Vous êtes sur la page 1sur 4

EL MARINERO PERDIDO

Datos del paciente:


Nombre: Jimmie G.
Género: Masculino
Edad: 49 años
Lugar de Origen: Connecticut, USA
Fecha de primera consulta: Principios de 1975
Motivo de consulta: Exploración por admisión a residencia de ancianos.

Antecedentes y observaciones médicas y neurológicas:


Jimmie G. es trasladado a casa de residencia de ancianos con una nota que decía
“Desvalido, demente, confuso y desorientado.”
Se presenta a entrevista con buen aspecto, tiene una mata de pelo canoso rizado,
representa su edad cronológica, su aspecto es saludable, bien parecido. Alegre,
cordial, afable.
Tiene conciencia de su nombre, fecha y lugar de nacimiento, habló de su familia,
recordaba sus números de teléfono, de su escuela, de sus amigos y su afición por las
matemáticas y la ciencia.
A los 17 años, terminando el bachiller, ingresó a la marina, era el año 1943. Por su
talento para la ingeniería fue candidato para capacitarlo en radiofonía y electrónica
para luego ocupar el puesto de operador de radio suplente en un submarino;
recordaba los nombres de los submarinos en los que sirvió, así como de sus
compañeros de tripulación, recordaba el código morse y seguía con la habilidad de
manejarlo y también mecanografiar con fluidez. Una parte de su vida plena e
interesante, la recordaba con viveza, alegría y a detalle. Revivía sus tiempos de guerra,
de servicio militar, el final de la guerra y sus proyectos para el futuro, consideró que
con el apoyo que podía obtener podía dejar todo lo anterior e ingresar a la
universidad.
A partir de este momento Jimmie G. dejó de hablar en pasado y comenzó a hablar en
presente, como si fuera la realidad del presente, una experiencia inmediata.
Refiriendo que “su hermano mayor está en una escuela de contabilidad y que tiene
una hermosa novia de Oregón”.
Se le preguntó el año en que estamos, a lo que contestó: “En cual vamos a estar, en el
cuarenta y cinco. ¿Por qué la pregunta? Hemos ganado la guerra, Roosevelt ha
muerto, Truman está en el timón. Nos aguarda un gran futuro”.
Se le preguntó su edad, su actitud fue extraña, insegura, como haciendo cálculos
contestó que creía que diecinueve próximo a cumplir veinte. Era evidente que no tenía
esa esa edad y para mostrárselo se le mostró un espejo, “es éste un muchacho de
diecinueve años?, entonces palideció, quedó anonado, se aferró a la silla, cuchicheó
“Dios mío, ¿qué es lo que pasa? ¿Qué me ha sucedido? ¿Será una pesadilla? ¿Estoy
loco? ¿Es una broma? Parecía frenético, aferrado. Se procedió a tranquilizarlo,
llevándolo junto a una ventana, hablándole del maravillo día de primavera y de los
niños que jugaban béisbol al otro lado. Recuperó el color y empezó a sonreír. Se le
dejó solo por dos minutos y al regresar no recordaba nada de lo sucedido y se
comportó como si fuera la primera vez que estaba en ese lugar, sin reconocer al
médico y sin saber por qué estaba ahí, reconoció que estaba en un hospital, pero no
sabía por qué estaba ahí, si estaba enfermo o si trabajaba, se encontraba
desconcertado, entonces con un cuento se le hizo ver que tenía problemas de
memoria y accedió a que se le hicieran prueba para evaluarlo.
El resultado en inteligencia fue excelente, era de ingenio vivo, observador, de
mentalidad lógica y tenía facilidad de resolver rompecabezas y problemas complejos,
esto cuando podía hacerse aprisa. En los ejercicios que requerían más tiempo o que
fueran de lentos movimientos se perdía; si exigían varias etapas, demasiado tiempo,
se olvidaba de dónde estaba, e incluso de la pregunta, se encontró con pérdida
extrema de recuerdo reciente, a veces, solo retenía recuerdos vagos, un confuso eco
o sensación de familiaridad.
Sus palabras, sus sentimientos, su asombro inocente, su lucha por encontrar un
sentido a lo que veía, eran sin duda las de un joven inteligente de los años cuarenta
