (40 años), Daroca (44
años), Gómez Cordobés (42 años), Navarro (39 años),
Salcedo y Jaramillo (49 años), Ybarrola (44 anos),
que, como se puede apreciar, son bastante coinciden­
tes en la década de los 39 a 49 años. La única excep­
ción es Felipe Duro, Canónigo de Cuenca, miembro de
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 145

la Beneficencia de Josefina, en 1810, y de Los Amigos


Reunidos de la Virtud Triunfante, en 1820, quien en
esas fechas tenia nada menos que 86 años, lo que no
deja de ser bastante sintomático de su fidelidad a
la Masonería, y de su tranquilidad de conciencia, a
pesar de las prohibiciones pontificias.

De entre los demás eclesiásticos habría que


destacar a Salvador Daroca, Capellán de la Armada,
a quien ya hemos encontrado entre los masones de Brest,
como miembro de las logias Heureuse Rencontre, pri­
mero, y de La Reunión Española, después. Iniciado el
17 de marzo de 1800 todavía seguía fiel a la causa
masónica catorce años después, en la logia de La Co-
ruña que curiosamente adoptó el mismo título que la
de Brest : La Reunión Española, una vez que, dadas
las circunstancias políticasdel país, optaron por
simplificar el título inicial que era el de Logia
Constitucional de la Reunión Española. Esta logia se
había fundado a fin de "contribuir a la propagación de los
conocimientos masónicos, y la destrucción de los prejuicios y
fanatismo, que desde hacía tanto tiempo, tenían a la infeliz
España inmersa en un abismo de males" 40.

Marcelino Rangel, que fue Venerable, es de­


cir la máxima autoridad, de la principal logia de la
época, la Beneficencia de Josefina, desde el 22 de
marzo de 1810 al 24 de junio del mismo año, en que
tuvo que ausentarse de Madrid, al ser nombrado canó­
nigo de Salamanca 41 . Además ejerció el cargo de Gran
Secretario de la Gran Logia Nacional de España.

Andrés Muriel, magistral de Osma y biógrafo


oficial de Carlos IV 42 . En el desaparecido "Memorial
de Masones que abjuran de sus errores y se acogen al Edicto de
17 de marzo de 1815" 43, decía Muriel "que no habiendo visto en
las logias nada contrario a la Religión, desde 1810 en que asis­
tía tenía a esta secta más por frívola que por peligrosa, hasta
que vio que el Papa la condenaba" 44. Y añadía "que a poco de
asistir a sus juntas nocturnas comenzó a conocer que sus cere­
monias, ritos y ocupaciones no presentaban gravedad ni impor­
tancia, y que, a excepción de tal cual obra de caridad que allí
se practicaba, todo lo derruís era, o pasatiempo, o especulación
de algunos que se querían aprovechar de la crédula curiosidad
de la muchedumbre" 45 .

Pedro Estala, canónigo de la colegiata de


Almagro y redactor - como el abate Marchena - de la
Gaceta del Gobierno de José Bonaparte, y uno de los
que acompañó a S.M. el Rey José en la retirada a
Burgos 46 a raíz de la batalla de Bailén. Precisamente
146 José A. FERRER BENIMELI

el canónigo Ayala, autor de la obra escrita contra


las Cortes de Cádiz y su Constitución, con el título
de Diccionario razonado manual para inteligencia de
ciertos escritores que por equivocación han nacido
en España, cita concretamente a Estala, en la voz
Francmasones, a los que define como "los hermanos de una
cofradía de hombres de todas nao-iones y lenguas, donde, aunque
se admite indiferentemente toda oasta de pájaros, se ha notado
que sólo se adscriben los reyes como Napoleón, los grandes como
Campo-Alange, los ministros como Ofarril, los filósofos oomo
Urquijo, los canónigos oomo Llórente, y los abates (no sino ex­
frailes) oomo Estala".' A lo que contestará Bartolomé
José Gallardo, en su Diccionario Critico-Burlesco :
" ¡ Hola, hola ! ¿ También danzáis vos en esa bella unión, buen
escolapio ? Extrañábalo yo que el P. Pedro...' En fin, no hay
función sin fraile" 47.

De las otras personas citadas por el canó­


nigo Ayala, no hay constancia de que ninguna de ellas
perteneciera a la masonería, empezando por el propio
Napoleón, según lo deja bien claro Chevallier, aunque
posteriormente Collaveri y otros hayan intentado,
con bastante desacierto, afirmar lo contrario 4°.

Del abate Llórente 49 , por lo tanto, habría


que decir lo mismo, pues ni entre los papeles de la
masonería, ni de la Inquisición, ni en sus escritos
y biografías hay nada que permita deducir su perte­
nencia a la masonería 50 . sin embargo se trata de un
tema que no le era indiferente, pues llama la aten­
ción el hecho de que el único proceso completo de la
Inquisición espafíola que existe contra un masón, fuera
publicado precisamente por Llórente en su Historia
critica de la Inquisición de Espafía 51 . Se trata del
famoso proceso del hebillero 5^francés, M. Tournon,
proceso del que no se conserva ningún documento, ni
la más remota indicación entre los papeles de la In­
quisición del Archivo Histórico Nacional de Madrid,
pero del que se hacen eco prácticamente la mayor parte
de los que se han ocupado de la Masonería española,
todos los cuales lo toman de Llórente 53.
Respecto a la autenticidad de este proceso
don Vicente de la Fuente la pone en duda a pesar de
que Llórente indique haberlo copiado de documentos
auténticos que tenía a la vista, pero que luego
quemó 54 . Y entre otras cosas es de destacar que Lló­
rente, tan parco y aun poco exacto en sus anteriores
noticias, copie por extenso el diálogo entre los inqui
sidores y Tournon. Lo único cierto es que actualmente
no se conservan los .papeles que él dijo utilizar.
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 147
Sin embargo, tanto por la forma como por el contenido,
se ajusta al modelo que siguieron los Inquisidores
de Portugal en 1743 en Lisboa contra Moutton, Bruslé,
Ricard y Coustos 55. En todo caso, como afirma Mada­
riaga éste sería "el tínico caso notable de un francmasón per­
seguido por la Inquisición española" 56 , pues no deja de
ser elocuente que de las terribles persecuciones que
se suele decir padecieron los masones espartóles no
exista más referencia - y esta indirecta - que la de­
traída por Llórente, a pesar de que, como dicen cier­
tos autores, la Inquisición española tenía ya en 1750
una lista de 97 logias 57.

IDEOLOGIA
Respecto a esa masonería en la que algunos
sacerdotes afrancesados no encontraban problemas ideo­
lógicos ni religiosos para formar parte de ella, sa­
bemos por el discurso de fundación de la Gran Logia
Nacional de España que sus fines se encaminaban "única
y esencialmente" a "fortificar todas las virtudes, a disipar
los errores del fanatismo, a propagar el amor a nuestros seme­
jantes, a predicar la sumisión a las leyes y aficionar y unir
los súbditos a su Soberano" 58 . Las últimas palabras de
dicho discurso son una manifestación de fe bonapartis-
ta y homenaje al "Rey amado", pues están dirigidas
a él, haciendo votos "por la prosperidad de su reinado y la
conservación de su augusta persona". Con un " ¡ Viva José Rapó-
león !" se cierra un discurso en el que la exaltación
bonapartista anda pareja con ideas estrictamente masó­
nicas, como cuando se afirma que "la principal atención
de un buen masón debía fijarse en el amor fraternal" expresado
con los enfermos, las viudas, huérianos, prisioneros..,

Amor fraternal o filantrópico que rara vez


se olvida de otro aspecto igualmente masónico, como
la exaltación de la razón, de la libertad, y - en el
caso de la masonería bonapartista - de quien había
destruido la superstición. Ideas que, en una de las
recepciones de la logia Santa Julia, de Madrid, en
1811, quedan fielmente recogidas :

"No temóis que nuestras tareas filantrópicas sean


ya interrumpidas o perturbadas por el genio maléfico que tantos
y tan graves danos ha causado a nuestra amada patria. Nuestro
pensamiento es libre, como nuestras personas y propiedades. El
brazo invencible del gran Napoleón derrotó el monstruo odioso,
el abominable tribunal que con eterno oprobio de la razón huma­
na ha violado impunemente por tanto siglos el derecho mds
148 José A. FERRER BENIMELI

sagrado del 'hombre. Gloria inmortal al gran Napoleón, vengador


de los ultrajes hechos a la España por una canalla detestable
que había establecido su tiránico imperio sobre el entendimiento
del hombre. Gloria inmortal al Emperador filósofo que ha querido
damos un Rey ilustrado, bajo cuyos auspicios volverán los es­
pañoles a ser hombres, y destruidos los monumentos funestos de
la superstición, se levantarán sobre sus ruinas los verdaderos
templos de la razón, las logias de los Francmasones59.

No obstante, y a pesar de los testimonios


de fe y devoción bonapartista, no era ése el único
fin de la masonería introducida con la llegada de los
franceses a España. Pues si nos atenemos a los regla­
mentos de la logia Beneficencia de Josefina, vemos
que allí se dice que "Ta masonería ensena el conocimiento
del Ser Supremo, la inestimable y útil virtud de la tolerancia
la obediencia, sumisión y respeto al Soberano y leyes del país
donde existe, ordena moderar las pasiones, corregir los vicios
y practicar todas las virtudes" 60.

Ante estas premisas no es de extrañar que


el elemento eclesiástico abunde entre los componentes
de las logias que pertenecían a la Gran Logia Nacional
de España, como hemos visto sucedía en la Beneficencia
de Josefina, Santa Julia, San Juan de Escocia de la
Estrella de Napoleón...
Dada esta presencia de eclesiásticos no re­
sulta difícil de entender que en estas logias exis­
tiera el título de capellán, aunque sin figurar entre
los dignatarios de la Orden. Precisamente se conserva
el discurso que uno de estos capellanes pronunció en
la festividad de San Juan Evangelista, y que decía
así :
"Arquitecto del Universo, la confianza que vuestra
bondad y prudencia me inspiran y la necesidad de cumplir con
la obligación que esta respetable logia me ha impuesto, honrán­
dome con el Título de su capellán, me animan a encender mi pe­
queña luz, no para aumentar los resplandores de las grandes luces
de nuestra Logia, sino para llenar mi deber y contribuir al re­
gocijo y solemnidad de esta pequeña, aunque muy augusta función
dedicada al Restaurador de la antigua Masonería, nuestro Patrón
San Juan Evangelista ; bajo cuya tutela, según la constante
tradición y fidedignos documentos masónicos trabajaron desde
el principio y consagraron sus Logias los verdaderos Masones,
digo verdaderos, porque no todos los que se cubren con tan res­
petable manto contribuyen a la reedificación del gran templo
del Supremo Arquitecto del Universo, ni al engrandecimiento de
aquella nueva y hermosa ciudad, que nuestro tutelar vio en la
isla de Patmos, la cual no necesita de los resplendores del sol
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 149
ni de la luna, porque es mayor la luz que la ilumina por ouya
puertas no entra nada manchado y hasta los Reyes de la tierra
reciben honor y gloria cuando cruzan sus umbrales.'
"Nosotros, Arquitecto del Universo, reunidos para
llevar a cabo tan grande obra debemos trabajar con actividad,
constancia y fortaleza, para reunir abundantes y escogidos mate­
riales, cuidando de su mejor colocación, que es para lo que nos
hemos revestido de los adornos masónicos, y no para una vana
ostentación, teniendo presente que la joya más preciosa del
Masón es la virtud, verdadera y única fuente de la alegría, de
la paz, de la unión, de la gloria y de la felicidad terrena y
celestial, y sin la que es imposible mantener ni la armonía
masónica, ni civil.' Por esto están cerradas nuestras puertas
para el vicio y para el crimen que siempre traen consigo el
desconsuelo, la pena, la desunión, la discordia y la anarquía,
y lo que es mis la reprobación del supremo Arquitecto del Uni­
verso. Por esto los gloriosos Hermanos que nos han precedido,
pintaron la virtud con símbolos tan bellos e interesantes, como
horribles y espantosos los del vicio ; sigamos, pues, sus
huellas, y, sobre todo, las de nuestro tutelar Patrono, que
después de haber empleado su larga vida en ensenar a los hombres
a vivir en paz y armonía, ilustrándolos y comunicándolos la
luz ; nonagenario ya en Efeso solía repetir diariamente a sus
discípulos estas memorables palabras, que deben estar grabadas
en el corazón de todos los Masones : Hijos míos, amaos unos a
otros. Amémonos, pues, mutuamente guiados por nuestra fe, espe­
ranza y 'caridad, y veremos con santo jubilo crecer y elevarse
esta obra grandiosa, y descender sobre nuestros inocentes tra­
bajos las bendiciones del Supremo Arquitecto del Universo.
Amen. " 61/

Esta invocación, o si se prefiere devoción


a San Juan, tradicional patrono, ya de la masonería
operativa 62 , se refleja también en la elección del
título distintivo de alguna logia bonapartista, si
bien predominan los títulos en los que en torno, sobre
todo, a la idea de la fraternidad, los nombres de la
familia imperial se mezclan con los de aquellos santos
más vinculados con los Bonaparte, como San José, Santa
Josefina, y Santa Julia, la patrona de Córcega 63.

Precisamente entre los papeles de la Logia


Santa Julia se conserva el discurso del Orador, fecha­
do el 2§ de mayo de 1810, en el que se decía lo
siguiente :
"Hoy nos reunimos para celebrar la fiesta de nuestra
patrona Santa Julia. ¿ Qué dirán los supersticiosos cuando sepan
que los masones se reúnen para celebrar la fiesta de una santa ?
150 José A. FERRER BENIMELI
¿ 7 qué aquellos llamados comúnmente espíritus fuertes ? Los
unos creerán que nos reunimos para insultar la Divinidad con
ritos impíos y sacrilegas ceremonias ¡ los otros nos mirarán
tal vez con compasión, y creerán que nuestras fiestas en nada
se diferencian de las que celebran las cofradías.

"Pero ¿ qué nos importa lo que digan los profanos ?.


Los hijos de la luz escuchan con lástima, pero sin desprecio,
las hablillas de los que viven en las tinieblas, y trabajan en
paz por el bien de la humanidad y de aquellos mismos que sin
conocerlos los injurian o menosprecian.•.•.

"Para formar un completo elogio de Santa Julia,


basta saber que fue víctima de la intolerancia del Gobernador
de Córcega.' De Córcega, donde nació catorce siglos después el
Héroe que asegura la paz de las conciencias.
"Santa Julia murió crucificada por no querer abjurar
la religión de sus padres y abrazar el culto de aquel tirano.
¿ Qué otra circunstancia de la vida de Santa Julia necesitan
saber los masones, los masones enemigos de toda especie de into­
lerancia, para honrar la memoria de esta víctima del despotismo
religioso ?" 64.

Dentro de esta ideología, en la que como


vemos se entremezclan los elementos religiosos y po­
líticos, resulta también curiosa y significativa la
oración que hacía el Venerable, arrodillados todos
los masones, antes de recibir el juramento al nuevo
candidato :
"Oh Gran Dios, Arquitecto Supremo del Universo,
dignaos admitir y bendecir nuestros trabajos, y acogernos bajo
vuestra divina protección ; rogárnoste todo poderoso, que este
pretendiente cumpla fiel y religiosamente con los preceptos de
la Masonería el más antiguo y honrado orden ; inspírale fortale­
za y determinación para alejarse y deshacer todo atentado que
pueda corromper la Moral ; y para que jamás escuche a los mal­
vados, que bajo la capa de Masonería quieren sumergir su patria
en anarquía y guerra civil, tan ajeno todo de tus divinos pre­
ceptos, como del deber de un buen masón.

"Iluminad su entendimiento, y grabad en su corazón


el sagrado juramento que va a hacer y la necesidad de cumplir
con él en todas sus partes para el bien de la Sociedad y de
todo el género humano, acordándole que sin buenas obras no hay
felicidad en esta vida, ni salvación en la venidera ; y que el
buen masón no puede ser traidor a su Rey, Patria, ni Religión.
Así os rogamos que os dignéis escucharnos, inspirándonos el modo
de seguir el camino recto, trazado desde el principio. Amén" 65.
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 151

Esta mención especial al Rey, la Patria y


la Religión, unida a las repetidas referencias que
en la documentación masónica se hacen tanto a Napo­
león, como a José Bonaparte, ponen el acento en la
implicación sociopolítica que las logias dependientes
de la Gran Logia Nacional de Esparta - al igual que
las bonapartistas y las militares que dependían del
Grande Oriente de Francia - tenían de apoyo al nuevo
gobierno. Aspecto que ya quedó bien manifiesto en el
discurso inaugural de la Gran Logia Nacional.

En este sentido es igualmente sintomático


lo que la logia Santa Julia determinó el 16 de mayo
de l8l0, a saber, celebrar la fiesta de su titular
y patrona, así como la onomástica de "nuestra augusta
soberana", todos los 28 de mayo. Esta decisión fue
adoptada coincidiendo con "el regreso de nuestro augusto
Soberano a este Oriente [Madrid] una vez concluida la conquista
de las Andalucías", lo que constituyó "un nuevo motivo de
alegría para los Hermanos, que los obligaba a aumentar, si era
posible, la solemnidad de la fiesta".' Fiesta que concluiría
con un banquete en el que, entre otros, se dedicó a
Su Majestad y real familia un himno que empezaba asi :

Viva el rey filósofo


Viva el rey clemente
Y España obediente
Escuche su ley.
Desde un punto de vista político, para el
clero afrancesado francmasón - al igual que para los
demás afrancesados no masones, ni clérigos - Bayona
no fue más que un cambio de dinastía, cambio aprobado
incluso por los propios soberanos legítimos 66 . Razón
por la que los afrancesados sufrieron la consecuencia
de una doble colisión con los otros dos sectores de
opinión del país. Pues - como sertaló en su día Méndez
Bejarano - no se trataba exclusivamente de una dinas­
tía frente a otra, sino de un sistema político frente
a- otro 67.

La fidelidad al Estado y la falta de apoyo


a una dinastía que consideraban acabada e incluso
perj'udicial para el bien del país, les enfrentó con
los absolutistas. En 1814, Fernando VII perseguirá
igualmente a liberales y afrancesados, reos ambos del
mismo delito de infidelidad a su persona.
Para los fernandistas, los afrancesados
constituían gentes de ideas demasiado avanzadas, revo­
lucionarios enemigos del rey y, en consecuencia, del
152 José A. FERRER BENIMELI
Estado, conceptos en su mente unívocos. La fidelidad
a una nueva dinastía se considerrf traición a ambos
valores sin distinción ; por eso los afrancesados
fueron reputados por traidores.

Los liberales, por el contrario, considera­


ron a los afrancesados como políticamente atrasados
y, a su vez, como infieles al naciente Estado nacional

Por su parte el régimen de gobierno popular


que representaban los liberales era, a los ojos de
los josefinos, equivalente a la anarquía, contra la
que se manifestaron en bastantes ocasiones 68.

El ejemplo de Llórente puede ser representa­


tivo de la actitud adoptada por más de un clérigo
francmasón. En un extenso alegato de su conducta po­
lítica durante el reinado de José, y de las causas
que la determinaron, se justificaba así : "Tuve adhesión
al Gobierno que ahora recibe el título de intruso. V.M. lo reco­
noció por legítimo, yo me adherí a él porque no había otro en
el reino. Después se formó el segundo por sublevación, usurpando
el nombre de V.M., porque sólo así podía engañar a los ignoran­
tes, pero su verdadero fin era el descubierto con el tiempo.-
Yo he sido y soy realista por opinión. Creí ser útil a mi patria
y conservar la monarquía contra el sistema republicano" 69.

En síntesis, los principios doctrinales de


los afrancesados pueden reducirse - según Artola -
a tres :

1. Monarquismo, comprendido como adhesión a la forma


monárquica y no a una dinastía determinada.

2. Oposición a los avances revolucionarios . "Son malva­


dos e indignos quienes toman las armas contra las órdenes
de las autoridades constituidas" dirá Llórente 70.

3• Necesidad de reformas políticas y sociales de


acuerdo con las tendencias de la época, es decir
basadas en la razón, la justicia y el poder.

La primera de estas premisas, concebida en


forma limitada, les enfrentó con los absolutistas ;
la segunda provocó la enemiga de los liberales 71.

Respecto a los franceses, el papel de los


afrancesados era simplemente el de mediadores, no el
de colaboradores. Pues aunque es cierto que los afran­
cesados aceptaron una nueva dinastía, sin embargo
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 153
jamás reconocieron ni aceptaron la desmembración del
país, ni la injerencia extranjera. Y esto se manifestó
incluso en el terreno masónico 72.

"Conscientes de la situación del país - dijo de los


afrancesados el mariscal Suchet - aceptaron la honrosa
misión de interponer la moderación y la justicia entre los habi­
tantes y los soldados, y protegieron los intereses de sus com­
patriotas con una perseverenaia jamás desmentida" 73.

Esto explica también por qué al abdicar José


abandonaron su partido para seguir a Fernando VII,
cuya causa era nuevamente la nacional 74 . En marzo de
1814 - escribe Llórente - volvió a Esparta Femando VII y se
abrieron las comunicaciones con Francia. Los que habían sido
ministros o consejeros de Estado en tiempos del rey José, vién­
dose ya libres de todo vínculo del juramento de fidelidad pres­
tado a éste, se apresuraron a reconocer de nuevo por su soberano
legítimo al rey Femando, procediendo en esto con tan buena fe
como lo habían hecho a José, cuando lo había mandado la necesi­
dad de ceder a la fuerza mayor, unida al loable deseo de pre­
caver, y, por lo menos, disminuir los daños de la patria" 75.

Este triple motivo justifica y explica la


aparición del grupo político "afrancesado" mejor que
"colaboracionista". De esta forma, durante los cinco
años de guerra, fueron tres los partidos antagónicos
que lucharon sin descanso. Los afrancesados, que por
su ideología ilustrada debían verificar la transición,
ocupando el centro y haciendo de puente entre los
otros dos, fueron combatidos encarnizadamente no sólo
por ambos, sino por los mismos franceses. Pues su
destino - como resumiría con acierto Villaurrutia -
fue "granjearse el odio de sus compatriotas por afrancesados,
y el de los franceses por españoles, porque pospusieron siempre
los intereses de los invasores a los que consideraban los ver­
daderos intereses de su patria" 76.

Decíamos al comienzo que se daban simultá­


neamente dos fenómenos que, a veces, se superponían
y confundían : el afrancesamiento ideológico o libe­
ralismo, y el afrancesamiento político o colaboracio­
nismo .

Ya hemos visto también que incluso la pala­


bra colaboracionista exige algunas matizaciones. Otro
tanto habría que decir del liberalismo o afrancesa-
miento ideológico que ha llevado a algunos autores
a identificar, sin más los liberales con los afran­
cesados .
154 José A. FERRER BENIMELI
Pues el enfrentamiento que los afrancesados
experimentaron con franceses, absolutistas y, sobre
todo, liberales, obliga a una revisión de ciertos plan­
teamientos quizá excesivamente simplistas, como el
de Méndez Bejarano al decir que "eran los liberales tan
afrancesados cual los del bando opuesto", o que "los afrancesa­
dos fueron patriotas liberales" 77 5 o el de Villaurrutia,
cuando afirma que "en cuanto a los principios y el anhelo de
reformas, no se distinguieron los afrancesados de los libera­
les" 78, o finalmente el de Suárez Verdeguer para quien
"los liberales ¿le Cddiz mantenían una ideología tan opuesta a
la nación como semejante a la de los afrancesados y franceses "79.

En cualquier caso el problema no es tanto


que exista o no identificación de hecho, cuanto que
en la represión llevada a cabo por Fernando VII contra
afrancesados y liberales, unos y otros recibieron el
mismo tratamiento, persecución y castigo. Y es aquí
donde también se verifica un salto de lo real a lo
posible, y donde, en muchos casos, sin más argumento
que una denuncia policial, nos encontramos con una
larga lista de eclesiásticos que - según se dice -
habrían pertenecido a sociedades prohibidas : masone­
ría, comunería, sociedades patrióticas, batallón sa­
grado... Lista que según los papeles de la policía
de Fernando VII, y en el capítulo exclusivo de ecle­
siásticos "masones" es la siguiente 80 .

ALBARSAN, D. Francisco Agustín. Canónigo de Sigüenza.


