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Master en Formación del Profesorado
Enfoque Comunicativo y Aprendizaje por Tareas
UNIDAD 5
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5.2.2. Las tareas de comunicación 12!
5.2.3 Criterios para calibrar la dificultad de la tarea 13!
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6.1.1. Enunciado las diferentes fases en la ejecución de una tarea en el aula 15!
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Los inicios del aprendizaje por tareas, en la década de los 80, pueden analizarse desde dos
perspectivas que se complementan: la de los estudios de la adquisición de lenguas extranjeras y
los de diseño curricular. Apoyado en ideas aportadas por la investigación de la adquisición de
lenguas extranjeras, que señalaban la incompatibilidad de los programas de contenidos
utilizados hasta entonces con los procesos psicolingüísticos de adquisición, el aprendizaje
mediante tareas se generó –desde dentro del enfoque comunicativo- en un afán de superar las
limitaciones que estos programas tenían como base para el desarrollo de la competencia
comunicativa.
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¿Qué se entiende por tareas? Las tareas en la vida real se definen como aquellas cosas para las
cuales utilizamos la lengua en nuestra vida cotidiana: hacemos planes para el fin de semana con
los amigos o la familia, discutimos un suceso de actualidad, leemos información sobre una
ciudad o monumento que visitamos, escribimos una nota para dejar en casa antes de salir,
escuchamos un programa de radio o TV, redactamos un mensaje electrónico, compramos fruta
en la frutería de la esquina. Desde este punto de vista, un análisis de un día cualquiera de
nuestra vida cotidiana produciría una lista de ¨tareas¨, la mayoría de las cuales tienen una
finalidad, un principio, un fin y siguen una serie de procedimientos más o menos establecidos.
En D. Nunan, podemos encontrar las dos siguientes definiciones producidas en los primeros
años del enfoque:
“(Una tarea es) cualquier actividad realizada para sí mismo o para los demás, de forma
interesada o desinteresada ( como rellenar un impreso, comprar unos zapatos, reservar
un billete de avión). En otras palabras, entendemos por ‘tarea’ todo aquello que solemos
hacer en nuestra vida diaria, en el trabajo, en el tiempo libre, o en cualquier otro
momento”.
M. Long (1985)
“(Una tarea es) una unidad de trabajo en el aula. Que implique a los aprendientes en la
comprensión, la producción o la interacción en la lengua que aprenden, mientras su
atención se concentra prioritariamente en el sentido, más que en la forma”.
D. Nunan (1989,1996 en traducción al español)
Años más tarde, en el Marco Común Europeo de Referencia (MCER), consejo de Europa,
2002 encontramos la siguiente definición:
“(Una tarea es) cualquier acción intencionada que un individuo considera necesaria para
conseguir un resultado concreto en cuanto a la resolución de un problema, el
cumplimiento de una obligación o la consecución de un objetivo”. Más adelante en el
documento (p.15) se señala que ‘”la comunicación supone la realización de tareas” y que
“las tareas forman parte de la vida diaria en los ámbitos personal, público, educativo o
profesional” (p.155).
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La revolución propiciada por el cambio en el foco de atención –de la estructura a la
comunicación- afecta de manera muy significativa a la enseñanza en dos sentidos diferentes:
2. En la manera de plantear las actividades de enseñanza que, también desde ahora, tienen que
reflejar que la lengua es un instrumento de comunicación y que la enseñanza es un proceso de
comunicación.
Esta doble perspectiva recoge los principios y los procedimientos de los enfoques
comunicativos.
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A partir de los presupuestos teóricos, surgió la necesidad de idear procedimientos para el diseño
de unidades didácticas y otros materiales para llevar al aula que permitirá incorporar en la
práctica los principios sobre los que se apoya este modelo didáctico.
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En este apartado presentamos el procedimiento propuesto inicialmente por Estaire (1990)-
desarrollado con más detalle en Estaire y Zanón, 1990 y 1994- que ha sido ampliamente
utilizado desde su publicación. Se resume en el marco de seis pasos para la programación de
unidades didácticas que aparecen en la figura 1.
