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Por más que le echo cabeza, no encuentro una razón de peso que justifique no
votar la Consulta del 26 de agosto, más allá de la pereza de salir un domingo para
ir hasta el puesto de votación; o la apatía, esa indiferencia total frente a lo político
que tienen algunas personas que no han ido, ni piensan ir nunca en su vida a las
urnas. Pero si usted es y ha sido votante, o tiene la cédula inscrita en su ciudad,
no tiene ninguna excusa para no votar.
Esta acción popular le hace el quite al manoseo al que nos somete una
estructura de poder ladrón cada día, por todos los corredores de todos los
despachos y los recintos del poder, en todas las ramas del poder público. Es,
simbólicamente, como darles una cachetada y decirles: ¡Hey, no más, no me
roben más! Ir el 26 a las urnas no es votar por alguien, es regalarnos la
oportunidad de decirles a los corruptos en su cara que no aguantamos su
desfachatez; es un regalo para la ciudadanía tener el chance de ejercer este acto
de dignidad colectiva.
Que no está comprobado en ningún estudio que reducir los salarios de los
funcionarios evite la corrupción, argumenta el profesor Fernando Cepeda. Este
punto se relaciona con un intangible que se llama privilegios. Es una
desvergüenza que, en el país más inequitativo del continente, hacer política sea
un método para crear y sostener a una casta que, además de chupar desde sus
despachos el erario, recibe como pago más salarios mínimos que un congresista
de cualquier otro país de la región, y más allá. En Colombia los congresistas
reciben 40,5 salarios mínimos al mes; en Inglaterra, 4; en Perú, 20. Y una
legislatura tras otra, todo intento de modificar el privilegiado régimen salarial de los
congresistas ha sido archivado por ellos.
La Consulta Anticorrupción es uno de esos raros casos en los que no importa
lo que pase, la ganancia es para todos. Si salimos más de 12 millones y medio de
colombianos a votar y al caer la tarde del domingo 26 sabemos se pasó el umbral,
el Congreso está obligado, de inmediato, a convertir en ley el mandato popular
expresado en las preguntas que estén marcadas con el Sí mayoritariamente.
¿Quién gana con eso? Ganamos todos, porque es la ciudadanía la que ordena
adoptar las medidas que los congresistas se han negado sistemáticamente a
aprobar. Pero ¿y si la Consulta no pasa el umbral, quién gana? Si no logramos ser
los 12 millones y medio que se necesitan para obligarlos, sí seremos muchos
millones los colombianos que les queremos exigir a los políticos transparencia en
la ejecución de los recursos públicos. Lo mínimo que ganaremos puede ser,
quizás, un poquito de vergüenza en los caraduras del Congreso cuando en
adelante sigan vetando los proyectos de ley que apuntan a cerrarle el chorro a la
corrupción.
Ahora, si la duda es si con el voto del 26 de agosto se logra algo más, como
por ejemplo que no le suban los impuestos a usted mientras se los bajan a las
grandes empresas, para barbaridades como esa la Consulta no sirve. Pero sí para
envalentonar a la ciudadanía que no está dispuesta a dejarse clavar más
impuestos mientras sigan robándose el país. En esta oportunidad, la cédula de
cada quien le brinda el poder democrático de plantárseles a los políticos y decirles
masivamente ¡basta ya! ¡no más robadera!
(Tomado de revistasemana.com)