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TEMA 5: FUENTES HISTÓRICO – TEOLÓGICAS DE LA DOCTRINA SOCIAL

DE LA IGLESIA

Introducción
Todos los documentos que escriben los Papas, los obispos o teólogos de la
Iglesia se consideran una fuente importante en la doctrina social cristiana. Podemos
encontrar diversos documentos como cartas encíclicas, exhortaciones apostólicas,
constituciones apostólicas, cartas apostólicas, bulas, breves, documentos conciliares,
conferencias episcopales, etc.
Los documentos a los que más haremos referencia en el desarrollo del curso son las
Encíclicas, algunas exhortaciones apostólicas, documentos conciliares y conferencias
episcopales. Todos ellos contienen la reflexión de la Iglesia en materia de doctrina social y
nos ayudarán a discernir sobre los principios de reflexión, directrices de acción y criterios
de juicio que deben guiar nuestra práctica cristiana en el mundo en el que nos
desenvolvemos. Cada documento es el fruto de la reflexión de la Iglesia, y brota del
encuentro entre la realidad social a la que nos enfrentamos y el mensaje evangélico que
promovemos.
En la antigua iglesia cristiana, una encíclica era una carta circular enviada a todas las
Iglesias de una zona. En nuestros tiempos una encíclica, en el sentido más estricto, es una
carta solemne, que versa generalmente sobre un aspecto de la doctrina católica, y que el
Papa dirige a todos los obispos y fieles católicos de todo el mundo.
La palabra proviene del latín “encyclia” y del griego “egkyklios” que significa “envolver en
círculo”. La primera encíclica de la historia de la Iglesia fue escrita por el papa Benedicto
XIV en 1766. Uno de los papas más prolíficos en encíclicas fue León XIII (1878 - 1903)
que escribió 86 encíclicas. La última encíclica escrita es “Laudato Si” del Papa Francisco,
publicada en 2015. Las encíclicas en general se proponen: a) enseñar algún tema doctrinal o
moral (doctrinales - sociales) b) avivar la devoción (exhortatorias) c) condenar errores e
informar a los fieles sobre peligros para la fe, procedentes de corrientes culturales,
amenazas del gobierno, etc. (disciplinares - doctrinales)
En nuestro estudio tendremos en cuenta las encíclicas sociales, que contienen la enseñanza
en materia de moral social. El documento Conciliar de mayor trascendencia en nuestro
tiempo es el Concilio Vaticano II. Documento que es el resultado del Concilio que se llevó
a cabo entre los años 1962-1965 y que tiene Constituciones, decretos y exhortaciones, entre
ellas la más importante en materia de doctrina social es la Constitución Pastoral Gaudium et
Spes. Además también fruto de la reflexión de las diversas conferencias episcopales
latinoamericanas, hay documentos que son importantes tales como: Medellín (1968),
Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2009)

encíclicas sociales
Las encíclicas sociales son documentos del magisterio ordinario de la Iglesia, que desde
finales del siglo XIX han enriquecido la tradición de la Iglesia; siendo articuladas en
diferentes maneras y aplicadas a varios problemas, el corazón de las enseñanzas de los
papas ha sido la defensa de la persona humana creada a imagen de Dios.
Cada encíclica social versará sobre las diversas problemáticas sociales, políticas,
económicas, culturales, ecológicas del tiempo en el que son publicadas. Y de ellas también
brotarán principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción que nos puedan
llevar a un mundo más solidario, fraterno y justo.
La primera encíclica social publicada fue la Rerum Novarum, publicada en 1891 por el
papa León XIII, esta encíclica social es la que da el acta de nacimiento de la Doctrina
Social de la Iglesia de manera oficial.
A continuación presentamos una línea del tiempo con las diferentes encíclicas sociales a
tener en cuenta para su estudio. Como dijimos anteriormente, cada encíclica social
responde al tiempo en el que fueron escritas, por eso se presentan algunos de los eventos
más importantes en los diversos contextos históricos

ANTECEDENTES HISTÓRICOS DE LA RERUM NOVARUM


FRENTE A LOS REVOLUCIONARIOS CAMBIOS EN LA SOCIEDAD LA
POSICIÓN DE LA IGLESIA.

A la Iglesia le costó mucho pasar del mundo medieval al mundo moderno. Hasta antes del
cambio, estaba acostumbrada a una sociedad donde había un orden establecido, que estaba
explicitada por la tradición eclesial. Disponía de normas y usos que desde siempre habían
funcionado en la vida social, política y económica. Por eso les resultaba casi imposible
imaginarse y menos aceptar que el orden social era construcción humana y que podía
cambiar, que se podía elegir a sus representantes para que los gobernaran.

El cambio se fue gestando durante el S. XVII y se materializó en el S. XVIII, la imagen de


la diosa Razón entronizada en el Altar central de la Catedral Notre Dame de París el 10 de
diciembre de 1793 es elocuente e ilustra la profundidad del cambio[1].

Desde el S. XVIII la jerarquía de la Iglesia fue perdiendo la capacidad de dialogar con el


mundo en el que estaba situada. Las razones fueron múltiples: las guerras religiosas, la
teología de la contrarreforma, la querella contra los jansenistas, etc.
La Iglesia hasta el S. XVIII “combatía las nuevas ideas racionalistas y liberales acusando a
los libre pensadores de ser viciosos, de subvertir el orden social y político querido por Dios,
el que se expresa en la Revelación y que da a conocer e interpretar la Iglesia. Anatemiza a
quienes osaron insinuar que la Iglesia, debería estar separada del Estado, afirmando que la
autoridad pública, al proteger a la Iglesia, se protege a sí misma, porque la fe y la moral
cristiana disciplinan a los pueblos y a las personas, enseñándoles a respetar y obedecer a las
legítimas autoridades ‘porque la autoridad viene de Dios’ (Rom 13,
1ss). Fundamentalmente condena la autonomía de la razón que para afirmarse necesitaba
negar la Revelación y su posibilidad, y también la construcción de un orden social político
autónomo de la moral cristiana”[2].

[1] Pero este cambio fue acompañado de persecución y violencia contra la Iglesia, basta
recordar los santos y nuevas órdenes que surgieron en plena revolución francesa:
Chaminade, Champagnat, etc.

