Académique Documents
Professionnel Documents
Culture Documents
Este artículo, encara la crítica postmoderna a las teorías del Self unificado, crítica
que sostiene que el self no es algo unificado sino múltiple, no es una entidad
estática, sino que fluctúa constantemente, no es un centro de iniciativa aislado
sino constituido intersubjetivamente. El autor propone que existen dos tipos de
división en la experiencia del self: las divisiones disociativas de la teoría del self
múltiple y otra división, similar a las divisiones entre las agencias estructurales de
Freud, entre lo que se denomina aquí el “self intersubjetivo” y la “experiencia
subjetiva primaria”. En contraste con los estados del self disociados, que tienen
lugar en diferentes momentos a lo largo del tiempo, estas dos dimensiones de la
experiencia del self se producen de forma simultánea; en realidad, lo más
importante es la relación entre ellas. El autor sugiere que es esta relación
intrapsíquica, tal como ocurre en un momento psicológico determinado, la que
determina las cualidades de la experiencia del self que se enfatizan en las teorías
del self unificado: cualidades tales como cohesión versus fragmentación;
autenticidad vs. falsedad; vitalidad versus agotamiento; regulación del self óptima
versus regulación no óptima; e iniciativa versus sentir que uno está a merced de
los otros. Más aún, uno de los organizadores más importantes del self
intersubjetivo son las identificaciones tempranas, especialmente las
“identificaciones con la respuesta del otro al self”. Se discuten las implicaciones de
estos conceptos para la acción terapéutica y se ilustran con una extensa
exposición de un caso analítico.
pág. 1 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
Como psicoanalista fuertemente influenciado por los puntos de vista relacionales y
de la psicología del self, he seguido estos desarrollos intelectuales con un agudo
interés y he intentado evaluar en qué medida cuestionan las premisas básicas de
uno de los modelos que es central para mi “self” clínico. Soy consciente de que la
más sofisticada de estas críticas mantiene la equilibrada posición de que, mientras
que la estructura real de la experiencia del self puede ser múltiple, discontinua y,
en caso de patología, rígidamente disociada, existe una necesidad adaptativa de
la ilusión de unidad y continuidad en el sentimiento que una persona tiene del self
o la identidad (Mitchell, 1993; Bromberg, 1998). También conozco el argumento de
al menos uno de los defensores de la teoría del self unificado (Lachmann, 1996),
en el sentido de que, aunque puede haber disyunturas dramáticas en la propia
experiencia del self, existe un esfuerzo evolutivo hacia el self integrado que presta
un sentimiento de unidad a la experiencia del self global. Si bien ambas
perspectivas me parecen en cierto modo tranquilizadoras, no creo que encaren la
amenaza fundamental que supone la teoría del self múltiple para la teoría del self
unificado. Propongo aquí un tercer modo de conceptualizar el problema que creo
que sí encara las cuestiones fundamentales implicadas y deja así intactas las
ideas clínicas esenciales de la psicología del self.
pág. 2 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
más “vertical”; que, de hecho, uno alcanza una complejidad de pensamiento más
plena reteniendo e integrando las dimensiones horizontal y vertical de la estructura
psíquica; y que es la dimensión vertical la que, en mayor medida, transmite las
cualidades de unidad, cohesión, autenticidad, regulación del self y bienestar que
constituyen el núcleo de la perspectiva del self por parte de la psicología del self.
En una formulación menos esquemática, diría que los teóricos del self múltiple
focalizan principalmente en la experiencia de self como modelada por contextos
relacionales concretos. La dimensión que quiero resaltar es la de la relación del
self consigo mismo como relación intrapsíquica modelada por la experiencia
relacional.
Para tomar un breve ejemplo clínico de la literatura sobre el self múltiple, Mitchell
(1993) describió el caso de “Robert”, un joven cuyo padre era un alcohólico
tarambana que abandonó a la familia cuando Robert tenía ocho años y cuya
madre había socavado en varios sentidos el sentimiento de potencia masculina de
Robert durante su infancia y adolescencia. Como resultado, uno de los “selfs” de
Robert ya adulto tenía un “sentimiento vacilante de potencia sexual y masculinidad
[asociado con] un sentimiento crónico de debilidad y deficiencia” (p. 99). Este
estado del self de Robert podría caracterizarse en dos sentidos: en primer lugar,
existe la experiencia del self derivada de la experiencia intersubjetiva con la madre
(y el padre ausente). Este es el estado del self débil, impotente y deficiente ya
descrito.
