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MANUEL JOSÉ JOAQUÍN DEL CORAZÓN DE JESÚS BELGRANO

Ideólogo de Mayo
Estadista y Paradigma del Funcionario Público
Fundador de las Academias de Náutica, Dibujo y Matemáticas
Pionero de la Educación Pública
Promotor del Rol Social de la Mujer
Impulsor de la Agricultura, la Industria y el Comercio
Economista Político, Periodista, Ecologista y Abogado
Protector de los Pueblos Originarios y Primer Constitucionalista
General de la Independencia Hispanoamericana
Precursor del Panamericanismo
Creador de la Bandera Nacional y de la Bandera Nacional de la Libertad Civil
Padre de la Patria

BIOGRAFÍA CRONOLÓGICA

+1770

03/06: Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nace en Buenos Aires, en la casa paterna sita en el solar
que hoy corresponde al 430 de la avenida que lleva su nombre. Hijo de María Josefa González y Domingo Belgrano
Pérez.

+1789

06/06: Se traslada con su hermano Francisco a España, con el objetivo de estudiar Derecho en la Universidad de
Salamanca.

La Universidad de Valladolid, en la que completó sus estudios, le otorga el diploma de bachiller en leyes.

+1790

11/07: El Papa Pío VI le da permiso para leer libros prohibidos. Mientras tanto preside la Academia de Derecho
Romano, Política Forense y Economía Política de la Universidad de Salamanca.

+1793

31/01: Se gradúa de abogado en la Cancillería de Valladolid.

+1794

30/01: Se crea el Consulado de Buenos Aires

02/06: Asume la Secretaría del Consulado.

+1797

07/03: Se le concede el grado de capitán de las milicias urbanas de infantería de Buenos Aires.

+1799

Inician sus actividades las escuelas de Dibujo, Matemáticas y Náutica, Propiciadas por Belgrano y creadas por el
Consulado.

+1801

Colabora con Francisco Cabello y Mesa en el Telégrafo Mercantil, Primer periódico del Río de la Plata.

+1802

01/09: Hipólito Vieytes, contando con el auspicio de Belgrano, inicia la edición del Semanario de Agricultura,
Industria y Comercio.
+1806

26/06: Participa en la fallida defensa de la ciudad contra el invasor inglés. Para no prestarle juramento de
obediencia, poco después pasará a la Banda Oriental. Después de la victoria, se lo elegirá sargento mayor del Cuerpo
de Patricios.

+1807

5 y 6/7: Participa en la defensa de Buenos Aires frente al ataque inglés, como ayudante del cuartel maestre general,
coronel César Balbiani.

+1809

01/01: Se opone al movimiento dirigido por Martín de Álzaga para derrocar a Liniers.

+1810

03/03: Comienza a editar el Correo de Comercio, satisfaciendo un pedido del Virrey Cisneros

14/04: Concurre por última vez a las sesiones del Consulado, cuya secretaría deja de ejercer.

22/05: Concurre al Cabildo Abierto, en el que vota a favor de la cesantía virrey Cisneros.

25/05: Es designado vocal de la Junta Provisoria de Gobierno.

04/09: Es nombrado Comandante de las fuerzas destinadas a la Banda Oriental.

22/09: Se lo designa General en Jefe de la Expedición Militar a los pueblos de la Banda Oriental, Santa Fe, Entre Ríos
y Paraguay.

16/11: Funda los pueblos de Curuzú-Cuatiá y Mandisoví.

19/12: Victoria de Campichuelo.

+1811

19/01: Derrota de Paraguari.

09/03: Derrota de Tacuarí.

06/04: Circula el último número del Correo de Comercio.

11/04: Después de haber llegado a Concepción del Uruguay, designa segundo jefe interino a José Gervasio Artigas.

2/05: Entrega el mando a José Rondeau y marcha a Buenos Aires para responder a los cargos que le formulan como
Jefe de la Expedición al Paraguay.

09/08: Se cierra el proceso y le reponen en sus cargos con todos los honores.

04/10: Llega a Asunción junto con Vicente Anastasio Echevarría, enviado en misión diplomática por la Junta de
Gobierno.

12/10: Se firma con el gobierno paraguayo un tratado de amistad, en procura de una futura un respetando la
autonomía de Paraguay.

13/11: Es designado en Buenos Aires coronel del Regimiento N 1 ( primer tercio de Patricios).

+1812

18/02: El triunvirato aprueba la propuesta de Belgrano acerca de la creación de la escarapela nacional con los
colores blanco y celeste.

27/02: Enarbola por primera vez en las barrancas del Paraná la bandera de su creación. Es designado Comandante en
Jefe del Ejército del Perú.
1 o 2/3: Parte a hacerse cargo del Ejército del Norte.

03/03: El gobierno desaprueba la creación de la bandera.

26/03: Recibe en Yatasto el mando de las fuerzas que retroceden desde el Alto Perú.

25/05: Belgrano hace bendecir la bandera en Jujuy el canónigo Juan Ignacio Gorriti.

23/08: Éxodo jujeño, el ejército y todos los habitantes abandonan la ciudad de Jujuy., debido al avance realista.

03/09: Victoria de Las Piedras.

24/09: Vence a los realistas en la batalla de Tucumán.

27/10 Belgrano proclama Generala de su ejército a la Virgen de la Merced y le entrega su bastón de mando.

+1813

13/02: Belgrano y su ejército juran obediencia a orillas del río Pasaje a la Asamblea General Constituyente,
inaugurada en Buenos Aires el 31 de enero de ese año.

20/02: Victoria de Salta.

8/03: La Asamblea otorga premiso a los vencedores de Salta. Le obsequia a Belgrano un sable y le donan 40.000
Pesos, que él destinará a la construcción De cuatro escuelas públicas.

25/05: Redacta el reglamento para dichas escuelas.

19/06: Entra en la ciudad altoperuano de Potosí.

01/10: Derrota de Vilcapugio

14/11: Es derrotado en la pampa de Ayohuma.

+1814

29/01: Encuentro en Algarrobos, cerca de Yatasto, con el coronel José de San Martín, quien llega al frente de
refuerzos enviado por el gobierno porteño.

30/01: San Martín asume el comando en jefe del Ejército del Perú. Belgrano parte hacia Buenos Aires acatando la
Orden de someterse a proceso por sus derrotas.

12/03: Permanece arrestado en Luján hasta que se permite alojarse en una quinta en San Isidro, debido a su mal
estado de salud. Abierto el proceso, no habrá ninguna acusación seria en su contra y finalmente se dispondrá el
sobreseimiento de la causa.

14/09: Belgrano y Bernardino Rivadavia son designados para realizar una misión diplomática en Europa.

+1815

07/05: Belgrano y Rivadavia arriban a Inglaterra, donde se informan del retorno de Napoleón al trono imperial (Los
Cien Días).

15/11: Belgrano abandona Europa.

+1816

Marzo: De regreso en Buenos Aires, es designado Jefe del Ejército de Observación de Mar y Tierra, cuyos efectivos
Concentrados en Rosario, por un pacto hecho en Santo Tomé por uno de sus subordinados y los caudillos Federales
del Litoral, será depuesto y arrestado hasta que se marcha a Buenos Aires.

17/05: El director supremo Juan Martín de Pueyrredón desde San Miguel de Tucumán le pide que se traslade a esa
Ciudad.
06/07: Es recibido por los diputados en sesión secreta. Traza un panorama de la situación política europea y propicia
la instauración de una monarquía.

20/07: El Congreso de Tucumán otorga a la bandera celeste y blanca el carácter de símbolo patrio.

03/08: Es designado comandante en jefe del Ejército del Perú en reemplazo del general José Rondeau.

07/08: Belgrano asume el mando del Ejército del Perú.

+1817

01/03: Reconquista de Humahuaca, que había sido tomada por tropas de José de la Serna. A propuesta de Belgrano,
el gobierno otorga premios a los Vencedores.

+1818

26/01: En carta que envía a su subordinado Martín Miguel de Güemes describe las penurias que soporta su ejército.

+1819

06/01: El Directorio le ordena tomar el mando del ejército está operando sobre Santa Fe.

25/07: Jura con el Ejército del Perú, obediencia a la Constitución aprobada por el Congreso.

29/08: Pide licencia para atender su salud

02/09: Se concede su licencia.

10/09: Se despide de sus soldados al dar la Orden del día.

11/09: Entrega el mando del ejército al mayor general Francisco Fernández de la Cruz. Se dirigirá a Tucumán.

11/11: Como consecuencia de un movimiento armado en contra del gobierno civil de Tucumán, se pretende
humillarlo colocándole grillos, lo que es evitado por su médico.

10/12: El Congreso reunido en Buenos Aires, informado de lo ocurrido, manda que se le dispensen las
consideraciones debidas a su jerarquía.

+1820

Febrero: Partirá hacia Buenos Aires y llegará allí a partir de marzo.

19/05: El gobierno provincial le da una exigua ayuda financiera para atender su salud.

25/05: Dicta su testamento.

19/06: Recibe los auxilios religiosos y enseguida inicia su agonía.

20/06: Fallece a las siete de la mañana y se lo sepulta en el atrio del convento dominicano e iglesia de Nuestra
Señora del Rosario.

28/06: Se inician sus funerales.

