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Gemma Lluch
Universitat de València
En una publicación anterior (Lluch 2003: 7) decíamos: «hablar de literatura como una
propuesta única ya no es válido desde que nuevos lectores asaltaron la catedral de "lo
literario". A mí me ha clarificado mucho las cosas la teoría de los polisistemas propuesta
por Even-Zohar (1997) porque facilita un modelo flexible que da cuenta de la naturaleza
heterogénea de la literatura y la cultura. Me identifico con su propuesta, la que entiende la
cultura -y con ella la literatura- como un sistema global, como un conjunto heterogéneo de
parámetros con los que los seres humanos organizan sus vidas. Creo que en esta propuesta
más abierta, la literatura que nos interesa entra por la puerta grande a este edificio, en
ocasiones, hermético».
Recordamos estas líneas porque una parte importante de los libros a los que nos
referiremos a continuación se presentan como propuestas de hibridación, de lugar de
intercambio principalmente con narrativas populares y audiovisuales. Y los puntos de
contacto, las similitudes, no sólo aparecen en el nivel del discurso sino también en el de la
comercialización y gracias a este intercambio, las nuevas propuestas literarias están
consiguiendo un largo sueño de los mediadores: la «deslocalización» de la escuela, de
manera que el libro se abre al mundo buscando directamente, no el mediador, sino el lector
real, el adolescente.
A continuación, quisiéramos hacer una primera aproximación a las narrativas con las
que la literatura juvenil actual de más éxito entra en contacto para analizar las
características compartidas con las narrativas audiovisuales o con los libros que más éxito
tienen entre los adultos y que ocupan las listas de ventas. Analizaremos no sólo las
características del nivel del discurso sino también las del primer nivel, en este caso, las
tácticas comerciales que se están desarrollando para llegar al lector del libro. Partiremos de
una investigación previa (Lluch 2005) donde describíamos los mecanismos que utiliza la
literatura juvenil actual para enganchar a sus lectores.
1. El lector adolescente
Pero antes de hablar de esta literatura tendríamos que hacer una breve referencia al tipo
de lector al que se dirige. En 1990 se aprueba en España la LOGSE una ley que
reorganizaba el sistema educativo y que, entre otros cambios importantes, ascendía la edad
de la escolarización obligatoria a los 16 años. Como consecuencia, muchos adolescentes
que anteriormente quedaban fuera del sistema escolar se incorporaron, la mayoría eran
jóvenes que pedían un tipo de lectura específico. Podríamos afirmar que esta necesidad
escolar provoca la consolidación y el auge de las colecciones dirigidas a este tramo de edad
y convierten la literatura juvenil en un fenómeno editorial e incluso sociológico.
Dieciséis años después, los adolescentes forman parten del universo lector y son un
cliente que tienen en cuenta todos los mediadores involucrados en la animación lectora y
los agentes del sistema de comercialización del libro. Dos ejemplos. Los libreros 2
(e106d25c-b733-46a0-b159-c3122c27ae1b_1.html#N_2_) señalan como el lector
adolescente cada vez más funciona como el lector adulto, en concreto, como el lector de
literatura comercial que busca la novedad. Los bibliotecarios3 (e106d25c-b733-46a0-b159-
c3122c27ae1b_1.html#N_3_) diferencian entre los usuarios adolescentes que les visitan al
buen lector, que es el minoritario; al que sólo pide los libros recomendados por el profesor,
el mayoritario; el que sólo va a la biblioteca usar el ordenador y lo hace para chatear o para
bajarse música; a la lectora de novelas sentimentales y a los lectores de literatura comercial
y de moda.
Para que un producto sea un éxito de ventas hay que diseñar una estrategia de mercado
que a veces se inicia antes de que el producto sea conocido. Las estrategias que se utilizan
para promocionar narrativas literarias, comerciales o audiovisuales son similares e
independientes del perfil del sujeto para el que se diseñan. De hecho, Klein (1999)
considera a Walt Disney como el primero que entendió lo que significaba la economía del
entretenimiento global y quien con su nueva forma de plantear el ocio infantil consiguió
introducir al niño o al adolescente en el mercado de las industrias del entretenimiento.
Recientemente, en España los libros para adolescentes también han empezado a utilizar
algunas de estas estrategias de ventas e incluso, como veremos a continuación, a proponer
nuevas formas de acercamiento al futuro lector.
Como hemos visto con los tres ejemplos comentados, la creación de una marca en el
mercado literario y su funcionamiento va más allá del producto que la genera: sea una obra
representativa del más puro canon literario, sea una obra comercial u otra juvenil.