Pasos para la programación que pueda seguir el diseñador de los materiales didácticos o el
profesor que diseña sus propios materiales, solo o en conjunción con los alumnos en parte del
proceso.
6.Programación de
los procedimientos
de evaluación que 2. Especificación de
utilizaran los
objetivos de aprendizaje
profesionales y los
a partir del análisis de la
alumnos a lo largo tarea (fase1). Se
de la unidad, como completará en el paso 5.
parte integral del
proceso de
aprendizaje
3.Especificación de
5. Análisis de toda la
contenidos;
secuencia programada
lingüísticos y de otros
con el fin de: tipos a partir del
completar/ajustar las
análisis de la tarea
especificaciones de los
final (fase 1). Se
objetivos de aprendizaje y
completará en el paso
de los contenidos (fase II).
5.
4. Planificación del
proceso: programación
de la secuencia de tareas
de apoyo necesaria para
la consecución de tarea
final; temporalización de
la secuencia.
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Fig 1. Marco para la programación de una didáctica mediante tareas (Estaire, 1990, con ligeras modificaciones)
Como refleja la figura 1. , se propone que el primer paso de la programación de una unidad
didáctica sea la elección del tema de la unidad y de la tarea que se realizará al final de la misma.
¿Por qué? Si una unidad está constituida por una secuencia de tareas en las que las tareas de
comunicación funcionan como unidad de organización del aprendizaje y determina los
contenidos que se trabajarán, una característica tan diferente a formas de programar anterior, se
hace necesario encontrar un mecanismo que tenga la capacidad de dar coherencia a la secuencia
y, muy especialmente, a la manera de combinar las tareas de comunicación y las de apoyo
lingüístico. Un tema tiene la capacidad de generar tramas de tareas que resultan naturales y que
los alumnos perciben como comunicativamente lógicas y coherentes. Por otra parte, una tarea
final para la unidad –que será necesariamente una tarea de comunicación- diseñada al comienzo
Finalmente, se interesante resaltar que, como se indica en la parte superior de la figura 1., debe
considerarse la posibilidad de que los alumnos participen en el proceso de programación de las
unidades.
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En esta sección analizaremos con detalle los diferentes componentes de una unidad didáctica: el
tema, la tarea final, los objetivos de aprendizaje, los contenidos, el conjunto de tareas que
conforman la unidad y los procedimientos e instrumentos de evaluación.
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La elección del tema y de la tarea final constituye el punto de partida en el marco para la
programación de unidades didácticas. Los dos aspectos están íntimamente relacionados.
Generalmente el tema nos sugiere la tarea final, pero hay casos en los que lo primero que surge
es la idea sobre una tarea final que resultaría atractiva o conveniente para los alumnos, como por
ejemplo: redactar un currículo para acompañar una solicitud de beca o de trabajo. El orden de
estos dos aspectos no es importante, lo verdaderamente importante es que ambos tengan en
cuenta las características de los alumnos y resulten motivadores.
Son varios los profesionales sobre los que puede recaer la elección del tema y la tarea final: por
un lado, los autores de libros de texto, y por otro, dentro de un centro, los profesionales que
diseñan los planes curriculares o los programas de curso, o que elaboran unidades didácticas
para un nivel determinado. Una forma de centrarse en la elección de estos dos componentes es
considerar los diferentes ámbitos que se podrían tratar en el aula, según las características de los
alumnos. Estaire y Zanón (1994) presentan un diagrama que llaman “el generador de temas”,
que traducido y con ligeras modificaciones aparece abajo en la Figura 2. En el caso de cursos
1.
Alumnos
6. Fantasía/
2. Familia
imaginación/
y amigos
creatividad
5. El entorno/ 3.Centro de
el mundo que estudio/
nos rodea aprendizaje
4. Lugar de
trabajo/
actividad
Los seis ámbitos representados en la Figura 2. podrían desglosarse, muy parcialmente, como sigue:
• Los alumnos: identificación personal, intereses, habilidades, hábitos, etc.
