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La relevancia filosófica del psicoanálisis: hacia una reflexión de la noción de

sujeto
Por Tomás Padilla Cruz
El presente texto parte del supuesto de que la filosofía, al menos desde el
siglo XX, se ha servido del descubrimiento freudiano y de sus desarrollos para
interpretar la realidad. Los ejemplos son muchos: desde la escuela de Frankfurt,
hasta la filosofía contemporánea (por ejemplo: Ernesto Laclau, Slavoj Zizek, Judith
Butler, entre otros). EJEMPLO DE SLAVOJ ZIZEK.
Gran parte de estos discursos filosóficos han tomado como presupuesto un
discurso que tiene, de suyo, una gran cantidad de problemas ontológicos,
epistemológicos y hasta políticos. Ergo, es momento de que la filosofía, más que
servirse de las categorías psicoanalíticas (muchas veces de manera dogmática), se
aboque a la problematización de sus fundamentos conceptuales, así como de sus
condiciones de posibilidad de manera explícita¹. EJEMPLO DE MONIQUE WITTIG.
Lo anterior por las siguientes razones, a saber:
I. Porque para la filosofía no debiera estar permitido partir de presupuesto
alguno sin antes haberlo pasado por el crisol de la crítica.
II. Porque lo que se juega en la problematización de la teoría psicoanalítica
no sólo es una cierta interpretación de la realidad o una forma de
interpretación; también está disputándose la forma en que se lleva a cabo
una práctica tal como la que desarrollan los psicoanalistas toda vez que
tienen a alguien en un diván.
Por lo tanto, la tarea se vuelve doble, es decir: por un lado, la problematización del
discurso psicoanalítico abre la posibilidad de repensar los fundamentos de las
teorías filosóficas que de éste se han servido; mientras que, por el otro, el
psicoanálisis está en posibilidad de nutrirse de la crítica filosófica, pero no sólo en
su teoría, sino también en su práctica.

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1. Esto no quiere decir que lo que aquí se trata no se haya hecho antes, pues ejemplos de esta
empresa hay muchos; éstos van desde Monique Wittig hasta Jacques Derrida. Sin embargo,
aún se está muy lejos de darle continuidad explícita a estos emprendimientos teóricos.
Ahora bien, resulta muy difícil articular una problematización cuyo objeto sea
toda una teoría, sobre todo cuando se trata del psicoanálisis. Esto en función de
que una característica de éste, cuando menos en las obras de sus autores más
importantes –piénsese, por ejemplo, en Freud o Lacan–, es que no se muestra
nunca acabada. Por lo tanto, tal problematización ha de delimitar necesariamente
su objeto, con el fin de no perderse en su desarrollo. Se volverá sobre esto más
adelante.
Asimismo, esto trae consigo algunas dificultades. Dificultades que tienen que ver
con la manera en la que ha de llevarse a cabo tal problematización, es decir: con la
estrategia que ha de considerarse a la hora de elaborar una problematización que
vaya más allá de una crítica. Por lo tanto, conviene exponer dicha estrategia, así
como algunos puntos a donde ésta ha de tender.
Retomando la cuestión de la delimitación del objeto que, como ya se dijo, se
vuelve imprescindible, es pertinente adelantar que del que aquí se trata es una
categoría que es fundamental no sólo para el psicoanálisis contemporáneo, sino
también para algunas filosofías que de él se han servido. Dicha categoría no es otra
que la de sujeto.
Se ha dicho bien: psicoanálisis contemporáneo. Sin embargo, es posible ser
más precisos aún y dejar en claro que no se tratará otra obra que la de Jacques
Lacan. Las razones de esto se exponen aquí de manera esquemática:
1. Porque el psicoanálisis, desde su surgimiento hasta el día de hoy, ha
atravesado por múltiples discusiones sobre su saber desde muy diversas
disciplinas; pero, en relación con su saber mismo y las discusiones que
se originan en el seno de su práctica, puede decirse que Jacques Lacan
ha sido quien ha venido, al menos en los últimos años, a renovar
concepciones importantes del psicoanálisis mismo (sobre todo del
freudiano).
2. Porque en la filosofía contemporánea, desde el horizonte que marca la
actualidad, son las categorías psicoanalíticas de Jacques Lacan las que
permean su discurso.
Sin embargo, no se trata aquí de discutir la obra en general ─empresa que
naturalmente resultaría bastante ambiciosa─, sino de realizar una lectura,
remontándose a sus inicios y con rigor, de un concepto. Esta lectura, a la que
anteriormente se le refirió bajo el nombre de problematización, no persigue sino el
fin de “desestructurar o descomponer, incluso dislocar las estructuras que sostienen
la arquitectura conceptual de un determinado sistema […]; también de desedimentar
los estratos de sentido que ocultan la constitución genética de un proceso
significante bajo la objetividad constituida y, en suma, solicitar o inquietar, haciendo
temblar su suelo, la herencia no-pensada de la tradición metafísica” (1989: 17).
Para tal lectura de ese concepto, se toma como centro la obra de Lacan en
sus comienzos, debido a que es ahí donde se hace patente, según sus biógrafos,
la influencia tanto de filósofos como de científicos sociales, atendiendo, ante todo,
a los Escritos. Las razones de esto, lejos de reducirse a cuestiones de economía de
tiempo y recursos que comprometan la realización de la presente empresa, tienen
que ver con que es ahí donde comienzan a fraguarse los conceptos más
fundamentales de la obra del autor en cuestión. Así, en la medida en que se
pretende analizar un concepto, resulta imprescindible dar cuenta de cómo se fue
construyendo en un inicio.