ALBARO DE MOLINA, D. Enrique. Presbítero.
ANTORAN, D. Manuel. Presbítero secularizado.
BALLESTEROS, D. Miguel. Canónigo de Jaén.
BLANCO, D. Joaquín. Presbítero Vicario de Iniesta.
BARRAGAN, D. Rever ndo Padre Republicano. Apóstata
en Zaragoza.
BATALLAS, Fray José. Victorio.
CASTRO, D. Canónigo de Cartagena de las Indias.
CARNICERO, D. Manuel. Presbítero Beneficiado.
CARRASCÓN, D. Francisco. Presbítero canónigo de Amé­
rica, residente en Madrid.
CARRERA, D. José. Presbítero.
CASTILLON, D. Tomás. Presbítero capellán de Ejercito.
CADENAS, D. Rafael. Penitente en San Antón de los Por­
tugueses .
CASTRO, D. Prudencio. Presbítero.
CASTELLO, D. Presbítero capellán de Ejército.
CORTAZAR, D. Francisco. Prebendado de Segovia.
CARRASCOSA, D. Joaquín. Capellán al servicio de Almo-
dovar.
DUARTE, D. José. Cura de Mollina.
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 155
ECHEVERRIA, D. Presbítero.
ENCINAS, D. Pedro.Alcántara. Cura de los Barrios.
ESCRICH, D. Ramón. Capellán de Reyes en Toledo.
ESPINCEL, D. Manuel. Cura Párroco de Aldea del Rey.
FUENTE, D. Capiscol de la Catedral de Valencia.
FRANCISCO, D. Teniente Cura de San Martín.
GARCIA, D. José Agapito. Cura de Manzera. Obispado
de Sevilla.
GALLEGOS, D. Narciso María. Arcediano Mayor de Valen­
cia .
GALINDO, D. Pedro. Prebendado de Segovia.
GARCIA, D. De la Parroquia de San Martín.
GALICIA, D. Capellán de monjas.
GAITANETA, D. José María. Canónigo.
GALAN, D. Marcos. Capellán de honor de S.M.
GONZALEZ, D. De la parroquia de San Luis.
GONZALEZ LLANOS, D. Ramón. Presbítero.
IUSTE, D. Simón. Cura de San Nicolás de Toledo.
LOPEZ, D. Salvador. Canónigo de Berlanga.
LOPEZ ROXAL, D. Luis. Prebendado de Segovia.
MARTINEZ, D. Juan Francisco. Presbítero en la parro­
quia de San Ginés.
MARTINEZ SALCEDO, D. Francisco. Secularizado. Regente
de estudios de Salamanca.
MEDRANO , D. Ildefonso. Presbítero.
MIRET, D. Miguel. Cura de Quintanar del Rey.
MONTERO, D. Antonio. Eclesiástico.
MOLINA, D. Francisco. Presbítero calle de Alcalá.
MONZO, D.N. Presbítero de Valencia.
MORALES, D. Bruno. Presbítero secularizado. Trinitario
MORALEJO, D.N. Cura de Majadaonda.
MORENO, D. Ventura. Secularizado en San Isidro.
MARTÍNEZ, D. Pedro Velasco. Presbítero secularizado.
MARTÍNEZ, D. Francisco de Paula. Presbítero.
MUÑOZ, D. Francisco de Paula. Secularizado en Anteque­
ra.,
MUÑOZ, D. José. Secularizado Escolapio.
MUÑOZ Y ARROYO, D.N. Marqués de Antequera.
PIEDRAHITA, D.N. Cura Párroco de Alavilla. Arzobispado
de Toledo.
POZADAS, D. Francisco. Cura de Avila.
PRIETO, D. Alfonso. Párroco de San Facundo de Segovia.
PARDO, D. Alfonso. Prebendado de Segovia.
RAMIREZ MORALES, D. Luis. Capellán de Honor.
RAMÓN ARISPE, D. Presbítero. Diputado a Cortes.
REDRUELLO, D. Vicente Francisco. Presbítero Cura de
Villanubia de Dioña.
RODRIGUEZ, D. José. Presbítero capellán del 2° de
Guardias.
ROJAS, D.N. Prebendado en Segovia.
ROSELLO, D. Antonio. Presbítero.Orador en la Fontana.
156 José A. FERRER BENIMELI

REQUENA, D. Valentín. Cura de Santa María de Cuenca.


RUIZ, D. Jerónimo. Presbítero en el lugar de Coca.
RIOS, D. Pedro de los. Cura Secularizado de Mollina.
RODRIGUEZ, D. Angel. Secularizado.
SAEZ DE BXERUAGA, D. Manuel María. Cura de Calera.
Diputado a Cortes.
SALCEDO, D. Tomás. Presbítero Secularizado.
VALENZUELA, D. Manuel. Cura Ecónomo de San Millán de
esta Corte.
VUNZAGA, D. Francisco. Cura de Villalvilla.
Aquí estamos ante un fenómeno bastante com­
plejo, pues al margen de la veracidad o fiabilidad
de dicha lista 8l - que es más bien escasa - en el
fondo estamos ante el hecho de que afrancesados y li­
berales forman ya un denominador común. En cualquier
caso la lista en cuestión - de 70 eclesiásticos -
apenas tiene más valor que el meramente testimonial
o anecdótico de cómo se llevó a cabo una dura repre­
sión basada, en la mayor parte de los casos en puras
acusaciones o denuncias policiales, y en intereses
políticos muy ajenos a esa religión que pretendían
defender y purificar de peligrosos eclesiásticos que
además de ser afrancesados y liberales, eran nada
menos, que francmasones.
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 157

NOTAS

1. ARTOLA, Miguel, Los afrancesados, Madrid, Turner, 1976,


pág. 24. Todavía se podría affadir una nueva subdivisión entre
los segundos o "colaboracionistas", a saber : la de los jura­
mentados sin convicción, y la de los afrancesados por propia
convicción. Ibidem, pág. 55-

2. Ibidem, pág. 40. Segtín otros autores el lema de la revolución


francesa fue el de "Libertad, Igualdad y Propiedad", en tanto
que la Fraternidad se incorporaría a raíz de las revolucio­
nes de 1848.

3. LE FORESTIER, René, La franc-maçonnerie Templière et Occul­


tiste, Paris, Aubier, 1970, pág. 633-

4- Ibidem.

5. BERTELOOT, J., Les Francs-Maçons devant l'histoire, Paris,


Ed. Monde Nouveau, 1949, pág. 99-

6. A título de ejemplo he aquí los nombres de algunas logias


en las que figuran entre sus miembros eclesiásticos europeos:
"La Triple Unidad", "Los Amigos de la Unión Perfecta", "Los
Amigos Teresianos", "San Alejandro de Escocia", "San Juan
de Jerusalén", "La Noble y Perfecta Unidad", "La perfecta
Caridad", "El Patriotismo", "La Reunión de los Verdaderos
Amigos", "La Estrecha Unión", "La Perfecta Amistad", "San
Luis-San Felipe de la Gloria", "San Juan de la Gloria", "El
Feliz Encuentro", "La Buena Unión", "La tierna Acogida", "La
Reconciliación", "La Concordia", "Santa Sofia", "Los Amigos
Reunidos", "Los Hermanos Unidos", "La Perfecta Inteligencia"
"La Igualdad", "Santa Cecilia", "San Germán", "San Alfonso
de los Amigos Perfectos de la Virtud", "La Verdadera Virtud",
"Los Hermanos Unidos de San Enrique", "La Reunión de Extran­
jeros", "San Julián", "San Esteban de la Verdadera y Perfec­
ta Amistad", "San Juan de Escocia de la Virtud Perseguida",
"La Armonía", "La Constancia", "San Emilio", "Amistad y Fra­
ternidad", "Los Hermanos Amigos", "San Pedro", "San Cristóbal
de la Union Fuerte", "La Celeste Amistad", "La Reunión de
los Elegidos", "San Juan de Palestina", "San Juan de Escocia
del Contrato Social", etc. Cfr. Repertorio general alfabético
de miembros del clero pertenecientes a logias masónicas del
siglo XVIII, en FERRER BENIMELI, José A., Masonería, Iglesia
e Ilustración, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1977,
Vol. IV, págs. 63-207.
158 José A. FERRER BENIMELI
7. Estaba compuesta de 15 navios, cuatro fragatas y cuatro
corbetas j y sus efectivos se elevaban en mayo de 1800 a
12.546 hombres, de los que casi la mitad pertenecían a las
tropas embarcadas. El 28 de noviembre de 1800 segiín los cóm­
putos de la época, había 4*691 infantes y 919 artilleros.
CARLAN, J.M., La escuadra esparola del océano en Brest,
1799-l8O2, Madrid^ 1951• Sobre las causas políticas de esta
estancia y los tratados a los que dio lugar, cfr. FUGIER,
A., Napoléon et l'Espagne (1799-1808), Paris, 1930, I, 82-3;
103-5 5 124-5.

8. De los diez y seis restantes, quince eran oficiales (tenien­


tes y alféreces) y tan solo un Piloto.

9. Las relaciones posteriores, tal como aparecen en el cuader­


no de sesiones permanecieron excelentes, siendo frecuentes
las visitas recíprocas, las invitaciones y los brindis en
honor de los miembros visitantes.

10. Georges Demerson ha estudiado la vida de esta logia gracias


al libro de actas de la misma que localizó en una biblioteca
privada de Finisterre. Este libro contiene las actas de
cincuenta y tres reuniones que se escalonan a lo largo de
ocho meses, del 20 de agosto de 1801 al 23 de abril de 1802.
DEMERSON, G. Une loge maçonnique espagnole à Brest en l801-
1802, "La Reunión Espaîlola", Bull. Hisp. LVII (1955), 375-
400.

11. Cfr. algunos casos prácticos en FERRER BENIMELI, José A.,


La Masonería española en el siglo XVIII, Madrid, Siglo XXI,
1974, págs. 335-337.

12. Capellán provisional de la Armada. Durante su estancia en


Brest se dedicó al estudio del telégrafo, inventando uno
más perfeccionado en 1803, del que hizo una demostración
ante Carlos IV en los jardines de El Escorial. Estuvo desti­
nado en Cartagena. GUILLEN SALVETTI, Jorge Juan, Los Masones
de la Escuadra de Brest (1799-1802), Actas del I Congreso
Internacional de Historia Militar (Zaragoza, 24-27 de no­
viembre de 1982 (en prensa)).

13. Archivo Histórico Nacional, Estado, Leg. 28, y 63.

14. No hay noticias de estas logias, a no ser que Toreno aluda


a las fundadas en l8O7, y que a pesar de la invasión fran­
cesa hubieran seguido viviendo y desarrolándose en Cádiz.
FERRER BENIMELI, José A., Dos Logias masónicas de Cádiz "La
Double Alliance", de l8O7, y "Les Vrais Amis Réunis", de
l8l2, "en Actas del ï Congreso de Historia de Andalucía,
Córdoba, t. I de Andalucía Contemporánea (siglos XIX y XX),
págs. 89-10 .
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 159

15« TORENO, Conde de, Historia del levantamiento, guerra y revo­


lución de España, Madrid, BAE, 1953, pág. 408.

16. ALCALÁ GALIANO, A., Memorias, Madrid, BAE, 1955, t. I, pág.


424.

17. MENÉNDEZ PELAYO, M., Historia de los heterodoxos españoles,


Madrid, 1888, VI, pág. 36-37-

18. Ibidem.

18 bis. SOLIS, R., El Cádiz de las Cortes, Madrid, Instituto


de Estudios Políticos, 195$, pág. 316.

19» El Sol de Cádiz, N° 2, 17 octubre 1812.

20. El Sol de Cádiz, N° 13.

21. Sobre este tema cfr. FERRER BÉNIMELI, José A., Masonería
española contemporánea, Madrid, Siglo XXI, 1980, vol. I,
págs. 110-114.

22. SANZ CID, C., La Constitución de Bayona, Madrid, 1922 5


JURETSCHKE, Hans, Los Afrancesados en la Guerra de la Inde­
pendencia, Madrid, 1962.

23. En la práctica fueron muy pocos los que realmente se incor­


poraron a la Asamblea de Bayona. De los ocho obispos y arzo­
bispos designados por la Junta de Gobierno, solamente dos
(el de Burgos y el de Pamplona) anunciaron su intención de
partir y de los restantes (el de Laodicea, coadjutor del
arzobispo sevillano y los obispos de Palencia, Zamora, Oren­
se, Gerona y Urgel), cuatro presentaron sus excusas, los
demás ni eso tan sólo.

24. El arzobispo de Burgos, Don Manuel Cid y Monroy. Fray Miguel


de Azevedo (vicario general de San Francisco). Fray Jorge
Rey (Vicario general de San Agustín). Fray Agustín Pérez
de Valladolid (general de San Juan, de Dios). José Joaquín
del Moral (canónigo de la Santa Iglesia Metropolitana de
México). Tomás de la Peña (canónigo de Burgos). Ramón Ma.
de Andurriaga (canónigo de Burgos). Manuel de Pelayo, Manuel
Ma. de Upategui y Fermín Ignacio Beunza (curas de los obis­
pados de Osma, Calahorra y Segovia). Antonio Soto (abad del
Monasterio de Premostratenses de Madrid). Fernando Calixto
Núñez (abad del Monasterio de San Basilio de Madrid). Pedro
Larriva Torres (cura de Toledo). Mariano Agustín (canónigo
de Palencia) y Miguel Ignacio de la Madrid (presbítero).
CONARD, Pierre, La Constitution de Bayonne (1808). Essai
d'édition critique, Lyon, 1909, págs. 145-149-
160 José A. FERRER BENIMELI
25. BORD, Gustave, Liste de Francs-Maçons ayant fréquenté les
loges françaises constituées avant la fondation du Grand
Orient, Revue Internationale des Sociétés Secrètes (Paris),
VII (1914), 91, 101 j YAN, Bayonne entre l'Equerre et le
Compas ou Histoire de la Franc-Maçonnerie de Bayonne et de
la Côte Basque, Bayonne, A. Cadier, 1982, pAg. 38.

26. Prototipo de lo que no debe ser un libro de historia, donde


a la falta de metodología y claridad se une una ausencia
del más elemental espíritu crítico, lo que le lleva a repe­
tir un sinfín de inexactitudes y errores históricos elemen­
tales.

27. En aquella fecha era rey de España Carlos IV, lo que por
lo visto ignora Yan, quien parece ser toma dicha "informa­
ción" de FRAYSSE, Les Francs-Maçons persécutés, Marseille,
1935, pág. 13 j YAN, op.cit., págs. 77, 93, 94, 111. Por
otra parte del 3 de mayo de 1792 no hay ningún decreto en
España contra los francmasones.

28. Para el redactor de la voz, Abate Marchena de la Enciclope­


dia Espasa-Calpe, que utiliza entre otras fuentes de infor­
mación a Menéndez y Pelayo, Historia de los Heterodoxos
españoles, Madrid, 1878, t. III, Marchena pasó a Francia
en 1789 y pronto fue conocido en Paris, siendo colaborador
de Marat en el periódico L'Ami du Peuple, del que no tardó
en separarse afiliándose al partido girondino, por lo que
fue encarcelado en la Conciergerie, de donde no pudo salir
hasta que en 1794 fue guillotinado Robespierre.

29. YAN, op.cit., pág. 91.

30. Ibidem, pág. 90.

31. Ibidem, pág. 93.

32. "Queréis hacer florecer las ciencias y las artes en vuestro


país, y no advertís que vuestra Inquisición no cesa de per­
seguir a los hombres de talento. ¿ Quién persiguió a Barto­
lomé Carranza, Fray Luis de León, Macanas, Bails y Olavide ?
¿ No es la Inquisición, que de acuerdo con vuestro tirano,
aspira a teneros siempre en la más crasa ignorancia para
dominaros según las pérfidas máximas de Maquiavelo ? Sacudid
pues en infame yugo de la opresión del pensamiento, destruid
ese tribunal de tinieblas, que al paso que degrada al hom­
bre, hace de él una máquina para mover según sus ideas".-
Véase una reproducción íntegra del Aviso al Pueblo Español
en Estado Mayor Central del Ejército, Campabas en los Piri­
neos a finales del siglo XVIII, Madrid^Servicio Histórico
Militar, 1949, vol. I, Apéndice 1.
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 161

33. Cfr. entre otros, AZORIN, Las temeridades de Marchena, Bar­


celona, 1912 } RICHARD, A., Un réfugié espagnol à Bayonne
pendant la Révolution. Marchena et les Girondins, Annale s
Révolutionnaires, n. 2, 1923 > ALARCOS, E., El abate Mar-
chena en Salamanca, Homenaje ofrecido a Menéndez Pidal,
t. IX, Madrid, 1925 ¡ MENENDEZ PELAYO, M., El abate Marchena,
Introducción a la Edición de sus obras literarias, Sevilla,
1892 (Col. Austral, N° 59) 3 Tres heterodoxos españoles en
la Francia revolucionaria, Rev. Hispano-Americana, t. II-III
1881 ; MOREL-FATIO, A., José Marchena et la propagande révo­
lutionnaire en Espagne en 1792 et 1793, Revue Historique
XLIV (I89O), 72 y ss 5 Bulletin Hispanique IV (1902), 256
y ss.

34. MORAYTA, M., Masonería española, Madrid, 1915, pAg. 19 5


FERRER BENIMELI, José A., El conde de Aranda y el Frente
aragonés en la guerra contra la Convención (1793-1795),
Zaragoza, Universidad, 1965, págs. 15-34.

35. Entre otras comedias de Molière que también tradujo Marchena,


cabe destacar La escuela de las mujeres, El avaro, El
Egoista, Los dos yernos y El amigo de los hombres. Publicó
su tragedia Polixenâ^ y Reflexiones sobre los emigrados
franceses (1795), El Espectador francés (179¿), y posterior-
mente un Ensayo de Teología y su Descripción de las Provin­
cias Vascongadas, Lecciones de Filosofía moral y elocuencia
(I82O) - obra de critica literaria - 3 A Cristo crucifica-
do (oda sagrada), Epistola a D. José Sanz sobre la libertad
política, La patria a Ballesteros (poema heróico) ~

36. Resumen histórico de las maquinaciones y tentativas revolu­


cionarias de los españoles emigrados en Inglaterra, Francia
y Gibraltar, sacado de las noticias dadas en diferentes
épocas por diversas personas desde principios de 1824 hasta
fines de julio de 1830. Archivo General del Palacio. Sección
Histórica, caja 302 3 PEGENAUTE CARDE, Pedro, Trayectoria
y testimonio de José Manuel del Regato, Pamplona, Eunsa,

37- Sobre esta masonería, cfr. FERRER BENIMELI, José A., Maso­
nería española contemporánea, Madrid, Siglo XXI, 1980, Vol.
1, pags. 82-133.

38. FERRER BENIMELI, José A., A Maçonaria Bonapartista na Es-


panha, en Formaçao Historica da Maçonaria (Anais do I Con-
gresso Internacional de Historia e Geografía - Rio de Janei­
ro, 19-21 de março de 1981), I Vol., Rio de Janeiro, Aca­
demia Brasileira Maçonica de Letras, 1983, págs. 10 — 1Ó5 5
La Francmasonería Bonapartista en España, en Actes du Col­
loque International "Les Espagnols et Napoléon" (13-15 oc­
tubre 1983 - Aix-en-Provence) - Université de Provence, 1984,
pags. 335-386.
162 José A. FERRER BENIMELI
39* THORY, Acta latomorum ou Chronologie de l'histoire de la
Francmaçotmerie française et étrangère, Paris, Dufart, 1815,
vol. I, pág. 265-

40. Bibliothèque Nationale de Paris, Cabinet des Manuscrits,


FM2 559 j FERRER BENIMELI, José A., op.cit., Masonería es­
pañola contemporánea, Vol. I, págs. 127-129 5 VALIN FERNAN­
DEZ, Alberto, La Masonería y la Coruna, Vigo , Ed. Xerais,
1984, págs. 39 y 51 da erróneamente como profesión de Sal­
vador Daroca la de Auditor de la Marina, en lugar de Capel­
lán e Intérprete de la Marina.

41. Sobre esta logia cfr. FERRER BENIMELI, José A., op.cit.,
vol. I, págs. 90-100. De un total de 141 nombres de que
disponemos entre febrero de 1810 y septiembre de 1811, pre­
dominan los funcionarios ministeriales y los militares - más
de 30 en cada caso -, miísicos, eclesiásticos y propietarios
que alcanzan la decena, no faltando representantes de médi­
cos, abogados, catedráticos, maestros, pintores, esculto­
res, fondistas, comerciantes, dentistas, diamantistas, etc.

42. MURIEL, A., Historia de Carlos IV, Memorial histórico espa­


ñol (Colección de documentos de la Real Academia de la His­
toria), t. XXIX a XXXIV, Madrid, 1893-1894. También está
editada en la BAE, t. 114-115, Madrid, 1959, con estudio
preliminar de SECO SERRANO, C., La época de Carlos IV. Mu-
riel relata unos hechos que vivió de cerca, y lo hace sin
apasionamiento, y sobre todo, con la objetividad histórica
garantizada por la existencia de los documentos que alega
y que se conservan en el Archivo Histórico Nacional. El
influjo de Muriel se notaría entre otros en Modesto de La-
fuente y en el general Gómez Arteche.

43- Archivo Histórico Nacional, Inquisición, leg. 4499 n.12.

44. Debe aludir al Edicto del 2 de enero de l8l5 del Inquisidor


General Francisco Xavier Mier y Campillo, prohibiendo y
condenando la Masonería, copia del dado por el cardenal
Consalvi el 15 de agosto de 1814 para los Estados Pontifi­
cios. FERRER BENIMELI, José A.- CAPRILE Giovanni, Massone­
ria e Chiesa Cattolica, Roma, Ed. Paoline, 1979.

45. Según el catálogo de PAZ Y MELIA, A., Papeles de Inquisición


Catálogo y extractos, Madrid, Patronato del A.H.N., 1947,
N° 613 y 614.

46. ARTÓLA, M., op.cit., pág. 135-


CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 163

47. GALLARDO, J.B., Diccionario Crítico-Burlesco del que se ti­


tula Diccionario razonado manual para inteligencia de cier­
tos escritores que por equivocación han nacido en España,
Madrid, Xmpr. de Sancha, 1838, págs. 54-56. Gallardo ño
oculta su animadversión frente a los masones ante los que
se muestra bastante esceptico : "La existencia de ios franc­
masones estd en igual predicamento que ta de tas brujas.'
Digo, empero, que tos francmasones que diz que hay entre
nosotros, deben de ser como tos diabtos de teatro, que tra­
vesean en tas tablas, entre tos interlocutores, sin ser de
ellos vistos ni oidos. A muchas personas oigo hablar de
francmasones ; pero yo, aunque mds diligencias he hecho por
ver qué casta de pájaros son, jamás he columbrado ninguno.
Dicen que son como los cáravos, aves nocturnas : serán todo
lo que se quiera, menos cosa buena, que si buenos fueran,
no se esconderían ellos tanto de los hombres de bien".
48. CHEVALLIER, Pierre, Histoire de la Franc-maçonnerie Fran­
çaise, Paris, Fayard, 1974, vol. I, págs 7-100 5 COLLAVERI ,
François, La Franc-Maçonnerie des Bonaparte, Paris, Payot,
1982 ; PALMEIRA, Alvaro, Napoleao Bonaparte Maçom, en For-
maçao Social da Maçonaria (Anais do I Congresso Internacio-
nal de Historia e Geografia - Rio de Janeiro - 19-21 março
1981, Rio de Janeiro, Academia Brasileira Maçonica de Le­
tras, 1983, págs. 91-98

49. Sobre cuyo "afrance samiento" no hay por qué hablazr, desde
su participación un tanto forzada en la Asamblea de Bayona,
y su posterior nombramiento de Consejero de Estado, el 25
de julio de l8O8, hasta su viaje a Francia en 1813.

50. LLORENTE, Juan Antonio, Noticia biográfica (Autobiografía),


Madrid, Taurus, 1982 ; LE BRUN, C., Retratos políticos de
la Revolución de España, "Llórente", Filadelfia, 1826,págs.
314-31Ó î NUÑEZ DE ARENAS, Manuel, Llórente en Burdeos,
Bulletin Hispanique, XXX (1928), 72-74 5 HOEFER, Nouvelle
Biographie Générale, "Don Juan Antonio Llórente", Paris,
Firmin Didot, 1862 ; DUFOUR, Gérard, Les "Aforismos" polí­
ticos de Juan Antonio Llórente, Actes du Colloque Interna­
tional de la Baume-les-Aix, 26-28 novembre 1982, Aix-en-
Provence, 1984, 199-209.