• Familia y amigos: miembros de la familia, su vida familiar, su casa, sus amigos,
actividades de ocio y festejos con los amigos y con la familia
• El centro de estudio: la vida del centro, sus actividades y sus normas, los compañeros de
clase, los profesores, el aprendizaje de la lengua, incluyendo sus motivaciones, intereses
y estrategias de aprendizaje
• El lugar de trabajo: búsqueda de trabajo, solicitud de trabajo, la actividad del centro de
trabajo, condiciones laborales, normas en el lugar de trabajo y los compañeros de
trabajo
• El entorno: la comunidad en la que vivimos y el mundo que nos rodea
• La fantasía, imaginación, creatividad: cuentos, películas, representaciones, mundos
imaginarios y sueños
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Comenzamos con una serie de preguntas que nos pueden guiar, ya sea para diseñar una
secuencia o para comprender la forma en que está organizada una unidad didáctica que vamos a
llevar al aula.
! ¿Cómo se organiza el proceso de aprendizaje a lo largo de la unidad, de forma que se
asegure la realización de la tarea final y, por tanto, la consecución de los objetivos?
! ¿A través de qué tareas se trabajan los contenidos (de todo tipo) que se han
especificado? ¿Qué tareas de comunicación proporcionarán a los alumnos los
conocimientos instrumentales y formales que les permitirán progresar hacia la tarea
final? ¿Qué tareas de apoyo focalizarán la atención sobre conocimientos formales
que capacitarán a los alumnos para realizar las tareas de comunicación de forma
eficaz?
! Para cada una de las tareas programadas, ¿qué materiales serán necesarios, qué
procedimientos se seguirán y qué “producto” o resultado se espera?
! ¿Cómo se articulan todos estos elementos de forma que aseguren el dominio de los
conocimientos instrumentales y formales necesarios para alcanzar los objetivos
marcados? ¿Cómo se combinarán las tareas de forma pedagógicamente efectiva,
lógica y coherente?
El primer punto que necesitamos tener en cuenta es que para programar la secuencia de
tareas que conducirán a los alumnos a la realización de la tarea final, nos basaremos en las
decisiones tomadas anteriormente: el tema, la tarea final, los objetivos y los contenidos,
como se refleja en la Figura 3.
Las figuras 4. y 5. muestran ejemplos de cómo los objetivos de aprendizaje o los contenidos
resultantes del análisis de la tarea final nos pueden ayudar a decidir sobre la conveniencia de
incluir ciertas tareas previas que capaciten a los alumnos para su realización.
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El segundo punto que debemos tener en cuenta durante la programación de la secuencia es la
comprobación de que cada una de las tareas que diseñemos realmente “alimente” la tarea final y
facilite su realización. Cuando esta conexión no es suficientemente fuerte, es muy probable que
debamos replantearnos la tarea en cuestión. Esta relación estrecha entre la tarea final y las tareas
que le preceden subraya el papel que en el aprendizaje por tareas juega la tarea final como eje
vertebrador del proceso de programación y del trabajo en el aula.
El tercer punto que quisiéramos resaltar es la necesidad de prestar especial atención a la forma
en que se engarzan las tareas de comunicación y las de apoyo que se diseñen. Es siempre
aconsejable comenzar la unidad con una o más tareas de comunicación, lo cual ayudará a los
alumnos a centrarse en el tema, potenciará la motivación y creará una necesidad comunicativa
que ejercerá de motor para el aprendizaje.
Una secuencia se compone de tareas de comunicación y apoyo. Es, por lo tanto, de suma
importancia tener muy presentes las características de ambos tipos de tareas. A continuación,
estudiaremos en detalle las características de las tareas de comunicación. Las tareas de
comunicación son unidades de trabajo en el aula que:
• Actúan como eje de la unidad didáctica
o Un input a partir de cual se trabaja, que puede ser aportado por los materiales
didácticos, o por el profesor o que puede partir de los propios alumnos: sus
intereses, experiencias, opiniones o materiales que ellos aporten, etc.
• Cumplen, según las características de cada tarea, con principios comunicativos, tales
como el vacío de información, la elección en situaciones productivas y imprevisibilidad
en situaciones receptivas, la independencia entre distintas fases de una tarea o de las
tareas entre sí.
