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ALASTAIR DAVIDSON

GRAMSCI Y LENIN* (1917-1922)

ANTONIO Gramsci tenía 26 años a principios de 1917.^ El "albañal de su pasado",


en cuyos bullentes resentimientos habíase formado una visión "sarda" del mundo
("¡Al mar con los italianos!") sólo se manifestaba en demasiados cafés y ciga-
* Versión española de un texto originalmente preparado para The Socialisl Register. (N.R.)
1 Esta sección de este ensayo se trata más prolijamente en mi Tlw Young Gramsci: To-
wards an Inlellecliial Biography (en preparación). Gramsci nació en Ales, Cerdeña, el 23
de enero de 1891. Su padre, Francesco, era un funcionario público que trabajaba en el re-
gistro de la propiedad. Su madre, Giuseppina, pertencía a una familia de terratenientes, los
Corrías. Gramsci disfrutó de una vida privilegiada según los niveles sardos, hasta que su-
frió una caída a la edad de cuatro años y empezó a desarrollar una gibosidad. Luego, su
vida se convirtió en un círculo de miseria: en primer lugar fue puesto en prisión en el curso
de una zacapela política; más adelante, como miembro caído de la clase media en una socie-
dad donde esta clase había oprimido brutalmente al campesinado, fue perseguido sin piedad
por sus condiscípulos campesinos. Vivió una vida de privación física y emotiva: como un
"oso" que mira desde su cubil, "convencido de que nadie lo puede querer". Como compensa-
ción se entregó a la lectura y, al acabar la escuela media en Cagliari, ocupaba el primer lugar
de la clase. En 1910 ganó una beca para la Universidad de Turín, donde una vez más hizo
vida de escolar retraído, cuyo brillante potencial fue estragado por el hambre y su cuerpo
enfermizo. Esa vida influyó también en su presencia social. Como dice Garuglieri: ". .. al
verse mofado por su deformidad, surgió en él un gran amor por quienes Sufren injustamente,
y la necesidad de darles apoyo le llevó a sacrificarse generosamente por su causa". Cuando
niño, atribuía las miserias de la vida al imperialismo italiano que explotaba a Cerdeña, opi-
nión compartida por muchos sardos, y se unió emocionalmente al movimiento nacionalista
de Cerdeña conocido como sardismo. Pero —bajo la influencia de sus profesores universita-
rios— se vio atraído al socialismo, uniéndose al Partido Socialista Italiano en 1913; fue perio-
dista de tiempo completo en los periódicos socialistas Avanti y Grido del Popólo. Así empezó
una larga carrera de militancia revolucionaria, primero como socialista y luego como líder
del Partido Comunista que se formó en Italia en 1921. Durante su práctica política fue
desarrollando las ideas que encontraron su culminación en las ahora famosos Notas de
Prisión.

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rrillos, y en una enorme capacidad de trabajo. Cambió su cosmovisión "sarda"
por lo que tanto él como otros muchos italianos instruidos consideraban una per-
cepción satisfactoria del mundo: el "crocianismo". Durante todo 1917, Gramsci
seguía siendo un "crociano en sus opiniones",- aunque había sido socialista du-
rante tres años y trabajaba de tiempo completo para los periódicos socialistas
Avanti y Grido del Popólo, no obstante que sus amigos "crocianos" de los días
de la universidad habían ido a la guerra, y a pesar de que tenía considerable con-
tacto con los obreros que pasaban a verlo cuando salían de la cercana Casa del
Popólo, pues "poseía el gran don de saber hablar con todo el mundo".'
Teóricamente estaba de acuerdo con las opiniones de la reciente Teoría delta
storia delta storiograjia, de Benedetto Croce. En particular, eran éstas: 1) recha-
zo al positivismo como idealismo invertido; 2) rechazo consiguiente de cualquier
historia que dijera relatar de una vez por todas lo que realmente había sucedido;
y, por tanto, 3) creencia en que todas las cosmovisiones inmanentes habían sido
"ideadas" en consonancia al nivel contemporáneo de conocimientos.* Seguíase que
Gramsci creía que los hombres nunca eran prisioneros del pasado en el sentido
de que no pudieran liberarse mediante sus acciones voluntarias, sino que sólo se
podían librar por alguna coyuntura estructurada de los acontecimientos. Podían
ser prisioneros de su entendimiento de ese pasado y, por tanto, no lograr com-
prender la realidad de la situación presente. Las opiniones teóricas y emotivas de
Gramsci se resumen en las palabras que escribiera a principios de 1917: "El pro-
greso fatal de las cosas de los pseudocientíficos han sustituido la tesonera volun-
tad de los hombres por las leyes naturales", y en tonos más moralizantes: "Al-
gunos sollozan lastimeramente, otros reniegan obscenamente, pero ninguno, o
pocos, se preguntan: si hubiera cumplido con mi deber, si hubiera tratado de im-
poner mi voluntad, mi opinión, ¿habría sucedido lo que ha sucedido? . . . Abo-
rrezco al apático." =
Este rechazo teórico del determinismo, sin embargo, fue sólo un "punto de
partida" de Gramsci, quien procedió al tenor de la opinión crociana de que los
niveles contemporáneos del conocimiento se cifraban en necesidades contemporá-
neas, de acuerdo con la teoría de Giovanni Gentile sobre el "acto", hasta llegar
a aquella variedad de marxismo que mejor se avenía con la idea de que la revo-
lución no podía llegar automáticamente, sino que la debían realizar, con un acto
consciente y voluntario, hombres que entendieran que la causa de su miseria era

- En 1916, Gramsci afirmó que las opiniones de Teoría e sloria della storiograjia, de Croce,
constituyeron su "punto de partida", y en 191S. que "sin lugar a dudas estaban en lo cierto".
Sotto la Mole (Einaudi. Turín, 1960. pp. 145, 365).
•■' G. Amoretti. "Con Gramsci sotto la Mole", en Gramsci, Scritti di Palmiro Togliatti ed
allri (Unitá. Roma, 1945, p. 44).
+ Para la manera en que Gramsci expresa esos principios, ver Soltó la Mole, p. 365, donde
escribió: "Para que los acontecimientos pasados sean historia y no meramente hitos gráficos
o material fontal, o adminículos para la memoria, se han de repensar de nuevo, y ese re-
pensar los pone al día. puesto que la evaluación y ordenamiento de esos hechos necesaria-
mente depende del conocimiento 'contemporáneo' de la persona que repiensa el pasado, sobre
quién hace la historia y quién la hizo en el pasado." Se sigue que Gramsci mantuvo que
'as personas nunca eran prisioneras del pasado, en el sentido de que no pudieran abrirse paso
mediante su propia acción voluntaria. En efecto, negó que los hombres se pudieran liberar
por alguna contingencia estructural de los acontecimientos.
'■ La C¡::á iutura, 11 de febrero de 1917. Ver la reimpresión a cargo de G. Ferrata y N.
Gallo. Due inda pagine di Gramsci (II Saggiatore. Milán. 1964), I, pp. 233-35.

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el capitalismo. Para 1917, ya había averiguado esto en la interpretación de Anto-
nio Labriola, quien negaba que el marxismo describiera las obras "apocalípticas"
de la historia y sostenía que era una teoría fundada en la necesidad histórica del
socialismo y marcaba un hito en el entendimiento humano de esa situación. La-
briola denominaba en general a esa manera de ver las cosas "filosofía de la pra-
xis", subrayando la afinidad entre sus propios intereses y los del Croce, quien
también había escrito una Filosofía de la práctica.'^ Influido por la obra de La-
briola, Gramsci, quien para 1917 ya había leído las obras de Marx: La Sagra-
da Familia, La Pobreza de la Filosofía, El Manifiesto Comunista, La Revolución
y la Contrarrevolución en Alemania y La Contribución a la Crítica de la Econo-
mía Política, calificó incluso el Anti-Dühring, de Engels, como obra humanista, y
al cabo de un año abonaba firmemente la creencia de Labriola sobre que El Ca-
pital "no era el primer gran libro de teoría crítica, sino el último gran libro de
economía política".' Desde la posición labriolana sobre que la revolución ocurri-
ría sólo cuando la gente "entendiera y se sobrepusiera"* (tomado directamente
de Hegel), Gramsci ya había alcanzado en 1917 la problemática ideológica que
realmente le iba a interesar: cómo lograr que la gente "entendiera y se sobre-
pusiera".
Ideológicamente, Gramsci fue influido por Charles Péguy y Romain Rolland,
quienes concordaban en el aserto de que "la fatalidad es la excusa de los que ca-
recen de voluntad" y que predicaban a nivel más práctico las mismas opiniones
y moralidad que Croce. Esto equivalía, sobre todo, a la creencia de que era tarea
de los intelectuales (y Gramsci se definía a sí mismo como intelectual) rasgar el
velo del mal entendimiento que cubre los ojos de los hombres y cooperar a la
construcción de la "Ciudad de Dios"." Gramsci endosó esa noción y, en conse-
cuencia, la idea de que la tarea socialista principal era la educación. Después de
obtener su primer empleo en Avanti en 1916, sostenía en una serie de importan-
tes artículos que: «El problema de la educación es el más importante que tienen
las clases» y que «... el primer paso para emanciparse de la esclavitud política
y social era la liberación de la mente». Tal educación era necesaria, puesto que
estaba claro por la historia que dicha libertad no llegaba a raíz de alguna "ley
fatal" o evolución espontánea. El hombre era "sobre todo mente, creación histó-
rica y no naturaleza", y todo el conocimiento que de sí tenía lo había recabado
merced a la "reflexión inteligente" sobre la naturaleza de la opresión social, en
primer lugar por obra de unos "cuantos hombres" y sólo después, tras "inmensa
labor de crítica y de penetración cultural" llegaban a lo mismo muchos que en
un principio eran opuestos a las nuevas ideas. Para ilustrar su tesis Gramsci
apuntaba que las revoluciones sólo tenían lugar después de esa "inmensa labor".
En Italia, Napoleón encontró allanado el camino "por un ejército invisible de
libros que habían preparado a la gente". El primer trabajo de educación que
Gramsci proponía estaba dirigido no a que las personas se hicieran con cantida-
des de hechos, sino a lograr aquel autoconocimiento que les permitiera realizar
<> A. Labriola, La concezione materialista della storia (Laterza, Bari, 1953), pp. 31, 151.
■ Ibid., p. 73; SoUo la Mole (3 de abril de 1916), pp. 101-102.
s Ibid., p. 76.
9 Ver Al Leonetti. "Romain Rolland e Gramsci", en Note su Gramsci (Argalia, Urbino,
1971 (?), pp. 209-21); Romain Rolland, Jean-Christopher (Michel, París, 1956), p. 22;
Au-dessus de ¡a melée (Michel, París, 1953), pp. 64, 80, 88 y 124.

