Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
SIGLOS IV-VI d. c.
Pero ya en el siglo III de Nuestra Era, los pueblos germanos rebasaron los
límites (limes en latín) entre el Rin y el Danubio llegando hasta la Hispania e incluso al
norte de Italia, donde con muchas dificultades fueron rechazados por los romanos. La
estrategia bélica de estos pueblos respondía a su extrema necesidad de encontrar nuevos
territorios hacia occidente.
En este tiempo (S. III de NE) las tácticas de combate germano empezaron a modificarse,
comenzando a organizarse en unidades militares más numerosas dirigidas por un
miembro de su nobleza ya experimentado. Al mismo tiempo, su capacidad de
movilización se hacía más acelerada a través de los extensos territorios que los romanos
ya no podían ocupar.
Los alamanes, sajones, más tarde los francos, pero sobre todo los godos empezaron a
realizar incursiones lo mismo en el norte de Europa, desde la península de
Escandinavia, hasta la Europa oriental, hacia la desembocadura del río Danubio en el
mar Negro, donde por tierra y mar sembraron el terror entre las ya indefensas
posesiones romanas. A partir del año 269 de Nuestra Era, los godos quedaron divididos
en dos ramas: los ostrogodos, agrupados bajo el rey Ermanarico, ocupando grandes
regiones de la Rusia Europea, y los visigodos que tenían como espacio de expansión el
territorio de los Balcanes.
3
Estos últimos no tuvieron más alternativa que pedir a los romanos poder asentarse al sur
del río Danubio. Nunca fueron huéspedes cómodos de los romanos, pues su cercanía
con las legiones de oriente se convirtieron en una fuente de conflictos. Estos
enfrentamientos parciales terminaron en una lucha decisiva en el año de 378, cuando los
visigodos en la ciudad de Adrianópolis, destruyen a las fuerzas militares de Valente,
emperador de Oriente.
La amenaza de los hunos concluyó hasta el año de 451 cuando Atila fue derrotado en los
Campos Cataláunicos (sur de Francia) por una coalición de romanos y tropas
germánicas. Pero para entonces, el movimiento de los pueblos germánicos era ya
incontenible, encontrándose con un imperio romano dividido y en decadencia, pues
desde 395 sus dos partes enfrentadas: Oriente y Occidente contaban con su propio
emperador.
Hacia el año 400, los visigodos atravesaron Grecia y penetraron a Italia, para
contenerlos los romanos mandaron traer a las legiones del rió Rin, dejándolo
desprotegido. Circunstancia que fue aprovechada por los vándalos, alanos y suevos,
quienes cruzaron este río en dirección a las Galias y desde ahí a Hispania a partir del
año 409.
Ahora bien, estas conversiones germanas al cristianismo dieron origen a varias herejías,
entre las que destaca el arrianismo que rechazaba el dogma de la trinidad,
enfrentándolos a menudo con los cristianos ortodoxos, como ocurrió hacia el siglo VI de
NE. La lucha rebasó rápidamente los ámbitos teológicos convirtiéndose en asonadas,
motines y sobre todo represión para los herejes.
5
Justiniano, reconocido entre otras razones porque ordenó codificar el derecho romano,
intentó restablecer el dominio imperial en el ámbito del Mediterráneo. El empuje
venía de oriente que no había resultado tan afectado como la parte occidental por
las crisis económicas y las invasiones bárbaras. Por el contrario, gracias a la
debilidad de Occidente pudieron florecer su producción y comercio. Este hecho
permitió a Justiniano emprender la reconquista, destinada a reconstruir el imperio
sobre nuevas bases.
El reino de los vándalos sucumbió entre 533-534 ante el ataque de los ejércitos
imperiales de Oriente, en cambio la reconquista de Italia, por los bizantinos fue
lenta, penosa y efímera y sólo concluiría hacia el año 553. Los visigodos perdieron
en 550 el sur de la península Ibérica, el avance de las legiones parecía irresistible.