Pero esto no es todo. Robert entró en la relación con su madre con unos
incipientes intentos de masculinidad. ¿Qué ocurrió con esos intentos? No
desaparecieron. Tal como lo explicaba Mitchell, a causa de la necesidad de Robert
de mantener el lazo con su madre (y, yo añadiría, a causa de su identificación
definitiva con la forma en que ella le trataba), llegó a renunciar a sus esforzados
intentos de masculinidad. Luego “retornaron” en las fantasías a lo largo de su vida
de encontrar una figura masculina fuerte que, en palabras de Mitchell, “le
concediera su lugar legítimo en la comunidad de hombres” (p. 99). Esta es la
dimensión de la compleja experiencia del self de Robert sobre la que yo quiero
pág. 3 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
centrarme: como resultado de las malignas transformaciones que sufrió en la
relación con la madre castradora, evolucionó hacia una relación con su propia
masculinidad que constituye una división en la psique diferente de las divisiones
disociativas de la teoría del self múltiple. Creo que esta es la división que la
psicología del self y otras teorías del self unificado han intentado superar desde
siempre. Y queda claro a partir de la descripción de Mitchell que una faceta del
análisis de Robert se refería a su forma de entablar con Mitchell una auténtica
transferencia idealizante del objeto del self masculino que, según la psicología del
self, sería necesaria para que Robert resolviera su escisión y se volviera más
“cohesivo” en la esfera psicosexual.
pág. 4 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
El yo puede tomarse a sí mismo como un objeto, puede tratarse como otros
objetos, puede observarse a sí mismo, criticarse a sí mismo, y el cielo sabe qué
más. Así, una parte del yo se está estableciendo por encima y contra el resto. Así
que el yo puede estar escindido; se escinde durante ciertas funciones,
temporalmente al menos .
En cierto sentido, poco de lo que tengo que decir aquí va a ir más allá de esta
original observación de Freud. Pero de todas las direcciones posibles que podría
haber tomado, Freud eligió focalizar en una: la escisión y depositación en el
superyó de las funciones morales reguladoras del yo. Como muestra el caso
Robert de Mitchell (1993), la división que tengo en mente abarca más que las
órdenes del superyó a un yo impulsado por el ello. No está restringida a las
internalizaciones de la autoridad moral de los padres en relación con los impulsos
edípico-sexuales; más bien está estructurada por internalizaciones de todas las
interacciones significativas con los objetos tempranos; puede implicar a cualquiera
de los sistemas motivacionales primarios identificados por Lichtenberg (1989) y,
como sabemos ahora, comienza en el nacimiento, no durante el periodo edípico.
pág. 5 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
Si pensamos en la infancia, tal como lo hacen los investigadores dedicados a los
infantes, como una serie de momentos intersubjetivos o secuencias de interacción,
en cada una de estas interacciones el niño trae una experiencia subjetiva primaria
que se encuentra con una respuesta o iniciativa por parte del cuidador.
En el resto de este artículo me refiero a los dos elementos que constituyen esta
relación intrasubjetiva como la experiencia subjetiva primaria de una persona o
realidad interna y a su experiencia organizada intersubjetivamente. A la totalidad
de la experiencia intersubjetivamente constituida de una persona, ahora
internalizada y presimbólicamente representada, me refiero como el self
intersubjetivo. El término experiencia subjetiva primaria corresponde al self
verdadero de Winnicott y Bollas, sin la implicación de ser un núcleo fijo,
“presocial”, que no resulta afectado por la experiencia relacional. Nuestra
experiencia subjetiva primaria en un momento determinado es modelada por toda
nuestra historia vital hasta ese momento y es producto tanto de nuestras
cualidades innatas como de nuestra experiencia dado que estos dos factores se
han fusionado en nuestras personalidades y subjetividades.