51. LLORENTE, Juan Antonio, Histoire critique de l'Inquisition


d'Espagne, Paris, I8l8, t. IV, págs. 53-78.

52. DESDEVISES DU DEZERT, en La Société espagnole au XVIIIe


siècle, Revue hispanique, 64 ( 1925), pág. 379, lo hace li­
brero .

53. Sobre esta cuestión, cfr. FERRER BENIMELI, José A., Masone­
ría, Iglesia e Ilustración, Madrid, Fundación Universitaria
Espartóla, 1977, vol. III, págs. 133-140, 471-475-
164 José A. FERRER BENIMELI
54. LA FUENTE, Vicente de, Historia de las Sociedades secretas
antiguas y modernas en Esparta y especialmente de la Franc­
masonería^ Madrid, l874> t. r¡ pág. 93 j HERON LEPPER,
Freemasonery in Spain under Fernando VII, Rev. Ars Quatuor
Coronatorum(Londres), 61 (1948), 214, loadmite como cierto.
Cfr. igualmente The Freemason1 s Quaterly Review (1849),
pág. 271.

55- Sobre este tema cfr. FERRER BENIMELI, op.cit., vol. II, págs
133-194.

56. MADARIAGA, Salvador de, Le déclin de l'Empire espagnol d'A­


mérique, Paris, 1958, pág. 302.

57- FERRER BENIMELI, op.cit., vol. III, págs. 93-100 5 CLEGG,


History of the Freemasonery, Chicago, 1921, vol. III, págs.
2266-7i ARUS, Diccionario Enciclopédico de la Masonería,
Buenos Aires, 19Ó2, vol. I, págs. 395-39Ó , MENENDEZ PELAYO
op.cit., vol. III, pág. 87.

58. FERRER BENIMELI, op.cit., Masonería española contemporánea,


vol. I, pág. 87.

59- Colección de Piezas de Arquitectura trabajadas en el taller


de Santa Julia, al Oriente de Madrid, 1812, pág. 55-56.

60. Reglamento de la Logia Beneficencia de Josefina, de Madrid,


l8ll, pág. 4.

61. Archivo General de Palacio, Madrid. Papeles reservados de


Fernando VII, t. 67, fol. 283.

62. Sobre los santos patronos de la masonería operativa, cfr.


FERRER BENIMELI, op.cit., Masonería, Iglesia e Ilustración,
vol. I, págs. 39-40.

63. "San Juan de la Doble Alianza (Cádiz), "Los Hermanos Unidos"


(San Sebastián), "Los Amigos Reunidos de San José" (Vitoria)
"San Juan de la Unión Sincera" (Zaragoza), "El Triunfo de
la Amistad" (Barcelona), "Los Amigos Fieles de Napoleón"
(Barcelona), "Napoleón" (Barcelona), "La Feliz Reunión"
(Barcelona), "Napoleón el Grande" (Gerona), "Los Amigos de
la Reunión" (Figueras), "Santa Josefina de los Amigos Reu­
nidos" (Talavera de la Reina), "Los Amigos de la Caridad"
(Santander), "Los Amigos reunidos de la Victoria" (Salaman­
ca), "Los Amigos del Honor" (Sevilla), "Los Amigos del Honor
y de la Verdad" (Madrid), "Estrella de Napoleón" (Madrid),
"Beneficencia de Josefina" (Madrid), "San José" (Madrid),
"Santa Julia" (Madrid), "Napoleón el Grande" (Madrid), "Los
Filadelf os" (Madrid)...
CLERO AFRANCESADO FRANCMASON 165
64. Colección de Piezas de Arquitectura trabajadas en el taller
de Santa Julia, al Oriente de Madrid, 1812, pág. 7.

65. Archivo General de Palacio, Madrid. Papeles reservados de


Fernando VII, t. 67, fol. 282.

66. VIÑAS-MEY, Carmelo, Nuevos datos para la historia de los


afrancesados, Bulletíñ Hispanique, XXVI (1924) 325» Este
cambio era aconsejable - segiín Viñas - por varios motivos
que ha clasificado sistemáticamente en razones de "orden
político, deseo de implantar pacíficamente reformas políti­
cas y sociales ; de conveniencia nacional, evitar la irre­
mediable postración interna que había de producir una guerra
con Francia, y de orden histórico, evitar el peligro de
desmembración territorial de España y de emancipación de
América" , ibidem, pag. 54-
67. MENDEZ BEJARAÑO, Mario, Historia política de los afrancesa­
dos, Madrid, 1912, pag. 217.

68. "Debíamos unimos cada vez más fuerte a él (a José) - con­


fesó Amorós - porque sólo en su gobierno se conocía el impe­
rio de las leyes y la hidra de la anarquía estaba refrenada".'
Cevallos, en su "Manifiesto", expuso sus temores ante la
actuación de las Juntas provinciales, en las que veía comi­
tés revolucionarios populares. "La anarquía es el mayor de
todos los males", dirá Azanza. Y los diputados, reunidos
en Bayona, firmarán una proclama en la que se repetirá :
"La anarquía es el mayor azote que Dios envía a los pueblos ;
durante ella, la licencia y el desenfreno saquean, queman,
talan, cometen toda especie de desórdenes".' Y M. Silvela aña­
diría : "Si algo puede hacer dudoso el triunfo de la liber­
tad es la anarquía, el terrorismo". Citas tomadas de ARTOLA,
op.cit., págs. 63-64.

69. LLORENTE, Juan Antonio, Noticia biográfica, Paris, l8l8,


pág. 125.

70. LLORENTE, Juan Antonio, Defensa canónica y política de D.-***


. contra injustas acusaciones de fingidos crímenes, Paris,
lSl6, págs. 146, 149, 151.

71. ARTOLA, op.cit., págs. 65-66.

72. Sobre este tema cfr. FERRER BENIMELI, José A., op.cit.,
Masonería española contemporánea, vol. I, págs. 74-78, 97-
9^ --------------

73- SUCHET, Mémoires du maréchal ***, duc d'Albufera, sur ses


campagnes-en Espagne depuis l808 jusqu'à 1814, écrits par
lui-meme, Paris, 1834, vol. I, pàg. 290.
166 José A. FERRER BENIMELI
74* ARTOLA, op.cit., pág. 72.

75- LLORENTE, op.cit., Noticia biográfica, pág. 125.

76. VILLAURRUTIA, Marqués de, Relaciones entre España e Ingla­


terra durante la guerra de la Independencia, Madrid, 1911,
vol. II, pág. 194.

77. MENDEZ BEJARAÑO, op.cit., págs. 172, 201.

78. VILLAURRUTIA, op.cit., vol. III, pág. 495-

79- SUAREZ VERDEGUER, Federico, La crisis politica del antiguo


régimen en España (1800-1840), Madrid, 1950, pág. 31.

80. Archivo General de Palacio. Madrid. Papeles reservados de


Fernando VII, t. 67, fol. 72-80. Posteriormente, en 1823,
apareció’ en el obispado de Toledo una lista que fue enviada
al Vaticano en la que a los nombres incluidos en los papeles
reservados de Fernando VII se añaden varios más. CARCEL
ORTI, Vicente, Masones eclesiásticos españoles durante el
Trienio Liberal (182O-1823), Archivum Historiae Pontificiae
(Roma), 9 (1971), 249-277.

81. La lista va seguida de la siguiente NOTA : Aunque de los


documentos remitidos de Avila resulta estar iniciado en la
Masonería D. José Antonio Tejero, y ser éste canónigo de
aquella Iglesia y electo obispo, hay noticias que tenía
un sobrino del mismo nombre y apellido, y según informes
es más probable que fuese éste el Masón, y no el canónigo,
pero en la primera lista documentada por los que hicieron
el inventario de los papeles de Masones de Avila anotaron
como Masón al canónigo, y con el nombre simbólico de Xerpes,
pero después han dudado (Rubricado). Archivo General de
Palacio. Madrid. Papeles reservados de Fernando VII, t. 67,
fol. 80.
Gérard DUFOUR
Université de Provence

LA EMIGRACIÓN A FRANCIA
DEL CLERO AFRANCESADO
¿ Qué hacer ? ¿ Irse con el invasor extran­
jero acompañándolo en su retirada o quedarse en España
y afrontar la vindicta popular ? Este era el dilema
que se les planteaba a cuantos, en mayor o menor medi­
da, habían colaborado con el gobierno intruso.
Desde que en 1808 el "populacho" (como decían los par­
tidarios de José I 1 ) ha matado en Toledo al canónigo
Juan Diego Duro, no hay clérigo que no sepa que su
condición de tal no le pone al abrigo de ser "viguriza­
do" , esto es, ejecutado primero y arrastrado por las
calles luego . (Goya nos ha dejado un estremecedor
testimonio en el aguafuerte de Desastres de la guerra
titulado : "lo mereció" 3.) El valor personal, el sen­
timiento del deber, la buena o mala conciencia de cada
presunto o efectivo "colaborador", la propia confian­
za en su personal talento de orador debieron ser los
motivos que, a última hora, inclinaron al interesado
a tomar la decisión final. Optan por quedarse - a pe­
sar de haber manifestado un ardiente proselitismo en
sus respectivos pulpitos - los obispos : Amat (arzo­
bispo de Palmira, nombrado para la sede episcopal de
Osma 4), Ramírez de Arellano (Gerona 5 )} Trevira (Cór­
doba 6) y Gómez de Salazar (Avila 7 ). Permanecen
igualmente en sus puestos los canónigos : Reinoso,
en Sevilla 8 ; Rovireta, en Gerona 9 ; Casadeban, en
Zaragoza 10(cuyo nombramiento debe a Suchet en persona).
Ninguno de ellos, parece ser, tuvo que lamentar su
decisión. Un caso de sorprendente habilidad diplomáti­
ca fue el del canónigo zaragozano Sentís : nombrado
por el mismísimo Murat, obtuvo del proprio Fernando
VII la confirmación de su cargo 11 . Manuel Morprobeja,
cura párroco de Valladolid, no tuvo la misma suerte :
como amigo personal que era del general Kellerman,
tuvo que renunciar a su puesto por inteligencia con
el enemigo 12. Sin embargo, más de un correligionario
del vallisoletano hubiera deseado que la represión
no alcanzara mayores proporciones. Prado, por ejemplo,
Vicario General de Calahorra, obligado por el mismo
"delito" no sólo a renunciar a su cargo sino también
a esconderse en su pueblo natal (Tricio, en Logroño)
donde morirá en noviembre de 1815 *3 . No fue de los
más castigados. Vidal, canónigo leridano, será conde­
nado por el Santo Oficio en 1815 *4 . El Vicario General
de la Orden de San Agustín, Jorge Rey, lamentará
haberse quedado en Zaragoza tras la retirada del ejér­
cito del general Paris : morirá en la cárcel a conse­
cuencia de los malos tratos recibidos 15 . Mendíbil,
canónigo de Toledo ni llegará a la cárcel siquiera :
la muchedumbre lo mató en las afueras de la ciudad,
en 1813 16 .
170 Gérard DUFOUR

Los más comprometidos con el invasor, los


que han acompasado al rey José en las diversas etapas
de su retirada : Valencia, Zaragoza, Vitoria, tienen
que decidirse a atravesar la frontera. Según Llórente,
más de 12.000.familias se vieron en esta necesidad 17 .
Según Reinoso, fueron 15-000 las personas concerni­
das 18 . Posiblemente esta cifra, aunque admitida por
historiadores modernos como Témime, Chastagneret y
Broder en su Histoire de l'Espagne contemporaine de
l8O8 à nos jours resulte algo exagerada. En el
documento Etat des Réfugiés espagnols de l'ordre civil
divisés par classes avec désignation des Ministères
dont ils dépendaient, redactado en 1814, ño figuran
más que 2.226 individuos 20 . Si se prescinde de los
471 "particulares" no adscritos a ningún servicio,
puede establecerse una lista de empleados afrancesados
en la que el clero ocupa el quinto lugar :

Hacienda 656 (29,46% del total 37,33% de e mpleados)


Policía 343 (15,40% " 19,54% " " )
Interior 247 (11,09% " " 14,07% " " )
Justicia 186 ( 8,35% " 10,59% " " )
Asuntos eclesiásticos 123 ( 5,52% " 7 % " » )
Casa Real 110 ( 4,94% " 6,26% " " )
Secretaría de Estado 42 ( 1,88% " 11 2,39% " » )
Guerra y Marina 24 ( 1,07% " " 1,36% " " )
Asuntos Extranjeros 17 ( 0,76% " " 0,96% " " )
Consejo de Indias 7 ( 0,31% " " 0,39% " " )

Estos resultados confirman las conclusiones


a que habíamos llegado en 1973 a partir de datos
- mucho más fragmentarios - proporcionados por los
documentos : Etat nominatif des Espagnols réfugiés
en France après l'évacuation de Vitoria par l'armée
française au mois de juin 181~3 y Etat des Espagnols
arrivés et stationnés dans les Départements de la Gi­
ronde et du Gers en juin 1813 21 .Pero habíamos come-
tido, a la sazón, un error considerable al separar,
en nuestro análisis el afrancesamiento del clero del
de los empleados de los diversos ministerios.

La infidencia de estos sacertodes hacia Fer­


nando VII ha podido ser, en algunos casos, de signo
ideológico, pero en la mayoría de ellos nos hallamos
ante un particular tipo de "colaboracionismo": el del
LA EMIGRACION A FRANCIA.,. 171
empleado que, en cuanto tal, sigue fiel al régimen
político que sea. El afrancesamiento, pues, del clero,
no ha de considerarse, a priori, de naturaleza distin­
ta al de los empleados o de Hacienda o del Ministerio
del Interior. He aquí un elemento digno de tenerse
en cuenta para juzgar su actitud ante Napoleón.

¿ Quiénes son estos clérigos condenados a


abandonar su país ? El ya citado Etat des Réfugiés
espagnols de l'ordre civil... nos permite un primer
enfoque por categorías puesto que en la división por
"clases" que allí se establece no aparece más que un
único individuo de la 2a, 57 de la 6a, 32 de la 7a,
26 de la 8a, 2 de la 9a y 5 de la 10a 22 . Ahora bien,
si completamos la lista de sacertodes afrancesados,
el balance resulta más elevado. Rectificando y am­
pliando la primera nómina establecida por Aline
Haquet 23 en 1976 llegamos a un total de 152 clérigos
refugiados en Francia (Cf. "Mémoires et Documents
- Espagne -" 286 y 379-382 de Archives Historiques
du Ministère des Relations Extérieures). Viene en ca­
beza el Arzobispo de Zaragoza, Patriarca de Indias,
ex-inquisidor general, Ramón de Arce. Le siguen tres
obispos : Gordoa, de Zamora, Suárez de Santander
(obispo auxiliar de Zaragoza) y Aguado Jaraba, nombra­
do para Calahorra. A continuación nos encontramos con
74 canónigos (de los cuales, 8 son dignidades), 2
vicarios eclesiásticos, 9 arcedianos, 12 beneficiados,
14 curas párrocos y 37 sacerdotes, sin "grado eclesiás­
tico", aparentemente. Poco en común tienen, sin duda,
un Ramón Arce (de quien Alcalá Galiano - coincidiendo
enteramente con la opinión de La Forest 24 - nos ha
dejado el retrato de un prelado cortesano preocupado
ante todo por convertirse en el favorito del favori­
to 25 y cuyo afrancesamiento parece estar motivado
por un oportunismo galopante) y un Suárez de Santander
(cuya integridad personal nadie puso nunca en duda).

Y ¿ como calificar el comportamiento de un


tal Amoroz que, en Valencia, no dudó en servirse de
su sagrado ministerio para enganar a sus compatriotas
y venderse (y caro, por cierto, a juzgar por el tren
de vida que llevó en Francia) como espía 26 lo que
no deja de llamar la atención es la cantidad de canó­
nigos que encontramos entre estos sacerdotes exilia­
dos. Setenta y cuatro canónigos españoles, nada menos,
llegaron a considerarse de tal modo comprometidos con
el invasor que juzgaron necesario poner pies en pol­
vorosa. Es evidente que no deja de ser ésta una canti­
dad infinitesimal en relación con los 10.541.221
españoles que arroja el censo de 1797. Pero el
172 Gérard DUFOUR

porcentaje es digno de consideración si nos atenemos


al conjunto de clérigos afrancesados en el destierro :
46,68 %, prácticamente la mitad. Y si nos ceñimos a
la proporción de canónigos "infidentes" sin salir de
este "cuerposacerdotal, habida cuenta de que las
canongías sumaban en España, en 1797, exactamente
2.393 27 , resulta que un nada despreciable 3,09 % del
total tuvo que venir a refugiarse a Francia. Este
3,09 % cobra todo su significado comparándolo con el
promedio nacional de exiliados : 0,14 % de la pobla­
ción total española, si aceptamos las estadísticas
proporcionadas por Reinoso y el censo de 1797, esto
es, 15.000 exiliados y 10 millones y medio de habitan­
tes, respectivamente. Comencemos por señalar que en
ciertos casos - concretamente 7 si nos atenemos a los
informes de la administración imperial 28 _ no se trata
exactamente de canónigos a secas sino de canónigos
nombrados. El distingo es importante y nos
obliga a pensar que muchas de estas adhesiones a la
causa francesa debieron obedecer al más descarado
oportunismo. Sin embargo hay catedrales que en 1813
se ven privadas de una tercera parte de sus efectivos
capitulares. En Salamanca, de un total de 26 canónigos,
10 han tenido que salir al destierro. Nueve, de 26,
en Burgos. Ocho, de 40, en Sevilla. Siete, de 24 en
Toledo. Seis, de 20, en Avila. Cinco, de 30 en Zara­
goza, la ciudad de los sitios heroicos 29 . En Toledo,
habida cuenta de los dos canónigos, Duro y Mendíbil,
ejecutados por los patriotas, son nueve, de un total
de 24, los miembros del Cabildo que han hecho gala
de un particular celo "colaboracionista". Así que nada
tiene de extraño que en los archivios de la catedral
metropolitana no aparezcan por ninguna parte las actas
de las reuniones capitulares del periodo l809-l8l2 30.
Atribuir tan amplio fendmeno de afrancesa-
miento a razones de medro personal, exclusivamente,
sería un poco simplista. La perspectiva de una sede
o de una nueva dignidad eclesiástica debió, sin embar­
go, jugar un papel de primer órden en el afrancesa-
miento de los canónigos en cuestión. Ya es curioso
que las catedrales mencionadas (Toledo, Salamanca,
Sevilla, Zaragoza, Burgos) sean precisamente las más
ricas y sus canonjías, por consiguiente, las mejor
dotadas. Y lo que es más significativo adn : son éstas,
por añadidura, las sedes episcopales en que el rey
se reserva el derecho de nombramiento que recompensa
sabiduría y servicio a la monarquía. Es ésta una rega­
lía de la corona de cuyas ventajas evidentes el rey
no piensa prescindir. Es por ello lógico que recompen­
se con la atribución de una dignidad catedralicia
LA EMIGRACION A FRANCIA... 173
a aquellos miembros del clero que se hayan ilustrado
particularmente en la defensa de las regalías de la
corona. 0 lo que es lo mismo : que adhieran a esta
tesis jansenista y militen por ella. Dentro de esta
óptica a quién le va a extrañar que corran parejas
jansenismo y afrancesamiento ? Recuérdese el caso
paradigmático de la catedral de Salamanca, uno de los
centros más activos del jansenismo español y, parale­
lamente, uno de los capítulos que mayor porcentaje
de afrancesados nos ofrece 31 • Así es como nos encon­
tramos en la emigración francesa con eclesiásticos
que ya han sido acusados de jansenismo por el Santo
Oficio. Es el caso de Llórente 32 , Cuesta (uno de los
asiduos a la tertulia de la Condesa delMontijo 33 y
de quien el abate Grégoire dirá que se había puesto
a traducir los 13 volúmenes de Tostado Mendoza de Ma­
drigal, "travail qu'il était tres en état d’exéauter, mais les
fureurs inquisitoriales ont toumenté eet aimable ecclésiasti-
que" 34) y Melón (a quien se referirá el Príncipe de
la Paz en sus Memorias en estos términos : "Los enemigos
de las luces han hecho fulminar un proceso sobre opiniones de
escuela, bordadas de mil chismes, en que estuvo a pique de que
le hubiesen encerrado y podrido en un convento (...) yo le salvé
como a tantos otros sabios y literatos de mi tiempo" 35).

La presencia masiva de refugiados españoles


en Francia supuso un serio contratiempo para el go­
bierno imperial que no quería que pasaran más allá
del Garona (por miedo de que el pueblo francés se
alarmara al constatar la amplitud de la derrota de
Vitoria) ni que se quedaran demasiado cerca de los
Pirineos (por miedo, sin duda, de que dieran informes
al enemigo). Por ello, después de haber dado orden
a los prefectos, el 26 de junio de 1813, de conducir
a los refugiados españoles al interior, es esforzó
por reunirlos, a partir del 8 de julio, en la región
de Gers y, concretamente, en Auch, Lectoure y Condom36.

Los sacerdotes no conocieron, por regla


general, mejor suerte que sus compatriotas laicos.
La mayor parte - 42, según nuestros cálculos - fue
a parar al departamento de Gers, donde fueron tratados,
según ellos, como prisioneros de guerra, cuando no
peor . Otros, con más suerte, llegaron hasta la
Gironda : 26. Venciendo la oposición del comisario
de la ciudad que quería alejarlos a la región de Gers,
donde les prometía ayuda38;la mayor parte se instaló
en Burdeos, ciudad que no tardaría en convertirse en
la capital de la emigración af rancesada39. A 64 kms de
la capital de la Gironda, en Bazas, se quedó otro
grupo.
174 Gérard DUFOUR

Pero quienes pudieron costearse el viaje


se fueron de la región de Gers a Burdeos40 La meta
soñada de residencia definitiva era, sin embargo,
París. Ahora bien, únicamente el arzobispo de Zaragoza
y Patriarca de las Indias, Ramón de Arce, con su
séquito de ocho criados consiguió la necesaria autori­
zación en el mes de agosto de 1813 41 . Los demás tu­
vieron que esperar al fin del Imperio para poder
llegar a la capital de Francia. Los hubo, finalmente,
que, gracias a una recomendación de Ürquijo o a la
cooperación de un comisario de policía, pudieron que­
darse cerca de la frontera española : en Bayona (Ri-
polez42 ), en Perpinan (Amoroz, Goig, Onate y
Villo43 ) o en Pau (Gómez Cordobés, Hervás, Alba,
Asenjo, Méndez Pacheco, Navarro Vicente, Pineyro y
el obispo Sua'rez de Santander44 ).

En la elección de la residencia entraban


en cuenta factores de índole económica. Podrá argüirse
que un sacerdote puede ejercer su ministerio en cual­
quier población de la cristianidad y, sin embargo,
así era cuando no se contaba con más recursos que los
que procuraba la tarea sacerdotal y, en particular,
las misas pagadas, la principal fuente de ingresos.
Así se expresa, sin rodeos, el canónigo de Tarragona,
Serafín Oñate cuando solicita residir en Perpinan 45.
Se les planteaba a estos curas exiliados españoles
un problema de competencia, en el sentido estrictamen­
te comercial de la palabra. La posibilidad de obtener
encargos de misas en Auch, Condom o Lectoure en can­
tidad suficiente era muy problemática. Auch tenía
repartidos sus habitantes en una parroquia ;
Condom en una también ; Lectoure en 2 46,
Sesenta curas extranjeros que llegan de golpe y deben
repartirse en un total de cuatro parroquias no pueden
soñar con obtener un mxnimo de misas de encargo que
les permita sobrevivir dignamente. Nada tiene, pues,
de extraño, que nos encontremos en la región de Gers
a la casi totalidad de clérigos emigrados pidiendo,
con sus compañeros de exilio, en octubre de l8l3, una
indemnización de 75 ctms diarios, cantidad que el
autor de las "Observaciones" que leemos en el escrito
califica de "faible et tres faible"^ .