Sin embargo el prolongado esfuerzo bélico contra los germanos terminó por
debilitar a Constantinopla, quien no pudo enfrentar el avance del imperio sasánida
(última dinastía persa anterior a la aparición del Islam) y de los árabes convertidos
a la religión de Mahoma.
6
Los sucesores de Justiniano fueron incapaces de impedir que los lombardos –asentados
desde fines del siglo V al este de los Alpes—ocuparan la mayor parte de Italia hacia
el año 568 de NE. De todas maneras pocos pueblos germánicos consiguieron
imponer sus instituciones políticas y su cultura en los territorios imperiales que
ocupaban. Los burgundios, procedentes de la región situada entre los Oder y
Vístula (ríos en la actual Polonia), llegaron al Main (afluente del Rin) en el siglo
III, siendo aniquilados en su mayor parte por los hunos en 436; los sobrevivientes
lograron asentarse al oriente de los Alpes como aliados de los romanos.
Los alamanes –conjunto de pueblos procedentes del curso medio del río Elba—
ocuparon la actual Suabia (región central de Alemania), y entre los siglos III y VI
se infiltraron hacia el sur, llegando a ocupar algunos territorios alpinos y el valle
donde nace el río Rin. Pero tampoco ellos lograron fundar un reino duradero;
durante el siglo VIII fueron sometidos por los francos. De los anglos y los sajones
que procedían de Jutlandia (actual Dinamarca), los segundos lograron apoderarse
de la actual Baja Sajonia, Westfalia y Turingia; una parte de ellos, aliados con los
anglos pasaron a las islas Británicas donde fundaron pequeños reinos, que se
unificaron hacia el siglo IX en un gran estado anglosajón. Además, los sajones
continentales, después de ser una federación de pueblos sin poder centralizado, van
a formar un gran reino, el cual representará la mayor resistencia a la introducción
del cristianismo en el norte de Europa.
Tanto los lombardos como los bávaros (un pueblo cuyo origen se ubica en la actual
República Checa) terminaron sometiéndose a los francos, el único que quedaba en
píe de los estados germánicos surgidos de las invasiones. En 482, Clodoveo I, rey
de los francos salios, pudo proclamarse soberano absoluto, extendiendo sus
dominios hasta los límites con los Pirineos.
EL IMPERIO BIZANTINO
SIGLOS V-XV de NE
Con la división del imperio romano efectuada por el emperador Teodosio (346-395 de
NE) entre sus dos hijos: Occidente para Honorio y Oriente para Arcadio, inició la
separación definitiva de ambas partes de los territorios conquistados por los romanos,
quedando el primero a merced de las invasiones bárbaras, mientras que el segundo
prolongó su existencia por casi un milenio, siendo sus primeros siglos de relativa
grandeza; la aparición del Islam (principios del siglo VII) en la cuenca del mar
Mediterráneo, y más tarde las Cruzadas (entre los siglos XI-XIII) harán del resto de su
existencia, hasta el siglo XV, una prolongada decadencia.
Herencia romana
Ubicado en la parte centro-oriente de Europa y con influencias en la actual Turquía
(Asia menor), en el norte de África y en el cercano y medio Oriente, se puede decir que
su relación con Italia y la propia Roma fue muy circunstancial, pero eso no significa que
el Imperio Bizantino no haya conservado a lo largo de sus casi mil años de existencia
una herencia de la cultura romana de los últimos siglos: destacándose de ésta la lengua
griega, el derecho romano y el cristianismo ortodoxo.
8
La caída de la parte occidental del imperio romano en manos de los diferentes pueblos
bárbaros o germánicos, despierta el interés de los primeros emperadores bizantinos de
reconquistar Occidente, es decir, las regiones del Mediterráneo central y occidental.
Este propósito los lleva a intentar una reconciliación con el obispo de Roma, así como la
reconquista de algunas regiones de Italia, el sur de España e inclusive la destrucción del
reino vándalo del norte de África.