Simplemente, se rentabiliza un libro o un autor o un mundo posible para acercarlo mucho
más al comprador-lector a la vez que se comercializan nuevos productos y se dan a conocer
nuevos libros aprovechando el gancho del primero.
Pero debemos recordar que una vez los clones son creados funcionan de manera
autónoma, de manera que en la mente de un espectador que vive el instante que da la
televisión, se pierde en la memoria quién generó a quién porque lo importante no es seguir
el rastro de la «creación» o reconocer y valorar el «original» sino que lo importante es que
cada espectador encuentre en la diferencia que da la similitud la propuesta narrativa que le
satisfaga.
Este ejemplo nos obliga a recordar de nuevo que el binomio «producto madre» / «clon»
en absoluto se corresponde con «literatura» / «paraliteratura». Volviendo a la imagen de los
ciclistas, a menudo los mejores se colocan al rebufo de los segundos para conseguir llegar a
la meta en mejores condiciones.
De igual manera que hemos comentado con CSI, en el caso del libro juvenil, la
sensación de diferencia dentro de la repetición se provoca a través de los tipos, es decir, nos
encontramos con relatos que siguen un patrón discursivo similar aunque ofrezcan
innumerables variaciones de incidentes. De esta manera, los tipos funcionan como una guía
de lectura conformando unas reglas simples y fijas que ayudan al lector a orientarse durante
el acto lector (Sotomayor 2001). Los ejemplos son diversos:
O las de Matilde Asensio que repite en Iacobus y El último Catón un mismo esquema:
i) búsqueda de un tesoro relacionado con un hecho de la antigüedad (tesoro de los
templarios, reliquias de la cruz de Cristo), ii) argumento secundario relacionado con una
historia de amor prohibido entre los protagonistas (él es un monje, ella es una monja), iii)
resolución de enigmas para avanzar en la aventura (relacionados con los templarios,
relacionados con la Divina Comedia o con la secta), iv) crítica a los poderes establecidos
(al papa o a la iglesia).
El tipo-tema. En este caso nos referimos a un tema que presenta unas características
similares de estructura, argumento, tipo de conflicto, personajes, escenarios y estilo. En la
década de los noventa triunfaron la llamada psicoliteratura y los relatos de miedo de R.L.
Stine4 (e106d25c-b733-46a0-b159-c3122c27ae1b_1.html#N_4_). Y, como hemos apuntado
anteriormente, en la primera década del siglo XXI, después del éxito de la adaptación
cinematográfica de El señor de los anillos y de la versión literaria y cinematográfica de
Harry Potter, se ponen de moda una serie de relatos que o bien se editan por primera vez o
bien se rescatan del catálogo editorial o dejan las estanterías de obras de culto de las
librerías y bibliotecas para pasar a un primer plano. Es el tipo llamado «fantasía épica» que
se sitúa en la tradición creada por Tolkien y Jackson, C.S. Lewis y mantenida por Rowling.
Este tema ha dado propuestas bien interesantes como es la obra de autores como Phillip
Pullman, Cornelia Funke o Laura Gallego. O la trilogía del Clan de la Lloba o el éxito
Eragon y su continuación Eldest, por citar sólo unos ejemplos.
Cada una de estas propuestas, aunque se sitúa en el mundo posible creado sobre todo
por Tolkien propone relatos diferentes que han conseguido, además de llegar a los lectores
fuera del circuito escolar, proponer personajes, argumentos, estilos y aspectos que se
reconocen como únicos.
En el mismo artículo, comenta que paralelamente hay que interesar al público juvenil
en un lanzamiento literario y, resumiendo muy brevemente, Fernández de las Peñas habla
de dos estrategias: la primera, el marketing experiencial utilizado ya por algunas marcas de
material deportiva o empresas de productos de bebidas. La segunda, estrategias que
mezclen la interacción y la instantaneidad.
Otro cambio importante que tiene como protagonista al lector adolescente son los foros
lectores como una nueva herramienta que recomienda libros, descubre autores, hace surgir
nuevos estilos, elogia y crítica los libros leídos, en definitiva, funciona como nuevos
marcadores de tendencias de lectura.
De nuevo, un fenómeno ajeno a la escuela que (casi) prescinde de los mediadores y que
pone en primera línea al propio lector. En este sentido, los foros de Internet son la mayor
aportación de los últimos años en el fomento de la lectura, como creadores de una
comunidad de lectores que se sienten parte de una liturgia. Como en el caso anterior,
remitiremos a otro trabajo sobre el tema para comentarlo.