Los 26 sacerdotes que habian logrado insta­


larse en Gironda debieron encontrar menos dificultades
para integrarse a una parroquia. Burdeos, con 60.000
habitantes contaba excluyendo a la Catedral, con cinco
parroquias. Bazas solo tenia una iglesia 48 . No otra
cosa se deduce de la resignación con que - al igual
que los demas refugiados de la Gironda - esperaron
los socorros de la Comisión Otto49.
LA EMIGRACION A FRANCIA... 175
En los días de confusión que precedieron
a la caída del Imperio, la policía dio prueba de cier­
to laxismo en materia de residencia. Así es como,
en octubre de 1813, Ortega y Rocandio Sordomudo, ob­
tienen la debida autorización para trasladarse a
Toulouse 50 donde se les unirá, en enero de 1814 51 ,
Ximénez Valdés. Por las mismas fechas, a Asenjo le
dan permiso para irse a Marsella 52 . Otro sacerdote
español, Just, consigue lo mismo, mientras que Laurent,
que estaba ya en Marsella, se traslada a Burdeos, por
razones que ignoramos. En este mismo año 1814, Oliva
se va a vivir a Angulema y Orozco a Dax 53 . París
ejercerá una atracción irresistible sobre los más
cultos y adinerados : Llórente 54 , Melón 55 , Andrés
Muriel, Joseph del Moral, Pacheco García, Alonso,
Rangel, Francisco Hernández 56 y Lanza 57. Montpellier,
sin embargo, será el polo de atracción de la mayor
parte de todos ellos. El obispo local no disimula su
satisfacción ante la llegada de Monseñor Suárez de
Santander y los 13 clérigos que le acompañan. Al pri­
mero le recibe con todos los honores 58 y los demás
pasan a engrosar los escasos efectivos de la dióce­
sis 59 . Pero la regla general es que, por falta de
medios económicos, los clérigos españoles refugiados
en Francia tengan que quedarse en el sitio donde se
ha detenido la expedición. Así es como un personaje
de la categoría de Pedro Estala muere en Auch, en
l8l5- No es un hombre como Lista, que puede despla­
zarse a su antojo, de Gers á Toulouse, en 1814 60 ,
y de Toulouse nuevamente a Auch, en l8l5 6l .

Los sacerdotes afrancesados, como el resto


de sus compañeros exiliados, contaban con volver a
España gracias a una inversión de la situación mili­
tar en favor de Napoleón. El tratado secreto firmado
el 11 de diciembre de 1813, en Fontainebleau (entre
el Duque de San Carlos, por parte de Fernando VII y
La Forest, representante del Emperador) no podía sino
alimentar estas esperanzas de regreso. También abun­
daban en este sentido las declaraciones que, a su paso
por Toulouse, hizo oficiosamente saber Fernando VII
a sus súbditos en el exilio 62 .

Pero en lugar del perdón soberano tan


ansiado (y que algunos, como Llórente, por ejemplo,
no tuvieron empacho alguno en solicitar 63 ) lo que
les cayó encima fue una condena a destierro perpetuo.
En adelante, "loa capitanes generales, comandantes, gobernadores
y justicias de los pueblos de la frontera no permitiesen que
entrasen en Esparta con ningún pretexto a las personas de titulo
y cualquiera prelado o persona condecorada con alguna dignidad
eclesiástica que le hubiera concedido el Gobierno intruso o es­
tándolo ya por el legítimo hubiese seguido el partido de aquel
y expatiddose en su seguimiento".
176 Gérard DUFOUR
Así rezaba la circular de aplicación del
ministro de la Justicia, Pedro Macanaz, que acompañaba
al Real decreto del 30 de mayo de 1814, día de San
Fernando, para mayor escarnio de quienes esperaban
una muestra de magninimidad real en fecha tan propi­
cia 64. El término no dejaba de plantear problemas
de interpretación. En l8l8, Lozano Torres le dará el
sentido más restrictivo posible 65. Podía aplicarse
un criterio más amplio y así fue como Alberto Lista
medio-prebendado de Sevilla, pudo, en 1817, instalarse
en Pamplona 66. Simples curas y vicarios, al menos,
podían volver a su patria. Teóricamente, sin proble­
mas. Y decimos teóricamente porque, aunque no estemos
en condiciones de poder establecer la lista de los
clérigos de segunda fila que pudieron regresar a
España y la de los que se quedaron en Francia, sí he­
mos encontrado más de una vez simples sacerdotes en
los documentos relacionados con los refugiados en
Francia después de la Segunda Restauración. El miedo
de la acogida que les sería reservada, el temor de
comparecer ante el Santo Oficio (restablecido a par­
tir del 21 de julio de 1814) puede permitirnos cali­
ficar de prudente la decisión de quedarse en el
extranjero.
La situación económica de los eclesiásticos
condenados al exilio iba de mal en peor. El 21 de
julio de 1814, Monseñor Suárez de Santander y el
poeta Meléndez Valdés escribieron desde Montpellier
al gobierno francés pidiéndole subsidios. El 19 de
julio renovaron la petición 67 . Pero hasta el 1 de
setiembre de 1814, el rey Luis XVIII no concedará una
ayuda fija a los refugiados españoles residentes en
Francia 68 . Salvo casos excepcionales - como Llórente
que, no sabemos por qué, consiguió no ser incluido
en la nómina general y percibió mensualidades más
sustanciales 69 - todo canónigo español en el exilio
tuvo derecho al cobro mensual de 120 francos. Un sim­
ple sacerdote percibía 37,50 francos 7° . Estas sumas
eran en extremo módicas. Piénsese que el sueldo de
un canónigo francés o de un cura de segunda categoría
era de 1.100 francos ; el de un simple presbítero,
600 Frs, y el de los vicarios, "que no fueran de grandes
poblaciones", 200 frs 71 . Incluso contando con los in­
gresos de una misa diaria no puede decirse que estos
sacerdotes nadaran en la abundancia. Tenían que proc-
curarse otros recursos. Es curioso constatar que
únicamente Llórente y Andrés Muriel, más tarde, pen­
saron en sacar provecho económico de la actividad
literaria. Volveremos a hablar de ellos más adelante.
Otros se dedicaron a dar clases de latín o español.
Desgraciadamente no nos es posible, por falta de base
documental, saber en que proporción pudieron redon­
dear sus menguados ingresos con esta actividad docente
LA EMIGRACION A FRANCIA... 177
El destierro a que se veían condenados estos
sacerdotes por el decreto del 30 de mayo de 1814 pro­
dujo automáticamente en España canonjías y demás
beneficios eclesiásticos vacantes. Así lo hizo saber
oficialmente una Carta Orden del Consejo de Castilla
promulgada en noviembre de 1815 72 . Pero el gobierno
no esperó hasta entonces para cubrir estas vacantes
y ya en setiembre de 1814 comenzaron a conocerse los
nombres de sus nuevos titulares.

A la capital de Espalia acudió un enjambre


de postulantes que, no contentos con el nuevo nombra­
miento venían a solicitar otro "más pingüe". El Gobier­
no tuvo que reexpedirlos "a la posible brevedad a sus resi­
dencias", según podía leerse en una circular del
Ministerio de Justicia del 16 de setiembre de 1814 73.
Desde el punto de vista del Derecho Canóni­
co la decisión gubernemental podía ser tachada de
ilegal y Llórente no se privó de hacerlo protestando
por ello en diversas ocasiones 74 . Las autoridades
madrileñas no debían tenerlas todas consigo puesto
que en octubre y noviembre de 1815 le encargan al
embajador en la Santa Sede, Antonio de Vargas, que
urja al Papa la ratificación de los nuevos nombra­
mientos. Como los tribunales romanos estaban de vaca­
ciones, Vargas no dudó en personarse en Castelgandolfo,
la residencia veraniega del Papa, para obtener la
promesa de una decisión favorable 75 . Pío VII tenía
en gran estima al monarca español y así se lo hizo
saber cuando, a propósito de la restauración de la
Compañía de Jesús en España, el Soberano Pontífice
se dirigió a él en estos términos : "Carissimo in Christo
Fili noster, cujus religionem, sapientiam prudentiamque ¡jure
admiramur" 76 . Fernando VII no se privó de sacar parti­
do, en beneficio propio, de la buena disposición papal.
El 30 de octubre de 1814, Antonio de Vargas recibía
la orden de solicitar del Santo Padre su personal
intervención junto al Patriarca de las Indias, Ramón
de Arce, editándole a la renuncia de la Mitra" 77 . ¿ Inter­
vino Pío VII personalmente en esta tarea en extremo
delicada puesto que a tan alto dignatario no podía
expoliársele como a un vulgar canónigo ? De lo que
nos ha quedado constancia en un informe de la policía
francesa, es de que el ilustre purpurado se mostró
particularmente sensible a argumentos de orden finan­
ciero y que terminó por consentir en renunciar al
arzobispado de Zaragoza, previo pago de una pensión
a la altura de su rango 78 .
178 Gérard DUFOUR

Fernando VIX, haciendo gala de autoridad


o diplomacia (o ambas cosas a la vez) consiguió despo­
jar de sus cargos al clero afrancesado. Ello le dejó
las manos libres para reemplazar a los eclesiásticos
de dudosa fidelidad política, y a menudo jansenistas,
por defensores incondicionales del trono y el altar.
Estos últimos manifestaron, en adelante, para con sus
expoliados predecesores la misma hostilidad (por no
decir : más) que en Francia los compradores de bienes
nacionales contra la nobleza y el clero desposeído.
De aquí que, con ocasión de la consulta de l8l6 rela­
tiva a una eventual amnistía, solo el Consejo de la
Inquisición (entre todos los Consejos consultados)
manifestó una feroz oposición, arguyendo que "la amnis­
tia general sería desde luego peligrosa y bastante por si sola
para arruinar al Estado" 79'. Actitud intransigente que
era compartida por la mayoría de los prelados 80 . Así
se explica también que, cada vez que el gobierno fran­
cés, queriendo desembarazarse de la pesada carga
financiera que suponía la ayuda económica a los emi­
grados, intervenía junto a su homólogo español
solicitando, si no la abrogación, sí un menor rigor
en la aplicación de lo estipulado en la Cédula del
30 de mayo de 1814, cada vez que esto ocurría, el
Gobierno español reiteraba su condena. Concretamente
el 14 de mayo de 1814, el ministro de Gracia y Jus­
ticia Lozano Torres, volvía a dejar bien sentado que
"relativement aux ecclésiastiques, les chanoines ¿usu'aux plus
hautes dignités de l'Eglise sont compris dans les classes d'exceptior&l
Y el embajador de Francia en Madrid confirmaba a su
gobierno, el 9 de noviembre del mismo año, que no
había que hacerse ilusiones sobre un cambio de acti­
tud por parte de las autoridades españolas : "A ma pre­
mière question sur les dignités ecclésiastiques, il répond
positivement que cette désignation comprend les archevêques,
évêques, abbés mitrés, doyens, chanoines-dignitaires, toute
espèce de prébende et demi-prébende dans leur chapitre. Les
personnes revêtues de ces dignités ne peuvent rentrer en Espa­
gne, suivant la teneur de l'article 1° de la Cédule" 82.

Para entrar en España - y previa renuncia


a las prebendas de que habían gozado - los miembros
del clero afrancesado tendrán que esperar a la
amnistía general de 1820.

A los sacerdotes españoles en el exilio no


les queda más remedio que integrarse en la comunidad
religiosa francesa. Pero tienen para ello que vencer
ciertos recelos, en particular por parte de la policía
que los vigila, aunque en vano, porque no puede cul­
parles de nada §3 . No los pierde tampoco de vista
LA EMIGRACION A FRANCIA... 179
el clero ultramontano y ultrarregalista que quiere
hacer de cada francés "l'ami du Roi et de la Religion" y que
ha conseguido, en determinados casos, reemplazar a
la jerarquía eclesiástica nombrada por Napoleón. Así
es como a Llórente - y seguramente hay otros en su
caso - le niegan, en l8l4, ios vicarios generales de
París (que han logrado la deposición de su arzobispo)
la autorización de administrar el sacramento de la
confesión a sus compatriotas 84 .

Sin embargo nada se desprende de la conducta


del clero espaííol afrancesado que justifique semejante
desconfianza. Nosotros no hemos, en todo caso, hallado
nada en contrario en los archivos de la Police des
Cuites 85 , ni en los de la Grande Aumônerie 86 . Al
contrario, su presencia en las parroquias francesas
es tanto más apreciada cuanto que hay más de cuatro
mil familias españolas víctimas del decreto de expul­
sión del 30 de mayo de 181487 y que hay que atender
espiritualmente. Esta es la razón por la que incluso
los vicarios generales de París van a terminar por
concederle, en l8l6, a Llórente (y, sin duda, a los
demás colegas) la autorización de confesar a sus com­
patriotas 88 . Aunque no son más que una ínfima mino-
ria89-hasta tal punto se integran a la parroquia donde
celebran la misa que habrá curas párrocos que les
confien a veces incluso la predicación del sermón 90 .
Y hasta llegarán algunos a recibir la petición de
confesión de parte de fieles de nacionalidad francesa.
Esto último no lo aceptarán nunca los vicarios gene­
rales de París que no olvidan en ningún momento los
antecedentes políticos de estos curas emigrados 91 .

Uno de éstos, Francisco Torrecilla, antiguo


prebendado de Zaragoza, instalado en Montfort (Landes)
desde diciembre de 1813 se hizo ciudadano francés en
1818 con vistas a su integración en la comunidad reli­
giosa francesa 92 . Que nosotros sepamos nadie más
siguió su ejemplo 93 . De hecho, la mayor parte de
ellos seguían en contacto con la madre patria como
lo prueba la correspondencia conservada de Lista con
Reinoso 94 , de Melón con Leandro Fernández de Mora-
tín 95 y el testimonio de numerosos textos de Juan
Antonio Llórente 96.

Gracias a estas relaciones epistolares y


a la lectura de prensa y libros españoles importados
en Francia, el clero español está al corriente, en
el exilio de las medidas que toma el gobierno español
en contra suya y de los injurias que les llueven pú­
blicamente. Un tal Fray Manuel Martínez, Mercedario
180 Gérard DUFOUR
Calzado, ha publicado, por ejemplo, agazapado tras
las iniciales F.M.M.M.C., en 1814, en la madrilefia
Imprenta Real un libro titulado : Los famosos traido­
res refugiados en Francia 97 . Entre estos "famosos
traidores" había más de uño que alternaba el manejo
del hisopo con el de la pluma. Baste recordar a Estala,
traductor de prestigio 98 y uno de los más activos
propagandistas de José I, de quien se publicó en
Vitoria, en setiembre de 1808, el opúsculo titulado :
Reflexiones imparciales sobre el estado actual de
España 99 ? También colaboró, eñ 1812, eñ el Diario
de Valencia 100 . Amigo suyo fue Juan Antonio Melón,
antiguo director del Semanario de Agricultura y Artes,
quien, al decir del Príncipe de la Paz era "un hombre de
letras y de estado de una reputación bien ganada en España y
fuera de ella" 101 . No olvidemos tampoco a Lista (autor
en la Gaceta de Sevilla de un poema a la gloria de
José I 102 ) , Cuesta (lanzado antaño a la traducción
de la obra de Tostado Mendoza de Madrigal 103 ) y Mora­
les (canónigo sevillano que dejó al morir un manuscri­
to sobre el tratado de probabilidades 104).
Y sin embargo, ninguno de estos sacerdotes-
escritores respondió a los ataques entre 1814 y 1820.
La muerte de Estala en 1815, en Auch, nos impide, es
cierto, saber lo que éste hubiera hecho, pero en lo
que concierne a los demás, no hay más remedio que
constatar un silencio casi general, por miedo, proba­
blemente, a aumentar las dificultades de regreso a
España. Los únicos que salieron en defensa de su honor
fueron : Llórente y el obispo auxiliar de Zaragoza,
Miguel Suárez de Santander. Juan Antonio Llórente
respondió con su Defensa canónica y política... contra
injustas acusaciones de fingidos crímenes, "transoen-
dental - según él - en varios puntos al mayor número de espa­
rtóles refugiados en Francia" y en particular a los de
estado eclesiástico 105. Miguel Suárez de Santander
redactó sus Apuntaciones para la apología formal de
su conducta religiosa y política anunciando expresa­
mente esta obra como "respuesta de este prelado a otra muy
irreverente y calumniosa que le escribió e imprimió en Madrid
en el ano de 1818 el Padre Fray Manuel Martines" 106. La Defen­
sa canónica... de Llórente fue publicada en París,
eñ 1816 y editada por Plassan que tiró 500 ejemplares
(cantidad normal en la época) 107 . Apuntaciones. . ;
de Monseñor Suárez de Santander se publicó probable­
mente 'en Montpellier (no se menciona en la obra), en
l8l8 e ignoramos la tirada 108 . Un resultado concreto
- el único tangible - fue el de reavivar la polémica.
Fray Manuel Martínez respondió con otro opúsculo :
Nuevos documentos para continuar la historia de algu­
nos famosos traidores refugiados en Francia... 109 .
LA EMIGRACION A FRANCIA... 181
Juan Antonio Llórente, por su parte, llego
a obtener sustanciales ingresos con el ejercicio de
la pluma y la Historia critica de la Inquisición de
España, public ada eñ 1817 por Treuttel y Würtz, le
convirtió, por añadidura, en una de las personalidades
más en boga del mundo parisiense de las Letras. Ya
hemos hablado en otras circunstancias de este persona­
je con la debida extensión como para no tener que
hacerlo aquí 110 .

Será durante el Trienio Liberal cuando los


sacerdotes afrancesados volverán al ejercicio de la
pluma. Con el transcurso del tiempo, muchos españoles
terminaron por olvidar o perdonar a los "colaboracio­
nistas" considerándolos más bien como otras víctimas
más del absolutismo de Fernando VII. Monseñor Suárez
de Santander pudo así entrar en España el 30 de abril
de 1820. La Sociedad Patriótica de Santander le hizo
un recibimiento oficial el 4 de mayo 111 . Ahora bien
estos honores, una acogida tan entusiasta, no dejó
de constituir un hecho excepcional. Los afrancesados
debían, por regla general, demostrar su inociencia.

El 17 de junio de 1820 la Bibliographie de


la France anuncia la venta en París, eñ Rodríguez y
Delaunay, al precio de 2 francos, de un folleto de
seis hojas, in octavo : Los afrancesados o una cues­
tión dé política, impreso, a trescientos ejemplares,
porRougeron H2 . Su autor quiere disimularse tras
las iniciales D.A.M. Se trata del antiguo arcediano
de Sevilla, Andrés Muriel, que empieza así una
brillante carrera de literato-historiador. Su tesis
es la misma que la defendida por J.A. Llórente en 1814
en Memorias para la historia de la revolución españo­
la ií3: los afrancesados obraron de buena fe "con la es­
peranza de sacar a España del caos en que la habían sumergido
tres siglos de opresión y de error" H4 y, a pesar de la
oposición política que enfrentaba a los gobiernos de
Cádiz y Madrid, "cuando no se trataba de gobierno, el espíri­
tu. general de los individuos era fraternal y conciliador con
los del partido opuesto" 115 .

El tender la mano a los verdaderos liberales


no pasaba de ser, a veces, un gesto para la galería,
por parte de los curas afrancesados. Dos de ellos,
Sebastian de Minano y Alberto Lista, de vuelta a
España en l8l6 y 1817, no tenían de liberales modera­
dos más que la fachada ya que no escatimaron esfuerzos
en favor de la contrarrevoluc ión 116 . Esta es la
opinión de Alberto Gil Novales que se basa principal­
mente en la colaboración de Lista y Miñano en El Cen­
sor , cuyo primer numero apareció en Madrid el 5 de
182 Gérard DUFOUR
agosto de 1820. (Claude Morange no comparte el juicio
de Gil Novales pero tenemos que esperar a que su tesis
sobre Miñano 117 confirme este punto de vista contra­
dictorio.) De todos modos, es un hecho que la corres­
pondencia diplomática de la Embajada de Francia en
Madrid del 14 de Agosto de 1820 se refería a El Censor
y Cartas del holgazán de Miñano como "les feuiZZes qui
annonoent une sorte de modération" y podían, por consiguien­
te, ser útiles a "la buena causa" ll8 . Entre las pu­
blicaciones que el gobierno francés consideraba
también positivas y que probablemente favorecía,
figuraba Conversaciones entre Cándido y Prudencio que
Llórente publicó en España 119. Como ya hemos demos­
trado en nuestra tesis doctoral 120 } este último
pasará rápidamente del moderantismo a un liberalismo
activo ; y no por razones estrictamente políticas sino
como consecuencia de su compromiso religioso contra
Roma.

De todos modos, la actitud "moderada", por


no decir : conservadora, de un Lista, un Miñano o un
Llórente al comienzo del Trienio Liberal es extrema­
damente consecuente y entre de lleno en la más per­
fecta lógica : como se había cansado de repetir
Llórente a Fernando Vil, los afrancesados - y, ante
todo, el clero afrancesado - habían aceptado en 1808
el cambio de dinastía con el deliberado propósito de
salvar de esto modo a la institución monárquica 121.
También ellos habían sido "amigos deZ Rey y de Za ReZigidn"
Y si bien era cierto que no compartían el ultramonta-
nismo en boga a un lado y otro de los Pirineos, no
lo era menos que sentían un pánico visceral ante la
"anarquía" y los excesos a que podía librarse el
pueblo, por ellos calificado antano de "plebe" o
"populacho".

Conviene igualmente poner de relieve que


Miñano no había perdido del todo el contacto con la
emigración "colaboracionista" en Francia. Es, efec­
tivamente, en 1821 cuando se imprime en Burdeos
Lamentos políticos de un pobrecito holgazán que estaba
acostumbrado a vivir a costa ajena, la célebre publi­
caciónperiódica madrileña de 1820 122 . Brossier, el
impresor, hace el depósito legal el 14 de junio de
1821 y anuncia una tirada de 1.000 ejemplares.
Bibliographie de la France señala que está a la venta
en Burdeos, en la librería Gayet y puede encontrarse
igualmente en La Habana, calle de la Obra Pía 123 .
LA EMIGRACION A FRANCIA. 183
Mes y medio más tarde, el 25 de julio, nuevo
deposito legal, por parte del mismo Gayet, con idénti­
ca tirada y los mismos sitios de venta, de Cartas del
Madrileño a un amigo suyo de provincias sobre las
ocurrencias del día.Aunque anónimas las dos obras,
son sin duda del mismo autor : Sebastian Minano 124..
Si bien impresos por Brossier, ambos libros especifi­
caban "Imprenta de El Censor". Con ello se indicaba
claramente la ideología política en que el lector
debía situar estos textos.
No ocurre así con Cartas del compadre del
holgazán y apologista universal de la holgazanería
(Madrid 18 2 0— 18 21) 125 que otro impresor bórdeles,
Lawalle Jeune, tira a 1.000 ejemplares, en febrero
de 1822, indicando la misma mención de depósito de
venta : Gayet, en Burdeos y la calle de la Obra Pía
en La Habana 126 . Ahora bien, el autor de Cartas del
compadre del holgazán no es Minano, como ha venido
sosteniéndose 127 , sino un tal Manuel Zenteno o Cen­
teno, de quien actualmente no se sabe nada aparte de
que negó ser el autor de Cartas del compadre del
Zurriago 128 , Quizá se trate del Manuel Centeno, canó-
nigo y prior de la catedral de Granada, refugiado en
Gironda en l8l3 129 . Mera hipótesis que necesita veri­
ficación, pero que no hay que descartar. Cabe pregun­
tarse qué acogida tuvieron estos escritos en La
Habana. Por ahora lo ignoramos totalmente.Constatamos,
sin embargo, que la cuestión americana entraba a for­
mar parte de la lid política en el ruedo ibérico.
En otra ocasión nos hemos referido a la evolución de
Juan Antonio Llórente, y cómo llegó a firmar uno de
sus escritos (Proyecto de constitución religiosa...)
con el seudónimo de "Un Americano". Y ya se sabe la
importancia, dentro del contexto de la lucha de los
pueblos americanos por su independencia, de su edi­
ción de la obra de Las Casas 130 . ,

Por otra parte, José del Moral y Saravia,


antiguo canónigo de México, había intervenido ya en
Bayona en la elaboración de la Constitución para pedir
la total libertad de comercio entre las Indias y la
Metrópoli y salir en defensa de los derechos de los
indios liberándolos de los tributos y obligaciones
múltiples a que estaban sometidos 131 . En octubre de
1822 publicó, con una tirada de 1.000 ejemplares :
Memorias que dirige a sus compatriotas D. José¡ Joaquín
del Moral y Saravia, natural de Tehuacán de las Gra-
nadas, en la provincia de La Puebla de Los Angeles,
doctor de la Universidad de Méjico 132. Esta manera
184 Gérard DUFOUR
de hacer hincapié en sus orígenes, al dirigirse a sus
compatriotas es en extremo elocuente. Este texto de
Moral como otros de Llórente ponen de relieve la acti­
tud de determinados sacerdotes afrancesados que quie­
ren dejar constancia de que guardan las distancias
con España 133 ¿Se trata de un caso extremo o es más
bien una actitud general ? Imposible pronunciarnos
en un sentido u otro.
No sabemos, salvo en contados casos, lo que
fue de estos sacerdotes afrancesados. Muchos debieron
morir en Francia de viejos o por enfermedad. Algunos
pudieron entrar en España. ¿ En qué proporción unos
y otros ? Tampoco lo sabemos. Si el voto de las Cor­
tes del 20 de setiembre de 1820 les permitía - como
a los demás afrancesados - volver a su patria y
recuperar la totalidad de los bienes embargados, no
podían en modo alguno volver a ocupar sus anteriores
cargos í 34 . regreso de Francia a España debió
constituir para la mayoría de ellos - como fue el
caso de Juan Antonio Llórente - el comienzo de un se­
gundo exilio 135 .