[2] AA.VV. Manual de Doctrina Social de la Iglesia, C.E.L.A.M. vol. IV, Bogotá
1997, p. 221
ALGUNOS ALCANCES DE LAS ENCÍCLICAS SOCIALES
· Rerum Novarum, el Papa León XIII
Publicada en 1891. Aborda la cuestión haciéndose eco de la inhumana situación de los
trabajadores durante la Revolución Industrial. Enuncia derechos y obligaciones de patronos
y obreros que todavía no han sido reconocidos en leyes civiles ni como derechos humanos.
Defiende el derecho de los trabajadores a asociarse para la defensa de sus intereses. Y que
el estado debe intervenir en la economía para asegurar los derechos públicos y privados;
asegurando el destino universal de los bienes. Defiende el derecho de la propiedad privada,
pero insiste en que esta tiene una función social. Subraya el derecho de los trabajadores y
de todo ser humano a acceder a la propiedad.
· Quadragessimo Anno, del Papa Pío XI
Publicada en 1931, con motivo de los 40 años de la publicación de la Rerum Novarum.
Trata el tema de la reconstrucción del orden social. Propugna por una distribución
equitativa de los bienes según las demandas del bien común y la justicia social: protege el
derecho de propiedad, la propiedad privada, afirmando su función social y el derecho de
todas las personas a acceder a él.
Frente al Socialismo y Capitalismo propugna por la aparición de sistemas intermedios.
Afirma que al libre mercado le sucede la dictadura económica inhumana y contraria al
evangelio. Se aparta de la lucha de clases y exige el salario justo, y la necesidad de
cristianizar en la vida socio-económica el valor de la caridad y la solidaridad.
· Mater et magistra – Juan XXIII
Publicada en 1961, con motivo del 70 aniversario de la Rerum Novarum. Trata del
Cristianismo y progreso social. Las principales características del contexto social son las
diferencias económicas entre los llamados primer y tercer mundo. Insiste en que la
mundialización de la cuestión social ha superado los límites obrero – patrón. Analiza los
retos de la realidad social como los derechos de los pueblos subdesarrollados y de los
trabajadores. Afirma que para afrontar del orden social es necesario que la persona sea el
fundamento y el fin de toda actividad política. Insiste en que la doctrina social cristiana o
de la Iglesia es el arte integral de la vida cristiana y de la misión evangelizadora;
finalmente, llama a los cristianos a trabajar por un mundo más fraterno, solidario y pacífico,
como expresión del reinado de Dios en la historia.
Pacem in Terris – Juan XXIII
Publicada en 1963. El tema principal es la paz en la Tierra. También es considerada como
el testamento espiritual y social del Papa Juan XXIII por que fue publicada tres meses antes
de su muerte. Es la primera encíclica que no solo se dirige a los cristianos sino a “todos los
hombres de buena voluntad”.
El contexto social de la encíclica es la guerra fría, el muro de Berlín, la crisis de los misiles
en Cuba. La encíclica ofrece una propuesta de paz para la sociedad internacional, basada en
la justa relación entre personas y el Estado y entre personas y los otros seres humanos, en el
ámbito de los derechos humanos como la base de la paz.
Aboga por una justa relación entre Estados basada en el diálogo y la solidaridad. Reconoce
que todas las naciones tienen igual dignidad y derecho a un desarrollo propio y aboga por la
revisión de la distribución de recursos y por el monitoreo de las corporaciones
multinacionales. Reclama compromisos serios para lograr el desarme de las naciones.
Reconoce a la ONU como una autoridad pública de nivel mundial para promover el bien
común universal y propender por una sociedad basada en la justicia, la solidaridad y el
desarrollo integral de las personas y de los pueblos, como fundamento para la paz válida y
duradera. A los creyentes de las diversas confesiones les hace una invitación al compromiso
por integrar la fe, la razón y la acción. Se le considera la declaración universal de los
derechos y deberes humanos hecha por la Iglesia.
· Gaudium et spes del Concilio Vaticano II
Publicada en 1965, “La Iglesia en el mundo actual”. Enfatiza la dignidaddel ser humano,
imagen de Dios, que se realiza y vive en sociedad. Insiste en que la sociedad es justa
cuando favorece la realización de todos los individuos, aporta principios reguladores de la
vida social y económica e insiste en que el bien común y la solidaridad son generadores del
desarrollo de los pueblos. Afirma la necesidad de paz y la obligación de evitar la guerra.
Ataca la carrera armamentista y la amenaza de la guerra nuclear. Establece la
responsabilidad de los cristianos por trabajar en la generación de estructuras que hagan el
mundo más justo y pacífico; desde el reconocimiento de la dignidad humana como base
para las decisiones políticas y económicas y la edificación de la comunidad internacional.
· Populorum Progressio de Pablo VI
Publicada en 1967. “Sobre el desarrollo de los pueblos”. Sostiene que el desarrollo no es
solo económico, sino también social y cultural. Propone la solidaridad internacional para
lograr el desarrollo de los países subdesarrollados, que es la tarea más urgente en el ámbito
social. Afirma los derechos de las naciones pobres a un desarrollo humano pleno y
desaprueba las estructuras económicas que promueven la injusticia. Y enseña que los
recursos deben ser compartidos a través de la ayuda, la asistencia técnica, las relaciones
comerciales justas, y aboga por un Fondo Mundial que se dirija hacia los pobres los fondos
que ahora se gastan en armas.
Octogesima Adveniens- Pablo VI
Carta apostólica publicada en 1971. “Una llamada a la acción”. Aborda, entre otros, tres
temas básicos: El cristiano ante los nuevos problemas: la creciente urbanización, la
necesidad del diálogo como fundamento de la paz, la relación jóvenes – adultos, la
marginación de la mujer la inhumana situación que padecen los emigrantes, el desempleo,
los medios de comunicación, y el deterioro creciente del medio ambiente, entre otros.
Aboga por un análisis objetivo de la situación de la sociedad, identificando las causas,
consecuencias, y gestando acciones a favor de la justicia, la paz, desde una acción política
que promueva el bien común nacional e internacional.
· Laborem Exercens –Juan Pablo II
Publicada en 1981. “Sobre el trabajo humano”. Trata del trabajo del hombre a la luz del
Génesis, desde una visión filosófica y teológica del trabajo. Visto como colaboración con el
creador, lo que le da una especial dignidad por estar basada en la dignidad humana y divina
de la persona. Expone así una espiritualidad del trabajo como medio de expresión y
compromiso desde la fe en la construcción de un orden social justo y fraterno para todos y
todas. Demanda que la justicia en el lugar de trabajo sea responsabilidad tanto de la
sociedad como de los empleadores y de los trabajadores. Afirma el derecho de todos los
trabajadores a formar asociaciones y a defender sus intereses vitales; y la prioridad del
trabajo sobre el capital. Pide el fomento de salarios justos, de la propiedad colectiva y de
la participación de la fuerza laboral en la administración y en los beneficios de las empresas
públicas y privadas.
· Sollicitudo rei Socialis – Juan Pablo II
Publicada en 1987. “Interés social de la Iglesia”. Analiza la desigualdad creciente e injusta
entre Norte y Sur. Enfatiza en la esperanza y en la necesidad de fomentar el desarrollo de
las personas y de los pueblos más pobres. Define que el auténtico desarrollo del hombre se
realiza en todas sus dimensiones, principalmente la espiritual. Al tiempo que reafirma que
el desarrollo auténtico debe abarcar la vertiente política, económica, religiosa y ecológica.
Pide generar voluntad política para crear mecanismos justos para el bien común de la
humanidad; reformar el comercio mundial y los sistemas financieros; diseñar un plan de
desarrollo con respeto por la naturaleza; dedicar los recursos usados para armas al alivio de
la miseria humana; y una conversión a la solidaridad a la luz de la interdependencia y
autodeterminación de los pueblos.
A los creyentes de todas las religiones y denominaciones, les insiste en la necesidad de
conversión y solidaridad. En el análisis de la realidad para reconocer y denunciar las
estructuras de pecado que obstaculizan el desarrollo pleno de las personas y de los pueblos;
para promover desde la fe una nueva humanidad.
Finalmente, pide a los cristianos católicos, difundir la enseñanza social de la Iglesia, y
llevarla a todos los sectores de la sociedad, para que ilumine las realidades sociales y las
comprometa en la tarea de promover la justicia y la paz, desde el respeto a la vida y a la
dignidadde todos los seres humanos.
· Centesimus Annus – Juan Pablo II
Publicada en 1991. Como homenaje a los 100 años de la encíclica Rerum Novarum, que es
la que da nacimiento a la doctrina social de la Iglesia de manera oficial. Afirma que esta
encíclica debe ser promovida en todos los estamentos de la sociedad y en la comunidad
internacional, como un aporte de la Iglesia a la sociedad en la búsqueda de un orden social
justo, fraterno, solidario y pacífico. Haciendo presente que el Evangelio es un camino de
humanización válido y abierto a toda la comunidad humana. El contexto internacional de
esta encíclica está enmarcado en la caída del muro de Berlín en 1989 y el hundimiento de
los regímenes de ideología marxista – leninista en Europa, entre otros. Considera que han
caído por su violación de los derechos del hombre, pos tu ateísmo, y por su ineficiencia
económica. Respecto al capitalismo distingue entre los elementos básicos económicos que
acepta, aunque haciendo una crítica a los anti valores que muchas veces genera en la
sociedad, como el individualismo que prescinde de la solidaridad y tiene como objetivo
básico el tener; además denuncia al predominio del capital sobre la persona, consumismo
creciente y sus consecuencias en el deterioro del ser humano.Afirma que la libertad debe
estar abierta a la verdad; que la propiedad privada no debe ser tenida como derecho
absoluto; que la economía de mercado debe basarse en el comercio justo, el respeto a la
creación y a los derechos de las personas y de las naciones, desde un sistema ético
cultural.
· Caritas in veritate – Benedicto XVI
La Encíclica, publicada el 29 de junio de 2009. Sobre el desarrollo y la economía.
· Laudato Si – Francisco
La encíclica publicada en mayo del 2015. Sobre el cuidado de la casa común y la
necesidad de cambiar nuestros estilos de vida, de consumo y producción para cuidar del
medio ambiente. Es necesario que la ecología no solo se trabaje en base al medio ambiente
sino a las injusticias sociales que traen los modelos de producción.

La Revolución Industrial

A mediados del S. XVIII y comienzos del XIX en Inglaterra se inició una radical y
vigorosa transformación de su industria y comercio: a través de un proceso de aplicación
técnica de la física mecánica en la producción (especialmente cuando comienza a utilizarse
como energía el vapor de agua) y debido a la enorme existencia de materias primas
(especialmente de sus colonias) todo esto permitió un aumento enorme de productividad
por trabajador. El uso de la máquina fue un salto en la productividad.
La Revolución Industrial comprende dos etapas: la primera (1850-1860) que se caracterizó
por los grandes logros alcanzados en la agricultura, y por la expansión de la industria
británica especialmente en la industria textil; y la segunda (se inicia a partir de 1860, se
fortalece en el siglo XIX y se desarrolla extraordinariamente en el siglo XX) esta etapa
consolida el desarrollo del maquinismo, y la vigorización del capitalismo industrial.