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su "propio valor histórico", su "propia función en la vida", sus derechos y de-
beres".'"
En 1917 continuaba predicando en todo su vigor esas opiniones al través del
Grido del Popólo y en la única edición de Cittá Futura, periódico de la Federa-
ción Juvenil del Partido Socialista Italiano, pero su atención empezaba a mudarse
también hacia la aplicación práctica de su programa educativo." Esto lo llevó a
la cuestión fundamental del método o modo de dicho proceso educativo. Su res-
puesta fue un método completamente tradicional, idealista, de adoctrinamiento a
través de la prensa, conferencias y seminarios.
Prácticamente se dedicó a un "mesianismo cultural" entre los jóvenes del par-
tido. Con frecuencia daba conferencias a la Federación Juvenil y a los trabaja-
dores de Turín, urgiéndoles a que leyeran a Croce e incluso a que reflexionaran
sobre el carácter de Marco Aurelio (!). Formó círculos de estudio sobre Marx,
y en diciembre de 1917 formó el Club di Vita Morale, cuyas actividades delineó
en estos términos: "En Turín creemos que predicar sobre los principios y máxi-
mas morales que se deben implantar en la futura civilización socialista no es bas-
tante. Hemos tratado de dar a esa prédica una forma organizada; dar nuevos
ejemplos (para Italia) sobre cómo trabajar en conjunto. Así es como ha salido
hace poco el Club di Vita Morale. Al través de él nos proponemos acostumbrar
a los jóvenes del movimiento socialista a la discusión desapasionada sobre los
problemas sociales y éticos. Deseamos que se acostumbren a la investigación, a
leer de una manera metódica y disciplinada, a expandir sus convicciones sim-
plemente y con ecuanimidad. Opera de esta manera: yo, que he debido aceptar
el rol de excubiíor* porque empecé la asociación, asigno una tarea a algún jo-
ven: un capítulo de 'Cultura e vita morale' de Croce; 'Problemi educativi e
sociali' de Salvemini, o su Revolución francesa o su 'Cultura e laicitá', o el Ma-
nifiesto comimista, o los 'Comentarios' de Croce en Crítica, o alguna otra cosa,
lo que, sin embargo, ha de reflejar el movimiento idealista existente. Luego, yo
o cualquier otro, replica.""
Este "mesianismo cultural" —que es el resultado práctico del "punto de par-
tida" "crociano" de Gramsci— iba por completo en contra de la corriente de la
época. El Club sólo duró tres reuniones. El grueso de los jóvenes socialistas se-
guía prefiriendo la opinión de Mussolini o de Bordiga sobre que la "conciencia
de clase" debía llegar al través de la lucha y no partiendo de una política cultu-
ral. En 1912, Bordiga había proclamado con desprecio que: "La necesidad del
estudio se debe proclamar en un congreso de maestros de escuela, no de socia-
listas. Uno no se vuelve socialista por la instrucción, sino experimentando las
necesidades reales de la clase a la que uno pertenece", y Mussolini proclamaba
todavía más sin tapujos que quedarían bien parados si todos los "cerebros" del
Partido Socialista se fueran.'' Despechado por el continuo fracaso, para 1918
'" "Socialismo e cultura", // Crido del Popólo (29 de enero de 1916), en G. Ferrata y
N. Gallo, I, pp. 189-193; Avanti (Turín) 9 de diciembre de 1916, en S. Caprioglio, Scritti,
¡915-1921 (II Corro, 1968), pp. 23-25.
" P. GobeUi, "Storia di communisti torinesi scritta da un libérale", Rhotuzione libérale,
IV, 2, 1922.
* En latín, centinela, vigilante. (N.R.)
12 Respecto a las conferencias y al tono fuertemente procociano de la lectura que se seña-
la, ver Amoretti. p. 45: para el Club ver la carta de Gramsci a Giuseppe Lombardo-Radice
(marzo (?) 1918) en Rinasciía. 7 de marzo de 1964; Leonetti. op. cit., pp. 105-108.
13 Ver Avanguardia, 20 de octubre de 1912, para la afirmación de Bordiga y de L. Cortesi,

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Gramsci había empezado a cuestionar tentativamente, en principio, si no en la
práctica, el "mesianismo cultural"." Pero en 1917, sus opiniones sobre asuntos
de teoría, ideología y práctica, eran comparativamente homogéneas. Ya era per-
sona de ideas formadas cuando se enfrentó por primera vez a las enseñanzas im-
plícitas y explícitas de las revoluciones rusas. Creía que las revoluciones se debían
a actos de voluntad colectiva; lo principal era hacer ver que cabía cambiar el
mundo. Así, pues, se dedicó a una actividad de "reeducación moral" que, sin em-
bargo, no pasó mucho más allá de una serie de "homilías didácticas", que los tra-
bajadores encontraban difíciles de digerir y rechazaban.

II
LAS nuevas de la Revolución de Febrero fueron filtrándose gradualmente a tra-
vés de la censura del tiempo de guerra, y no fue sino hasta abril de 1917 cuando
Gramsci publicó su primer comentario conocido sobre la trascendencia de la
misma. Denegaba por completo que se tratara de una revolución burguesa. "Es-
tamos persuadidos de que la revolución rusa es de carácter proletario, como lo
ha sido hasta ahora en sus acciones, y que resultará naturalmente en un régimen
socialista."'^ No nos detendremos a pensar si fue una apreciación correcta o no;
quizá Gramsci pensara que la revolución burguesa de febrero pasaría a la revolu-
ción proletaria de octubre. Sin embargo, es claro que en un sentido mal entendió
del todo lo que ocurría. Aunque ya había oído hablar de Lenin antes de 1917,
consideraba a Chernov como el revolucionario principal de los "maximalistas"
rusos. Lenin era el ". . . maestro de la vida, el levantaconciencias, el despertador
de las almas adormecidas. Chernov era el realizador, el hombre con el progra-
ma concreto que se debía llevar a la práctica, un programa enteramente socia-
lista que no permitía colaboración, que no podía aceptar a la burguesía porque
destruía el sistema de la propiedad privada, porque al fin daba principio a la re-
volución socialista, a la entrada del socialismo colectivo en la historia mundial."'"
II socialismo italiano tra riforme e rivoluzione 1892-1921. Atti congressuali del PSI (Laterza,
Bari, 1969), para el informe completo de las omisiones de Mussolini en la conferencia de
Ancona de 1914 del PSI; para la actitud de los jóvenes obreros en ese tiempo, ver M. Mon-
tagnana, Ricordi di un operaio torinese (Rinascita, Roma, 1949), p. 28; A. Tasca en //
Mondo, 18 de agosto de 1953.
i* En 1918, en artículo que rechazaba el positivismo de su antiguo héroe, Gaetano Salvemi-
ni, que es también interesante por otras razones, Gramsci escribió: "El jacobinismo es una
visión mesiánica de la historia: siempre habla con abstracciones: malo/bueno; opresión/liber-
tad; luz/sombra; lo que existe absoluta, genéricamente y lo que no tiene formas históricas.
El mesianismo jacobino se completa mediante el mesianismo cultural que está representado
en Italia por Gaetano Salvemini y ha dado nacimiento a movimientos idealistas como el de
La Voce en el pasado y L'Uniíá en el presente . . . También el mesianismo cultural abstrae
de las formas concretas de la vida económica y política y propone un absoluto fuera del
tiempo y del espacio ... y concluye siendo utópico." Ver Scritti giovanili (Einaudi, Turín,
1958), pp. 271-273.
« // Crido del Popólo (29 de abril de 1917), en Ferrata y Gallo, I, pp. 251-252.
i« Ibid., (29 de septiembre de 1917, en Capridoglio, Scrilti, pp. 31-36. Victor Mijailovich
Chernov (1876-1952), uno de los líderes y teóricos del Partido Socialista Revolucionario.
Después de la Revolución de Febrero de 1917, fue ministro de Agricultura del gobierno pro-
visional y organizador de medidas fuertemente represivas contra los campesinos que se apo-
deraban de las haciendas. Después de la Revolución de Octubre, Chernov fue uno de los or-
ganizadores de las revueltas antisoviéticas. En 1920 emigró y continuó sus actividades anti-
soviéticas desde el extranjero.

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Esta mala comprensión no fue culpa suya enteramente ni de la censura. Su
mayor fuente de información en aquel tiempo, en lo referente a revoluciones y
a Rusia, era por lo general Avaníi, que había empezado por fiarse de los infor-
mes de un emigrado ruso, Vassili Suchomlin, para explicar lo que ocurría en Ru-
sia. La lealtad de Suchomlin era para los revolucionarios socialistas y no sólo es-
taba fuertemente sesgada en favor de éstos, sino en contra de Lenin.^" El engaño
fundamental de Gramsci indica, sin embargo, cuan poco conocía la historia o los
desarrollos contemporáneos del socialismo ruso. No sólo era un "crociano" en-
frentado a las implicaciones de la Revolución de Febrero, sino un "crociano"
que sabía muy poco acerca de los hombres que estaban haciendo la revolución.
Como para compensar esos errores de hecho, Gramsci mostró preferencia entu-
siasta por Lenin a partir de julio, y lo denominó "el mañana de la revolución",
adjudicándole la tarea de impedir cualquier componenda entre la "Idea" y la pe-
sadilla del pasado.'^
Es importante advertir en este momento que antes de que alcanzara alguna idea
real acerca de lo que ocurría en Rusia, empezó ya a interpretar a Lenin, iden-
tificándole en términos "crocianos" como el depositario de la "Idea". Seguía en-
contrando a un Lenin que compartía sus opiniones incluso en 1918, cuando
Avanti ya había sustituido a Suchomlin, como corresponsal ruso, por el más de
fiar Balabanoff. Ese Lenin era la "expresión práctica" de "nuestro Marx", al que
Gramsci describía en marzo de 1918 "no como un Mesías que hubiera dejado una
ristra de parábolas cargadas de imperativos categóricos y de normas absoluta-
mente incontrovertibles, exteriores a las categorías de tiempo y de espacio. El
único imperativo categórico, la única norma, es "proletarios del mundo, uníos".^"
Ya había identificado correctamente a los bolcheviques como practicantes de la
revolución, "pensamiento marxista vivo, aquella parte del mismo que no puede
morir, aquella parte que es continuación del idealismo alemán e italiano y que
en el propio Marx se vio contaminada por incrustaciones positivistas y naturalis-
tas. Y ese pensamiento considera no sólo que los hechos económicos son la fuer-
za principal de la historia, sino al hombre, a la sociedad de los hombres, a los
hombres que viven cerca unos de otros, que se entienden recíprocamente y des-
arrollan mediante esos contactos [la civilización], una voluntad social y colectiva
y que entienden, juzgan y ordenan según sus deseos esos hechos económicos, de
tal modo que sus deseos se convierten en motor de la economía". Resumió las
conclusiones teóricas que extraía de la revolución bolchevique en el título que
diera al artículo donde aparecieron esas palabras: "La revulta contra El Capi-
lal."-" Esta opinión volvió a aparecer en estas líneas de julio de 1918: "Si te
parece que Lenin es un utopista, si dices que el conato de implantar la dictadura
del proletariado en Rusia es utópico, no puedes ser un socialista consciente y que
forme su cultura estudiando la doctrina del materialismo histórico: eres un ca-
tólico, empantanado en el Syllabus:* tú eres en realidad el único utopista."
'' S. Capridoglio, "Un articolo di Gramsci alia vigilia di Oltobre", Rinasciía, 13 de octu-
bre de 1967; P. Spriano. Torino operaia ncHa grande guerra 1914-1918 (Einaudi, Turín, 1960),
p. 210.
'■* // Crido del Popólo (29 de julio de 1917) en 5cnííí giovanili, pp. 122-124.
'^ "11 nostro Marx", en // Crido del l'opolo (4 de mayo de 1918), en Scrini giovanili. pp
217-221.
-° "La rivoluzione contro il Capilale". Avanti, (Milán), (24 de noviembre de 1917), en
ibid., pp. 149-153.
' Documento pontificio. (N. R.)