Como todos los espartóles emigrados, los sa­


cerdotes afrancesados fueron objeto de una estrecha
vigilancia por parte de la policía francesa. Un
informe del "Cabinet de Police", con fecha 23 de abril
de 1823 se refiere a Ramón de Arce en estos términos:
tras haber relatado su carrera : "Obligé de quitter l'Es­
pagne aveo l'armée française, il vint se réfugier à Paris d'où
il consentit à donner sa démission de l'Arohevêehé de Saragosse,
moyennant une forte pension, qui lui a été assurée. " se tiene
que admitir que :
"considéré comme un homme privé, on ne peut que louer son carac­
tère doux, liant et paisible"l3(>.

En vano se preocupa tanto la policía fran­


cesa por el clero afrancesado español puesto que,
aunque la expulsión por activismo político - bastaba
con una simple sospecha - se dió con frecuencia en
1822 en la colonia de emigrados, sólo Llórente, de
entre sus colegas eclesiásticos, tuvo que padecer
esta sanción 137 .

Tras el Trienio Liberal, los sacerdotes


afrancesados de la emigración no existen ya en cuanto
grupo. Únicamente quedan individuos aislados, entre
los cuales uno sólo sobresale : Andrés Muriel. En 1831
publicará Notice sur D. Gonzalo de O'Farril, Lieute­
nant Général des Armées de S.M. le Roi d'Espagne 13Ó
yunatraducción París, 1827) de L'Espagne sous les
Rois de la Maison de Bourbon de William Cox 139.
LA EMIGRACION A FRANCIA... 185
Las notas que añade de su cosecha van a provocar tal
furor por parte de Godoy 140 que las Memorias del Prín­
cipe de la Paz (publicadas en 1836, en París, primero
en francés y luego en español traducidas por Esmé-
nard 141 ) han de ser consideradas como una refutación
de Andrés Muriel. Este último continua su trabajo de
historiador publicando en París, en 1838, una instruc­
ción reservada de Carlos III 142 (reeditada en Madrid
al año siguiente y en traducción francesa, por
el propio Muriel 143 , en París). Y no olvidemos su
monumental Historia de Carlos IV, en 6 tomos, que
Menéndez Pelayo publicará de 1893 a 1895 144 .

Pero el afrancesamiento no era ya "una


cuestión de política" como antaño había afirmado
Muriel sino tema histórico. El propio Godoy se extra­
ñaba a veces de encontrarse con un personaje como el
cura Melón y saber que otros como él vivían en París
"entre Zas ruinas de aquel tiempo dispersadas por el mundo" 145 .■
Arce, Melón, Andrés Muriel morirán en París en un to­
tal anonimato. La indiferencia de los historiadores
acabó de sepultarlos en el olvido. Ojalá este coloquio
les procure una bien merecida atención.
186 Gérard DUFOUR

LISTA DE LOS CLÉRIGOS AFRANCESADOS


EMIGRADOS A FRANCIA

Apellidos y Nombres Calidad Lugar(es) de residencia

AGUADO Nombrado obispo de Cala- Guéthary (Basses-Pyrénées)


Horra
ALBA (Juan) Beneficiario de Avila Pau (Basses-Pyrénées)

ALBAREZ LARREAS Canónigo de Toledo Gers


ALBARATEGUI (Francisco) Arcediano de Lara en Gironda
Burgos
ALDANA (Juan Manuel) Nombrado canónigo de
Salamanca
ALONSO (Bernardo) Canónigo de Toro (León) Auch (Gers)

ALONSO de IRADO Canónigo de Valladólid Gers


(Gregorio)
ALVANCA (Juan Manuel) Canónigo de Salamanca Agen (Lot-et-Garonne)

AMOROZ (Pablo) Sacerdote, Valencia Perpiffdn (Pyrénées-Orienta­


les)
ANDEIRO (Pablo) Canónigo, Deán de la Gers
Catedral de Granada
ANDRAZA (Pedro) Arcediano de Balpuesta
(?)
ANDUXAR (Juan) Sacerdote Gironda
ANGEL (Marcelino) Canónigo de Salamanca
ANTERO y MUÍÍEZ (Benito) Canónigo de Granada Gers
ARCE (Manuel) Sacerdote ¡ sacristán Gironda
de la Capilla Real
ARCE (Ramón de) Arzobispo de Zaragoza; Burdeos (agosto de 1813)
Patriarca de las Indias Paris
Inquisidor general
ARRIBAS (Juan) Arcediano de Burgos Gironda
ARRIETA (Pedro) Canónigo de Salamanca Bazas (Gironda
ASENJO (Francisco Arcediano de Antequera Basses-Pyrénées
Xavier)
ATILANO (Santos) Sacerdote (León) Auch (Gers)
LA EMIGRACION A FRANCIA. 187

AUDRACA (Pedro Jacinto) Canónigo de Burgos Gironda


BARCENA (Francisco Canónigo de Calahorra
Maria)
BARIENA (Francisco de) Canónigo de Calahorra Burdeos (Gironda)
BARRINSO (José) Sacerdote, Toledo Gers
BENITO (Augusto) Canónigo
BERNARDO (Bernardo) Canónigo de Toro (León) Gers
BORJA (Francisco de) Párroco de Jerez
BRAULIO ALVAREZ Canónigo de Toledo Gironda
CABAZA (Trifon) Canónigo de Calahorra
CANGA (Javier) Canónigo de Zaragoza
CASCO (Alfonso) Nombrado prebendado de Gers
Merino (Jaén)
CENTENO (Manuel) Canónigo ¡ Prior de Gironda
Granada
CERDAN (Benito) Limosnero del Prefecto Gers
de Granada
COCAL Canónigo de Salamanca
CONDE y VELASCO Nombrado canónigo de Burdeos (Gironda)
(J oaquin) Burgos
CROSO (Francisco Paula Sacerdote (ex-monje) Gers
de)
CUESTA (Gerónimo de la) Arcediano de Avila Gironda
DOPRANO ALONZO Canónigo de Valladolid Auch (Gers)
(Gregorio)
DOZ (José) Capellán de la Capilla Burdeos (Gironda)
Real
DUARTE (Gil) Canónigo j Tesorero de
Málaga
ESPOLLEA DEL RINCON Sacerdote
(Manuel)
ESTALA (Pedro) Canónigo de Toledo Auch (Gers)
ESTERIPA (Nicolás) Limosnero del Rey Auch (Gers)
ESTRADA (Joaquin) Canónigo de jaca

GAJATE (Silvestre) Canónigo de Ciudad Gironda


Rodrigo
GAL1NDO (Francisco Beneficiario de Alba Gironda
Isidoro) de Tormes
188 Gérard DUFOUR

GARCIA TEJERO (Juan) Canónigo de Avila Gers


Gironda (diciembre de 1813)

GOIG Sacerdote Perpifian (Pyrénées Orien­


tales)

GOMEZ (Bernardo Josef) Cano'nigo de Palencia Gers


GOMEZ CORDOBES (Pedro) Prebendado de la cate­ Pau (Basses-Pyrénées)
dral de Albarracin,
limosnero del Rey-
GONZALEZ AZENAS (Josef) Párroco en Sevilla
GORDOA (Diego) Obispo de Zamora Gironda
GRASALE (Silvestre) Nombrado prebendado
de Ciudad Rodrigo
GROIG (Josef) Párroco de Alcira
GUILLERI (Antonio) Sacerdote, Valencia Montpellier
GUILLEN (Benito) Sacerdote (ex monje)

HAROLA (Manuel) Canónigo de Toledo


HARRA (Silvestre) Arcediano de Lima
HERMANO (Josef) Nombrado arcediano de
Panamade (Astorga)

HERNANDEZ (Francisco) Sacerdote


HERVAS (Andrés) Canónigo de Sevilla Pau (Basses-Pyrénées)

HORNERO (Tomas) Párroco de Almagro Gers


(Mancha)
IBARROLA (Manuel) Canónigo de Toledo Gers
IRICIO (Patricio) Canónigo de Burgos Gers
ISIORO (Francisco) Párroco de Sierra de Bazas (Gironda)
Albar
JUST Sacerdote Marsella (Bouches-du-Rhône)

LAMBERT (Carlos) Ex-monje ; director del


hospital de Madrid
LANZA (Elias Javier de) Canónigo de Zaragoza Paris
Limosnero del Rey
LARRAZ (Pablo) Canónigo de Jaca
LAURENT (Pedro) Limosnero de los Grana­ Bouche s-du-Rhône
deros de la Guardia Real Burdeos (febrero de 1814)
LEMONA (Diego) Canónigo de Valladolid Gers
(Tesorero)
LA EMIGRACION A FRANCIA... 189

LISTA (Alberto) Medio prebendado de Auch (Gers) (1813)


Sevilla Toulouse (Garonne) (l8l5)
Auch (Gers) (l8l6)
LOPEZ (Miguel José) Vicario eclesiástico Bazas (Gironde)
Cantalapiedra (León)
LOPEZ HERNANDEZ (Anto­ Canónigo de Avila Gers
nio)
LORTEYA (Lorenzo) Sacerdote Auch (Gers)
LLORENTE (Juan Antonio) Canónigo, Maestrescue­ Lectoure (Gers) (l8l3)
las de Toledo Burdeos (Gironda) (octubre
de l8l3-marzo de 1814)
Paris
MANZANARES (Andrés) Nombrado canónigo de
Burgos
MANZANARES (Luis) Nombrado canónigo de
Burgos
MARTINEZ (Gabriel) Sacerdote, Logroño Gers
MARTINEZ (Leon) Prebendado de Palencia Gers
MARTINEZ ESCOBAR Prebendado de Sevilla
(Josef)
MAYOR (Bernardo) Canónigo de Burgos Auch (Gers)
nombrado Tesorero
MELON (Juan Antonio) Paris
MENA (José) Párroco de Valladolid Auch (Gers)
MENDEZ PACHECO Canónigo de Segovia Pau (Basses-Pyrénées)
(Agustín José)
MEXIA (Pedro Josef) Párroco de los Infantes Gers
(Mancha)
MEXIA TIRADO (José) Párroco de San Ildefon­
so
MEXIA TIRADO (Pedro) Sacerdote, Madrid Gers
MINANO (Sebastian de)
MOLINER (Juan) Capellán del Rey Auch (Gers)
MORAL y SARAVIA (José Canónigo de México Gironda
del)
MORALES (Manuel) Canónigo dignidad de Paris
Sevilla
MORELL (Ramon) Capellán de regimiento Gironda
MORENO (Antonio) Sacerdote de Burgos, Gers
Ex-monje
190 Gérard DUFOUR

MORENO Canónigo de Jaén


MORENO (Josef) Vicario general Agen (Lot-et-Garonne)
(1813-1814)
París (marzo de 1814)
MUÑOZ (Josef) Canónigo de Toledo
MUÑOZ (Josef Antonio) Medio prebendado de
Málaga
MURIEL (Andrés) Arcediano de Sevilla París
MURQUIZ (Manuel) Beneficiario de Lezama Gironda
(Biscaya)
NARVION (Antonio) Canónigo de Zaragoza
NAVARRO (de) Capellán de honor Burdeos (Gironda)
NAVARRO (Vicente) Arcediano de Cuellar Pau (Basses-Pyrénées)
(Segovia)
OLIVA (Manuel de la) Capellán de la Guardia Angoulême (Charentes)
Real
OLMEDO (Miguel del) Prebendado de Sevilla
ONATE (Serafin) Canónigo de Tarragona Perpinán (Pyrénées Orien­
tales)
OROZCO (Francisco Pablo) Sacerdote de Segovia Gironda (diciembre de l8l3)
Dax (Landes) (l8l4)
ORTEGA (Lorenzo) Sacerdote Gers
PALACIOS (Mateo) Capellán de la catedral Gers (I813)
de Córdoba Gironda (diciembre de l8l3)
PACHUECO GARCIA (Ramón) Canónigo j deán de
Ciudad Rodrigo
PANIAGUA (Vicente) Canónigo de León Auch (Gers)
PERAL (Juan) Director del hospital
de Montserrat
PEREZ CORRAL (Gaspardo) Canónigo de Salamanca Gers
PEREZ NAVARRO Sacerdote
PEREZ de la RIOJA Abad de Castrojeriz
PEREZ de la ROSA Sacerdote Auch (Gers)
(Joaquin)
PERIS (Manuel) Canónigo de Burgos Auch (Gers)
PINEYRO (Joaquín) Canónigo de Cuenca Pau (Basses-Pyrénées)
PRADO (Gregorio Alonso) Canónigo j Prior de
Valladolid (Salamanca ?)
LA EMIGRACION A FRANCIA... 191

RECACHO (José) Canónigo de Salamanca


RECIO (Pedro) Sacerdote, ex monje
RENGEL (Marcelino) Canónigo de Salamanca
REINA (Manuel) Canónigo de Belmonte Gers
(Mancha)
RIPOLEZ (Manuel) Sacerdote Bayonna (Basses-Pyrénées)
ROCANDIO SORDOMUDO Sacerdote Gers
(Zenon)
RODRIGUEZ (Francisco) Sacerdote de la Bazas (Gironda)
parroquia de San Julián
(Salamanca)
ROMAN (Domingo) Canónigo de Salamanca Burdeos (Gironda)
SALCEDO (Josef) Canónigo de Toledo
SANCHEZ GAZATO Canónigo de Ciudad Gironda
Rodrigo
SANZ (José Maria) Canónigo de León Auch (Gers)
SEGUNDO MORENO (Josef) Arcediano y vicario
general de Jaén
SEGURA (Ramon) Canónigo de Zaragoza
SIERRA (Manuel) Nombrado canónigo de
León
SOLIS (Antonio) Canónigo de Sevilla
SUAREZ de SANTANDER Obispo auxiliar de Pau (Basses-Pyrénées) (l8l3)
(Miguel) Zaragoza Montpellier (Hérault) (I814)
TORRECILLA (Francisco) Prebendado de Zaragoza Gers
Montfort (Landes) diciembre
de 1813)
TRAVIESO (Pedro) Sacerdote
ULLOA (Domingo) Prebendado de Toledo
VALVERDE JIMENEZ Canónigo de Sevilla Gers
(Diego)
VIERNE (Juan) Canónigo de Córdoba Gers
VILLAREJO (Geronimo) Párroco de Navas del Gers
Rey (Mancha)
VILLO (Francisco) Párroco de Villajoyosa Perpiñán (Pyrénées-Orientales
XIMENES VALDES Canónigo de Sevilla Toulouse (Garonne) (Enero de
(Diego de) 1814)
ZAROA (Lino) Nombrado canónigo de
Burgos.
192 Gérard DUFOUR

NOTAS

1. Cf. Juan Antonio LLORENTE, "Representación al Rey


en primero de diciembre de 1815", in Noticia bio­
gráfica de d. -- o Memorias para la historia de
su vida escritas por el mismo, París, Imprenta
de Bobee, 181S, p. 213 • Existe una edición moderna
por Antonio Márquez, Madrid, 1982, p. 151•
2. En sus Recuerdos de un anciano, Alcalá Galiano
nos explica que "se llamó vigurizar la acción de asesi­
nar y en seguida arrastrar el cuerpo exánime del asesinado",
a consecuencia de la muerte del intendente de Cuba
Verugi, asesinado en 1808 por el "poblacho" por haber
maltratado a su esclavo negro. La primera edición
de los Recuerdos de un anciano es la de Madrid,
1878. Hemos utilizado la de la B.A.E., LXXXIII
(Madrid, 1955), P- 137.
3. Desastres de la guerra.
4. Cf. Hans JURETSCHKE, Los Afrancesados en la Guerra
de la Independencia, Madrid, 1962, pp. 45-52 y
163-164.
5. Ibid., pp. 173-174.
6. Ibid., pp. 175-176.
7. Cf. Claudio SANCHEZ ALBORNOZ, "Avila desde 1808
hasta 1814", in Miscelánea de estudios históricos,
León, 1970, pp. 530-531.
8. Cf. JURETSCHKE, Hans, op.cit., pp. 116 y 218.

9. Cf. Conde de TORENO, Historia del levantamiento


guerra y revolución de España, Madrid, Tomás Jor­
dán , 1836-1837, 5 vol. 80 ; utilizamos la edición
de la B.A.E., LIV y LXIV (Madrid, 1953), I, p.222a
10. Cf. Anselmo GASCON DE GOTOR, "El Cabildo de Zara­
goza durante los Sitios", in Estudios de la Guerra
de la Independencia, II, Zaragoza, 1967, 202.

11. Ibid., p. 202.


LA EMIGRACION A FRANCIA... 193
12. Archivo General del Palacio Real de Madrid, Pape­
les reservados de S.M, Fernando VII, tomo XV, fol.
141 : "Lista de los Afrancesados y liberales cono­
cidos... en la ciudad de Valladolid" :"Don Manuel
Morpobreja, Presbítero ; está reintegrado desde pooo ha en
la Media Ración q. obtenía antes de la Revolución en esta
Cátedra. Fue íntimo amigo del General Francés Kellerman y
comisionado por éste para la extracción de los Papeles del
Archivo de Simancas..'.- Por este servicio le recompensó el
Gobierno francés dándole una Canongía de esta Catedral, la
qual tuvo que abandonar quando entró en esta Ciudad el
Gobierno Español".- Vid. ALVAREZ GARCIA (Mariano),
El Clero de la diócesis de Valladolid durante la
Guerra de la Independencia (Valladolid, Institu­
ción Cultural Simancas, 1984), p p. 101-102.

13. Cf. Luis SIERRA, El Episcopado español ante el


decreto de Urquijo. Seiscientos tálamos inquietos
Madrid, 1963, pp. 133-136.

14- Cf. A. PAZ Y MELIA, Papeles de Inquisición, Catá­


logo y extractos, Segunda edición por Ramón Paz,
Madrid, 1947, p. 170.

15- Cf. Juan Antonio LLORENTE, Defensa canónica y po­


lítica de don contra injustas acusaciones de
fingidos crímenes. Es trascendental en varios pun­
tos al mayor número de Espartóles refugiados en
Francia,París, imprenta delSeñor Plassan, 1816,
pp. 112-113, y Carta segunda de un Español liberal
residente en París a otro Español liberal que
habita en Madrid, París, TÓ de mayo de 1 §20, p.5•

16. Cf. Juan Antonio LLORENTE, Defensa canónica...,


p. 111.

17> NELLERTO (= LLORENTE), Juan Antonio, Memorias para


servir a la historia de la Revolución de España,
con documentos justificativos, recogidas y compi­
ladas por don --, París, 1 814 , p^ 15•
18. Félix REINOSO, Examen de los delitos de infideli-
dad a la patria, imputados a los Españoles someti­
dos bajo la dominación francesa, Bordeaux, 1818,
p. 1 2 .
19- TEMIME (E.), BRODER (A.) et CHASTAGNARET (G.),
Histoire de 11Espagne contemporaine de 1808 á nos
jours, París, 1979, p. 22.
194 Gérard DUFOUR

20. Archives du Ministère des Relations Extérieures,


Mémoires et Documents (Espagne), 381, fol. 243 sq.

21. DUFOUR (Gérard), "Infidencia et Afrancesamiento ,


quelques données statistiques", in Etudes d1His­
toire et de Littérature ibéro-américaines, Publi­
cations de l'Université de Rouen, 1973» pp. 39-53.

22. MD (Espagne), 381, fol. 243-


23. Aline HAQUET, Recherches sur le Clergé afrancesa­
do, Mémoire pour la Maîtrise, Université de Rouen,
1976, 165 p. mecanografiadas (inédito).

24- Archives historiques du Ministère des Relations


Extérieures, Correspondance Politique (Espagne),
68l, doc. 185» f° 332, correspondencia de La
Forest del 28 de marzo de 1810 : "Un autre arrêté du
18 mars nomme grand aumônnier de la Couronne Don Ramón Jo­
seph d'Arce, archevêque de Saragosse, Inquisiteur général
et patriarche des Indes.' Amant de la marquise de Mejorada,
favori du Prince de la Paix, adroit intrigant, ce prélat
leur doit sa rapide fortune. Poursuivi après la révolution
d'Aranjuez avec les partisans du Prince de la Paix, il a
traversé habilement les temps plus orageux de l'insurrec­
tion qui éclata à la fin du mois suivant. Il est assez ins­
truit et n 'a pas de préjugés.- Mais il est taré dans l'opi­
nion publique.' On se demande à quelle nouvelle intrigue
politique il aura été associé pour que le roi, jusque là
si délicat sur les convenances, ait pu être déterminé à lui
donner près de son aguste personne une aussi haute digni­
té".-

25. "El Inquisidor general, Arce, era hombre instruido, de con­


dición suave y, más que otra cosa, cortesano.- Así es que
la malicia popular, mirándole como privado del gran privado,
hasta le achacaba de estar casado ; claro desatino, pero
indicio de que no veían el él las gentes un sucesor de
Torquemada", ALCALA GALXANO, Recuerdos de un anciano,
edición de la B.A.E., tomo LXXXIII, Madrid, 1955»
p. 34 a.
26. Cf. Gérard DUFOUR, "Infidencia y Afrancesamien­
to ..." , op.cit., p. 49.

27. Cf. ARTOLA GALLEGO (Miguel), Los orígenes de la


Esparta contemporánea, Madrid, 1959, I, p. 22 sq.

28. Los siete canónigos designados como nombrados en


los documentos oficiales franceses son : Para
Burgos : Conde y Velazco (Joaquín), López Calvo
LA EMIGRACION A FRANCIA... 195
(Miguel), Manzanares (Luis), Manzanares (Andrés)
y Zaroa (Lino) ; Para León : Sierra (Manuel) y
para Salamanca : Aldana (Juan Manuel). Cf. Archi­
ves Historiques du Ministère des Relations Exté­
rieures (Paris), Mémoires et Documents (Espagne),
379.
29« Sacamos estos datos de Guia del Estado eclesiás­
tico secular y regular de Espaîta en particular
y de toda la Iglesia católica en general para el
aflío de 1808, Madrid, imprenta Real, in-12,444 P•

30. Cf. Archivo y biblioteca capitulares de la Cate­


dral de Toledo, Actos (sic) capitulares : vol. 95:
"Desde 8 de abril de 1807 hasta 22 de 1809 (sic) ;vol. 96:
"Desde 2 de marzo de 1812 hasta 1° de agosto de 1814".

31. Sobre el jansenismo del cabildo de Salamanca, vé­


ase Joël SAUGNIEUX, Un prélat éclairé : Don Anto-
no Tavira y Almazan, (1737-1807), contribution
à l'étude du jansénisme espagnol, Toulouse, 1970.

32. Cf. Gérard DUFOUR, Juan Antonio Llórente en France


(l8l3-l822). Contribution à l'étude du Libéralis­
me chrétien en France et en Espagne au début du
XIXe sièclej Genève, 1982.

33- GREGOIRE (Abbé Henri), Mémoires, Paris, 1837, II,


pp. 66-67, cité par Joël SAUGNIEUX, op.cit., p.
187.
34- GREGOIRE (Abbé Henri), Essai historique sur les
libertés de l'Eglise gallicane et des autres Egli­
ses de la catholicité pendant les deux derniers
siècles, par M. Grégoire, ancien évêque de Blois
Paris, l8l8, p"l 355 n. l". Grégoire se refería sin
duda a Opera preciarissima beati Alfosi Thostati
epi Alusesis... Venitiis, per Gregorium de Gre-
gor is, in Edibus Pétri Liechtenstein, 1507-1531,
16vol. in fol. que tuvo diversas ediciones.