I. Precisiones terminológicas:
Hay que acotar ahora el camino, intentando señalar, primero, sus rectas y
virajes. Se dirá, entonces, y casi a manera de reiteración, dada la naturaleza de este
texto, que no se trata aquí sino del psicoanálisis lacaniano y de la ontología y
epistemología (occidentales).
Aquí es legítimo preguntarse cómo se pretende hacer tal cosa y por qué se
toma tal concepto. Las respuestas a estas preguntas –partiendo de la segunda–
están formuladas bajo las siguientes tesis de manera provisional y esquemática:
Se toma el concepto de sujeto por las siguientes razones:
1. Lacan, retomando a Freud, pero distinguiéndose de él, elabora una distinción
topológica ya no del aparato psíquico, sino de la manera en que se constituye
la subjetividad humana. En tal distinción se plantean tres conceptos
fundamentales, a saber: lo real, lo simbólico y lo imaginario. Dichos
conceptos, a lo largo de gran parte de su obra, se encuentran estrechamente
relacionados.
2. Al hablar de subjetividad, el concepto de sujeto en Lacan juega un papel
fundamental en su producción teórica; algunos autores, incluso, lo han
llegado a considerar como leitmotiv de su teoría.
3. Si realmente la noción de sujeto es tan fundamental, entonces, quizás, está
en posibilidad de que una lectura de ésta sirva para ubicar, además algunos
otros puntos importantes de la teoría misma que den luz a la arquitectura de
la producción téorica en general.
4. La noción lacaniana de sujeto, además de ser punto central de la teoría, es
también el recurso por excelencia de algunos filósofos contemporáneos.
5. Aunque los filósofos suelen emparentar la noción de sujeto con otras
nociones importantes en la historia de la filosofía, como la del cogito o la del
yo, Lacan pone grandes esfuerzos teóricos en distinguirlas; sobre todo en la
producción teórica de la década de los 50.
6. Lo anterior esboza algunas dificultades sobre la noción que terminan por
oscurecerla. Es decir: más allá de la distinción entre su antagónico, a saber:
de la distinción sujeto-objeto, está la distinción entre esta noción y aquellas
que se le emparentan.

Volviendo ahora a la primera pregunta, es posible decir que el proceder es el


siguiente: para tratar la problemática en la que se sitúa este concepto, es menester,
primero, de atender cómo se fue construyendo en el pensamiento de Lacan,
pensamiento al que ya se ha referido bajo el concepto de obra.
Vale aquí hacer un alto para hacer un par de precisiones. No se ignoran
algunas consideraciones importantes sobre la noción de obra. Noción ciertamente
moderna que, tal como menciona Milner (1996:14), halla sus orígenes en la
modernidad y cuyo sentido es difícil disociar de los eslabones en que se articula con
respecto del texto, del libro, de la publicación, del autor y, sobre todo, de la cultura.
No cabe detenerse aquí para conjeturar más al respecto. Solamente resulta
pertinente afirmar que, siguiendo a Milner en este punto, la obra de Lacan
efectivamente está constituida tanto por los Escritos que fueron pensados para su
publicación, o Scripta, como por sus Seminarios. Se procura, sin embargo, centrarse
más en los Escritos que en el Seminario. Las razones de esto están expuestas,
también, de manera esquemática en las siguientes tesis:
1. Se toma por sobre todo los Escritos porque ellos contienen un
pensamiento que, aunque esotérico* —al igual que El Seminario—, tuvo
la suerte de ser (re)escrito.
2. Por las dificultades que se imponen a una lectura a la lèttre de El
seminario, en cuanto que condensa una enseñanza que no fue escrita,
sino hablada. A esto se añaden las dificultades que implica el tránsito de
la palabra hablada a la escrita, es decir, lo que concierne a la transcripción
y la corrección de las estenografías y, más importante aún, que no fue el
propio autor quien se encargó de eso, sino su discípulo, Jacques-Alain
Miller.
3. Porque tal como lo señala Roudinesco (2012:474), los Escritos fueron
revisados y trabajados por Lacan pensando en su publicación, idea
propuesta por su amigo, François Wahl, quien sería su editor. Además,
porque éstos representan una concepción de las ideas primeras del autor
a la luz de un pensamiento un tanto más maduro debido a que, aunque
contienen textos de la década de los 40 hasta los 60, fueron revisados en
el 66.

