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DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

Pero como se trata aquí de una disposición de interés privado, el mis-


mo artículo 2271 autoriza a los contratantes para pactar lo contrario. De
modo que si estipulan que el contrato podrá resolverse por falta de pago
de las pensiones, el vendedor tendrá perfecto derecho para pedir su reso-
lución en ese evento.1

1669. Si el precio se paga en acciones y después de la venta disminuyen de


valor o quiebra la sociedad de que forman parte, el vendedor no puede
pedir la resolución del contrato ni el pago del precio, porque éste ha sido
pagado, desde que recibió las acciones que lo constituyeron. El compra-
dor no está en mora de pagarlo. No existiendo ésta, no puede pedirse la
resolución del contrato fundada en la falta de pago. Al consentir el vende-
dor que el precio se pagara en acciones, celebró un contrato aleatorio y
tomó en cuenta todos los riesgos a que se exponía. Si pudiera ejercitar la
acción resolutoria no solamente se violaría el artículo 1873 que exige que
el precio no se haya pagado, lo que aquí no sucede, sino que además se
dejaría al comprador a merced de acontecimientos que las partes previe-
ron al tiempo del contrato. Por lo demás, el precio puede pagarse en
dinero o en valores que lo representen y, en ambos casos, entregados uno
u otros cesa toda responsabilidad para aquél. Lo contrario equivaldría dar
al vendedor el derecho de pedir la resolución del contrato si le robaran el
dinero que como precio le pagó el comprador. Es claro que si éste entregó
las acciones a sabiendas de que iban a bajar o de que la sociedad había
quebrado o iba a caer en falencia, hay dolo de su parte, por cuyo motivo el
vendedor de buena fe podría rescindir el contrato fundado en ese dolo,
pero no resolverlo por falta de pago del precio.

C) CÓMO OPERA LA CONDICIÓN RESOLUTORIA TÁCITA

1670. Determinados los requisitos necesarios para que el vendedor pueda


pedir la resolución del contrato, los hechos que constituyen en mora al
comprador, la extensión de la inejecución de su obligación que da origen
a aquélla, como también las ventas en que procede, nos corresponde estu-
diar la forma como opera la condición resolutoria subentendida en todo
contrato bilateral, cuestión delicada e importante que ha dado origen a
arduas discusiones y de cuya solución depende la de muchos otros puntos
relativos a esta materia.
La condición resolutoria tácita es una verdadera condición resolutoria
subentendida por el legislador en los contratos bilaterales para suplir la

1 Por lo que hace a la procedencia de la acción resolutoria en las ventas cuyo precio

consiste en una renta perpetua, véanse: BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 538,


pág. 570; PLANIOL, II, núm. 1560, pág. 516; LAURENT, 24, núm. 340, pág. 326; G UILLOUARD,
II, núm. 572, pág. 113; AUBRY ET RAU, V, pág. 151; HUC, X, núm. 166, pág. 229; FUZIER-
HERMAN , tomo 36, Vente, núms. 2031 y 2032, págs. 912 y 913; TROPLONG , II, núm. 649,
pág. 123; DELVINCOURT, III, pág. 78, nota 2.

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voluntad de las partes. Por lo tanto, debiera estar sujeta a las mismas reglas
de toda condición resolutoria. Sin embargo no es así. Es por esto que hay
conveniencia en estudiar, ante todo, el aspecto jurídico y la manera como
opera la condición resolutoria ordinaria para determinar, en seguida, el
verdadero alcance que por su parte tiene la condición resolutoria tácita.

1671. Según el artículo 1479 del Código Civil la condición se llama resoluto-
ria cuando por su cumplimiento se extingue un derecho. Antes que la
condición se cumpla, el contrato se reputa puro y simple y produce todos
sus efectos, porque pendente conditione no es la eficacia o existencia de la
obligación la que está afectada con ella, sino su extinción. La condición
resolutoria, a la inversa de la suspensiva, no tiene en suspenso la ejecución
del acto o contrato o el nacimiento de un derecho. El acto celebrado bajo
tal condición nace puro y simple desde su celebración y sólo cuando se
cumpla se retrotraerán las cosas a su estado anterior.
Si nos detenemos en el análisis de la condición resolutoria veremos
que en el fondo es una verdadera condición suspensiva. Tomemos un ejem-
plo del contrato de venta para explicarnos. Cuando se vende una cosa y se
queda debiendo parte del precio, la venta se reputa celebrada bajo una
condición resolutoria por lo que hace al comprador, ya que si éste no paga
el precio en la época convenida, el contrato se resolverá, extinguiéndose
su derecho a la cosa. Esta vuelve a manos del vendedor, quien ha tenido
en suspenso la adquisición del derecho a ella, puesto que la cosa sería
para él cuando, por cumplirse la condición, saliera de poder del compra-
dor. De modo que mientras el derecho del comprador se extingue bajo
condición resolutoria, el del vendedor nace bajo condición suspensiva. Pue-
de decirse, por lo tanto, que así como el contrato se considera celebrado
bajo condición resolutoria por lo que hace a la situación del vendedor
para con el comprador, ese mismo contrato se reputa celebrado bajo con-
dición suspensiva por lo que se refiere a la situación del comprador hacia
el vendedor, quien asume el carácter de un acreedor condicional de con-
dición suspensiva, que consiste en que el comprador no pague el precio.
Este es un deudor de la cosa bajo igual condición, pues realizada ésta debe
restituirla al vendedor.
Por eso Baudry-Lacantinerie dice: “y se va al fondo de las cosas, nos
convenceremos fácilmente que no existe sino una especie de condición, la
condición suspensiva; sólo que ella pone en suspenso, ya sea el nacimiento
de la obligación, ya sea su resolución. Lo que el Código Civil llama una obliga-
ción bajo condición resolutoria no es, en realidad, según la expresión de
los jurisconsultos romanos, sino una obligación pura y simple cuya resolu-
ción depende de una condición suspensiva”.1
“Erit pura emptio quoe sub conditione resolvitur”, decía Ulpiano.2 Efectiva-
mente, los romanos no conocieron la condición resolutoria como la con-

1 Des obligations, II, núm. 772, pág. 14.


2 Digesto, libro XVIII, título II, ley 2ª.

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cebimos nosotros. Explicando este punto dice Ihering: “La condición sus-
pensiva es la única especie de condiciones que conoce el derecho antiguo;
la resolutoria es de origen muy reciente”. Y en una nota agrega: “Ella cho-
ca singularmente con el principio de la simplicidad del acto jurídico, por-
que en su estado originario no era más que una obligación accesoria unida
al acto principal, obligación que tendía a la restitución bajo una condición
suspensiva”.1
Por su parte, Laurent agrega: “Es cierto que la condición resolutoria
no suspende la existencia de la obligación, pues ella existe y produce to-
dos sus efectos como si fuera pura y simple y en realidad, lo es así; no hay,
pues, nada de incierto, nada que esté en suspenso en lo que respecta a la
existencia de la obligación; por lo tanto, no es condicional. ¿Qué es lo que
hay de incierto en una obligación bajo condición resolutoria? Es su resolu-
ción; pues se resolverá si la condición se cumple y no se resolverá, en caso
contrario. Hay también algo incierto, algo en suspenso en la obligación
bajo condición resolutoria y es la resolución de la obligación. Desde que la
resolución depende de un acontecimiento futuro e incierto, debemos acep-
tar que está en suspenso. Esto importa decir que la condición resolutoria
es, en realidad, una condición suspensiva. No hay en definitiva, sino una
condición, la suspensiva, que suspende tanto la existencia de la obligación
como su resolución. Llegamos así a la conclusión que no hay dos obliga-
ciones condicionales, sino una sola y es la que se contrae bajo condición
suspensiva; cuando se pacta bajo condición resolutoria, no es condicional,
sino pura y simple y sólo la resolución es lo condicional. Los autores del
Código hicieron mal en distinguir dos obligaciones condicionales, habría
sido mejor que se hubiera dicho que la condición suspende, sea la existen-
cia de la obligación, sea su resolución”.2

1672. Siendo la condición resolutoria una condición suspensiva es lógico


que opere, como ésta, de pleno derecho; si se verifica la condición el con-
trato se resuelve por ese solo hecho, porque tal es la voluntad de las par-
tes. Esto es lo que se llama resolución contractual. Nuestro Código consagra
este principio en su artículo 1479 al decir que una condición es resoluto-
ria cuando por su cumplimiento se extingue un derecho. Su solo cumpli-
miento produce la extinción del derecho a que afectaba. Supongamos que
vendo mi casa que tengo en Valparaíso con la condición de que el contra-
to se resolverá si me nombran para algún cargo en esa ciudad. Si soy nom-
brado, la venta se resuelve ipso jure, sin necesidad de poner en mora al
deudor, ni de demanda judicial. “Toda acción, toda interpelación sería
inútil, dice Laurent. ¿Para qué una constitución en mora desde que nues-
tra voluntad se ha manifestado al tiempo del contrato? ¿Para qué una de-

1 Espíritu del Derecho Romano, IV, pág. 182, nota 239.


2 Tomo 17, núm. 32, pág. 50. Véase FUZIER-HERMAN, tomo 13, Condition, núms. 154 a
160, pág. 139; MARCADÉ, IV, pág. 458.

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manda judicial desde que la resolución no se hace por la justicia sino por
la ley del contrato?”1
Huc agrega: “Cuando la condición resolutoria expresa se cumple, ope-
ra de pleno derecho, sin que sea necesario recurrir a la justicia. Por consi-
guiente, si se suscitan dificultades acerca de si la condición se ha cumplido
realmente, los jueces no tendrán sino que verificar ese hecho para consta-
tarlo, si hay lugar a ello, pero no podrán pronunciar la resolución que resulta de
la cláusula resolutoria misma”.2
Esta condición resolutoria que opera de pleno derecho es la condición
resolutoria ordinaria, como contrapuesta a la condición resolutoria tácita o
subentendida. La resolución que produce se denomina resolución contractual,
pues arranca su origen de la voluntad de las partes, en oposición a la que
deriva de la condición resolutoria tácita, que se llama resolución judicial.
Pertenecen a esta especie de condición: el pacto de retracto, el pacto
de retroventa, el pactum displicentiae y, en general, todas las condiciones
resolutorias derivadas de la voluntad de las partes, con tal que no sean las
de los artículos 1489, 1826, 1873, 1877 y 1879 del Código Civil.

1673. Del principio de que la condición resolutoria ordinaria opera de


pleno derecho fluyen dos consecuencias muy importantes:
1º Cuando la condición resolutoria se cumple, el derecho que de ella
dependía se extingue sin que sea necesario que el juez pronuncie la reso-
lución del contrato. Este no podría considerarlo como no resuelto ni aun
en el interés común de las partes. El contrato feneció por el cumplimiento
de la condición en virtud de su voluntad manifestada al estipularla, por lo
que no puede vivir. Nadie puede tampoco darle vida; no puede darse vida
a un cadáver. Si las partes quisieran restablecerlo, no sería ya el mismo
contrato sino uno nuevo, análogo al anterior si se quiere, pero enteramen-
te diverso, cuyos efectos sólo comienzan a producirse a partir desde ese
momento y no desde la celebración del primero. El juez en este caso no
tiene nada que hacer. Su papel, si llega a intervenir en el contrato, se
limitará, no a declarar su resolución, sino a constatar si la condición se ha
cumplido o no, que será, de ordinario, el punto discutido.3
2º La resolución de pleno derecho que produce esta condición una
vez cumplida puede ser opuesta a toda persona que invoque el contrato
resuelto tanto a las partes como a los terceros, sin que para esto se requie-
ra una sentencia judicial. Y por la inversa, puede invocarse inmediatamen-
te por todos los que tengan interés en prevalerse de ella y contra cualquiera

1 Tomo 17, núm. 115, pág. 130; BAUDRY -LACANTINERIE, Des obligations, II, núm. 883,

pág. 81; P LANIOL, II, núm. 1303, pág. 440; MARCADÉ, IV, pág. 475; TROPLONG, I, núm. 61,
pág. 69; URRUTIA , Explicaciones de Código Civil segundo año, pág. 61.
2 HUC, VII, núm. 265, pág. 353; FUZIER-HERMAN, tomo 13, Condition, núm. 710, pág. 171.
3 FUZIER-HERMAN , tomo 13, Condition, núms. 710 y 711, pág. 171; BAUDRY -LACANTINE -

RIE, Des obligations, II, núm. 884, pág. 81; LAURENT, 17, núm. 114, pág. 129, y núm. 130,
pág. 147; MARCADÉ, IV, pág. 475.

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persona que tenga la cosa en su poder sin que tampoco sea necesario una
sentencia judicial que declare la resolución.1
“Como la condición resolutoria opera de pleno derecho, dice Laurent,
desde el momento en que se cumple el contrato se resuelve como si jamás
hubiera existido; en consecuencia, este contrato no puede producir efecto
alguno ni en provecho de nadie ni contra nadie. Los terceros pueden
servirse de ella. Así, por ejemplo, si la cosa era poseída por un tercero,
podría rechazar la acción reivindicatoria que se intentara contra él por el
propietario cuyo derecho se ha extinguido por la condición resolutoria”.2
La resolución, según esto, puede oponerse por cualquiera de las partes
a cualquiera de ellas que invoque el contrato. Si el vendedor, en el ejem-
plo propuesto, una vez cumplida la condición, quisiera cobrar la parte de
precio que el comprador quedó adeudando, éste se excepcionaría con la
resolución del contrato. A la inversa, si el comprador pretendiera exigir la
entrega de la cosa, en el supuesto de que no se le hubiere entregado, el
vendedor le opondría igualmente esa resolución. Puede también invocar-
se directamente contra los terceros a quienes el deudor haya transferido la
cosa, sin necesidad de demandar la resolución del contrato al deudor mis-
mo ni de hacer pronunciar esa resolución por una sentencia judicial, puesto
que esta condición opera ipso jure.3

1674. Veamos ahora como opera la condición resolutoria subentendida en


el contrato de venta en virtud de los artículos 1489 y 1873 del Código
Civil.
La condición resolutoria tácita es una condición resolutoria de natura-
leza muy especial que no se rige por los artículos 1479 y 1487 del Código
Civil que establecen que toda condición resolutoria ordinaria opera de
pleno derecho, sino por el artículo 1489 que dice: “En los contratos bilatera-
les va envuelta la condición resolutoria de no cumplirse por uno de los contratantes
lo pactado. Pero en tal caso podrá el otro contratante pedir a su arbitrio o la resolu-
ción o el cumplimiento del contrato, con indemnización de perjuicios”.
De los términos de este artículo se desprende que la resolución prove-
niente de la condición resolutoria tácita no opera de pleno derecho. Y
decimos que de ese artículo se desprende esa conclusión, porque nuestro
Código, a la inversa del francés, no dice expresamente que esa condición
no opera de pleno derecho. Ese artículo sienta en su primer inciso la regla
de que esa condición se subentiende en todo contrato bilateral. Si el
artículo se hubiera quedado allí indudablemente que la resolución habría
operado de pleno derecho, pues habríamos tenido que aplicar las reglas
de los artículos 1479 y 1487. Pero el legislador, por razones que luego
veremos, agregó un segundo inciso que dice: “Pero en tal caso podrá el otro

1 B AUDRY-L ACANTINERIE, Des obligations, II, núm. 885, pág. 81, y núm. 937, pág. 124;

FUZIER-HERMAN, tomo 13, Condition, núm. 780, pág. 175.


2 Tomo 17, núm. 142, pág. 158.
3 BAUDRY-L ACANTINERIE, Des obligations, II, núm. 937, pág. 124.

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contratante pedir a su arbitrio o la resolución o el cumplimiento del contrato, con


indemnización de perjuicios”.
¿Cuál fue el móvil que indujo al legislador a consignar ese inciso? Crear
la más esencial de las diferencias que existen entre esta condición y la
ordinaria, pues en él estableció que la condición tácita, una vez cumplida,
da al otro contratante el derecho de pedir o la resolución o el cumplimiento
del contrato con indemnización de perjuicios. Con esto quedó excluida la
resolución de pleno derecho, porque si el contratante que cumple el con-
trato o que se allana a cumplirlo puede optar entre ambas acciones es
porque aquél aun subsiste y si tiene solamente el derecho de pedir la resolu-
ción es porque aun no se ha resuelto, ya que la acción de pedir una cosa
supone la necesidad de que alguien deba dar lo que se pide. Ese alguien
no puede ser el otro contratante, desde que si ha violado el contrato mal
podría pedírsele la resolución, que es la sanción de su incumplimiento. El
contratante que la pide tampoco la puede dar. Si así fuera no necesitaría
pedirla, porque cuando uno mismo es quien debe dar algo para sí no hay
necesidad de pedirlo. No queda sino el juez, que es llamado por la ley a
resolver las dificultades surgidas entre los individuos a consecuencia de sus
relaciones jurídicas. Es al juez a quien el otro contratante debe pedirle la
resolución del contrato y será él quien la pronunciará.
De modo que, el contrato no se resuelve de pleno derecho en virtud
de la condición resolutoria tácita. Para que se resuelva se requiere una
sentencia judicial que pronuncie la resolución.

1675. Nuestro Código, a diferencia del francés, no dice expresamente que


en el caso que estudiamos el contrato se resuelva a virtud de una sentencia
que pronuncie la resolución. Esta conclusión fluye de los propios térmi-
nos del artículo 1489.
El hecho de conceder dos acciones al contratante que se allana a cum-
plir el contrato está indicando que esa resolución no se ha operado, ya
que si así sucediera, esa elección sería imposible, porque el contrato una
vez resuelto ha perecido, por lo que no podría pedir su cumplimiento. Sin
embargo, puede exigirlo. La acción para pedir el cumplimiento del con-
trato excluye la resolución de pleno derecho.
En segundo lugar, esa conclusión se deriva de los términos en que está
redactado el artículo 1489 que, después de establecer la regla general,
agrega otra que comienza con la frase “Pero en tal caso…”. La conjunción
pero indica contradicción, de modo que al decir la ley “pero en tal caso” ha
querido significar que en ese caso, si bien el contrato puede resolverse, esa
resolución, a la inversa de la condición resolutoria ordinaria, no opera de
pleno derecho. La contradicción que crea el vocablo pero es entre la regla
del artículo 1489 y el principio general de que la condición resolutoria
opera de pleno derecho, de donde se infiere que en el caso de ese artículo
no se produce en esa forma.
Cedamos la palabra en este punto al distinguido jurisconsulto don Luis
Claro Solar que, con una precisión y claridad admirables, interpreta el
alcance de esa frase en estos términos: “La letra de la ley es bien clara, por

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DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

lo demás. En la expresión, pero en tal caso, se indica la diferencia que hay


entre la condición resolutoria de que se acaba de hablar (la ordinaria) y
esta condición resolutoria envuelta en los contratos bilaterales”.
“Los artículos 1479 y 1487 acababan de expresar que la condición reso-
lutoria produce la extinción de un derecho y cumplida hace obligatoria la
restitución de lo que se hubiere recibido bajo tal condición. Era indispen-
sable, por lo tanto, fijar los efectos que está llamada a producir esta condi-
ción resolutoria tácita, y por eso se valió de la frase pero en tal caso que
importa la idea de una excepción a la regla general, conforme con la
última parte del artículo 1487, a menos que ésta haya sido puesta en favor del
acreedor, exclusivamente, en cuyo caso podrá éste, si quiere, renunciarla; pero será
obligado a declarar su determinación, si el deudor lo exigiere”.
“El artículo 1184 francés, que ha servido de modelo a nuestro artículo
1489 dice: ‘En este caso el contrato no se resuelve de pleno derecho. La parte hacia
la cual el compromiso no ha sido ejecutado, tiene la elección o de forzar a la otra a
la ejecución de la convención, cuando es posible, o de pedir su resolución con daños
y perjuicios. La resolución debe ser demandada en justicia y puede ser acordado al
demandado un plazo según las circunstancias’.”
“El redactor de nuestro Código, con más precisión de lenguaje, formó
de estas disposiciones una sola que inició con la conjunción “pero”, que
indica contradicción, y que bastaba para suplir en nuestro idioma el con-
cepto contradictorio con lo establecido para toda condición resolutoria,
de que la que va envuelta en los contratos bilaterales no opera de pleno
derecho. No había necesidad de decir que ‘el contrato no se resuelve de pleno
derecho’, cuando a renglón seguido se expresaba que la parte contratante
que había cumplido el contrato ‘tiene la elección o de forzar a la otra a la
ejecución de la convención, cuando es posible, o de pedir su resolución’. Desde que
toda condición resolutoria ordinaria, expresión de la voluntad de las par-
tes, opera de pleno derecho, era necesario decir que no producía tal efec-
to la condición resolutoria de no cumplirse por uno de los contratantes lo
pactado, que va envuelta en los contratos bilaterales; y esta idea queda
perfectamente expresada sin emplear la fórmula doctrinaria del artículo
1184 del Código francés, con lo que se consignó en el inciso segundo del
artículo 1489: ‘Pero en tal caso, podrá el otro contratante pedir a su arbitrio o la
resolución o el cumplimiento del contrato con indemnización de perjuicios’. Las
palabras ‘pero en tal caso’, traducen sí fielmente la proposición: ‘en este caso
el contrato no se resuelve de pleno derecho’; pues, es como si se dijera: ‘aunque en
los contratos bilaterales va envuelta la condición resolutoria de no cumplirse por
uno de los contratantes lo pactado, sin embargo de eso, en tal caso, podrá el otro
contratante pedir a su arbitrio la resolución o el cumplimiento del contrato’.” 1
Aparte de estas consideraciones hay otras muy decisivas para sostener
que dentro de nuestro Código la resolución en el caso de los artículos

1 “Ligeras observaciones sobre la condición resolutoria y el pacto comisorio”, estu-

dio publicado en la Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VIII, sec. Derecho, pág. 184,
núm. 13.

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DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

1489 y 1873 no se opera de pleno derecho sino en virtud de sentencia


judicial. Son los artículos 1873, 1874 y 1879.
En efecto, los dos primeros acuerdan al vendedor un derecho alternati-
vo de exigir el cumplimiento o la resolución del contrato y el artículo 1874
faculta al comprador para hacer subsistir las enajenaciones que hubiere he-
cho de la cosa o los derechos que sobre ella hubiere constituido en el tiem-
po intermedio, mediante el pago del precio. De esto se desprende que si
aun después de la mora el vendedor puede exigir el pago del precio y el
comprador pagarlo para mantener el contrato es porque éste aún no se ha
resuelto, ya que si así fuera, aquél no podría exigir el precio, ni el segundo
pagarlo, porque un contrato inexistente no puede ser ejecutado.
Por otra parte, si el artículo 1879 dispone que el contrato no queda
resuelto en forma instantánea ni aun cuando se estipule expresamente que
se resuelva ipso facto si no se paga el precio en el tiempo convenido, puesto
que faculta al comprador para hacerlo subsistir pagando aquél dentro de las
veinticuatro horas siguientes a la notificación de la demanda, con mucho
mayor razón no se ha de resolver ipso facto cuando, en el caso de los artícu-
los 1489 y 1873, no existe esa estipulación, ya que si la condición resolutoria
no produce esos efectos, no obstante emanar de la voluntad expresa de las
partes, mucho menos puede producirlos la que sólo arranca su vigor de la
ley al tratar de interpretar su presunta voluntad. Si el contrato no se resuel-
ve ipso facto en el caso que estudiamos, deberá resolverse por otro hecho
posterior a la mora del comprador y ese no puede ser sino el fallo judicial.1

1676. Las razones que han inducido al legislador a consagrar el principio


de que la condición resolutoria tácita no opera de pleno derecho no han
sido otras que impedir que el contratante que cumplió el contrato o que
se allana a cumplirlo quede a merced del otro.
Si el contrato se resolviera de pleno derecho, bastaría que el contratan-
te que quisiera violarlo se negara a cumplirlo u obstaculizara su cumpli-
miento para que quedara resuelto. Si el comprador, por ejemplo, no
quisiera llevar a cabo la compraventa no le costaría nada conseguir su
objeto; le bastaría no pagar el precio en el día convenido para que se
resolviera. A la inversa, si el vendedor no quisiera llevarlo adelante, no
tendría sino que esquivar la recepción del precio, ya que así podrá hacer
incurrir en mora al comprador lo que resolvería la venta.
De este modo, la resolución en vez de ser un beneficio concedido al
contratante que cumple sus obligaciones, que puede optar entre ella o el
cumplimiento del contrato, se habría convertido en un arma destinada a
perjudicarlo y a dañarlo en sus intereses. He ahí por qué la resolución

1 Véanse estos argumentos en las sentencias 2.871, pág. 300, Gaceta 1889, tomo II; sen-
tencia 4.608, pág. 1322, Gaceta 1890; sentencia 3.997, pág. 511, Gaceta 1895, tomo III; sen-
tencia 651, pág. 557, Gaceta 1899, tomo I; sentencia 801, pág. 75, Gaceta 1912, tomo II;
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XI, sec. 2ª, pág. 1; tomo XII, sec. 1ª, pág. 376, cuyos
considerandos se copian en la página 401 y siguientes de este vol. 1, tomo II.

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DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

emanada del incumplimiento del contrato no opera de pleno derecho


sino que se limita a dar al contratante cumplidor un derecho alternativo.
Laurent dice al respecto: “El motivo por el cual la condición resoluto-
ria expresa opera de pleno derecho no recibe aplicación en la condición
resolutoria tácita. Si la condición resolutoria estipulada por las partes ope-
ra de pleno derecho, se debe a que tal es su voluntad que tiene fuerza de
ley. La condición resolutoria tácita está subentendida por el legislador, se
funda más bien en consideraciones de equidad que en motivos de dere-
cho; de aquí que la equidad que la justicia no sea una causa absoluta de
resolución. Son las circunstancias las que la justifican; pero éstas pueden
ser tales, que no pueda pronunciarse. He ahí por qué el juez debe interve-
nir para apreciar los hechos. Hay todavía otra razón por qué la condición
resolutoria no puede operar de pleno derecho en el caso del artículo 1184.
La condición resolutoria tácita se funda en la inejecución de los compro-
misos contraídos por una de las partes. Cuando el deudor no cumple sus
obligaciones, el acreedor puede obligarlo a ello, sea persiguiendo la ejecu-
ción directa de la obligación, si consiste en dar, sea exigiendo perjuicios.
Esta opción entre dos derechos necesita una manifestación de voluntad;
luego, no puede tratarse de una resolución de pleno derecho, pues ella
privaría a la parte interesada de uno de esos derechos que le pertenecen,
o sea, del de perseguir la ejecución forzada del contrato”.1

1677. De todo esto se desprende que cuando se realiza el acontecimien-


to que constituye la condición resolutoria tácita, esto es, una vez que el
comprador ha incurrido en mora de pagar el precio, el contrato no se
resuelve por ese hecho de pleno derecho, sino que tal acontecimiento
hace nacer para el vendedor dos derechos: 1º pedir la resolución o el
cumplimiento del contrato, y 2º pedir la indemnización de perjuicios
con arreglo al artículo 1556 del Código Civil.
Esos dos derechos emanan de la condición resolutoria tácita y se con-
fieren al contratante que ha cumplido el contrato contra el que no lo ha
cumplido, pudiendo optar libremente entre la resolución y el cumplimien-
to. En ambos casos tiene derecho a los perjuicios.
Si opta por el cumplimiento, el contrato se llevará a cabo, debiendo el
comprador pagar el precio. Si opta por la resolución, se resolverá. Pero en
ambos casos, el derecho del vendedor es pedir lo uno o lo otro, pero no
realizar la resolución o el cumplimiento del contrato. Su derecho consiste
en pedir alguna de esas cosas, ya que es el juez quien debe declarar la
resolución u ordenar el pago del precio.
Como se ha dicho, el artículo 1489, reproducido por el 1873 a propósi-
to del contrato de venta, otorga al vendedor un derecho alternativo. La
elección queda a su exclusivo arbitrio no pudiendo obligarlo el compra-
dor a que escoja uno u otro ya que de ser así sería éste quien tendría la
elección, lo que pugnaría con el objeto de esos artículos.