Entre las causas de la Revolución Industrial podemos mencionar las siguientes:


- La existencia de grandes capitales nacidos del comercio, la agricultura y la banca,
pero principalmente de la explotación de los ricos imperios coloniales, como sucedió con
Inglaterra nación pionera de la gran industria.
- El intenso empleo de la máquina, fruto ésta de los formidables avances de la ciencia
y la tecnología, que buscaron perfeccionar los instrumentos de producción.
- La existencia de materias primas como el algodón y los ricos yacimientos de carbón
y de hierro.
- La presencia de grandes mercados para el intercambio comercial y para atender la
demanda de productos manufacturados, principalmente en regiones de ultramar.

En consecuencia esta revolución dio lugar a grandes cambios en la sociedad a todo nivel, a
grandes rasgos podemos mencionar los siguientes:

- Originó la sociedad contemporánea, y con ella los profundos cambios en la vida de


los pueblos, tanto en el orden económico y social como en el político, científico y cultural
desde fines del siglo XVIII hasta el presente.
- La riqueza del mundo aumentó extraordinariamente, la que benefició principalmente
a los industriales y comerciantes.
- La población del mundo se acrecentó considerablemente.
- Se produjo una mayor expansión colonial, por la necesidad de abrir nuevos mercado
y obtener materias primas para la nueva y floreciente industria.
- Surge la producción masiva y en serie de productos manufacturados, lo que
contribuye al abaratamiento de los precios.
- El nacimiento, de dos nuevas clases sociales, la proletaria y la capitalista.

Frente a los revolucionarios cambios en la sociedad la posición de la Iglesia.

A la Iglesia le costó mucho pasar del mundo medieval al mundo moderno. Hasta antes del
cambio, estaba acostumbrada a una sociedad donde había un orden establecido, que estaba
explicitada por la tradición eclesial. Disponía de normas y usos que desde siempre habían
funcionado en la vida social, política y económica. Por eso les resultaba casi imposible
imaginarse y menos aceptar que el orden social era construcción humana y que podía
cambiar, que se podía elegir a sus representantes para que los gobernaran.

El cambio se fue gestando durante el S. XVII y se materializó en el S. XVIII, la imagen de


la diosa Razón entronizada en el Altar central de la Catedral Notre Dame de París el 10 de
diciembre de 1793 es elocuente e ilustra la profundidad del cambio[1].

Desde el S. XVIII la jerarquía de la Iglesia fue perdiendo la capacidad de dialogar con el


mundo en el que estaba situada. Las razones fueron múltiples: las guerras religiosas, la
teología de la contrarreforma, la querella contra los jansenistas, etc.
La Iglesia hasta el S. XVIII “combatía las nuevas ideas racionalistas y liberales acusando a
los libre pensadores de ser viciosos, de subvertir el orden social y político querido por Dios,
el que se expresa en la Revelación y que da a conocer e interpretar la Iglesia. Anatemiza a
quienes osaron insinuar que la Iglesia, debería estar separada del Estado, afirmando que la
autoridad pública, al proteger a la Iglesia, se protege a sí misma, porque la fe y la moral
cristiana disciplinan a los pueblos y a las personas, enseñándoles a respetar y obedecer a las
legítimas autoridades ‘porque la autoridad viene de Dios’ (Rom 13,
1ss). Fundamentalmente condena la autonomía de la razón que para afirmarse necesitaba
negar la Revelación y su posibilidad, y también la construcción de un orden social político
autónomo de la moral cristiana”[2].

EL SÍLABO
El Sílabo, catálogo de 80 proposiciones, en ellas la Iglesia condena el espíritu de una época,
el espíritu laicista moderno. El sílabo o colección de errores modernos, es sacado de varias
Alocuciones, Encíclicas y Cartas del Papa Pío IX y se publicó junto con la Bula Quanta
Cura, el 8 de diciembre de 1864.
El Papa Gregorio XVI (predecesor de Pío IX) en su encíclica “Mirari Vos” (1832) condenó
los males presentes: el indiferentismo religioso, del que provenían la mayoría de los males;
la libertad de conciencia que llevaba a un libertinaje. Se condenó también la libertad de
imprenta y toda acción que intentara cambiar a las autoridades legítimas. Sin embargo, éste
fue el Papa que en 1831 reconoció la independencia de los países de América Latina y
nombró Obispos en las sedes vacantes de este continente.
Con la reunificación italiana, el Papa Pío IX (que gobernó de 1846 a 1878) de un inicio
auspicioso y con “apertura al mundo moderno”, sufrió una profunda transformación interna
en 1848. Debió huir de Roma refugiándose en el Reino de Nápoles. Dos años duró la
reconquista de los Estados papales, y el Papa después de esta dura experiencia, condenó
con todas sus fuerzas el régimen liberal moderno, la separación Iglesia-Estado, las
libertades civiles, conciencia, culto, imprenta, reunión y las libertades políticas.
La Iglesia del S. XIX fue en general, una Iglesia que vivió aislada: vivió sin estados
pontificios, sin estatuto jurídico público, sin reconocimiento internacional, en total fueron
60 años (1870-1929) que se desenvolvió en una situación jurídica ambigua y compleja.

Fue duramente perseguida, acusada de retrógrada, oscurantista, con miles de conventos


cerrados por el espíritu liberal anticatólico. Pero en medio de tantas dificultades surgieron
(por obra del Espíritu Santo) nuevas congregaciones religiosas con nuevos carismas
(Salesianos, Don Orione...) y una nueva generación de católicos preocupados seriamente
de la problemática social, que buscaban articular mejor su fe con la realidad política social
y económica.
EL MOVIMIENTO SOCIAL CATÓLICO DEL 1800
El mundo católico reaccionó frente a la industrialización a través de corrientes de
pensamiento, pero también a través de una nueva práctica: creación de nuevas formas de
asociación, sociedades de ayuda mutua, cooperativas de consumo, bancos y nuevas
experiencias en el campo educativo, cultural y caritativo.
Ejemplo de acciones caritativas tenemos la experiencia de San Vicente de Paul, que se
dedicó a los mendigos de París y fue capellán de los condenados a las galeras. También
tenemos la sociedad de San Francisco Javier, fundada en 1840 orientada a la creación de
escuelas y talleres ocupacionales para los obreros.
En Italia hacia 1827 nacen las obras asistenciales de Cottolungo para albergar y cuidar
enfermos, huérfanos y desamparados. En 1873 las obras asistenciales educativas, para
ayudar a muchachos pobres, de Don Bosco otro gran ejemplo. Y es necesario mencionar a
Leonardo Murialdo (1828-1900) quien (después de colaborar con Don Bosco) en el
contacto con los jóvenes obreros sintió la necesidad de crear para ellos y para los
trabajadores adultos ASOCIACIONES que luego serían “Unión de Obreros Católicos”. De
allí que se le considere un gran propulsor de las Uniones Obreras Católicas.
En Alemania surgen las Gesellenverein, que eran sociedades de formación y asistencia a
los obreros aprendices que experimentaban un gran desarrollo bajo la dirección de A.
Kolping.
Todos estos movimientos presentaban ciertas características comunes:
- Eran movimientos que surgen en el seno de la Iglesia y en los que se comprometen
Obispos y sacerdotes, pero la responsabilidad está en mano de los laicos.
- Eran movimientos orientados a la acción y que afrontan los problemas con los
medios que cuentan.
- Eran movimientos que al inicio eran apolíticos pero que desembocan en la política,
en vistas a superar el asistencialismo (sólo obras caritativas) e intentando actuar sobre las
estructuras.
A nivel de corrientes de pensamiento, es digno destacar la figura de Mons. Ketteler, (1811-
1877) quien en un primer momento se acercó a la realidad con espíritu de caridad cristiana,
pensando más en una renovación de la vida espiritual de los obreros, que en una
intervención concreta en los problemas económicos. Pero luego orientó sus reflexiones
hacia la cuestión social, reconociendo que en lo económico radica el problema obrero y
solicitando la intervención de la Iglesia en el campo social.
En el libro “La cuestión social y el cristianismo” Mons. Ketteler, al exponer su
pensamiento social, madurado a lo largo de un decenio, condenaba el liberalismo y el
individualismo económico y político, así como el excesivo intervencionismo estatal. En
relación presentada ante la Conferencia Episcopal Alemana, rechazaba toda utopía
revolucionaria violenta, e invita a reflexionar sobre cuatro problemas:
- Si la cuestión social afecta a Alemania;
- Si la Iglesia puede y debe intervenir;
- Cuáles son los posibles remedios y
- Cómo puede contribuir la Iglesia a su aplicación[1].

Ya en estos años (1869) Mons. Ketteler hablaba de problemas que todavía hoy sufrimos.