35- PRÍNCIPE DE LA PAZ, Memorias o sea Cuenta dada


de su vida política para servir a la historia del
reinado del Señor don Carlos de Borbón, París,
Lecointre y Lasserre, 1839-1841 ; utiliz am o s la
edición de la B.A.E., LXXXVIII, p. 223.
36. Cf. Archives Nationales (Paris, F7-8788.
196 Gérard DUFOUR

37. El 8 de noviembre de 1813, el conte de Otto escri­


bía al duque de Bassano : "J'ai sous les yeux la péti­
tion des réfugiés qui se trouvent à Condom ; ils comparent
leur position à celle des Espagnols prisonniers de guerre
et ils demandent si le gouvernement, qui pourvoit à l'entre­
tien de ceux-ci, traitera avec moins de bienveillance des
hommes qui ont sacrifié pour la cause française leur for­
tune, leurs fermes, leurs enfants, tout ce qu'ils ont de
plus cher au monde ?" Archives Historiques du Minis­
tère des Relations Extérieures (Paris), Correspon­
dance Politique (Espagne), 692, Documento 74,
fol. 96.

38. Cf. Carta del conde Otto al duque de Bassano, 24


de julio de l8l3» Archives Historiques du Minis­
tère des Relations Extérieures (Paris), Corres­
pondance Politique (Espagne) 691, documento 155>
fol. 268.
39. Cf. Gérard DUFOUR, Juan Antonio Llórente en France
p. 44 sq. Sólo fue el 21 de agosto de l8l3 cuando
permitió oficialmente el Ministro de Policía a
los Españoles refugiados quedarse en Burdeos,
"moyennant une active surveillance de la Police à leur
égard". Cf. carta del Prefecto de Gironde al Minis­
tro de Policía, 26 de agosto de l8l3, Archives
Nationales (París), F7-8788.

40. Son Agüero, García Tejero, Gordoa, Llórente, Pala­


cios y Román. Cf. Liste générale de Messieurs les
Espagnols réfugiés dans le département de la
Gironde dressée en exécution de la lettre de Mos-
sieur le comte Otto, Ministre d1 Etat du 25décem­
bre I8l3• Citado por Aline HAQUET, op.cit.
41. Archives Nationales F7*88l, p. 1961 : petición
del duque de Campo Alange, 17 de agosto de l8l3 •
También Archives Historiques du Ministère des
Relations Extérieures, Mémoires et Documents 389,
fol. 188, donde se hace referencia a los 8 criados
que le acompañaban.
42. Cf. Etat nominatif des Espagnols réfugiés en Fran­
ce après l'évacuation de Vitoria par l'armée
française en juin l8l3 (Archives Nationales (Paris)
F7-8788). Citado por Aline HAQUET, op.cit.

43• Idem.
LA EMIGRACION A FRANCIA... 197
44 • Para Hervas, Asenjo, Méndez Pacheco y Alba, cf.
Correspondance Politique (Espagne) 692, fol. 17
(petición de Desjobert a instancias de Urquijo,
7 de septiembre de l8l3) J para Gómez Cordobés,
Navarro Vicente, Pineyro, y Suárez de Santander,
cf. Archives Nationales (París) F7-8789, citado
por Aline HAQUET, op.cit.

45> Archives Nationales (Paris) F7-8789, Etat nomina­


tif des Espagnols qui sont venus se réfugier en
France depuis le 30 août à Perpignan, citado por
Alinè HAQUET, op.cit.

46. Dictionnaire universel, géographique, statistique,


historique et politique de la France, Paris, an
XIII (1804), 5 vol. in-4°.
47• Archives Nationales (París) F7-8788. Aline HAQUET
notó, según este documento, los nombres de los
sacerdotes que pidieron la ayuda de 75 céntimos.
Según esos datos, no han pedido tal ayuda Doz,
Lorteya, Mayor, Mena, Joseph Moreno, Ortega, Pérez
de la Rosa y Rocandio Sordomudo. Lo que no permite
sin embargo sacar conclusiones sobre la relativa
fortuna de dichos sacerdotes.

48. Dictionnaire universel, géographique, statistique,


historique et politique de la France, Paris, an
XIII '(1804)•
49- Archives Nationales (París), F7-8788 y Archives
Historiques du Ministère des Relations Extérieures
(Paris), Correspondance Politique (Espagne) 691
y 692.

50. Archives du GERS - 4 M 427, Etat nominatif des


Réfugiés Espagnols auxquels ont été délivrées des
feuilles de route d'après les ordres de Monsieur
le Préfet, citado por Aline HAQUET, op.cit.
51. Archives Nationales (Paris), F7*882.

52. Archives Nationales (París) F7 8788 Etat nominatif


des Espagnols réfugiés en France après l'évacua­
tion de Vitoria et de Valence par l'armée fran­
çaise en juin 1813^ citado por Aline HAQUET, op■-
cit.

53- Archives Nationales (París) F7-8788, citado por


Aline HAQUET, op,cit.
198 Gérard DUFOUR

54- Cf. Gérard DUFOUR, Juan Antonio Llórente en France


p. 50 sq.

55- Epistolario de Leandro Fernández de Moratín, Edi­


ción, introducción y notas de René Andioc, Madrid,
1973.
56. Archives Historiques du Ministère des Relations
Extérieures (Paris), Mémoires et Documents, 382,
fol. 15, Réfugiés espagnols résidant à Paris ayant
droit au secours du gouvernement.

57. Cf. Anselmo GASCON DE GOTOR, op.cit., p. 202.


También Ch.-V. D'HAUTEFORT, Coup d'oeil sur Lis­
bonne et Madrid en 1814, suivi d'un Mémoire poli­
tique concernant la Constitution promulguée par
les Cortès à Cadix et d'une Notice sur l'état mo­
derne des sciences mathématiques et physiques en
Espagne. Ouvrage dédié au Roi, Paris, 1820, p.87•

58. Fr. Miguel SUAREZ de SANTANDER, Apuntaciones para


la apología formal de la conducta religiosa y
política del Ilm° Sor. D. Fr. --. Respuesta de
este ilustre Prelado a otra muy irreverente y ca­
lumniosa que le escribió e imprimió en Madrid,
en el atfo de 1^15, el P. Fr. Manuel Martinez,
Mercedario Calzado, s.l., 1818, pT 245 : "En obse­
quio a la verdad y para la gloria del Señor, debo deair que
todas las veces que he asistido en la catedral al oficio
divino y misas solemnes, he sido recibido del Señor Obispo
y Canónigos con la mayor atención y colocado en sitial
distinguido con asistentes en el coro y presbiterio, tanto
o mds bien que en España".

59- Archives Nationales (París), F 15 3250 : Le Minis­


tre (de l'Intérieur) à Son Excellence le Ministre
Secrétaire d'Etat de la Guerre (26 novembre I814).
M. le Préfet de l'Hérault vient de m’écrire pour me
demander de tâcher d’obtenir de V.E. que treize prêtres
Espagnols que M.' l'Evêque de Montpellier a autorisés à dire
la messe dans les différentes Eglises de l'Arrondissement,
attendu l'insuffisance des prêtres qui y sont attachés,
reçoivent dans l'arrondissement de Montpellier les secours
que V.-E.- a assignés aux Réfugiés Espagnols qui se rendraient
dans les lieux dépôts qu'elle a désignés.-.."

60. Cf. DEMERSON (Georges), Don Juan Meléndez Valdés


et son temps, París, 1962, p. 573.

61. Cf. Carta a Reinoso, Auch, 17 de septiembre de


l8l6, citada por Hans JURETSCHKE, Vida, obra y
pensamiento de Alberto Lista, Madrid, 1951, p.522.
LA EMIGRACION A FRANCIA... 199
62. Cf. Gérard DUFOUR, Juan Antonio Llórente en France
p. 50 sq.

63. Ibid., pp. 52-53-

64. Citado por Francisco AMOROS, Representación del


Consejero de Estado Espaflol don —, Paris, Rouge-
ron, I814, 101. También por Antonio PERLADO,
Los obispos españoles ante la amnistia de 1817,
Pamplona, 1971, PP• 27-28, ïïT 13•

65- Cf. Archives Historiques du Ministère des Rela­


tions Extérieures, Correspondance Politique (Es­
pagne ), 701, doc. 89” fol. 285• Véase infra.

66. Cf. Hans JURETSCHKE, Vida, obra y pensamiento de


Alberto Lista, p. 533 sq.

67 - Archives Historiques du Ministère des Relations


Extérieures (Paris), Mémoires et Documents (Espa-
gne) 381, fol. 93 et 9^

68. Cf. Gérard DUFOUR, Juan Antonio Llórente en France


P- 63.

69. Ibid., p. 64.


70. Archives Historiques du Ministère des Relations
Extérieures (Paris), Mémoires et Documents (Espa­
gne). 382, fol. 15.

71. JAUFFRET (comte), Mémoires historiques sur les


affaires ecclésiastiques de la France pendant les
premières années du dix-neuvième siècle, Paris,
1819-1824, III, p- 135-
72. Citado por Juan Antonio LLORENTE, Defehsa canó­
nica y política..., p. l8.

73• Circular del Ministerio de Gracia y Justicia, man­


dando que los eclesiásticos que obtienen digni­
dades Prebendas o Beneficios, y se hallan en la
Corte promoviendo importunas solicitudes a otras
más pingues se trasladen a la posible brevedad
a sus respectivas residencias, de cuyo medio y
el de dirigir sus recursos en la forma que se
previene, solamente se admitirán en la Cámara y
en la Secretarias de Estado y del Despacho a los
RR, Arzobispos, RR. Obispos y demas autoridades,
se encarga el puntual cumplimiento de esta sobe-
rana providencia. Decretos del Rey Don Fernando
vu..., 1814, pp- 283-288.
200 Gérard DUFOUR

74- Véase Gérard DUFOUR, Juan Antonio Llórente en


France. . . , pp. 84-9'0 y p. 100 sig'.

75. Archivo Histórico Nacional, Estado 5751, (Embaja­


da Santa Sede I8l4-l8l5), oficios de Antonio de
Vargas al Exm° Sr Duque de San Carlos del 27 de
octubre de 1814 (Dignidades de tesorero de Cala­
horra, de Siguenza y de Arcediano de Medellín
(Palencia) ; id. arcedianato de Toro ; 14 de no­
viembre de 1814 : dignidad de arcipreste de Daroca.
En un oficio del 27 de octubre de 1814, escribía
Vargas : "Cuando llegó a esta Corte el Correo de Gabinete
Don Alonso Mazorra, se encontraban cerrados los tribunales
y por consiguiente suspensa la expedición de todos los asun­
tos.- Sin embargo, a fin de dar pronta execución a las órde­
nes de S.'M. pasé inmediatamente a Castelgandolfo en
donde reside actualmente el St° Padre.- Su Beatitud instruido
que ha sido por mi de los deseos de S.M. me ha ofrecido de
acceder a ellos y de hacer expedir los oficios convenientes
a los agraciados, luego que se abran los tribunales que será
a mediados de noviembre".

76. Archivo Histórico Nacional, Estado 5751, (Embaja­


da Santa Sede I8l4-l8l5) .

77. Ibid.
78. Archives Nationales (París) F7 11.995 "Cabinet
de Police, 23 avril 1823", Cf. infra.

79. Citado por María del Carmen PINTOS VETTES, La polí­


tica de Fernando VII entre 1814 y 1820, Pamplona
1958, p. 196.
80. Ibid.
81. Archives Historiques du Ministère des Relations
Extérieures (Paris), Correspondance Politique
(Espagne) 701, documento 99, fol• 283.

82. Ibid., Correspondance Politique (Espagne) 702,


documento 89, fol. 285•

83. Cf. Jacqueline CHAUMIE,Catalogue série F7 (l8l4~3O)


84• Monuments historiques concernant les deux pragma-
tiques-sanctions de France, avec des notes, suivi
d'un Catéchisme sur la matière des Concordats.
Par M. Llórente, auteur de 1'"Histoire critique
de l'Inquisition d'Espagne", Paris, A. Bobée,
p. 100.
LA EMIGRACION A FRANCIA... 201

85. Archives Nationales (París), F19-5694-

86. Ibid., F19-3O88.

87. Cf. CLAUSEL DE COUSSERGUES, Opinion sur l'article


du Budget du Ministère de la Guerre relatif aux
traitements accordés aux réfugiés Egyptiens, Espa­
gnols et Portugais prononcé(sic) dans la séance
publique du 18 février,Paris, Chambre des Députés
1817, p". ÏÔ donde estima el total de los Refugia­
dos en Francia a 4-500 individuos que cobran ayu­
das del gobierno francés.

88. Juan Antonio LLORENTE, Monuments Historiques...,


p. 100.

89• Almanach du Clergé pour l'année 1820, Paris, 1819,


"Etat général du personnel des diocèses du Royau­
me". En París, había 294 "prêtres habitués" para
589 sacerdotes. El Almanach... indica por otra
parte que había entonces en Francia un total de
36.183 sacerdotes.
90. Juan Antonio LLORENTE, Monuments Historiques...,
p. 100.

91. Ibid.

92. Cf. Archives Nationales F7-11994> citado por Aline


HAQUET, op.cit.

93- Cf. Bulletin des Lois de l'Empire Français, XVIII-


XX ( I8l3-l8l4) ; ' Bulletin des Lois du Royaume de
France, 5e série, I-III (18I4-I8I5) ; Bulletin
des Lois (l8l5) j Bulletin des Lois du Royaume
de France, 7e série, I-XV (1815—1823).
Cf. también Archives Historiques du Ministère des
Relations Extérieures, Mémoires et Documents (Es­
pagne ) 382, donde se halla, por ejemplo, una
"demande de renseignements" del Ministerio de Jus­
ticia sobre Amorós que acababa de pedir la nacio­
nalidad francesa y resultaba sospechoso a las
autoridades a causa de sus actividades anteriores
(24 de mayo de l8l6).

94- Cf. Hans JURETSCHKE, Vida, obra y pensamiento de


Alberto Lista, p. 522 sq.

95. Cf. Leandro FERNÁNDEZ DE MORATÍN, Epistolario,


edición, introducción y notas de René Andioc,
Madrid, 1973- Véase también : Gérard DUFOUR, "El
soneto elegiaco de Leandro Fernández de Moratín
202 Gérard DUFOUR
a José Meléndez Valdés", in Caligrama (Universität
de Palma de Mallorca) (de próxima publicación).

96. Cf. Gérard DUFOUR, Juan Antonio Llórente en France.

97 • Los famosos traidores refugiados en Francia con­


vencidos de sus crímenes y justificación del Real
decreto de 30 de mayo por F.M.M.C. , Madrid, i m -
prenta Real, 1814, in-4° > 20 p.
98. ESTALA publicó : Oedipo tirano, tragedia de Só­
focles , Madrid, 1793 > El Pluto, comedia de
Aristófanes, Madrid, 1794 ; El Viajero Universal,
obra compuesta en francés por Mr. de la Porte,
Madrid, 1796-1801 ; segdn el Príncipe de la Paz
(Memorias, ed. cit. I, p. 376a ) había también
traducido el Compendio de Buffon por Castel.

99. En su correspondencia política, el embajador de


Francia en España, La Forest, comunicó el 6 de
septiembre de l808 la traducción de este opúsculo
(Archives Historiques du Ministère des Relations
Extérieures, Paris, Correspondance Politique
(Espagne) 676, documento 96, fol. 251-256), con
esta apreciación : "Lorsque tant de pamphlets égarent
l'opinion, il était digne du patriotisme de Dn Pedro Estala,
chanoine de Tolède qui a suivi le Roi, de prendre la plume
pour la cause qu'il embrasse" (Ibid. , doc. 95» fol.
250).

100. Cf. Rafael FERRERES, "Moratín en Valencia", in


Revista valenciana de filología, VI (1959-1962),
II-III.
101. PRÍNCIPE DE LA PAZ, Memorias, ed. cit. I, p. 205-
En sus Recuerdos de un anciano, ALCALA GALIANO
precisa que "su empleo de juez de imprenta" le daba "un
poder que ejercia con rigor injusto a veces con sus rivales
o los contrarios a su pandilla", a la cual pertenecían
Leandro Fernández de Moratín y Pedro Estala (Edi­
ción de la B.A.E., LXXXIII (1955) P- 26).
102. Cf. Hans JURETSCHKE, Vida, obra y pensamiento de
Alberto Lista, p. 99•

103. GREGOIRE, Essai historique sur les libertés de


l'Eglise gallicane, p. 355 n.l.

104- Ch.-V. d'HAUTEFORT, Coup d'oeil sur Lisbonne et


Madrid en 1814*.., p. 107.
LA EMIGRACION A FRANCIA...
203
105. Defensa canónica y apostólica de don Juan Antonio
Llórente contra injustas acusaciones de fingidos
crímenes. Es trascendental en varios puntos aT
mayor número de Españoles refugiados en Francia?
París, imprenta del Señor Plassan, lSló, in-16,
178 p.

106. Apuntaciones para la apología formal de la con­


ducta religiosa y política del limo Sor D. Fr~7
Miguel Suarez de Santander. Respuesta de este
ilustre Prelado a otra muy irreverente y calumnio­
sa que le escribid e imprimid en Madrid, en el
año de 1815, el P. Fr. Manuel Martínez, Mercedario~
Calzado^ s . 1. , 1818, in-8°, VIII-266 p.

107. Cf. Gérard DUFOUR, Juan Antonio Llórente en France


p. 100.

108. Cf. Aline VAUCHELLE-HAQUET, Les ouvrages en langue


espagnole publiés en France entre 1814 et 1833T
Publications de l'Université de Provence, Etudes
Hispaniques N° 9, 1985, p» 108.
109• Nuevos documentos para continuar la historia de
algunos famosos traidores refugiados en Francia.
Respuesta de Fr. Manuel Martínez, Mercedario Cal­
zado, a la carta que desde Montpellier le escribid
el limo. Sr. Santander, Obispo auxiliar de Zara­
goza y al apéndice a la representación que D.
Francisco Amoros "soi-disant" Consejero de Estado
español dirige a S.M. el Rey D. Fernando VII,
Madrid, imprenta Real, in-4°, 03 p.
110. Cf. Gérard DUFOUR, Juan Antonio LLorente en France
Vid. también supra, "El clero afrancesado : un
tema por investigar", nota 12.

111. Alberto GIL NOVALES, Las Sociedades Patrióticas


(1820-1823). Las libertades de expresión, de reu­
nión en el origen de los partidos políticos, Ma­
drid, 1975, p. 146.
112. Cf. Aline VAUCHELLE-HAQUET, Les Ouvrages en langue
espagnole publiés en France entre I814 et 1833,
N° 91 del catálogo (p. 113).

113- Cf. Gérard DUFOUR, Juan Antonio Llórente en France


p. 68 sq.

114- Los Afrancesados o una cuestión de política por


D.A.M.~ París, Rougeron, 1§20, pT 33•
204 Gérard DUFOUR
115» Ibid., p. 6l.
116. Cf. Alberto GIL NOVALES, Las Sociedades Patrió­
ticas (1820-1823). Las libertades de expresión
y de reunión en el origen de los partidos políti­
cos, Madrid, pT 884 y 931, por ejemplo.

117. Claude MORANGE, "Teoría y práctica de la libertad


durante el trienio constitucional : el caso de
'El Censor' (1820-1822)", in La Prensa en la Revo­
lución liberal, España, Portugal y América Latina
Madrid, Universidad Complutense,1983, p". 219•

118. Archives Historiques du Ministère des Relations


Extérieures (Paris), Correspondance Politique
(Espagne) 708, documento 73, fol. 254-
119- Ibid. Cf. también Gérard DUFOUR, Juan Antonio
Llórente en France..., p. 240.

120. En la reseîia que hizo de nuestro trabajo para


el Bulletin Hispanique, dice Alberto GIL NOVALES
"Confieso que al principio me costó aceptar esta idea de
un Llórente revolucionario activo, a tan corta distancia
de las Conversaciones., pero ahora me parece por lo
menos plausible y bien fundada.' Esperemos que el
descubrimiento de nuevos documentos haga mas luz
sobre el tema". (Bulletin Hispanique, LXXXV ( 1983)
p. 192). Véase nuestro trabajo, Don Juan Antonio
Llórente en France..., "Troisième partie : Le
temps du libéralisme ( 1819-1822) ", p. 193 sq.

121. Cf. Ibid. , especialmente cap. II de la primera


parte, p. 50 sq.

122. Cf. Alberto GIL NOVALES, Las Sociedades Patrió­


ticas ..., p. 1022.

123. Cf. Aline VAUCHELLE-HAQUET, Les Ouvrages en lan­


gue espagnole..., N° 131 de su catálogo, p. 119-

124. Ibid., N° 138, p. 120.

125. Cf. Alberto GIL NOVALES, op.cit., p. 994.


126. Cf. Aline VAUCHELLE-HAQUET, op.cit. , N° 166, p.
124.
127. Ibid., N° 138, p. 120.

128. Cf. Alberto GIL NOVALES, op.cit., p. 797.


LA EMIGRACION A FRANCIA... 205
129- Cf. Lista de los clérigos afrancesados emigra­
dos a Francia, pp. 186-191.
130. Cf. Gérard DUFOUR, Juan Antonio Llórente en
France..., especialmente pp. 260-27$ y 316-328 .

131- Juan MERCADER RIBA, José Bonaparte, Rey de Es­


paña, 18O8-1813- Historia externa del reinado,
Madrid, C.S.I.C., 1971, p"- 41 : "José del Moral de­
fendió la tesis de la completa libertad de la agricultura
y del comercio entre América y la Metrópoli, sin privile­
gios de extracción o introducción. Asimismo debia ábolir-
se toda una especie de tributo en las clases de indios
y castas.' No se podria obligar a nadie a un servicio
personal". Figura José del Moral como canónigo
de la Sta Iglesia de México en la Razón de los
sueldos y asignaciones de los ministros y depen­
dientes de la mitraza de Toledo establecida por
José Salcedo en 1810 por la suma de 24-000 reales
de pensiones y congruas (Vid. Leandro HIGUERUELA,
La Diócesis de Toledo durante la Guerra de la
Independencia^ Toledo, 1983, p". 242).

132. Cf. Aline VAUCHELLE-HAQUET, Les Ouvrages en lan-


gue espagnole..., N° 205 de su catálogo, p. 130.

133. Cf. Gérard DUFOUR, Juan Antonio Llórente en Fran-


ce. . • , p. 3I6 sq.
134. Ibid • , P- 255-257.
135. Ibid - , p. 335 sq.
136. Archives Nationales, París, F7 11 995-

137. Cf. Antoine ANNEE, Le Livre Noir de Messieurs


Delavau et Franchet, ou répertoire alphabétique
de la police politique sous le ministère déplora­
ble. Ouvrage imprimé d'après les registres de
l'Administration. Précédé d'une introduction par
--, Paris, 1829, in-80, 4 vol.

138. Notice sur D. Gonzalo O'Farrill, Lieutenant Géné­


ral des Armées de S.M. le Roi d'Espagne, Paris,
de Bure Frères, 1831, in-8°, 82 p.

139- L'Espagne sous les Rois de la Maison de Bourbon,


Paris,1827, 6 vol. in-8°.
206 Gérard DUFOUR

140.' "Don Andrés Muriel, clérigo español emigrado en Francia


después del año de 1813, residente todavía en París, pu­
blicó en esta capital por el año de 1827 una traducción
al francés de la obra inglesa de William Coxe intitulada
'La España bago los Reyes de la Casa de Borbón'Esta
traducción la acompañó con notas y adiciones ; y si bien
la obra no se extendía al reinado de Carlos IV, se intro­
dujo en él no para historiar refiriendo hechos y califi­
cándolos, sino sólo para deprimir a aquel monarca y atacar
en odio mío aquel gobierno y su política.-.Sea contra
quien fuere, escribir en mengua suya, sin presentar las
pruebas de aquello que se dice ; es lo que se llama en
buen romance maldecir e infamar ; y si se añade a esto
la impostura, dando por sabidos hechos que no existen o
suprimiendo aquellos de que pende la verdad para ser cono­
cida, no hay tan sólo infamación, sino calumnia".-Memorias^
_ X_ XXX
Cuenta dada de su vida política para servir a
la historia del reinado del Señor don Carlos de
Borbón" París, Lecointre et Lasserre, 1839-1841 >
3 vol in-8° ; utilizamos la edición de la B.A.E.,
LXXXVIII, pp. 41-42.
141. Sobre el traductor, Jean-Baptiste Esménard, véase
mi artículo "El soneto elegiaco de Leandro Fer­
nández de Moratín a José Meléndez Valdés" de
próxima publicación in Caligrama, N° 2 (Palma
de Mallorca).

142. Gobierno del Señor rey don Carlos III o


instruccidn reservada para dirección de la Junta
de Estado que creó este monarca, París, 1838.