Pérez Canet (2006) realiza un análisis sobre el tema cuyos resultados se recogen en el
artículo titulado «Hablando entre lectores: los foros de lectura en internet». La autora
describe cómo los adolescentes que participan en estos foros «son lectores habituales; la
lectura es un hábito que han incorporado a sus vidas. Dedican tiempo a la búsqueda de los
libros y a leerlos» y el foro lo utilizan «para hablar de los libros que les gustan y sentir así
que forman parte de otra comunidad (la juvenil lectora); en una encuesta realizada en el
foro de Gallego sobre la actitud de los amigos ante la pasión lectora de los usuarios, un
40% respondía que los consideraban "raros", así que debe ser reconfortante encontrarse
hablando libremente con otros adolescentes que comparten y comprenden esa afición
porque la viven igual en un espacio donde puede mantenerse el anonimato».
En un momento como la adolescencia, encontrarte entre iguales sin el esfuerzo de
superar la vergüenza, porque internet facilita el intercambio, ayuda a crear lectores que se
sienten a gusto hablando de sus preferencias, intercambiando lecturas, proponiendo nuevas
líneas editoriales, en definitiva, sintiéndose que forman parte del proceso del libro. Los
foros antes comentados o los de autores como Jordi Sierra i Fabra son un buen ejemplo.
Decía Todorov que la obra cumbre de la literatura era aquella que no se encontraba
dentro de ningún género literario mientras que la obra cumbre de la literatura de masas era
aquella que mejor se inscribía dentro de su género. En la paraliteratura, el lector a la vez
que espera la repetición de una serie de características también espera una relativa novedad.
Obviamente, estas pautas específicas de vehiculación editorial, de producción y de lectura
provocan una relación entre autor y lector diferente de aquellas que establece la literatura
canónica como comentábamos al inicio de nuestro artículo.
Características paraliterarias
Características canónicas
El estilo es secundario y utiliza un lenguaje simple, repetitivo y estandarizado según el
tipo.
El estilo es supremo: utiliza un lenguaje preciso, lógico y metafórico que muestra antes
que cuenta.
El discurso se organiza linealmente. Lo fundamental es la acción a la que se subordinan
los personajes. Los personajes son esquemáticos y estereotipados.
El discurso está temáticamente integrado, los personajes son centrales y adquiere
importancia la psicología e introspección.
La historia se piensa para adaptarla a las circunstancias de la audiencia o al rebufo de
éxitos. Se orienta para crear continuaciones, series y otros productos.
La historia se piensa como única: una obra maestra. El plagio es un tabú dado que la
originalidad es lo importante. Se centra en el canon y la tradición canónica.
El autor importa, vende hasta convertirse en una marca.
La mejor manera de definir la actual literatura juvenil sería a través del mestizaje o de
la fusión entre diferentes modelos narrativos. Ya lo comentábamos al inicio: la capacidad
de la actual narrativa juvenil como lugar de reflujo y de fusión de las características
canónicas, comerciales o populares, televisivas, cinematográficas o cibernéticas la sitúan
en un lugar privilegiado en el actual sistema literario. Suma, reutiliza, copia y adapta lo que
considera apto: desde la literatura de adultos más canónica a la más comercial, de las
narrativas televisivas a las cinematográficas, como hemos descrito anteriormente. También
hemos visto cómo los lectores utilizan Internet para conocerse y relacionarse; en un futuro
que cada vez es más presente, tendremos que ver cómo las nuevas formas de leer en el
espacio cibernético se cuelan en el de papel.
La diversidad de las propuestas es ahora mismo no sólo una realidad sino que aflora a
la superficie. Sobre la literatura que sigue modelos canónicos han habido diferentes
aportaciones, por resumir algunas remitimos al lector a las siguientes investigaciones:
Pedro Cerrillo (2001) y su conceptualización sobre lo literario referido a la literatura
juvenil; Jaime García Padrino (2000) realiza una propuesta de clásicos de literatura infantil
española; Colomer (1998) analizó las obras publicadas entre 1977-1990 que aparece en las
selecciones bibliográficas o que han recibido premio para establecer una pauta de
comportamiento discursivo y Tejerina (2005) analiza las diferentes propuestas sobre el
tema y comenta cuales serían los clásicos de esta literatura. Como aportaciones conjuntas,
es interesante consultar Cano Vela et alii (2003) donde se recogen las ponencias del VII
Simposio Internacional de la SEDLL sobre el canon, la literatura infantil y juvenil y otras
literaturas.
