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I. D e J esús a la I g l e s ia 1”
c. 17]li3. Santo Tomás lo resume así: "por los sacramentos que sur
gieron del costado de Cristo pendiente de la cruz, fue creada la
Iglesia" LSTIII, q. 64, a. 2, ad3]. La importancia de este simbolismo
es tal que es retomado en la edad media y de forma particular es cita
do por el Concilio Ecuménico de Vienne de 1312 [DH 901],
En el período siguiente, caracterizado por la luchas eclesiásticas por
el poder, a esta reflexión se une otra sobre la fundamentación teológi
ca de la Iglesia. Se trata de la elección y misión de los Apóstoles, espe
cialmente de Pedro, como iniciadores de la jerarquía eclesiástica. Por
influencia del pensamiento jurídico se introduce el concepto "ius divi-
num", como garante de la fidelidad histórica y fundacional de la Iglesia
y sus instituciones que, junto con la disputa sobre la Escritura como
"norma non normata", se convierte en piedra de toque del luteranis-
mo con la fórmula "sola Scriptura". El Concilio de Trento tratará con
atención y situará en su justo lugar estos dos conceptos. La contrarre
forma posterior acentuará fuertemente el ministerio de Pedro y el papa
do, como garantía de continuidad entre Jesús y la Iglesia.
Ahora bien, no es hasta la ilustración y la controversia modernis
ta propiamente dicha, cuando se plantea la cuestión crítica de la "sin
gular fundación de la Iglesia por Jesús de Nazaret". Ya el Concilio Va
ticano I (año 1870) declaró que Cristo "decidió edificarla santa Iglesia"
[sanctam aedificare ecclesiam decrevit: DH 3050], pero fueron los docu
mentos magisteriales sobre el modernismo lo que afrontaron este tema,
concretamente el Decreto "Lamentabili" [DH 3452] y la Encíclica
"Pascendi" [DH 3492], ambos del 1907, resumidos en el Juramento
Antimodernista de 1910, que dice así: "La Iglesia fue instituida inme
diata y directamente por Cristo mismo, verdadero e histórico, mientras
vivía entre nosotros" [DH3540].
A partir de estos textos magisteriales los manuales de teología y
eclesiología fundamental introducen un importante apartado sobre
este tema, que sirve de prolegómeno apologético a toda la teología. Se
divulgan asilas expresiones "instituir", "fundar" y "edificar" para sig
nificar la relación entre Jesús de Nazaret y la Iglesia, y se enumeran sus
principales actos como son: la vocación y misión de los doce, la insti
tución del primado de Pedro y su sucesión, la transmisión de la triple
potestad de Cristo ("potestas docendi, sanctificandi et regendi") a los13
* Escritura e Iglesia
136. Cf, nuestra breve síntesis en, CEE (ed.), Concilio Ecuménico 'Vaticano II,
Madrid 1993, 172-177. 175s., así como la parte final de este capítulo que trata del testi
monio apostólico.
512 La teología fundamental
tado por Lutero- que dice así: "Quod Papa non sit iure divino seu
secundum verbum Dei" y el comentario de Melanchton el cual intro
ducía el concepto de "ius humanum" al hablar de la superioridad del
Papa sobre los Obispos. Esta expresión de "ius humanum" tiene gran
similitud con la perspectiva apuntada por el voto del franciscano Juan
Antonio Delphino en el Concilio de Trento que lo sitúa en el tercer
grado del "ius divinum": en efecto, el primer grado designa todas las
cosas que se encuentran en la Escritura; el segundo se refiere a todo
aquello que se encuentra implícitamente o concomitantemente en la
Escritura; el tercero son los estatutos de la Iglesia y de los concilios y
puede calificarse como "ius humanum"1”.
Como referencia significativa se puede constatar la ausencia de la
expresión "ius divinum" referida directamente al Episcopado en los
Concilios de Trento [DH 1776] y del Vaticano II [LG 28], pero por
otro lado, todo el contexto y las fórmulas que sustituyen tal expresión,
especialmente divina ordinatio/institutio, apuntan a una comprensión
más amplia. En cambio la expresión explícita se usa en el Vaticano 1
al hablar de la perpetuidad en la sucesión de Pedro calificada como
de iure divino [DH 3058]. En este caso esta fórmula concluye el capí
tulo segundo donde no se invoca ningún texto evangélico explícito,
aunque se hace una paráfrasis de Mt 16, 18 y Mt 28, 20, y se transcri
be una larga cita de Felipe, el legado papal del Concilio de Éfeso, y tex
tos de s. León Magno, s. Ireneo y s. Ambrosio. Es claro pues aquí que
la lectura de la Escritura interpretada por la Iglesia [cf. DH 3054: "esta
doctrina tan clara de las Escrituras, tal y como la ha entendido siem
pre la Iglesia católica"], es un camino legítimo para reconocer que una
institución es de "ius divinum". De hecho pues, parece obvio que no
debe identificarse ni la "institución-ordenación divina" de Trento y
Vaticano II, ni el "ius divinum" del Vaticano I, con una exclusiva fun
dación explícita del Señor, ya que diversas estructuras pueden ser ins
tituidas por la Iglesia apostólica guiada por el Espíritu Santo, como
atestiguan las Escrituras, o por la providencia divina que dirigía la
Iglesia post-apostólica.