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"La Utopía consiste precisamente en no poder ver la historia como movimiento
libre."
En suma, la lección principal que extrajo de la revolución bolchevique incluso
en 1918 estribaba en que la historia demostraba ser un desarrollo libre, y esa
lección abonó la táctica educativa que había proseguido en el proletariado ita-
liano. Negó que se pudiera aprender gran cosa de los distintos hechos de la re-
volución bolchevique, al menos hasta que hubieran pasado algunos años y ésta
pudiera ser objeto de madura reflexión.^^
Sin embargo, por el mismo tiempo opinaba que "cuanto ocurre en Rusia nos
muestra el camino" y empezó a "andar en busca" de las obras de Lenin, para
descubrir cómo los rusos habían logrado educar a las masas hasta un nivel donde
se pudo llevar a cabo una revolución sociahsta, cuando el "mesianismo cultu-
ral" a solas claramente no funcionaba. ¿Por qué? Gramsci, al parecer, ya había
abandonado la creencia de que la revolución sólo se podía llevar a cabo después
de una labor cultural prolongada y lenta, consistente en liberar la mentalidad, y
opinaba que en Italia cundían ya las condiciones para la revolución. A princi-
pios de 1918 apoyaba la exigencia de Bordiga de que el Partido Socialista "de-
bía actuar ya" y ello en términos que le granjearon inmerecidamente la reputa-
ción de "voluntarista bergsoniano" entre los líderes maximalistas más precavidos
del partido."
Pero, como TogUatti recordó, "las cosas no eran ni simples ni claras" en aque-
llos días^^ y, según se piensa, Gramsci sólo vio por primera vez una colección
de obras de Lenin a mediados de 1919, cuando le fueron mostradas por el ex
sindicalista Alfredo Poliedro.^* Además, para mayo de 1920, prácticamente no
había nada de Lenin traducido al italiano, por lo que Gramsci acerbamente cri-
ticó al Partido Socialista por remiso y organizó las cosas para que se publicara
la primera edición de las obras de Lenin en italiano; así ocurrió en julio de 1920.
Por lo tanto, Gramsci tuvo que acudir a aquellos periódicos que estaban en el
único idioma extranjero que leía sin dificultad, el francés. Leonetti recuerda que
"la fuente estaba siempre en francés." Y fue así como Gramsci recabó su perspec-
tiva de la revolución y su implícita teoría y práctica a través de los siguientes perió-
dicos y revistas: Communiste International, La Vie Ouvriére (1919-) Le Phare
(1919-), Demain (1919-), Nouvelle Intemationalle (1919-), Bulletin Com-
muniste (1920-), Revue Communiste (1920-), y Ciarte (1920-).='^ Deben re-
21 "L'utopia russa", // Grido del Popólo (27 de julio de 1918), en Ferrata y Gallo, I, p.
317.
2= G. Germanetto, Memoirs of a Barber (Co-operative Publishing Society o£ Foreign
Workers in the USSR, Moscú-Leningrado, 1934), p. 138; P. Spriano, Torino opérala, pp.
286-287.
23 Trení'anni di vita e lotle del PCI (Quaderni di Rinascita, II) p. 37; M. y M. Ferrara,
Conversando con Togllatti (Edizioni di Cultura culturalli, Roma, 1952), p. 43.
-* S. Caprioglio en Rlnasciía, 13 de octubre de 1967. Alfonso Leonetti duda a este res-
pecto en una carta que me dirigió con fecha de 14 de marzo de 1974. Escribe: "Todas las
relaciones entre Gramsci y Poliedro quedaron rotas después de que este último se convirtió
en 'patriota-social', es decir, en 1914. Quizá se refiera usted a Gobetti, quien tomaba leccio-
nes de ruso de la esposa de Poliedro. Es posible."
25 A. Leonetti, carta a Rinascita, 22 de febrero de 1964; Note su Gramsci, p. 109. El con-
tenido de la antología de Leonetti, que según me dice en carta de 14 de marzo de 1974:
". . . contiene todo lo que es esencialmente importante entre los escritos de Lenin entonces
conocidos en Italia . . ." es: La III Internacional, La Democracia Burguesa y la Democra-
cia Proletaria, La Victoria de los Soviets, La Revolución Proletaria y el Renegado Kautsky,

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cordar los lectores que, debido a la censura, no pudo obtener ninguna de esas
fuentes hasta 1919. Los únicos escritos de Lenin que aparecieron en esas publi-
caciones en 1919 fueron su carta a "Nuestros camaradas americanos", un breve
artículo declarando que la II Internacional estaba finiquitada y una porción de
La Revolución Proletaria y el Renegado Kautsky, que apareció en La Nouvelle
Internationale el 30 de abril de 1926.-'' No obstante, en las reseñas de Arthur
Ramsone se daba un cuadro bien determinado de Lenin y de sus opiniones. En
La Vie Ouvriére, la fuente más importante de Gramsci, del 20 de agosto de 1919,
aparecieron algunas líneas muy indicativas bajo el título "Conversaciones con Le-
nin": ". . . [Lenin] me dijo que había leído un cotejo de sus propias teorías con
las del americano Daniel de León en un periódico socialista inglés. De inmediato
pidió prestados algunos panfletos de León a Reinstein (quien pertenece al par-
tido que León fundara en Estados Unidos) y quedó sorprendido por cuan gran
cantidad, y tan tempranamente, el pensamiento de León hubiera empezado a se-
guir el mismo curso que el de los rusos".-' No ha de extrañar que el artículo
dijera que "nuestros camaradas rusos han llevado a la práctica los principales
objetivos teóricos del sindicalismo", y que su logró principal hubiera sido el re-
chazo del parlamento en favor de la acción directa a través de los comités de
trabajadores.'-'^
Si bien Gramsci no conocía nada de Lenin, sabía sin duda algo acerca de las
teorías de León, quien, según indicaban sus fuentes francesas, abrazaba una teo-
ría muy semejante a la de Lenin, puesto que tanto él como Togliatti habían em-
pezado el estudio de la teoría de los Obreros Industriales del Mundo (IWW) en
1916 y se había enterado por primera vez de Lenin en el Liherator, publicación
de los Obreros Industriales del Mundo, de tendencia deleonina. A mediados del
año 1919, demostró que —según su opinión— la teoría leninista de la revolu-
ción era la del rol primario de los soviets en elevar la conciencia revolucionaria
o, en sus propias palabras, de educar a las masas. Dada su opinión sobre lo que
era la gran semejanza entre Rusia e Italia —en ambos casos señaló la guerra
como el único catalizador más importante de la revolución, porque la burguesía
"no había logrado eludir dar una terrible lección práctica en socialismo revolu-
cionario"-' a la población predominantemente campesina—, llamó a los obreros
de Turín a "crear (sus) propios soviets dentro de los límites permitidos".'^" Él,
junto con sus amigos, fundó un periódico, Ordine Nuovo, al cabo de un mes,
después de habidas discusiones con los obreros interesados, en particular de la
minoría "rígida" de la Federación de Obreros Metalúrgicos (FIOM). En un

Los héroes de la Internacional de Berna, ¿Pueden Ser Iguales Explotadores y Explotados?,


Democracia y Dictadura en Alemania, A los Obreros del Campo, La Cuestión Nacional y
Colonial, ÍM Joven Internacional, Trabajo Voluntario y Obligatorio, La Emancipación de las
Mujeres, LM lucha por el Pan y La Situación Política y Económica en el Mundo y La Tarea
de la lll Internacional. Ver Nicola Lenin, Pagine Scelte, a cargo de A. Leonetti (Facchi. Mi-
lán, 1920), pp. 190.
28 He podido consultar todos los ficheros de todos esos periódicos y revistas de 1919, 1920
y 1921, principalmente en la magnífica Bibliothéque de Documentation Internationale Con-
temporaine, de la Universidad de París —X (Nanterre).
2- La Vie Ouvriére. 20 de agosto de 1919.
2S ¡bid.. 2 de julio de 1919.
-s Ibid., también ihid., en 21 de noviembre de 1919: Ciarte. 2 de noviembre de 1919.
30 La cita es de un artículo de uno de sus colaboradores más cercanos. Ver "Dawn of Or-
dine Nuovo", Avanguardia. 9 de marzo de 1919.