En todos los casos, el mecanismo discursivo más potente en este tipo de narrativas es el
diálogo que ocupa buena parte de la narración. En primer lugar, con el diálogo se consigue
un ritmo narrativo rápido que da la sensación al lector que los hechos acontecen en «tiempo
real» porque los cuenta a través de los turnos de palabras que se narran en primera persona,
en presente y desde donde acontecen. Esta característica aproxima la lectura al ritmo
característico de las narraciones audiovisuales donde todo ocurre ante los ojos del
espectador, sin diferenciar si el relato se dirige a un lector adulto o joven. Esta sensación se
mantiene incluso cuando el relato se sitúa en un momento del pasado porque el diálogo
introduce los hechos en el presente (yo, aquí, ahora) y, como indica Bobes (1992: 95-150),
acercan lo narrado a la manera de un zoom creando una sensación de «realidad» y de
presencia del personaje a través de índices de dirección como oraciones interrogativas,
exhortativas o exclamativas con las que se requiere el conocimiento, la acción o la atención
del interlocutor, y consecuentemente del lector.
En segundo lugar, el diálogo permite el uso del metalenguaje, es decir, el diálogo deja
que el personaje pueda rectificar, aclarar o matizar sobre la marcha. Este mecanismo es
fundamental para poder introducir informaciones, datos o pensamientos que el lector ignora
pero que conocerá a través de la conversación de los personajes y no de las digresiones del
narrador, las notas a pie de página o las aclaraciones del autor que no sólo ralentizan el
relato sino que sitúan la información fuera del conocimiento de los personajes y, lo que es
peor, de los lectores.
Por ejemplo, si un personaje observa que el interlocutor (no sólo el personaje sino
también el lector) no ha entendido o necesita más información, lo explica pero a la manera
de una conversación, es decir, utilizando un lenguaje coloquial y aportando sólo la
información justa y necesaria para proseguir el relato porque lo que importa no es saber,
crear conocimiento, sino disponer de los datos justos para que el vacío momentáneo de
información no entorpezca el avance en la lectura o de la visión de la película o la serie
televisiva.
Buenos ejemplos los encontramos en la serie televisiva CSI o en aquellas que se sitúan
en entornos profesionales (House, Ley y Orden, Hospital Central, etc.). También la novela
de adultos, sobre todo la que sitúa sus tramas en enigmas históricos, utiliza este mecanismo
que aporta el diálogo y que se establece cuando aparece un objeto o un hecho sobre el que
se requiere información que es posible no tiene el lector (Asensio 2004: 140): «-Pues no sé
por qué... -repuse ofendida. -¡Vaya, pues porque la Vera Cruz desapareció! ¿O es que ya no
te acuerdas de la historia? Nunca se supo que fue de ella. Farag, claro, tenía razón. La
verdad es que estaba tan agotada que mi cerebro parecía zumo de neuronas».
Finalmente, destacamos una tercera característica del diálogo que desarrollaremos más
tarde: introduce el idiolecto del personaje y, sobre todo, su cosmovisión, su forma de
conceptuar el mundo; característica fundamental en los mecanismos de seducción tan
necesarios en estas narrativas.
Obviamente, tanto la necesidad de crear un ritmo rápido como la presencia masiva del
diálogo no deja espacio a la descripción que se ve reducida a pequeñas secuencias
abstractas y convencionales que ocasionalmente pueden aparecer al inicio del relato o en
pasajes cortos capsulados. Lo mismo ocurre con el narrador cuyo espacio también se
reduce, pero a pesar que se reduce su presencia lo que no cambia es su importancia.
Martín-Barbero (2003b: 178) cuando describe cómo es la literatura popular que nace en
el siglo XIX de mano de la prensa apunta otra característica fundamental ligada con la
anterior, los dispositivos de fragmentación de la lectura: «aparecen una serie de
fragmentaciones que pasan por el tamaño de la frase y del párrafo hasta llegar a la división
del episodio en partes, capítulos y subcapítulos. Estos últimos, encabezados por títulos, son
las verdaderas unidades de lectura. Porque a la vez que articulan el discurso narrativo, esas
unidades posibilitan dividir la lectura del episodio en una serie de lecturas sucesivas sin
perder el sentido global del relato». Con anterioridad (Lluch 2003 cap. 2, 6 y 9), ya
analizamos la importancia que tienen los títulos de los capítulos como guía para circular
entre la fragmentación que provoca la división en capítulos, así como la manera de
conformar los capítulos en libros que proponen una lectura más fácil como la colección
«Pesadillas».
