Vous êtes sur la page 1sur 6

“El motor de la Historia”, según Rubén Dri

La posmodernidad se ha valido de muchas artimañas para alejarnos de la palabra


utopía, que encierra en sí misma un acto de rebeldía, un sueño, una búsqueda y una
acción de cambio. Volver a resignificarla para el uso de subvertir un orden social y
económico de exclusión, un pensamiento retrógrado y facilista, una cultura de la
pasividad, el éxito y el dinero, donde lo único que importa es “progresar”, volver a
hacerla propia, a transmutarla en acción y cambio, eso nos proponemos desde este
espacio.

Queremos desactualizar la idea de que las utopías son sueños irrealizables, ideas muy
románticas pero inalcanzables, porque contemplar parecería ser la única salida social,
económica y cultural en este tiempo. Que las utopías colectivas se murieron, como
supuestamente se murieron las ideologías y hasta la historia, que todo esto es un
recuerdo pasado de moda, que lo “neo” y lo “pos” constituyen nuestra única historia,
son cuestiones que también nos proponemos desmitificar.

Y porque además ya “no hay tiempo”, hay que sobrevivir, correr, superarse,
adiestrarse, nosotros deseamos reapropiarnos del espacio íntimo de los sueños, un
lugar que ha sido dejado de explorar hace algún tiempo.

Como diría el sociólogo Horacio Gonzalez “hay que volver a salir al descampado”,
animarse a ver un poco más allá del cuadro que nos pintaron.

Si la realidad no nos deja espacio para la reflexión, para la crítica y para los sueños es
hora de que en medio de esta ola aparentemente imparable algo se detenga para que
otras cosas se pongan en marcha, por ejemplo, nuestras ganas. Nosotros paramos este
instante de tiempo y nos pusimos a pensar, rara metáfora para este siglo que termina.

“El motor de la historia”

Este espacio comienza con una charla que mantuvimos con el filósofo Rubén Dri
sobre la Utopía y su esencia movilizadora del cambio social. En su curriculum,
extenso y multifacético, aparecen algunos datos para tener en cuenta: sacerdote
católico integrante del “Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo”, militante
de izquierda, exiliado durante el proceso militar argentino, prolífico escritor,
colaborador de prestigiosas publicaciones nacionales e internacionales y actual
profesor de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires.
Entre las muchas de sus obras editó en el año 1997 el libro “La Utopía de Jesús” (*),
donde desarrolla la ardua y seria tarea de avanzar sobre los ámbitos económico,
político e ideológico de las prácticas de un Jesús de Nazaret histórico, las cuales en
voz del autor buscaban la realización de una utopía que era la instauración del Reino
de Dios, en base a la justicia y la igualdad, que tanto contrastaban con la realidad de
aquel tiempo. La utopía que vislumbraba este lugar, habría dado el impulso necesario
para que hace 2000 años este hombre cambiara la historia de la humanidad.

Las hipótesis y los análisis de Dri tienen que ver con los aspectos políticos y
económicos de la sociedad en su relación con esta palabra misteriosa y sinuosa,
arriesgada, soñadora pero decidida: utopía. En su libro Dri la describe de la siguiente
manera: “Como el nombre lo dice, la utopía no está en ningún lugar, no existe en el
sentido de algo tangible, de algo que esta allí, cuya existencia se puede ver y
comprobar. Pertenece al ámbito de la totalidad, ámbito esencial en la constitución del
hombre como tal. El hombre está esencialmente abierto a la totalidad, tiende hacia
ella. Pero ésta es inalcanzable. Es como el horizonte que siempre se aleja, nunca se lo
alcanza, pero sólo tendiendo hacia él, lanzándose en su persecución, se descubren
nuevas tierras. (…) La utopía pertenece al momento de la imaginación, del sueño, de
lo nunca plenamente realizable pero siempre exigente de realización. No es
irracional, sino todo lo contrario. Abre el ámbito de la racionalidad. (…) El proyecto
se realiza en el ámbito abierto por la utopía”.

María Belén Luaces: -¿Porqué relaciona la palabra utopía con las acciones de
un personaje histórico y religioso de trascendencia universal como Jesús?

