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CONSTITUCION DE 1978 Y SISTEMA DEMOCRATICO ESPAÑOL

La Constitución actual puede juzgarse como propia del consenso, intenta ser representativa de un pacto
entre todos los sectores políticos del país en esos momentos. Esto explica su ambigüedad. Se asienta en
cuatro principio: una monarquía constitucional (el rey carece de poder ejecutivo), un régimen parlamentario
(bicameral), un estado de las autonomía y la idea de la soberanía nacional (reconoce al pueblo como fuente
de la que emanan los poderes del estado). La parte dogmática define al estado como democrático y social de
derecho y se organiza como monarquía parlamentaria además de una declaración de derechos basada en la
de la ONU.

En la parte orgánica se refiere a la Monarquía como parlamentaria, moderadora y arbitral con funciones
representativas y de carácter simbólico. En cuanto al poder legislativo, encontramos dos cámaras, pero el
Congreso con mayor relevancia que el Senado. En relación con la organización del Estado, el sistema español
ofrece distintas posibilidades para dar una respuesta flexible y plural a las distintas situaciones existentes. El
panorama diseñado es impreciso pero deja abierta para el futuro la posibilidad de construirlo por consenso
de todos, señalando varias fórmulas de acceso a la autonomía. Finalmente el sistema de libertades queda
protegido por el Tribunal Constitucional. El Poder Judicial y el Defensor del Pueblo.

Las nacionalidades históricas de Cataluña y País Vasco reclaman, después de las elecciones del 15 de junio de
1977, la autonomía a través de sus partidos más representativos (CIU y PNV) y de los demás grupos de
izquierda. Nadie duda en respaldar estos procesos autonómicos a los que también se podía sumar Galicia.
Sin embargo ya no había unanimidad con el resto de regiones e incluso con los límites geográficos
de las futuras Comunidades Autónomas ni tampoco con el nivel competencial que se les debería
otorgar.
Se decidió finalmente que todas las regiones tenían el derecho a disponer de Estatuto de
Autonomía y en las mismas condiciones de competencias, reestructurando el mapa de España en
las actuales 17 comunidades autónomas. A Cataluña y al País Vasco les molestó esta postura del
“café para todos” pues entendían que se rebajaba el nacionalismo histórico; también los
defensores del régimen franquista se oponían por considerar que se desintegraba el Estado.
Finalmente se firma, en Sau, un estatuto que concede a Cataluña las mayores cotas de autogobierno
de su Historia. Lo mismo se hace con Euskadi, firmándose el Estatuto de Guernica, el entendimiento
en esta zona presenta mayores dificultades, al mantenerse el independentismo terrorista de E.T.A. y
tender hacia la independencia el P.N.V. En cuanto al resto de comunidades, el problema consistía en
la falta de conciencia autonómica en muchas de ellas, mientras que otras (las "históricas") exigían
mayor rapidez en el traspaso de competencias. Se optó por la concesión de autonomía por dos vías,
la "vía rápida", para aquellas comunidades donde existiera ya esa conciencia autonómica, y la "vía
lenta", para aquellas otras en las que fuese necesario crear dicha conciencia.

A lo largo del año 1980, con Adolfo Suárez como presidente; durante 1981 y 1982, período del
gobierno de Leopoldo Calvo Sotelo y ya en 1983 con el PSOE en el poder, se irán aprobando
sucesivamente los distintos Estatutos de Autonomía. Para ello se acudió a la LOAPA (Ley Orgánica de
Armonización del Proceso Autonómico), firmada en consenso por los partidos políticos en 1981. En
1983 se firmaron los de Extremadura, Baleares, Madrid y Castilla y León, cerrándose con ellos el
proceso autonómico. Más tarde, en 1995, Ceuta y Melilla se constituyeron en ciudades autónomas.

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