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1 Por lo que hace a la procedencia de la acción resolutoria en las ventas cuyo precio
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voluntad de las partes. Por lo tanto, debiera estar sujeta a las mismas reglas
de toda condición resolutoria. Sin embargo no es así. Es por esto que hay
conveniencia en estudiar, ante todo, el aspecto jurídico y la manera como
opera la condición resolutoria ordinaria para determinar, en seguida, el
verdadero alcance que por su parte tiene la condición resolutoria tácita.
1671. Según el artículo 1479 del Código Civil la condición se llama resoluto-
ria cuando por su cumplimiento se extingue un derecho. Antes que la
condición se cumpla, el contrato se reputa puro y simple y produce todos
sus efectos, porque pendente conditione no es la eficacia o existencia de la
obligación la que está afectada con ella, sino su extinción. La condición
resolutoria, a la inversa de la suspensiva, no tiene en suspenso la ejecución
del acto o contrato o el nacimiento de un derecho. El acto celebrado bajo
tal condición nace puro y simple desde su celebración y sólo cuando se
cumpla se retrotraerán las cosas a su estado anterior.
Si nos detenemos en el análisis de la condición resolutoria veremos
que en el fondo es una verdadera condición suspensiva. Tomemos un ejem-
plo del contrato de venta para explicarnos. Cuando se vende una cosa y se
queda debiendo parte del precio, la venta se reputa celebrada bajo una
condición resolutoria por lo que hace al comprador, ya que si éste no paga
el precio en la época convenida, el contrato se resolverá, extinguiéndose
su derecho a la cosa. Esta vuelve a manos del vendedor, quien ha tenido
en suspenso la adquisición del derecho a ella, puesto que la cosa sería
para él cuando, por cumplirse la condición, saliera de poder del compra-
dor. De modo que mientras el derecho del comprador se extingue bajo
condición resolutoria, el del vendedor nace bajo condición suspensiva. Pue-
de decirse, por lo tanto, que así como el contrato se considera celebrado
bajo condición resolutoria por lo que hace a la situación del vendedor
para con el comprador, ese mismo contrato se reputa celebrado bajo con-
dición suspensiva por lo que se refiere a la situación del comprador hacia
el vendedor, quien asume el carácter de un acreedor condicional de con-
dición suspensiva, que consiste en que el comprador no pague el precio.
Este es un deudor de la cosa bajo igual condición, pues realizada ésta debe
restituirla al vendedor.
Por eso Baudry-Lacantinerie dice: “y se va al fondo de las cosas, nos
convenceremos fácilmente que no existe sino una especie de condición, la
condición suspensiva; sólo que ella pone en suspenso, ya sea el nacimiento
de la obligación, ya sea su resolución. Lo que el Código Civil llama una obliga-
ción bajo condición resolutoria no es, en realidad, según la expresión de
los jurisconsultos romanos, sino una obligación pura y simple cuya resolu-
ción depende de una condición suspensiva”.1
“Erit pura emptio quoe sub conditione resolvitur”, decía Ulpiano.2 Efectiva-
mente, los romanos no conocieron la condición resolutoria como la con-
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cebimos nosotros. Explicando este punto dice Ihering: “La condición sus-
pensiva es la única especie de condiciones que conoce el derecho antiguo;
la resolutoria es de origen muy reciente”. Y en una nota agrega: “Ella cho-
ca singularmente con el principio de la simplicidad del acto jurídico, por-
que en su estado originario no era más que una obligación accesoria unida
al acto principal, obligación que tendía a la restitución bajo una condición
suspensiva”.1
Por su parte, Laurent agrega: “Es cierto que la condición resolutoria
no suspende la existencia de la obligación, pues ella existe y produce to-
dos sus efectos como si fuera pura y simple y en realidad, lo es así; no hay,
pues, nada de incierto, nada que esté en suspenso en lo que respecta a la
existencia de la obligación; por lo tanto, no es condicional. ¿Qué es lo que
hay de incierto en una obligación bajo condición resolutoria? Es su resolu-
ción; pues se resolverá si la condición se cumple y no se resolverá, en caso
contrario. Hay también algo incierto, algo en suspenso en la obligación
bajo condición resolutoria y es la resolución de la obligación. Desde que la
resolución depende de un acontecimiento futuro e incierto, debemos acep-
tar que está en suspenso. Esto importa decir que la condición resolutoria
es, en realidad, una condición suspensiva. No hay en definitiva, sino una
condición, la suspensiva, que suspende tanto la existencia de la obligación
como su resolución. Llegamos así a la conclusión que no hay dos obliga-
ciones condicionales, sino una sola y es la que se contrae bajo condición
suspensiva; cuando se pacta bajo condición resolutoria, no es condicional,
sino pura y simple y sólo la resolución es lo condicional. Los autores del
Código hicieron mal en distinguir dos obligaciones condicionales, habría
sido mejor que se hubiera dicho que la condición suspende, sea la existen-
cia de la obligación, sea su resolución”.2
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manda judicial desde que la resolución no se hace por la justicia sino por
la ley del contrato?”1
Huc agrega: “Cuando la condición resolutoria expresa se cumple, ope-
ra de pleno derecho, sin que sea necesario recurrir a la justicia. Por consi-
guiente, si se suscitan dificultades acerca de si la condición se ha cumplido
realmente, los jueces no tendrán sino que verificar ese hecho para consta-
tarlo, si hay lugar a ello, pero no podrán pronunciar la resolución que resulta de
la cláusula resolutoria misma”.2
Esta condición resolutoria que opera de pleno derecho es la condición
resolutoria ordinaria, como contrapuesta a la condición resolutoria tácita o
subentendida. La resolución que produce se denomina resolución contractual,
pues arranca su origen de la voluntad de las partes, en oposición a la que
deriva de la condición resolutoria tácita, que se llama resolución judicial.
Pertenecen a esta especie de condición: el pacto de retracto, el pacto
de retroventa, el pactum displicentiae y, en general, todas las condiciones
resolutorias derivadas de la voluntad de las partes, con tal que no sean las
de los artículos 1489, 1826, 1873, 1877 y 1879 del Código Civil.
1 Tomo 17, núm. 115, pág. 130; BAUDRY -LACANTINERIE, Des obligations, II, núm. 883,
pág. 81; P LANIOL, II, núm. 1303, pág. 440; MARCADÉ, IV, pág. 475; TROPLONG, I, núm. 61,
pág. 69; URRUTIA , Explicaciones de Código Civil segundo año, pág. 61.
2 HUC, VII, núm. 265, pág. 353; FUZIER-HERMAN, tomo 13, Condition, núm. 710, pág. 171.
3 FUZIER-HERMAN , tomo 13, Condition, núms. 710 y 711, pág. 171; BAUDRY -LACANTINE -
RIE, Des obligations, II, núm. 884, pág. 81; LAURENT, 17, núm. 114, pág. 129, y núm. 130,
pág. 147; MARCADÉ, IV, pág. 475.