Principales dinastías
La mayoría de los historiadores de Bizancio parten de la idea de que el origen de este
imperio viene de la decisión del emperador romano Constantino I el Grande (306-337
de NE) de fundar otra Roma en oriente con el nombre de Constantinopla (324-330) y
9
cuyo propósito original fue vigilar mejor la frontera oriental del imperio, así como
fortalecer la unidad de los inmensos territorios bajo su mando. Medida que a la postre,
antes de finalizado el siglo IV, ya había producido la división definitiva de las
posesiones romanas.
Segundo periodo: 518-610. Con sólo una dinastía pero sin duda una de las más
importantes: dinastía justinianea (518-602); con el último emperador de esta dinastía,
Focas (602-610) se da una época de decadencia por las invasiones eslavas, las guerras
contra los persas y las luchas intestinas en su contra originadas en el norte de África que
terminarán provocando su derrocamiento.
Cuarto periodo: 717-867, formada por dos dinastías y un periodo intermedio de gran
turbulencia. Dinastía Isáurica 717-802, también conocidos como iconoclastas, al final
de esta dinastía aparece por primera vez una emperatriz, Irene (797-802) quien fue
destronada por el tesorero imperial Nicéforo (802-811) iniciándose con él una época de
crisis imperial que se prolongará hasta el año 820, en el que aparece la dinastía frigia
(820-867).
Es durante este cuarto periodo de emperadores bizantinos que aparece en Europa
occidental el Sacro Imperio Romano Germánico encabezado por el rey de los francos:
Carlomagno (768-814) en el año 800, por lo que Bizancio tiene que aceptar que de ahí
en adelante habrá dos poderes políticos y religiosos claramente diferenciados en el
mundo cristiano.
10
Sexto periodo: 1057-1204, iniciado con una serie de emperadores que no se agrupan en
una dinastía (1057-1081), para dar paso a la dinastía Comnenos (1081-1204). Es en este
periodo donde aparece por primera vez una fuerza turca enfrentándose a Bizancio,
(1071), para luego dar paso al inicio y mayor parte de las cruzadas y la ocupación
comercial del Asia Menor por los italianos (Génova y Venecia), iniciándose con ello la
prolongada decadencia del Imperio Bizantino hasta mediados del siglo XV.
Séptimo periodo: 1204-1453. En esta época, aunque se pone fin a las cruzadas, es
evidente que otras fuerzas se beneficiaron de la debilidad de Bizancio, los servios al
occidente y los turcos al oriente, y aunque hubo un breve periodo de recuperación con
un grupo de emperadores denominados paleólogos, su territorio se verá reducido
drásticamente, hasta que desaparece de manera definitiva en manos de los turcos en el
año de 1453.
de justicia (poder judicial) y sanear el tesoro del estado a través del cobro generalizado
de impuestos.
Por lo que se refiere al arte bizantino, son de destacarse sus grandes construcciones de
carácter religioso, como sería el caso de la catedral de santa Sofía en Constantinopla,
construida por órdenes del emperador Justiniano así como también las artes figurativas
12
Y aunque hubo una época del imperio bizantino que fue gobernado por emperadores
“iconoclastas”, en realidad no eran enemigos de las artes visuales, sino solamente de las
representaciones de Cristo, la virgen y los santos a las cuales consideraban heréticas. No
así de otras formas de representación pictórica y escultórica donde no se involucraran
esos temas. Por lo demás, los emperadores iconoclastas fueron expulsados del poder en
Bizancio, por lo que con sus sucesores regresaron las representaciones de figuras
religiosas en las catedrales y templos del cristianismo ortodoxo.
13
NACE EL ISLAM
Oriente medio h 570 de Nuestra Era
En una de las regiones más inhóspitas de la Tierra, situada entre Asia y África, nace a
principios del S.VII la más reciente de las religiones universales, el Islam. Los
habitantes del país donde nació eran sobre todo beduinos nómadas, que sólo podían
alimentarse con la leche y los dátiles que proporcionaba una tierra desértica; vivían en
tiendas de campaña, construidas con pieles de animales.
