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com/es/btg/curiosidades/5554/el-escandalo-sokal

El escándalo Sokal se llevó a cabo a finales de 1996, cuando el matemático Alan Sokal publicó un artículo en broma
en una revista de estudios culturales llamada Social Text, en el que analizaba temas de actualidad física y
matemática, además de comentar en tono irónico las costumbres culturales, filosóficas y políticas que deberían
tener los comentaristas científicos que cuestionan las afirmaciones de la ciencia a la objetividad. El problema fue que
los editores no se dieron cuenta de que este artículo era una farsa.

Cómo funcionó el escándalo Sokal

El engaño del escándalo fue revelado por el mismo Alan Sokal en una publicación en la revista Lingua Franca, donde
explicaba que el artículo decía únicamente tonterías, pero que había sido aceptado porque sonaba bien y halagaba
las preconcepciones ideológicas de los editores.

La sátira de Sokal estaba dirigida a un grupo de intelectuales posmodernos de las humanidades que buscan aderezar
sus estudios con términos científicos que, muchas veces, nada tienen que ver con la realidad de lo que explican.

“Transgredir las fronteras - Hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica” era el título del artículo,
y lo que había dentro no era mucho más fácil de entender que eso: cientos de argumentos surrealistas pero muy
bien explicados, que un editor con un poco de conciencia debería haber notado que eran falsos. Si bien muchos
artículos sobre ciencias –especialmente física y matemáticas– pueden resultar incomprensibles para el lector recién
iniciado, la idea es que se utilice un lenguaje técnico y profundo, pero que sea lo más claro posible dentro de la
materia: bajo ningún concepto se busca la oscuridad, sino la profundidad.

El escandalo Sokal 2

Parece increíble que los editores creyeran verdaderamente en el texto, si tenemos en cuenta de que se trata de un
físico hablando de filosofía postmoderna. Por si fuera poco, el texto muestra elementos tan absurdos como
considerar que la teoría de las catástrofes y la teoría del caos pueden conducir a la liberación social y económica.

Pero parecería ser cierto que es mucho más fácil engañar a alguien si hablamos de conclusiones culturales,
filosóficas o políticas basadas en la ciencia, que si las conclusiones son científicas en sí.

Más detalles sobre Sokal

El escandalo Sokal 3

BREWBOOKS/FLICKR

Alan Sokal era profesor de física en Nueva York hasta 1980, año en que se fue a vivir a Nicaragua ya que apoyaba al
gobierno sandinista. Al regresar a Estados Unidos, se dio cuenta de que la izquierda liberal había sido tomada por un
tipo de intelectuales que decían cualquier cosa –hasta la más simple– de forma oscura. Él consideraba que estas
personas no tenían mucho que ofrecer, y probablemente por esta razón decidió llevar a cabo el conocido como
escándalo Sokal.
El escándalo Sokal puede unirse a la lista de bromas científicas que se han llevado a cabo con el correr de los años,
como los fósiles del hombre de Piltdown de Charles Dawson, solo que esto tuvo un propósito público.

https://es.wikipedia.org/wiki/Esc%C3%A1ndalo_Sokal

Escándalo Sokal

El escándalo Sokal fue un famoso engaño logrado por el físico Alan Sokal para exponer al equipo editorial de la
importante revista académica de humanidades Social Text.

En 1996, Sokal, profesor de física en la Universidad de Nueva York, envió un artículo pseudocientífico para que se
publicase en la revista postmoderna de estudios culturales Social Text. Pretendía comprobar que una revista de
humanidades «publicará un artículo plagado de sinsentidos, siempre y cuando: a) Suene bien; y b) apoye los
prejuicios ideológicos de los editores (contra las ciencias empíricas)».

El artículo, titulado Transgressing the Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity1
(«La transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformativa de la gravedad cuántica»), se publicó en el
número de primavera/verano de 1996 de Social Text y sostenía la asombrosa tesis de que la gravedad cuántica era
un constructo social; es decir, que la gravedad existe solamente porque la sociedad se comporta como si existiera,
por lo tanto si no creyéramos en ella no nos afectaría.

El mismo día de su publicación, Sokal anunciaba en otra revista, Lingua Franca, que el artículo era un engaño.

El hecho causó un escándalo académico en la Universidad de Duke, entidad que publicaba Social Text. Sokal dijo que
su artículo era «un pastiche de jerga postmodernista, reseñas aduladoras, citas grandilocuentes fuera de contexto y
un rotundo sinsentido», que se «apoyaba en las citas más estúpidas que había podido encontrar sobre matemáticas
y física» hechas por universitarios genéricamente llamados 'postmodernos' de humanidades.

Cobertura de los medios

En los Estados Unidos, cuando se reveló el engaño, el filósofo francés Jacques Derrida fue inicialmente blanco de
desacreditaciones, particularmente por parte de periódicos en EE.UU. y Francia.2 La revista "US Weekly Magazine",
para ilustrar un informe sobre el asunto Sokal, utilizó una foto y una caricatura de Derrida. Para él, se trataba más
bien de atacar a un extranjero, remiténdose incluso al célebre coloquio de Baltimore, de 1966, en el que invitó en
EE.UU. a un grupo selecto de intectuales franceses: Poulet, Todorov, Hyppolite, Lacan, Morazé, Vernant, Girard, que
estaban renovando la lingüística, la crítica, el psicoanálisis, la historia, la antropología y la filosofía, desde diferentes
puntos de vista.3 Ese coloquio facilitó la entrada progresiva del pensamiento francés en EE.UU., con perspectivas
plurales y con figuras de gran prestigio.

Respuesta de la revista Social Text


Los editores de Social Text argumentaron que, en el contexto de la época, el artículo de Sokal "Transgressing the
Boundaries: Towards a Transformative Hermeneutics of Quantum Gravity" fue una traición fraudulenta de su
confianza.

Por otra parte, en el año 1996 la revista no hacía la acostumbrada revisión científica por pares académicos (una
práctica que caracteriza a las revistas científicas para verificar la validez de sus publicaciones), debido a que los
editores estimaban que una política editorial más abierta estimularía una investigación menos convencional de la
que es usual entre los científicos.4

Los editores de la revista han argumentado, además, que la revisión científica por árbitros académicos no
necesariamente sirve para detectar el fraude intelectual.

Sokal y Bricmont escriben Imposturas intelectuales

Sokal y Bricmont publicaron en 1997 Imposturas intelectuales.5 Sokal y Bricmont ampliaban sus tesis y pretendieron
demostrar que determinados intelectuales "posmodernos", como Lacan, Kristeva, Baudrillard y Deleuze utilizaron
abusivamente conceptos provenientes de las ciencias físico-matemáticas, usados fuera de contexto y sin dar la
menor justificación conceptual o empírica, u ofuscando a sus lectores con palabras "sabias" sin preocuparse por su
pertinencia o sentido, y negando —a su juicio—, la importancia de la verdad. Además, el ensayo incluye una dura
crítica a un relativismo epistémico que considera a la ciencia como "un relato más".

Respuesta por parte de intelectuales de las Humanidades

Precisiones de Derrida

Ya Jacques Derrida, que escribió en contra de esta presunta manipulación académica en Le Monde, 20-11-1997,6
trató de poner en evidencia su falta de seriedad al subrayar que Sokal y Bricmont solo elegían a franceses (y a ciertos
franceses, especialmente señalados), y que ellos no estudiaban escrupulosamente sus llamadas "metáforas"
científicas ni su papel, ni tampoco su estatuto y sus efectos en los discursos que reprobaban. Por ejemplo, aunque
Derrida no emplease esa terminología, sí hizo una vez, singularmente, una cuidadosa referencia del teorema de
Gödel, pero nada decían de ello.

Añadía Derrida que toda esa operación mediática de Sokal y Bricmont (de la que habrían sacado rédito inmediato),
era una lectura superficial, propia de cierto mundo universitario. Se dio la circunstancia de que, en el Times Literary
Supplement, ellos declararon que habían excluido de su crítica a pensadores célebres, como Althusser, Barthes y
Foucault, pero al darlo a traducir a Libération (19-10-1997) modificaron la secuencia e incluyeron además a Derrida
como autor serio, supuestamente porque les convenía hacerlo en Francia y para hacer creer, así, que su ataque a
este era inexistente. Para Derrida, ellos ni habían leído las obras impugnadas, ni conocían las ciencias humanas, ni
discernían un comentario retórico del razonamiento principal de un analista cultural.7

Baudouin Jurdant responde: Imposturas científicas (2003)

En 2003 bajo la coordinación del doctor en filosofía de la ciencia Baudouin Jurdant,8se realizó una contracrítica a
Imposturas Intelectuales, en el libro Imposturas científicas: los malentendidos del caso Sokal.9 Aquí, un grupo de
diversos científicos —físicos, matemáticos, filósofos o sociólogos—, especialistas en esos pensadores e intelectuales
franceses —que sufrieron críticas en el libro de los físicos Sokal y Bricmont—, se propusieron la tarea de analizar sus
lecturas concretas. Y resaltaron, en cada una de sus lecturas sectoriales, la gran insuficiencia de conocimientos
acerca de lo que ellos criticaron, así como sus nula familiaridad con los recursos literarios y argumentativos usados
por la filosofía francesa, lo cual les conducía a malentendidos: la 'verdad' se persigue de muchas maneras, decían, y
desde luego no tiene que ver con el proceso demostrativo de las ciencias formales.