Si se ha dicho «las ideas primeras del autor», no ha sido de manera


accidental; ha sido porque hay una razón de fondo, a saber: porque dar cuenta de
_________
*Según Milner (1996), los seminarios que dictó Lacan, a lo largo de su enseñanza, son
esotéricos, pues se dirigían a los psicoanalistas en formación y a un público especializado.
De manera contraria, Milner afirma que los Escritos son exotéricos porque el haberlos
pensado para ser publicados implica abrir la posibilidad de que ya no sean para un grupo
como los analistas en formación. Nosotros no compartimos del todo la posición de Milner
con respecto de los Escritos como exotéricos y esto se debe a que, si bien sí fueron
publicados, su escritura (y esto es algo que mucho se le ha criticado a Lacan [véase, por
ejemplo, la entrevista que le hace Caruso (1969)] que vale la pena no perder de vista), así
como su lectura, no está destinada para cualquier público. Requieren, por tanto, una cierta
iniciación que sea capaz de ir más allá de su aparente ilegibilidad.
cómo se desarrolla un concepto en una obra implica atender a la manera en que se
fue construyendo desde sus inicios. Ningún concepto surge ex nihilo.
De lo anterior se sigue que se tome un periodo específico del desarrollo de
la obra; periodo centrado en el llamado retorno a Freud y que puede encontrarse de
manera explícita en los escritos y las intervenciones de 1948 a 1956. **
Se ha dicho suficiente sobre el porqué del concepto y algunas implicaciones
que trajo consigo el pensarlo en la obra del autor. Sin embargo, no se ha tratado la
estrategia que permitirá la realización de semejante empresa.
¿Cómo realizar, pues, la lectura de un concepto en una obra sin el riesgo ─por
atender únicamente a él y, por consiguiente─ de escindirlo de sus relaciones con
otros conceptos?

II. Consideraciones metodológicas, o del análisis del concepto


La lectura que aquí ha de realizarse, más que tener un método que sirva
como una suerte de receta culinaria, parte de considerar una estrategia de lectura.
Dicha estrategia –de la cual ya se dio un atisbo anteriormente y que, además,
implica la renuncia a una lectura con un fin en específico como lo sería el de una
definición última del concepto─ pretende mostrar cómo se articula el concepto de
sujeto en el seno de la obra. Para ello, se ha de respetar, con sumo rigor, la manera
interna en la que se ha construido el concepto, atendiendo a sus emplazamientos y
la forma en que se trabaron las relaciones conceptuales con otras nociones.
El proceder de esta lectura es diacrónico y tiene por un inicio la intervención
de Lacan sobre el Estadio del espejo.
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**Se objetará aquí que podríamos, sin embargo, remontarnos hasta los inicios de su
producción teórica, en su tesis doctoral de 1932, pues es ahí donde se ve una suerte de
empeño por retomar algunas ideas freudianas a partir de una lectura de tenor filosófico
(realizada bajo la influencia de la filosofía de Spinoza). No obstante, pensamos que tal
objeción no considera que su tesis y algunos pequeños textos posteriores están todavía un
tanto ajenos a aquello que marcará, de manera decisiva, el retorno a Freud; algo que es,
sí, más que un retorno atravesado por la influencia de la filosofía. Nos referimos aquí al
distanciamiento de la psiquiatría y a la adecuación, siempre crítica, de los textos freudianos;
además de la influencia explícita de las aportaciones otras corrientes filosóficas, así como
de la lingüística estructural y de otras ciencias más que la psiquiatría de la época.
III. Introducción
IV. Breve genealogía de sujeto
V. Del Estadio del espejo al orden de lo imaginario, o del sujeto que no es un
yo ni una conciencia
IV.I El yo lacaniano
IV.II. El yo cartesiano
IV.III. El yo hegeliano
IV.IV. El yo freudiano
IV.V. El dasein

VI. El sujeto y el orden simbólico


VII. El sujeto que no es un otro
VI.I. Lacan como interlocutor de Levinas

VIII. Conclusiones: del sujeto lacaniano al posible sujeto freudiano

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