pág. 6 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
Por lo tanto, existe desde el nacimiento (y, quién sabe, quizá antes) un aspecto
intersubjetivo para la propia experiencia subjetiva primaria y para la experiencia
intersubjetivamente constituida. Esta es una de las complejidades que hacen
desaconsejable pensar en estas dimensiones como estructuras psicológicas de la
mente estables y nítidas; más bien describen la estructura de la experiencia
subjetiva momentánea. Pienso que la experiencia subjetiva primaria de una persona
contiene sus motivaciones y afectos centrales en ese momento; por el contrario, la
experiencia intersubjetivamente constituida va más allá (is meta) de estos aspectos
centrales de la experiencia y puede estar o no en armonía con ellos. En la patología,
esta última niega, anula o aparta a la persona de la primera. Al igual que los teóricos
postmodernos, considero que la experiencia subjetiva primaria de una persona y la
experiencia intersubjetivamente constituida que la acompaña están en constante
fluctuación, respondiendo tanto a cambios en las circunstancias externas como a
fantasías y procesos asociativos internos. La cuestión es que en un momento
psicológico determinado es la relación entre estas dos dimensiones de la
subjetividad la que determina la cualidad global de la experiencia del self de una
persona en dicho momento.
Un breve ejemplo clínico propio ilustra la división psicológica que estoy
describiendo.
pág. 7 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
culpable cuando se negaba. Durante el primer año de tratamiento, Lisa entró cada
vez más en contacto con su resentimiento por esta situación y tomó la
determinación de realizar un cambio en sus respuestas. El problema era que en
cuanto ella contemplaba la posibilidad de actuar de forma consecuente con su
resentimiento, rechazando hacer algo que considerase inapropiado o poco
razonable, inmediatamente se sentía intensamente culpable, se acusaba de ser
egoísta, irresponsable y negativa, exactamente al estilo de su madre. Al comienzo
del tratamiento esta voz era, con mucho, la más alta e imperiosa: Lisa era la
cuidadora más complaciente, con ocasionales erupciones disociadas de ira en
arenas más seguras, como el trabajo.
pág. 8 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
Retomando la discusión teórica, como demuestra el caso de Lisa, la transposición
completa de la idea de Bollas a términos intersubjetivos requiere la introducción de
un concepto adicional: lo que yo denomino identificación con la respuesta del otro
al self. Muchas secuencias o estructuras de interacción internalizadas contienen
información relativa a la respuesta del cuidador hacia el niño, incluyendo la
percepción de aquél y sus respuestas afectivas, evaluadoras y procedimentales a
la experiencia subjetiva primaria que el niño llevaba a los encuentros en los que se
basaron las representaciones internalizadas. Siguiendo a Bollas creo que, como
parte del proceso de internalización, el infante o el niño se identifica
automáticamente con las respuestas inferidas del cuidador a su experiencia
subjetiva primaria. Tanto Robert como Lisa se identificaron con las respuestas de
sus madres hacia ellos (más concretamente, con las construcciones que hicieron
de las respuestas de sus madres) y estas identificaciones se convirtieron en
organizadores centrales de su experiencia del self intersubjetivamente constituida.
EL PAPEL CENTRAL DE LA IDENTIFICACIÓN
pág. 9 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
(1994). Es la identificación como base para la realización del self. Para expresar la
idea firmemente, la experiencia que el niño tiene de su realidad interna no se le
hace psicológicamente real, y por tanto plenamente utilizable, excepto mediante la
identificación con las respuestas de los otros significativos para su realidad
interna.
pág. 10 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
intereses. La madre y, en definitiva, ambos padres, responden a estas
expresiones con un reconocimiento más o menos empático de la experiencia
subjetiva del niño, y el sentimiento del self del niño se forma en consecuencia.
Como Winnicott (1967) caracteriza con su famoso aforismo este proceso desde la
perspectiva del niño: “cuando miro me ven, de modo que existo” (p. 114).