143• Gouvernement de Charles III ou Instruction ré­


servée transmise a la Junte d'Etat par ce monar­
que , Paris, 1838.
144- Historia de Carlos IV por Andrés MURIEL, Madrid,
Imprenta de M. Tello, 1893-1895, 6 vol. in-8°
(con prefacio de M(enéndez) y P(elayo).

145. PRÍNCIPE DE LA PAZ, Memorias, ed. cit., I, p.


205.
Gérard DUFOUR
Université de Provence

A MODO DE CONCLUSIÓN
Cada una de las ponencias de la Mesa Redonda
sobre El Clero Afrancesado dio lugar a un coloquio
que, por razones obvias, no podemos reproducir en su
integralidad.
Primer problema planteado : el de la impor­
tancia cuantitativa del fenómeno estudiado. Como sub­
rayó, desde el principio, Leandro Higueruela, cabe
subrayar que el clero afrancesado no fue sino una
minoría : los árboles no han de ocultarnos el bosque.
Pero, al mismo tiempo, hay que confesar que carecemos
de datos fidedignos para apreciar debidamente la acti­
tud del clero secular español durante la Guerra de
la Independencia. El número relativamente importante
de clérigos emigrados en 1813, por una parte, los
juicios a los eclesiásticos acusados de colaboración
con los franceses, por otra, prueban que el afrance-
samiento no tuvo un carácter excepcional entre los
sacerdotes espartóles. La mentalidad de "empleados"
(hoy diríamos : funcionarios) de este clero que se
consideraba al servicio del gobierno,fuera cual fuere,
puede explicar esta actitud. Basta para ello con traer
a las mientes el retrato que nos dejó Alcalá Galiano
del Obispo Trevira "sujeto de condición apacible, obsequioso
y sumiso al gobierno" que "después de haber desempeñado un alto
cargo bajo el gobierno de José Napoleón y puéstose al cuello
la Orden llamada por el Rey intruso Real de España y por el
vulgo de la berenjena", fue obispo de Córdoba y acató
con la misma precipitación las órdenes del monarca
absoluto y las del gobierno constitucional luego 1 .

Además, las fronteras entre "resistencia pasi­


va", de un lado, y "colaboracionismo" de otro, no resul­
tan siempre muy claras. Franceses o españoles no
tenían todos la perspicacia del general Hugo que,
presenciando en Toledo un oficio, notó que el celebran­
te, después de pronunciar el "salve regem", omitía el
nombre de José reservándose sin duda, el decir in petto
el de Fernando. Hugo no se anduvo por las ramas :
interrumpió la ceremonia y obligó al sacerdote a pro­
nunciar clara y enteramente la fórmula consagrada :
"salve regem Josephum" Cuantos clérigos utilizaron
un subterfugio semejante logrando así el aprecio ;de
los franceses y la tranquilidad de sus conciencias ?
¿ Cuántos españoles se apercibieron de tales sutile­
zas ? ¿ Cuántos sacerdotes obedecieron a disgusto por
mera pusilanimidad ? Nos movemos en un terreno por
demás resbaladizo intentando explorar actos que no
emanan de sincero sentimiento.
210 Gérard DUFOUR

El trabajo de Emilio La Parra López dejó


claramente expuesta la similitud de los proyectos re­
formistas del clero afrancesado y del clero liberal
de Cádiz. Sin embargo, bien distintas son las menta­
lidades de los miembros de ambos grupos durante la
Guerra de la Independencia. Si coinciden en el deseo
"jansenista" de devolver a la Iglesia "la pureza de los
primeros siglos", de practicar un episcopalismo que les
distancia de Roma y, sobre todo, les impulsa a ela­
borar una doctrina y práctica religiosa en concilios
nacionales (después de la Mesa Redonda, La Parra
publicó un libro capital al respecto : El primer libe­
ralismo y la Iglesia 3 ), sin embargo hay una oposi­
ción total en lo que se refiere al origen del poder
político. En efecto, en esa "guerra teologal" que fue,
hasta cierto punto, la Guerra de la Independencia,
la "teología de la paz" (afrancesados) se opone a la
de la guerra (liberales). Digo bien "teología", ya
que no se trata simplemente de predicaciones dictadas
por los intereses bélicos del momento, sino de una
auténtica definición y justificación religiosa de la
Historia. Como subrayó Leandro Higueruela en su ponen­
cia, el clero afrancesado justificó su actitud y llamó
a la obediencia al nuevo soberano en nombre del pro-
videncialismo. Era ésta una manifestación más, dicho
sea de paso, de su af rancesamiento cultural y reli­
gioso por la clara influencia que manifiesta de la
Historia Universal de Bossuet, que, entre 1728 y 1738,
había sido traducida cuatro veces al español 4.

Desde este punto de vista, las felicitacio­


nes que - como los demás afrancesados - clérigos
emigrados a Francia (Llórente 5 o Miguel de Sandan-
der ° ) se apresuraron a mandar a Fernando VII, en
1814, son el efecto de una lógica perfecta : desposeí­
do Fernando por la Providencia, en 1813, están
dispuestos a servir de nuevo sin el menor reparo a
Fernando "ad maiorem gloriam Dei".- Sólo la actitud del
monarca (las medidas que impone contra los afrancesa­
dos en general y los miembros del clero de cierta
categoría, en particular, así como su política reli-
glosa, ajena a toda reforma) desengañará al clero
afrancesado y le mostrará la necesidad de abandonar,
sin reservas, la teoría del derecho divino con que
había justificado su actitud a favor de José y que
legitimaba todavía más el absolutismo. Aunque, es pre­
ciso confesarlo, algunos como Lista o Miñano, prefi­
rieron abandonar sus proyectos de reformas para poner­
se decidida y solapadamente al servicio del "Rey neto"
durante el Trienio Liberal 7.
A MODO DE CONCLUSIÓN 211
Revisión de una historiografía llena de
prejuicios e ignorancia, el trabajo de J.A. Ferrer
Benimeli sobre el clero masón afrancesado suscita
irremediablemente comparaciones con un pasado todavía
vivo en las memorias e incide en el presente tras la
nueva condenación de la masonería por el Papa. El
punto capital es, sin duda, la demostración decisiva
de que, para estos clérigos españoles, su pertenencia
a la Masonería no implicaba el menor asomo de irre­
ligiosidad. Como prueba el documento aportado por
Ferrer Benimeli que acredita el cargo de "capellán de la
Logia", ocurre incluso lo contrario. Resulta, por lo
demás, ocioso insistir sobre la autoridad de la lista
de clérigos masones afrancesados establecida por el
autor. Sin embargo, según sus propias palabras, debe
tratarse, sin duda, de una lista provisional que futu­
ros hallazgos permitirán completar. Si ya tenemos la
total seguridad de que en ella "son todos los que están",
sin embargo "no están todos los que son". Así subsiste una
duda en cuanto a un personaje como Llórente : si, por
una parte, la pertenencia a la Masonería de su amigo
Estala (con el que compartió el papel de consejero
de José en materia de asuntos eclesiásticos) deja
sospechar que fue también, por otra, el interés
que mostró en el último tomo de su Historia crítica
de la Inquisición no es significativo, según juzgó
Menéndez Pelayo 8 ). Ya hemos probado que, ante el
éxito comercial de su libro, Llórente aprovechó tamaña
oportunidad para vender a sus editores un volumen más
de los que habían sido previstos inicialmente ; y
entró a saco en cuanto podía despertar el interés de
los lectores ... y permitirle llenar las trescientas
páginas necesarias para la confección del nuevo volu­
men 9 . Faltan documentos, en el supuesto de que algu­
na vez hayan existido. ¿ Tendrá perpetuamente el
historiador que portarse como los policías de Franco,
que, en materia de Masonería, exigían del sospechoso
que ofreciera la prueba de su inociencia ?

Las acusaciones de Menéndez Pelayo y sus


secuaces pesan gravemente sobre la actitud mental de
los investigadores. Ya es hora de que investigaciones
"despreocupadas" (para emplear un vocabulario del
XVIII) como las realizadas por Ferrer Benimeli y su
Seminario nos permitan pasar de la afirmación malévola
a la certitud científica.
Entre estos clérigos, los que prosiguieron
sus actividades masónicas en Francia ¿a qué logias
pertenecieron ? ¿ Qué grados les fueron concedidos ?
212 Gérard DUFOUR
El riquísimo fondo masónico de la Biblioteca Nacional
de París (sección de manuscritos) debería permitir
contestar satisfactoriamente a estas preguntas. Pero
sabemos, por experiencia propia, que la abundancia
de documentos así amontonados y no suficientemente
catalogados, no facilita la tarea al desanimado in­
vestigador. Habrá que esperar al día - quiza aun
lejano - en que la dirección de Bibliotecas y Archivos
haya informatizado todos los datos contenidos en di­
chos legajos para avanzar en esta materia ? He aquí
un posible tema de investigación para los hispanistas
parisinos que poseen sobre los demás la enorme ventaja
de tener el material al alcance de la mano.
Otra invitación o súplica lanzamos a los
historiadores para que aborden la investigación bio­
gráfica. Desde principios del reinado de Carlos III
hasta finales del de Fernando VII, nos hallamos a cada
paso con figuras del clero afrancesado de primera
categoria, como Arce, Estala o Melón, que no han
merecido ni una linea en una enciclopedia como la
Hispánica. Los motivos de tal ausencia no pueden ser
de orden exclusivamente científico.
Urge reunir los datos que poseemos sobre
cada uno de estos personajes y ponerlos a la disposi­
ción de todos. Después de haberse celebrado nuestra
Mesa Redonda, se publicó un estudio que, sin ser una
biografía exhaustiva, precisa la vida y pensamiento
de uno de estos clérigos que se vieron obligados a
huir de España por su af rancesamiento : Fr. Miguel
de Santander 10 . Es imprescindible multiplicar este
tipo de publicaciones.
Con este objetivo, y como etapa hacia el
Congreso que organizaremos sobre Liberalismo cristiano
y Catolicismo liberal en 1987, tendremos en Aix-en-
Provence otra Mesa Redonda consagrada a Cuatro figuras
del Clero Afrancesado. No llegaremos a elaborara esas
"biografías definitivas" que sería de desear, pero
esperamos contribuir a la clarificación de unas vidas,
sin duda malcaradas, pero que no pueden borrarse de
las páginas de la Historia.

*
A MODO DE CONCLUSION 213

NOTAS

1. ALCALA GALIANO (Antonio), Memorias publicadas por


su hijo, tomo II de la ed. de la B.A.E., vol.
LXXXIV, p. 176.
2. Cit. in Les Hommes d'aujourd'hui, Paris, A. Cin-
qualbre ed., Ñ5 Í7 1878, p. 27

3. LA PARRA LOPEZ (Emilio), El primer liberalismo


y la Iglesia. Las Cortes de Cádiz. Prólogo de
Antonio MESTRE SANCHIS, Alicante, Instituto de
Estudios Juan Gil-Albert, 1985, XIV-320 p.
4- Cfr. Catálogo-Diccionario de la Biblioteca Nacio­
nal (Madrid).
5. Cfr. DUFOUR (Gérard), Juan Antonio Llórente en
France (1813-1822). Contribution à l'étude du li­
béralisme chrétien en France et en Espagne au dé­
but du XIXe siècle, Genève, Droz Ed. , 1982, p7
51 sq.
6. Cfr. ROCHAIX (Nicole), "L'Eglise d'Espagne et la
France : le cas de Miguel de Santander ", in Foi
et Lumières dans l'Espagne du XVIIIe siècle,
Presses Universitaires de Lyon,1985,p766.

7. Cfr. GIL NOVALES (Alberto), "La Prensa en el Trie­


nio Liberal (1820-1823)", in Prensa y sociedad
en España (1820-1936). Edición a cargo de M. Tunon
de Lara, A. Elorza y M. Pérez de Ledesma, Madrid,
1975., PP- 201-206 y también Las Sociedades Patrió­
ticas (182O-1823). Las libertades de expresión
y de reunión en el origen de los partidos políti­
cos , Madrid, Ed. Tecnos, 1975, II, pp. 931 y 883-

8. MENENDEZ PELAYO (Marcelino), Historia de los Hete­


rodoxos españoles, tomo VI, Ed7 del C.S.I.C.,1963
p. 20.
9. Cfr. DUFOUR (Gérard), op.cit., p. 131 sq.

10. ROCHAIX (Nicole), op.cit., in Foi et Lumières dans


l'Espagne du XVIIIe siècle, Presses Universitaires
de Lyon, 1985, pp. 37-79.
INDICE TOPONIMICO

AGEN : 190 CADIZ : 17,18,19,22,23,24,


AIX-EN-PROVENCE : 9,11, 26,27,32,33,35,36,40,42,
211 43,44,52,53,57,58,60,62,
ALBACETE : 121 69,75,113,116,118,120,121,
ALBA DE TORMES : 187 132,134,135-137,141,144,
ALBARES : 62,118 146,154,158,159,164,181,
ALBARRACIN : 188 209
ALCALA : 114 CALAHORRA : 62,72,74,111,
ALCANTARA : 155 118,122,138,159,169U71,
ALCIRA : 188 186,187,200
ALDEA DEL REY : 155 CALERA : 156
ALICANTE : 212 CANTABRIA : 51
ALMAGRO : 141,142,143,144, CANTALAPIEDRA : I89
145.188 CAPILLA : 62
ANDALUCIA : 36,60,66,67, CARMONA : 134
70,88,95,140,142 CARTAGENA DE LAS INDIAS : 154
ANGULEMA : 175,190 CASTELGANDOLFO : 177
ANTEQUERA : 155, 186 CASTILLA : 48
ARAGON : 60 CASTILLA LA VIEJA : 31
ASTORGA : 72,73,188 CASTROJERIZ : 190
AUCH : 173,174,175,179, CATALUÑA : 60
187,189,190,191 CIUDAD REAL : 59,62,118,122,
AVILA : 71,144,155,166,169, 144
172.186.187.188 CIUDAD RODRIGO : 187,188,
190,191
BADAJOZ : 83,124 COCA : 156
BAILEN : 6-2,65,145 CONDOM : 173,174
BARCELONA : 21,48,51,124, CORCEGA : 149,150
125,141,143,144,164 CORDOBA : 123,144,169,190,
BAYONA : 23,27,42,57,62, 191,208
65,79,138-140,151,159, CUBA : I92
160,161,165,174 CUELLAR : 190
BAZAS : 173,174,186,188, CUENCA : 118,142,144,156,
189,190 I90
BELMONTE : 191 DAX : 175
BERLANGA : 155 EFESO : 149
BILBAO : 48 EL ESCORIAL : 158
BLOIS : 195 ESCARAY : 144
BOUCHES-DU-RHONE : 188 EXTREMADURA : 80,124,142
BREST : 132-135,145,158
BURDEOS : 10,125,140,173, FIGUERAS : 141,164
174,175,186,187,188,189, FINISTERRE : 158
190,193,196 FONTAINEBLEAU : 82,175
BURGOS : 12,50,71,135,138,
145,159,172,186,187,188, GALICIA : 60
189,191,194 GARONA (río) : 173
216 INDICE TOPONIMICO

GERONA : 85,159,164,109 MADRIP : 147,151,159,163,


GERS : 170,173,174,175, 165,166,181,183,188,189,
186,187,188,189,190,191, 192,193,194,195,197,201,
197 202,203,204,205,206
GIBRALTAR : l6l MAJADAONDA : 155
GIJON : 124 MALAGA : 71,72,73,187,190
GINEBRA : 11,47,49,123, MALLORCA : 60
195 MANCHA (LA) : 36,188,189,
GIRONDA : 170,173,174, 191
186,187,188,189,190,196 MARSELLA : 175,188
GRANADA : 183,186,187 MEDELIN : 200
GUADALAJARA : 62,122,143, MENORCA : 18
144 MERINO : 187
GUETARY : 186 MEXICO : 138,159,183,189,
205
HUESCA : 72 MOLINA : 154,156
HUETE : 144 MONTFORT : 179,191
MONTPELLIER : 10,140,175,
INIESTA : 154 176,180,188,191,198,203
MONTSERRAT : 190
JACA : 187,188 MURCIA : 118
JAEN : 73,80,154,187,190,
191 NAVARRA : 60
NAVAS DEL REY : 191
LA CORUÑA : 142,144 N1MES : 140
LA GRANJA : 72,77 NUEVA ESPAÑA : 138
LA GUARDIA : 142,144
LA HABANA : 182,I83 OLIVA : 47
LAODICEA : 159 OPORTO : 144
LA PUEBLA DE LOS ANGELES : ORENSE : 159
1 83 OSMA : 72,74,126,138,143,
LA RODA : 121 144,145,159,169
LECTOURE : 173,174,189
LEON : 71,88,142,144,186, PAIS VALENCIANO : 13
187,189,190,191,192,195 PALF.NCIA : 49,50,54,138,
LERIDA : 169 159,187,189,200
LILLE : 49 PALMA DE MALLORCA : 202,
LIMA : 188 206
LISBOA : 147,202 PALMIRA : 30,72,77,169
LOGROÑO : 144,169,189 PAMPLONA : 71,159,176,199,
LOS INFANTES : 189 200
I.UCENA : 142 PANAMADE : 188
LYON : 212 PARIS : 7,9,10,11,48,57,
165,174,179,180,184,185,
LLERENA : 144 186,188,189,190,192,193,
195,196,197,198,199,200,
MADRID : 7,10,11,12,21,23, 201,203,205,206,211
26,29,31,35,43,47,48,49, PAU : 174,186,187,188,189,
50,52,54,58,60,62,65,67, 190
72,73,74,94,97,104,111, PERPIÑAN : 174,186,188,190,
112,115,117,118,121,122, 191,196
123,124,125,126,127,128, PIRINEOS : 173,182
138,141,142,143,144,145, PISTOIA : 20,60
INDICE TOPONIMICO 217

PROVINCIAS VASCAS : 119 URGEL : 159


PUERTO DE SANTA MARIA : UTRECHT : 21
125 UTRERA : 138
QUINTANA DEL REY : 155 VALLADOLID : 12,71,123,138,
169,186,187,188,189,190,193
RESPALDIZA : 144 VALENCIA : 20,47,48,60,155,
RIOJA : 144 170,171,186,197,202
ROMA : 22,28,29,92,108, VATICANO : 166
166,209 VILLAJOYOSA : 191
ROUEN : 12,194 VILLALVILLA : 156
VILLANUBIA DE DIONA : 165
SALAMANCA : 20,21,88,138, VINCENNES : 8
143,144,155,164,172,173, VITORIA : 111,141,164,170,
186,190,191,195 173,179,196,197
SAN ILDEFONSO : 189 VIZCAYA : 126,144
SAN MARTIN : 155
SAN SEBASTIAN : 141,163 ZAMORA : 72,159,171,188,
SANTANDER : 51,71,164,181 ZARAGOZA : 7,10,30,35,66,
SANTIAGO DE COMPOSTELA : 71,141,154,164,169,170,
43 171,172,177,179,180,186,
SANTONA : 141 187,190,191,192,203
SEGOVIA : 138,154,155,159,
189,190
SEVILLA : 12,65,72,73,74,
79,85,94,104,125,141,142,
144,164,169,172,176,179,
188,189,190,191
SIERRA DE ALBAR : 188
SIGUENZA : 154,200
SIMANCAS : 50,52,77
SORIA : 144
TALAVERA DE LA REINA : 164
TARANCON : 144
TARAZONA : 52
TARRAGONA : 174,190
TEHUACAN DE LAS GRANADAS :
183
TOLEDO : 9,11,12,60,65,66,
71,72,73,74,77,80,83,84,
94,110,112,113,114,115,
118,119,120,121,122,123,
126,128,138,142,143,144,
155,159,166,169,172,186,
187,188,189,190,191,195,
202,205,208
TORO : 187
TOULOUSE : 175,189,195
TRICIO : 169
INDICE ONOMASTICO

AGUADO Y JARABA : 67,72,74,111, ANTORAN (Manuel) : 154


171,186 APPOLIS (E.) : 51
AGÜERO : 196 ARONDA : 59
AGUSTIN (Mariano) : 159 ARCE (Manuel) : 186, 194
ALAIZ (Isidoro) : 65 ARCE (Ramón de) : 7,9,66,171,
ALARCOS (E.) : l6l 174,177,184,185,186,211
ALBA (Juan) : 141,174,186,197 ARGUELLES : 19,21,22,33,47
ALBARATEGUI (Francisco) : 186 ARISTOFANES : 202
ALBAREZ LARREAS : 186 ARRIBAS (Juan) : 186
ALBARO DE MOLINA (Enrique) : ARRIETA (Pedro) : 186
154 ARTOLA GALLEGO (Miguel) : 42,
ALBARSAN (Francisco Agustin) : 47,54,128,131,152,157,162,163,
154 165,166,194
ALCALA GALIANO (A.) : 50,135, ARUS : 164
158,171,192,194,202,208,212 ASENJO (Francisco Xavier) :
ALDANA (Juan Manuel) : 186, 174,175,186,196
195 ATILANO (Santos) : 186
ALONSO (Bernardo) : 175,186 AUDRACA (Pedro Jacinto) : 187
ALONSO DE IRADO (Gregorio) : AVELLA CHAFER : 12
186 AYALA : 146
ALONSO DE PRADO (Gregorio) : AYMES (J.-René) : 81,124,125
141,144 AZANZA : 19,27,49,52,66,69,70,
ALONSO Y CANDARA (Francisco) 76,80,98,100,101,121,125,165
71 AZANA (Manuel) : 124,164
ALTUNA : 67 AZORIN : 161
ALVANCA (Juan Manuel) : 186
ALVAREZ GARCIA (Mariano) : 12, BAILS : l60
50,51,193 BALLESTEROS : l6l
AMAT (Félix) : 20,21,30,66,72, BALLESTEROS (Miguel) : 154
74,77,78,100,127,169 BARCENA (Francisco Ma.) : 187
AMOROS (Francisco) : 10,68, BARIENA (Francisco de) : l87
165,198,201,203 BARRAGAN : 154
AM0R0Z : 171,174,186 BARRINSO (José) : 187
ANAYA (Fr. Félix Antonio de) : BASTERRECHE : 139
83 BATALLAS (José) : 154
ANDARIAS (Tomás) : 141 BAYLE (C.) : 122
ANDEIRO (Pablo) : 186 BENITO (Augusto) : 187
ANDIOC (René) : 198,201 BERNABEU (Antonio) : 46
ANDRAZA (Pedro) : 186 BERNARDEZ FOBIA (Damaso) : 71
ANDURRIAGA (Ramón Ma. de) : BERNARDO (Bernardo) : 187
159 BERTELOOT (J.) : 157
ANDUXAR (Juan) : 186 BERTRAN (Felipe) : 21
ANGEL (Marcelino) : 186 BEUNZA (Fermin Ignacio) : 159
ANNEE (Antoine) : 205 BLANCO (Joaquín) : 154
ANTERO Y MUÑEZ (Benito) : 186 BLASCO (Vicente) : 20
ANTONIO DE DIOS (Fray) : 84 BOBÉE : 192, 200
220 INDICE ONOMASTICO

