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a Conversin-Fe-Bautismo
5. Cf. W. Kasper, Glaube und Taufe, en Jd. ed., Christsein oboe Entschei
dung? Mainz 1970, 129- 159.
6. Ibid. 149.
El perdn de los pecados 393
Un tercer «modelo>’: las frases bblicas que hablan del bautismo como
iluminacin cf. Heb 6, 4; 2 Cor 4, 6; Ef 1, 18; 3, 9; 2 Tim 1, lO deben
considerarse primariamente como expresin de la creencia de que el bautismo
ofrece, transmite y despierta la fe. «El bautismo no slo debe desearse con fe,
sino que cabe esperar que refuerce la fe... El bautismo confiere la visin al
hombre, le aguza la mirada para la luz que irradia Cristo»’. Por eso no ne
cesitamos excluir en modo alguno, la impresin emocional por el fenmeno
exterior y el efecto psicolgico de las palabras y hechos de la celebracin en
la noche de pascua. En el tercer modelo de representacin, el bautismo y la
fe aparecen, pues, hasta cierto punto implicados mutuamente.
Dios quiere acceder al hombre por medio del hombre, busca al hombre
en su existencia comunitaria>"2.
Ahora bien, si la comunidad de hermanos y hermanas de Jesœs,
fundada por la comunidad y el amor del Padre y, por ello, libre de la
carga de pecados de la vida anterior, intenta vivir y obrar partiendo
de este Espritu santo, ese intento se reflejarÆ, siquiera inicialmente y
de modo provisional, en signos como conllevar la carga de los otros,
compartir los propios recursos y fuerzas, no responder a la maldad
con la maldad, soportar los infortunios y la muerte como Jesœs, con
la esperanza puesta en la nueva vida que Øl inici ejemplarmente;
encontrar en el seguimiento de Jesœs ese nuevo espacio vital donde se
pueda respirar y rer, donde no haya que estar a la defensiva; no tener
que ocultar y disimular nuestras debilidades y necesidades, no tener
que cuidar la imagen constantemente ni estar preocupados por el pres
tigio, poder ser nosotros mismos, acogidos al amor de los hombres y
protegidos en el amor de Dios, que se manifiesta precisamente en eso.
Ya sØ que este cuadro de la «verdadera iglesia de Jesucristo» tiene los
rasgos de una utopa. Pero ¿esta utopa real no forma parte de la visin
del reino de Dios cuyo inicio Jesœs anunci y que comenz ya con su
propia vida?
el Hijo...» Mt 11, 27; Le 10, 22, «nadie se acerca al Padre sino por
m» Jn 14, 6, son la versin concreta de esa idea. El bautismo incorpora
al hombre cristiano en el destino de Jesœs. Por eso la «necesidad del
bautismo para la salvacin» es la expresin concreta del nexo histrico
de Dios con Jesœs: Dios en Jesœs, salvacin para todo el mundo.
f» Ello presupone la posibilidad de la opcin de fe. La correlacin
indisoluble entre el bautismo y la fe, la cual es o tiene que llegar a
ser, en el caso del bautismo de infantes una entrega consciente y una
decisin responsable, preservØ a los cristianos, desde el principio, de
afirmar una necesidad absoluta, sin excepcin. del bautismo de agua.
Muy pronto se consider, por ejemplo, el martirio de un catecœmeno
como equivalente, porque se produca realmente lo que el bautismo
haca sacramentalmente: bajar a morir con Jesœs y resurgir a una nueva
vida «bautismo de sangre». Y ya Ambrosio, el gran obispo milanØs
del siglo IV, seæala que puede haber algo as como un «anticipo» del
bautismo, una justificacin mediante el deseo de recibir el bautismo,
idea que nos es familiar con el tØrmino «bautismo de deseo». El sentido
es que una persona que vive conforme a su conciencia y que hubiera
deseado el bautismo de haber conocido su significacin -y se ve
privada de Øl por ignorancia o error- se puede salvar mediante el votuin
sacramenti. Somos conscientes de la insuficiencia de esta construccin
suplementaria. La idea, con todo, es importante porque preserva el
bautismo de un malentendido mÆgico-mecÆnico y mantiene abierto el
espacio para la decisin humana. En frmula un tanto extrema se
podra decir que el bautismo es necesario para aquel que tiene la
posibilidad de conocerlo.
y Un presupuesto fundamental del hecho soteriolgico que se
produce en el bautismo es la voluntad salvi’fica unii’ersal de Dios. En
la descripcin de la necesidad del bautismo y de la fe para la salvacin
hay que emplear un lenguaje matizado, no slo porque la fe es una
decisin libre del hombre, sino tambiØn por una razn directamente
teolgica: el nuevo testamento expresa inequvocamente la voluntad
salvfica de Dios: «El favor de Dios se hizo visible, trayendo salvacin
para todos los hombres» Tit 2, 11; algo similar 1 Tiro 4, 10 y 1 Tim
2, 4-6. Ante el hecho de que la mayora de los hombres que han
vivido hasta ahora y la mayora de los que viven actualmente no han
recibido el bautismo, y muchos de ellos, si no la mayora, sin culpa
suya, sino mÆs bien nuestra, se plantea aqu una gran dificultad y un
problema que afecta directamente a la imagen de Dios; la cuestin del
poder, la bondad y la justicia de Dios’5. El hecho de que slo una
15. Exactamente en este punto se apoya la relevante idea de Karl Rahner, quien
intenta abordar el tema con su discutido concepto de «cristianismo annimo»: Cf.
404 Lo qe noavirot Cramos
K. Rahner, Los cristianos annimos, Id., Escritos de teologa Vt, Madrid 1969,
535-544; Id., Anonymes Christentum und Missionsauftrag der Kirche, en Id., Sch
rften zur Theologie IX, Linsiedeln 1970, 498-515; Id., Bemerkungen zum Problem
des anonymen Christen, en Id,. Schriften rin- Theologie X. Einsiedeln 1972, 531-
546 cf. bibliografa.
El perdn de ¡os pecados 405
ducido en 1974 por el Papa Pablo VI, para regular la nueva ordenacin
del sacramento de la penitencia impulsada por el œltimo concilio. Esto
se comprueba en muchos pasajes del texto, pero sobre todo en ese
nœcleo donde el proceso de perdn de ios pecados aparece con la
mayor claridad: la «frmula de la absolucin»: «Dios, Padre miseri
cordioso, que reconcili consigo al mundo por la muerte y la resu
rreccin de su Hijo y derram el Espritu santo para la remisin de
los pecados, te conceda por el ministerio de la Iglesia el perdn y la
paz. Y yo te absuelvo de tus pecados en el nombre del Padre y del
Hijo y del Espritu santo.
Aparte la vinculacin soteriolgica a la iniciativa de Dios, se habla
aqu -por primera vez en una frmula de absolucin de la iglesia
occidental- de «servicio de la Iglesia»21, de ese ministerio apostlico
que Pablo describe tan lapidariamente como ministerio de reconcilia
cin en nombre de Cristo 2 Cor 5, 18.