Siguiendo con el rastreo, observaron cómo todo habría empezado por intereses de Sokal, que pretendía
desprestigiar a los filósofos postestructuralistas y los científicos relacionados a este campo, por pertenecer al campo
político contrario, como Sokal en algunas intervenciones habría dicho10 —punto, sin embargo, desmentido por
Sokal en Imposturas Intelectuales—. Y deducían que el éxito del libro se debió a sus fines, pues recibió apoyo de
medios de comunicación, centros universitarios y librerías asociados con los discursos dominantes. Los intelectuales
que escribieron Imposturas científicas querían combatir el dogmatismo que provocaba Imposturas intelectuales,
donde se quiere exponer que los filósofos franceses son unos "relativistas", "pseudocientíficos e "irracionalistas",
aún sin, supuestamente, haber leído seriamente ningún libro de los filósofos mencionados en esa obra polémica. Por
ejemplo, señalan que Lacan es un buen conocedor de matemáticas, y Latour un conocedor de las ciencias, entre
muchos otros ejemplos, lo que les conduce a conclusiones completamente contrarias a las de Sokal y Brimont. Estos
dos físicos —que hacían tanto énfasis en el rigor científico—, solamente habrían adaptado los textos de los
intelectuales franceses a los resultados que a su juicio querían conseguir.11

Escándalos paralelos en la ciencia

Esta situación se ha dado en otras ocasiones, pero en el terreno científico; ajenos por tanto al problema de las dos
culturas, en el que se confrontan dos lenguajes muy distintos.

En el 2002 ocurrió en la Física, en el escándalo Bogdanov. Dos hermanos que consiguieron publicar en prestigiosas
revistas científicas teorías absurdas y carentes de sentido. El físico alemán Max Niedermaier concluyó que se trataba
de pseudociencia, escrita con una densa jerga técnica, para evitar el sistema de revisión por pares de la física teórica.
Según el físico-matemático John Baez, su trabajo «es una mezcolanza de frases aparentemente plausibles que
contienen las palabras técnicas correctas en el orden aproximadamente correcto. Pero no hay lógica ni cohesión en
lo que escriben». Según el físico Peter Woit en la prestigiosa revista Nature: «El trabajo de los Bogdanoff resulta
significativamente más incoherente que cualquier otra cosa publicada. Pero el decreciente nivel de coherencia en
todo el campo les permitió pensar que habían hecho algo sensato y publicarlo».12

En 1986, extrañado por un artículo aparecido en Physical Review Letters que despertó escepticismo en muchos
científicos, Lawrence M. Krauss envió una queja del artículo que era casi una parodia de la misma revista, pero fue
detectado adecuadamente y obtuvo en respuesta seis informes de revisión científica, también en forma de
parodia.13

Otro escándalo similar ha sido el del físico Jan Hendrik Schön, quien en septiembre de 2002 engañó a publicaciones
científicas de primera línea, sometidas a revisión por pares, tan prestigiosas como Nature,14151617181920
Science21222324252627 o el Physical Review journal.2122232826

En 2013 en el conocido "Escándalo SCIgen", tres estudiantes del Instituto Tecnológico de Massachusetts diseñaron
un programa de ordenador denominado SCIgen29 que generaba imposturas pseudocientíficas, mediante frases
aleatorias que aparentaban tener sentido, al más puro estilo Sokal-Bricmont. El artículo era «un completo
batiburrillo de estupideces que pasó directamente el supuesto filtro del comité de selección».30 Uno de los artículos
generados completamente al azar por SCIgen consiguió que invitaran a los autores a dar una conferencia sobre su
investigación en el congreso internacional de Computación WMSCI.3132

En 2017, Peter Boghossian y James A. Lindsay publicaron un artículo científico absurdo titulado "El pene conceptual
como un constructo social" (en inglés, The conceptual penis as a social construct) en la publicación de acceso abierto
Cogent Social Sciences, donde argumentaban que el pene es mejor entendido no como un órgano biológico, sino
como un constructo social. El artículo llegaba a la "conclusión" de que el pene conceptual es el motor "detrás de
gran parte del cambio climático". El propósito declarado de los autores era exponer la parcialidad hacia ideologías
extremas en las ciencias sociales y los estudios de género (véase teoría de género)
http://www.physics.nyu.edu/faculty/sokal/derrida_espanol.html

Sokal y Bricmont no son serios

por Jacques Derrida

[Publicado en Le Monde del 20 de noviembre de 1997, pág. 17. También disponible en el francés original y en
portugués.]

Le Monde me pregunta qué comentario haría sobre el libro de Alan Sokal y Jean Bricmont, Imposturas intelectuales,
considerando que yo soy mucho menos atacado en él que otros pensadores franceses. Mi respuesta es: todos esto
es bien triste, �no le parece? Para el pobre Sokal, ante todo. Su nombre ha quedado asociado a una superchería
("The Sokal's hoax", "la broma de Sokal", como se dice en los Estados Unidos) y no a trabajos científicos. Triste
también porque la ocasión para una reflexión seria parece estropeada, al menos en un espacio ampliamente público,
que merece algo mejor.

Habría sido interesante estudiar escrupulosamente las llamadas metáforas científicas, su papel, su estatuto, sus
efectos en los discursos incriminados. �No sólo en el caso de "los franceses"! �Y no sólo en el caso de esos
franceses! Eso habría requerido que se leyera en serio, en su organización y en su estrategia teóricas, tantos
discursos difíciles. Mas esto no ha sido hecho.

En cuanto a mi modesto "caso", es más gracioso aún, por no decir extravagante. Al principio de la impostura, en los
Estados Unidos, luego del envío de la broma de Sokal a Social Text, era yo uno de los blancos favoritos, en particular
en los periódicos (yo tendría aquí mucho que decir sobre esto). Porque era necesario hacer cualquier cosa, a
cualquier precio, para desacreditar el "crédito", juzgado exorbitante e inoportuno, de un profesor extranjero allí. Así
pues, toda la operación descansó entonces en algunas palabras de una respuesta improvisada por mí en un coloquio,
hace más de treinta años (en 1966), y en el curso de la cual yo retomaba los términos de una pregunta de Jean
Hyppolite. �Nada más, absolutamente nada! Por demás, mi respuesta no era fácilmente atacable.

No pocos científicos se lo han recordado al autor de la farsa en publicaciones accesibles en los Estados Unidos, como
Sokal y Bricmont parecen reconocerlo hoy -- con qué contorsiones -- en su libro compuesto para el público francés.
Aún cuando este breve comentario hubiera sido discutible -- lo que yo habría aceptado considerar fácilmente -- de
nuevo habría sido necesario demostrarlo y discutir sus consecuencias en mi discurso. Mas esto no ha sido hecho.

Yo he sido siempre prudente y mesurado en el uso de la referencia científica, y en más de una ocasión he tratado
este problema. Explícitamente. De hecho, los numerosos lugares donde hablo, y de manera precisa, de "lo
indecidible", por ejemplo, o incluso del teorema de Gödel, no han sido localizados ni visitados por los censores. Todo
nos permite pensar que ellos no leyeron lo que habría sido necesario leer para considerar en su justa medida estas
dificultades. Ellos probablemente no han podido hacerlo. No lo hicieron, en cualquier caso.

Una de las falsificaciones que más me ha chocado consiste en decir hoy que ellos no han tenido nunca nada contra
mí (Libératión del 19 de octubre: "Fleury y Limet nos reprochan un ataque injusto contra Derrida. Pero semejante
ataque es inexistente.") Ellos me colocan, en lo adelante, apresuradamente en una lista de autores indultados
("Algunos pensadores famosos como Althusser, Barthes, Derrida y Foucault están esencialmente ausentes de
nuestro libro"). Ahora bien, este artículo de Libération era la traducción de un artículo del Times Literary Supplement
en el que sólo mi nombre había sido oportunamente excluido de la misma lista. Incluso es la única diferencia entre
las dos versiones. �De esta forma, Sokal y Bricmont agregaron mi nombre, en Francia, en el último momento, a la
lista de los filósofos honorables, para responder a ciertas objeciones embarazosas: contexto y táctica obligan! �Una
vez más el oportunismo! Esta gente no es seria.

En cuanto al "relativismo" que, dicen, les preocuparía, pues bien, en esos casos donde esta palabra tiene un sentido
filosófico riguroso, no hay rastro de ella en mi obra. Ni de una crítica de la Razón y de las Luces. Más bien al
contrario. Lo que yo tomo más en serio, en compensación, es el contexto más amplio -- americano y político --, que
yo no puedo abordar aquí, en estos límites; y son estos a su vez los problemas teóricos que han sido tan mal
tratados.

Estos debates tienen una historia compleja: �bibliotecas de trabajos epistemológicos! En vez de oponer los
"doctos" ["savants"] a los otros, ellos dividen el campo científico mismo. Y el del pensamiento filosófico.
Divirtiéndome con ello, quizás, me tomo en serio también los síntomas de una campaña, de una caza incluso, en la
que a unos jinetes poco diestros se les haría difícil quizás identificar la presa. Y ante todo el terreno.