“La libertad de comercio, de trabajo y de circulación, al hacer caer las barreras del
proteccionismo, ha aumentado el poder del capital que, aliado con las máquinas y ayudado
por el principio de la división del trabajo y por la facilidad de transportes, se ha
convertido en dueño absoluto; hasta tal punto que no sólo el obrero, sino incluso el
pequeño empresario y el pequeño comerciante, abandonados a sus propias fuerzas, no
pueden sostener la lucha contra los grandes capitales acumulados Obligados pues a
renunciar a su independencia, tienen que adaptarse a trabajar como obreros, trabajando a
jornal o a destajos”[2].
Ketteler acerca del salario tenía una visión que después sería recogida por la D.S.I.
“... El salario no se regula de acuerdo con el mérito ni con las necesidades reales de la
vida. Salvo raras excepciones, el obrero no tiene esperanzas de levantarse del pobre
estado en que se encuentra. En la atmósfera material que envuelve al mundo industrial
moderno, es contado como una mercancía más...”[3].
Ketteler en su “relación” después de rechazar toda opción revolucionaria y violenta (contra
los socialistas extremos) sugería al episcopado alemán reformas: participación de los
obreros en los beneficios, medidas a favor de las madres de familia, intervención del Estado
para limitar los horarios de trabajo, clausura de locales de trabajo malsanos, descanso
dominical y finalmente sugería que en cada diócesis se eligiera cierto número de sacerdotes
para dedicarse con profundidad al estudio del problema social.
Todo este esfuerzo de respuesta desde la fe de los católicos, fructifica en la Encíclica
Rerum Novarum de León XIII.
Con estos antecedentes tan conflictivos y auspiciosos a la vez, es como la Doctrina Social
de la Iglesia, comienza su andadura en la historia y en el mundo. Esta Doctrina Social de la
Iglesia se materializa en las encíclicas sociales y los Papas y Obispos, se hacen
especialmente conscientes que también es parte de su misión propia, intervenir con sus
enseñanzas en las cuestiones sociales de su tiempo.
En efecto, y como ya se ha dicho, cada encíclica social es hija de su tiempo, responde a un
contexto histórico determinado y pretende proponer criterios de juicio, y principios de
reflexión que respondan a las cuestiones sociales de un momento dado.
Tomando en cuenta como punto central y de quiebre el Concilio Vaticano II, vamos a
clasificar las encíclica sociales: en pre-conciliares, conciliares y post-conciliares.
Enciclicas contienen la reflexión de la Iglesia en materia de doctrina social y nos ayudarán
a discernir sobre los principios de reflexión, directrices de acción y criterios de juicio que
deben guiar nuestra práctica cristiana en el mundo en el que nos desenvolvemos. Cada
documento es el fruto de la reflexión de la Iglesia, y brota del encuentro entre la realidad
social a la que nos enfrentamos y el mensaje evangélico que promovemos.
Rerum Novarum, el Papa León XIII
Publicada en 1891. Enuncia derechos y obligaciones de patronos y obreros que todavía no
han sido reconocidos en leyes
· Quadragessimo Anno, del Papa Pío XI
Publicada en 1931,Propugna por una distribución equitativa de los bienes según las demandas del
bien común y la justicia social: protege el derecho de propiedad, la propiedad privada

· Mater et magistra – Juan XXIII


Publicada en 1961, Trata del Cristianismo y progreso social.
contexto social son las diferencias económicas entre los llamados primer y tercer mundo

Pacem in Terris – Juan XXIII

Publicada en 1963. El tema principal es la paz en la Tierra.

Aboga por una justa relación entre Estados basada en el diálogo y la solidaridad

· Gaudium et spes del Concilio Vaticano II


Publicada en 1965, “La Iglesia en el mundo actual”. Enfatiza la dignidaddel ser humano,
imagen de Dios, que se realiza y vive en sociedad.
insiste en que el bien común y la solidaridad son generadores del desarrollo de los pueblo

· Populorum Progressio de Pablo VI


Publicada en 1967. “Sobre el desarrollo de los pueblos”. Sostiene que el desarrollo no es solo
económico, sino también social y cultural.

Octogesima Adveniens- Pablo VI


Carta apostólica publicada en 1971. “Una llamada a la acción”.
Aboga por un análisis objetivo de la situación de la sociedad, identificando las causas,
consecuencias, y gestando acciones a favor de la justicia, la paz, desde una acción política
que promueva el bien común nacional e internacional.
· Laborem Exercens –Juan Pablo II
Publicada en 1981. “Sobre el trabajo humano

· Sollicitudo rei Socialis – Juan Pablo II


Publicada en 1987. “Interés social de la Iglesia”. desarrollo del hombre
en todas sus dimensiones, principalmente la espiritual les insiste en la necesidad de conversión y
solidaridad.

· Centesimus Annus – Juan Pablo II


Publicada en 1991. aporte de la Iglesia a la sociedad en la búsqueda de un orden social
justo, fraterno, solidario y pacífico
· Caritas in veritate – Benedicto XVI
La Encíclica, publicada el 29 de junio de 2009. Sobre el desarrollo y la economía.
· Laudato Si – Francisco
La encíclica publicada en mayo del 2015. Sobre el cuidado de la casa común y la
necesidad de cambiar nuestros estilos de vida, de consumo y producción para cuidar del
medio ambiente. Es necesario que la ecología no solo se trabaje en base al medio ambiente
sino a las injusticias sociales que traen los modelos de producción.
Entre las causas de la Revolución Industrial podemos mencionar las siguientes:
- La existencia de grandes capitales nacidos del comercio, la agricultura y la banca,
pero principalmente de la explotación de los ricos imperios coloniales, como sucedió con
Inglaterra nación pionera de la gran industria.
- El intenso empleo de la máquina, fruto ésta de los formidables avances de la ciencia
y la tecnología, que buscaron perfeccionar los instrumentos de producción.
- La existencia de materias primas como el algodón y los ricos yacimientos de carbón
y de hierro.
- La presencia de grandes mercados para el intercambio comercial y para atender la
demanda de productos manufacturados, principalmente en regiones de ultramar.

En consecuencia esta revolución dio lugar a grandes cambios en la sociedad a todo nivel, a
grandes rasgos podemos mencionar los siguientes:
TEMA 6: DERECHOS HUMANOS, PAZ Y
COMUNIDAD INTERNACIONAL

Introducción

La situación de los derechos humanos en la sociedad actual es preocupante. La crisis


económica y social nos muestra cómo se producen violaciones sistemáticas de los derechos
de las personas: falta de respeto a los derechos de los trabajadores, corrupción, escasa
atención médica, ausencia de servicios básicos para millones de personas (agua potable, luz
eléctrica, internet…) bajo nivel educativo…

Además en nuestro mundo contemplamos cada día el incremento de la violencia (física,


verbal, psicológica…) Las guerras, el terrorismo, los atentados contra la integridad física y
moral de millones de mujeres y niños… ponen de manifiesto unas relaciones
internacionales basadas en la injusticia, en la desigualdad y en la violencia
institucionalizada.
Qué son los Derechos humanos? ¿Dónde se fundamentan? ¿Qué dice el mensaje bíblico
sobre la dignidad y los derechos humanos? ¿Cómo proteger y promover dichos derechos
humanos? ¿Qué postura tiene la Iglesia frente a las guerras, el terrorismo, la pena de
muerte o la violencia contra la mujer? ¿Qué enseña la doctrina social acerca del orden
internacional y las instituciones que lo dirigen hoy en el mundo?

Breve historia de los Derechos humanos

El nacimiento del cristianismo y su mensaje universal de amor a todos, incluso a los


enemigos, fue un gran elemento en el combate contra la esclavitud y la discriminación de
personas, razas y clases sociales. Primero en el imperio romano y después en las demás
culturas en las que se ha insertado. Es evidente que el mensaje y la práctica de Jesús de
Nazaret fue el fundamento de dicha lucha por defender la dignidad de todo ser humano.

Desde un aspecto más jurídico la llamada “Escuela del Derecho de Gentes”, en el siglo XVI
fue liderada por grandes teólogos y juristas que sentaron las bases de lo que hoy podemos
definir como derechos humanos. Al hilo del cuestionamiento moral de la Conquista de
América, se proclamó la dignidad y libertad de los indígenas y nativos americanos. Son de
obligada mención pensadores como:

Francisco de Vitoria, Bartolomé de las Casas, Francisco Suárez, Hugo Groccio.

Fue a fines del s. XVIII cuando se otorgó el reconocimiento jurídico de los derechos
fundamentales de la persona humana, a raíz de la “Revolución francesa” y su defensa de la
Libertad, la Igualdad y la Fraternidad como síntesis de dichos derechos plasmados en la
famosa Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789. Y aunque es
verdad que no se debió directamente a la Iglesia la formulación concreta del
reconocimiento de dichos derechos fundamentales, sin embargo este fue posible gracias a la
cultura judeo cristiana que estaba de fondo.

