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DE LA IGLESIA
Introducción
Todos los documentos que escriben los Papas, los obispos o teólogos de la
Iglesia se consideran una fuente importante en la doctrina social cristiana. Podemos
encontrar diversos documentos como cartas encíclicas, exhortaciones apostólicas,
constituciones apostólicas, cartas apostólicas, bulas, breves, documentos conciliares,
conferencias episcopales, etc.
Los documentos a los que más haremos referencia en el desarrollo del curso son las
Encíclicas, algunas exhortaciones apostólicas, documentos conciliares y conferencias
episcopales. Todos ellos contienen la reflexión de la Iglesia en materia de doctrina social y
nos ayudarán a discernir sobre los principios de reflexión, directrices de acción y criterios
de juicio que deben guiar nuestra práctica cristiana en el mundo en el que nos
desenvolvemos. Cada documento es el fruto de la reflexión de la Iglesia, y brota del
encuentro entre la realidad social a la que nos enfrentamos y el mensaje evangélico que
promovemos.
En la antigua iglesia cristiana, una encíclica era una carta circular enviada a todas las
Iglesias de una zona. En nuestros tiempos una encíclica, en el sentido más estricto, es una
carta solemne, que versa generalmente sobre un aspecto de la doctrina católica, y que el
Papa dirige a todos los obispos y fieles católicos de todo el mundo.
La palabra proviene del latín “encyclia” y del griego “egkyklios” que significa “envolver en
círculo”. La primera encíclica de la historia de la Iglesia fue escrita por el papa Benedicto
XIV en 1766. Uno de los papas más prolíficos en encíclicas fue León XIII (1878 - 1903)
que escribió 86 encíclicas. La última encíclica escrita es “Laudato Si” del Papa Francisco,
publicada en 2015. Las encíclicas en general se proponen: a) enseñar algún tema doctrinal o
moral (doctrinales - sociales) b) avivar la devoción (exhortatorias) c) condenar errores e
informar a los fieles sobre peligros para la fe, procedentes de corrientes culturales,
amenazas del gobierno, etc. (disciplinares - doctrinales)
En nuestro estudio tendremos en cuenta las encíclicas sociales, que contienen la enseñanza
en materia de moral social. El documento Conciliar de mayor trascendencia en nuestro
tiempo es el Concilio Vaticano II. Documento que es el resultado del Concilio que se llevó
a cabo entre los años 1962-1965 y que tiene Constituciones, decretos y exhortaciones, entre
ellas la más importante en materia de doctrina social es la Constitución Pastoral Gaudium et
Spes. Además también fruto de la reflexión de las diversas conferencias episcopales
latinoamericanas, hay documentos que son importantes tales como: Medellín (1968),
Puebla (1979), Santo Domingo (1992) y Aparecida (2009)
encíclicas sociales
Las encíclicas sociales son documentos del magisterio ordinario de la Iglesia, que desde
finales del siglo XIX han enriquecido la tradición de la Iglesia; siendo articuladas en
diferentes maneras y aplicadas a varios problemas, el corazón de las enseñanzas de los
papas ha sido la defensa de la persona humana creada a imagen de Dios.
Cada encíclica social versará sobre las diversas problemáticas sociales, políticas,
económicas, culturales, ecológicas del tiempo en el que son publicadas. Y de ellas también
brotarán principios de reflexión, criterios de juicio y directrices de acción que nos puedan
llevar a un mundo más solidario, fraterno y justo.
La primera encíclica social publicada fue la Rerum Novarum, publicada en 1891 por el
papa León XIII, esta encíclica social es la que da el acta de nacimiento de la Doctrina
Social de la Iglesia de manera oficial.
A continuación presentamos una línea del tiempo con las diferentes encíclicas sociales a
tener en cuenta para su estudio. Como dijimos anteriormente, cada encíclica social
responde al tiempo en el que fueron escritas, por eso se presentan algunos de los eventos
más importantes en los diversos contextos históricos
A la Iglesia le costó mucho pasar del mundo medieval al mundo moderno. Hasta antes del
cambio, estaba acostumbrada a una sociedad donde había un orden establecido, que estaba
explicitada por la tradición eclesial. Disponía de normas y usos que desde siempre habían
funcionado en la vida social, política y económica. Por eso les resultaba casi imposible
imaginarse y menos aceptar que el orden social era construcción humana y que podía
cambiar, que se podía elegir a sus representantes para que los gobernaran.