En el proceso de diseño o selección y secuenciación de las tareas que componen una unidad
didáctica o conjunto de unidades es importante poder calibrar su dificultad, con el fin de
ajustarlas a las capacidades y características de los alumnos. Tradicionalmente, el factor
determinante ha sido la complejidad de los contenidos. Sin embargo, existen muchos factores
que inciden en la dificultad de una tarea y que han sido estudiados por diversos autores (entre
otros, Candlin, 1987; Brindley, 1989; Nunan, 1989; Skehan, 1998;)
Nunan, 1989, menciona tres categorías de factores, muy interrelacionadas entre sí que a su vez
tienen múltiples subdivisiones.
• La información de entrada o input en la que se basa la tarea.
• La característica de la tarea en sí y las actividades que se realizan como parte de ella.
• Aspectos relacionados con el propio alumno.
En cuanto a los factores que inciden en la dificultad de una tarea relacionados con la primera
categoría, Nunan y Ellis apuntan los siguientes:
• El medio en el que se presenta el input (escritos, oral audiovisual, mediante dibujos,
diagramas, etc.).
• El grado de familiaridad que tenga el alumno con el medio, el tema, el género textual y
aspectos socioculturales reflejados en el input.
• La complejidad lingüística del texto aportado (complejidad gramatical, cantidad de
léxico de baja frecuencia utilizado, aspectos fonológicos en textos orales, etc.)
• La cantidad y calidad del material de apoyo que acompaña al texto utilizado
(ilustraciones, títulos, subtítulos, etc.).
• La complejidad textual (densidad del texto, cantidad de información ofrecida, lo
explícita que sea esta información, la estructura del discurso y la claridad con que está
señalada, en textos orales también velocidad y el número de participantes, etc.).
• El tipo de texto (descripción, narración, argumentación. etc.).
En la discusión del segundo grupo de factores que se deben considerar, las características de las
tareas y las actividades a realizar como parte de ellas, Nunan se basa en un trabajo de Brindley
(1978) que menciona los siguientes puntos, acompañados de una serie de preguntas pertinentes:
Nunan resalta que a la vista de los dos factores que acabamos de analizar, relacionados con el
input y las características de las tareas, se pueda afirmar que la dificultad de estas viene
determinada, no tanto por los datos de entrada sino por su procesamiento, es decir, por lo que se
pretende que los alumnos realicen basándose en el input que reciben y por los procedimientos
didácticos que se sigan. En muchas ocasiones se puede utilizar un input de cierta complejidad, si
las características de la tarea se adecuan al perfil de los alumnos.
En cuanto al tercer grupo de factores, los relacionados con el alumno, Nunan vuelve a basarse
en Brindley (1987) para enumerar los siguientes puntos:
• La motivación
• Grado de confianza y actitud con que el alumno se enfrenta a la tarea
• Su capacidad de poner en juego las destrezas y estrategias apropiadas (organizativas,
interpersonales, interculturales, estrategias que le permiten desenvolverse con recursos
lingüísticos limitados, etc.).
• Los conocimientos, las destrezas y la concienciación cultural que el alumno aporta.
Teniendo en cuenta los factores que hemos analizado, es evidente la importancia que tiene el
saber calibrar la dificultad de una tarea y manipular aquellos parámetros que sean necesarios,
con el fin de adecuar su dificultad a las competencias y características de los alumnos. Ésta es
una operación que se realiza al diseñar o adaptar la secuencia de tareas que componen una
unidad didáctica o la programación de un curso, pero que también es de enorme utilidad en la
fase de ejecución cuando la llevemos al aula, aspecto que se tratará en la próxima sección.
En el aprendizaje mediante tareas se aboga por la evaluación como parte integral del proceso de
aprendizaje: un procedimiento de recogida de datos, de reflexión y de toma de decisiones
durante todo el desarrollo de la unidad en el aula. Bajo esta perspectiva, la evaluación de la
unidad se convierte en un proceso dinámico, que lleva a los alumnos y a los profesores a
realizar modificaciones y ajustes mediante su desarrollo para asegurar la efectividad del
aprendizaje y se convierte ella misma en una actividad de comunicación y de aprendizaje.
