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MODELOS PERSONAS Y FMAILIAS

Desde su aparición a principios de siglo, la intervención profesional del Trabajo Social


ha ido desarrollando y aplicando un conjunto de modelos para afrontar los problemas
sociales en su dimensión individual-familiar o en)su dimensión colectiva. Más que)de
una agria cootroversia de "escuelas", se trata de planteamientos sincréticos,
inclusores; cada nuevo enfoque se hace eco de los anteriores -y coetáneos, y aunque
han ido variando las teorías de referencia o se han ido ideando nuevas estrategias de
intervención, permanecen maneras de ver y de actuar, forjadoras de la identidad del
campo de la intervención social.

Cierto es que el énfasis se ha ido desplazando de lo intrapersonal a lo interpersonal y


socio-institucional; pero también esto hay que matizarlo: desde el inicio, y por muy
"terapeútico" que fuese un cierto trabajo social, siempre se comprendió el carácter
"social" del problema a abordar. De todos modos, parece existir, a escala internacional,
una tendencia general a distanciarse de los modelos basados en la teoría psicoanalítica
para centrarse en otros modelos que integran una pluralidad de sistemas teóricos y de
experiencias prácticas. Los primeros modelos ponen el acento en la terapia de la
persona y la solución de problemas: están orientados hacia la acción preventiva por
medio de la intervención en momentos de crisis, hacia problemas bien delimitados a
través de la modificación de conducta y el corto plazo planificado centrado en la tarea.
En este último caso, la característica sobresaliente consiste en la adopción del marco
de referencia del cliente/usuario para determinar el problema y los objetivos. Un marco
de referencia nuevo, que utiliza la teoría de los sistemas y las teorías de la
comunicación, permite abordar, en otra dimensión la terapia de pareja y de familia;
permite asimismo aproximarse al Trabajo Social de un modo distinto, matizar las
nociones de causalidad y de responsabilidad, al fijar la atención sobre el proceso, sobre
el equilibrio del sistema y el mantenimiento de su estabilidad. El enfoque de
socialización demuestra finalmente la necesidad de replantear la práctica del Trabajo
Social ante la emergencia de nuevos problemas sociales en un mundo cambiante.
La pluralidad de modelos tan didácticamente expuestos aquí -los casos prácticos son
frecuentes en el texto- nos da un panorama bastante amplio de la dimensión
individual-familiar del Trabajo Social. Despliega ante los profesionales de lo social un
amplio abanico de funciones y roles: informante, defensor, mediador, orientador o
educador; proporcionar modelos de conducta; intervenir en el sistema familiar;
mostrar nuevas formas de actuación etcétera.

Este libro, de gran utilidad como manual orientador en la formación inicial supone a su
vez un acicate para profundizar en la autonomía y el desarrollo de la profesión del
Trabajo Social en los Servicios Sociales Personales y en otros sistemas de bienestar, en
nuestro país, distanciándola de planteamientos puramente gestores, asistenciales y
subalternos, en el fondo desprofesionalizadores.
"Alguna opinión":
"Sobre los Modelos de intervención en Trabajo Social. A propósito de la obra de M. Du
Ranquet."
Miranda Aranda, M. Profesor Titular de Trabajo Social. Universidad de Zaragoza.

"From applied psychology, apart from the measuring scales now in use, we are likely to
receive in the future contributions which may, in many important particulars, modify
the methods described in this book. Until case workers Know more about psychology,
however, than they now do, they will not be able even to formulate their needs in a
way to command the psychologist¨s attention. There are, Then, tasks of absorbing
interest awaiting the social case workers of this and the next generation". M.
Richmond.( Social Diagnosis. Pág. 49 y 50).
M. Richmond publicó en primer lugar su obra "Frindly Visiting Among The Poor" en
1899. En 1.907 publicó "The Good Neighbor in the Modern City". "Social diagnosis"
apareció en mayo de 1.917 e inmediatamente fué reeditado, seguramente por su
éxito. En el mismo año se hacen dos ediciones más (en junio y octubre) y dos más un
año después. Este es un buen indicador de la demanda existente, y en 1.922 publicó
"What is Social Case Work?. An Introductory Description". Desde 1.891 era secretaria
general de la C.O.S. y en 1.897 había dirigido su famoso discurso a la "National
Conference of Charities and Correction" reclamando la formación de escuelas para el
entrenamiento profesional de los trabajadores sociales.
No se sorprenda el lector de que empiece el comentario con una cita de M. Richmond y
un recordatorio sobre sus obras. Si me concede un minuto y tiene la paciencia y el
interés de
seguir leyendo, comprenderá por qué.