[1] Pero este cambio fue acompañado de persecución y violencia contra la Iglesia, basta
recordar los santos y nuevas órdenes que surgieron en plena revolución francesa:
Chaminade, Champagnat, etc.
[2] AA.VV. Manual de Doctrina Social de la Iglesia, C.E.L.A.M. vol. IV, Bogotá
1997, p. 221
ALGUNOS ALCANCES DE LAS ENCÍCLICAS SOCIALES
· Rerum Novarum, el Papa León XIII
Publicada en 1891. Aborda la cuestión haciéndose eco de la inhumana situación de los
trabajadores durante la Revolución Industrial. Enuncia derechos y obligaciones de patronos
y obreros que todavía no han sido reconocidos en leyes civiles ni como derechos humanos.
Defiende el derecho de los trabajadores a asociarse para la defensa de sus intereses. Y que
el estado debe intervenir en la economía para asegurar los derechos públicos y privados;
asegurando el destino universal de los bienes. Defiende el derecho de la propiedad privada,
pero insiste en que esta tiene una función social. Subraya el derecho de los trabajadores y
de todo ser humano a acceder a la propiedad.
· Quadragessimo Anno, del Papa Pío XI
Publicada en 1931, con motivo de los 40 años de la publicación de la Rerum Novarum.
Trata el tema de la reconstrucción del orden social. Propugna por una distribución
equitativa de los bienes según las demandas del bien común y la justicia social: protege el
derecho de propiedad, la propiedad privada, afirmando su función social y el derecho de
todas las personas a acceder a él.
Frente al Socialismo y Capitalismo propugna por la aparición de sistemas intermedios.
Afirma que al libre mercado le sucede la dictadura económica inhumana y contraria al
evangelio. Se aparta de la lucha de clases y exige el salario justo, y la necesidad de
cristianizar en la vida socio-económica el valor de la caridad y la solidaridad.
· Mater et magistra – Juan XXIII
Publicada en 1961, con motivo del 70 aniversario de la Rerum Novarum. Trata del
Cristianismo y progreso social. Las principales características del contexto social son las
diferencias económicas entre los llamados primer y tercer mundo. Insiste en que la
mundialización de la cuestión social ha superado los límites obrero – patrón. Analiza los
retos de la realidad social como los derechos de los pueblos subdesarrollados y de los
trabajadores. Afirma que para afrontar del orden social es necesario que la persona sea el
fundamento y el fin de toda actividad política. Insiste en que la doctrina social cristiana o
de la Iglesia es el arte integral de la vida cristiana y de la misión evangelizadora;
finalmente, llama a los cristianos a trabajar por un mundo más fraterno, solidario y pacífico,
como expresión del reinado de Dios en la historia.
Pacem in Terris – Juan XXIII
Publicada en 1963. El tema principal es la paz en la Tierra. También es considerada como
el testamento espiritual y social del Papa Juan XXIII por que fue publicada tres meses antes
de su muerte. Es la primera encíclica que no solo se dirige a los cristianos sino a “todos los
hombres de buena voluntad”.
El contexto social de la encíclica es la guerra fría, el muro de Berlín, la crisis de los misiles
en Cuba. La encíclica ofrece una propuesta de paz para la sociedad internacional, basada en
la justa relación entre personas y el Estado y entre personas y los otros seres humanos, en el
ámbito de los derechos humanos como la base de la paz.
Aboga por una justa relación entre Estados basada en el diálogo y la solidaridad. Reconoce
que todas las naciones tienen igual dignidad y derecho a un desarrollo propio y aboga por la
revisión de la distribución de recursos y por el monitoreo de las corporaciones
multinacionales. Reclama compromisos serios para lograr el desarme de las naciones.
Reconoce a la ONU como una autoridad pública de nivel mundial para promover el bien
común universal y propender por una sociedad basada en la justicia, la solidaridad y el
desarrollo integral de las personas y de los pueblos, como fundamento para la paz válida y
duradera. A los creyentes de las diversas confesiones les hace una invitación al compromiso
por integrar la fe, la razón y la acción. Se le considera la declaración universal de los
derechos y deberes humanos hecha por la Iglesia.