Estamos hablando, por tanto, de una evaluación realizada por alumnos y profesores durante toda
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Como primer paso para la organización de la tarea nos ayudará el hacernos las siguientes
preguntas (Breen, 1987): ¿quién hace qué; con quién; sobre qué; con qué recursos, medios o
apoyos; cómo, siguiendo qué procedimientos; cuándo; por cuánto tiempo; con qué objetivo
pedagógico? Al organizar la forma de llevar a cabo la tarea, necesitamos ponernos en el lugar de
los alumnos y preguntarnos cómo podemos asegurarnos de que podrán llevarla a cabo
eficazmente y así avanzar en su proceso de aprendizaje. Debemos recordar que al contrario que
nosotros, los alumnos no han visto con anterioridad los materiales que utilizarán para la tarea, ni
han reflexionado sobre los procedimientos que se van a seguir; por tanto, necesitan clarificar
aspectos que a nosotros nos pueden parecer evidentes; puede haber ambigüedades que necesiten
clarificación y nuestra función es apoyarles de forma positiva en este proceso. (
Es esencial organizar detalladamente la forma en que se va a ejecutar una tarea en el aula, con el
fin de asegurar su efectividad como instrumento de aprendizaje. Para ello, es muy útil
considerar las distintas fases en que puede dividirse: la pre-tarea, la ejecución y la post-tarea. Es
este un factor que nos ayuda a tomar las decisiones convenientes y afecta sustancialmente a la
manera en q trabajaran los alumnos. Cada una de estas fases ofrece diferentes opciones de
trabajo, que se elegirán según las características y necesidades de los alumnos, así como la
naturaleza y los objetivos de la tarea que se va a ejecutar.
• La fase de pre-tarea
La finalidad de esta fase previa es motivar a los alumnos y prepararlos para la realización de la tarea
de la forma más efectiva posible en aspectos organizativos, cognitivos y lingüísticos. Teniendo esta
finalidad en cuenta las opciones de trabajo para esta fase son:
o Presentar la tarea de forma motivadora
o Establecer el contexto y la finalidad comunicativa de la tarea, el resultado
esperado, los procedimientos que se van a seguir y el tiempo disponible
o Explicar la utilidad de la tarea en relación con el proceso de aprendizaje, su
objetivo – aspecto de suma importancia dentro de una perspectiva cognitiva del
aprendizaje
o Movilizar los recursos que ya se tiene, realizando actividades preparatorias de
activación de esquemas mentales, tanto lingüísticos como temáticos,
socioculturales, etc.; a través de técnicas, tales como lluvia de ideas, actividades
de predicción, o elaboración de mapas conceptuales, entre otras
o Introducir nuevos elementos lingüísticos (pocos) que, junto con los ya
conocidos, serán utilizados en la ejecución de la tarea.
• La fase de post-tarea
Esta fase, en el desarrollo de una tarea, a menudo con una estructura de puesta en común, tiene
como finalidad proporcionar un espacio de tiempo:
Ellis propone ocho principios que pueden ser utilizados como guía para la elección de opciones
didácticas para la ejecución de tareas de comunicación, que nos permiten lograr la finalidad
principal de una metodología basada en tareas: “la creación de oportunidades para el
aprendizaje […] y el desarrollo de destrezas a través de la construcción colaborativa de nuevos
conocimientos”.
Candlin, ofrece dos interesantes listas con criterios para lo que, en sus palabras, “podrían
denominarse `buenas tareas’ para el aprendizaje de las lenguas’’. Son una buena síntesis de los
factores que podemos tener en cuenta para valorar la calidad comunicativa y didáctica de una
tarea. La primera fue elaborada por un grupo de profesores durante un curso en la Universidad
de Hawái; la segunda durante un curso de formación permanente en Holanda para formadores
de profesores de lengua.
Las tareas:
1. Deberían fomentar la atención al significado, a la finalidad comunicativa y a la
negociación.
2. Deberían estimular la atención a los datos relevantes que se ofrezcan.
3. Deberían proponer objetivos a partir de las necesidades de los aprendices.
4. Deberían poder enfocarse de forma flexible, ofreciendo diferentes rutas, medios, modos de
participación y procedimientos.
5. Pueden permitir resultados diferentes, según las habilidades y estrategias que los
aprendices tengan a su alcance.