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persona que tenga la cosa en su poder sin que tampoco sea necesario una
sentencia judicial que declare la resolución.1
“Como la condición resolutoria opera de pleno derecho, dice Laurent,
desde el momento en que se cumple el contrato se resuelve como si jamás
hubiera existido; en consecuencia, este contrato no puede producir efecto
alguno ni en provecho de nadie ni contra nadie. Los terceros pueden
servirse de ella. Así, por ejemplo, si la cosa era poseída por un tercero,
podría rechazar la acción reivindicatoria que se intentara contra él por el
propietario cuyo derecho se ha extinguido por la condición resolutoria”.2
La resolución, según esto, puede oponerse por cualquiera de las partes
a cualquiera de ellas que invoque el contrato. Si el vendedor, en el ejem-
plo propuesto, una vez cumplida la condición, quisiera cobrar la parte de
precio que el comprador quedó adeudando, éste se excepcionaría con la
resolución del contrato. A la inversa, si el comprador pretendiera exigir la
entrega de la cosa, en el supuesto de que no se le hubiere entregado, el
vendedor le opondría igualmente esa resolución. Puede también invocar-
se directamente contra los terceros a quienes el deudor haya transferido la
cosa, sin necesidad de demandar la resolución del contrato al deudor mis-
mo ni de hacer pronunciar esa resolución por una sentencia judicial, puesto
que esta condición opera ipso jure.3
1 B AUDRY-L ACANTINERIE, Des obligations, II, núm. 885, pág. 81, y núm. 937, pág. 124;
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dio publicado en la Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VIII, sec. Derecho, pág. 184,
núm. 13.
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1 Véanse estos argumentos en las sentencias 2.871, pág. 300, Gaceta 1889, tomo II; sen-
tencia 4.608, pág. 1322, Gaceta 1890; sentencia 3.997, pág. 511, Gaceta 1895, tomo III; sen-
tencia 651, pág. 557, Gaceta 1899, tomo I; sentencia 801, pág. 75, Gaceta 1912, tomo II;
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XI, sec. 2ª, pág. 1; tomo XII, sec. 1ª, pág. 376, cuyos
considerandos se copian en la página 401 y siguientes de este vol. 1, tomo II.
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5º Que esta diferencia resulta claramente de los términos mismos que la ley emplea
en el artículo 1489, al hablar de la condición resolutoria tácita, después de haber
fijado en los artículos 1479 y 1487 los efectos de la condición resolutoria ordinaria;
tratándose de la primera no dice ya que el derecho se extingue por el cumplimiento de la
condición sino que el otro contratante, o sea el que no ha infringido el contrato, puede pedir a
su arbitrio su resolución o su cumplimiento; y como la facultad de pedir el cumplimiento del
contrato sería inconciliable con la idea de su extinción por el simple evento de la condición, ya
que no es posible exigir el cumplimiento de un contrato que ha dejado de tener existencia legal;
y como, por otra parte, la resolución ha de pedirse judicialmente, se sigue que en el caso del
artículo 1489, la resolución no se verifica sino por la sentencia que dé lugar a ella en virtud de
la demanda en que se reclame y después de haberse observado los trámites correspondientes;
6º Que el artículo 1873 del Código Civil no hace sino reproducir, respecto del
contrato de compraventa, la disposición del artículo 1489, y por lo tanto, es aplica-
ble al contrato de compraventa, cuya resolución se solicita en el presente juicio, lo
dispuesto en el considerando anterior relativamente a la condición resolutoria
tácita del artículo 1489”.1
Nuestros Tribunales han declarado en diversas ocasiones que para que
el contrato de compraventa se resuelva, en el caso del artículo 1873, es
menester una sentencia judicial que pronuncie la resolución.
La Corte de Apelaciones de Santiago ha dicho:
“1º Que si bien es cierto que la condición resolutoria tácita mencionada en los
artículos 1489, 1873 y 1877 del Código Civil autoriza al vendedor de una cosa para
resolver el contrato de venta, si el precio no es pagado en el lugar y tiempo conveni-
dos, también lo es que la resolución no se produce ipso facto en el evento de cumplirse dicha
condición, sino que es necesario que sea declarada judicialmente por sentencia de término;
2º Que esta teoría legal sobre la condición resolutoria tácita subentendida en los
contratos bilaterales, se halla sancionada en los artículos 1489 y 1873, los cuales
confieren al vendedor sólo un derecho alternativo para poder pedir o el cumpli-
miento del contrato, o su resolución, en el caso de que no se pague el precio de la
venta en el tiempo convenido; y aun elegida la resolución, el pago del precio deja
subsistentes, en todo caso, las enajenaciones que el comprador hubiera hecho de
la cosa o los derechos que hubiere constituido sobre ella en el tiempo intermedio,
como lo expresa el artículo 1874; y por lo tanto, es inconciliable este derecho alternativo
que puede versar sobre el cumplimiento del contrato con la resolución que se produjera ipso
facto, sin necesidad de declaración jurídica, en la cual deben apreciarse la acción deducida,
las circunstancias de la mora o aquellas que pueden no haberla originado”.2
En el fallo dictado por esa misma Corte en el juicio seguido por don
Luis Ferrando, contra doña Josefa Reyes además de esos considerandos, se
lee el siguiente:
“4º Que la doctrina a que se refieren los dos considerandos precedentes, se halla
corroborada con lo dispuesto en los artículos 1877 y siguiente del Código Civil,
relativos al pacto comisorio, los cuales establecen que el comprador tiene el dere-
cho de oponerse a la resolución de la venta, pagando el precio adeudado dentro
de las veinticuatro horas siguientes a la notificación de la demanda resolutoria, y
si ese derecho es indisputable en el caso de que expresamente se estipule que se
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resolverá la venta ipso facto, por no hacerse el pago en el plazo prefijado, es evidente
que cuando tal estipulación no existe, con mayor razón no puede producirse esa resolución
ipso facto y que es necesario esperar la sentencia judicial que la declare producida”.1
La misma doctrina está consignada en los considerandos 25, 26 y 27 de
la sentencia dictada por la Corte de Apelaciones de Iquique en el juicio
que siguió don Agustín Orriols contra don Matías Granja.2
La Corte de Apelaciones de Valparaíso, por su parte, en el juicio deno-
minado Valencia con Crichton dice:
“2º Que la condición resolutoria que da origen a la acción intentada en la demanda
no produce ipso facto la resolución de la venta, por cuanto las partes contratantes no
manifestaron expresamente en el contrato su voluntad de concederle tal efecto;
siendo, en consecuencia, necesario que se declare previamente en juicio contradictorio por sen-
tencia de término la concurrencia del hecho o circunstancia constitutiva de dicha condición”.3
Por último, la Corte Suprema ha consagrado también la misma doctrina
en el juicio denominado Díaz con Alonso, cuando dice en un considerando:
“Que la condición resolutoria tácita subentendida en los contratos bilaterales, se-
gún la regla general que estatuye el artículo 1489 y en los de compraventa, según
la especial que prescribe el artículo 1873, no se produce de facto en el evento de
cumplirse la condición, sino que es de rigor que sea judicialmente declarada.” 4
Y últimamente en el fallo dictado en el juicio seguido por don Manuel
Jesús Benavente contra don Víctor Benavente, uno de cuyos consideran-
dos dice:
“ya que sus efectos (los de la condición tácita), no habiendo estipulación expresa
de los contratantes, no se producen ipso facto, sino en virtud de la sentencia judicial
respectiva”.5
Este fallo incidió en un recurso de casación en el fondo que se inter-
puso contra una sentencia de la Corte de Apelaciones de Talca que esta-
blecía el mismo principio, por lo que fue desechado.6
1679. Del principio anteriormente expuesto relativo a que la resolución
proveniente de la condición resolutoria tácita sólo tiene lugar en virtud de
sentencia judicial se deducen importantes consecuencias, a saber:
1º Para que el contrato se resuelva es menester que el vendedor pida
la resolución al juez para cuyo efecto debe entablar una demanda de
resolución;
2º Como el contrato no se resuelve sino una vez pronunciada la sen-
tencia de resolución, el comprador puede pagar el precio hasta ese mismo
momento, enervando así la acción resolutoria;
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1 B AUDRY-L ACANTINERIE, Des obligations, II, núm. 923, pág. 115; LAURENT, 17, núm. 129,
pág. 146.