87
principio, esa publicación no era más que una nueva vuelta al "raesianismo cul-
tural", porque Angelo Tasca, otro "crociano", había obtenido dinero para tal
efecto y era incapaz de idearla de otro modo que como una "antología farragosa:
una colección de puntos culturales abstractos con fuerte inclinación a teorías fas-
tidiosas y tallas bien intencionadas".^^ Pero en julio de 1919, Gramsci, Togliatti
y Umberto Terracini llevaron a cabo el golpe de estado editorial que convirtió la
publicación en promotora de la transformación de las commission interne, o co-
mités de representantes de taller, en "consejos de los trabajadores", que al cabo
debían convertirse en otro poder estatal: "Este Estado no surge por arte de ma-
gia; los bolcheviques trabajaron durante ocho meses para expandir y convertir
en algo concreto su lema: 'todo el poder a los soviets', y los soviets ya eran co-
nocidos de los trabajadores rusos en 1905. Los comunistas italianos han de capi-
talizar la experiencia rusa y ahorrarse tiempo y trabajo: la sola labor de recon-
ciliación exigirá tanto tiempo y empeño que todo acto, cada día, habrá de dirigir
hacia ella."''^ Gramsci dejó en claro que la función de esa auto-organización era
educativa, en el sentido en que él entendía la educación entre 1916 y 1917. De-
bía "ocasionar" una transformación radical de la psicología de los obreros, ha-
ciendo que esta clase estuviera más preparada para ejercer el poder y que, al
través de una experiencia histórica común, generada espontáneamente, expan-
diera la conciencia de los derechos y deberes de los camaradas trabajadores."^
Los primeros documentos de la Internacional Comunista que se publicaron en
Italia, en especial el Manifiesto redactado por Trotski, tuvieron que alentar la
creencia de Gramsci de que el camino al poder debía efectuarse a través de con-
sejos que educaran a la gente mediante una constante lucha de clases en el mismo
lugar de trabajo que les permitiera entender y poseer la voluntad de cambiar el
mundo. En la segunda mitad de 1919 y a principios de 1920, tanto él como sus
seguidores empezaron una tanda sin fin de charlas y agitación en las fábricas a
favor de la implantación de consejos obreros. Vieron que los contactos obreros
que había estatuido entre los "rígidos" del FIOM, como Giovanni Parodi, fueron
valiosísimos para lograr la entrada a ellos.^' Tanto dichos consejos como quienes
los seguían elaboraron un anáhsis complicado de los problemas de la posguerra
en Italia y de su solución, que formó la base de los artículos del Ordine Niiovo.
Podemos resumir el análisis como sigue: 1) el problema de la sociedad capita-
lista era que enajenaba a los hombres entre sí, destruyendo de esa manera la po-
sibilidad de unirse para derrocarla; 2) por tanto, "se ha de suponer que el hecho
esencial de la revolución proletaria ha de ser, a la fuerza, asociar a los hombres",
y 3) "al igual que han mostrado las experiencias rusa, húngara y alemana, el
único camino efectivo para hacerlo es formar consejos que unan a las personas
y las preparen para una revolución socialista que logre salir avante".^'' Gramsci
31 "II programma del Ordine Nuovo", Ordine Nuovo (Einaudi, Turín, 1955), p. I4S.
3= Ver "Democrazia operaría" (21 de junio de 1919), en ¡hid., pp. 10-15.
33 Ibid. También escribió que a través de los consejos de las fabrican "empezaba esa edu-
cación y ese cambio en psicología que según Carlos Marx se ha de considerar como el sín-
toma más prometedor de la incipiente realización del comunismo". Relación en Avanli, 25
de junio de 1919, republicada por A. Caracciolo, "II niovimento torínese dei consigli di fab-
brica". Mondo Opéralo, 2 de febrero de 1958, pp. 16-27.
3-' G. Parodi, "Gramsci con gli operai", en Gramsci, op. cit., p. 67; U. Terracini, "I con-
sigli di fabbrica: vicende e problemi daH'Inghilterra alia Russia, dalla Germania a Torino",
Almanacco socialista, 1920.
3^ Para un informe más a fondo, ver mi próximo artículo en Australian Left Review.

88
escribió años después, en un catálogo de las lecciones del movimiento de los con-
sejos de la fábrica, que "nuestras acciones tuvieron siempre un éxito amplio y
casi inmediato, y parecieron ser interpretación de una necesidad difusa y profun-
da, nunca la aplicación fría de un esquema intelectual. . .", porque "nunca se
emprendía acción alguna sin sondear de varias maneras la opinión del traba-
jador . ..""^
En septiembre de 1919, los trabajadores de Fiat Brevetti se congregaron para
establecer el primero de los consejos de la fábrica, iniciando con ello un movi-
miento que se expandiría por las fábricas de Turín ya a finales de 1919. En un
principio no fue un movimiento dominado por los socialistas del Ordine Nuovo,
aunque éstos se esforzaron por establecer sus cualidades revolucionarias y de esa
manera salirse con la suya a través de su escuela de la propaganda cultural y
social.''" Vale la pena subrayar el enorme esfuerzo que Gramsci puso en esta em-
presa. Tasca escribió: "Debemos hacer notar la intensa actividad de Gramsci. . .
Avanti, ejecutivo central del partido, Ordine Nuovo, Sotto la Mole, las conferen-
cias en los consejos de las fábricas . . . una actividad prodigiosa, un cuerpo en-
fermizo y una voluntad acerada ... es un líder." ^' Tales palabras nos recuerdan
que las revoluciones no se hacen a sí mismas y que, al principio de 1920, Grams-
ci estaba activamente entregado en sentido práctico y organizativo a una acción
particular. No podía, por tanto, evitar las implicaciones de tal actividad para que
podamos captar cómo entendía el leninismo cuando empezó a familiarizarse más
con él en 1920.
Para mayo de ese año, sus fuentes francesas habían puesto a su alcance la
obra de Lenin sobre Los Problemas del Poder Soviético, Los Héroes de la In-
ternacional de Berna, La III Internacional y su Lugar en la Historia, y algunos
trabajos sobre los problemas económicos y sociales de la transición al socialismo.
En junio aparecieron más artículos de Lenin sobre la propuesta de reconstruir
la Internacional de Berna y, en julio, el Bulletin Communiste publicó la carta de
Lenin a Sylvia Pankhurst, condenando el rechazo de ésta a participar en la acti-
vidad parlamentaria. En diciembre, esta misma publicación presentaba los dos
primeros captíulos de La Enfermedad Infantil del "Izquierdismo" en el Comu-
nismo.'-^'^ Casi todos estos escritos subrayaban la bancarrota de la II Internacional
y su marxismo mecánico, así como la importancia de los soviets, pero con excep-
ción de La Enfermedad Infantil, ninguno de ellos está entre las obras importan-
tes de Lenin.
Sin embargo, había una reseña sobre Lenin y su teoría que sobresalía de entre
las recensiones más bien líricas de Ransome, Goode, Sadoul y otros, para quie-
nes el mayor descubrimiento de Lenin seguían siendo los soviets. Tal era la alo-
cución de Zinoviev del 6 de septiembre de 1918, habida después de un atentado
contra la vida de Lenin, y que apareció en La Vie Ouvriére el 16 de abril de
1920. No sabemos si Gramsci la leyó, pero era interesante porque contenía la
única recensión que tenían esas fuentes de ¿Qué hacer? Dicho artículo subra-
yaba que el primer artículo de La chispa (Iskra) contenía la "quintaesencia del
•'" Gramsci a Togliatli, 27 de marzo de 1924, en La furmaziune del gruppo dirigente del
I'CI, a cargo de P. Togliatti (Riuniti. Roma, 1962), p. 255.
^' P. Spriano, L'Ordine Xuuvo, (Einaudi, Turín. 1963), p. 37, n. 1.
^^ Citado en G. Berti, / prinü dieci anni delta vita del PCI. Documenti inediti dalVArchi-,
vio Tasca (Feltrinelli, Milán, 1969), p. 67.
"' Bulleiin Communiste, 23 de diciembre de 1920.

89
bolchevismo" y luego daba una sencilla reseña del contenido de ¿Qué hacer?,
poniendo en claro su énfasis no sólo en la actividad "consciente", necesaria a
nivel político si se quiere llevar a cabo una revolución, sino en que era insosla-
yable organizar un partido revolucionario. Con todo, Zinoviev negó también este
énfasis indicando que la insistencia en el partido fue sólo una idea temprana del
pensamiento leninista (también patinó sobre Materialismo y Empirocriticísmo)
que se convirtió en la suprema contribución teórica de Lenin, a saber, la teoría
del papel de los soviets, que se supone desarrollara a partir de 1905, con su co-
rrespondiente doctrina sobre el Estado: "En Lenin, el gobierno de los soviets no
sólo encontró a su máximo líder político, a un practicante, a un organizador, a
un fogoso propagandista, a un poeta, sino también a su máximo teórico, a un
Carlos Marx." Así, aunque se trataba del texto fundamental de las doctrinas de
Lenin sobre el partido, su importancia se perdió subrayando que la máxima con-
tribución de Lenin al marxismo había sido su teoría del Estado.
Es claro que en tal coyuntura, Gramsci, también, consideró que la principal
enseñanza de Lenin se hallaba en El Estado y la Revolución,*'^ puesto que lo re-
comendó ardientemente como "útil para todo el mundo".*^ Cosa interesante, su
conocimiento de este libro era anterior al de sus fuentes francesas, que sólo lo
tradujeron un año después, cuando se entusiasmaron por él.*=
Lo importante del papel del partido en la teoría revolucionaria leninista se
puso más en claro cuando se empezaron a publicar en Francia y en Italia, du-
rante los meses de agosto y septiembre, los comunicados del II Congreso de la
Internacional Comunista. Es importante recordar que la insistencia en la políti-
ca de partido en ese congreso, el primero al que asistieron en grandes contingen-
tes los socialistas revolucionarios de Occidente, fue acompañada por una llama-
da a la moderación en su antiparlamentarismo. La Enfermedad Infantil estuvo
lista en francés por el mismo tiempo del II Congreso del Comintern. Hubo un
cambio notable en las actitudes de las fuentes francesas de Gramsci hacia Lenin.
Dieron a esa obra una recepción mixta, tendiendo a conceder mayor apoyo a
Trotski que a Lenin, cuyas opiniones ya desde mucho antes habían sido tacha-
das tendencia "derechista" o moderada.'*-'
No está claro si Gramsci compartió su resistencia al leninismo de partido con-
tra el leninismo "soviético" o "sindicalista", pero continuó considerando a Lenin
como un teórico "conciliador" durante todo 1920, equiparando las opiniones de
Lenin, Luxemburgo y Pannekoek cuando escribía en octubre de 1920: "Las
tendencias sindicalistas de Ordine Nuovo son también un mito: cometimos el
error de creer que sólo las masas podían hacer la revolución, que era imposible
lograr ésta a través de los decretos de un secretario de partido o de su presi-
dente; parece que ésta era la opinión de Carlos Marx, de Rosa Luxemburgo, así
como de Lenin."^-^ Publicó también toda una serie de relatos de testigos oculares
40 "Per un Rinnovamento del Partito Socialista Italiano" (8 de mayo de 1920), Ordine
Nuovo, pp. 117-121; Leonetti, p. 24.
^1 "Per un rinnovamento .. .", op. cit.
*- La Vie Ouvriere, 25 de noviembre de 1921.
<3 Ver, por ejemplo. Ciarte, 29 de noviembre de 1919: la vinculación con Trotski, en el
caso de la Vie Ouvriere, databa de muchos años atrás. Ver Dolléans, Histoire du Mouve-
ment ouvrier, 1871-1920 (Colin, París, 1957), II, p. 234.
** Ordine Nuovo (5 de junio de 1920); (9 de octubre de 1920) en Ordine Nuovo, pp. 130
489.