6. Deberían tener en cuenta las contribuciones, actitudes y factores afectivos de los
aprendices.
7. Deberían presentar un desafío, sin llegar a significar una amenaza, con el fin de fomentar
la asunción de riesgos por parte de los aprendices.
8. Deberían requerir de todos los aprendices un input e cuanto a conocimientos, habilidades
y participación.
9. Deberían definir un problema a ser solucionado por los aprendices, centrados en los
aprendices, aunque guiado por el profesor.
10. Deberían fomentar la capacidad de los aprendices para percibir y resolver problemas.
11. Deberían requerir el uso de dichos contenidos para la resolución de tareas.
12. Deberían ofrecer oportunidades a los aprendices y al profesor de co-evaluar las tareas y su
actuación en ellas.
13. Deberían proporcionar oportunidades para la práctica.
14. Deberían desarrollar capacidades en el aprendiz para que éste pueda valorar las
consecuencias y repercusiones de la tarea en cuestión.
15. Deberían proporcionar oportunidades de metacomunicación y metacognición.
16. Deberían fomentar que los aprendices compartan información y habilidades.
17. Deberían proporcionar oportunidades para la monitorización de los aprendices y las tareas,
y para ofrecer el feedback apropiado.
18. Deberían elevar el grado de toma de conciencia de los aprendices y su capacidad de
reflexión.
19. Deberían fomentar una reflexión crítica sobre los procesos de aprendizaje.
20. Deberían ofrecer una elevada gratificación al esfuerzo invertido, y la relación
esfuerzo/resultado debería ser proporcionada.
La gran variedad de opciones didácticas analizadas en éste apartado, con respecto a las fases en
las que se puede dividir una tarea, a los diferentes agrupamientos posibles, a las diversas
maneras en que se puede prestar atención incidental a la forma en el curso de la comunicación, a
una serie de principios y criterios que se pueden utilizar como guía, así como a una serie de
criterios para calibrar la dificultad de las tareas, nos proporcionan una base sólida para decidir
sobre la manera más efectiva en que, de cara al aprendizaje, podemos poner en práctica en el
aula los materiales didácticos mediante tareas con los que pongamos a trabajar.
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Como se ha mencionado anteriormente el aprendizaje mediante tareas se basa en una
concepción cognitiva/constructivista del aprendizaje, que otorga a los alumnos un papel muy
diferente al desempeñado en la enseñanza tradicional, considerándolos agentes activos de su
propio aprendizaje, inmersos en un proceso continuo de construcción, reestructuración y
apropiación del conocimiento. Este nuevo papel marca la necesidad de ayudar a los alumnos a
tomar conciencia de este cambio y a empezar a ejercer unas funciones que, normalmente, no
han desarrollado en el aula, potenciando su implicación y participación activa en decisiones
relacionadas con el trabajo de clase y estimulando acciones y estrategias de aprendizaje, que les
permitan ser más responsables y autónomos como aprendientes.
Unos alumnos que desempeñen estas funciones estarán en condiciones de trabajar eficazmente
con los materiales didácticos mediante tareas de la forma propuesta.
Con el fin de ayudar a los alumnos a ejercer estas nuevas funciones necesitamos, pues, prestar
atención a varios aspectos. En primer término, es crucial el desarrollo de las estrategias de
aprendizaje, que les capacitaran para ejercer el papel que se les otorga en el aprendizaje por
tareas. Es también importante crear oportunidades para que propongan en práctica los diferentes
modelos de participación: en parejas o pequeño grupo, de forma individual y en gran grupo y a
ayudarles a comprender la utilidad de cada uno de ellos.
6.2.1 La contribución de los alumnos al tema y la tarea final de una unidad didáctica.
Aunque, en general, lo más corriente es que sean los profesores o los autores de los manuales
los que deciden el tema y la tarea final de las unidades, la participación de los alumnos en esta
fase, cuando es posible, puede resultar enormemente positiva. Ellos constituyen una excelente
La elección de temas y/o tareas finales realizada por los alumnos puede ser, según el contexto
educativo, una elección abierta basada en opciones sugeridas por el profesor, quien a su vez,
puede haberse basado en sugerencias incluidas en el programa curricular de su centro. En una
elección abierta, no se debiera sin rechazar sin más aquellos temas que desconozcamos o sobre
los que sepamos poco. En estos casos, la responsabilidad de ser los “expertos sobre el tema”
será asumida por los alumnos y el profesor.