Y llegamos al punto culminante de este breve recorrido histórico: apenas finalizada la II


Guerra Mundial, la ONU promulgó el 10 de diciembre de 1948 la “Declaración Universal
de los Derechos Humanos” en treinta proposiciones fundamentales aceptadas hoy
globalmente, aunque no siempre respetadas y aplicadas. Se amplió el número de personas a
quienes se aplicaba la Declaración respecto a la Declaración de los Derechos del Hombre y
el Ciudadano de 1789, “a todos los seres humanos”, que nacen “libres e iguales en dignidad
y derechos” (art. 1)[1]

El papa Juan Pablo II la calificó como “piedra fundamental en el largo y difícil camino del
género humano” reconociendo el equilibrio que dicho documento guarda entre los derechos
individuales y los derechos sociales.

2. Definición y características de los DD.HH.

Son derechos humanos aquellos que se relacionan “directamente con la naturaleza del
hombre en cuanto persona dotada de razón y de libre albedrío, y que por tanto son
universalmente válidos, inviolables e inalienables”[1].

Por tanto, son de obligado respeto no solo porque lo diga una ley, sino porque están
inscritos en el ser personal, es decir son connaturales nacen de la misma naturaleza del ser
humano.

Consecuentemente, los derechos humanos son anteriores y superiores al Estado, el cual los
debe defender y promover. De lo contrario, se correría el riesgo de perder los derechos por
falta de consenso o de voluntad del legislador de reconocerlos.

Sobre esto el papa Juan XXIII nos enseña en su encíclica Pacem in Terris: “No puede ser
aceptada la doctrina de quienes arriman que la voluntad de cada individuo o de ciertos
grupos es la fuente primaria y única de donde brotan los derechos y deberes del ciudadano”
(P.T., 78)[2]

Otra característica de los derechos humanos es su inviolabilidad y universalidad. Esto


significa que en toda circunstancia o lugar deben reconocerse a todos los seres humanos.
Eso no implica que sean ilimitados puesto que el ejercicio de uno de ellos termina donde
comienza el derecho de las demás personas.

Finalmente son inalienables: tanto por parte de los demás que no pueden privar a ningún ser
humano de sus derechos fundamentales, como por parte de cada persona que no puede
renunciar a ellos.
3. Clasificación de los DD.HH.
Los derechos humanos tradicionalmente se clasifican en derechos de primera, segunda y
tercera generación.

 Los primeros derechos reivindicados a las monarquías absolutistas europeas fueron


los civiles y políticos, es decir las libertades como la de expresión, conciencia,
asociación, prensa.

 En un momento posterior, por la influencia del socialismo, comenzó a reivindicarse los


llamados derechos sociales, económicos y culturales, a saber: alimentación, salud,
educación, vivienda, trabajo.

 Los derechos de tercera generación son los derechos de los pueblos a


la autodeterminación, a la propia identidad cultural, al desarrollo, a
un medioambiente sano, a la paz, los derechos de las minorías étnicas y religiosas,
la soberanía de los países sobre sus riquezas y recursos naturales, etc… Estos derechos
no están contemplados en la Declaración Universal de 1948.
4. Fundamentación de los derechos humanos
Ya hemos señalado que una fundamentación puramente positivista o consensualista de los
derechos humanos los hace vulnerables y dependientes de decisiones arbitrarias. Por ello se
necesita buscar un fundamento más profundo que respete su condición de derechos
objetivos e indisponibles.
La enseñanza social de la Iglesia ofrece una fundamentación sólida y enraizada en el
mensaje bíblico: la paternidad de Dios y la dignidad del ser humano creado a
su “imagen” (Gen 1, 27), la igualdad básica y la fraternidad fruto del reconocimiento de
ese Padre común, y el proyecto liberador del Dios cristiano.
En palabras del papa Pablo VI la Iglesia nos enseña que “los derechos humanos están
fundados sobre la dignidad de la persona humana, sobre su igualdad y su fraternidad”[1]
En nuestra iglesia latinoamericana el Documento de Santo Domingo, al describir los
nuevos signos de los tiempos en el campo de la promoción humana sitúa en primer lugar
los derechos humanos (164-168). La defensa de los derechos de los más excluidos ha dado
como fruto la persecución y el martirio de muchos laicos, religiosos y pastores en América
Latina lo que constituye un signo de esperanza para nuestra época, donde los derechos
fundamentales siguen siendo violados o permanecen desconocidos, cuando no burlados, u
observados de manera puramente formal.
El magisterio latinoamericano enseña que “todo atropello a la dignidaddel hombre es
atropello al mismo Dios, de quien es imagen” (Puebla, 306)[2]. Y la Iglesia universal,
aplicando el principio de bien común, promueve una igualdad esencial así como iguales
oportunidades de vida digna para todos: “Tanto los pueblos como las personas
individualmente deben disfrutar de una igualdad fundamental” (S.R.S., 33)[3]

5. Los derechos humanos en el mensaje bíblico


El Concilio Vaticano II nos enseñó que el alma de la Teología es la Palabra de Dios. Por
eso debemos ir a la fuente de nuestra fe cristiana – la Biblia – para descubrir que nos ha
revelado Dios sobre los derechos humanos.
Desde las primeras páginas de la Biblia se afirma que el hombre ha sido creado a imagen y
semejanza de Dios (Gen 1, 26-27). Ahí reside su dignidad.
El Dios que se revela en el mensaje del antiguo testamento es un Dios liberador, que oye el
grito de su pueblo oprimido por Egipto, se conmueve, y decide enviar a Moisés para
liberarlo de la esclavitud (Ex 3, 16-17). Yahvé, el Dios de Israel, ante los atentados
contra la dignidaddel ser humano no permanece impasible. Decide intervenir para devolver
dicha dignidad a su pueblo.
En la misma línea de revelación bíblica, la ley mosaica determina que no haya “ningún
pobre a tu lado” (Dt 15, 4), ya que Dios quiere una vida digna para todos sus hijos e hijas.
El Dios de Israel es el Dios de la Vida, y una vida abundante para todos.
La práctica israelita del año sabático y jubilar que se recoge en los códigos del libro de
Levítico y Deuteronomio (Lv. 25, 2. 21-22; Deut. 15,23; 24, 19-22) nos revela que la tierra
es de Dios y es un regalo para todas sus creaturas. Se impone así la prohibición de la
acumulación de ésta, y se invita al perdón de deudas y a la liberación de esclavos, para
restaurar el orden originario del proyecto divino.

Derechos humanos y mensaje bìblico


Los profetas de Israel, en nombre de Dios, denuncian las prácticas que niegan la
dignidad humana. Y revelan que el culto que quiere Yahvé debe estar acompañado de
justicia y solidaridad hacia “la viuda, el huérfano, y el extranjero” (Is 1, 12-17).
Para cerrar este breve recorrido por el mensaje del primer testamento, podemos ver que los
pecados sociales más graves (asesinato, esclavitud, violencia…) claman al cielo (cfr. Ex 3,
7; Gn 4, 10) porque violan la vida humana.
En continuidad con este mensaje bíblico, y para darle plenitud, la práctica de Jesús nos
revela a un Dios solidario con el ser humano y defensor de su plena dignidad.

 Su actuación permanente en favor de los pecadores, publicanos, marginados sociales…


 La protección de la dignidad y derechos de la mujer, del niño, de los enfermos, de los
pobres y excluidos de su tiempo…
 Su decidida defensa de la persona humana por encima de las leyes, costumbres o culto
religioso (Mc 2, 27)
 La predicación del Reino de Dios como un nuevo orden que ya comienza en la historia,
y que tiene como privilegiados a los últimos. Para ellos es la Buena Nueva del Reino
(Lc 4, 16-21)
6. Derechos humanos y Magisterio de la Iglesia
Una manera gráfica de definir la Doctrina Social de la Iglesia es que esta surge como una
defensa explícita y radical de la dignidad humana. En este sentido podemos afirmar que el
reconocimiento de dicha dignidad y de los derechos fundamentales de toda la humanidad es
el eje transversal del pensamiento y la acción social de la Iglesia a lo largo de su historia.
Oswald Von Nell Breuning, sj. decía que la doctrina social de la Iglesia cabe en la uña de
un dedo donde puede escribirse la palabra “persona”.
Pero no resulta tan sencillo revisar la actitud y postura de la Iglesia hacia los derechos
humanos. Cada documento y declaración deberemos situarla en el contexto histórico y en el
momento concreto de evolución de la doctrina social de la Iglesia para interpretarla
objetivamente.
Así, documentos como la Mirari vos de Gregorio XVI (1832), Quanta cura o el Syllabus de
Pio IX (ambos de 1864) se comprenden en un momento histórico en el que la Iglesia se
sentía amenazada por el movimiento secularizador y defensor de las libertades de la
sociedad moderna de mediados del s. XIX, especialmente en Europa.
El papado de León XIII supuso un giro respecto a la actitud de la Iglesia hacia el mundo
moderno emergente, acogiendo algunos postulados liberales y mostrándose más tolerante
hacia las libertades. Su mayor aporte en este sentido fue la defensa que de los derechos
humanos hizo en su encíclica “Rerum Novarum” (1891)
El papa Pío XII observó silencio frente a la Declaración de los Derechos del Hombre de
1948. Su conocida reserva hacia dicha declaración tenía su fundamento en la ausencia de
referencias explícitas a Dios y por la desconfianza que venía de hace ya tiempo en la Iglesia
hacia la modernidad. Esto no supuso que Pío XII se opusiera a los derechos humanos,
puesto que en contadas oportunidades habló de ellos y la urgencia de su defensa y
protección.