Nótese que el tipo de identificación implicada en este proceso temprano de
realización del self no es la identificación simplemente como imitación, sino más
bien una apropiación de la experiencia intersubjetiva total, tal como es percibida
por el niño. (Seligman, 1999, ha elaborado un debate similar). Supongo que este
tipo de identificación comienza en el nacimiento, inicialmente como una forma de
aprendizaje presimbólico, y se convierte en parte de lo que se ha denominado
como self nuclear (Stern, 1985), conocimiento irreflexivo (Bollas, 1987),
inconsciente prerreflexivo (Stolorow y Atwood, 1992), conocimiento relacional
implícito (Stern y cols., 1998) y lo que yo estoy denominando self intersubjetivo.
Esta interpretación recuerda y apoya la perspectiva de Freud (1920) de que la
“identificación primaria” representa “la más temprana expresión de un vínculo
emocional con otra persona” (p. 105), una perspectiva posteriormente elaborada
por Fairbairn (1952) y Loewald (1978).
pág. 11 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
del niño, o ayudan a regularlo, las identificaciones tempranas llevan a un
sentimiento progresivo de eficacia y realización del self. Cuando, como en los
casos de Robert y Lisa, los padres fallan en reconocer la realidad psíquica de sus
niños, las identificaciones que se forman alienan al niño de esa realidad y anulan
sus capacidades para relacionarse con el mundo externo sobre la base de una
experiencia de self auténtica.
Quiero dejar claro, para concluir esta sección, que no estoy sugiriendo que la
identificación con la respuesta del otro al self sea la única base sobre la que
construimos la relación con nosotros mismos. Para mí, se implican otros tipos de
identificación. Un niño puede identificarse con el modo en que uno de los padres se
trata a sí mismo, con el modo en que uno de los padres trata a otra persona (por
ejemplo, a un pariente o al otro progenitor). Además de la identificación, otro
determinante decisivo es la acomodación –adaptativa/defensiva y compensatoria-
del niño a las contingencias intersubjetivas prevalentes. Un niño puede reprimir o
pág. 12 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
negar sus afectos, necesidades o esfuerzos a causa de cómo sean respondidos. La
relación resultante que el niño conforma con estos aspectos de la experiencia
subjetiva primaria no es una identificación (aunque los elementos identificatorios
pueden estar implicados) sino una adaptación defensiva a la percepción de los
requerimientos provenientes del otro necesario (recordemos el caso Robert de
Mitchell). Alternativamente, tal como nos ha mostrado la literatura de investigación
evolutiva, cuando la regulación mutua de los estados internos de un niño es
inadecuada, el niño tiende a volverse excesivamente autorregulador (Tronick, 1989;
Beebe y Lachmann, 1998) –un hallazgo que apoya el concepto de Winnicott (1962)
de un “self cuidador”. Este tipo de relación intrapsíquica no es tanto una
identificación como una estrategia compensatoria de gestión del self. Incluso en
estos casos, no obstante, la cuestión general sigue siendo la misma: la relación de
una persona con aspectos de la experiencia subjetiva primaria supone una división
psíquica que es diferente de las divisiones disociativas de la teoría del self múltiple.
pág. 13 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
negativa repetitiva), las identificaciones momentáneas activan antiguas
identificaciones tóxicas, engendrando sentimientos de fragmentación y
agotamiento y provocando las operaciones defensivas y restauradoras del self
habituales del paciente. Por el contrario, cuando el paciente se siente nuevamente
reconocido por el analista, las identificaciones momentáneas que establece
fortalecen la relación del paciente consigo mismo y generan sentimientos de
cohesión, vitalidad y sustancialidad. Mediante este proceso regulador mutuo, el
paciente y el analista trabajan juntos con el fin de incrementar el reconocimiento y
la respuesta del analista a la realidad siempre cambiante (o diferentes estados del
self) del paciente. Las identificaciones acumulativas del paciente con esta nueva
experiencia intersubjetiva constituyen una nueva “estructura” psicológica.
pág. 14 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
precisamente para demostrar que las divisiones en la dimensión “vertical” de la
experiencia de self pueden ser organizadores tan efectivos del funcionamiento
mental como lo son las divisiones disociativas de la teoría del self múltiple.