· Gaudium et spes del Concilio Vaticano II
Publicada en 1965, “La Iglesia en el mundo actual”. Enfatiza la dignidaddel ser humano,
imagen de Dios, que se realiza y vive en sociedad. Insiste en que la sociedad es justa
cuando favorece la realización de todos los individuos, aporta principios reguladores de la
vida social y económica e insiste en que el bien común y la solidaridad son generadores del
desarrollo de los pueblos. Afirma la necesidad de paz y la obligación de evitar la guerra.
Ataca la carrera armamentista y la amenaza de la guerra nuclear. Establece la
responsabilidad de los cristianos por trabajar en la generación de estructuras que hagan el
mundo más justo y pacífico; desde el reconocimiento de la dignidad humana como base
para las decisiones políticas y económicas y la edificación de la comunidad internacional.
· Populorum Progressio de Pablo VI
Publicada en 1967. “Sobre el desarrollo de los pueblos”. Sostiene que el desarrollo no es
solo económico, sino también social y cultural. Propone la solidaridad internacional para
lograr el desarrollo de los países subdesarrollados, que es la tarea más urgente en el ámbito
social. Afirma los derechos de las naciones pobres a un desarrollo humano pleno y
desaprueba las estructuras económicas que promueven la injusticia. Y enseña que los
recursos deben ser compartidos a través de la ayuda, la asistencia técnica, las relaciones
comerciales justas, y aboga por un Fondo Mundial que se dirija hacia los pobres los fondos
que ahora se gastan en armas.
Octogesima Adveniens- Pablo VI
Carta apostólica publicada en 1971. “Una llamada a la acción”. Aborda, entre otros, tres
temas básicos: El cristiano ante los nuevos problemas: la creciente urbanización, la
necesidad del diálogo como fundamento de la paz, la relación jóvenes – adultos, la
marginación de la mujer la inhumana situación que padecen los emigrantes, el desempleo,
los medios de comunicación, y el deterioro creciente del medio ambiente, entre otros.
Aboga por un análisis objetivo de la situación de la sociedad, identificando las causas,
consecuencias, y gestando acciones a favor de la justicia, la paz, desde una acción política
que promueva el bien común nacional e internacional.
· Laborem Exercens –Juan Pablo II
Publicada en 1981. “Sobre el trabajo humano”. Trata del trabajo del hombre a la luz del
Génesis, desde una visión filosófica y teológica del trabajo. Visto como colaboración con el
creador, lo que le da una especial dignidad por estar basada en la dignidad humana y divina
de la persona. Expone así una espiritualidad del trabajo como medio de expresión y
compromiso desde la fe en la construcción de un orden social justo y fraterno para todos y
todas. Demanda que la justicia en el lugar de trabajo sea responsabilidad tanto de la
sociedad como de los empleadores y de los trabajadores. Afirma el derecho de todos los
trabajadores a formar asociaciones y a defender sus intereses vitales; y la prioridad del
trabajo sobre el capital. Pide el fomento de salarios justos, de la propiedad colectiva y de
la participación de la fuerza laboral en la administración y en los beneficios de las empresas
públicas y privadas.
· Sollicitudo rei Socialis – Juan Pablo II
Publicada en 1987. “Interés social de la Iglesia”. Analiza la desigualdad creciente e injusta
entre Norte y Sur. Enfatiza en la esperanza y en la necesidad de fomentar el desarrollo de
las personas y de los pueblos más pobres. Define que el auténtico desarrollo del hombre se
realiza en todas sus dimensiones, principalmente la espiritual. Al tiempo que reafirma que
el desarrollo auténtico debe abarcar la vertiente política, económica, religiosa y ecológica.
Pide generar voluntad política para crear mecanismos justos para el bien común de la
humanidad; reformar el comercio mundial y los sistemas financieros; diseñar un plan de
desarrollo con respeto por la naturaleza; dedicar los recursos usados para armas al alivio de
la miseria humana; y una conversión a la solidaridad a la luz de la interdependencia y
autodeterminación de los pueblos.