Hasta los aficionados a estos temas y desde luego algún irrespetuoso colonizador que
parece creer que todo vale, saben que M. Richmond es una figura importante en el
Trabajo Social. Existe un consenso bastante extendido en el sentido de conceder a esta
autora el mérito de haber sistematizado una serie de conocimientos teórico-prácticos
que resultaban comunes entre las primeras generaciones de los trabajadores sociales
ya profesionalizados. M Richmond y el "Social case work" quedarán indisolublemente
unidos gracias a su trabajo. Además de ser secretaria general de la C.O.S., y también
profesora de Trabajo Social, supo reflejar en sus obras los avances y las
preocupaciones del Trabajo social en aquella etapa histórica en la que la disciplina y la
profesión daba sus primeros pasos.

Desde hacía décadas, fundamentalmente las asociaciones filantrópicas y religiosas


venían experimentando una serie de estrategias y procedimientos que trataban de
acercar a la práctica científica lo que no era sino el ejercicio voluntarista, pero a la vez
con vocación de rigor y de eficacia, de la caridad o la filantropía. La revolución
industrial había multiplicado los problemas sociales y los procedimientos tradicionales
se revelaban como inútiles. Mientras en los Estados Unidos seguían con aquellas
instituciones de reclusión llamadas "almshouses" como principales instituciones para
tratar el fenómeno de la pobreza, las entidades privadas -sin ánimo de lucro, diríamos
ahora-, trataban de perfilar sus técnicas, sus intervenciones y sus agentes. Se desecha
la posibilidad de prestar ayuda sin un examen previo hecho en profundidad.
"¡Investigate!" era la consigna. Solo en casos extremos se podía intervenir y prestar
ayuda material sin un análisis minucioso de la situación.

De esta manera, se va haciendo patente la necesidad de que el personal que


intervenga tenga cada vez más formación. No se puede analizar el caso sin tener una
determinada preparación y no se puede establecer una relación, que se considera clave
para el éxito de la intervención, sin saber cuales han de ser sus características. Hay que
escribir y someter lo escrito a los ojos de un supervisor más experto. La ayuda no es
un acto. Se ha convertido en un proceso, y esto ya no lo hace cualquiera.
Así, ya a finales del siglo XIX, (no en los años veinte) el proceso de profesionalización
es patente. Es necesaria la formación y la especialización. Aquí nace la profesión y el
"social case work". Todavía Freud no ha ido a los EE.UU.; lo hará en 1.909. Hasta esa
fecha, el padre del psicoanálisis era un perfecto desconocido y todavía pasarán unos
años hasta que se produzca lo que Kathleen Woodroofe denomina "el diluvio
psiquiátrico", parte de cuyas aguas caudalosas serán las psicoanalíticas.

Mientras tanto la profesión se generaliza, "invade" terrenos como el sanitario. En la


primera década son más de 300 los hospitales que ya disponen de Asistentes Sociales
en sus plantillas. El Dr. Cabot ha descubierto la importancia de tener un trabajador
social como miembro del equipo y la esposa de un relevante psiquiatra, Meyer, parece
que fue la primera Asistente Social psiquiátrica. En este contexto, el Trabajo Social se
desarrolla en el interior del equipo sanitario, con unas características propiamente
clínicas: su trabajo tiene que ver directísimamente con la salud-enfermedad de los
pacientes tratados. No hacen de administrativos, como pasó muchas veces en España.
Hacen un Trabajo Social que investiga, previene, explora, diagnostica y trata los
factores sociales me la salud y la enfermedad. Y esto lo hace desde el corazón, dezde el
núcleo dee equipo sanitario. Su trabajo tiene poco que ve{ con las necesieades y lo
recursos. Hacer del famoso binomio el eje del Trabajo Social es una mala caricatura del
Trabajo Social que al parecer todavía pervive de alguna manera, si analizamos las
funciones descritas en los modelos de Historia Social propuestos recientemente por
algunos colegas que todavía no se han enterado que ése es un mal camino que lleva
directamente a la desaparición del Trabajo Social en Salud.