�Cuál es el interés de aquéllos que lanzaron esta operación, en un cierto ámbito académico y, muy próximo de éste,
en el mundo editorial o en la prensa? �De esta manera, un semanario ha publicado dos imágenes mías (una
fotografía y una caricatura) para ilustrar todo un "dossier" donde mi nombre no figuraba siquiera una vez! �Es esto
serio? �Es esto honrado? �Quién tenía interés en precipitarse en una farsa en vez de participar en el trabajo serio
que aquella tristemente ha suplantado? Emprendido desde hace tiempo, este trabajo se continuará en otra parte y
de otro modo, así lo espero, de una manera digna: a la altura de lo que está en juego.

https://es.wikipedia.org/wiki/Imposturas_intelectuales

Imposturas intelectuales

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Imposturas intelectuales

de Alan Sokal y Jean Bricmont

El libro Imposturas intelectuales fue publicado en Francia en 1997, y al año siguiente en EE. UU. con el título de
Fashionable Nonsense: Postmodern Intellectuals' Abuse of Science (que se traduce como Sinsentidos de moda: El
abuso de la ciencia por parte de los intelectuales posmodernos); y publicado en el Reino Unido como Intellectual
Impostures (ISBN 1-86197-631-3), fue escrito por Alan Sokal (Doctor en física estadounidense) y Jean Bricmont (físico
teórico belga y profesor en física). El libro pone en evidencia al relativismo posmoderno luego de ridiculizar a una de
las revistas de más presunto prestigio en el tema.

Tesis del libro

El libro examina y desarrolla principalmente dos puntos:

El incompetente y pretencioso uso de conceptos científicos por un pequeño pero influyente grupo de filósofos e
intelectuales de ramas no científicas o disciplinas que no lo son en sentido formal (como psicoanalistas);
El problema del Relativismo Cognitivo, es decir, la idea de que la "ciencia moderna es comparable a (nada más que)
un mito moderno, una "narración" o "Construcción social" entre otros apelativos".1

El libro contiene diversas citas analizadas minuciosamente dejando en evidencia los trabajos de un gran abanico de
filósofos:

Jacques Lacan

Julia Kristeva

Paul Virilio

Gilles Deleuze

Félix Guattari

Luce Irigaray

Bruno Latour

Jean Baudrillard

Escándalo Sokal

Artículo principal: Escándalo Sokal

Sokal dio más validez a su crítica aportando una prueba y de una manera relativamente original. Redactó una
«parodia de texto posmoderno» titulada "Transgresión de las fronteras: hacia una hermenéutica transformadora de
la gravedad cuántica" (originalmente "Transgressing the boundaries: toward a transformative hermeneutics of
quantum gravity"); se trataba de un texto lleno de absurdos, sin sentidos, carente de lógica, pero reforzada con
lenguaje pretencioso, rebuscado y complicados más algunas citas de célebres intelectuales.

La parodia de texto fue enviada a la prestigiosa revista estadounidense Social Text, que posteriormente la aceptó y la
publicó en 1996 en uno de sus números especiales.

Poco después Sokal reveló la broma, ejemplificando vivamente cómo el abuso de la terminología científica y las
extrapolaciones de las ciencias exactas a las humanas que hacen los autores de las ciencias humanas muchas veces
son incoherentes, puede no decir nada y engañar a quienes carecen de formación científica.

Reacciones: apoyo a Sokal y Bricmont y su obra

Richard Dawkins.

De acuerdo con la editora del New York Review of Books, Barbara Epstein (quien afirmó haber disfrutado el libro), la
obra dividió amargamente las opiniones de especialistas en las ramas humanas: Mientras algunos la festejaron otros
se ofendieron.2 En algunos grupos de lectura la relación fue igualmente polarizada en partes iguales, entre
defensores apasionados y detractores de Sokal.2

1. Thomas Nagel (filósofo estadounidense) apoyó la obra de Sokal & Bricmont, describiéndola como un libro
altamente consistente y "Rico en citas de habladurías pseudocientíficas por parte de intelectuales franceses de
nombre-marca, todo ello con pacientísimas explicaciones de por qué son habladurías"3 y agregó que: "Parece haber
algo en la escena Parisina que le hace particularmente receptiva, susceptible o tendenciosa a la verbosidad o
palabrería desenfrenada".4

2. Varios científicos han expresado asimismo su apoyo a la tesis del libro, tal es el caso de Richard Dawkins
(reconocido biólogo evolucionista británico), que ha expresado sentir similar. Dawkins, en una revisión del libro, dijo
a propósito de la discusión sobre Lacan: «No necesitamos la pericia matemática de Sokal y Bricmont para estar
seguros de que el autor de este material (Lacan) es un fraude. Quizás sea sincero cuando habla de temas no
científicos, pero un filósofo (Lacan) que equipara el órgano eréctil con la raíz cuadrada de menos uno, al menos en lo
que a mí respecta, acaba con su credibilidad, incluso cuando trata de cosas en las que yo mismo no tengo ni idea.»5

Críticas a la obra

Jacques Derrida.

1. Por una parte, Jacques Derrida, escribió en contra de la manipulación del artículo de Sokal en Le Monde, 20-11-
1997,6 y puso en evidencia su falta de seriedad al ver que sólo elegían a ciertos franceses, especialmente señalados,
pues no estudiaban escrupulosamente sus llamadas "metáforas" científicas ni su papel, tampoco su estatuto y sus
efectos en los discursos que reprobaban. Añadía Derrida que toda esa operación mediática (de la que sacaron rédito
inmediato), era una lectura superficial, en la que se percibía bien que ni habían leído las obras impugnadas, ni
conocían las humanidades, ni discernían un comentario retórico del razonamiento de un analista cultural.7

2. Por otro lado, destaca expresamente Baudouin Jurdant,8 doctor en filosofía de la ciencia, por su minuciosa crítica
de Imposturas intelectuales; pues coordinó el libro Imposturas científicas: los malentendidos del caso Sokal 2003,.9
Eligió éste a un grupo de científicos —físicos, matemáticos, filósofos o sociólogos—, especialistas en los pensadores
franceses atacados por Sokal y Bricmont, y analizaron las lecturas concretas de Sokal, subrayando la manifiesta
insuficiencia de conocimientos acerca de lo que criticaban, así como su ignorancia en los recursos literarios y
argumentativos de la filosofía francesa: la 'verdad' se busca de muchas maneras, decían, y no tiene que ver con las
demostraciones de las ciencias formales.

Observaron además, en Imposturas científicas, cómo todo empezó por intereses de Sokal, que quería desprestigiar a
los postestructuralistas y a los científicos relacionados a este campo, por pertenecer al campo político contrario10 —
punto, sin embargo, desmentido en Imposturas Intelectuales—. Y señalaban que el éxito del libro se debió al apoyo
de medios de comunicación o centros universitarios asociados con los discursos dominantes. En Imposturas
intelectuales, se querría exponer que los filósofos franceses son unos "relativistas", "pseudocientíficos e
"irracionalistas", sin haber leído seriamente ningún libro de los filósofos mencionados. Por ejemplo, señalan que
Lacan es un buen conocedor de matemáticas, y Latour un conocedor de las ciencias, entre muchos otros ejemplos, lo
que les conduce a conclusiones completamente contrarias a las de Sokal y Bricmont. Estos dos físicos se habrían
limitado a adaptar textos franceses a los fines deseados por ellos.11

3. Por su parte, Gabriel Stolzenberg, un matemático, argumenta que Sokal y Bricmont no poseen suficiente
comprensión de las posturas filosóficas que critican y que tal carencia de entendimiento convierte su crítica en
carente de significado.12

4. El psicoanalista Bruce Fink acusa a Sokal y Bricmont de requerir que la «escritura seria» no haga otra cosa que
«transmitir significados claros».13 Pero Fink argumenta que algunos de los conceptos que Sokal y Bricmont
consideran arbitrarios, tienen sus raíces en la historia de la lingüística, y que Jacques Lacan utilizaba explícitamente
conceptos matemáticos de manera metafórica, no declarando en ningún momento que sus conceptos estuviesen
fundados matemáticamente.13 En la opinión de Fink, Sokal y Bricmont no interpretan correctamente las palabras y
el lenguaje críptico de Lacan. Sokal y Bricmont responden que no siempre entienden las obras de estos autores,
puntualizando que «los lectores especializados encontrarán, la mayoría de las veces, que sus afirmaciones no tienen
el menor sentido o que, aún siendo a veces aceptables, son fútiles y confusas» y que cuando se emplean conceptos
científicos y matemáticos fuera de su campo, es preciso argumentar su pertinencia, a menos que se trate de,
vilmente, impresionar al lector.14

5. Para Arkady Plotnitsky (matemático y profesor de la Universidad de Purdue de teoría literaria), los problemas
centrales del libro de Sokal y Bricmont son cuatro:

Su carencia de familiaridad con todos los asuntos que tratan.

Ignoran los contextos históricos del uso de las matemáticas y de la ciencia.

Demuestran una carencia de aptitud para la filosofía.

No muestran que comprendan la historia o la filosofía de las matemáticas ni la ciencia y, lo que es más importante,
de hecho cometen errores matemáticos y científicos ellos mismos.

https://es.wikipedia.org/wiki/Alan_Sokal

Alan Sokal

Alan David Sokal (24 de enero de 1955, Boston, Estados Unidos) es un científico estadounidense, profesor de física
en la Universidad de Nueva York y de matemáticas en University College London.

Datos biográficos y académicos

Obtuvo un doctorado en Física por la Universidad de Princeton en 1981. Enseñó matemáticas en la Universidad
Nacional Autónoma de Nicaragua durante el gobierno sandinista, siendo expulsado de dicha universidad durante el
gobierno de Violeta Chamorro. Las áreas de investigación de Sokal en física incluyen la física computacional, la
mecánica estadística, la teoría cuántica de campos y la física matemática. Ha publicado más de un centenar de
artículos científicos y es coautor del libro Random walks, critical phenomena and triviality in quantum field theory,
con Roberto Fernández y Jürg Fröhlich (Springer, 1992 - ISBN 0-387-54358-9).