Derechos humanos y Magisterio de la Iglesia


En la encíclica Pacem in Terris encontramos una formulación más integral de esos
derechos, enumerándolos y analizándolos con sus deberes correspondientes.

El Concilio Vaticano II en Dignitatis Humanae y Gaudium et Spes hizo una defensa


inequívoca de la dignidad humana y un llamado explícito al reconocimiento y protección de
los derechos fundamentales inviolables e inherentes a la persona, como imagen y
semejanza de Dios.

El Concilio Vaticano II proclamó además oficialmente el derecho a la libertad religiosa,


terminando así con siglos de intolerancia y conflictos religiosos. Ni la verdad ni el error son
objetos de derechos, solo la persona humana. Porque se reconoce que la verdad solo se
impone con la fuerza intrínseca que conlleva. Así la Dignitatis Humanae afirma: “Todo
hombre es libre para abrazar y profesar la religión que juzgue verdadera, guiado por la
luz de su razón”.[1]

Juan Pablo II afirmó en el año 1984 que “la promoción de los derechos humanos es
requerida por el Evangelio y es central en el ministerio de la Iglesia”.
Una buena síntesis de la aportación de la Doctrina Social en este campo de los derechos
humanos es un documento que la Comisión Teológica Internacional publicó en
1983: “Dignidad y derechos de la persona Humana”.
José Manuel Caamaño[2] resume dicho documento en cinco afirmaciones fundamentales
que a continuación recogemos:

 La unidad entre dignidad y derechos humanos.


 La vinculación entre derechos y deberes: sin su consiguiente deber los derechos se
convertirían en algo arbitrario.
 La jerarquización de los derechos humanos, puesto que no todos son igual de
fundamentales. No podemos equiparar el derecho a la vida con el derecho al descanso
semanal, por ejemplo.
 El orden objetivo como fundamentación universal de los derechos humanos: estos
pertenecen a la naturaleza humana, derivan de su dignidad y son ajenos a intereses o
contextos.
 Fundamentación teológica de la dignidad y de los derechos humanos: el ser humano ha
sido creado a imagen y semejanza de Dios.

7. Derecho a la vida
De todos los derechos humanos, el primero universalmente reconocido es el derecho a la
vida. Sobre dicho derecho se fundamental todos los restantes. Esto significa que tiene el
mismo valor la vida de un embrión que la de un anciano, la de un criminal que la de un
inocente, la de un enfermo que la de un sano, la de un varón que la de una mujer, etc…
En este sentido es de vital importancia la valoración ética de todos los avances tecnológicos
actuales. No todo lo que es posible técnicamente, se puede hacer; puesto que muchas veces
lo que se da es una manipulación irresponsable de la vida humana. Por eso el papa
Benedicto XVI en su encíclica “Caritas in Veritate” nos recuerda que la bioética (aborto,
eutanasia, esterilización, clonación, reproducción asistida, fecundación artificial,
fecundación in vitro, inseminación artificial, experimentación con embriones…) “es un
campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el absolutismo de la técnica y la
responsabilidad moral” (C.V. 74)[1]
Fruto de la defensa de este derecho a la vida es la oposición a la guerra, al terrorismo, a la
pena de muerte, a la pobreza, al aborto o a la eutanasia. El primer derecho del hombre es a
nacer y a morir cuando su Creador disponga. Si negáramos estos derechos caeríamos en la
contradicción de defender la vida de los culpables en la pena de muerte y dejar
desprotegida la vida de inocentes.
El derecho a la vida implica también acabar con el escándalo ético del hambre en el mundo.
Dice el papa Benedicto: “es necesario que madure una conciencia solidaria que considere
la alimentación y el acceso al agua potable como derechos universales de todos los seres
humanos, sin distinciones ni discriminaciones” (C.V. 27)[2]
Otras consecuencias son: la oposición al armamentismo y los ingentes gastos militares, la
prohibición de toda guerra, la abolición de la pena de muerte, la persecución del tráfico y
consumo de drogas, o el irresponsable manejo en el tráfico, entre otras prácticas que atentan
directamente contra el derecho a la vida.

8. Derechos de la mujer
La pobreza tiene rostro de mujer. Así lo reflejan los siguientes datos del mundo en el que
vivimos:
Una de cada tres mujeres en el mundo sufre la violencia, y en la mayor parte de las
situaciones causada por miembros de su propio entorno (familiares, conocidos…)
El 70% de los adultos analfabetos son mujeres. Y aún no se logra la igualdad en cuanto al
salario por el mismo trabajo, a la representación política o en cargos dirigentes.

La causa de estas situaciones la podemos encontrar en que, tradicionalmente la mujer ha


sido considerada inferior al varón (en inteligencia, capacidad física…) sometida al esposo,
relegada a las tareas domésticas, y a menudo objeto sexual o de explotación.
La Biblia no escapa de esta mentalidad, especialmente en el Antiguo Testamento. Pero no
debemos pasar por alto la práctica y la enseñanza de Jesús en relación a la mujer. Fue un
actuar que las dignificó.
La condición de la mujer en aquella sociedad judía era denigrante:
 No participaba de la vida pública, quedaba confinada al hogar donde era discriminada
frente al varón. Hasta los 12 años pertenecía al padre y de ahí al esposo… Era objeto de
placer, apreciada solo por su fecundidad y tenía deberes de esclava…
 En el matrimonio su situación era penosa ya que se permitía la poligamia y el repudio
por parte del varón.
 Jurídicamente era discriminada, sin derechos de sucesión, herencia, tampoco podía
testificar, ni ejercer cargos públicos.
 Religiosamente la situación era también de marginación. La mujer tenía un lugar
apartado en la sinagoga, secundario. Y no podían leer ni aprender la “Torá”. Además
se la consideraba impura durante la menstruación o después del parto.
 Un resumen de toda esta situación denigrante es la oración del Rabino
Jehuda: “Bendito Dios porque no me has creado pagano, ni mujer ni ignorante”.

9. Jesús y la mujer
Podemos considerar la actitud de Jesús hacia las mujeres, en medio de aquella realidad, como
una “buena noticia”:

 Acepta a mujeres entre sus seguidores (Mc 15,40; Lc 8, 1-3) porque tienen derecho a
escuchar la palabra de Dios.
 Defiende a la mujer en el matrimonio, condenando la poligamia y el repudio (Mc 10,1; Mt
19,1)
 Destruye la imagen de mujer objeto o relegada a las tareas domésticas. En Lc 11, 27-28
Jesús enseña que la mujer no solo es para la maternidad. Igual en Lc 10, 38-42 con Marta y
María, nos enseña que no quedan solo para el hogar.
 Se mostró cercano a ellas, son sus amigas, las cura, toca, las defiende, se deja besar por una
prostituta.
 Finalmente habla del reino y de Dios con una imagen de mujer (Lc 15, 8-10)

Reflejo de esta práctica de Jesús está la vida de las primeras comunidades cristianas donde
hubo mujeres que predicaban, o que se encargaban como diaconisas del servicio a los pobres,
presidían las reuniones de las comunidades en sus propias casas y evangelizaban a la par de los
varones. En los escritos de S. Pablo se nombra a un gran número de colaboradoras, porque para
el cristianismo ya no hay judío ni pagano, esclavo ni libre, varón ni mujer (Gal 3, 28)
En los tiempos actuales, el movimiento feminista (surgido al margen de la iglesia) ha aportado
enormemente a la emancipación y liberación de la mujer, a pesar de que la situación actual es
de brutal sometimiento en muchos países y de falta de igualdad en muchas dimensiones de la
vida social.
Comenzando por el reclamo del derecho al sufragio, después por la igualdad en el acceso al
trabajo y en la cuantía del salario respecto al varón, la paridad en la representación política o en
el reparto de las tareas del hogar, el movimiento feminista ha colocado en la agenda política y
social la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
La Iglesia se ha ido haciendo eco de todos estos justos reclamos, realizando un profundo
replanteo sobre el rol de la mujer tanto en la sociedad como al interior de la Iglesia.

