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COMENTARIO.
Estamos ante una proclama que Georges Clemenceau lanzó al parlamento francés en un
discurso en el verano de 1885, dentro del marco del desarrollo de la Conferencia de Berlín,
que trató de regular la expansión imperialista de los países europeos por África. Clemenceau
fue uno de los políticos más influyentes del primer tercio del siglo XX, no en vano llegó a ser
primer ministro durante la Primera Guerra Mundial y fue uno de las cabezas visibles del
tratado de Versalles.
La brevedad del texto nos lleva a hablar de dos ideas básicas:
Con respecto a la primera idea básica o principal diría que Clemenceau pretende mostrar su
claro desacuerdo con la ideología racista que impera en el momento y que justifica la
necesidad de la colonización africana (y asiática) bajo esa idea paternalista de ayudar al
pobre. Para eso se apoya de una idea secundaria cuando habla de “después de haber visto a
sabios alemanes demostrar científicamente que la francesa es una raza inferior a la
alemana”. El autor hace un claro paralelismo entre la supuesta superioridad alemana con
respecto a la francesa con la superioridad de la raza blanca de la negra, o de las naciones
superiores sobre las inferiores.
Con respecto a la segunda idea clave el autor dirige la atención sobre que el interés real de
los países europeos no es otro que el de aprovecharse de las “naciones inferiores”. Para esto
se apoya de una idea secundaria: “La conquista que preconizan es el abuso, liso y llano, de la
fuerza que da la civilización científica sobre las civilizaciones primitivas”. Esta idea le sirve a
Clemenceau para reiterar su visión del imperialismo como abuso y explotación injustificada
de las zonas africanas.
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Clemenceau no cuestiona tanto a la conferencia de Berlín en sí, como el proceso colonizador
propiamente dicho y, sobre todo, las causas que llevan a ello.
Recordemos que las causas del imperialismo van desde lo económico (necesidad de nuevos
mercados y de acceso a tareas primas) hasta lo demográfico (excedente de población en
Europa que busca oportunidades fuera), pasando por lo político (hegemonía) y, como dice
Clemenceau, por lo ideológico. Una importante corriente de pensamiento justificó el
imperialismo como un ejercicio de responsabilidad que las naciones ricas (superiores) tenían
sobre las pobres (inferiores). Kipling lo llamó la “responsabilidad del hombre blanco”.
Clemenceau tumba esta idea explicando que no hay ideología ni bondad en el imperialismo,
sólo deseo de enriquecerse al precio que hiciera falta.
Como conclusión diría que el discurso de Clemenceau fue bastante rupturista y valiente con
respecto a la idea dominante, que ni siquiera se planteaba qué consecuencias negativas
podría tener el imperialismo para los territorios conquistados. De todos modos esta valentía
antiimperialista no le duró mucho a Clemenceau que, más tarde, cuando fue primer ministro
ni siquiera se planteó cambiar la política colonial de su país.
La cuestión del imperialismo es quizá el proceso histórico que más influencia ha tenido en la
situación actual de África. Una pena que África sea el continente oculto.