Se define a sí mismo como una persona con ideas políticas de izquierda. Adquirió gran notoriedad internacional por
lo que se denominó el asunto Sokal en 1996 cuando, para comprobar si la publicación postmoderna Social Text
publicaría cualquier contribución que «adulara las preconcepciones ideológicas de los redactores», Sokal sometió
para la publicación un artículo absurdo titulado «Transgressing the boundaries: Toward a transformative
hermeneutics of quantum gravity» («Transgredir los límites: Hacia una hermenéutica transformadora de la gravedad
cuántica»). El texto fue publicado y Sokal entonces reveló el engaño en otra publicación (Lingua Franca), citando,
entre otros, a Noam Chomsky para plantear que las ciencias sociales no siempre basan sus trabajos en la razón. Sokal
sostuvo que la motivación de su broma fue «defender a los científicos y académicos de izquierda de un segmento de
sí misma muy de moda».

Imposturas intelectuales (1997)


Artículo principal: Escándalo Sokal

Sokal y Jean Bricmont publicaron en 1997 Impostures Intellectuelles. Originalmente en francés (Éditions Odile Jacob,
París), ha sido traducido al español como Imposturas Intelectuales (Ed. Paidós - ISBN 84-493-0531-4, con traducción
de Joan Carles Guix), al inglés como Intellectual Impostures en el Reino Unido y como Fashionable Nonsense en los
Estados Unidos, al alemán, al catalán, al coreano, al holandés, al húngaro, al italiano, al japonés, al polaco, al
portugués y al turco.

Sokal y Bricmont sostienen que determinados intelectuales "posmodernos", como Lacan, Kristeva, Baudrillard y
Deleuze usan repetida y abusivamente conceptos provenientes de las ciencias físico-matemáticas totalmente fuera
de contexto sin dar la menor justificación conceptual o empírica, o apabullando a sus lectores con palabras "sabias"
sin preocuparse por su pertinencia o sentido, y negando la importancia de la verdad. Además, el ensayo incluye una
dura crítica al relativismo epistémico, corriente académica posmoderna que considera que la verdad o falsedad de
una afirmación depende de un individuo o de un grupo social y que considera a la ciencia "un relato más".

El libro tuvo valoraciones muy diversas: algunos alabaron lo certero de la crítica, pero otros lo acusaron de ignorar
las áreas que criticaba y sacar frases de contexto. Jacques Derrida, escribió una crítica en Le Monde, 20-11-1997,1
centrada en que los autores sólo elegían a franceses (y a ciertos franceses), que no estudiaban escrupulosamente
esas llamadas "metáforas" científicas, ni su papel ni tampoco su estatuto y sus efectos en los discursos que
reprobaban, y que todo el texto era una lectura superficial, propia de cierto mundo universitario. Se dio la
circunstancia de que en el Times Literary Supplement ellos declararon que habían excluido de su crítica a pensadores
célebres, como Althusser, Roland Barthes y Foucault, pero —al darlo a traducir a Libération (19-10-1997)—,
modificaron la secuencia e incluyeron además entre los "honorables" a Derrida, porque les convenía para su imagen
en Francia: según Derrida, Sokal y Bricmont no habían leído las obras impugnadas, ni conocían las ciencias humanas
ni discernían un comentario retórico del razonamiento principal de un analista cultural.2 Otra serie de textos críticos
de la obra de Sokal, bajo la coordinación de Baouduin Jurdant, fue publicada en 2003 bajo el título Imposturas
científicas: Los malentendidos del caso Sokal.3

Más allá de las Imposturas Intelectuales (2008)

En 2007 Sokal publica en solitario el libro Beyond the Hoax: Science, Philosophy and Culture (publicado en español
por Paidós bajo el título Más allá de las Imposturas Intelectuales. Ciencia, filosofía y cultura). El libro consta de tres
partes: incluye de antemano el polémico artículo (artefacto) de la revista Social Text: "Transgredir los límites: Hacia
una hermenéutica transformadora de la gravedad cuántica", con nuevas referencias explicativas y varios artículos en
relación a ese texto. En la segunda parte trata los presupuestos de ciencia y filosofía en sus aspectos ontológicos y
epistémicos. Finalmente analiza diversas pseudociencias y que pretenden equipararse, con motivos y por motivos
muy distintos, a la validez y "verdad" de la ciencia.

http://www.physics.nyu.edu/faculty/sokal/reply.html

Sokal's Reply to Social Text Editorial


I confess to amusement that one Social Text editor still doesn't believe my piece was a parody.
Oh, well.
As for Social Text's editorial process, readers can judge for themselves the plausibility of the
editors' post facto explanations, which if true may be more damning than the incident itself.
Some of their chronology is at variance with the documentary record (e-mail and regular mail
between Ross and myself, which I've saved), but let me not beat a dead horse.

More interesting than the scandal provoked by the article's acceptance is, I think, the scandal
that ought to be provoked by its content. My essay, aside from being (if I may quote Katha
Pollitt's flattery) "a hilarious compilation of pomo gibberish," is also an annotated bibliography
of charlatanism and nonsense by dozens of prominent French and American intellectuals. This
goes well beyond the narrow category of "postmodernism," and includes some of the most
fashionable thinkers in "science studies," literary criticism, and cultural studies.

In short, there is a lot of sloppy thinking going around about "social construction," often abetted
by a vocabulary that intentionally elides the distinction between facts and our knowledge of
them. I'm no expert in epistemology, but some of this work is so illogical that it doesn't take an
expert to deconstruct it. I've analyzed one representative example in an Afterword submitted for
publication in Social Text; I hope the editors will print it, perhaps along with replies. I'd suggest
they also invite contributions from philosophers far sharper than myself, such as Susan Haack
and Janet Radcliffe Richards.

Robbins and Ross say that I "declined to enter into a publishable dialogue" with them. Quite the
contrary: we're having that dialogue right now. What I declined was an oral dialogue, which in
my opinion usually yields a low ratio of content to words.

Robbins and Ross guess wrong when they say I feel "threatened" by science-studies scholars.
My goal isn't to defend science from the barbarian hordes of lit crit (we'll survive just fine, thank
you), but to defend the Left from a trendy segment of itself. Like innumerable others from
diverse backgrounds and disciplines, I call for the Left to reclaim its Enlightenment roots. We're
worried above all for the social sciences and the humanities, not the natural sciences.

In their last two paragraphs, Robbins and Ross bring up a plethora of real issues, but it would
take quite a bit of space to disentangle the substance from the rhetoric. They conflate science as
an intellectual system with the social and economic role of science and technology. They
conflate epistemic and ethical issues.

These confusions lead Robbins and Ross into a serious error: setting up an opposition between
science and progressive politics. They describe science as a "civil religion" that supports
existing social and political structures. It is of course true that scientific research is skewed by
the influence of those with power and money. But a scientific worldview, based on a
commitment to logic and standards of evidence and to the incessant confrontation of theories
with reality, is an essential component of any progressive politics.

Despite these differences, there is a potentially vast common ground between Robbins-Ross and
myself. When scientific research is increasingly funded by private corporations that have a
financial interest in particular outcomes of that research -- is the drug effective or not? --
scientific objectivity is undermined. (But to make this argument, one must first have a
conception of objectivity: not as a state that human beings can ever attain, but as an ideal
standard of comparison.) When universities are more interested in patent royalties than in the
open sharing of scientific information, the public suffers. There are hundreds of important
political and economic issues surrounding science and technology. Sociology of science, at its
best, has done much to clarify these issues. But sloppy sociology, like sloppy science, is useless
or even counterproductive.

https://naukas.com/2014/01/10/impostores-y-posmodernos-el-caso-sokal/

Impostores y posmodernos: el caso Sokal

Arturo Quirantes10ENE14

En décadas recientes se ha desarrollado una nueva visión de la Ciencia que la aleja del pedestal en que se
encontraba desde tiempos de la Ilustración. Esa herramienta maravillosa que la mente humana creó para
comprender el Cosmos se ha convertido en algo desconocido y extraño. Ahora resulta que todo tiene tan sólo un
valor relativo; que la “verdad objetiva” no existe; que la Ciencia es tan sólo una narrativa más; que la tarea de la
gente de bata blanca consiste ahora en inventar mitos culturales en lugar de hacer descubrimientos; y que todas las
culturas tienen su parte de certeza, y son por tanto igualmente válidas y respetables. La Verdad se convierte en una
convención escogida por consenso.

Animados y arropados por un nuevo paradigma, un conjunto de filósofos y humanistas utilizan la Ciencia como una
herramienta extraña. No se trata tan sólo de modificarla o modelarla, sino de usar sus principios en otras ramas de
nuestra sociedad. Las paradojas de la Mecánica Cuántica se utilizan en sociología, y la teoría de la Relatividad del tito
Albert viene como anillo al dedo para “demostrar” que todo es relativo.

Pueden imaginarse la reacción de los científicos. Los más conservadores se cierran en banda ante esta nueva
percepción de las cosas; pero incluso la gente abierta de mente mira estos nuevos paradigmas con recelo, ya que
atacan a la Ciencia sin aportar nada a cambio. Como consecuencia, la filosofía y los estudios sociales son vistos por la
comunidad científica como una actividad, en el mejor de los casos, dañina y molesta, incapaz de ayudar a los
investigadores en su labor.