enfrentando al futuro, a lo que aún no había sucedido y era escasamente
inimaginable.
Se le hicieron varias pruebas (electroencefalograma, exploraciones cerebrales), y no
se encontró el menor rastro de lesión cerebral de gran envergadura, aunque las
pruebas realizadas no revelen una atrofia de los pequeños cuerpos mamilares.
Se solicitaron informes a la marina, indicaron que había permanecido en el cuerpo
hasta 1965 y que en ese entonces era plenamente competente.
El informe de Bellevue Hospital (1975), fue breve y desagradable, decía que el
paciente se encontraba totalmente desorientado… con un síndrome cerebral orgánico
avanzado debido al alcohol, también se le había diagnosticado cirrosis.
De Bellevue lo enviaron a un hospital particular donde no fue atendido
adecuadamente ya que se encontraba sucio y muerto de hambre, y entonces en 1975
fue transmitido a la casa de ancianos, donde se encuentra actualmente.
Se localizó al hermano de Jimmie, al que siempre mencionaba que estaba en la escuela
de contabilidad y comprometido con una chica de Oregón. Él se había casado con la
chica de Oregón, se había convertido en padre y abuelo y llevaba treinta años
trabajando como contable. No se habían visto desde 1943, habían seguido caminos
distintos.
En opinión del hermano de Jimmie, la marina le proporcionaba un marco, una vida, y
los problemas empezaron cuando la abandonó, en 1965. Jimmie dejó de trabajar, se
había desmoronado y empezó a beber en exceso y sufrió un trastorno de memoria
tipo Korsakov a mediados y a fines de los sesenta, aunque no tan grave que no pudiera
arreglárselas despreocupadamente. Pero el consumo de alcohol aumentó más en
1970. Según la información de que disponía su hermano, había perdido el control de
forma súbita y se había hundido en el delirio dominado por la confusión y la angustia.
Fue entonces cuando lo ingresaron en Bellueve. La agitación y el delirio desparecieron
al cabo de un mes, pero le quedaron profundas y extrañas lagunas (déficits) en la
memoria. Cuando su hermano lo visitó en ese entonces, hacía 20 años que no se veían,
y se horrorizó al ver que Jimmie no lo reconocía, lo veía viejo y decía que su hermano
era joven y estudiaba contabilidad.
Definición:
El síndrome de Korsakoff es una enfermedad mental causada por ausencia de tiamina
(vitamina B1), la causa más frecuente de esta deficiencia vitamínica es el alcoholismo
crónico que puede ser indicador de una mala alimentación y junto con la inflamación
de las paredes del estómago causando alteración en la absorción intestinal, dando por
resultado la deficiencia de tiamina en el cuerpo.
Entre los síntomas que se presentan con el síndrome de Korsakoff están:
 la afectación de la memoria, que suele darse impidiendo la creación de nuevas
huellas de memoria, con lo que se es incapaz de aprender algo nuevo, así como
no recordar a personas, lugares o hechos actuales (amnesia anterógrada),
 Puede tener problemas para recordar eventos del pasado (amnesia
retrógrada), por lo que puede vivir en una especie de limbo mental, sin
posibilidad de recordar,
 Confusión, siendo en algunos casos incapaz de saber en qué día y año vive,
acompañado por la incapacidad de almacenar nueva información en la
memoria.
Las lesiones cerebrales asociadas al síndrome de Korsakoff se encuentran daños en el
sistema límbico y diecenfálico, incluyendo las estructuras de cortex entorrinal,
cuerpos mamilares, hipocampo, lóbulo frontal, tracto mamilo-talámico y núcleo
anterior del tálamo.

Conclusión:
Así es como se concluye que el paciente, Jimmie G. padece el síndrome de Korsakoff
por exceso de consumo de alcohol, siendo lo que provocó la lesión diecenfálica, de
manera específica en los cuerpos mamilares y núcleos talámicos, siendo lo que
provocó la amnesia anterógrada y retrógrada detectada en la primer entrevista.
El síndrome de Korsakoff no se puede curar, el daño cerebral es irreversible.

Vous aimerez peut-être aussi