1 Tomo 17, núm. 129, pág. 146.

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DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

1678. La condición resolutoria tácita, según hemos dicho, no opera de


pleno derecho, sino en virtud de una sentencia judicial. Es el juez quien,
apreciando las circunstancias, decidirá si el comprador está o no en mora
de pagar el precio y con su mérito declarará o no resuelto el contrato.
“La resolución que arranca del pacto comisorio tácito, dice Baudry-
Lacantinerie, no se opera de pleno derecho, porque de otro modo sería
impuesta a la parte hacia la cual el compromiso no se ha ejecutado; como
se trata de un favor que la ley entiende conceder a esta parte, que es libre
para aprovecharse o no de él, es claro que, si lo prefiere (su interés será a
menudo éste), puede exigir por las vías legales la ejecución del contrato.
La parte respecto de la cual no se ha cumplido la obligación tiene una
opción que ejercitar, lo que excluye la posibilidad de una resolución de
pleno derecho. La solución contraria habría conducido al resultado inad-
misible de que una de las partes hubiera podido por su sola voluntad re-
solver el contrato, rehusando ejecutarlo”.1
No puede admitirse que la cláusula resolutoria tácita opere de pleno
derecho, sino por la sentencia del juez. Sólo cuando ésta se dicte se resol-
verá el contrato. Esta es la principal diferencia que existe entre la condi-
ción resolutoria ordinaria y la tácita. Mientras la primera opera de pleno
derecho, porque arranca de la voluntad de las partes, la segunda, como
emanada de una presunción legal y establecida en beneficio del contra-
tante que ha cumplido el contrato, sólo se produce por la sentencia del
juez que la declara.
Un párrafo tomado de Marcadé nos hará ver mejor esta diferencia:
“En la condición resolutoria ordinaria, el contrato es completamente in-
eficaz entre ambas partes desde el momento en que se cumple la condi-
ción y ellas no podrían obtener de nuevo su resultado sino de común
acuerdo y por un segundo contrato. Cuando declaro que vendo a Ud. mi
casa por tal precio, pero estipulando que el contrato se resolverá si tal
navío llega este año o si Ud. hace o no hace un viaje a Marsella, el cumpli-
miento de la condición prevista destruirá el contrato y yo no podré obli-
garle a que guarde la casa pagándome el precio y Ud. tampoco podría
obligarme a que se la deje en su poder: nuestro contrato ha llegado a ser
forzoso y rigorosamente como no celebrado; y aunque no quisiéramos to-
mar en cuenta la condición cumplida y dejarle la casa, conservando por
mi parte o el precio que recibí o el derecho al precio aun no pagado, eso
no importaría la subsistencia del primer contrato, sino uno nuevo y Ud.
no sería propietario del inmueble sino por efecto y a partir de esta nueva
convención. Por el contrario, cuando se trata de la condición resolutoria
particular que se ha llamado pacto comisorio,2 el contrato, a pesar del cum-
plimiento de la condición prevista, no se resuelve sino cuando así lo desee la parte
que ha estipulado esa condición; y será mantenido, si quiere mantenerlo, no
obstante la voluntad contraria de la otra parte. Cuando yo le he vendido

1 Des obligations, II, núm. 921, pág. 114.


2 Así denominan algunos autores franceses a la condición resolutoria tácita.

400
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

mi casa, estipulando que la venta se resolverá si Ud. no me paga el precio


en el plazo convenido, la falta de pago en esa época, aunque constituya el
cumplimiento de la condición resolutoria escrita en el contrato, no aca-
rreará necesariamente su resolución; y yo sería dueño de obligarlo a que
lo ejecute y de perseguirlo para obtener el precio que Ud. rehúsa pagar-
me. Esto se debe a que semejante condición, por la naturaleza misma de
las cosas, no está escrita con un fin absoluto; sólo tiene un objetivo mera-
mente relativo al estipulante, que goza de la facultad de usarla o no; está
sometida forzosamente a esta restricción subentendida: ‘a menos que yo
no prefiera mantener mi contrato y emplear las vías legales para llegar, a
pesar suyo, a su ejecución’.” 1
Por su parte, Ricci dice: “El pacto comisorio subentendido por el le-
gislador, es conveniente advertirlo en honor de los principios de la cien-
cia, no es una verdadera y exacta condición resolutoria, porque obra de
otro modo que ésta. Y, en efecto, mientras la verdadera condición resolu-
toria obra de derecho, haciendo que se considere el contrato como inexis-
tente y que vuelvan las cosas a su primitivo ser y estado como si la
obligación no se hubiere constituido, la condición resolutoria sobrenten-
dida, por el contrario, no obra de derecho, sino por sentencia de juez, el
cual puede conceder una dilación al cumplimiento de la obligación. Di-
fiere además en que la verdadera condición resolutoria disuelve el con-
trato ipso jure, mientras que la sobrentendida concede la facultad, o de
resolver el contrato o de pedir su cumplimiento. Pero tiene de común
con la verdadera resolutoria que, pronunciada la resolución del contra-
to, las cosas vuelven al estado en que se encontrarían si la obligación no
se hubiese constituido”.2
La Corte de Apelaciones de Valparaíso en una interesante sentencia
redactada por el señor ministro Pineda ha hecho notar muy bien la dife-
rencia que existe entre una y otra especie de condición. Dice:
“Considerando: 3º Que según los artículos 1479 y 1487 del Código Civil, por el
cumplimiento de la condición resolutoria se extingue un derecho y debe restituir-
se lo que se hubiere recibido bajo tal condición; y conforme al artículo 1489, en
los contratos bilaterales va envuelta la condición resolutoria de no cumplirse por
uno de los contratantes lo pactado; pero en tal caso podrá el otro contratante
pedir a su arbitrio, o la resolución o el cumplimiento del contrato, con indemni-
zación de perjuicios;
4º Que comparando el precepto de los artículos 1479 y 1487 que determinan los
efectos del cumplimiento de la condición resolutoria ordinaria, o sea aquélla por
la cual las partes expresamente subordinan sus obligaciones a la realización de un
acontecimiento futuro e incierto, con el precepto del artículo 1489, que establece
la condición resolutoria tácita, se infiere que mientras la primera produce la resolución
del contrato ipso jure o ipso facto, esto es, por el mero hecho de cumplirse la condición, la
segunda no la produce sino en virtud de una sentencia de término que en juicio ordinario
declare resuelto el contrato a solicitud del demandante;

1 Tomo IV, pág. 475.


2 Tomo 13, núm. 121, pág. 190.

401
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

5º Que esta diferencia resulta claramente de los términos mismos que la ley emplea
en el artículo 1489, al hablar de la condición resolutoria tácita, después de haber
fijado en los artículos 1479 y 1487 los efectos de la condición resolutoria ordinaria;
tratándose de la primera no dice ya que el derecho se extingue por el cumplimiento de la
condición sino que el otro contratante, o sea el que no ha infringido el contrato, puede pedir a
su arbitrio su resolución o su cumplimiento; y como la facultad de pedir el cumplimiento del
contrato sería inconciliable con la idea de su extinción por el simple evento de la condición, ya
que no es posible exigir el cumplimiento de un contrato que ha dejado de tener existencia legal;
y como, por otra parte, la resolución ha de pedirse judicialmente, se sigue que en el caso del
artículo 1489, la resolución no se verifica sino por la sentencia que dé lugar a ella en virtud de
la demanda en que se reclame y después de haberse observado los trámites correspondientes;
6º Que el artículo 1873 del Código Civil no hace sino reproducir, respecto del
contrato de compraventa, la disposición del artículo 1489, y por lo tanto, es aplica-
ble al contrato de compraventa, cuya resolución se solicita en el presente juicio, lo
dispuesto en el considerando anterior relativamente a la condición resolutoria
tácita del artículo 1489”.1
Nuestros Tribunales han declarado en diversas ocasiones que para que
el contrato de compraventa se resuelva, en el caso del artículo 1873, es
menester una sentencia judicial que pronuncie la resolución.
La Corte de Apelaciones de Santiago ha dicho:
“1º Que si bien es cierto que la condición resolutoria tácita mencionada en los
artículos 1489, 1873 y 1877 del Código Civil autoriza al vendedor de una cosa para
resolver el contrato de venta, si el precio no es pagado en el lugar y tiempo conveni-
dos, también lo es que la resolución no se produce ipso facto en el evento de cumplirse dicha
condición, sino que es necesario que sea declarada judicialmente por sentencia de término;
2º Que esta teoría legal sobre la condición resolutoria tácita subentendida en los
contratos bilaterales, se halla sancionada en los artículos 1489 y 1873, los cuales
confieren al vendedor sólo un derecho alternativo para poder pedir o el cumpli-
miento del contrato, o su resolución, en el caso de que no se pague el precio de la
venta en el tiempo convenido; y aun elegida la resolución, el pago del precio deja
subsistentes, en todo caso, las enajenaciones que el comprador hubiera hecho de
la cosa o los derechos que hubiere constituido sobre ella en el tiempo intermedio,
como lo expresa el artículo 1874; y por lo tanto, es inconciliable este derecho alternativo
que puede versar sobre el cumplimiento del contrato con la resolución que se produjera ipso
facto, sin necesidad de declaración jurídica, en la cual deben apreciarse la acción deducida,
las circunstancias de la mora o aquellas que pueden no haberla originado”.2
En el fallo dictado por esa misma Corte en el juicio seguido por don
Luis Ferrando, contra doña Josefa Reyes además de esos considerandos, se
lee el siguiente:
“4º Que la doctrina a que se refieren los dos considerandos precedentes, se halla
corroborada con lo dispuesto en los artículos 1877 y siguiente del Código Civil,
relativos al pacto comisorio, los cuales establecen que el comprador tiene el dere-
cho de oponerse a la resolución de la venta, pagando el precio adeudado dentro
de las veinticuatro horas siguientes a la notificación de la demanda resolutoria, y
si ese derecho es indisputable en el caso de que expresamente se estipule que se

1 Sentencia 801, pág. 75, Gaceta 1912, tomo II.


2 Sentencia 2.871, pág. 300, Gaceta 1889, tomo II.

402
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

resolverá la venta ipso facto, por no hacerse el pago en el plazo prefijado, es evidente
que cuando tal estipulación no existe, con mayor razón no puede producirse esa resolución
ipso facto y que es necesario esperar la sentencia judicial que la declare producida”.1
La misma doctrina está consignada en los considerandos 25, 26 y 27 de
la sentencia dictada por la Corte de Apelaciones de Iquique en el juicio
que siguió don Agustín Orriols contra don Matías Granja.2
La Corte de Apelaciones de Valparaíso, por su parte, en el juicio deno-
minado Valencia con Crichton dice:
“2º Que la condición resolutoria que da origen a la acción intentada en la demanda
no produce ipso facto la resolución de la venta, por cuanto las partes contratantes no
manifestaron expresamente en el contrato su voluntad de concederle tal efecto;
siendo, en consecuencia, necesario que se declare previamente en juicio contradictorio por sen-
tencia de término la concurrencia del hecho o circunstancia constitutiva de dicha condición”.3
Por último, la Corte Suprema ha consagrado también la misma doctrina
en el juicio denominado Díaz con Alonso, cuando dice en un considerando:
“Que la condición resolutoria tácita subentendida en los contratos bilaterales, se-
gún la regla general que estatuye el artículo 1489 y en los de compraventa, según
la especial que prescribe el artículo 1873, no se produce de facto en el evento de
cumplirse la condición, sino que es de rigor que sea judicialmente declarada.” 4
Y últimamente en el fallo dictado en el juicio seguido por don Manuel
Jesús Benavente contra don Víctor Benavente, uno de cuyos consideran-
dos dice:
“ya que sus efectos (los de la condición tácita), no habiendo estipulación expresa
de los contratantes, no se producen ipso facto, sino en virtud de la sentencia judicial
respectiva”.5
Este fallo incidió en un recurso de casación en el fondo que se inter-
puso contra una sentencia de la Corte de Apelaciones de Talca que esta-
blecía el mismo principio, por lo que fue desechado.6
1679. Del principio anteriormente expuesto relativo a que la resolución
proveniente de la condición resolutoria tácita sólo tiene lugar en virtud de
sentencia judicial se deducen importantes consecuencias, a saber:
1º Para que el contrato se resuelva es menester que el vendedor pida
la resolución al juez para cuyo efecto debe entablar una demanda de
resolución;
2º Como el contrato no se resuelve sino una vez pronunciada la sen-
tencia de resolución, el comprador puede pagar el precio hasta ese mismo
momento, enervando así la acción resolutoria;

1 Sentencia 4.608, pág. 1322, Gaceta 1890.


2 Sentencia 3.997, pág. 511, Gaceta 1895, tomo III. Los considerandos están copiados
en la pág. 413 de este vol. 1, tomo II.
3 Sentencia 651, pág. 557, Gaceta 1899, tomo I.
4 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VII, sec. 1ª; pág. 267.
5 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XII, sec. 1ª, pág. 376.
6 Sentencia 712, pág. 1068, Gaceta 1908, tomo I (considerandos 5º, 6º y 7º). Estos con-

siderandos están copiados en la pág. 415 de este vol. 1, tomo II.

403
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

3º Como el contrato no se resuelve ipso facto por el hecho de verificarse


la condición, el vendedor está en situación de poder exigir su cumpli-
miento;
4º Siendo la resolución en este caso un beneficio establecido a favor
del vendedor, sólo él puede prevalerse de la condición resolutoria y no el
comprador, y
5º Finalmente, como la resolución es la sanción que se impone al cum-
plimiento del contrato por parte del comprador, el vendedor tiene dere-
cho para exigir que se le indemnicen los perjuicios que le ocasionó con
ese incumplimiento.
Examinemos separadamente cada una de estas consecuencias que cons-
tituyen, a la vez, las diferencias que existen entre esta condición y la ordi-
naria.

1680. Primera consecuencia. Como se ha expresado más arriba, la condición


resolutoria tácita una vez cumplida, no produce ipso jure la resolución del
contrato de compraventa. Sus efectos se reducen a conferir al vendedor el
derecho de pedirla al juez, que es quien la pronunciará, en definitiva. El
derecho del vendedor no es otro que pedir la resolución o el cumplimien-
to del contrato. Sea que opte por uno u otro, siempre debe entablar la
correspondiente demanda. Esta forma de hacer valer los derechos emana-
dos de la condición resolutoria tácita emana de la necesidad que hay de
determinar si la condición se ha cumplido o no, si el comprador se ha
constituido o no en mora, circunstancia que no puede constatar sino el
juez, ya que las partes, de ordinario, no estarán de acuerdo al respecto.1
De aquí resulta que el artículo 1873 del Código Civil no obliga al juez a
quien se le pide la resolución a que la declare. Su papel consiste en exami-
nar los hechos alegados para ver si procede o no, siendo facultad soberana
suya desecharla o acogerla. Esto mismo es lo que dicen los fallos antes
citados, según los cuales, “en la declaración jurídica de la resolución de-
ben apreciarse la acción deducida, las circunstancias de la mora o aquellas
que pueden no haberla originado”.2
La necesidad de una demanda judicial entablada por el vendedor apa-
rece de manifiesto, por cuyo motivo la parte respecto de la cual no se ha
cumplido el contrato, en este caso el vendedor, no podría manifestar al
comprador por un acto extrajudicial su voluntad de resolverlo.3

1 B AUDRY-L ACANTINERIE, Des obligations, II, núm. 923, pág. 115; LAURENT, 17, núm. 129,
pág. 146.
2 Sentencia 2.871, pág. 300, Gaceta 1889, tomo II; sentencia 4.608, pág. 1322, Gaceta

1890; sentencia 3.997, pág. 511, Gaceta 1895, tomo III; sentencia 651, pág. 557, Gaceta 1899,
tomo I; sentencia 801, pág. 75, Gaceta 1912, tomo II.
3 BAUDRY -LACANTINERIE, Des obligations, II, núm. 923, pág. 115; De la vente, núm. 574,

pág. 580; LAURENT, 17, núm. 132, pág. 148; tomo 24, núm. 341, pág. 327; HUC, VII, núm.
271, pág. 365; X, núm. 167, pág. 230; GUILLOUARD, II, núm. 582, pág. 184; PLANIOL, II, núm.
1312, pág. 442; FUZIER-HERMAN, tomo 13, Condition, núm. 767, pág. 174; DELVINCOURT, II,
pág. 133.

404
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

Nuestro Código no dice de un modo expreso que el vendedor esté


obligado a demandar la resolución del contrato. Esto se deduce de sus
diversas disposiciones. En efecto, al decir el artículo 1489 que “en tal caso
podrá el otro contratante pedir a su arbitrio o la resolución o el cumplimiento del
contrato con indemnización de perjuicios”, manifiesta que el único derecho
que tiene el contratante que no ha violado el contrato es pedir su resolución
y que, una vez pedida, incumbe al juez declararla o no. Cuando es necesa-
rio pedir algo es porque no se tiene o porque su entrega o dación depen-
de de otra persona. El contratante cumplidor no obtiene la resolución por
el hecho de cumplirse la condición. Es el juez quien la pronuncia. Por eso
debe pedirla.
El Código francés dice expresamente que la resolución debe pedirse al
juez; pero esa frase fue necesario agregarla con el objeto de evitar la duda
que pudiera haberse presentado sobre si era o no necesaria la declaración
judicial de la resolución, porque el artículo 1184 de ese Código dice que
el contratante que ha cumplido el contrato “tiene la elección o de forzar al otro
a la ejecución del contrato o de pedir su resolución”. A fin de dejar claramente
establecido que esa elección no excluía la necesidad de pedir la declara-
ción judicial de la resolución se dijo que “la resolución debía pedirse judicial-
mente”. Nuestro Código, con mayor precisión, comprendió ambas ideas, la
de los derechos alternativos del contratante cumplidor y la de la declara-
ción judicial de la resolución, en una sola frase, diciendo “pero en tal caso
podrá el otro contratante ‘pedir’”, lo que supone el acto correlativo a pedir
que es dar o conceder.
Pero en donde aparece de manifiesto la necesidad de pedir la resolu-
ción judicialmente es en los artículos 1873, 1874 y 1879 del Código Civil.
El primero de ellos confirma ampliamente lo que venimos sosteniendo en
orden a que la mora del comprador no produce la resolución del contrato
sino que da al vendedor el derecho de pedir esa resolución o su cumpli-
miento, evitando así todas las dudas a que pudiera dar margen el artículo
1489, pues dice: “Si el comprador estuviere constituido en mora de pagar el precio
en el lugar y tiempo dichos, el vendedor tendrá derecho para exigir el precio o la
resolución de la venta, con resarcimiento de perjuicios”. Tener el derecho de exigir
una cosa no es tener ésta. El derecho de pedir la resolución, por lo tanto,
excluye la idea de resolución de pleno derecho y envuelve, en cambio, la
necesidad de pedirla y la facultad del juez de otorgarla o de denegarla.
A su vez, el artículo 1874 dice: “La cláusula de no transferirse el dominio
sino en virtud de la paga del precio, no producirá otro efecto que el de la demanda
alternativa enunciada en el artículo precedente”. La “demanda alternativa” a que
ese artículo se refiere es “pedir el precio o la resolución”. El legislador vuelve a
insistir acerca de la facultad de pedir que como único derecho tiene el
vendedor.
Finalmente el artículo 1879, hablando del pacto comisorio, se refiere a
la “notificación judicial de la demanda”. Si cuando se estipula ese pacto con
la frase “ipso jure” se requiere una demanda judicial, con mayor razón debe
ser necesaria cuando no se estipula, como ocurre con la condición resolu-
toria tácita.

405
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

Todos esos artículos demuestran la necesidad ineludible en que se en-


cuentra el vendedor, en caso de mora del comprador, de pedir judicial-
mente la resolución. Y no podría ser de otro modo, porque debiendo ser
declarada por el juez y no pudiendo éste obrar sino a petición de parte, es
evidente que para que la pronuncie debe ser puesto en acción por quien
tiene el derecho de solicitarla, o sea por el vendedor. Sólo así, se verificará
la resolución derivada de la cláusula resolutoria tácita.
Esto constituye una diferencia con la condición resolutoria ordinaria
que, por operar de pleno derecho por el solo hecho de verificarse el acon-
tecimiento que la constituye, no necesita ser pedida judicialmente. Tal pro-
cedimiento sería inútil, puesto que el juez no tiene para qué declarar la
resolución desde que se operó por la sola voluntad de las partes.
Nuestros Tribunales han declarado uniformemente que para que ten-
ga lugar la resolución de la venta a virtud de los artículos 1489 y 1873 del
Código Civil, es necesario que el vendedor la pida judicialmente por me-
dio de una demanda, en que se ejercite la acción resolutoria.1

1681. Segunda consecuencia. Puesto que en caso de mora del comprador la


venta no se resuelve, sino una vez dictado el fallo judicial que la declara
resuelta, no cabe duda que aquél puede pagar el precio hasta ese momen-
to y enervar así la acción resolutoria. El contrato subsiste mientras no se
pronuncie la resolución. Subsistiendo éste existe la obligación del compra-
dor, quien por consiguiente puede ejecutarla válidamente hasta el mo-
mento en que desaparezca el contrato, que no es otro que aquél en que se
dicte la sentencia que la pronuncia.
Mediante ese pago el comprador cumple su obligación y destruye la
acción resolutoria, porque desde ese instante carece de causa jurídica. Su
fundamento es la inejecución de la obligación del comprador. Si éste la
cumple, aquél desaparece, por cuyo motivo la acción que en él se basa
deja de tener existencia legal.
Los autores de derecho sostienen uniformemente esta doctrina.
“No produciéndose la resolución sino por efecto de la decisión judi-
cial, dice Baudry-Lacantinerie, el contrato subsiste mientras no se haya
pronunciado esa decisión. Por consiguiente, durante toda la duración de
la instancia, el demandado tiene tiempo para evitar la resolución cum-
pliendo su obligación”.2
Planiol, por su parte, se expresa así: “Nuestro derecho tiene un sistema
muy especial sobre el momento en que se produce la resolución: siendo
ésta la obra del juez y no de la voluntad de las partes, no se produce sino
al tiempo del fallo, y no llega a ser definitiva sino cuando ese fallo adquiere la

1 Véanse a este respecto: sentencia 2.871, pág. 300, Gaceta 1889; sentencia 4.608,
pág. 1322, Gaceta 1890; sentencia 1.269, pág. 970, Gaceta 1894, tomo I; sentencia 3.997,
pág. 511, Gaceta 1895, tomo III; sentencia 651, pág. 557, Gaceta 1899, tomo I; sentencia
801, pág. 75, Gaceta 1912, tomo II.
2 Des obligations, II, núm. 927, pág. 118; De la vente, núm. 550, pág. 582.

406
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

fuerza de cosa juzgada o ha sido confirmado en la apelación. De allí surge


una doble consecuencia: 1º el demandado puede hasta el fallo impedir la
resolución por una oferta de ejecutar su compromiso…”.1
Preguntándose Laurent acerca de si el deudor puede impedir la reso-
lución del contrato ejecutando sus obligaciones dice: “Se enseña, y con
razón, que el deudor puede pagar hasta que el juez pronuncie la resolu-
ción del contrato. En efecto, el acreedor no tiene nunca un derecho es-
tricto a la resolución, pues ésta no se verifica en virtud del contrato, sino
que es el juez quien la pronuncia por consideraciones de equidad. El deu-
dor puede pagar mientras el contrato subsista y no sea resuelto”.2
Ricci, comentando a este respecto el Código italiano que, en esta mate-
ria, es igual al francés, dice: “La parte morosa, contra la cual se pide la
resolución del contrato, puede detener el curso de la acción ejecutándolo
inmediatamente, porque la resolución del contrato, en virtud del pacto
comisorio tácito o expreso, no tiene lugar de derecho, sino por efecto de
la sentencia del juez, el cual, como ya se ha visto, hasta puede no dictar la
resolución concediendo al demandado un término para cumplir la obliga-
ción; por lo tanto, mientras la obligación no se resuelve, subsiste y subsis-
tiendo, el demandado tiene derecho a darle ejecución”.3
“El deudor, dice Huc, puede ejecutar el contrato después de haber
sido puesto en mora; puede ejecutarlo aun después de la demanda de
resolución deducida contra él y hasta la sentencia. En todas esas hipótesis,
evitará la resolución. Esto prueba que el derecho de pedirla, aunque ema-
nado de la voluntad de las partes, ha sido reglamentado por el legislador
ex aequo et bono en cuanto a su ejercicio por lo que no cabe aplicar aquí la
regla según la cual el demandante debe encontrarse colocado de nuevo
en la misma situación que si no hubiera experimentado resistencia”.4
“Del principio referente a que la resolución debe ser pronunciada por
el juez resulta, dice Demolombe, que mientras no se dicte la decisión que
puede declararla el contrato subsiste. En consecuencia, si la convención
subsiste, sigue produciendo sus efectos y el demandado puede conjurar la
resolución mientras dure el juicio, ejecutando su obligación”.5
Por último, Delvincourt, cuya opinión tiene gran importancia para no-
sotros, por cuanto el señor Bello se inspiró en él principalmente para re-
dactar el Código Civil, sostiene que “hasta el fallo el deudor puede pagar e
impedir la resolución”.6

1 Tomo II, núm. 1319, pág. 445.


2 Tomo 17, núm. 135, pág. 151.
3 Tomo 13, núm. 124, pág. 193.
4 Tomo VII, núm. 271, pág. 365.
5 Tomo 25, núm. 515, pág. 490.
6 Tomo II, Notes et explications, pág. 488, nota 7; tomo III, ídem, pág. 157, nota 1. Véan-

se en el mismo sentido: FUZIER-HERMAN, tomo 13, Condition, núm. 769, pág. 175; tomo 36,
Vente, núm. 2095, pág. 916; GUILLOUARD, II, núm. 582, pág. 124; AUBRY ET RAU, V, pág. 153;
P OTHIER, Des obligations, II, núm. 672, pág. 368; TROPLONG, II, núm. 664, pág. 136.

