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Gramsci escribió sobre teoría política, sociología, antropología y

lingüística. Su obra de debe ser estudiada en su relación con la


política, la cual reconoce como actividad dominante.

El 27 de abril de 1937 desaparece físicamente Antonio Gramsci, uno de los más importantes
intelectuales orgánicos del Siglo XX.

Su aporte a la causa de los pueblos, en contra del capitalismo y del fascismo y la potencia de
su pensamiento quedó plasmado en la frase del fiscal al juez, al culminar su requisitoria:
"¡Tenemos que impedir que este cerebro funcione durante veinte años!". Fracasaron en su
intento; el creador de los Cuadernos de la Cárcel es herramienta indispensable para entender
la actualidad y el cambio de época que vivimos…
teleSUR te ofrece un recorrido por algunas categorías de su praxis política:
La Gran Política y la política pequeña
La obra de Gramsci debe ser estudiada en su relación con la política, la cual reconoce como
actividad dominante. La acción política es expresión de la praxis que históricamente se
manifiesta como economía y filosofía en su proyección presente y futura. La política refleja las
tendencias del desarrollo del bloque histórico, en el cual el grupo dominante, estimulado por
su prestigio económico, impone su cultura, ideología y organiza la sociedad. Los sectores
dominantes buscan los mecanismos para mermar la resistencia y contar con el consenso de
los gobernados.

La gran política comprende las cuestiones vinculadas con la creación de nuevos Estados, la
lucha por la destrucción, defensa o conservación de determinadas estructuras económico-
sociales. La pequeña política comprende las cuestiones cotidianas en el interior del Estado.

El Estado (burgués): consenso más coerción


En la Gran Política sitúa al Estado y la lucha por la superación del modelo capitalista, la cual
es reflejo de la disputa por la conquista del poder político. El Estado ha sido siempre el
protagonista de la historia, en él se centra la potencialidad de las clases poseedoras, que se
organizan y unen por encima de las diferencias y de las pugnas que produce la competencia,
para mantener sus privilegios, dice Gramsci.

“El Estado es todo el complejo de actividades prácticas y teóricas con las cuales la clase
dirigente no sólo justifica y mantiene su dominio, sino también logra obtener el consenso
activo de los gobernados.”
El Estado burgués es igual al consenso más la coerción. El consenso se construye a
través de diversas vías, como la educación, la familia, la religión, la moda, la cultura, etc. Así,
de manera sutil, los gobernados participan voluntaria y activamente con el poder. Cuando algo
falla, los sectores dominantes apelan a la fuerza, a la coerción, a la violencia de los aparatos
represivos del Estado. Asì se construye su hegemonía.
La hegemonía en el pensamiento marxista-leninista de Gramsci
Gramsci define hegemonía como la unidad de la dirección política, intelectual y moral que
ejerce una clase social sobre la sociedad en un momento histórico dado. En las sociedades
divididas en clases, como la nuestra, la hegemonía se forja a partir del uso de la fuerza para
mantener el dominio sobre las clases antagónicas. En los casos de sociedades en las que se
elimina la lucha de clases (o se puede regular sin que adquiera un carácter violento) es
suficiente con el consenso para mantenerse cohesionada.

Gramsci destaca que el sector dominante de la sociedad ejerce su poder básicamente porque
logra imponer su filosofía, sus costumbres, el sentido común, que facilitan la identificación
inconsciente del pueblo con la clase dominante. Para lograr esta colaboración con quienes
nos dominan, debe haber una serie de compromisos, alianzas, acuerdos, forcejeos, en los
cuales la clase dominante cede a las presiones de los trabajadores con aumentos de sueldos,
servicios de salud, educación, seguridad social. Así, la burguesía (en este caso la clase
dominante) se erige, se presenta como la representante de toda la sociedad.

Cuando se produce la división en los trabajadores, la burguesía aprovecha para recortar los
derechos o acuerdos, como ocurre hoy en Europa, en el contexto del neoliberalismo. Por ello
Gramsci considera que el proletariado debe trascender la lucha exclusiva por reivindicaciones
económicas (economicismo), para enfrentar y superar la dominación política de la burguesía.
Pero para esto debe definir en dónde se sitúa el poder, en que sector de la sociedad se
concentran las decisiones fundamentales.

Sociedad política y sociedad civil


Los sectores dominantes se organizan en la “Sociedad Política”, la cual ejerce la dominación
a partir de la administración del Gobierno y el control del Estado mismo; y la “Sociedad
Civil”, desde donde se dirige la sociedad. Esta última la vemos en las organizaciones
“privadas” (grupos empresariales, de presión, sectores religiosos, clubes, lobbys, etc.) en las
cuales la burguesía dicta el comportamiento socialmente válido, decide lo bueno y malo, los
gustos y erige la estructura legal que soporta la dominación. En otras palabras, nos induce su
ideología.
Cada época histórica ha desarrollado grupos sociales, entre los cuales existe uno dominante.
Este grupo hace la historia, conduce y educa al pueblo subordinado. Una clase social que ha
logrado fundar un Estado logra la hegemonía si existe una identificación entre gobernantes y
gobernados. Esto sólo es posible en el momento en el que existe un equilibrio entre la
sociedad política y la “Sociedad Civil”, cuando se forma el Bloque Histórico.

La crisis orgánica
Hay dos momentos en el concepto de Gramsci de crisis. El marxista italiano reconoce en el
capitalismo un sistema que se ha desarrollado en una constante crisis, sin que esto implique
su desaparición. El capitalismo da respuesta a sus etapas difíciles ajustándose a los retos que
le plantea su propio desarrollo, así como a las exigencias que le plantean los trabajadores.
Al analizar la situación italiana, con la llegada del fascismo, Gramsci entiende que no se
trataba de una crisis recurrente del capitalismo, sino de una circunstancia especial en la que la
burguesía sacrificó a una parte considerable de la misma para imponer un régimen de Estado
absoluto que garantizara su existencia. De allí el nacimiento del fascismo y el nazismo.