Este caso también dramatiza los procesos reguladores mutuos mediante los
cuales el analista alcanza cada vez más “especificidad de reconocimiento”
(Sander, 1995) de los estados psicológicos del paciente. De acuerdo con los
kleinianos contemporáneos, creo que gran parte de este proceso regulador tiene
lugar mediante diversos tipos de identificaciones proyectivas del paciente (Stern,
1994). El modelo de funcionamiento psíquico esbozado aquí otorga nuevo
significado al término identificación proyectiva: a menudo lo que un paciente
proyecta en la relación analítica son antiguas identificaciones con las respuestas
de los otros a su experiencia subjetiva primaria. Es decir, lo que se proyecta no es
sólo un impulso o un estado de afecto, sino la relación que uno mantiene con el
impulso o el afecto derivada de las identificaciones tempranas. En este sentido, lo
que inconscientemente se le “pide” al analista que haga por medio de las
identificaciones proyectivas es ayudar al paciente a separar las identificaciones
tóxicas de los estados subjetivos primarios que les dan lugar.
pág. 15 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
como si “tuviera una persona tras de mí, juzgándome”. A menudo se sentía
paralizado por la ansiedad en situaciones en las que sentía que se le requería un
alto nivel, por ejemplo, cuando tenía que entrevistar a un personaje famoso. A
pesar de sentir que no era un reportero demasiado bueno, Jonathan tenía la
aspiración de llegar a ser algún día un novelista reconocido.
pág. 16 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
Esta breve historia proporciona el telón de fondo para comprender el mundo
interno de Jonathan y el mundo intersubjetivo creado en el análisis. La cualidad
que espero transmitir del tratamiento es la implacable operación del sistema de
ansiedades e identificaciones que constituía su self intersubjetivo, siempre
atacando y deshaciendo cualquier trabajo constructivo que hubiera tenido lugar
entre nosotros o en su interior. Para Jonathan, la “asociación libre” significaba una
especie de huida, un monólogo medio en broma acerca de la tristeza y lo ridículo
de su vida. Así podía hablar de la última discusión con una novia, un encuentro
humillante con su padre, un sueño atemorizante, o la prueba diaria de su
incompetencia en el trabajo, todo con el mismo tono medio disgustado / medio
indiferente, irónico, autodespreciativo que parecía ser impermeable a cualquier
intento por mi parte de focalizar o profundizar en la indagación de su experiencia
afectiva. Este comentario continuo a menudo era intercalado con sondeos y pullas,
en broma pero provocadores, dirigidos hacia mí, que resultaban a la vez
distanciadores y comprometedores: “¿Esta Vd. felizmente casado?”, ”¿Mira
también a otras mujeres?”, “Si yo dejase de venir ¿lo tendría difícil para pagar sus
próximas vacaciones?”, “Hoy no está diciendo casi nada, no debo de estar
hablando de las cosas adecuadas”.
pág. 17 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
encontraba el modo de deshacer lo que quiera que hubiera comenzado a
establecerse entre nosotros y retornaba a línea de autoevaluación cínica y
desesperanzada. Poco a poco llegué a comprender que lo que Jonathan había
creado entre nosotros era un reflejo directo (una proyección) de la relación entre
su self intersubjetivo y su realidad interna. Cualquier impulso hacia la conexión,
cualquier movimiento en la dirección de sus ambiciones, cualquier sentimiento
bueno sobre sí mismo era, por alguna razón, inmediatamente destruido por su
narrativa interna de autonegación, por la sospecha paranoide sobre los motivos
del otro, y por unos sentimientos de vulnerabilidad a la humillación tan intensos
que vivía sobre el principio de una evitación del riesgo casi completa. En
identificación con lo que había sentido como la castración emocional por parte del
padre hacia sus esfuerzos por ser un hombre y un ser humano deseante, su
propia relación con estos esfuerzos y deseos se había vuelto similarmente
castradora. Por tanto, no podía asumir los riesgos necesarios para aumentar su
competencia y confianza en áreas como el trabajo o el amor y de modo más o
menos realista sentía que estaba mucho más atrasado que su grupo de pares, lo
que, por supuesto, reforzaba su autoevaluación. Es más, a causa de la
impenetrabilidad e inmovilidad de su imagen autonegadora y autoprotectora, el
análisis producía pocos cambios demostrables en las áreas externas de su vida,
llevándole a sentir que ésta era simplemente otra falla y una prueba más de lo
desesperado de su situación.