407
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

El Código tampoco dice esta vez que el comprador puede pagar en


tanto no se dicte el fallo que declara resuelto el contrato. Ello se despren-
de, en primer lugar, del artículo 1489 que, al manifestar que la resolución
debe pedirse y debe ser declarada por el juez, nos demuestra que sólo
cuando esta sentencia se pronuncie el contrato dejará de existir, subsis-
tiendo, por lo tanto, durante todo el curso del juicio. Si el contrato subsis-
te, sus obligaciones pueden cumplirse.
Esta solución se desprende, en segundo lugar, de los artículos 1873, 1874
y 1879, como vamos a verlo. El artículo 1873, reproduciendo el precepto del
artículo 1489 da al vendedor un derecho alternativo de exigir la resolución
o el cumplimiento del contrato en caso de mora del comprador. Si se acep-
tara que el contrato se resuelve de pleno derecho por la mora del compra-
dor y no por la sentencia judicial, el vendedor no podría exigir su
cumplimiento, puesto que no puede pedirse la ejecución de un contrato
que ha dejado de tener existencia legal. Si se puede exigir su cumplimiento
es porque todavía está en aptitud de ser ejecutado voluntariamente, pues
sea que se realice en virtud de orden judicial o voluntariamente los efectos
son los mismos: consumar un contrato que aún subsiste en todo su vigor.
Veamos el artículo 1874. Según éste “La cláusula de no transferirse el
dominio sino en virtud de la paga del precio, no producirá otro efecto que el de la
demanda alternativa enunciada en el artículo precedente; y pagando el comprador
el precio, subsistirán en todo caso las enajenaciones que hubiere hecho de la cosa o
los derechos que hubiere constituido sobre ella en el tiempo intermedio”. Este artícu-
lo faculta expresamente al comprador para que pague el precio antes de
la sentencia que pronuncia la resolución, porque como esa cláusula pro-
duce el efecto de dar al vendedor el derecho de pedir la resolución del
contrato y como ésta se produce por el fallo judicial, al establecer que
pagándose el precio subsisten las enajenaciones y los derechos constitui-
dos sobre ella en el tiempo intermedio, manifiesta que con ese pago el
comprador puede evitar la resolución, destruyendo la acción que la persi-
gue. Con el pago del precio se mantiene la situación creada y se evita la
destrucción del contrato. Su objeto es enervar la resolución. Si el compra-
dor no pudiera hacer el pago porque la resolución se opera de pleno
derecho, el artículo 1874 no lo habría facultado para hacerlo; si lo facultó
es porque presume que el contrato aun no se ha resuelto. Esto es lo que
fluye de sus propios términos al concederle la facultad de pagar el precio
una vez que el vendedor ha escogido una de las acciones que le confiere el
artículo 1873, porque su derecho a esa elección nace, naturalmente, des-
pués de que el comprador ha dejado de pagarlo. Si da a éste la facultad de
pagarlo es para que pueda hacer ese pago después de transcurrido el pla-
zo señalado con ese objeto y después de deducida la demanda resolutoria,
ya que sólo entonces habrá tenido lugar la demanda alternativa a que ese
artículo se refiere. Como, por otra parte, no fija un plazo hasta el cual
puede pagar el comprador, es evidente que puede hacerlo mientras subsis-
ta el contrato, esto es, mientras no se resuelva, lo que sucede una vez que
se dicta sentencia de término. De modo que si alguna duda pudiera existir
sobre el particular, este artículo la disiparía en absoluto al facultar al com-

408
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

prador para que una vez solicitada la resolución mantenga el contrato


mediante el pago del precio.
Pero la prueba más concluyente de este derecho del comprador nos la
suministra el artículo 1879 del Código Civil, porque al establecer que aun
cuando se estipule que el contrato se resuelva ipso facto en caso de no
pagarse el precio en el tiempo convenido, el comprador tiene derecho
para hacerlo subsistir pagándolo dentro de las veinticuatro horas subsi-
guientes a la notificación judicial de la demanda, nos demuestra que, con
mucho mayor razón, debe tener ese derecho cuando, como en el caso de
la condición resolutoria tácita, esa cláusula no se pacta, desde que sus
efectos son disminuir las ventajas que esa condición crea para el compra-
dor y aumentar los beneficios que de la falta de pago del precio se derivan
para el vendedor. El efecto del pago comisorio es mejorar la situación del
vendedor en desmedro de la del comprador, de donde se infiere que en el
caso de los artículos 1873 y 1489 es el comprador quien está en mejor
situación y ésta no puede consistir sino en el mayor plazo que tiene para
hacer el pago. Como este plazo no se ha limitado, es lógico decidir que
puede hacerlo mientras subsista el contrato, o sea, mientras no se dicte la
sentencia del juez que lo declare resuelto. Aceptar lo contrario, sería me-
jorar la situación del comprador cuando se estipula una cláusula que, como
el pacto comisorio, tiende a beneficiar únicamente al vendedor.
Finalmente, si en el juicio ejecutivo el deudor puede rescatar sus bie-
nes y evitar la ejecución, pagando lo adeudado, hasta el momento mismo
del remate, según los artículos 1620 del Código Civil y 478 del Código de
Procedimiento Civil, no es posible creer que quede en peores condiciones
en un juicio de lato conocimiento, como sería si se le negara la facultad de
enervar la resolución por el pago del precio. Si esto es posible en el caso
más grave, como es el juicio ejecutivo, con mucho mayor razón debe serlo
en el menos grave, o sea, en el juicio de resolución.
Nuestros Tribunales han declarado uniformemente que el comprador
puede pagar el precio durante el curso del juicio de resolución, hasta el
momento de dictarse el fallo que la pronuncia, como también que ese pago,
una vez efectuado, enerva la acción resolutoria entablada por el vendedor.
En el juicio seguido por don Eduardo Délano contra don Juan T. North,
la Corte de Apelaciones de Santiago rechazó la demanda de resolución de
un contrato de venta porque el demandado había pagado el precio en la
oportunidad legal, en virtud de estas consideraciones:
“1º Que si bien es cierto que la condición resolutoria tácita mencionada en los
artículos 1489, 1873 y 1877 del Código Civil, autoriza al vendedor para resolver el
contrato de venta, si el precio no es pagado en el lugar y tiempo convenidos, tam-
bién lo es que la resolución no se produce ipso facto en el evento de cumplirse dicha
condición, sino que es necesario que sea declarada judicialmente por sentencia de
término, pudiendo intertanto el comprador efectuar el pago de sus obligaciones o el depósito
del precio no los casos que establece el inciso segundo del artículo 1872 del mismo Código;
2º Que esta teoría legal sobre la condición resolutoria tácita subentendida en los
contratos bilaterales, se halla sancionada en los artículos 1489 y 1873, los cuales
confieren al vendedor sólo un derecho alternativo para poder pedir o el cumpli-
miento del contrato o su resolución, en el caso de que no se pague el precio de

409
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

venta en el tiempo convenido; y aun elegida la resolución, el pago del precio


después del plazo, deja subsistentes, en todo caso, las enajenaciones que el com-
prador hubiere hecho de la cosa o los derechos que hubiere constituido sobre
ella, en el tiempo intermedio, como lo expresa el artículo 1874; y por lo tanto, es
inconciliable este derecho alternativo que puede versar sobre el cumplimiento del
contrato con la resolución que se produjera ipso facto sin necesidad de declaración
jurídica, en la cual deben apreciarse la acción deducida, las circunstancias de la
mora o aquellas que pueden no haberla originado y los motivos que autoricen al
comprador para efectuar el depósito del precio;
3º Que, a pesar de no haberse pagado por don Juan T. North las ochenta mil
libras esterlinas a que alude la demanda, en el tiempo convenido en el contrato
de fojas 12, es necesario inquirir si el referido North procedió legalmente a depo-
sitar esta cantidad con autoridad de la justicia el once de marzo último, como
consta del escrito de fojas… y certificado de fojas… fundado en los antecedentes
que refiere al excepcionarse contra la demanda, a saber: en el hecho de existir un
juicio entablado a nombre del Fisco contra los vendedores del salitral de Lagunas
sobre nulidad de títulos de éstos y reivindicación del mismo salitral contra el ac-
tual comprador, procedente dicha demanda de una acción real de que no se le
dio conocimiento al tiempo de perfeccionar el contrato;
4º Que, prescindiendo de la excepción alegada por North sobre que no se le dio
conocimiento de la acción real que tiene deducida el Fisco para recuperar el
Salitral, por constar de los autos que su representante tuvo pleno conocimiento
de los títulos en que se funda esta acción, se halla, no obstante, justificado legal-
mente el depósito de las ochenta mil libras esterlinas, a virtud de encontrase ac-
tualmente el mencionado North turbado en la posesión de la cosa comprada por
medio de la demanda a que se alude, en la forma que lo establece el inciso segun-
do del artículo 1872 del Código Civil”.1
El mismo tribunal desechó la demanda de resolución entablada por
don Luis Ferrando contra doña Josefa Reyes, porque ésta pagó el precio
antes de la sentencia. He aquí los considerandos pertinentes:
“2º Que si bien es cierto que la condición resolutoria tácita mencionada en los
artículos 1489, 1873 y 1877 del Código Civil, autoriza al vendedor de una cosa
para resolver el contrato de venta si el precio no es pagado en el lugar y tiempo
convenidos, también es cierto que la resolución no se produce ipso facto en el
evento de cumplirse dicha condición, sino que es necesario que sea declarada
judicialmente por sentencia de término, pudiendo intertanto el comprador efectuar el
pago de sus obligaciones o el depósito del precio;
3º Que esta teoría legal sobre la condición resolutoria tácita subentendida en los
contratos bilaterales, se halla sancionada en los artículos 1489 y 1873, los cuales
confieren al vendedor sólo un derecho alternativo para pedir o el cumplimiento
del contrato o su resolución, en el caso de que no se pague el precio de la venta
en el tiempo convenido; y aun elegida la resolución, el pago del precio después
del plazo, deja subsistentes, en todo caso, las enajenaciones que el comprador
hubiera hecho de la cosa o los derechos que hubiere constituido sobre ella en el
tiempo intermedio, como lo expresa el artículo 1874; y, por lo tanto, es inconcilia-
ble este derecho alternativo que puede versar sobre el cumplimiento del contrato
con la resolución que se produjera ipso facto, sin necesidad de declaración judicial

1 Sentencia 2.871, pág. 300, Gaceta 1889, tomo II.

410
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

en la cual deben apreciarse la acción deducida, las circunstancias de la mora, o


aquellas que pueden no haberla originado y los motivos que autoricen al compra-
dor para efectuar el depósito del precio;
4º Que la doctrina a que se refieren los dos considerandos precedentes, se halla
aun corroborada con lo dispuesto en los artículos 1877 y siguientes del Código
Civil, relativos al pacto comisorio, los cuales establecen que el comprador tiene el
derecho de oponerse a la resolución de la venta, pagando el precio adeudado
dentro de las veinticuatro horas siguientes a la notificación de la demanda resolu-
toria, y si ese derecho es indisputable en el caso de que expresamente se estipule
que se resolverá la venta ipso facto, por no hacerse el pago en el plazo prefijado, es
evidente que cuando tal estipulación no existe, con mayor razón no puede produ-
cirse esa resolución ipso facto y que es necesario esperar la sentencia judicial que la
declare producida;
5º Que en el presente caso, doña Josefa Reyes, antes de ser notificada de la deman-
da sobre resolución de la venta hizo oferta de pago del precio y por la negativa del
vendedor para recibirlo hizo la consignación legal del dinero necesario para el pago”.1
He aquí otro fallo de la misma Corte análogo a los anteriores en que
se desechó una demanda sobre resolución de un contrato de venta, por-
que el comprador pagó el precio durante el curso del juicio.
“Considerando: 5º Que si es verdad, como se ha dicho, que el señor Bamfylde no
concurrió el día primero de abril indicado a recibirse de la propiedad que el
señor Morgan estuvo dispuesto a entregar, ni tampoco a pagar el precio estipula-
do, no lo es menos que esto no puede estimarse como mora en el pago, atendida
la naturaleza del mismo contrato de compraventa a que se viene haciendo refe-
rencia y a las diversas diligencias posteriores a aquella fecha practicada por aquél,
en orden a ese mismo pago, diligencias que constan de los expedientes rotulados,
“pago de precio por consignación” y “entrega del fundo Manresa”, llevadas a cabo
con anterioridad a la notificación de la presente demanda, y reiteradas, además,
por el primer otrosí del escrito de alegato;
6º Que dirigiéndose principalmente la demanda a pedir la resolución del contra-
to de venta referido por falta de pago del precio estipulado, y no habiéndose éste
pagado el día señalado, para poder apreciar también si las ofertas y diligencias
posteriores tendientes a este fin e indicadas en el considerando precedente son
eficaces para libertar al comprador de caer en la mora consiguiente, hay que
entrar a considerar si dentro del espíritu de ese mismo contrato proceden o no
estas gestiones.
7º Que en los contratos de compraventa va envuelta siempre la estipulación de
pacto comisorio, que prescribe que no pagándose el precio en el tiempo convenido
se resolverá dicho contrato; y cuando se expresa que se hace para dar mayor garan-
tía del pago, produce los efectos indicados en los artículos 1878, 1879 y 1880 del
Código Civil, entre los que se encuentra el que el comprador podrá, en caso de que
se pida la resolución del contrato, hacerlo subsistir pagando el precio, lo más tarde,
en las veinticuatro horas siguientes a la notificación judicial de la demanda;
8º Que habiéndose establecido ese pacto en favor del vendedor, es lógico pensar
que cuando no se estipula, la situación del comprador mejora respecto al pago
indicado y esta situación favorable no puede consistir sino en el mayor tiempo que pueda

1 Sentencia 4.608, pág. 1322, Gaceta 1890.

411
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

tener para efectuar ese pago, y sin que, como consecuencia también, quede sujeto necesaria-
mente a la resolución del contrato;
9º Que dado lo expuesto, la acción de resolución que ahora se intenta, debe considerarse
limitada en sus efectos, por el derecho que al comprador da esa estipulación tácita a que se
hace mérito, y que como se ha dicho anteriormente es mayor que la expresa misma; por lo
tanto, más amplio el plazo, que no puede ser otro que el de la secuela misma del juicio;
10º Que lo expuesto se encuentra corroborado con lo que dispone el artículo 1874
del mismo Código, el cual prescribe que en el caso de no pagarse el precio conveni-
do, cuando se ha estipulado que sin esa circunstancia no se transfiera el dominio, el
vendedor, no obstante esto, no tiene más derecho que el de la demanda alternativa
que confiere ese artículo, esto es, de exigir el precio o la resolución de la venta, y si
el comprador paga el precio, subsisten las enajenaciones que hubiere hecho de la
cosa o los gravámenes que hubiere constituido sobre ella en el tiempo intermedio.
El derecho del vendedor a la demanda alternativa nace después de la falta al cumplimiento del
contrato por parte del comprador, y si a éste, el expresado artículo otorga la facultad de pagar el
precio, es para que pueda hacerlo antes de la sentencia de término;
11º Que, en consecuencia, y habiendo el comprador llevado a cabo, como ya se ha
dicho las diversas diligencias tendientes a pagar el precio de que se trata y pudien-
do, además, según queda establecido, pagarlo durante el juicio mismo, no puede considerarse
que ha habido mora de su parte acerca de este particular”.
A esos considerandos, que son los de la sentencia de primera instancia,
que la Corte reprodujo, ésta agregó el siguiente:
“12º Que ya que la actitud del vendedor importaba la resistencia por su parte a
entregar el fundo y recibir el precio que intentaba pagarle el comprador, y atendi-
da al mismo tiempo la necesidad en que éste se encontraba de resguardar sus
derechos amenazados por aquella actitud, cumplió sustancialmente y de buena fe
su obligación al siguiente del día convenido, depositando en un Banco a la orden
del juez la cantidad ordenada y poniéndola así real y efectivamente a disposición
del vendedor”.1
Esta Corte desechó otra demanda resolutoria porque el comprador
pagó el precio al contestar la demanda, a virtud de estos considerandos:
“2º Que atendida la ambigüedad u oscuridad de la cláusula aludida, no puede
considerarse constituido en mora de pagar el precio al comprador que ajustó su
procedimiento a una de las interpretaciones a que ella se prestaba, mucho menos
habiendo manifestado, como lo hicieron los demandados al día siguiente de la notificación
de la demanda, que estaban dispuestos a aceptar y cumplir lo que a este respecto se resolviese
en definitiva;… 5º Que la consignación efectuada por los demandados de la parte
insoluta del precio, manifiesta su voluntad de dar cumplimiento al contrato”.2
En otra ocasión esa misma Corte desechó la resolución de un contrato
de arrendamiento, porque durante el juicio el arrendatario pagó las ren-
tas vencidas.3
La Corte de Apelaciones de Iquique en el famoso juicio seguido por
don Agustín Orriols contra don Matías Granja rechazó la demanda de

1 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XI, sec. 2ª, pág. 1.


2 Sentencia 2.174, pág. 1226, Gaceta 1882.
3 Sentencia de 29 de noviembre de 1915 suscrita por los Ministros señores Salinas, Do-

noso y J. C. Herrera, publicada en Las Ultimas Noticias de diciembre de ese año.

412
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

resolución del contrato de venta celebrado entre ambos que se basaba en


la falta del pago del precio, porque el comprador lo pagó durante el curso
del juicio. Dice:
“Considerando: 25. Que respecto de la resolución del contrato de mayo de 1882
fundada en la circunstancia de no haberse pagado por los compradores a don
Francisco Petit los tres mil pesos que formaban parte del precio, debe tenerse
presente que, si bien es cierto que la condición resolutoria tácita mencionada en
los artículos 1489, 1873 y 1877 del Código Civil autoriza al vendedor de una cosa
para resolver el contrato de venta, si el precio no es pagado en el lugar y tiempo
convenidos también lo es que la resolución no se produce ipso facto en el evento
de cumplirse esta condición sino que es necesario que sea declarada judicialmente, por
sentencia de término, pudiendo intertanto el comprador efectuar el pago de sus obligaciones;
26. Que esta teoría legal sobre la condición resolutoria tácita, subentendida en los
contratos bilaterales, se halla sancionada en los artículos 1489 y 1873 del Código
Civil los cuales confieren al vendedor sólo un derecho alternativo para pedir, o el
cumplimiento del contrato, o su resolución en el caso de que no se pague el precio
de la venta en el precio convenido; y aun elegida la resolución, el pago del precio
después del plazo deja subsistentes, en todo caso, las enajenaciones que el compra-
dor hubiera hecho de la cosa o los derechos que hubiere constituido sobre ella en
el tiempo intermedio, como lo expresa el artículo 1874, y por lo tanto es inconciliable
este derecho alternativo que puede versar sobre el cumplimiento del contrato, con la resolución
que se produjera ipso facto, sin necesidad de declaración judicial y con exclusión del pago que
pudiera efectuarse en la forma expuesta al final del considerando precedente;
27. Que esta teoría se refuerza todavía, considerando que si en el caso de estipu-
larse expresamente que no pagándose el precio al tiempo convenido, se resuelva
ipso facto el contrato de venta, el comprador podrá, sin embargo, hacerlo subsistir,
pagando el precio dentro de las veinticuatro horas subsiguientes a la notificación
judicial de la demanda, como lo prescribe el artículo 1879 del Código Civil al
tratar del pacto comisorio, es incuestionable que no puede mejorarse la condición del
vendedor por el solo hecho de no existir ese pacto, que es establecido precisamente en favor del
vendedor, de lo cual también se deduce que el plazo para efectuar el pago queda
limitado a veinticuatro horas después de notificada la demanda, sólo en el caso de
que el vendedor haya querido aprovecharse de esta disposición legal, estipulando
expresamente la condición resolutoria para el evento de no pagarse el precio, o
sea el pacto comisorio;
28. Que, en consecuencia, no habiéndose consignado una estipulación semejante
en el contrato que se pretende resolver, los compradores han enervado los efectos de la
acción resolutoria mediante el pago por consignación que, durante el curso del juicio en
primera instancia, han hecho de los referidos tres mil pesos adeudados a Petit”.1
La Corte de Apelaciones de Valparaíso en el juicio denominado Valen-
cia con Crichton desechó la demanda de resolución de un contrato de ven-
ta, porque el comprador pagó el precio durante el curso del juicio, fundada
en estas consideraciones:
“1º Que en la demanda de fojas 1 se pide por don José Francisco Valencia la
resolución del contrato de compraventa testimoniada a fojas… en virtud de ha-
berse constituido el comprador en mora de pagar la totalidad del precio estipula-
do en él y en mérito de lo que dispone el artículo 1873 del Código Civil;

1 Sentencia 3.997, pág. 511, Gaceta 1895, tomo III.

413
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

2º Que la condición resolutoria que da origen a la acción intentada en la deman-


da, no produce ipso facto la resolución de la venta, por cuanto las partes contratan-
tes no manifestaron expresamente en el contrato su voluntad de concederle tal
efecto; siendo, en consecuencia, necesario que se declare previamente en juicio
contradictorio y por sentencia de término la concurrencia del hecho o circunstan-
cia constitutiva de dicha condición;
3º Que conforme a lo prescrito por los artículos 1877 y 1879 de dicho Código, aun
en el caso de que la referida condición se estipule expresamente en el contrato,
estipulación que toma el nombre de pacto comisorio, puede el comprador consti-
tuido en mora hacer subsistir la venta, pagando el precio, sin necesidad del con-
sentimiento del vendedor, lo más tarde, en las veinticuatro horas subsiguientes a
la notificación judicial de la demanda;
4º Que no existiendo pacto comisorio, el contrato de compraventa produce todos sus
efectos consiguientes a su naturaleza y objeto mientras no se declare su resolución en la forma
más arriba indicada y siendo así y no teniendo el vendedor hasta entonces el dere-
cho de invalidar por sí solo lo pactado, sino solamente el de pedir el cumplimien-
to o la resolución del contrato con resarcimiento de perjuicios, se sigue que el com-
prador puede durante el mismo tiempo hacer cesar la causa o fundamento de la demanda
pagando el precio convenido con la indemnización correspondiente;
5º Que esta doctrina, derivada de la concordancia y espíritu de las referidas dispo-
siciones legales, se halla confirmada por la prescripción del artículo 1874 del mis-
mo Código, según la cual aun cuando se estipule que no se transferirá el dominio
sino en virtud del pago del precio, puede el comprador moroso hacer subsistir las
enajenaciones que hubiere hecho de la cosa comprada y los derechos que hubie-
re constituido sobre ella en el tiempo intermedio, pagando el precio estipulado,
prescripción legal que carecería de objeto si el comprador no pudiera purgar la mora sin el
consentimiento del vendedor, antes de que se declare resuelto el contrato de venta;
6º Que, por otra parte, originando la demanda de resolución de la venta por falta
de pago del precio un juicio declaratorio de lato conocimiento, no sería lógico
suponer que el comprador quedara en peor condición que el demandado en juicio ejecutivo,
en el cual, no obstante de tratarse del cumplimiento de lo juzgado o de hacer efectivas obliga-
ciones acreditadas por títulos que traen aparejada ejecución, puede el ejecutado poner
término al juicio o rescatar los bienes embargos hasta el momento del remate,
pagando el capital adeudado, intereses y costas;

8º Finalmente, que al contestar la demanda el demandado don Santiago Crichton,
depositó a la orden judicial el resto insoluto del precio con los intereses respectivos”.1
La misma Corte ha vuelto a establecer esta doctrina, al acoger una
demanda de resolución, porque el comprador no pagó el precio antes de
la sentencia. El considerando pertinente dice:
“5º Que esta diferencia resulta claramente de los términos mismos que la ley em-
plea en el artículo 1489, al hablar de la condición resolutoria tácita, después de
haber fijado en los artículos 1479 y 1487 los efectos de la condición resolutoria
ordinaria; tratándose de la primera, no dice ya que el derecho se extingue por el
cumplimiento de la condición, sino que el otro contratante, o sea el que no ha

1 Sentencia 651, pág. 557, Gaceta 1899, tomo I.

414
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

infringido el contrato, puede pedir a su arbitrio o su resolución o su cumplimiento;


y como la facultad de pedir el cumplimiento del contrato sería inconciliable con la
idea de su extinción por el simple evento de la condición, ya que no es posible
exigir el cumplimiento de un contrato que ha dejado de tener existencia legal; y
como por otra parte, la resolución ha de pedirse judicialmente, se sigue que en el
caso del artículo 1489 la resolución no se verifica sino por la sentencia que dé lugar
a ella en virtud de la demanda en que se reclame y después de haberse observado
los trámites correspondientes; y que, subsistiendo, entre tanto, el contrato, puede el deman-
dado mantenerlo en vigor efectuado el pago durante la secuela del juicio”.1
La Corte de Apelaciones de Talca, por su parte, ha establecido idéntica
doctrina, según puede verse en los siguientes considerandos:
“5º Que si bien la falta de pago del precio da derecho al vendedor para pedir la
resolución del contrato, esa resolución no se produce ipso facto por solo la mora
en el pago, como se deduce de lo dispuesto en los artículos 1877 y siguientes del
Código Civil; pues, aun en el caso de que así se estipulara por las partes contratan-
tes, puede siempre el comprador hacer subsistir el contrato pagando el precio en
el término de veinticuatro horas después de notificado de la demanda;
6º Que en todo contrato de venta se entiende incorporada la estipulación de que
se resolverá el contrato si no se paga el precio al tiempo convenido, como lo
dispone el artículo 1877, inciso segundo, del Código Civil, llamándose pacto co-
misorio a esta misma estipulación cuando se expresa en el contrato;
7º Que la ley ha contemplado el caso en que las partes convengan en que se
resuelva ipso facto el contrato de venta por no pagarse el precio en el tiempo
convenido, ha fijado los derechos de las partes contratantes y señalado el plazo de
veinticuatro horas en que el comprador puede pagar el precio, después de notifi-
cado de la demanda, para evitar la resolución del contrato, y por último, el tiem-
po en que el pacto prescribe, todo lo cual manifiesta que cuando hay estipulación
expresa no se produce ipso facto la resolución del contrato por sólo la mora en el
pago, o sólo la demanda del vendedor y que, por lo tanto, mientras no se haya
declarado resuelto el contrato por sentencia del juez, puede el comprador pagar el precio;
8º Que, suponiendo que los compradores hubieran estado en mora de pagar el
precio de la venta en el momento de entablarse la demanda, han cumplido con la
obligación de pagar dicho precio antes de que se pronunciara sentencia en este juicio, ha-
ciendo el pago por consignación, a causa de la resistencia del vendedor para reci-
birlo, como consta de las diligencias acumuladas en autos”.2
La Corte Suprema sancionó ese fallo y consignó los mismos principios
como puede verse en los considerandos de la sentencia con que desechó el
recurso de casación en el fondo deducido en su contra. Dice este Tribunal:
“4º Que, por otra parte, los demandados han solucionado la obligación por ellos
reconocida, pagando por consignación la suma adeudada al demandante; y este pago
hecho durante el juicio de resolución, aunque se le atribuyera el carácter jurídico del
precio de la compraventa de 29 de marzo, habría bastado para enervar la acción resolu-
toria tácita, contemplada en el artículo 1489 del Código Civil, ya que sus efectos, no habiendo

1 Sentencia 801, pág. 75, Gaceta 1912, tomo II.


2 Revista
de Derecho y Jurisprudencia, tomo XII, sec. 1ª, pág. 376, o sentencia 712, pág. 1068,
Gaceta 1908, tomo I. Véase en el mismo sentido y del mismo tribunal la sentencia 2.428,
pág. 1898, Gaceta 1898, tomo I.