+1873

23/09: Se inaugura su estatua, erigida en la Plaza 25 de Mayo.

+1903

20/06: Se trasladan sus restos al mausoleo levantado en el atrio de la basílica de Nuestra Señora del Rosario, esquina
Belgrano y Defensa, en la ciudad de Buenos Aires.

GENEALOGÍA
SUS ANTEPASADOS MATERNOS

El bisabuelo materno de Belgrano era Juan Guillermo González y Aragón, nacido en Cádiz y casado en Santiago del
Estero en 1713, siendo su hijo el sacerdote José González Islas. Don Juan González Aragón, al fallecer su esposa,
Doña Lucía Islas y Alva, ingresa en el seminario y se consagra sacerdote en 1734. Durante la epidemia de 1727 residía
en Buenos Aires, y al observar los estragos que provocaba este flagelo, fundó la Hermandad de la Santa Caridad de
Jesucristo, para auxiliar a los pobres y moribundos, y darles honrosa sepultura.

Sus actividades comenzaron bajo el patrocinio de San Miguel y de Nuestra Señora de los Remedios, en la Iglesia de
San Juan Bautista (calles Alsina y Piedras). Luego construyó una capilla en el barrio sur del Alto de San Pedro
(González Telmo), origen de la actual parroquia de la Inmaculada Concepción (calles Independencia y Tacuarí), seis
cuadras al sur de San Juan Bautista. En 1738 traslada la Hermandad a su nueva y definitiva sede, y construye la
Iglesia de San Miguel y Nuestra Señora de los Remedios, origen de la actual parroquia de San Miguel (calles
Bartolomé Mitre y Suipacha). En 1744, su hijo, José González Islas, lo sustituye como capellán, y Juan González
Aragón, que había traído de Córdoba, por encargo del Obispo, las primeras monjas catalinas, en 1745, será su primer
capellán en el actual convento de San Martín y Viamonte. Estas fueron las primeras monjas residentes en Buenos
Aires, pues las Clarisas son de 1749.

En la manzana de San Miguel, ambos sacerdotes, padre e hijo, habían fundado y atendían desde 1743, el hospital de
mujeres y la botica. Domingo Belgrano, padre de Manuel Belgrano, ayudó a construir la capilla y donó el retablo del
altar, la pila bautismal y la sacristía. Allí se enterraba a los ajusticiados, a los náufragos y a los pobres. José González
Islas fundó en ese lugar en 1755, un Colegio de Huérfanas. El único Colegio de Huérfanas con que contaba Buenos
Aires en ese momento.

En 1748, los sacerdotes médicos y enfermeros betlemitas, orden fundada en Guatemala, llegan a Buenos Aires desde
Potosí, y se hacen cargo del hospital de hombres del barrio sur. La Hermandad sigue atendiendo el hospital de
mujeres, la botica y el colegio de huérfanas, y desde 1784 también la Casa Cuna.

Rivadavia, siendo ministro de gobierno de Martín Rodríguez en 1822, siguiendo una política liberal y regalista,
suprime la orden de los betlemitas, entre otras órdenes religiosas como los recoletos y mercedarios. Confisca todos
tus bienes, tales como las propiedades de esa Orden Hospitalaria y de la Hermandad de la Santa Caridad, y funda con
todos ellos, la Sociedad de Beneficencia.

Juan González y Aragón había fallecido en 1768 y José González Islas en 1801.Estos dos ilustres sacerdotes,
antepasados de Belgrano, fundadores de varias de las primeras iglesias que tuvo Buenos Aires y de la Hermandad de
la Santa Caridad, son un antecedente del espíritu profundamente cristiano del prócer y de su permanente interés
por mejorar la situación de los sectores más carenciados de la sociedad. No olvidemos que el padre de Belgrano, Don
Domingo Belgrano Pérez, contribuía al sostenimiento económico del Colegio de Niñas Huérfanas de San Miguel, y
que Manuel Belgrano, siendo secretario del Consulado de Buenos Aires, estableció un premio para las niñas del
Colegio de Huérfanas que realizaran las mejores hilazas. Esta medida era para estimular el trabajo femenino.
SUS ANTEPASADOS PATERNOS

El estudio de Crollalanza constituye la primera investigación sobre la genealogía paterna de Manuel Belgrano,
habiendo sido publicado en Italia en 1874. En el mismo año, fue traducido y publicado en Buenos Aires por el Dr.
Aurelio Prado y Rojas quien, en aquella época, era el presidente del Instituto Bonaerense de Numismática y
Antigüedades.

Crollalanza consigue establecer la genealogía belgraniana hasta el quinto abuelo de nuestro prócer. Todos los
estudios posteriores se han basado en ella, sin posibilidad de que nuevas investigaciones permitan avanzar más allá
del siglo XVI en que vivió don Pompeyo Belgrano, el citado quinto abuelo. Tan sólo algunas rectificaciones o
correcciones de nombres y apellidos han podido introducirse al árbol genealógico realizado por el investigador
italiano; ellas son debidas a los estudios efectuados por historiadores y genealogistas argentinos; corresponde citar
al mismo Prado y Rojas, como también a Virgilio L. Martínez de Sucre, a Raúl Alejandro Molina y a Carlos T. de
Pereira Lahitte. Más recientemente, otros investigadores han publicado recopilaciones de aquellos estudios, entre
ellos Adolfo Enrique Rodríguez y Ovidio Giménez.
SU FAMILIA (PADRE, MADRE, HERMANOS)

+BELGRANO Y SU PADRE
Don Domingo Francisco Belgrano Peri nació en Oneglia, pequeño pueblo de Liguria, Italia. Fueron sus padres Carlos
Félix Belgrano y María Gentile Peri. Sus antepasados se habían destacado desempeñando funciones públicas al
servicio de la República de Génova y de los duques de Saboya.

Siendo muy joven se trasladó a Cádiz, pasando luego al Río de la Plata. Llegó a Buenos Aires en 1750 y se dedicó al
comercio, logrando conseguir una posición económica sólida. El 4 de noviembre de 1757 se casó en la Iglesia de la
Merced con Doña María Josefa González Casero, joven porteña proveniente de una destacada familia.

Domingo Belgrano Peri castellanizó su apellido en Belgrano Pérez. Fue un próspero comerciante que manejaba el
circuito comercial del Virreinato del Río de la Plata, y el que lo conectaba con la Metrópoli (España), Río de Janeiro
(Brasil) e Inglaterra.

Mantuvo vinculaciones con importantes funcionarios de la Península. Obtuvo carta de naturalización en 1769. El
gobernador Vértiz lo nombró capitán en 1772 en atención a su mérito, celo y conducta. En 1778 ingresó en la
administración de la Aduana de Buenos Aires. En 1781 fue designado regidor, alférez real y síndico procurador
general del Cabildo de Buenos Aires.

Figuró entre los comerciantes que se empeñaron en conseguir el establecimiento del Consulado en Buenos Aires.

Don Domingo Belgrano Pérez falleció el 24 de septiembre de 1795 en la ciudad de Buenos Aires. En su testamento
pidió ser sepultado en la Iglesia de Santo Domingo, siendo amortajado con el hábito de esta orden ya que era
hermano de la misma, en la que había alcanzado el cargo de prior.

+BELGRANO Y SU MADRE
Doña María Josefa González Casero nació en Buenos Aires. Su padre, Juan Manuel González Islas, abandonó Santiago
del Estero para radicarse en Buenos Aires, donde contrajo enlace el 2 de abril de 1741 con Inés Casero. De este
matrimonio nació dos años después, María Josefa González Islas y Casero, futura madre del prócer.

Doña María Josefa, quien pertenecía a una distinguida familia de Buenos Aires, contrajo matrimonio con Don
Domingo Belgrano Peri el 4 de noviembre de 1757 en la Iglesia de Nuestra Señora de la Merced. Tuvieron una
numerosa descendencia.

Doña María Josefa González Casero era una señora caritativa y piadosa, y sus parientes habían fundado el Colegio de
Huérfanas de San Miguel.

En su testamento pide ser sepultada en la Iglesia de Santo Domingo, de cuya Orden es tercera. Falleció en Buenos
Aires el 1 de agosto de1799.

+BELGRANO Y SUS HERMANOS

Según figura en el testamento de sus padres Domingo Belgrano Pérez, luego ratificado por su madre María Josefa
González Casero en su propio testamento, se mencionan doce hijos, a saber: Carlos José, José Gregorio, Domingo
Estanislao, Manuel, Francisco, Joaquín, Miguel, Agustín, María Josefa, María del Rosario, Juana, Juana Francisca
Buenaventura, y Julián Vicente Gregorio Espinosa, hijo legítimo de su finada hija María Florencia, quien fuera mujer
legítima de Julián Gregorio Espinosa, también difunto.

En ambos testamentos se mencionan solamente a los hijos vivos en esos momentos y a la hija fallecida pero con
descendencia. Trece hijos es la cantidad que citan los primeros investigadores que se ocuparon del tema, entre ellos
Crollalanza, Mario Belgrano, y Ovidio Giménez. Bartolomé Mitre cita sólo once. En la monografía de Raúl Molina se
mencionan catorce, con datos biográficos de la mayor parte de ellos.