2 Sentencia 2.871, pág. 300, Gaceta 1889, tomo II; sentencia 4.608, pág. 1322, Gaceta
1890; sentencia 3.997, pág. 511, Gaceta 1895, tomo III; sentencia 651, pág. 557, Gaceta 1899,
tomo I; sentencia 801, pág. 75, Gaceta 1912, tomo II.
3 BAUDRY -LACANTINERIE, Des obligations, II, núm. 923, pág. 115; De la vente, núm. 574,
pág. 580; LAURENT, 17, núm. 132, pág. 148; tomo 24, núm. 341, pág. 327; HUC, VII, núm.
271, pág. 365; X, núm. 167, pág. 230; GUILLOUARD, II, núm. 582, pág. 184; PLANIOL, II, núm.
1312, pág. 442; FUZIER-HERMAN, tomo 13, Condition, núm. 767, pág. 174; DELVINCOURT, II,
pág. 133.
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1 Véanse a este respecto: sentencia 2.871, pág. 300, Gaceta 1889; sentencia 4.608,
pág. 1322, Gaceta 1890; sentencia 1.269, pág. 970, Gaceta 1894, tomo I; sentencia 3.997,
pág. 511, Gaceta 1895, tomo III; sentencia 651, pág. 557, Gaceta 1899, tomo I; sentencia
801, pág. 75, Gaceta 1912, tomo II.
2 Des obligations, II, núm. 927, pág. 118; De la vente, núm. 550, pág. 582.
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se en el mismo sentido: FUZIER-HERMAN, tomo 13, Condition, núm. 769, pág. 175; tomo 36,
Vente, núm. 2095, pág. 916; GUILLOUARD, II, núm. 582, pág. 124; AUBRY ET RAU, V, pág. 153;
P OTHIER, Des obligations, II, núm. 672, pág. 368; TROPLONG, II, núm. 664, pág. 136.
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tener para efectuar ese pago, y sin que, como consecuencia también, quede sujeto necesaria-
mente a la resolución del contrato;
9º Que dado lo expuesto, la acción de resolución que ahora se intenta, debe considerarse
limitada en sus efectos, por el derecho que al comprador da esa estipulación tácita a que se
hace mérito, y que como se ha dicho anteriormente es mayor que la expresa misma; por lo
tanto, más amplio el plazo, que no puede ser otro que el de la secuela misma del juicio;
10º Que lo expuesto se encuentra corroborado con lo que dispone el artículo 1874
del mismo Código, el cual prescribe que en el caso de no pagarse el precio conveni-
do, cuando se ha estipulado que sin esa circunstancia no se transfiera el dominio, el
vendedor, no obstante esto, no tiene más derecho que el de la demanda alternativa
que confiere ese artículo, esto es, de exigir el precio o la resolución de la venta, y si
el comprador paga el precio, subsisten las enajenaciones que hubiere hecho de la
cosa o los gravámenes que hubiere constituido sobre ella en el tiempo intermedio.
El derecho del vendedor a la demanda alternativa nace después de la falta al cumplimiento del
contrato por parte del comprador, y si a éste, el expresado artículo otorga la facultad de pagar el
precio, es para que pueda hacerlo antes de la sentencia de término;
11º Que, en consecuencia, y habiendo el comprador llevado a cabo, como ya se ha
dicho las diversas diligencias tendientes a pagar el precio de que se trata y pudien-
do, además, según queda establecido, pagarlo durante el juicio mismo, no puede considerarse
que ha habido mora de su parte acerca de este particular”.
A esos considerandos, que son los de la sentencia de primera instancia,
que la Corte reprodujo, ésta agregó el siguiente:
“12º Que ya que la actitud del vendedor importaba la resistencia por su parte a
entregar el fundo y recibir el precio que intentaba pagarle el comprador, y atendi-
da al mismo tiempo la necesidad en que éste se encontraba de resguardar sus
derechos amenazados por aquella actitud, cumplió sustancialmente y de buena fe
su obligación al siguiente del día convenido, depositando en un Banco a la orden
del juez la cantidad ordenada y poniéndola así real y efectivamente a disposición
del vendedor”.1
Esta Corte desechó otra demanda resolutoria porque el comprador
pagó el precio al contestar la demanda, a virtud de estos considerandos:
“2º Que atendida la ambigüedad u oscuridad de la cláusula aludida, no puede
considerarse constituido en mora de pagar el precio al comprador que ajustó su
procedimiento a una de las interpretaciones a que ella se prestaba, mucho menos
habiendo manifestado, como lo hicieron los demandados al día siguiente de la notificación
de la demanda, que estaban dispuestos a aceptar y cumplir lo que a este respecto se resolviese
en definitiva;… 5º Que la consignación efectuada por los demandados de la parte
insoluta del precio, manifiesta su voluntad de dar cumplimiento al contrato”.2
En otra ocasión esa misma Corte desechó la resolución de un contrato
de arrendamiento, porque durante el juicio el arrendatario pagó las ren-
tas vencidas.3
La Corte de Apelaciones de Iquique en el famoso juicio seguido por
don Agustín Orriols contra don Matías Granja rechazó la demanda de
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estipulación expresa de los contratantes, no se producen ipso facto sino en virtud de sentencia
judicial respectiva, pudiendo pagar válidamente mientras ese fallo no se produzca”.1
No era la primera vez que el más alto Tribunal de la República opinaba
así. En el juicio denominado Morales con Montel, esa Corte tuvo principal-
mente en cuenta para desechar el recurso de casación en el fondo deducido
contra un fallo de la Corte de Apelaciones de Santiago que no acogió una
demanda de resolución de un contrato de venta, basada en que el vendedor
no había saneado la cosa vendida, el hecho de que éste hubiera cumplido
su obligación durante el curso del juicio, antes de dictarse sentencia. El
considerando respectivo de la Corte de Apelaciones decía:
“4º Que Montel en el curso de este juicio y antes de dictarse sentencia, hizo cons-
tar con el certificado acompañado que ya había obtenido el alzamiento de los
gravámenes que pesaban sobre las propiedades vendidas”.
Y la Corte Suprema dijo:
“Que tampoco ha infringido la indicada sentencia, el artículo 1489 ni el artículo
1713 del Código Civil, puesto que ya se ha demostrado que Montel no estaba
legalmente constituido en mora a la fecha en que se interpuso en su contra la
demanda resolutoria y puesto que, según aparece de los autos, el gravamen que motivaba
el juicio había sido totalmente cancelado antes de dictarse en él sentencia definitiva, antece-
dentes que por sí solo justifican la resolución de la Corte de Apelaciones y ahorran de entrar
en otro orden de consideraciones al respecto”.2
Varias son también las sentencias que han acogido la resolución de
contratos de venta, porque el comprador no pagó el precio durante el
curso del juicio.
La Corte de Apelaciones de Santiago en el juicio denominado Mathieu
con Gotelli acogió la resolución de un contrato de venta, porque el compra-
dor no pagó el precio durante la secuela del juicio, de donde resulta que si
lo hubiera pagado la acción se habría enervado. Dice en el considerando 4º:
“Que no habiendo el demandado pagado hasta la fecha el precio a la persona desig-
nada en el contrato, ni depositádolo con autorización de la justicia, suponiendo
que hubiere tenido fundamento legal para no hacerlo personalmente a su acree-
dor, ha faltado a su obligación principal, y procede, en consecuencia, la acción resolutoria
entablada en la demanda”.
Este fallo fue sancionado por la Corte Suprema.3
La misma doctrina, y en un caso análogo, se desprende del fallo pro-
nunciado por esa Corte en el juicio Valdés con Urzúa, en cuyo consideran-
do 5º se dice:
1 Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XII, sec. 1ª, pág. 376. La misma doctrina se
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“Que el demandado no ha establecido el pago del precio insoluto dentro del plazo;
y por el contrario, confiesa que no lo ha verificado aún”.