A los creyentes de todas las religiones y denominaciones, les insiste en la necesidad de
conversión y solidaridad. En el análisis de la realidad para reconocer y denunciar las
estructuras de pecado que obstaculizan el desarrollo pleno de las personas y de los pueblos;
para promover desde la fe una nueva humanidad.
Finalmente, pide a los cristianos católicos, difundir la enseñanza social de la Iglesia, y
llevarla a todos los sectores de la sociedad, para que ilumine las realidades sociales y las
comprometa en la tarea de promover la justicia y la paz, desde el respeto a la vida y a la
dignidadde todos los seres humanos.
· Centesimus Annus – Juan Pablo II
Publicada en 1991. Como homenaje a los 100 años de la encíclica Rerum Novarum, que es
la que da nacimiento a la doctrina social de la Iglesia de manera oficial. Afirma que esta
encíclica debe ser promovida en todos los estamentos de la sociedad y en la comunidad
internacional, como un aporte de la Iglesia a la sociedad en la búsqueda de un orden social
justo, fraterno, solidario y pacífico. Haciendo presente que el Evangelio es un camino de
humanización válido y abierto a toda la comunidad humana. El contexto internacional de
esta encíclica está enmarcado en la caída del muro de Berlín en 1989 y el hundimiento de
los regímenes de ideología marxista – leninista en Europa, entre otros. Considera que han
caído por su violación de los derechos del hombre, pos tu ateísmo, y por su ineficiencia
económica. Respecto al capitalismo distingue entre los elementos básicos económicos que
acepta, aunque haciendo una crítica a los anti valores que muchas veces genera en la
sociedad, como el individualismo que prescinde de la solidaridad y tiene como objetivo
básico el tener; además denuncia al predominio del capital sobre la persona, consumismo
creciente y sus consecuencias en el deterioro del ser humano.Afirma que la libertad debe
estar abierta a la verdad; que la propiedad privada no debe ser tenida como derecho
absoluto; que la economía de mercado debe basarse en el comercio justo, el respeto a la
creación y a los derechos de las personas y de las naciones, desde un sistema ético
cultural.
· Caritas in veritate – Benedicto XVI
La Encíclica, publicada el 29 de junio de 2009. Sobre el desarrollo y la economía.
· Laudato Si – Francisco
La encíclica publicada en mayo del 2015. Sobre el cuidado de la casa común y la
necesidad de cambiar nuestros estilos de vida, de consumo y producción para cuidar del
medio ambiente. Es necesario que la ecología no solo se trabaje en base al medio ambiente
sino a las injusticias sociales que traen los modelos de producción.
La Revolución Industrial
A mediados del S. XVIII y comienzos del XIX en Inglaterra se inició una radical y
vigorosa transformación de su industria y comercio: a través de un proceso de aplicación
técnica de la física mecánica en la producción (especialmente cuando comienza a utilizarse
como energía el vapor de agua) y debido a la enorme existencia de materias primas
(especialmente de sus colonias) todo esto permitió un aumento enorme de productividad
por trabajador. El uso de la máquina fue un salto en la productividad.
La Revolución Industrial comprende dos etapas: la primera (1850-1860) que se caracterizó
por los grandes logros alcanzados en la agricultura, y por la expansión de la industria
británica especialmente en la industria textil; y la segunda (se inicia a partir de 1860, se
fortalece en el siglo XIX y se desarrolla extraordinariamente en el siglo XX) esta etapa
consolida el desarrollo del maquinismo, y la vigorización del capitalismo industrial.
En consecuencia esta revolución dio lugar a grandes cambios en la sociedad a todo nivel, a
grandes rasgos podemos mencionar los siguientes:
A la Iglesia le costó mucho pasar del mundo medieval al mundo moderno. Hasta antes del
cambio, estaba acostumbrada a una sociedad donde había un orden establecido, que estaba
explicitada por la tradición eclesial. Disponía de normas y usos que desde siempre habían
funcionado en la vida social, política y económica. Por eso les resultaba casi imposible
imaginarse y menos aceptar que el orden social era construcción humana y que podía
cambiar, que se podía elegir a sus representantes para que los gobernaran.
EL SÍLABO
El Sílabo, catálogo de 80 proposiciones, en ellas la Iglesia condena el espíritu de una época,
el espíritu laicista moderno. El sílabo o colección de errores modernos, es sacado de varias
Alocuciones, Encíclicas y Cartas del Papa Pío IX y se publicó junto con la Bula Quanta
Cura, el 8 de diciembre de 1864.