415
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

estipulación expresa de los contratantes, no se producen ipso facto sino en virtud de sentencia
judicial respectiva, pudiendo pagar válidamente mientras ese fallo no se produzca”.1
No era la primera vez que el más alto Tribunal de la República opinaba
así. En el juicio denominado Morales con Montel, esa Corte tuvo principal-
mente en cuenta para desechar el recurso de casación en el fondo deducido
contra un fallo de la Corte de Apelaciones de Santiago que no acogió una
demanda de resolución de un contrato de venta, basada en que el vendedor
no había saneado la cosa vendida, el hecho de que éste hubiera cumplido
su obligación durante el curso del juicio, antes de dictarse sentencia. El
considerando respectivo de la Corte de Apelaciones decía:
“4º Que Montel en el curso de este juicio y antes de dictarse sentencia, hizo cons-
tar con el certificado acompañado que ya había obtenido el alzamiento de los
gravámenes que pesaban sobre las propiedades vendidas”.
Y la Corte Suprema dijo:
“Que tampoco ha infringido la indicada sentencia, el artículo 1489 ni el artículo
1713 del Código Civil, puesto que ya se ha demostrado que Montel no estaba
legalmente constituido en mora a la fecha en que se interpuso en su contra la
demanda resolutoria y puesto que, según aparece de los autos, el gravamen que motivaba
el juicio había sido totalmente cancelado antes de dictarse en él sentencia definitiva, antece-
dentes que por sí solo justifican la resolución de la Corte de Apelaciones y ahorran de entrar
en otro orden de consideraciones al respecto”.2
Varias son también las sentencias que han acogido la resolución de
contratos de venta, porque el comprador no pagó el precio durante el
curso del juicio.
La Corte de Apelaciones de Santiago en el juicio denominado Mathieu
con Gotelli acogió la resolución de un contrato de venta, porque el compra-
dor no pagó el precio durante la secuela del juicio, de donde resulta que si
lo hubiera pagado la acción se habría enervado. Dice en el considerando 4º:
“Que no habiendo el demandado pagado hasta la fecha el precio a la persona desig-
nada en el contrato, ni depositádolo con autorización de la justicia, suponiendo
que hubiere tenido fundamento legal para no hacerlo personalmente a su acree-
dor, ha faltado a su obligación principal, y procede, en consecuencia, la acción resolutoria
entablada en la demanda”.
Este fallo fue sancionado por la Corte Suprema.3
La misma doctrina, y en un caso análogo, se desprende del fallo pro-
nunciado por esa Corte en el juicio Valdés con Urzúa, en cuyo consideran-
do 5º se dice:

1 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XII, sec. 1ª, pág. 376. La misma doctrina se

desprende de la sentencia dictada por este Tribunal el 11 de enero de 1917 en el juicio


denominado Göhring con Recart en que, acogiendo un recurso de casación en el fondo,
desechó la resolución de un contrato de venta, cuyo precio fue pagado por el comprador
durante la secuela del juicio. Lleva la firma de los Ministros señores Castillo, Palma Guz-
mán, Gaete, Varas, Foster Recabarren, Silva y Rojas.
2 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo II, sec. 1ª, pág. 53.
3 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XI, sec. 1ª, pág. 522.

416
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

“Que el demandado no ha establecido el pago del precio insoluto dentro del plazo;
y por el contrario, confiesa que no lo ha verificado aún”.
Recurrida esta sentencia de casación en el fondo, este recurso fue des-
echado por considerar el Tribunal de Casación
“que, estando en mora el comprador, el vendedor ha tenido derecho de pedir reso-
lución del contrato y por lo tanto, en vez de estar infringidos los artículos 1551 y
1873 del Código Civil, la sentencia recurrida se conforma a ellos”.1
Recientemente la Corte de Apelaciones de Santiago en el juicio de
Ibáñez con Ibáñez ha aplicado los mismos principios, acogiendo la resolu-
ción de un contrato de venta, porque el precio no se consignó por el
comprador durante el curso del juicio. Los considerandos pertinentes son
del tenor siguiente:
“1º Que en los contratos bilaterales va envuelta la condición resolutoria de no
cumplirse por uno de los contratantes lo pactado, en cuyo caso podrá el otro
contratante pedir, a su arbitrio, o la resolución o el cumplimiento del contrato,
con indemnización de perjuicios; 2º Que en ejercicio de este derecho ha pedido
la parte demandante la resolución del contrato de venta, a virtud de no haberse
pagado el precio convenido por la parte demandada;… 5º Que, por lo demás, los
antecedentes manifiestan y comprueban el hecho sostenido por el demandante
que el demandado no ha pagado el precio de los fundos ‘Higuera’ y ‘Tunal’; y el
hecho de haberse depositado sólo un saldo de intereses después de interpuesta la
demanda, no exime de responsabilidad a dicho demandado, por la omisión del
pago en la época y forma convenidas”.2
En el juicio de Valenzuela con Sanfuentes, esa misma Corte acogió la
demanda de resolución por cuanto el comprador no pagó el precio du-
rante el curso del juicio, después de ser requerido para ello, de donde se
desprende que si lo hubiera pagado se habría enervado la acción. Este
fallo fue sancionado por la Corte Suprema.3
La Corte de Apelaciones de Valparaíso acogió, por idénticas razones,
la demanda resolutoria de un contrato de venta, de donde se deduce,
como en el caso precedente, que si el precio se hubiera pagado durante el
juicio, la demanda habría sido rechazada.4
Finalmente, otras sentencias, yendo aun más lejos, han declarado que
el comprador, para evitar la resolución, puede pagar, según una, dentro
de tercero día, y según la otra, dentro de las veinticuatro horas siguientes
a la notificación del cúmplase, bajo apercibimiento de resolverse el contra-
to, en caso contrario.5

1 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IX, sec. 1ª, pág. 272.


2 Esta sentencia lleva la firma de los señores Ministros José T. Marín, C.A. Vergara Silva
y Dagoberto Lagos y tiene fecha de 30 de diciembre de 1916; fue publicada en Las Ultimas
Noticias del mes de enero de 1917. Véase en el mismo sentido la sentencia publicada en la
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XI, sec. 1ª, pág. 354.
3 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VI, sec. 1ª, pág. 86.
4 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo V, sec. 1ª, pág. 463. Véase en el mismo sentido

la sentencia 5.588, pág. 2053, Gaceta 1889, de la Corte de Apelaciones de Talca.


5 Sentencia 385, pág. 257, Gaceta 1894, tomo I; sentencia 1.765, pág. 1236, Gaceta 1880.

417
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

De la serie de fallos transcritos aparece, pues, de manifiesto que, dentro


de nuestro Código, la resolución proveniente de la condición resolutoria
tácita no opera de pleno derecho sino en virtud de sentencia judicial y que
mientras ésta no se dicte, el contrato subsiste, por lo que el comprador, a fin
de enervar la acción resolutoria, puede pagar válidamente el precio durante
el curso del juicio, hasta el momento mismo de dictarse aquélla. Pero si ese
pago extingue la acción resolutoria, deja siempre a salvo el derecho del
vendedor para cobrar los perjuicios que le ha irrogado la mora del compra-
dor. No sólo éste puede pagar el precio durante la secuela del juicio para
enervar la resolución; también pueden hacerlo los terceros a quienes se
haya enajenado la cosa y que tengan interés en evitar la resolución, desde
que, según el artículo 1572 del Código Civil, cualquiera persona puede pa-
gar por el deudor aun sin su conocimiento o contra su voluntad y los efectos
de ese pago son los mismos que si lo efectuara el propio deudor, esto es,
extingue la obligación y aquí, además, enerva la resolución.1
Encontramos aquí una nueva diferencia entre la condición resolutoria
ordinaria y la condición resolutoria tácita. Como aquélla opera de pleno dere-
cho, el contrato se resuelve ipso facto por el evento de la condición, de manera
que una vez resuelto ni las partes ni el juez podrían validarlo ejecutando o
haciendo ejecutar lo pactado. En la condición resolutoria tácita, por el contra-
rio, el contrato subsiste hasta que se dicte la sentencia que lo declara resuelto,
por cuyo motivo el comprador puede pagar el precio hasta ese momento.
De ahí que mientras que en el caso de los artículos 1489 y 1873 el com-
prador puede enervar la resolución pagando el precio en tanto no se decla-
re resuelto el contrato por sentencia judicial, en el caso de la condición
resolutoria ordinaria ninguno de los contratantes, una vez cumplida, puede
ejecutar el contrato o exigir de la otra su cumplimiento; para que pudieran
producirse estos efectos sería necesario celebrar uno nuevo, distinto del an-
terior, que comenzaría a vivir desde que las partes lo celebraron.

1682. Sin embargo no faltan algunos que crean que en el caso de los
artículos 1489 y 1873 del Código Civil el contrato no se resuelve por la
sentencia del juez sino por la mora del comprador en pagar el precio, sea
que ésta se produzca por el vencimiento del plazo señalado para efectuar
ese pago o por la interposición de la demanda de resolución.
Para ello se fundan en las siguientes razones: 1º Esta condición, como
toda condición resolutoria, opera de pleno derecho, porque los principios
de los artículos 1479 y 1487 que señalan ese efecto no han sido modificados
por el artículo 1489; 2º el artículo 1874 no se refiere a la manera de enervar
la condición resolutoria sino que regla los efectos que produce una condi-
ción suspensiva una vez cumplida; y 3º al establecer el artículo 1879 que, en
el caso que contempla, el comprador tiene un plazo para pagar el precio se
lo ha negado implícitamente en el caso de la condición resolutoria tácita.

1
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 550, pág. 582; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente,
núm. 2096, pág. 916.

418
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

Desarrollemos estos argumentos:


Primer argumento. Los artículos 1489 y 1873, dicen, no establecen en nin-
guna parte que el contrato se resuelva a virtud de una sentencia judicial, de
modo que al no modificar expresamente las reglas de la condición resoluto-
ria ordinaria, expresada en los artículos 1479 y 1487, entendieron referirse a
ellas en cuanto a sus efectos. La condición resolutoria tácita, por lo tanto,
opera de pleno derecho, esto es, por la sola realización del hecho que la
constituye. Desde ese momento, el vendedor árbitro entre dos situaciones,
adquiere un derecho irrevocable a la resolución, si opta por ella. Este dere-
cho no lo puede enervar el comprador moroso. Si así sucediera, la elección
de uno u otro derecho quedaría a su arbitrio y no al del vendedor. El dere-
cho alternativo que tiene el vendedor lo concilian según esto con la resolu-
ción ipso jure, confiriendo a aquél un derecho adquirido que nace de la mora
del comprador por lo que, a primera vista, pudiera parecer que no están en
pugna su facultad de opción con la resolución de pleno derecho.
Aunque esta doctrina ha sido sustentada, entre nosotros, por algunos
jueces y aun por algunas Cortes de Apelaciones, no ha hecho escuela,
porque cada vez que esos fallos han llegado a ser revisados por el tribunal
superior han sido revocados.
El ex juez de Parral señor Arrau Méndez en el juicio denominado Be-
navente con Benavente en que se pedía la resolución de un contrato de
venta por falta de pago del precio, que se pagó durante el juicio, acogió la
demanda fundado en estos considerandos:
“7º Que si bien es cierto que con fecha 19 de marzo de 1907, los demandados ofrecie-
ron pagar por consignación el precio insoluto, en conformidad a lo que dispone el
artículo 1600 del Código Civil, esta oferta se hizo más de tres meses después de habér-
seles notificado la demanda; 8º Que, no habiéndose fijado plazo para el pago del
precio y expresándose en la escritura que éste fue pagado al firmarla, debe entender-
se que fue materia del convenio el pago al contado, ya que no se estipuló plazo
alguno; 9º Que de lo expuesto se deduce que los compradores han incurrido en mora
de pagar el precio estipulado en la escritura de compraventa otorgada el 29 de marzo
de 1906; 10º Que, si el comprador estuviera en mora de pagar el precio en el lugar y
tiempo dichos, el vendedor tendrá derecho para exigir el precio o la resolución del
contrato de venta, con resarcimiento de perjuicios, según el artículo 1489; 11º Que en
los contratos bilaterales va envuelta la condición resolutoria de no cumplirse por una
de las partes lo contratado. Pero en tal caso podrá el otro contratante pedir a su
arbitrio o la resolución o el cumplimiento del contrato con indemnización de perjui-
cios (artículo 1873); 12º Que de las disposiciones legales citadas en los dos conside-
randos anteriores, se deduce que siendo facultativo del vendedor impago, optar por
la resolución del contrato o por su cumplimiento, una vez que se ha decidido por uno de
estos términos no puede ser compelido a optar contra su voluntad por el otro, pues de ser así la
opción sería entonces del comprador; 13º Que al formular su demanda don Manuel Jesús
Benavente se ha decidido por pedir la resolución del contrato y sólo subsidiariamente
y sólo para el caso de que, en definitiva, esta petición fuera rechazada, pide el cumpli-
miento de él, pagándose el precio insoluto”.1

1
Sentencia 712, pág. 1068, Gaceta 1908, tomo I, o Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo
XII, sec. 1ª, pág. 376. Véase en el mismo sentido y con iguales fundamentos la sentencia de
primera instancia núm. 2.123, pág. 403, Gaceta 1892, tomo II, revocada por la Corte de Ape-
laciones de Santiago.

419
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

Esta sentencia fue revocada por la Corte de Apelaciones de Talca que


aceptó la doctrina contraria, expuesta más arriba, y cuyo fallo fue sancio-
nado por la Corte Suprema.1
En el juicio tantas veces mencionado, seguido por don Julio Göhring
contra don Marcial Recart, sobre resolución de una compraventa, cuyo pre-
cio se pagó durante la secuela del litigio, el juez de primera instancia acogió
la demanda, por razones más o menos análogas a las consignadas en los
considerandos transcritos, pero entre ellos figura una, la del considerando
doce, que importa un error monumental como es el que proviene de aplicar
a la mora producida por el vencimiento del plazo fijado para el cumplimien-
to de una obligación, las reglas del Código de Procedimiento Civil referentes
al modo de computar los plazos. Los considerandos pertinentes dicen:
“9º Que el artículo 1873 del Código Civil dispone que si el comprador estuviere
constituido en mora de pagar el precio en el tiempo dicho, el vendedor tendrá
derecho para exigir el precio o la resolución de la venta, con resarcimientos de
perjuicios; 10º Que habiéndose estipulado en la escritura aludida que la última cuota
de treinta mil pesos, precio de venta, se pagaría el 31 de diciembre de 1907, el
comprador señor Recart debió haberla pagado en ese día y no habiéndolo efectua-
do, incurrió en mora por no haber cumplido la obligación en el tiempo estipulado,
según así lo prescribe el número 1º del artículo 1551 del Código Civil; 11º Que la
misma doctrina legal a que se hace referencia en el considerando anterior está sus-
tentada y confirmada en el artículo 1877 del Código Civil, al preceptuar claramente
que la estipulación de que no pagándose el precio al tiempo convenido, se resolverá
el contrato de venta, se entiende siempre en este contrato; 12º Que el contrato de
venta de que se trata se celebró hallándose vigente el Código de Procedimiento Civil;
así que por no haber pagado el señor Recart la última cuota del precio en el día
fijado en dicho contrato o sea el 31 de diciembre de 1907, y ya que este pago suponía
un acto, el de la entrega del precio convenido, que debía ejecutarse en cierto térmi-
no, es evidente que el señor Recart al no ejecutarlo o no efectuarlo, incurrió en la
sanción indicada en el artículo 67 de dicho Código de Procedimiento; esto es, que el
derecho que tenía el señor Recart para efectuar libremente el pago del precio sin
estar sujeto a responsabilidad alguna de su parte por perjuicios o por la falta de
cumplimiento a lo estipulado, quedó extinguido irrevocablemente por el ministerio
sólo de la ley por no haber ejercitado ese derecho el señor Recart en dicho término;
y como en todo contrato de venta se entiende, según la ley, comprendida la estipula-
ción de que no pagándose el precio al tiempo convenido se resolverá el contrato, es
manifiesto que el señor Göhring ha tenido perfecto derecho para pedir la resolución
del referido contrato; y que, además, en virtud de la recordada disposición del artícu-
lo 67 del Código de Procedimiento Civil, quedó también el señor Recart constituido
en mora el 1º de enero de 1908, por no haber cumplido la mencionada obligación
de entregar el precio en el o dentro del término fijado; 13º Que el señor Recart fue
notificado de la demanda el 15 de abril de 1910 y que después se presentó la minuta
de fojas 14 en 21 de abril de 1910, pretendiendo pagar por consignación lo que
había quedado adeudando por la escritura de venta mencionada; pero, por senten-
cia del primer juzgado de esta ciudad, en copia a fojas 34 y siguientes, se dio lugar a
la oposición que a dicho pago por consignación hizo el señor Göhring”.

1 Véanse págs. 415 y 416 de este vol. 1, tomo II.

420
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

Apelada esta sentencia, la Corte de Apelaciones de Concepción la con-


firmó, eliminando el considerando doce que, por el grave error que ence-
rraba, creyó que no era posible mantenerlo en un fallo expedido por un
tribunal que se presume sea conocedor del derecho. La Corte Suprema
casó esta sentencia por infringir los artículos 1489 y 1552 del Código Civil
y rechazó la demanda de resolución.1
Aparte de esas sentencias que, como se ha dicho, han sido revocadas
por el Tribunal superior, no hemos encontrado otras que consagren esa
doctrina y dificultamos que las haya, por cuanto hemos revisado cuidado-
samente la Gaceta de los Tribunales desde el año 1857 hasta su último
número. En cambio, todas las sentencias, como hemos visto, se pronun-
cian por la doctrina contraria.
No solamente entre nosotros hay fallos que aceptan esta doctrina. La Alta
Corte de los Países Bajos, dice Baudry-Lacantinerie, declaró que si en los con-
tratos sinalagmáticos, en caso de inejecución de las obligaciones de una de las
partes, debe pedirse judicialmente la resolución, es sólo en vista de que la
decisión judicial se exige para constatar el cumplimiento de la condición reso-
lutoria, por cuanto la falta de cumplimiento y la constitución en mora de la
parte que no lo ha cumplido engendran para la otra un derecho adquirido a la
resolución que la parte morosa no podría destruir por la ejecución ulterior de
su obligación. Esta sentencia, agrega el mismo autor, ha sido duramente criti-
cada, pues va contra la doctrina y la jurisprudencia generalmente admitidas.2
Segundo argumento. El segundo argumento de los sostenedores de esta
opinión se funda en el artículo 1874. Este artículo no encierra para ellos
una condición resolutoria, sino una condición suspensiva, porque según el
artículo 680 del Código Civil, el dominio de la cosa vendida no se transfiere,
cuando así se estipula, sino en virtud del pago del precio; de modo que su
adquisición está afecta a una condición que, por suspender el nacimiento
del derecho, es suspensiva. El pago del precio es la condición de cuya reali-
zación depende la adquisición del dominio por el comprador. Por eso el
artículo 1874 lo faculta para que pague el precio. Como la condición sus-
pensiva una vez cumplida opera retroactivamente, se validan las enajenacio-
nes que de ella hubiera hecho o los derechos reales que sobre la misma
hubiera constituido. Este artículo, por lo tanto, no da al comprador la facul-
tad de enervar la resolución sino la de adquirir definitivamente el dominio
que tenía en suspenso y mal puede referirse a lo primero, porque en ningu-
na parte dice que ese pago deba hacerse después de entablada la acción
resolutoria, por lo que una vez deducida ésta debe aplicarse lo dispuesto en
el artículo 1873. Según éste, como vimos, no se puede enervar la resolución,
porque entablada la demanda, el vendedor tiene un derecho adquirido a
aquélla que el comprador no puede destruir.
Tercer argumento. Finalmente, según el artículo 1879 del Código Civil, di-
cen, el comprador puede pagar el precio dentro de las veinticuatro horas
siguientes a la notificación de demanda cuando se estipula un pacto comiso-

1 Sentencia citada en la nota 1 de la pág. 365 de este vol. 1, tomo II.


2 Des obligations, II, núm. 927, pág. 118, nota 1.

421
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

rio con la frase ipso facto. Como no tiene este derecho en el caso de los artícu-
los 1489 y 1873 no se le puede dar; de donde se desprende que, en el silencio
de la ley, ese plazo no existe en la condición resolutoria tácita. Por consiguien-
te, intentada la resolución el comprador no puede pagar el precio. Según
ellos, la frase ipso facto agregada al pacto comisorio produce el efecto de con-
ferir al comprador el derecho de hacer subsistir el contrato. Si este enerva-
miento es posible en este caso es porque la ley ha establecido expresamente
esa concesión a su favor. Y llegan así a la conclusión de que el pacto comisorio
ha sido establecido en beneficio del comprador y no del vendedor.
Como consecuencia de esos argumentos terminan sosteniendo que no
es la sentencia judicial la que opera la resolución, que ésta viene a consta-
tar un hecho, que la resolución del contrato se produce en el instante
mismo en que el comprador se constituye en mora de pagar el precio; y
que, por consiguiente, desde ese instante éste no puede enervar la resolu-
ción por el pago del precio, ya que siendo inválido el contrato, no se le
puede dar vida por una inejecución tardía.
Refutemos uno a uno esos argumentos, que, como hemos visto, van con-
tra la opinión de todos los autores, tales como Ricci,1 Laurent,2 Planiol,3
Baudry-Lacantinerie,4 Marcadé,5 Huc,6 Pothier,7 Larombière, Demolombe,8
Aubry et Rau,9 Delvincourt,10 Troplong,11 etc., y contra la jurisprudencia ad-
mitida uniformemente tanto entre nosotros como en Francia.
Primer argumento. El primer argumento, basado en que el artículo 1489
del Código Civil no establece que la condición resolutoria tácita opere por
sentencia judicial, por lo que se le deben aplicar las reglas de la condición
resolutoria ordinaria, parte de una base errada, cual es creer que este
artículo no dice que esta condición esté sujeta a diversas reglas de las seña-
ladas para aquélla. Ya vimos que los términos en que está redactado im-
portan una contradicción entre los efectos de esa condición con los de la
condición ordinaria, producida por la frase “pero en tal caso”, ya que con
ella se quiso hacer inaplicables a esta resolución las reglas de la resolución
ordinaria y señalarle efectos propios tales como los derechos alternativos
que concedió al contratante que cumple sus obligaciones. El vendedor,
por la mora del comprador, no adquiere un derecho a la resolución, sino
un derecho a pedirla. El juez es quien debe concederla; y la dará o la denegará
según sean los hechos en que se funde. Si el vendedor no quiere pedir la

1 Tomo 13, núm. 121, pág. 190; núm. 124, pág. 193.
2 Tomo 17, núm. 135, pág. 151.
3 Tomo II, núm. 1319, pág. 445.
4 Des obligations, II, núm. 927, pág. 117.
5 Tomo IV, págs. 475 y 476.
6 Tomo VII, núm. 271, pág. 365.
7 Traité des obligations, II, núm. 672, pág. 368.
8 Tomo 25, núm. 515, pág. 490.
9 Tomo V, pág. 153.
10 Tomo II, Notes et explications, pág. 488, nota 7.
11 Tomo I, núm. 61, pág. 68; tomo II, núm. 664, pág. 136.

422
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

resolución del contrato puede exigir su cumplimiento. Este derecho nos


está indicando que el contrato no se ha resuelto, que aún subsiste, porque
de no ser así, el vendedor no podría exigir ese cumplimiento, pues un
contrato inexistente no puede cumplirse.
La aceptación de la doctrina que venimos sosteniendo nos conduciría a
negar al vendedor el derecho de pedir el precio, porque si, dentro de esa
opinión, la mora del comprador le da un derecho adquirido a la resolución,
no se lo puede dar respecto del cumplimiento, ya que el contrato dejó de
existir. Conduciría también a imponer al juez la obligación de declarar siem-
pre la resolución, porque como su papel se refiere a constatar un hecho, la
mora del comprador, es evidente que tal constatación será siempre afirmati-
va, desde que para ello basta que aquél no pague el precio en el día conve-
nido. Sin embargo, el juez puede rechazar la resolución.
El mejor argumento en contra de esta opinión es el artículo 1873, porque
al decir que el vendedor, en caso de mora del comprador, tendrá derecho para
exigir la resolución o el cumplimiento del contrato, nos manifiesta claramen-
te que si algún derecho adquirido tiene aquél, no es a la resolución misma sino a
pedirla. Entre tener derecho a una cosa y tener derecho a pedir esa cosa hay
una gran diferencia, pues mientras en el primer caso, la persona a quien se le
pide está obligada a darla, en el segundo, su entrega o dación depende de su
voluntad. En la hipótesis que examinamos el juez puede o no declarar la
resolución; luego el vendedor no tiene derecho a ella sino únicamente a pedir-
la. Si éste no tiene derecho a la resolución, si es el juez quien debe darla, no
cabe duda que mientras no dicte su sentencia, no hay resolución.
Los sostenedores de la doctrina que ahora combatimos confunden el
derecho de pedir la resolución con el derecho a la resolución misma, a pesar de
que son dos cosas muy diferentes. Tanto el artículo 1489 como el artículo
1873 hablan del derecho de pedir y no del derecho a la resolución.
Segundo argumento. Este argumento es aun más débil todavía. Decir que
el artículo 1874 del Código Civil regla el caso de una condición suspensiva
es no saber leer lisa y llanamente, porque si dice que la cláusula de no
transferirse el dominio sino en virtud de la paga del precio no da más dere-
cho que los de la demanda alternativa que señala el artículo 1873, es indu-
dable que esa cláusula es una condición resolutoria de la cual emanan los
derechos alternativos que establece ese artículo, pero de ningún modo una
condición suspensiva. Al conceder la ley al comprador el derecho de pagar
el precio lo facultó para que pueda enervar la resolución, porque si el dere-
cho de pedir ésta nace para el vendedor después de la mora del comprador
y si éste puede pagar, a pesar de su mora, es evidente que ese pago tendrá
que hacerlo después de haber incurrido en ella, que es cuando se efectúa la
opción de que habla el artículo 1873, o sea, cuando ya se haya pedido la
resolución, y como no se señaló plazo para hacerlo, lo podrá efectuar mien-
tras dure el contrato, es decir, hasta el fallo que lo declare resuelto.
¿De dónde deducen los sostenedores de la otra doctrina que el artícu-
lo 1874 establece una condición suspensiva? Posiblemente del artículo 680
del Código Civil, pero si así fuera, incurrirían en un grave error, porque si
bien este artículo habla de una condición suspensiva en la adquisición del

423
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

dominio de la cosa vendida, hay que tener presente también que el artícu-
lo 1874 modifica sus efectos cuando se pacta en el contrato de venta y la
convierte en una condición resolutoria. Y si tratándose de ésta, faculta al
comprador para que pueda pagar el precio es porque el contrato aún no
se ha resuelto ya que si así sucediera el comprador no podría cumplir con
una obligación emanada de un contrato que dejó de existir.
Tercer argumento. La conclusión que deriva del artículo 1879 es simple-
mente absurda, porque si se la aceptara resultaría que el comprador gozaría
del derecho de mantener el contrato cuando expresamente se hubiera esti-
pulado que se resuelva ipso facto por la falta de pago del precio, y sin embar-
go, carecería de ese derecho en un caso mucho menos grave, como es el de
una condición que sólo arranca su fuerza de la voluntad del legislador. El
pacto comisorio no tiene por objeto favorecer al comprador sino al vende-
dor. Ese beneficio no puede ser otro que el menor plazo concedido a aquél
para poder enervar la resolución. En la doctrina que ahora rebatimos, el
pacto comisorio beneficiaría al comprador, puesto que le otorgaría un plazo
para poder pagar el precio, aun después de la mora. La lógica rechaza ese
argumento, porque si en el caso más grave se puede hacer subsistir el con-
trato con mucho mayor razón se le podrá hacer subsistir en el menos grave,
ya que quien puede lo más, también puede lo menos.
La opinión que ahora refutamos, como se ve, se basa en graves errores
legales y en argumentos ilógicos. Los artículos 1489, 1873, 1874 y 1879 reuni-
dos constituyen entre nosotros la doctrina que hemos sostenido en esta Me-
moria y de ningún modo dan margen para aceptar la contraria. No es la mora
del comprador, ni la demanda judicial la que producen la resolución del con-
trato en el caso de la condición resolutoria tácita, sino la sentencia del juez
que puede o no pronunciarla. Como consecuencia de esta premisa fluye el
derecho del comprador para enervarla en tanto aquél no se declare resuelto
por esa sentencia. El juez no constata un hecho, sino que viene a crear, a
producir una situación nueva desconocida entre las partes, situación a que da
origen la mora del comprador y que es solicitada por el vendedor. Pero como
ni el uno ni el otro adquieren derecho a ella, esa situación, antes del fallo,
está en germen solamente. Es por eso que desaparece si éste se destruye y ese
germen, o sea la mora del comprador, se destruye con el pago del precio.
Creemos, pues, que dentro de los preceptos de nuestro Código que sólo
dan un derecho a pedir la resolución y no a la resolución misma es inaceptable
la tesis expuesta y consideramos que sólo es admisible la que exige la sen-
tencia del juez para que se produzca la resolución, pudiendo el comprador
intertanto enervarla por el pago del precio. Por fortuna, nuestros Tribuna-
les se han pronunciado siempre en este sentido y las dos o tres sentencias
que sostienen la doctrina contraria han sido revocadas. De ahí que podamos
decir, sin temor de equivocarnos, que en nuestra jurisprudencia no hay nin-
gún fallo que acoja la teoría que acabamos de rechazar.