10. Compromiso en defensa de los derechos humanos


La idea de dignidad humana es una idea anterior al cristianismo, pero este ha sido quien la ha
dotado de un sentido universal, extendiéndola a todos los seres humanos, y dotándola de un
carácter inviolable e inalienable. Por ello, los derechos humanos no pueden reducirse a meros
acuerdos sociales fruto de la fraternidad o la solidaridad hacia los demás. Deben fundarse en la
propia dignidad humana que los poderes políticos y sociales deben proteger. Los derechos
humanos no son creaciones del hombre, sino que éste los descubre en sí mismo. Nos pertenecen
y son anteriores a cualquiera de sus concreciones históricas. Y por eso mismo deberían quedar
formulados en el derecho positivo de todas las legislaciones nacionales o internacionales. Un
primer modo de defensa y promoción de dichos derechos es afirmar que únicamente la
dignidad de la persona es la que puede garantizarlos y extenderlos universalmente, en cualquier
situación y contexto. La primacía y centralidad de la persona humana afirmada por la doctrina
social de la Iglesia señala también el compromiso por promover y defender los derechos
humanos que nace del mensaje social cristiano. Un cristiano, a ejemplo de Jesús, debe defender
especialmente los derechos de los más excluidos: niños, mujeres, pobres, hambrientos,
desempleados, minorías de cualquier índole.

Compromiso en defensa de los derechos humanos


El papa Benedicto XVI en su encíclica Caritas in Veritate lo puso especialmente de relieve, y es
algo que ninguna reforma política, social o económica debería olvidar para construir una
sociedad más justa y humana.

11. La Iglesia y la Paz: mensaje bíblico sobre la violencia


La paz es fruto de la justicia (cf. Is 32, 17), en sentido amplio, como el respeto del equilibrio de
todas las dimensiones de la persona humana. La paz peligra cuando al hombre no se le
reconoce aquello que le es debido en cuanto hombre, cuando no se respeta su dignidad y
cuando la convivencia no está orientada hacia el bien común. La paz no es la ausencia de
conflictos, sino el modo no violento de resolver dichos conflictos.
Para construir una sociedad pacífica y lograr el desarrollo integral de los individuos, pueblos y
Naciones, resulta esencial la defensa y la promoción de los derechos humanos. (Compendio
DSI 494)
Del mensaje social del nuevo testamento se desprende que Jesús no vino a proclamar la paz a
cualquier precio, ni una pasividad frente a la injusticia o la violencia institucionalizada.
“No he venido a traer la paz, sino la espada” (Mt 10, 34). Se trata de la “espada del
Espíritu” (Ef 6, 14) que es la Palabra de Dios. Como dice el Papa Francisco, "Significa que la
fe no es algo decorativo, ornamental, no es para decorar la vida con un poco de religión,
como una tarta a la que se le pone la nata. ¡No! La fe implica elegir a Dios como criterio-base
de la vida, y Dios no es algo vacío, no es neutro. ¡Dios es amor! Dios es siempre positivo, es
amor positivo".
Es una palabra que como filo de espada cuestiona, denuncia, desestabiliza. Jesús sí condenó la
violencia como recurso para lograr la paz y la justicia.
Si hay que amar al prójimo, la alternativa será la no-violencia (Mt 5, 38). Es decir, no entrar en
la espiral de la violencia, sino tratar de desarmar a enemigo, ir más allá de lo esperado…
Cuando Jesús expulsa a los comerciantes del Templo de Salomón, usó un látigo para votar a los
animales, pero no para agredir a las personas. Fue un gesto profético lleno de pasión y ardiente
defensa del Dios de Israel y su casa.
Además enseñó el amor a los enemigos (cf. Mt 5, 43-48), invitó a no responder a la violencia
con más violencia (Mt 5, 39), proclamó dichosos a los que trabajan por la paz (Mt 5, 9),
prohibió el uso de la espada incluso en defensa legítima (Mt 26, 51-53) y propuso un cambio en
el mensaje del antiguo testamento (Tb 4, 18: “No hagas a nadie lo que no quieras que te
hagan”) invitando a adoptar un compromiso positivo, por el bien: Mt 7, 12: “todo lo que
quieran que les hagan los hombres, háganselo ustedes a ellos…”

La Iglesia y la paz
Siguiendo esta enseñanza los primeros cristianos actuaron en consecuencia, negándose a tomas
las armas, participar en la guerra o asistir al Circo Romano.
“Cristo, al desarmar a Pedro, desarmó a todos los cristianos”(Tertuliano, “De idolatría”, cap.
19,3)
Pasado el tiempo, las guerras se volvieron práctica habitual y la cristiandad elaboró la conocida
como teoría de la guerra justa, que más adelante desarrollaremos. Se convocaron las
“Cruzadas” contra los musulmanes y herejes, guerras en nombre de Dios.
Ya en el siglo pasado la experiencia de la humanidad produjo un cambio en dicha enseñanza de
la Iglesia.
El papa Benedicto XV declaró la primera guerra mundial como “una inútil masacre”, “una
horrible carnicería humana”, contraria a la voluntad del Creador.
Pío XII señaló en vísperas de la II gran guerra que “nada se pierde con la paz; todo puede
perderse con la guerra”.
Tras la II Guerra Mundial comenzó la llamada guerra fría entre los dos grandes bloques
(soviético y estadounidense) que provocó una desbocada carrera de armamentos y puso al
mundo al borde de una tercera guerra nuclear.
En ese contexto el papa Juan XXIII, en la “Pacem in Terris” condenó todo tipo de guerra: “En
nuestro tiempo, que se jacta de poseer la energía atómica, resulta un absurdo sostener que la
guerra es un medio apto para resarcir el derecho violado” (PT 127)

La caída del muro de Berlín (1989) y de la URSS dio lugar a un período de transición en el que
los gastos militares lograron reducirse.
Pero un nuevo hecho histórico, el ataque del 11 de setiembre a las torres gemelas de Nueva
York, inauguró un período nuevamente de enfrentamiento, esta vez con el terrorismo, una
guerra fundamentada en la religión y el choque de la civilización occidental e islámica, que ha
provocado un aumento en el mundo de los gastos de armamentos, alcanzando un gasto 10 veces
mayor que la ayuda al desarrollo.

12. Legítima defensa


Para entender en profundidad la enseñanza de la iglesia sobre el tema de las guerras y la paz,
vamos a desentrañar este principio de la moral tradicional.
Existe un derecho (reconocido por las legislaciones modernas) a la defensa propia y ajena,
cuando se conculcan o amenazan derechos fundamentales. Es más, dicha legítima defensa es
además obligatoria. Hay que actuar para defenderse de dichas violaciones o amenazas.
En el Concilio Vaticano II se actualizó la validez y aplicabilidad de dicho principio, pero se
señaló la voluntad de que se destierre de la historia de la humanidad cualquier tipo de guerra.
La enseñanza social de la iglesia hizo un llamado a una “mentalidad totalmente nueva” y a
“preparar aquella época en la que, gracias al acuerdo entre las naciones, se podrá prohibir
totalmente el recurso a la guerra” (Gaudium et Spes, 82)[1]
En la teología moral moderna se sigue defendiendo este derecho a la legítima defensa, pero por
medios no violentos. El magisterio de la Iglesia lo ha ido reconociendo. Un ejemplo está en
Juan Pablo II que ve como un signo de los tiempos “una nueva sensibilidad cada vez más
contraria a la guerra como instrumento de solución de los conflictos y orientada cada vez más
a la búsqueda de medios eficaces, pero no violentos, para frenar la agresión armada”
(Evangelium Vitae, 27)[2]
Paralelamente a esta doctrina sobre la legítima defensa se ha ido desarrollando la enseñanza
sobre la llamada “injerencia humanitaria por la fuerza”. El mismo Juan Pablo II la defendió en
estos términos: “Cuando todas las posibilidades de negociaciones diplomáticas se acaban y
poblaciones enteras están por sucumbir frente a un injusto agresor, los gobiernos ya no tienen
derecho a la indiferencia. Nos parece que su deber es desarmar al agresor, si todos los demás
medios no violentos se han revelado inútiles”. [3]
Es una reivindicación también a que existan Tribunales Penales Internacionales que
intervengan en los países, también de modo armado si fuera necesario, siempre bajo el mandato
de la ONU. Pero no una injerencia militar, sino de una policía internacional con capacidad de
desarmar al culpable de la agresión.