pág. 18 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
música. Asistía con frecuencia a conciertos y sentía placer al describir y criticar las
diferentes piezas y representaciones. Este self podía, no obstante, desdibujarse
hacia su self más opresivo cuando se trataba del disfrute de la música por parte de
sus novias o de las capacidades de éstas para discutir sobre música. Si no
alcanzaban los estándares de Jonathan, se volvía enormemente contrariado y
crítico, como si fuera un defecto fatal.
pág. 19 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
que encontrara un punto de apoyo con Jonathan. Aparentemente estábamos
atascados, y me encontré pensando que, o bien estaba demasiado herido
físicamente como para hacer uso del análisis con fines de crecimiento, o bien
necesitaba un terapeuta diferente que no estuviera tan frustrado por su particular
complejidad caracterológica y sus dobles vínculos.
En cierto momento empecé a caer en la cuenta de que había sido atrapado por su
sistema. Me di cuenta de que el análisis se había convertido simplemente en una
nueva arena para el fracaso con sus propios estándares implícitamente
inalcanzables de cambio de conducta y mejoría de vida. Por supuesto, esperamos
que el análisis produzca tales cambios. Pero para Jonathan mantener esta
expectativa parecía ser una repetición tóxica. Observando mis sentimientos de
contratransferencia de incompetencia y frustración, me di cuenta de que
necesitaba deshacerme de mi tendencia a evaluar lo que estaba sucediendo en el
presente en contra de una meta futura nunca alcanzada e intentar centrarme en
estar más plenamente presente con Jonathan en el aquí y ahora. Llegué a la
conclusión de que la mejor manera que tenía de enfocar nuestro trabajo era no
tener expectativas de cambio, aceptar que cualquier cosa que él estuviera
haciendo en ese momento era lo mejor que podía hacer y era suficientemente
bueno. Compartí directamente esta conclusión con Jonathan. Como yo esperaba,
se mostró dudoso, sintiendo que el único modo en el que había cambiado siempre
era en respuesta a una presión evaluadora. Yo mantuve mi postura y aunque el
sentimiento de fracaso de Jonathan y su desesperación pudieron hacerme
ocasionalmente volver a juzgar nuestro tratamiento (y a mí mismo) sobre la base
de su manifiesta falta de progreso, mantuve más o menos tenazmente desde
entonces que estaba menos preocupado por su cambio que por ayudarle a
aceptarse a sí mismo tal como era. En los términos del modelo que propongo, mi
foco cambió a intentar contraactuar las identificaciones inmovilizadoras que eran
centrales en su self intersubjetivo.
pág. 20 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
Los siguientes ejemplos dan una idea de cómo esta posición se puso en
juego clínicamente. Con relación a sus relaciones amorosas, Jonathan se
lamentaba a menudo del hecho de que seguía eligiendo mujeres “cojas” en lugar de
las que parecían más dignas de admiración, a las que realmente deseaba, pero por
las que se sentía intimidado. Yo le respondí que pensaba que probablemente estaba
haciéndolo lo mejor que podía con las mujeres; que, al menos en este punto, las
únicas mujeres de las que podía permitirse depender y sentirse próximo era de
aquellas a las que sentía como no demasiado amenazantes. De este modo no tenía
que afrontar el problema de estar con mujeres a las que devaluaba. Hizo como si
no oyera esto, pero claramente le alivió verse sacado del atolladero. Al mismo
tiempo, le dije que su grosería era equivocada e innecesaria: sólo estaba
proyectando sobre sus novias sus sentimientos acerca de sí mismo, transfiriéndoles
los sentimientos que tenía hacia su madre, y repitiendo lo que su padre le había
hecho a ésta, y que no era justo someterlas a este sufrimiento por el crimen de
mantener una relación con él. Esta combinación de mensajes pareció pulsar la tecla
acertada. Comenzó a reprocharse menos sobre la relación en la que estaba y, al
mismo tiempo, hizo cada vez más esfuerzos exitosos por contener su ataques
abusivos y furiosos.
pág. 21 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
como tal, me di cuenta de que yo debía dejar de intentar con tanto ahínco de
desarrollar una conexión continua, y contentarme con comentar el proceso tal
como yo lo experimentaba. Con esta nueva orientación, simplemente señalaba
siempre que él hacía o decía algo durante la sesión para romper nuestra conexión,
bien fuera un sutil menosprecio, un cambio de tema, o comentarios del tipo de “Así
que entonces, ¿cómo me va ayudar eso?”. Era un tipo de bio-retroalimentación
psicológica que simplemente reflejaba lo que él hacía sin demandarle un cambio.