Alan Sokal

Alan Sokal | Universidad N.York

Algunos decidieron contraatacar, y es aquí donde entra en liza nuestro participante. Permítanme presentarles a Alan
D. Sokal, físico de la Universidad de Nueva York, izquierdista confeso y bromista sin igual. Este último título le viene
de la mano de un artículo que escribió en una revista de ciencias sociales. Su acto dio lugar a lo que hoy se conoce
como “escándalo Sokal“, que lejos de quedarse en unas risas inocentes provocó una fisura en la forma de entender
la nueva Ciencia. Por desgracia, muchos se limitaron a quedarse con las risas y no supieron ahondar en lo que Sokal
realmente estaba intentando comunicar a todos, científicos y humanistas (sí, y también a los científicos humanistas).

La historia que subyace a su bromita es muy interesante. Pasen y disfruten del espectáculo.
PRIMER ACTO: EL ARTÍCULO

Alan Sokal es uno de esos científicos que cree en un mundo donde existe una verdad objetiva, no de uno en el que la
verdad depende de la subjetividad de las sociedades humanas. Harto de tanto estudioso radical pontificando quee
los hechos son invenciones sociales, y de tanto departamento de humanidades que se apropia de conceptos
científicos para “demostrar” sus particulares visiones de la sociedad, Sokal se propuso una menta: desenmascararlos.
Para ello, nada mejor que la parodia.

El propósito del autor fue averiguar si una revista puntera en estudios culturales sería capaz de publicar un artículo
con el único mérito de que sonase ideológicamente bien ante los editores, aunque técnicamente no tuviese pies ni
cabeza. El blanco escogido: la revista Social Text, un órgano habitual de expresión en el ámbito de los estudios
culturales y sociales norteamericanos. En 1996 esta revista estaba preparando una réplica a un libro que criticaba las
tesis del relativismo científico. Los editores de Social Text realizaron una recopilación de artículos, entre los cuales
escogieron uno titulado “Transgredir las fronteras: hacia una interpretación hermenéutica de la gravedad cuántica.”
El autor era Alan Sokal.

El artículo utilizaba la terminología habitual de los escritos de estudios sociales: vocabulario humanista, citas,
referencias a eruditos del ramo, párrafos de eminentes científicos copypasteados, montones de referencias a pie de
página. En apariencia, se trataba de un ataque contra la ciencia de siempre, dogmática y rígida:

Muchos científicos, sobre todo físicos, siguen rechazando la idea de que las disciplinan que practican la crítica social
o cultural puedan aportar algo, como no sea de forma marginal, a sus investigaciones… Sin embargo… se ha
evidenciado cada vez más que la ‘realidad’ física, al igual que la ‘realidad’ social, es en el fondo una construcción
lingüística y social; que el ‘conocimiento’ científico, lejos de ser objetivo, refleja y codifica las ideologías dominantes
y las relaciones de poder de la cultura que lo ha engendrado…

Ante este estado de cosas, el planteamiento de Sokal fue sencillo y contundente: presentó un repaso a las
cuestiones filosóficas e ideológicas planteadas por la mecánica cuántica y la relatividad general, esbozó algunas
cuestiones de la naciente teoría de la gravedad cuántica, y finalmente discutió las consecuencias culturales y
políticas de estas innovaciones.

Dicho y hecho. Gracias a una serie de citas sacadas de autores científicos clásicos (Bohr, Einstein, Heisenberg), Sokal
incidió en algunos de los aspectos más polémicos de la Física Moderna. A continuación, tomó prestada citas
adicionales de autores contemporáneos sobre estudios sociales (Derrida, Lacan, Irigaray) para dar una pátina de
relativismo y posmodernismo a su artículo.

Cualquier físico o matemático competente puede ver claramente lo absurdo del planteamiento del artículo. Por
ejemplo, Sokal utilizó una cita de Derrida para afirmar que “el número π de Euclides y la G de Newton, que
antiguamente se pensaba que eran constante y universales, se perciben ahora en su ineluctable historicidad” O
dicho de otro modo: ¡el número pi ya no es constante!

En esta visión sokaliana, conceptos como la Relatividad de Einstein, la teoría de cuerdas o la del caos se usan
alegremente y sin base alguna. Los problemas de frontera y el carácter discontinuo de las transiciones de cambio de
fase se convierten en punto de partida para un alegato feminista. La matemática cartesiana es “deconstruida” para
trascender las diferencias entre objeto y sujeto, entre humanidad y naturaleza. El atomismo y el reduccionismo
dejan paso a una “nueva ciencia” en la que se contextualizan interacciones y flujos. La ciencia posmoderna
proporciona “un poderoso apoyo al proyecto político progresivo, entendido en su sentido más amplio: la
transgresión de fronteras, la ruptura de barreras, la democratización radical de todos los aspectos en la vida social,
económica, política y cultural.” Cuando el artículo acaba con un llamamiento a que “la enseñanza en ciencia y
matemáticas debe ser purgada de sus características autoritarias y elitistas, y el contenido de esos temas debe ser
enriquecido mediante la incorporación de apreciaciones derivadas de las críticas feministas, homosexuales,
multiculturalistas y ecológicas,” casi podemos imaginarnos a Sokal fijando la bayoneta de su AK-47 mientras las
banderas de la revolución cultural ondean sobre la multitud enfervorecida.

Una vez el artículo fue publicado, Sokal mostró sus cartas, y en un segundo artículo a Social Text reconoció la
impostura y explicó los motivos que le impulsaron a ello. Molestos por la forma en que fueron engañados, los
editores se negaron a publicarla; el motivo oficial fue que “no cumplía sus estándares intelectuales.” Finalmente, se
publicó en la revista Lingua Franca.

Podríamos pensar que exigir conocimientos de física a los editores de una revista de estudios sociales sería mucho
pedir, y el caso es que, incluso sin sacar a colación la vieja polémica sobre las dos culturas, hubiera sido adecuado
pedir la opinión de un experto. La revista no hizo tal cosa. Se tragó un cebo demasiado apetitoso para dejarlo pasar,
y ya de paso se zampó anzuelo y sedal.

El eco de la broma llegó hasta publicaciones como el New York Times y levantó ampollas por todos lados (no hay
más que ver los debates en la web del autor). El tema levantó las heridas ocultas entre la comunidad científica, harta
en buena medida de lo que suena tan sólo a palabrería hueca, y para quienes la broma de un físico contra los
humanistas les parecía, como mínimo, un alivio tras tanto ataque a su labor; vean, por ejemplo, cómo el premio
Nobel de Física Steven Weinberg reparte estopa a dos manos. Por su parte, los estudiosos sociales no vieron con
buenos ojos esta burla a costa de algunos de sus referentes intelectuales más respetados.

SEGUNDO ACTO: LA REINCIDENCIA

Si eso hubiese sido todo, la broma de Sokal no habría llegado muy lejos. Ya ha habido otros casos de impostura
científica similar en el pasado. Pero este caso era diferente. Sokal tenía miras más ambiciosas. En diversas ocasiones
intentó explicar que su preocupación era la creciente moda de utilizar conceptos científicos que han adoptado
algunos intelectuales para “demostrar” teorías sociales. Quería denunciar la forma en que muchos filósofos y
estudiosos culturales utilizaban e interpretaban citas científicas sin criterio alguno y como les daba la santa gana.

El resultado fue la publicación en 1997 del libro Imposturas Intelectuales. A lo largo de casi trescientas páginas, Sokal
y el físico belga Jean Bricmont ponen a caldo a algunos de los más ilustres pensadores del ramo, al tiempo que
aclaran sus propias ideas al respetable. Recomiendo el libro al lector, y estoy seguro de que lo considerará tiempo
bien invertido (lo publicó Paidós en 2008).

Me limitaré aquí a dar algunas pinceladas para que se hagan ustedes una idea de cómo se las gastan los autores,
quienes no dejaron títere con cabeza. Las vacas sagradas de la filosofía de la ciencia son despellejadas sin
contemplaciones, y sus citas son usadas en su propia contra.
Vean, por ejemplo, el ejemplo de Bruno Latour, filósofo y sociólogo de la ciencia. Latour publicó en 1976 un artículo
sobre la momia de Ramsés II. Los científicos franceses habían descubierto que el faraón murió de tuberculosis, y
Latour se preguntó si eso era un anacronismo. “Antes de Koch, el bacilo no tiene existencia real,” dijo. No contento
con ello, descartó que Koch hubiese descubierto un bacilo preexistente, con el argumento de que eso “tiene sólo la
apariencia de sentido común.”

Piensen un poco en ello. Si Latour están en lo cierto, resulta que las cosas no tiene existencia real hasta que se las
descubre. ¿Los cuásares, distantes miles de millones de años-luz de la Tierra, no existen hasta que alguien los
fotografió? ¿Las islas Cook no existieron hasta que Cook recaló en ellas? ¿Yo no existo hasta que Angelina Jolie cruce
sus ojos con los míos? Si a usted le suena extraño este “razonamiento,” bienvenido al club. Ah, y si espera que Latour
descubra sus cartas y nos aclare el dilema, puede usted esperar sentado, porque no lo hace.

Podría pensarse que los autores han tomado un artículo desafortunado de un joven Latour y lo han aprovechado
para reírse de él, pero no es así. En un capítulo entero, muestran la visión latouriana sobre la teoría de la Relatividad.
Latour afirma que la relatividad de Einstein postula la existencia de tres sistemas de referencia: uno en reposo, otro
en movimiento (ejemplo típico: el andén y el tren), y un tercero donde un enunciador “intenta superponer las
observaciones codificadas que le envían los otros dos.” A continuación, convierte al tercer observador en árbitro de
las observaciones de los otros dos, luego equipara la comparación de las observaciones con “una lucha por el control
de privilegios, para disciplinar cuerpos dóciles,” y acaba poco menos que llamando a la revolución social:

“Estos combates contra los privilegios en economía o en física son, literalmente, no metafóricamente, los mismos…
¿Quién se beneficiará del envío de todos esos observadores delegados a los andenes, a los trenes, a los rayos de luz,
al Sol, a las estrellas cercanas, a los ascensores acelerados, a los confines del Cosmos? … Si la relatividad es correcta,
sólo uno de ellos (concretamente, el enunciador, es decir, Einstein o algún otro físico) podrá acumular en un sitio
determinado (su laboratorio, su despacho) los documentos, los informes y las mediciones enviados por todos sus
delegados.”