13. Mirada ética a la carrera de armamentos


Detrás de la enseñanza de la Iglesia sobre este tema, está un juicio ético más profundo.
En primer lugar hay un fuerte cuestionamiento a los gastos militares actuales, con los que se
podría resolver hoy día los principales problemas del planeta: alimentación, salud y educación.
El Consejo Pontificio de Justicia y Paz publicó en 1994 un arriesgado informe denunciando el
comercio internacional de armas, iluminado con una reflexión ética. Se cuestiona, por ejemplo,
que medio millón de científicos en el mundo se dedican a investigar con fines militares, o que
los cinco países permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (China, Francia, Rusia,
Reino Unido y Estados Unidos), sean los más grandes exportadores de armas a los países
pobres Paralelamente a ello se enjuicia el gasto militar de muchos países en vías de desarrollo,
superior en gran medida a las inversiones en salud o educación.
El Vaticano II condenó la carrera de armamentos, calificándola como “la plaga más grave de la
humanidad y responsable de perjudicar a los pobres de manera intolerable”[1].
El pensamiento social de la Iglesia considera imprescindible la eliminación de las armas de
destrucción masiva (atómicas, biológicas y químicas) y el desarme de las llamadas
convencionales. Y ello porque no tienen un supuesto poder disuasorio. El tenerlas genera el
riesgo de usarlas. “Estar listos para la guerra hoy significa de alguna manera provocarla” dijo
Juan Pablo II.
Mirada ética a la carrera armamentista
Algunos datos que nos hacen pensar:

 El gasto mundial al día en armamentos supera el millón de dólares


 Cada dos minutos se gastan en el mundo 60.000 dólares en armas; y cada dos segundos un
niño muere por falta de alimentos
 La cifra mundial de gastos bélicos aumenta aproximadamente en 3% cada año, porcentaje
mucho mayor que el aumento de la población y que el crecimiento económico para el
mismo periodo.
 Hay almacenadas 60.000 bombas nucleares.
 Un solo tanque moderno equivale al presupuesto anual de la FAO. En dos días se gasta en
armas el equivalente al presupuesto de un año de la ONU
 El 25% de científicos se dedica hoy a investigar en relación con las armas (medio millón
aproximadamente)
 Con lo que se invierte en un bombardero y sus misiles se pueden construir 75 hospitales de
100 camas.
 Los países ricos se hacen más ricos con la venta de armas; y los pobres más pobres
comprándolas (el 20% de su gasto total)
 Hay medio millón de niños soldados en 87 países

14. Mirada de la Iglesia


¿Qué valoración hace el magisterio de la Iglesia sobre esta realidad?
El papa Benedicto XVI, el primero de enero de 2007 exigió el desarme nuclear mundial para
asegurar la supervivencia de la humanidad.
El tráfico de armas es un desorden aún más grave que su producción, señaló Juan Pablo II en la
Sollicitudo Rei Socialis, 24.
Y en Ecclesia in América, el papa y los obispos americanos hablaron del “escandaloso
comercio de armas de guerra, el cual emplea sumas ingentes de dinero que debieran destinarse
a combatir la miseria y promover el desarrollo”[1]

15. Terrorismo
En un mundo profundamente injusto, donde impera la violencia institucionalizada, algunos
optan por la lucha armada como único modo para lograr un cambio estructural. Otros deciden
recurrir al terrorismo para lograr obtener sus objetivos políticos. En América Latina y
concretamente en el Perú sabemos muy bien de esta realidad.
La violencia no es la solución a ningún problema y nos lleva a una trágica espiral: engendra
más violencia. Pero tampoco es la solución la pasividad ante las injusticias.
Por eso la Iglesia condena la guerrilla y el terrorismo de modo categórico. En Sollicitudo Rei
Socialis podemos leer: “Aun cuando se aduce como motivación la creación de una sociedad
mejor, los actos de terrorismo nunca son justificables”[1]
Un juicio moral grave merece también para la Iglesia el llamado “Terrorismo de Estado”.
Consiste en la respuesta gubernamental a través del Ejército, la policía o grupos paramilitares,
usando métodos terroristas como torturas, secuestros, desapariciones o asesinatos. Estuvo muy
presente en dictaduras militares del siglo pasado como Argentina, Chile, Uruguay o
Centroamérica.
Los obispos argentinos en el documento “Iglesia y Comunidad Nacional” afirman: “Ni el
estado de excepción, a aun de guerra interna, ni motivos de eficacia militar o de seguridad
interna o externa pueden ser invocados para herir los derechos humanos básicos. La teoría de
la llamada “guerra sucia” no puede suspender normas éticas fundamentales que obligan un
mínimo de respeto por la persona, aun por el enemigo. Las autoridades del Estado no pueden
valerse de los mismos métodos irracionales de que se vale la violencia subversiva”[2]
La situación internacional generada por el llamado Terrorismo internacional, a partir de los
atentados contra las torres gemelas el 11 de setiembre del 2001, ha llevado a nombrar una
nueva doctrina belicista. “la guerra preventiva”, esgrimida como único instrumento eficaz para
enfrentar a dicho terrorismo internacional. El camino será analizar las verdaderas causas de
dicho terrorismo internacional y resolverlas de un modo no violento.

16. La no violencia activa


Por lo que vamos analizando en nuestro tema, podemos ir concluyendo que la violencia no es
cristiana y engendra más violencia.
Por tanto, la respuesta a nuestros conflictos deberá ser no violenta. Ojo, esto no significa
resignación o aguante pasivo, sino lucha activa, pero pacífica, contra las injusticias.
Ejemplos de esta metodología no violenta los tenemos en Mahatma Gandhi, Martín Luther
King, el sindicato obrero polaco Solidarnosh, Nelson Mandela, el arzobispo Desmond Tutu, las
madres de la Plaza de mayo o los Campesinos sin Tierra, entre otros.
Como enseña Juan Pablo II en la encíclica Centesimus Annus, esta metodología recurre a otras
armas: políticas, sociales, económicas, espirituales, psicológicas, por medio de la desobediencia
civil o la no cooperación con el agresor (CA 23)
Y la Conferencia Episcopal Norteamericana afirmó: “creemos que los esfuerzos por desarrollar
métodos no violentos, a fin de rechazar las agresiones y resolver los conflictos, responder
mejor al llamado de Jesús a favor del amor y la justicia”.
Por tanto el mensaje cristiano es un llamado a suscitar una cultura de paz, superando
fanatismos, nacionalismos exacerbados, intolerancias, agresiones… y promoviendo una
educación que invite a defenderse y defender a la patria con armas no militares.
Al interior de la Iglesia se debe reformular la presencia de capellanes incorporados al ejército.

17. Autoridad mundial para la Paz


Tras el final de las dos guerras mundiales se constituyeron, primero la Sociedad de Naciones y
después la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945. Entre sus objetivos se
encuentra lograr la seguridad internacional y la paz. Pero difícilmente lo puede lograr mientras
cinco de las quince naciones del Consejo de Seguridad (Estados Unidos, Francia, Rusia, China
y Gran Bretaña) conserven el derecho a veto a las resoluciones de dicho Consejo.
Por ello el Concilio Vaticano II abogó por el establecimiento de una autoridad
supranacional: “Para que sea absolutamente prohibida cualquier guerra se requiere una
autoridad pública universal, reconocida por todos, con poder eficaz para garantizar la
seguridad, el cumplimiento de la justicia y el respeto de los derechos”[1]
De igual manera Juan XXIII, en la Pacem in Terris, había imaginado esta autoridad mundial. Y
el papa Benedicto XVI volvió a proponer, en la Caritas in Veritate una autoridad Política
Mundial para “incrementar y orientar la colaboración internacional hacia un desarrollo
solidario de todos los pueblos, gobernar la economía mundial, sanear las economías
golpeadas por la crisis, realizar un oportuno desarme integral, garantizar la seguridad y la
paz, la protección del medio ambiente y la reglamentación de los flujos migratorios” (CV
67)[2]
El Papa Francisco, en su encíclica Laudato Si, ha hecho eco de este reclamo de la Iglesia que
por décadas ha venido proponiendo la reforma a nivel internacional de la ONU para que se
convierta en una auténtica autoridad política mundial para promover el bien comúnuniversal,
como algo necesario para la protección de la naturaleza frente a la destrucción provocada por
nuestro modelo de desarrollo y la cultura tecnocrática y consumista.
En el número 175 de la última encíclica social, dentro del capítulo dedicado a proponer líneas
de acción para afrontar el problema ecológico, el papa Francisco advierte que “en este
contexto, se vuelve indispensable la maduración de instituciones internacionales más fuertes y
eficazmente organizadas, con autoridades designadas equitativamente por acuerdo entre los
gobiernos nacionales, y dotadas de poder para sancionar”.[3]
Es evidente que estamos muy lejos de este objetivo, que los obstáculos y poderes que se oponen
son enormes, que los mismos gobiernos y poderes fácticos mundiales, especialmente los más
fuertes, no tienen ningún interés o lo frenan. Y, desgraciadamente, esta es una cuestión casi
ausente del debate público y social, inexistente en la agenda política de los partidos.
Pero esta es, seguramente, una de las grandes utopías por las que hay que luchar hoy, en la
esperanza de que, como ocurrió con otras exigencias de justicia y de paz en la historia, pueda
hacerse realidad algún día.

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