Existe abundante bibliografía sobre el "Clinical Social Work". Existen abundantes


revistas especializadas que se publican periódicamente, si bien en lengua inglesa. Por
tanto no se trata de ninguna "música", como afirma el autor del prólogo del libro que
estamos comentando. Se trata de una realidad que va camino de cumplir el siglo de
vida. Más antigua por tanto que algunas escuelas psicológicas muy reconocidas.
A mi juicio, tampoco responde a ninguna necezidad de búsqued` de identidad ni a
peleas respecto a cual es el)verdadero Trabaco Social. Permí}ame el lector un inciso
respectg a este tema qul me parece crucial. No voy a nenar que existan problemas de
identidad entre los)profesionales ezpañoles, pero conviene buscar las causas de esa
crisis de identidad y quizás nos encontraríamos, entre otras, con la responsabilidad de
las instituciones docentes: las Escuelas de Trabajo Social, y con la responsabilidad de
algunos profesores que saben sobre Trabajo Social lo que otros sabemos de Física
cuántica y por tanto transmiten a sus alumnos su propia ignorancia y confusión. Esta
afirmación puede parecer radical, pero estoy convencido de ella y no tengo ningún
empacho en hacerla pública. Y en consecuencia que cada palo aguante su vela. Habría
mucho que hablar del profesorado de las Escuelas de Trabajo Social en relación con una
permanente crisis de identidad real o figurada. De los que son del área específica y de
los de otros Departamentos, de los métodos de selección de profesorado en las
Escuelas Universitarias y en las adscritas y de su fordación y de su conocimiento sobre
una profesión me la que a vecer no saben nada o muy poco y a la que en ocasiones
pretenden colonizar, salvar y redimir. Un poco de respeto, señores.

En atención directa, el Trabajo Social es una actividad relacional, clínica en muchos


casos, clínica en el mismo sentido en que utilizan esta palabra los médicos (Kliné=
cama), es decir a la cabecera del enfermo. En nuestro caso no es la cabecera, pero
siempre es una actividad cercana, próxima, en la que ponemos en juego nuestra propia
personalidad, además de las capacidades técnicas. En este sentido, quien no haya
experimentado en carne propia la "relación de ayuda" característica y definitoria del
Trabajo Social, quien no se haya sentado frente a la persona que la solicita durante
horas, quien no haya realizado entrevistas, diagnósticos sociales, planes de
intervención, etc. quien no haya "sufrido" en carne propia la ansiedad propia del
comienzo de)la intervención, las dificultades para la relación, las dudas respecto a lo
que define el "caso", a lo que es fundamental o periférico, permanegte o circunstancial,
etiológico o consecuente, quien no haya tenido la vivencia)personal de lo que significa
enfrentar a un nuevo "caso", un individuo o una familia, que acude solicitando la
intervención, obteniendo éxitos y fracasos, difícilmente podrá transmitir lo que no ha
vivido.
Digámoslo simplemente: hay cosas que para enseñarlas es necesario haberlas
practicado previamente, haberlas "sufrido" hemos dicho antes, en carne propia. De lo
contrario se habla de oídas. Y así la docencia se convierte en un ejercicio de
aproximación o en una parodia. En las instituciones de Trabajo Social serias, no se
permite tener alumnos de prácticas hasta después de tres años de experiencia práctica
supervisada (otra cosa es ser docente, donde los filtros lógicamente son muy
superiores) y en nuestro país, conozco casos de profesores de Trabajo Social ¡que no
han ejercido nunca!. Las Matemáticas las puede explicar un matemático recién salido
de la Facultad, pero hay otras disciplinas en que esto no es posible, al menos sin
merma en su pericia y autoridad profesional. No conozco a ningún profesor de
Ginecología que no haya atendido partos ni a ninguno de Psiquiatría que no haya
estado miles de veces frente a una persona con problemas de salud mental. En Trabajo
Social, por su menor rango académico y menor status social, todo es posible. Pues
bien, va siendo hora de que no lo sea y en los últimos años parece que vamos dando
pasos en este sentido.