BONALD (de) : 116 CID Y MONROY (Manuel) : 159


BONIFAZ (Paolino) : 88 CLAUSEL DE COUSSERGUES : 201
BORBÓN (Luis Ma. de) : 65,67, CLIMENT (Josef) : 21
73,75,87,95,97,110,111,112, COCAL : I87
113,114,118,119,121,122,123, COLLAVERI : 146,163
125,128 CONARD (Pierre) : 159
BORD (Gustave) : 160 CONDE Y VELASCO (Joaquin) : l87,
BORJA (Frncisco de) : 187 194
BOSSUET : 209 CONDILLAC :60
BRAULIO ALVAREZ : 187 CONSALVI (Cardenal) : 162
BRINES I BLASCO (Joan) : 9, CORTAZAR (Francisco) : 154
13 CUSTOS : 147
BRODER (Albert) : 170,193 COXE (William) : 184,206
BROSSIER : 182,183 CROSO (Franciso Paola de) : l87
BRUSLE : 147 CUESTA (Gerónimo de la) : 173,
BUFFON : 202 180,187
CABARRUS : 19,20,21,27 CHASTAGNARET (Gérard) : 170,193
CABAZA (Trifon) : 187 CHAUMIE (Jacqueline) : 200
CADENAS (Rafael) : 154 CHEVALLIER : 146,163
CALATRAVA : 20,23,54
CALVA (Matías) : 112 DALMACIA (Duque de) : 73
CAMPO-ALANGE : 146,196 DAROCA (Salvador) : 133,142,144,
CAMPOMANES : 29 145
CANGA (Xavier) : 187 DEFOURNEAUX (Marcelin) : ll8
CAÑADO VIGIL (Alonso) : 71 DELAUNAY : l8l
CAÍÍAS (Bartolomé de) : 71 DELAVEAU : 141
CAPMANY : 81-83,85,86,87 DELISLE DE SALES : 60
CAPRILE (Giovanni) : 162 DEMERSON (Georges) : 48,53,117,
CARCEL ORTI (V.) : 127,167 133,158,198
CARLAN (J.M.) : 158 DEMERSON (Paola de) : 47,117
CARLOS III : 91,185,206,211 DESDEVISES DU DEZERT : 1Ó3
CARLOS IV : 20,27,133,145,156, DEJOBERT : 197
185,195,206 DOMERGUE (Lucienne) : 60,ll8
CARNERERO (José Ma.) : 20 DOMINGUEZ Y TORRES (Juan) : 71
CARNICERO (Manuel) : 154 DOPRANO ALONZO (Gregorio) : 187
CARRANZA (Bartolomé) : 160 DOZ (José) : 187,197
CARRASCOSA (Joaquín) : 154 DUARTE (Gil) : l87
CARRASCON (Francisco) : 154 DUARTE (José) : 154
CARRERA (José) : 154 DUFOUR (Gérard) : 11,12,13,28,
CASADEBAN : 1Ó9 46,47,49,50,54,77,123,125,163,
CASCO (Alfonso) : 187 194,195,196,198,199,200,201,
CASTEL : 202 202,203,204,205,212
CASTELLO : 154 DUPONT (Gai.) : 64
CASTILLON (Tomás) : 154 DUPUIS (Lucien) : 117
CASTRO (Prudencio) : 154 DURAN TIRRI DE LACI (Miguel) :
CAVIA (Juan de) : 65,75 II8
CENTENO (Manuel) : 183,187 DURO (Felipe) : 142,144
CERDAN (Benito) : 187 DURO (Juan Diego) : 169,172
CEVALLOS : 165
INDICE ONOMASTICO 221

ECHEVERRIA : 155 GAITANETA (José María) : 155


ECHEVERRÍA (P.) : 31 GAJATE (Silvestre) : 187
ENCINAS (Pedro) : 155 GALAN (Marcos) : 155
ESCRICH (Ramón) : 155 GALICIA : 155
ESMENARD (J.-B.) : 185,206 GALINDO (Francisco Isodoro) :
ESPIGA : 20 187
ESPINCEL (Manuel) : 155 GALINDO (Pedro) : 155
ESPOLEA DEL RINCON (Manuel) : GALLARDO (Bartolomé José) : 20,
187 146,163
ESTALA : 7,20,79,142,145,146, GALLARDO (Juan Bautista) : 138
175,179,187,202,211 GALLEGO (Nicasio) : 19
ESTERIPA (Nicolás)1 : I87 GALLEGOS (Narciso) : 155
ESTRADA (Joaquín) : I87 GARCIA : 155
GARCIA MADARIA (J.Ma.) : 54
FAUVET (Viuda-) : 139 GARCIA TEJERO (Juan) : 188,196
FEBRONIO : 60 GARCIA VILLOSLADA (R.) : 122,127
FEIJÓO : 58 GASCON DE GOTOR (Anselmo) : 192,
FERNANDEZ ALMAGRO (M.) : 48, 198
49 GAYET ¡¡ 182,183
FERNANDEZ DE MORATIN (Leandro) GIL (Lamberto) : 88,125
179,198,201,206 GIL NOVALES (Alberto) : 181,203,
FERNANDEZ/GOLFIN : 20 204,212
FERNANDEZ MARTIN (L.) : 49,50, GODECHOT (Jacques) : 48
51,52,54 GODOY : 24,173,185,194,195,202,
FERNANDEZ VARGAS (Valentina) : 206
8,11 GOIG : 174,188
FERNANDO VII : 10,45,47,86,137, GOMEZ (Bernardo Josef) : 188
151,153,154,164,166,169,170, GOMEZ CORDOBES (Pedro) : 142,
177,178,181,182,192,200,203, 144,174,188,197
208,210 GOMEZ IMAZ (M.) : 126
FERRER BENIMELI (J.-A.) : 9,13, GOMEZ VILLAFRANCA : 124
157,158,159,161,162,163,164, GONZALEZ : 155
165,210 GONZALEZ AZEIJAS (o AZENAS)(José'
FERRERES (Rafael) : 202 142,188
FINANGIERI : 86 GONZALEZ LLANOS (Ramón) : 155
FITA : 13 GORDOA (Diego) : 171,188,196
FLOREZ ESTRADA : 23,48 GOYA (Francisco) : I69
FLORIDABLANCA : 59 GRACIANO :104
FLORIT (Jacob) : 133 GRASALE (Silvestre) : l88
FONTANA (J.) : 54 GREGOIRE (Henri) : 173,195,202
FRAISSE : 1Ó0 GROIG (Josef) : l88
FRERA : 111,112 GUILLEN (Benito) : 188
FRIAS (P. Lorenzo de) : 109-111, GUILLEN SALVETTI (Jorge Juan) :
114,127,128 158
FRIS DE DUCOS (Luis) : 115,128 GUILLERI (Antonio) : 188
FUENTE : 155
FUERTES (Tomás) : 75 HAQUET (Aline) : 8,11,171,194,
FUGIER (A.) : 158 196,197,201,203,204,205
222 INDICE ONOMASTICO
HAROLA (Manuel) : 188 KELLERMAN (Gal.) : l69
HARRA (Silvestre) : 188
HAUTEFORT (Ch.V. de) : 198, LA CUERDA (Francisco de) : 72,
202 74-75
HEBIA Y NORIEGA (Vincente) : LA FOREST : 23,66,171,175,193,
113 202
HELVETIUS : 60 LA FUENTE (Vicente de) : 59,
HERMANO (Josef) : 188 117,146,164
HERNANDEZ (Francisco) : 175, LA MADRID (Miguel Ignacio de) :
188 159
HERON LEPPER : I64 LAMBERT (Carlos) : 188
HERR (Richard) : 59,117,118, LANZA (Elias Javier) : 175,188
124 LA PARRA LOPEZ (Emilio) : 47,
HERVAS (Andrés) : 174,188,197 48,50,51,54,209,212
HERVIAS (rafael Isodoro) : 119 LA PAZ (Príncipe de) : Vid. Godoy
HEVIA Y NORIEGA (Gabriel) : 75 LA PEÑA (Tomás de) : 135,159
HIGUERUELA (Leandro) : 9,12, LA PINTA LLORENTE (Miguel de) :
117,120,125,205,208 8,10,
HOEFER : 1Ó3 LA PORTE (de) : 202
HOLBACH (Barón d') : 60 LARRAZ (Pablo) : 188
HORNERO (Tomás) : 142,188 LARRIVA TORRES (Pedro) : 159
HUGO (Gal) : 208,212 LAS CASAS : 183
LASSERRE : 206
IBANEZ (José) : 75 LA TORRE (Diego de) : 71,121
IBARROLA (Manuel Vicente) : 67, LAURENT (Pedro) : 188
113,144,188 LAWALLE : 183
IRICIO (Patricio) : 188 LE BRUN (C.) : 163
ISIORO (Francisco) : 188 LECOINTRE : 206
IUSTE (Simón) : 155 LE FORESTIER (René) : 131,157
LEMONA (Diego) : 188
JAUFFRET : 199 LEÓN (Fray Luis de) : 160
JORDAN (Tomás) : 192 LISTA (Alberto) : 8,10,66,175,
JOSE (San) : 149 176,180,181,182,189,198,199,
JOSE I : 17,22,23,25,26,27,28, 201,202,209
29,30,33,35,36,37,40,41,42,43, LOCKE : 60
45,48,49,57,58,67,70,71,75,77, LOPEZ (Miguel José) : 189
79,80,86,87,88,93,109,113,120, LOPEZ (Salvador) : 155
122,135,140,141,145,147,151, LOPEZ CALVO (Miguel) : 194
152,153,165,169,170,180,205, LOPEZ DE GORDOA (Diego) : 72
208,209 LOPEZ HERNANDEZ (Antonio) : 189
JOSEFINA (Sta) : 149 LOPEZ ROXAL (Luis) : 155
JOUELLANOS (Gaspar de) : 20,21, LORENZANA (Cardenal) : 59,97,
84 118
JOUER : 81,124 LORTEYA (Lorenzo) : 189,197
JUAN (San) : 149 LOS REYES (Pedro de) :
JUANO (obispo) : 18 LOVETT (G.) : 51,117
JULIA (Santa) : 149-150 LOZANO TORRES : 176,178
JUNOT : 64 LUGO (Estanislao) : 20,21
JURETSCHKE (Hans) : 8,10,52,68, LUIS XIV : 59
117,118,119,123,124,158,192, LUIS XVIII : 176
198,199,201,202
JUST : 175,188
INDICE ONOMASTICO 223

LLORENTE (Juan Antonio) : 7,8, MELON (Juan Antonio) : 173,175,


10,11,12,20,21,28-29,31,34,44, 179,180,185,189,211
47,49,50,51,66,69,72,77,79,84, MENA (José) : 189,197
92,94,103,112,119,122,123,124, MENA (Vicente Rodrigo de) : 67,
146,152,153,163,165,166,173, 113
175,176,177,179,180,181,182, MENDEZ BEJARANO (Mario) : 154,
183,184,189,192,193,196,199, 165,166
200,201,202,203,204,209,212 MENDEZ PACHECO (Agustín José) :
174,189,197
MACANAZ : 29,160 MENDIBIL : 169,172
MADARIAGA (Salvador de) : I63, MENDIZABAL (Antonio) : 71
I64 MENENDEZ PIDAL : 47
MAESTRE (Nicolás) : 79 MENENDEZ Y PELAYO (Marcelino):
MAISTRE (de) : lió 7,124,135,160,164,185,206,210
MANZANARES (Andrés) : 189,195 MERCADER RIBA (Juan) : 48,49,
MANZANARES (Luis) : 189,195 51,52,53,54,125,205
MARAT : I60 MESTRE (Antonio) : 47,212
MARCO (Jeronimo) : II8 MEXÍA (Pedro Josef) : 19,189
MARCHENA : 20,21,138,139,140, MÉXIA TIRADO (José) : I89
145,160,161 MEXIA TIRADO (Pedro) : I89
MARET (Duque de BASSANO) : 196 MIER Y CAMPILLO (Xavier) : 1Ó2
MARQUES (Antonio) : 142 MILLA (Josef) : 123
MARQUEZ (Antonio) : 192 MINA : 112
MARRAST (Robert) : 8 MILANO (Sebastián de) : 66,181,
MARTIN (Andrés) : 142 182,189,212
MARTINEZ (Francisco de Paola) MIRET (Miguel) : 155
155 MOLIERE : 140,161
MARTINEZ (Gabriel) : I89 MOLINA (Francisco) : 155
MARTINEZ (Juan Francisco) : 155 MOLINER (Juan) : 143,189
MARTINEZ (Leon) : I89 MONTARCO (Conde de) : 127
MARTINEZ (Fr. Manuel) : 7,10, MONTERO (Antonio) : 155
179,180,198,203 MONTISO (Condesa de) : 21,173
MARTINEZ (Pedro) : 155 MONZO : 155
MARTINEZ ALBIACH : 8,12,50 MORAL (José Joaquín del) : 159,
MARTINEZ DE VILLELA : 23,48 175,183-184,189,205
MARTINEZ ESCOBAR (Josef) : I89 MORALEJO : 155
MARTINEZ MARINA (Francisco) : MORALES (Bruno) : 155
142 MORALES (Manuel) : 180,189
MARTINEZ PASCUAL : 139 MORANGE (Claude) : 182,204
MARTINEZ SANCEDO (Francisco) : MORAYTA (Miguel) : 139,I6I
155 MOREGON (Pedro) : 120,128
MATEO (Santiago) : 143 MOREL-FATIO : 8,10,l6l
MAYANS (Gregorio) : 20,21,47 MORELL (Ramón) : I89
MAYOR (Bernardo) : 189,197 MORENO : I89
MAZARREDO : 84 MORENO (Angel) : 143
MAZORRA (Alonso) : 200 MORENO (Antonio) : I89
MEDRANO (Ildefonso) : 155 MORENO (Josef) : 190,197
MEJORADA (Marquesa de) : 194 MORENO (Juan) : 133
MELENDEZ VALDES (José) : 20,21, MORPOBREJA (Manuel) : 109,193
40,176,198,202,206 MOUTTON : 147
224 INDICE ONOMASTICO

MUÑOZ (Francisco de Paola) : PEYALO (Manuel de) : 159


PELGRIN CASAÑAS (Fr.) : 143
155 PERAL (Juan) : 190
MUÑOZ (José) : 155,190
MUÑOZ (Josef Antonio) : 190 PERATI (Francisco Javier) :
MUÑOZ TORRERO : 19,20,21,23 128
MUÑOZ Y ARROYO : 155 PERDIGUERO (Vicente) : 143
MUÑOZ Y BENAVENTE (Manuel PEREIRA : 60
Cayetano) : 72 PEREZ CORRAL (Gaspardo) : I90
MURAT : 140,109 PEREZ DE LA RIOJA : I90
MURIEL (Andrés) : 126,143,145, PEREZ DE LA ROSA (Joaquín) :
162,175,176,181,184-185, 190, 190,197
206 PEREZ DE VALLADOLID (Agustín) :
MURQUIZ (Manuel) : I90 159
PEREZ NAVARRO : 190
NAPOLEON I : 9,23,25,26,27,28, PEMIS (Manuel) : I90
30,31,34,41,57,58,64,78,79,81, PERLADO (Antonio) : 199
138,140,144,146,147,148,158, PICHANDO (José) : 88
161,164,171,175,179
PIEDRAHITA : 155
NARVION (Antonio) : 190 PIMIENTA (José) : 143
NAVARRO (de) : 190 PINEYRO (Joaquín) : 143,174,190,
NAVARRO (Vicente) : 143,144,174, 197
PINTOS VEITES (Ma. del Carmen) :
190,197 200
NUNEZ (Fernando Calixto) : 159
NUNEZ DE ARENAS : 8,10,163 PIO VII : 177
PLASSAN : 180,193,203
O'FARRIL (Gonzalo) : 66,76,146, PONS I PONS (Anaclet) : 9,13
POPE : 60
184,205 PORTOCARRERO (Ma. de Sales) :
OLAVIDE : I6O
OLIVA (Manuel) : 143,190 Vid. MONTISO (Condesa del)
OLIVEROS : 19,20,21 POZADAS (Francisco) : 155
OLMEDO (Miguel del) 190 PRADO (Gregorio Alonso) : I69,
OÑÁTE (Serafín) : 174, 190 I90
OROZCO (Francisco Pablo) : I90 PRIETO (Alfonso) : 155
ORTEGA (Lorenza) : 115,128,175, PUYAL Y POVEDA (Atanasio) : 72-
76
190,197
ORTEGA ALVAREZ (José) : 67
OTTO (Conde) : 174,196 QUEVEDO : 124
QUINTANA : 20,21
PACHECO GARCIA (Ramón) : 175,
190 RACINE (Abate) : 60
PALACIO ATARD (V.) : 12,58,81, RAMIREZ DE ARELLANO : 85,169
RAMIREZ MORALES (Luis) : 155
117,120,124
PALACIOS (Mateo) : 190,196 RAMON ARISPE : 155
PALMEIRA (Alvaro) : I63 RANGEL (Marcelino) : 143,144,
PANIAGUA (Vicente) : I90 175
PARDO (Alfonso) : 155 RECACHO (José) : 191
PARIS (Gal) : I69 RECIO (Pedro) : 191
PASCAL : 60 REDRUELLO (Vicente Francisco) :
PAZ Y MELIA (A.) : 162,193 155
PEGENAUTE GARDE (Pedro) : I6I REGATO (José Manuel) : 140,161
INDICE ONOMASTICO 225

REGLA : 124 SANZ CID (C.) : 159


REINA (Manuel) : 191 SARRAILH (Jean) : 8,10,117
REINOSO (Félix) : 66,84,85, SAUGNIEUX (Joël) : 195,212
169,170,172,179,193,198 SCHMIDT (B.) : 124
RENGEL (Marcelino) : 191 SECO SERRANO (Carlos) : 124,162
REQUENA (Valentin) : 156 SEGUNDO MORENO (Josef) : 191
REVUELTA GONZALEZ : 9,37,47, SEGURA (Ramón) : 191
53,122,123,124,125 SEMPERE GUARINOS : 66
REY (Jorge) : 159,169 SERNA ALONSO (Justo) : 9,13
RICARD : 147. SENTIS : I69
RICHARD (A.) : I6I SERRA (Francisco) : 20,51
RIESCO (Francisco Ma.) : 83 SIERRA (Luis) : 49,53,122,125,
RINCON JIMENEZ (J.) : 124 193
RÍO MURGA (Domingo del) : 119 SIERRA (Manuel) : 191,195
RIOS (Pedros Ríos) : 156 SILVELA (M.) : 164
RIPOLEZ (Manuel) : 191 SISTIAGA (Antonio) : 144
ROBESPIERRE 63,l6O SOFOCLES : 202
ROCANDIO SORDOMUDO (Zenón) : SOLIS (Antonio) : 191
191,197 SOLIS (Ramón) : 136,159
ROCHAIX (Nicole) : 212 SOMOZA DE MONTSORIU : 124
RODRIGUEZ (Angel) : I56 SOTO (Antonio) : 159
RODRIGUEZ (Francisco) : I8I, SOULT : 122
191 SUAREZ DE SANTANDER (Fr. Miguel)
RODRIGUEZ (José) : 155 7,10,30,51,66,72,171,174,175,
ROJAS : 155 176,180,181,191,197,198,203,
ROMAN (Domingo) : 196 211,212
ROMEA (Policarpo) : 143 SUAREZ VERDEGUER (Federico) :
ROSALLO (Antonio) : 155 154,166
ROUGERON : 181,203 SUCHET : 153,165,169
ROUSSEAU (Jean-Jacques) : 60, SULLY : 133
HO SURITA (Tomás) : 133
ROVIRA (Alfonso) : 20,51
ROVIRETA : I69 TAMBURINI : 60
RUIZ (Jeronimo) : 156 TAVIRA Y ALMAZAN (Antonio) : 21,
195
SAENZ (Tiburcio) : 143 TEJERO (José Antonio) : I66
SAEZ DE BIERUAGA : I56 TEMIME (Emile) : 170,193
SALSEDO (Tomas) : I56 TERRAN Y OBREGON (Francisco) :
SALSEDO Y JARAMILLO (José de) 67,113
67,112-113,128,144,190,205 THIEBAULT (Gal.) : 31
SAN CARLOS (Duque de) : 175,200 THORY : 162
SANCHA : I63 TOFIÑO (Manuel) : 71,80,124
SANCHEZ AGESTA (L.) : 47 TOMAS (Nicasio) : 120,128
SANCHEZ ALBORNOZ (Claudio) : 192 TORENO (Conde de) : 19,21,33,
SANCHEZ ARJIONA : 66 81,135,158,159
SANCHEZ BARBERO : 20 TORQUEMADA : 11,194
SANCHEZ GAZATO : 191 TORRECILLA (Francisco) : 179,
SANCHO MARECA (Ramón) : 71 191
SANTACRUZ : 139 TOSTADO MENDOZA DE MADRIGAL :
SANTAFE (Duque de) : Vid. AZANZA 173,180
SANZ (José) : 161,191 TOURNON : I46
226 INDICE ONOMASTICO

TRAVIESO (Pedro) : 191 VIDAL : 169


TREUTTEL : l8l VIERNE (Juan) : 191
TREVIRA : 109,207 VILLANUEVA (Joaquín Lorenzo) :
TRUJILLO Y JURADO (Manuel 19,20,21,23,46,51
Ma.) : 72 VILLAREJO (Gerónimo) : 191
VILLAURRUTIA : 153,154,166
UBIETO : 124 VILLO (Francisco) : 174,191
ULLOA (Domingo) : 191 VIÑAS Y MEY (Carmelo) : 128,
UPATEGUI (Manuel Ma.) : 159 165
URQUIJO (Mariano) : 19,20,27, VOLNEY : 60
49,76,91,107,122,146,174,193, VUNGAZA (Francisco) : 156
197
WÜRTZ : l8l
VALENZUELA (Manuel) : 156
VALIN FERNANDEZ (Alberto) : XIMENEZ VALDES (Diego de) :
162 175,191
VALVERDE JIMENEZ (Diego) : 191
VARGAS (Antonio de) : 177,200 YAN : 139,160
VAUCHELLE-HAQUET (Aline) : Vid. YBARROLA : Vid. IBARROLA
HAQUET
VELEZ (Padre) : 136 ZAROA (Lino) : 191,195
VELOSO (José) : 144 ZENTENO : Vid. CENTENO (Manuel)
VERUGI : 192
INDICE

Páginas

EL CLERO AFRANCESADO : UN TEMA POR INVESTIGAR


por Gérard DUFOUR ..................... 5

LA REFORMA DEL CLERO EN ESPAÑA 1808-1814


por Emilio LA PARRA LOPEZ .............. 15

MENTALIDAD DEL CLERO AFRANCESADO Y COLABORACIONISTA


por Leandro HIGUERUELA DEL PINO ........ 55

CLERO AFRANCESADO FRANCMASÓN


por José A. FERRER BENIMELI ............ 129

LA EMIGRACIÓN A FRANCIA DEL CLERO AFRANCESADO


por Gérard DUFOUR ...................... 1Ó7

A MODO DE CONCLUSIÓN
por Gérard DUFOUR ...................... 207

índice toponímico ............................ 215

índice onomástico ................................ 219


PUBLICATIONS DE L'UNIVERSITE DE PROVENCE

ESPAGNOL, PORTUGAIS, LATINO-AMERICAIN


ACTES DU COLLOQUE D'ETUDES PERUVIENNES.
1967, 256 pages.
NABUCCO Joaquim,
Foi voulue. Mysterium Fidei.
1971, 275 pages.
ETUDES LUSO-BRESILIENNES.
1973, 226 pages.
HOMMAGE A ANDRE JOUCLA-RUAU.
1974, 221 pages.
MELANGES A LA MEMOIRE D'ANDRE JOUCLA-RUAU.
1978, 1260 pages.
BATTESTI-PELEGRIN Jeanne,
Lope de Stuniga. Recherches sur la poésie espagnole au XVe siècle.
1982, 3 t., 1366 pages.

Centre Aixois de Recherches Hispaniques :


AUTOBIOGRAPHIE DANS LE MONDE HISPANIQUE (L'). (Et. Hisp. 1)
Actes du colloque intern, de la Baume-lès-Aix (mai 1979).
1980, 320 pages.
PERMANENCES, EMERGENCES ET RESURGENCES CULTURELLES
DANS LE MONDE HISPANIQUE ET IBERO-AMERICAIN. (Et. Hisp. 2)
Actes du XVIe Congrès National de la Sté des Hispanistes Français.
Aix, mars 1980.
1981, 235 pages.
GOYA - Regards et Lectures. (Etudes Hispaniques 3)
Actes du colloque tenu à Aix-en-Provence les 11 et 12 déc. 1981.
1982, 96 pages.
BATTESTI-PELEGRIN Jeanne,
Lope de Stuniga. Poesías. (Edition critique) (Etudes Hispaniques 4)
1982, 120 pages.
AUTOBIOGRAPHIE EN ESPAGNE (L'). (Etudes Hispaniques 5)
Actes du 2e colloque intern, de la Baume-lès-Aix (mai 1981).
1982, 340 pages.
FORMES BREVES (Les). (Etudes Hispaniques 6)
Actes du colloque intem. de la Baume-lès-Aix (nov. 1982)
1984, 310 pages.
ESPAGNOLS ET NAPOLEON (Les). (Etudes Hispaniques 7)
Actes du colloque international d'Aix-en-Provence (13-15 oct. 1983)
1984, 480 pages.
PELEGRIN Benito,
Le fil perdu du "Criticón" de Baltasar Gradan : objectif Port-Royal.
Allégorie et composition "conceptiste". (Etudes Hispaniques 8)
1984, 310 pages.
VAUCHELLE-HAQUET Aline,
Les Ouvrages en langue espagnole publiés en France entre 1814 et
1833. Présentation et Catalogue. (Etudes Hispaniques 9)
1985, 278 pages.
Achevé d’imprimer
sur les Presses de l’Imprimerie Esmenjaud
à Gardanne
en Janvier 1986

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