SIMMEL, Georg – “La metrópolis y la vida mental” (1903; 2005)
Referencia: Simmel, G. (2005). La metrópolis y la vida mental. Bifurcaciones (4), pp.
1-10. Sociología (intereses): dar cuenta de las interacciones sociales cotidianas y sobrepasar el materialismo histórico, de manera de explicar el orden económico como el resultado de valor y condiciones psicológicas. La cultura existe a través de relaciones sociales; y para comprender la cultura moderna (en este caso, la de Berlín, 1900), se debe observar a los individuos e interacciones en su contexto: urbanos, abstraídos, etc. Condición moderna: toda interactúa con todo lo demás en el mundo moderno, de forma múltiple, compleja y simultánea. Simmel estudia cómo el individuo se acomoda a esta red de interacciones en las que se ve inserto como individuo/sujeto moderno. Tesis: el mundo externo se vuelve el mundo interno del individuo. La esencia de la modernidad es la experiencia e interpretación de la realidad externa, constituyente de la subjetividad del individuo. Los flujos y ritmos del mundo externo se incorporan en el individuo, logrando que éste no pueda escapar. Simmel observa las formas de interacción social que son producto y respuesta de la internalización del mundo externo, del ritmo y lógica de la metrópolis moderna (transporte, horarios, medios de comunicación). En otras palabras, el encuentro violento entre el mundo interno del individuo y el mundo externo de la sociedad y las ciudades, es el fenómeno que está en el centro de la condición de la modernidad. (Simmel, p. 1). Entrega una descripción de la condición moderna desde la cultura material, observable y tangible. El interés de Simmel, asumido desde una perspectiva más psicológica en esta ocasión, es entender cómo se adaptan y defienden los individuos del mundo externo impuesto en la modernidad; en otras palabras, cómo conservan su identidad y autonomía en un mundo de interacciones con desconocidos, inquieto e incierto. Cualquier investigación acerca del significado interno de la vida moderna y sus productos o, dicho sea en otras palabras, acerca del alma de la cultura, debe buscar resolver la ecuación que las estructuras como las metrópolis proponen entre los contenidos individuales y supraindividuales de la vida. Tal investigación debe responder a la pregunta de cómo la personalidad se acomoda y se ajusta a las exigencias de la vida social. (Simmel, pp. 1-2) Por ejemplo, situado en el Berlin del 1900, Simmel estudia la actitud blasé como producto de la consolidación de la economía del intercambio a través del dinero que invade las relaciones interpersonales; se puede decir que la actitud blasé tiene su versión propia en cada ciudad moderna del mundo. Tal vez no existe otro fenómeno síquico que sea tan incondicionalmente exclusivo a la metrópoli como la actitud: blasée. Esta actitud resulta, en primer término, de los estímulos a los nervios tan rápidamente cambiantes y tan encimadamente contrastantes. De lo anterior también parece surgir el florecimiento de lo intelectual en la metrópoli. (Simmel, p. 4) Las grandes ciudades –las sedes más importantes del intercambio monetario propician la mercantilización de las cosas de manera más impresionante y con mayor énfasis que las localidades pequeñas. Ésta es la razón por la que las ciudades constituyen, también, el entorno auténtico de la actitud blasée. (Simmel, p. 5) Se observa que, por una parte, la metrópoli (ciudad moderna) y por otra, la vida mental (actitud del individuo, subjetivad), son las que entran en conflicto en este contexto. La metrópoli siempre ha sido la sede de la economía monetaria. (...) El dinero hace referencia a lo que es común a todo; el valor de cambio reduce toda calidad e individualidad a la pregunta: ¿cuánto cuesta? (Simmel, p. 2) De esta manera, la imposición de la lógica de funcionamiento en la metrópoli es internalizada por el individuo, adoptando una posición ante ella la cual, generalmente, no se da de manera dócil, sino conflictiva; por ejemplo, la anteriormente mencionada actitud blasée: [Para la persona blasée] Ningún objeto merece preferencia sobre otro. Esta disposición es el fiel reflejo de una economía monetaria completamente internizada. Al ser equivalente de todos los casos en la misma forma, el dinero se convierte en el nivelador más atroz; el dinero expresa todas las diferencias cualitativas de los casos en términos de ¿cuánto cuesta? (Simmel, p.4-5) La forma que toman las interacciones sociales descritas por Simmel en Berlín se mueven entre la indiferencia voluntaria como forma de defensa y la búsqueda por la acción y lo nuevo como manera de escapar de la inmovilidad autoimpuesta. De esta manera, el tipo metropolitano de hombre –el cual, claro está, existe en mil y una variantes diferentes de individuo- desarrolla una especie de órgano protector que lo protege contra aquellas corrientes y discrepancias de su medio que amenazan con desubicarlo; en vez de actuar con el corazón, lo hace con el entendimiento. (Simmel, p.2) En síntesis, Simmel expresa su interés en este ensayo en el primer párrafo que lo conforma, y que se desarrolla desde la óptica de la psicología social o la subjetividad: Los problemas más profundos de la vida moderna se derivan de la demanda que antepone el individuo, con el fin de preservar la autonomía e individualidad de su existencia, frente a las avasalladoras fuerzas sociales que comprenden tanto la herencia histórica, la cultura externa, como la técnica de la vida. La lucha contra la naturaleza que el individuo ha desarrollado para su subsistencia corporal logra, bajo esta forma moderna, una más de sus transformaciones. (Simmel, p. 1) Pese a que Simmel adopta una postura pesimista en cuanto a la imposición de la condición moderna y el conflicto entre individuo-sociedad, de todas maneras reconoce virtudes de la ciudad moderna: Es función de la metrópoli el proveer la arena para esta lucha y su reconciliación, pues la metrópoli presenta las condiciones peculiares que aparecen como oportunidades y estímulos para el desarrollo de ambas formas de atribuir roles a los hombres. A partir de aquí, estas condiciones logran un lugar único, y se revisten de un potencial de significados inestimables para el desarrollo de la existencia psíquica. (Simmel, p. 10) Adorno y Horkheimer – La industria cultural. (1944; 1998) Referencia: Horkheimer, M., & Adorno, T. (1998). La industria cultural. Ilustración como engaño de masas. En M. Horkheimer, & T. Adorno, Dialéctica de la ilustración. Fragmentos filosóficos. Madrid: Editorial Trotta. Benjamin, Walter – La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica (1936; 1989) Referencia: Benjamin, W. (1989). La obra de arte en la época de su reproductibilidad técnica. En W. Benjamin, Discursos Interrumpidos I. Filosofía del arte y de la historia. Buenos Aires: Taurus. Ejes de análisis de Benjamin: 1. Función social del arte: valor cultual y valor exhibitivo 2. Relación entre las masas y el arte: Conservador, contemplación/evaluación y juicio crítico 3. Estetización de la política vs politización del arte
Berman, Marshall – Todo lo sólido se desvanece en el aire (1982; 1988)
Referencia: Berman, M. (1988). Todo lo solido se desvanece en el aire. Madrid: Siglo XXI Editores.