El Papa Gregorio XVI (predecesor de Pío IX) en su encíclica “Mirari Vos” (1832) condenó
los males presentes: el indiferentismo religioso, del que provenían la mayoría de los males;
la libertad de conciencia que llevaba a un libertinaje. Se condenó también la libertad de
imprenta y toda acción que intentara cambiar a las autoridades legítimas. Sin embargo, éste
fue el Papa que en 1831 reconoció la independencia de los países de América Latina y
nombró Obispos en las sedes vacantes de este continente.
Con la reunificación italiana, el Papa Pío IX (que gobernó de 1846 a 1878) de un inicio
auspicioso y con “apertura al mundo moderno”, sufrió una profunda transformación interna
en 1848. Debió huir de Roma refugiándose en el Reino de Nápoles. Dos años duró la
reconquista de los Estados papales, y el Papa después de esta dura experiencia, condenó
con todas sus fuerzas el régimen liberal moderno, la separación Iglesia-Estado, las
libertades civiles, conciencia, culto, imprenta, reunión y las libertades políticas.
La Iglesia del S. XIX fue en general, una Iglesia que vivió aislada: vivió sin estados
pontificios, sin estatuto jurídico público, sin reconocimiento internacional, en total fueron
60 años (1870-1929) que se desenvolvió en una situación jurídica ambigua y compleja.
Ya en estos años (1869) Mons. Ketteler hablaba de problemas que todavía hoy sufrimos.
“La libertad de comercio, de trabajo y de circulación, al hacer caer las barreras del
proteccionismo, ha aumentado el poder del capital que, aliado con las máquinas y ayudado
por el principio de la división del trabajo y por la facilidad de transportes, se ha
convertido en dueño absoluto; hasta tal punto que no sólo el obrero, sino incluso el
pequeño empresario y el pequeño comerciante, abandonados a sus propias fuerzas, no
pueden sostener la lucha contra los grandes capitales acumulados Obligados pues a
renunciar a su independencia, tienen que adaptarse a trabajar como obreros, trabajando a
jornal o a destajos”[2].
Ketteler acerca del salario tenía una visión que después sería recogida por la D.S.I.
“... El salario no se regula de acuerdo con el mérito ni con las necesidades reales de la
vida. Salvo raras excepciones, el obrero no tiene esperanzas de levantarse del pobre
estado en que se encuentra. En la atmósfera material que envuelve al mundo industrial
moderno, es contado como una mercancía más...”[3].
Ketteler en su “relación” después de rechazar toda opción revolucionaria y violenta (contra
los socialistas extremos) sugería al episcopado alemán reformas: participación de los
obreros en los beneficios, medidas a favor de las madres de familia, intervención del Estado
para limitar los horarios de trabajo, clausura de locales de trabajo malsanos, descanso
dominical y finalmente sugería que en cada diócesis se eligiera cierto número de sacerdotes
para dedicarse con profundidad al estudio del problema social.
Todo este esfuerzo de respuesta desde la fe de los católicos, fructifica en la Encíclica
Rerum Novarum de León XIII.
Con estos antecedentes tan conflictivos y auspiciosos a la vez, es como la Doctrina Social
de la Iglesia, comienza su andadura en la historia y en el mundo. Esta Doctrina Social de la
Iglesia se materializa en las encíclicas sociales y los Papas y Obispos, se hacen
especialmente conscientes que también es parte de su misión propia, intervenir con sus
enseñanzas en las cuestiones sociales de su tiempo.
En efecto, y como ya se ha dicho, cada encíclica social es hija de su tiempo, responde a un
contexto histórico determinado y pretende proponer criterios de juicio, y principios de
reflexión que respondan a las cuestiones sociales de un momento dado.
Tomando en cuenta como punto central y de quiebre el Concilio Vaticano II, vamos a
clasificar las encíclica sociales: en pre-conciliares, conciliares y post-conciliares.
Enciclicas contienen la reflexión de la Iglesia en materia de doctrina social y nos ayudarán
a discernir sobre los principios de reflexión, directrices de acción y criterios de juicio que
deben guiar nuestra práctica cristiana en el mundo en el que nos desenvolvemos. Cada
documento es el fruto de la reflexión de la Iglesia, y brota del encuentro entre la realidad
social a la que nos enfrentamos y el mensaje evangélico que promovemos.
