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Caminos prehispánicos
Los caminos son, como cualquier otro elemento de la vida social de los hombres,
el resultado de una larga construcción histórica que permite, mediante el ensayo y el error,
y a través de varias generaciones, establecer los mejores lugares para el tránsito. De esta
forma, la continuidad y supervivencia de un camino dependen del interés en mantener
abierta la comunicación, así como de que existan las condiciones de eficiencia,
mantenimiento, seguridad y abastecimiento, entre otras variables.
Si bien a veces es casi imposible determinar el tiempo que debió tomar el viaje de
estos objetos, al menos se pueden proponer los puntos de origen y de destino, así como
parte de las redes que debieron establecerse entre los distintos grupos para obtener los
recursos. Para el caso de Mesoamérica, el estudio de los caminos debe apoyarse no sólo
en el dato arqueológico –para las épocas más tempranas– o en los documentos –para las
más recientes–, sino también en el reconocimiento de campo, el cual incluye el análisis
de fotografías áreas y de satélite, los datos etnográficos e incluso los caminos y rutas que
aún se utilizan.
En el México antiguo había básicamente dos tipos de caminos. Los primeros eran
hechos ex profeso para unir un sitio con otros, como los sacbés del área maya o como el
sistema de caminos de Xochicalco, los cuales parten en forma radial desde el centro de
este sitio hacia distintos puntos del valle de Morelos para permitir el acceso de gente y
objetos.
Debe advertirse que, del mismo modo que muchas localidades antiguas fueron
reocupadas en la época colonial y por ello quedaron cubiertas de tal modo que es
imposible llegar a una reconstrucción completa de las mismas (como Tenochtitlan o
Izamal), la mayoría de los antiguos caminos siguieron utilizándose, y algunos de ellos,
con el paso del tiempo, fueron ensanchados o acondicionados para el paso de animales de
carga o vehículos con ruedas.
Bibliografía