1683. En vista de lo expuesto tenemos que llegar forzosamente a la con-


clusión de que en el caso de la condición resolutoria tácita, la resolución
del contrato se produce en el momento en que se dicta sentencia definitiva

424
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

en el juicio en que se pide, sea en primera instancia (cuando no se apela),


sea en segunda instancia (en caso contrario). No es ni la falta de pago del
precio en el día convenido, o sea, la mora del comprador, ni en el día en
que se entabla la demanda de resolución cuando, por no haber plazo, es
necesario un requerimiento judicial para constituirlo en ese estado, la que
opera la resolución, ni el momento en que se produce, por cuyo motivo
aquélla no puede retrotraerse a esa fecha. La razón es obvia; no siendo la
mora del comprador, ni el cumplimiento de la condición las que produ-
cen la resolución del contrato de venta, sino la sentencia del juez, es claro
que aquél no se resuelve mientras ésta no se dicte, porque no debe olvi-
darse que aquí la sentencia no declara un hecho ya producido sino que
concede una determinada situación legal, puesto que la mora del compra-
dor da al vendedor el derecho de pedir la resolución. El hecho de pedir
supone el acto correlativo de dar. El rol del juez es dar, conceder la resolu-
ción, que es lo pedido por el vendedor. El contrato aun no se ha resuelto,
de modo que el juez no viene a constatar una situación creada, sino a
conceder lo que solicita aquél. Viene a determinar si de los hechos de la
causa se desprende el derecho del vendedor para pedir la resolución.
El juez al concederla declarará tal vez el derecho que tuvo el vendedor
para pedirla; pero la resolución en sí no la declara, la concede. Prueba de ello
es que si el juez declarara la resolución, si constatara algo que ya existe,
estaría obligado a declararla siempre, debería resolver el contrato en todo
caso. Esto importaría aceptar la resolución ipso jure, ya que, en tal evento, ni
el comprador podría pagar el precio, puesto que el juez debería atender a
la situación creada al vencimiento del plazo señalado para ese pago, ni el
vendedor podría exigir el cumplimiento del contrato por cuanto éste había
dejado de existir. En cambio si se acepta que el juez concede la resolución, el
vendedor podrá exigir su cumplimiento y el comprador enervarla durante
el curso del juicio, porque entonces, al estudiar aquél los hechos de la cau-
sa, verá que lo que pide el vendedor no puede ser concedido.
El juez no constata un hecho ya realizado, sino que él mismo viene
a crear una situación nueva, que hasta entonces no existía, concediendo
la resolución. Por eso el momento preciso en que se resuelve el contra-
to es aquél en que se dicta la sentencia definitiva, ni antes ni después.1
El contrato, por lo tanto, no queda resuelto, como algunos creen, cuan-
do el comprador incurre en mora por el vencimiento del plazo estipu-
lado para el pago del precio o por la interposición de la demanda de
resolución. Como hemos visto, la opinión unánime de nuestros Tribu-
nales es que la resolución se produce en el momento de dictarse la
sentencia definitiva.2

1 URRUTIA, Apuntes de un alegato ante la Corte Suprema, pág. 24; Explicaciones de Código Ci-
vil, tomadas en su clase, pág. 62; CLARO SOLAR, “Ligeras observaciones sobre la condición re-
solutoria y el pacto comisorio”, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VIII, sec. Derecho,
pág. 188.
2 Véanse las sentencias transcritas en las págs. 409 a 416 inclusive de este vol. 1, tomo II.

425
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

1684. Del principio relativo a que la resolución del contrato en el caso de


los artículos 1489 y 1873 se produce en el momento mismo en que se dicta
la sentencia de resolución, fluyen tres consecuencias muy importantes, a
saber: a) antes de que esa sentencia se dicte el contrato no se ha resuelto y
el comprador, por lo tanto, puede enervar la demanda pagando el precio;
b) el juez no puede señalar como fecha en que se produce la resolución del
contrato una época diversa de la fecha de su sentencia, y c) no puede conce-
der un plazo al comprador para que cumpla su obligación. De la primera ya
nos hemos ocupado latamente. Ahora hablaremos de la 2ª y de la 3ª.
Siendo la sentencia del juez la que produce la resolución del contrato
y careciendo, según el artículo 1494 del Código Civil, del derecho de seña-
lar plazo para el cumplimiento de una obligación, salvo cuando la ley le
otorga esa facultad, lo que aquí no ocurre, es evidente que no puede am-
pliar o restringir el plazo que, según los términos de la ley, tiene el com-
prador para pagar el precio, es decir, no puede señalar como fecha de la
resolución una anterior a la sentencia ni conceder al comprador para que
lo pague un plazo posterior a ella.
La ley no señala otro momento para la resolución que la sentencia del
juez. Tampoco le concede la facultad de señalar como fecha en que se
produce otra diversa de la fecha de la sentencia. ¿En virtud de qué dere-
cho podría el juez señalar esa época, sea anticipándola o retardándola?
Un procedimiento de esta especie, a más de convertir al juez en legislador,
importaría un atropello al artículo 1494 ya citado, según el cual, salvo ley
expresa en contrario –que aquí no existe–, el juez no puede señalar plazo
para el cumplimiento de una obligación.
“Si el plazo de la mora no resuelve; si no hay día fijado por la ley para
terminar la resolución, que la misma ley fía a una sentencia, dice el señor
Urrutia, ¿con qué facultades procedería el juez a sustituirse a las partes y a
la ley misma?
“Las sentencias, en general, sólo son declaratorias de derechos preexisten-
tes según la ley; la sentencia nada concede, sino que reconoce que el derecho
ha existido; la sentencia sólo es concesoria de un derecho en los casos que el
legislador taxativamente señala y, por consiguiente, no puede ampliarse a
otros efectos ni a otros puntos que a los de la propia excepción.
“¿Con qué facultad podría el juez referir a una fecha anterior los efec-
tos de su fallo, por ejemplo, en un juicio de separación de bienes entre
cónyuges?
“¿Qué razón aduciría para seguir una disolución de sociedad conyugal,
o terminación de un arriendo que son los casos que hemos contemplado,
a una época anterior a la sentencia misma que hace la disolución social,
que termina el arrendamiento, que separa simplemente de bienes a los
cónyuges?
“Se comprende que en el caso de una sentencia que acoge una reivin-
dicación, los frutos que debe el poseedor se devenguen desde esa fecha
antelada, diversa de la fecha de la sentencia. Idéntica cosa acaece con las
demandas de alimentos. Pero tal cosa acontece, porque así lo dispone ex-
presamente la ley.

426
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

“Si ninguna ley autoriza al magistrado para fijar la demanda, o la con-


testación como fecha inicial o terminal de un derecho, el juez no puede
legislar fijando una época que, en realidad, importa la determinación de
un plazo de mora, de efectos retroactivos trascendentes contra disposiciones
expresas que reconocen efectos válidos del contrato de compraventa hasta
el momento de la sentencia misma.
“Ni el Código de Procedimiento autoriza tal facultad a los señores jueces”.1
Importaría señalar para la resolución una fecha anterior a la sentencia,
si se declarara que el comprador no ha podido pagar después de la mora,
porque entonces el contrato no quedaría resuelto en la sentencia, sino al
tiempo de producirse la mora del comprador, sea por el vencimiento del
plazo, sea por la interposición de la demanda. Nuestra jurisprudencia, como
hemos visto, reconoce como única fecha de la resolución del contrato la
de la sentencia de término y cada vez que los jueces la han antelado a la
mora del comprador, negando a éste el derecho de pagar durante el curso
del juicio, los Tribunales superiores han revocado ese fallo y han fijado
como fecha de resolución la de la sentencia.2
El juez tampoco puede conceder un plazo al comprador para que pa-
gue el precio después de la sentencia, bajo apercibimiento de darse por
resuelto el contrato si así no lo hace. Las sentencias antes mencionadas,
según hemos visto, no conceden plazo alguno y resuelven el contrato des-
de el primer momento. Sin embargo, la Corte de Apelaciones de Talca,
desconociendo el artículo 1494 del Código Civil, acogió una demanda de
resolución con declaración
“de que los demandados podrían hacer subsistir los contratos a que se refiere la
demanda, pagando la parte insoluta del precio, lo más tarde, en las veinticuatro
horas subsiguientes a la notificación del cúmplase de la sentencia”.3
La razón que motivó esta arbitrariedad fue que habiéndose vendido
esas propiedades a un tercero, que tal vez estaba en la creencia de que el
precio se había pagado, no era posible dejarlo en una situación tan daño-
sa como sería la que se le causaría si se resolviera el contrato. Esta será si
se quiere una razón de equidad, pero ésta sólo se aplica a falta de ley
expresa y en el presente caso el artículo 1494 del Código Civil es termi-
nante en el sentido de negar a los jueces el derecho de fijar plazos para el
cumplimiento de las obligaciones. Por estos motivos creemos que la doc-
trina allí sustentada es errónea y antojadiza.
Los jueces podrían señalar un plazo para que el comprador pague si el
vendedor en su demanda pide que se declare resuelto el contrato si el
comprador no paga el precio dentro de tercero día, porque en tal caso el
juez, al conceder ese plazo, no hace sino acoger la demanda tal cual se
interpuso y otorgar al comprador un plazo que se lo ha dado el mismo
vendedor. Ese plazo no arrancaría de la sentencia judicial, sino de la pro-

1 Apuntesde un alegato en la causa Göhring con Recart, págs. 25 y 26.


2 Véanselas sentencias transcritas en las págs. 409 y 416 inclusive de este vol. 1, tomo II.
3 Sentencia 385, pág. 257, Gaceta 1894, tomo I.

427
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

pia voluntad del vendedor, por lo que no se infringiría el precepto del


artículo 1494 del Código Civil. Así lo ha fallado la Corte de Apelaciones de
Santiago que acogió en todas sus partes una demanda en que el vendedor
pedía la resolución de un contrato de venta si el comprador no pagaba el
precio dentro del tercero día después de notificada la sentencia definiti-
va.1 Esta petición importa más bien el cobro del precio que lleva como
sanción la resolución del contrato; pero sea que se solicite lo uno o lo
otro, la concesión del plazo en esa hipótesis no contraría ninguna disposi-
ción legal.
En el Código francés el juez goza de la facultad de acordar un plazo al
comprador para que pague el precio. Hay casos, sin embargo, en que ese
plazo no debe concederse, como ocurre cuando el vendedor está en peli-
gro de perder la cosa y el precio (artículos 1184 y 1665).2 Los artículos
1124 y 1503 del Código español3 y el artículo 1165 del Código italiano
establecen el mismo principio.

1685. Nos corresponde averiguar ahora hasta qué momento puede pagar
el precio el comprador. Hemos dicho que la resolución del contrato se
produce una vez que se dicta el fallo del juez que la pronuncia. Según
esto, el comprador podría pagar el precio hasta el momento mismo de
dictarse la sentencia que acoge la resolución, puesto que hasta entonces
subsiste el contrato.
Pero los derechos y las acciones que tienen los contratantes deben ha-
cerse valer en la forma que señala la ley, que no es otra que la determinada
por el Código de Procedimiento Civil. Este Código, al estudiar la oportuni-
dad en que puede alegarse la excepción de pago, dice en su artículo 300,
que esa excepción podrá oponerse en cualquier estado de juicio, pero no
se admitirá si no se alega por escrito antes de la citación para sentencia, en
primera instancia, o de la vista de la causa en segunda. Por lo tanto que el
comprador pueda enervar la acción resolutoria es menester que pague el
precio y que alegue este hecho, por escrito, antes de la citación para senten-
cia en primera instancia o de la vista de la causa en segunda. Si lo paga con
posterioridad a esas épocas, el juez no lo puede tomar en consideración y
declarará resuelto el contrato. Por la misma razón, el comprador no podría
pagar el precio después de dictada la sentencia de segunda instancia, aun-
que se hubiere formalizado casación, porque según el artículo 958 del Códi-
go de Procedimiento Civil, el tribunal de casación debe aceptar los hechos
tales cuales aparezcan consignados en la sentencia recurrida y como de ésta
aparece que el comprador no pagó el precio, el tribunal de casación debe

1 Sentencia1.765, pág. 1236, Gaceta 1880.


2 BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 547, pág. 580; LAURENT, 24, núm. 341, pág. 327;
GUILLOUARD, II, núm. 582, pág. 124; HUC, X, núm. 167, pág. 230; AUBRY ET RAU, V, pág. 153;
TROPLONG, II, núm. 664, pág. 136; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núms. 2085 a 2093, págs.
915 y 916.
3 MANRESA, X, págs. 259 a 261.

428
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

aceptar ese hecho sin que pueda tomar en cuenta el pago efectuado por el
comprador con posterioridad a la sentencia recurrida. De aquí se despren-
de que la facultad del comprador de pagar el precio sólo puede ejercitarse
desde la notificación de la demanda en primera instancia hasta el momento
de verse la causa en segunda instancia. Dictada la sentencia en esta segunda
instancia quedó determinada la verdadera situación de las partes, sin que
pueda modificarse posteriormente, aunque el fallo no produzca todavía cosa
juzgada por haberse interpuesto casación en su contra o por no habérsele
puesto el cúmplase en primera instancia. He aquí el motivo por qué se dice
que el comprador puede pagar el precio, ajustándose a la ley procesal, hasta
el momento de dictarse una sentencia que cause ejecutoria, esto es, que sea
tal que pueda ejecutarse.1

1686. Aceptado el hecho de que el comprador puede enervar la acción


resolutoria durante el curso del juicio, mediante el pago del precio, debe-
mos estudiar en qué forma debe hacerse el pago para que produzca ese
efecto, qué cantidad debe pagarse, etc.
Esta materia da origen a cuatro cuestiones diversas y son:
1º ¿Si el vendedor se resiste a recibir el precio, debe éste pagarse por
consignación o basta un simple depósito judicial?
2º ¿El pago del precio produce el mismo efecto sea que se haga al
vendedor directamente, por consignación, o que se deposite con autori-
dad de la justicia en los casos del inciso segundo del artículo 1872 del
Código Civil?
3º ¿Para enervar la resolución debe pagarse todo el saldo de precio
que se adeuda o sólo la parte cuya mora en el pago dio derecho al vende-
dor para pedir aquella?, y
4º ¿Debe pagarse el precio que se adeuda solamente o también los
intereses que haya devengado antes y después de la mora?
Examinaremos por separado cada una de estas cuestiones que revisten
una especial importancia.

1687. Para que el comprador pueda enervar la acción resolutoria debe


pagar el precio real y efectivamente sin que basten ofertas de pago u ofre-
cimientos de pagarlo; la entrega efectiva del dinero es la única que puede
destruir la demanda de resolución. De ahí que si el comprador no paga el
precio entregándolo al vendedor, consignándolo con arreglo a la ley, o
depositándolo en el caso del artículo 1872, se declarará resuelto el contra-
to aunque en sus escritos ofrezca pagarlo.2

1 URRUTIA, Apuntes de un alegato en la causa Göhring con Recart, pág. 27; CLARO SOLAR,

“Ligeras observaciones sobre la condición resolutoria y el pacto comisorio”, Revista de Dere-


cho y Jurisprudencia, tomo VIII, sec. Derecho, págs. 188 y 203; PLANIOL, II, núm. 1319, pág. 445;
BAUDRY-LACANTINERIE , Des obligations, II, núm. 927, pág. 118; LAURENT , 17, núm. 135,
pág. 151; HUC, VII, núm. 271, pág. 365.
2 Véase el considerando 11 de la sentencia 1915, pág. 92, Gaceta 1898, tomo II, que

establece esta misma doctrina.

429
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

Establecida esta premisa debemos averiguar en qué forma debe pagar-


se el precio para que produzca el efecto de enervar la acción resolutoria.
Si después de ser notificado el comprador de la demanda de resolu-
ción paga el precio directamente al vendedor o a su mandatario, quien lo
recibe, o lo deposita en un banco a la orden del juez de donde lo retira
aquél, hay pago real y efectivo hecho a la persona del vendedor y aceptado
por éste, por lo que se enerva la resolución. Esta misma doctrina se consig-
na en un fallo de la Corte de Apelaciones de Santiago que desechó la
resolución de un contrato, porque el demandante retiró el dinero que el
demandado había depositado a la orden del juez con el objeto de enervar
aquélla.1 La Corte de Apelaciones de Valparaíso, por su parte, rechazó el
pago del precio que hizo el comprador durante el curso del juicio median-
te un depósito de dinero en un banco a la orden del juez, porque el ven-
dedor no lo aceptó, de donde se infiere que si lo hubiera aceptado,
seguramente lo habría declarado válido y habría desechado la demanda
de resolución que con él se pretendía enervar.2
La duda surge si el vendedor se niega a recibir el precio, que será lo
corriente, ya que si pide la resolución será porque no quiere mantener el
contrato, pues de otro modo habría exigido su pago. Cuando el vendedor
rehúsa el precio que le ofrece el comprador durante el curso del juicio,
éste, para poder enervar la resolución, debe pagarlo por consignación con
arreglo a los artículos 1598 y siguientes del Código Civil. El simple depósi-
to o consignación del dinero a que asciende en una boleta bancaria a la
orden del juez no sirve de nada, por las razones que pasamos a exponer.
El artículo 1598 del Código Civil dice que para que el pago sea válido
no es menester que se haga con el consentimiento del acreedor, pues tam-
bién lo es el que se hace contra su voluntad, siempre que se haga por
consignación. Y el artículo 1605 agrega que la consignación válida extingue
la obligación. De esos artículos se desprende que la consignación es el
único medio de extinguir la obligación cuando el acreedor se niega a reci-
bir el pago. El pago que no se hace por consignación es, por lo tanto,
incapaz de producir esos efectos. Para que el pago por consignación extin-
ga la obligación debe ser válido; debe llenar todos los requisitos que seña-
lan los artículos 1600 a 1603. La omisión de uno de ellos acarrea su invalidez
y deja subsistente la obligación.
Luego, para que el comprador pueda enervar la acción resolutoria, en
caso de negativa del vendedor para recibir el precio, debe pagarlo me-
diante una consignación válida, es decir, mediante las formalidades que se-
ñala el párrafo 7º del Título XIV del Libro IV del Código Civil.3

1 Sentencia de 29 de noviembre de 1915 suscrita por los Ministros señores Salinas, Do-

noso y J.C. Herrera y publicada en Las Ultimas Noticias de diciembre de ese año.
2 Sentencia 801, pág. 75, Gaceta 1912, tomo II (considerandos 8º y 9º).
3 Respecto de la forma cómo debe hacerse el pago por consignación puede consultar-

se: URRUTIA, Explicaciones de Código Civil tomadas en su clase, págs. 128 a 130; RAMÍREZ, De las
obligaciones, págs. 114 y 115; BARROS ERRÁZURIZ, Curso de Derecho Civil, II año, págs. 104 a
107; CLARO SOLAR, Explicaciones de Derecho Civil, II año, págs. 110 a 113.

430
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

La consignación o depósito del precio hecho en una boleta bancaria a


la orden del juez no es ni un pago real o efectivo, ni un pago por consig-
nación. No es un pago efectivo, porque éste requiere la entrega del dinero
al vendedor y aquí no sólo no se le entrega sino que aquél rehúsa su
recepción. Tampoco es un pago por consignación porque en ella falta
ante todo la oferta al acreedor, que es el primer requisito del pago por
consignación, y la resolución judicial que ordena consignar el dinero en
vista del rechazo del acreedor para recibirlo, que es el segundo elemento
necesario para su validez. Ese pago, según los artículos 1598 y 1605, no
extingue la obligación ni enerva la resolución solicitada por el vendedor.
La jurisprudencia de nuestros Tribunales ha vacilado entre ambos sis-
temas. Según algunos fallos el comprador sólo puede enervar la acción
resolutoria pagando el precio mediante una consignación válida. Pero se-
gún otros esa acción puede enervarse por el simple depósito o consigna-
ción del precio en una boleta bancaria sin necesidad de que se haga una
consignación en la forma que señala el Código Civil.
La Corte de Apelaciones de Santiago, en el juicio denominado Ferran-
do con Reyes, desechó la demanda de resolución en atención a que el
demandado pagó el precio mediante una consignación efectuada en for-
ma legal, a causa de la negativa del vendedor para recibirlo. El consideran-
do pertinente dice:
“Que en el presente caso, la demandada, antes de ser notificada de la demanda
sobre resolución de la venta hizo oferta de pago del precio y por la negativa del vendedor
para recibirlo hizo la consignación en forma legal del dinero necesario para el pago”.1
La Corte de Iquique en el juicio de Orriols con Granja rechazó igual-
mente la resolución de un contrato de venta, fundada precisamente en
que los compradores enervaron los efectos de la acción resolutoria me-
diante el pago por consignación que hicieron del precio adeudado durante
el curso del juicio.2
La Corte de Apelaciones de Talca también ha aceptado la misma doc-
trina, al rechazar una demanda de resolución, porque
“suponiendo que los compradores hubieran estado en mora de pagar el precio de
la venta en el momento de entablarse la demanda, han cumplido con la obliga-
ción de pagar dicho precio antes de que se pronunciara sentencia en este juicio,
haciendo el pago por consignación a causa de la resistencia del vendedor para recibirlo”.3
En el famoso juicio de doña Carmen Palacios de Varas con don Cle-
mente Lavedan, la Corte de Apelaciones de Santiago acogió la resolución
de un contrato de venta, a pesar de que el comprador depositó el precio a
la orden del juez, porque éste no se pagó por consignación, como debió
haberlo hecho, puesto que la vendedora lo había rechazado. Dicen así los
considerandos del caso:

1 Sentencia 4.608, pág. 1322, Gaceta 1890.


2 Sentencia 3.997, pág. 511, Gaceta 1895, tomo III.
3 Sentencia 712, pág. 1068, Gaceta 1908, tomo I, o Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo

XII, sec. 1ª, pág. 376.

431
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

“7º Que cualquiera que sea el alcance que pueda atribuirse a las diligencias practi-
cadas por don Clemente Lavedan, yendo a casa de la vendedora y efectuando los
depósitos a que se refieren las boletas de fs. 17 y 21, ellas no autorizan para esta-
blecer que aquél haya cumplido lo estipulado en orden al crédito de la deman-
dante, que no ha cubierto, ni con el pago efectivo de la deuda, ni mediante el
pago por consignación; lo primero, porque siendo lo debido una cantidad de
dinero, no se ha hecho la prestación del valor adeudado a la acreedora, en con-
formidad al tenor de la obligación; ni lo segundo, porque no se ha hecho la oferta
con las formalidades prevenidas en el artículo 1598 y siguientes del Código Civil,
para que valga esta forma de pago; 8º Que entre las diligencias aludidas en el
considerando precedente, aparece de autos que el demandado fue el día cuatro
de octubre citado a casa de la señora Palacios con un empleado de la notaría del
señor Melo Egaña que llevaba una escritura de cancelación del dividendo adeuda-
do para que firmase la dicha señora, pero sin tener dicho empleado en ese acto ni
dinero, ni cheques para verificar el pago correspondiente, según se expresa en el
certificado de fs. 43 vta.; de lo que resulta que dicha diligencia no satisfacía las
formalidades de su objeto; 9º Que tampoco puede reputarse como pago efectivo
de la deuda la consignación de treinta mil pesos, hecha por Lavedan a la orden
del juzgado en el Banco Internacional, porque dicho depósito, si bien representa
un valor comercial, no es moneda corriente ni se ha entregado a la acreedora en
su casa como estaba pactado y ella no tenía obligación de recibir otra cosa que lo
que se le debía, ni aun a pretexto de ser de igual o mayor valor lo ofrecido; 10º
Que, en consecuencia de lo expuesto, don Clemente Lavedan no ha cumplido la
condición de pago que se impuso en la cláusula décima del contrato de compra-
venta de la chacra de Lo Matta en el tiempo y forma convenidos”.1
La Corte de Apelaciones de La Serena establece la misma doctrina en
el siguiente considerando, con el cual desechó el pago del precio que se
hizo con un depósito de dinero a la orden del juez a fin de enervar la
resolución del contrato que, por lo tanto, fue acogida:
“5º Que la alegación hecha por el arrendatario para excusar esta falta de cumpli-
miento de lo pactado, no es atendible, porque si había repugnación o no comparecencia
de parte de la acreedora a recibir el pago, tenía expedita la vía de la consignación, cosa que
no hizo en tiempo y forma; pues el depósito a que se refiere la boleta no puede considerarse
como tal, tanto porque el demandado lo efectuó después que le había sido notificada la
demanda, cuando porque no cumple con las prescripciones del artículo 1600 del Código
Civil, ni fue autorizado por juez competente, a pesar de no haberse hecho en arcas públicas”.2
La Corte de Apelaciones de Concepción, por su parte, en dos ocasio-
nes ha opinado en el mismo sentido. En la primera acogió la resolución
de una compraventa, a pesar de que el comprador consignó el precio a la
orden del juzgado en una boleta de banco, porque consideró
“Que aun cuando el demandante, el mismo día que se le notificó la reconvención
deducida por parte del vendedor, presentó con su escrito de fojas 79 una boleta
de consignación en poder de una tercera persona por la cantidad de seiscientos
pesos, esto no importa el pago efectivo del precio debido, como lo requiere el artículo
antes citado, ni tampoco el pago por consignación; no lo primero, porque no fue hecho al

1 Sentencia 1.269, pág. 970, Gaceta 1894, tomo I.


2 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VI, sec. 2ª, pág. 10.

