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Este libro, de gran utilidad como manual orientador en la formación inicial supone a su
vez un acicate para profundizar en la autonomía y el desarrollo de la profesión del
Trabajo Social en los Servicios Sociales Personales y en otros sistemas de bienestar, en
nuestro país, distanciándola de planteamientos puramente gestores, asistenciales y
subalternos, en el fondo desprofesionalizadores.
"Alguna opinión":
"Sobre los Modelos de intervención en Trabajo Social. A propósito de la obra de M. Du
Ranquet."
Miranda Aranda, M. Profesor Titular de Trabajo Social. Universidad de Zaragoza.
"From applied psychology, apart from the measuring scales now in use, we are likely to
receive in the future contributions which may, in many important particulars, modify
the methods described in this book. Until case workers Know more about psychology,
however, than they now do, they will not be able even to formulate their needs in a
way to command the psychologist¨s attention. There are, Then, tasks of absorbing
interest awaiting the social case workers of this and the next generation". M.
Richmond.( Social Diagnosis. Pág. 49 y 50).
M. Richmond publicó en primer lugar su obra "Frindly Visiting Among The Poor" en
1899. En 1.907 publicó "The Good Neighbor in the Modern City". "Social diagnosis"
apareció en mayo de 1.917 e inmediatamente fué reeditado, seguramente por su
éxito. En el mismo año se hacen dos ediciones más (en junio y octubre) y dos más un
año después. Este es un buen indicador de la demanda existente, y en 1.922 publicó
"What is Social Case Work?. An Introductory Description". Desde 1.891 era secretaria
general de la C.O.S. y en 1.897 había dirigido su famoso discurso a la "National
Conference of Charities and Correction" reclamando la formación de escuelas para el
entrenamiento profesional de los trabajadores sociales.
No se sorprenda el lector de que empiece el comentario con una cita de M. Richmond y
un recordatorio sobre sus obras. Si me concede un minuto y tiene la paciencia y el
interés de
seguir leyendo, comprenderá por qué.
Hasta los aficionados a estos temas y desde luego algún irrespetuoso colonizador que
parece creer que todo vale, saben que M. Richmond es una figura importante en el
Trabajo Social. Existe un consenso bastante extendido en el sentido de conceder a esta
autora el mérito de haber sistematizado una serie de conocimientos teórico-prácticos
que resultaban comunes entre las primeras generaciones de los trabajadores sociales
ya profesionalizados. M Richmond y el "Social case work" quedarán indisolublemente
unidos gracias a su trabajo. Además de ser secretaria general de la C.O.S., y también
profesora de Trabajo Social, supo reflejar en sus obras los avances y las
preocupaciones del Trabajo social en aquella etapa histórica en la que la disciplina y la
profesión daba sus primeros pasos.
Y en esto llegó el diluvio psiquiátrico. "En el fondo, - nos dice Castel- el Trabajo Social,
bamboleado entre interpretaciones generales "sociales" y juicios moralizantes sobre la
psicología de los pobres no disponía de una tecnología específica. La "psicología nueva"
le va a conferir una, que recibirá de inmediato una entusiasta acogida". La "psicología
nueva" no es otra cosa que el Psicoanálisis. Freud llegó y en unos años arrasó. Entre lo
social y lo individual inclinó la balanza hacia lo individual pero sin olvidar nunca la
influencia de lo social, de lo ambiental. Eso ya formaba parte de la identidad
profesional. Un Asistente Social, Jessie Taft, nos dice lo siguiente en 1.923: "El "social
case work" tenía fama de psicología humana operativa y no tenía para alimentarse
más que las migajas de la psicología académica. Las doctrinas de la higiene mental y
de la nueva psicología llegarán a punto para colmar una necesidad sentida desde hacía
largo tiempo".
De esta manera, es un hecho comprobado que el Trabajo Social no habría sido lo que
hoy es sin la influencia ysicoanalítica. Da escuela diagnóstica con Gordon Hamilton y
Florence Hollis en Nueva York, Libbgey, Reynols, Auztin, Garret, etc.; la escuela
funcional que ya se inspira en el heterodoxo Otto)Rank, desde la Zocial Work School
de Pennsylvania; Perlman desde la Escuela de Chicago, que intenta con su modelo de
resolución de problemas la síntesis de las anteriores, la intervención en crisis que
desde Lindemann y Gerald Caplan, Lidia Rapoport, Willian Parad, David Kaplan y más
tarde Naomí Golan, el modelo centrado en la tarea de Reip y Eipstein, el Conductismo
con Edwin Thomas, Derek Jehu, Fischer, Gochros, Gambill y Sheldon, Reynolds
intentando muy prematuramente la fusión del psicoanálisis con el marxismo, la Teoría
de los Sistemas, el marxismo... han ido enriqueciendo, tal y como adivinaba M.