Eso es lo que Latour afirma “literalmente, no metafóricamente.” Ante las críticas a su labor, Latour respondió: “las
opiniones de los científicos sobre los ‘science studies’ tienen muy poca importancia. En nuestras investigaciones
sobre la ciencia, los científicos son los informantes, no nuestros jueces.”

¿Estupefacto, mi querido lector? Pues le aseguro que la cosa mejora. Den la bienvenida a la filósofa feminista
francesa Luce Irigaray, quien defiende la teoría de que la mecánica de fluidos está menos desarrollada que la del
sólido porque la solidez se identifica con los hombres y la fluidez con las mujeres. Hayles, una de las intérpretes
norteamericanas de Irigaray, lo expresa así:

“Mientras que el hombre tiene unos órganos sexuales protuberantes y rígidos, la mujer los tiene abiertos y por ellos
se filtra la sangre menstrual y los fluidos vaginales… del mismo modo que las mujeres quedan borradas en las teorías
y el lenguaje masculinos y existen sólo como no hombres, los fluidos han sido también borrados de la ciencia y
existen como no sólidos… el problema del flujo turbulento no puede ser resuelto porque las concepciones acerca de
los fluidos (y de la mujer) han sido formuladas para dejar necesariamente residuos inarticulados”

El propio Einstein sale mal parado. Irigaray afirma que E=mc2 es una “ecuación sexuada.” ¿Argumentos? “Privilegia
la velocidad de la luz respecto de otras velocidades que son vitales para nosotros. Lo que me hace pensar en la
posibilidad de la naturaleza sexuada de la ecuación no es, directamente, su utilización en los armamentos nucleares,
sino por el hecho de haber privilegiado a lo que va más aprisa” Ignoro que pensaría Irigaray de Margaret Thatcher o
Indira Gandhi, en su momento dirigentes de potencias nucleares.

Irigaray está convencida de que la ciencia es “masculina” y, en consecuencia, aconseja a las mujeres “no suscribir ni
adherirse a la existencia de una ciencia neutra, universal, a la que deberían acceder penosamente, una ciencia con la
que se torturan a sí mismas y torturan a las demás mujeres, transformando la ciencia en un nuevo superego.” Todo
basado en principios de Física y lógica matemática carentes totalmente de base.

Jacques Lacan, psicoanalista francés, le sigue a la zaga en esta carrera de sinsentidos. Alguien capaz de declarar con
total seriedad que “la vida humana se podría definir como un cálculo en el que el cero sería irracional” ciertamente
promete. Para aclarar que no se trata más que de una metáfora, añade que “cuando digo ‘irracional’ no me refiero a
cualquier estado emocional insondable, sino precisamente a lo que se denomina un número imaginario” [Pausa para
oír a Clara Grima rechinar los dientes desde Sevilla].

A continuación, el doble salto mortal: se saca de la manga la siguiente ecuación:

S (significante) / s (significado) = s(enunciado)

y, tras afirmar que el “significante” S se puede representar como (-1), concluye que s es igual a la unidad imaginaria i.

“Aquí Lacan se burla del lector,” afirman en este punto Sokal y Bricmont, y yo no puedo estar más de acuerdo con
ellos. En ese momento, Lacan matemático deja paso a Lacan el psicólogo:

“Es así como el órgano eréctil viene a simbolizar el lugar del goce, no en sí mismo, ni siquiera en forma de imagen,
sino como parte que falta en la imagen deseada: de ahí que sea equivalente al [raíz cuadrada de -1] del significado
obtenido más arriba, del goce que restituye, a través del coeficiente de su enunciado, a la función de falta de
significante: (-1)”

Yo una vez demostré que Santa Claus existe, pero debo confesar humildemente que Lacan me da cien vueltas en lo
que toca a fantasía.

Julia Kristeva, filósofa y psicoanalista de origen búlgaro, entiende de matemáticas pero las utiliza sin sentido ni
lógica. Jean Baudrillard, sociólogo, utiliza la terminología científica como si fuese un magufo (“quizá haya que
considerar la historia misma como una formación caótica en la que la aceleración pone fin a la linealidad, y donde las
turbulencias generadas por la aceleración alejan definitivamente la historia de su final, al igual que alejan los efectos
de sus causas“). Deleuze y Guattari no se quedan atrás. Václac Havel postula que la caída del comunismo fue un
signo de que el pensamiento moderno, objetivamente cognoscible, ha llegado a su crisis final. Y suma y sigue.

Sokal y Bricmont terminan Imposturas Intelectuales con un interesante epílogo en el que expresan sus propios
puntos de vista. Explican qué tipo de enseñanzas pueden extraerse de los textos incluidos en su libro, hacen algunas
consideraciones sobre cómo se ha llegado a este punto, y finalmente discuten qué valor tiene toda este impostura.
En su opinión, las ciencias físicas están sufriendo los ataques injustificados del posmodernismo, pero aún peor lo
llevan las ciencias sociales, que sufren “cuando los sinsentidos y los juegos de palabras a la moda sustituyen el
análisis crítico y riguroso de las realidades sociales… los estudiantes aprenden a repetir y adornar discursos de los
que casi no entienden nada.”

TERCER ACTO: LA RESPUESTA

Si el artículo de Sokal generó polémica y risas, el libro provocó un auténtico escándalo. La discusión saltó fronteras, y
sorprendentemente, fue en Francia donde el tema consiguió irritar a más personas con más intensidad y furia.

En realidad, no es tan sorprendente. Los estudios sociales de EEUU están muy influidos por el pensamiento francés.
En palabras de Sokal y Latour, “durante los años ochenta, esta forma de pensar [de Lacan, Kristeva, Deleuze, etc] se
ha difundido fuera de Francia, principalmente en el mundo de habla inglesa.” No es casualidad, pues, que muchos de
los autores ridiculizados sean de nacionalidad francesa.

En este punto podríamos hacer chistes fáciles sobre los estereotipos culturales y las tradicionales pullas existentes
entre franceses y norteamericanos (que si estos son unos comequesos derrotistas, que si los otros unos imperialistas
palurdos, que si las baguettes por aquí y las freedom fries por allá). No lo haré, y tampoco Sokal o Bricmont hicieron
la menor alusión a razones de rivalidad internacional, pero de todos modos el chauvinismo francés se añadió al
potaje para llevarlo hasta el punto de ebullición. El honor de la France, por no hablar de la reputación de la filosofía
posmoderna, estaba en juego.

La respuesta llegó en la forma de Imposturas Científicas, una colección de artículos de intelectuales franceses
(ninguno de los aludidos por Sokal en su artículo o en su libro aprovecharon esta oportunidad para ejercer su turno
de réplica), escritos con el doble propósito de a) defender los autores patrios y b) darle estopa a ese payaso
norteamericano y su bufón belga (y, ya de paso, a ese tal Weinberg, por meterse donde no le llaman). El título del
libro ya dejaba bien claro que era hora de la venganza. Payback.

Lo primero que noté es que, aunque la contraportada (Frónesis, Cátedra Universitat de Valencia, 2003) lo presenta
como un libro que “con la dosis necesaria de humor, aboga por la reconciliación entre filósofos y físicos,” hay muy
poca dosis de humor, menos aún de reconciliación, y mucho deseo de revanchismo. La génesis del libro fue un
seminario (“informal y pluridisciplinario”) llevado a cabo el 4 de julio de 1997 en París. En palabras de Baudouin
Jurdant, el editor: “Esta reunión puso de manifiesto muchas tensiones en el seno del grupo, así como una violencia
latente que se traducía en actitudes y comportamientos impregnados de agresividad. No se trataba de un mero
desacuerdo… también otras discusiones posteriores con variados interlocutores fueron muchas veces muy tensas, al
punto de desencadenar auténticos estallidos de cólera.” Irónicamente, el mismo editor afirma unas páginas después
que gracias a su libro “se entiende mejor por qué las investigaciones sobre la ciencia o los estudios culturales pueden
llegar a exasperar tanto a los científicos.” No sé ustedes, pero no es a los científicos a los que veo subiéndose por las
paredes con espumarajos en la boca.

Pronto percibí algunas pautas. Algunos autores dejaron aflorar claramente la vena militarista. Desde el principio, la
impostura de Sokal (Sokal hoax) fue calificada como “affaire Sokal,” que algún autor asoció explícitamente al “affaire
Dreyfus,” un escándalo social que caló muy hondo en la Francia de finales del siglo XIX. Michel Pierssens (de la
Universidad de Montreal) calificó la “trampa Sokal” como “una temible máquina de guerra dirigida contra ciertas
corrientes del pensamiento universitario norteamericano, impugnado desde distintos sitios por su tendencia
hegemónica.” Isabelle Stengers considera que “determinados modos de descripción ‘equivalen a la guerra,’ y de
nada sirve que, como hacen algunos de nuestros amigos norteamericanos, se confiera a esta guerra la naturaleza de
lucha poscolonial o antiimperialista.”