Virgilio L. Martínez de Sucre fue el primero en dar a conocer los nombres completos de los dieciséis hijos que tuvo el
matrimonio Belgrano Pérez –González Casero, incluyendo la fecha de bautismo de ellos, efectuados en su totalidad
en la Iglesia Catedral de Buenos Aires.

Adolfo Enrique Rodríguez dio a conocer además las fechas de nacimiento y el número y folio de los libros, que fueron
archivados en la Iglesia de la Merced de los correspondientes bautismos. En un trabajo posterior Pablo Haas amplía
aún más la información, dando a conocer los nombres de los correspondientes padrinos.

Uno de sus hermanos el Doctor Domingo Estanislao Belgrano Pérez fue sacerdote, mientras otros, tales como Carlos
José, José Gregorio y Francisco tuvieron una destacada actuación militar en la gesta de la Revolución e
Independencia de nuestro país.

SUS HIJOS

PEDRO PABLO ROSAS Y BELGRANO

MANUELA MONICA DEL CORAZON DE JESUS

Belgrano en su testamento expresa que no tiene ascendientes ni descendientes, cuando en realidad dejaba en este
mundo, un niño de siete años, llamado Pedro Pablo y una criatura de un año de edad que tenía por nombre Manuela
Mónica del Corazón de Jesús.

¿Cuál fue la razón por la cual el prócer oculta al redactar su última voluntad la existencia de sus vástagos?

La respuesta la podemos encontrar, por un lado en la vida azarosa y sacrificada que llevó Belgrano al servicio de la
patria, recorriendo los caminos del país al frente de ejércitos para lo que no había sido formado, pues el viajó a los
16 años a España, estudiando derecho en las universidades de Salamanca y Valladolid, graduándose de abogado;
regresando luego a Buenos Aires como Secretario del flamante consulado recién creado en el Virreinato del Río de la
Plata, en que tuvo un desempeño destacadísimo durante quince años que se reflejó, en las Memorias Anuales que
redactó.
Pero su formación religiosa y liberal, entonces denominada fisiocrática, lo llevaron a constituirse en el orientador del
pensamiento de los hombres de mayo, formar parte de la Primera Junta de gobierno y luego ser puesto al frente
primero del Ejército al Paraguay y luego del Alto Perú.

Luego de su regreso de España, en 1802, conoció en un sarao que se realizó en la casa de la familia de Mariano
Altolaguirre, a una porteña muy bien parecida, de 18 años llamada María Josefa Ezcurra, de la que se enamoró,
iniciando un noviazgo con la misma. El padre de la señorita, Juan Ignacio Ezcurra, no aprobó dicho idilio, con el
argumento de que el padre de Belgrano había sido un comerciante muy rico, pero por contingencias de la vida y de
los negocios, se vió menguado su patrimonio Dentro de esa concepción especulativa, obligó a casarse a su hija con
un primo venido de la ciudad Pamplona, España, que instaló en Buenos Aires un próspero negocio de venta de
paños.

El matrimonio no fue muy armonioso y al producirse el movimiento emancipador en mayo de 1810, el marido de
María Josefa se pronunció por la causa del rey y viajó a Cádiz, España, dejando a su esposa en Buenos Aires,
reanudándose el idilio con Belgrano.

Cuando nuestro prócer fue nombrado Comandante del Ejército del Alto Perú en 1812, María Josefa Ezcurra viajó a
Jujuy en mensajería y tras 50 días llegó a Jujuy donde se reunió con el hombre que amaba. Participó junto a él en el
Éxodo Jujeño y presenció la batalla de Tucumán, quedando embarazada y dando lugar al nacimiento de Pedro Pablo
Rosas y Belgrano.

La hija menor de nuestro héroe, Manuela Mónica Belgrano, fue fruto de un idilio de Belgrano en Tucumán, durante
su segundo comando del Ejército del Norte, con una joven tucumana llamada Dolores Helguero.

Suponemos que el hecho de que el nacimiento de ambos niños, no respetara las rigurosas normas éticas de la época
y para no poner en evidencia a las madres, motivó la declaración testamentaria expresada, que no dejaba
descendientes.

No obstante, Belgrano, antes de morir, instruyó a su hermano el Canónigo Joaquín Eulogio Estanislao Belgrano, a
quien nombró su heredero y albacea, para que su familia velara por el futuro de su hija y le asignara en el futuro
filiación.

JUVENTUD

FORMACIÓN INTELECTUAL

Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano nació el 3 de junio de 1770, en la calle de Santo Domingo (actual
avenida Belgrano 430) en la ciudad de Buenos Aires . Fueron sus padres Don Domingo Belgrano y Peri, natural de
Liguria, Italia, y su madre María Josefa González Casero, porteña. Fue el cuarto de trece hijos, nacido en el seno de
una honorable familia, siendo su padre un próspero comerciante .

En Buenos Aires cursa las primeras letras. Alumno del Real Colegio de San Carlos, recibe lecciones de latín, filosofía,
lógica, física, metafísica y literatura Antes de cumplir los 16 años, sus padres deciden que complete sus estudios en
España, a donde viaja en compañía de su hermano Francisco.

Manuel Belgrano estudia en la Universidad de Salamanca. Se gradúa de bachiller en leyes en Valladolid a principios
de 1789 y el 31 de enero como abogado. Pero según su Autobiografía, nos expresa:

“Confieso que mi aplicación no la contraje tanto a la carrera que había ido a emprender, como al estudio de los
idiomas vivos, de la economía política y al derecho público, y que en los primeros momentos en que tuve la suerte
de encontrar hombres amantes al bien público que me manifestaron sus útiles ideas, se apoderó de mí el deseo de
propender cuanto pudiese al provecho general, y adquirir renombre con mis trabajos hacia tan importante objeto,
dirigiéndolos particularmente a favor de la patria.”

En España como en el resto de Europa se vivía el auge de los estudios sobre economía política y Manuel Belgrano se
vincula con sociedades económicas y destacadas personalidades en esa materia. Va a sufrir la influencia de la
Ilustración Española, que se diferencia de la francesa, ya que no deja de lado la religión y respeta la figura del
monarca.
Llega a presidente de la Academia de práctica forense y economía política en Salamanca y durante su permanencia
en Madrid es miembro de la Academia de Santa Bárbara, del mismo género.

CONSULADO

ACTUACIÓN COMO SECRETARIO DEL CONSULADO DE BUENOS AIRES

Estando en España, en diciembre de 1793, fue llamado por el Ministro Gardoqui, quien le anuncia que ha sido
nombrado Secretario Perpetuo del Consulado que se ha de erigir en Buenos Aires.

Llega a Buenos Aires el 7 de mayo de 1794, dispuesto a consagrarse a sus obligaciones, y poder aplicar sus vastos
conocimientos teóricos para comprender la realidad y tender a su transformación. El Consulado celebra su primera
sesión el 2 de junio de ese año, tiene jurisdicción mercantil, a la par que carácter de junta económica, para el
fomento de la agricultura, industria y comercio. Entre las atribuciones del Secretario figura la de ‘’escribir cada año
una memoria sobre los objetos propios de su instituto”. Belgrano despliega entonces una actividad incansable.

Consulado tenía jurisdicción sobre todo el Virreinato del Río de la Plata y Belgrano mantuvo una fluida
correspondencia con los diputados en los distintos destinos, pidiéndoles que le mandaran información detallada de
las características geográficas y de las producciones locales. Se ocupa de tratar de reformar los abusos del comercio
exterior y fomentar el interno reduciendo las exacciones que gravaban el mismo, facilitando la navegación fluvial e
insistiendo en la construcción de nuevos caminos como los de Catamarca y Córdoba, Tucumán y Santiago del Estero,
San Luis y Mendoza e incluso busca franquear las comunicaciones entre Buenos Aires y Chile. Se auxilia de
estudiosos y organiza viajes de reconocimiento del territorio, levantando planos topográficos, e interesándose en los
indígenas establecidos fuera de la frontera con el español, a los cuales busca integrar a través del comercio y
evangelizar para su desarrollo como personas. En Belgrano es constante su interés por un mejoramiento económico,
sin descuidar los aspectos sociales y morales de la población.

El Consulado bajo su inspiración, se aboca a la construcción del muelle de Buenos Aires, iniciando las obras que
implican el sondeo del río y reconocimiento de la costa.

Busca el fomento de la agricultura, respondiendo a sus ideas fisiocráticas. En la primera Memoria de mediados de
1796 realiza un estudio económico profundo. Bajo el título “Medios generales de fomentar la agricultura, animar la
industria, proteger el comercio en un país agricultor¨, sintetiza un vasto programa económico de fomento de la
agricultura, del comercio libre y desarrollo y protección de la industria nacional. Propicia la creación de una Escuela
Práctica de Agricultores y otra de Comercio. Crea la Escuela de Náutica, la Academia de Dibujo, arquitectura y
perspectiva y otra de Matemáticas.

Belgrano propiciaba la educación de las primeras letras a través de escuelas gratuitas y la enseñanza de oficios, como
un medio de combatir la ociosidad y los vicios. También fue uno de los primeros en interesarse por la educación de
la mujer, proponiendo la instalación de escuelas gratuitas, “…donde se les enseñará la doctrina cristiana, a leer,
escribir, coser, bordar, etc. y principalmente inspirarles amor al trabajo, para separarlas de la ociosidad, tan
perjudicial, o más en las mujeres que en los hombres”.