90
de la revolución que subrayaban la misma opinión de Lenin. Además, en la
única referencia a ¿Qué hacer?, que apareció en Ordine Nuovo (en escrito de
Charles Rapaport), la apostilla que la acompañaba, de Gramsci ,1a hacía a un
lado como "tesis antigua"."
Si la teoría del partido de Lenin no influyó en Gramsci para finales de 1920,
de todas formas éste ya había empezado a emplear con más frecuencia el con-
cepto de imperialismo. Sin embargo, el hecho de que no se percatara de que Le-
nin no concordaba por entero con Hilferding, Adler o Kautsky, indica que no
había captado los matices de la teoría leninista, y que —como indican los escri-
tos anteriores— estaba desarrollando la teoría autónomamente.*" Además, rehusó
en absoluto considerar que por los avatares del capitalismo en el mundo se cam-
biara el lociis principal de la lucha de clases fuera de la fábrica.
A finales de 1920, los informes acerca de la teoría de Lenin sobre el partido, no
habían quedado lo suficientemente claros ni señeros para que Gramsci tuviera que
reconsiderar su punto de vista acerca de que la contribución principal de los rusos
había sido una teoría "conciliadora". Todavía era posible mantener esa opinión
del leninismo y del rol que se concedía al partido en tal teoría, incluso a fina-
les de 1920, debido a las ambivalencias en las formulaciones del propio Lenin.
Por ejemplo, en su carta publicada en Italia en septiembre de 1920 condenando
al Partido Socialista Italiano y en apoyo a la demanda de los de Turín, en el
sentido de que el partido se "renovara" a sí mismo, Lenin insinuaba que la revo-
lución debía empezar desde abajo y que la tarea del partido era "generalizar y
dar el santo y seña".*' Pero la propia actividad de Gramsci durante aquel año
lo llevó incluso a secundar más vigorosamente la renovación del PSI y luego, a
falta de algo mejor, a separarse del mismo y formar un "Partido Comunista".
Se vio obligado a considerar el problema de la formación de un partido revolu-
cionario, porque sus consejos fabriles amenazaban la hegemonía del sindicalis-
mo tradicional y a los líderes del Partido Socialista de Turín. Cuando le ataca-
ron, que no antes, se vio obligado a embarcarse en una crítica, primero de los
sindicatos y luego del partido. Ambos estaban organizados no para tomar el po-
der, sino para llegar a componendas dentro del Estado burgués, y tanto sus po-
líticas como su estructura estaban por ende determinadas por el capitalismo. En
el curso de su disputa, cada flanco buscó sus aliados donde pudo, y Gramsci se
volvió de manera particular a los obreros opuestos al partido, tanto anarquistas
como "abstencionistas", cuyos líderes controlaban ahora el FIOM. La ruptura
con el PSI tuvo lugar después de que sus líderes se rehusaron a prestar asisten-
cia nacional a los trabajadores de Turín despedidos en abril de 1920 por sus pa-
trones, que tenían un entendimiento mucho mayor de las implicaciones revolu-
cionarias de los consejos que los mismos líderes del PSI.*' En mayo, la acerba
denuncia de Gramsci contra el PSI fue leída en la Conferencia de éste en Milán.
Llamaba al PSI a preparar la revolución mediante la organización y la educa-
ción, puesto que el periodo contemporáneo marcaría el éxito de una revolución
proletaria o conjuraría "la más terrible de las reacciones". Clamaba que los líde-
^'' Ver Ordine Xuovo, 10 de enero de 1920; L. Paggi, Gramsci e il moderno Principe (Riu-
niti, Roma, 1970), I, p. 303, opina que esto indica que Gramsci, en aquella sazón, no enten-
dió su trascendencia en el pensamiento de Lenin.
« Ver Ordine Nuovo. pp. 130, 153, 490.
*~ Ihid., Korrispondenz Internationale, No. 13, 1920, col. 260.
■" Ver mi artículo en Australian Left Review.

91
res del PSI no habían logrado auxiliar a los huelguistas porque no vivían "inmer-
sos en la realidad de la lucha de clases", dado que el partido era demasiado bu-
rocrático. "La existencia de un partido comunista fuertemente disciplinado y
coherente, que a través de sus núcleos en las fábricas, sindicatos y cooperativas,
coordine y lleve el control central en su comité ejecutivo de todas las acciones
revolucionarias del proletariado, es condición fundamental e indispensable para
intentar cualquier experimento soviético . . ."^^
El PSI rechazó esa crítica negando la posibilidad de que pudiera efectuarse al-
guna revolución inmediata, aunque había aceptado su actualidad cuando se unió
al Comintern en diciembre de 1919. Lenin supo de la confrontación por inter-
mediarios que secundaban a los de Turín, y en el II Congreso del Comintern, de
julio a agosto de 1920, puso en claro que "el II Congreso de la III Internacional
considera la crítica del partido y las propuestas prácticas presentadas ante el
Congreso Nacional del PSI por la sección turinesa del partido en Ordine Nuovo
del 8 de mayo de 1920 como correctas en lo sustancial. Corresponden por com-
pleto a los principios fundamentales de la III Internacional". La delegación del
PSI quedó aturdida e hizo ver a Lenin que los de Turín eran considerados "sin-
dicalistas" y, al menos implícitamente opuestos al partido."' Lenin entonces reti-
ró su aprobación ciega a la política de Gramsci y limitó su visto bueno al texto
del documento, no a las intenciones de sus autores.'^^ Esto equivale al abono le-
ninista de las opiniones que Gramsci tenía sobre el PSI antes de que conociera
cuáles eran las intenciones de dicho partido, y antes de que Gramsci hubiera leí-
do algo sobre las opiniones de Lenin acerca del partido. Desde el tiempo del
rechazo de Lenin a endosar cualquier interpretación "sindicalista" del rol del par-
tido, podemos observar una creciente tensión entre las opiniones de Gramsci y
las de Lenin. Aunque aquél negaba que fuera sindicalista, continuó equiparando
la revolución rusa con los consejos y todo ello con lo que había en común en los
escritos de Marx, Lenin y León;" no carecía de justificación."'* Por otro lado, los
rusos dejaban en claro que el partido debía tener primacía sobre el soviet, tanto
en la teoría como en la práctica. Para marzo de 1921, Ciarte había publicado
El Socialismo Derechista y la Contrarrevolución, que establecía el rol señero del
partido según el pensamiento de Lenin: "Cuando la gente habla de la unidad
del proletariado, es difícil escuchar sin sonreír. . . sabemos por experiencia que la
unidad del proletariado sólo se puede garantizar mediante el partido revolucio-
nario marxista y sólo por la lucha sin cuartel de este partido contra los otros."'^'^
Durante el principio de 1921, en los preparativos para el III Congreso del Co-
mintern, quedó claro que cuando la teoría leninista sobre el imperialismo se jun-
taba al centralismo democrático de las 21 condiciones de admisión a la Inter-

49 "Per un rinnovamento ...", op. cil.


5° V. I. Lenin, Sul movirnento opéralo italiano {Rinascila, Roma, 1952), p. 140; ver Com-
munist International, II, No. 15, agosto de 1920, cois. 2487-2492 para la republicación de la
crítica de Turín.
51 // Soviet, III, No. 24, octubre de 1920, editado por P. Spriano, Storia del Partito Co-
munista Italiano (Einaudi, Turín, 1967), I, p. 73.
52 Ibid.
53 "II programma del Ordine Nuovo", Ordine Nuovo, pp. 146 y ss.; "La relazione Tasca e
il Congresso Camerale di Torino", Ordine Nuovo, 5 de junio de 1920, en Ordine Nuovo, pp.
27 y ss.
5* Korrispondenz Internationale, No. 13, 1920, col. 260.
" Ciarte, 11 de marzo de 1921.

92
nacional Comunista, el resultado era una jerarquía de mando, donde el todo del
"partido comunista mundial" se veía obligado a obedecer al Comité Ejecutivo
del Comintern, con sede en Moscú, independientemente de lo que éste ordenara.
Gramsci, aunque obligado a considerar el rol del partido por el fracaso conti-
nuo del PSI como guía, iba extrayendo conclusiones harto diversas en la segun-
da mitad de 1920. En julio, escribía en una consideración cuánto debía renovarse
el partido para que pudiera ser: "un partido de masas que desearan liberarse me-
diante sus propios esfuerzos, por sí mismas, de la esclavitud política e industrial,
mediante la organización de la economía soviética, y no un partido que se sirve
de las masas para intentar imitaciones heroicas de los jacobinos franceses".^"^ Puso
manos a la obra, no para sustituir a los líderes existentes del PSI, o para apartar-
se de ese partido, como deseaban sus colaboradores, lo mismo que los "absten-
cionistas" de los consejos de las fábricas, sino para organizar grupos educativos
que "pudieran ofrecer al proletariado en su emancipación no consejos ni líderes
sindicalistas, sino trabajo en el campo de la acción masiva; grupos comunistas
en la fábrica y en el sindicato, consejos de trabajadores, unidad proletaria frente
a la amenaza a su cohesión . . "^'' Consideraba que esta actividad se escapaba
del "círculo mágico" de la insistencia en el liderazgo político y que, implícita-
mente, consideraba el problema del fracaso de la revolución, que se debía efec-
tuar en la naturaleza de la relación existente entre el partido y la vida orgánica
real de las masas. Pero la relación correcta que propuso consistía en desenten-
derse del rol dirigente del partido, que no debía ser otra cosa que un "agente"
de un proceso revolucionario que debería tener lugar en el terreno de la fábrica.
"El partido y el sindicato no se deben considerar como tutores o superestructuras
ya hechas del [consejo] . . . , sino que se han de considerar como agentes cons-
cientes de su liberación de las fuerzas de la opresión centradas en el Estado bur-
gués. Han de organizar las condiciones (políticas) generales externas, donde el
proceso de la revolución desarrollará su mayor celeridad y donde las fuerzas pro-
ductivas liberadas hallarán su mayor expansión."'*
El análisis que hizo Gramsci del rol del partido no se detuvo en tales formu-
laciones "antijacobinas". Los nuevos acontecimientos le obligaron a proseguir aún
más después de julio de 1920. Los grandes industriales estaban determinados,
para la segunda mitad de ese año, a aplastar", de una vez por todas, las preten-
siones revolucionarias de los trabajadores. Adoptaron una posición por completo
inflexible en las negociaciones en pro de mejores condiciones. Así, la Federación
de Obreros Metalúrgicos convocó a los obreros para que ocuparan las fábricas
como medida defensiva que apuntaba a obligar a que interviniera el gobierno en
favor de los trabajadores. Gramsci consideró que tal medida estaba fuera de tiem-
po y que lo más probable era que fomentara ilusiones. En septiembre de 1920,
los trabajadores empezaron a ocupar las fábricas por toda Italia, aunque de ma-
nera especial en el norte. Gramsci intimó que la mera ocupación de una fábrica
no llevaba a cabo la revolución. Escribió un importante artículo que revelaba
claramente que, si bien él negaba un rol señero al partido, en modo alguno re-
chazaba que representara parte importante en llevar a cabo la revolución. La

•''"' '"Due rivoluzioni'' (3 de julio de 1^20) en Ordine Nuovo. p. 140.


