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Caso Práctico

El sistema económico venezolano presente puede puntualizarse como


capitalista, de iniciativa y propiedad privada, aunque con un grado significativo de
participación del Estado en la acción económica, en exclusivo a través del
absoluto control que se ejerce sobre la industria petrolera, que sigue siendo hoy, el
motor vital de la economía venezolana. Venezuela atraviesa una fuerte crisis
económica, que influye de forma directa en el día a día de los ciudadanos, el
sueldo mínimo no es suficiente para cubrir la canasta básica, apenas se pueden
conseguir para objetos elementales, de aseo personal y alimentación, productos
que se obtienen de dos formas, una más denigrante que la otra, cada día
debemos tomar la decisión de ir a formarnos como hormigas para obtener unos
pocos productos, o comprarle a revendedores informales a precios exorbitantes,
eso es solo la punta del iceberg, no presumo de saber mucho de economía, pero
eso deja mucho que desear en cuanto a la administración del principal ente
económico de Venezuela, “el Ministerio del poder popular para la Economía,
Finanzas y Banca Pública” un nombre eminente, para quienes asumen el poder de
controlar todo en cuanto temas pecuniarios, que por supuesto, no asumen la
totalidad de la culpa, con relación a los malos manejos que fueron generando este
caos económico, dado que se ha atribuido dicha responsabilidad a una llamada
por sus representantes “guerra económica”; en la historia, la palabra “guerra” solo
ha traído atrocidades a la humanidad, personas que mueren siendo inocentes,
niños con hambre, racismo, xenofobia, etc., pero cabe destacar que siempre se
han llevado a cabo con hechos concretos, para lo que nos compete, la frase
“guerra económica” no tiene ningún sentido, porque si así fuera la estarían
causando personas desde los ejes internos de dicho ministerio, que son los que
controlan todo el espectro económico a su antojo y beneficio, afectando así a las
instituciones económicas que no forma parte del Estado, o por lo menos nos están
bajo su régimen, poco a poco, se han ido empresas de éste país, se han
expropiado bancos, propiedades, industrias, que generaban empleos, y desarrollo,
en lo económico y social, para convertirlas en vestigios de lo que eran, dando
productos de mala calidad al pueblo, y en cantidades reducidas.

En la actualidad, en Venezuela funcionan con relativa libertad los mercados


de productos, servicios y factores. Existe movilidad interna e internacional del
capital. El régimen de salarios, bajo contratación colectiva o individual, predomina
en el empleo laboral, salvo la fijación por decreto oficial salario mínimo, urbano y
rural y bonos compensatorios ante el alza del costo de la vida.
El interés hacia a la economía de bienes y servicios sólo se ha utilizado
para centralizar el poder y tratan de ejercerlo de forma homogénea. Pero, debe
reconocerse que hay mucha ignorancia con respecto a cómo funciona un sistema
económico donde sólo se obtienen ganancias si se satisface a los consumidores
(las masas) y en el cual, si los emprendedores no sirven a “las masas”, sufren
pérdidas. El capital, el trabajo y los recursos de la naturaleza son factores de
producción complementarios, donde uno depende del otro para lograr bienes y
servicios que satisfacen necesidades humanas. La historia demuestra que es
imposible tratar de dirigir una economía a partir de una persona o un grupo de
personas, dado que la información de los factores productivos disponibles,
demandas y valoraciones de consumidores, entre otros, está dispersa entre miles
y millones de personas. Un sistema de precios distorsionado, como el que existe
en Venezuela, implica el despilfarro de recursos escasos y valiosos que pueden
ser utilizados de mejor forma para satisfacer demandas y necesidades humanas.
La mejor política social de cualquier gobierno es crear un ambiente de negocios
que promueva la inversión, la producción, y la generación de más y mejores
empleos productivos, redundando todo ello en más riquezas disponibles y una
mejor calidad de vida.

Venezuela requiere que se establezca una economía de mercado con


fuertes instituciones sociales y económicas, formando parte de una democracia
donde todos los sectores nacionales tengan abierta las puertas a participar sin
temor alguno en el desarrollo nacional. Nuestros vecinos en América Latina, en su
mayoría, han logrado establecer una economía con estas características, sin caer
en concepciones ideológicas extremistas. Se debe recordar el origen cercano de
las dificultades actuales. Las distorsiones de la economía venezolana se
agravaron desde el segundo semestre 2012, al acentuarse la inflación y la
depreciación de la tasa de cambio no oficial; en medio de una creciente restricción
en la entrega de divisas al sector privado que se prolongó hasta 2013. En ese año
el promedio del precio del petróleo para Venezuela fue 103, 42 $/barril. Aparte de
las razones políticas, de mantenerse en el poder sin cambios substanciales
contrarios a su ideología de izquierda radical, anti-mercado, es evidente que, tal
como han señalado diversos sectores nacionales, se ha percibido un persistente
interés de provecho personal en grupos que han mantenido el control en la
asignación de las divisas y otros mecanismos de intervención estatal, todos en
manos de una cúpula gubernamental.
De ésta manera, se deja muy claro que la situación económica en la que
estamos inmersos, afecta a todos, especialmente al venezolano de a pie, y por
supuesto a quienes manejas las instituciones económicas, que por no ser parte de
su “proceso” le son negadas las divisas necesarias para cumplir con la demanda,
y deber de hacer malabares con lo poco que consiguen para no dejarse ahogar
por la creciente inflación, y satisfacer las necesidades de cada consumidor, por
difícil que resulte la tarea. Es verdaderamente lamentable ver cómo han cambiado
las cosas a través de los años, y ser un observador silencioso, por no tener voz, o
tener una voz a medias, y como pasamos de ser uno de los países más ricos
gracias al petróleo, a vernos en la necesidad de pedir prestado a otros países,
para sostener un poco está débil economía.

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