Recurrida esta sentencia de casación en el fondo, este recurso fue des-
echado por considerar el Tribunal de Casación
“que, estando en mora el comprador, el vendedor ha tenido derecho de pedir reso-
lución del contrato y por lo tanto, en vez de estar infringidos los artículos 1551 y
1873 del Código Civil, la sentencia recurrida se conforma a ellos”.1
Recientemente la Corte de Apelaciones de Santiago en el juicio de
Ibáñez con Ibáñez ha aplicado los mismos principios, acogiendo la resolu-
ción de un contrato de venta, porque el precio no se consignó por el
comprador durante el curso del juicio. Los considerandos pertinentes son
del tenor siguiente:
“1º Que en los contratos bilaterales va envuelta la condición resolutoria de no
cumplirse por uno de los contratantes lo pactado, en cuyo caso podrá el otro
contratante pedir, a su arbitrio, o la resolución o el cumplimiento del contrato,
con indemnización de perjuicios; 2º Que en ejercicio de este derecho ha pedido
la parte demandante la resolución del contrato de venta, a virtud de no haberse
pagado el precio convenido por la parte demandada;… 5º Que, por lo demás, los
antecedentes manifiestan y comprueban el hecho sostenido por el demandante
que el demandado no ha pagado el precio de los fundos ‘Higuera’ y ‘Tunal’; y el
hecho de haberse depositado sólo un saldo de intereses después de interpuesta la
demanda, no exime de responsabilidad a dicho demandado, por la omisión del
pago en la época y forma convenidas”.2
En el juicio de Valenzuela con Sanfuentes, esa misma Corte acogió la
demanda de resolución por cuanto el comprador no pagó el precio du-
rante el curso del juicio, después de ser requerido para ello, de donde se
desprende que si lo hubiera pagado se habría enervado la acción. Este
fallo fue sancionado por la Corte Suprema.3
La Corte de Apelaciones de Valparaíso acogió, por idénticas razones,
la demanda resolutoria de un contrato de venta, de donde se deduce,
como en el caso precedente, que si el precio se hubiera pagado durante el
juicio, la demanda habría sido rechazada.4
Finalmente, otras sentencias, yendo aun más lejos, han declarado que
el comprador, para evitar la resolución, puede pagar, según una, dentro
de tercero día, y según la otra, dentro de las veinticuatro horas siguientes
a la notificación del cúmplase, bajo apercibimiento de resolverse el contra-
to, en caso contrario.5
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1682. Sin embargo no faltan algunos que crean que en el caso de los
artículos 1489 y 1873 del Código Civil el contrato no se resuelve por la
sentencia del juez sino por la mora del comprador en pagar el precio, sea
que ésta se produzca por el vencimiento del plazo señalado para efectuar
ese pago o por la interposición de la demanda de resolución.
Para ello se fundan en las siguientes razones: 1º Esta condición, como
toda condición resolutoria, opera de pleno derecho, porque los principios
de los artículos 1479 y 1487 que señalan ese efecto no han sido modificados
por el artículo 1489; 2º el artículo 1874 no se refiere a la manera de enervar
la condición resolutoria sino que regla los efectos que produce una condi-
ción suspensiva una vez cumplida; y 3º al establecer el artículo 1879 que, en
el caso que contempla, el comprador tiene un plazo para pagar el precio se
lo ha negado implícitamente en el caso de la condición resolutoria tácita.
1
BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 550, pág. 582; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente,
núm. 2096, pág. 916.
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Sentencia 712, pág. 1068, Gaceta 1908, tomo I, o Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo
XII, sec. 1ª, pág. 376. Véase en el mismo sentido y con iguales fundamentos la sentencia de
primera instancia núm. 2.123, pág. 403, Gaceta 1892, tomo II, revocada por la Corte de Ape-
laciones de Santiago.
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rio con la frase ipso facto. Como no tiene este derecho en el caso de los artícu-
los 1489 y 1873 no se le puede dar; de donde se desprende que, en el silencio
de la ley, ese plazo no existe en la condición resolutoria tácita. Por consiguien-
te, intentada la resolución el comprador no puede pagar el precio. Según
ellos, la frase ipso facto agregada al pacto comisorio produce el efecto de con-
ferir al comprador el derecho de hacer subsistir el contrato. Si este enerva-
miento es posible en este caso es porque la ley ha establecido expresamente
esa concesión a su favor. Y llegan así a la conclusión de que el pacto comisorio
ha sido establecido en beneficio del comprador y no del vendedor.
Como consecuencia de esos argumentos terminan sosteniendo que no
es la sentencia judicial la que opera la resolución, que ésta viene a consta-
tar un hecho, que la resolución del contrato se produce en el instante
mismo en que el comprador se constituye en mora de pagar el precio; y
que, por consiguiente, desde ese instante éste no puede enervar la resolu-
ción por el pago del precio, ya que siendo inválido el contrato, no se le
puede dar vida por una inejecución tardía.
Refutemos uno a uno esos argumentos, que, como hemos visto, van con-
tra la opinión de todos los autores, tales como Ricci,1 Laurent,2 Planiol,3
Baudry-Lacantinerie,4 Marcadé,5 Huc,6 Pothier,7 Larombière, Demolombe,8
Aubry et Rau,9 Delvincourt,10 Troplong,11 etc., y contra la jurisprudencia ad-
mitida uniformemente tanto entre nosotros como en Francia.
Primer argumento. El primer argumento, basado en que el artículo 1489
del Código Civil no establece que la condición resolutoria tácita opere por
sentencia judicial, por lo que se le deben aplicar las reglas de la condición
resolutoria ordinaria, parte de una base errada, cual es creer que este
artículo no dice que esta condición esté sujeta a diversas reglas de las seña-
ladas para aquélla. Ya vimos que los términos en que está redactado im-
portan una contradicción entre los efectos de esa condición con los de la
condición ordinaria, producida por la frase “pero en tal caso”, ya que con
ella se quiso hacer inaplicables a esta resolución las reglas de la resolución
ordinaria y señalarle efectos propios tales como los derechos alternativos
que concedió al contratante que cumple sus obligaciones. El vendedor,
por la mora del comprador, no adquiere un derecho a la resolución, sino
un derecho a pedirla. El juez es quien debe concederla; y la dará o la denegará
según sean los hechos en que se funde. Si el vendedor no quiere pedir la
1 Tomo 13, núm. 121, pág. 190; núm. 124, pág. 193.
2 Tomo 17, núm. 135, pág. 151.
3 Tomo II, núm. 1319, pág. 445.
4 Des obligations, II, núm. 927, pág. 117.
5 Tomo IV, págs. 475 y 476.
6 Tomo VII, núm. 271, pág. 365.
7 Traité des obligations, II, núm. 672, pág. 368.
8 Tomo 25, núm. 515, pág. 490.
9 Tomo V, pág. 153.
10 Tomo II, Notes et explications, pág. 488, nota 7.
11 Tomo I, núm. 61, pág. 68; tomo II, núm. 664, pág. 136.
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DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR
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DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
dominio de la cosa vendida, hay que tener presente también que el artícu-
lo 1874 modifica sus efectos cuando se pacta en el contrato de venta y la
convierte en una condición resolutoria. Y si tratándose de ésta, faculta al
comprador para que pueda pagar el precio es porque el contrato aún no
se ha resuelto ya que si así sucediera el comprador no podría cumplir con
una obligación emanada de un contrato que dejó de existir.