(La única excepción era que, si me sentía verdaderamente insultado por algo que
decía, entonces se lo hacía saber, a veces con enojo). También interpreté que, a
causa de las contingencias destructivas de su infancia, parecía que él
experimentaba la comunicación, independientemente de lo íntima o personal que
fuera, principalmente como una actuación por la que ser evaluado más que como
un vehículo para establecer una conexión placentera, compartir conocimientos y
aumentar la confianza. Con esta construcción, queda claro que necesitara
desequilibrar a la otra persona. Con el tiempo, este enfoque le ayudó a mantener
el contacto conmigo, y las sesiones adquirieron un tono más colaborador y
comprometido.
Desarrollo y conclusión
pág. 22 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
que se niegan a soportar el abuso. Nuestra relación es muy cómoda, nunca
insultante y, de un modo tácito, masculinamente afectiva. Cuando le pedí a
Jonathan que leyera esta descripción de su tratamiento, estuvo de acuerdo con la
mayor parte, pero le pareció que faltaba un componente importante. Durante la
primera parte del análisis, mucho antes de que yo hubiera captado su sistema, yo
solía hacer a menudo comentarios empáticos sobre la destructividad de su padre,
a veces hasta el punto de expresar mi propio enojo por el daño que había causado
al self emergente de Jonathan. Aunque en el momento él defendía a su padre
como parte de la idealización que todavía estaba operante, retrospectivamente
siente que mi firmeza le ayudó a empezar a separarse de la presencia furiosa,
crítica y dominante del padre en su psique. Este añadido de Jonathan subraya lo
que yo considero un aspecto pragmático de la tarea del analista. Para que un
paciente altere sus relaciones tóxicas consigo mismo, necesita diferenciar las
antiguas identificaciones de la experiencia subjetiva primaria y formar nuevas
identificaciones como fundamento para una relación diferente consigo mismo. Me
parece que cualquier cosa que el analista haga para facilitar cualquiera de estas
dos alteraciones no sólo es analíticamente válida, sino que está en el corazón del
empeño analítico, ya sea que consideremos que ese empeño es tratar a un self o
a varios.
Notas
Cita: (Steven Stern, Psy. D. es miembro del cuerpo docente del Instituto de Chicago para
Psicoanálisis y Profesor Ayudante de Psiquiatría Clínica, División de Psicología, en la
Escuela Médica de la Univrsidad de Northestern.
(2) El investigador sobre la infancia que, a mi parecer, tiene una apreciación más plena de
esta dualidad de la experiencia del self es Sander (1977, 1985, 1995). Basándose en el
trabajo del biólogo evolutivo Paul Weiss, Sander (1995) escribe que, comenzando con la
diada madre-infante, los seres humanos desarrollan un sentimiento de unidad organizativa
o coherencia a partir de la experiencia suficientemente frecuente de que sus estados
pág. 23 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4
internos son reconocidos y respondidos empáticamente por los otros significativos. Los
términos generales que utiliza para esta experiencia son “especificidad de reconocimiento”
y “momentos de encuentro”, que él considera que se alcanzan interactivamente mediante
procesos de influencia y regulación mutuas. Cuando estos procesos tienen lugar, el niño
tiene experiencias de iniciativa y de “conocerse a uno mismo como uno es conocido”, lo
que Sander considera las bases de la salud psicológica. A la inversa, cuando existe una
falla para alcanzar una especificidad de reconocimiento adecuada, se deja al niño con “una
difusión en los anclajes de confirmación de los que depende el conocimiento de sí mismo”
(pp. 590-591).
pág. 24 MATERIA PSICOLOGÍA CLÍNICA II, EL SELF COMO UNA ESTRUCTURA RELACIONAL. ARTÍCULO N° 4