Belgrano destinó premios de 30 y 40 pesos fuertes a las niñas huérfanas del Colegio de San Miguel que presentaran
una libra de algodón hilado.

La múltiple labor de Belgrano como secretario del Consulado se vio afectada por la crisis que experimentaba en esos
momentos el Imperio Hispanoamericano bajo el dominio de los Borbones y la particular situación europea con la
expansión napoleónica.

LAS MEMORIAS LEÍDAS POR BELGRANO EN EL CONSULADO DE BUENOS AIRES

La tarea que sin duda, le ofreció mayores satisfacciones a Manuel Belgrano comoSecretario del Consulado fue
aquella que le encomendaba, en su último párrafo, el artículo 30 de la Real Cédula de Erección del organismo:
“Escribirá cada año una memoria sobre algunos de los objetos propios del instituto del Consulado, con cuya lectura
se abrirán anualmente las sesiones” [1]. Así fue que la misma corona puso en sus manos un arma, destinada a
divulgar las nuevas ideas que estaban produciendo una transformación en el mundo.
En cumplimiento de la disposición regia, Belgrano leyó una memoria acerca de algún tema económico al iniciarse
cada período de sesiones, hacia fines de mayo o comienzos de junio, desde 1794 hasta 1809. Ahora bien, se han
presentado opiniones contrarias en relación al número de Memorias leídas por Belgrano pues no todas ellas han
llegado hasta nuestros días. Gondra menciona cinco memorias y dieciséis artículos periodísticos; otros autores las
hacen llegar a doce; Mario Belgrano cita el número de quince; lo más probable, si seguimos a Pedro Navarro Floria es
que hayan sido dieciséis las presentadas por el Secretario del Consulado, aunque conocemos tan sólo el contenido
de siete de ellas:

Traducción de las Máximas generales de gobierno económico de un reino agricultor, de Francois Quesnay (1794).
Realizada por Belgrano en Madrid.

Consta que fue leída la Memoria que figura en el folio 44 del Libro 1º de Acuerdos de la Junta de Gobierno de este
Real Consulado (15 de Junio de 1795).

“Medios generales de fomentar la agricultura, animar la industria, proteger el comercio en un país agricultor” (15 de
Junio de 1796). También en dicho año Belgrano realiza la traducción de los Principios de la ciencia económico-
política, recopilados de varios fisiócratas europeos.

“Utilidades que resultarían a esta provincia y a la Península del cultivo del lino y cáñamo; modo de hacerlo; la tierra
más conveniente para él; modo de cosechar esos dos ramos, y por último se proponen los medios de empeñar a
nuestros labradores para que se dediquen con constancia a este ramo de agricultura” (9 de Junio de 1797).

Memoria que trata sobre las ventajas del acercamiento entre hacendados y comerciantes y sobre la libertad de
comercio, para el adelantamiento e instrucción general de estos países y sobre la dependencia mutua entre
agricultura y comercio (14 de Junio de 1798).

Consta que fue leída la Memoria que figura en el folio 140 del Libro de Comunicaciones del Consulado, cuyo tema
principal y texto se ignora hasta el momento (14 de Junio de 1799).

“Utilidad, necesidad y medios de erigir un Aula de Comercio en general, donde se enseñe metódicamente y por
Maestría la ciencia del Comercio en todos sus ramos” (16 de Junio de 1800).

Consta que fue leída la Memoria que figura en el folio 197 del Libro 3º de Acuerdos, cuyo tema principal y texto se
ignora hasta el momento (15 de Junio de 1801).

“Establecimiento de fábricas de curtiembres” (14 de Junio de 1802).

“Sobre poner boyas en los Bancos de Ortix y de esta ciudad para la fácil navegación del Río de la Plata” (6 de Junio de
1803).

“Viaje científico por las Provincias del Virreinato y levantar los planos topográficos” (6 de Junio de 1804).

“Necesidad de aumentar nuestra Población y medios de conseguirlo, sin recurrir fuera de nuestras provincias” (14 de
Junio de 1805).

“Fomento de la Agricultura en Establecimientos de Sociedad y Escuelas de su enseñanza” (16 de Junio de 1806).

“Necesidad del comercio interior” (12 de Junio de 1807).

El tema principal de esta Memoria y su texto no se saben a ciencia cierta, habría tratado sobre la realización de un
plan estadístico (20 de Junio de 1808).

La última Memoria trata sobre la liberalización del comercio exterior y el contrabando (16 de Junio de 1809).

“Así, la lectura de la memoria anual fue convertida por Belgrano en una verdadera cátedra de economía política, en
la que se exponía lo más selecto de las novedades en la materia, cada vez mejor adaptado a la circunstancia
regional”[2].

INVASIONES INGLESAS

ACTIVIDAD COMO CAPITÁN DE MILICIAS URBANAS


BELGRANO Y LAS INVASIONES INGLESAS 1806 Y 1807

A fines del siglo XVIII y comienzos del XIX se enfrentan Francia e Inglaterra en búsqueda del predominio europeo. En
estos conflictos se ve arrastrada España, aliada de la primera. Su repercusión en el Río de la Plata desencadenará una
serie de acontecimientos decisivos para la Historia de la patria que afectarán el sistema colonial hispano, dando a
nuestro pueblo la primera oportunidad de manifestar su soberanía. Entonces Manuel Belgrano hace sus primeros
ensayos militares.

Frente a una posible agresión portuguesa o británica, naciones entonces aliadas, el Virrey Melo de Portugal y Villena,
obedeciendo órdenes expresas de la corona, toma las medidas defensivas pertinentes, entre ellas, la designación de
Belgrano como capitán de milicias urbanas de infantería, el 7 de marzo de 1797. En un primer momento ese será un
empleo honorífico, ya que aún no tendrá posibilidad de una actuación directa.

Cuando a principios de junio de 1806, el vigía de Maldonado avista la presencia de naves enemigas, el Virrey
Marqués de Sobremonte reconcentra en la Banda Oriental las tropas regulares y en la Capital sólo toma medidas en
relación a las milicias. El 9 de junio de 1806, Belgrano es designado capitán graduado agregado al Batallón de Milicias
Urbanas de Buenos Aires. Se le ordena la formación de una compañía de caballería con jóvenes del comercio, y le
ofrecen oficiales veteranos para la instrucción de aquella. Belgrano tiene dificultades para alistar a los jóvenes dado
el odio que había a la milicia en Buenos Aires.

Belgrano narra en su Autobiografía la indignación ante la invasión inglesa “…todavía fue mayor mi incomodidad
cuando vi entrar las tropas enemigas y su despreciable número… esta idea no se apartó de mi imaginación y poco
faltó para que me hubiese hecho perder la cabeza :me era muy doloroso ver a mi patria bajo otra dominación …”

Las tropas inglesas comandadas por William Carr Beresford se dirigen sobre la capital, en tanto el Virrey
Sobremonte, según un plan preestablecido, dispone el envío de los caudales al interior y se retira hacia Córdoba. Los
tesoros caen en manos inglesas y el 27 los invasores ocupan el fuerte de Buenos Aires. Se firma la capitulación el 2
de julio. El jefe inglés toma entonces el juramento de fidelidad a su Majestad Británica a las autoridades civiles y
militares de la plaza. Belgrano para no prestar juramento se dirige a la capilla de Mercedes.

Pronto la ciudad se transforma en punto neurálgico de conspiraciones y planes para acabar con el dominio inglés.
Los criollos de la ciudad y la campaña organizan las acciones, encabezados por tropas formadas en Montevideo al
mando de Santiago de Liniers. Belgrano se entera en su retiro del proyecto y se dispone a pasar a la capital para
participar en la lucha, cuando recibe la noticia de la heroica reconquista de Buenos Aires del día 12 de agosto.
Beresford capitula y Belgrano se apresta a retornar.

En medio del regocijo popular un cabildo abierto reunido el 14 de agosto, quita al Virrey el mando militar de Buenos
Aires, que debe delegarlo en Liniers, y dispone la organización de cuerpos armados para asegurar la defensa de la
plaza.

Los habitantes de Buenos Aires comienzan a agruparse según su origen, en cuerpos de voluntarios bajo la dirección
de Liniers; Belgrano participa activamente en la formación de los mismos. En tanto decide tomar lecciones básicas
sobre milicias y el manejo de las armas. Sobremonte lo designa en 1806 como sargento mayor de la Legión de
Patricios voluntario urbanos de Buenos Aires. Pero la necesidad de asumir nuevamente su empleo de Secretario del
Consulado, hace que pida prontamente su baja. Sin embargo, cuando Whitelocke desembarca sus tropas en las
inmediaciones de la Ensenada de Barragán, Belgrano actúa en la defensa de la ciudad como Ayudante de Campo del
Cuartel Maestre General Balbiani.