432
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

acreedor mismo o a otro diputado que pudiera recibir válidamente por él, y no lo segundo
porque para que la consignación sea válida y pueda extinguir la obligación, ha de ser
precedida de oferta y concurrir, además, todas las circunstancias y requisitos exigidos por los
artículos 1600, 1601 y 1602 del Código Civil, cuales son, entre otras, que el deudor
ponga en manos de un ministro de fe una minuta de lo que debe con los intereses
vencidos, si los hubiere, que se extienda acta de la oferta, que se exprese la res-
puesta del acreedor y que se autorice por el juez; circunstancias y requisitos con los
cuales no ha cumplido el demandante”.1
El otro caso en que esta misma Corte estableció esta doctrina fue en el
juicio de Délano con Schwager, en el que se acogió la resolución por con-
siderar que los depósitos de dinero hechos a la orden del juez no importa-
ban ni un pago real ni por consignación. El considerando 11º dice:
“Que los depósitos de dinero hechos antes y después de la demanda, pero des-
pués de ser requerido judicialmente el demandado, no se han puesto a la orden de los
demandantes para pagar lo que se les debía ni han sido ofertas incondicionales de pago,
sino más bien una exposición de los motivos que aquél creía tener para rehusarlo; por lo cual
tales depósitos, como lo reconoce el mismo demandado, no reúnen las circunstancias que
según el artículo 1600 del Código Civil, deben concurrir para que se verifique el pago por
consignación y surta éste todos sus efectos legales”.2
Finalmente la Corte de Apelaciones de Valparaíso se pronuncia en el
mismo sentido cuando dice:
“Considerando: 7º Que doña Margarita del Carmen Jelves ha consignado en segun-
da instancia en el Banco Español de Chile y en el Banco Nacional, a la orden del
juez a quo, según las boletas de depósito de fojas 34 y fojas 43, la suma de $ 5.306,89
en pago de la parte de precio insoluta, según la liquidación por ella presentada a
fojas 35; 8º Que el demandante don Marcos Moncada ha rechazado la liquidación y
el pago, como lo manifiestan sus escritos de fojas 40 y 46; 9º Que, en este evento la
consignación hecha por la señora Jelves no importa pago efectivo de la deuda, por cuanto no se
ha efectuado con las formalidades prescritas en el párrafo 7º, título XIV, libro IV del Código
Civil para el pago por consignación; 10º Que no habiendo la demandada pagado hasta
ahora íntegramente, en el plazo convenido en el contrato de venta, el precio de la
compraventa, procede la acción resolutoria intentada en la demanda”.3
Sin embargo, como hemos dicho, no han faltado algunas sentencias
que han considerado como suficiente para enervar la resolución el depósi-
to del precio en una boleta a la orden del juez, aun cuando ese depósito
se haya hecho a raíz de la negativa del vendedor para recibirlo. La Corte
de Apelaciones de Santiago, por ejemplo, rechazó la demanda de resolu-
ción fundada en que la consignación del precio a la orden del juzgado,
que habían hecho los demandados, manifestaba su voluntad de dar cum-
plimiento al contrato.4

1 Sentencia 1.226, pág. 496, Gaceta 1878.


2 Sentencia 1.915, pág. 92, Gaceta 1888, tomo II.
3 Sentencia 801, pág. 75, Gaceta 1912, tomo II. Véase en el mismo sentido la sentencia

23, pág. 13, Gaceta 1887, tomo I, de la Corte de Apelaciones de Iquique (considerandos 9º
y 10).
4 Sentencia 2.174, pág. 1226, Gaceta 1882.

433
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

Ese mismo tribunal, en el juicio denominado Morgan con Bamfylde,


dice:
“9º Que ya que la actitud del vendedor importaba la resistencia de su parte a entre-
gar el fundo y recibir el precio que intentaba pagarle el comprador, y atendida al
mismo tiempo la necesidad en que éste se encontraba de resguardar sus derechos
amenazados por aquella actitud, cumplió sustancialmente y de buena fe su obliga-
ción al siguiente del día convenido, depositando en un banco a la orden del juez la
cantidad ordenada y poniéndola así real y efectivamente a disposición del vendedor; 10º Que si
bien en el depósito de que se trata, no se cumplieron las exigencias del pago por consignación,
hay que considerar que, atendidos los términos de la escritura de compraventa, ellos por sí solos
no dan razón de una cantidad determinada y líquida que pudiera ser materia de una oferta
para el pago de aquella especie, como se ve de la cláusula respectiva que es como sigue:
‘2º El precio de venta es la suma de $ 210.000, moneda corriente, que se pagará el
día de la entrega del fundo, o sea el 1º de abril venidero en la siguiente forma:
reconociendo el comprador y haciendo suyas dos obligaciones en letras del 7%, de
la Caja de Crédito Hipotecario, por las sumas a que estén reducidas en dicha fecha
y el saldo en dinero. Dichas obligaciones fueron primitivamente por 40.000 y 50.000
pesos, respectivamente’; 11º Que en la ejecución de la sentencia, para los efectos
del pago del precio, corresponderá decretar el libramiento respectivo o las diligen-
cias del caso para determinar el déficit de ese precio, ya sea por los dividendos de
que dan constancia los documentos, u otra causa”.1
Esta sentencia, a nuestro juicio, contiene tres errores: 1º considerar el
depósito del precio en un banco a la orden del juez como un pago real y
efectivo, ya que dice: “poniéndola así real y efectivamente a disposición
del vendedor”; 2º considerar ese mismo depósito como un pago perfecta-
mente válido y capaz de enervar la resolución, y 3º establecer que no es
necesario pagar por consignación cuando el precio o la cantidad objeto
de ella no es determinada o líquida en forma de que pueda ser materia de
una oferta para el pago en esa forma.
El primer error es manifiesto. El pago es la prestación de lo que se
debe, y para que sea válido, dice el artículo 1576 del Código Civil, debe
hacerse al acreedor o a quien sus derechos represente. Lo que constituye
en su esencia el pago es la entrega real y efectiva al acreedor de lo que se
debe en la forma estipulada. En el caso de autos habría habido pago váli-
do si el dinero se hubiera entregado al mismo vendedor. El hecho de
depositarlo a la orden del juez no tiene ese carácter tanto porque no fue
puesto a disposición material del vendedor, ya que no se le entregó, como
porque no se hizo a un representante del mismo, desde que el juez no
tenía su representación ni por mandato suyo ni por el ministerio de la ley.
La Corte de Santiago incurre, pues, en un error cuando dice que ese pago
fue válido, desconociendo así lo preceptuado por los artículos 1568, 1569
y 1576 del Código Civil. Para que ese pago hubiera sido válido habría sido
menester que el vendedor hubiera retirado el dinero del juzgado o lo
hubiera ratificado con arreglo al artículo 1577 del mismo Código; pero,

1 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XI, sec. 2ª, pág. 1.

434
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

según aparece del mismo fallo, esa ratificación no ha existido, por lo que
hay mayor razón todavía para considerarlo nulo.
El segundo error consiste en aceptar que el comprador no solamente
puede enervar la resolución pagando el precio al mismo vendedor o me-
diante un pago por consignación, sino también por un simple depósito a
la orden del juez. El artículo 1598 del Código Civil señala los casos en que
es válido el pago. Según él, sólo lo es cuando se hace al mismo acreedor o
cuando, en su negativa, para recibirlo, se le hace por consignación; fuera
de esos casos, el pago es nulo, como se desprende de ese artículo. Esa
Corte, por lo tanto, al considerar como medio de extinguir la obligación
un simple depósito del precio, ha creado una forma de pago no estableci-
da por la ley, atropellando de este modo la disposición del artículo 1598
del Código Civil.
El tercer error, finalmente, importa una arbitrariedad manifiesta por-
que no hay ninguna disposición legal que diga que el pago sólo puede
hacerse por consignación cuando recae sobre una cantidad líquida y de-
terminada. Por el contrario, del número 5º del artículo 1600 se deduce
claramente que una deuda ilíquida puede ser objeto de ella, desde que
ese número se coloca en el caso de hacer la liquidación de los intereses y
de los demás cargos. De ordinario, lo que ocurre es que siempre debe
hacerse una liquidación de la deuda para pagar por consignación, porque
debiéndose pagar los intereses, éstos sólo se calculan mediante aquélla.
No pugna, pues, con el carácter del pago por consignación la circunstan-
cia de que éste tenga por objeto una cantidad ilíquida o indeterminada.
Por lo demás, la Corte asevera algo inexacto al decir que de los términos
de la escritura no aparecía con precisión el monto de lo debido, puesto
que era muy fácil conocer el saldo adeudado, ya que para ello bastaba
averiguar el valor que el 1º de abril tenían las deudas hipotecarias y restar
esa suma del precio de venta. Era una operación de minutos. El conside-
rando 10º no se justifica, pues, de ninguna manera. En cambio, además de
reconocer que el pago por consignación no se hizo con arreglo a la ley,
viola abiertamente los artículos 1598, 1599 y 1600 del Código Civil.
Rechazamos en todas sus partes la doctrina antes expuesta, porque con-
sideramos que va contra la ley; sin que, a nuestro juicio, pueda justificarse
ni aun por la circunstancia de ser ilíquida la cantidad del precio que se
adeuda. Razones de conveniencia privada no pueden ser ni son suficientes
para infringir los preceptos legales.
Desgraciadamente, ese fallo ha sido seguido de otro, dictado por los
mismos tres señores ministros que firmaban el anterior, que son los señores
J. Ignacio Larraín Z., J. Agustín Rojas y Alfredo Bascuñán Cruz. El caso en
que incidió es el siguiente: se pidió la resolución de un contrato de venta
por falta del pago del precio. Tan pronto como el comprador fue notificado
de la demanda, ofreció el pago al vendedor, pero como éste lo rechazara, lo
depositó en un banco a la orden del juez cuya boleta acompañó al juicio. El
juez del 5º Juzgado Civil de esta ciudad don Filidor Rodríguez, con muy
buenas razones, acogió la demanda por considerar que esa consignación no
era ninguno de los medios de pago aceptados por la ley, desde que, en la

435
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

repugnancia del acreedor para recibirlo, sólo es válido el pago cuando se


hace por consignación, lo que no había sucedido en este caso.
Sin embargo, la Corte de Apelaciones de Santiago, en vez de confir-
mar este fallo, lo revocó por unanimidad, considerando:
3º Que para que el comprador pueda hacer subsistir el contrato, es menester que
se halle establecido o se establezca cuál es el precio adeudado en el momento de
la demanda, lo que no ha sucedido en el caso actual, puesto que los demandantes
en su escrito de fojas ocho se limitan a exponer que se les adeudan dividendos del
precio por más de un año y además sus intereses respectivos, sin indicarse siquiera
las cantidades que ya hubieran recibido por tales motivos; 4º Que dada la indeter-
minación en el monto de la cantidad que cobraban, no era posible a los deman-
dados hacer exactamente el pago de lo que del precio restaban adeudar, dentro
de las veinticuatro horas que le concede con ese objeto el artículo 1879 del Códi-
go Civil, por lo que dentro de ese plazo pidieron que se practicara la liquidación de la deuda
a fin de hacer el pago total de ella y para mientras esa liquidación se hiciera, depositaron en
un banco a la orden judicial y del acreedor la cantidad de $ 4.515, con la cual deseaban
cancelar no sólo los dividendos insolutos a la sazón, sino el precio completo ex-
presándose de este modo en el otrosí de su contestación: “Sírvase señor juez man-
dar liquidar la deuda por secretaría teniendo presente que si de dicha liquidación
resultare mayor suma que la que reza la adjunta boleta estoy llano a completarla”;
6º Que, en consecuencia, y especialmente el hecho de haber el comprador, por
medio de la boleta de depósito, puesto lo adeudado real y efectivamente a disposi-
ción del vendedor, debe entenderse sustancialmente cumplida su obligación, y
por tanto no ha incurrido en mora”.1
Según esta sentencia, para que el comprador pueda enervar la resolu-
ción de un contrato de venta cuyo precio adeudado no consta de la de-
manda ni de los antecedentes acompañados por el vendedor, no necesita
pagar el precio por consignación ni aun en caso de negativa suya para
recibirlo, entendiéndose efectuado el pago por el hecho de consignar una
suma a la orden del juez y pedirle que ordene practicar la liquidación de
la deuda, protestando acompañar el saldo.
A la simple vista se notan los errores legales de semejante doctrina que,
a más de ser los mismos del fallo anterior, consisten: 1º en crear medios de
pago especiales, tales como el de consignar una boleta acompañada de una
petición para que se liquide la deuda; y 2º en declarar que cuando lo adeu-
dado no consta expresamente de la demanda no es necesario pagar por
consignación. La creación de un medio de pago es, como se ha visto, arbi-
trario e ilegal, por lo que nos detendremos nuevamente en este punto.
Lo que sí merece ser refutada es la afirmación que hace la Corte relati-
va a que para que el comprador pueda enervar la resolución, cuando de la
demanda no consta el saldo de precio que se debe, basta que con ese
objeto deposite en un banco a la orden del juez cualquiera cantidad; pues
el pago por consignación sólo procede cuando se trata de una deuda cier-
ta y determinada. Ya vimos que el núm. 5º del artículo 1600 contempla el
caso de que sea necesario hacer una liquidación para poder pagar por

1 Sentencia 17, pág. 59, Gaceta 1913.

436
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

consignación. Por otra parte, nada importa que en la demanda no se diga


a cuanto asciende el precio o la parte de precio que debe el comprador,
porque según el artículo 1873 para pedir la resolución basta acreditar que
se debe una parte del mismo, sin que sea necesario precisar su monto ni el
de los intereses que haya devengado y porque el comprador puede saber
fácilmente cuanto debe, sin necesidad que se lo diga el vendedor, median-
te una sencilla operación aritmética. La resolución de la Corte, como fun-
dada en la equidad y no en la ley, es caprichosa y antojadiza. De ahí que la
rechacemos en absoluto.
Aparte de esos fallos, solamente hay otro más expedido por la Corte de
Apelaciones de Valparaíso que, revocando en esta parte la sentencia de
primera instancia, declaró que era pago suficiente para enervar la resolu-
ción el depósito del precio en una boleta a la orden del juez.1 Esta senten-
cia, como las anteriores, incurre en el error de aceptar como pago válido
un acto que, si dentro de nuestras prácticas comerciales es de uso muy
frecuente y que debiera ser el adoptado por la ley, no es pago legal ni
produce los efectos de tal.
Finalmente en el juicio seguido por doña Carmen Palacios de Varas
contra don Clemente Lavedan hubo dos ministros, los señores Miguel Luis
Valdés y J. Manuel Infante, que disintiendo de la mayoría, aceptaron como
válido el depósito del precio a la orden del juez en una boleta del Banco
Internacional. Dicen así en su voto disidente:
“10º Que, dado el alcance de esa presentación, la cual importaba la resistencia opuesta
judicialmente por la acreedora al pago que intentaba hacerle el deudor, y atendida
al mismo tiempo la necesidad en que éste se encontraba de resguardar sus derechos
amenazados tanto por esa negativa como por la intimación con que fue proveída
por el juzgado, Lavedan cumplió sustancialmente y de buena fe su obligación, dentro del
enunciado plazo de veinticuatro horas y en la única forma en que le era dable
efectuarlo, esto es, depositando en un banco a la orden del juez la suma debida y poniéndola
así real y efectivamente a disposición de la acreedora, en términos que habría bastado a ésta
manifestar su voluntad de aprehenderla para que hubiera llegado a su poder por medio del
correspondiente libramiento; 11º Que esta forma de pago por medio de depósito en los
bancos, fuera de ser la usual y corriente en el curso ordinario de las transacciones y
dentro de la práctica uniforme de los Tribunales, se imponía especialmente en el
caso de que se trata, en que habían resultado infructuosas las gestiones hechas por
el deudor para pagar directamente a la acreedora y obtener de ella la cancelación
de sus obligaciones, en que esta misma circunstancia y el breve plazo acordado por
el juez hacían imposible intentar el pago por consignación con los requisitos y for-
malidades exigidos por la ley para este efecto, y en que la contienda judicial promo-
vida por la misma acreedora, que se había presentado ejerciendo un derecho cuyo
reconocimiento habría sido ruinoso para el vendedor, obligaba a éste a efectuar el
pago también con intervención de la justicia, a cuyo juzgamiento estaba sometido
ese derecho y la apreciación de la mora; 12º Que, por último, aun suponiendo que
la consignación antedicha no pudiera estimarse legalmente como el pago efectivo
de la deuda, esta circunstancia tampoco autorizaría para considerar constituido en
mora al deudor, puesto que de autos consta que Lavedan no sólo se había allanado

1 Sentencia 651, pág. 557, Gaceta 1899, tomo I.

437
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

incondicionalmente a cumplir su obligación con anterioridad al vencimiento, para


lo cual contaba con los medios necesarios, según aparece de los documentos de
fojas 17 y fs. 21, sino que practicó, aun antes de notificársele la presentación de fojas
doce, activas diligencias encaminadas a efectuar directamente el pago, gestiones
que se hicieron infructuosas por hechos independientes de su voluntad y derivados
sólo de la acreedora, los cuales no han podido, por lo tanto, alterar la situación
legal de las partes creando derechos a favor de la segunda y haciendo más gravosa la
condición del primero”.1
Por mucho respeto que nos merezcan las autorizadas opiniones de esos
dos magistrados, no podemos dejar de manifestar que no estamos de acuer-
do con ellos, porque van contra preceptos legales claros y explícitos, desde
que aceptan como válido un pago que no reúne ninguno de los requisitos
exigidos para ser tal y que, por el contrario, desconoce todas las formalida-
des que para hacerlo válidamente exige la ley. Esa forma de pagar, aunque
usual y corriente, no es la legal, pues no es ni pago efectivo ni pago por
consignación; por este motivo no extingue la obligación del comprador ni
mucho menos enerva la resolución. Tal vez tengan razón cuando nuestro
Código se modifique en lo relativo al pago por consignación y se acepte
esa forma de consignar el precio, pero dentro de los actuales preceptos
legales no la tienen.
Podemos decir, por lo tanto, que mientras hay cuatro fallos, dos de
ellos dictados por unos mismos ministros, que aceptan como válido el pago
que se hace consignado el precio en una boleta a la orden del juez, hay
una inmensa mayoría que se pronuncia en el sentido de no aceptarlo como
eficaz para el efecto de enervar la acción resolutoria y según los cuales
sólo producen ese efecto, el pago directo al vendedor o el pago por con-
signación, hecho con arreglo a la ley, en el caso del artículo 1599 del
Código Civil.
Nuestra modesta opinión se adhiere a estos últimos y creemos que la
única forma en que el comprador puede enervar la resolución es pagando
el precio al vendedor directamente o a su diputado para el pago, de modo
que haya una entrega real y efectiva del mismo, o en su negativa para
recibirlo, pagándolo por consignación con arreglo al artículo 1598 y si-
guientes del Código Civil; sin perjuicio de que también produzca ese efec-
to su depósito con autoridad de la justicia en el caso del artículo 1872. El
simple depósito o consignación del dinero en una boleta bancaria a la
orden del juez carece de todo valor, a menos que el vendedor se allane a
recibir el precio retirándolo del juzgado, pues entonces habría un pago
efectivo.
En resumen, nos atrevemos a aconsejar que el comprador que quiere
enervar la acción resolutoria debe proceder, tan pronto como sea notificado
de la demanda de resolución, a pagar el precio al vendedor por consigna-
ción, cumpliendo uno a uno los requisitos señalados en el párrafo 7º, Título
XIV del Libro IV del Código Civil, para cuyo efecto debe presentar la res-

1 Sentencia 1.269 (voto especial), pág. 970, Gaceta 1894, tomo I.

438
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

pectiva solicitud ante el juez de turno en lo civil, en los departamentos en


que no haya Corte de Apelaciones, o en la secretaría de ésta, en aquéllos en
que haya dos o más jueces letrados en lo civil, para que designe el juzgado
que deba conocer de ella, por ser este un asunto que puede convertirse en
contencioso. Si el vendedor rechaza el pago se hará la consignación con
arreglo a los artículos 1601, 1602 y 1603 del Código Civil. Efectuado este
procedimiento, el comprador debe reiterar este pago y hacerlo presente en
la contestación de la demanda. Conviene hacer el pago por consignación
desde un principio, porque no se sabe si el vendedor lo rechazará o no. Lo
más probable será que lo rechace, de modo que si se hace consignando una
boleta a la orden del juez, puede excepcionarse diciendo que ese pago no
es válido y que si no lo ha recibido es porque no se le ofreció.

1688. El depósito del precio efectuado con autoridad de la justicia en al-


gunos de los casos que contempla el inciso segundo del artículo 1872 enerva
la acción resolutoria, porque si la ley faculta al comprador para hacer este
depósito, cuando fuere turbado en la posesión de la cosa comprada o
probare que existe contra ella una acción real de que el vendedor no le
dio noticias antes de perfeccionarse el contrato, es evidente que, asilado
en esa disposición, puede pagar el precio en esa forma.1
Los efectos de ese depósito, según vimos, son dar al comprador un
medio de asegurar el precio para evitar su pérdida y reputarlo pagado. Ese
depósito equivale a un verdadero pago. Una vez efectuado, aquél ha cum-
plido su obligación por lo que puede no incurrir en mora ni pedirse la
resolución de la venta. Si ese depósito equivale a un pago efectivo, que
exime al comprador de toda responsabilidad por su obligación de pagar el
precio, es lógico que si se efectúa durante el juicio de resolución y, en
general, en la oportunidad necesaria para enervarla, produzca los efectos
de un pago real y efectivo o de un pago por consignación y que, como tal,
enerve la acción resolutoria deducida en contra del comprador.
La jurisprudencia es uniforme en este sentido. La Corte de Apelaciones
de Santiago ha declarado en varias ocasiones que el comprador puede ener-
var la acción resolutoria pagando el precio al mismo vendedor o por medio
de un depósito efectuado con autoridad de la justicia, en los casos del inci-
so segundo del artículo 1872. Dice, por ejemplo, en un considerando:
“Que si bien es cierto que la condición resolutoria tácita mencionada en los artícu-
los 1489, 1873 y 1877 del Código Civil, autoriza al vendedor de una cosa para
resolver el contrato de venta, si el precio no es pagado en el tiempo y lugar conve-
nidos, también lo es que la resolución no se produce ipso facto en el evento de
cumplirse dicha condición, sino que es necesario que sea declarada judicialmente
por sentencia de término, pudiendo intertanto el comprador efectuar el pago de sus
obligaciones o el depósito del precio en los casos que establece el inciso segundo del artículo
1872 del mismo Código”.2

1 Véase núm. 1574, pág. 311 de este vol. 1, tomo II.


2 Sentencia 2.871, pág. 300, Gaceta 1889, tomo II; sentencia 4.608, pág. 1322, Gaceta
1890.

439
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

En otro caso, ese mismo tribunal dice:


“3º Que la circunstancia de que en la propiedad vendida pudieran tener derechos
otras personas, además de los vendedores, no exime al comprador de la obligación
que le impone el artículo 1872 del Código Civil, de pagar el precio en el tiempo y
forma estipulados, pues el inciso segundo del mismo artículo autoriza al comprador
para que, llegada esta situación, pueda depositar el precio con autoridad de la justi-
cia, en lugar de entregárselo al vendedor, cuando aquél fuese turbado en la pose-
sión de la cosa o probare que existe contra ella una acción real de que el vendedor
no le haya dado noticia antes de perfeccionarse el contrato; pero no para quedarse
con él en su poder, pues de ese modo se beneficiaría con su propia mora, gozando
de la cosa y reteniendo, al mismo tiempo, el precio, a pesar de estar vencido el
plazo; 4º Que no habiendo el demandado pagado hasta la fecha el precio a la persona desig-
nada en el contrato, ni depositádolo con autoridad de la justicia, suponiendo que hubiera
tenido fundamento legal para no hacerlo personalmente al acreedor, ha faltado a su obligación
principal y procede, en consecuencia, la acción resolutoria entablada en la demanda”.1
Este fallo fue sancionado en todas sus partes por la Corte Suprema.
La Corte de Apelaciones de Talca desechó la demanda de resolución
fundada precisamente en que el comprador durante el juicio efectuó el
depósito del precio con autoridad de la justicia por existir una de las cir-
cunstancias que, según el artículo 1872, lo autorizan.2
La Corte de Apelaciones de Santiago, en el juicio tantas veces menciona-
do de don Eduardo Délano con don Juan North, rechazó la resolución de la
venta del salitral de Lagunas, porque el día en que vencía el plazo convenido
para el pago el comprador depositó el precio adeudado, con autoridad de la
justicia, pues existía una de las causales que, según el artículo 1872, autorizan
ese depósito, con lo cual enervó la resolución que se pedía por el vendedor,
ya que tal depósito importa un pago capaz de extinguir su obligación.3
Podemos decir, por lo tanto, que el depósito del precio hecho con
autoridad de la justicia en algunos de los casos que taxativamente enume-
ra el inciso segundo del artículo 1872 enerva por sí solo la acción resoluto-
ria y equivale a un pago efectivo que extingue la obligación del comprador.
Pero para que surta esos efectos debe hacerse con los requisitos legales y
en los casos que la ley contempla. Fuera de ellos no produce ningún efec-
to ni enerva la resolución solicitada por el vendedor.
El comprador, según esto, puede enervar la acción resolutoria de tres
maneras: 1º pagando el precio real efectivamente al vendedor o a su repre-
sentante o mandatario; 2º pagándolo por consignación, con arreglo a los
artículos 1598 y siguientes del Código Civil, en caso de negativa de aquél
para recibirlo, y 3º depositándolo con autoridad de la justicia, cuando fuere
turbado en la posesión de la cosa o probare que existe contra ella una ac-

1 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XI, sec. 1ª, pág. 522.