Respecto a los de otras Areas de conocimiento, o en la nuestra misma cuando no son


Trabajadores Sociales, también hay quien ha ido a parar a Trabajo Social como podía
haber ido a enseñar su materia a cualquier otra Escuela o Facultad, a veces a disgusto,
porque no han podido acceder a sus propias Facultades, o por misteriosos e intrincados
procesos de reconvención; en cualquier caso con poco entusiasmo por nuestra
disciplina cuando no con cierto aire de superioridad o sencillamente con desprecio.
Muchos pensamos que si se analizasen los conocimientos sobre Trabajo Social de
muchos profesores que imparten docencia en las Escuelas de Trabajo Social, los
resultados serían sorprendentes. Y se estará de acuerdo respecto a la conveniencia de
poseer ciertos conocimientos a cerca del perfil de los profesionales que están
contribuyendo a formar. En estas condiciones, no se puede echar la responsabilidad de
la, al parecer permanente crisis de identidad exclusivamente sobre los profesionales.
Cierro el paréntesis y vuelvo a la original línea argumenta. En los mismos orígenes ya
aparecen dos tendencias que influenciaron en los comienzos de la profesión: la
rlpresentada por la C.O.S y la representada por el "Settlement Ho}se Movement". Lh
primera más pa{tidaria de la iftervención individualizada y familiar, la segunda más
partidaria de perspectivas globales y quizás más política. Los primeros y las primeras
militantes de la igualdad racial, del feminismo, pacifistas... tienen su origen en este
Movimiento. Esta tendencia también es fuerte aunque quizás menos conocida que la
representada por la C.O.S. En 1.910 existen en los EE.UU. cuatrocientas sedes de los
Settlement House. Y una realidad así evidentemente no puede pasar desapercibida.
Para algunos autores la obra de M. Richmond es el resultado de las dos tendencias en
el sentido de que une dos dimensiones la individual y la social. El mismo nombre
"social case work" haría evidente el intento de síntesis. Hay ya una clara conciencia de
que el paro, la falta de trabajo, crea pobreza y los bajos salarios también. Y la pobreza
trae asociada la infravivienda, la falta de higiene, la enfermedad, la marginación, el
fracaso escolar, la marginación en definitiva.
Las viejas tesis individualistas que trataban de explicar la marginación en base a una
presunta debilidad moral, y)más tarde a una supuesta debilimad mental, van
perdiendo terreno progresivamente entre los Asistentes Sociales que como profesión,
nadan contra corriente. La pobreza ya no será un reflejo del pecado. Ni las teorías de
Spencer (en todo caso el positivismo) ni las aportaciones de Darwin ni el liberalismo
político formaban parte de su identidad. Todo lo contrario. Recuérdese que hasta bien
entrado el presente siglo, en los años treinta, en algunos Estados de la Unión a los
pobres se le podía quitar a los hijos legalmente sin más motivo que la pobreza
evidente. No hacía falta más argumento. La pobreza era la constatación evidente de la
vagancia y del pecado.
Como diría el presidente de la National Association of Manufacturers -es decir el
presidente de la patronal norteamericana de entonces-, un año después del desplome
de la bolsa de Nueva York, "Intentar eliminar el paro y la pobreza no es una función
que legítimamente concierna al gobierno porque la pobreza es el producto del paro
voluntario, de la imprevisión, de diversos pecados, enfermedades y otras desgracias".
La llamada década progresista es una década de una confianza ilimitada en el
capitalismo. Por fin se ha encontrado un modo de producción capaz de crear riqueza y
generalizarla. El presidente Hoover llegaba a afirmar: "nuestra experiencia americana
es materia de bienestar social. Ha alcanzado un nivel de éxito sin comparación en el
mundo. Nunca antes la humanidad había estado más cerca de lograr la supresión de la
pobreza y del miedo a la necesidad".
Más allá de interpretaciones tan interesadas, las primeras generaciones tratan de
sustentar sus intervenciones como pueden. Es sabido que M. Richmond estudia
Sociología, Derecho, Psicología, Medicina. H.H. Perlman nos dirá más tarde que
construye alguna de sus propuestas metodológicas a partir del estudio de los
procedimientos usuales en el Derecho y en la Medicina. Ella misma en Social Diagnosis
nos advierte de que el Trabajo Social tiene que enriquecerse aprendiendo del Derecho,
la Medicina, la Historia, la Lógica y la Psicología. Más claro agua: no pretende que sus
obras sean definitivas. Hubiera sido una pretensión inconcebible. No mantiene que
después de lo que ella dice, no haya nada más que decir, hubiera sido una inmodestia
imperdonable. Ella sugiere, aporta, recoge experiencias, esclarece, ilumina, inquieta...
y lanza al futuro. Está probada su amistad con personajes como Mead al que cita en
sus libros, como también cita a otros autores de la Escuela de Chicago (Park, Burgess).
Igualmente reconoce que ha utilizado materiales procedentes de su paso por La
Universidad de Chicago para elaborar su obra más conocida. Nada más lejos de la
voluntad de M. Richmond que construir un bunker y encerrar al Trabajo Social dentro
de él cerrando las ventanas. Quien afirme tal cosa, sencillamente no ha leído a M.
Richmond.