A esta crisis la llamó crisis orgánica o crisis hegemónica, durante las cuales la clase
dominante no tiene la capacidad de hacer avanzar su proyecto, desarrollar las fuerzas
productivas y mantener su hegemonía, es decir de dominar; y los dominados no quieren
seguir en esta condición. En estas etapas se agudizan los conflictos sociales. El papel de las
clases subalternas consiste en profundizar estas contradicciones, para generar el cambio.

La crisis consiste precisamente en que muere lo viejo, sin que pueda nacer lo nuevo. Estas
etapas generan un ambiente propicio para que surjan ideas para reorganizar y reestructurar la
vida del Estado. En estas ocasiones,

“La clase dirigente tradicional que tiene un numeroso personal adiestrado, cambia hombres y
programas y reasume el control que se le estaba escapando con una celeridad mayor de
cuanto ocurre en las clases subalternas; si es necesario hace sacrificios, se expone a un
porvenir oscuro cargado de promesas demagógicas, pero se mantiene en el poder, lo refuerza
por el momento y se sirve de él para destruir al adversario y dispersar a su personal directivo
que no puede ser muy numeroso y adiestrado. “
Si estuvo dispersa en varios partidos, se aglutina en torno a una dirección única “capaz de
solventar la crisis y el peligro inminente para su dominación”. Pudiera optar por soluciones de
fuerza en las que se llegue incluso al exterminio de la dirigencia del sector contra hegemónico
(el fascismo en Italia, las dictaduras del Cono Sur o el uso reciente de paramilitares); pero
puede ocurrir que ceda en aspectos coyunturales para paliar la crisis.

Guerra de movimientos, guerra de posiciones


No existe una fórmula única para el cambio. La cuestión es definir una táctica para movilizar
grandes masas o la estructuración de pequeños grupos con miras a acumular fuerzas o visto
desde al arte militar, la conveniencia de aplicar una guerra de movimientos o una guerra de
posiciones.

De acuerdo con el análisis gramsciano, si un Estado se sostiene mediante el uso de la


coerción (la fuerza), dejando en un segundo plano el consenso (predomina la Sociedad
Política sobre la Sociedad Civil) para destruirlo sólo basta la fuerza de quienes pretendan
tomar el poder. En estos casos es recomendable una “Guerra de Movimientos”, como en la
Revolución bolchevique de Octubre en Rusia.
Ahora, si en existe una Sociedad Civil fuerte y el Estado reposa su dominio en el consenso,
dejando en un segundo plano a la Sociedad Política, no bastará con destruir el aparato
represivo y tomar el gobierno, pues la dominación continuará viviendo en la Sociedad Civil y
es allí en donde hay que combatirlo mediante la “Guerra de Posiciones”. En las condiciones
de desarrollo del capitalismo en Occidente, como en Europa y América Latina, se requiere
conquistar progresivamente espacios de poder: economía, educación, cultura, religión, entre
otros.
En su opinión, la Sociedad Civil bajo el marco del capitalismo no puede ser superada sin la
participación consciente del pueblo, razón por la que la lucha se desenvuelve básicamente en
el plano político-ideológico-cultural con la clase obrera organizada.

El Partido como Príncipe Moderno y el intelectual orgánico


La tarea de la Clase Obrera es ganar el apoyo de los restantes sectores dominados (el
campesinado, los comerciantes, estudiantes, amas de casa y otros), presentando un proyecto
que incluya los anhelos de aquellos interesados en luchar contra la hegemonía de la
burguesía.

Para tomar el Estado la clase obrera transcurre tres etapas: a) La fase económica, de lucha
por sus reivindicaciones básicas; b) La disputa de la hegemonía en la Sociedad Civil en la cual
se unifican los sectores subalternos; c) La fase en la que alcanza la hegemonía en la
Sociedad Política o fase estatal, se construye el Bloque Histórico.

Es necesaria, entonces una organización de la clase obrera que le permita actuar


cohesionada, con eficacia para construir la nueva sociedad. Dicha organización es el Partido
Político. El Partido debe fundar el nuevo Estado. No es una simple colectividad, sino una
institución que sirve a determinados intereses políticos y económicos el cual es concebido,
estructurado y dirigido para transformarse en una concepción del mundo. El Partido como
“príncipe moderno” debe ser el vocero y estructurador de esa voluntad colectiva hacia el
socialismo.

Tiene el Partido la tarea de promover la voluntad colectiva de los trabajadores. Todo miembro
activo de un partido, por cumplir funciones político-organizativas, es un intelectual. Pero ya no
un “intelectual tradicional”, individualista y elitista, sino un “intelectual orgánico” nacido del
pueblo y ligado a él en su lucha.

El partido es el encargado de forjar la estrategia para llevar al poder la contrahegemonía al


dominio de la burguesía. Pero para esto es necesario recordar con Gramsci que, “Es (…),
necesario atraer la atención hacia el presente tal como es, si se quiere transformarlo.
Pesimismo de la inteligencia, optimismo de la voluntad.”

Un sistema de ideas forjado en la lucha que nos lleva a recordar a Gramsci tal y como él se
definía:

“… Yo no quiero hacer el papel ni de mártir ni de héroe. Creo ser simplemente un


hombre medio, que tiene sus convicciones profundas, y que no las cambia por nada en
el mundo.”

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