2 Sentencia 2.428, pág. 1898, Gaceta 1898, tomo I. Véanse sobre esta misma cuestión:
sentencia 3.603 (considerando 4º), pág. 224, Gaceta 1895, tomo III, y Revista de Derecho y
Jurisprudencia, tomo V, sec. 1ª, pág. 341.
3 Sentencia 2.871, pág. 30, Gaceta 1889, tomo II. Véanse los considerandos pertinentes

en la pág. 409 de este vol. 1, tomo II.

440
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

ción real de que el vendedor no le haya dado noticia antes de perfeccionar-


se el contrato. Toda otra forma de pago no produce ningún efecto.

1689. Para que el comprador enerve la acción resolutoria no necesita pa-


gar durante el curso del juicio todo el saldo del precio adeudado sino
únicamente la parte de precio cuya mora dio derecho al vendedor para
pedir la resolución del contrato. Así, por ejemplo, si se vende un piano en
$ 1.000 cuyo precio se paga con $ 500 al contado y el resto por anualida-
des de $ 100 y el comprador no paga la primera anualidad a su vencimien-
to, por lo que el vendedor pide la resolución del contrato, para que pueda
enervar ésta no necesita pagar los $ 500 que debe sino únicamente los
$ 100 cuya mora dio origen a esa demanda, porque el artículo 1874 no
dice qué parte del precio debe pagar el comprador para enervar la resolu-
ción sino que habla, en general, de que el comprador la puede enervar
pagando el precio, por cuyo motivo debemos recurrir a los principios ge-
nerales que son los de los artículos 1496, 1551 y 1593 del Código Civil.
Según el artículo 1593, cuando la obligación es de pagar a plazos, se
entiende dividida en tantas partes cuantas sean las porciones en que se
haya dividido. Según el artículo 1496, el acreedor no puede exigir el pago
antes del vencimiento del plazo, de modo que el deudor sólo está en mora,
en conformidad al artículo 1551, cuando vence el plazo y no paga. Por lo
tanto, si no paga al vencimiento del primer plazo, la mora sólo existe res-
pecto de esa cuota, que es la única que puede cobrarse, pero no respecto
de las otras, por lo que el vendedor carece de derecho para cobrarlas ya
que el comprador por ese hecho no se encuentra en ninguna de las situa-
ciones en que, según el artículo 1496, puede exigirse la obligación antes
del vencimiento del plazo ni hay disposición alguna que haga exigible
todo el precio por la mora en el pago de una parte de él. Según esto,
pedida la resolución del contrato por la mora en el pago de esa cuota, el
comprador puede enervarla pagando esa cuota únicamente, puesto que
con ese pago desaparece el fundamento de la acción del vendedor.
Efectivamente, el fundamento jurídico de la acción resolutoria, la cau-
sa de pedir del derecho del vendedor es la mora del comprador; mientras
ésta dure, subsisten ese fundamento y esa causa. La mora del comprador
se refiere al atraso en el pago de una cuota y no al de todo el saldo del
precio. Luego esa mora desaparecerá con el pago de esa cuota sin necesi-
dad de que se pague todo el saldo. Desapareciendo ella, desaparece tam-
bién el fundamento o la causa de pedir de la acción del vendedor. Basta,
pues, el pago de la cuota que se debe, sin necesidad de que se pague todo
el saldo del precio adeudado, para que el comprador enerve la acción
resolutoria que se funda en la mora en el pago de una cuota del precio,
sin perjuicio de que si quiere pueda pagarlo totalmente. Tal vez esto será
lo más prudente, desde que una cosa es la doctrina y otra es el criterio, a
veces voluble, de los Tribunales.

1690. En el único caso en que el comprador que desea enervar la acción


resolutoria debe pagar todo el precio y no solamente la cuota atrasada es

441
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

cuando se conviene expresamente en el contrato que el atraso en el pago


de una de las cuotas en que se dividió el precio lo hará exigible en su
totalidad. Si así sucede, la mora en el pago de una cuota hace exigible
todo el precio, por cuya razón el comprador está obligado por ese hecho a
pagarlo totalmente y en la misma forma puede exigirlo el vendedor. Sien-
do exigible en su totalidad, es evidente que la obligación del comprador
se ha convertido en la de pagarlo todo. Luego, para poder enervar la reso-
lución lo debe pagar íntegramente.
Si sólo se paga la cuota atrasada, no desaparece su mora, ya que, desde ese
momento, su obligación consiste en pagarlo todo. No desapareciendo ésta no
puede desaparecer la causa de pedir de la acción del vendedor y, en conse-
cuencia, la resolución no se enerva. Esa causa desaparece mediante el pago
total del precio y sólo así puede enervarse la resolución solicitada.
En el mismo sentido ha fallado esta cuestión la Corte de Apelaciones de
Santiago en el juicio denominado Ibáñez con Ibáñez. Se vendió un fundo con
obligación de pagar el precio de la fecha de la escritura en diez años. Durante
ese tiempo se pagarían anualmente los intereses que devengara, siendo en-
tendido que el atraso en el pago de una anualidad haría exigible el total de la
obligación. Vencido el primer año, no se pagó la primera anualidad de intere-
ses, por lo que el vendedor solicitó la resolución del contrato. A fin de ener-
varla, el comprador depositó a la orden del juez la suma equivalente a esa
primera anualidad de intereses. Pero esa Corte declaró procedente la resolu-
ción porque la circunstancia de haberse depositado un saldo de intereses
después de interpuesta la demanda no eximía de responsabilidad al compra-
dor por la omisión del pago en la época y forma convenidas.1

1691. Por el hecho de la mora, el precio devenga intereses, sean los lega-
les, cuando ninguno se ha estipulado, o los convencionales, en caso con-
trario, sin perjuicio de los que haya podido devengar antes de aquélla,
cuando se pactaron en el contrato.
Por este motivo, el comprador que quiere enervar la resolución se en-
cuentra con que no solamente adeuda el precio sino también sus intere-
ses. La manera de enervarla, como se ha visto, es haciendo desaparecer la
mora del comprador, esto es, extinguiendo la obligación que dio origen a
la demanda resolutoria. De ahí que se debe pagar el precio adeudado
total e íntegramente o la parte del precio cuya mora motivó la resolución.
Según el artículo 1591 del Código Civil, el pago total de la deuda com-
prende el de los intereses e indemnizaciones que se deban y como, según
el inciso primero de ese mismo artículo, el acreedor no está obligado a
recibir por partes lo que se le debe, el vendedor sólo puede extinguir su
obligación y enervar la mora pagando el precio o la parte de precio adeu-
dado con sus respectivos intereses, es decir, los devengados antes y des-

1 Esta sentencia tiene fecha de 30 de diciembre de 1916 y fue publicada en Las Ultimas

Noticias del mes de enero de 1917. Lleva las firmas de los ministros señores Marín, Vergara
Silva y Lagos.

442
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

pués de la mora. Si así no lo hace, el vendedor puede rechazar el pago,


alegando que aún no se ha cubierto toda la deuda, por cuyo motivo no ha
desaparecido totalmente el fundamento de la demanda y resultaría así que
ésta se acogería no obstante haberse pagado el precio.
Por consiguiente, el vendedor que desea enervar la resolución no sólo
debe pagar el precio o la parte de precio adeudado, sino también los inte-
reses devengados antes y después de la mora hasta el día mismo del pago.
Confirma esta opinión el número 5º del artículo 1600 que, al hablar del
pago por consignación, dice que la minuta hecha por el deudor debe indi-
car lo que éste debe, los intereses vencidos, si los hubiere, y los demás car-
gos líquidos, de donde se desprende que habiendo intereses también deben
indicarse en esa minuta, porque si no se indican el pago no se ofrece en su
totalidad y el acreedor estaría autorizado para rechazarlo, oposición que
seguramente acogería el juez que conociera de la consignación.
La Corte de Apelaciones de Valparaíso se ha pronunciado en el mismo
sentido. En el juicio denominado Valencia con Crichton, señalando la ma-
nera de enervar la resolución, dice en el considerando 4º:
“Y no teniendo el vendedor hasta entonces el derecho de invalidar por sí solo lo
pactado sino solamente el de pedir el cumplimiento o la resolución del contrato
con resarcimiento de perjuicios, se sigue que el comprador puede durante el mis-
mo tiempo hacer cesar la causa o fundamento de la demanda pagando el precio convenido
con la indemnización correspondiente”.
Y en el considerando 8º agrega:
“Finalmente, que al contestar la demanda el demandado don Santiago Crichton
depositó a la orden judicial el resto insoluto del precio con los intereses respectivos”.1
Por esta razón desechó la demanda interpuesta por el vendedor.
Este es el motivo por el cual todos los pagos por consignación que se
hacen con el objeto de enervar la acción resolutoria comprenden tanto el
capital como los intereses. Así ha ocurrido en los juicios denominados
Benavente con Benavente 2 y Göhring con Recart.

1692. Tercera consecuencia. Puesto que el contrato de venta no se resuelve


ipso facto por el evento de la mora del comprador sino en virtud de la
sentencia judicial que lo declara resuelto, es evidente que subsiste en tanto
ella no se dicte. Subsistiendo aquél el vendedor puede exigir su cumpli-
miento, ya que las obligaciones que producen tienen todavía vida legal y
pueden ser cumplidas. De ahí que los artículos 1489, 1873 y 1874 digan
expresamente que el vendedor puede pedir o la resolución o el cumpli-
miento del contrato. Esta elección queda a su arbitrio, por lo que es entera-
mente libre de optar entre una y otra, sin perjuicio naturalmente del
derecho del comprador para poder enervar la acción resolutoria.
La circunstancia de que el vendedor tenga esta elección de acciones es,
como se ha visto, una de las pruebas más evidente de que la condición resolu-

1 Sentencia 651, pág. 557, Gaceta 1899, tomo I.


2 Sentencia 712, pág. 1068, Gaceta 1908, tomo I.

443
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

toria tácita no opera de pleno derecho, porque si así fuera, no podría exigirse
ese cumplimiento, ya que no puede ejecutarse un contrato que no existe.
La jurisprudencia de los Tribunales reconoce unánimemente al vende-
dor, en caso de mora del comprador, el derecho de optar entre la resolu-
ción y el cumplimiento del contrato.1
Esta consecuencia que fluye del principio que venimos estudiando cons-
tituye otra diferencia muy importante con la condición resolutoria ordina-
ria, pues mientras en aquélla puede pedirse el cumplimiento del contrato,
éste no puede solicitarse en la condición resolutoria ordinaria, desde que
resuelto aquél de pleno derecho ninguna de las partes ni ambas juntas pue-
den hacerlo vivir ni ejecutar sus obligaciones. Podrían celebrar uno nuevo,
de la misma naturaleza que el anterior, si se quiere, pero cuyos efectos nace-
rían desde este nuevo convenio y no desde el primero. La resolución ipso
jure excluye el derecho de pedir el cumplimiento del contrato.
“Según el artículo 1184 del Código francés, dice Laurent, la parte respec-
to de la cual la obligación no ha sido ejecutada puede optar entre pedir la
resolución del contrato o perseguir su ejecución. El derecho de resolución,
que no es sino una facultad basada en la equidad, no puede dañar el derecho
estricto que el acreedor tiene, en virtud del contrato, para exigir la ejecución
forzada. Es muy diverso lo que ocurre en el caso de la condición resolutoria
expresa (ordinaria). Cuando las partes han estipulado la condición resoluto-
ria, no pueden, una vez cumplida, pedir la ejecución del contrato: desde que
ella se realiza no hay más contrato, es imposible exigir su ejecución. Más toda-
vía, aun cuando las partes estuvieran contestes para mantenerlo, no lo po-
drían hacer porque no pueden validar un contrato que, por su propia voluntad,
se considera como si jamás hubiera existido; ello importaría anular la condi-
ción resolutoria y el efecto que ha producido; ese es un hecho consumado
que ningún poder humano puede borrar. Indudablemente, las partes pueden
convenir, cuando una venta se ha resuelto, que el comprador conserve la
propiedad de la cosa y el vendedor el precio; pero este acuerdo sería una
nueva venta y resultaría de ella una nueva transmisión de la propiedad. Es
una consecuencia lógica de la condición resolutoria expresa que opere de
pleno derecho, de modo que cuando se cumple, se reputa que el vendedor
ha sido siempre propietario y que el comprador no ha tenido jamás ningún
derecho sobre la cosa o, para decirlo más propiamente, no hay ni vendedor ni
comprador, puesto que no ha habido venta. No es, pues, sino en virtud de
una nueva venta que el antiguo comprador llega a ser propietario”.2

1 Sentencia 2.871, pág. 300, Gaceta 1889; sentencia 5.588, pág. 2053, Gaceta 1889; sen-

tencia 4.608, pág. 1322, Gaceta 1890; sentencia 3.997, pág. 511, Gaceta 1895, tomo III; sen-
tencia 2.098, pág. 1617, Gaceta 1898, tomo I; sentencia 651, pág. 557, Gaceta 1899, tomo I;
sentencia 801, pág. 75, Gaceta 1912, tomo II; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XI,
sec. 1ª, pág. 522, y sec. 2ª, pág. 1; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XII, sec. 1ª, pág. 376;
sentencia de la Corte Suprema en el juicio de Göhring con Recart de 11 de enero de 1917.
2 Tomo 17, núm. 136, pág. 151; RICCI, 13, núm. 121, pág. 190; BAUDRY -LACANTINERIE,

Des obligations, II, núm. 921, pág. 113; P LANIOL, II, núm. 1315, pág. 443; FUZIER-HERMAN,
tomo 13, Condition, núm. 734, pág. 173; MARCADÉ, IV, pág. 475.

444
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

1693. Cuarta consecuencia. Como la condición resolutoria tácita no opera


sino en virtud de una sentencia judicial dictada a consecuencia de una
demanda entablada con ese objeto, demanda que no puede deducir sino
la persona en cuyo favor se ha establecido esa acción, es indudable que
sólo ésta puede prevalerse y servirse de la resolución.
La resolución es la sanción que tiene el comprador que no ha cumpli-
do su obligación para que el vendedor pueda, según mejor le parezca,
pedirla o exigir el cumplimiento del contrato. Bien claramente dice el
artículo 1489: “Pero en tal caso podrá el otro contratante pedir a su arbitrio o la
resolución o el cumplimiento del contrato, con indemnización de perjuicios”. Ese
otro contratante es el que ha cumplido su obligación, pues en el inciso
primero se refiere a los efectos que produce la inejecución de lo pactado
por uno de los contratantes, efectos que señala el inciso segundo conce-
diéndole dos derechos. El artículo 1873 dice más claramente todavía que
en caso de mora del comprador el vendedor tendrá derecho para pedir la
resolución o el cumplimiento de la venta.
Nuestro Código, siguiendo la norma que se ha trazado de que la reso-
lución en este caso no opera de pleno derecho sino en virtud de una
sentencia judicial pronunciada a petición de parte, no vaciló en establecer
que este derecho lo tiene únicamente el contratante que ha cumplido sus
obligaciones y de ninguna manera el que las violó. Y, precisamente, se le
dio este derecho para evitar que el otro pudiera, por su sola voluntad,
dejar sin efecto el contrato. De este modo, quien determinará si éste sub-
siste o no será el contratante que lo cumplió, según sea que pida su cum-
plimiento o su resolución.
He aquí una nueva diferencia con la resolución emanada de la condi-
ción ordinaria que puede ser invocada por todos los contratantes y aun
por terceros, porque proviene de la voluntad de las partes y tampoco está
establecida en beneficio del que cumple el contrato. Como opera de ple-
no derecho, cualquier interesado puede prevalerse de ella. En cambio,
como la condición resolutoria tácita necesita ser demandada judicialmen-
te y sólo puede ser pedida por aquél a cuyo favor se ha establecido, no
puede invocarse sino por él y de ningún modo por la otra parte.
“La resolución fundada en el pacto comisorio tácito (condición resolu-
toria tácita) está subordinada a la voluntad de la parte respecto de la cual
no se ha cumplido la obligación, dice Baudry-Lacantinerie; sólo esa parte
puede pedirla, siendo libre, si lo prefiere, para renunciarla y pedir el cum-
plimiento del contrato. Nada parecido ocurre con la condición resolutoria
expresa (ordinaria); su cumplimiento depende de la realización del acon-
tecimiento que ha sido previsto por los contratantes; tan pronto como
aquél se ha verificado, el contrato se resuelve de pleno derecho y todo
interesado puede prevalerse de la resolución”.1
Y Laurent, por su parte, añade: “La condición resolutoria tácita exige
una acción judicial, en tanto que la ordinaria opera de pleno derecho. De

1 Des obligations, II, núm. 930, pág. 120.

445
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

allí nace la cuestión de saber quién puede prevalerse de la resolución,


según que ella resulte de un fallo o de la ley. La sola enunciación del
problema basta para resolverlo. Puesto que la condición resolutoria tácita
no opera sino por una acción judicial, la consecuencia es que sólo aquel que
tiene el derecho de ejercerla puede prevalerse de la resolución. Es la parte respecto
de la cual el compromiso no ha sido ejecutado, la única que tiene derecho
de pedirla, a menos que prefiera pedir la ejecución; solamente ella apro-
vecha de la resolución pronunciada por el juez desde que la sentencia no
tiene efecto sino entre los litigantes. No ocurre lo mismo con la condición
resolutoria ordinaria. Como opera de pleno derecho, el contrato se resuel-
ve como si jamás hubiera existido desde el momento en que se cumple la
condición; en consecuencia, ese contrato no produce ningún efecto ni a
favor ni en contra de nadie, y los terceros también pueden prevalerse de la
resolución”.1
Finalmente, Planiol dice: “La acción resolutoria establecida por el artícu-
lo 1184 sólo la tiene la parte que está dispuesta a ejecutar su obligación o
que ya la ha ejecutado. La otra no tiene el derecho de hacer resolver el
contrato. Cuando se trata de una condición resolutoria ordinaria, una vez
que se produce la resolución, cada parte puede prevalerse de ella, porque
entonces la resolución tiene una causa fortuita, en tanto que, cuando ésta
opera en virtud del pacto comisorio, su causa es imputable a la culpa de una
de las partes. Es, pues, muy natural que la parte culpable sufra la resolución
por la voluntad de la otra y que no pueda pedirla”.2

1694. Quinta consecuencia. Siendo la resolución de la venta un beneficio


establecido a favor del vendedor, es lógico que sea indemnizado de los
perjuicios que con ella sufre, ya que si se ve obligado a solicitarla es preci-
samente a causa de la culpa del comprador. De ahí que los artículos 1489 y
1873 dispongan expresamente que el vendedor tiene derecho a la indem-
nización de perjuicios, sea que pida la resolución o el cumplimiento del
contrato. Estos perjuicios se deben, según el artículo 1557 del Código Ci-
vil, desde la mora del deudor y consisten en el lucro cesante y en el daño
emergente. Su determinación es una cuestión de hecho que queda al arbi-
trio del juez.
“La parte que pide la resolución del contrato, dice Baudry-Lacantine-
rie, tiene el derecho de reclamar indemnización de perjuicios. En efecto,
la resolución puede, cuando más, reponer al demandante en la situación
que tenía antes del contrato, pero esto no basta; tiene derecho también a
la reparación del perjuicio que le causa la inejecución del contrato, puesto
que sufre ese perjuicio por culpa de la otra parte. Obtendrá esta repara-
ción bajo la forma de daños y perjuicios”.3

1 Tomo 17, núm. 142, pág. 157.


2 Tomo II, núm. 1314, pág. 443.
3 Des obligations, II, núm. 928, pág. 118; LAURENT, 17, núm. 155, pág. 170; HUC, VII, núm.

278, pág. 374.

446
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

“La resolución del contrato, dice Planiol, no basta para satisfacer al


demandante. Recuperando o guardando lo que constituía el objeto de su
obligación, obtendrá a menudo menos que lo que le hubiera dado la eje-
cución efectiva del contrato, de la que esperaba un beneficio. Para com-
pensar el perjuicio que experimenta por ese provecho no obtenido puede
pedir indemnización de perjuicios, que será determinada por el juez”.1
En cuanto al monto de los perjuicios, será regulado por el juez. Su
regulación puede hacerse en el mismo juicio cuando en él se ha litigado
sobre su especie y monto,2 o en otro diverso, en caso contrario, para cuyo
efecto se reservará al vendedor su derecho a ellos.3 En el primer caso el
juez puede fijar su monto en la sentencia definitiva, a menos que los reser-
ve para determinarlos en la ejecución de la misma4 o en un incidente
posterior,5 oyendo en ambos casos el informe de un perito.
Este derecho del vendedor para exigir indemnización de perjuicios
cuando se produce la resolución a causa de la condición resolutoria tácita
constituye la última diferencia que existe entre esta resolución y la que
proviene de la condición resolutoria ordinaria, pues mientras el vendedor
tiene derecho a los perjuicios en el primer caso, en el segundo ninguno
de los contratantes tiene derecho a ellos. La razón es porque cuando la
resolución arranca de los artículos 1489 y 1873 se basa en la mora del
comprador, es decir, se trata de una inejecución culpable, en tanto que
cuando es el efecto de una condición resolutoria ordinaria no proviene de
la culpa o hecho de ninguno de los contratantes sino simplemente de un
acontecimiento previsto y creado por ellos para que, en su evento, se resol-
viera el contrato. No puede haber indemnización de perjuicios en donde
nadie se perjudica y en donde la resolución no es imputable a la culpa de
ninguna de las partes.
“La resolución que proviene de una condición resolutoria ordinaria,
dice Huc, no puede dar jamás derecho a indemnización de perjuicios,
porque se produce en virtud de la voluntad común de las partes y es ade-
más una ley del contrato”.6
“La resolución que proviene de una condición resolutoria ordinaria,
agrega Baudry-Lacantinerie, no puede dar nunca derecho a indemniza-
ción de perjuicios en provecho de aquélla de las partes a quien perjudica,
pues es una ley del contrato; no puede ser imputada a culpa de ninguna

1 Tomo II, núm. 1317, pág. 444.


2 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VI, sec. 1ª, pág. 86.
3 Sentencia 1.226, pág. 496, Gaceta 1878; sentencia 1.765, pág. 1236, Gaceta 1880; sen-

tencia 1.033, pág. 597, Gaceta 1882; sentencia 2.422, pág. 1451, Gaceta 1885; sentencia 1.915,
pág. 92, Gaceta 1888; sentencia 1.517, pág. 1617, Gaceta 1903, tomo I; sentencia 1.059,
pág. 620, Gaceta 1909, tomo II; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo V, sec. 1ª, pág. 468;
tomo XI, sec. 1ª, pág. 354; sec. 1ª, pág. 522; tomo XII, sec. 1ª, pág. 143.
4 Sentencia 1.096, pág. 764, Gaceta 1910, tomo II.
5 Sentencia 136, pág. 69, Gaceta 1886; sentencia 1.448, pág. 497, Gaceta 1904, tomo II.
6 Tomo VII, núm. 278, pág. 375.

447
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

de ellas, desde que se produce en virtud de su voluntad común. Por el


contrario, la resolución que proviene del artículo 1184 puede ser acompa-
ñada de una indemnización de perjuicios”.1
Por la misma razón, si ambas partes, de común acuerdo, dejan sin efec-
to el contrato, ninguna tiene derecho tampoco para cobrar a la otra in-
demnización de perjuicios, desde que éstos se deben únicamente en caso
de infracción del contrato por alguno de los contratantes y aquí la resolu-
ción no proviene de una infracción imputable a alguno de ellos sino de su
acuerdo mutuo. Varias sentencias han declarado igualmente que si la ven-
ta se deja sin efecto de común acuerdo ni el vendedor ni el comprador
pueden exigir perjuicios.2

1695. Dos cuestiones muy interesantes se suscitan con ocasión de la in-


demnización de perjuicios a que tiene derecho el vendedor. Son las que se
refieren a saber: 1º si para que éste pueda pedir la resolución del contrato
debe solicitar al mismo tiempo la indemnización de perjuicios, de tal modo
que el juez no pueda acoger o desechar aquélla sin acoger o desechar
éstos, o si puede pedir la resolución únicamente sin necesidad de pedir los
perjuicios, de manera que el juez pueda acogerla sin dar lugar a éstos, y 2º
si puede pedir la indemnización de perjuicios sin pedir la resolución del
contrato.
Respecto al primer punto, es indudable que el vendedor puede pedir
la resolución únicamente sin exigir también los perjuicios y, por lo tanto,
puede darse lugar a la resolución del contrato sin condenar al comprador
a indemnizarlos, porque si se deben al que los ha experimentado es claro
que si el vendedor no los solicita es porque no los ha sufrido. Para que el
vendedor tenga derecho a los perjuicios es menester que los pida y que
pruebe su existencia, es decir, haberlos sufrido. En caso contrario, no tie-
ne derecho a ellos.
Si aceptáramos la doctrina de que no puede pedirse la resolución del
contrato sin que, a la vez, se pida indemnización de perjuicios llegaríamos
al absurdo inevitable de que si el vendedor no solicita ambas cosas conjun-
tamente o si no prueba la existencia de aquéllos no tiene derecho para
pedir esa resolución. Los artículos 1489 y 1873 no dicen eso. Si bien dan a
la indemnización de perjuicios el carácter de consecuencia de la resolu-
ción, no debe olvidarse que solo proceden cuando el vendedor los haya
experimentado y cuando pruebe su monto y existencia, ya que para que
un juez reconozca un derecho debe acreditarse su efectividad y existencia.
Creemos, por esto, que el vendedor puede pedir la resolución sin necesi-
dad de pedir la indemnización de perjuicios y que el juez puede acoger
aquélla y desechar éstos, sea por falta de prueba o por no haberlos sufrido
el vendedor.