Y en esto llegó el diluvio psiquiátrico. "En el fondo, - nos dice Castel- el Trabajo Social,
bamboleado entre interpretaciones generales "sociales" y juicios moralizantes sobre la
psicología de los pobres no disponía de una tecnología específica. La "psicología nueva"
le va a conferir una, que recibirá de inmediato una entusiasta acogida". La "psicología
nueva" no es otra cosa que el Psicoanálisis. Freud llegó y en unos años arrasó. Entre lo
social y lo individual inclinó la balanza hacia lo individual pero sin olvidar nunca la
influencia de lo social, de lo ambiental. Eso ya formaba parte de la identidad
profesional. Un Asistente Social, Jessie Taft, nos dice lo siguiente en 1.923: "El "social
case work" tenía fama de psicología humana operativa y no tenía para alimentarse
más que las migajas de la psicología académica. Las doctrinas de la higiene mental y
de la nueva psicología llegarán a punto para colmar una necesidad sentida desde hacía
largo tiempo".
De esta manera, es un hecho comprobado que el Trabajo Social no habría sido lo que
hoy es sin la influencia ysicoanalítica. Da escuela diagnóstica con Gordon Hamilton y
Florence Hollis en Nueva York, Libbgey, Reynols, Auztin, Garret, etc.; la escuela
funcional que ya se inspira en el heterodoxo Otto)Rank, desde la Zocial Work School
de Pennsylvania; Perlman desde la Escuela de Chicago, que intenta con su modelo de
resolución de problemas la síntesis de las anteriores, la intervención en crisis que
desde Lindemann y Gerald Caplan, Lidia Rapoport, Willian Parad, David Kaplan y más
tarde Naomí Golan, el modelo centrado en la tarea de Reip y Eipstein, el Conductismo
con Edwin Thomas, Derek Jehu, Fischer, Gochros, Gambill y Sheldon, Reynolds
intentando muy prematuramente la fusión del psicoanálisis con el marxismo, la Teoría
de los Sistemas, el marxismo... han ido enriqueciendo, tal y como adivinaba M.
Richmond el bagaje teórico-práctico del Trabajo Social a lo largo del siglo XX.
Lutz aplicó el concepto de modelo al Trabajo social ya en los años cuarenta. R. Hill nos
ofreció en castellano un primer acercamiento, Esca{tín Caparrós inurodujo también la
perspectiva con una acertada intuición, Verón`ca Culsheald, Campanini y Luppi,
Malcom Payne y ahora Mathilde de Ranquet nos han ofrecido la oportunidad de
avanzar en la misma dirección. La introducción del concepto de modelo en Trabajo
Social no es pues ninguna traición a los orígenes, sino un desarrollo lógico de la
disciplina. Ningún sociólogo ha elevado a los altares a Comte, o a Spencer o a Weber,
o a Marx, concluyendo que sus obras sean definitivas y negando desarrollos
posteriores. Ningún médico se quedó en Hipócrates ni en Galeno. Ningún psicoanalista
afirmó que después de Freud el Psicoanálisis no pueda seguir desarrollándose, ningún
conductista admitiría convertir la obra de Paulov o Watson o Skinner en un dogma
intocable. Quien nos aconseje a nosotros ese tipo de práctica que se la aplique a sí
mismo en su profesión y vuelva a Comte o a Spencer y quizás su consejo sea más
convincente pero seguirá siendo igualmente esterilizante.