Nuevamente son vencidos los ingleses y los criollos, artífices del triunfo, toman conciencia de sus fuerzas. La crisis
del sistema colonial español acelera la posibilidad de nuestra independencia. Así lo estima Belgrano al conversar con
el brigadier general Crawford, estando éste prisionero; “nos faltaba mucho para aspirar a la empresa …Pero, pasa un
año, y he ahí que sin que nosotros hubiéramos trabajado para ser independientes, Dios mismo nos presenta la
ocasión…”.
ANTECEDENTES HISPANOS DE LA REVOLUCIÓN DE MAYO

2 DE MAYO DE 1808 EN MADRID

LA GUERRA DE LA INDEPENDENCIA ESPAÑOLA Y LA GESTA DEL 2 DE MAYO DE 1808 EN MADRID

PROLEGOMENO DE NUESTRA INDEPENDENCIA

Para entender lo que se denominó la guerra de la independencia española y la gesta del 2 de mayo en Madrid,
debemos analizar la España de esa época. España, triste es recordarlo, vivía a la sazón el aquelarre de una
monarquía corrupta, bajo el dominio absoluto de Carlos IV, un rey inepto y complaciente, y su esposa la reina María
Luisa que, bajo la égida del gran aventurero Manuel Godoy, Príncipe de la Paz, después del Tratado de Basilea en
1795, minaba los cimientos mismos de la nacionalidad, en busca de fantasiosas y quiméricas apetencias de reinos y
de imperios imposibles, ya fuera España, Algarves o cualquier otro reino cuya corona se encasquetara en su cabeza.

En virtud, de los tratados de Fontainebleau, las tropas napoleónicas al mando del mariscal Junot, franquearon los
Pirineos en octubre de 1807. El 19 de noviembre siguiente, invadieron Portugal, junto con las fuerzas españolas a
órdenes del general Juan Carrafa, motivo por el cual,“ipso facto”, la casa Real Lusitana emprendió su exilio, a sus
posesiones del Brasil, ocho días más tarde. Setenta y dos horas después el mariscal Junot entraba triunfante en
Lisboa.

Todos estos sucesos los vivió intensamente nuestro futuro Libertador, don José de San Martín, entonces capitán
segundo del Batallón de Voluntarios de Campo Mayor. La mitad de esa unidad penetró en Portugal a órdenes de su
comandante D. Cayetano Iriarte; integrando el ejército de operaciones destinados a aquel reino, que se puso a
órdenes del general Solano, marqués del Socorro. La otra mitad sin duda alguna, debió permanecer en su guarnición
de la ciudad de Cádiz. No existen constancias, en los Anales, de ese Batallón, que él hubiera intervenido en esa
pseudo guerra, que se dio en llamar “de las Naranjas”.

Lo que sí sabemos es que todo ese cúmulo de sucesos fue fundamentalmente decisivo y formativo para el espíritu
del joven oficial. La alianza ignominiosa de Francia con España que virtual y prácticamente era una capitulación
anticipada frente al enemigo; la acción desembozada del ministro Godoy, que, como ya hemos señalado, aspiraba a
suceder a Carlos IV en el Trono; las intrigas inicuas del Palacio Real, que culminarían con la acusación del rey contra
su hijo Fernando, tendrían como epílogo el llamado motín de Aranjuez. El viejo y débil monarca abdica en favor de su
hijo, que el pueblo aclamaba como “el deseado”, con el nombre de Fernando VII.

Estamos en los últimos meses de 1807. Napoleón, desde luego, dista mucho de tener el ánimo predispuesto para
cumplir con los pactos de Fontainebleau. Se ha desplegado una hábil cortina de humo para enmascarar, las
maniobras fraudulentas, que inevitablemente llevarían y llevaron a depositar el trono español en manos del
Emperador, mientras sus tropas invadían y ocupaban militarmente la península. Ni Godoy ni la reina de Etruria
recibieron nada de lo prometido. Con el pretexto de prevenir un ataque inglés, el 22 de noviembre de ese año, hizo
entrar en España el II Cuerpo de Observación en la Gironda, compuesto de 25.000 hombres a órdenes del General
Dupont; treinta mil efectivos más con el mariscal Moncey, a la cabeza atravesaron los Pirineos e invadieron las
provincias vascongadas el 8 de enero de 1808. Catorce mil más entraban en Cataluña a órdenes de Duhesme,
dirigiéndose a Barcelona, el 10 de febrero de 1808. El 16 del mismo mes, Napoleón quitándose definitivamente la
careta de amistad, ordena ocupar la plaza de Pamplona y el 8 de marzo la de Figueras. De inmediato otro Cuerpo de
Ejército francés, bajo el comando de Bessieres, cruzaba el Bidasoa.

Sostienen muchos historiadores que la llegada inusitada e inconsulta de esas tropas no sorprendió a mucha gente,
creyendo obedecían al llamado del príncipe heredero; Godoy y sus partidarios creyeron, a su vez, que era lo previsto
y urdido por ellos, para secundar sus planes. Las tropas francesas sobrepasaban ya los cien mil hombres. El
emperador, ni lerdo ni perezoso, designa como su representante al mariscal Joaquín Murat, gran duque de Berg –su
cuñado-, quien arriba a Burgos el 13 de mayo de 1808. La incertidumbre se transforma primero en alarma y luego,
de inmediato, en indignación y en pánico.

Se especula -y Godoy lo decide-, que los reyes se instalen en sus posesiones de América, a semejanza de la Corte
lusitana, a lo que se opone tenazmente Fernando. Napoleón insiste en su propósito de adueñarse de Portugal y de
las provincias septentrionales de España, en virtud de lo cual las fronteras con los galos, ya no serían los Pirineos,
sino el Ebro.

Mientras tanto, Carlos IV piensa ingenuamente en partir para América el 16 de marzo por la mañana, sin saber que
los Guardias de Corps

-partidarios de Fernando- se lo impedirían. Ante la frustración, tiene el impudor de publicar un manifiesto dirigido al
pueblo, desmintiendo el viaje y ensalzando la amistad con los franceses.

El 17 por la noche estalla en Aranjuez, como ya hemos señalado, el conocido motín, encabezado por los partidarios
de Fernando. El populacho enardecido quiso hacerse justicia por sus propias manos y asalta el alojamiento de Godoy
quien, presa de pánico, apenas tiene tiempo para ocultarse. Para calmar los ánimos, el débil rey lo destituye, pero el
día 19 renace la efervescencia y la multitud golpea rudamente a Godoy, salvando milagrosamente la existencia.
Carlos IV, dominado por el miedo abdica en favor de su hijo.

Murat, que en el fondo de su corazón, aspiraba a ocupar el trono de los Borbones, no reconoce al nuevo Rey, que en
forma desvergonzada, procuraba el apoyo de Napoleón, ordenando impúdicamente fueran bien recibidas las tropas
de “su amigo”.

Por imposición de Murat, Carlos IV revoca la abdicación que acababa de hacer y así se lo comunica a Napoleón. Para
completar la tragi-comedia, la tristemente célebre María Luisa implora a Murat por su favorito Godoy, expresándose
en forma inicua e increíble, contra su propio hijo, Fernando VII.

Para consolidar el plan de dominación que había preparado, Bonaparte no anduvo con ambages ni eufemismo
alguno, manifestándoles, como el dueño de la verdad y de la fuerza, que:

Encargado por la Providencia de crear un gran Imperio, para abatir a Inglaterra y habiendo demostrado los hechos
que no podía contar con seguridad con España mientras gobernara la familia Borbón, había tomado la resolución de
no dar la corona, ni al padre ni al hijo, sino a un miembro de su propia familia.

Surge así el famoso rey apodado “Pepe Botella”, José I, hermano del Emperador. Fue indudablemente la gota que
desbordó el vaso. La multitud se encrespó y el odio a los franceses sacudió toda España, especialmente en Madrid. El
pueblo en todos sus sectores y estamentos -excepto, naturalmente los eternos traidores, logreros y oportunistas-, se
aprestaron a defender con uñas y dientes la independencia y la libertad conculcadas. Sólo faltaba una chispa para
encender la hoguera y el incendio estalló el 2 de mayo de 1808 en Madrid.

Entre los momentos estelares de España, que fueron muchos, esa fecha reivindica los blasones y las glorias de otras
épocas. Y como que honra a la hispanidad toda, a nosotros, aquí en América, nos llega de muy cerca, como que en
esa vorágine colosal, que fue la Guerra de la Independencia Española, están ínsitos los verdaderos principios de la
justicia, de libertad e independencia, que guiaron a estos pueblos cuando la mayoría de edad fue llegada, y cuando
las reglas de juego fueron tergiversadas y violadas. No es casual que nuestros grandes capitanes se formaran y
dieran su sangre en esa lucha gigantesca… Militares, ideólogos, juristas, y teólogos abrevaron en esas fuentes y
fueron los campeones y adalides de un nuevo mundo, que, de la confrontación formidable de ambas razas, nació
como todo alumbramiento, en medio del dolor y de la sangre, no como enemigos, sino como adversarios que se
apreciaron en su justa dimensión. Y viene a cuento aquellas hermosas reflexiones del General D. José de San Martín,
nuestro Libertador en ciernes, al virrey La Serna en su conferencia en Punchauca en Perú:

General: he venido desde las márgenes del Plata no a derramar sangre sino a fundar la libertad y los derechos de que
la misma metrópoli ha hecho alarde, al proclamar la Constitución del año 12 que VE y sus generales defendieron. Los
liberales del mundo son hermanos en todas partes.