1 Des obligations, II, núm. 930, pág. 120.


2 Sentencia 166, pág. 128, Gaceta 1884; sentencia 3.407, pág. 2144, Gaceta 1886.

448
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

La doctrina y la jurisprudencia francesas reconocen igualmente que el


vendedor sólo tiene derecho a los perjuicios cuando los ha experimentado
pero no cuando no los ha sufrido, sin que por esto pierda su derecho para
pedir la resolución del contrato.1
Nuestros Tribunales han establecido la misma doctrina acogiendo la
resolución del contrato sin indemnización de perjuicios cuando el vende-
dor no los ha probado o no los ha experimentado.2

1696. En cambio, el vendedor no puede pedir la indemnización de perjui-


cios solamente sin solicitar, al mismo tiempo, la resolución porque siendo
aquélla la consecuencia de la resolución, es indudable que si ésta no se
produce tampoco pueden existir perjuicios, pues entonces quiere decir
que no ha habido infracción por parte del comprador que es el funda-
mento de la resolución y de los perjuicios.
La resolución del contrato es un antecedente previo para pedir la in-
demnización de perjuicios tanto porque éstos son una consecuencia de aqué-
lla como porque el derecho para pedirlos es un accesorio de la acción
resolutoria y como sabemos lo accesorio no puede existir sin lo principal.
De ahí que si no se pide la resolución del contrato no se pueda pedir esa
indemnización basada en la infracción de las obligaciones del comprador.
En el mismo sentido se ha pronunciado la Corte de Apelaciones de
Valparaíso en el siguiente considerando:
“5º Que si bien en los contratos bilaterales va envuelta la condición resolutoria de
no cumplirse por uno de los contratantes lo pactado, y puede el otro contratante
pedir a su arbitrio la resolución o el cumplimiento del contrato, con indemniza-
ción de perjuicios, la acción de perjuicios es accesoria de las de resolución o cumplimiento
del contrato y por lo tanto no procede sino cuando se deduce juntamente con cualquiera de
las otras dos”.
Por esta razón desechó la demanda en que se pedía únicamente la
indemnización de los perjuicios causados por la infracción de un contrato
de venta cometida por el vendedor.3 La misma doctrina sustenta la Corte
de Apelaciones de Santiago.4
Sin embargo, la Corte de Valparaíso, en otra ocasión, declaró que el
contratante cumplidor del contrato podía optar entre pedir la resolución
o el cumplimiento del contrato y la indemnización de perjuicios.5 Es de
advertir que la Corte no funda su opinión, que consideramos abiertamen-
te contraria a la verdadera doctrina legal, pues el contratante que cumple

1 BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 560, pág. 591; LAURENT, 24, núm. 357, pág. 345;

GUILLOUARD, II, núm. 620, pág. 187; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núms. 2144 y 2146,
pág. 918.
2 Sentencia 3.687 (considerando 6º), pág. 533, Gaceta 1894, tomo III; sentencia 2.098,

pág. 1617, Gaceta 1898, tomo I; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IX, sec. 1ª, pág. 272.
3 Sentencia 748, pág. 693, Gaceta 1900, tomo I.
4 Sentencia 169, pág. 136, Gaceta 1884.
5 Sentencia 3.687, pág. 533, Gaceta 1894, tomo III.

449
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

el contrato no tiene derecho de opción entre la resolución o el cumpli-


miento de aquél y la indemnización de perjuicios sino entre la resolución
y el cumplimiento del contrato, no siendo el derecho a la indemnización
sino un accesorio de esas dos acciones que no puede existir sin ellas.
El único caso en que puede litigarse sobre los perjuicios únicamente es
cuando, habiéndose pedido éstos y la resolución del contrato, el demanda-
do aceptare la resolución, porque entonces las partes estarían de acuerdo
sobre uno de los hechos del juicio lo que haría innecesaria una discusión
sobre el particular. Pero aun en este caso es menester que el vendedor pida
en su demanda tanto la resolución como la indemnización de perjuicios.1
Todo lo expuesto en este párrafo y en el anterior se aplica igualmente
a la acción de cumplimiento del contrato por ser ambas de la misma natu-
raleza y estar regidas por unos mismos principios.

1697. Resumiendo todas las ideas expresadas anteriormente, podemos se-


ñalar diferencias muy notables entre la condición resolutoria ordinaria y
la condición resolutoria tácita o subentendida en los contratos bilaterales.
Esas diferencias son, aparte de que la primera arranca siempre de una
estipulación expresa de las partes, en tanto que la segunda se subentiende
en todo contrato bilateral sin necesidad de estipularse, las siguientes:
1º La condición resolutoria ordinaria opera de pleno derecho sin necesi-
dad de sentencia judicial desde el instante mismo en que ocurre el hecho
que la constituye; la condición resolutoria tácita, por el contrario, no opera
de pleno derecho sino en virtud de la sentencia judicial que declara resuel-
to el contrato, por lo que éste subsiste en todo su vigor hasta ese momento.
2º La primera, por eso, no necesita solicitarse judicialmente; la segun-
da debe ser pedida por la vía judicial necesariamente, porque debiendo
concederla el juez, que no puede obrar sino a petición de parte, sus facul-
tades deben ponerse en movimiento mediante una demanda.
3º Como consecuencia de lo anterior se desprende que una vez opera-
da la resolución a virtud de la condición resolutoria ordinaria, no puede
enervarse, es decir no puede evitarse la destrucción del contrato; mientras
que la resolución derivada de la condición resolutoria tácita, como produ-
cida por la sentencia del juez, puede ser enervada, esto es, evitarse, cum-
pliendo el comprador sus obligaciones antes del fallo.
4º Cuando la resolución se opera en virtud de la condición resolutoria
ordinaria, el contrato se resuelve indefectiblemente, por lo que ninguno
de los contratantes puede exigir su cumplimiento. En cambio, cuando pro-
viene de la condición resolutoria tácita, el contratante que lo ha cumplido
puede exigir su cumplimiento ya que esta condición, una vez cumplida,
no produce, por sí misma, la resolución del contrato, como en el caso de
la condición ordinaria, sino que se limita a dar a ese contratante el dere-
cho de pedir o la resolución o el cumplimiento.

1Véase la sentencia 1.059, pág. 620, Gaceta 1909, tomo II, en que se presentó el caso
que ahora estudiamos.

450
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

5º La resolución que se opera a consecuencia de una condición resolu-


toria ordinaria puede ser invocada por cualquiera de los contratantes y
aun por los terceros, es decir, cualquiera persona puede prevalerse de ella.
La que proviene de la condición resolutoria tácita no puede ser invocada
sino por aquel de los contratantes respecto del cual no se ha cumplido la
obligación, es decir, sólo puede prevalerse de ella el contratante que cum-
plió el contrato.
6º En la resolución proveniente de la condición resolutoria ordinaria
no hay nunca derecho a exigir indemnización de perjuicios. Este derecho,
por el contrario, existe siempre en la resolución que proviene de la condi-
ción resolutoria tácita.
Los frutos a que tiene derecho el vendedor en caso de que se revuelva
el contrato por falta del pago del precio no constituyen una diferencia
con la resolución derivada de la condición resolutoria ordinaria, sino una
excepción. En efecto, según el artículo 1488 del Código Civil, los frutos
percibidos en el tiempo intermedio no se deben una vez cumplida la con-
dición, salvo que la ley disponga lo contrario. Precisamente en el caso de
la resolución de la venta, es el artículo 1875 el que dispone esta restitución
por lo que él es una de las excepciones a que alude el artículo 1488.

1698. Antes de terminar el estudio de la resolución de la venta por falta


del pago del precio, debemos decir algo sobre la cláusula que puede esti-
pularse en el contrato de venta relativa a que no se transferirá el dominio
de la cosa vendida sino en virtud de la paga del precio y que no es otra
cosa que una condición resolutoria tácita.
El artículo 1874 dice: “La cláusula de no transferirse el dominio sino en
virtud de la paga del precio, no producirá otro efecto que el de la demanda alternati-
va enunciada en el artículo precedente; y pagando el comprador el precio, subsisti-
rán en todo caso las enajenaciones que hubiere hecho de la cosa o los derechos que
hubiere constituido sobre ellas en el tiempo intermedio”.
Para poder explicar el alcance de este artículo, debe tenerse presente
el artículo 680 que dice: “La tradición puede transferir el dominio bajo condi-
ción suspensiva o resolutoria, con tal que se exprese. Verificada la entrega por el
vendedor, se transfiere el dominio de la cosa vendida, aunque no se haya pagado el
precio, a menos que el vendedor se haya reservado el dominio hasta el pago, o hasta
el cumplimiento de una condición”.
A primera vista parece que entre ambos existiera una gran contradic-
ción. En efecto, el artículo 680 establece que una vez entregada la cosa
vendida, su dominio se transferirá siempre, aunque no se pague el precio,
a menos que el vendedor se lo haya reservado hasta el pago, es decir, si se
estipula que aquél no se transferirá sino una vez pagado el precio, el com-
prador es acreedor bajo condición suspensiva y solamente cuando lo pa-
gue adquirirá su dominio. El artículo 1874 dice, por el contrario, que si se
estipula que el dominio no se transfiera sino pagando el precio, esa estipula-
ción que, en el caso del artículo 680, impide la transferencia del dominio,
en el del artículo 1874 da al vendedor el derecho de pedir el cumplimien-
to o la resolución del contrato, esto es, da a esa cláusula el valor de una

451
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

condición resolutoria, de modo que a pesar de ella el comprador adquiere


el dominio de la cosa.
Esta cláusula, según el artículo 680, encierra, por lo tanto, una condi-
ción suspensiva y, según el artículo 1874, una condición resolutoria. Según
el primero, cuando se estipula, el comprador no se hace dueño de la cosa
sino pagando el precio; y según el artículo 1874, aunque se estipule, ad-
quiere el dominio, no obstante la falta de pago del mismo.
Pero ¿es cierto que ambos artículos se hacen fuego como pudiera creerse
a simple vista? ¿Es verdad que uno está en contraposición con el otro?
Creemos que no, y que, por el contrario, los dos se complementan y se
modifican.
Para darnos cuenta de la razón de esta información, que pudiera apa-
recer precipitada, conviene recordar los precedentes históricos de esas dis-
posiciones.
Hemos dicho más arriba que para que entre los romanos se transfirie-
ra el dominio de la cosa vendida era menester, además de la tradición, el
pago del precio, por lo que el comprador lo adquiría cuando efectuaba
ese pago; a menos que el vendedor siguiera la fe del comprador, esto es,
que le diera un plazo para el pago o se lo asegurara con una caución u
otra garantía, pues entonces se transfería desde el momento de la entrega.
Esta era la regla romana consagrada por la ley de las Doce Tablas, por la
ley 19, título I del libro 18 del Digesto y por el párrafo 41 del título “De la
división de las cosas” de las Institutas de Justiniano.
La ley 46, título V de la Partida V reprodujo exactamente ese principio,
por cuyo motivo, cuando se redactó nuestro Código, todavía dominaba el
principio romano de que en la venta no era la tradición la que transfería
el dominio sino el pago del precio.
El señor Bello, inspirado en esas ideas, consagró esa doctrina en el
artículo 821 del Proyecto de 1853 en estos términos: “En la venta, además,
de lo dicho, no se transfiere el dominio mientras no se paga el precio, a
menos que se asegure su pago a satisfacción del vendedor, o se venda a
plazo”. Era la ley de Partidas redactada con mayor precisión. A su vez, el
artículo 2052 de ese Proyecto decía: “La cláusula de no transferirse el do-
minio sino en virtud de la paga del precio, no producirá otro efecto que el
de dicha demanda alternativa; y pagando el comprador el precio, subsisti-
rán las enajenaciones que se hubieren hecho de la cosa, o los derechos
que se hubieren constituido sobre ella, en el tiempo intermedio”.
En el Proyecto de Código Civil se establecían, pues, dos casos: a) la
regla general, según la cual, el dominio no se transfería sino pagando el
precio y que establecía una condición suspensiva que se subentendía siem-
pre en toda venta, y b) la excepción, según la cual cuando se estipulaba
expresamente que el dominio no se transfería sino pagando el precio, esa
estipulación ya no producía los efectos del artículo 821 sino los de una
condición resolutoria tácita. En el Proyecto, ambos artículos consignaban
dos casos muy diversos. Si no se estipulaba nada al respecto, el dominio no
se transfería sino una vez pagado el precio. Si se estipulaba esa cláusula, el
dominio se adquiría en el acto bajo condición resolutoria. En una palabra,

452
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

la estipulación expresa de una condición suspensiva la transformaba en


resolutoria.
La razón de esta diferencia entre ambos casos no puede ser otra que la
lucha entre dos principios opuestos que impidió al señor Bello desenvol-
verse libremente dentro de uno de ellos. La regla romana, en efecto, iba
contra la regla general del Proyecto según la cual por la tradición se trans-
fería el dominio en todo caso, no obstante cualquiera reserva, desde que
la inscripción en los inmuebles daba ese dominio por el solo hecho de
efectuarse. El artículo 821 no podía tener aplicación en esos bienes y a fin
de evitar su derogación en la práctica y su contradicción con los demás
preceptos del Proyecto se facultó a las partes para modificar el alcance de
esa regla con solo el hecho de estipularla. Así se conciliaban dos princi-
pios opuestos, que luchaban, uno, el romano, por subsistir y el otro, el del
Proyecto, por expulsarlo. El artículo 2052 no pude tener otra explicación.
El Código mantuvo el artículo 2052, con el número 1874; pero varió el
alcance del artículo 821, que es el actual 680, en el sentido de establecer
como regla general que el dominio de la cosa vendida se transfiere, una
vez hecha la entrega, aunque no se pague el precio, o sea, el principio
inverso al del Derecho romano y al consignado en el Proyecto. Al mismo
tiempo estableció que ese dominio se transfería por el pago del precio
sólo cuando el vendedor se lo reservara hasta el pago.
En buenas cuentas, se adoptó una regla absolutamente contraria a la
establecida por el Proyecto. Mientras éste sentaba como regla general que
la entrega de la cosa vendida no transfería el dominio sino por el pago del
precio, salvo que el vendedor le diera un plazo al comprador, en cuyo caso
se transfería en el acto, el Código estableció que la entrega de la cosa
transfiere el dominio, aunque no se pague el precio, salvo que el vendedor se lo
reserve hasta su pago. Es decir, se estableció, como regla general, la excep-
ción del Proyecto y como excepción la regla general del mismo.
El objeto perseguido con esa modificación fue armonizar el artículo 680
con el resto de las disposiciones del Código, especialmente con las de la
compraventa, que disponen que el vendedor debe entregar la cosa y como
la entrega se realiza por la tradición, resulta que ante todo debe hacerse
tradición de la cosa, a fin de cumplir su obligación, por lo que el dominio se
transfiere necesariamente aunque no se pague el precio. De ahí que el ar-
tículo 680 diga que “verificada la entrega por el vendedor se transfiere el dominio de
la cosa vendida, aunque no se haya pagado el precio”. De este modo, la regla de
ese artículo, en vez de pugnar con la de los demás preceptos del Código,
como sucedía en el Proyecto, se armoniza perfectamente.
Pero el Código, a fin de no ir demasiado lejos en la reforma, facultó
siempre al vendedor para reservarse ese dominio hasta el pago del precio,
olvidando que el artículo 1874 sentaba una regla contraria a ese precepto
y que si este artículo tenía un objetivo dentro del Proyecto, cual era poner
de acuerdo la regla del artículo 821 con el resto de aquél, mediante una
estipulación expresa de ella, ya no lo tenía con la invocación introducida
en el artículo 680. El mantenimiento del antedicho artículo 1874 iba a
anular la excepción que contenía el 680.

453
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

A consecuencia de esta evolución, han llegado hasta nosotros dos precep-


tos que, aunque antagónicos en su objeto, son armónicos en su aplicación.
Según ellos, el alcance de esa cláusula es el siguiente. El dominio de
la cosa vendida se transfiere por su entrega, aunque no se pague el pre-
cio, sin necesidad de que así se estipule, de modo que el comprador se
hará dueño de ella desde que se le entregue mediante la tradición, aun
cuando no pague aquél. Si el vendedor estipula que se reserva el domi-
nio de la cosa hasta el pago, o sea, que éste no se transferirá sino pagan-
do el precio, no debiera transferirse por la entrega, según el artículo
680. Pero entonces el artículo 1874 sale al paso y dice: No, señor; usted
sienta una regla general, pero yo reglamento el caso especial y señalo
expresamente los efectos de esa estipulación, por lo que prevalezco so-
bre usted. Los efectos de esa cláusula en la venta no son los que usted
señala, sino los que yo indico, o sea, dar al vendedor el derecho de pedir
la resolución o el cumplimiento del contrato si el comprador no paga el
precio.
De esta manera la reserva del artículo 680, en vez de ser una condición
suspensiva, ha pasado a ser una condición resolutoria. En buenas cuentas,
el artículo 680 no hace sino permitir estipular esa cláusula; pero sus efec-
tos se reglan por el artículo 1874. Y no podría ser de otro modo, porque si
aceptara que en caso de estipularse no se transfiere el dominio, se llegaría
al absurdo de que la tradición no siempre lo transfiere a pesar de ser el
tradente dueño de la cosa, lo cual pugnaría con los principios que reglan
la tradición en nuestro Código y según los cuales ésta transfiere el domi-
nio aunque no se pague el precio.
No hay, pues, contradicción entre ambos artículos. El artículo 1874 mo-
difica al 680, señalando los únicos efectos que esa cláusula puede producir
en el contrato de venta. De ahí que aunque ella se estipule en este contrato,
el comprador siempre adquirirá el dominio de la cosa desde el día de la
entrega y el vendedor no tendrá más derechos que los del artículo 1873, sin
que pueda sostener que es dueño de la cosa. De ahí también que si el com-
prador no le paga el precio, no pueda reivindicarla, sino simplemente de-
mandar la resolución del contrato y como consecuencia de esa resolución,
podrá pedir su devolución. Esa cláusula o reserva no tiene en el hecho nin-
guna importancia y por eso no vale la pena estipularla.
Los efectos de esa cláusula son, en consecuencia, los de una condición
resolutoria y no los de una condición suspensiva. El comprador adquiere
el dominio desde la entrega, el contrato se reputa puro y simple y sólo si
no paga el precio podrá el vendedor pedir o su cumplimiento o su resolu-
ción, pero como éste no opera de pleno derecho sino por la sentencia del
juez, lo faculta para que pague el precio y haga así subsistir el contrato y
las enajenaciones que de la cosa se hubieren hecho y los derechos reales
en ella constituidos. Las enajenaciones o derechos que se consolidan son
los de las personas que adquirieron la cosa o que los constituyeron de
mala fe, porque los de la que estaban de buena fe no se destruyen en
ningún caso, no obstante la resolución, según los artículos 1490 y 1491,
por lo que no necesitan consolidarse.

454
DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

No faltan, sin embargo, quienes crean que esa cláusula es una verdadera
condición suspensiva. Para ello se fundan en que así lo dispone el artículo 680
y en que el artículo 1874, al facultar al comprador para que pague el precio,
lo hace con el objeto de evitar que falle esa condición, o sea, para obtener
que ésta se cumpla, pues entonces el comprador adquiere el dominio y puede
consolidar todos los derechos que constituyó con relación a la cosa.
Un fallo de nuestros Tribunales se pronuncia en ese sentido. Se vendió
un piano con reserva de dominio hasta que se pagara el precio, esto es, con
la cláusula del artículo 1874. Como aquél no se pagara el vendedor entabló
demanda reivindicatoria contra el actual poseedor del piano, pues el com-
prador lo había enajenado a un tercero. La Corte de Apelaciones de Santia-
go acogió la demanda, teniendo presente:
“1º Que el vendedor se reservó en la escritura de venta, a pesar de la entrega hecha
a la compradora, el dominio del piano de que se trata hasta que se hiciese el pago
total del precio convenido, haciendo uso del derecho que le confiere el artículo 680
del Código Civil; y 2º Que el dueño de una cosa singular mueble puede reivindicar-
la siempre que dicha cosa no se encuentre en el caso previsto en el inciso segundo
del artículo 1890 de dicho Código, en que no se halla el mencionado piano”.1
El error en que incurrió la Corte, a nuestro juicio, fue no tomar en
cuenta el artículo 1874, pues si lo hubiera hecho habría tenido que racio-
cinar así: el vendedor pactó esa reserva, pero ella, según el artículo 1874,
sólo le da dos derechos, pedir la resolución o el cumplimiento del contra-
to si no se le paga el precio. Aquí no se le ha pagado, pero como no
ejercita ni uno ni otro, sino únicamente la acción reivindicatoria contra
un tercero y como la acción resolutoria va contra el comprador, porque es
personal, y sólo después de declarada la resolución hay acción contra ter-
ceros y en el presente caso se ha demandado a un tercero que no intervi-
no en el contrato, la demanda es improcedente, sin perjuicio de los
derechos que, como vendedor no pagado, le correspondan.
Como se ve, hay una gran diferencia entre dar a esa cláusula el carác-
ter de condición suspensiva o el de condición resolutoria.
Por nuestra parte, creemos que es de la segunda especie, pues según el
artículo 1874 nacen de ella los derechos propios a esa condición. En con-
secuencia, si se estipula, a falta de pago del precio, el vendedor sólo podrá
pedir éste o la resolución de la venta; pero en ningún caso ejercitar la
acción reivindicatoria, ya que no es dueño de la cosa. La facultad que se
otorga al comprador de pagar el precio no tiene por objeto que se cumpla
la condición suspensiva sino, por la inversa, evitar que se cumpla la resolu-
toria, o sea, enervar la resolución del contrato, porque si ese artículo da al
vendedor el derecho de pedir aquélla y al mismo tiempo establece que si
se paga el precio subsisten tales o cuales derechos que emanan del com-
prador, es porque con ello quiere que se destruya la acción del vendedor,
ya que sólo así se consolidan esos derechos, como consecuencia de la con-
solidación del derecho del comprador. Y no puede ser otro el alcance de

1 Sentencia 1.393, pág. 948, Gaceta 1886.

455
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA

ese artículo, puesto que el derecho del vendedor a la resolución nace cuan-
do el comprador se constituye en mora de pagar, y si esa fuera una condi-
ción suspensiva, como ésta opera de pleno derecho, resultaría que al no
pagarse el precio habría fallado la condición ipso jure, el contrato habría
desaparecido y el comprador no habría adquirido el dominio, sin que pu-
diera evitar esos efectos por un pago tardío, ya que el cumplimiento ipso
jure de una condición no puede ser detenido. En cambio, en la condición
resolutoria tácita el comprador puede pagar después de la mora y como la
facultad de pagar que le confiere el artículo 1874 nace, como se ha dicho,
después de la mora, ya que sólo entonces nace el derecho del vendedor
para pedir la resolución del contrato, es claro que si esa cláusula es una
condición de esta especie, el comprador puede pagar el precio.
En consecuencia, si ese artículo encierra una condición suspensiva con-
sagra una disposición inútil e inaplicable; si encierra una condición reso-
lutoria crea un derecho utilísimo y susceptible de evitar muchos daños.
Luego, debe dársele el último carácter ya que no es posible que una dispo-
sición legal no produzca efecto alguno. Ese es, por lo demás, el alcance
que resulta no sólo de su tenor literal, sino de su concordancia con los
demás preceptos legales.
En diversas ocasiones los Tribunales han interpretado este artículo en
esa forma, aun cuando esa interpretación no ha sido el objeto directo de
la cuestión debatida.1
“El artículo 680, dice mi apreciado y distinguido ex profesor don Héctor
Claro Salas, se ha referido expresamente al contrato de compraventa para
decir que ‘verificada la entrega por el vendedor, se transfiere el dominio de la cosa
vendida, aunque no se haya pagado el precio, a menos que el vendedor se haya reserva-
do el dominio hasta el pago, o hasta el cumplimiento de una condición’, con lo que
pudiera entenderse que la falta de pago del precio fuera o pudiera ser una
condición suspensiva de la tradición de dicho dominio. Sin embargo, esa cláu-
sula expresada en el contrato de compraventa, por disposición expresa de la
ley, que en esta materia ha innovado en la disposición de la legislación ante-
rior a nuestro Código Civil, no produce tal efecto, sino el de una condición
resolutoria. El artículo 1874 al tratar especialmente de este punto en el con-
trato de compraventa, dice: ‘La cláusula de no transferirse el dominio sino en virtud
de la paga del precio, no producirá otro efecto que el de la demanda alternativa enuncia-
da en el artículo precedente; y pagando el comprador el precio, subsistirán en todo caso
las enajenaciones que hubiere hecho de la cosa o los derechos que hubiere constituido
sobre ella en el tiempo intermedio’. La demanda alternativa a que se alude consiste
en que el vendedor, cuando no se le paga el precio, puede pedir ese precio
forzadamente por ejecución contra el deudor, o la resolución de la venta; la
tradición efectuada por el vendedor habría existido así, a pesar de esa cláusu-
la, aunque solamente importaría una tradición con condición resolutoria”.2

1 Sentencia 2.871, pág. 300, Gaceta 1889; sentencia 4.608, pág. 1322, Gaceta 1890; sen-

tencia 3.997, pág. 511, Gaceta 1895, tomo III; sentencia 651, pág. 557, Gaceta 1899, tomo I;
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XI, sec. 2ª, pág. 1.
2 Elementos de Derecho Civil, I, núm. 311, pág. 168.

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DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR

En resumen, podemos decir que la cláusula de no transferirse el domi-


nio sino en virtud de la paga del precio a que se refiere el artículo 1874 y
que, según el artículo 680, cuando se estipula expresamente tiene por obje-
to no transferir el dominio de la cosa vendida, aunque ésta se entregue, no
produce más efectos en el contrato de venta que dar al vendedor, cuando el
comprador incurre en mora de pagar el precio, el derecho de pedir éste o
la resolución del contrato, es decir, importa una condición resolutoria y no
una condición suspensiva, sin perjuicio del derecho del comprador para
pagar el precio una vez pedida la resolución y enervarla de este modo.
Según esto, esa estipulación no quiere decir que si no se paga el precio no
se transfiere el dominio, ya que éste se transferirá, aun sin ese pago, por el
hecho de la tradición, sino únicamente que si aquél, no se paga se resolverá el
contrato. En consecuencia, el artículo 680 debe entenderse modificado por el
artículo 1874 y cada vez que se estipule esa cláusula en el contrato de venta no
deben buscarse sus efectos en el primero sino en el segundo, que es el que los
señala y reglamenta cuando ella se pacta en ese contrato, ya que el artículo
680, como dijimos, se limita únicamente a permitir su estipulación. Siendo
una verdadera condición resolutoria tácita, puesto que sus efectos son los del
artículo 1873, que es el que reglamenta esa condición en el contrato de venta,
le son aplicables todas las reglas anteriormente expuestas sobre esa condición,
sin que en ningún caso importe un pacto comisorio.

4º LA RESOLUCION PROVENIENTE DEL PACTO COMISORIO

1699. Los tratados de Lógica dicen de ordinario que no es conveniente defi-


nir una cosa, porque las definiciones, las más de las veces, son incompletas.
Esa recomendación puede ser exacta, pero el hecho es que siempre conviene
definir la institución de que se trata o el asunto que se estudia a fin de fijar las
ideas de un modo más estable. De ahí que desde los primeros tiempos del
Derecho, los jurisconsultos se hayan afanado en definir lo que se entiende
por pacto comisorio, que es la materia que ahora nos corresponde estudiar.
Para los romanos este pacto era aquél por el cual se estipulaba que la
venta se resolvería de pleno derecho si el comprador no pagaba el precio
en el plazo convenido.1 La misma definición daba la ley 38, título V de la
Partida V. Si esta definición encuadraba muy bien con la naturaleza del
pacto comisorio en el Derecho romano, en el que este pacto sólo produ-
cía sus efectos en virtud de estipulación expresa, ya que en esa legislación
no se conocía la condición resolutoria tácita del artículo 1489, hay que
reconocer que no se amolda perfectamente con lo que en nuestro Código
se entiende por pacto comisorio.
Ya hemos visto que el contrato de venta está afecto siempre a la condi-
ción resolutoria subentendida en todo contrato bilateral, sin perjuicio de

1 Digesto,libro XVIII, título III, ley 4; ORTOLAN, II, pág. 348; C UQ, II, pág. 419; S ERAFINI,
II, pág. 182; RUBEN DE COUDER, II, pág. 195; MAYNZ, II, pág. 374.

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