Tercer argumento. La conclusión que deriva del artículo 1879 es simple-
mente absurda, porque si se la aceptara resultaría que el comprador gozaría
del derecho de mantener el contrato cuando expresamente se hubiera esti-
pulado que se resuelva ipso facto por la falta de pago del precio, y sin embar-
go, carecería de ese derecho en un caso mucho menos grave, como es el de
una condición que sólo arranca su fuerza de la voluntad del legislador. El
pacto comisorio no tiene por objeto favorecer al comprador sino al vende-
dor. Ese beneficio no puede ser otro que el menor plazo concedido a aquél
para poder enervar la resolución. En la doctrina que ahora rebatimos, el
pacto comisorio beneficiaría al comprador, puesto que le otorgaría un plazo
para poder pagar el precio, aun después de la mora. La lógica rechaza ese
argumento, porque si en el caso más grave se puede hacer subsistir el con-
trato con mucho mayor razón se le podrá hacer subsistir en el menos grave,
ya que quien puede lo más, también puede lo menos.
La opinión que ahora refutamos, como se ve, se basa en graves errores
legales y en argumentos ilógicos. Los artículos 1489, 1873, 1874 y 1879 reuni-
dos constituyen entre nosotros la doctrina que hemos sostenido en esta Me-
moria y de ningún modo dan margen para aceptar la contraria. No es la mora
del comprador, ni la demanda judicial la que producen la resolución del con-
trato en el caso de la condición resolutoria tácita, sino la sentencia del juez
que puede o no pronunciarla. Como consecuencia de esta premisa fluye el
derecho del comprador para enervarla en tanto aquél no se declare resuelto
por esa sentencia. El juez no constata un hecho, sino que viene a crear, a
producir una situación nueva desconocida entre las partes, situación a que da
origen la mora del comprador y que es solicitada por el vendedor. Pero como
ni el uno ni el otro adquieren derecho a ella, esa situación, antes del fallo,
está en germen solamente. Es por eso que desaparece si éste se destruye y ese
germen, o sea la mora del comprador, se destruye con el pago del precio.
Creemos, pues, que dentro de los preceptos de nuestro Código que sólo
dan un derecho a pedir la resolución y no a la resolución misma es inaceptable
la tesis expuesta y consideramos que sólo es admisible la que exige la sen-
tencia del juez para que se produzca la resolución, pudiendo el comprador
intertanto enervarla por el pago del precio. Por fortuna, nuestros Tribuna-
les se han pronunciado siempre en este sentido y las dos o tres sentencias
que sostienen la doctrina contraria han sido revocadas. De ahí que podamos
decir, sin temor de equivocarnos, que en nuestra jurisprudencia no hay nin-
gún fallo que acoja la teoría que acabamos de rechazar.
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DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR
1 URRUTIA, Apuntes de un alegato ante la Corte Suprema, pág. 24; Explicaciones de Código Ci-
vil, tomadas en su clase, pág. 62; CLARO SOLAR, “Ligeras observaciones sobre la condición re-
solutoria y el pacto comisorio”, Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo VIII, sec. Derecho,
pág. 188.
2 Véanse las sentencias transcritas en las págs. 409 a 416 inclusive de este vol. 1, tomo II.
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DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
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DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR
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DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1685. Nos corresponde averiguar ahora hasta qué momento puede pagar
el precio el comprador. Hemos dicho que la resolución del contrato se
produce una vez que se dicta el fallo del juez que la pronuncia. Según
esto, el comprador podría pagar el precio hasta el momento mismo de
dictarse la sentencia que acoge la resolución, puesto que hasta entonces
subsiste el contrato.
Pero los derechos y las acciones que tienen los contratantes deben ha-
cerse valer en la forma que señala la ley, que no es otra que la determinada
por el Código de Procedimiento Civil. Este Código, al estudiar la oportuni-
dad en que puede alegarse la excepción de pago, dice en su artículo 300,
que esa excepción podrá oponerse en cualquier estado de juicio, pero no
se admitirá si no se alega por escrito antes de la citación para sentencia, en
primera instancia, o de la vista de la causa en segunda. Por lo tanto que el
comprador pueda enervar la acción resolutoria es menester que pague el
precio y que alegue este hecho, por escrito, antes de la citación para senten-
cia en primera instancia o de la vista de la causa en segunda. Si lo paga con
posterioridad a esas épocas, el juez no lo puede tomar en consideración y
declarará resuelto el contrato. Por la misma razón, el comprador no podría
pagar el precio después de dictada la sentencia de segunda instancia, aun-
que se hubiere formalizado casación, porque según el artículo 958 del Códi-
go de Procedimiento Civil, el tribunal de casación debe aceptar los hechos
tales cuales aparezcan consignados en la sentencia recurrida y como de ésta
aparece que el comprador no pagó el precio, el tribunal de casación debe
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DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR
aceptar ese hecho sin que pueda tomar en cuenta el pago efectuado por el
comprador con posterioridad a la sentencia recurrida. De aquí se despren-
de que la facultad del comprador de pagar el precio sólo puede ejercitarse
desde la notificación de la demanda en primera instancia hasta el momento
de verse la causa en segunda instancia. Dictada la sentencia en esta segunda
instancia quedó determinada la verdadera situación de las partes, sin que
pueda modificarse posteriormente, aunque el fallo no produzca todavía cosa
juzgada por haberse interpuesto casación en su contra o por no habérsele
puesto el cúmplase en primera instancia. He aquí el motivo por qué se dice
que el comprador puede pagar el precio, ajustándose a la ley procesal, hasta
el momento de dictarse una sentencia que cause ejecutoria, esto es, que sea
tal que pueda ejecutarse.1
1 URRUTIA, Apuntes de un alegato en la causa Göhring con Recart, pág. 27; CLARO SOLAR,
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DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
1 Sentencia de 29 de noviembre de 1915 suscrita por los Ministros señores Salinas, Do-
noso y J.C. Herrera y publicada en Las Ultimas Noticias de diciembre de ese año.
2 Sentencia 801, pág. 75, Gaceta 1912, tomo II (considerandos 8º y 9º).
3 Respecto de la forma cómo debe hacerse el pago por consignación puede consultar-
se: URRUTIA, Explicaciones de Código Civil tomadas en su clase, págs. 128 a 130; RAMÍREZ, De las
obligaciones, págs. 114 y 115; BARROS ERRÁZURIZ, Curso de Derecho Civil, II año, págs. 104 a
107; CLARO SOLAR, Explicaciones de Derecho Civil, II año, págs. 110 a 113.