Rubén Drí: - Porque la utopía es un momento fundamental, esencial del ser humano
como tal y por lo tanto de las sociedades, porque lo propio del ser humano es
trascenderse continuamente y, por lo tanto, de una sociedad. En ese trascenderse es
donde está la utopía. Uno nunca dice basta, nunca se pone los límites más allá de los
cuales uno no quiere ir, siempre se quiere ir por más y allí reside el momento
utópico. De manera que la utopía puede considerarse como el verdadero motor de la
historia, el verdadero motor de los sujetos. No hay gran realización humana sin una
gran utopía. Se suele contraponer lo utópico a lo científico o la utopía a la realidad,
pero no son cosas opuestas sino dos momentos de una totalidad. De hecho no hay
ningún descubrimiento científico que no haya sido abierto por ella. La utopía va a
abrir continuamente nuevos espacios y al querer matarla se quieren matar nuestros
proyectos, la utopía abre el espacio donde yo puedo formular el proyecto.

MBL: - Cuando se habla de la muerte de las utopías, de la historia, de las


ideologías, ¿Qué se intenta abolir? ¿Porqué se le tiene tanto miedo a la utopía?

RD: - Porque el proyecto de dominación lo que quiere es destruir los sujetos, y una
de las maneras es destruir las utopías, la memoria, la constitución interna y la
identidad de las personas, de un pueblo. Si se destruyen las utopías se destruyen los
sujetos que están formados por sus sueños y proyectos, por el ansia de cambio. Si yo
no tengo más utopías no tengo más ganas de trabajar, de crear. Cuando esto sucede,
vivir te cuesta un gran esfuerzo. El neoliberalismo esta animado por la utopía del
mercado total, que lo dirige absolutamente todo, esto nunca se realiza plenamente,
por eso ellos continuamente van hacia adelante, pero necesitan que para nosotros sí
se terminen los proyectos.

MBL: - Haciendo un poco de historia, ¿podríamos hablar de una diferenciación


en la utilización del término utopía en los ‘70 y en los ‘90?

RD: - Es que en la década del ‘70 hubo una gran confusión a partir de los textos de
Marx donde se habla de un socialismo utópico y de un socialismo científico como si
fuesen dos ámbitos completamente separados y no dos momentos dialécticos de una
totalidad. Entonces, bajo esa cosmovisión, para los militantes hablar de utopía era
como tratar sus proyectos de poco serios, ha sido sin duda una gran confusión porque
como te decía antes, la utopía y el desarrollo científico son partes de lo mismo, ganas
de cambiar algo. Pero además en aquellas décadas del ‘60 y del ‘70 no hablábamos
de utopías porque en realidad creíamos la realización muy cercana, pensábamos que
la revolución era una realidad, que estaba ahí, al alcance. No teníamos necesidad de
hablar de la utopía, nos animaba mucho más el hablar de la revolución como una
realidad que estaba a las puertas, que nosotros podíamos realizar. Pero de hecho el
motor era una gran utopía, porque lo que estaba en nuestra cabeza y en nuestro
sentimiento era esa sociedad de hermanos, en igualdad, la superación del capitalismo.
Todo eso era lo que nos impulsaba. La posmodernidad lo que significa culturalmente
es aceptar la derrota intelectual y cultural, significa que al no tener más utopías
desaparece el sujeto que es capaz de construir la nueva sociedad. Toda esta
concepción, Fukuyama por ejemplo que habla del fin de la historia, pretende
vendernos a nosotros una ideología que significa que ya no hay más cambios, que la
historia terminó porque ya fue construida y así se quedará, y todo lo que pasa en el
Tercer Mundo son accidentes, son datos menores porque la historia verdadera
parecería que está en la bolsa, lo demás son intentos absurdos.

MBL: -¿Porqué se le dá tanta importancia a esta palabra?

RD: - Porque la conciencia, la cosmovisión y la filosofía siempre se expresan en


lenguaje. Gramsci decía que la filosofía misma está en el lenguaje y por lo tanto
todos somos filósofos en la medida en que todos nos expresamos de acuerdo a
símbolos comunes. La cuestión es que tenemos una filosofía muy caótica, muy
contradictoria, y hay que elaborar una filosofía ética que se exprese en un lenguaje
que la comprenda éticamente, que esté a favor nuestro. El dominado tiene que
recuperar su lenguaje, porque desde la dominación es desde donde se nos baja una
determinada filosofía, una cosmovisión con un determinado lenguaje, y se trata de
que el dominado acepte este lenguaje, por lo tanto acepte esas categorías sin
discusión, que sea una aceptación plena de sus mandatos e ideologías. De ahí que en
esta etapa cobre tanta importancia la filosofía del lenguaje que a nosotros debería
servirnos para recuperar nuestro propio lenguaje, con toda su utilidad práctica.

MBL: -¿El poder trata de absorber el significado de las palabras como utopía
para vaciarlas de sentido?