Rerum Novarum, el Papa León XIII
Publicada en 1891. Enuncia derechos y obligaciones de patronos y obreros que todavía no
han sido reconocidos en leyes
· Quadragessimo Anno, del Papa Pío XI
Publicada en 1931,Propugna por una distribución equitativa de los bienes según las demandas del
bien común y la justicia social: protege el derecho de propiedad, la propiedad privada
Aboga por una justa relación entre Estados basada en el diálogo y la solidaridad
En consecuencia esta revolución dio lugar a grandes cambios en la sociedad a todo nivel, a
grandes rasgos podemos mencionar los siguientes:
TEMA 6: DERECHOS HUMANOS, PAZ Y
COMUNIDAD INTERNACIONAL
Introducción
Desde un aspecto más jurídico la llamada “Escuela del Derecho de Gentes”, en el siglo XVI
fue liderada por grandes teólogos y juristas que sentaron las bases de lo que hoy podemos
definir como derechos humanos. Al hilo del cuestionamiento moral de la Conquista de
América, se proclamó la dignidad y libertad de los indígenas y nativos americanos. Son de
obligada mención pensadores como:
Fue a fines del s. XVIII cuando se otorgó el reconocimiento jurídico de los derechos
fundamentales de la persona humana, a raíz de la “Revolución francesa” y su defensa de la
Libertad, la Igualdad y la Fraternidad como síntesis de dichos derechos plasmados en la
famosa Declaración de los Derechos del Hombre y el Ciudadano de 1789. Y aunque es
verdad que no se debió directamente a la Iglesia la formulación concreta del
reconocimiento de dichos derechos fundamentales, sin embargo este fue posible gracias a la
cultura judeo cristiana que estaba de fondo.
El papa Juan Pablo II la calificó como “piedra fundamental en el largo y difícil camino del
género humano” reconociendo el equilibrio que dicho documento guarda entre los derechos
individuales y los derechos sociales.
Son derechos humanos aquellos que se relacionan “directamente con la naturaleza del
hombre en cuanto persona dotada de razón y de libre albedrío, y que por tanto son
universalmente válidos, inviolables e inalienables”[1].
Por tanto, son de obligado respeto no solo porque lo diga una ley, sino porque están
inscritos en el ser personal, es decir son connaturales nacen de la misma naturaleza del ser
humano.
Consecuentemente, los derechos humanos son anteriores y superiores al Estado, el cual los
debe defender y promover. De lo contrario, se correría el riesgo de perder los derechos por
falta de consenso o de voluntad del legislador de reconocerlos.
Sobre esto el papa Juan XXIII nos enseña en su encíclica Pacem in Terris: “No puede ser
aceptada la doctrina de quienes arriman que la voluntad de cada individuo o de ciertos
grupos es la fuente primaria y única de donde brotan los derechos y deberes del ciudadano”
(P.T., 78)[2]
Finalmente son inalienables: tanto por parte de los demás que no pueden privar a ningún ser
humano de sus derechos fundamentales, como por parte de cada persona que no puede
renunciar a ellos.
3. Clasificación de los DD.HH.
Los derechos humanos tradicionalmente se clasifican en derechos de primera, segunda y
tercera generación.
Juan Pablo II afirmó en el año 1984 que “la promoción de los derechos humanos es
requerida por el Evangelio y es central en el ministerio de la Iglesia”.
Una buena síntesis de la aportación de la Doctrina Social en este campo de los derechos
humanos es un documento que la Comisión Teológica Internacional publicó en
1983: “Dignidad y derechos de la persona Humana”.