Jean-Michel Salanskis, profesor de Filosofía en la Universidad de Lile-III, considera la publicación del libro de Sokal y
Bricmont “injuriosa y que nos afecta inevitablemente ‘como franceses’ ” Este caballero dedica un total de treinta y
siete páginas a contradecirse a sí mismo. Apoya la teoría de la “acción ejemplar” y de introducir “trampas” o “cebos”
para descubrir la verdad, al tiempo que niega tal posibilidad a Sokal (“nos resulta difícil no sentirnos irritados por una
trampa que parece darnos lecciones acerca de lo que teníamos más bien la sensación de profesar“). En el colmo de
la incongruencia, se pregunta “si Sokal y Bricmont han leído a Deleuze desde la perspectiva adecuada“… en el mismo
artículo en el que confiesa no haber leído el libro que critica (“sólo he ojeado el libro Imposturas Intelectuales”).

Hay quienes aducen contra Sokal y Bricmont lo que podríamos denominar “fallos de procedimiento.” Según parece,
nadie puede replicar correctamente las conclusiones de Deluze o Latour a menos que esté dispuesto a pasar años
profundizando en la vida y obras del autor, a entenderlo como un auténtico filósofo, y luego a pasarse años
debatiendo aspectos menores de su filosofía en revistas de humanidades o cualquier otro medio habitual de debate
en ciencias sociales; al cabo de lo cual, digo yo, la réplica será tan abstrusa y indescifrable como el propio objeto de
la réplica. Es necesario, por tanto, usar las reglas de los filósofos. “Plotnitsky sostiene que si Sokal quisiera entrar en
los debates y las críticas filosóficas, debería utilizar las convenciones normales en filosofía,” afirma Joan H. Fujimura.

Otros autores, en formas diversas, utilizan el ataque de la descontextualización, afirmando que sacar de contexto tal
o cual párrafo de un autor desvirtúa su discurso y lo hace más difícil de entender. Y sin embargo, los críticos de Sokal
y Bricmont comenten el mismo pecado capital que ellos. Tras usar el látigo del “no saquéis esto de contexto,”
algunos de los autores toman un capítulo o un párrafo de Sokal, y dedican decenas de páginas a criticarlo.

¿Ejemplos? Daniel Fixari (profesor, Escuela de Minas, París) se pasa doce páginas justificando que la visión de Latour
sobre la Relatividad es correcta, sin molestarse ni un solo momento en contrastarla con las ideas del propio Einstein.
Tampoco Fujimura, antropóloga de la Universidad de Stanford, está dispuesta a aplicarse su propia medicina, y
utiliza 22 páginas para criticar un solo párrafo del artículo de Sokal. Ni siquiera era un párrafo. Sokal aprovechó una
cita de Derrida para soltar la siguiente parrafada posmodernista:

“El π de Euclides, y la G de Newton, que otrora se creían constantes y universales, son hoy percibidos en su
ineluctable historicidad; y el hipotético observador acaba fatalmente des-centrado, desconectado de todo vínculo
epistémico en un punto del espaciotiempo que no puede ya definirse mediante el uso exclusivo de la geometría”

Lo que hace la antropóloga Fujimura es demostrar que, en efecto, el número π no es constante. Para ello, considera
que π es la relación entre circunferencia y diámetro, lo que es correcto en la matemática euclidiana. ¿Pero qué pasa
en espacios no euclidianos? Pues que π tendrá otros valores. ¿Y si usamos métricas diferentes? Lo mismo. Quod erat
demostrandum.

En diversos autores se aprecia un temor (o quizá envidia, decídalo el lector) hacia el predominio de las ciencias físicas
sobre las sociales. Patrick Petitjean, físico del CERN, calificó el libro Sokal-Bricmont como “manifestación de un
cientificismo más bien arrogante y ya superado, incluso de una policía del pensamiento: los físicos y los matemáticos
serían los únicos en condiciones de decir la ciencia, de decir la Verdad y el Bien que de ella derivan
necesariamente…”
Isabelle Stengers, profesora de Filosofía en la Universidad Libre de Bruselas, va más allá y no duda en aplicar su
propia Ley de Godwin para advertir contra el peligro de tomar en consideración las críticas de Sokal:

Proponer a los científicos que asocien su justa indignación con una referencia aniquiladora, una referencia que por
su propia naturaleza se hace para excluir toda posibilidad de negociación, es someterlos a la tentación de erigirse en
defensores de la civilización con derecho a exigir al otro una rendición incondicional: toda discusión de lo que se ha
dado en llamar ‘objetividad científica’ abre la puerta a los Mussolini, los Hitler y a otros Le Pen.

Por cierto, que su ira parece ir dirigida particularmente hacia los físicos: “No es en absoluto casual que [Sokal y
Bricmont] sean físicos. Jamás un químico hubiera soñado con la ‘broma’ de Sokal... Hoy en día, los físicos ven a la
química ‘reducida,’ una suerte de física aplicada que obedece a las leyes de la física.” Ignoro qué le habremos hecho
en el pasado. No sé si será relevante, pero la propia Sengers reconoce que antes había sido química. Soy físico y doy
clase a químicos, así que prefiero no sacar conclusiones en este punto.

Por último, es necesario resaltar un punto sórdido y del que se habla poco, pero que está siempre presente. Me
refiero a la financiación, o como decía el abuelo Simpson, “a lo de la pasta.” Es indudable el beneficio que la sociedad
obtiene de los resultados obtenidos por científicos e ingenieros, y por ello vivimos en un mundo que gasta
cantidades obscenas de dinero en sustentar la ciencia y la tecnología. Algunas veces el beneficio es inmediato, otras
no tanto, pero en general dudamos poco a la hora de dar a la ciencia prioridad en lo de la pasta, con recortes o sin
ellos.

Por contra, ¿qué beneficios aparentes nos aporta la filosofía o el humanismo? O, malparafraseando a Stalin,
¿cuántas divisiones tiene Platón? Para desgracia común, los gestores de cortas miras ven con mejores ojos al médico
que trabaja en una vacuna contra el sida, o al físico que prepara una patente sobre fluidos magnetorreológicos, y
desprecia la labor del filósofo que puede demostrar en sesudo libro la relación entre la epistemología
prearistoteliana y la hermenéutica del poder fáctico establecido durante las dinastías fatimitas.

Quizá por ello, Fujimura termina su artículo señalando la atención del respetable hacia ese punto:

Lo que está en juego en estas batallas de autoridad es importante. Abarca tanto los recursos institucionales como los
créditos para la investigación, los cargos y las promociones universitarias y el acceso a la publicación. Estos recursos
institucionales no son simples ventajas personales para los individuos del mundo académico, sino medios que
permiten reproducir diferentes posiciones intelectuales a través de la formación de estudiantes y de doctorandos.

¿Es casualidad que nuestro ínclito y nunca bien ponderado Ministro de Educación Wert haya eliminado la
obligatoriedad de dos de las tres asignaturas de filosofía en secundario y Bachillerato? Wert, quizá por primera vez
en su vida, tiene algo en común con Sheldon Cooper: ambos se equivocan cuando critican los presupuestos de las
ciencias sociales; y si el público (y los de la pasta) tienen la percepción de que los estudios de ciencias sociales y
humanísticas son inútiles, caprichosos o poco fundamentados, éstos tendrán cuesta arriba la batalla por la pasta. En
ese aspecto, el affaire Sokal les ha hecho mucho daño. Es comprensible que se muestren tan enfadados.

EPÍLOGO
La gente de ciencias decimos siempre que el público necesita una buena cultura científica. En Naukas es tema de
conversación habitual, y a pesar de nuestros esfuerzos puede que no estemos haciendo nuestro trabajo si resulta
que personas como Punset o Iker Jiménez son considerados los campeones de la divulgación científica en España.
Sokal no tiene reparos a la hora de entonar el mea culpa:

La enseñanza de matemáticas y ciencia es a menudo autoritaria; y esto es una antítesis no sólo a los principios de la
pedagogía radical/democrática sino a los principios de la ciencia en sí misma. No es de extrañar que la mayoría de los
norteamericanos no puedan distinguir entre ciencia y pseudociencia: sus profesores de ciencia nunca les ha dado
motivos racionales para ello. ¿Es de sorprender, pues, que el 36% de ellos crean en la telepatía y que el 47% crea en
la creación según la narración del Génesis.

Es indudable que queda mucha tarea por hacer en el campo de las ciencias físicas.

Del mismo modo, las ciencias humanísticas llevan su propia parte de culpa y su tarea pendiente. En este sentido, y
aunque parezca a primera vista un simple ajuste de cuentas, el discurso de Sokal y Bricmont va más allá de la
pretendida “guerra” entre ciencia y humanismo. Suscribo sus palabras cuando afirman que

En una época en que la superstición, el oscurantismo y el fanatismo nacionalista y religioso se extienden por muchos
lugares del mundo -incluido el Occidente ‘desarrollado’-, es, como mínimo, una irresponsabilidad tomarse con tanta
ligereza aquello que, históricamente, ha sido el principal valladar contra esas locuras, es decir, una visión racional del
mundo. Sin duda alguna, no es su intención de los autores posmodernos favorecer el oscurantismo, pero es una
consecuencia inevitable de su enfoque

Este oscurantismo llega a las más altas esferas. Ni siquiera me molestaré en describir cómo la cantinela de “todas las
creencias son respetables y no hay una verdad absoluta” llevó a importantes jefes de Estado a consultar a videntes y
echadores de cartas. Noam Chomsky, citado en el libro, comparte su experiencia:

Cuando daba conferencias [en Egipto] sobre la situación actual, incluso en institutos de investigación dedicados al
análisis de problemas estratégicos, los asistentes querían que eso se tradujera en términos de jerga posmodernisma.
Por ejemplo, en lugar de pedirme que hablara de los detalles de la política norteamericana o de Oriente Medio,
donde ellos viven, algo demasiado sórdido y falto de interés, querían saber cómo la lingüística moderna brinda un
nuevo paradigma discursivo sobre los asuntos internacionales que sustituirá al texto postestructuralista. Eso era lo
que les fascinaba, y no lo que revelaban los archivos ministeriales israelíes sobre su planificación interior. Es
verdaderamente deprimente.