Este habilísimo introito caracterizaba la guerra no entre España y América, sino entre dos sistemas antagónicos -
absolutismo y liberalismo-, este último caro a todos los presentes. Para agregar enseguida:

La independencia no es inconciliable con los intereses de España y que, de no arribarse a un acuerdo, sus ejércitos se
batirán con la bravura tradicional de su brillante historia militar, pero aún cuando pudiera prolongarse la contienda,
el éxito no puede ser dudoso para millones de hombres, resueltos a ser independientes.
Faltó alguien que susurrara a los oídos de Napoleón reflexiones tan certeras y generosas como las de San Martín, en
la emergencia; pero nadie se atrevió a hacerlo o nadie creyó entonces en el poder omnipotente de los pueblos.

Ese día 2 de mayo el pueblo de Madrid se agolpó frente al Palacio Real, porque sabía que los infantes, que aún
permanecían en Palacio, serían llevados a Francia con sus progenitores. Por la mañana, sólo faltaba partir el infante
Francisco de Paula, hijo menor de los reyes, de 12 años de edad. Se dice que alguien gritó:

¡Han llevado al rey! ¡Ahora quieren llevarse a las otras personas reales! ¡Traición! ¡Mueran los franceses!

En ese momento, se dice que desde uno de los balcones exclamó un noble a grandes voces:

¡Se llevan al infantito! ¡A las armas!

Fue la chispa esperada que incendió la rebelión. Murat, fuera de sí, ordenó la represión hasta las últimas
consecuencias. El Batallón de Granaderos de la Guardia, sin aviso ni advertencia previa, descargó alevosamente sus
armas contra la multitud indefensa, y desarmada, lo que por reacción natural produjo el estallido formidable. El
pueblo de Madrid, en masa, se sublevó instantáneamente, electrizado contra la infamia luchando a muerte contra
los invasores. La Puerta del Sol, La Puerta de la Cebada, el Parque de Montelón y el Rastro, fueron testigos mudos y
asombrados de tanto ardor y tanto heroísmo, inusual en los pacíficos ciudadanos. Dos militares españoles, los
capitanes de artillería D. Luis Daoiz y D. Pedro Velarde, murieron gloriosamente a título personal conduciendo al
pueblo, que luchó sólo, ya que el ejército, atento a las órdenes recibidas, no se movió de sus cuarteles. Mujeres y
niños dejaron también el testimonio de su impronta en la Puerta de Toledo, defendida valientemente por las
mujeres del barrio de la Paloma.

El inmortal Goya, a través de sus pinceles, nos dejó el testimonio sombrío y elocuente de los bárbaros fusilamientos
del 3 de mayo, que continuarían sin forma de proceso alguno, el 4 y el 5, especialmente en la Moncloa.

Se inicia así el heroico levantamiento general de España contra Bonaparte, que se conoce en la historia como Guerra
de la Independencia.

Posteriormente, tendría lugar la batalla de Baylén (18 y 22 de julio de 1808) en la que San Martín gana por méritos
de guerra su ascenso a Teniente Coronel y se asiste a la firma de capitulación en Andújar entre los generales
Francisco Javier Castaños y el Conde de Tilley (españoles) y los generales Mariscot y Chubert (franceses), en la que se
estipuló que todas las tropas del General Dupont quedaban prisioneras de guerra (unos 19.000 hombres). Con visible
emoción y voz turbada, dijo el mariscal Dupont: “General os entrego esta espada con que he vencido en cien
batallas”, a lo que respondió el General Castaños, vencedor en la memorable hazaña, devolviéndole el arma gloriosa:
“Consérvela usted, pues para mí ésta es la primer victoria”.

Es oportuno destacar que Manuel Belgrano había estado en España hasta comienzos de 1794, cuando viajó a Buenos
Aires para hacerse cargo del puesto de Secretario Perpetuo del Real Consulado de Buenos Aires, y fue influenciado
por la Ilustración española y por los ideales de la Revolución Francesa. En el caso de José de San Martín -nuestro
futuro Libertador- fue protagonista de los sucesos que estamos narrando, los que servirían para prepararlo para su
papel en la Independencia americana. Había luchado en la llanura, en la montaña y en el mar, cubriéndose de gloria
en cien combates. En la bizarra actuación de Arjonílla ha puesto en fuga, ha acuchillado y apresado a los vencedores
de Austerlitz y ha estado a punto de perecer en el combate, lo que hubiera ocurrido sin la ayuda providencial de un
soldado, Cazador de Olivenza, llamado Juan de Dios, que le salvó la vida.

Es bueno recordar que: San Martín jamás abominó de España. Cuando después de servirla lealmente durante
veintidós años en los más diversos campos de la guerra, resolvió su regreso a la “tierra de su nacimiento”, lo hizo de
acuerdo a los reglamentos militares, pidiendo su retiro del ejército real, como correspondía. Su ambición era salvar
en América la libertad que se perdía en la península, y como buen liberal político, su lema era siempre: “Mi causa es
la causa de América”; “Mi causa es la causa del género humano”.

Ese era el motor que agitaba hondamente los ideales de nuestros próceres de Mayo, que sacrificaron fama, vida y
haciendas para dotarnos de una patria libre y soberana, con Belgrano, Pueyrredón, Monteagudo, etc. etc. a la cabeza
de esos idealistas y patriotas con mayúscula.
REVOLUCIÓN DE MAYO

MIEMBRO DE LA PRIMERA JUNTA

El avance de los ejércitos franceses en España, reduce cada vez más el territorio gobernado por la Junta Central de
Sevilla, que ha designado a Cisneros como Virrey del Río de la Plata. Estallan sublevaciones que fracasan en distintos
puntos del Virreinato – Chuquisaca y La Paz.

Cisneros se ve obligado a abrir el puerto de Buenos Aires a los buques extranjeros aliados o neutrales, por decreto
de noviembre de 1809. Previo a ello, Cisneros hace la consulta a las distintas autoridades locales. El Cabildo y el
Consulado se declaran en contra, porque representan los intereses de los comerciantes españoles; en tanto los
hacendados se pronuncian a través de una Representación de hacendados y labradores, encabezados por el Doctor
Mariano Moreno, a favor de la libertad de comercio. La influencia de Belgrano en el escrito es indiscutible.

Al conocerse en mayo de 1810 la noticia que la Junta Central de Sevilla se había disuelto ante el avance francés en
Andalucía, siendo reemplazada por un Consejo de Regencia, se cuestiona la autoridad de Cisneros, que había sido
designado por esa Junta. Se da un proceso por el cual se forma la Primera Junta de Gobierno el 25 de mayo de 1810,
destituyendo al Virrey, pero siguiendo siendo fieles a Fernando VII. La teoría suareciana es la base jurídica de la
Revolución, ya que establece que estando el Rey imposibilitado de gobernar el poder vuelve al pueblo, quien
organiza su propio gobierno. Belgrano se destaca, junto con su primo Juan José Castelli y Mariano Moreno, como el
ideólogo de la Revolución de Mayo.

EL MILITAR

LEGAJO MILITAR

Nos interesa destacar la actuación de Manuel Belgrano como militar. Si bien él era abogado y se había desempeñado
de manera brillante como Secretario del Consulado, las circunstancias políticas que se viven fundamentalmente a
partir de Mayo de 1810, hacen que actúe como militar, para defender a la Patria Naciente.

A pesar de no tener formación militar, se esmeró tanto en el desempeño al mando de las tropas que mereció los
elogios de San Martín, quien dijo “Es lo mejor que tenemos en la América del Sur’’, y Mitre expresa “fue el héroe o el
mártir de la Revolución, según se lo ordenase la ley inflexible del deber”.

Durante la primera invasión inglesa, Belgrano es llamado a prestar servicios como capitán de milicias urbanas, rango
que poseía ad honorem desde hacía diez años. En tal ocasión advierte, tal como lo expresa en su Autobiografía, las
dificultades para completar los efectivos de la tropa, porque era “mucho el odio que había a la milicia en Buenos
Aires’’.

Se ha reiterado que Belgrano fue “un general improvisado, militar por casualidad’’, a lo cual colaboró él mismo con la
particular modestia con que consideró siempre su propia conducta y en especial, sus comienzos militares. Pero la
historia militar nos enseña que ningún general improvisado logró éxito en su desempeño, alcanzando dignidad en la
victoria y grandeza en la derrota, como alcanzara Belgrano en Tucumán y Salta y en Paraguary, Tacuarí, Vilcapugio y
Ayohuma. Belgrano superó su falta de formación militar temprana, imponiéndose la exigencia de servir con dignidad
a la Patria, que se hallaba en grave peligro.

La vocación militar se impone a Belgrano cuando en 1806 por falta de preparación militar Buenos Aires sufre la
humillación de ser subyugada por el invasor extranjero. En esas circunstancias resuelve consagrarse al aprendizaje
militar básico “por si llegaba el caso de otro suceso igual al de Beresford, u otro cualquiera, de tener una parte activa
en la defensa de mi patria, agregando que no era lo mismo vestir el uniforme militar que serlo’’.

Estudia las prescripciones militares de la época, fundamentalmente influidas por las Ordenanzas de Carlos III, código
moral que regía todas las actividades funcionales y disciplinarias en guarnición y en campaña, tanto en el servicio, en
el combate, en lo espiritual y jurídico. Estas Ordenanzas que datan de 1768, aún perduran en el espíritu de algunos
de los reglamentos actuales y en el Código de Justicia Militar vigente.
Las Ordenanzas prescribían en uno de sus artículos que el verdadero espíritu de la profesión militar se basaba en el
valor, la prontitud en la obediencia y gran exactitud en el servicio. El espíritu de Belgrano, hombre disciplinado y
austero, se adaptaba perfectamente para la vida militar.