RD: - Si, porque la lucha de clases se desdobla siempre en una lucha hermeneutica,
en una lucha de interpretación. Tomemos nosotros cualquiera de los grandes
símbolos, Dios por ejemplo, y veamos las diversas interpretaciones que tiene en el
pueblo, en las distintas sectas, grupos religiosos, etc., y también en la iglesia como
institución, la iglesia católica fundamentalmente que es dominante. En la medida en
que cada grupo participa del poder tiene su determinada concepción de ese símbolo
que es Dios, por ejemplo, y quien más arriba esta en el poder logra que su
interpretación y uso sea aceptada y asimilada por los demás grupos. Recuperar el
lenguaje es una verdadera lucha. Desde nuestra posición tenemos que dar una lucha
hermenéutica, reinterpretar los símbolos en su verdadero sentido, ni el Che fue una
estampilla, ni Jesús una estampita, sino seres que lucharon activamente por sus
ideales. Y la utopía tampoco es una palabra de fantasía, ni cursi, ni inocente, es una
palabra que implica una dura crítica a la realidad y una plataforma para un proyecto
de cambio. Todos los grandes símbolos están en esa diatriba. Este es un aspecto que
se suele descuidar y es muy importante, porque desde la lucha de los sectores
dominados muchas veces se cree que porque a determinados símbolos los utiliza el
poder hay que eliminarlos. En la medida en que los símbolos están en la gente es
imposible eliminarlos pero no así subvertirlos. Los símbolos son siempre momentos
de identificación del sujeto, es inútil que ahora se quieran evitar, y la dominación
esto lo sabe por eso por ejemplo no intenta sacar al Che Guevara, lo absorbe, lo
reinterpreta y así lo entrega. Bueno, nosotros tenemos que hacer lo mismo.

MBL: - ¿La utopía es una sola? Me preguntaba si como directriz de la acción


sería importante retomar aquellas utopías de antaño, o sería bueno ver nuevas
formas de acción, nuevos sueños en donde encauzarse.

RD: - La utopía toma vida en cada momento y en cada situación histórica. Nosotros
podemos encontrar ejes comunes en todas las utopías, pero estos se expresan
culturalmente y de acuerdo al momento en que se encuentran los distintos sectores
sociales, no son iguales las necesidades de la edad media o de la antigüedad que las
modernas o que las de la actualidad. No es lo mismo la utopía expresada desde el
tercer mundo que desde el primer mundo, y no son iguales las utopías que se pueden
expresar desde una cultura como la guaraní, o la católica, o la mapuche. Cada cultura
lo expresa en forma distinta, hay ejes concebidos naturalmente, es decir, en una
utopía de liberación, en una utopía de los sectores dominados, siempre hay un sueño
y un pedido de justicia, de igualdad, de libertad, pero cada cultura lo expresa distintas
formas. En el antiguo pueblo hebreo ‘El Reino de Dios’ y las leyendas guaraníes de
‘La Tierra sin Males’, están expresando lo mismo como eje central pero
culturalmente distinto. Hoy acá en Argentina hay que pensar como confluyen las
distintas utopías desde los distintos ámbitos culturales, religiosos, areligiosos,
ecologistas, de las mujeres, etc. Los ejes comunes se pueden encontrar perfectamente
y expresarse en forma plural, porque en definitiva los países del tercer mundo
estamos pasando por situaciones muy parecidas, de exclusión, de opresión, de
miseria y falta de respeto. Yo creo que ese es el gran desafío en este momento:
encontrar nuestros ejes comunes de acción y actuar, el lenguaje es sólo el primer
estadio.

MBL: -¿Dónde ve usted algunos de esos ejes comunes?

RD: - Vos fijate, nosotros tenemos una economía de acumulación, saquémosla de la


denominación capitalismo, socialismo, etc., es sencillamente y trágicamente “una
economía de acumulación”. Entonces hay que cambiar el sentido de la economía que
debe ser al servicio de la vida. Yo creo que ese es un eje común de todos los sectores
que aquí están luchando en contra de este proyecto dominante. Porque lo que hoy se
produce alcanza para todo el mundo, y la mayor parte de la humanidad está en la
miseria. Se trata de cambiar este paradigma económico, pero ese cambio solo se
puede hacer con una conciencia y una voluntad colectivas, cultural, social,
educacional. Ahí entonces tenemos un eje importantísimo en la utopía común. Otro
es el de la igualdad, que no haya estas diferencias basadas en quienes acaparan la
riqueza y quienes no tienen acceso a ella, no la igualdad como uniformidad, porque
ahí la dominación también introdujo una gran confusión, todos no somos iguales,
pero ¿en qué? El que no seamos iguales en fuerza, sexo, etc. esta bien, ¡pero eso de
que no somos iguales y que algunos como Amalita puedan tener media Argentina y
los otros apenas una chapa, no! Yo creo que la igualdad es otro gran eje, y también lo
es la libertad, una libertad que signifique una real capacidad de elección para todos y
en todos los ámbitos. Reencontrar estos temas comunes, estas utopías de todos es un
trabajo en la comunidad, en el barrio, en la ciudad, en el país, que implica volver a
prestarnos atención, a escucharnos.
MBL: - Horacio González en una ponencia habla de que la utopía en los años
‘70 estaba encarnada en la palabra ‘revolución’ y que nosotros hoy en día
deberíamos encontrar esa palabra en donde se encarne la utopía para que nos
movilice.