Sin filosofía, sin historia, sin arte podemos llegar muy lejos, pero como dijo Paul Newman en una película, allí no hay
nadie. Las dos culturas se complementan y se necesitan mutuamente. La gente de ciencias necesitamos contar con
los estudiosos de la filosofía de la ciencia para indicarnos el camino y despejar nuestras dudas, y manifestaciones del
tipo “La visión que desarrollamos de la ciencia no tiene por qué parecerse a lo que los científicos piensan de la
ciencia” (Bruno Latour) ciertamente no nos ayudan. Necesitamos los estudios sociales, las humanidades. Más aún,
no deberían existir “los de letras” o “los de ciencias” porque todos deberíamos participar de ambos mundos.
No es casualidad que algunos de los mayores científicos de la Historia hayan sido asimismo grandes filósofos y
pensadores profundos. Mis hijos (estudiante universitario de Físicas uno, proyecto de megaconstructor el otro) han
flipado con la filosofía, nunca los he visto tan entusiasmados con una asignatura, y yo la gocé igualmente en mis
tiempos de BUP. Ahora necesitamos que el camino opuesto se recorra de la misma forma, y que tanto los estudios
sociales sobre la Ciencia como los estudios científicos sobre la sociedad avancen a mayor beneficio de todos. Si el
caso Sokal ha servido como revulsivo, bienvenido sea, con independencia de lo que haya escocido.

http://www.antroposmoderno.com/textos/escandal.html

El escándalo Sokal

Por Sergio S. Olguín (en Radar)

http://www.websitemaker.com/gorbato/magazine

Un año atrás, un artículo que parodiaba la jerga de los pensadores posmodernos despertó la ira de los filósofos
franceses. Ahora, el físico norteamericano Alan Sokal acaba de publicar un libro de título muy elocuente:
"Imposturas intelectuales", ataca abiertamente a pesos pesados como Jacques Lacan, Jean Beaudrillard o Julia
Kristeva.

Una nueva batalla de la guerra entre intelectuales franceses y norteamericanos comenzó unos días atrás con la
aparición del libro Impostures Intellectuelles (Imposturas Intelectuales) del norteamericano Alan Sokal y el belga
Jean Bricmont. Alan Sokal se ha convertido en la ‘bestia negra’ de los intelectuales progresistas (franceses, pero
también de sus discípulos norteamericanos) desde que se burló de ellos publicando, en junio del año pasado, un
artículo filosófico sobre "el sentido de la realidad". Dicho artículo fue tomado con absoluta seriedad por el mundo
intelectual pero en verdad se trataba de una gran burla de Sokal contra los estudiosos y filósofos franceses: en su
escrito inventaba nuevas teorías sociales a partir de conceptos matemáticos, pero su intención era parodiar el estilo
y las ideas de pensadores como Paul Virilio o Gilles Deleuze. Insultos, chicanas, refutaciones varias se vienen
cruzando desde entonces a uno y al otro lado del Atlántico.

La revista Social Text es editada por la Universidad de Duke (North Carolina) y es reconocida por el buen nivel de sus
artículos dedicados a las ciencias sociales. Su número doble 46-47, de junio de 1996, estaba concebido como una
respuesta a las críticas emitidas por algunos científicos al pensamiento posmoderno. Entre los artículos se destacaba
el de Alan Sokal, justamente por provenir él de las llamadas "ciencias duras": Sokal, de 41 años, es un respetado
físico de la Universidad de Nueva York que se diplomó en Harvard y que ya había escrito artículos y libros científicos;
sin embargo, las ciencias sociales no habían sido hasta ese momento su campo de discusión.

El trabajo de Sokal tenía un título arduo, pomposo y largo: "Transgresión de los límites: hacia una hermenéutica
transformativa de la gravedad cuántica" es un artículo de 17.000 palabras (calculen: algo así como diez páginas de
Raddar sólo de texto) que usaba y abusaba de grandes pensadores del feminismo, del posmodernismo, del
deconstruccionismo y del posestructuralismo: todas corrientes del pensamiento muy "à la page" en las
universidades norteamericanas. En total reunía un centenar de citas que pasaban revista al pensamiento de Jacques
Lacan, Gilles Deleuze, Jacques Derrida, Julia Kristeva, Luce Irigaray, Bruno Latour, Paul Virilio y otros estudiosos
franceses. Más aún, se citaba trece veces a un prestigioso miembro de la revista (Stanley Aronowitz) y cuatro al
editor principal de Social Text, Andrew Ross. También había ideas del propio Sokal como: "La realidad no existe, la
ciencia moderna lo prueba y la gravedad cuántica tiene profundas implicaciones políticas (progresistas, por
supuesto).

El artículo hubiera quedado como un aporte un tanto excéntrico de un físico a las ciencias sociales –y hasta podría
haber significado el comienzo de una carrera intelectual que lo habría llevado a codearse con sus citados- si no
hubiera sido porque el propio Sokal salió a gritar: "¡Todo fue una broma!". Y muy pocos se rieron.

Los editores de Social Text no se dieron cuenta de que estaban ante un bluff, ante un infiltrado que decía atacar a las
ciencias duras pero en realidad estaba interesado en minar el sistema de referencias de los pensadores sociales.
Pensaron que iba en serio su afirmación de que "los conceptos matemáticos de Euclides y Newton, considerados en
otros tiempos como constantes y universales, son ahora percibidos en su ineluctable historicidad". Una frase que no
hubiera desmentido Paul Virilio.

Los editores de Social text, profundamente irritados, se negaron a publicar la explicación de Sokal, así que el físico la
dio a conocer a través de otra revista universitaria, Lingua Franca: "Para testear los criterios intelectuales, decidí
intentar un experimento modesto (aunque, lo reconozco, no controlado): ¿publicaría una célebre revista de estudios
culturales un artículo largamente sazonado de necedades si a) suena bien y b) halaga los preconceptos ideológicos
de los editores? La respuesta, desgraciadamente, es sí".

La reacción fue de los más variada: algunos –como Noam Chomsky- lo felicitaron, pero fueron los menos. Tanto en
Estados Unidos como en Francia, Sokal fue duramente atacado. Se lo acusó de oscurantista, de hacerle el juego al
pensamiento de derecha, de ignorante, y –suprema acusación- de antifrancés. Sokal se defendió con argumentos
filosóficos pero también políticos: "Escribí mi artículo porque se publica una pavorosa cantidad de necedades en
ciencias sociales. Un pensamiento informe favorecido por un vocabulario oscuro, que niega la existencia de la
realidad objetiva y elude intencionalmente la distinción entre los hechos y el conocimiento que nosotros tenemos de
ellos. Me enfurece que la mayor parte de estas estupideces provengan de la autodenominada izquierda".

Para aquellos que quieran acusarlo de derechista o reaccionario, Sokal –que enseñó como voluntario matemáticas
en la Nicaragua sandinista- afirmó: "Ideológicamente estoy del lado de Social Text, soy de izquierda y feminista por
una causa lógica y no a pesar de ella".

"¿La ecuación E=Mc2 es una ecuación sexuada? Quizá sí. Pongamos como hipótesis que si en la medida en que
privilegia la velocidad de la luz en relación a otras velocidades de las cuales tenemos una necesidad vital". No, esta
frase no forma parte de la broma de Sokal sino que fue escrita por la muy atildada pensadora feminista Luce Irigaray,
uno de los objetos favoritos de ataque de Sokal en su libro Impostures Intellectuelles que apareció hace una semana
en Francia y ya ha escandalizado a la intelligentsia francesa. Impostures... es un ataque a lo que Sokal y Bricmont –
también físico- definen como pensamiento posmoderno. "Una corriente intelectual caracterizada por el rechazo más
o menos explícito de la tradición racionalista de las Luces, por elaboraciones de todo testeo empírico y por un
relativismo cognitivo y cultural que trata a las ciencias duras como "narraciones o deconstruciones sociales".
El principal objetivo de Sokal con su artículo y ahora con el libro es el de llamar la atención sobre el uso
indiscriminado que hacen toda clase de filósofos y pensadores de conceptos provenientes de las matemáticas y de la
física que oscurecen los discursos y que, en definitiva, no quieren decir nada. Uno de los ejemplos que cita es
revelador: "La guerra se desarrolla en la actualidad en un espacio no euclidiano". El autor es Jean Baudrillard.

Debido a que Impostures... apareció la semana última en Francia, se puede deducir que la polémica recién empieza.
El libro está organizado como un minucioso desmenuzamiento de conceptos tomados de las matemáticas y la física
por parte de Lacan, Irigaray, Virilio, Latour, Serres, Lyotard, Deleuze, Guattari y Kristeva, fundamentalmente. Los
autores, para evitar fáciles refutaciones, previenen que las citas no quitan de contexto los conceptos y que no les
interesa burlarse de un error de comprensión de alguna teoría científica sino que su objetivo es mucho más duro
aún: tratar de poner en evidencia los fraudes, conscientes o no, de gran parte del pensamiento francés actual.

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