En 1806, ante la primera invasión inglesa, Belgrano se somete al aprendizaje “de los rudimentos más triviales de la
milicia…tomando un maestro que le diese nociones más precisas y le enseñase el manejo de las armas’’.

Belgrano se desempeñó dignamente en la Expedición al Paraguay, en donde si bien fracasó desde el punto de vista
militar, obtuvo un triunfo diplomático al llevar el espíritu revolucionario al Paraguay.

Como General en Jefe del Ejército del Norte obtuvo las dos grandes victorias de Tucumán y Salta, que le permitió
decir a la hora de su muerte “dejo dos hijas inmortales; Tucumán y Salta”.

Sufrió múltiples sinsabores, tales como el proceso de 1811, por su desempeño en la campaña al Paraguay.
Finalmente la Junta reconoce el 9 de agosto de 1811 que “…Manuel Belgrano se ha conducido en el mando de aquel
ejército con un valor, celo y constancia dignos del reconocimiento de la Patria; en consecuencia queda repuesto en
los grados y honores que obtenía …’’.

Trabó una profunda amistad con José de San Martín cuando fue reemplazado por éste en el cargo de General en Jefe
del Ejército del Norte. Ambos, si bien muy diferentes entre sí, son las figuras más representativas de la gesta de la
emancipación argentina.

San Martín y Belgrano intercambiaron una correspondencia por demás interesante. En una de sus cartas, Belgrano le
dice a San Martín; “Conserve la bandera que le dejé; que la enarbole cuando todo el ejército se forme; que no deje
de implorar a Nuestra Señora de las Mercedes, nombrándola siempre nuestra generala, y no olvide los escapularios
a la tropa. Deje usted que se rían; los efectos lo resarcirán a usted de la risa de los mentecatos, que ven las cosas por
encima. Acuérdese usted de que es un general cristiano, apostólico romano; cele usted de que en nada, ni aun en las
conversaciones más triviales, se falte el respeto de cuanto diga a nuestra santa religión’’. (2)

San Martín le escribió a Tomás Godoy Cruz el 12 de marzo de 1816, tras el fracaso del general José Rondeau en la
tercera campaña al Alto Perú, culminada en la derrota de Sipe Sipe: “En el caso de nombrar a quien deba reemplazar
a Rondeau, yo me decido por Belgrano; éste es el más metódico de lo que conozco en nuestra América, lleno de
integridad y talento natural; no tendrá los conocimientos de un Moreau o Bonaparte en punto a milicia, pero créame
que es lo mejor que tenemos en América del Sur.’’

Las luchas civiles entre los caudillos del Litoral, López y Ramírez, liderados por Artigas, y el gobierno del Directorio,
obligaron al Ejército del Norte, bajo el mando de Belgrano a participar en éstas. Sin embargo, Belgrano aceptó de
buen grado el acuerdo firmado por Viamonte, su subordinado, con López, en 1819.

Después de haber dedicado su vida a su Patria, se retira gravemente enfermo y prácticamente en la indigencia, a
morir en Buenos Aires. El dolor por las luchas internas, hace que antes de morir diga; “Ay, patria mía”.

EL MILITAR

EXPEDICIÓN A LA BANDA ORIENTAL

En tanto la causa revolucionaria se extendía por la América del Sur, en Montevideo se concentraba uno de los
puntos de resistencia realista. El cabildo de esa ciudad se había negado a reconocer a la junta de Buenos Aires,
reprimiendo duramente y en especial en la campaña, a todo sospechoso de adhesión al gobierno de Buenos Aires. A
pesar de ello, la campaña de la Banda Oriental se mostraba favorable para la causa patriota: La Junta de Buenos
Aires intentó sumar a la Banda Oriental a la causa revolucionaria y comisionó ante las autoridades de la Banda
Oriental al secretario Juan José Paso, quien expuso los fundamentos revolucionarios y la necesidad e importancia de
unir esfuerzos para hacer frente al peligro de una eventual agresión portuguesa. Pero a pesar de haber desarrollado
su misión con empeño, las gestiones fracasaron.

El Consejo de Regencia de Cádiz había nombrado Virrey del Río de la Plata a Francisco Javier de Elío, que regresó a
Montevideo el 12 de enero de 1811, decidido a obligar a la Junta porteña a someterse a su autoridad. El rechazo fue
inmediato y al mismo siguió la ruptura de hostilidades, cuando Elío declaró “rebelde y revolucionario al gobierno de
Buenos Aires y traidores a los individuos que la componían”(1), así como a todos los que la sostenían. Calificaba a la
revolución de mayo de “sedición formada por cuatro facciosos”, y organizó una expedición punitiva a fin de
recuperar el territorio perdido. Simultáneamente, los pueblos de la campaña uruguaya, encabezados por caudillos
locales, comenzaron a levantarse contra las autoridades realistas. El alzamiento se había, producido en realidad, por
fuerzas combinadas de ambas márgenes del río Uruguay. Recordemos la carta de Belgrano a Cabañas del 15 de
marzo de 1811, donde le decía: (2)

La opinión de los jefes y oficiales también le era favorable

“Mientras usted se prepara a atacarme, nuestros hermanos de la Capilla Nueva de Mercedes han sacudido el yugo
de Montevideo; A ellos han seguido los del Arroyo de la China; Paysandú y hasta La Colonia”.

El 28 de febrero se había producido en la Banda Oriental el primer movimiento organizado por el pueblo para apoyar
a la revolución, conocido históricamente como el “Grito de Asencio”. Un grupo de cien gauchos acaudillados por
Venancio Benavidez y Pedro José Viera se reunieron en las proximidades del arroyo Asencio y proclamaron su
decisión de luchar contra los realistas, tomando las poblaciones de Mercedes y Soriano. El movimiento así iniciado
tendría en José Gervasio Artigas el gran caudillo conductor de la revolución en la Banda Oriental.

Los realistas protegidos por las fuerzas navales, se habían concentrado en Colonia y Montevideo. Entonces se
improvisó la primera escuadrilla patriota de tres buques y treinta y tres cañones, a la vez que se organizó un ejercito
sobre la base las fuerzas expedicionarias a las órdenes de Belgrano. El 2 de marzo de 1811 fue batida en San Nicolás
la escuadra argentina y el 7 del mismo mes, la Junta ordenó a Belgrano acelerar la marcha, hasta ubicar el grueso de
sus tropas en Arroyo de la China; y como general en jefe, con sus tropas y refuerzos, cruzar el río Uruguay para
apoyar a los patriotas orientales. Al mismo tiempo, el gobierno porteño destacaba al comandante Martín Galain con
un refuerzo de 441 hombres, y otra división de 425 al mando del coronel José Moldes, que se sumarían a las fuerzas
de Belgrano en la Banda Oriental. Mientras esto sucedía, José Artigas, que había pasado a Buenos Aires, era
nombrado teniente coronel de ejército, con cargo de segundo comandante de las fuerzas que organizara en la
campana oriental; y José Rondeau, con grado de coronel, comandante de esa fuerza.

En el movimiento oriental pronto surgieron enfrentamientos entre algunos de sus cabecillas y, siguiendo órdenes de
la Junta, Belgrano al llegar a la Villa de la Concepción del Uruguay el 9 de abril, con la primera división de su ejército,
restableció el orden y aplacó las ambiciones personales.

La vanguardia de Galain, a las órdenes de Miguel Estanislao Soler, había ocupado Soriano y, con milicias del lugar,
logró rechazar un desembarco realista. En tanto, las noticias favorables de Artigas, hicieron que Belgrano iniciara el
transporte inmediato a la otra banda y lo nombró a Artigas segundo jefe del Ejército Auxiliar del Norte. Es también
un recurso para imponer disciplina y favorecer la causa patriota en tanto lograba Belgrano pasar a la otra orilla.

Unidos Belgrano y Artigas lograron que la insurrección en el Uruguay fuera un éxito. Cuando Belgrano estableció su
cuartel general en Mercedes, contaba con un ejército de tres mil hombres. Comisionó a su ayudante Manuel Artigas
a sublevar el norte de la campana oriental, a José Artigas el centro para cercar gradualmente a Montevideo y
despachó a Venancio Benavidez para dirigirse sobre Colonia y a la altura de Montevideo, unirse luego a las fuerzas
de José Artigas.

La ocupación de Minas, Maldonado y Canelones; la rendición del pueblo de Colla a las fuerzas de Benavidez el 21 de
abril y el 24 la de San José, fueron importantes victorias que afectaron seriamente a las autoridades de Montevideo.