Hacia mediados del S.VI, existían tres centros urbanos importantes en el norte de
Arabia en la región montañosa de Hedjaz, limitada al oeste por el mar Rojo y al este por
el desierto. En el centro de Hedjaz se levantaba Yatrib, la posterior Medina, rodeada de
un fértil oasis. Unos 400 kilómetros más se encontraba Taif, y al noroeste de esa ciudad,
en una hondonada, La Meca.
Alá y, si bien es Él quien determina el destino de los hombres, estos tendrán que rendir
cuentas de su conducta el día del juicio final; los ricos deben compartir sus riquezas con
los pobres. Esta nueva doctrina fue denominada Islam (conforme a la ley de Dios) por
los seguidores de Mahoma.
Los beduinos recibieron la nueva prédica como una gracia: hasta entonces, la muerte
significaba para los árabes el fin de toda existencia y la pobreza era un castigo divino.
Muchos de los primeros seguidores de la nueva doctrina eran pobres que abrazaban con
esperanza la promesa de una vida mejor antes y después de la muerte. En cambio, los
adinerados qurayshíes combatían sañudamente a Mahoma, muchos de cuyos seguidores
tuvieron que abandonar La Meca a raíz de la persecución de los ricos, y el propio
profeta tuvo que abandonar la ciudad en 622 para dirigirse a Yatrib, que recibiría
entonces el nombre de Medina (ciudad del enviado).
Sin embargo, tras la muerte de Jadicha, Mahoma contrajo matrimonio con otras nueve
mujeres. El profeta intentó, durante mucho tiempo, la conversión de los cristianos y
judíos al Islam, porque en ciertas afirmaciones del Corán, el libro sagrado de los
musulmanes, existen concordancias con el Antiguo y Nuevo Testamentos. Bajo la
dirección de Mahoma, el Islam evolucionó hasta convertirse en la base de un estado
teocrático que propiciaba un apostolado militante y de vocación universal.
La segunda columna del Islam es la oración, que debe practicarse cinco veces al día en
horas preestablecidas. El creyente ha de realizar previamente sus abluciones rituales, ya
que sin ellas sus oraciones no tendrán validez alguna. La tercera obligación del Islam
consiste en dar limosna a los necesitados; cuando un musulmán entrega una parte de sus
bienes, el resto de sus posesiones queda purificado. La costumbre impuso luego que esta
limosna se convirtiera en una especie de impuesto religioso que el estado dedica a fines
benéficos.
El ayuno y la abstinencia durante el mes del Ramadán, constituye el cuarto deber de los
creyentes. Durante el Ramadán, Alá reveló a su profeta el texto sagrado del Corán y en
este mes Mahoma consiguió su primera victoria sobre los quirayshies. Durante las de
luz diurna el creyente debe ayunar; la comida y bebida sólo están autorizadas a partir de
la puesta del sol y hasta su salida.
sucederá en 634 Omar I, que había sido íntimo colaborador de Mahoma. Durante los
diez años que duró el mandato de este califa, el territorio dominado por los musulmanes
amplió en gran manera su extensión: las tropas de Omar ocuparon Palestina, Siria,
Egipto y casi toda Persia. La población nativa de esos territorios recibía a los
musulmanes como continuadores de la dominación previa de bizantinos y persas.
De todos modos, esto da lugar a que los grandes doctores del Islam surjan no sólo del
país donde se originó la religión, sino en sitios tan alejados de ese centro como Persia, la
India o el norte de África. El Corán es, pues, el libro en el que se recogen las enseñanzas
trasmitidas por Dios a su profeta Mahoma.
Es un libro santo y divinamente inspirado, aunque tardó algún tiempo para redactarse y
declararse como canónico, pues existieron tradiciones orales y se hallaba también
recogido en escritos heteróclitos redactados por el propio Mahoma. Recoger la tradición
escrita y la oral, fue una parte fundamental para su trasmisión por medios normales.
malas. De ahí que surja también la idea de la negación del libre albedrío y, por lo tanto,
del fatalismo. El hombre del estado de pecado por su fe en Alá y Mahoma, y por las
buenas obras que haga, con la intercesión de Dios y de los ángeles.
Dios ha enviado al hombre profeta para anunciarle la nueva fe y sacarle del pecado.