■•' Avanti, 12 de agosto de 1920. Reimpreso en F. Ferri, "La situazione interna della se-
zione socialista lorinese nell'estate del 1920", Rinascila, abril de 1958.
^' "11 Consiglio di Fabbrica" (5 de junio de 1920). en Ordine \uovo. p. 127,

93
revolución sólo se efectuaba (y aquí parece obvia la influencia de El Estado y
la Revolución) cuando el poder estatal de la burguesía quedaba aplastado, y, para
este efecto, el proletariado necesitaba de una fuerza armada que se hiciera con
el poder y reprimiera la reacción. Es obvio que Gramsci no pensaba que el PSI
fuera capaz de llevar a efecto tales iniciativas, pero también creía obviamente que
se necesitaban iniciativas a nivel nacional y, por tanto, un partido nacional para
realizar el asalto al Estado.'®
Así las cosas, sabiendo que era necesario un partido para la revolución, puesto
que los consejos solos no podían hacerla, efectuó sesiones en las fábricas con los
trabajadores y observó cómo el PSI ("el circo de Bamum")* titubeaba y echaba
a perder las ocasiones que se le presenciaban. Las ocupaciones, que empezaran
como movimiento defensivo, cada vez adquirían una naturaleza más y más ofen-
siva. Los líderes de sindicatos, que habían sembrado al viento, comenzaron a ob-
servar nerviosamente el torbellino que se aproximaba. Pronto se perdió la unidad
de propósito entre los líderes de los sindicatos y el Partido Socialista. Mientras se
fomentaba la creencia de que podía haber una revolución mediante lemas y ma-
nifiestos agresivos y demagógicos, los líderes entraron simultáneamente en nego-
ciaciones con los industriales y con el gobierno para impedir tal resultado. Gramsci
comentó con torcida intención que el Partido Socialista "no difería del Partido
Laborista inglés y era revolucionario .. . sólo en su programa". Era en realidad
un conglomerado de partidos y, a resultas de ello, se había convertido en una
organización explotada por advenedizos y aprovechados, incapaz de mostrar ini-
ciativa y responsabilidad algunas.*" No ha de maravillar que cuando Togliatti
visitara Milán para discutir sobre tácticas con los líderes sindicales, precisamente
cuando la situación había alcanzado su punto crítico, se patentizara la descon-
fianza mutua. Los líderes sindicales preguntaron si los trabajadores de Turín
iniciarían el asalto al Estado lanzándose a la calle. Togliatti vio en tal propuesta
un complot para destruir de una vez por todas el movimiento de los consejos de
las fábricas y se rehusó sin más. ". . . es necesario convertir esto en una acción
simultánea por todo el país, y sobre todo que sea una acción de envergadura na-
cional".^^
Era demasiada la responsabilidad para los líderes, tanto de los sindicatos como
del Partido Socialista. Algunos ofrecieron dimitir para evitar tomar una decisión,
otros declararon que era "asunto político" y que no les incumbía en realidad,
puesto que ellos eran líderes sindicales. Por fin se resolvió el problema, para ali-
vio de la mayoría, sometiendo a votación —último fetiche de los irresolutos—
la extensión del movimiento. La "revolución se perdió" por mayoría.
Fue sólo después de perdida la revolución cuando Gramsci empezó la tarea de
organización de un nuevo partido comunista, aunque reconocía que era en reali-
dad demasiado tarde para que éste pudiera ser útil, puesto que él mismo había
afirmado en mayo que o triunfaría la revolución o reportaría la más "terrible de
las reacciones". Fue en una situación que consideró de "caos y colapso" del so-
cialismo italiano, en que él mismo se sintió "abrumado por los acontecimientos",
¡i" "L'Occupazione" (2 de septiembre de 1920) en Caprioglio, Scritti, p. J30-132.
* Empresario norteamericano (1810-1891); ha quedado en inglés el verbo zarnumize,
sinónimo de gran propaganda. (N. R.)
«" "II Partito Comunista" (4-9 de septiembre de 1920) en Ordine Nuovo, p. 161.
«1 Citado en Paolo Spriano, L'Occupazione delle fabbriche (Einaudi, Turín, 1964), p. 103.

94
cuando accedió a separarse del PSI.*- En la desesperada rebatiña por extraer algo
del naufragio, Gramsci cooperó en crear una especie de partido que no quería,
y precisamente de una clase que tampoco Lenin, Trotski y el Comintern deseaban.

III
EN 1958, en la I Conferencia de Estudios Gramscianos, Palmiro Togliatti, secre-
tario del Partido Comunista Italiano, ratificó la ortodoxia oficial acerca de la
relación entre Gramsci y Lenin. Afirmó que entre 1919-22, Gramsci había leído:
¿Qué Hacer?; Un Paso Adelante, Dos Pasos Atrás; Dos Tácticas de la Socialde-
mocracia en la Revolución Democrática; El Imperialismo, Fase Superior del Ca-
pitalismo; El Estado y la Revolución; La Revolución Proletaria y el Renegado
Kautsky; El Desarrollo del Capitalismo en Rusia y Materialismo y Empiriocriti-
cismo; que había aceptado la teoría en ellos contenida, rechazando su "crocianis-
mo" y, en particular, que había aceptado la teoría leninista del partido.*"'^ Hemos
mostrado que hasta mediados de 1921, Gramsci sólo pudo haber leído alguna de
las obras de la lista que dio Togliatti; que sólo pudo haber aceptado necesaria-
mente parte de la teoría de todo el conjunto de esas obras, y que no aceptó la
teoría leninista del rol dirigente del partido antes de la formación del PCI en
1921. No quiere esto decir que Gramsci no hubiera deseado convertirse en leni-
nista entre 1917 y 1921, o que no hubiera devorado ávidamente todo lo que de
Lenin se le ponía al alcance, o que no expandiera la teoría leninista entre sus
camaradas; sino que cuando seguimos la opinión de Cicerchia y descubrimos
cómo el pensamiento de Lenin caló por toda la Europa Oriental hasta llegar a
Occidente, y cómo fue recibido, nos quedamos —en palabras de Terracini— con
el hecho de que Lenin ". . . era conocido más como revolucionario que como teó-
rico marxista"."* De nuevo no quiere esto decir que Gramsci no hubiera leído
después de 1921 las obras de Lenin listadas por Togliatti. o que no las abrazara,
fuese en parte o en su totalidad.
Parece por la reconstrucción histórica que el leninismo que Gramsci conociera
antes de 1921 y que aceptara, era un leninismo "soviético" (o, como sus críticos
dirían, una desviación "sindicalista"), donde se subrayaba que la revolución se
debía hacer desde abajo por masas de hombres que aprendían en la práctica a
organizarse a sí mismos para la acción unida. Su Lenin era un hombre que nunca
perdía de vista la "fuente de toda actividad política y económica: la lucha de
clases"."- Esta lucha de clases —precisamente porque jamás perdía de vista el
"solo imperativo categórico de Marx: 'Proletarios de todos los países, unios' "—
tenía lugar de manera especial mediante consejos de trabajadores organizados en
el lugar de trabajo.
¿Es ese leninismo "soviético" —el "transunto" del leninismo al Oeste entre
^- "Contro il pessimismo", 15 de marzo de 1924, en Gramsci, Scrilli politici, de Spriano
(Einaudi, Turín, 1967), p. 546.
^- P. Togliatti, "II leninismo nel pensiero e nell'azione di A. Gramsci, en Sludi Grams-
ciani Allí del convegno tenulo a Roma nei ¡,'íor/ii 11-13 gcnncúo 1958 (Riuniti, Roma, 1969),
pp. 16-19.
"* U. Terracini, "Three Meetings with Lenin"". en They Kncw Lenin, a cargo de S. F. Bez-
veselny y D. \. Grunberg (Foreing Langiiages Publishing House. Moscú, 1968). p. 211.
^^ '"L'Opera di Lenin" (14 de septiembre de 1918) en Scritti giovanili, 1918-19 (Einaudi.
Turín, 1958), p. 308.

95
1919 y 1921— realmente leninismo? Muchos comentadores lo niegan. Spriano
es tajante: "No podemos identificar el leninismo con el concepto de la revolución
desde abajo, con un proceso molecular de la formación del Estado de los traba-
jadores, que Gramsci coloca en la base de su teoría del poder. . ."^^ Caracciolo,
Soave y Berti están más o menos de acuerdo con esto. Así, concuerdan con los
estudiosos de Gramsci de extrema izquierda quienes sostienen que éste no era un
leninista porque hacía a un lado, o subestimaba, el rol del partido.*'' Ambos gru-
pos de comentadores, a pesar de sus persistentes desacuerdos, comparten la opi-
nión de que Gramsci no era realmente leninista, puesto que están de acuerdo en
que la problemática unificante de la teoría de Lenin es el rol principal que el
partido ha de representar al hacer una revolución. El quid de tal manera de ver
la relación entre la teoría de Gramsci y la de Lenin estriba no en el alegato de
que Gramsci pasara por alto el rol que el partido puede representar; hemos de-
mostrado que después de abril de 1920, Gramsci realmente se percató de que el
partido es esencial, no tanto por la conciencia acrecida que supone ¿Qué Hacer?,
sino por la coordinación de las iniciativas nacionales que empiezan a nivel de
consejos y por el asalto a la máquina estatal burguesa. En toda una serie de ar-
tículos, Gramsci y sus seguidores abogaban por la renovación del PSI, para que
fuera cambiado por obra de "los grupos comunistas de la fábrica", de una asam-
blea que expresara la "psicología del cuervo" en una "asociación" basada en la
fábrica y compuesta por "delegados [de la fábrica] con mandatos imperativos".
Más bien, tal opinión ha de descansar en la tesis de que la problemática de la
teoría de Gramsci niega un rol directivo al partido, y en que Gramsci adopta una
posición "antijacobina" de la revolución. Es difícil discrepar con el alegato de
que Gramsci fuera un "antijacobino" hacia 1921. No sólo escribió en 1918 que
"el jacobinismo era la sustitución de un régimen autoritario por otro", sino que
sostenía que la revolución rusa no podía ser jacobina porque era proletaria.** En
otras palabras, la revolución proletaria y las posiciones jacobinas eran mutua-
mente exclusivas. Gramsci entendía el jacobinismo en diversos sentidos, pero el
sentido clave era que en 1918 se podía equiparar al "mesianismo cultural". El
"mesianismo cultural" tenía las siguientes cualidades y lógica, que lo convertían
en lo opuesto de lo revolucionario: creía que "la mayoría de los hombres era
fundamentalmente honesta y recta, pero presa y víctima de sus propios intereses
reales y de las metas que con más provecho se podría fijar" y, por tanto, el "me-
sianismo cultural" defendía una labor de "discusión y propaganda" en la que
tenía "fe infinita", en particular a través del periódico que uniría y esclarecería
las diversas metas; pero cuando esta razón no logró unir a los demás, "lo atri-
buyó a la influencia maléfica de voluntades perversas", que al fin se identifican
con "los líderes", a quienes condena a la execración universal.''''
Dos son los puntos que hay que señalar a este respecto. En primer lugar, que
•5" Spriano, Storia del Partito Comunista Italiano, I, p. 62.
«" Ver A. Caracciolo, "A proposito di Gramsci, la Russia e il movimento bolscevico", en
Studi Gramsciani, pp. 95-105; E. Soave, "Appunti sulle origini teoriche e pratiche dei consi-
gli di fabbrica a Torino", Rivista Storica del Socialismo, Vil, No. 21. enero-abril, 1964; Ber-
ti, op. cit. El mejor artículo representativo de la "izquierda" es el de A. de Clementi, "La
política del Partito Comunista di Italia nel 1921-1922, e il informe Bordiga-Gramsci", Rivis-
ta Storica del Socialismo, No. 28, 1966.
158 "Note sulla rivoluzione russa", (29 de abril de 1917). en Scritli giovanili, p. 106.
'■•■ > "La política del 'se'" (29 de junio de 1918), ibid., pp. 272-273.