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DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR
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DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
“7º Que cualquiera que sea el alcance que pueda atribuirse a las diligencias practi-
cadas por don Clemente Lavedan, yendo a casa de la vendedora y efectuando los
depósitos a que se refieren las boletas de fs. 17 y 21, ellas no autorizan para esta-
blecer que aquél haya cumplido lo estipulado en orden al crédito de la deman-
dante, que no ha cubierto, ni con el pago efectivo de la deuda, ni mediante el
pago por consignación; lo primero, porque siendo lo debido una cantidad de
dinero, no se ha hecho la prestación del valor adeudado a la acreedora, en con-
formidad al tenor de la obligación; ni lo segundo, porque no se ha hecho la oferta
con las formalidades prevenidas en el artículo 1598 y siguientes del Código Civil,
para que valga esta forma de pago; 8º Que entre las diligencias aludidas en el
considerando precedente, aparece de autos que el demandado fue el día cuatro
de octubre citado a casa de la señora Palacios con un empleado de la notaría del
señor Melo Egaña que llevaba una escritura de cancelación del dividendo adeuda-
do para que firmase la dicha señora, pero sin tener dicho empleado en ese acto ni
dinero, ni cheques para verificar el pago correspondiente, según se expresa en el
certificado de fs. 43 vta.; de lo que resulta que dicha diligencia no satisfacía las
formalidades de su objeto; 9º Que tampoco puede reputarse como pago efectivo
de la deuda la consignación de treinta mil pesos, hecha por Lavedan a la orden
del juzgado en el Banco Internacional, porque dicho depósito, si bien representa
un valor comercial, no es moneda corriente ni se ha entregado a la acreedora en
su casa como estaba pactado y ella no tenía obligación de recibir otra cosa que lo
que se le debía, ni aun a pretexto de ser de igual o mayor valor lo ofrecido; 10º
Que, en consecuencia de lo expuesto, don Clemente Lavedan no ha cumplido la
condición de pago que se impuso en la cláusula décima del contrato de compra-
venta de la chacra de Lo Matta en el tiempo y forma convenidos”.1
La Corte de Apelaciones de La Serena establece la misma doctrina en
el siguiente considerando, con el cual desechó el pago del precio que se
hizo con un depósito de dinero a la orden del juez a fin de enervar la
resolución del contrato que, por lo tanto, fue acogida:
“5º Que la alegación hecha por el arrendatario para excusar esta falta de cumpli-
miento de lo pactado, no es atendible, porque si había repugnación o no comparecencia
de parte de la acreedora a recibir el pago, tenía expedita la vía de la consignación, cosa que
no hizo en tiempo y forma; pues el depósito a que se refiere la boleta no puede considerarse
como tal, tanto porque el demandado lo efectuó después que le había sido notificada la
demanda, cuando porque no cumple con las prescripciones del artículo 1600 del Código
Civil, ni fue autorizado por juez competente, a pesar de no haberse hecho en arcas públicas”.2
La Corte de Apelaciones de Concepción, por su parte, en dos ocasio-
nes ha opinado en el mismo sentido. En la primera acogió la resolución
de una compraventa, a pesar de que el comprador consignó el precio a la
orden del juzgado en una boleta de banco, porque consideró
“Que aun cuando el demandante, el mismo día que se le notificó la reconvención
deducida por parte del vendedor, presentó con su escrito de fojas 79 una boleta
de consignación en poder de una tercera persona por la cantidad de seiscientos
pesos, esto no importa el pago efectivo del precio debido, como lo requiere el artículo
antes citado, ni tampoco el pago por consignación; no lo primero, porque no fue hecho al
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DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR
acreedor mismo o a otro diputado que pudiera recibir válidamente por él, y no lo segundo
porque para que la consignación sea válida y pueda extinguir la obligación, ha de ser
precedida de oferta y concurrir, además, todas las circunstancias y requisitos exigidos por los
artículos 1600, 1601 y 1602 del Código Civil, cuales son, entre otras, que el deudor
ponga en manos de un ministro de fe una minuta de lo que debe con los intereses
vencidos, si los hubiere, que se extienda acta de la oferta, que se exprese la res-
puesta del acreedor y que se autorice por el juez; circunstancias y requisitos con los
cuales no ha cumplido el demandante”.1
El otro caso en que esta misma Corte estableció esta doctrina fue en el
juicio de Délano con Schwager, en el que se acogió la resolución por con-
siderar que los depósitos de dinero hechos a la orden del juez no importa-
ban ni un pago real ni por consignación. El considerando 11º dice:
“Que los depósitos de dinero hechos antes y después de la demanda, pero des-
pués de ser requerido judicialmente el demandado, no se han puesto a la orden de los
demandantes para pagar lo que se les debía ni han sido ofertas incondicionales de pago,
sino más bien una exposición de los motivos que aquél creía tener para rehusarlo; por lo cual
tales depósitos, como lo reconoce el mismo demandado, no reúnen las circunstancias que
según el artículo 1600 del Código Civil, deben concurrir para que se verifique el pago por
consignación y surta éste todos sus efectos legales”.2
Finalmente la Corte de Apelaciones de Valparaíso se pronuncia en el
mismo sentido cuando dice:
“Considerando: 7º Que doña Margarita del Carmen Jelves ha consignado en segun-
da instancia en el Banco Español de Chile y en el Banco Nacional, a la orden del
juez a quo, según las boletas de depósito de fojas 34 y fojas 43, la suma de $ 5.306,89
en pago de la parte de precio insoluta, según la liquidación por ella presentada a
fojas 35; 8º Que el demandante don Marcos Moncada ha rechazado la liquidación y
el pago, como lo manifiestan sus escritos de fojas 40 y 46; 9º Que, en este evento la
consignación hecha por la señora Jelves no importa pago efectivo de la deuda, por cuanto no se
ha efectuado con las formalidades prescritas en el párrafo 7º, título XIV, libro IV del Código
Civil para el pago por consignación; 10º Que no habiendo la demandada pagado hasta
ahora íntegramente, en el plazo convenido en el contrato de venta, el precio de la
compraventa, procede la acción resolutoria intentada en la demanda”.3
Sin embargo, como hemos dicho, no han faltado algunas sentencias
que han considerado como suficiente para enervar la resolución el depósi-
to del precio en una boleta a la orden del juez, aun cuando ese depósito
se haya hecho a raíz de la negativa del vendedor para recibirlo. La Corte
de Apelaciones de Santiago, por ejemplo, rechazó la demanda de resolu-
ción fundada en que la consignación del precio a la orden del juzgado,
que habían hecho los demandados, manifestaba su voluntad de dar cum-
plimiento al contrato.4
23, pág. 13, Gaceta 1887, tomo I, de la Corte de Apelaciones de Iquique (considerandos 9º
y 10).
4 Sentencia 2.174, pág. 1226, Gaceta 1882.
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DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
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DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR
según aparece del mismo fallo, esa ratificación no ha existido, por lo que
hay mayor razón todavía para considerarlo nulo.
El segundo error consiste en aceptar que el comprador no solamente
puede enervar la resolución pagando el precio al mismo vendedor o me-
diante un pago por consignación, sino también por un simple depósito a
la orden del juez. El artículo 1598 del Código Civil señala los casos en que
es válido el pago. Según él, sólo lo es cuando se hace al mismo acreedor o
cuando, en su negativa, para recibirlo, se le hace por consignación; fuera
de esos casos, el pago es nulo, como se desprende de ese artículo. Esa
Corte, por lo tanto, al considerar como medio de extinguir la obligación
un simple depósito del precio, ha creado una forma de pago no estableci-
da por la ley, atropellando de este modo la disposición del artículo 1598
del Código Civil.
El tercer error, finalmente, importa una arbitrariedad manifiesta por-
que no hay ninguna disposición legal que diga que el pago sólo puede
hacerse por consignación cuando recae sobre una cantidad líquida y de-
terminada. Por el contrario, del número 5º del artículo 1600 se deduce
claramente que una deuda ilíquida puede ser objeto de ella, desde que
ese número se coloca en el caso de hacer la liquidación de los intereses y
de los demás cargos. De ordinario, lo que ocurre es que siempre debe
hacerse una liquidación de la deuda para pagar por consignación, porque
debiéndose pagar los intereses, éstos sólo se calculan mediante aquélla.
No pugna, pues, con el carácter del pago por consignación la circunstan-
cia de que éste tenga por objeto una cantidad ilíquida o indeterminada.
Por lo demás, la Corte asevera algo inexacto al decir que de los términos
de la escritura no aparecía con precisión el monto de lo debido, puesto
que era muy fácil conocer el saldo adeudado, ya que para ello bastaba
averiguar el valor que el 1º de abril tenían las deudas hipotecarias y restar
esa suma del precio de venta. Era una operación de minutos. El conside-
rando 10º no se justifica, pues, de ninguna manera. En cambio, además de
reconocer que el pago por consignación no se hizo con arreglo a la ley,
viola abiertamente los artículos 1598, 1599 y 1600 del Código Civil.