Aún más. Las disciplinas, las ciencias no son comportamientos estancos. El diálogo
entre ellas es constante y constituye un requisito para el avance mutuo. Cualquiera de
los grandes paradigmas, o teorías de máximo rango, ilumina mucho más allá de la
disciplina en la que tuvo su origen. ¿En virtud de qué dogma el Trabajo Social habría de
ser una excepción? ¿Por qué poderosa razón los trabajadores sociales habrían de
separarse de una práctica común entre las ciencias sociales y enclaustrarse en un
esterilizante apego a los orígenes? M. Richmond es un hito importante en la Historia
del Trabajo Social, sus aportaciones metodológicas siguen siendo de permanente
interés, a muchos Trabajadores Sociales les vendría bien "volver a los orígenes" del
rigor metodológico, del saber por qué y para qué se actúa, de acuerdo en eso. Pero esto
no es una Orden religiosa ni ella su Madre Fundadora redactora de la Regla inmutable
y obligatoria. Por ello es perfectamente legítimo y aún más un requisito de
supervivencia estar atento a lo que se mueve alrededor y tratar de descubrir si nos
sirve o no, sin perder de vista nuestro propio objeto profesional (Ver Zamanillo y
Gaitan) que es la base de nuestra propia identidad. Aquí radica sencillamente el interés
en la perspectiva de los modelos.

De alguna manera, a mi parecer, la obra que aquí comentamos tiene que ver con el
intento de construir la historia del Trabajo Social. Normalmente, cuando se habla de la
historia de la disciplina hay quien se remonta al Código de Hammurabi, y a Luis Vives,
San Vicente de Paul...Esto podía ser la historia de las formas de solidaridad que se han
dado entre los hombres. Si se quiere, en algunos casos serían hitos de la historia de la
Acción Social, o de la Política Social. Pero la Historia del Trabajo Social tiene que
comenzar más recientemente porque estamos hablando ya de una disciplina concreta y
de una profesión concreta y al quizás la mayoría de los autores, las fechas claves de la
profesionalización estarían a finales del siglo XIX. Sigue pendiente la elaboración de la
historia de la disciplina en nuestro país. Pero nosotros no somos los padres de este
invento. En gran manera la Historia del Trabajo Social en sus grandes líneas,
exceptuando el gran movimiento reconceptualizador sudamericano, se ha escrito en
inglés y seguimos siendo sus deudores, siguiéndoles a distancia, a mayor distancia que
la que sería de desear. Sin duda otras profesiones mantienen una mayor comunicación
con sus colegas de los más variados países. En Trabajo Social, esto todavía no es así y
sigue siendo una tarea pendiente en la que todos estamos comprometidos, porque en
ello nos jugamos el nivel profesional del Trabajo Social en España en los próximos
años.

En esta dirección, el libro de M. Du Ranquet tiene una gran utilidad. Es un libro


realmente imprescindible en la biblioteca de cualquier Trabajador Social y un
instrumento para ser utilizado por los alumnos por los que los docentes tenemos que
estar agradecidos a la autora. Comienza con unas consideraciones sobre el método y la
relación para adentrarse en la exposición de diferentes teorías (la del estrés, la de los
sistemas, la teoría de la comunicación, la teoría del rol, la psicología del yo con sus
fases de desarrollo, la psicología del crecimiento) que resultan imprescindibles para
entender posteriormente los modelos. A continuación comienza el estudio de los
modelos propiamente dicho empezando con el diagnóstico o psicosocial, el funcional, el
centrado en la resolución del problema, la modificación de conducta, la intervención en
crisis, el centrado en la tarea, para finalizar con lo que denomina el modelo familiar y
la descripción de una interesante tipología. El libro finaliza con la descripción del
modelo de socialización con un enfoque ciertamente original.

Evidentemente, que el libro tiene ausencias. Quizás el hecho de que su primera edición
en francés se hiciera en 1.981 las expliquen. Diez años después la autora realizó una
actualización y han tenido que pasar cinco años más para que pudiéramos contar con
él en castellano. Algunas referencias a la Escuela de Chicago y al interaccionismo
simbólico serían necesarias y un más amplio desarrollo de las perspectivas de las redes
sería también deseable. Pero es evidente que cualquier obra en este terreno es una
obra inacabada y siempre discutible respecto a lo que debe o no debe incluirse.

Por otro lado, su manera de explicar cada modelo, incluyendo ejemplos o casos
concretos, tan apreciados por los alumnos y principiantes, y las referencias a las
técnicas dentro del proceso metodológico son dos virtudes del libro a tener en cuenta.

HECHO POR MIGUEL MIRANDA ARANDA PROFESOR TITULAR DE TRABAJO SOCIAL Y


SERVICIOS SOCIALES DEPARTAMENTO DE PSICOLOGIA Y SOCIOLOGIA.
UNIVERSIDAD DE ZARAGOZA.
 Mathilde du Ranquet
 http://tsocial.academia.cl/originales/tsocial/index.htm

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