Richmond el bagaje teórico-práctico del Trabajo Social a lo largo del siglo XX.
Lutz aplicó el concepto de modelo al Trabajo social ya en los años cuarenta. R. Hill nos
ofreció en castellano un primer acercamiento, Esca{tín Caparrós inurodujo también la
perspectiva con una acertada intuición, Verón`ca Culsheald, Campanini y Luppi,
Malcom Payne y ahora Mathilde de Ranquet nos han ofrecido la oportunidad de
avanzar en la misma dirección. La introducción del concepto de modelo en Trabajo
Social no es pues ninguna traición a los orígenes, sino un desarrollo lógico de la
disciplina. Ningún sociólogo ha elevado a los altares a Comte, o a Spencer o a Weber,
o a Marx, concluyendo que sus obras sean definitivas y negando desarrollos
posteriores. Ningún médico se quedó en Hipócrates ni en Galeno. Ningún psicoanalista
afirmó que después de Freud el Psicoanálisis no pueda seguir desarrollándose, ningún
conductista admitiría convertir la obra de Paulov o Watson o Skinner en un dogma
intocable. Quien nos aconseje a nosotros ese tipo de práctica que se la aplique a sí
mismo en su profesión y vuelva a Comte o a Spencer y quizás su consejo sea más
convincente pero seguirá siendo igualmente esterilizante.
Aún más. Las disciplinas, las ciencias no son comportamientos estancos. El diálogo
entre ellas es constante y constituye un requisito para el avance mutuo. Cualquiera de
los grandes paradigmas, o teorías de máximo rango, ilumina mucho más allá de la
disciplina en la que tuvo su origen. ¿En virtud de qué dogma el Trabajo Social habría de
ser una excepción? ¿Por qué poderosa razón los trabajadores sociales habrían de
separarse de una práctica común entre las ciencias sociales y enclaustrarse en un
esterilizante apego a los orígenes? M. Richmond es un hito importante en la Historia
del Trabajo Social, sus aportaciones metodológicas siguen siendo de permanente
interés, a muchos Trabajadores Sociales les vendría bien "volver a los orígenes" del
rigor metodológico, del saber por qué y para qué se actúa, de acuerdo en eso. Pero esto
no es una Orden religiosa ni ella su Madre Fundadora redactora de la Regla inmutable
y obligatoria. Por ello es perfectamente legítimo y aún más un requisito de
supervivencia estar atento a lo que se mueve alrededor y tratar de descubrir si nos
sirve o no, sin perder de vista nuestro propio objeto profesional (Ver Zamanillo y
Gaitan) que es la base de nuestra propia identidad. Aquí radica sencillamente el interés
en la perspectiva de los modelos.
De alguna manera, a mi parecer, la obra que aquí comentamos tiene que ver con el
intento de construir la historia del Trabajo Social. Normalmente, cuando se habla de la
historia de la disciplina hay quien se remonta al Código de Hammurabi, y a Luis Vives,
San Vicente de Paul...Esto podía ser la historia de las formas de solidaridad que se han
dado entre los hombres. Si se quiere, en algunos casos serían hitos de la historia de la
Acción Social, o de la Política Social. Pero la Historia del Trabajo Social tiene que
comenzar más recientemente porque estamos hablando ya de una disciplina concreta y
de una profesión concreta y al quizás la mayoría de los autores, las fechas claves de la
profesionalización estarían a finales del siglo XIX. Sigue pendiente la elaboración de la
historia de la disciplina en nuestro país. Pero nosotros no somos los padres de este
invento. En gran manera la Historia del Trabajo Social en sus grandes líneas,
exceptuando el gran movimiento reconceptualizador sudamericano, se ha escrito en
inglés y seguimos siendo sus deudores, siguiéndoles a distancia, a mayor distancia que
la que sería de desear. Sin duda otras profesiones mantienen una mayor comunicación
con sus colegas de los más variados países. En Trabajo Social, esto todavía no es así y
sigue siendo una tarea pendiente en la que todos estamos comprometidos, porque en
ello nos jugamos el nivel profesional del Trabajo Social en España en los próximos
años.
Evidentemente, que el libro tiene ausencias. Quizás el hecho de que su primera edición
en francés se hiciera en 1.981 las expliquen. Diez años después la autora realizó una
actualización y han tenido que pasar cinco años más para que pudiéramos contar con
él en castellano. Algunas referencias a la Escuela de Chicago y al interaccionismo
simbólico serían necesarias y un más amplio desarrollo de las perspectivas de las redes
sería también deseable. Pero es evidente que cualquier obra en este terreno es una
obra inacabada y siempre discutible respecto a lo que debe o no debe incluirse.
Por otro lado, su manera de explicar cada modelo, incluyendo ejemplos o casos
concretos, tan apreciados por los alumnos y principiantes, y las referencias a las
técnicas dentro del proceso metodológico son dos virtudes del libro a tener en cuenta.