José Manuel Caamaño[2] resume dicho documento en cinco afirmaciones fundamentales
que a continuación recogemos:
7. Derecho a la vida
De todos los derechos humanos, el primero universalmente reconocido es el derecho a la
vida. Sobre dicho derecho se fundamental todos los restantes. Esto significa que tiene el
mismo valor la vida de un embrión que la de un anciano, la de un criminal que la de un
inocente, la de un enfermo que la de un sano, la de un varón que la de una mujer, etc…
En este sentido es de vital importancia la valoración ética de todos los avances tecnológicos
actuales. No todo lo que es posible técnicamente, se puede hacer; puesto que muchas veces
lo que se da es una manipulación irresponsable de la vida humana. Por eso el papa
Benedicto XVI en su encíclica “Caritas in Veritate” nos recuerda que la bioética (aborto,
eutanasia, esterilización, clonación, reproducción asistida, fecundación artificial,
fecundación in vitro, inseminación artificial, experimentación con embriones…) “es un
campo prioritario y crucial en la lucha cultural entre el absolutismo de la técnica y la
responsabilidad moral” (C.V. 74)[1]
Fruto de la defensa de este derecho a la vida es la oposición a la guerra, al terrorismo, a la
pena de muerte, a la pobreza, al aborto o a la eutanasia. El primer derecho del hombre es a
nacer y a morir cuando su Creador disponga. Si negáramos estos derechos caeríamos en la
contradicción de defender la vida de los culpables en la pena de muerte y dejar
desprotegida la vida de inocentes.
El derecho a la vida implica también acabar con el escándalo ético del hambre en el mundo.
Dice el papa Benedicto: “es necesario que madure una conciencia solidaria que considere
la alimentación y el acceso al agua potable como derechos universales de todos los seres
humanos, sin distinciones ni discriminaciones” (C.V. 27)[2]
Otras consecuencias son: la oposición al armamentismo y los ingentes gastos militares, la
prohibición de toda guerra, la abolición de la pena de muerte, la persecución del tráfico y
consumo de drogas, o el irresponsable manejo en el tráfico, entre otras prácticas que atentan
directamente contra el derecho a la vida.
8. Derechos de la mujer
La pobreza tiene rostro de mujer. Así lo reflejan los siguientes datos del mundo en el que
vivimos:
Una de cada tres mujeres en el mundo sufre la violencia, y en la mayor parte de las
situaciones causada por miembros de su propio entorno (familiares, conocidos…)
El 70% de los adultos analfabetos son mujeres. Y aún no se logra la igualdad en cuanto al
salario por el mismo trabajo, a la representación política o en cargos dirigentes.
9. Jesús y la mujer
Podemos considerar la actitud de Jesús hacia las mujeres, en medio de aquella realidad, como
una “buena noticia”:
Acepta a mujeres entre sus seguidores (Mc 15,40; Lc 8, 1-3) porque tienen derecho a
escuchar la palabra de Dios.
Defiende a la mujer en el matrimonio, condenando la poligamia y el repudio (Mc 10,1; Mt
19,1)
Destruye la imagen de mujer objeto o relegada a las tareas domésticas. En Lc 11, 27-28
Jesús enseña que la mujer no solo es para la maternidad. Igual en Lc 10, 38-42 con Marta y
María, nos enseña que no quedan solo para el hogar.
Se mostró cercano a ellas, son sus amigas, las cura, toca, las defiende, se deja besar por una
prostituta.
Finalmente habla del reino y de Dios con una imagen de mujer (Lc 15, 8-10)
Reflejo de esta práctica de Jesús está la vida de las primeras comunidades cristianas donde
hubo mujeres que predicaban, o que se encargaban como diaconisas del servicio a los pobres,
presidían las reuniones de las comunidades en sus propias casas y evangelizaban a la par de los
varones. En los escritos de S. Pablo se nombra a un gran número de colaboradoras, porque para
el cristianismo ya no hay judío ni pagano, esclavo ni libre, varón ni mujer (Gal 3, 28)
En los tiempos actuales, el movimiento feminista (surgido al margen de la iglesia) ha aportado
enormemente a la emancipación y liberación de la mujer, a pesar de que la situación actual es
de brutal sometimiento en muchos países y de falta de igualdad en muchas dimensiones de la
vida social.
Comenzando por el reclamo del derecho al sufragio, después por la igualdad en el acceso al
trabajo y en la cuantía del salario respecto al varón, la paridad en la representación política o en
el reparto de las tareas del hogar, el movimiento feminista ha colocado en la agenda política y
social la lucha por la igualdad de derechos entre hombres y mujeres.
La Iglesia se ha ido haciendo eco de todos estos justos reclamos, realizando un profundo
replanteo sobre el rol de la mujer tanto en la sociedad como al interior de la Iglesia.