96
es fácil mostrar que Lcnin estableció con frecuencia la identidad del jacobinismo
y el revolucionismo proletario. En Un Paso Adelante, Dos Pasos Atrás escribió:
"El jacobinismo, indisolublemente ligado a la organización del proletariado, con-
ciente de sus intereses de clase, es precisamente el socialdernócrata revoluciona-
rio.''''''^ Al mismo tiempo que Gramsci condenaba el jacobinismo y se describía
como antijacobino, Lenin escribía: "Los historiadores burgueses consideran el ja-
cobinismo como una decadencia; los historiadores proletarios lo ven como la cul-
minación de una clase oprimida en su lucha por la emancipación ... Es una ca-
racterística de la clase burguesa execrar el jacobinismo. Es característica de la
pequeña burguesía temerlo. Los trabajadores y proletarios concientes creen que
el poder debería pasar a la clase revolucionaria, la oprimida, y en esto está la
esencia del jacobinismo."'' En segundo lugar, es fácil mostrar que entre 1902
y 1904, Lenin entendía por jacobinismo el "mesianismo cultural" que Gramsci
condenaba. Las desemejanzas entre el contenido de ¿Qué Hacer? y el "mesianis-
mo cultural" de Gramsci son demasiado palmarias para que se puedan pasar por
alto. Cuando añadimos Un Paso Adelante... vemos que Lenin justificaba la
purga de oportunistas en el partido refiriéndose a la experiencia del jacobinismo.
En suma, es claro que en 1904 Lenin se denominaba jacobino "de última hora",
porque creía que el papel del partido como líder tenía la "mayor importancia
en la revolución: Gramsci era "antijacobino" porque no opinaba así.
Existe un caso palmario para argumentar que Gramsci no era leninista por su
diferencia fundamental en el énfasis. Se trata de una base útil para distinguir las
teorías de uno y otro, pues eleva nuestra atención a lo que es nuevo en las opi-
niones de Gramsci. A diferencia de Lenin, Gramsci nunca se propuso escindir
el partido, incluso cuando éste necesitaba ser renovado, porque no consideraba
que el problema fundamental de la revolución "consciente" estribara en el lide-
razgo, sino en la relación entre líderes y masas. Según él, la debilidad real del
PSI como fuerza revolucionaria era que sus líderes no vivían "inmersos" en la
vida proletaria, en la lucha de clases, y que, por tanto, "no podían expresar la
solución comunista a los problemas contemporáneos: el control proletario de la
producción y distribución, el desarme de las fuerzas armadas mercenarias y el con-
trol de las municipalidades por las organizaciones de obreros",'- y que los tra-
bajadores no estaban lo suficientemente unidos y disciplinados para superar su
incapacidad de ver sus problemas a nivel nacional, sobreponerse a la tendencia
a ver todo de color de rosa y gustar más de cantos y fanfarrias que de sacrifi-
cios",' ■ y tomar el poder a nivel nacional después de organizar sus propias fuer-
zas armadas. Los dos flancos deberían salir del "círculo mágico" donde cada uno
culpaba al otro por sus fracasos y ver el problema como cuestión de liderazgo
político o como cuestión de conciencia de masas, en vez de dedicarse al proceso
del "trabajo masivo" en la fábrica y a la unión del "Consejo de los Trabajadores
para la unidad proletaria frente a la amenaza a su cohesión".
Este desplazamiento del problema de la revolución en Occidente, del partido

"" V. 1. Lenin. Obras £.«Dí'íí/íI.í (Editorial Progreso. Moscú, 1961). I. Un Paso Adelaritf,
Dos Atrás, letra o, p. 437.
■' Lenin, Ocurres completes, XXV, p. 124-25.
'- "1 gruppi comunisli" (17 de julio de 1920) en Oniine XUDVO. pp. 140-43; "Due rivolu-
zioni" (3 de julio de 1920; en ibid., pp. 135-40.
'' Carta a Zino Zini en Rinasciía, XXI, p. 17. 25 de abril de 1964; Avanti. 2 de septiem-
bre de 1920. en Caprioglio, pp. 130 a 132 y 134.

97
(teoría) y de las masas (práctica), a las relaciones y nexos entre ellos, es lo
que constituye la novedad de Gramsci y explica cómo y por qué, ya para 1922,
éste aconsejaba una táctica revolucionaria de sustituir "el personal burgués . . .
por personal comunista en todas las funciones vitale? y dinámicas organizadas del
Estado". Tales sugerencias presagiaban las tesis desarrolladas posteriormente en
sus Notas de Prisión, en particular su insistencia en los intelectuales come expre-
sión real del vínculo entre práctica y teoría.
Sin embargo, mientras es claramente útil hacer la distinción entre Gramsci y
Lenin —"antijacobino" vs. "jacobino"— puesto que ella indica el locus preciso
de la teoría de aquél, también resulta útil establecer una reserva acerca de la ta-
jante afirmación de que Gramsci no era "leninista" ames de 1921. Este ensayo
ha sido dedicado a indagar el grado en que las ideas de Gramsci dependían de
las de Lenin. Muchos de los trabajos sobre la relación entre rusos e italianos se
han dedicado, en cierto sentido, a tal investigación. Hemos alcanzado conclusio-
nes comunes en el sentido de que las ideas de Gramsci no dependían de las de
Lenin y que, en los aspectos fundamentales, sus opiniones discreparon hasta
1921. Hay, no obstante, otro modo de examinar la relación que no se ha inten-
tado aquí, porque nuestro objeto ha sido demistificar la relación, apartándonos
del presupuesto de que todos los revolucionarios han de ser "leninistas" (en el
sentido de que su pensamiento parafrasee el de los rusos), empleando un méto-
do histórico. Otro modo de examinar su relación sería confundir a los defenso-
res de la opinión de que Gramsci era "leninista". En este caso se deben exami-
nar ambas teorías desde el punto de vista de la historia de la teoría marxista y
partir de la posición marxista de que el significado de los escritos marxistas de-
pende de la etapa actual del entendimiento de la teoría marxista revolucionaria,
considerándolos así desde el punto final de un desarrollo histórico del que forman
parte. En esta investigación, el significado de ambas teorías queda juera de ellas,
teórica pero quizá no prácticamente, y lo que importa en la obra de uno y otro
no estriba en lo que pensaron que era importante, ni en lo que llamó máxima-
mente su atención, sino en lo que el entendimiento revolucionario/práctico actual
nos presenta como importante en la obra de uno y otro. Tal interpretación es
una lectura implícita donde nuestra perspectiva vuelve visible lo que era latente.
Para explicar a satisfacción lo que comporta tal lectura revolucionaria se re-
queriría escribir una historia del marxismo qua* teoría de la práctica, que no
podemos intentar aquí. Pero de tal lectura surgen ciertas implicaciones interesan-
tes sobre la teoría de Lenin, más que sobre la de Gramsci, lo que prácticamente
supone leer la teoría de Lenin a la luz de la de Gramsci. Hacemos este último
aserto porque concordamos con A. M. Macciocchi en Pour Gramsci (Senil, París,
1974), sobre que Gramsci y Mao tienen opiniones similares y constituyen el súm-
mimi de la teoría revolucionaria contemporánea, aunque cada uno en su propio
ambiente y con sus propios objetivos reales. De paso advertimos que la teoría
contemporánea de tipo "estructuralista" no ayuda a hacer una revolución social,
sea cual fuere su contribución a la filosofía. Concedemos también que es teórica-
mente inevitable que el propio Gramsci, al cabo, deberá quedar sujeto a la misma
reducción por lo que se refiere a la futura teoría revolucionaria y que, en con-
secuencia, nuestra perspectiva de Lenin habrá de cambiar.
Si se lee a Lenin desde el punto de vista del pensamiento marxista revolucio-

* (Lat.) En cuanto. (N. R.)

98
nario contemporáneo, esto es, desde el punto de vista de Gramsci, se verá que el
desarrollo importante de su pensamiento consiste en el alejamiento de las opinio-
nes positivistas y fatalistas de la II Internacional hacia una filosofía de la praxis,
hacia el punto donde, si se nos permite la imagen, entrega la estafeta a Gramsci.
En este sentido, su teoría es una "revuelta contra El Capital". Esta entrega de la
estafeta no se ha de entender simplemente como filiación de ideas —ya hemos
mostrado la limitación en la práctica de tal manera hegeliana de ver— sino que
se ha de entender más bien como el encuentro de dos prácticas revolucionarias
distintas, donde es la práctica lo que determina la validez de la teoría. Además,
la lectura en sí no niega los hechos establecidos de la vida de Lenin: más bien
los reordena para hacerlos comprensibles.
En breve, el punto de partida de Lenin se debería ver como el de alguien que
trata de hacer una revolución —cuando no había otra opción real— con los
instrumentos de entendimiento y acción que le proporcionó la II Internacional.
Su parafernalia histórica, recordarán los lectores, partieron de El Capital y de
Nuestras Diferencias, de Plejánov, que, cuando se leen por separado, indican que
los escritos de Marx ya habían dicho cómo funcionaba este mundo. Lenin, al
igual que la mayor parte de los marxistas de la II Internacional, no sólo leyó a
Marx hacia atrás, sino que ni siquiera leyó las secciones definitivas de Marx hasta
después, si es que alguna vez las leyó {Los Manuscritos Parisinos, Los Funda-
mentos de la Crítica de la Economía Política). Conjuntamente, esos instrumentos
teóricos proporcionados por la II Internacional contenían una lógica implícita,
que fue explicitada por teóricos como Bernstein y, posteriormente, por Kautsky.
Tal lógica decía que el marxismo era un fatalismo que describía el desarrollo
automático del capitalismo hacia su propia muerte contradictoria, llevando polí-
ticamente en sus conclusiones hacia una práctica revolucionista.
Lenin no podía aceptar esas conclusiones políticas y las rechazó en ¿Por Dónde
Empezar? y ¿Qué Hacer?, en 1901-1902. Es importante subrayar que rechazó las
conclusiones más que las premisas, puesto que al conservar las premisas retenía
una contradicción que hubiera viciado la acción práctica que emprendió para ha-
cer la revolución. Como saben la mayor parte de los lectores de la revista Social
Register, Lenin propuso crear una conciencia revolucionaria entre los trabajado-
res rusos mediante la "combinación de todas las actividades de los grupos loca-
les" de revolucionarios que le habían precedido y que no habían salido airosos
en sus intentos propagandistas debido a su falta de organización. Dado que Lenin
con frecuencia es mal comprendido por considerársele primordialmente organi-
zador, es importante recalcar que el objetivo de tal organización de grupos frag-
mentarios en un partido era facilitar el alza de la conciencia revolucionaria entre
los obreros rusos. Esa intervención política para hacer la revolución señala un
paso hacia adelante frente a la política de "no hacer nada" de la II Internacional,
pero fracasó en su objetivo, que era crear la conciencia revolucionaria. No hay es-
pacio en este artículo para detenemos en la historia de ese fracaso. Lo que aquí
nos interesa es averiguar qué lo causó.
El problema central no fue meramente asunto de la organización de la revolu-
ción en lo abstracto, sino cómo y dónde organizaría. Lenin se propuso organizaría,
y la organizó, primero a nivel político, para elevar lo que parecía una perenne
revuelta social a nivel de revolución política. Tras esa opción hay más que las
aparentes realidades de Rusia, que sin duda actuaron de una manera compelen-
te. Para explicar tal opción hemos de tener en cuenta que Lenin operaba toda-