En estas circunstancias en que Belgrano se venía desempeñando tan eficazmente tuvo lugar el proceso que se le
siguió por su desempeño en la Campaña al Paraguay, a pesar de las quejas del ejército y las poblaciones orientales
que en notas a la Junta mostraban su enojo. Los vecinos del pueblo de Mercedes decían a la Junta en nota del 8 de
mayo: (3)

“¿Qué podríamos temer teniendo al frente a su digno jefe Don Manuel Belgrano? Nada : su nombre era pronunciado
con respeto hasta por nuestros mismos contrarios; Montevideo, que en sus papeles públicos tantas veces le había
publicado derrotado y preso por los paraguayos, confesaba tácitamente que no podía soportar sin susto su cercanía,
los portugueses le respetaban; el Paraguay le temía: nuestras tropas tenían puestas su confianza y este numeroso
vecindario descansaba en sus sabias disposiciones, con tanto mayor gusto cuanto que habíamos empezado a sentir
sus favorables resultados… Su presencia es uno de los objetos más interesantes y lo manifestaban en nota de la
misma fecha, dirigida a la Junta:

“Los oficiales del ejército patriótico… hacemos presente que es muy precisa la persona del señor vocal Manuel
Belgrano, a quien consideramos los necesarios conocimientos para terminar la cuestión de los enemigos de la patria
y del bien común. Nuestros contrarios le temen y le quieren por su rectitud”. (4)

Las intrigas políticas hicieron que Belgrano tuviera que abandonar la Banda Oriental y se dirigiera a Buenos Aires en
mayo de 1811 para ser sometido a proceso por su actuación en la Campaña al Paraguay, del que salió absuelto en
agosto de ese mismo año.

EL MILITAR

EXPEDICIÓN AL PARAGUAY

Instalada la Primera Junta de Gobierno el 25 de mayo de 1810, procuró difundir los ideales revolucionarios,
invitando a los antiguos pueblos del Virreinato del Río de la Plata a que designaran representantes y enviaran los
elegidos para constituir un congreso. El Paraguay al principio adoptó una actitud indefinida, pero pronto se
manifestó en oposición a la Junta porteña.

La insurrección del Paraguay tenía raíces en su pasado histórico. No olvidemos que Asunción fue “madre de
ciudades” y la iniciativa de la fundación de Buenos Aires por Juan de Garay partió de allí . Cuando se creó el
Virreinato del Río de la Plata y Buenos Aires fue designada como su capital, surgieron recelos hacia Buenos Aires, y
tensiones de carácter político y económico. El asilamiento en que se desenvolvió el Paraguay durante el período
colonial ayudó a que se gestara un fuerte sentimiento regional.

Al recibir el gobernador Velasco la invitación de la Junta Porteña, convocó a una asamblea general de vecinos el 24
de julio de 1810, que decidió reconocer y jurar obediencia al Consejo de Regencia establecido en España y mantener
una solidaridad fraterna con Buenos Aires, sin someterse a su gobierno y crear una Junta de Guerra, destinada a
adoptar todas las medidas exigidas para la defensa del territorio.

Se formaron tres corrientes de opinión en Paraguay: los realistas, encabezados por el gobernador Velasco,
partidarios de reconocer al Consejo de Regencia; los porteños, guiados por Somellera, que respondían a los objetivos
de la Junta de Buenos Aires y los nativos, seguidores del Doctor Francia, partidarios de la independencia paraguaya.

Inducida la Junta de Buenos Aires por exageradas versiones sobre las verdaderas posibilidades del grupo porteño,
resolvió iniciar precipitadamente las operaciones militares en el Paraguay.

La misión que debía cumplir Belgrano se puede sintetizar en: 1- Hacer reconocer la autoridad de la Junta de Buenos
Aires por el gobierno de la Intendencia del Paraguay.

2- En caso de fracasar este objetivo, propiciar un gobierno propio, con el cual pudieran existir buenas relaciones
diplomáticas.

El propio General Belgrano, al referirse a su campaña al Paraguay, la juzgaba de manera crítica:” Esta expedición sólo
pudo caber en cabezas acaloradas que no veían sino su objeto y para las que nada era difícil porque no reflexionaban
ni tenían conocimientos.”

Desde el punto de vista militar, el ejército patriota debía realizar una operación ofensiva contra el Paraguay,
tendiente a derrotar a las fuerzas del gobernador Bernardo de Velasco y ocupar militarmente el territorio en apoyo
de las autoridades patriotas. El general Belgrano consideró que su ofensiva debía realizarse lo antes posible debido a
la precariedad de la situación militar del enemigo, para impedir que éste tuviera el tiempo necesario para movilizar
sus recursos.

Para contrarrestar las medidas que adoptarían los paraguayos, buscó el factor sorpresa, ocultando sus movimientos
al enemigo, siguiendo una ruta más larga y difícil, evitando el camino tradicional. Con ello buscó que la inteligencia
paraguaya no conociera el probable lugar de paso del Alto Paraná, obligándola a distribuir sus fuerzas a lo largo de la
costa de este río.

El ejército debería asimismo propagar los ideales revolucionarios de la Junta de Buenos Aires e impedir las
comunicaciones entre el Paraguay y la Banda Oriental. El plan de operaciones del ejército paraguayo era una
estrategia defensiva. Lograron reunir un efectivo numéricamente muy superior al de Belgrano, de unos 7.000
hombres, de los cuales 1.000 eran de infantería y el resto, de caballería y artillería.

El objetivo de Velasco, quien había combatido en Europa y en Buenos Aires en las Invasiones Inglesas de 1806 y
1807, era impedir la invasión del territorio paraguayo por parte del ejército porteño. Para ello, decidió establecer
una primera defensa sobre la costa del Paraná y, en caso de que el ejército patriota lograra franquearlo, lo atraería
hacia el interior del territorio, ejecutando una acción retardante, para desgastarlo, alejándolo de la base de
operaciones, creando así las mejores condiciones para pasar a la ofensiva y derrotarlo en el interior de su territorio..
Si obtenía el éxito en esta operación, al general Belgrano, le iba a resultar muy difícil replegarse y atravesar el Río
Paraná sin sufrir severas bajas o, quizás, su aniquilamiento al no tener el dominio fluvial.

Siguiendo este plan, Velasco se apoderó de todas las embarcaciones del Alto Paraná y reunió una escuadrilla fluvial,
que situó en Paso del Rey (ruta Corrientes-Asunción). Además, estableció fuerzas de observación en la margen
derecha del río y dividió la zona de vigilancia en dos sectores: oeste, al mando del capitán Fulgencio Yegros, y este, a
cargo del comandante Thompson.

MARCHA HASTA EL ALTO PARANÁ

Terminada la concentración de sus fuerzas, el general Manuel Belgrano las organizó en 4 divisiones. Belgrano logró
reunir en total 950 efectivos de infatería y caballería, 6 piezas de artillería y abundante caballada, para montar la
infantería durante la marcha y carretas para transportar los abastecimientos generales y municiones. Esta lo logró
gracias a que se sumaron diferentes elementos a través de su marcha por la Mesopotamia –voluntarios, reclutas y
donaciones de los vecinos. Las milicias de Yapeyú al mando del coronel Tomás Rocamora, teniente gobernador de
Misiones, quien fue designado como cuartel maestre del ejército, se agregaron por orden de Belgrano, junto con
piezas de artillería y efectos que tenía a su disposición.

A fines de octubre abrió la campaña por el centro de la Mesopotamia, por el camino que, desde La Bajada (actual
ciudad de Paraná), pasaba por las nacientes del ríos Mocoretá y Curuzú-Cuatiá. El desplazamiento de las fuerzas
expedicionarias se realizó por un solo camino de marcha, llevando un intervalo de 14 horas por división.

En la primera parte de su recorrido, Belgrano debió extremar las medidas para imponer rigurosamente la disciplina
por haberse producido algunos casos de deserción. Dos desertores aprehendidos fueron fusilados como medida de
escarmiento.

El 14 de noviembre reanudó la marcha el contingente patriota, después de cinco días de descanso y demora en
Curuzú-Cuatiá, a la espera de una columna de municiones que se había demorado.

El objetivo de Belgrano al tomar el camino no tradicional era ocultar su marcha al enemigo, para lo cual decidió
ordenar el adelantamiento de 300 milicianos correntinos a Paso del Rey con la intención de engañar sobre el sitio
real de franqueo. Mientras tanto, ordenó al mayor Ramón Espíndola adelantarse a reconocer lugares de pasaje en
otro sector del Paraná.

El 6 de noviembre de 1810, una escuadrilla realista, al mando del capitán de navío Angel Michelena, ocupó a viva
fuerza la población de Arroyo de la China (hoy Concepción del Uruguay). Por lo cual, Belgrano debió avanzar por un
territorio cuyas aguas limítrofes eran dominadas por escuadrillas realistas, lo que significó una grave situación
estratégica para su operación y una amenaza para sus comunicaciones.

En su marcha, la fuerza expedicionaria debió cruzar el río Corrientes por el paso de Caaguazú, de más de un centenar
de metros de ancho. Tres días demoró el ejército patriota en cruzarlo, sufriendo bajas sus efectivos al darse vuelta
una balsa de operación. Después de jornadas agobiantes por: la lluvia, temperaturas elevadas, malos caminos; el
ejército alcanzó la margen izquierda del río Paraná, el 4 de diciembre de 1810, frente a la isla Apipé.
En menos de dos meses, el general Belgrano condujo su ejército desde la Bajada de Paraná (Entre Ríos) hasta San
Jerónimo . A pesar del deficiente pie de instrucción de la tropa, realizó jornadas de hasta 40 km., lo que representa
un extraordinario nivel de rendimiento y la ejecución de una operación admirable por el esfuerzo, el sacrificio y la
eficiencia. (3)

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