Rechazamos en todas sus partes la doctrina antes expuesta, porque con-
sideramos que va contra la ley; sin que, a nuestro juicio, pueda justificarse
ni aun por la circunstancia de ser ilíquida la cantidad del precio que se
adeuda. Razones de conveniencia privada no pueden ser ni son suficientes
para infringir los preceptos legales.
Desgraciadamente, ese fallo ha sido seguido de otro, dictado por los
mismos tres señores ministros que firmaban el anterior, que son los señores
J. Ignacio Larraín Z., J. Agustín Rojas y Alfredo Bascuñán Cruz. El caso en
que incidió es el siguiente: se pidió la resolución de un contrato de venta
por falta del pago del precio. Tan pronto como el comprador fue notificado
de la demanda, ofreció el pago al vendedor, pero como éste lo rechazara, lo
depositó en un banco a la orden del juez cuya boleta acompañó al juicio. El
juez del 5º Juzgado Civil de esta ciudad don Filidor Rodríguez, con muy
buenas razones, acogió la demanda por considerar que esa consignación no
era ninguno de los medios de pago aceptados por la ley, desde que, en la
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1691. Por el hecho de la mora, el precio devenga intereses, sean los lega-
les, cuando ninguno se ha estipulado, o los convencionales, en caso con-
trario, sin perjuicio de los que haya podido devengar antes de aquélla,
cuando se pactaron en el contrato.
Por este motivo, el comprador que quiere enervar la resolución se en-
cuentra con que no solamente adeuda el precio sino también sus intere-
ses. La manera de enervarla, como se ha visto, es haciendo desaparecer la
mora del comprador, esto es, extinguiendo la obligación que dio origen a
la demanda resolutoria. De ahí que se debe pagar el precio adeudado
total e íntegramente o la parte del precio cuya mora motivó la resolución.
Según el artículo 1591 del Código Civil, el pago total de la deuda com-
prende el de los intereses e indemnizaciones que se deban y como, según
el inciso primero de ese mismo artículo, el acreedor no está obligado a
recibir por partes lo que se le debe, el vendedor sólo puede extinguir su
obligación y enervar la mora pagando el precio o la parte de precio adeu-
dado con sus respectivos intereses, es decir, los devengados antes y des-
1 Esta sentencia tiene fecha de 30 de diciembre de 1916 y fue publicada en Las Ultimas
Noticias del mes de enero de 1917. Lleva las firmas de los ministros señores Marín, Vergara
Silva y Lagos.
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toria tácita no opera de pleno derecho, porque si así fuera, no podría exigirse
ese cumplimiento, ya que no puede ejecutarse un contrato que no existe.
La jurisprudencia de los Tribunales reconoce unánimemente al vende-
dor, en caso de mora del comprador, el derecho de optar entre la resolu-
ción y el cumplimiento del contrato.1
Esta consecuencia que fluye del principio que venimos estudiando cons-
tituye otra diferencia muy importante con la condición resolutoria ordina-
ria, pues mientras en aquélla puede pedirse el cumplimiento del contrato,
éste no puede solicitarse en la condición resolutoria ordinaria, desde que
resuelto aquél de pleno derecho ninguna de las partes ni ambas juntas pue-
den hacerlo vivir ni ejecutar sus obligaciones. Podrían celebrar uno nuevo,
de la misma naturaleza que el anterior, si se quiere, pero cuyos efectos nace-
rían desde este nuevo convenio y no desde el primero. La resolución ipso
jure excluye el derecho de pedir el cumplimiento del contrato.
“Según el artículo 1184 del Código francés, dice Laurent, la parte respec-
to de la cual la obligación no ha sido ejecutada puede optar entre pedir la
resolución del contrato o perseguir su ejecución. El derecho de resolución,
que no es sino una facultad basada en la equidad, no puede dañar el derecho
estricto que el acreedor tiene, en virtud del contrato, para exigir la ejecución
forzada. Es muy diverso lo que ocurre en el caso de la condición resolutoria
expresa (ordinaria). Cuando las partes han estipulado la condición resoluto-
ria, no pueden, una vez cumplida, pedir la ejecución del contrato: desde que
ella se realiza no hay más contrato, es imposible exigir su ejecución. Más toda-
vía, aun cuando las partes estuvieran contestes para mantenerlo, no lo po-
drían hacer porque no pueden validar un contrato que, por su propia voluntad,
se considera como si jamás hubiera existido; ello importaría anular la condi-
ción resolutoria y el efecto que ha producido; ese es un hecho consumado
que ningún poder humano puede borrar. Indudablemente, las partes pueden
convenir, cuando una venta se ha resuelto, que el comprador conserve la
propiedad de la cosa y el vendedor el precio; pero este acuerdo sería una
nueva venta y resultaría de ella una nueva transmisión de la propiedad. Es
una consecuencia lógica de la condición resolutoria expresa que opere de
pleno derecho, de modo que cuando se cumple, se reputa que el vendedor
ha sido siempre propietario y que el comprador no ha tenido jamás ningún
derecho sobre la cosa o, para decirlo más propiamente, no hay ni vendedor ni
comprador, puesto que no ha habido venta. No es, pues, sino en virtud de
una nueva venta que el antiguo comprador llega a ser propietario”.2
1 Sentencia 2.871, pág. 300, Gaceta 1889; sentencia 5.588, pág. 2053, Gaceta 1889; sen-
tencia 4.608, pág. 1322, Gaceta 1890; sentencia 3.997, pág. 511, Gaceta 1895, tomo III; sen-
tencia 2.098, pág. 1617, Gaceta 1898, tomo I; sentencia 651, pág. 557, Gaceta 1899, tomo I;
sentencia 801, pág. 75, Gaceta 1912, tomo II; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XI,
sec. 1ª, pág. 522, y sec. 2ª, pág. 1; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XII, sec. 1ª, pág. 376;
sentencia de la Corte Suprema en el juicio de Göhring con Recart de 11 de enero de 1917.
2 Tomo 17, núm. 136, pág. 151; RICCI, 13, núm. 121, pág. 190; BAUDRY -LACANTINERIE,
Des obligations, II, núm. 921, pág. 113; P LANIOL, II, núm. 1315, pág. 443; FUZIER-HERMAN,
tomo 13, Condition, núm. 734, pág. 173; MARCADÉ, IV, pág. 475.
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tencia 1.033, pág. 597, Gaceta 1882; sentencia 2.422, pág. 1451, Gaceta 1885; sentencia 1.915,
pág. 92, Gaceta 1888; sentencia 1.517, pág. 1617, Gaceta 1903, tomo I; sentencia 1.059,
pág. 620, Gaceta 1909, tomo II; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo V, sec. 1ª, pág. 468;
tomo XI, sec. 1ª, pág. 354; sec. 1ª, pág. 522; tomo XII, sec. 1ª, pág. 143.
4 Sentencia 1.096, pág. 764, Gaceta 1910, tomo II.
5 Sentencia 136, pág. 69, Gaceta 1886; sentencia 1.448, pág. 497, Gaceta 1904, tomo II.
6 Tomo VII, núm. 278, pág. 375.
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1 BAUDRY-LACANTINERIE, De la vente, núm. 560, pág. 591; LAURENT, 24, núm. 357, pág. 345;
GUILLOUARD, II, núm. 620, pág. 187; FUZIER-HERMAN, tomo 36, Vente, núms. 2144 y 2146,
pág. 918.
