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Son muchos los casos de los matrimonios en los que ambos trabajan y no tienen con
quién dejar a los niños. Por eso, en numerosas ocasiones, el motivo de la escolarización
de los niños no es otro que el del “aparcamiento” de éstos durante la jornada laboral de
los padres, o como se viene denominando hasta hoy, por motivos asistenciales.
No obstante, existe una gran mayoría que deposita otras ilusiones sobre la escuela,
como las de conseguir un mayor desarrollo a todos los niveles en el niño. En estos casos
las familias suelen tener un mayor nivel socio-económico más elevado y conocen las
posibilidades que la institución escolar ofrece en todos los ámbitos, tanto afectivo como
social y educativo.
Este es uno de los muchos motivos por los que la colaboración entre los dos principales
ámbitos de socialización del niño se haceimprescindible, ya que los docentes tienen una
necesidad básica de conocer cómo son los padres del niño y qué comportamientos del
alumno pueden estar justificados dentro de este ámbito.
Cada uno de estos sectores educa al niño en sus distintas facetas y le influye. Siguiendo
a Vigotsky podríamos decir que “El medio determina el desarrollo psíquico del niño a
través de cómo vive el niño dicho medio”. Por eso no debemos mencionar uno dejando
a un lado el resto puesto que la persona es un ser global que no puede ser fragmentado.
Tanto es así que un estudio realizado por la Fundación Hogar del Empleado sobre la
“Opinión de los alumnos sobre la calidad de la educación” asegura que "más de la mitad
de los alumnos no universitarios consideran a la escuela y la familia los factores más
influyentes en la educación”.
Lo cierto es que existe una dicotomía familia-escuela y que, como comenta Eduardo
Gildemeister, los maestros perciben a los padres como “generadores de reclamos” y
éstos a su vez como requisados sólo para recibir quejas de sus hijos. Por eso ya se han
empezado a tomar medidas al respecto, por ejemplo, en el Ministerio de Educación
provincial de Granada, donde pondrán en marcha el próximo sábado un programa para
establecer unas relaciones más amplias y adecuadas entre los padres de los alumnos y
los docentes que recibirá el nombre de “Un encuentro necesario para la participación y
el compromiso”.
El niño es el punto de partida y llegada de todo aprendizaje y por eso debemos contar
con todo lo que sea importante para él. No cabe duda que la familia, como lugar donde
nace y se responden en primer lugar sus necesidades básicas, lo es. En la escuela
adquiere una mayor capacidad de socialización y aprendizaje a la vez que juega y
disfruta. Y en la sociedad se hace parte de un mundo más amplio que integra todas las
realidades que le rodean desde el momento de su nacimiento.
Esta es la causa principal por la que, tanto familia como escuela y sociedad, deben
procurar el mayor beneficio para el niño, que será alcanzado si se desarrolla en armonía
con todos ellos.
A nivel pedagógico el niño aprende mejor cuando está su familia presente, ya que ésta
le aporta seguridad y confianza. Los padres pueden ser una fuente de inspiración para el
niño y un motivo de relajación y disfrute del momento. Además, no es muy frecuente
que en los tiempos que corren la familia juegue con ellos, por lo que realizar actividades
conjuntas será una gran satisfacción.
Por último, respecto a las ventajas que la participación de las familias tiene en la
práctica, diremos que el hecho de contar con la ayuda de los padres en momentos como
las excursiones, salidas o talleres supone una gran ayuda para el docente. O que poder
contar con sus profesiones o algo relacionado con ellos (tienen un campo, una granja,
etc) supondrán una gran ventaja respecto a aquellas aulas en las que el proceso de
enseñanza-aprendizaje quede limitado a la exclusividad del maestro y el alumno.
Si optamos por esta colaboración familia-escuela para promover unas relaciones más
fluidas y continuadas cuyo mayor beneficiario es el alumno, debemos establecer unos
criterios básicos y unas líneas de actuación que quedarán reflejadas en los Proyectos
Curriculares, donde aprecerá “la planificación de la coordinación pedagógica con las
familias” (Decreto 107/92, artículo 9, punto 4).