Parte de ellos son los mismos del Antiguo Testamento, como Adán, Abraham, Noé,
Moisés e incluso Jesús y otros ya propiamente musulmanes como Hud, Salih, y
finalmente Mahoma, el más grande de todos, cuyas enseñanzas sólo puede abrogarlas el
Mesías (Mahdi), el guía que vendrá al final de los tiempos.
Sólo los elegidos alcanzan directamente el paraíso. Se admite asimismo el culto a los
santos no canonizados formalmente. El santo es un intermediario entre Dios y el
hombre, aunque tampoco exista jerarquía entre ellos. Poseen el favor divino y de él
reciben la virtud de obrar milagros. Hay santos universales y otros más locales. Se
acude en celebración a sus tumbas, aunque también existe la posibilidad de que les
declare como tales en vida. En este caso, insuflan la santidad a sus discípulos (baraca),
participación que se efectúa a través de la saliva. De todos modos, la ortodoxia es difícil
de extraer del libro santo y ello ha dado pie a numerosas sectas, ortodoxas y
heterodoxas.
Hasta las últimas décadas del siglo XX, el Islam era una doctrina religiosa en completa
expansión, y se asentaba cada vez con mayor fuerza entre las masas de los países en
evolución emancipadora del África negra.
18
Moavia fundó el califato hereditario de los omeyas (661-750); la capital del reino fue
trasladada de Medina a Damasco. Poco después el Islam se extendió por el norte de
África; los árabes atravesaron el estrecho de Gibraltar en 711 y conquistaron la
península Ibérica, en la que sometieron a los visigodos. Ese mismo año llegaron
también a la India por el este.
Los omeyas cedieron el poder a la dinastía abasí: Abul Abbas se proclamó califa en 749
y ordenó el exterminio sistemático de la dinastía precedente. Los abasíes gobernarían a
lo largo de 500 años, durante los cuales el imperio conoció un periodo de relativa paz.
Sin embargo, en ese periodo la doctrina islámica pareció perder su impulso expansivo.
Las causas
Desde los primeros siglos de cristianismo, muchos devotos europeos habían visitado
Jerusalén y los lugares santos. Estas peregrinaciones se intensificaron a partir del siglo
X debido al desarrollo de una religiosidad ingenua que creía en la virtud de los
santuarios y de las reliquias, y también al nuevo bienestar económico que favorecía
estas expediciones.
La creación de una red de albergues e instituciones de asistencia a lo largo de las
principales rutas de peregrinación fue otro elemento decisivo. El hecho de que los
santos lugares y Jerusalén estuvieran en territorio islámico, no fue un impedimento para
los viajes, puesto que los musulmanes recibían a los peregrinos europeos, lo que
significaba una fuente de ingresos para aquellos.
La llegada de los selyúcidas, más intolerantes que sus predecesores, alteró este orden
durante unos años, aunque el fervor fundamentalista de la primera ocupación pronto
disminuyó y los peregrinos volvieron a circular sin mayores dificultades. No obstante,
para entonces corrían por diferentes partes de Europa occidental las narraciones de
casos espeluznantes de indefensos peregrinos asaltados y torturados por sarracenos. El
deseo de recuperar los lugares santos para el cristianismo y de castigar a los infieles por
sus abusos contribuiría a la popularidad de las cruzadas.
Las causas de estas campañas fueron tan numerosas y complejas que casi puede decirse
que hay tantas y variadas opiniones como historiadores. En el siglo XIX el historiador
católico G. Michaud aseguró que se debieron a la religiosidad del hombre medieval.
21
Esta explicación, tan conveniente para la iglesia, fue rechazada a partir de la segunda
mitad de ese siglo por otros historiadores más realistas.
Unos la atribuyen a factores económicos, como la defensa de los intereses comerciales
del norte de Italia (Venecia, Génova, Pisa...) y su afán por mantener el control del
comercio con Oriente. Otros destacan razones políticas: el deseo del papa de imponer su
autoridad a toda la cristiandad, y en especial a los conflictivos emperadores germanos, o
de recuperar para Roma la iglesia bizantina, separada por el cisma ocurrido en 1054
(una ruptura entre el papa y el patriarca de Constantinopla a raíz de desacuerdos en
materia de dogma).