En esta línea de comprensión amplia del "ius divinum" se encuen
tran diversos teólogos católicos, que subrayan como una serie de estruc
turas eclesiásticas (por ejemplo una constitución monárquico-episco
pal y un permanente ministerio de Pedro) pueden entenderse como137
137. Cf. este texto en, J. Escudé, La doctrina de la confesión íntegra desde el IV
Concilio de Letrán hasta el Concilio de Trento, Barcelona 1967, 22s.
La Iglesia: la credibilidad basada en el testimonio 513
Dios, hacia el cual habrían de afluir también los gentiles, según la expec
tativa de Jesús.
153. Cf. Die Sammlung Israels. Bine Untersuchung zur Lukanischen Ekklesiologie ,
München 1975; La Iglesia que Jesús quería, Bilbao 1986, 17-38; su síntesis para todo el
NT en, Jesus und die Kirche: 2HFTh 3 (2000) 27-64; ¿Necesita Dios la Iglesia?, Madrid
1999, 73-84 (“La reunión del pueblo de Dios”).
154. H. Waldenfels, Teología fundamental contextual, Salamanca 1994, 445-455;
M. Kehl, La Iglesia, Salamanca 1996,243-293.
155. H. Verweyen, Gottes letztes Wort. Grundriss derFundamentatheologie, Düssel
dorf 1991/Regensburg ’2000; J. Werbick, Kirche, Freiburg 1994; F. Courth, DieSakra-
mente, Freiburg 1995.
La Iglesia: la credibilidad basada en e l testim o n io 519
156. G. Theissen, El Jesús histórico, Salamanca 1999, 156-173. 173; Sociología del
movimiento de Jesús, Santander 1979; cf. las excelentes síntesis y anotaciones bibliográ
ficas de R. Aguirre, La mesa compartida. Estudios del N T desde las ciencias sociales,
Santander 1994,201-242 (“Iglesia e Iglesias en el N T”) [=La Iglesia de Jerusalén, Bilbao
1989, 23-41]; Del movimiento de Jesús a la Iglesia cristiana. Ensayo de exegesis sociológi
ca del cristianismo primitivo, Estella 21998; S. Mimouni, L’émergence du mouvement des
disciples de Jésus dans le Judai'sme des I-Il siécles. Entrée en matiere: RivistStorLettRel 35
(1999) 457-471; Les chrétiens d ’origine juive du 1 au IVsiecle en, P. Geoltrain (ed,),A ux
origines du christianisme, Paris 2000,289-304.
157. Cf. entre otros, R. A. Horsey, Sociology and the Jesus mouvement, New York
1989; E. P. Sanders, La figura histórica de Jesús, Estella 2000, 28; C. A. Evans, A uthen
ticating the Activities o f Jesus en, B. Chilton/C. A. Evans (eds.), Authenticating the
Activities o f Jesus, 3-29.24-26; J. P. Meier, Jesus: NJBC: 78:57; en cambio, R. E. Brown,
Early Church: NJBC: 1340, se muestra reticente a tal calificación porque los evangelios
no centran este “movimiento” en Jesús sino en el Reino de Dios; cf. la panorámica de
P.-H. Poirier, Jésus et les origines chrétiennes. Q uinte ouvrages récents: LavalThéolPhil
56 (2000) 151-181.
520 La teología fundamental
158. Cf. el clásico Y. Congar, Ecclesia ab A bel en, M. Reding (ed.), FS. K. Ac
Dusseldorf 1952, 79-108, y el resumen en, Abel-, Agustinus-Lexikon I, Basel 1986, 2-4.
159. Cf. la monografía de N. Silanes, La Iglesia de la Trinidad, Salamanca 1981, y
su síntesis en, X. Píkaza/N. Silanes (eds.), El Dios cristiano, Salamanca 1992, 657-690.
La Iglesia: la credibilidad basada en el testimonio 521
mentum salutis" (LG 1; 9; 48; 59; GS 42; 45), formada por elemento
divino y humano en analogía con el misterio del Verbo encarnado,
"sancta simul et semper purificanda" (LG 8). En esta línea se debe
subrayar que la Iglesia es "misterio" y, a su vez, "sujeto histórico" con
la consiguiente "plenitud y relatividad" que esto comporta en su "exis
tencia histórica". Esta debe ser analizada también con la ayuda de la
metodología histórica y sociológica, como "Pueblo de Dios 'in via1, en
una situación nunca completa aquí en la tierra" [CTI: 1985: n° 3], pero,
al mismo tiempo, consciente de que "es el reino de Dios ya presente en
el misterio" (LG 3), y, de alguna forma, "sacramento del Reino" [cf. las
precisiones sobre esta fórmula en, CTI: 1985, n° 10. 3].