2 Sentencia 3.687 (considerando 6º), pág. 533, Gaceta 1894, tomo III; sentencia 2.098,
pág. 1617, Gaceta 1898, tomo I; Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo IX, sec. 1ª, pág. 272.
3 Sentencia 748, pág. 693, Gaceta 1900, tomo I.
4 Sentencia 169, pág. 136, Gaceta 1884.
5 Sentencia 3.687, pág. 533, Gaceta 1894, tomo III.
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1Véase la sentencia 1.059, pág. 620, Gaceta 1909, tomo II, en que se presentó el caso
que ahora estudiamos.
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No faltan, sin embargo, quienes crean que esa cláusula es una verdadera
condición suspensiva. Para ello se fundan en que así lo dispone el artículo 680
y en que el artículo 1874, al facultar al comprador para que pague el precio,
lo hace con el objeto de evitar que falle esa condición, o sea, para obtener
que ésta se cumpla, pues entonces el comprador adquiere el dominio y puede
consolidar todos los derechos que constituyó con relación a la cosa.
Un fallo de nuestros Tribunales se pronuncia en ese sentido. Se vendió
un piano con reserva de dominio hasta que se pagara el precio, esto es, con
la cláusula del artículo 1874. Como aquél no se pagara el vendedor entabló
demanda reivindicatoria contra el actual poseedor del piano, pues el com-
prador lo había enajenado a un tercero. La Corte de Apelaciones de Santia-
go acogió la demanda, teniendo presente:
“1º Que el vendedor se reservó en la escritura de venta, a pesar de la entrega hecha
a la compradora, el dominio del piano de que se trata hasta que se hiciese el pago
total del precio convenido, haciendo uso del derecho que le confiere el artículo 680
del Código Civil; y 2º Que el dueño de una cosa singular mueble puede reivindicar-
la siempre que dicha cosa no se encuentre en el caso previsto en el inciso segundo
del artículo 1890 de dicho Código, en que no se halla el mencionado piano”.1
El error en que incurrió la Corte, a nuestro juicio, fue no tomar en
cuenta el artículo 1874, pues si lo hubiera hecho habría tenido que racio-
cinar así: el vendedor pactó esa reserva, pero ella, según el artículo 1874,
sólo le da dos derechos, pedir la resolución o el cumplimiento del contra-
to si no se le paga el precio. Aquí no se le ha pagado, pero como no
ejercita ni uno ni otro, sino únicamente la acción reivindicatoria contra
un tercero y como la acción resolutoria va contra el comprador, porque es
personal, y sólo después de declarada la resolución hay acción contra ter-
ceros y en el presente caso se ha demandado a un tercero que no intervi-
no en el contrato, la demanda es improcedente, sin perjuicio de los
derechos que, como vendedor no pagado, le correspondan.
Como se ve, hay una gran diferencia entre dar a esa cláusula el carác-
ter de condición suspensiva o el de condición resolutoria.
Por nuestra parte, creemos que es de la segunda especie, pues según el
artículo 1874 nacen de ella los derechos propios a esa condición. En con-
secuencia, si se estipula, a falta de pago del precio, el vendedor sólo podrá
pedir éste o la resolución de la venta; pero en ningún caso ejercitar la
acción reivindicatoria, ya que no es dueño de la cosa. La facultad que se
otorga al comprador de pagar el precio no tiene por objeto que se cumpla
la condición suspensiva sino, por la inversa, evitar que se cumpla la resolu-
toria, o sea, enervar la resolución del contrato, porque si ese artículo da al
vendedor el derecho de pedir aquélla y al mismo tiempo establece que si
se paga el precio subsisten tales o cuales derechos que emanan del com-
prador, es porque con ello quiere que se destruya la acción del vendedor,
ya que sólo así se consolidan esos derechos, como consecuencia de la con-
solidación del derecho del comprador. Y no puede ser otro el alcance de
455
DE LA COMPRAVENTA Y DE LA PROMESA DE VENTA
ese artículo, puesto que el derecho del vendedor a la resolución nace cuan-
do el comprador se constituye en mora de pagar, y si esa fuera una condi-
ción suspensiva, como ésta opera de pleno derecho, resultaría que al no
pagarse el precio habría fallado la condición ipso jure, el contrato habría
desaparecido y el comprador no habría adquirido el dominio, sin que pu-
diera evitar esos efectos por un pago tardío, ya que el cumplimiento ipso
jure de una condición no puede ser detenido. En cambio, en la condición
resolutoria tácita el comprador puede pagar después de la mora y como la
facultad de pagar que le confiere el artículo 1874 nace, como se ha dicho,
después de la mora, ya que sólo entonces nace el derecho del vendedor
para pedir la resolución del contrato, es claro que si esa cláusula es una
condición de esta especie, el comprador puede pagar el precio.
En consecuencia, si ese artículo encierra una condición suspensiva con-
sagra una disposición inútil e inaplicable; si encierra una condición reso-
lutoria crea un derecho utilísimo y susceptible de evitar muchos daños.
Luego, debe dársele el último carácter ya que no es posible que una dispo-
sición legal no produzca efecto alguno. Ese es, por lo demás, el alcance
que resulta no sólo de su tenor literal, sino de su concordancia con los
demás preceptos legales.
En diversas ocasiones los Tribunales han interpretado este artículo en
esa forma, aun cuando esa interpretación no ha sido el objeto directo de
la cuestión debatida.1
“El artículo 680, dice mi apreciado y distinguido ex profesor don Héctor
Claro Salas, se ha referido expresamente al contrato de compraventa para
decir que ‘verificada la entrega por el vendedor, se transfiere el dominio de la cosa
vendida, aunque no se haya pagado el precio, a menos que el vendedor se haya reserva-
do el dominio hasta el pago, o hasta el cumplimiento de una condición’, con lo que
pudiera entenderse que la falta de pago del precio fuera o pudiera ser una
condición suspensiva de la tradición de dicho dominio. Sin embargo, esa cláu-
sula expresada en el contrato de compraventa, por disposición expresa de la
ley, que en esta materia ha innovado en la disposición de la legislación ante-
rior a nuestro Código Civil, no produce tal efecto, sino el de una condición
resolutoria. El artículo 1874 al tratar especialmente de este punto en el con-
trato de compraventa, dice: ‘La cláusula de no transferirse el dominio sino en virtud
de la paga del precio, no producirá otro efecto que el de la demanda alternativa enuncia-
da en el artículo precedente; y pagando el comprador el precio, subsistirán en todo caso
las enajenaciones que hubiere hecho de la cosa o los derechos que hubiere constituido
sobre ella en el tiempo intermedio’. La demanda alternativa a que se alude consiste
en que el vendedor, cuando no se le paga el precio, puede pedir ese precio
forzadamente por ejecución contra el deudor, o la resolución de la venta; la
tradición efectuada por el vendedor habría existido así, a pesar de esa cláusu-
la, aunque solamente importaría una tradición con condición resolutoria”.2
1 Sentencia 2.871, pág. 300, Gaceta 1889; sentencia 4.608, pág. 1322, Gaceta 1890; sen-
tencia 3.997, pág. 511, Gaceta 1895, tomo III; sentencia 651, pág. 557, Gaceta 1899, tomo I;
Revista de Derecho y Jurisprudencia, tomo XI, sec. 2ª, pág. 1.
2 Elementos de Derecho Civil, I, núm. 311, pág. 168.
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DE LAS OBLIGACIONES DEL COMPRADOR
1 Digesto,libro XVIII, título III, ley 4; ORTOLAN, II, pág. 348; C UQ, II, pág. 419; S ERAFINI,
II, pág. 182; RUBEN DE COUDER, II, pág. 195; MAYNZ, II, pág. 374.
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