También se han señalado causas sociales, como el empobrecimiento de las clases
populares europeas: en algunas regiones escaseaban las tierras libres y los campesinos
eran víctimas de una vida miserable, por lo que muchos no dudaron en agregarse a estas
expediciones con la esperanza de mejorar su situación.
Los estamentos sociales privilegiados tenían otras motivaciones. El mayorazgo, que se
iba imponiendo en Europa, nombraba como único heredero al hijo mayor, y los
restantes vástagos tenían que buscarse la vida haciendo lo único que sabían, guerrear, lo
que provocaba continuos altercados y conflictos en regiones que necesitaban de paz
para consolidarse y progresar.
El concilio de Clermont
La petición de socorro de Alejo Comneno al papa llegó en un buen momento, cuando
las relaciones entre los cristianos de Oriente y Occidente estaban mejorando tras el
cisma. Los embajadores bizantinos conferenciaron con el papa Urbano II durante el
concilio de Piacenza en 1095. El pontífice comprendió que el envió de un contingente
militar en ayuda de Bizancio contribuiría, sin duda, a limar los desacuerdos anteriores y
a renovar lo vínculos de la cristiandad. Por lo tanto, convocó a un nuevo concilio en
Clermont (18 de noviembre de 1095), al que asistieron principalmente obispos del sur
de Francia. En este concilio se renovó “la tregua de dios”, que garantizaba la paz entre
los cristianos y se introdujo un canon que otorgaba indulgencia plenaria a los que
auxiliaran a los cristianos de Oriente amenazados por los selyúcidas.
El papa en persona lo explicó a una multitud que se había congregado a las puertas de la
iglesia en que se reunían los padres conciliares. Urbano II se refirió a la persecución de
los cristianos del este, al acoso de los peregrinos, a la profanación de los lugares santos
por los musulmanes... También alentó a aquellos que hubieran violado la tregua de Dios
22
a emplear sus energías en una buena causa. El que quisiera salvar su alma tenía que
hacer penitencia y sufrir. La peregrinación era la mejor manera de purgar los pecados.
En ese tiempo, la iglesia se había organizado en una estructura más centralizada que
permitía al papa hacer llegar su voz y su mando hasta la más apartada parroquia de la
cristiandad. Las predicaciones cayeron en terreno abonado porque la época era propicia
al espíritu caballeresco. Una nueva concepción del mundo en la que el guerrero
consagraba sus armas en defensa del débil o de la iglesia. ¿Y quién más débil que
aquellos cristianos de Oriente que padecían bajo la tiranía del Islam?
Una ola de entusiasmo recorrió Europa al grito de “dios lo quiere”, decenas de miles de
personas en Francia y sus países limítrofes se dispusieron a tomar las armas para la
santa empresa. Urbano II hubiera querido que los voluntarios fueran solamente nobles y
caballeros entrenados para la guerra, pero no pudo evitar que se le presentaran también
varios miles de voluntarios del pueblo sin experiencia militar alguna, que al final
resultarían más un estorbo que una ayuda.
El núcleo principal de la primera cruzada fue francés. Los otros reinos europeos estaban
inmersos en sus propios problemas. La península ibérica tenía musulmanes en casa y
sus cinco reinos cristianos bastante hacían con defenderse de sus invasores africanos
que periódicamente amenazaban sus territorios. En Alemania todavía coleaban las
guerras provocadas por la resistencia del emperador a la autoridad del papa. En
Inglaterra aún no se había estructurado la sociedad tras el cataclismo de la invasión
normanda de 1066. Francia, por el contrario, era un estado extenso, rico y típicamente
feudal en el que se daban todas las condiciones favorables para la cruzada: había crecido
la población y mejorado la economía, los hijos de los nobles estaban sedientos de
aventuras y causaban problemas en las ciudades y en los campos (especialmente en el
norte, donde el mayorazgo estaba más extendido).