La Iglesia y la paz
Siguiendo esta enseñanza los primeros cristianos actuaron en consecuencia, negándose a tomas
las armas, participar en la guerra o asistir al Circo Romano.
“Cristo, al desarmar a Pedro, desarmó a todos los cristianos”(Tertuliano, “De idolatría”, cap.
19,3)
Pasado el tiempo, las guerras se volvieron práctica habitual y la cristiandad elaboró la conocida
como teoría de la guerra justa, que más adelante desarrollaremos. Se convocaron las
“Cruzadas” contra los musulmanes y herejes, guerras en nombre de Dios.
Ya en el siglo pasado la experiencia de la humanidad produjo un cambio en dicha enseñanza de
la Iglesia.
El papa Benedicto XV declaró la primera guerra mundial como “una inútil masacre”, “una
horrible carnicería humana”, contraria a la voluntad del Creador.
Pío XII señaló en vísperas de la II gran guerra que “nada se pierde con la paz; todo puede
perderse con la guerra”.
Tras la II Guerra Mundial comenzó la llamada guerra fría entre los dos grandes bloques
(soviético y estadounidense) que provocó una desbocada carrera de armamentos y puso al
mundo al borde de una tercera guerra nuclear.
En ese contexto el papa Juan XXIII, en la “Pacem in Terris” condenó todo tipo de guerra: “En
nuestro tiempo, que se jacta de poseer la energía atómica, resulta un absurdo sostener que la
guerra es un medio apto para resarcir el derecho violado” (PT 127)
La caída del muro de Berlín (1989) y de la URSS dio lugar a un período de transición en el que
los gastos militares lograron reducirse.
Pero un nuevo hecho histórico, el ataque del 11 de setiembre a las torres gemelas de Nueva
York, inauguró un período nuevamente de enfrentamiento, esta vez con el terrorismo, una
guerra fundamentada en la religión y el choque de la civilización occidental e islámica, que ha
provocado un aumento en el mundo de los gastos de armamentos, alcanzando un gasto 10 veces
mayor que la ayuda al desarrollo.
15. Terrorismo
En un mundo profundamente injusto, donde impera la violencia institucionalizada, algunos
optan por la lucha armada como único modo para lograr un cambio estructural. Otros deciden
recurrir al terrorismo para lograr obtener sus objetivos políticos. En América Latina y
concretamente en el Perú sabemos muy bien de esta realidad.
La violencia no es la solución a ningún problema y nos lleva a una trágica espiral: engendra
más violencia. Pero tampoco es la solución la pasividad ante las injusticias.
Por eso la Iglesia condena la guerrilla y el terrorismo de modo categórico. En Sollicitudo Rei
Socialis podemos leer: “Aun cuando se aduce como motivación la creación de una sociedad
mejor, los actos de terrorismo nunca son justificables”[1]
Un juicio moral grave merece también para la Iglesia el llamado “Terrorismo de Estado”.
Consiste en la respuesta gubernamental a través del Ejército, la policía o grupos paramilitares,
usando métodos terroristas como torturas, secuestros, desapariciones o asesinatos. Estuvo muy
presente en dictaduras militares del siglo pasado como Argentina, Chile, Uruguay o
Centroamérica.
Los obispos argentinos en el documento “Iglesia y Comunidad Nacional” afirman: “Ni el
estado de excepción, a aun de guerra interna, ni motivos de eficacia militar o de seguridad
interna o externa pueden ser invocados para herir los derechos humanos básicos. La teoría de
la llamada “guerra sucia” no puede suspender normas éticas fundamentales que obligan un
mínimo de respeto por la persona, aun por el enemigo. Las autoridades del Estado no pueden
valerse de los mismos métodos irracionales de que se vale la violencia subversiva”[2]
La situación internacional generada por el llamado Terrorismo internacional, a partir de los
atentados contra las torres gemelas el 11 de setiembre del 2001, ha llevado a nombrar una
nueva doctrina belicista. “la guerra preventiva”, esgrimida como único instrumento eficaz para
enfrentar a dicho terrorismo internacional. El camino será analizar las verdaderas causas de
dicho terrorismo internacional y resolverlas de un modo no violento.