99
vía sobre la base de las premisas del marxismo de la II Internacional, siquiera
a dos niveles: primero, creía todavía que las condiciones creaban conciencia de
clase, a diferencia de la conciencia revolucionaria, y confinó su crítica de la "es-
pontaneidad" a la noción socialista de que la conciencia de clases se desarrolla-
ba automáticamente en conciencia revolucionaria; en segundo lugar, y esto en
parte explicó su primera limitación, pensaba aún que las obras de Marx conte-
nían la descripción final de cómo funcionaba el mundo y, por tanto, que el pro-
blema de elevar la conciencia de clase a conciencia revolucionaria radicaba más
que nada en que quienes conocían el contenido de las obras de Marx lo trans-
mitieran a quienes no lo conocían. Pensaba naturalmente en una revolución
desde arriba, donde "doce personas sensatas" valían más que "cien necios", y
donde el problema inmediato y trascedental era el liderazgo. De aquí que el tema
general de la obra de Lenin hasta 1905 era que la teoría debía preceder a la
práctica.
Sin embargo, su práctica política, y en especial su observación de la revolu-
ción rusa de 1905, ponía en tela de juicio la creencia de que la teoría precedía
a la práctica, y de aquí que rechazara la noción de que el problema fundamen-
tal fuera el liderazgo. La lección que extrajo de 1905 era clara: "El cambio de
las condiciones objetivas de lucha, que exigía pasar de la huelga a la insurrec-
ción, lo ha sentido el proletariado antes que sus dirigentes. La práctica, como
siempre, ha precedido a la teoría.""* Fue un descubrimiento de inmensa impor-
tancia tanto teórica como práctica, pero Lenin sólo en un principio lo realizó
prácticamente. Se rehusó a extraer las conclusiones implícitas en tal descubri-
miento para la teoría marxista y, por tanto, afianzó categóricamente un fatalismo
residual, ". . . la idea de buscar la salvación de la clase obrera en otra cosa que
no sea el ulterior desarrollo del capitalismo es reaccionaria"."'' Después de 1905,
Lenin seguía creyendo que las condiciones objetivas creaban conciencia de cla-
ses, esto es, que el proceso de la clase?en?sí, a la clase-para-sí es automático. Así,
mientras afirmaba la limitada trascendencia histórica de tales nociones en ¿Qué
Hacer?, después de 1905, y tendía a dedicar mayor atención al problema de gal-
vanizar la lucha mediante una actividad organizativa directa en la clase obrera
que la que dedicaba al partido, también dejó en claro simultáneamente sus limi-
taciones teóricas frente a las posiciones de la II Internacional, en Materialismo
y Emperiocriticismo. Lo que es importante para su ulterior desarrollo, que —es
claro— tiene sus altibajos, es que, sobre todo, sus puntos de vista estaban in-
formados por esta especie de noción: "La educación real de las masas nunca se
puede separar de su lucha política independiente y especialmente de la revolucio-
naria. Sólo la lucha educa a la clase explotada.""" Existe enorme riqueza de ma-
tiz en tal noción, que —combinada— empezó a desmoronar los vestigios que
todavía quedaban de la opinión elitista de que la educación (la creación de la
conciencia revolucionaria) viene de arriba, y la opinión correspondiente de que
la conciencia de clase surge automáticamente. Toda la problemática del marxis-
mo queda automáticamente en tela de juicio.
Dado que la "lucha educativa" tuvo lugar en una forma específica, la de los
soviets, Lenin se convirtió más y más en teórico del rol de los soviets, aunque

■< Lenin, Obras Escogidas, op. cit.. I, Las Enseñanzas de la Insurrección de Moscú, p. 596.
'^ Lenin, Selected Works, (Progress Publishers, Moscow, 1967), I, p. 486.
•6 Ibid., p. 792,

100
en un principio no hizo más que teorizar prácticamente sobre ese rol. Mientras
que el movimiento revolucionario ruso siguió siendo revolucionario (hasta más
o menos 1921), el cambio de la atención de Lenin, del partido al soviet, fue
claramente advertido por los líderes de este movimiento (v. gr., en la alocución
de 1918 de Zinoviev, citada en la pág. 14 de la trad. de este artículo), pero fue
olvidado después de 1921 por su vuelta a ocuparse del rol dirigente del partido,
particularmente bajo Stalin. Además, el hecho de que Trotski se percatara más
rápidamente de cuál era el rol que representaban los soviets, obscureció el hecho
de que, aunque a nivel inferior, Lenin también estaba revisando sus opiniones
sobre cómo se efectuaba la revolución.
Implícitamente, después de 1905, Lenin considera el problema de la organi-
zación de dos maneras: la organización ha de ocurrir 1) a nivel político o de
partido, y 2) a nivel prepolítico o social y de clase. También cambia el énfasis
en ,]Qué Hacer? En vez de que la organización del partido sea primordialmente
importante y la organización a nivel de producción revista una importancia se-
cundaria, se cambian las ternas. La organización real para la revolución tiene
lugar a nivel de clase qua productores y el rol del partido cambia implícitamente
del de educador ("que sabe") al de agente de la clase obrera, en especial se
volvió candnte en 1917 se vio claro que su rol era antes que nada derrocar al
poder estatal burgués. Las obras teóricas importantes de ese año son no sólo
El Estado y la Revolución, sino opúsculos más prácticos, como El Marxismo y la
Insurrección. Cuando la insurrección estuvo a la orden del día, se advirtió cla-
ramente también que el desarrollo de la conciencia de clase, que había tenido
lugar por obra de los soviets, no significó una disponibilidad correspondiente
para derrocar al Estado de una manera concreta: ". . . la mayoría de los soldados
simpatizaban con los bolcheviques, votó por ellos, los eligió; pero también espe-
raba que fueran ellos quienes tomaran las decisiones". Esta reafirmación verda-
dera de la indispensabilidad del partido no impidió con todo que Lenin afirmara
que la lección principal de 1917 era: "La historia de la revolución rusa ha mos-
trado precisamente que no hay argumento que pueda convencer a las grandes
masas de la clase obrera, a los campesinos, a los pequeños empleados, si no se
convencen por su propia experiencia".'' La afirmación implícita de que para co-
nocer al mundo ios hombres lo han de cambiar —esa "filosofía de la práctica"—
¿significaba la percatación implícita o explícita de Lenin de que el marxismo
teórico todavía quedaba por escribirse? ¿Se había percatado de las implicaciones
teóricas de tales afirmaciones? La respuesta depende probablemente del status
que queremos otorgar a la crítica que hizo Lenin de toda la teoría marxista an-
terior, incluida la suya propia, cuando leyó la obra de Hegel. La respuesta afir-
mativa, que no nos sentimos capaces de apoyar ni de rechazar, tendría implica-
ciones importantes para las relaciones entre Lenin y Gramsci, pues señalarían una
ruptura en el entendimiento del marxismo en la vida de Lenin, lo mismo que en
la de Gramsci.
Preferimos quedarnos con la proposición de que, desde el punto de vista de la
historia del marxismo, el leninismo en su punto final y el gramscianismo en su
principio, están estrechamente vinculados, y que Gramsci sin lugar a dudas des-
arrolló muchas de las implicaciones de una "filosofía de la práctica" desde 1919
en adelante. Con esto queremos dar a entender que, de la misma manera en que

"' Lenin, Su¡ inorimento operaio, p. 146.

101
hemos dicho que el leninismo prueba en la práctica las limitaciones del marxis-
mo de la II Internacional, podemos entender el gramscianismo como prueba
práctica y exposición teórica de la trascendencia del punto final del leninismo.
Este mismo método, que nos permite ver fuerte convergencia entre 1917 y 1921,
a medida que Lenin pasa de la teoría del partido a la teoría de los consejos y
Gramsci sigue el proceso inverso, ambos por razones prácticas más que por in-
fluencia de las ideas del primero sobre el segundo, también nos obliga a ver el
pensamiento de Gramsci como un desarrollo que se aparta de ese punto de con-
vergencia; una vez más se nos presenta la imagen de las carreras de relevos. Este
movimiento que se aparta y va más allá del leninismo es lo que permite a Gramsci
dar una formulación teórica más clara de su propia práctica que cuanto hiciera
el propio Lenin, en especial respecto de la creación de la conciencia de clase,
mediante la reorganización de la vida social. Más tarde le permitió escribir las
preciadas notas de Prisión, que revisten de significado concreto las palabras de
Marx, y que constituyen un consejo político para los revolucionarios accidenta-
les: "La doctrina materialista de que los hombres son producto de las circuns-
tancias y de la educación, y de que, por tanto, los hombres modificados son pro-
ducto de circunstancias distintas y de una educación modificada, olvida que son
los hombres, precisamente, los que hacen que cambien las circunstancias y que
el propio educado necesita ser educado. Tal doctrina lleva, necesariamente, a la
división de la sociedad en dos partes, una de las cuales está por encima de la so-
ciedad (así, por ejemplo, en Roberto Owen).
"La coincidencia de la modificación de las circunstancias y de la actividad
humana sólo se puede concebir y entender racionalmente como práctica revolu-
cionaria."''^

'8 Marx, Tesis sobre Feuerbacti, tesis 3.

102

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