Publicado por: Rasha el 10/08/06 a las 17:17 Me llamo Lilia y hará dos meses que
me compré el libro, y desde entonces no he dejado de leerlo, esta es la cuarta vez, y de
verdad que no comprendo cómo me puede enganchar tanto, yo leí el de crepúsculo y
me acabo de enterar de que hay tres más, ¿alguien sabría decirme si el de luna nueva se
publicó ya en Canarias? Por favor, de verdad, que me pongo ansiosa con el maldito
libro necesito más YA. Muchas gracias.
Publicado por: Shiva el 17/07/06 a las 13:34 Leí hace poco este libro y me encantó
^o^ Y es que solo con mirar la portada ya entra por los ojos con esa imagen tan
romántica y gótica. Bella es la manzana, la fruta prohibida, y Edward, esas manos que
la sostienen. La historia es muy sencilla, pero logra enganchar al lector hasta que
termina el libro y le deja con ganas de más aventuras. Estoy deseando leer los
siguientes tomos ^^.
Para producir este efecto en el lector es necesario poner en marcha lo que Martín-
Barbero llama «dispositivos de seducción» y que fueron utilizados por el «nuevo modo de
comunicación» que fue la literatura popular del XIX. A continuación resumimos estos
dispositivos de seducción analizados por Martín-Barbero (2003b: 179-284):
i) La duración y el suspense que introduce estos relatos seducen porque el sentimiento
de duración de lo leído o escuchado se identifica con la vida y permitió al lector
popular pasar del cuento a la novela, es decir, la duración de los nuevos relatos le
permitió tener tiempo para identificarse con los nuevos personajes, adentrarse en la
cantidad y variedad de avatares de la acción sin perderse,
ii) La estructura abierta o la escritura día a día de los relatos que se publicaban en los
periódicos, aunque respondían a un plan previo, su publicación en forma de entregas
permitía ser permeable a las reacciones del público de manera que se creaba también
la confusión con la vida y se dotaba al relato de porosidad a la «actualidad»,
iii) El suspense creado por la forma del «episodio» que contenía la información justa
para constituir una unidad que satisface el interés y la curiosidad del lector pero al
mismo tiempo abría interrogantes que acrecentaban el deseo de leer el siguiente
episodio,
iv) Los dispositivos de reconocimiento que producen en la comunicación del libro con
el lector la identificación del mundo narrado con el mundo del lector popular.
Thaler (2002: 160) bautiza como «la regla del yo» el mecanismo más utilizado en la
literatura juvenil y que más favorece el juego de la confidencia y lógicamente de la
identificación: «Todo a la vez es una peñora de autenticidad y una magnífica trampa
narrativa donde se acaba por fundir los "yo" del autor (imitando al adolescente), del lector
(imitando al adolescente), y del personaje-narrador (imitando al adolescente), dentro de una
santa trinidad narrativa». Como hemos dicho ya, se elige la misma cosmovisión, es decir, el
mismo punto de observación del lector de manera que tanto personajes como narrador
observan y juzgan el mundo a semejanza de su lector. Es evidente que la atención aumenta
por las expectativas que despiertan situaciones similares al lector y que además estas
elecciones facilitan la identificación con el mundo posible propuesto. Pero tal vez, lo más
importante es el placer y, consecuentemente, el enganche que este tipo de opciones
estilísticas proporciona en el lector.
Atraer al otro a lo que yo pienso o narro es algo sobre lo que han trabajado buena parte
de los pensadores de la humanidad. Aristóteles formula a la perfección en su Retórica
algunas de las técnicas que un orador ha de utilizar para conseguir el beneplácito del que
escucha. El sabio griego habla del placer que experimentamos en el similar cuando habla
del placer en las cosas propias y explica que todo lo que es similar a un individuo y a su
congénere le es totalmente agradable por eso consideramos como agradables las cosas que
nos son propias, por eso, los hombres quieren a sus aduladores.
A lo largo del artículo hemos hablado de puntos de contacto con la narrativa pero,
como no podría ser menos, también la literatura para adolescentes no olvida la retórica y
cuando más leemos manuales sobre el discurso argumentativo más cercanos nos
encontramos a buena parte de los relatos creados a los largo de la humanidad que han
buscado un lector. En este sentido y sin sorpresas podemos hablar de la presencia de
Aristóteles en la literatura juvenil actual. Porque buena parte de las obras de las que hemos
hablado son grandes aduladores de sus lectores, en nuestro caso, de los adolescentes porque
los convierten en héroes que han superado cualquier situación: sólo hay que pensar en la
saga de Harry Potter o la magna obra de la venganza del pueblo llano sobre el poder que es
El Conde de Montecristo.
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