El cambio en el papel de los alumnos descrito en este apartado en un proceso que el profesor
necesita guiar con convicción, determinación y una gran dosis de paciencia, pero que
gradualmente llevara a los alumnos a asumir el protagonismo de su propio aprendizaje,
convirtiéndose gradualmente en el aula de forma óptima con los materiales didácticos por tareas
diseñados y desarrollados en el aula de la forma señalada en los apartados anteriores. Esta forma
de trabajo:
• Propicia un cambio sustancial en los papeles tanto de profesores como de alumnos y en
su dinámica de trabajo.
• Desarrolla unos valores afectivos cruciales para el aprendizaje.
• Contribuye a percibir el aula como un contexto social y el aprendizaje como un proceso
social, colaborativo y participativo que se desarrolla en el aula entre personas
responsables y autónomas. Esta concepción del aula abre oportunidades para la
iniciativa, la participación, la negación y la colaboración; para desarrollar y compartir
responsabilidades; para el desarrollo de la autonomía.
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“[..] ya no estamos hablando de profesores que enseñan y aprendientes que aprenden,
sino de todos contribuyendo a la gestión del aprendizaje de todos”.
Allwright (1984)
Esta cita es un nexo muy apropiado entre el apartado anterior, sobre el papel de los alumnos, y
este, sobre el papel del profesor en el aprendizaje por tareas. Es evidente que, en su práctica
docente, el profesor que trabaja dentro de este enfoque desempeña un amplio abanico de
funciones, que pone en juego en clase de forma simultánea o por separado, según los casos.
Abarcarlas todas requiere una formación y un entrenamiento que no son fáciles, llevan tiempo,
necesitan una alta dosis de determinación y reflexión, pero que resultan enormemente
gratificantes en un proceso de desarrollo profesional.
• Clima distendido, que al mismo tiempo fomente el trabajo serio y eficaz; un clima
exigente, que a la vez ofrezca apoyo en los momentos necesarios.
• Un clima que propicie las relaciones sociales, que invite a la participación, la
comunicación autentica y el trabajo colaborativo.
• Un clima que implique a los alumnos en su proceso de aprendizaje para así ayudarles a
desarrollar un sentido de responsabilidad individual y colectiva hace el mismo, que
gradualmente les llevara hacia la autonomía como aprendices.
Entre los muchos modelos existentes en clases no muy numerosas, la distribución elegida puede
ser tanto permanente como flexible, para así poder acomodarse a la naturaleza de la tarea que se
va a realizar. También, es conveniente poder crear un espacio central libre donde se puedan
realizar tareas, generalmente en gran grupo, que requiera movimiento. Sin embargo, así como es
muy difícil imaginar un trabajo mediante tareas en un clima que no reúna las cualidades
discutidas, debemos reconocer que, aunque claramente no en condiciones óptimas, es posible
realizarlo en un aula con una distribución tradicional, con los alumnos en fila, siempre que
exista el clima apropiado y se busquen mecanismos que lo permitan.
Otro aspecto para tener en cuenta en relación con las características físicas del aula, es la
utilización de las paredes como espacio donde los alumnos puedan exhibir sus producciones y
así compartirlas con sus compañeros, también, donde se pueda exponer carteles o murales que
tengan relación con los contenidos, etc. Aunque esto nos lleve fuera del aula, es relevante
también reseñar el interés que tiene, en ocasiones determinadas, el uso de los pasillos del centro
Una lección acertada de tareas para poner en práctica en el aula no es garantía suficiente de que
con ellas se vaya a producir un aprendizaje óptimo. Es fundamental acompañar esa elección con
una gestión de las tareas en el aula igualmente acertada, que explote de forma eficaz todo su
potencial.
(
Estaire, S. (2009). “El aprendizaje de lenguas mediante tareas: de la programación al aula”. Ed. Edinumen.