Por otra parte, Europa estaba en condiciones de llevar a cabo una empresa guerrera de
cierto fuste por primera vez desde las legiones de Roma: los ejércitos, mejor armados y
organizados, eran capaces de afrontar campañas militares más ambiciosas.
23
El entusiasmo de los cruzados era contagioso. Antes de marchar a Oriente, gran número
de nobles y caballeros vendían o hipotecaban sus propiedades para adquirir el equipo
necesario y contar con un remanente para gastos personales. Los monarcas creaban
impuestos especiales que a menudo terminaban convirtiéndose en ordinarios. La iglesia
financió a quienes le convino y cobró durante siglos, con distintos medios y fines las
bulas de cruzada.
Un equilibrio inestable
El objetivo de la primera cruzada, el rescate de los lugares santos, se cumplió con
aparente facilidad. Jerusalén fue parcialmente repoblada y se convirtió en capital de un
reino cristiano de estructura similar al francés. Con la conquista de Jerusalén quedaba
libre el camino tradicional de los peregrinos y quedaba también abierta la rica ruta que
las ciudades mercantiles italianas codiciaban. Una ruta a través de la cual se canalizaron
hacia Europa productos orientales de lujo: especias, seda, lino, pieles, tapices y
orfebrería.
Pero el dominio cristiano de los lugares santos resultó frágil. Tras la conquista de
Jerusalén, la mayoría de los cruzados regresaron a sus lugares de origen. Sólo
trescientos caballeros y algunos miles de infantes decidieron establecerse en Tierra
Santa para defender las conquistas cristianas o para prosperar en la nueva tierra. Aquella
estrecha franja de terreno rodeada por un océano de musulmanes hostiles se fragmento
en diminutos reinos o condados que lograron mantenerse durante casi dos siglos debido
a una suma de factores. Por una parte, les favoreció la crónica desunión de los
musulmanes y sus conflictos internos, por otra, el apoyo militar europeo cuando la
situación era apurada; los papas predicaban nuevas cruzadas y reforzaban las posiciones
cristianas.
El elemento esencial que contribuyó a la defensa de Tierra Santa fueron las ordenes
religioso militares, nacidas para proteger y ayudar a los peregrinos. Estas órdenes, en
especial las de los Templarios y los Hospitalarios, garantizaron el suministro regular de
monjes-guerreros y sargentos u hombres de armas que requería la defensa de las
fronteras cristianas. Mantenían sus castillos estratégicos (kraks) gracias al constante
esfuerzo económico y humano que realizaban sus encomiendas y provincias de Europa.
24
Las cruzadas se extendieron durante más de dos siglos. El Reino Latino de Jerusalén
cayó en manos de los mamelucos (musulmanes de Egipto) en 1291, pero Europa siguió
creyendo que lograría la reconquista de Tierra Santa. Además, no podía abandonar a su
suerte a los estados latinos aún existentes: Chipre, islas del mar Egeo y Grecia. Sin
embargo, a partir del siglo XIV, con el avance de los otomanos, la idea de reconquista
quedó relegada ante la más urgente necesidad de contener la expansión turca.
El Islam recuperaría, dos siglos después, las tierras perdidas, pero las consecuencias de
las cruzadas se harían sentir de forma permanente. Las ciudades mercantiles italianas
(Venecia, Pisa, Génova) y del sur de Francia (Marsella) experimentarán un gran auge.
En general, Europa vivió una expansión impulsada por la nueva economía monetaria y
el surgimiento de una burguesía rica, que sustituiría de manera paulatina a la nobleza de
sangre en la cúspide social. De modo paralelo se elevó el nivel cultural de Occidente, al
entrar en estrecho contacto con bizantinos y musulmanes, que habían heredado
directamente las culturas clásica y persa. Por último, el papado alcanzó su máxima
autoridad política, lo que sería un factor decisivo en la historia posterior de Europa.
Antes de las cruzadas, el centro de la civilización estaba en Bizancio y en los califatos
de Damasco y Bagdad. Tras ellas, la hegemonía cultural pasó a Europa.