RD: - Claro que sí. Sería muy lindo, muy importante porque esa palabra no la
tenemos.

Hay que encontrarla desde abajo. Ninguna de estas cosas se impone. La revolución
no se impuso, la revolución era algo que compartíamos. Surgirá, hay nuevos signos
de que algo esta cambiando, y las nuevas generaciones hoy ya no son como las de
hace diez años, yo eso lo percibo claramente. Y ahí se encontrará la nueva palabra
que movilice.

El socialismo no comenzó el siglo pasado, tampoco con Marx, empezó con la


humanidad, que ha venido luchando por eso, pero cada generación, cada etapa
histórica encuentra sus símbolos, sus palabras convocantes. Eso es lo que hay que
encontrar en esta etapa.

Chiapas por ejemplo encontró una manera novedosa de hacer política, de plantear sus
utopías. Y encontraron un mensaje, empezaron a cambiar el sentido de la palabra
“diferentes”, y se unieron en esas diferencias reivindicándolas, haciéndolas un motor
común y no una lucha de opuestos.

MBL: - Volvamos a comenzar, si la utopía es algo abstracto, ¿cómo influye


concretamente en la realidad?

RD: - La utopía es abstracta pero se concretiza en ideales, por eso determinados


símbolos encarnan la utopía. Por ejemplo el Che Guevara hoy, encarna una gran
utopía y aparece como algo concreto, que vendría a ser como la coloración que uno
hace de la utopía. Por que decir el Che, es decir una nueva sociedad, el hombre
nuevo, uno en ese símbolo concretiza la utopía. Busquemos esas palabras
convocantes, esas metáforas que queremos concretar.

MBL: -¿La utopía siempre es movilizadora de cambio o también puede


provocar pasividad ante lo imposible?

RD: - Hay que distinguir la utopía del utopismo. La primera es movilizadora


siempre, en cambio la segunda consiste en el sueño ya desprendido de la realidad,
plantea algo concretamente imposible que es de hecho una evasión de la realidad y
no un momento de transformación. El utopismo, en ese sentido, a veces es bueno
pero si sirve para volver a entrar en la realidad, de lo contrario, evadirse significaría
pasividad y aceptación de la dominación. Pero la utopía es impulsora de
transformación y es al mismo tiempo un momento profundamente crítico de la
realidad, ese es un punto clave.

Me quedo reflexionando en estas palabras mientras bebo lo que queda del mate, el
agua se ha enfriado. Voy a encender la hornalla para calentar otra vez el agua.
Pienso que quizás la tarea fundamental en la resignificación de la utopía sea
recuperarla como la posibilidad de lograr un cambio. Recuperarla como sueño
posible.

Claro que va a implicar empezar a escucharnos más, a conocer las utopías de quienes
nos rodean. Leyendo un comunicado del Subcomandante Marcos, desde Lacandona,
comprendo un poco más esta idea, el dice que “para resolver un problema, no
importa lo grande que este sea, es siempre bueno consultar a todos los que somos”.
(**)

Empezar a darle un nombre a nuestra utopía. ¿Cuándo llegará esa palabra que nos
haga salir al descampado?

En la lucha hermenéutica que libran los sectores de poder (de la que habla Dri), un
pensamiento hegemónico intenta hacernos ver la utopía como un poder consolador.
Esta en nosotros intentar verla como eso que nos hace pensar “que lo que se ve ahí
ante nosotros, con toda su crudeza, es la realidad de la que tenemos que lograr
apartarnos”, ver la utopía como ese algo que despierte en nosotros fuerzas
desconocidas que nos inviten a actuar.

Quienes quieran colaborar con este foro virtual (hay que reapropiarse de los medios),
mandar comentarios, poemas, estrofas o lo que deseen y les parezca cercano a este
sueño de resignificar nuestra primer palabra del cambio, Utopía, bienvenidos/as. Esto
recién comienza.

“Sin utopías, la vida,


sería un ensayo para la muerte”.
(Joan Manuel Serrat)

Vous aimerez peut-être aussi